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Unidad V
Unidad V
Sean cuales fueren los adelantos de la literatura en la descripción de los lenguajes divididos, se
ven no obstante los límites de la mimesis literaria: por una parte, el lenguaje citado no acaba
de hacer salir de una visión folklorista a los lenguajes excepcionales: el lenguaje del otro está
enmarcado, el autor habla del él desde una situación extraterritorial; la división de los
lenguajes sigue siendo exterior respecto al que la describe: la división de lenguajes se detiene
en el que la describe; y, por otra parte, el lenguaje social reproducido por la literatura
permanece unívoco; los fragmentos de lenguajes se tratan como otros tantos idiolectos y no
como un sistema total y complejo de producción de los lenguajes.
¿Cómo ve la sociolingüística la división de los lenguajes?
No es una idea nueva postular una relación entre la división en clases y la división de los
lenguajes: la división del trabajo engendra una división de los léxicos, incluso puede afirmarse
que un léxico es precisamente el recorte que la práctica que un determinado trabajo impone a
la masa semántica: no existe léxico sin su lenguaje correspondiente. Pero entre nosotros la
división social de los lenguajes está embrollada por la fuerza unificadora del idioma nacional y
por la homogeneidad de la cultura llamada de masas. Pero basta con salir del medio propio
para atestiguar la separación lingüística y para darse cuenta del carácter enormemente estanco
de los lenguajes dentro de la lengua francesa; si esos lenguajes no se comunican entre sí no es
a nivel de la lengua, que todos entendemos, sino a nivel de los discursos; en otras palabras, la
incomunicación no es de orden informacional sino de orden interlocutorio, hay falta de
curiosidad, indiferencia entre los lenguajes: en nuestra sociedad nos basta con el lenguaje de lo
mismo, no tenemos necesidad del lenguaje de lo otro para vivir: a cada cual le basta con su
lenguaje. Nos instalamos en el lenguaje de nuestro cantón social y profesional.
Evidentemente la división del trabajo no se refracta directamente, como un simple reflejo, en la
división de los léxicos y separación de los lenguajes sino que existe una complejización, una
sobredeterminación o contrariedad de los factores.
La sociolingüística nunca ha tratado el problema del lenguaje social (en cuanto lenguaje
dividido); por una parte, se ha puesto en relación el fenómeno de la sociedad con el del
lenguaje; por el otro, ha habido algunos intentos de descripción sociológica de islotes de
lenguajes (speech communities, lenguaje de las prisiones, de las parroquias, las fórmulas de
cortesía, etc.); la sociolingüística remite a la separación de los grupos sociales en tanto grupos
que luchan por el poder, no como un hecho total. Por su parte, la lingüística rara vez a puesto
en relación los lenguajes y grupos sociales, pero ha procedido a encuestas históricas referentes
a vocabularios y léxicos dotados de cierta autonomía.
Así pues la situación más candente, la propia opacidad de las relaciones sociales, parece
escapar al análisis científico tradicional. La razón es de orden epistemológico: frente al discurso,
la lingüística ha seguido en estatuto newtoniano: aún no ha llevado a cabo su revolución
eisteniana; no ha teorizada aún sobre el lugar del lingüista (el elemento observado) en el
campo de la observación. Antes que nada, es esta revitalización lo que hay que postular.
Ya ha llegado la hora de poner un nombre a esos lenguajes sociales aislables en la masa
idiomática y cuyo carácter estanco calca, a través de todas las mediaciones, matices y
complicaciones, la división y oposición de clases; llamamos sociolectos a estos lenguajes (en
evidente oposición con el idiolecto, o habla de un solo individuo). El carácter principal del
campo sociolectal es que ningún lenguaje puede resultarle exterior: toda habla está
faltamente incluida en un determinado sociolecto. El mismo analista queda atrapado en el
juego de los sociolectos.
Es dentro de la división donde el lenguaje tiene que instalarse. Son los tipos de sociolectos los
que gobiernan el análisis: la tipología es anterior a la definición. Al establecer el concepto
sociolectal, el analista tiene que dar cuenta inmediatamente de la contradicción social, y, a la
vez, de la fractura del sujeto sabio.
Así, pues, no es posible una descripción científica de los lenguajes sociales (de los sociolectos)
sin una evaluación política fundadora. Según Barthes (retomando una clasificación del
Aristóteles) hay dos grupos de sociolectos: los discursos dentro del poder (a la sombra del
poder) y los discursos de fuera de poder (o sin poder, incluso dentro del no-poder). Barthes
llama discursos encrácticos a los primeros y acráticos a los segundos.
Por supuesto, la relación del discurso con el poder (o con el fuera-del-poder) es raramente
directa, inmediata; es verdad que la ley prohíbe, pero su discurso se encuentra mediatizado por
toda una cultura jurídica. De hecho, el lenguaje del poder está siempre provisto de estructuras
de mediación, de conducción, de transformación, de inversión. De la misma manera, el
discurso acrático no se sitúa siempre de manera declarada contra el poder; ejemplo: el discurso
psicoanalítico no está directamente ligado a una crítica del poder, y, sin embargo, se lo puede
alienar junto con los discursos acráticos. ¿Por qué? Porque la mediación que interviene entre el
poder y el lenguaje no es de orden político, sino de orden cultural: si utilizamos una antigua
noción aristotélica, la de la doxa (opinión corriente, general, “probable” pero no “verdadera”/
“científica”), diremos que la doxa es la mediación cultural (discursiva) a través del cual habla el
poder (o el no-poder): el discurso encrático es un discurso conforme a la doxa, sometido a
códigos, que son en sí mismo las líneas estructuradoras de su ideología; y el discurso acrático
se enuncia siempre, en diversos grados, contra la doxa (siempre es un discurso para-dójico).
Discurso encrático (discurso dentro del poder) Discurso acrático (fuera del poder/en el no-
poder)
Discurso conforme a la doxa Discurso en contra de la doxa
Discurso de la clase que está en el Discurso que está fuera de la doxa y
poder (y de las que luchan por del poder
conquistarlo) Es nuestro propio discurso (el del
Sostenido por el Estado, está en todas investigador, el intelectual, el
partes; es un discurso difuso, escritor); analizarlo significa
expandido analizarnos a nosotros mismos en
Jamás se da de una manera cuanto hacemos uso de la palabra---
sistemática (excusas de la naturaleza, ¿qué piensa el marxismo, el
de la universalidad, del sentido freudismo, el estructuralismo
común, de las resistencias (sociolectos acráticos) de su propio
antiintelectualista) discurso? (esta pregunta jamás es
Discurso repleto: no hay lugar en él asumida por el discurso de poder y es
para el otro el acto fundador de todo análisis que
Representa lo real como la inversión pretenda no ser exterior a su propio
de la ideología (marxismo) objeto)
Lenguaje no marcado
La principal rentabilidad de un sociolecto es la seguridad que procura: como toda clausura, la
de un lenguaje exalta, da seguridad a todos los individuos que están dentro, rechaza y ofende a
los que están fuera. ¿Cómo actúa un sociolecto desde afuera? Ya no existe el arte de la
persuasión, la retórica.
Todos los sociolectos conllevan figuras de intimidación: como fruto de la división social, testigo
de la guerra de los sentidos, todo sociolecto (encrático o acrático) pretende impedir que el otro
hable. Dos tipos de intimidación: el sociolecto encrático actúa por opresión (exceso de plenitud
endoxal), el acrático (al estar afuera del poder tiene que recurrir a la violencia) actúa por
sujeción, coloca en batería las figuras ofensivas del discurso, destinadas a limitar al otro, más
que a invadirlo. Lo que opone a ambas intimidaciones es el papel reconocido al sistema: el
recurso declarado a un sistema pensado define la violencia acrática; la difuminación del
sistema, la inversión de lo pensado en vivido define la represión encrática, entre los dos
sistemas de la discursividad se da una relación inversa: patente/oculto.
El carácter intimidante de un sociolecto también actúa sobre los que lo comparten. Esto es el
resultado de que el sociolecto, al nivel del discurso, es una auténtica lengua; y la lengua no se
define por lo que permite decir sino por lo que obliga a decir; del mismo modo todo sociolecto
conlleva “rúbricas obligatorias”, grandes formas estereotipadas al margen de las cuales la
clientela de tal sociolecto no puede hablar (no puede pensar).