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003 Congar EL CONCILIO LA IGLESIA Y LOS OTROS PDF
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CONGAR
Las antiguas categorías de herejía, cisma, retorno, tienen un valor perenne; pero no
abarcan ciertos aspectos reales del mundo espiritual dividido, al que queremos asumir
cristianamente La condenación de la Reforma o de la ruptura de comunión entre el
Oriente y el Occidente romano puede ser un simplismo, a pesar de su profundidad. La
condenación no sabe qué responder a la pregunta: ¿Qué sentido tiene en el plan de Dios
esta gran escisión cristiana? Estas rupturas son de gran significado histórico para la
Iglesia católica. No basta sacar de esta realidad algunas proposiciones paró calificarlas
dogmática y canónicamente. La Reforma tiene un sentido histórico; y no se la puede
juzgar justamente sin un esfuerzo para comprenderlo. Hay que reconocer que la Iglesia
católica -si exceptuamos a unos pocos individuos- no ha hecho este esfuerzo.
Ciertas apologéticas han insistido: en que las grandes disidencias cristianas cayeron en
la esterilidad al separarse de la Iglesia madre, ¿es esto verdad? Las iglesias separadas
¿se han esclerotizado en el estado en que - estaban al desgajarse? Ciertamente no. La
apologética recalca su debilitamiento de mal en peor; pero la realidad, si se quiere ser
objetivo, también nos presenta otros aspectos positivos: frutos de evangelización,
pensamiento religioso, vida cristiana Cada vez es más imposible olvidar este haber
cristiano, para dedicarse a criticar ciertos empobrecimientos.
Para verlas cosas con una perspectiva real, no se pueden separar las disidencias
cristianas de un, todo circundante. Las grandes disidencias espirituales hay que
valorarlas, en su realidad y significado históricos.
Durante siglos la Iglesia católica , era el único universo espiritual de los hombrea.. Sólo
ella ofrecía el conjunto de ideas y valores que daban sentido al empeño del hombre
sobre la tierra. Mejor: durante mucho tiempo la Iglesia proporcionó a los hombres toda
la cultura, toda la esperanza, toda la belleza.
El católico en diálogo
Los cristianos de hoy no piensan sólo en su Iglesia y su cristia nismo: también saben de
su relación con los Otros. Les parece que la Iglesia no puede contentarse con existir en
sí misma, sin preocuparse de. los otros hombres y de otros mundos espirituales; debe
existir como fuera de sí misma y meditar teológica, histórica; apostólicamente su
relación con los demás. Los católicos se escandalizan con frecuencia del
comportamiento de países donde se cree firme la unanimidad espiritual, y donde la
Iglesia, al gozar de prestigio y poder, presenta un rostro intolerante y solitario. Nos
molesta encontrar cristianos refractarios al diálogo.
Así queda clara la inclusión en la perspectiva católica de la preocupación por los Otros.
Pero no entendamos mal esta misión salvadora, que no debe ser un simple salvamento,
sino que comporta comunión y diálogo. Se trata de reconciliación de hermanos
separados. La función del diálogo es aquí primordial.
La dialéctica de la Igle sia como orden sagrado aparte y como, responsable de los Otros,
explica un rasgo general en la Iglesia. Hay un balanceo entre concentración sobre sí
misma -o repliegue hacia la tradición-, y expansión -o iniciativa de cara al mundo-. Este
fenómeno se revela claramente en la historia de los concilios. En ellos la Iglesia se
reconcentra para interrogar a su tradición, pero a fin de responder a un problema del
mundo. Por, esto los grandes concilios han originado una renovación pastoral; por,
ejemplo, el IV Concilio de Letrán, el de Trento y el Vaticano I.
Los concilios
Los concilios son asunto de Iglesia. Un concilio es una asamblea de la Iglesia, de los
jefes espirituales en quienes se personalizan las diversas comunidades. Esta asamblea
formula la fe de la Iglesia, olas posiciones de la Iglesia en momentos de agitación de la
conciencia católica. El próximo Concilio será así. Sería quimérico pensar en una
asamblea de confrontación entre los católicos y los Otros.
Ha, habido varios concilios de unión, más o menos afortunados. Por ejemplo, en el de
Ferrara-Florencia (1438-1439), hubo discusión dogmática de los puntos de discrepancia
entre orientales y latinos; fue un verdadero diálogo entre ambas jerarquías. Se trató a los
griegos de igual a igual; este hecho histórico encierra gran importancia.
Colegialidad de la Iglesia
¿Qué se puede esperar del Concilio Vaticano II, de cara al diálogo y la unión?
Este Concilio tiene una gran Importancia eclesiológica. Después de la promulgación del
dogma de la infalibilidad pontificia se pudo creer que en lo sucesivo el concilio carecía
de finalidad. Se podía creer que la conciencia de la Iglesia se construiría exclusivamente
a partir de Roma. Creo que toda la historia del catolicismo se caracteriza por un vaivén
entre dos polos: Papa y Ecclesia; pues bien ¿no podía parecer que el primer polo había
absorbido al segundo? ¿Tendría la vida de la Ecclesia una estructura de monólogo o de
diálogo?
Esta perspectiva: de unión impone ciertas exigencias. Ante todo, que al recogerse la
Iglesia sobre sí misma, vuelva a su tradición más pura: bíblica, litúrgica, patrística;
excluyendo todo lo que, sin ser necesario, constituiría un obstáculo para el
acercamiento; por ejemplo, ciertos desarrollos mariológicos; que por lo demás no gozan
en la Iglesia ni de unanimidad ni de maduración suficientes. Además, este repliegue y
vuelta a las fuentes se debe orientar hacia el diálogo que luego hay que entablar; por
YVES M.J. CONGAR
esto hay que, pensar en los Otros desde el principio. Sólo si el Concilio se desarrolla
bajo la presencia moral de los Otros puede ser un acercamiento eficaz.
Para esto, se podrían tener en cuenta, en el Concilio, las posiciones y las experiencias de
los Otros, por medio de católicos bien informados; o mejor interrogándoles
directamente. El simple hecho de tener en cuenta sus experiencias en problemas que son
idénticos para la Iglesia católica y las protestantes, crearía una situación de diálogo con
nuestros hermanos separados, en vez de la actual situación de rivalidad.
Lo esencial no está en la forma externa, sino en el clima de confianza hacia los Otros; si
ésta falta, el efecto es contraproducente. Lo peor es una tentativa de conciliación
fracasada. Al presente el clima no es de confianza, ni por una parte ni por otra. Por esto
nos rodeamos de semáforos rojos y de Peligro de muerte.
Sería trascendental que, con ocasión del Concilio, la Iglesia católica, quizá por vez
primera en la historia; entrase en una estructura de diálogo. Evidentemente que sin
renegar de sus principios de existencia -que sólo pueden ser los del Evangelio-; esta
renuncia sería a fin de cuentas un modo de destruir el diálogo, porque no se puede ir al
diálogo sino siendo uno mismo. La Iglesia ¿no podría ser consciente de la existencia de
los Otros, mirándoles no como a adversarios o rebeldes, sino como a hombres que
preguntan? La ley del trabajo ecuménico es ésta: Somos herejes los unos para los otros,
y no obstante creemos que podemos hacer algo en común. Permaneceremos en diálogo
hasta que ya no seamos dos...