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(UNED)
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1. Introducción
Todo esto lo que pone de manifiesto y en definitiva refuerza es que, por un lado,
la educación es un proyecto que ha de ser compartido por los diferentes actores que
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intervienen en la misma, a través de su coordinación y trabajo conjunto. Y, por otro
lado, que la escuela además de preocuparse por su cometido central, la enseñanza, no
puede dejar de lado el hecho de ser una institución que también aprende, capaz de
generar conocimiento y de incorporarlo a sus quehaceres y actuaciones educativas.
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la Escuela (RBE), como una de las modalidades de análisis y de diagnóstico
institucional que refuerza la implicación y protagonismo de los distintos actores
educativos para abordar los proyectos y actuaciones de mejora. Entrados ya en los años
90, aparecen toda una serie de publicaciones cuyos títulos hacen referencia a los centros
educativos como organizaciones que aprenden, difundiéndose propuestas como la
Gestión de la Calidad Total y la Autoevaluación Institucional como herramientas para el
desarrollo de los mismos.
A pesar de que las diferencias apuntadas no son pocas, como más adelante
tendremos oportunidad de describir y caracterizar, lo cierto es que en todos los casos las
instituciones educativas emergen como un lugar privilegiado de investigación y
experimentación desde el que afrontar desafíos tales como el desarrollo institucional, los
procesos de cambio, o la transformación, innovación y mejora escolar, etc. En cada uno
de estos campos, es innegable que la experiencia y los conocimientos acumulados han
sido sumamente importantes ya fuera como base sobre la que sustentar y legitimar las
directrices de las políticas educativas que a nivel nacional se van implementando; para
fundamentar las decisiones que necesitaban tomarse en la conducción de los sistemas
educativos; o para proveer a los centros y profesores de herramientas y datos que,
además de facilitarles el conocimiento de sus quehaceres, les permitieran profundizar en
sus desarrollos institucional y profesional.
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2.1.- Bases epistemológicas y metodológicas de los estudios de desarrollo
escolar.
Uno de los rasgos distintivos de los distintos movimientos y propuestas que hemos
descrito reside en las bases epistemológicas y metodológicas sobre las que fundamentan
los conocimientos que cada uno de ellos genera en sus estudios e investigaciones.
Los estudios del enfoque de las Escuelas Eficaces han sido llevados a cabo por
investigadores o expertos con la metodología propia de la investigación experimental,
diseños experimentales y cuasi-experimentales, con el propósito de elaborar un corpus
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teórico sobre las variables escolares que influyen o determinan el rendimiento académico
de los alumnos. La variable dependiente en todos los casos es el aprendizaje logrado por
los alumnos, de tal manera que, al establecerse como criterio último para valorar la calidad,
la eficacia o ineficacia de las instituciones educativas siempre estará en función del nivel
de los logros alcanzados por los estudiantes.
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conceptuación del profesor como investigador promovida por la investigación acción,
(Stenhouse, 1984).
Los centros educativos son el eje y el motor de los procesos de cambio. Dicho
supuesto conlleva, por un lado, no perder de vista que la comprensión e interpretación
de lo que ocurre en la vida institucional significa, antes que nada, aceptar que los
centros son organizaciones complejas, construidas socialmente, con elementos y
culturas comunes en tanto que comparten objetivos, procedimientos y normativas
derivados de su compromiso educativo. Y, por otro, que las instituciones educativas
tienen, asimismo, características singulares que son fruto de las experiencias concretas
en que se encuentran inmersas, de los procesos de interacción que se llevan a cabo tanto
en el interior de las mismas como en el contexto en que actúan, de los procesos
simbólicos y micropolíticos que impregnan su quehacer cotidiano, etc.
Todos estos aspectos no se suman entre sí, sino que están directamente vinculados e
interrelacionados de forma que constituyen una unidad o totalidad por lo que
difícilmente pueden aislarse los unos de los otros.
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La racionalidad instrumental, que enfatiza la dimensión objetivadora y universalista
de la experiencia, se ve cotidianamente interpretada por una racionalidad de diverso
orden, a la que denominaré convencional, que pone el acento sobre la dimensión
intersubjetiva y local de las interacciones concretas”.
En todo ello habría que tener en cuenta que el cambio, tal y como Helen Simons
(1995: 222-223) precisa, consiste básicamente, en “un proceso que es, a la vez, cultural:
el conocimiento del mundo de la escuela puede significar que tengamos que cambiar ese
mundo; psicológico: sólo si nosotros, como individuos y como individuos en
colectividad, queremos cambiar, lo haremos; y político: si queremos cambiar,
necesitamos una estrategia política que haga participar a quienes pueden respaldar el
cambio mediante la provisión de condiciones y apoyo adecuados. En cualquier
evaluación o intento de reforma han de integrarse estos tres procesos”.
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La interacción requiere la atribución de significados a la propia conducta y a la
conducta de los demás porque en definitiva toda interacción es a la larga una negociación
entre significados e interpretaciones subjetivas de la realidad social y escolar.
La filosofía que subyace en los planteamiento que hemos ido desgranando hasta
aquí no es otra que se evalúa para conocer, y se conoce para transformar y / o mejorar.
El problema es cómo se da el paso y se vincula el conocimiento con la acción. Las
estrategias externas e internas, de carácter administrativo coercitivo, lo hacen a través de
prescripciones o normativas que las instituciones y sus actores deben observar en el
desarrollo de sus actuaciones. En cambio, de acuerdo con McCormik y James (1996:
55), la evaluación en el contexto “del desarrollo profesional y de la mejora de la
enseñanza hace referencia a la revisión de la práctica con el fin de diagnosticar
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problemas y desarrollar, implementar y evaluar soluciones o, en caso contrario,
asegurarse de que el proceso se desarrolla de manera correcta”.
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La comprensión y conocimiento que se tienen de los centros, desde estos
enfoques de evaluación de productos que se basan en una imagen estática de las
instituciones y que se fijan en elementos atomizados de su organización, son muy
limitados. Y a ello contribuye, en gran medida, no sólo los propósitos y la focalización
del objeto de evaluación sino también el que los criterios y valores sean casi siempre
determinados por sus patrocinadores o responsables, (Simons, 1999), y que se dejen al
margen las necesidades e intereses de las demás audiencias concernidas (Guba y
Lincoln, 1989), desde una pretendida neutralidad valorativa que se sustenta en el uso de
una epistemología objetivista, un encuadre ético subjetivo-utilitarista y una posición
política engarzada en la democracia liberal. Los patrocinadores, a la vez que
destinatarios, de estas evaluaciones son obviamente las administraciones educativas.
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La influencia de la investigación de la eficacia escolar en los discursos y
políticas educativas ha sido evidente durante todos estos años. De una manera
recurrente, desde los años 70 hasta la actualidad, se ha ido reforzando un discurso de
carácter economicista para el que, desde la preeminencia de criterios de eficacia y
eficiencia, la educación pasa a ser más un bien de consumo que un derecho, en el juego
de la oferta y la demanda del mercado, y a los actores sociales, más desde su papel de
consumidores que de ciudadanos, se les invita a juzgar la “calidad” de la misma
mediante parámetros e indicadores que resaltan su valor en términos económicos.
Una institución educativa es mejor o tiene más calidad en la medida que obtiene
unos buenos resultados escolares, esto es, cuando los niveles de logro o el rendimiento
académico de sus alumnos son altos. Y dado que éstos están asociados a determinadas
variables vinculadas con el aula, el currículum, los profesores y la escuela, lo
consecuente tanto discursivamente como en los campos de investigación y evaluación
es promover el funcionamiento de los centros desde estos parámetros concretos.
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curricular sólo sirve para difundir una idea pobre y poco matizada del rendimiento
escolar”.
Es verdad que el control, ahora, se hace de una manera más sutil mediante el
establecimiento de los propósitos generales, la definición de los objetivos mínimos y la
elaboración de los criterios de calidad. Pero estos aspectos son lo suficientemente
importantes para determinar las políticas y orientaciones que el sistema educativo ha de
asumir, tanto en lo que significa la presencia de los centros en el mercado de la
educación, como en la definición de los currículos en cuanto a áreas, asignaturas y
contenidos que enfatizan visiones y valores nacionales de carácter ideológico
tradicional.
Su finalidad es otra, ya que como pone de manifiesto Carnoy (1999: 151) “las
reformas descentralizadoras, que hemos situado en el marco del proceso de
globalización, se apoyan por tanto en la retórica de incrementar la productividad dando
un mayor control a los responsables locales en la toma de decisiones educativas. Pero la
verdad es que tales reformas están comprometidas de manera inexorable con la
reducción de la contribución gubernamental a la educación pública”.
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desarrollo institucional de los centros y el desarrollo profesional del profesorado como
componentes indisociables de la calidad de la educación.
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también se identifica con las condiciones internas que propician el desarrollo de los
centros. Según Hopkins (1996: 381) los estudios realizados han encontrado “que existe
una capacidad para el cambio en los centros que mejoran y que dicha capacidad les
capacita para adquirir las características internas de eficacia, al mismo tiempo que se
incrementa en ellos el rendimiento y resultados de los alumnos”.
Los estudios de los centros desde las perspectivas de los procesos de mejora y
desarrollo institucional han fundamentado sus propuestas en el protagonismo que
asumen las instituciones y los profesores en la teoría del cambio. Helen Simons (1995:
221-222) nos recuerda algunas de las lecciones extraídas de la evaluación externa de la
reforma curricular centralizada de cara a apoyar el desarrollo de las escuelas
democráticas. Nuestra autora destaca, entre otros elementos, que la escuela es la unidad
básica del cambio.
Todos los aportes que lleguen a ella desde el exterior son importantes, pero es necesario
prestar una atención especial a la institución en cuanto lugar en el que se produce el
cambio y desde el que puede abordarse las prácticas educativas realizadas en las aulas.
Siguiendo a Stenhouse, resalta la necesidad de aunar el desarrollo curricular con el
desarrollo del profesorado. La concepción del “profesor como investigador” hunde sus
raíces en el principio de que el cambio curricular no proviene de las prescripciones del
currículum sino del análisis y estudio que los profesores hacen de sus prácticas
profesionales.
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manera producir teoría sobre el cambio y desarrollo de la escuela. El reto pasa porque
las escuelas se adueñen de los procesos de cambio.
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Por otro lado, tanto el Desarrollo Organizativo como la Gestión de la Calidad Total son
dos propuestas que tratan de trasladar a los centros educativos los modelos de
funcionamiento y de gestión de las organizaciones del sector industrial. Como es obvio
estos dos tipos de instituciones tienen muy pocos puntos en común en cuanto a sus
objetivos, sentido y finalidad de cada una de ellas, bienes y sistemas de producción,
resultados o productos, etc. Y aunque las mismas supongan un avance con respecto a las
tradiciones taylorista y fordista, centradas en los factores técnicos y estructurales y en la
producción masiva y en cadena, sus adaptaciones a la realidad escolar desde sus encuadres
en el movimiento de los recursos humanos no dejan de tener dificultades y limitaciones por
sus improntas gerencialista y de racionalidad tecnológica. Para profundizar en el primero
remitimos a las Unidades Didácticas de Desarrollo de las Instituciones Educativas, Martín
Rodríguez (2002) -ver los capítulos 6 y 7 elaborados por Antonio Bolivar-. La Gestión de
la Calidad Total será retomada en algunos de sus planteamientos en el Tema 10 de los
materiales de Procesos y Contextos Educativos.
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Como se observará las trayectorias seguidas por cada uno de los movimientos hasta su
confluencia en una propuesta integradora, denominada Mejora de la Eficacia Escolar, han
sido sin duda muy distintas. Sus diferencias se deben, sobre todo, a las bases
epistemológicas sobre las que han fundamentado sus investigaciones, a las concepciones
de la escuela que subyacen en el mismo diseño de los estudios, a las metodologías de
indagación que han venido utilizando, a las características de las reformas y procesos de
cambio que promueven, etc. En el Cuadro IX.1 se presentan las características
diferenciales más sustantivas de estos movimientos.
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señalada algunos autores, es la incoherencia manifiesta entre la aceptación del carácter
social del aprendizaje de los alumnos y la no consideración de los propios profesores como
"aprendices sociales". A este respecto convendría no olvidar que, como señala Hargreaves
(1993: 52), la:
En este sentido, las investigaciones que se van realizando sobre los Departamentos
Didácticos de los Institutos de Secundaria, González (2004), ponen de manifiesto los
problemas que los docentes tienen para trabajar de manera conjunta y coordinada. Lorente
(2006:12) en un estudio cualitativo llevado a cabo mediante entrevistas con catedráticos de
secundaria e inspectores de educación, señala expresamente que:
“La literatura y los datos de la fase empírica nos revelan que impera una cultura
profesional de tipo individualista deseada abiertamente por los profesores,
aunque el trabajo colaborativo no es incompatible con la iniciativa y la
creatividad de cada profesor en el aula. En los discursos analizado se reconoce
que resulta difícil y comprometido trabajar en equipo, legitimando así las
prácticas individualistas con argumentos de autonomía profesional o incluso de
libertad de cátedra”
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Los cometidos de los centros educativos necesitan del aprendizaje individual y el
trabajo grupal de los docentes, pero es obvio que no es suficiente y, tal vez por ello, es
en el umbral del tercer milenio cuando empiezan a aparecer en la literatura pedagógica
de nuestro país toda una serie de publicaciones que plantean la capacidad de la escuela
no sólo para enseñar sino también para aprender (Bolívar, 2001, Santos Guerra, 2000).
En efecto, la consideración de la escuela o de los centros como organizaciones que
aprenden surge ahora en un contexto, por un lado, de cambios de gran calado que la
globalización y la sociedad de la información inducen en los modelos de organización
industrial y del mundo del trabajo y, por otro, de las políticas de reformas educativas
que delegan la toma de decisiones en las centros favoreciendo la descentralización de la
educación y la autonomía de los centros.
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cada centro, sino servir de criterio para juzgar las realidades existentes, al tiempo que para
guiar procesos que se acerquen a dicho modelo”.
- El control no está concentrado en los de arriba sino que se extiende y toma como
base una red de trabajo.
- La lealtad se establece no con respecto a las jerarquías sino con relación al trabajo o
tareas que afrontan los miembros de la institución.
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Además de la determinación de sus formas de organización, funcionamiento y
trabajo, la institución teorizante no deja de ser una metáfora en el plano institucional de
la que surge inicialmente, en el plano individual, con la consideración del profesor
como investigador. Con una y otra metáforas se quiere poner de manifiesto, que tanto
en el profesor como en la escuela reside una parte importante de la capacidad de mejora
de la enseñanza en el aula y del cambio y transformación de los centros para alcanzar
mayores cotas de calidad en la educación. Y que esa transformación o crecimiento
personal e institucional tiene que estar vinculados con procesos de investigación y
evaluación que iluminen y fundamenten los quehaceres de los docentes y las escuelas.
Desde esta misma perspectiva educativa, Santos Guerra (2000: 13) plantea las
características de la escuela que aprende. A este respecto, deja muy claro por ejemplo
que no “se trata de aprendizajes que tiene que realizar cada uno de los profesionales por
su cuenta, a su aire, fuera de la institución, sino de aprendizajes de carácter colegiado,
realizados en el desarrollo de la práctica. Hablo de aprendizajes institucionales que, si
bien requieren los de cada uno de los miembros del centro, no se limita a ellos….. No se
trata sólo de que cada profesor aprenda sino de que aprenda la escuela como
institución”.
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reforma e innovación de la educación, es que el cambio no es un cometido que se pueda
imponer a los actores y centros; que el compromiso y participación del profesorado son
condiciones necesarias para que sea viable; y que han de ser los mismos profesores
quienes aborden de manera colegiada procesos de indagación, evaluación e
investigación, para encontrar respuestas a los problemas que van surgiendo en su
docencia a la vez que para avanzar en el conocimiento de cómo afrontar con garantía la
enseñanza y el aprendizaje.
Sin duda los logros de los centros, sobre todo en lo que se refiere al rendimiento
académico de los estudiantes, es un referente que los profesores no podemos ni
debemos perder de vista en nuestros quehaceres docentes, pero tampoco deberían ser un
obstáculo para que se trate de comprender y conocer los procesos que se llevan a cabo
en las aulas y en los centros y su grado de vinculación con los mismos. Porque no nos
falta información y datos relativos al fracaso, al porcentaje de alumnos que van
superando y avanzando por los distintos niveles del sistema educativo, a los resultados
obtenidos en los estudios de diagnóstico o de ámbito internacional.
Pero como muy recientemente señalaba John Elliott (2010: 225) si, “un profesor
quiere aprender a enseñar un tema determinado, ¿a qué conjunto de conocimientos
puede acudir? Por ejemplo, ¿no hay investigación profesional reconocida que se centre
en cómo enseñar las “fracciones” o los “movimientos de rotación y traslación de la luna
y la tierra?”, es obvio que no le será más fácil, por no decir que será una aventura
complicada, el disponer de un cuerpo de conocimientos y bagaje de experiencias
singulares que le ayuden e inspiren en su trabajo cotidiano.
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docente y formar parte de comunidades profesionales, equipos y grupos que acometan
colectiva y coordinadamente el desarrollo de los centros.
6. Glosario
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sobre todo al llevarlo al terreno de su adecuación (o reconstrucción) en las
organizaciones educativas (y, por tanto, en una cultura de colaboración).
Epistemología. Término que proviene del griego, episteme que se puede traducir como
“conocimiento o ciencia” y logos que vendría a significar “estudio”. Hablamos de
planteamientos epistemológicos para referirnos a la forma de concebir el conocimiento
y a cómo se genera el mismo. En la tradición positivista se defiende que hay un
conocimiento objetivo, al margen del contexto social que se produce, que a su vez es
universal y generalizable. En la tradición hermenéutica- interpretativa y socio-crítica, en
cambio, se aboga porque el conocimiento es una construcción social y, por ello, no
puede desvincularse de los valores y contextos en que se produce y aún cuando puede
ser universal no se desconsidera lo singular o local.
Evaluación democrática. En los primeros años de la década de los años 70 del siglo XX
emerge como una alternativa a la tradición de evaluación positivista, teniendo como
referencias a disciplinas como la Antropología, la Historia, la Sociología, etc., en vez de
la Psicometría. Plantea que la evaluación ha de estar al servicio y considerar los
intereses de la audiencias y cuestionando la utilidad y servicios de los informes de
evaluación de carácter cuantitativo-experimental por utilizar un lenguaje especializado,
críptico y poco inteligible para los no especialistas.
Gestión de la Calidad Total. (abreviada TQM, del inglés Total Quality Management) es
una estrategia de gestión desarrollada en las décadas de 1950 y 1960 por las industrias
japonesas a partir de las prácticas impulsadas por los expertos en materia de control de
calidad W. Edwards Deming, el impulsor en Japón de los círculos de calidad, también
conocidos, en ese país, como «círculos de Deming», y Joseph Juran. La TQM está
orientada a crear conciencia de calidad en todos los procesos organizacionales y ha sido
ampliamente utilizada en todos los sectores, desde la manufactura, educación, gobierno
e industrias de servicio. Se le denomina «total» porque en ella queda concernida la
organización de la empresa globalmente considerada y las personas que trabajan en ella.
Micropolítica escolar. Estudio y análisis de las dinámicas políticas que están presentes en
las instituciones escolares, es decir, de las estrategias, procesos de comunicación,
dialécticas, conflictos, confrontaciones ideológicas, etc. de la vida organizativa en relación
con la configuración del poder.
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de la variables estudiadas a fin de determinar las posibles relaciones de causalidad (causa-
efecto) entre las mismas.
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