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1. Contexto político-social
1.1. Época griega (333-63 a.C.)
Alejandro Magno (356-323 a.C.) derrotó a los persas en el río Gránico y se apoderó de
Asia Menor. La victoria sobre el ejercito persa en la batalla de Issos (año 333) le
permitió entrar en Siria, pasar por Jerusalén y llegar a Egipto, donde fundó Alejandría
(año 331). El gobierno de Alejandro en el territorio de Palestina no tuvo consecuencias
negativas para el pueblo de Israel; no así para los samaritanos, que a pesar de su apoyo
inicial, la ciudad de Samaría fue destruida y posteriormente reconstruida al estilo
griego. Después de la muerte de Alejandro, Palestina estuvo bajo el poder de dos los
diadocos: Tolomeo y Seleuco. Los judíos estuvieron bajo la égida tolomea desde el 300
al 200. En esta época se tradujeron los libros hebreos que contienen la Torah (=
Pentateuco) al griego; según la tradición en la ciudad de Alejandría. En la tierra de
Israel las cosas siguieron sin grandes cambio; la comunidad judía estaba gobernada por
los ancianos y sacerdotes. No obstante, la cultura griega penetró todo el territorio,
dejándose sentir más fuertemente en la llanura filistea, Transjordania, Samaría y Bet
Shean. El influjo llegó también hasta Jerusalén, como se testimonia en los libros de los
Macabeos (cf. 1Mac 1,13-15; 2Mac 4,10-15), lo que supuso una verdadera amenaza
para las costumbres judías.
En el 200 Palestina pasó bajo la égida del seléucida Antíoco III. Con Antíoco IV
Epífanes (175-164 a.C.), se estableció en Palestina una política fuerte de helenización.
El mismo Antíoco IV, a la vuelta de una campaña contra Egipto (año 169), saqueó el
templo de Jerusalén y dio medidas represivas contra los judíos. Poco tiempo después se
desató una persecución promovida desde el Estado contra las costumbres judaicas y
aquellos que las observaban: la circuncisión y sacrificios quedaron abolidos bajo pena
de muerte; se quemaban de libros de la Ley que se encontraban; se construyó un altar
pagano en el templo. Ante esta situación terrible e injusta, explotó la rebelión macabea
(año 167). El gran jefe de la revuelta fue Judas (166-160), que consiguió grandes
victorias, purificó el templo de Jerusalén, destruyó el ara sacrílega y reconstruyó el altar
en el año 164 (fiesta de Hanukkah). Después de su muerte, le sucedió su hermano
Jonatán (160-143); y a su muerte, Simón Macabeo (143-134) que consiguió una mayor
independencia para los judíos. En ese periodo, apareció también la literatura
Apocalíptica. Simón tuvo las funciones de sumo sacerdote, gobernador y comandante
militar. Fue asesinado por su yerno y le sucedió Juan Hircano, dando comienzo al
gobierno asmoneo.
Juan Hircano gobernó como jefe político y religioso del 134-104 a.C. Fue un tiempo a
veces con momentos de mayor libertad y otros de sometimiento; pero siempre el pueblo
de Israel fue adquiriendo una cierta independencia. En este tiempo aparecen con fuerza
dos grupos: fariseos y saduceos. Le sucedió su hijo Aristóbulo (104-103), que encarceló
a toda su familia para que nadie le disputase el gobierno, y realizó la judaización del
norte de Palestina. Tras su muerte, su mujer Salomé Alejandra, liberó a la familia de la
prisión y se casó con uno de los hermanos de Aristóbulo, Alejandro Janeo, que se
constituyó rey y sumo sacerdote. Fue un hombre intrigante, guerrero y vengativo. No
obstante, consiguió extender las fronteras del reino judío. Después de su muerte
gobernó su viuda, Salomé Alejandra (76-69) y su hijo Hircano II fue sumo sacerdote.
Durante su mandato los fariseos alcanzaron una gran influencia en el pueblo. Después
de su muerte se disputaron el reino sus dos hijos: Hircano II y Aristóbulo II, que fue el
que ganó en la contienda (69-63), constituyéndose rey y sumo sacerdote.
En este período, surge una figura que tendrá consecuencias significativas en la historia.
Nos referimos a Antípatro, el padre de Herodes el Grande. No aceptando el pacto al que
habían llegado los dos hermanos, consiguió convencer a Hircano a que se refugiara
junto a Aretas, rey de los nabateos. Con la ayuda de éste, invadió Judea con la
pretensión de volver a recuperar el poder para Hircano. Sin embargo, no lograron
reponer a Hircano por la intervención romana. Pompeyo conquistó Palestina, encarceló
a Aristóbulo por resistírsele en el templo de Jerusalén y colocó de nuevo en el sumo
sacerdocio a Hircano. Palestina se convirtió así en provincia romana.
1 Emperadores sucesores de Augusto: Tiberio (14-37), Calígula (37-41), Claudio (41-54) y Nerón (54-
68). Tras el breve reinado de Galba, Otón y Vitelio (68-69) accede al poder Vespasiano (69-79); le
suceden sus hijos Tito (79-81) y Domiciano (81-96). En este período surge el cristianismo y tiene lugar su
primera expansión.
nombrado tetrarca de Galilea y de Perea; y Filipo heredó la parte este y norte del mar de
Galilea (cf. Lc 3,1). Arquelao se ganó pronto la enemistad de sus súbditos; fue depuesto
el año 6 d.C. Desde entonces Judea se transformó en provincia imperial, bajo un
prefecto romano. El primero fue Coponio (6-9 d.C.), y le siguieron Marco Ambíbulo (9-
12), Annio Rufo (12-15), Valerio Grato (15-26) y Poncio Pilato (26-36). Durante este
período, y aparte de la revuelta de Judas el Galileo (ca. 8 d.C.), en Judea “las cosas
2
estaban en calma”, según se puede leer en el testimonio de Tácito, historiador romano .
Filipo gobernó desde el 4 a.C. hasta el 34 d.C., año de su muerte. Herodes Antipas
gobernnó Galilea desde el 4 a.C. hasta el 39 d.C., año en que fue desterrado a las Galias
por el emperador Calígula. Durante el gobierno de este emperador fue nombrado
gobernador de Batanea y Traconítide Agripa I, nieto de Herodes el Grande (sus padre
fueron Aristóbulo IV y Berenice). Posteriormente, el emperador Claudio le nombró rey
de toda Palestina el año 41. Su reinado fue breve (41-44; cf. Hch 12,1-2), pues murió de
repente. Tras su muerte, el territorio volvió a ser gobernado directamente por Roma por
medio de los procuradores romanos, en general de poca talla humana y política, que con
sus injusticias provocaron descontento y serios desórdenes. Esta situación desembocó
en la revuelta judía contra Roma, que las legiones romanas terminaron sofocando de
forma trágica. Los últimos procuradores antes de la guerra fueron Albino (62-64),
hombre corrupto y deseoso de enriquecerse; Gesio Floro (64-66), mucho más corrupto,
3
expolió pueblo y ciudades, llegando a robar diecisiete talentos al tesoro del templo.
La sublevación comenzada en Jerusalén se extendió rápidamente por todo el territorio.
Nerón encargó la campaña militar contra los judíos a Vespasiano. Comenzó su campaña
por el norte, venciendo con facilidad a los insurrectos en Galilea (68). Cuando decidió
atacar Jerusalén, murió Nerón y los acontecimientos en Roma se complicaron bastante,
por lo cual la guerra entró en un impasse. Al ser proclamado emperador en el 69, le
sucedió en la guerra contra los judíos su hijo Tito, de 29 años. Éste conquistó Jerusalén
el año 70; el templo fue destruido y su ajuar saqueado. Gran parte de la ciudad fue
reducida a escombros. Quedaron intactas las torres del palacio de Herodes (Fasael,
Híppico y Mariamme). La última resistencia en caer fue Masada (año 74). El emperador
Vespasiano impuso a los judíos un tributo especial de dos dracmas anuales para
sustentar el templo romano de Júpiter Capitolino. En esta época compuso sus obras el
• Fariseos
La presencia de los fariseos en los evangelios es, sencillamente, fundamental. Son los
adversarios de Jesús por antonomasia, si bien en algunos pasajes (particularmente en
Lucas) aparecen con una actitud positiva ante él14. Jesús les reprochará su interpretación
de la Escritura, que en muchos casos los aleja del núcleo de la ley de Dios (cf. Mt
23,23).
El nombre “fariseo” deriva del término arameo feras, y significa “separado, segregado”.
El motivo de por qué eran llamados o se llamaban de este modo, lo explica Mariano
Herranz del modo siguiente: “Por las peculiares normas de vida de los fariseos,
ordinariamente se supone que se llamaban así porque evitaban todo lo que la ley
calificaba de impuro, y por temor a contraer impureza rehuían el contacto con personas
poco escrupulosas en esta materia” 15 . Tenían la conciencia de ser los verdaderos
observantes de la alianza, pues se consideraban los verdaderos conocedores e interpretes
de la Torah; es decir, la enseñanza mosaica dada por Dios en el Monte Sinaí, a cuyo
estudio dedicaban su vida entera. Para ellos, la Torah no consistía sólo la Torah escrita
(= Pentateuco), sino también la oral, que recogía la tradición de sus mayores. También
consideraban libros sagrados los “profetas (nebiim)” y los “escritos (ketubim)”.
• Saduceos
Los saduceos se remontan probablemente a Sadoq, sumo sacerdote de la época davídica
(2Sam 8,17; 1Re 2,35). sus miembros pertenecían sobre todo a la aristocracia sacerdotal
y a las clases altas de la sociedad. Colaboracionistas con el poder de los Seléucidas y
posteriormente con el romano, asumieron con facilidad las costumbres griegas.
También los poderes políticos buscaban su apoyo para que el pueblo judío no se
rebelará. Sólo reconocían como libros sagrados la Torah escrita. Entre sus creencias no
admitían la resurrección corporal de los muertos, ni tampoco la existencia de los
ángeles. Según la descripción que nos ha transmitido Flavio Josefo, los saduceos
subrayaban el libre albedrío; es decir, el hombre era libre de adherirse al bien o al mal.
Incluso hacían depender totalmente de la decisión humana el gobierno del mundo y del
tiempo16.
En los evangelios aparecen vinculados la clase dirigente sacerdotal. Este grupo era el de
mayor influencia en el sanhedrín, aunque durante la dominación romana el alto tribunal
• Esenios
El origen de este grupo no es históricamente seguro; parece probable que naciese como
consecuencia de la revuelta macabea y de la posterior decisión de Jonatán y Simón,
hermanos de Judas Macabeo, de apropiarse las funciones del Sumo Sacerdocio, pese a
no ser sadoquitas17. Aunque no aparecen en los evangelios, al menos no nombrados
explícitamente, nos han llegado noticias de su existencia gracias a Filón de Alejandría,
Flavio Josefo y Plinio el Viejo. Éste afirma que existían comunidades esenias en la
ribera occidental del Mar Muerto, desde Jericó hasta Engadí; en esa región se halla
Qumrán, donde se descubrieron a mediados del siglo XX los restos de unas
construcciones que se han vinculado a los esenios18. No obstante, Filón de Alejandría
afirma que estos judíos vivían en las ciudades y pueblos. De hecho, los arqueólogos han
identificado un barrio esenio en Jerusalén, en la parte sud-occidental de la ciudad.
Flavio Josefo describe a los esenios viviendo un estilo de vida comunitaria muy
riguroso19. Características de esta vida en común son los oraciones y las comidas
comunitarias, la abluciones diarias para mantener la pureza ritual, el estudio de las
Escrituras y la observancia de las reglas de la comunidad.
Si hemos de identificar a los moradores de Qumrán con la secta esenia, algo que no es
opinión común entre los estudiosos, la Regla de la Comunidad encontrada en las cuevas
de los alrededores pueden ofrecernos información del proceso estricto que seguían los
candidatos para pertenecer a este grupo. El candidato era instruido y probado a lo largo
17
Cf. 1Mac 10,20 (Jonatán); 13,7-9 (Simón). Matatías era descendiente de la tribu de Leví (1Mac 2,1; cf.
1Cro 24,7), pero el sumo sacerdocio estaba reservado a los descendientes de Sadoc.
18
Plinio el Viejo, Hist. Nat. 5, 17, 4.
19
Flavio Josefo, Ant. 13, 5, 9.
de un año, durante los cuales no participaba de las comidas comunitarias ni asambleas.
Cuando era aceptado como candidato, empezaba a llevar un vestido blanco, típico
atuendo sacerdotal, participaba en las abluciones rituales, en las comidas y reuniones
comunitarias. Todos sus bienes pasaban a la comunidad. Cuando se le consideraba
maduro, formalizaba su pertenencia a la comunidad bajo juramento, en el que se
comprometía a respetar todas las normas de la comunidad, obedecer a los superiores,
rechazar a los malvados y no revelar a los profanos la doctrina del grupo. Por algunas
noticias que nos dan Plinio el Viejo y Flavio Josefo, se solía practicar el celibato entre
los miembros del grupo esenio, aunque también se permitía el matrimonio20.
El asentamiento de Qumrán tiene su origen en un grupo sacerdotal, guiado por el
Maestro de justicia, que consideró ilegítimo el Sumo Sacerdocio asmoneo y el culto del
templo impuro. Como hemos dicho, no todos los estudiosos identifican a su moradores
con los esenios. No obstante, bastantes características los indican como tales. Por ello,
para describir someramente sus creencias, nos serviremos de la literatura encontrada en
la denominada biblioteca de Qumrán. Tenían conciencia de ser la comunidad
escatológica; o sea, se consideraban la comunidad de los últimos tiempos. El culto que
ofrecían a Dios no era cruento, pues no participaban de los sacrificios rituales del
templo, sino espiritual. Eran observantes estrictos de la Ley. Atendían la llegada del
Mesías, de modo especial en uno descendiente de Aarón. Pero también se encuentran
referencias al rey mesiánico vástago de la casa de David, e incluso se alude al profeta
escatológico. Afirmaban una división en los espíritus celestes: los ángeles buenos
guiados por el príncipe de la luz, y los ángeles malos bajo el gobierno del ángel de las
tinieblas. También los hombres estaban divididos en dos grupos: los hijos de la luz y los
hijos de las tinieblas. Estos grupos están en guerra hasta el fin del mundo.
Según los estudios arqueológicos realizados en Qumrán, se sabe que el lugar estuvo
deshabitado a causa de un incendio y un posterior terremoto por unos 30 años durante el
siglo I a.C. La total desaparición del establecimiento humano coincidió con el ataque y
destrucción que realizaron los romanos durante la primera guerra judía en el año 69 d.C.
• Celotas
El origen de los celotas se vincula con Judas el Galileo, que se rebeló contra el censo
realizado por Sulpicio Quirino con ocasión de la destitución de Arquelao (añor 6/7
• Samaritanos
Los samaritanos eran el resultado del mestizaje entre el pueblo judío y los pueblos
paganos trasladados al reino de Israel como colonos después de su conquista por los
asirios en el 722 a.C. Cuando volvieron del exilio babilónico, los judíos se negaron a
aceptar la ayuda de los samaritanos para reconstruir el templo de Jerusalén, lo que
encendió la antipatía entre los dos pueblos. La enemistad entre ellos se agigantó cuando
Juan Hircano destruyó el templo samaritano sobre el monte Garizim en el año 128 a.C.
El desprecio y el odio por parte de los judíos hacia los samaritanos alcanzó su cúspide
cuando éstos profanaron el templo de Jerusalén llenándolo de huesos humanos durante
la prefectura de Coponio (6-9 d.C.).
Los judíos de Galilea evitaban atravesar Samaría en sus peregrinaciones al templo de
Jerusalén. Si por diferentes motivos se veían obligados a pasar por ella, no eran raros los
incidentes entre judíos y samaritanos. Recuérdese, por ejemplo, el pasaje evangélico en
el que se niega a Jesús y sus discípulos alojamiento en un pueblo de Samaría (Lc 9,51-
55).
Los samaritanos se consideraban descendientes de los patriarcas. Adoraban al verdadero
Dios y esperaban el Mesías, como queda reflejado en el diálogo de Jesús con la
samaritana en el pozo de Jacob (Jn 4,1-42). Incluso su libro sagrado era el Pentateuco,
aunque en una versión no coincidente totalmente con la versión hebrea de los judíos.
Observaban las normas de la Ley escrita. No obstante, los judíos los rechazaban como
impuros por ser descendientes de paganos y haber construido un templo en Garizim.
El evangelio de Juan es testigo de esta tensión entre judíos y samaritanos ( Jn 4,9; 8,48).
El Nuevo Testamento, sin embargo, alude a los samaritanos de un modo positivo23.
incluso en varias ocasiones Jesús llega a poner el comportamiento de un samaritano
como modelo para los judíos (Lc 10,25-37; 17,11-19).
24
2.1. Fiestas
El tiempo es muy importante para el judío, ya que la revelación se ha producido en la
historia. Por eso hay momentos en su vida cotidiana dedicados a hacer memoria de esa
salvación. Las fiestas anuales rememoraban algunos acontecimientos de la historia de
Israel.
Las tres principales eran fiestas de peregrinación; es decir, desde los doce años, todos
los judíos varones que no estuvieran impedidos o enfermos, estaban obligados a subir al
2.2. El sábado
El israelita tiene también la fiesta del shabbat, es la fiesta semanal. Día consagrado a la
oración y al estudio de la Ley. También es día de reposo y de celebración especial,
como se refleja claramente en las comidas más abundantes y apetitosas. Durante la
época del exilio de Babilonia la observancia del sábado se convirtió en la “seña de
identidad” del pueblo judío28.
26 De ella dice Flavio José que es “la más santa y más grande de las fiestas hebreas” (Ant. 8.4.1). Ez
45,25 la llama simplemente “la fiesta”.
27 Pascua: Mt 26,2; Mc 14,1; Lc 2,41; 22,1; Jn 2,13; 6,4; 11,55. Tiendas: Jn 7,2. Dedicación: Jn 10,22.
Fiesta de peregrinación sin concretar: Jn 5,1. La efusión del Espíritu tendrá lugar en la fiesta de las
Semanas (He 2,1).
28 Será un motivo importante en la controversia de Jesús con las autoridades del pueblo (cf. Mc 2,23–3,6
y par.; Lc 13,10-17; Jn 5,1-18; 7,22-23; 9,14-16).
El judío, por lo demás, manifiesta su piedad religiosa en la vida cotidiana mediante
diversas prácticas. Ante todo la oración, en la que destaca el shema’ (Dt 6,4-9), que se
reza tres veces al día. Los salmos alimentan también la plegaria del israelita. Otra
manifestación de piedad es el ayuno, como forma de expiación o de súplica, o para
impetrar favores divinos 29 . Las obras de misericordia a favor de los necesitados
expresan también de forma concreta la piedad para con Dios30.
29 Los fariseos, por ejemplo, ayunaban dos veces por semana, el martes y el jueves (cf. Lc 18,12)
30 “Los doctores habían señalado que la tôrâh comienza con la mención de una obra de caridad y termina
de la misma forma: Dios da vestido a Adán y entierra a Moisés”; cf. A. Robert-A. Feuillet, Introducción a
la Biblia. II: Nuevo Testamento (BH.SE 71), Barcelona 1965, 70.
gentiles”, al que podían acceder los no judíos. Con ocasión de primera revuelta judía
contra los romanos, el templo será destruido el año 70 d.C. Tras el exilio, y a causa de la
creciente importancia del templo, el sumo sacerdote adquirió una autoridad no sólo
religiosa sino también política (cf. Sir 50,4). Al adquirir un poder de gobierno, el sumo
sacerdocio se convirtió en algo muy deseado. Durante el dominio romano, que
reconocía como poder local el sanedrín, presidido por el sumo sacerdote, llegó a ser
objeto de compraventa.
El sacerdocio, instituido para el servicio del templo, corresponde según la Torá a la
tribu de Leví (Ex 28–29). Ciertamente todos los levitas están ligados al templo, pero el
sacerdocio se reserva a los aaronitas. Sus funciones principales son la ofrenda de los
sacrificios y la realización de ritos de purificación o expiación (cf. Lv 1–7), y bendecir e
instruir al pueblo (cf. Jr 18,18). Los levitas, por el contrario, tenían la responsabilidad de
las liturgias cotidianas de alabanza y acción de gracias, de la purificación ritual de
algunos objetos, y del cuidado de los atrios y almacenes del templo (cf. 1 Cr 9,26-32;
23,27-32).
El templo de Jerusalén es el lugar santo por excelencia, pues allí reside la gloria
(šekinah) de Dios. Era el centro de la vida religiosa de Israel y servía de vínculo de
unidad entre todos los habitantes. Recuérdese que todos los varones judíos estaban
obligados a subir a Jerusalén tres veces al año con ocasión de las fiestas principales:
Pascua, Pentecostés y Tabernáculos. El templo de Jerusalén era también un centro de
estudio y formación en la ley mosaica.
• Anás
Quirino, siendo gobernador de Siria, nombró a Anás, hijo de Set, Sumo Sacerdote del
templo de Jerusalén, en cuyo cargo estuvo desde el año 6 al 15, hasta que fue destituido
por el prefecto Valerio Grato31. No obstante, su poder e influencia sobre el templo y la
vida del pueblo judío continuaron por muchos años, ya que obtuvieron el honor del
Sumo sacerdocio cinco hijos suyos (Eleazar, Jonatán, Teófilo, Matías y Anano) y su
yerno Caifás, del que luego hablaremos. Por lo demás, el titulo de Sumo Sacerdote lo
mantenían durante toda la vida, aunque dejarán de ejercerlo en el templo; por eso, los
escritos del Nuevo Testamento al referirse a él y alguno de sus hijos los califica como
Sumos Sacerdotes.
Anás y su familia controlaba todo el comercio del templo, algo que fue fuente de
riqueza constante, llegando a adquirir una enorme fortuna. Tanto por ser de la nobleza
judía como por ser los principales representantes del pueblo judío, mantuvieron una
relación y colaboración intensa con el poder romano; sobre todo Caifás.
En los evangelios aparece por primera vez el nombre de Anás en relación con la
predicación de Juan Bautista (Lc 3,1-2). El evangelista Juan le atribuye un papel
significativo en la captura de Jesús y posterior indagación con el fin de condenarle a
muerte por parte del sanhedrín (Jn 18,13). También él estuvo detrás de la insistente y
dura persecución que se desató contra la comunidad cristiana primitiva (Hch 4,5-6).
2.5. La sinagoga
La sinagoga era un lugar en el que el pueblo se reunía para orar, hacer lecturas piadosas,
meditar y recibir enseñanza. El término griego significa “reunión”, y hace referencia
más bien a la asamblea, no tanto al edificio o lugar de reunión. Ocurre lo mismo que en
el caso del término “iglesia”. No se sabe exactamente cuándo comenzó a existir esta
institución; lo más probable es que surgiese en la época exílica, estableciéndose como
una institución durante el postexilio. En el Antiguo Testamento no se menciona la
sinagoga, pero está sin embargo muy presente en los escritos del Nuevo Testamento.
Restos arqueológicos testimonian su presencia tanto en la Tierra Santa como en la
diáspora.
A diferencia del templo de Jerusalén, las sinagogas estaban abiertas a todas las
personas, también los paganos. Y en ellas ejercían la autoridad no la clase sacerdotal,
como en el templo, sino cualquier judío. En ella se desarrollaba la lectura y el estudio de
la Ley mosaica, sobre todo los sábados y días de fiesta. Cuando despareció el templo de
Jerusalén, la sinagoga se convirtió en el lugar sagrado por excelencia del judaísmo.
38
Cf. J. Gnilka, Jesús de Nazaret. Mensaje e historia, (Herder, Barcelona 1993) 16.
39 Aconsejamos la lectura del artículo de J.J. Bartolomé, “La búsqueda del Jesús histórico. Una crónica:
Estudios Bíblicos 59 (2001) 179-242.
una concepción recreada, mitificada llegará a decir Strauss, para poder alcanzar al
verdadero Jesús de Nazaret.
Podemos considerar como el iniciador de esta tendencia a Hermann Samuel Reimarus
(1694-1768). Fue un defensor de la religión racional (deísmo) y escribió varios libros de
filosofía. Después de su muerte, G. E. Lessing publicó en los años 1774-1778 algunos
fragmentos de su obra La apología, que son conocidos bajo el título “Fragmentos de
Wolfenbüttel”. En ellos, Reimarus distingue entre la predicación de Jesús y la fe de los
apóstoles en Cristo; a su entender, existen diferencias entre aquello que los apóstoles
aportan en sus escritos y lo que Jesús expresó y enseñó realmente en su vida. O sea, hay
que distinguir entre lo que Jesús dijo y enseñó realmente y aquello que sobre él narraron
sus discípulos. Introduce, pues, una clara fisura entre el Jesús histórico y la predicación
apostólica. El Jesús histórico no habría predicado ni una nueva fe ni una radicalización
del judaísmo; tan sólo habría pretendido una seria profundización en la práctica de la
ley y un objetivo político, proclamarse mesías y liberar a Israel. Por tanto, el anuncio
salvador en Jesús que proclama la Iglesia es un engaño. Es más, llega a afirmar que los
discípulos robaron el cadáver de Jesús para poder proclamar su resurrección y su vuelta
inminente. En su opinión, la predicación apostólica no se hubiera sostenido de no
haberse afirmado la resurrección del Mesías Jesús; dato que curiosamente escapa a la
comprobación histórica, ahora como entonces.
David Friedrich Strauss (1808-1874) es famoso por su obra La vida de Jesús
críticamente examinada. Con ella, pretendió una tercera vía entre el radicalismo
racionalista, que reducía la historia de Jesús a una noble ética, y el tradicionalismo
sobrenaturalista de los conservadores, que seguía representando al Jesús histórico desde
posiciones del dogma cristiano. Para ello, proponía la interpretación mítica de los
evangelios. A su entender, son claros signos de mitificación en los evangelios todo lo
que encontramos en ellos contrario a las leyes naturales, o la existencia de
contradicciones en las tradiciones, e incluso la aplicación de relatos del Antiguo
Testamento a Jesús. Definía el mito como el revestimiento “histórico” de la idea
humana general. Por ello, el mito evangélico consistiría en aquellas narraciones que,
referidas a Jesús, no fueran tanto constatación de lo realmente sucedido, cuanto
expresión de la idea que de él se habían formado sus seguidores. Sus seguidores
hicieron de él un personaje ideal. Para realizar este cambio en la figura de Jesús, sus
seguidores se apoyaron en las esperanzas mesiánicas del pueblo judío y en la
personalidad y obra histórica de Jesús.
Esta tendencia de querer romper con el dogma eclesial de Cristo para liberarle de la
Iglesia y de este modo alcanzar el verdadero Jesús histórico continuó a lo largo de
aquellos años. Las versiones liberales de la vida de Jesús siguieron predominando
incluso hasta los inicios del siglo XX. Para realizar esta labor, se utilizó el análisis
crítico-literario de las fuentes más antiguas, estudiando los evangelios como obras
literarias; en este periodo se formula la teoría de las dos fuentes para explicar la relación
que existe entre los evangelios sinópticos. Durante este tiempo, se siguen utilizando los
evangelios como fuentes documentales históricas, pero los criterios que se utilizan para
el estudio histórico suelen ser poco objetivos. No es extraño que la imagen de Jesús que
surge de estos estudios racionalista-liberales reflejan más la concepción de la época y la
sensibilidad de los propios estudiosos que la realidad histórica a la que pretendían
llegar.
40
A. Schweitzer, Investigación sobre la vida de Jesús, (EDICEP, Valencia 1990) 53.
mesiánico. De su estudio concluía que las fuentes que se consideraban más antiguas y
objetivas, como eran el evangelio de Marcos y la llamada fuente Q, no eran testimonios
verídicos del Jesús histórico.
Algunos años después, en el año 1919, Karl Ludwig Schmidt publicó El marco de la
historia de Jesús, donde estudiaba las introducciones a los relatos o palabras de Jesús de
los evangelios sinópticos intentando mostrar el carácter fragmentario de los evangelios.
A su entender, los relatos evangélicos son pequeñas unidades independientes, fijadas y
transmitidas oralmente por la comunidad, pero las introducciones cronológico-
geográficas son redactadas por los evangelistas. Esta teoría literaria fue identificada con
el nombre de “Historia de las formas”. Podemos considera sus obras más
representativas la de Martin Dibelius, La historia de las formas (1919) y Rudolf
Bultmann, La historia de la tradición sinóptica (1921). En ellas, intentaron probar que
estas unidades fueron redactadas por las comunidades según las urgencias y necesidades
de aquella época y, secundariamente, recogiendo algún recuerdo histórico. Según ellos,
las comunidades cristianas primitivas el Jesús que afirmaban no era el de la historia,
sino el de la fe o predicación (kerygma). Este método concedía una importancia única a
la labor de la comunidad como creadora y recreadora de esas pequeñas unidades
literarias, y ponía especial atención en los ambientes comunitarios que las habían
creado. Así, se ponía al descubierto un nuevo mundo: el tradicional y “pre-textual”, que
expresaba el pensamiento de las primeras comunidades. Para la Historia de las formas,
el papel de los evangelistas se reducía a ser simples compiladores, recolectores y
transmisores, de tradiciones sobre Jesús. Su obra, los evangelios, no sería más que
expresión y fruto de la teología de la comunidad cristiana. Por tanto, los evangelios no
podrían considerarse fuentes legítimas para escribir vida alguna de Jesús de Nazaret. En
la tradición evangélica primó la fe postpascual sobre la memoria histórica. Del judío
Jesús se puede decir bien poco, pues todo lo que de él nos transmiten los evangelios
pertenece al kerigma primitivo
41
E.P. Sanders, Gesù e il giudaismo (Marietti, Genova 1992) 15.
42 E. Zolli, Il Nazareno. Studi di esegesi neotestamentaria alla luce dell’aramaico e del pensiero
rabbinico (San Paolo, Cinisello Balsamo, Milano) 2009, 71.
7,29). El contenido principal del discurso es la Torah, es decir, la enseñanza que Dios
dio a Israel por medio de Moisés en el monte Sinaí. Con ella, Dios manifestó su
voluntad, aquello que todos los miembros del pueblo elegido deben cumplir. De hecho,
la Torah escrita (= Pentateuco) y oral (= la tradición rabínica recogida en la Mishná y
los Talmudin) estructura toda la vida de los judíos, hasta los más mínimos detalles.
Después de la destrucción de Jerusalén, los rabinos fariseos especificaron esta voluntad
de Dios en 613 normas, con las que intentaron reglamentar todos los aspectos de la vida
cotidiana.
Las cinco antítesis introducidas mediante la fórmula “oíste que se dijo... pero yo os
digo...” (Mt 5,21-48) se han interpretado frecuentemente como una ruptura que
establece Jesús respecto a la Torah. En opinión de J. Neusner, la fórmula sirve para
reclamar una mayor exigencia, un cumplimiento más drástico de la norma establecida:
“Jesús expone una serie de enseñanzas que, en conjunto, exigen respecto a la Torah un
compromiso más profundo del que la gente había comprendido. No basta no matar: no
debo ni siquiera aceptar aquel estado de ira que lleva, en último análisis, al homicidio.
No basta no cometer adulterio: no debo ni siquiera encaminarme por la vida que
conduce hasta el adulterio. No basta no jurar en falso por el nombre de Dios: no debo
jurar en ningún caso”43. No obstante, atendiendo a los relatos evangélicos, es forzoso
reconocer que en algunas ocasiones Jesús declara inválidos algunos comportamientos
que los judíos consideraban derivados de la Torah; por ejemplo, descarta la posibilidad
del repudio en el matrimonio, afirmando su indisolubilidad originaria (cf. Mc 10,2-11),
y declara puros todos los alimentos, poniendo fin a las leyes rituales del Levítico (cf.
Mc 7,19).
En realidad, la verdadera diferencia de este discurso respecto a la Torah no reside tanto
en lo que dice, cuanto en quién y cómo lo dice. Estas palabras de J. Neusner ponen de
relieve esta diferencia: “No me desconcierta el mensaje, sobre el que podría plantear
algunas objeciones, sino el mensajero. La razón está en la forma chocante de estas
enseñanzas. Mientras está sentado en la montaña, la frase de Jesús “oísteis que se dijo...
pero yo os digo” se pone en claro contrate con la frase de Moisés en el monte Sinaí. Los
sabios dicen las cosas apoyándose sobre su autoridad, pero sin pretender mejorar la
Torah. Moisés, el profeta, no habla en nombre propio, sino en nombre de Dios,
43
J. Neusner, Disputa immaginaria tra un rabbino e Gesù. Quale maestro seguire? (Piemme, Casale
Monferrato 1996) 40s.
declarando lo que Dios le ordenó decir. Jesús no habla como sabio ni como profeta... El
mismo Mateo subraya el contraste afirmando que "les instruía como quien tiene
autoridad, y no como sus escribas" (7,29). Sólo Moisés tiene autoridad. Los escribas
enseñan el mensaje y el significado de la Torah escrita por Moisés por mandato divino.
Henos aquí ante el problema: cómo dar un sentido a un maestro que se separa o se pone
por encima de la Torah. Comprendemos ahora, por el relato detallado de Mateo sobre
sus enseñanzas, que al final lo que cuenta no es tanto sus enseñanzas, sino la persona de
Jesús... Sus discípulos creen no tanto que aquel maestro conoce a fondo la Torah,
cuanto que enseña muchas cosas apoyado en su autoridad, como si revelase lo que Dios
quiere. Evidentemente hay algo diferente en esta enseñanza”44.
Este algo diferente, esta novedad que introduce Jesús reside en que él se pone en lugar
de la Torah, y por ello exige a sus seguidores que hagan por él lo que la Torah pide se
haga por Dios. No sólo se pone como verdadero intérprete de la Torah, sino que él es la
verdadera Torah. En la literatura rabínica (Mishná y Talmudin) se recogen
principalmente palabras y comentarios de los sabios o rabinos sobre la Torah; si se
conservan dichos y hechos sobre ellos mismos están siempre al servicio de la Torah.
Ningún rabino se pone al nivel de la Torah; ella es lo único que importa. En los
evangelios, sin embargo, lo que importa es Jesús. De nuevo el rabino Neusner expresa
agudamente esta llamativa diferencia de estos escritos cristianos respecto a las obras
rabínicas: “Observamos una vez más lo propio del centro de la predicación de Jesús:
gira en torno a él, no en torno a su mensaje. Comprendemos perfectamente que cada
uno puede dominar la Torah y gozar del mismo status que los otros estudiosos, mientras
que Jesús es el modelo único. "Toma tu cruz y sígueme" no equivale a decir "Estudia la
Torah que yo enseño y que he aprendido de mi maestro". "Sígueme" y "Sigue a la
Torah" parecen semejantes, pero no lo son... Comprendo, de hecho, que sólo Dios
puede exigirme lo que me está pidiendo Jesús”45.
El texto del evangelista Marcos suele leerse con frecuencia a la luz de lo que dice el
texto de Mateo (12,1-8), donde se habla explícitamente del hambre de los discípulos:
“…los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas”
(v.1). Por ello, la circunstancia histórica que se propone para este suceso es la siguiente:
Jesús y los apóstoles se hallaban en pleno campo, en medio de unos sembrados;
sintieron hambre, y para saciarla se acogieron a la autorización de la Ley: “Si entras en
el sembrado de tu vecino, podrás coger espigas con la mano, pero no echar en ellas la
hoz” (Dt 23,26). Pero el relato de Marcos nada dice del hambre de los discípulos ni
tampoco especifica que su acción de arrancar espigas tenía la finalidad de saciarla. Un
silencio que llama poderosamente la atención si se tiene en cuenta la defensa que hizo
Jesús de sus discípulos al apelar a David cuando comió de los panes reservados para los
sacerdotes. En el evangelio de Mateo resulta más lógico que Jesús argumente evocando
este episodio del Antiguo Testamento. Pero no es la única dificultad que encierra este
relato. De igual modo resulta oscura la presentación que Marcos hace de la escena. Si en
sábado solamente se podía caminar una distancia de 800 metros ¿de dónde vienen los
fariseos? ¿Cómo critican a los discípulos por arrancar espigas cuando ellos, según
parece, han quebrantado la observancia del reposo sabático? Es más, ¿por qué acusan a
los discípulos de arrancar espigas y nada dicen del delito mayor de caminar en sábado?
Por lo demás, los fariseos no dirigen ninguna acusación a Jesús, ¿por qué no le incluyen
en el grupo de los que no respetan el sábado? Intentemos aclarar estas extrañezas.
El comienzo del relato de Marcos dice: “Y un sábado Jesús comenzó a caminar a través
de los sembrados”. De esta introducción es fácil deducir la localización del incidente.
Los campos de cereales lindaban probablemente con las casas y era normal una
caminata por los alrededores de los campos sembrados, ya que durante el sábado,
justamente por no poder trabajar, los judíos suelen dar cortos paseos, en una distancia
no muy grande (cf. Hch 1,12). Así se explica también la presencia de los fariseos. Por
tanto, ni los discípulos ni los fariseos han caminado más de lo que permite la ley judía
en sábado. Pero entonces, ¿cuál es el delito que cometen los discípulos en el relato
marcano?
El griego de Marcos, traducido literalmente, dice: “Y sus discípulos comenzaron a hacer
un camino arrancando las espigas”. Los discípulos arrancan las espigas para dejar libre
un camino por el sembrado; no arrancan las espigas para comerlas, sino para abrir un
paso en el sembrado. Con su gesto de arrancar las espigas los discípulos evitan que la
mies sea pisoteada. Esta atención suya al sembrado es muy explicable en hombres de
campo, que son conscientes del tiempo y fatiga que supone para el labrador la siembra y
la atención que pone a su mies. Justamente por ser una acción que realizan los
discípulos, se explica que la acusación de los fariseos vaya dirigida solamente a ellos y
no a Jesús. Y reprueban lo que hacen los discípulos porque se trata de un tipo de trabajo
prohibido en sábado, según especifica la Mishná: “Segar, vendimiar, coger aceitunas,
cortar, arrancar, coger higos; todo esto pertenece al segar”. Según el relato marcano,
pues, los discípulos realizan una auténtica faena de siega: arrancan la mies en la parte
del sembrado cuyo paso quieren dejar libre. Que aquí no se habla de arrancar espigas
para comerlas, motivo que afirma Mateo, se deduce con facilidad también del verbo
usado por el evangelista, pues para comer los granos no se arranca el tallo entero, sino
que se troncha la parte de arriba; una acción, por otra parte, permitida por la Ley47.
Ahora bien, si el delito de los discípulos es una acción de siega, no se entiende bien la
defensa que realiza Jesús de sus discípulos al apelar a la iniciativa de David, pues no
hay un paralelismo perfecto entre la acción de David en Nob y la de los discípulos. A
nuestro juicio, para que el paralelismo aparezca con claridad, es fundamental caer en la
cuenta de quién es el que se compara con David.
47 Es útil citar aquí cómo describe G. Dalman, Arbeit und Sitte in Palästina, III, Gütersloh 1933, 34, la
recolección en Palestina antes del 1930: “La forma más sencilla de recoger la cosecha consiste en
arrancarla con la mano. Para ello, el trabajador suele ponerse en cuclillas o apoyar las rodillas en el suelo;
de este modo puede coger por debajo las matas de poca altura y arrancarlas con una o dos manos. Así se
recogen todas las leguminosas de invierno: las habas, antes que se sequen del todo; las lentejas, apenas
toman un color amarillo; los altramuces, con el rocío; también las leguminosas de veranos, los garbanzos
y el sésamo, son arrancadas con el rocío de la mañana... Incluso la cebada, cuando los tallos han
alcanzado poca altura, es arrancada con la mano; el trigo sólo cuando está claro”.
Comencemos por señalar que Marcos no cita literalmente este episodio según está
narrado en 1Sm 21,1-7, sino que ofrece una síntesis. Leyendo con atención esta síntesis
y el relato del Antiguo Testamento se observa una notable diferencia: en Marcos, David
aparece como sujeto de todos los verbos; en el libro de Samuel se dice de David que
pidió los panes al sacerdote de Nob, y la escena final se narra así: “El sacerdote le
entregó el pan consagrado, pues no había otro pan que el de la proposición, que se retira
de la presencia del Señor para poner pan reciente ese día” (v.7). No se dice que David
cogió y comió los panes santos, sino que el sacerdote le prestó un servicio a David
haciendo algo contrario a la Ley. Teniendo esto en cuenta, resulta clara la respuesta de
Jesús: los discípulos, al abrir un camino en un sembrado para que pase Jesús, le prestan
un servicio “ilegal” por realizar un trabajo prohibido en sábado; igual que el sacerdote
de Nob hizo con David. Así pues, existe un paralelismo doble: de una parte, entre Jesús
y David, rey tipo del Mesías; de otra, entre la acción de los discípulos y la acción del
sacerdote de Nob. Si éste quebrantó legalmente la Ley por tratarse de un servicio
prestado al rey David, modelo del ungido de Dios, y su su acción no fue pecaminosa, de
igual modo el servicio que prestan a Jesús sus discípulos es legal, pues éste está por
encima del día santo, es señor del sábado. Con su frase final Jesús se proclama por
encima del sábado, se dice mayor que el sábado. La pretensión que encierran estas
palabras suyas ha sido captada perfectamente por J. Neusner: “No está en discusión la
observancia o violación del mandamiento del sábado, sino por el contrario, como en
otros lugares, la persona de Jesús, o según el lenguaje cristiano, de Jesucristo... El Hijo
del hombre es el señor del sábado porque el Hijo del hombre es ahora el sábado de
Israel... Por eso pregunto al discípulo si es verdad que su Maestro, el Hijo del hombre,
es el señor del sábado. Y añadiría, volviendo a plantear de nuevo la pregunta. "¿Tu
maestro es Dios?" Este es el meollo de la cuestión”48.
4. Conclusión
La afirmación de la divinidad de Jesús solamente puede ser atribuida a la concepción
reliogioso-cultural del judaísmo o del paganismo. La primera posibilidad resulta
imposible: es inimaginable que unos judíos, con su fe monoteísta, hayan podido crear la
idea de que un hombre sea Dios. Pero tampoco es posible que provenga del paganismo.
Teniendo en cuenta que los miembros de la primera comunidad cristiana eran judíos de
49
Citado en J. Danielou, Ensayo sobre Filón de Alejandría, Madrid 1962, 33. Desarrollaremos este tema
cuando estudiemos la hipótesis que identifica a Pablo como el verdadero fundador del cristianismo.
50
M. Hengel, Christology and New Testament Chronology, 33.
51
P. Stuhlmacher, Gesù di Nazaret - Cristo della fede (SB 98, Paideia, Brescia 1992) 19.
Si los apóstoles y primeros seguidores de Jesús empezaron a decir ante sus vecinos y
luego a gente desconocida que aquel que crucificó Poncio Pilato era Dios, tuvo que
suceder ante sus ojos algo extraordinario, un imprevisto. Su adhesión a Jesús de
Nazaret, el culto que le tributaron como Dios no surge sólo del afecto y admiración que
experimentaron durante el tiempo que le acompañaron. Aquella relación pasó la gran
prueba del escándalo ante la condena como blasfemo de parte del tribunal judío y de su
muerte en cruz como un maldito de Dios. Si han adherido a Jesús y le entregaron su
vida hasta la muerte tuvo que suceder algo después de ella, algo imprevisto se les
impuso como una evidencia que disipó la duda o la confusión en que cayeron después
de su crucifixión. Según ellos, pudieron superar el escándalo de la cruz porque lo vieron
vivo después de muerto, gloriosamente resucitado. Sin aquel acontecimiento, ocurrido
realmente al hombre muerto que habían enterrado, sería también para ellos una locura o
necedad creer que el crucificado era Dios hecho hombre. Por lo demás, a este
reconocimiento y confesión pública de su divinidad no llegaron los discípulos de Jesús
después de una larga reflexión teológica, realizada muchos años después de su muerte,
sino pocos años después, como testimonian claramente los evangelios (algunos de ellos
escritos en las décadas de los 40-50) y las cartas de Pablo.
SÍNTESIS UD I
Aunque la tierra de Palestina empezó a formar parte del imperio romano desde el año 63
a.C., la provincia de Judea no fue gobernada directamente por un prefecto hasta la
destitución de Arquelao (año 6 d.C.). El primero fue Coponio (6-9 d.C.), y el quinto,
Poncio Pilato (26-36). La Galilea fue gobernada por Herodes Antipas desde el 4 a.C.
hasta el 39 d.C.
El judaísmo de la época de Jesús no era homogéneo. Estaba formado por diferentes
grupos. Los más conocidos, la mayoría presente en los evangelios, son: saduceos,
fariseos, esenios y celotas.
Las fiestas judías de peregrinación son tres: Pascua (Pesaj), Pentecostés (Shevuot) y
Tabernáculos (Sukkot).
La investigación histórica sobre el Jesús histórico, en gran medida, se ha realizado en
oposición a la fe de la Iglesia. De ahí, la reducción del Jesús “real/histórico” a un
rabino, un judío piadoso o un profeta. En realidad, la interpretación de fe tiene su origen
en la conciencia misma de Jesús, en lo que decía de sí mismo a través de sus palabras y
obras, y en la confirmación sorprendente de la resurrección al tercer día de su muerte.