SIN EXCUSAS.
Pereira, 8 de Noviembre de 2019
Andrés Mauricio Agudelo
La sociedad colombiana padece una enfermedad desde hace décadas y no hacemos nada por solucionarla. La respuesta
debe estar en construir ciudadanía desde la escuela, pero los modelos educativos no ayudan. Para agravar el asunto los
pocos esfuerzos que se dan para brindar opciones y construir políticas sociales adecuadas para el desarrollo, terminan
siendo apaciguados por las maquinarias y ya percibe en el ambiente cotidiano un sentimiento de ausencia y desesperanza
en todos.
El ejercicio de la docencia en nuestro país,
históricamente ha estado marcado por la ausencia de un
horizonte claro, que propenda por el desarrollo humano.
Los modelos pedagógicos han sido burdamente
implementados, desde experiencias ajenas a nuestro
contexto, que algunos han querido plasmar de sus
visitas o experiencias personales en otros países, y
siempre justifican su aplicación con la premisa de “si allá
funciona aquí también debe hacerlo”, sin embargo, no se
tiene registro de un modelo exitoso de educación en
nuestro país desde hace mucho tiempo.
En cuanto a nuestra planta docente, muchos de los
mejores ejemplos de educadores, fueron desechados
por el sistema al alcanzar su edad de jubilación, sin
permitirse siquiera recopilar los conocimientos que
durante años de servicio pudieron haber obtenido, y que
han de ser tan valiosos para el análisis del problema,
que presenta el no saber cómo educar a los
colombianos, para que sean mejores personas. No
conocemos cuales son las competencias que han de
desarrollar para permitir un mejor desarrollo de nuestra
nación, ni de qué manera, debemos canalizar la
educación para solucionar los problemas sociales que
nos aquejan desde hace décadas.
Todos estamos de acuerdo que nuestra sociedad
padece de una extraña enfermedad, que muestra
diversos síntomas, en todos los colombianos, el
facilismo, la falta de dolor ajeno, el pesimismo, la apatía
política, la falta de intereses colectivos, el egoísmo, entre
otros. Transitamos nuestra vida con el más mínimo
esfuerzo posible y solo nos interesamos por el tema del
día… el animalismo, la minería, los grupos ilegales, las
elecciones, la moda… pero más allá del mandato de los
medios y del trending topic de las redes sociales, la
sociedad en general no parece interesarse en hacer algo
por aportar a las soluciones.
Como ciudadanos de este país estamos normalizando
las más crueles y siniestras prácticas, y desde los más
jóvenes, sobre-estimulados por los medios, se puede
percibir esa falta de asombro ante el mal, percibiéndose
incluso una admiración por este, sobre todo cuando de
asuntos económicos se trata.
En los círculos académicos es usual que se den grandes
debates sobre la situación actual del país, y de cómo
debemos tomar conciencia para lograr cambios
significativos, pero de vuelta a nuestra cotidianidad, los
discursos se desdibujan y cada uno actúa presa de su
propio egoísmo. En algunos persiste sin embargo un
sinsabor, sobre, que pasa si queremos hacer algo,
¿cuáles son las herramientas para los que quieren
presentar opciones?, si cada día vemos de manera
aterradora, como los líderes y no tan líderes son
silenciados por una mano invisible e implacable, que
parece tener alma de político y financiación del
narcotráfico.
Como podemos construir políticas que en realidad
contribuyan al desarrollo del país, y que nos ayuden a
aliviar nuestra enfermedad social, si aquellos a quienes
debemos acudir son los más enfermos. Entendemos
entonces que, de quienes hacen las leyes y las
aprueban, nunca se podrá tener en este país una
verdadera solución, y de quienes quieren contribuir a dar
estas soluciones, solo se puede decir que estarán
eternamente silenciados por la “Falsa razón” o por las
armas.
Entonces que esperamos como Colombianos, si en
nuestra convalecencia por esta enfermedad social, no
nos esforzamos por tomar medidas para aliviar la
situación, cuando vemos y escuchamos noticieros, que
en parte son pagados por los mismos políticos enfermos,
o por los grupos económicos que no se interesan en
aportar al desarrollo del país, porque así como esta, es
un excelente negocio, no dejamos de sentir un poco de
nausea por como de manera cada vez más descarada,
ponen frente a nosotros el yugo y la fusta, y nos dejan
sin opciones a todos, mientras que esta democracia
parece cada día más una oligarquía.
Ponemos nombre a nuestro dolor cada cuatro años, hoy
“El Pepito” y en las próximas será “El Menganito” el
culpable, pero son solo figuras que aprovechan de
manera descarada la oportunidad que como sociedad
enferma, les damos para que se aprovechen y obtengan
lo que quieren. Pero en el fondo todos sabemos que es
nuestra culpa, por no tener las agallas para como
sociedad plantear las soluciones o apoyar a quienes las
plantean, porque es solo de nosotros que ha de salir una
solución, concertada entre todos y que vele por los
intereses de todos, que no esté llena de pretextos
fundados en teorías de conspiración, o populismos de
derecha, izquierda, norte o sur. Que nos presente una
carta de navegación y un horizonte hacia el cual todos
vamos a remar en pro de conseguir una verdadera
nación que permita que todos los seres que habitan este
país poder llegar a vivir sus propias utopías, y que les
permita construir desde sus vocaciones un ser humano
del cual se sientan plenamente responsables y
orgullosos.