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UNIDAD V: El discurso literario

Las determinaciones institucionales de la literatura. El canon literario. La singularidad


irreductible del discurso literario. Su carácter transdiscursivo y transtextual. Le relación
constitutiva del discurso literario respecto del poder. La fuerza de la literatura: mimesis,
mathesis, semiosis.

BARTHES La división de los lenguajes 1984

Según Barthes, en la cultura francesa lo único que es general (homogéneo) es el consumo, en


absoluto la producción: todos entendemos eso que escuchamos en común, pero no todos
hablamos de lo mismo que escuchamos. Los “gustos” están divididos, incluso a veces opuestos
de una manera irremisible. La cultura se apoya sobre la división de dos actividades lingüísticas:
por una parte la escucha, que es nacional; por otra, ya que no la palabra, al menos la
participación creativa, el lenguaje del deseo, que, por su parte, está dividido. Por un lado
escucho, por el otro me gusta (o no): entiendo y me aburro: en nuestra sociedad la unidad de
la cultura de masas se corresponde con una división, no solo de los lenguajes, sino incluso del
propio lenguaje.
Paradoja de la cultura: unitaria en cuanto al código de escucha (de consumo), fragmentada en
cuanto a sus códigos de producción, de deseo: la “paz cultural” remite a la división (social) de
los lenguajes.
Desde el punto de vista científico, esta división ha sido poco censurada hasta el momento. Es
verdad que los lingüistas saben que un idioma nacional comprende una determinada cantidad
de especies; pero la especificación que se ha estudiado es la especificación geográfica
(dialectos, hablas, etc. y no social (se reconoce pero minimizándola, reduciéndola a maneras de
expresarse: argots, jergas, sabirs). Y, de todas maneras, la unidad idiomática se reconstituye en
el nivel del locutor, provisto de un idiolecto (lenguaje propio). Esta concepción pone a la
sociedad de un lado (idioma, lengua) y al individuo del otro (idolecto, estilo). Ni siquiera la
sociología de la época pudo captar el conflicto al nivel del lenguaje.
La literatura es la que ha presentido la división de los lenguajes mucho más que la sociología
(no hay por qué asombrarse, la literatura contiene todos los saberes, si bien en un estado no
científico: Mathesis).
Desde que se convirtió al realismo, la novela se ha topado fatalmente en su camino con la
copia de los lenguajes colectivos, la imitación de los lenguajes de grupo (socioprofesionales),
pero nuestros novelistas la han delegado a personajes secundarios, encargados de la “fijación”
del realismo social, mientras que el héroe continúa hablando un lenguaje intemporal, cuya
“transparencia” y neutralidad se suponen que casan con la universalidad psicológica del alma
humano.
En Balzac--- los lenguajes sociales se enmarcan en un índice pintoresco/folklórico. Pero hay en
él otra mimesis del lenguaje, más interesante porque es más ingenua y más cultural que social:
la de los códigos de opinión común (ejemplo: habla de las mujeres exactamente como la
opinión común—doxa). Balzac no es consciente de su propia operación: cree estar
reproduciendo el lenguaje de la mujer mientras se limita a copiarla copia (cultural) de tal
lenguaje.
Flaubert---pretende captar en su imitación valores del lenguaje más sutiles y difusos y recoger
las figuras del discurso.
Proust---encontramos en él todos los estados de la mimesis verbal (idolectos, lenguajes de
clan, clase, popular, anomalías lingüísticas, etimologías, poder fundamentador del nombre
como significante, panorama de los tipos de discurso, ausencia [voluntaria] de determinados
lenguajes).

Sean cuales fueren los adelantos de la literatura en la descripción de los lenguajes divididos, se
ven no obstante los límites de la mimesis literaria: por una parte, el lenguaje citado no acaba
de hacer salir de una visión folklorista a los lenguajes excepcionales: el lenguaje del otro está
enmarcado, el autor habla del él desde una situación extraterritorial; la división de los
lenguajes sigue siendo exterior respecto al que la describe: la división de lenguajes se detiene
en el que la describe; y, por otra parte, el lenguaje social reproducido por la literatura
permanece unívoco; los fragmentos de lenguajes se tratan como otros tantos idiolectos y no
como un sistema total y complejo de producción de los lenguajes.
¿Cómo ve la sociolingüística la división de los lenguajes?
No es una idea nueva postular una relación entre la división en clases y la división de los
lenguajes: la división del trabajo engendra una división de los léxicos, incluso puede afirmarse
que un léxico es precisamente el recorte que la práctica que un determinado trabajo impone a
la masa semántica: no existe léxico sin su lenguaje correspondiente. Pero entre nosotros la
división social de los lenguajes está embrollada por la fuerza unificadora del idioma nacional y
por la homogeneidad de la cultura llamada de masas. Pero basta con salir del medio propio
para atestiguar la separación lingüística y para darse cuenta del carácter enormemente estanco
de los lenguajes dentro de la lengua francesa; si esos lenguajes no se comunican entre sí no es
a nivel de la lengua, que todos entendemos, sino a nivel de los discursos; en otras palabras, la
incomunicación no es de orden informacional sino de orden interlocutorio, hay falta de
curiosidad, indiferencia entre los lenguajes: en nuestra sociedad nos basta con el lenguaje de lo
mismo, no tenemos necesidad del lenguaje de lo otro para vivir: a cada cual le basta con su
lenguaje. Nos instalamos en el lenguaje de nuestro cantón social y profesional.
Evidentemente la división del trabajo no se refracta directamente, como un simple reflejo, en la
división de los léxicos y separación de los lenguajes sino que existe una complejización, una
sobredeterminación o contrariedad de los factores.
La sociolingüística nunca ha tratado el problema del lenguaje social (en cuanto lenguaje
dividido); por una parte, se ha puesto en relación el fenómeno de la sociedad con el del
lenguaje; por el otro, ha habido algunos intentos de descripción sociológica de islotes de
lenguajes (speech communities, lenguaje de las prisiones, de las parroquias, las fórmulas de
cortesía, etc.); la sociolingüística remite a la separación de los grupos sociales en tanto grupos
que luchan por el poder, no como un hecho total. Por su parte, la lingüística rara vez a puesto
en relación los lenguajes y grupos sociales, pero ha procedido a encuestas históricas referentes
a vocabularios y léxicos dotados de cierta autonomía.
Así pues la situación más candente, la propia opacidad de las relaciones sociales, parece
escapar al análisis científico tradicional. La razón es de orden epistemológico: frente al discurso,
la lingüística ha seguido en estatuto newtoniano: aún no ha llevado a cabo su revolución
eisteniana; no ha teorizada aún sobre el lugar del lingüista (el elemento observado) en el
campo de la observación. Antes que nada, es esta revitalización lo que hay que postular.
Ya ha llegado la hora de poner un nombre a esos lenguajes sociales aislables en la masa
idiomática y cuyo carácter estanco calca, a través de todas las mediaciones, matices y
complicaciones, la división y oposición de clases; llamamos sociolectos a estos lenguajes (en
evidente oposición con el idiolecto, o habla de un solo individuo). El carácter principal del
campo sociolectal es que ningún lenguaje puede resultarle exterior: toda habla está
faltamente incluida en un determinado sociolecto. El mismo analista queda atrapado en el
juego de los sociolectos.
Es dentro de la división donde el lenguaje tiene que instalarse. Son los tipos de sociolectos los
que gobiernan el análisis: la tipología es anterior a la definición. Al establecer el concepto
sociolectal, el analista tiene que dar cuenta inmediatamente de la contradicción social, y, a la
vez, de la fractura del sujeto sabio.
Así, pues, no es posible una descripción científica de los lenguajes sociales (de los sociolectos)
sin una evaluación política fundadora. Según Barthes (retomando una clasificación del
Aristóteles) hay dos grupos de sociolectos: los discursos dentro del poder (a la sombra del
poder) y los discursos de fuera de poder (o sin poder, incluso dentro del no-poder). Barthes
llama discursos encrácticos a los primeros y acráticos a los segundos.
Por supuesto, la relación del discurso con el poder (o con el fuera-del-poder) es raramente
directa, inmediata; es verdad que la ley prohíbe, pero su discurso se encuentra mediatizado por
toda una cultura jurídica. De hecho, el lenguaje del poder está siempre provisto de estructuras
de mediación, de conducción, de transformación, de inversión. De la misma manera, el
discurso acrático no se sitúa siempre de manera declarada contra el poder; ejemplo: el discurso
psicoanalítico no está directamente ligado a una crítica del poder, y, sin embargo, se lo puede
alienar junto con los discursos acráticos. ¿Por qué? Porque la mediación que interviene entre el
poder y el lenguaje no es de orden político, sino de orden cultural: si utilizamos una antigua
noción aristotélica, la de la doxa (opinión corriente, general, “probable” pero no “verdadera”/
“científica”), diremos que la doxa es la mediación cultural (discursiva) a través del cual habla el
poder (o el no-poder): el discurso encrático es un discurso conforme a la doxa, sometido a
códigos, que son en sí mismo las líneas estructuradoras de su ideología; y el discurso acrático
se enuncia siempre, en diversos grados, contra la doxa (siempre es un discurso para-dójico).
Discurso encrático (discurso dentro del poder) Discurso acrático (fuera del poder/en el no-
poder)
 Discurso conforme a la doxa  Discurso en contra de la doxa
 Discurso de la clase que está en el  Discurso que está fuera de la doxa y
poder (y de las que luchan por del poder
conquistarlo)  Es nuestro propio discurso (el del
 Sostenido por el Estado, está en todas investigador, el intelectual, el
partes; es un discurso difuso, escritor); analizarlo significa
expandido analizarnos a nosotros mismos en
 Jamás se da de una manera cuanto hacemos uso de la palabra---
sistemática (excusas de la naturaleza, ¿qué piensa el marxismo, el
de la universalidad, del sentido freudismo, el estructuralismo
común, de las resistencias (sociolectos acráticos) de su propio
antiintelectualista) discurso? (esta pregunta jamás es
 Discurso repleto: no hay lugar en él asumida por el discurso de poder y es
para el otro el acto fundador de todo análisis que
 Representa lo real como la inversión pretenda no ser exterior a su propio
de la ideología (marxismo) objeto)
 Lenguaje no marcado
La principal rentabilidad de un sociolecto es la seguridad que procura: como toda clausura, la
de un lenguaje exalta, da seguridad a todos los individuos que están dentro, rechaza y ofende a
los que están fuera. ¿Cómo actúa un sociolecto desde afuera? Ya no existe el arte de la
persuasión, la retórica.
Todos los sociolectos conllevan figuras de intimidación: como fruto de la división social, testigo
de la guerra de los sentidos, todo sociolecto (encrático o acrático) pretende impedir que el otro
hable. Dos tipos de intimidación: el sociolecto encrático actúa por opresión (exceso de plenitud
endoxal), el acrático (al estar afuera del poder tiene que recurrir a la violencia) actúa por
sujeción, coloca en batería las figuras ofensivas del discurso, destinadas a limitar al otro, más
que a invadirlo. Lo que opone a ambas intimidaciones es el papel reconocido al sistema: el
recurso declarado a un sistema pensado define la violencia acrática; la difuminación del
sistema, la inversión de lo pensado en vivido define la represión encrática, entre los dos
sistemas de la discursividad se da una relación inversa: patente/oculto.
El carácter intimidante de un sociolecto también actúa sobre los que lo comparten. Esto es el
resultado de que el sociolecto, al nivel del discurso, es una auténtica lengua; y la lengua no se
define por lo que permite decir sino por lo que obliga a decir; del mismo modo todo sociolecto
conlleva “rúbricas obligatorias”, grandes formas estereotipadas al margen de las cuales la
clientela de tal sociolecto no puede hablar (no puede pensar).

La división de los lenguajes sociales, la sociolectología, está ligada a la escritura. En esta


sociedad de lenguajes divididos, la escritura se convierte en un valor digno de instituir un
debate y una profundización teórica incesante, ya que constituye una producción del lenguaje
indiviso--- combate las relaciones del individuo y del lenguaje---aparece como una práctica de
antidivisión de los lenguajes.

La guerra de los lenguajes


División de los lenguajes: de los discursos, no de la lengua. Es la sociedad la que construye el
lenguaje como un campo de batalla.
Lo que le permite al lenguaje dividirse es la posibilidad de decir lo mismo de varias maneras: la
sinonimia es un dato estatutario, estructural, y hasta cierto punto natural, del lenguaje; pero en
cuanto a la guerra del lenguaje, esta no es “natural”, se produce cuando la sociedad transforma
a la diferencia en conflicto.
Al nivel de la sociedad social, el lenguaje aparece dividido en grandes masas. No obstante, hay
que persuadirse de tres cosas que no son demasiado sencillas: 1) que la división de los
lenguajes no recubre término a término la división en clases: entre las clases se dan
desplazamientos, préstamos, pantallas, mediaciones; 2) la guerra de los lenguajes no es la
guerra de los individuos: son sistemas de lenguaje los que se enfrentan, no individualidades,
sociolectos, no ideolectos; 3) la división de los lenguajes se recorta sobre un fondo de
comunicación aparente: el lenguaje nacional; parece ser que en escala nacional nos
entendemos, pero no nos comunicamos: en el mejor de los casos, llevamos a cabo una práctica
liberal del lenguaje.
En las sociedades actuales, la más sencilla de las divisiones del lenguaje se basa en su relación
con el Poder.
Lenguajes o discursos encráticos---se enuncian, se desenvuelven, se dibujan a la luz (o a la
sombra del poder), de sus múltiples aparatos estatales, institucionales, ideológicos
- Es vago, difuso, aparentemente “natural” y por lo tanto difícilmente perceptible: es el
lenguaje de la cultura de masas (prensa, radio, televisión) y también el lenguaje de la
conversación, de la opinión común (de la doxa); es clandestino (por una contradicción
de la extrae toda su fuerza), difícilmente reconocible y a la vez triunfante (es imposible
escapar a él). Es enviscador.
Lenguajes o discursos acráticos--- se elaboran, se buscan, se arman, fuera del Poder y/o contra
él
- Es legajo, tajante, se separa de la doxa (por lo tanto es paradójico): su fuerza de
ruptura proviene de que es sistemático, está construido sobre un pensamiento, no
sobre una ideología. Ejemplos: el discurso marxista, el discurso psicoanalítico, el
discurso estructuralista.
Pero incluso dentro de esta esfera se producen divisiones, regionalismos y antagonismos del
lenguaje: el discurso crítico se fracciona en hablas, en recintos, en sistemas. “Ficciones”.
¿Qué es un sistema fuerte? Un sistema de lenguaje que puede funcionar en todas las
situaciones y cuya energía permanece al margen de la mediocridad de los individuos que lo
hablan (ej: marxistas estúpidos).
¿En qué reside la fuerza combativa de una Ficción? Armas discursivas de tres tipos:
1) Todo sistema fuerte de discurso es una representación (en sentido teatral, un show), una
puesta en escena de argumentos, agresiones, réplicas, fórmulas, un mimodrama en el cual el
individuo puede poner en juego su goce histérico.
2) Existen figuras del sistema (figuras de la retórica), formas parciales del discurso constituidas
para dar al sociolecto una consistencia absoluta, para cerrar el sistema, protegerlo y excluir del
él irremediablemente al adversario. Intentan incluir al otro en el discurso como simple objeto.
2) Frase--- es en sí misma ya un operador de intimidación: toda frase acabada por su estructura
asertiva tiene algo imperatorio--- en la vida corriente no hablamos con frases. Hay un dominio
de la frase muy próximo al poder: ser fuerte es, en primer lugar, acabar las frases.
¿Qué deben hacer los intelectuales, los escritores frente a la guerra de los lenguajes?
Sosteniendo las riendas del compromiso y del placer, deben asumir la filosofía plural de los
lenguajes. Este en otra parte que permanece lejos es el Texto, que ya no es la Obra, es una
producción de escritura cuyo consumo social no es absoluto neutro, pero cuya producción es
soberanamente libre, en la medida en que no respeta la Totalidad del lenguaje.
En efecto, la escritura es lo único capaz de mezclar las hablas y constituir un heterología del
saber, darle al lenguaje una dimensión de carnaval.
La escritura es lo único que puede desarrollarse sin lugar de origen; tan solo ella puede burlar
las reglas de la retórica, las del género, todas las arrogancias de los sistemas: la escritura es
atópica; respecto a la guerra de los lenguajes, a la que no suprime sino que desplaza, anticipa
un estado de prácticas de lectura y escritura en las que es el deseo, y no el dominio, lo que está
circulando.

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