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El arbitraje
tema
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VIII. EL LAUDO
A) Clases
B) Requisitos
1) De forma
2) De contenido
3) Plazo
C) Pronunciamientos
D) Efectos
EL ARBITRAJE
El arbitraje. Concepto y clases de arbitraje. Ámbito del arbitraje. El conve-
nio arbitral. Los árbitros. El nombramiento judicial de árbitros. Las medi-
das cautelares. El procedimiento arbitral. El laudo: Anulación y revisión.
1. Concepto y regulación
Para la resolución de los conflictos privados que afecten a materias disponibles,
el principio de autonomía de la voluntad permite a las partes elegir fórmulas de
heterocomposición distintas de las que brinda el Estado a través de los órganos que
tienen atribuida la potestad jurisdiccional, y someter sus diferencias a la decisión de
un particular que les ofrezca garantías de imparcialidad y objetividad.
El arbitraje puede definirse como la institución jurídica por virtud de la cual una
tercera persona nombrada por convenio entre las partes, o por un tercero, resuelve
con base en una potestad específicamente conferida el conflicto de intereses que les
afecta, siempre que la materia sea de su libre disposición.
La Ley de Arbitraje 60/2003, de 23 de diciembre, dispone en su art. 2º que “son sus-
ceptibles de arbitraje las controversias sobre materias de libre disposición conforme
a derecho”, con lo que se evidencia que el fundamento de la institución radica en el
ejercicio de la libertad de las partes respecto de aquello que para ellas es disponible.
Las ventajas teóricas del arbitraje (confianza en la persona que ha de resolver el
conflicto, especialización del árbitro, mayor discreción y sencillez procedimental, ra-
pidez, etc.), motivaron la Recomendación 12/86 del Comité de Ministros del Consejo
de Europa por la que se instaba a los Gobiernos de los países comunitarios a poten-
ciar la institución adoptando las medidas necesarias para que pudiera convertirse en
“una alternativa más accesible y más eficaz a la acción judicial”. Con esa vocación se
promulgó la anterior Ley de Arbitraje (Ley 36/1988, de 5 de diciembre) y a la misma
finalidad responde la ley vigente, aunque con la misma se pretende dar un salto cua-
litativo (según se manifiesta en la Exposición de Motivos) al basar el régimen jurídico
del arbitraje en la Ley Modelo elaborada por la Comisión de las Naciones Unidas para
el Derecho Mercantil Internacional, de 21 de junio de 1985 (Ley Modelo UNCITRAL),
recomendada por la Asamblea General en su resolución 40/72, de 11 de diciembre
de 1985. Se han tenido en cuenta, en definitiva, sobre la base de un compromiso
entre las tradiciones jurídicas europeo-continental y anglosajona, las exigencias de
uniformidad procesal en materia arbitral y las necesidades de la práctica del arbitra-
je comercial internacional. El texto inicial de la Ley ha sido modificado por la Ley
11/2011, de 20 de mayo, de reforma de la Ley de Arbitraje y de regulación del arbi-
traje institucional en la Administración General del Estado, con la que se pretende
contribuir al fomento de los medios alternativos a la solución de conflictos.
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2. Naturaleza
a) Teorías contractualistas: La postura clásica (Chiovenda, Guasp, Herce) atribuyó
al arbitraje la naturaleza de un simple contrato privado, considerándolo como una
manifestación del poder de disposición de las partes sobre sus relaciones jurídicas,
de modo que la intervención del tercero se justifica por la autonomía de la voluntad
de aquéllas, que así lo deciden.
b) Teorías jurisdiccionalistas: Otros autores (Carreras, Fenech, Ramos, Serra) han
equiparado el arbitraje a la jurisdicción, basándose en que la concurrencia de los tres
elementos de la relación procesal (las partes, el litigio y el tercero que “ius dicit”),
así como la semejanza entre las funciones del árbitro y las del juez, y la similitud de
los efectos del laudo y de la sentencia, ponen de relieve la existencia en el arbitraje
tanto de un “iudicium inter partes” como de cosa juzgada; es más, en el arbitraje de
equidad, en el que se prescinde de la norma jurídica, se dice que “solo queda el dato
del juicio en su propia desnudez” (Ramos).
c) Postura intermedia: Como en tantas otras cuestiones controvertidas, la relativa
a la naturaleza del arbitraje se ha tratado de explicar desde una postura intermedia
(Carnelutti, Prieto Castro, Gómez Colomer). Para este último autor la institución per-
tenece indudablemente a la órbita de lo que hoy se denomina Derecho Jurisdiccio-
nal, pero debe tenerse en cuenta lo siguiente:
1) Que no cabe hablar de “acción” entendida como derecho de acceso al órgano
arbitral.
2) Tampoco cabe hablar propiamente de “proceso” arbitral, pues ni el órgano de-
cisor está determinado por el Estado, ni el cauce instrumental o procedimiento está
preconstituido legalmente, sino que se regirá por la voluntad de las partes, o por las
normas de la institución a la que se haya encomendado la decisión, o por acuerdo
de los árbitros, siempre que se respeten ciertos principios mínimos de audiencia,
contradicción e igualdad.
3) Los árbitros se limitan a declarar el derecho, nunca a ejecutarlo.
4) El arbitraje no excluye la intervención de la jurisdicción, pues es el órgano juris-
diccional el que formaliza en ocasiones el arbitraje (art. 8.1 LArb), el que conoce de
la impugnación por nulidad del laudo (art. 8.5 LArb) y el que lo ejecuta forzosamente
(art. 8.4 LArb).
Esta postura intermedia se sustenta, además (como pone de manifiesto Barona), en la
configuración que el TC ha efectuado de la institución, denominándola equivalente jurisdiccio-
nal, parajurisdiccional o cuasijurisdiccional (ATC 259/1993, SSTC 288/1993 y 174/1995).
3. Clases de arbitraje
Atendida la forma y las manifestaciones de la institución arbitral, suelen distinguir-
se estas clases de arbitraje:
a) De derecho y de equidad: En el primero el árbitro debe aplicar la legislación
vigente para decidir la cuestión; en el segundo, debe resolverla según su leal saber
y entender. La elección corresponde a las partes, y tradicionalmente se entendió
que en el caso de que las mismas no optaran expresamente por el de derecho, los
árbitros resolverían en equidad (salvo que se hubiere encomendado el arbitraje a
una corporación o asociación, es cuyo caso se debería estar a lo que resultara de su
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A) Ámbito territorial
1) La Ley de Arbitraje es aplicable a los arbitrajes cuyo lugar se halle dentro del
territorio español, sean de carácter interno o internacional, y sin perjuicio de lo
establecido en los tratados en los que España sea parte o en leyes que contengan
disposiciones especiales sobre arbitraje (art. 1.1).
2) Las normas contenidas en los apartados 3, 4 y 6 del art. 8, en el art. 9 (salvo el
apartado 2), en los arts. 11 y 13 y en los títulos VIII y IX de la Ley, es decir, las relativas
a medidas cautelares, ejecución forzosa del laudo, exequatur, excepción de sumisión
a arbitraje, forma y contenido del convenio arbitral y capacidad para ser árbitro, serán
aplicables aun cuando el lugar del arbitraje se encuentre fuera de España (art. 2.2).
B) Ámbito objetivo
a) Delimitación positiva y supletoriedad del arbitraje: Pueden someterse a arbi-
traje todas las controversias en materia de Derecho Privado susceptibles de libre
disposición (art. 2), presentes o futuras, es decir, surgidas o por surgir (art. 9.1). El art.
19.1 LEC establece también, en este sentido, que los litigantes están facultados para
disponer del objeto del juicio y podrán someterse a arbitraje excepto cuando la ley
lo prohiba o establezca limitaciones por razones de interés general o en beneficio
de tercero.
Las normas de la LArb se aplican, además, supletoriamente, en lo no previsto por
sus leyes especiales (art. 1.3), a los arbitrajes en materia de Defensa de Consumido-
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res y Usuarios (art. 31 LGDCU), Seguro Privado (art. 34.2 LCS),Transportes Terrestres
(arts. 337 y 38 L. 16/87, de 30 de julio), Propiedad Intelectual (art. 153 LPI), Coope-
rativas (salvo en materia laboral DA 10ª L. 27/99, de 16 de julio) y arrendamientos
urbanos (art. 38.5 LAU de 1994).
b) Delimitación negativa: No podrán ser objeto de arbitraje: 1) Las materias sobre
las que las partes no tengan poder de disposición y las que estén inseparablemente
unidas a ellas (art. 2.1); 2) Las cuestiones sobre las que haya recaído resolución judi-
cial firme y definitiva, salvo en los aspectos derivados de su ejecución; 3) Las cuestio-
nes en que, con arreglo a las Leyes, deba intervenir el Ministerio Fiscal en represen-
tación y defensa de quienes, por carecer de capacidad de obrar o de representación
legal, no pueden actuar por sí mismos; y 4) Los arbitrajes laborales (art. 1.4).
1. Concepto
La base del arbitraje está constituida por el convenio arbitral, de cuya válida con-
clusión y subsistencia dependen la licitud del arbitraje y la eficacia del laudo que se
dicte. Se puede definir como un pacto de naturaleza contractual, bilateral por regla
general, y de contenido procesal, que tiene por finalidad excluir de la jurisdicción
ordinaria el conocimiento de una determinada controversia y someter su resolución
a la decisión de un tercero con los mismos efectos que los de una sentencia firme
(Fernández-Ballesteros).
Excepcionalmente será valido el arbitraje instituido por la sola voluntad del testa-
dor que lo establezca para solucionar las diferencias que puedan surgir entre here-
deros no forzosos o legatarios para cuestiones relativas a la distribución o adminis-
tración de la herencia (art. 10).
2. Requisitos
a) Capacidad: Se exige en las partes la capacidad jurídica y de obrar necesaria para
obligarse y la libre disposición sobre el objeto que deba ser materia del arbitraje.
Respecto del instituido por voluntad del testador será necesaria, obviamente, la ca-
pacidad para testar.
b) Forma: Debe formalizarse por escrito, bien como cláusula incorporada a un
contrato principal, bien por acuerdo independiente del mismo (art. 9.1), pero no
existe rigidez ninguna en cuanto a su plasmación por escrito, pues la Ley lo entien-
de correctamente formalizado no sólo cuando esté consignado en un documento
suscrito por las partes, sino también cuando resulte del intercambio de cartas entre
ellas, o de cualquier otro medio de comunicación o de telecomunicación que deje
constancia documental de la voluntad de las mismas de someterse al arbitraje (art.
9.3). Se considera, asimismo, que hay convenio arbitral cuando en un intercambio de
escritos de demanda y contestación, su existencia sea afirmada por una parte y no
sea negada por la otra (art. 9.5).
En atención a ello se distinguen estas modalidades de formalización del convenio: 1) Como
cláusula incorporada a un contrato o como acuerdo independiente; 2) Convenio por referencia
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o por remisión, que consta en documento separado pero que se entiende incorporado al conte-
nido de otro documento principal; 3) Convenio tácito, derivado de un intercambio de escritos de
demanda y contestación, siendo afirmada su existencia por una parte y no negada por la otra;
4) Convenio arbitral electrónico; 5) Convenio arbitral convenido en contrato de adhesión.
3. Contenido
a) Identificación de las partes y delimitación de la controversia: Además de la ne-
cesaria mención relativa a la expresión del consentimiento, debe ser contenido nece-
sario del convenio la identificación de las partes y la delimitación de la controversia.
La Ley permite que puedan someterse a arbitraje tanto las cuestiones ya surgidas
como las que puedan surgir en el futuro, pero para evitar cualquier indeterminación
sobre el contenido específico de lo que haya de ser objeto del arbitraje, en todo caso
el convenio arbitral debe estar referido a “una determinada relación jurídica” (art.
9.1), lo cual impide su extensión a todas las controversias que pudieran surgir en el
futuro entre dos personas, y limita su objeto a las que se deriven de una concreta
relación jurídica existente entre ellas, cuya identificación también resulta, por tanto,
necesaria.
b) Designación del árbitro y reglas de procedimiento: El contenido del convenio
puede extenderse a la designación de los árbitros o de la institución a la que se en-
comienda la administración del arbitraje, pero si las partes no hubieran pactado en
el convenio sobre este extremo, pueden hacerlo en cualquier momento posterior,
completando el inicial acuerdo. También pueden deferir a la institución arbitral la
designación de los árbitros (art. 14.1).
En el convenio, o en cualquier pacto complementario posterior, pueden deter-
minar las partes —siempre con respeto a los principios de audiencia, contradicción
e igualdad—, las reglas a que haya de someterse el desarrollo del procedimiento
arbitral (arts. 24 y 25.1), que se regirá, en su defecto, por acuerdo de los árbitros (art.
25.2), salvo que el arbitraje sea institucional, en cuyo caso se regirá por los propios
reglamentos de la corporación o asociación que lo administre (art. 14.2).
c) Otras materias: Pueden, además, ser contenido del convenio los pactos relativos
a la elección del arbitraje como de derecho o de equidad (art. 34), la fijación del nú-
mero de árbitros —que habrá de ser necesariamente impar— (art. 12), el lugar y el
idioma en que hayan de desarrollarse la actuación y el procedimiento arbitral (arts.
26 y 28), la forma y plazo para formular alegaciones y practicar pruebas (art. 30), el
plazo para dictar el laudo (art. 37.2), la distribución de las costas (art. 37.6), etc.
4. Efectos
La eficacia del convenio arbitral depende, en definitiva, de la exigibilidad del cum-
plimiento de las obligaciones contraídas entre quienes lo celebran y de la aptitud
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Los árbitros son los terceros objetivos e imparciales a quienes se confía la decisión
de la cuestión controvertida. A ellos se refiere el Título III de la LArb, estableciendo
el siguiente régimen jurídico:
a) Capacidad: Tratándose de personas naturales pueden ser árbitros quienes se
hallen en el pleno ejercicio de sus derechos civiles, sin que la nacionalidad (salvo
acuerdo en contrario de las partes) constituya un obstáculo para actuar como árbitro
(art. 13). En los arbitrajes de Derecho, cuando el arbitraje se haya de resolver por ár-
bitro único, se requerirá la condición de jurista al árbitro que actúe como tal; cuando
se haya de resolver por tres o más árbitros, se requerirá que al menos uno de ellos
tenga la condición de jurista (art. 15.1).
Puede también encomendarse la administración del arbitraje a las Corporaciones
de Derecho Público y a las Entidades públicas facultadas para desempeñar funciones
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arbitrales según sus normas reguladoras, y a las Asociaciones y entidades sin ánimo
de lucro en cuyos estatutos se prevean tales funciones (art. 14). En tal caso éstas serán
las que designen a la persona o personas físicas que deben actuar como árbitros.
b) Incompatibilidades y prohibiciones: No pueden actuar como árbitros: 1) Quie-
nes tengan con las partes o con la controversia que se les somete alguna relación que
dé lugar a dudas justificadas sobre su imparcialidad e independencia, lo que consti-
tuye causa de abstención y, en su caso, de recusación (art. 17); 2) Aquellos a quienes
se lo impida la legislación a la que estén sometidos en el ejercicio de su profesión
(es el caso, por ejemplo, de los Jueces, Magistrados y Fiscales en activo) (art. 13); 3)
Salvo acuerdo en contrario de las partes, el árbitro no podrá haber intervenido como
mediador en el mismo conflicto entre éstas (art. 17.3).
c) Designación: Las partes pueden fijar libremente el número de árbitros, siempre
que sea impar y a falta de acuerdo se designará un solo árbitro. Las partes pueden
acordar también libremente el procedimiento para la designación de los árbitros y
a falta de acuerdo se estará a lo establecido en el art. 15, conforme al cual: 1) Si los
árbitros han de ser uno o más de tres, los nombrará el tribunal competente; 2) Silos
árbitros han de ser tres, cada parte nombrará uno y los dos así designados nombrarán
al tercero, que actuará como presidente.
Como ya se dijo anteriormente, el nombramiento de los árbitros puede efectuarse por las
partes contratantes (art. 12) o por una Corporación, Entidad pública o Asociación a las que
las partes se lo encomienden (art. 14), y a falta de acuerdo, por el Juez (art. 15.2 y 3), a lo
que luego se hará especial referencia.
te por escrito del actor en el que se indicarán las circunstancias concretas de la falta
de acuerdo o de la imposibilidad del nombramiento, y al que se acompañarán los do-
cumentos acreditativos del convenio arbitral. El tribunal únicamente podrá rechazar
la petición formulada cuando aprecie que de los documentos aportados no resulta la
existencia de un convenio arbitral (art. 15.5).
Si procediese la designación, se confeccionará una lista con tres nombres por
cada árbitro que deba ser nombrado, tomando las medidas necesarias para garanti-
zar su independencia e imparcialidad, y se procederá a su nombramiento mediante
sorteo (art. 15.6). Dicho sorteo deberá celebrarse lógicamente en el acto del juicio
y después de oír a las partes (con lo que si surgiere acuerdo ya no será necesario el
sorteo). Contra la resolución que se dicte acerca de la designación de los árbitros no
cabrá recurso alguno (art. 15.7).
B) Actos procesales
a) Determinación del procedimiento: En el arbitraje individual las partes pueden
convenir libremente el procedimiento al que se hayan de ajustar los árbitros en sus
actuaciones y, a falta de acuerdo, los árbitros, con sujeción a lo dispuesto en la Ley,
podrán dirigir el arbitraje del modo que consideren apropiado (art. 25). En el arbi-
traje institucional las instituciones arbitrales ejercerán el arbitraje conforme a sus
propios reglamentos (art. 14.2).
b) Lugar e idioma: Salvo lo acordado en el convenio o lo dispuesto en los regla-
mentos arbitrales, los árbitros decidirán el lugar en que se desarrolle la actuación
arbitral (art. 26).
Sin perjuicio de lo anterior, los árbitros podrán, previa consulta a las partes y salvo acuer-
do en contrario de éstas, reunirse en cualquier lugar que estimen apropiado para oír a los
testigos, a los peritos o a las partes, o para examinar o reconocer objetos, documentos o
personas, y podrán celebrar deliberaciones en cualquier lugar que estimen apropiado (art.
26.2).
Las partes podrán acordar libremente el idioma o los idiomas del arbitraje. A falta
de acuerdo, y cuando las circunstancias del caso no permitan delimitar la cuestión, el
arbitraje se tramitará en cualquiera de las lenguas oficiales en el lugar donde se desa-
rrollen las actuaciones. Los testigos, peritos y terceras personas que intervengan en
el procedimiento arbitral podrán utilizar en todo caso su lengua propia, pudiéndose
habilitar como intérprete a cualquier persona conocedora de la lengua empleada,
previo juramento o promesa (art. 28.1).
c) Forma de las actuaciones: Salvo acuerdo en contrario de las partes, los árbitros
decidirán si han de celebrarse audiencias para la presentación de alegaciones, la
práctica de pruebas y la emisión de conclusiones, o si las actuaciones se sustancia-
rán solamente por escrito. No obstante, a menos que las partes hubiesen convenido
que no se celebren audiencias, los árbitros las señalarán, en la fase apropiada de las
actuaciones, si cualquiera de las partes lo solicitara. Las partes serán citadas a todas
las audiencias con suficiente antelación y podrán intervenir en ellas directamente o
por medio de sus representantes.
De todas las alegaciones escritas, documentos y demás instrumentos que una par-
te aporte a los árbitros se dará traslado a la otra parte. Asimismo, se pondrán a dis-
posición de las partes los documentos, dictámenes periciales y otros instrumentos
probatorios en que los árbitros puedan fundar su decisión (art. 30).
d) Actos de comunicación: Las notificaciones o comunicaciones se considerarán
recibidas el día en que hayan sido entregadas personalmente al destinatario o en
que hayan sido entregadas en su domicilio, residencia habitual, establecimiento o
dirección.
En el supuesto de que no se descubra, tras una indagación razonable, ninguno de esos
lugares, se considerarán recibidas el día en que hayan sido entregadas, o haya sido intentada
su entrega, por correo certificado o cualquier otro medio que deje constancia, en el último
domicilio, residencia habitual, dirección o establecimiento conocidos del destinatario.
b) Efectos de la inactividad de las partes: Salvo que otra cosa se acuerde por las
partes y siempre que no concurra justa causa: 1) Si el demandante no presenta su
demanda en plazo, los árbitros darán por terminadas las actuaciones, a menos que,
oído el demandado, éste manifieste su voluntad de ejercitar alguna pretensión; 2)
Si el demandado no presenta su contestación en plazo, los árbitros continuarán las
actuaciones, sin que esa omisión se considere como allanamiento o admisión de los
hechos alegados por el demandante; 3) Si una de las partes no comparece a una au-
diencia o no presenta pruebas, los árbitros podrán continuar las actuaciones y dictar
el laudo con fundamento en las pruebas de que dispongan.
c) Fase de prueba: Los árbitros practicarán por sí las pruebas propuestas por las
partes que estimen pertinentes y admisibles en Derecho, con citación de aquéllas
para que puedan intervenir directamente o por medio de sus representantes (arts.
26.2 y 30.2), pudiendo solicitar el auxilio del Juez de Primera Instancia del lugar en
que se desarrolle el arbitraje para practicar las pruebas que no puedan efectuar por
sí mismos o para la adopción por éste de las medidas necesarias para que la prueba
pueda ser practicada ante los árbitros (art. 33).
Si en el curso del arbitraje se incorporase un nuevo árbitro en sustitución de otro
anterior, los propios árbitros, previa audiencia de las partes, decidirán si se han de
repetir las actuaciones y pruebas ya practicadas (art. 20.2).
d) Posible fase de conclusiones: Una vez practicadas las pruebas, los árbitros pue-
den acordar oír a las partes o a sus representantes (art. 30.1).
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VIII. EL LAUDO
A) Clases
a) Parcial y definitivo o final: Se denomina “laudo parcial” al que se dicta para resol-
ver algún aspecto parcial de la controversia (art. 37.1), para resolver las excepciones
(art. 22.3), o para decidir sobre las medidas cautelares (art. 23). El definitivo o final es
el que pone fin a la controversia decidiendo sobre todo lo que constituye su objeto.
b) De derecho y de equidad: Según se resuelva aplicando normas jurídicas o con-
forme al leal saber y entender de los árbitros. Los árbitros sólo decidirán en equidad
si las partes les han autorizado expresamente para ello. Cuando el arbitraje sea inter-
nacional, los árbitros decidirán la controversia de conformidad con las normas jurí-
dicas elegidas por las partes. Si las partes no indican las normas jurídicas aplicables,
los árbitros aplicarán las que estimen apropiadas (art. 34).
B) Requisitos
1) De forma: Debe documentarse por escrito, entendiéndose que consta por es-
crito cuando de su contenido y firmas quede constancia y sean accesibles para su
ulterior consulta en soporte electrónico, óptico o de otro tipo (art. 37.3). El laudo
puede ser protocolizado notarialmente, a instancia de cualquiera de las partes, antes
de su notificación (art. 37.8).
2) De contenido: Deberá expresar las circunstancias personales de los árbitros y
de las partes, la fecha y el lugar en que se dicta, y contener una sucinta relación de
las pruebas practicadas, las alegaciones de las partes y la decisión arbitral, que será
siempre motivada, a menos que las partes hayan convenido otra cosa. Además, debe
ser firmado por los árbitros y notificado a las partes en la forma y plazo convenidos
(art. 37.3, 4, 5 y 7).
3) De tiempo: Salvo que las partes hubieren dispuesto otra cosa, el laudo debe
dictarse en el plazo de seis meses siguientes a la contestación (a la fecha de presenta-
ción de la contestación o a la de expiración del plazo sin contestarla), que podrá ser
prorrogado por los árbitros por un plazo no superior a dos meses mediante decisión
motivada. Salvo acuerdo en contrario de las partes, la expiración del plazo sin que
se haya dictado laudo definitivo no afectará a la eficacia del convenio arbitral ni a
la validez del auto dictado, sin perjuicio de la responsabilidad en que hayan podido
incurrir los árbitros (art. 37.2).
C) Pronunciamientos
El fallo del laudo debe pronunciarse sobre las pretensiones ejercitadas y sobre las
costas, pudiendo tener alguno de los siguientes contenidos:
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D) Efectos
El laudo arbitral es firme desde el momento en que se dicta y produce efectos de
cosa juzgada (art. 43). Ello significa que las partes están obligadas a acatar el laudo
arbitral, al que se sometieron libre y voluntariamente, y si alguna de ellas pretendiera
luego, frente a la otra, la misma cosa por igual causa de pedir, ya sea en un nuevo
arbitraje, ya acudiendo a los órganos jurisdiccionales, el demandado podrá invocar la
excepción de cosa juzgada.
Frente al laudo no cabe recurso alguno y sólo pueden plantear las partes la acción
de anulación (art. 40) y, en su caso, el juicio de revisión (art. 43).
A) La acción de anulación
a) Concepto y naturaleza: La acción de anulación consiste en una pretensión de
impugnación de la validez del laudo. No se trata de un recurso con el que se persiga
un nuevo examen de las cuestiones fácticas o jurídicas que hayan sido objeto de
decisión por los árbitros, sino de una pretensión autónoma que da lugar a un nuevo
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proceso ante los órganos jurisdiccionales, y cuyo único objeto está constituido por
la impugnación de la validez del laudo.
b) Motivos: Las únicas causas en las que tal pretensión impugnatoria puede fun-
darse son las señaladas taxativamente en el artículo 41.1 LArb. Dice este precepto
que el laudo podrá ser anulado cuando la parte que solicita la anulación alegue y
pruebe alguno de estos motivos:
1) Que el convenio arbitral no existe o no es válido.
2) Que no ha sido debidamente notificada de la designación de un árbitro o de
las actuaciones arbitrales o no ha podido, por cualquier otra razón, hacer valer sus
derechos.
3) Que los árbitros han resuelto sobre cuestiones no sometidas a su decisión.
4) Que la designación de los árbitros o el procedimiento arbitral no se han ajusta-
do al acuerdo entre las partes, salvo que dicho acuerdo fuera contrario a una norma
imperativa de esta Ley, o, a falta de dicho acuerdo, que no se han ajustado a esta ley.
5) Que los árbitros han resuelto sobre cuestiones no susceptibles de arbitraje.
6) Que el laudo es contrario al orden público.
Estos motivos ponen de relieve que en el proceso de anulación no se puede en-
trar en el fondo de la controversia, sino que a través del mismo sólo se controlan los
requisitos formales del arbitraje.
c) Competencia: Corresponde a la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de
Justicia de la Comunidad Autónoma donde se hubiere dictado el laudo (art. 8.5).
d) Plazo de interposición: La acción de anulación del laudo habrá de ejercitarse
dentro de los dos meses siguientes a su notificación o, en caso de que se haya soli-
citado corrección, aclaración o complemento del laudo, desde la notificación de la
resolución sobre esta solicitud, o desde la expiración del plazo para adoptarla (art.
41.4).
e) Procedimiento: La acción de anulación se sustanciará por los cauces del juicio
verbal. No obstante, la demanda deberá presentarse conforme a lo establecido en el
art. 399 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, acompañada de los documentos justifica-
tivos de la pretensión, del convenio arbitral y del laudo, y, en su caso, contendrá la
proposición de los medios de prueba cuya práctica interese el actor.
De la demanda se dará traslado al demandado, para que conteste en el plazo de
20 días, y en la contestación deberá el demandado acompañar los documentos jus-
tificativos de su oposición y proponer los medios de prueba de que intente valerse.
De este escrito, y de los documentos que lo acompañan, se dará traslado al actor para
que pueda presentar documentos adicionales o proponer la práctica de prueba.
Contestada la demanda o transcurrido el correspondiente plazo, el Secretario Ju-
dicial citará a la vista, si así lo solicitan las partes en sus escritos de demanda y con-
testación. Si en sus escritos no hubieren solicitado la celebración de vista, o cuando
la única prueba propuesta sea la de documentos, y éstos ya se hubieran aportado al
proceso sin resultar impugnados, o en el caso de los informes periciales no sea nece-
saria la ratificación, el Tribunal dictará sentencia, sin más trámite.
Frente a la sentencia que se dicte no cabrá recurso alguno (art. 42).
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Durante la sustanciación del proceso de impugnación, la parte a quien interese podrá so-
licitar la adopción de las medidas cautelares conducentes a asegurar la efectividad del laudo,
conforme a lo dispuesto en el art. 8.3.
B) El juicio de revisión
Además de poder acudir a la acción de anulación, la eficacia de cosa juzgada que
el laudo produce puede atacarse por medio del juicio de revisión, conforme a lo es-
tablecido en la LEC para la de las sentencias firmes (art. 43).
La revisión se dirigirá contra el laudo propiamente dicho, pues la sentencia dicta-
da por la Sala de lo Civil y Penal del TSJ al conocer de la llamada acción de anulación,
si desestima el recurso, deja como título el laudo.