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MATERIAL ESTUDIO UNIDAD DIDÁCTICA I

UNIDAD DIDÁCTICA I: LECCIONES PR ELIMINARES

Introducción a la Unidad Didáctica


Antes de abordar el estudio específico de los evangelios intentamos contextualizar
desde un punto de vista histórico y religioso el judaísmo contemporáneo de Jesús, pues
nos ayudará a entender los relatos evangélicos. Por ello, en esta UD, el primer tema está
dedicado a la historia del pueblo de Israel desde el siglo IV a.C. hasta el siglo I d.C. y
la organización político-social y religiosa de la sociedad judía en los tiempos de Jesús.
En el segundo tema, nos acercamos a Jesús de Nazaret, el origen de la fe cristiana,
afrontando la gran cuestión del valor histórico de los evangelios y su fiabilidad. En
primer lugar, se aborda la investigación exegética sobre el Jesús histórico y sus
resultados. En segundo lugar, nos centramos en la presentación que hacen los
evangelios de Jesús y su fiabilidad histórica.
TEMA 1. HISTORIA DE PALESTINA EN LA ÉPOCA DE JESÚS

1. Contexto político-social
1.1. Época griega (333-63 a.C.)
Alejandro Magno (356-323 a.C.) derrotó a los persas en el río Gránico y se apoderó de
Asia Menor. La victoria sobre el ejercito persa en la batalla de Issos (año 333) le
permitió entrar en Siria, pasar por Jerusalén y llegar a Egipto, donde fundó Alejandría
(año 331). El gobierno de Alejandro en el territorio de Palestina no tuvo consecuencias
negativas para el pueblo de Israel; no así para los samaritanos, que a pesar de su apoyo
inicial, la ciudad de Samaría fue destruida y posteriormente reconstruida al estilo
griego. Después de la muerte de Alejandro, Palestina estuvo bajo el poder de dos los
diadocos: Tolomeo y Seleuco. Los judíos estuvieron bajo la égida tolomea desde el 300
al 200. En esta época se tradujeron los libros hebreos que contienen la Torah (=
Pentateuco) al griego; según la tradición en la ciudad de Alejandría. En la tierra de
Israel las cosas siguieron sin grandes cambio; la comunidad judía estaba gobernada por
los ancianos y sacerdotes. No obstante, la cultura griega penetró todo el territorio,
dejándose sentir más fuertemente en la llanura filistea, Transjordania, Samaría y Bet
Shean. El influjo llegó también hasta Jerusalén, como se testimonia en los libros de los
Macabeos (cf. 1Mac 1,13-15; 2Mac 4,10-15), lo que supuso una verdadera amenaza
para las costumbres judías.
En el 200 Palestina pasó bajo la égida del seléucida Antíoco III. Con Antíoco IV
Epífanes (175-164 a.C.), se estableció en Palestina una política fuerte de helenización.
El mismo Antíoco IV, a la vuelta de una campaña contra Egipto (año 169), saqueó el
templo de Jerusalén y dio medidas represivas contra los judíos. Poco tiempo después se
desató una persecución promovida desde el Estado contra las costumbres judaicas y
aquellos que las observaban: la circuncisión y sacrificios quedaron abolidos bajo pena
de muerte; se quemaban de libros de la Ley que se encontraban; se construyó un altar
pagano en el templo. Ante esta situación terrible e injusta, explotó la rebelión macabea
(año 167). El gran jefe de la revuelta fue Judas (166-160), que consiguió grandes
victorias, purificó el templo de Jerusalén, destruyó el ara sacrílega y reconstruyó el altar
en el año 164 (fiesta de Hanukkah). Después de su muerte, le sucedió su hermano
Jonatán (160-143); y a su muerte, Simón Macabeo (143-134) que consiguió una mayor
independencia para los judíos. En ese periodo, apareció también la literatura
Apocalíptica. Simón tuvo las funciones de sumo sacerdote, gobernador y comandante
militar. Fue asesinado por su yerno y le sucedió Juan Hircano, dando comienzo al
gobierno asmoneo.
Juan Hircano gobernó como jefe político y religioso del 134-104 a.C. Fue un tiempo a
veces con momentos de mayor libertad y otros de sometimiento; pero siempre el pueblo
de Israel fue adquiriendo una cierta independencia. En este tiempo aparecen con fuerza
dos grupos: fariseos y saduceos. Le sucedió su hijo Aristóbulo (104-103), que encarceló
a toda su familia para que nadie le disputase el gobierno, y realizó la judaización del
norte de Palestina. Tras su muerte, su mujer Salomé Alejandra, liberó a la familia de la
prisión y se casó con uno de los hermanos de Aristóbulo, Alejandro Janeo, que se
constituyó rey y sumo sacerdote. Fue un hombre intrigante, guerrero y vengativo. No
obstante, consiguió extender las fronteras del reino judío. Después de su muerte
gobernó su viuda, Salomé Alejandra (76-69) y su hijo Hircano II fue sumo sacerdote.
Durante su mandato los fariseos alcanzaron una gran influencia en el pueblo. Después
de su muerte se disputaron el reino sus dos hijos: Hircano II y Aristóbulo II, que fue el
que ganó en la contienda (69-63), constituyéndose rey y sumo sacerdote.
En este período, surge una figura que tendrá consecuencias significativas en la historia.
Nos referimos a Antípatro, el padre de Herodes el Grande. No aceptando el pacto al que
habían llegado los dos hermanos, consiguió convencer a Hircano a que se refugiara
junto a Aretas, rey de los nabateos. Con la ayuda de éste, invadió Judea con la
pretensión de volver a recuperar el poder para Hircano. Sin embargo, no lograron
reponer a Hircano por la intervención romana. Pompeyo conquistó Palestina, encarceló
a Aristóbulo por resistírsele en el templo de Jerusalén y colocó de nuevo en el sumo
sacerdocio a Hircano. Palestina se convirtió así en provincia romana.

1.2. Época romana hasta Jesús (63-4 a.C.)


La tierra de Palestina, por tanto, empezó a formar parte del imperio romano desde el año
63 a.C. Desde entonces, a parte de breves periodos en que hubo algún cambio de status
político en alguna de sus zonas (Galilea, Samaría, Judea), la máxima autoridad política
para los judíos fue el emperador romano. El gobierno se ejerció a través de un
gobernante autóctono (rey o tetrarca), o de un procurador. Pompeyo dividió Palestina en
dos zonas: Judea, Perea, Galilea, sur de Samaría y parte de Idumea fueron consideradas
judías, bajo el sumo sacerdocio de Hircano II; la costa y el norte de Samaría
dependieron directamente del gobernador romano de Siria. Después del asalto al poder
de Julio César (Rubicón, en el año 49), empezó una guerra civil en el imperio romano.
Hircano y Antípatro se pasaron del bando de Pompeyo al de César, al que apoyaron
militarmente. Cuando César llegó a Siria (año 47), recibieron el premio por los servicios
prestados: Hircano fue nombrado etnarca (gobernador de grupo racial con territorio) y
confirmado en el sumo sacerdocio, mientras que Antípatro fue nombrado prefecto de
Judea y sus hijos gobernadores de Jerusalén, Fasael, y de Galilea, Herodes.
Aprovechando las luchas internas de los romanos con ocasión del asesinato de César
(año 44), los partos invadieron Siria (año 40) y apoyaron las aspiraciones del hijo de
Aristóbulo II, Antígono, contra su tío Hircano II. Fue rey y sumo sacerdote durante los
años 40-37. Intentando afirmar su poder, emprendió la lucha contra sus enemigos:
Fasael, hecho prisionero y torturado, acabó suicidándose en prisión; a Hircano II ordenó
cortarle las orejas, incapacitándole de este modo para retomar la función sacerdotal;
Herodes, sin embargo, logró escapar y se refugió en Roma. Allí consiguió ser nombrado
rey de Judea, comenzando una guerra contra Antígono por conquistar el reino; con la
ayuda de los romanos consiguió derrotarlo después de tres años. Los romanos
ejecutaron a Antígono.
Herodes el Grande reinó desde el 37 al 4 a.C. Consiguió gobernar dependiendo
directamente de Roma, sin estar sometido al gobernador romano de Siria. Fue un
político astuto. Al principio apoyó a Marco Antonio; pero cuando éste fue derrotado en
Actium (año 31), se pasó a Octavio Augusto destituyéndose ante él, que a pesar de ello
le confirmó. En un primer periodo de su mandato consolidó su poder (37-25), acabando
con todas las resistencias; llegó a asesinar también los miembros de la familia asmonea
(su esposa Mariamme, Hircano II, su suegra Alejandra, etc.). Durante su reinado
experimentó continuas conspiraciones e intrigas. Algunas eran verdaderas, pues al ser
idumeo, era odiado por los judíos; otras las percibía así por su psicología neurótica. La
segunda etapa de su gobierno estuvo dominada por la construcción de grandes
fortalezas, palacios, ciudades (25-13): reconstrucción de Samaría/Sebaste; fundación de
Cesarea marítima; Torre Antonia en Jerusalén; reconstrucción del templo de Jerusalén,
múltiples fortalezas y palacios, ciudades.... La última etapa fue de luchas familiares por
el poder (13-4). Durante esos años, Herodes luchó sistemáticamente contra todas las
conspiraciones, asesinando hijos (Alejandro y Aristóbulo) y familiares. Sus últimos
años, estuvieron marcados por una gran crueldad. Murió en Jericó en el año 4 a.C. Fue
enterrado en el Herodium.
Algunas nociones geográficas muy elementales nos ayudarán a conocer el territorio
donde se desarrolló la actividad de Jesús. En el s. I son tres las grandes divisiones de
Palestina al oeste del Jordán: de norte a sur, Galilea, Samaría y Judea. Más al sur de
Judea se extiende Idumea, y al noroeste de Galilea, Fenicia. Al este del Jordán tenemos,
también de norte a sur, Iturea (o Gaulanítide), la Decápolis y Perea. Nos centramos en la
parte occidental de Palestina.
a) Galilea, lugar de cruce de rutas comerciales y con
importantes ciudades al estilo helenístico: Séforis,
Tiberias, Magdala. Conservó una importante presencia
judía. Región rica en pesca y agricultura.
b) Samaría, desde la conquista asiria (s. VIII) fue
repoblada con poblaciones extranjeras que se unieron a
otros israelitas, por lo que desde entonces fue una realidad
multi-étnica. Zona montañosa. A partir del año 6 d.C.
formó parte del territorio gobernado por el prefecto
romano.
c) Por último, Judea, situada en una región montañosa que
se eleva varios cientos de metros sobre el nivel del mar, y
limitada al este por el Jordán y el Mar Muerto. Al este y al sur se extiendes grandes
zonas desérticas. El motor principal de la economía de la región, y característica
determinante de la vida cotidiana, fue el templo, asentado en Jerusalén. La región tenía
una marcada fisonomía judía.

1.3. Desde la muerte de Herodes el Grande hasta la destrucción de Jerusalén (4 a.C.-


135 d.C.)
1
Tras la muerte de Herodes el Grande, Augusto repartió el reino de Israel entre sus tres
hijos: Arquelao quedó al mando de Judea, Samaría e Idumea; Herodes Antipas fue

1 Emperadores sucesores de Augusto: Tiberio (14-37), Calígula (37-41), Claudio (41-54) y Nerón (54-
68). Tras el breve reinado de Galba, Otón y Vitelio (68-69) accede al poder Vespasiano (69-79); le
suceden sus hijos Tito (79-81) y Domiciano (81-96). En este período surge el cristianismo y tiene lugar su
primera expansión.
nombrado tetrarca de Galilea y de Perea; y Filipo heredó la parte este y norte del mar de
Galilea (cf. Lc 3,1). Arquelao se ganó pronto la enemistad de sus súbditos; fue depuesto
el año 6 d.C. Desde entonces Judea se transformó en provincia imperial, bajo un
prefecto romano. El primero fue Coponio (6-9 d.C.), y le siguieron Marco Ambíbulo (9-
12), Annio Rufo (12-15), Valerio Grato (15-26) y Poncio Pilato (26-36). Durante este
período, y aparte de la revuelta de Judas el Galileo (ca. 8 d.C.), en Judea “las cosas
2
estaban en calma”, según se puede leer en el testimonio de Tácito, historiador romano .
Filipo gobernó desde el 4 a.C. hasta el 34 d.C., año de su muerte. Herodes Antipas
gobernnó Galilea desde el 4 a.C. hasta el 39 d.C., año en que fue desterrado a las Galias
por el emperador Calígula. Durante el gobierno de este emperador fue nombrado
gobernador de Batanea y Traconítide Agripa I, nieto de Herodes el Grande (sus padre
fueron Aristóbulo IV y Berenice). Posteriormente, el emperador Claudio le nombró rey
de toda Palestina el año 41. Su reinado fue breve (41-44; cf. Hch 12,1-2), pues murió de
repente. Tras su muerte, el territorio volvió a ser gobernado directamente por Roma por
medio de los procuradores romanos, en general de poca talla humana y política, que con
sus injusticias provocaron descontento y serios desórdenes. Esta situación desembocó
en la revuelta judía contra Roma, que las legiones romanas terminaron sofocando de
forma trágica. Los últimos procuradores antes de la guerra fueron Albino (62-64),
hombre corrupto y deseoso de enriquecerse; Gesio Floro (64-66), mucho más corrupto,
3
expolió pueblo y ciudades, llegando a robar diecisiete talentos al tesoro del templo.
La sublevación comenzada en Jerusalén se extendió rápidamente por todo el territorio.
Nerón encargó la campaña militar contra los judíos a Vespasiano. Comenzó su campaña
por el norte, venciendo con facilidad a los insurrectos en Galilea (68). Cuando decidió
atacar Jerusalén, murió Nerón y los acontecimientos en Roma se complicaron bastante,
por lo cual la guerra entró en un impasse. Al ser proclamado emperador en el 69, le
sucedió en la guerra contra los judíos su hijo Tito, de 29 años. Éste conquistó Jerusalén
el año 70; el templo fue destruido y su ajuar saqueado. Gran parte de la ciudad fue
reducida a escombros. Quedaron intactas las torres del palacio de Herodes (Fasael,
Híppico y Mariamme). La última resistencia en caer fue Masada (año 74). El emperador
Vespasiano impuso a los judíos un tributo especial de dos dracmas anuales para
sustentar el templo romano de Júpiter Capitolino. En esta época compuso sus obras el

2 Se lee en Tácito, Hist. 5, 9: Sub Tiberio quies.


3 Talento equivale a 6000 denarios. Téngase en cuenta que el denario era la paga diaria de un jornalero.
historiador judío Flavio Josefo (37-94 d.C.); dos de ellas son fundamentales para
conocer la historia de Israel contemporánea a Jesús: Antigüedades Judías y La Guerra
Judía.
Tras años de relativa quietud, la rebelión explotó de nuevo en el año 130, al querer el
emperador realizar obras en Jerusalén para convertirla en ciudad romana. La revuelta
fue guiada por Simón Bar Kosiba, llamado por rabí Aquiba Bar Kokba, “hijo de la
estrella”. A lo largo del año 132 logró vencer en varias ocasiones al ejército romano.
Consiguió fundar por unos dos años un estado judío, recuperando la observancia de la
Torah. Pero el pueblo judío fue derrotado y sometido completamente en el año 135.
Adriano destruyó completamente Jerusalén y construyó una nueva ciudad Aelia
Capitolina, impidiendo la entrada a todos los judíos. También cambió el nombre de
Judea por Palestina.

1.4. Gobierno de Poncio Pilato


Desde la destitución de Arquelao, que tuvo lugar en el año 6 d.C., hasta la desaparición
de la nación judía, el gobierno de Judea estuvo directamente en manos del poder
romano; sólo el reinado de Agripa I fue un breve paréntesis en esta práctica. Todos los
cristianos, aunque no sea más que por rezar el credo todos los domingos, saben que el
prefecto que condenó a muerte a Jesús se llamaba Poncio Pilato. La residencia habitual
del gobernante romano no era Jerusalén, ciudad bastante incómoda, sino la más
tranquila y apacible Cesarea Marítima. Esta ciudad fue construida por mandato de
Herodes el Grande. En ella, junto al mar, había un palacio fabuloso que el rey judío
edificó para su propio placer; los prefectos romanos eligieron este lugar apacible como
su residencia habitual. Solamente subían a Jerusalén con ocasión de las grandes fiestas
de peregrinación, Pascua, Pentecostés y Tabernáculos, pues la afluencia de peregrinos
hacía esos días propicios para revueltas y desordenes. Allí residía en la palacio
construido por Herodes el Grandes en la parte alta de la ciudad. Durante su estancia, el
prefecto romano aprovechaba para impartir justicia y, sobre todo, castigar duramente o
ajusticiar a los culpables.
Los evangelistas son muy parcos a la hora de ofrecer información sobre Poncio Pilato.
Tres de ellos introducen por primera vez este personaje en la historia de la Pasión; sólo
Lucas alude a él para encuadrar temporalmente la predicación de Juan Bautista:
“Cuando Poncio Pilato, era gobernador de la Judea” (3,1). Gracias a esta noticia, y a la
brevísima presentación que hace Mateo al comienzo del juicio romano (27,2), sabemos
cuál era la función que ejercía Pilato entre los judíos. Otra peculiaridad llamativa de los
relatos evangélicos es la valoración positiva que transmite de la actuación de Pilato
durante el juicio de Jesús. Sin embargo, la mayoría de los estudiosos expresan una
valoración negativa respecto al personaje y su gobierno en Judea apoyándose en el
testimonio de los escritores judíos del siglo I.
Filón de Alejandría, en su obra De legatione ad Caium, cita una carta que el rey
Herodes Agripa envió al emperador Calígula, amigo suyo desde la edad juvenil, donde
enjuicia la actividad política de Poncio Pilato. En ella se lee: “Pilato opuso a sus
súplicas un rechazo completamente inflexible, pues era de carácter duro y terco […]
Temió que, si enviaban una embajada, descubriesen los otros excesos de su gobierno:
las vejaciones, los robos, las injusticias, los ultrajes, las ejecuciones sin juicio repetidas
constantemente, su insoportable crueldad”4. Por su parte, el historiador Flavio Josefo
alude a Pilato en dos de sus obras principales: Antigüedades Judías y La Guerra Judía.
En la primera, al narrar las decisiones de Pilato que irritaron a sus conciudadanos, lo
describe como hombre inflexible y cruel5; en la segunda, lo caracteriza como enemigo
de las costumbres y leyes judías, intolerante con el pueblo israelita6.
Sin embargo, el escritor romano Tácito ofrece una información que, si bien muy
concisa, sugiere una imagen más positiva del gobierno de Pilato. En su obra
Historiarum resume la situación de la provincia de Judea bajo el tiempo de Tiberio, por
tanto durante la prefectura de Pilato, con estas tres palabras: Sub Tiberio quies7. Por lo
demás, la larga duración del mandato de este gobernador, diez años, sugiere que fue
bastante eficaz. Téngase en cuenta que la media de la permanencia de los prefectos
romanos en Judea fue de dos años y medio; solamente Valerio Grato duró doce años,
dos más que Pilato. Por ello, J. Blinzler argumenta: “Si aquel funcionario hubiese sido
un corrupto semejante, sin conciencia y cruel como lo describen éstos (= Filón y Flavio
Josefo), Tiberio no lo habría dejado en el cargo por diez años”8.
También es Tácito quien nos da noticia de su prefectura con ocasión de la muerte de
Jesucristo: “Para acabar con los rumores, Nerón presentó como culpables y sometió a

4 Filón de Alejandría, Leg. 301s.


5 Flavio Josefo, Bell. 2, 169-177.
6 Flavio Josefo, Ant. 18, 55-62.
7 Tácito, Hist. 5, 9.
8
J. Blinzler, Il processo di Gesù (Biblioteca di cultura religiosa, Paideia, Brescia 1966) 235.
los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, aborrecidos por sus
ignominias. Aquel de quien tomaban nombre, Cristo, había sido ejecutado en el reinado
de Tiberio por el procurador Poncio Pilato; la execrable superstición, momentáneamente
reprimida, irrumpía de nuevo no sólo por Judea, origen del mal, sino también por la
Ciudad, lugar en el que de todas partes confluyen y donde se celebran toda clase de
atrocidades y vergüenzas”9. Por otra parte, inscripción hallada en 1961 en los restos del
teatro de Cesarea Marítima le menciona también. En ella leemos: TIBERIEVM-
[PO]NTIVS PILATVS-[PRAEF]ECTVS IVDA[EAE].
Fue el emperador Tiberio quien nombró prefecto de Judea a Poncio Pilato, por consejo
de Sejano, conocido antisemita. La mayor parte de los estudiosos identifican el año 26
con el inicio de su mandato. Sin embargo, hay algunos autores que, por diferentes
razones, colocan el inicio de su mandato en el año 19, atribuyéndole el periodo más
largo de todas las prefecturas10. Su gobierno fue duro y sin concesiones a los judíos, al
estilo romano. Por su modo de proceder ocasionó varias revueltas entre los judíos. De
ellas nos informa Flavio Josefo. La primera tuvo lugar cuando introdujo por la noche
en Jerusalén insignias militares con imágenes del emperador. Los judíos exigieron su
retirada inmediata. Pilato se resistió y amenazó con la muerte a los judíos reunidos
delante del pretorio de Cesarea. Ningún judío se movió; al contrario ofrecieron su
cuellos a la espada romana. Pilato, ante su resistencia, cedió y mandó retirar las
insignias11. En otra ocasión construyó un acueducto que surtía de agua Jerusalén, pero
para su realización solicitó dinero del templo. Cuando lo supo la gente se manifestaron
contra Pilato. Este reaccionó introduciendo a los soldados disfrazados entre la multitud
para atacarlos a su señal. Como resultado del ataque romano muchos judíos murieron o
quedaron heridos12. También mandó una matanza de samaritanos en el monte Garizim,
reunidos allí con la esperanza de descubrir los tesoros sagrados escondidos. Este hecho
supuso su destitución. En el año 36, L. Vitelio, gobernador de Siria, lo mandó a Roma

9 Tácito, Ann. 15 ,44,2-3.


10 Véase A. Evans Craig, “Excavating Ciaphas, Pilate, and Simon of Cyrene. Assessing the Literary and
Archaeological Evidence”, en J.H. Charlesworth (ed.), Jesus and Archaeology (Eerdmans, Grand Rapids
2006), 323-340.
11 Flavio Josefo, Ant. 18,3,1.
12 Flavio Josefo, Ant. 18,3,2.
para rendir cuentas ante el emperador13. Se desconocen los detalles de su muerte.
Algunos sostienen que fue desterrado a las Galias, otros que se suicidó.

1.5. Los grupos religiosos judíos más importantes


El judaísmo en tiempos de Jesús, como en la actualidad, no era uniforme; tenemos
noticias de la existencia de diferentes grupos religiosos que interpretaban la Ley
mosaica y vivían su observancia de modo diverso. En el Nuevo Testamento aparecen
con frecuencia los fariseos; muchos de los adversarios de Jesús que aparecen en los
evangelios pertenecían a este grupo. También se alude a los saduceos, aunque con
menor frecuencia, más identificados con la clase sacerdotal. Pero no son los únicos
grupos que existían en tiempos de Jesús. He aquí los principales grupos existentes y
algunas de sus características.

• Fariseos
La presencia de los fariseos en los evangelios es, sencillamente, fundamental. Son los
adversarios de Jesús por antonomasia, si bien en algunos pasajes (particularmente en
Lucas) aparecen con una actitud positiva ante él14. Jesús les reprochará su interpretación
de la Escritura, que en muchos casos los aleja del núcleo de la ley de Dios (cf. Mt
23,23).
El nombre “fariseo” deriva del término arameo feras, y significa “separado, segregado”.
El motivo de por qué eran llamados o se llamaban de este modo, lo explica Mariano
Herranz del modo siguiente: “Por las peculiares normas de vida de los fariseos,
ordinariamente se supone que se llamaban así porque evitaban todo lo que la ley
calificaba de impuro, y por temor a contraer impureza rehuían el contacto con personas
poco escrupulosas en esta materia” 15 . Tenían la conciencia de ser los verdaderos
observantes de la alianza, pues se consideraban los verdaderos conocedores e interpretes
de la Torah; es decir, la enseñanza mosaica dada por Dios en el Monte Sinaí, a cuyo
estudio dedicaban su vida entera. Para ellos, la Torah no consistía sólo la Torah escrita
(= Pentateuco), sino también la oral, que recogía la tradición de sus mayores. También
consideraban libros sagrados los “profetas (nebiim)” y los “escritos (ketubim)”.

13 Flavio Josefo, Ant. 18,6,1-2.


14 Lc 13,31; 14,1. Nicodemo era fariseo (Jn 3,1; 7,50; 19,39).
15 M. Herranz Marco, San Pablo en sus cartas (Encuentro, Madrid 2008) 121.
Los fariseos eran judíos laicos que querían vivir en una fidelidad total a la Ley mosaica.
Ellos, mediante la observancia estricta de la Ley, intentaban alcanzar esa santidad a la
que reclamaba la alianza (Ex 19,6). Se preocupaban sobre todo de cumplir las normas
de pureza legal y efectuar los diezmos de los frutos y posesiones que indicaba la ley
mosaica. Desconocemos el origen exacto de este grupo judío. Es probable que surgiera
después de la vuelta del exilio babilónico. Durante la guerra macabea los fariseos
lucharon junto a los saduceos contra el intento de helenización del judaísmo por parte
de Antioco IV. Flavio Josefo afirma su existencia hacia el 150 a.C. Durante el gobierno
asmoneo fueron adquiriendo un mayor protagonismo, llegando a alcanzar una gran
influencia en la sociedad judía durante el reinado de Salomé Alejandra (76-69 a.C.). A
partir de entonces, los fariseos fueron el punto de referencia para el pueblo,
imponiéndose por encima de los saduceos, e incluso de los sumos sacerdotes.
Entre sus creencias, afirmaban la existencia de los ángeles y esperaban la resurrección
de la carne al final del mundo. Después del desastre de la primera rebelión judía contra
el poder romano fue el único grupo religioso que subsistió tras la destrucción del templo
de Jerusalén. El judaísmo actual tiene sus raíces en el fariseísmo rabínico.

• Saduceos
Los saduceos se remontan probablemente a Sadoq, sumo sacerdote de la época davídica
(2Sam 8,17; 1Re 2,35). sus miembros pertenecían sobre todo a la aristocracia sacerdotal
y a las clases altas de la sociedad. Colaboracionistas con el poder de los Seléucidas y
posteriormente con el romano, asumieron con facilidad las costumbres griegas.
También los poderes políticos buscaban su apoyo para que el pueblo judío no se
rebelará. Sólo reconocían como libros sagrados la Torah escrita. Entre sus creencias no
admitían la resurrección corporal de los muertos, ni tampoco la existencia de los
ángeles. Según la descripción que nos ha transmitido Flavio Josefo, los saduceos
subrayaban el libre albedrío; es decir, el hombre era libre de adherirse al bien o al mal.
Incluso hacían depender totalmente de la decisión humana el gobierno del mundo y del
tiempo16.
En los evangelios aparecen vinculados la clase dirigente sacerdotal. Este grupo era el de
mayor influencia en el sanhedrín, aunque durante la dominación romana el alto tribunal

16 Flavio Josefo, Ant. 13,5.9.


judío había perdido bastante poder, tanto político como religioso. De hecho, la elección
del Sumo Sacerdote correspondía al prefecto romano.
Su influencia en el pueblo era bastante pequeña; incluso una buena parte del pueblo les
odiaba, sobre todo al identificarlos con el poder opresor. Desaparecieron con la
destrucción de Jerusalén. La mayoría de las referencias que tenemos en los escritos
judíos provienen de la literatura rabínica, de tendencia farisea; por tanto, las
descripciones o alusiones a su comportamiento y pensamiento suelen ser de carácter
crítico o despreciativo.

• Esenios
El origen de este grupo no es históricamente seguro; parece probable que naciese como
consecuencia de la revuelta macabea y de la posterior decisión de Jonatán y Simón,
hermanos de Judas Macabeo, de apropiarse las funciones del Sumo Sacerdocio, pese a
no ser sadoquitas17. Aunque no aparecen en los evangelios, al menos no nombrados
explícitamente, nos han llegado noticias de su existencia gracias a Filón de Alejandría,
Flavio Josefo y Plinio el Viejo. Éste afirma que existían comunidades esenias en la
ribera occidental del Mar Muerto, desde Jericó hasta Engadí; en esa región se halla
Qumrán, donde se descubrieron a mediados del siglo XX los restos de unas
construcciones que se han vinculado a los esenios18. No obstante, Filón de Alejandría
afirma que estos judíos vivían en las ciudades y pueblos. De hecho, los arqueólogos han
identificado un barrio esenio en Jerusalén, en la parte sud-occidental de la ciudad.
Flavio Josefo describe a los esenios viviendo un estilo de vida comunitaria muy
riguroso19. Características de esta vida en común son los oraciones y las comidas
comunitarias, la abluciones diarias para mantener la pureza ritual, el estudio de las
Escrituras y la observancia de las reglas de la comunidad.
Si hemos de identificar a los moradores de Qumrán con la secta esenia, algo que no es
opinión común entre los estudiosos, la Regla de la Comunidad encontrada en las cuevas
de los alrededores pueden ofrecernos información del proceso estricto que seguían los
candidatos para pertenecer a este grupo. El candidato era instruido y probado a lo largo

17
Cf. 1Mac 10,20 (Jonatán); 13,7-9 (Simón). Matatías era descendiente de la tribu de Leví (1Mac 2,1; cf.
1Cro 24,7), pero el sumo sacerdocio estaba reservado a los descendientes de Sadoc.
18
Plinio el Viejo, Hist. Nat. 5, 17, 4.
19
Flavio Josefo, Ant. 13, 5, 9.
de un año, durante los cuales no participaba de las comidas comunitarias ni asambleas.
Cuando era aceptado como candidato, empezaba a llevar un vestido blanco, típico
atuendo sacerdotal, participaba en las abluciones rituales, en las comidas y reuniones
comunitarias. Todos sus bienes pasaban a la comunidad. Cuando se le consideraba
maduro, formalizaba su pertenencia a la comunidad bajo juramento, en el que se
comprometía a respetar todas las normas de la comunidad, obedecer a los superiores,
rechazar a los malvados y no revelar a los profanos la doctrina del grupo. Por algunas
noticias que nos dan Plinio el Viejo y Flavio Josefo, se solía practicar el celibato entre
los miembros del grupo esenio, aunque también se permitía el matrimonio20.
El asentamiento de Qumrán tiene su origen en un grupo sacerdotal, guiado por el
Maestro de justicia, que consideró ilegítimo el Sumo Sacerdocio asmoneo y el culto del
templo impuro. Como hemos dicho, no todos los estudiosos identifican a su moradores
con los esenios. No obstante, bastantes características los indican como tales. Por ello,
para describir someramente sus creencias, nos serviremos de la literatura encontrada en
la denominada biblioteca de Qumrán. Tenían conciencia de ser la comunidad
escatológica; o sea, se consideraban la comunidad de los últimos tiempos. El culto que
ofrecían a Dios no era cruento, pues no participaban de los sacrificios rituales del
templo, sino espiritual. Eran observantes estrictos de la Ley. Atendían la llegada del
Mesías, de modo especial en uno descendiente de Aarón. Pero también se encuentran
referencias al rey mesiánico vástago de la casa de David, e incluso se alude al profeta
escatológico. Afirmaban una división en los espíritus celestes: los ángeles buenos
guiados por el príncipe de la luz, y los ángeles malos bajo el gobierno del ángel de las
tinieblas. También los hombres estaban divididos en dos grupos: los hijos de la luz y los
hijos de las tinieblas. Estos grupos están en guerra hasta el fin del mundo.
Según los estudios arqueológicos realizados en Qumrán, se sabe que el lugar estuvo
deshabitado a causa de un incendio y un posterior terremoto por unos 30 años durante el
siglo I a.C. La total desaparición del establecimiento humano coincidió con el ataque y
destrucción que realizaron los romanos durante la primera guerra judía en el año 69 d.C.

• Celotas
El origen de los celotas se vincula con Judas el Galileo, que se rebeló contra el censo
realizado por Sulpicio Quirino con ocasión de la destitución de Arquelao (añor 6/7

20 Plinio el Viejo, Hist. Nat. 5, 73; Flavio Josefo, Bell. 2,7,2.


d.C.)21. En el Nuevo Testamento no aparecen nombrados como tales; debido a que
Flavio Josefo los llama también “ladrones/bandoleros (lestai)”, suelen identificarse con
ellos. No obstante, el momento más álgido de su influencia coincide la primera revuelta
judía contra Roma, concretamente en Jerusalén. En el año 66 lucharon por el control de
la ciudad guiados por Menahem. El celota Juan de Giscala, con sus seguidores, se
adueñarían de la explanada del Templo un año después. Su violencia y radicalidad
fueron desastrosas para la ciudad santa, que acabó siendo conquistada por las legiones
de Tito.
La doctrina celota se centraba sobre todo en afirmar la soberanía de Dios en la tierra del
pueblo de Israel y se esforzaban por todos los medios, también utilizando la violencia,
por restaurarla luchando contra los invasores romanos. Les dominaba el celo santo de
Dios y su gloria; de ahí su nombre de celotas. Se negaban a pagar el tributo al
emperador y se oponían a los matrimonios mixtos, judíos con paganos. Algunos de ellos
solían usar para atacar a sus enemigos un pequeño puñal (sica) que llevaban escondido
entre sus ropajes. Aprovechando el gentío o las manifestaciones populares, asesinaban a
los que ellos consideraban traidores o colaboracionistas mediante este puñal. Por este
motivo se les llamó sicarios. Estos métodos terroristas y violentos eran más acordes a
un grupo revolucionario que a una asociación religiosa.
Después del reinado de Agripa I, la mayoría de los procuradores romanos que
gobernaron Judea fueron hombres corruptos y de escasa altura política. Con sus
vejaciones, injusticias y arbitrariedades sembraron abundantemente el descontento en la
población judía, lo que propició el resurgimiento de la resistencia al poder romano. El
procurador Antonio Felix (52-60) tuvo con perseguirlos y castigarlos con dureza. No
obstante, los celotas fueron fortaleciéndose hasta propiciar la primera revuelta contra el
poder romano, que con el tiempo llevaría a la destrucción de Jerusalén y total
sometimiento del pueblo judío22.

1.6. Otros grupos y categorías sociales


• Escribas
En los evangelios aparecen con frecuencia los escribas. Este grupo de personas eran
considerados especialistas de la Ley, pues se dedicaban a estudiarla y explicarla.

21 Flavio Josefo, Ant. 17, 9, 23; Bell. 2,118.


22 Flavio Josefo, Bell. 4,3,9-7,8,1.
Probablemente el nombre venga de la función: copistas, amanuense. Desde el punto de
vista de pertenencia religiosa, los escribas serían fariseos o saduceos; probablemente la
mayoría fuese de tendencia farisea. El acceso a este grupo no venía determinado por la
riqueza o la casta, sino por la adquisición de los conocimientos. Ellos son los doctores
de la Ley que interpretan todas sus normas. Esta preparación les permitió obtener
puestos importantes a nivel judicial y educativo.
En los evangelios aparece identificado el grupo de los escribas con los fariseos (p.ej. Mt
21,45=Lc 20,19). De igual modo, los escribas aparecen formando parte del gran tribunal
judío (p.ej. Mt 26,57-66; Hch 5,34-40). Su presencia en tan alto organismo es un signo
claro de su ascendencia en la sociedad judía del tiempo de Jesús.

• Samaritanos
Los samaritanos eran el resultado del mestizaje entre el pueblo judío y los pueblos
paganos trasladados al reino de Israel como colonos después de su conquista por los
asirios en el 722 a.C. Cuando volvieron del exilio babilónico, los judíos se negaron a
aceptar la ayuda de los samaritanos para reconstruir el templo de Jerusalén, lo que
encendió la antipatía entre los dos pueblos. La enemistad entre ellos se agigantó cuando
Juan Hircano destruyó el templo samaritano sobre el monte Garizim en el año 128 a.C.
El desprecio y el odio por parte de los judíos hacia los samaritanos alcanzó su cúspide
cuando éstos profanaron el templo de Jerusalén llenándolo de huesos humanos durante
la prefectura de Coponio (6-9 d.C.).
Los judíos de Galilea evitaban atravesar Samaría en sus peregrinaciones al templo de
Jerusalén. Si por diferentes motivos se veían obligados a pasar por ella, no eran raros los
incidentes entre judíos y samaritanos. Recuérdese, por ejemplo, el pasaje evangélico en
el que se niega a Jesús y sus discípulos alojamiento en un pueblo de Samaría (Lc 9,51-
55).
Los samaritanos se consideraban descendientes de los patriarcas. Adoraban al verdadero
Dios y esperaban el Mesías, como queda reflejado en el diálogo de Jesús con la
samaritana en el pozo de Jacob (Jn 4,1-42). Incluso su libro sagrado era el Pentateuco,
aunque en una versión no coincidente totalmente con la versión hebrea de los judíos.
Observaban las normas de la Ley escrita. No obstante, los judíos los rechazaban como
impuros por ser descendientes de paganos y haber construido un templo en Garizim.
El evangelio de Juan es testigo de esta tensión entre judíos y samaritanos ( Jn 4,9; 8,48).
El Nuevo Testamento, sin embargo, alude a los samaritanos de un modo positivo23.
incluso en varias ocasiones Jesús llega a poner el comportamiento de un samaritano
como modelo para los judíos (Lc 10,25-37; 17,11-19).

2. La religión judía en tiempos de Jesús


La vida religiosa judía se define por la elección que Dios realizó con este pueblo semita.
En el pacto que Él estableció con los hijos de Abrahán, haciéndolos su propiedad,
reclamó la santidad: “Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa (Ex
19,5). Por esta razón, los judíos observaron, y continúan observando, la enseñanza
divina (Torah). Toda su vida está determinada por las 613 reglas que especifican y
declinan esta enseñanza divina. “Moisés ha revelado seiscientos trece mandamientos;
365 prohibiciones en función del número de días del año natural, y 248 mandamientos
positivos, que corresponden a las partes del cuerpo. Entonces llegó David y eligió once
(cf. Sal 15). Luego vino Isaías y ha elegido seis . . . (cf. Is 33,15). Luego vino Miqueas
y escogió tres (cf. Miq 6,8). Entonces vino de nuevo Isaías y eligió dos (cf. Is 56,1).
Finalmente llegó Amos y eligió uno : ‘Buscadme, y viviréis’ (Am 5,4)” ( bMakk 23b).
Entre las normas más importantes están la prohibición de trabajar durante el sábado (Ex
20,8-11; 31,12-17) y las normas de pureza legal (Nm 19; Lv 11-15), con su lista de
cosas inmundas que hacen impuro; al mismo tiempo se señalan las acciones que ha que
realizar para recuperar la pureza.

24
2.1. Fiestas
El tiempo es muy importante para el judío, ya que la revelación se ha producido en la
historia. Por eso hay momentos en su vida cotidiana dedicados a hacer memoria de esa
salvación. Las fiestas anuales rememoraban algunos acontecimientos de la historia de
Israel.
Las tres principales eran fiestas de peregrinación; es decir, desde los doce años, todos
los judíos varones que no estuvieran impedidos o enfermos, estaban obligados a subir al

23 Cf. Lc 9,52; He 1,8; 8,4-25; 9,31; 15,3.


24 Cf. R.E. Brown-J.A. Fitzmyer-R.E. Murphy, Nuevo comentario bíblico San Jerónimo vol. 2 (Verbo
Divino, Estella Navarra 2004) 1019-1031.
templo con ocasión de estas fiestas de peregrinación (Dt 16,1-17).

1) La Pascua (Pesaj) se celebraba el 15 de nisán (mes de abril), coincidiendo con la luna


llena del primer mes de la primavera. Conmemoraba la liberación del pueblo judío de la
esclavitud de Egipto (Ex 12). Característico de esta fiesta era la cena familiar donde se
comía el cordero acompañado de hierbas amargas. Se calcula que en tiempos de Jesús
podían acudir a Jerusalén más de 125.000 peregrinos25. A continuación, durante una
semana, se celebraban los ázimos (massôt). Originalmente era una celebración en la que
se ofrecían las primicias de la cosecha.
2) La segunda fiesta de peregrinación era Pentecostés (Shevuot, que significa
“semanas”). Se celebraba siete semanas después de Pascua (50 días, de ahí el nombre
griego de “pentecostés”), coincidiendo con la cosecha de las primeras espigas. Con el
tiempo también la fiesta se asoció a la alianza recibida en el Sinaí (Ex 19). Por tanto,
Israel conmemoraba en esta fiesta la alianza de Dios con su pueblo y la entrega de la
Torah en el monte Sinaí.

25 La población total de la ciudad se estima entre 30.000-50.000 personas.


3) Las tiendas o tabernáculos (Sukkot) era la tercera fiesta de peregrinación.
Originalmente fue también una fiesta agrícola, y se celebraba con ocasión de la última
recolección. Se celebraba durante ocho días en el mes de tisrí (septiembre/octubre).
Pero la fiesta también adquirió una dimensión histórica: conmemoraba el paso del
pueblo de Israel por el desierto. Los judíos construían chozas o tiendas donde las
familias y sus amigos comían durante la semana que duraba esta fiesta26.
En la actualidad, el pueblo judío sigue celebrando estas fiestas, aunque hayan perdido
en gran medida su dimensión de peregrinación, dada la no existencia del templo de
Jerusalén.
Otras fiestas anuales importantes eran las siguientes: 1) El día de la Expiación (Yom
kippur), que se celebraba el 10 de tisrí, diez días después del año nuevo (Roš haššanah).
En el templo tenía lugar el ritual descrito en Lv 16, ofreciendo sacrificios especiales en
expiación por el santuario, el clero y el pueblo. 2) La fiesta de la Dedicación
(Hanukkah), que evocaba la dedicación del templo por Judas Macabeo (cf. 1Mac 4,36-
59). Duraba ocho días, comenzando el 15 de kisleu (noviembre-diciembre). 3) La fiesta
de las Suertes (Purim) hace referencia al libro de Ester (cf. Est 3,7; 9,27-28), y
celebraba la gran victoria del pueblo judío sobre el odio de Amán. Las fechas asignadas
eran los días 14 y 15 de adar (febrero-marzo).
Todas estas fiestas marcan el ritmo de la vida terrena de Jesús; algo que atestiguan los
evangelios, y en particular el de Juan27.

2.2. El sábado
El israelita tiene también la fiesta del shabbat, es la fiesta semanal. Día consagrado a la
oración y al estudio de la Ley. También es día de reposo y de celebración especial,
como se refleja claramente en las comidas más abundantes y apetitosas. Durante la
época del exilio de Babilonia la observancia del sábado se convirtió en la “seña de
identidad” del pueblo judío28.

26 De ella dice Flavio José que es “la más santa y más grande de las fiestas hebreas” (Ant. 8.4.1). Ez
45,25 la llama simplemente “la fiesta”.
27 Pascua: Mt 26,2; Mc 14,1; Lc 2,41; 22,1; Jn 2,13; 6,4; 11,55. Tiendas: Jn 7,2. Dedicación: Jn 10,22.
Fiesta de peregrinación sin concretar: Jn 5,1. La efusión del Espíritu tendrá lugar en la fiesta de las
Semanas (He 2,1).
28 Será un motivo importante en la controversia de Jesús con las autoridades del pueblo (cf. Mc 2,23–3,6
y par.; Lc 13,10-17; Jn 5,1-18; 7,22-23; 9,14-16).
El judío, por lo demás, manifiesta su piedad religiosa en la vida cotidiana mediante
diversas prácticas. Ante todo la oración, en la que destaca el shema’ (Dt 6,4-9), que se
reza tres veces al día. Los salmos alimentan también la plegaria del israelita. Otra
manifestación de piedad es el ayuno, como forma de expiación o de súplica, o para
impetrar favores divinos 29 . Las obras de misericordia a favor de los necesitados
expresan también de forma concreta la piedad para con Dios30.

2.3. El templo de Jerusalén


Lo que caracteriza al templo de Jerusalén son los sacrificios se ofrecen todos los días en
él; sacrificios que pueden ser públicos o privados. El primer tipo se paga con el tributo
del templo o de las donaciones de los fieles y se ofrece en nombre de todo el pueblo. El
segundo, en cambio, se ofrece por intenciones particulares y lo paga quien lo pide. El
sacrificio diario más importante es el holocausto llamado “tamid”. En la época de Jesús,
este sacrificio se ofrecía dos veces al día (mañana y tarde) y consistía en una doble
oferta: animales (corderos) y vegetales. En ningún caso se podría suprimir. Incluso
durante el asedio romano de Jerusalén, cuando el hambre hacía estragos entre la
población, el sacrificio diario se siguió ofreciendo hasta el momento en que la ciudad
cayó en manos de los romanos.
De hecho, una buena parte de la Torá está dedicada a las prescripciones respecto al
templo y su culto. El templo de Jerusalén, como es bien sabido, es el lugar donde habita
la gloria de YHWH. Se componía de tres partes: el atrio (‘ulam), el Santo o Santuario
(hekal) y el “Santo de los Santos” (debir). En este último lugar, el más sagrado del
templo, se conservaba el Arca de la Alianza que contenía las tablas del Decálogo, el
maná y la vara de Aarón (cf. Heb 9,4). Estos objetos sagrados desaparecieron con la
destrucción llevada a cabo por Nabucodonosor en el año 607 a.C. En el atrio delantero
estaba el altar de los holocaustos (Ex 40,6), y en el Santuario, el altar del incienso (cf.
Ex 37,25; Is 6,6), la Menorah y la mesa de los panes de la propiciación.
El templo construido por Salomón fue destruido con motivo del exilio, y reconstruido a
la vuelta de Babilonia (el “segundo templo”). Este segundo templo de Jerusalén fue
renovado por Herodes a partir del 19 a.C.; lo rodeó de una explanada, el “atrio de los

29 Los fariseos, por ejemplo, ayunaban dos veces por semana, el martes y el jueves (cf. Lc 18,12)
30 “Los doctores habían señalado que la tôrâh comienza con la mención de una obra de caridad y termina
de la misma forma: Dios da vestido a Adán y entierra a Moisés”; cf. A. Robert-A. Feuillet, Introducción a
la Biblia. II: Nuevo Testamento (BH.SE 71), Barcelona 1965, 70.
gentiles”, al que podían acceder los no judíos. Con ocasión de primera revuelta judía
contra los romanos, el templo será destruido el año 70 d.C. Tras el exilio, y a causa de la
creciente importancia del templo, el sumo sacerdote adquirió una autoridad no sólo
religiosa sino también política (cf. Sir 50,4). Al adquirir un poder de gobierno, el sumo
sacerdocio se convirtió en algo muy deseado. Durante el dominio romano, que
reconocía como poder local el sanedrín, presidido por el sumo sacerdote, llegó a ser
objeto de compraventa.
El sacerdocio, instituido para el servicio del templo, corresponde según la Torá a la
tribu de Leví (Ex 28–29). Ciertamente todos los levitas están ligados al templo, pero el
sacerdocio se reserva a los aaronitas. Sus funciones principales son la ofrenda de los
sacrificios y la realización de ritos de purificación o expiación (cf. Lv 1–7), y bendecir e
instruir al pueblo (cf. Jr 18,18). Los levitas, por el contrario, tenían la responsabilidad de
las liturgias cotidianas de alabanza y acción de gracias, de la purificación ritual de
algunos objetos, y del cuidado de los atrios y almacenes del templo (cf. 1 Cr 9,26-32;
23,27-32).
El templo de Jerusalén es el lugar santo por excelencia, pues allí reside la gloria
(šekinah) de Dios. Era el centro de la vida religiosa de Israel y servía de vínculo de
unidad entre todos los habitantes. Recuérdese que todos los varones judíos estaban
obligados a subir a Jerusalén tres veces al año con ocasión de las fiestas principales:
Pascua, Pentecostés y Tabernáculos. El templo de Jerusalén era también un centro de
estudio y formación en la ley mosaica.

2.4. El sumo sacerdocio


En tiempos de Jesús la autoridad máxima del pueblo judío residía en el sumo sacerdote.
Teóricamente el cargo del sumo sacerdocio era de por vida; sin embargo, los
gobernadores romanos cambiaban a su gusto los sumos sacerdotes. De hecho, las
vestiduras solemnes del Sumo Sacerdote, necesarias para su investidura, eran
custodiadas por el poder romano, que las conservaba en la torre Antonia del templo de
Jerusalén. Por ese motivo, los sumos sacerdotes se fueron sucediendo a lo largo de esos
años en periodos de tiempo más o menos breves. No obstante, el cargo permaneció
vinculado a las cuatro familias sacerdotales más influyentes, entre las que se encontraba
la de Anás. Ante el poder romano el Sumo Sacerdote era el representante oficial del
pueblo judío. Seguramente los dos sumos sacerdotes más conocidos por los cristianos
son Anás y Caifás.
Para acceder a dicho cargo era necesario no tener defecto corporal. Por otra parte, debía
observa diariamente las normas de pureza legal. Si normalmente debía mantener la
pureza legal, las medidas se extremaban con ocasión de la fiesta del Yom Kippur o día
de la expiación. En ese día, al Sumo Sacerdote le cabía el gran honor de penetrar en el
Santo de los Santos para impetrar el perdón de los pecados propios y del pueblo para
asperjar el lugar con la sangre del sacrifico. Aunque el Sumo Sacerdote no estaba
obligado a presidir otras ceremonias relacionadas con las grandes fiestas judías o
durante los sacrificios cotidianos, podía hacerlo cuando lo desease. También a él
correspondía la presidencia del gran Sanhedrín de Jerusalén, que era el tribunal supremo
judío.

• Anás
Quirino, siendo gobernador de Siria, nombró a Anás, hijo de Set, Sumo Sacerdote del
templo de Jerusalén, en cuyo cargo estuvo desde el año 6 al 15, hasta que fue destituido
por el prefecto Valerio Grato31. No obstante, su poder e influencia sobre el templo y la
vida del pueblo judío continuaron por muchos años, ya que obtuvieron el honor del
Sumo sacerdocio cinco hijos suyos (Eleazar, Jonatán, Teófilo, Matías y Anano) y su
yerno Caifás, del que luego hablaremos. Por lo demás, el titulo de Sumo Sacerdote lo
mantenían durante toda la vida, aunque dejarán de ejercerlo en el templo; por eso, los
escritos del Nuevo Testamento al referirse a él y alguno de sus hijos los califica como
Sumos Sacerdotes.
Anás y su familia controlaba todo el comercio del templo, algo que fue fuente de
riqueza constante, llegando a adquirir una enorme fortuna. Tanto por ser de la nobleza
judía como por ser los principales representantes del pueblo judío, mantuvieron una
relación y colaboración intensa con el poder romano; sobre todo Caifás.
En los evangelios aparece por primera vez el nombre de Anás en relación con la
predicación de Juan Bautista (Lc 3,1-2). El evangelista Juan le atribuye un papel
significativo en la captura de Jesús y posterior indagación con el fin de condenarle a
muerte por parte del sanhedrín (Jn 18,13). También él estuvo detrás de la insistente y
dura persecución que se desató contra la comunidad cristiana primitiva (Hch 4,5-6).

31 Flavio Josefo, Ant. 18,2,1.


• Caifás
Caifás fue nombrado Sumo Sacerdote por Valerio Grato hacia el año 18, en cuyo cargo
estuvo hasta el año 36/37, cuando fue depuesto por Vitelio32. Coincidió, pues, con el
gobierno del prefecto Poncio Pilato (26-36). El periodo que duró en dicho cargo, que es
el segundo más largo de los sumos sacerdotes bajo el poder romano, nos permite
deducir que debió tratarse de un hábil y astuto político. Por algunas informaciones que
ofrece Flavio Josefo, sabemos que supo mantener un buen entendimiento con Poncio
Pilato. Junto a su suegro Anás, es el responsable directo de la muerte de Jesús y de la
persecución a la que fueron sometidos los cristianos en la tierra de Palestina.
En 1990, en una de los necrópolis de Talpiot, Jerusalén, se encontraron varias tumbas
familiares. Dos años después, se identificó uno osario con la inscripción aramea “Joseph
bar Kaiapha”, conteniendo los huesos de un varón de unos 60 años. Algunos estudiosos
lo consideran auténtico y, por tanto, lo identifican con el sumo sacerdote Caifás,
mientras que otros afirman que la inscripción ha sido realizada posteriormente sobre
este osario del siglo I.

2.5. La sinagoga
La sinagoga era un lugar en el que el pueblo se reunía para orar, hacer lecturas piadosas,
meditar y recibir enseñanza. El término griego significa “reunión”, y hace referencia
más bien a la asamblea, no tanto al edificio o lugar de reunión. Ocurre lo mismo que en
el caso del término “iglesia”. No se sabe exactamente cuándo comenzó a existir esta
institución; lo más probable es que surgiese en la época exílica, estableciéndose como
una institución durante el postexilio. En el Antiguo Testamento no se menciona la
sinagoga, pero está sin embargo muy presente en los escritos del Nuevo Testamento.
Restos arqueológicos testimonian su presencia tanto en la Tierra Santa como en la
diáspora.
A diferencia del templo de Jerusalén, las sinagogas estaban abiertas a todas las
personas, también los paganos. Y en ellas ejercían la autoridad no la clase sacerdotal,
como en el templo, sino cualquier judío. En ella se desarrollaba la lectura y el estudio de
la Ley mosaica, sobre todo los sábados y días de fiesta. Cuando despareció el templo de
Jerusalén, la sinagoga se convirtió en el lugar sagrado por excelencia del judaísmo.

32 Flavio Josefo, Ant. 18,2,2 y 18,4,3.


Para hacernos una idea sobre la función que tenía la sinagoga en la sociedad judía de la
época de Jesús, basta leer con atención la inscripción encontrada en Jerusalén referida a
una sinagoga del siglo I antes de la destrucción del templo. Dice así: “Teodoto, hijo de
Vetanio, sacerdote y archisinagogo, hijo de archisinagogo, nieto de archisinagogo,
edificó la sinagoga para la lectura de la ley y para la enseñanza de los preceptos, y el
hospicio y las habitaciones y las instalaciones hidráulicas para alojamiento de aquellos
que, al venir de fuera, lo necesitan; que (= sinagoga como comunidad) fundaron sus
padres y ancianos y Simónides”.
Teniendo en cuenta los restos arqueológicos, el edificio sinagogal está constituido por
una sala grande circundada de patios y estancias auxiliares. La sala principal, de forma
cuadrada o rectangular, normalmente estaba rodeada de bancos en todos los lados o en
algunos de ellos. El primer puesto entrando estaba reservado a algún personaje
venerable y con autoridad; se llamaba “cátedra de Moisés”. En el centro de la estancia
se situaría probablemente la bemá (era una peana de piedra o madera), desde donde se
leía la Sagrada Escritura. Dentro de la sala estaba también un nicho o armario donde se
guardaba la Torah; encima permanecía encendida una luz.
Las estancias que estaban alrededor, tenían diferentes funciones. Alguna sala servía
como lugar para comidas comunitarias; se denominaba andrón. Otras habitaciones y el
patio servían para la administración de justicia. En la sinagoga, además de los sesiones
judiciales, también podían ser realizadas las penas impuestas. Recuérdese la advertencia
de Jesús sobre los azotes en las sinagogas y el modo como se comporta Pablo en las
sinagogas (Mt 10,17; Hch 22,19). Ciertamente el gran Sanhedrín de Jerusalén y los
sanhedrines locales tenían la misión de ejercer la justicia, pero éstos la solían ejercer en
las sinagogas. En ellas había también archivos, bibliotecas, bancos y mercados. Algunas
salas estaban también a disposición de reuniones por grupos o fraternidades del pueblo.
La sinagoga también era un lugar de acogida para los peregrinos y de recogida de
limosnas (cf. Mt 6,2). En las cercanías de las sinagogas solía estar los baños para la
purificación, llamados miqwot (singular: miqweh).
Como institución religiosa garantizaba el desarrollo del culto comunitario el sábado y
las fiestas, y el estudio de los textos sagrados los sábados y durante la semana. El
sábado por la mañana, toda la comunidad, hombres y mujeres, se reunía en una sala
grande para la liturgia bíblica. Dicha liturgia estaba compuesta de tres momentos
fundamentales: la lectura de la Torah, la lectura de los profetas y el sermón. La lectura
de la Torah constituía el núcleo del culto judío, pues, junto al templo, era lo más
sagrado del judaísmo. También el rollo donde estaba escrita la Torah era considerado
sagrado; por ello, no se destruía, sino que se acumulaban en la Guenizá, una especie de
depósito cerrado. La lectura de los profetas era más breve. Cualquier varón podía
ofrecerse para hacer la lectura con alzar la mano. La explicación podía durar hasta el
final de la tarde. El sermón servía para instruir y edificar a los oyentes. La lectura del
texto sagrado se hacía en pie, pero el sermón se realizaba sentado. Todas estas partes
son fácilmente reconocibles en el relato evangélico de Lc 4,16-21. Durante la época de
Jesús, era necesario traducir al arameo los textos sagrados después de su lectura, pues
no todos entendían el hebreo.
Respecto a la oración comunitaria no existe ninguna fuente que hable de ella antes del
año 70 en la sinagoga. Por otra parte, como es bien sabido, no hay ninguna orientación
del edificio hacia Jerusalén. De hecho, por los restos arqueológicos que tenemos, es
fácil constatar que no existen dos edificios sinagogales idénticos.

3. El Sanhedrín: Composición y funciones


El gran Sanhedrín de Jerusalén era la Corte Suprema de la nación judía. Al parecer, en
las otras ciudades grandes existían el sanhedrín local, a quien correspondía la misión de
administrar justicia en las cuestiones cotidianas; estaba compuesto de 23 miembros.
Pero la responsabilidad última residía en el gran Sanhedrín, verdadero intérprete de la
Torah y centinela atento a defender el honor de Dios y regular la vida de la nación
conforme a la ley mosaica. Por ello, se reservaba para él las situaciones más graves,
como era el juicio de un falso profeta o del sumo sacerdote, la ampliación de la ciudad
de Jerusalén, etc. Por lo demás, sus miembros, de modo especial el Sumo Sacerdote,
eran los representantes oficiales del pueblo judío ante la autoridad romana. Se
componía de setenta y un miembros, incluido el presidente, conforme a los setenta
ancianos elegidos por Moisés para administrar justicia y ofrecer consejo al pueblo (Nm
11,16). En tiempos de Jesús estaba formado por la nobleza sacerdotal, la aristocracia
laica y los escribas. Así queda reflejado perfectamente en Mc 14,53: “Condujeron a
Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los
escribas y los ancianos”. La presidencia la ostentaba el Sumo Sacerdote.
Este gran consejo aparece mencionado por primera vez, aunque con el nombre de
gerousía (consejo de ancianos) en tiempo del rey Antioco III de Siria (223-187 a.C.)33.
Con el nombre de synedrion está atestiguado desde el reinado de Hircano II (63-40
a.C.). Herodes el Grande al comienzo de su reinado mandó ejecutar a una buena parte
de sus miembros —cuarenta y cinco, según Flavio Josefo34—, y los sustituyó por
hombres elegidos personalmente por él, bastantes más dóciles que los anteriores. Esa
decisión fue en venganza por haber sido acusado y juzgado por crueldad mientras
gobernaba Galilea35. Durante su reinado, el Sanhedrín estuvo bastante sometido a sus
decisiones y deseos personales.
En la época de los gobernadores romanos, el Sanhedrín ejerció sus funciones judiciales
y administrativas dentro del territorio de Judea. En esa época, exceptuando los últimos
procuradores, sus relaciones con el poder invasor fueron bastante fáciles. Los romanos
le concedieron una autonomía relativa, sobre todo en las cuestiones religiosas, conforme
a la usanza que tenían con los territorios conquistados, que evitaban encrespar con
medidas radicales o contrarias. No obstante, en esa época el ius gladii, es decir, la
condena a las tres penas mayores a los que eran considerados culpables de delitos
capitales, la muerte, el destierro y el trabajo forzado en las minas, correspondía
solamente al representante de Roma. El prefecto romano recibió del emperador amplios
poderes judiciales, entre ellos la potestad de condenar a la pena capital. Así lo afirma
explícitamente Flavio Josefo: “Fue enviado a Judea Coponio, un miembro de la clase
ecuestre, para que gobernase a los judíos con plena autoridad”36. Y en su obra La
Guerra Judía se expresa aún de modo más categórico: “El territorio de Arquelao fue
convertido en provincia y fue enviado como procurador Coponio, que pertenecía a la
clase ecuestre de los romanos, y recibió de César todos los poderes, hasta el condenar a
muerte”37. Por tanto, el Sanhedrín aunque podía administrar justicia, no podía condenar
a nadie a muerte. Para ello, tenía necesidad de que la sentencia fuera confirmada por el
prefecto romano.
El lugar de reunión del gran consejo era la Sala de las piedras talladas, que el Talmud
coloca en el lado occidental del templo. Téngase en cuenta que el templo estaba

33 Flavio Josefo, Ant. 12,3,3.


34 Flavio Josefo, Ant. 15,1,2.
35 Flavio Josefo, Ant. 11,9,4.
36 Flavio Josefo, Ant. 18,2
37 Flavio Josefo, Bell. 2,117
construido con piedras no talladas. Con ocasión del juicio de Jesús ante el Sanhedrín,
los evangelios colocan la sesión no en esta sala, sino en la cas de Caifás. El cambio fue
debido muy probablemente al deseo del Sanhedrín de obrar con mucha discreción en el
arresto y condena de Jesús (cf. Mt 26,3-5).

TEMA 2. JESÚS DE NAZARET, EL ORIGEN DE LA FE CRISTIANA

1. Investigación sobre el Jesús histórico


En los escritos del Nuevo Testamento nos encontramos con una noticia inaudita: se
afirma que un hombre “poderoso en obras y palabras”, Jesús de Nazaret, que murió
crucificado en tiempos del gobernador de Judea Poncio Pilato, es Dios. Durante siglos
la Iglesia se ha acercado a los evangelios y los escritos neotestamentarios a partir de la
experiencia que vivía en el presente, y ésta le permitía confiar que lo que allí se
afirmaba correspondía con lo que el mismo Jesús decía de sí mismo, y que los hechos
narrados coincidían substancialmente con lo sucedido (DV 19). Los evangelios no son
un libro de historia, sino el vehículo de una tradición objetiva que permite alcanzar a
Cristo en sus términos esenciales para que el acontecimiento en el que vivimos hoy esté
radicado en el acontecimiento en el que tiene su origen. Por eso la Iglesia ha vivido
siempre de la convicción de que la fe que ella confiesa en Cristo Jesús se basa en lo que
éste dijo e hizo en un rincón del Imperio Romano hace más de dos mil años. Esta
confianza en relación a los documentos cristianos se quebró en un momento dado de la
historia con la irrupción de la sospecha38. A partir de un determinado momento, algunos
estudiosos se ponen frente a los documentos del Nuevo Testamento sin que esta
experiencia previa de convivencia con el acontecimiento cristiano determine su
acercamiento39. Distinguimos cinco fases.

1.1. Primera búsqueda del Jesús histórico


Esta primera etapa de la investigación sobre el Jesús histórico intentó liberar a Jesús de
la concepción dogmática de la Iglesia. Es decir, estos estudiosos rechazaban el
testimonio de los evangelios y la predicación de la Iglesia al considerar que transmitían

38
Cf. J. Gnilka, Jesús de Nazaret. Mensaje e historia, (Herder, Barcelona 1993) 16.
39 Aconsejamos la lectura del artículo de J.J. Bartolomé, “La búsqueda del Jesús histórico. Una crónica:
Estudios Bíblicos 59 (2001) 179-242.
una concepción recreada, mitificada llegará a decir Strauss, para poder alcanzar al
verdadero Jesús de Nazaret.
Podemos considerar como el iniciador de esta tendencia a Hermann Samuel Reimarus
(1694-1768). Fue un defensor de la religión racional (deísmo) y escribió varios libros de
filosofía. Después de su muerte, G. E. Lessing publicó en los años 1774-1778 algunos
fragmentos de su obra La apología, que son conocidos bajo el título “Fragmentos de
Wolfenbüttel”. En ellos, Reimarus distingue entre la predicación de Jesús y la fe de los
apóstoles en Cristo; a su entender, existen diferencias entre aquello que los apóstoles
aportan en sus escritos y lo que Jesús expresó y enseñó realmente en su vida. O sea, hay
que distinguir entre lo que Jesús dijo y enseñó realmente y aquello que sobre él narraron
sus discípulos. Introduce, pues, una clara fisura entre el Jesús histórico y la predicación
apostólica. El Jesús histórico no habría predicado ni una nueva fe ni una radicalización
del judaísmo; tan sólo habría pretendido una seria profundización en la práctica de la
ley y un objetivo político, proclamarse mesías y liberar a Israel. Por tanto, el anuncio
salvador en Jesús que proclama la Iglesia es un engaño. Es más, llega a afirmar que los
discípulos robaron el cadáver de Jesús para poder proclamar su resurrección y su vuelta
inminente. En su opinión, la predicación apostólica no se hubiera sostenido de no
haberse afirmado la resurrección del Mesías Jesús; dato que curiosamente escapa a la
comprobación histórica, ahora como entonces.
David Friedrich Strauss (1808-1874) es famoso por su obra La vida de Jesús
críticamente examinada. Con ella, pretendió una tercera vía entre el radicalismo
racionalista, que reducía la historia de Jesús a una noble ética, y el tradicionalismo
sobrenaturalista de los conservadores, que seguía representando al Jesús histórico desde
posiciones del dogma cristiano. Para ello, proponía la interpretación mítica de los
evangelios. A su entender, son claros signos de mitificación en los evangelios todo lo
que encontramos en ellos contrario a las leyes naturales, o la existencia de
contradicciones en las tradiciones, e incluso la aplicación de relatos del Antiguo
Testamento a Jesús. Definía el mito como el revestimiento “histórico” de la idea
humana general. Por ello, el mito evangélico consistiría en aquellas narraciones que,
referidas a Jesús, no fueran tanto constatación de lo realmente sucedido, cuanto
expresión de la idea que de él se habían formado sus seguidores. Sus seguidores
hicieron de él un personaje ideal. Para realizar este cambio en la figura de Jesús, sus
seguidores se apoyaron en las esperanzas mesiánicas del pueblo judío y en la
personalidad y obra histórica de Jesús.
Esta tendencia de querer romper con el dogma eclesial de Cristo para liberarle de la
Iglesia y de este modo alcanzar el verdadero Jesús histórico continuó a lo largo de
aquellos años. Las versiones liberales de la vida de Jesús siguieron predominando
incluso hasta los inicios del siglo XX. Para realizar esta labor, se utilizó el análisis
crítico-literario de las fuentes más antiguas, estudiando los evangelios como obras
literarias; en este periodo se formula la teoría de las dos fuentes para explicar la relación
que existe entre los evangelios sinópticos. Durante este tiempo, se siguen utilizando los
evangelios como fuentes documentales históricas, pero los criterios que se utilizan para
el estudio histórico suelen ser poco objetivos. No es extraño que la imagen de Jesús que
surge de estos estudios racionalista-liberales reflejan más la concepción de la época y la
sensibilidad de los propios estudiosos que la realidad histórica a la que pretendían
llegar.

1.2. Colapso en la búsqueda histórica de la vida de Jesús


Este subjetivismo caótico de la investigación racionalista-liberal lo denunció Albert
Schweitzer en el año 1906 con la publicación de su obra Investigación sobre la vida de
Jesús. En ella no sólo puso en evidencia el intento fallido de la primera búsqueda sobre
el Jesús histórico, sino también denunció con claridad el prejuicio que estaba en la base
de esta corriente: “La investigación histórica sobre la vida de Jesús no ha partido del
puro interés histórico, sino que ha buscado el Jesús de la historia como aquel que podría
ayudarla en la lucha por liberarse del dogma”40.
Por su parte, en el años 1901, Wilhelm Wrede publicó su obra El secreto mesiánico en
los evangelios. Y a la vez una aportación para entender el evangelio de Marcos, donde
rechazó la visión del evangelio de Marcos como escrito naif. Como es fácil de constatar,
en este evangelio encontramos insistentes ordenes de silencio: el secreto mesiánico. En
su opinión, el velo del secreto del que se ha rodeado a Jesús no es más que un
subterfugio. La Iglesia primitiva se esforzó por llenar la distancia existente entre su fe
pascual y el Jesús histórico. Según Wrede, Jesús jamás tuvo conciencia de ser el Mesías.
Jamás, por tanto, habló de ello. Para explicar esta discordancia entre los recuerdos de la
vida real de Jesús y el culto del Señor resucitado, la Iglesia primitiva inventó el secreto

40
A. Schweitzer, Investigación sobre la vida de Jesús, (EDICEP, Valencia 1990) 53.
mesiánico. De su estudio concluía que las fuentes que se consideraban más antiguas y
objetivas, como eran el evangelio de Marcos y la llamada fuente Q, no eran testimonios
verídicos del Jesús histórico.
Algunos años después, en el año 1919, Karl Ludwig Schmidt publicó El marco de la
historia de Jesús, donde estudiaba las introducciones a los relatos o palabras de Jesús de
los evangelios sinópticos intentando mostrar el carácter fragmentario de los evangelios.
A su entender, los relatos evangélicos son pequeñas unidades independientes, fijadas y
transmitidas oralmente por la comunidad, pero las introducciones cronológico-
geográficas son redactadas por los evangelistas. Esta teoría literaria fue identificada con
el nombre de “Historia de las formas”. Podemos considera sus obras más
representativas la de Martin Dibelius, La historia de las formas (1919) y Rudolf
Bultmann, La historia de la tradición sinóptica (1921). En ellas, intentaron probar que
estas unidades fueron redactadas por las comunidades según las urgencias y necesidades
de aquella época y, secundariamente, recogiendo algún recuerdo histórico. Según ellos,
las comunidades cristianas primitivas el Jesús que afirmaban no era el de la historia,
sino el de la fe o predicación (kerygma). Este método concedía una importancia única a
la labor de la comunidad como creadora y recreadora de esas pequeñas unidades
literarias, y ponía especial atención en los ambientes comunitarios que las habían
creado. Así, se ponía al descubierto un nuevo mundo: el tradicional y “pre-textual”, que
expresaba el pensamiento de las primeras comunidades. Para la Historia de las formas,
el papel de los evangelistas se reducía a ser simples compiladores, recolectores y
transmisores, de tradiciones sobre Jesús. Su obra, los evangelios, no sería más que
expresión y fruto de la teología de la comunidad cristiana. Por tanto, los evangelios no
podrían considerarse fuentes legítimas para escribir vida alguna de Jesús de Nazaret. En
la tradición evangélica primó la fe postpascual sobre la memoria histórica. Del judío
Jesús se puede decir bien poco, pues todo lo que de él nos transmiten los evangelios
pertenece al kerigma primitivo

1.3. La nueva búsqueda del Jesús histórico


Parecía que el acceso al Jesús histórico quedaba cerrado definitivamente. Sin embargo,
E. Käsemann, en polémica con R. Bultmann, abrió de nuevo la cuestión en su célebre
conferencia “El problema del Jesús histórico”. Con ella quiso poner en guardia sobre el
peligro de reducir al Cristo de la fe a un simple mito o creación de la comunidad, sin
raíz alguna en la historia. De hecho, la existencia de los evangelios, donde se recogen
hechos y dichos de Jesús, es una prueba clara de que a la comunidad primitiva no sólo
le interesaba el Cristo de la fe. Aunque no contienen una historia crítica en sentido
moderno, los evangelios contienen la memoria histórica del Jesús terreno. La cuestión
era entonces elaborar una metodología que permitiera rastrear los datos históricos sobre
Jesús en los relatos evangélicos. Es el momento de la elaboración de los famosos
criterios de historicidad a través de los cuales se pretendía alcanzar el núcleo histórico
que había sido transmitido en el kerygma de la primitiva comunidad cristiana: Criterio
de discontinuidad con el ambiente judío y con la comunidad cristiana primitiva, criterio
de continuidad con el marco judío, criterio de atestación múltiple en las distintas fuentes
neotestamentarias y evangélicas, criterio del colorido palestinense, etc.
El criterio fundamental aplicado en esta etapa fue el de la discontinuidad entre Jesús y el
judaísmo contemporáneo. Sin embargo, hubo un error de base, pues el judaísmo del
siglo I que se reconstruyó fue fundamentalmente a partir de las fuentes rabínicas. Pronto
se demostró que estas fuentes no servían para reconstruir el judaísmo del tiempo en que
nació el cristianismo, pues todas ellas eran de tendencia farisea y de siglos posteriores a
Jesús y las comunidades primitivas. La literatura escrita a caballo entre los dos
testamentos testimoniaba claramente que el judaísmo del siglo I fue más complejo y
rico que lo que permitían descubrir las fuentes rabínicas.
Los estudiosos judíos, por su parte, pretendieron recuperar para la tradición judía a
Jesús, que fue presentado como un maestro rabínico, un profeta o un rebelde contra las
autoridades políticas.

1.4. La tercera búsqueda del Jesús histórico


El estudio de nuevos materiales que se descubrieron y fueron identificándose, junto a la
mayor confianza en el valor histórico de los evangelios, permitió a los investigadores
llegar al convencimiento de que era posible conocer el Jesús histórico. Así surgió la
tercera búsqueda (Third Quest) del Jesús histórico. Esta corriente investigadora no está
definida por una metodología específica. Un rasgo que la caracteriza es su crítica al uso
exagerado del criterio de discontinuidad que se hizo en la época anterior, aislando a
Jesús de la cultura y ambiente judío del que procedía. Su interés era entender la persona
de Jesús y el nacimiento del cristianismo. Algunas cuestiones relacionadas con Jesús
marcaron significativamente esta tercera búsqueda. Las podemos formular con las
palabras de uno de los exponentes más famosos de esta corriente, E.P. Sanders: “Por
qué (Jesús) atrajo la atención, por qué fue ajusticiado y por qué fue a continuación
deificado”41.
Los resultados de este nuevo intento de llegar al Jesús histórico son más bien pobres y
contradictorios. Basta hacer un breve elenco de las imágenes de Jesús a la que llegan
estos estudiosos: mago (M. Smith), carismático (Vermes, Borg), exorcista (G.H.
Tuelftree), profeta social (Horsley, Kaylor), sabio o maestro (Crossan, Mack), profeta
escatológico (Sanders, Meier), rabí (Flusser, Chilton), fariseo iluminado (Falk). Por lo
demás, esta corriente ha sido incapacidad de dar razón de la condena a muerte de Jesús
emitida por el gran tribunal judío. ¿Por qué condenar a muerte a un carismático, a un
exorcista o a un maestro? ¿Cómo se explica que el judaísmo del siglo primero, tan
tolerante con todo tipo de grupos y movimientos, se haya mostrado tan severo con
Jesús? De igual modo, no ha logrado explicar el origen de la fe cristiana en Jesucristo.
Cuanto más se reduce la figura histórica de Jesús más difícil resulta explicar por qué
unos judíos le han confesado como Dios.
La investigación histórica sobre el Jesús histórico, en gran medida, ha querido alcanzar
un Jesús que no tenga que ver con lo que la fe cristiana confiesa de él. De ahí, la
reducción del Jesús real/histórico a un rabino, un judío piadoso o un profeta. En
realidad, esta visión es debida más a un prejuicio que a un estudio científico de los datos
que tenemos. Como veremos, la interpretación de fe realizada por la comunidad
primitiva tiene su origen en el acontecimiento original, es decir, en la conciencia misma
de Jesús, en lo que decía de sí mismo a través de sus palabras y obras.

2. Jesús predicador y maestro


Muchos relatos evangélicos transmiten la enseñanza de Jesús, tanto al pueblo en general
como a sus discípulos. Sin duda, un rasgo característico de la personalidad de Jesús era
su capacidad de enseñar. Según Eugenio Zolli, el apelativo “el Nazareno” describiría no
su procedencia de Nazaret, sino su función de predicador42. Seguramente el discurso
más emblemático de Jesús y el más conocido sea el llamado “Sermón de la montaña”,
que el evangelio según Mateo sitúa al comienzo del ministerio público de Jesús (Mt 5,1-

41
E.P. Sanders, Gesù e il giudaismo (Marietti, Genova 1992) 15.
42 E. Zolli, Il Nazareno. Studi di esegesi neotestamentaria alla luce dell’aramaico e del pensiero
rabbinico (San Paolo, Cinisello Balsamo, Milano) 2009, 71.
7,29). El contenido principal del discurso es la Torah, es decir, la enseñanza que Dios
dio a Israel por medio de Moisés en el monte Sinaí. Con ella, Dios manifestó su
voluntad, aquello que todos los miembros del pueblo elegido deben cumplir. De hecho,
la Torah escrita (= Pentateuco) y oral (= la tradición rabínica recogida en la Mishná y
los Talmudin) estructura toda la vida de los judíos, hasta los más mínimos detalles.
Después de la destrucción de Jerusalén, los rabinos fariseos especificaron esta voluntad
de Dios en 613 normas, con las que intentaron reglamentar todos los aspectos de la vida
cotidiana.
Las cinco antítesis introducidas mediante la fórmula “oíste que se dijo... pero yo os
digo...” (Mt 5,21-48) se han interpretado frecuentemente como una ruptura que
establece Jesús respecto a la Torah. En opinión de J. Neusner, la fórmula sirve para
reclamar una mayor exigencia, un cumplimiento más drástico de la norma establecida:
“Jesús expone una serie de enseñanzas que, en conjunto, exigen respecto a la Torah un
compromiso más profundo del que la gente había comprendido. No basta no matar: no
debo ni siquiera aceptar aquel estado de ira que lleva, en último análisis, al homicidio.
No basta no cometer adulterio: no debo ni siquiera encaminarme por la vida que
conduce hasta el adulterio. No basta no jurar en falso por el nombre de Dios: no debo
jurar en ningún caso”43. No obstante, atendiendo a los relatos evangélicos, es forzoso
reconocer que en algunas ocasiones Jesús declara inválidos algunos comportamientos
que los judíos consideraban derivados de la Torah; por ejemplo, descarta la posibilidad
del repudio en el matrimonio, afirmando su indisolubilidad originaria (cf. Mc 10,2-11),
y declara puros todos los alimentos, poniendo fin a las leyes rituales del Levítico (cf.
Mc 7,19).
En realidad, la verdadera diferencia de este discurso respecto a la Torah no reside tanto
en lo que dice, cuanto en quién y cómo lo dice. Estas palabras de J. Neusner ponen de
relieve esta diferencia: “No me desconcierta el mensaje, sobre el que podría plantear
algunas objeciones, sino el mensajero. La razón está en la forma chocante de estas
enseñanzas. Mientras está sentado en la montaña, la frase de Jesús “oísteis que se dijo...
pero yo os digo” se pone en claro contrate con la frase de Moisés en el monte Sinaí. Los
sabios dicen las cosas apoyándose sobre su autoridad, pero sin pretender mejorar la
Torah. Moisés, el profeta, no habla en nombre propio, sino en nombre de Dios,

43
J. Neusner, Disputa immaginaria tra un rabbino e Gesù. Quale maestro seguire? (Piemme, Casale
Monferrato 1996) 40s.
declarando lo que Dios le ordenó decir. Jesús no habla como sabio ni como profeta... El
mismo Mateo subraya el contraste afirmando que "les instruía como quien tiene
autoridad, y no como sus escribas" (7,29). Sólo Moisés tiene autoridad. Los escribas
enseñan el mensaje y el significado de la Torah escrita por Moisés por mandato divino.
Henos aquí ante el problema: cómo dar un sentido a un maestro que se separa o se pone
por encima de la Torah. Comprendemos ahora, por el relato detallado de Mateo sobre
sus enseñanzas, que al final lo que cuenta no es tanto sus enseñanzas, sino la persona de
Jesús... Sus discípulos creen no tanto que aquel maestro conoce a fondo la Torah,
cuanto que enseña muchas cosas apoyado en su autoridad, como si revelase lo que Dios
quiere. Evidentemente hay algo diferente en esta enseñanza”44.
Este algo diferente, esta novedad que introduce Jesús reside en que él se pone en lugar
de la Torah, y por ello exige a sus seguidores que hagan por él lo que la Torah pide se
haga por Dios. No sólo se pone como verdadero intérprete de la Torah, sino que él es la
verdadera Torah. En la literatura rabínica (Mishná y Talmudin) se recogen
principalmente palabras y comentarios de los sabios o rabinos sobre la Torah; si se
conservan dichos y hechos sobre ellos mismos están siempre al servicio de la Torah.
Ningún rabino se pone al nivel de la Torah; ella es lo único que importa. En los
evangelios, sin embargo, lo que importa es Jesús. De nuevo el rabino Neusner expresa
agudamente esta llamativa diferencia de estos escritos cristianos respecto a las obras
rabínicas: “Observamos una vez más lo propio del centro de la predicación de Jesús:
gira en torno a él, no en torno a su mensaje. Comprendemos perfectamente que cada
uno puede dominar la Torah y gozar del mismo status que los otros estudiosos, mientras
que Jesús es el modelo único. "Toma tu cruz y sígueme" no equivale a decir "Estudia la
Torah que yo enseño y que he aprendido de mi maestro". "Sígueme" y "Sigue a la
Torah" parecen semejantes, pero no lo son... Comprendo, de hecho, que sólo Dios
puede exigirme lo que me está pidiendo Jesús”45.

3. La conciencia divina de Jesús


Ciertamente en los relatos evangélicos aparece Jesús con rasgos divinos, con una clara
pretensión de ser igual a Dios. La gran cuestión es dilucidar si este modo de presentar a
Jesús es fruto de la mitificación de la comunidad primitiva o expresión histórica de la

44 J. Neusner, Disputa immaginaria tra un rabbino e Gesù, 48s y 52.


45 J. Neusner, Disputa immaginaria tra un rabbino e Gesù, 68 y 70.
conciencia de Jesús. En la carta que escribió el Papa Francisco a Scalfari y que fue
publicada en el periódico La Repubblica el 11 de septiembre de 2013, la indica como la
cuestión esencial en el diálogo con este periodista: “Por tanto, es necesario confrontarse
con Jesús, con lo concreto y desabrido de su vida –diría yo–, tal como la cuenta, sobre
todo, el más antiguo de los Evangelios, el de Marcos. En ella se ve cómo el "escándalo"
que provocan las palabras y los hechos de Jesús a su alrededor se debe a su
extraordinaria "autoridad": una palabra, ésta, utilizada ya por el Evangelio de Marcos,
pero que no es fácil de traducir. La palabra griega es exousía, que literalmente quiere
decir lo que "proviene del ser" que cada uno es. No se trata de algo exterior o forzado,
sino más bien de algo que sale de dentro y que se impone por sí mismo. Jesús, en
efecto, llama la atención, sorprende, aporta novedad –él mismo lo dice– desde su
relación con Dios, al que llama familiarmente Abbá, que es quien le da esta "autoridad"
para que la use en favor de los hombres. Así, Jesús predica "como quien tiene
autoridad", cura, llama a los discípulos al seguimiento, perdona… cosas, todas ellas,
que en el Antiguo Testamento son propias de Dios y sólo de Dios”. En efecto, Jesús se
atribuye poderes divinos o se pone por encima de lo más sagrado del judaísmo. No sólo
se hace el verdadero intérprete de la Ley mosaica, sino que se pone en su lugar; se
atribuye la dignidad de Dios al colocarse por encima del sábado y del templo de
Jerusalén; concede el perdón de los pecados, algo que sólo es atribución de Dios. Pero
estudiamos uno de los relatos evangélicos y veamos cómo manifestaba Jesús la
conciencia que tenía de sí mismo.
En la actualidad, la característica más significativa de la religión judía es el descanso
sabático, norma divina recogida en la Torah (cf. Ex 20,11; Dt 5,12-15). En realidad,
toda la vida de la comunidad hebrea gira en torno a este día. También en la época de
Jesús, junto al culto tributado a Dios en el templo de Jerusalén, la veneración del sábado
era un distintivo del judío piadoso. Según los relatos evangélicos, Jesús realizó milagros
en sábado46, lo que provocó la condena de los judíos ortodoxos, que veían en ello una
violación de la santidad de ese día. Ante el reproche de sus contemporáneos
escandalizados, Jesús intentó justificarse afirmando que con su acción buscaba hacer el
bien a los necesitados, ya que “el sábado está hecho para el hombre y no el hombre para
el sábado” (Mc 2,27); y sobre todo, se afirmó como señor del sábado: “el Hijo del
hombre es señor también del sábado” (Mc 2,28). Para entender qué tipo de pretensión se

46 Mc 1,21-28; 2,23-28, 3,1-6; etc.


encierra en esta argumentación de Jesús vamos a estudiar el relato de las espigas
arrancadas en sábado (Mc 2,23-28). Este relato, según una traducción más bien literal,
dice así:
“Y sucedió que él paseaba en sábado por los sembrados y sus discípulos
comenzaron a hacer un camino arrancando las espigas. Y los fariseos le decían:
Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito? Y les dice: ¿Nunca leísteis qué
hizo David cuando tuvo necesidad y tuvo hambre él y los que (estaban) con él?
¿Cómo entró en la casa de Dios en (tiempo de) Abiatar, sumo sacerdote, y comió
los panes de la proposición, los que no es lícito comer excepto a los sacerdotes, y
dio también a los que con él estaban? Y les decía: El sábado fue hecho para el
hombre y no el hombre para el sábado. De modo que el Hijo del hombre es señor
también del sábado”.

El texto del evangelista Marcos suele leerse con frecuencia a la luz de lo que dice el
texto de Mateo (12,1-8), donde se habla explícitamente del hambre de los discípulos:
“…los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas”
(v.1). Por ello, la circunstancia histórica que se propone para este suceso es la siguiente:
Jesús y los apóstoles se hallaban en pleno campo, en medio de unos sembrados;
sintieron hambre, y para saciarla se acogieron a la autorización de la Ley: “Si entras en
el sembrado de tu vecino, podrás coger espigas con la mano, pero no echar en ellas la
hoz” (Dt 23,26). Pero el relato de Marcos nada dice del hambre de los discípulos ni
tampoco especifica que su acción de arrancar espigas tenía la finalidad de saciarla. Un
silencio que llama poderosamente la atención si se tiene en cuenta la defensa que hizo
Jesús de sus discípulos al apelar a David cuando comió de los panes reservados para los
sacerdotes. En el evangelio de Mateo resulta más lógico que Jesús argumente evocando
este episodio del Antiguo Testamento. Pero no es la única dificultad que encierra este
relato. De igual modo resulta oscura la presentación que Marcos hace de la escena. Si en
sábado solamente se podía caminar una distancia de 800 metros ¿de dónde vienen los
fariseos? ¿Cómo critican a los discípulos por arrancar espigas cuando ellos, según
parece, han quebrantado la observancia del reposo sabático? Es más, ¿por qué acusan a
los discípulos de arrancar espigas y nada dicen del delito mayor de caminar en sábado?
Por lo demás, los fariseos no dirigen ninguna acusación a Jesús, ¿por qué no le incluyen
en el grupo de los que no respetan el sábado? Intentemos aclarar estas extrañezas.
El comienzo del relato de Marcos dice: “Y un sábado Jesús comenzó a caminar a través
de los sembrados”. De esta introducción es fácil deducir la localización del incidente.
Los campos de cereales lindaban probablemente con las casas y era normal una
caminata por los alrededores de los campos sembrados, ya que durante el sábado,
justamente por no poder trabajar, los judíos suelen dar cortos paseos, en una distancia
no muy grande (cf. Hch 1,12). Así se explica también la presencia de los fariseos. Por
tanto, ni los discípulos ni los fariseos han caminado más de lo que permite la ley judía
en sábado. Pero entonces, ¿cuál es el delito que cometen los discípulos en el relato
marcano?
El griego de Marcos, traducido literalmente, dice: “Y sus discípulos comenzaron a hacer
un camino arrancando las espigas”. Los discípulos arrancan las espigas para dejar libre
un camino por el sembrado; no arrancan las espigas para comerlas, sino para abrir un
paso en el sembrado. Con su gesto de arrancar las espigas los discípulos evitan que la
mies sea pisoteada. Esta atención suya al sembrado es muy explicable en hombres de
campo, que son conscientes del tiempo y fatiga que supone para el labrador la siembra y
la atención que pone a su mies. Justamente por ser una acción que realizan los
discípulos, se explica que la acusación de los fariseos vaya dirigida solamente a ellos y
no a Jesús. Y reprueban lo que hacen los discípulos porque se trata de un tipo de trabajo
prohibido en sábado, según especifica la Mishná: “Segar, vendimiar, coger aceitunas,
cortar, arrancar, coger higos; todo esto pertenece al segar”. Según el relato marcano,
pues, los discípulos realizan una auténtica faena de siega: arrancan la mies en la parte
del sembrado cuyo paso quieren dejar libre. Que aquí no se habla de arrancar espigas
para comerlas, motivo que afirma Mateo, se deduce con facilidad también del verbo
usado por el evangelista, pues para comer los granos no se arranca el tallo entero, sino
que se troncha la parte de arriba; una acción, por otra parte, permitida por la Ley47.
Ahora bien, si el delito de los discípulos es una acción de siega, no se entiende bien la
defensa que realiza Jesús de sus discípulos al apelar a la iniciativa de David, pues no
hay un paralelismo perfecto entre la acción de David en Nob y la de los discípulos. A
nuestro juicio, para que el paralelismo aparezca con claridad, es fundamental caer en la
cuenta de quién es el que se compara con David.

47 Es útil citar aquí cómo describe G. Dalman, Arbeit und Sitte in Palästina, III, Gütersloh 1933, 34, la
recolección en Palestina antes del 1930: “La forma más sencilla de recoger la cosecha consiste en
arrancarla con la mano. Para ello, el trabajador suele ponerse en cuclillas o apoyar las rodillas en el suelo;
de este modo puede coger por debajo las matas de poca altura y arrancarlas con una o dos manos. Así se
recogen todas las leguminosas de invierno: las habas, antes que se sequen del todo; las lentejas, apenas
toman un color amarillo; los altramuces, con el rocío; también las leguminosas de veranos, los garbanzos
y el sésamo, son arrancadas con el rocío de la mañana... Incluso la cebada, cuando los tallos han
alcanzado poca altura, es arrancada con la mano; el trigo sólo cuando está claro”.
Comencemos por señalar que Marcos no cita literalmente este episodio según está
narrado en 1Sm 21,1-7, sino que ofrece una síntesis. Leyendo con atención esta síntesis
y el relato del Antiguo Testamento se observa una notable diferencia: en Marcos, David
aparece como sujeto de todos los verbos; en el libro de Samuel se dice de David que
pidió los panes al sacerdote de Nob, y la escena final se narra así: “El sacerdote le
entregó el pan consagrado, pues no había otro pan que el de la proposición, que se retira
de la presencia del Señor para poner pan reciente ese día” (v.7). No se dice que David
cogió y comió los panes santos, sino que el sacerdote le prestó un servicio a David
haciendo algo contrario a la Ley. Teniendo esto en cuenta, resulta clara la respuesta de
Jesús: los discípulos, al abrir un camino en un sembrado para que pase Jesús, le prestan
un servicio “ilegal” por realizar un trabajo prohibido en sábado; igual que el sacerdote
de Nob hizo con David. Así pues, existe un paralelismo doble: de una parte, entre Jesús
y David, rey tipo del Mesías; de otra, entre la acción de los discípulos y la acción del
sacerdote de Nob. Si éste quebrantó legalmente la Ley por tratarse de un servicio
prestado al rey David, modelo del ungido de Dios, y su su acción no fue pecaminosa, de
igual modo el servicio que prestan a Jesús sus discípulos es legal, pues éste está por
encima del día santo, es señor del sábado. Con su frase final Jesús se proclama por
encima del sábado, se dice mayor que el sábado. La pretensión que encierran estas
palabras suyas ha sido captada perfectamente por J. Neusner: “No está en discusión la
observancia o violación del mandamiento del sábado, sino por el contrario, como en
otros lugares, la persona de Jesús, o según el lenguaje cristiano, de Jesucristo... El Hijo
del hombre es el señor del sábado porque el Hijo del hombre es ahora el sábado de
Israel... Por eso pregunto al discípulo si es verdad que su Maestro, el Hijo del hombre,
es el señor del sábado. Y añadiría, volviendo a plantear de nuevo la pregunta. "¿Tu
maestro es Dios?" Este es el meollo de la cuestión”48.

4. Conclusión
La afirmación de la divinidad de Jesús solamente puede ser atribuida a la concepción
reliogioso-cultural del judaísmo o del paganismo. La primera posibilidad resulta
imposible: es inimaginable que unos judíos, con su fe monoteísta, hayan podido crear la
idea de que un hombre sea Dios. Pero tampoco es posible que provenga del paganismo.
Teniendo en cuenta que los miembros de la primera comunidad cristiana eran judíos de

48 J. Neusner, Disputa immaginaria tra un rabbino e Gesù, 91-94.


Palestina, es difícil imaginar que éstos hubieran aceptado un sincretismo con la
religiosidad pagana. Basta recordar el horror y la rebelión violenta que produjo siempre
entre los judíos cualquier intento de introducir un culto divino a los dioses o al
emperador. Incluso Filón de Alejandría, un judío que conocía y usaba la cultura
helenística, ante el intento de establecer estatuas de Calígula en las sinagogas de su
ciudad, reaccionó de modo taxativo: “Era el negocio más abominable” 49 . Si la
divinización de Jesús se hubiera introducido en el cristianismo por la influencia de las
concepciones de los dioses y héroes divinizados del paganismo, la comunidad de
Jerusalén se habría opuesto frontalmente. Por tanto, la confesión cristiana en la
divinidad de Jesús no puede explicarse por influjo de la mentalidad religiosa-cultural
del paganismo, y mucho menos del judaísmo. El único origen posible es Jesús y la
certeza que se generó en sus discípulos a través de la convivencia con él y sobre todo
por el hecho inaudito de su resurrección después de morir en la cruz.
No es verdad, por tanto, que la divinidad de Jesús sea obra de una reflexión de la
comunidad cristiana posterior. Esta separación radical entre el Jesús histórico y la
reflexión de la comunidad es una pura creación de ciertos estudiosos. Como afirma M.
Hengel, “este abismo sin puente entre el Jesús terreno y la cristología (afirmada por la
comunidad) sólo se impone a los que desean y quieren aceptar el dogma moderno de un
Jesús completamente no mesiánico, esto es, sin pretensiones mesiánicas”50. Con razón
afirma P. Stuhlmacher: “A Jesús no le fueron atribuidas simplemente por los apóstoles,
después de la Pascua, propiedades y comportamientos que él no poseía (ni pretendía
poseer) sobre la tierra, sino que en la profesión de fe pospascual de la comunidad
cristiana se confirma y se reconoce lo que él quería ser históricamente y que fue y
continúa siendo para la fe: el Hijo de Dios y Mesías. La historia operada por Dios en y
con Jesús, el Cristo de Dios, es anterior a la fe cristiana. Ella guía y determina la fe y no
es, al contrario, creada por ella”51. El verdadero origen de la fe en la divinidad de Jesús
se halla en la pretensión que él mismo manifestó con hechos y palabras. Es cierto que
Jesús nunca dijo de sí mismo que era Dios, pero realizó acciones y pronunció palabras
que le colocaban en la esfera de la divinidad.

49
Citado en J. Danielou, Ensayo sobre Filón de Alejandría, Madrid 1962, 33. Desarrollaremos este tema
cuando estudiemos la hipótesis que identifica a Pablo como el verdadero fundador del cristianismo.
50
M. Hengel, Christology and New Testament Chronology, 33.
51
P. Stuhlmacher, Gesù di Nazaret - Cristo della fede (SB 98, Paideia, Brescia 1992) 19.
Si los apóstoles y primeros seguidores de Jesús empezaron a decir ante sus vecinos y
luego a gente desconocida que aquel que crucificó Poncio Pilato era Dios, tuvo que
suceder ante sus ojos algo extraordinario, un imprevisto. Su adhesión a Jesús de
Nazaret, el culto que le tributaron como Dios no surge sólo del afecto y admiración que
experimentaron durante el tiempo que le acompañaron. Aquella relación pasó la gran
prueba del escándalo ante la condena como blasfemo de parte del tribunal judío y de su
muerte en cruz como un maldito de Dios. Si han adherido a Jesús y le entregaron su
vida hasta la muerte tuvo que suceder algo después de ella, algo imprevisto se les
impuso como una evidencia que disipó la duda o la confusión en que cayeron después
de su crucifixión. Según ellos, pudieron superar el escándalo de la cruz porque lo vieron
vivo después de muerto, gloriosamente resucitado. Sin aquel acontecimiento, ocurrido
realmente al hombre muerto que habían enterrado, sería también para ellos una locura o
necedad creer que el crucificado era Dios hecho hombre. Por lo demás, a este
reconocimiento y confesión pública de su divinidad no llegaron los discípulos de Jesús
después de una larga reflexión teológica, realizada muchos años después de su muerte,
sino pocos años después, como testimonian claramente los evangelios (algunos de ellos
escritos en las décadas de los 40-50) y las cartas de Pablo.

SÍNTESIS UD I
Aunque la tierra de Palestina empezó a formar parte del imperio romano desde el año 63
a.C., la provincia de Judea no fue gobernada directamente por un prefecto hasta la
destitución de Arquelao (año 6 d.C.). El primero fue Coponio (6-9 d.C.), y el quinto,
Poncio Pilato (26-36). La Galilea fue gobernada por Herodes Antipas desde el 4 a.C.
hasta el 39 d.C.
El judaísmo de la época de Jesús no era homogéneo. Estaba formado por diferentes
grupos. Los más conocidos, la mayoría presente en los evangelios, son: saduceos,
fariseos, esenios y celotas.
Las fiestas judías de peregrinación son tres: Pascua (Pesaj), Pentecostés (Shevuot) y
Tabernáculos (Sukkot).
La investigación histórica sobre el Jesús histórico, en gran medida, se ha realizado en
oposición a la fe de la Iglesia. De ahí, la reducción del Jesús “real/histórico” a un
rabino, un judío piadoso o un profeta. En realidad, la interpretación de fe tiene su origen
en la conciencia misma de Jesús, en lo que decía de sí mismo a través de sus palabras y
obras, y en la confirmación sorprendente de la resurrección al tercer día de su muerte.

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