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Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

Dr. Mauricio List Reye

Julio Eutimio García Ordaz

Asignatura. Siglo XIX

Título. Revisión ahistórica del uso del cuerpo en


fútbol como disciplina educativa para la
conformación de una identidad nacional en
México.

Fecha de entrega. 21/11/19

Trabajo final

Matrícula 201702698
Pensar en el proceso de consolidación y legitimación de una nación como lo es México de
hoy en día conlleva un gran número de consideraciones que habría que tomar en cuenta,
sin embargo, parte del resultado de haberse establecido como un estado-nación se sostiene
en un arduo proceso de transformación, al menos, en el ámbito educativo, por ello fue
necesario el establecimiento de un proyecto pedagógico que tuviera como objetivo final la
construcción de una ciudadana que respondiera a los intereses nacionales de cada
gobierno en turno, se encuentra aquí la importancia de problematizar el trasfondo de los
diversos cambios que se suscitaron con relación a los instrumentos e ideologías dentro del
nuevo país independiente mexicano, y que terminarían por sentar las bases de un sistema
educativo hegemónico, así como de la percepción que se buscaba de un cuerpo digno de
ser admirado y utilizado no solamente al interior del país, sino el ser expuesto a nivel global.

Necesario sería el ubicar en el contexto del México independiente del siglo XIX un vasto
proceso de transformación y constante conflicto entre posturas ideológicas y políticas en
aras de concebir el proyecto de un estado-nación, enfrentándose durante este periodo
diversas posiciones devenidas de movimientos como el independentista, iturbidista,
republicano, insurgente, liberal, conservador, etc. durante cada etapa en que se fueran
posicionando ciertas figuras históricas en el poder, Rosalía Meníndez (2012) evoca la
dificultad de haber llevado los planes educativos a la práctica institucional, en gran medida
debido a inestables situaciones políticas y económicas, además de constantes conflictos
armados tales como las intervenciones extranjeras, choques entre liberales y
conservadores, la guerra de reforma, etc.

Justamente con la guerra de reforma se suscita un evento que cambiará el curso de la


educación y abrirá las puertas a la introducción del deporte en México como una manera
de crear a los ciudadanos ejemplares, el cual será parte de un nuevo proyecto de estado-
nación, buscando legitimar un nuevo gobierno así como una liberación de un poder
hegemónico como lo fue la Iglesia, dando todo el ejercicio de poder a los instrumentos del
Estado, con ello es posible percibir tres aspectos de suma importancia de los que resulta
pertinente detenerse en cada uno de ellos.

El primer aspecto y siguiendo a Roberto Gonzáles y Adelina Arredondo (2017), es la


secularización de la educación, lo que da pauta a dejar este proyecto en manos del Estado,
quitándole así el monopolio pedagógico a la Iglesia, una postura liberal finalmente llegaba
al poder a raíz de la derrota conservadurista en la batalla de Calpulalpan, ello generó un
impacto a la educación pública estableciendo un organismo institucional encargado de
vigilar y administrar el sector educativo en todo el país, este era el Ministerio de Justicia e
Instrucción Pública, aunque reconociendo el derecho de que cada territorio mexicano (hoy
entendido como entidad federativa) tuviera el derecho legislativo de decidir
democráticamente la aplicación de la secularización o seguir impartiendo materias
religiosas en la formación de los estudiantes, dando paso también a la regionalización del
territorio nacional.

Dentro de este rompimiento y, con la necesidad en puerta de consolidar una nación que se
movilizara armónicamente, se abre paso al positivismo como nueva influencia educativa
traído de la mano de Gabino Barreda (nombrado director de la Escuela Nacional
Preparatoria por el presidente Juárez) quien presenta al positivismo como postura científica
que une la moral, la lógica, lo social, lo político y lo científico dentro de una misma
concepción (Laura Cházaro; 1994), que además de tener una rigurosa observancia a las
matemáticas como medio para conocer el mundo, y a pesar de los diversos conflictos
filosóficos suscitados en el campo del conocimiento, se legitima esta perspectiva en la
criminología de la Escuela Italiana de Lombroso, con ella será posible dar cuenta siguiendo
a David Le Breton (2002) del establecimiento de una perspectiva mecanicista del cuerpo,
una forma de abordar y reconocer el cuerpo desde un ordenamiento analítico, en el que se
puede concebir a los cuerpos en diferentes puestos de una vida productiva, haciéndolos
dóciles y manipulables para ciertos fines en específicos, cuestión que jugará un papel
importante en la introducción del deporte como catalizador de una identidad nacional.

El segundo aspecto que incide en la inclusión del fútbol dentro de un plan educativo se
relaciona con la llegada de Porfirio Díaz al poder, cuestiones relevantes en el porfiriato
fueron, la urgencia de homogeneizar al nuevo Estado-Nación que se veía fragmentado por
las diferencias de clase, etnia y género, objetivo que tenía que ser resuelto a través del
desarrollo de las ciencias, de esta manera la antropología se consolidó como un
instrumento que, a pesar de los grandes aportes que realizó, se encontraba al servicio del
Estado, apuntando además que el desenvolvimiento de su práctica se daba preferencia a
personas extranjeras y a hombres, precisamente a lo largo del siglo XIX la educación se
caracterizó por una marcada diferenciación sexual, los planes de estudio estaban basados
en consideración a influencias religiosas y morales, se buscaba educar a las mujeres a
desempeñar buenos comportamientos de socialización y cuidado maternal, dando cuenta
que esos
“[trabajos femeninos] se caracterizaban por no requerir un conocimiento
especializado, únicamente habilidades manuales y cierta capacidad mental para
realizar rutinas de serie y repetición. Tampoco requerían gran esfuerzo físico, ya que
(…) estas mujeres pasaban hasta diez horas de encierro y sedentarismo en cada
jornada laboral”. (Mónica Chávez, 2006; pp. 59)

Por tal motivo, el proyecto de homogeneización fue puesto en manos de Manuel Gamio,
considerado padre de la antropología mexicana, y que en su texto Forjando Patria (1916
[1992]) enunciaba la urgencia de integrar a los grupos indígenas que en su momento se
sublevaron contra la emergente nación, de esta manera externa la necesidad de
transformar el sistema jurídico y utilizar la ciencia antropológica en beneficio de esta postura
paternalista e integracionista, la cual será base ideológica para la política indigenista que
sus sucesores recuperarán.

Si bien, Gamio buscaba que los indígenas participaran dentro del Congreso Legislativo,
consideraba sus culturas como un atraso social que podría solucionare arropándolos bajo
el lecho nacional, esto conllevaba la imposición del español como lengua operativa para la
comunicación integral, el mestizaje para compartir un fenotipo característico de la nueva
Nación y poseer prácticas culturales (costumbres) en común, teniendo una materialidad,
valores, creencias e incluso una historia que realce los símbolos e identidad de una nación
homogénea.

Mientras Gamio se preocupaba para llevar a cabo el proyecto integracionista, la sociedad


a finales del siglo XIX vivió un resquebrajamiento que sería el parteaguas de la inclusión
deportiva en la educación nacional, bien podría explicarse como un apartheid mexicano al
estar la población diferenciada por etnia y por clase, en este punto cabría tener en cuenta
la llamada “pacificación” que se caracterizó en gran medida por la represión violenta a
opositores de Díaz, quienes continuamente fueron grupos indígenas al igual que sectores
mineros y textiles (Gabriel Angelotti, 2011). Es en este mismo contexto que se puede
percibir una distinción entre la centralidad y la periferia, parte del equipo propagandista de
Díaz, llamados “los científicos”, recibieron la tarea de crear una atmósfera ficticia de paz y
camino al desarrollo occidental.

Esta concepción de la centralidad y periferia corresponde a percepciones territoriales que


se ven divididos por giros económicos, también por diferencias étnicas que distingue a
europeos, sudamericanos, mexicanos y grupos indígenas, “la relativa estabilidad del país
hacia finales del siglo XIX, la llegada de migrantes capitalistas europeos favorecidos por el
gobierno, y el centralismo en el país, configuraron la génesis del balompié mexicano”
(Jonathan Montero y Dante Celis, 2014; p. 7), parte de esta diferencia fue también el uso
del cuerpo en actividades lúdicas como el fútbol por parte del sector burgués extranjero,
dicha actividad será apropiada por mexicanos mestizos como signo de modernidad.

Será necesario tener en cuenta la concepción de región que Héctor Díaz Polanco (1998)
expone relacionando las estructuras, configuraciones e identidades que, si bien, no son
homogéneas, e inclusive pudiera haber problemáticas entre grupos indígenas y
comunidades mestizas, este complejo regional cobra un sentido de representación frente a
una estructura más amplia que abarca diferentes regiones territoriales bajo una sola lógica
de gobierno, de esta manera se configura la nación, caracterizándose por una
centralización de capital económico, industrial y educativo en grandes urbes, dejando las
mínimas oportunidades laborales, de supervivencia, como posteriormente de acceso a los
deportes a las periferias regionales.

Finalmente, un tercer factor que incide en la incorporación del fútbol a la educación en los
últimos años del siglo XIX, se trata de la llegada del protestantismo a la Ciudad de México,
movimiento que, a través de la Asociación de Jóvenes Cristianos creada en Inglaterra,
buscan acercar el protestantismo a la juventud mexicana por medio de los deportes,
teniendo para ofrecer los mejores gimnasios del país y escuelas formadoras de
entrenadores deportistas, utilizadas los primeros años en la formación docente en el área
de educación física del nuevo proyecto educativo.

Fue en contexto de la preocupación por considerar que la nación contaba con cuerpos
débiles no aptos para un enfrentamiento bélico, teniendo como referencia la invasión
norteamericana, guerra de los tres años, la invasión francesa y constantes rebeliones civiles
que se opta por tener una educación en preparación física, paralela a los conocimientos
intelectuales para el desarrollo occidental, de esta forma, la administración educativa es
entregada a las instituciones militares para que desarrollen un plan efectivo enfocado a la
creación de cuerpos representantes de una nación fuerte, caracterizados por tener buena
salud, preocupados individualmente por estar en forma pero, conscientes de pertenecer a
un sistema amplio al cual, no dudarán de poner en peligro su integridad física por ello.

Bajo este aspecto es posible dar cuenta de acuerdo a Miguel Ortiz (2013) que el sentido de
competencia (ganar-perder) propia de los deportes, se involucra con las relaciones sociales
a través de lo lúdico, se establece una normalización de constante diferenciación, sería
preciso considerar que la introducción deportiva no fue homogénea, creando rupturas y
delimitaciones de prácticas sociales en las que la clase y la etnia aún están presentes,
generando antagonismos que, posterior al movimiento revolucionario de 1910 se
encontrarán naturalizados, aspecto que Veremundo Carrillo (2016) reconoce no solamente
con relación a los pueblos indígenas y lucha de clases, sino entre diferencias étnicas a nivel
internacional, vista en la relación de mexicanos y extranjeros (que buscan refugio político
en el país a causa de las guerras y de oportunidades laborales) en constante disputa una
vez que el fútbol se ha interiorizado a partir de la educación y la socialización.

Con esta alineación física fue posible asentar el deber ser del cuerpo dentro de la lógica
educativa nacional, la inserción de moralidad y simbología nacional fue posible a través de
lo que Michael Foucault (2001) llama “tecnologías de poder”, se trata de dos artilugios que
recaen en el cuerpo social y el cuerpo individual, basándose en constante vigilancia, en
separación, jerarquías, organización, disciplinamiento, etc. La primera de ellas es el
biopoder, un ejercicio del Estado enfocado en controlar la natalidad, mortalidad y longevidad
poblacional, a través de la higiene, la estadística, la medicina y el derecho.

La segunda tecnología es la biopolítica, en ésta, se busca la participación de la población


ligada al establecimiento de mecanismos reguladores para obtener estados globales
promedios relacionados al equilibrio y la regularización de un óptimo estado de vida. Juntas
las dos tecnologías ofrecen un poder basado en el hacer vivir y dejar morir, cuestión que,
aterrizándola en el cuerpo, se enraíza un cuerpo hegemónico mexicano, el mestizo,
saludable, en buena forma, con comportamientos y actividades de acuerdo a su sexo, que
encuentre en el raciocinio el alcance a un estado moderno, parecido a los países de
occidente y que con ello tenga consciencia de estar salvaguardando los intereses de la
nación.

Cabe destacar que, dentro de la introducción deportiva en la educación, ésta tuvo una
división sexual y étnica, mientras los niños realizaban ejercicios físicos con contraste
militarizado, las niñas sustituían el desgaste físico por labores manuales, ambas actividades
según Chávez (2006), se enfocaban a la preparación de la defensa de la nación, una desde
la exposición física al combate y otra en la economización de las labores domésticas, ambos
objetivos se veían plasmados en los planes de estudio, aunque, se tendría que resaltar que
las ciudades gozaban de una estricta vigilancia de estos aspectos, pensando en las urbes
como exposición de la modernidad alcanzable, mientras que las regiones rurales en su
mayoría fueron descuidadas, aunque aceptando escuelas mixtas, éstas tenían poca
frecuencia de asistencia de docentes, además sus cuerpos nunca fueron una urgencia, ya
eran considerados inservibles para el objetivo de la defensa nacional, representando un
fenotipo de atraso.

No alejado de esta perspectiva, Fernando Huerta (2002) concibe el concepto de


“deportivización” de la sociedad, éste se relaciona a un proceso de consolidación
económica como lo es la industrialización y un embrionario sistema capitalista en el caso
del siglo XIX, que además incide en la estructuración de una cotidianidad anclada a la
explotación laboral, desde donde un cuerpo efectivo (o higienista que desde los planes
educativos en contexto porfirista eran catalogados) es alcanzado a partir de su exposición
a la actividad física, naturalizando por otra parte, una educación de género desigual,
ubicándose la práctica del fútbol como un espacio lúdico, en donde “ejercicios de
socialización y conformación de la identidad masculina en la cultura deportiva,
concretamente en el fútbol, posee una íntima relación con la construcción de estereotipos
y prejuicios sexuales” (Antonio Martín y Almudena García, 2011; p. 90), cabría decir que
dichos estereotipos de diferenciación se mantienen aún estos días.

A modo de conclusión, estos procesos de transformación educativa que tuvieron como


finalidad la alineación y conformación de sujetos encaminados a la obediencia, logrado por
una interiorización de discursos legitimadores de identidad nacional que, Josep Fontana
(1998) considera imposición ideológica repleta de símbolos nacionalistas o patrióticos
haciendo alusión a una amplia comunidad a la que el sujeto pertenece y debe responder,
esta situación alcanzará otros límites en el México postrevolucionario, generando
regionalismos en disputa, la utilización del fútbol para acrecimiento económico y generador
de desinterés para con el actuar político.

Ejemplo de ello fue el mermar consecuencias del levantamiento del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional, introduciendo en la capital chiapaneca un equipo de primera división,
los Jaguares de Chiapas, hecho que Andrés Fábregas (2007) reconoce todo un trabajo de
integración identitaria, jugando con simbolismos de la región como el color naranja, idéntico
a la flor de los flamboyanes, árbol característico de Tuxtla Gutiérrez, el Jaguar que vincula
al pasado y el presente representando la tierra y el origen de la vida en la cosmovisión
Olmeca y Maya, siendo también símbolo de fuerza como animal emblemático del sur de
México, introduciendo en las porras la Danza de los Parachicos atrayendo a las
comunidades indígenas, ¿será posible utilizar de nuevo este instrumento para configurar
referentes identitarios y realizar así un ejercicio de protección ante un posible movimiento
subversivo?

Una consecuencia es evidente de este contexto, es posible reconocer una relación entre la
nación y el fútbol debido a un mito nacionalista que se legitimó en la dicotomía nacional
contra extranjero, si bien hay que reconocer que este deporte encuentra sus raíces en
migrantes anglosajones burgueses, la búsqueda de una representación de lo nacional
queda pendiente en un proceso de democratización, ya Rodolfo Stavenhagen (2010)
planteaba un panorama de una democracia caracterizada por la diferencia y la disputa,
cuestionando ¿si hay en realidad una manera de encuadrar a todas las personas de un país
bajo el término de ciudadanos, y si con ello se hace fáctica la aplicación de los derechos
humanos sin diferenciarse unos de otros? al respecto menciona:

“Con la transición a la democracia, (…) a partir de la década de los ochenta, se abre


un ciclo de análisis sobre la problemática de la ciudadanía. (…) la transición
democrática introduce (…) el concepto de ciudadanía liberal que se ajusta bien al
régimen de mercado libre, (…) se advierte (…) acumulados rezagos en materia de
derechos económicos, sociales y culturales” (p. 109).

No tan alejado de esta concepción, Gabriel Giorgi (2019) al hablar de democracia da cuenta
de un constante proceso de consolidación de biopolíticas, donde se alude a la racialización
de cuerpos e identidades, en búsqueda de antagonismos de clase, género, sexuales, social
o cultural, atiende la “democracia no como pacificación sino como exacerbación de
conflictos y de antagonismos que se pueden gestionar” (pp. 13-14), justamente esta
perspectiva referiría al hecho de tener en cuenta que aquellos militares encargados de la
educación deportiva invirtieron grandes sumas de dinero para sacar a flote proyectos
futbolísticos con algunas incentivas privadas, sentando las bases de la futura explotación
económica del fútbol en el México neoliberal, creando antagonismos y obteniendo de ellos
una fuerte remuneración de capital.

Para finalizar, pareciera que tanto el sector educativo, el empresarial, el político, el


económico, inclusive a nivel de relaciones internacionales se encuentra una situación de
confort con el devenir de este deporte, habría que reconocer que es sumamente redituable
al situarse desde una cultura de consumo, quedaría preguntarse por aquellas personas que
en una actividad donde se gestan masculinidades basadas en la superioridad del hombre
y la inferioridad femenina ¿cómo incidir en un sistema legitimado a través de la familia y las
instituciones sociales para extraer aquellos elementos que limitan en su mayoría al sector
femenino?¿cómo ampliar la perspectiva de un deporte introducido para generar cuerpos
masculinos que defendieran a la nación mientras los femeninos exacerban un cuerpo
estéticamente deseable y en referencia a una feminidad subordinada?

No fuera de esta reflexión y atendiendo a la diferencia corporal que no solamente recae en


la dicotomía de sexo/género, sino que ha creado una desvinculación total de los grupos
étnicos ¿habría posibilidad de utilizar esta herramienta catalizadora de identidades para
contrarrestar la diferenciación étnica, de clase y de género?

Más aún, el establecimiento de una democracia que idealmente busca el consenso y el


diálogo, pero, pudiéndose percibir las consecuencias de una política que no solo fractura a
la sociedad, categorizando al igual que ponderando derechos y obligaciones, en atención
a un status quo internacional ¿podría dar paso a que se piense una educación integral
donde el deporte pudiera ser pieza clave para transformar el constante resquebrajamiento
social y, poder no solamente aceptar, sino naturalizar la presencia de cuerpos segregados
del deporte nacional posibilitando de esta manera una nueva concepción del país y su
educación? ¿cuál sería la viabilidad de esto? ¿cuáles las limitantes y los alcances?

¿O simplemente reconocer un pasado que ha incidido en nuestros cuerpos y considerarse


ajeno a una discusión por la implicación de los deportes en un país donde el creciente
número de aficionados llega a sobrepasar el cupo de los estadios, su constante utilización
política, el gran negocio fructífero que representa a nivel global y dejar de lado los
conocimientos que la problematización deportiva de manera holística puede dar como
resultado?
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