Está en la página 1de 2

Capítulo 18

VISITA (XVIII)

Al llegar a la sala de espera todo sigue que igual que cuando me fui. Pero ahora todos me miran,
miran las flores. Discretamente me siento al lado de Julia y le pregunto si ya han terminado de
hacerle las pruebas a Carol.
- La enfermera salió hace un momento y dijo que terminarían enseguida. Ahora nos avisarán.
- Muy bien. Tengo muchas ganas de entrar a verla.
- Cariño, tengo que decirte que me alegra mucho verte así de alegre y positiva.
- Sí, creo que ya debo cambiar de actitud... estaba demasiado mal.
- Sí. Mira, por ahí sale el médico. –El médico se acerca mientras Julia y yo nos levantamos. Yo me
quedo en un segundo plano.
- Señora, ya hemos terminado de hacerle las pruebas a Carolina. Sólo han sido rutinarias, así que
pueden pasar a verla. Por favor, no pasen más de dos personas a la vez.
- Claro, doctor. –El médico se marcha y la madre de Carol se gira con mejor cara.
- Bueno, Lucía, voy a entrar con Sergio. Después pasas tú, ¿vale?
- Claro, pasa. –Julia avisa a Sergio y los dos se pierden por el pasillo. Yo me siento con mi hermana
y Pablo.
- Cuando salgan ellos, pasaré a ver a Carolina. ¿Alguno quiere entrar conmigo? –Carol y Pablo se
miran y mi hermana habla.
- Entra tú, Pablo. Ya la veré yo mañana. Pero acompaña a mi hermana.
- Claro.
Un rato después, salen Julia y Sergio, porque Pablo y yo nos levantamos para entrar. No hay casi
gente en la sala, la familia de Ángela no está, probablemente habrá salido para hablar
tranquilamente con Javier.
Al entrar en la habitación, Pablo y yo vamos en silencio. Nada más entrar veo un pequeño jarrón
vacío en la mesilla, en el que nunca me había fijado. Me dirijo hacia él y al pasar acaricio la mano
de mi amiga. Pablo se queda al lado de Carol, quieto, como con miedo de romper algo, así sea el
silencio que llena la habitación. Cojo el jarrón y lo llevo al baño para llenarlo de agua. Después lo
pongo en la mesilla otra vez y le pongo las flores. Bueno, algo es algo, esto ya hace un poco más
bonita la habitación. Me pongo al lado de Carol también. Ahora pienso que preferiría que nadie
hubiera entrado conmigo. Me apetece hablarle a Carol, pero con Pablo a mi lado, eso me hace
sentir estúpida. Por ello cojo su mano y le hablo a través de mis pensamientos:
- Hola, Carol, soy yo, Lucía, ya estoy aquí otra vez. Esta vez te he traído una flores, unas flores
blancas, tú sabes por qué, ¿verdad? Qué tontería, ¿por qué ibas a olvidarlo? Antes, he estado
recordando la muerte del padre de Pablo. Por cierto, está aquí, al lado de las dos. No se ha
separado de Sergio ni un momento. Bueno, pues después de pensar en eso, me ha dado fuerzas
para creer que tú has tenido mucha más suerte de la que podías haber tenido, por lo que tengo
muchas más esperanzas de que salgas de ésta. Además he recordado que tú siempre has tenido
mucha fuerza para todo, por lo que imagino que ahora estarás luchando con todas tus fuerzas para
salir adelante... por ti, por Sergio, por mi... y por tu hijo. Por cierto, está precioso. ¿Sabes? Creo
que te extraña. En este momento una lágrima me resbala por la mejilla. Pablo me rodea el hombro
con su brazo, pero yo le sonrío. Hoy no estoy triste. Bueno, tengo que contarte un montón de
cosas... No sé si ya te he dicho que mi hermana Cris está en casa, ha venido para quedarse a vivir
conmigo. Me gusta que esté aquí. Ahora comparto muchas cosas más con ella. Y me hace falta.
¡Ah! También tengo que contarte otra cosa... Pablo y yo nos vamos a casar. Acaricio la mano de
Pablo, que no entiende nada, por eso sólo sonríe. Quiere darme fuerzas. Hay otra cosa que no
puedo decirte, bueno, más bien no me atrevo a contarte hasta que estés fuera de esa cama, creo
que de todos modos te alegrará mucho. Bueno, creo que por ahora tengo que irme... tiene que
entrar más gente a verte. Sólo deseo volver a visitarte muy pronto y ojalá la próxima vez no tenga
que hablar en silencio...
- Bueno, ¿salimos? Más gente querrá entrar a verla.
- Claro, mi amor. ¿Estás bien?
- Muy bien. –Le sonrío y salimos de la habitación, mientras miro por última vez atrás al salir de la
habitación.
En la sala de espera, me sorprendo al ver a mi hermana hablando con Javier. Que yo supiera ellos
no se conocían... Ángela está al lado de su hermano, así que los habrá presentado. Pablo se sienta
al lado de Sergio, que parece absorto en sus pensamientos. Entonces yo me siento al lado de
Ángela.
- Hola, Lucía, ¿qué tal, has visto a tu amiga?
- Sí... acabo de entrar a verla. He estado hablando con ella. Bueno, más bien le he estado contando
cosas... obviamente ella no puede responderme... de momento. Parece estúpido, ¿no?
- No, qué va, Lucía, mira yo creo que es importante hablar a las personas que están inconscientes,
creo que eso les da fuerza, saber que la gente de aquí quiere estar con ellos. Porque yo creo que
pueden escuchar.
- ¿Tú crees? Deseo que Carol me oiga... para que saque fuerzas de donde sea para salir adelante.
- Seguro que te oye. Ya lo verás.
- Y ¿Cómo está tu padre?
- Pues parece que va evolucionando favorablemente. El médico nos ha dicho que es probable que
despierte en unas horas. Aunque por ahora sólo cabe esperar.
- Tranquila, todo saldrá bien. Y, ¿has presentado tú a mi hermana y Javier?
- Sí, hace un momento. Cuando salimos de hablar con mi madre, tu hermana estaba sentada sola,
así que nos sentamos con ella.
- Ahh, muy bien, no quiero que se sienta sola aquí. Es que ella vivía desde hace tiempo con mis
padres en Asturias, ya que se mudaron por trabajo. A mí me dejaron sola con la casa y cuando se
enteró de lo de Carol, vino a vivir conmigo, así no estaba sola y ella cambiaba de aires.
- Claro. Me parece muy bien que se viniera contigo.
- Sí, la verdad es que se lo agradezco mucho, la casa sola en estos momentos me horroriza,
aunque Pablo no me deja sola tampoco, gracias a Dios.
- Claro. –Su cara se vuelve triste, supongo pensará en su novio, bueno, ya no...
- Perdona, no quería recordártelo...
- No, tranquila, ya lo estoy superando.
- Me alegro. –Su cara me dice que sigue pensando... pero no quiero molestarla, será mejor que
piense en sus cosas...
Publicado por Ainhoa Noruega

También podría gustarte