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INTRODUCCIÓN

Era un tiempo de crisis para las burocracias estatales y las tradiciones morales,
de globalización del comercio, de tráfico de drogas, de rápida industrialización
que se extendió por el mundo, de misiones religiosas, de campesinos
empobrecidos, de crisis de las familias y comunidades, de bandidos locales y
ejércitos internacionales, de difusión de la imprenta y analfabetismo
generalizado, un tiempo de incertidumbre y desesperanza, de crisis de
identidad. Era otro tiempo. ¿O no lo era?

Objetivo del ensayo

El individualismo que lleva extendiéndose desde la ideología de las luces hasta


la posmodernidad ¿supone o ha supuesto ser la panacea del individuo y su
libertad? Esta es una de las preguntas principales que engloba nuestro ensayo
que, de una forma aproximativa y sintética, hemos intentado abordar.
Partimos desde una perspectiva histórica y estructural para comprender los
fundamentos característicos de la realidad sociocultural, política y económica
del siglo XX y XXI; en concreto, la que ha acontecido en buena parte de
Occidente, expandiéndose por el resto del mundo como consecuencia de la
globalización. A la postre, retomamos la pregunta que planteamos al principio,
desarticulando la retórica y creencia imperante que rige nuestras sociedades
contemporáneas y cuestionando el discurso que gira en torno al individuo y la
libertad de este.

El individualismo considera al hombre – a cada hombre – como una entidad


independiente y soberana que posee un derecho inalienable a su propia vida,
un derecho derivado de su naturaleza como ser racional. El individualismo
sostiene que una sociedad civilizada, o cualquier otra forma de asociación,
cooperación o coexistencia pacífica entre los hombres, sólo pueden lograrse en
base al reconocimiento de los derechos individuales – y que un grupo, como
tal, no tiene ningún derecho sino los derechos individuales de sus miembros.

No cometáis el error de los ignorantes que piensan que un individualista es un


hombre que dice: “Haré lo que me dé la gana a expensas de los demás”. Un
individualista es un hombre que reconoce los derechos individuales
inalienables del hombre – los suyos propios y los de los demás.

Un individualista es un hombre que dice: “Yo no voy a controlar la vida de nadie


– ni voy a dejar que nadie controle la mía. No gobernaré ni seré gobernado. No
seré ni amo ni esclavo. No me sacrificaré por nadie – ni sacrificaré a nadie por
mí”.

La mente es un atributo del individuo. No hay tal cosa como un cerebro


colectivo. No hay tal cosa como un pensamiento colectivo. Un acuerdo
alcanzado por un grupo de hombres es sólo un trato o un término medio
elaborado sobre muchos pensamientos individuales. Es una consecuencia
secundaria. El acto primario – el proceso de la razón – debe ser realizado por
cada uno de los hombres, solo. Podemos dividir una comida entre muchos
hombres. No podemos digerirla en un estómago colectivo. Ningún hombre
puede usar sus pulmones para respirar por otro hombre. Ningún hombre puede
usar su cerebro para pensar por otro. Todas las funciones del cuerpo y del
espíritu son privadas. No pueden ser compartidas o transferidas.

Heredamos los productos del pensamiento de otros hombres. Heredamos


la rueda. Hacemos un carro. El carro se convierte en automóvil. El automóvil se
convierte en avión. Pero durante todo ese proceso lo que recibimos
de otros es sólo el producto final de su pensamiento. La fuerza motriz es la
facultad creativa que toma ese producto como materia prima, lo usa, y
origina el siguiente paso. Esa facultad creativa no puede ser dada o recibida,
compartida o prestada. Pertenece a hombres singulares e individuales. Lo
que ella crea es propiedad de su creador. Los hombres aprenden unos de
otros. Pero todo aprendizaje es sólo un intercambio de material. Ningún
hombre puede darle a otro la capacidad de pensar. Y sin embargo,
esa capacidad es nuestro único medio de supervivencia.

La humanidad no es una entidad, ni un organismo, ni un arrecife de coral. La


entidad implicada en la producción y el comercio es el hombre. Es con el
estudio del hombre – no con el estudio de ese conjunto disgregado que llama la
“comunidad” – con el que cualquier ciencia de las humanidades ha de
comenzar.

Mucho se puede aprender acerca de la sociedad mediante el estudio del


hombre; pero este proceso no se puede invertir: nada se puede aprender sobre
el hombre mediante el estudio de la sociedad – mediante el estudio de las
interrelaciones de entidades que uno nunca ha identificado ni definido.
CONCLUSIONES

Los sujetos no son individuos, aun cuando están compuestos por individuos.
Son el actor social colectivo mediante el cual los individuos alcanzan un sentido
holístico en su experiencia

En síntesis, la idea general de todo el ensayo consiste en lo siguiente:

A lo largo de la historia se ha desarrollado un determinado individualismo que


se ha adueñado de la individualidad e identidad, confeccionando unas
condiciones ficticias que ignora la “libertad para” (libertad positiva). La sociedad
es partícipe de esta ficción sostenida por el sistema económico y sociopolítico.
La solución a este individualismo llamado ficticio es el individual colectivo, una
confluencia de individuos y sociedad.

BIBLIOGRAFÍA
Adorno, T. (1969). Critica cultural y sociedad. 1st ed. Barcelona: Ediciones
Ariel.

Arrighi, G. (n.d.). El largo siglo XX. 1st ed. Madrid: Akal Ed.

Bauman, Z. and Tester, K. (2002). La ambivalencia de la modernidad y otras


conversaciones. st ed. Barcelona: aidós.

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