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Mir

Nanis
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Idk.Zab
CAPÍTULO 9 ............................................ 68
SINOPSIS................................................... 5
CAPÍTULO 10 .......................................... 75
PRÓLOGO ................................................. 6
CAPÍTULO 11 .......................................... 82
CAPÍTULO 1 .............................................. 8
CAPÍTULO 12 .......................................... 92
CAPÍTULO 2 ............................................ 15
CAPÍTULO 13 .......................................... 99
CAPÍTULO 3 ............................................ 25
CAPÍTULO 14 ........................................ 109
CAPÍTULO 4 ............................................ 32
CAPÍTULO 15 ........................................ 116
CAPÍTULO 5 ............................................ 40
CAPÍTULO 16 ........................................ 121
Página | 4
CAPÍTULO 6 ............................................ 46
CAPÍTULO 17 ........................................ 128
CAPÍTULO 7 ............................................ 53
A. A. DARK............................................ 134
CAPÍTULO 8 ............................................ 61
Yo no era una buena persona. Incluso la amnesia no podía borrar el
hecho de que en el fondo había una oscuridad que no podía negar.
Destellos de extraños, de sangre y tortura, intensificaban un misterio
imposible de descifrar.
El hombre al que llamaba mi mejor amigo aterrizó un hacha en mi
cabeza tratando de salvarse. Dice que soy un asesino. Puede que tenga
razón.
Hasta que vuelvan los recuerdos, no me importa. Solo hay una
persona familiar para mí. Su hermana, Lucy. Ella es lo único que importa
ahora. A pesar de que antes me mantuve a distancia, este nuevo mundo
al que he despertado gira únicamente a su alrededor.
Lucy es mía.
Ella siempre ha sido mía. Página | 5

Nadie se interpone en ese camino.

Se cree que la pérdida de la memoria puede ser un nuevo


comienzo. Lo que no te dicen es que no todos los comienzos son
derivados de cosas buenas.

*****ADVERTENCIA***** Este libro contiene situaciones


EXTREMADAMENTE inquietantes, contenido sexual explícito y un
lenguaje muy gráfico. Este libro EXCEDE el género oscuro y ha sido
clasificado como NEGRO COMO EL CARBÓN. Puede contener
desencadenantes para algunos. ¡Lea bajo su propio riesgo!
Lucy
Algunas personas tienen la vida resuelta. El miedo no los detiene.
Persiguen la aventura y viven sus días al máximo. No calculan lo que
podría salir mal o dejan que cosas como las adicciones controlen cada
uno de sus movimientos. Ellos tienen pasión. Tal vez sea hacia su trabajo,
o hacia algo tan pequeño como sacar el máximo provecho de su día:
comida, caminatas, ver que alguien sonría por los gestos más pequeños
hechos en su nombre.
Amor.
Yo estaba gobernada por el amor. Desearía poder comenzar esta
historia con un encuentro inolvidable de cómo el chico conoce a la chica. Página | 6
Con una conexión instantánea que conduce a una confesión romántica
de amor eterno y devoción. Pero así no es como funciona la vida o el amor.
No para mí. No para Boston Marks.
Era febrero. Un febrero frío, sombrío, y desprovisto de cualquier
color real que lo sacara a uno de la tristeza invernal que se tragaba a casi
todos los habitantes del norte. Se suponía que debía estar en el trabajo
sirviendo refrescos en nuestro deteriorado cine local cuando decidí que
espiar a mi hermano, Jeff, y a su mejor amigo, Boston, sería más
entretenido.
Estaban acampando en el patio trasero. Boston sostenía una
elegante grabadora de video contra su ojo y su cabello castaño oscuro
caía sobre el otro, mientras Jeff estaba cubierto de sangre falsa,
empuñando un hacha sobre su cabeza mientras gritaba hacia la lente
como si su vida dependiera de ello. Para la película independiente que
estaban haciendo, funcionaba.
Durante semanas, me senté en las sombras, observando, deseando
que me preguntaran si yo quería protagonizar su película. Una vez,
Boston había comenzado a mencionar algo al respecto, pero Jeff me
advirtió que retrocediera. Desde mis primeros recuerdos, él no podía
soportar que yo estuviera cerca. Me gustaba pensar que era por nuestra
diferencia de edad, pero sabía que no era así. Él y Boston tenían poco
más de veinte años, y estaban recién salidos de la secundaria. Desde que
mis padres se separaron y tomé el lado de mi papá, el abuso verbal y
físico solo había empeorado. Boston, por otro lado, me lanzaba miradas
que solo podía suponer que eran cultivadas por la lástima. Era lo máximo
que podía sacar de él. Siempre había sido callado, escondiendo sus
pensamientos, mirándome pero nunca acercándose. Durante años esto
continuó, y durante años, mantuve la esperanza de que él también
sintiera algo por mí.
—¡Mantente alejado! ¡Aléjate de mí o te mataré!
Boston se acercó, doblando las rodillas y bajando solo un poco
cuando el hacha giró a unos centímetros de la cámara. El sudor
humedecía el cabello de Jeff a pesar del frío penetrante en el aire; y el
carmesí y la suciedad machaban su cara. Me abracé alrededor del pecho,
enterrando la barbilla más profundamente en mi chaqueta mientras me
recostaba contra el costado de la casa. Página | 7
—Hablo en serio, hombre. Apártate como la mierda. ¡Estás loco!
Murmurando algo que no pude oír, Boston se levantó, moviendo la
parte superior de su cuerpo a un lado mientras Jeff balanceaba el hacha
misteriosamente más cerca de la cámara. Mi pulso se disparó, y a pesar
de saber que me metería en problemas si Jeff descubría que me había
saltado el trabajo, el miedo me llevó a la intemperie.
—Eso es todo. Siéntelo. Voy a dejar esto... —Boston se agachó,
apartando la lente hacia arriba cuando el hacha dividió el aire justo por
encima de su cabeza. Jadeé cuando mi hermano empuñó el filo hacia su
mejor amigo. Tal vez fue mi presencia, o tal vez Boston me había
escuchado, pero su rostro se giró en mi dirección y un grito salió de mi
garganta cuando la hoja se incrustó justo encima de su sien con un fuerte
golpe. La sangre corrió en un río carmesí, fluyendo sobre su ojo mientras
la cámara caía de su agarre. Jeff estaba congelado. Yo estaba gritando
mientras el amor de mi vida me miraba fijamente. Y Boston... una sonrisa
tiró de sus labios mientras sus rodillas se doblaban antes de que cayera.
Boston
Un ángel. Había visto uno… o alguien que pensé que era uno. Ella
había estado justo delante de mí. En algún lugar. Cabello rubio. Ojos
verdes. Perfecta. ¿Era un ángel real? No... era una chica. Había una
chica, y ahora se había ido, convirtiéndose de mujer a hombre. Un
hombre. Un hombre gritándole a una mujer con cabello oscuro. Eran
jóvenes. A mediados de los veinte. Su cabello negro azabache estaba
engominado contra su cuero cabelludo. Motorista. Con tatuajes. Una
gran mano se levantó y a ella le salió sangre del costado de la boca en
cámara lenta; la conexión me hizo desacelerar frente al bar en ruinas.
Ciudad. Luces. El zumbido del tráfico.
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Los colores estroboscópicos brillaron y se desvanecieron cuando un
resplandor ligero de repente me rodeó. Paredes de madera. Una cabaña.
Un perfume metálico quemó mis fosas nasales cuando grandes ojos
marrones levantaron la vista, suplicando. El asco rodó por mí, y volví a
golpearle la cara con el puño. La ira por lo que había visto me dejó
desquiciado. Cabello rubio. Ángel. Su joven rostro brilló, luego un chico
mayor que se parecía sorprendentemente a ella siguió. Abusando,
golpeando a mi chica. Mía.
El leve recuerdo apenas llegó, pero de alguna manera alimentó el
calor que alentaba a mi mano a golpear la cara del motorista con más
fuerza. La carne se dividió bajo mi poder, rezumando rojo. Fluyendo como
un río de muerte, una muerte que lo encontraría pronto. Conocía este
lugar… a este yo.
Rubia. Rubia.
La escena vaciló, pero regresó cuando levanté mi cuchillo. Los ojos
del hombre rodaron bajo párpados hinchados y lacerados. La necesidad
de incrustar mi cuchillo a través de cada uno estaba ahí, pero no era allí
donde había golpeado a la chica morena. No.
—P-por favor.
Los murmullos provocaron una sonrisa en mi cara. Me lamí los
labios, aplastando el metal contra su barbilla.
—¿Te gusta golpear a las mujeres?
Su boca se abrió, llevando su labio inferior al nivel de la punta de
mi cuchillo. Antes de que pudiera hablar, pinché la carne espesa y
atravesé el centro. El estallido de las capas de piel se convirtió en
resistencia mientras cortaba a través del músculo hacia su mejilla en una
dirección, luego regresé al medio de su labio para cortar hacia la otra
mejilla. Profundos gritos resonaron desde las paredes mientras rasgaba
lo que quedaba. El trozo de labio se agitó en mis dedos mientras lo sacaba
para que él pudiera verlo.
Los dientes inferiores expuestos y ensangrentados se abrían y se
cerraban mientras gritaba de dolor… gritaba pidiendo ayuda. Ayuda.
Ayuda. No... no encontraría ayuda aquí.
Colección. Película. Cinta. Grabación. Felicidad.

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Bip.
Bip.
Bip.
—¿Qué te dije sobre venir aquí, Lucy? Vete a casa.
Bip.
Bip.
Bip.
Otro hombre. Un hombre mayor. Párpados. Un trozo de mejilla.
Un abismo negro.

****
Bip.
Bip.
Bip.
—¿Faltaste al trabajo otra vez? —¡Plaf!—. ¿Qué te dije? —¡Plaf!
—Jeff, detente. ¡Me estás lastimando!
—Voy a lastimarte mucho más si te encuentro aquí de nuevo. Te dije
que te mantuvieras lejos. Boston está loco. Él mismo se hizo esto.
—¡Tú hiciste esto! ¡Te odio!
Pies siendo arrastrados.
—¡Quítate de encima! No eres mi...
—¿Qué? ¿Tu jefe? ¡Fuera, ahora! Será mejor que nunca te vuelva a
ver aquí.
Un sollozo. Un portazo. Un segundo de silencio.
Bip.
El vacío, un soplo de tiempo.

****
—Hola, Boston. Soy yo otra vez. Digo eso cada vez que vengo. Soy
tan estúpida —murmuró ella—. Soy yo, Lucy. Sé que probablemente no
puedas oírme, y lo siento, han pasado algunas semanas desde que te
visité. Jeff me mataría si supiera... lamento haberte distraído. Me siento Página | 10
horrible. Te extraño tanto. No es lo mismo sin ti. Quiero que te mejores.
Quiero que regreses.
Una presión apretó mi mano, aunque no estaba seguro de cómo lo
sabía. Físicamente no sentía el toque, pero algo dentro de la oscuridad
me dijo que esta persona se aferraba con fuerza. El calor chisporroteó en
mi núcleo. Los deseos quemaron, retorciéndose, encendiéndose.
Despertando. Mi corazón se dio a conocer: pum, pum. Un conjunto de
latidos. Dos. Ido. Una extraña pesadez me empujaba hacia abajo,
sofocándome seductoramente, susurrando canciones de cuna llenas de
violencia y lujuria. La energía detonó desde el olvido negro y la rabia se
descompuso más fuerte que antes.
Bip.
Bip.
Ido.
Hueso expuesto del puente de una nariz.
Un trozo de piel moviéndose entre mis dedos.
Mis gritos. Ira. Mi puño como ablandador de carne.
¡BAM!
¡BAM!
¡BAM!

****
La luz parpadeó, cegándome. Mis ojos se cerraron, y la voz de una
mujer se registró. Un hormigueo me pinchó la planta del pie y mi pierna
se sacudió ante la fuerte sensación.
—Sí, pronto volverá a estar despierto. Buscaré al médico.
La confusión hizo que mi instinto levantara mis párpados
nuevamente y el agua se acumuló por el brillo. Alguien se cernía sobre
mí. El marrón hacía un halo en su cabeza mientras su figura borrosa se
inclinaba más cerca.
—Boston, soy mamá. Oh, Boston, todos hemos estado rezando
mucho por ti. Cariño, ¿puedes oírme?
Ella sollozó e intenté apartarme, pero apenas podía moverme. Mis Página | 11
piernas y brazos se sentían débiles. La rigidez hacía que me doliera todo
el cuerpo cuando me las arreglé para moverme una pequeña cantidad.
—Está bien. Has perdido y recuperado la conciencia durante dos
días. ¿Recuerdas algo?
Solté un gemido, y flexioné la mandíbula, haciendo otro sonido. Fue
más fácil que el primero.
—Shhh. Está bien. El doctor está en camino. Es tan bueno tenerte
de vuelta. No tienes idea de lo preocupados que hemos estado.
Mentiras. Todas mentiras.
No estaba seguro de cómo lo sabía, pero mi instinto me decía que
tuviera cuidado con esta mujer que se hacía llamar mi madre. El recuerdo
estaba ausente. ¿Siquiera la conocía? La irritación estalló. Ella no era a
quien yo quería ver. Quién podría haber sido esa persona, no estaba muy
seguro. Había una chica. Una chica de cabello rubio. La conocía. La
quería a ella.
El sueño me hacía señas y me entregué a él. No había intriga para
averiguar respuestas. En verdad, las preguntas ni siquiera llegaron. No
sentía nada. No me importaba nada. La familiaridad acompañaba a la
comprensión. La chica. Ella era lo único conocido. Ella estaba conmigo,
en mi mente. Tal vez incluso dentro de mí. No estaba seguro de cómo era
posible, pero estábamos destinados a estar juntos. La niebla se hizo cargo
de mi mente y me dije que pensaría más en ello luego, después de que
durmiera. Después de que esta mujer se fuera.
Cuánto tiempo había pasado, no estaba seguro. Mis ojos se abrieron
de golpe ante una voz profunda. No estaba tan inconsciente como lo había
estado antes. Tres caras me miraban fijamente... la mujer de cabello
oscuro, una mujer de cabello gris y un hombre alto y delgado con cabello
rojo. Él hizo una pausa, hojeó su tabla y me miró. Fue solo entonces
cuando noté a otro hombre en la esquina. También era mayor, como a
mediados de los cincuenta, y poderosamente construido bajo su traje. Su
cabello blanco y ojos oscuros se dispararon algo, pero se desvaneció igual
de rápido.
—Boston. —La mujer de cabello oscuro regresó a la cama. Madre.
Sí, ¿no había dicho que era mi madre?—. Bienvenido de nuevo, cariño.
—¿Q-quién...? —Me aclaré la garganta, apenas capaz de tragar la Página | 12
sequedad. Sirvieron agua rápidamente, y mi cabeza fue levantada. Chupé
del popote de plástico, mirando al hombre pelirrojo cansado mientras se
acercaba al otro lado—. ¿Qué está... —pasaron segundos antes de que
tuviera la fuerza para continuar—, sucediendo?
—Tuviste un accidente, cariño. —La mujer miró de mí al doctor, pero
volvió a mí—. El pobre Jeff estaba devastado. Él pensaba que te había
matado. —Hizo una pausa—. Bueno, como que lo hizo, pero te salvaron.
Me tomó un momento. El nombre rebotó en el vacío y yo sacudí la
cabeza.
—¿Quién es Jeff? ¿Quién eres tú?
—¿Yo? —El miedo se dibujó en sus rasgos y su mirada se dirigió al
hombre pelirrojo con ojos suplicantes. Doctor.
—La amnesia es bastante común considerando las circunstancias.
Boston, ¿puedes mirar hacia adelante por mí?
Quería decirle que ya lo estaba haciendo, pero la luz me cegó de un
lado, luego saltó rápidamente al otro. Se guardó la pequeña linterna en
el bolsillo y escribió algo en un portapapeles. Mientras lo hacía, mi
agitación creció.
—¿Puedes decirme tu nombre: primer nombre, segundo y apellido?
—Boston —logré decir. Más búsqueda. Más espacios en blanco.
—Está bien. Sin prisa. ¿Sabes dónde estás?
—¿Un hospital?
—Sí. Bien. ¿Sabes en qué ciudad estamos? —Nada—. Está bien. No
lo presiones. ¿Puedes decirme algo que puedas recordar? Cualquier cosa
en absoluto.
—Uh... —Pasó más tiempo mientras trataba de reunir mis fuerzas—
. Hay una chica. Cabello rubio. No puedo recordar cómo se ve su cara.
La mujer a mi lado se movió, mirando al hombre de cabello blanco
en la esquina.
—Muy bien. ¿Algo más?
Bostecé, el cansancio volviendo a hacer acto de presencia. Un
paisaje parpadeante hizo que la habitación de hospital se desvaneciera.
Una pequeña cabaña destartalada apareció a la vista. Una de las
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ventanas estaba rota en la esquina izquierda y la puerta estaba abierta,
inclinada fuera de balance por la bisagra rota en la parte inferior. Estaba
en un bosque. Los árboles se alzaban hacia arriba… desnudos, muertos.
Hacía frío mientras daba vueltas en círculo. La sangre cubría mis manos.
Tanta sangre. Mirando hacia abajo, mi camisa estaba saturada en ella. Y
yo estaba sonriendo... ¿y corriendo? No, no solo corriendo, estaba
persiguiendo a alguien.
—Soy Boston Marks. Sin segundo nombre. —Las palabras
inundaron mi boca, pero no tenía idea de dónde venían. Estaba mirando
fijamente al doctor solo viéndolo mientras las vívidas imágenes
desaparecían de mi vista.
—Perfecto. Eso es todo por ahora. ¿Por qué no descansas un poco?
—El doctor hizo un gesto con la cabeza hacia mi madre, y la enfermera
revisó algunas cosas en la pantalla de una computadora antes de seguir
a los tres fuera. Cerré los ojos, viendo oscuridad. Viendo mi salvación.
Me gustaba este lugar. No quería estar más despierto. Si volvía a la nada,
podría recuperarla. Podría mantener a la rubia y hacer lo que quisiera. Y
había tantas cosas. Qué, exactamente, no sé… solo tenía una necesidad
desesperada enterrada en mi subconsciente que no podía descifrar.
Pasaron los minutos y sonó mi puerta. Me negué a abrir los ojos o a
darle a alguien más mi atención. No es que realmente tuviera opción.
Tanto como quería desvanecerme, mi estado de recién despertado no me
lo permitía. Colgaba entre la maldición de la conciencia y el borde de la
inconsciencia.
Se acercaron pasos. Ligeros, apenas existentes.
—¿Boston?
Mi mente luchó a través del sueño a pesar de la voz suave y
femenina.
—No me quedaré mucho tiempo. Vine a ver cómo estás. Tu mamá
dijo que estabas despierto. Eso... bueno, que te has despertado y que
tienes amnesia. Lo siento mucho. —Floté en su silencio, solo para
despertarme cuando continuó—. No estoy segura de poder volver por
unos días. Jeff me vigilará una vez que descubra que estás de vuelta. —
Hizo una pausa—. Realmente debería irme. Solo quería…
—Espera.
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Lucy
Durante más de dos meses, Boston había estado en coma. Ver su
figura una vez musculosa, ahora pálida y delgada me ponía triste. La
culpa que llevaba sobre lo que había sucedido no tenía límite. Semanas
interminables de pesadillas me atormentaban. A veces, me quedaba
escondida al lado de la casa. Otras veces, la historia se repetía. Mis gritos
sonaban igual que ese día: horrorizados, lleno de terror. Ellos me llevaban
constantemente a su habitación. Le leía. Le cantaba… no importaba que
no pudiera cantar afinadamente. A veces la culpa nos hacía hacer cosas
que normalmente no tendríamos el coraje de hacer. Cuando amabas a
alguien, ¿qué era la humildad en comparación con la culpa? Página | 15
—Espera.
La frente de Boston se contrajo, tirando de la oscura cicatriz roja
que se destacaba justo encima de su sien, más allá de la oreja. El cabello
una vez largo que le había dado una apariencia de chico malo, ahora
estaba afeitado.
Di un paso adelante, sin saber si estaba despierto o hablando
dormido. Había hablado antes mientras aún estaba en coma. Decían que
era normal, pero yo no lo había pensado en ese momento. Pasaron
segundos antes de que finalmente abriera los ojos. Cuando lo hizo, me
congelé. Mi corazón dio un salto, y luego se disparó. El hombre que me
miraba no se parecía al Boston que había conocido toda mi vida, lo que
era ridículo ya que solo habían pasado dos meses, pero de alguna manera
era cierto. Era un extraño. Más viejo y más atractivo, a pesar de su
aspecto demacrado.
Los ojos color avellana parpadearon y sus dedos temblaron antes de
que pudiera alcanzarme. La confesión de mi hermano volvió.
—No sabes lo que hago, Lucy. Él ha hecho cosas. Él quería matarme
para ocultar la verdad.
—¿Es así como justificas lo que has hecho? Fue mi culpa, Jeff. Los
distraje a los dos. Boston no está loco. Vi lo que pasó. Los escuché haciendo
la película.
Un sonido exasperado fue todo lo que me había dado cuando salió a
trompicones de la habitación. Fui dejada con nada más que preguntas y
el temor de que mi hermano no estuviera aguantando tan bien como lo
mostraba... lo cual no estaba nada bien. Ahora estaba bebiendo mucho
y no volvía a casa a veces.
—Tú.
Boston trató de aclararse la garganta. Su mirada fue a la mesa al
lado de su cama, llevándome a seguirlo. Agarrando el agua, la levanté
para que pudiera tomar un poco. La presión que aplicó a mis dedos
cuando intenté separarme me hizo hacer una pausa. Era obvio que no
quería soltarme, pero la acción era tan impropia de él. Siempre había
mantenido su distancia.
Lentamente, sorbió, mirándome todo el tiempo. En el momento en
que bajé la taza de poliestireno, su brazo se movió temblorosamente en Página | 16
mi dirección.
—Te conozco.
Ahuecando sus manos en las mías, asentí. Las mariposas
revoloteaban en mi estómago y sonreí.
—Lucy —le ofrecí.
—Lucy. —Una débil sonrisa—. Eso es. Lucy... la pequeña Lucy.
Mi ceño se arqueó. La pequeña Lucy. ¿Era un nombre bueno o uno
malo? Boston nunca se había referido a mí de esa manera. Al menos...
no de frente. Tal vez él pensaba en mí como asumía que siempre lo había
hecho: como una hermana pequeña.
—Si te estoy molestando, puedo irme. Sé que estabas durmiendo.
Solo quería ver cómo estaba antes de ir a trabajar.
—Has venido antes.
—Sí, pero ¿cómo sabes eso? Dijeron que te acabas de despertar.
Su cabeza iba y venía y una respiración irregular sacudió su pecho.
—No lo sé. Regresarás. ¿Mañana? No… más tarde.
Mis labios se separaron, la sorpresa me dejó sin palabras.
—Lo harás... ¿no, Lucy?
—Lo intentaré. Se supone que no debo estar aquí.
Los segundos pasaron.
—¿Quién lo dice? ¿Jeff?
Asentí.
—¿Qué pasó entre ustedes dos? Jeff... dice has hecho algo. ¿Lo has
hecho?
Silencio.
—Puedes decirme si lo hiciste. No se lo diré a nadie. —Sus ojos se
entrecerraron mientras miraba profundamente los míos—. ¿Boston?
—No puedo recordar. A decir verdad, no sé quién es Jeff. Pero a ti...
te conozco.
De nuevo, mariposas. Mi corazón se hinchó y apreté sus dedos con
más fuerza. Con cada parpadeo, le resultaba más difícil mantenerse Página | 17
despierto.
—Debería irme.
—Quédate.
—No puedo. Ojalá pudiera, pero si pierdo el trabajo, Jeff lo sabrá.
Eso no será bueno. Intentaré volver pronto.
—¿Hoy?
El temor aumentó, pero asentí.
—Esta noche. Intentaré venir después de que crean que estoy
dormida.
Levantando su brazo, Boston llevó mi mano a su cara. Su nariz se
movió a lo largo de mi dedo índice, y me quedé sin aliento cuando
presionó sus labios contra él. La acción era dulce. Íntima. Le hizo algo a
la mujer en mí: una que no sabía que existía antes de este momento.
—Cumple tu palabra, Lucy. Estaré esperando...
Sus ojos se cerraron, y liberé mi mano antes de girar hacia la puerta.
Mi adrenalina estaba en su punto más alto y no estaba segura de qué
hacer. ¿Debería realmente escabullirme de mi casa e intentar entrar en
su habitación en mitad de la noche? ¿Qué pasaba si me atrapaba Jeff o
una de las enfermeras? Había horas de visita y yo no era alguien que
rompía las reglas. Bueno... aparte de cualquier cosa relacionada con
Boston. Él siempre había sido mi excepción.
La puerta se abrió cuando tiré y casi choqué con un hombre grande
con el cabello blanco. Las disculpas salieron de mis labios, deteniendo
cualquiera fuera la conversación que estaba teniendo con la señora
Marks.
—Lucy. ¿Cómo estaba? ¿Te habló?
—Sí. —Mi sonrisa vaciló cuando el beso regresó. Un hormigueo
recorrió mi cuerpo, pero lo aparté mientras miraba entre ella y el
desconocido—. Dijo que se acuerda de mí.
—¿Entró en detalles sobre cómo?
Mi mirada se dirigió hacia el hombre, fijando sus ojos marrones
oscuros. El hombre me miraba con tanta fuerza que me incomodaba.
—No. Solo que lo hacía. Quiere que vuelva más tarde. Yo... —Mis Página | 18
ojos se posaron en la señora Marks—. Lo intentaré, pero a Jeff no le
gustará.
—No te preocupes —dijo, tomando mi mano—. No le diré que
estuviste aquí. Sé que se está tomando muy mal las cosas.
—Sí. Yo... no lo entiendo, pero tal vez ahora que Boston está
despierto él mejorará. Debería irme —dije, quitando mi mano y
retrocediendo—. Ya llego tarde al trabajo.
Sin decir una palabra, saludé, yéndome casi corriendo. Los pasillos
estaban relativamente vacíos cuando di la vuelta y me dirigí hacia el
ascensor. Cuando finalmente llegué a las puertas dobles, corrí y tomé mi
bicicleta de su asidero. El kilómetro hasta el cine no me llevó mucho
tiempo. El olor a palomitas de maíz me dio la bienvenida desde el área
principal y saludé a Sarah, mi gerente, mientras me dirigía a la sala de
descanso. Apenas coloqué mi bolso en mi casillero cuando una voz me
hizo saltar.
—¿Leí mal el horario de nuevo? ¿Qué estás haciendo aquí?
Mi mano se disparó a mi corazón mientras me giraba hacia él.
—Jesús, Greg, me asustaste.
—Me di cuenta de eso. ¿Estás bien?
—Sí. —Me reí, alejando la culpa mientras sacaba mi bolso de
nuevo—. Estoy bastante segura de que trabajo hoy.
Greg pasó los dedos por su cabello castaño, rizado y grasiento. Su
camisa estaba medio metida en sus pantalones, medio colgando a un
lado. No era mucho mayor que yo y la pubertad no había sido amable con
él.
—Nop. Mira, a mí me toca hoy.
Levanté el papel doblado para que él pudiera mirar, pero no hubo
alivio cuando escaneó el horario.
—Ya estoy aquí. Si quieres tomarte el día libre, podría usar el dinero
extra. Es genial si quieres pasar las horas, solo pensé...
Sus mejillas se tiñeron de rojo. Habíamos tenido esta conversación
antes. Como yo, Greg también venía de un hogar monoparental, pero su
madre no solo estaba criándolo a él. Ella tenía otros cinco hijos que
mantener. Los ingresos de Greg eran vitales para su casa. Página | 19
—En realidad, había algunas cosas de las que necesitaba
encargarme. Si Sarah dice que está bien, con gusto te dejaré tener mi
turno.
—Eso sería genial. Gracias, Lucy.
—No hay problema.
Le lancé una sonrisa cuando nuestra gerente entró.
—Llegas tarde.
—Lo sé. —Me encogí—. Sarah, ¿está bien si Greg se hace cargo por
mí? Me encontré con la madre de Boston de camino aquí. Ella dijo que
está despierto. Necesito hacerle saber a Jeff.
—¿Boston Marks está despierto?
Ante su sorpresa, asentí.
—Sí. Tiene amnesia, pero creo que va a estar bien. Jeff realmente
querría saberlo. Quizás eso ayude.
No había razón para una explicación. Sarah y mi hermano habían
salido antes del accidente. Poco después, él había roto con ella. Todos
sabíamos lo duro que lo estaba tomando y sentí una sensación de
entusiasmo cuando Sarah asintió.
—Estoy segura de que se sentirá aliviado. Dile que le envío saludos.
Si necesita cualquier cosa, estoy a una llamada de distancia.
—Le diré.
Saludé mientras me apresuraba a salir. La verdad era que
necesitaba decirle a mi hermano. Si él descubría que lo sabía antes que
él, habría problemas. Y él lo descubriría. Cuando vivías en una ciudad
donde todos se conocían, las noticias se extendían como un incendio
forestal.
Un grupo de niños entró por las puertas principales, y yo gemí
mientras miraba hacia afuera para ver nubes oscuras. Corriendo entre la
multitud, los gritos de emoción se hicieron eco en todo el gran espacio, y
suspiré de alivio mientras salía.
Llegaron más autos y las gotas salpicaron mis mejillas mientras
sacaba mi bicicleta del asidero y me iba a casa. Como siempre, Boston
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robó mi enfoque por completo. Dejé que se reprodujera en mi cabeza
cómo se desarrollaría esta noche, hasta que me estaba deteniendo en mi
camino de entrada. La vieja camioneta roja de mi hermano estaba
estacionada en un ligero ángulo, abarrotando el espacio. El ceño fue
inmediato. Eso me decía que probablemente estaba borracho de nuevo.
Dejé caer la bicicleta en la hierba y la música creció en volumen a
medida que me acercaba al frente de la casa. Mi mamá no estaría en casa.
Ella trabajaba por la noche en el restaurante, lo que significaba que Jeff
tenía reinado libre para enojarse tanto como quisiera. Eso me hizo entrar
con cuidado por la puerta. Irrumpir lo pondría nervioso. Desde el
accidente, cualquier movimiento brusco lo ponía nervioso y de mal genio.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? Pensé que tenías que
trabajar.
Un plato de pretzels descansaba en su regazo mientras estaba
sentado en el sofá. Dejando mi bolso sobre la mesa de café, me dejé caer
junto a él. Apartó mi mano cuando me acerqué para agarrar un puñado.
—Te hice una pregunta. ¿Te despidieron o algo así?
—Sarah no me despediría. Sabes eso. —Una tristeza se mostró, pero
se desvaneció igual de rápido—. Greg pidió hacerse cargo de mi turno.
Sabes como ellos necesitan el dinero.
—Nosotros necesitamos el dinero.
Me detuve.
—Sí, pero había algo que necesitaba decirte. Era más importante
que estar allí.
—¿Sí? ¿Qué?
Me puse de pie, bajé la música y me senté en el cojín más alejado.
La distancia era clave. La distancia me daba tiempo si lo necesitaba.
—Me encontré con la señora Marks de camino al trabajo.
—¿Y?
Jeff trató de contener su ira, pero pude escuchar la diferencia en su
tono.
—Boston está despierto. Salió del coma. Página | 21
Los pretzels cayeron de los dedos de Jeff, y lo que se sintió como una
eternidad pasó mientras miraba al frente aturdido. Esperaba que gritara,
tal vez algún tipo de reacción explosiva. Nada. Nada excepto lo que
parecía miedo.
—¿Jeff?
—¿Sí?
—¿A qué te referías con Boston antes? Quiero decir... ¿qué pasó? No
entiendo.
Un río de color marrón se derramó del costado del cuenco mientras
bajaba los pretzels. Jeff apoyó los antebrazos sobre las rodillas e inclinó
la cabeza.
Más tiempo.
—¿Jeff?
—Comienza a empacar, Lucy.
—¿Q-qué?
—¡Comienza a empacar!
Volé del sofá ante su arrebato, sacudiendo la cabeza mientras
retrocedía hacia la puerta.
—¿Por qué empacaría? Jeff, me estás asustando.
—¿Me tienes miedo? Lucy, no soy yo a quien deberías temer.
—¡Entonces dime! Qué pasó, maldita sea. Me tratas como a una
niña, pero ya no soy una niña pequeña.
Un rugido salió de mi hermano cuando se puso de pie y comenzó a
caminar. Continuos sonidos lo abandonaron antes de que un sollozo
tomara su lugar. Me quedé helada. Mi hermano nunca lloraba. Nunca.
—Matamos a una chica, Luce. La matamos, maldición.
La pared detuvo mi retirada y la sangre corrió por mi lengua
mientras mi mandíbula se cerraba. El miedo apretó mi garganta mientras
mi hermano lloraba más fuerte.
—Era para la película. Boston dijo que sería una gran Polly. Y yo
estuve de acuerdo. Quiero decir, cuando apareció con ella, pensé, ¿qué
demonios? Seguro, por qué no. Fuimos a una cabaña. ¡Ni siquiera sabía Página | 22
que Boston tenía una cabaña! Él era mi mejor amigo. Lo conozco desde
la escuela primaria y no tenía idea. Allí había cosas. Unos… dispositivos.
Esposas y esa mierda. Mierda rara. De todos modos, todos estábamos
bebiendo, y lo siguiente que sé es que Boston recoge esta especie de...
maldición, ¿qué era? Como una de esas planchas antiguas. Las pesadas.
Hierro fundido, o algo así. De todos modos, la agarra y simplemente la
golpea en el costado de su cabeza. La sangre va a todas partes. Ella golpea
el suelo… fuera de combate. Y yo le estoy gritando, asustado, mientras él
la arrastra a la habitación. Dios, Lucy. Maldición. Debería haberme ido.
Debería haber ido a la policía. H-horas. ¡Horas!
El vidrio se rompió cuando Jeff tomó el cuenco de pretzels y lo lanzó
contra la pared. Yo estaba llorando. Sabía que estaba llorando, pero
apenas podía escucharme a mí misma sobre mi pulso. Todo lo que veía
era su miedo. Y mi hermano era el inductor del miedo. Que él tuviera
miedo, me asustaba.
—Él cortó su cuerpo inconsciente. Entonces... luego, giró el cuchillo
hacia mí. —Más sollozos profundos—. ¡La molimos a golpes! No quería
hacerlo. Juro que no lo hacía. Pero no era suficiente. ¡Me hizo violar a esa
chica, Luce! La violé porque tenía demasiado miedo de reaccionar como
debería haberlo hecho.
»Pero no lo sabía —se apresuró a decir—. No lo conocía en absoluto.
Es un monstruo. Pensé que lo vi en la cabaña, pero fue cuando dijo que
iba a conseguir más cerveza que realmente lo vi. Traté de liberarla. Traté
de ayudarla a escapar, pero él realmente no se fue. Se estacionó más
abajo... probándome. Jugando conmigo como un juguete.
»La llevé durante un kilómetro antes de que finalmente saliera de
entre algunos árboles frente a nosotros. Dios. D-dios querido. Era solo un
juego para él. Le encantaba. Deberías haberlo visto. Él sabía que yo
estaba aterrorizado, pero él... él... maldición. J-jesús. Él va a volver y va
a matarme. Nos va a matar a todos.
—No —exhalé—. No, iremos a la policía. Nosotros…
—¡La policía! ¡No podemos ir a la policía! ¿Te perdiste la parte donde
dije que me hizo hacer esto? A mí. Maldición. ¿No has estado
escuchando? Ni siquiera has escuchado el resto de la historia.
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Mis manos se dispararon cuando Jeff acechó en mi dirección, su
puño se echó hacia atrás. Justo antes de alcanzarme, lanzó su brazo con
un gemido estrangulado y comenzó a pasearse. Casi parecía asustado de
golpearme, y nunca había estado así antes.
—Puedes ser tan estúpida a veces, Luce. No iremos a la policía. Ni
yo. ¡Ni tú!
—No. —Mi cabeza se sacudió mientras él continuaba flexionando su
puño—. Cuéntame el resto. ¿Qué pasó después de eso?
Jeff puso los ojos en blanco y se comió el piso con sus zancadas.
—Intenté luchar contra él. Me lanzó un cuchillo y me dijo que
terminara. Pensé que podría vencerlo, matarlo antes de que él me
obligara a matarla. Apenas podía sostener el cuchillo para cuando
terminó conmigo. No sé cuántas veces me pateó. Le corté el cuello a la
chica y corrí a casa. Fue entonces cuando nos encontraste. Él volvió por
mí. Él... Rhonda. Se llamaba Rhonda.
—¿Rhonda? —Algo hizo clic, pero no podía precisarlo. Los
pensamientos eran borrosos. Luego, como una explosión de blanco y
negro, llegó. Me aparté de la pared y las náuseas me quemaron la
garganta al recordar ver el cartel de la chica desaparecida colgando en la
sala de descanso en el cine. No la conocía personalmente. Ella era dos
años mayor, pero la había visto antes. Aun así, algo no estaba bien. ¿No
había escuchado algo sobre ella recientemente?—. Jeff, vamos a
averiguarlo. Vamos a tratar de averiguar más sobre Rhonda. Podríamos…
—¡Irnos! No hay nada que averiguar. Él va a volver y va a matarme,
Lucy. Incluso podría tratar de matarte a ti y a mamá. Tenemos que irnos.
—No, no lo haremos. Al menos no todavía. Boston no recuerda nada.
La señora Marks me dijo que tiene amnesia. Ni siquiera recuerda a su
propia madre.
—Mentira —exhaló—. ¡Está mintiendo!
—Lo golpeaste en la cabeza con un hacha. Ha estado en coma. Creo
que es posible que tenga amnesia. Casi lo matas.
—Desearía haberlo hecho. Desearía que estuviera muerto.

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Boston
Ella no vino. Ni esa noche. Ni al día siguiente. Ni cuando fui
trasladado a una habitación diferente. El tiempo pasaba lento, tortuoso.
Había una urgencia dentro de mí que no podía quitarme. Me carcomía,
alimentando la misteriosa furia dentro. Terminaba gritándoles a las
enfermeras y a cualquiera que se acercara demasiado. Incluso Joy, mi
madre, evitó pasar durante los últimos dos días, aparentemente
entendiendo la indirecta.
Quería que Lucy volviera. La quería aquí para poder verla. El hecho
de que no estuviera me llevaba a un punto de locura con el que no podía
lidiar. Odio. Estaba fluyendo por lo que debería haber sido un momento
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positivo para mí. Estaba vivo. Lo cual era alentador a la alternativa. ¿Pero
realmente valía la pena vivir si ella no estaba en mi vida? La pregunta
provocaba una batalla interior. Parecía insondable, y la contemplación
no ayudaba. No había debate. Lucy necesitaba estar conmigo. Necesitaba
estar a mi lado donde pudiera verla. ¿No la había mantenido siempre
cerca? ¿Observándola? ¿Deseándola? ¿Nunca lejos de su lado?
Mi mente dañada me decía que sí. Si ella no era tan importante, ¿por
qué era la única persona que recordaba? ¿La única cara que podía
recordar? Claro, había escenas de imágenes borrosas: sueños violentos
de torturar hombres, pero eran irrelevantes en comparación con su
importancia.
—¡Maldita sea!
Me acerqué, tomando el receptor de línea fija. Las intensas
emociones aumentaban mientras miraba el teléfono, confundido sobre
qué hacer. Como funcionaba el teléfono era de conocimiento común, pero
cuando se trataba de su número o su apellido... no había nada.
El golpe resonó por la habitación cuando colgué, y mi dedo fue
inmediatamente al botón de llamada.
—¿Sí?
—Necesito ayuda.
—¿Hay algún problema, señor Marks?
—Sí. Envíe a alguien.
Volví a poner el teléfono en la mesa auxiliar y me giré para pararme
junto a la ventana. Durante las últimas semanas mientras estaba en
terapia, aprendí a caminar nuevamente. Podría no haber llegado muy
lejos; estoy seguro de que no iba a correr un maratón en cualquier
momento pronto, pero estaba mejorando. Estaba más fuerte.
—¿Señor Marks?
Entró una joven enfermera y visiones de... alguien me cegaron.
Dientes rompiéndose bajo un golpe. ¿Mi golpe? Los colores parpadeaban
muy rápido. La punta de un cuchillo cortando el pecho de una mujer y
la presión de su piel partiéndose se registró en mi mano. Arrastré la hoja
sin filo, viendo la sangre y frotándola sobre su pecho mientras me giraba
para sonreírle a alguien. La resistencia contra las múltiples capas de piel
vibró en mis dedos cuando comencé de nuevo. Mis músculos se
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flexionaron y se tensaron al atravesar el corte.
—¿Señor Marks?
Parpadeé en rápida sucesión. La visión no era correcta. Siempre
habían sido hombres. Nunca mujeres. Yo protegía a las mujeres. O...
sentía que lo hacía.
El sudor cubría mi piel y el dolor palpitaba en mi cabeza.
—Necesito un número de teléfono. No puedo recordar cuál es.
—¿Disculpe?
—Un número de teléfono —espeté—. Tengo amnesia, ¿recuerdas?
Necesito el número de teléfono de Lucy.
—¿Quién es Lucy?
—Jesús, mujer, no lo sé. Lucy. Lucy de cabello rubio. Joven. Lucy.
Su hermano es Jeff. Lucy. ¡Lucy! Necesito su maldito número de teléfono.
—Cálmate, hijo. Es inútil. —Mi madre entró, haciéndole señas a la
asustada enfermera. Su voz era severa, y a la vez suave, pero no me perdí
el miedo subyacente.
—¿Qué demonios quieres decir con que es inútil? ¿Dónde está Lucy?
¿Cómo me pongo en contacto con ella?
—¿Ella es tan importante para ti?
Respiré a través del deseo de avanzar y tirar de ella para que pudiera
ver lo serio que era. Estar separado de Lucy no estaba funcionando. No
podía hacer esto. Ni un día más. Ni una hora más. Ni siquiera un puto
segundo.
—Sí. Lo es. Lo más importante del mundo para mí. Quiero verla.
Necesito hablar con ella. ¿Cuál es el apellido de Lucy? ¿Cuál es su
número?
—Y entonces continúa. —Las palabras fueron apenas un murmullo.
Ella sacudió su cabeza con incredulidad, frotando sus dedos sobre sus
ojos—. Como dije, es inútil. No tienen teléfono.
—¿Qué quieres decir? ¿Por qué no tendrían teléfono?
—Mi suposición es por dinero. No tienen mucho. Boston,
necesitamos hablar sobre Lucy. Página | 27
—¿Qué pasa con ella?
—Creo que probablemente no sea una buena idea contactarla. Jeff
no quiere a Lucy a tu alrededor. Creo que sucedió algo malo y no tuvo
nada que ver con el accidente. ¿Has recordado algo más?
—No. —Encogiéndome de hombros, retrocedí hasta el borde de la
cama—. A decir verdad, mamá, me importa una mierda Jeff o lo que pasó
entre nosotros. Quiero a Lucy. Tienes que ir a buscarla.
Sonó una risa de asombro, y aun así, luché contra el impulso de
dirigirme a mi punto. ¿Por qué no estaba entendiendo? ¿Por qué nadie
veía cuánto la necesitaba?
—Boston, Lucy siempre viene. Apuesto a que está ocupada. Si ese
es el caso, probablemente deberíamos dejarla tranquila.
—Me dices eso una vez más... —Mis dientes se apretaron y cerré los
ojos para calmar la nerviosa sensación—. Escúchame. Escucha bien. La.
Necesito. Aquí.
La vacilación siguió a su rigidez. Mi cerebro no estaba enfocado. No
podía lidiar con esto, y no entendía por qué. Lo único que sabía era que
si ella no estaba cerca de mí pronto, mataría a cualquiera que se
interpusiera en mi camino para encontrarla.
—Está bien. Bien. —La derrota se mostró mientras miraba al suelo—
. Supongo que podría pasar por su casa de camino a casa.
—Gracias. —Como agua para el fuego, la calma se extendió—.
¿Cuánto tiempo más tengo que quedarme aquí? Estoy listo para irme a
casa. Estoy bien.
Dejando su bolso, mi madre se sentó en la silla junto a la pared. Yo
parpadeé repetidamente, buscando entre mis recuerdos.
—Espera... ¿dónde vivo?
—Tus cosas están en la casa de huéspedes. Por tu condición pude
rescindir tu contrato de arrendamiento. Querías mudarte de ese viejo
departamento de todos modos. Pensé que esta era una buena
oportunidad.
—Cierto. Bien. Cuéntame sobre Lucy. ¿Cómo es ella? ¿Qué edad
tiene? ¿Estamos juntos? Página | 28
Otra risa de mi madre, una que casi sonaba... triste.
—Oh, cariño. —Se enderezó en la silla—. No, no están juntos. Ella
apenas tiene dieciocho. Creo que querías esperar hasta que sintieras que
estaba lista.
—Ella está lista. ¿Qué edad tengo?
Una pausa. ¿Más miedo?
—Tendrás veinticuatro el próximo mes. —Su mano se levantó,
aplanándose para que redujera la velocidad mientras rebotaba
ligeramente. Ella guardó silencio. Casi más allá de las palabras—. Tengo
que ser honesta contigo. Esto es lo más abierto que has sido conmigo
sobre Lucy, así que estoy tratando de adaptarme. Lo sabía, pero... eres
diferente ahora. Solías hablar con alguien sobre esto, sobre ella. Lo
conociste hace unas semanas cuando despertaste. El doctor Patron.
Tenía el cabello blanco. ¿Lo recuerdas?
—Sí, pero no quién es. —La última parte fue murmurada, la
comprensión de que mi comportamiento era raro provocaba la necesidad
de controlar los abrumadores pensamientos. No debería estar hablando.
En el fondo, me lo decía mi instinto.
—Boston, ¿estás bien?
—¿Soy muy diferente de antes?
Ella asintió, sus rasgos se arrugaron.
—Como la noche y el día. Eres sincero. Dices lo que estás pensando.
Nunca has hecho eso antes. Si no hubieras tenido un colapso importante
a los doce, tal vez nunca hubiera sabido sobre Lucy.
—¿Colapso? ¿De qué estás hablando?
Sus labios se fruncieron.
—Eras un niño tranquilo. Muy vigilante de todo. Soy bastante
callada, así que siempre asumí que lo obtuviste de mí. Cuando tenías
doce años, tu papá dijo que tenías que dejar de pasar tanto tiempo en
casa de Jeff. Nunca estabas en casa. Apenas te veíamos. Estábamos
preocupados. Incluso cuando te traíamos a casa, te escapabas para
volver a su casa. Cuando tenías doce años, tú... amenazaste con un
cuchillo a tu padre mientras estábamos durmiendo. Amenazaste su vida.
Incluso lo cortaste mientras sostenías la hoja contra su garganta. Dijiste Página | 29
que no podías dejarla. A ella. No a él, a Jeff. Buscamos al doctor Patron
después de eso.
Mis ojos se abrieron, pero no me sorprendió. Sabía lo que tenía
dentro incluso si no lo entendía.
—Mamá, necesito ver a Lucy. Tengo que hacerlo. Es… no puedo
explicarlo. Solo tienes que traerla. Te lo ruego.
—Iré de camino a casa. Tal vez incluso hable con Jeff. Realmente me
gustaría que ustedes dos arreglen las cosas. No me gusta esta tensión.
Siento como si algo hubiera pasado. Algo muy malo.
Pavor. Ligero temblor. Ella tenía miedo de mí... o de lo que era capaz.
—Bueno, no pasó nada. Jeff... no ha tenido razón por algún tiempo.
No puedo... recordar, pero... él no está bien. No es bueno.
—No, no lo es. Siempre lo he sabido.
—Cuéntame más sobre Lucy.
Joy soltó una respiración profunda.
—Más tarde. No estoy segura de cuánto más de esto puedo tomar
ahora mismo. Hablemos de otra cosa. ¿Qué tal la escuela? ¿Estoy
suponiendo que te vas a tomar libre el último semestre?
—¿Escuela?
—Asistes a clases en el noreste. Estudios de medios y pantallas.
¿Algo de eso te suena?
—Pantallas. Películas. Hago películas. —Los colores se
arremolinaban, uniéndose cuando un hacha se balanceó hacia mí.
Estaba sosteniendo una cámara, moviéndome con la corriente, para
poder evitar la cuchilla. Un hombre de mi edad con el cabello rubio
oscuro... estaba enojado. Gritando. Sangre. Estaba cubierto de sangre.
Los recuerdos de los hombres golpearon fuerte—. Así es —dije en voz
baja—. Hago películas.
Las piezas se unieron. Toda la sangre. Todo el caos que se manifestó
en mi mente. La cámara instalada en la esquina de la habitación de la
cabaña mientras yo quitaba trozos de piel. Películas.
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—Supongo que vas a esperar, ¿verdad?
No se requería pensarlo.
—No me iré. Me quedaré aquí con Lucy.
—Boston... —Mi madre puso las manos en su regazo—. Tienes que
darte cuenta de que Lucy tiene libre albedrío. Ella tiene elección. ¿Qué
pasa si no quiere lo que tú quieres? Tienes que enfrentarte a eso, porque
aunque puedes sentir un fuerte sentimiento por ella, ella puede no sentir
lo mismo. Si ella no...
La negación hizo que sacudiera la cabeza.
—No. Ella es la única a la que puedo recordar. Tiene que haber algo.
Yo… la amo. Y ella me ama. Tiene que hacerlo.
—Podría no hacerlo. Especialmente si nunca se lo has dicho. No
pretendo molestarte, hijo. Me preocupo por ti. Pero quiero que estés
preparado. Puede que nada pase entre ustedes.
La rabia me atravesó por razones que no podía entender. La
necesidad de atacar estaba allí, pero me mantuve firme ante el impulso.
—Ella me ama. Lucy me ama. Ella me ama, maldición, y yo la amo,
y eso es todo.
Silencio.
—Está bien. Quizás lo haga. Quizás tengas razón. Estás muy
molesto, así que hemos terminado de hablar de esto. Estás teniendo
dificultades para no recordar nada, y debería darte algo de espacio.
Pasaré y le pediré a Lucy que venga a verte.
—Gracias.
—De nada. —Poniéndose de pie, mi madre volvió a poner la correa
del bolso sobre su hombro. Cuando se dio vuelta para irse, sentí que
quería seguirla. La desesperación volvía a entrar. ¿Qué pasaría si Lucy
no venía? ¿Qué pasaría si... qué pasaría si ella no quería verme? ¿Qué
pasaría si no me amaba como yo la amaba? No. Ella lo hacía. Pero, ¿y si
no venía? Necesitaba alternativas, otras formas de ponerme en contacto
si esto fallaba.
—¿Cuál es su apellido?
Mi madre se detuvo en la puerta, mirando por encima del hombro.
—Adams. Lucy Adams. —Con eso, cerró la barrera detrás de ella. El Página | 31
conocimiento surgió a través de mí como si hubiera ganado algún tipo de
premio. Tenía su nombre y ella nunca podría esconderse. Nunca podría
desaparecer sin que yo pudiera rastrearla. ¿Cómo es que sabía estas
cosas, pero no sabía nada de mí? Había tantas preguntas, pero no me
importaba descifrarlas. Mi mente tenía una sola preocupación, y no era
por mí.
Lucy
Estábamos cenando cuando llamaron a la puerta. Mi hermano, mi
madre y yo levantamos la vista de la desvencijada mesa alrededor de la
que estábamos sentados, y mi madre se puso de pie, pero Jeff alzó la
mano y se levantó él.
Confundida, me encogí de hombros hacia mi madre mientras
veíamos a Jeff dirigirse a la sala de estar. Nunca teníamos visitas. Si lo
hacíamos, generalmente era porque Jeff estaba borracho y se desmayaba
en alguna parte. Habíamos recibido tres de esas visitas de vecinos en las
últimas dos semanas.
Jeff no se tomó bien que no nos fuéramos. Mi madre no cedería en Página | 32
su decisión sin una explicación, y Jeff no elaboraría más allá de la
necesidad de un nuevo comienzo. Seguía esperando que desapareciera e
intentara llevarme con él… no es que me fuera a ir después de lo que
averigüé. Incluso intenté convencerlo, pero mi hermano no estaba bien.
Su historia ni siquiera era plausible. El cartel era viejo. Rhonda... no
estaba desaparecida ni muerta. Ella se había escapado con su novio y
ahora estaba de vuelta en la ciudad, embarazada. Eso es lo que había
olvidado y redescubierto a través de mi búsqueda. Nada de lo que dijo
tenía sentido, y ahora no sabía qué creer.
—Hola, Jeff.
—Señora Marks. ¿Qué hace aquí? —Mi hermano se movió
nerviosamente, cerrando la puerta más a su alrededor.
—Necesito hablar contigo. Se trata de Boston.
—En realidad, estamos cenando. ¿Podemos hacer esto en otro
momento?
—Lo siento, pero me temo que no. Esto no tomará mucho tiempo.
Solo quería saber lo que pasó entre ustedes. Esto no podría ser sobre el
accidente. ¿O sí? Todos vimos el video de la película que ustedes estaban
haciendo. Fue claramente un accidente. Es solo que... no entiendo por
qué no has ido a verlo después de todo lo que han pasado juntos. Eran
mejores amigos. ¿Hubo algo más? ¿Tal vez antes de que se lastimara?
—No quiero hablar de ello.
—Pero Boston te necesita, Jeff. No le está yendo muy bien.
Me puse de pie, yendo hacia la puerta.
—No me necesita, señora Marks. Estoy seguro de que estará bien.
—No estoy tan segura. —Hizo una pausa y me acerqué—. Él sigue
preguntando por Lucy. Es por eso que estoy aquí. Me hizo prometer que
le dijera que fuera a verlo. Debido a la amnesia, espero que esté
confundido. Que tal vez es a ti a quien quiere. Ustedes, muchachos,
crecieron juntos. —Otro período de silencio, seguido de su voz
temblorosa—. Jeff, tienes que mantener a Lucy aquí. Tienes que ir con
mi hijo y arreglar lo que sea que haya salido mal entre ustedes dos. Tienes
que ser tú.
La cabeza de Jeff se sacudió, pero suspiró. Página | 33
—Intentaré pasar y verlo mañana. Tengo que trabajar, pero pasaré
por el hospital de camino a casa. En cuanto a Lucy... no tiene que
preocuparse. Ella sabe que es mejor no volver.
—Excelente. Lo trasladaron a la habitación doscientos veintiuno.
Jeff asintió y cerró la puerta. En el momento en que se volvió y me
vio, se detuvo bruscamente. La mirada que me lanzó era amenazante, y
me sentí culpable por lo que sabía que tenía que hacer. Si Boston quería
verme, iba a ir.
—Siéntate, Luce. Terminemos de cenar.
—¿Qué dijo la señora Marks? Era ella, ¿verdad?
Jeff y yo nos sentamos, y él le sonrió a mi madre.
—Ella solo quería que visitara a Boston. Aparentemente no le está
yendo muy bien ajustándose a la amnesia.
—Oh, cariño, eso es horrible. Realmente creo que deberías ir.
Jeff clavó el tenedor en sus papas y estuvo de acuerdo con un fuerte
asentimiento. Él permaneció callado mientras seguía comiendo, pero no
me pasó desapercibida la forma en que seguía lanzándome miradas
fulminantes. Mi apetito flaqueó, y tomé mi comida mientras pensaba en
las últimas semanas. ¿Y si Boston no había hecho nada malo? ¿Y si era
Jeff el que tenía un problema? Después de todo, afirmó que mató a una
chica que ni siquiera estaba muerta.
La cena transcurrió en un silencioso repiqueteo de utensilios. Jeff
se excusó como lo hacía todas las noches y desapareció. Mi madre no fue
muy diferente. Estaba exhausta de trabajar un doble turno el día anterior
y dijo que iba a ponerse al día con el sueño atrasado. Me volví impaciente
cuando mi necesidad de ver a Boston se volvió abrumadora. Antes de
poder detenerme, estaba en mi bicicleta, pedaleando tan rápido como
podía hacia el hospital. Tal vez los recuerdos acerca de Jeff habían vuelto.
Si lo hubieran hecho, tal vez podría entender lo que estaba sucediendo.
O tal vez estaba inventando excusas para lo que sabía que quería: a
él.
El hospital estaba relativamente vacío, excepto por una enfermera
ocasional. Mantuve la cabeza gacha mientras caminaba rápidamente por
su pasillo. Cuando encontré la habitación y golpeé, su voz profunda hizo Página | 34
eco, y me metí cuidadosamente. Boston estaba sentado al pie de la cama.
No llevaba una bata de hospital como esperaba. Llevaba pantalones de
chándal negros y una camiseta blanca. Al verme, se sentó más derecho.
No hubo sonrisa. Ninguna expresión en absoluto. Solo un
ensanchamiento de sus ojos mientras se deslizaba más hacia el borde.
—Nunca volviste.
Ira. Entrelazaba sus palabras, pero no era prominente. Caminando
hacia adelante, contemplé lo cerca que debía ir. La confesión de Jeff hizo
que mi mente diera vueltas. A pesar de que obviamente no era cierto,
dudaba.
—Lo siento. No es fácil venir con Jeff observando cada uno de mis
movimientos. Incluso me ha estado llevando al trabajo.
—Ya veo. Acércate. Siéntate.
Palmeó la cama a su lado. Mis ojos se movieron hacia la silla, pero
me encontré yendo hacia él. Antes de que pudiera decidir si obedecer su
orden, extendió su mano y agarró la mía para atraerme directamente
junto a él.
—No puedo quedarme mucho tiempo —exhalé, con el corazón
acelerado—. Tu mamá dijo estabas preguntando por mí.
—Sí. Necesitaba verte. Me gusta que estés aquí. Conmigo.
—¿Por qué?
Múltiples expresiones aparecieron mientras deslizaba sus dedos por
los míos frotando los dígitos en una caricia lenta y prolongada. Lamí mis
labios, tratando de calmarme por la creciente emoción, pero me habría
estado mintiendo si hubiera dicho que no tenía miedo. Me dejó
temblando. Confundida.
—No lo sé. Eres tú. Creo que, tal vez, siempre has sido tú.
Rápidamente, mi cabeza se sacudió.
—Tu mamá piensa que es a Jeff a quien realmente necesitas. Ella
no quería que viniera. Le dijo que me mantuviera lejos de ti.
La ira hizo que su cabeza fuera ladeada hacia un lado, pero estaba
ensombrecida por algo más.
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—Pero de todas formas viniste a mí. Querías verme.
—Bueno, sí, pero…
Su otra mano se deslizó por mi cabello, cortándome. No podía
pensar. No podía hacer otra cosa que mirar sus ojos color avellana.
Cuando sus labios rozaron los míos, el mundo giró a mi alrededor. Todo
mi cuerpo se sacudió y no pude decidir si quería besarlo más o salir
corriendo. Siempre había estado obsesionada por Boston. Pero el miedo
de Jeff... eso era real.
—Qué bueno. —Respiró contra mis labios—. Si nunca hice esto,
siempre he querido hacerlo. Puede que no recuerde mi pasado, pero sé lo
que siento: a ti. —Me besó de nuevo. Esta vez, con más calor. Sus dedos
apretaron mi cabello y la lengua de Boston se hundió en mi boca,
deslizándose contra la mía. Solté un gemido antes de que pudiera
detenerlo. Había besado a un chico una vez, pero no así. Y no era Boston.
El hombre que una vez gobernó mi mundo me estaba dando lo que yo
siempre había soñado. ¿Pero a qué precio?
—Espera. —Mi pecho subía y bajaba con cada jadeo. Sentía
cosquillas por todas partes y no podía dejar de retorcerme ante la
excitación. Me golpeó tan fuerte que nada estaba empezando a importar.
Estaba borrando la ansiedad. Eliminando cualquier preocupación que
debería haber sentido. Las sensaciones eran adictivas. Quería más—.
Deberíamos hablar. A mi hermano no le gustará esto.
—¿Qué deseas?
Todavía sostenía mi cabeza, atrapándome para que no me moviera.
Mi boca se abrió, pero hablar era imposible. Todo lo que pude hacer fue
mirar sus profundidades. Sabía lo que quería. Lo que siempre había
querido.
—Eres tan hermosa. —Su pulgar se movió, trazando mi labio
inferior. La mirada cautivadora en su rostro no se parecía a nada que
hubiera visto. Me atraía. Me daba la esperanza que nunca podría haber
imaginado—. ¿Qué quieres, pequeña Lucy? ¿A mí? ¿Me quieres?
—B-Boston.
—Dios, la forma en que dices mi nombre. Dime que me quieres. Tengo
que escuchártelo decirlo.
—Siempre he... pero... Página | 36
—No hay “peros” en lo que a ti y a mí concierne. Es negro o blanco.
Sí o no. Siempre o nunca... y dijiste siempre. No puedes retirar eso. Me
niego a dejarte.
Volvió a inclinarse, besándome tan profundamente, que ya no era la
Lucy que conocía. No era nada más que suya. La chica en mí se hizo
añicos, muriendo con cada lamida y mordisco a mi labio inferior. Una
nueva Lucy que anhelaba cosas que no entendía, surgió. Una que lo
amaba un millón de veces más que lo que alguna vez lo había hecho.
Cuando mis ojos finalmente se abrieron, él me estaba mirando fijamente.
Él quería más. La lujuria estaba escrita en toda su cara. Estaba en la
pesadez de sus párpados. En la forma en que su lengua trazaba sus
labios carnosos, necesitando probar más de mí. En la forma en que
miraba hambrientamente los míos.
—Boston, hay algo que debes saber. Jeff... me dijo cosas. Me
asustaron. No estará de acuerdo con esto. Estaría en muchos problemas
si él supiera que yo siquiera estuve cerca de ti.
—¿Qué dijo?
Dudando, cambié la conversación, a pesar de querer continuar.
—¿Has recordado algo? ¿Tal vez algo sobre una cabaña?
Boston retiró su mano de mi cabeza y miró hacia adelante,
parpadeando repetidamente como si parecería recordar algo.
—Jeff... estábamos haciendo una película allí. Sobre una chica. Creo
que la matamos. En la película —agregó rápidamente—. Eso es todo lo
que realmente recuerdo.
—¿Era parte de la película? —Mi boca se abrió a través de la
sorpresa, y la ira me inundó. Por supuesto. Pero, ¿cómo era que Jeff lo
había entendido tan mal? ¿Su mente de alguna manera deformó la
verdad para justificar y enfrentar lo que le había hecho a Boston? Tenía
que ser eso—. Él no cree que fuera parte de la película. Jeff realmente
cree que ambos mataron a una chica. Y antes de que te golpeara en la
cabeza con el hacha, dijo que se estaba protegiendo... de ti.
—Pero yo tenía una cámara. Mi madre me dijo que la tenía. Estaba
grabando. ¿Por qué haría eso si estuviera tratando de matarlo? ¿De qué
tenía que tener miedo? No es como si hubiera usado la cámara como
alguna especie de arma. Página | 37

—No lo sé. Solo sé lo que me dijo.


Boston se volvió hacia mí.
—Hablaré con él. Solo... —Su mano se levantó para ahuecar mi
mejilla y me di cuenta de que quería besarme de nuevo—. No quiero que
se interponga entre nosotros. Quiero seguir viéndote.
Mi perplejidad se despertó. Mi mente casi no podía creer que esto
estuviera sucediendo. Todavía no estaba segura de que lo estuviera.
Seguía esperando que el viejo Boston regresara. Que él retrocediera y
dijera que había cometido un error.
—Lucy. —Se acercó, una vez más lamiendo sus labios. Pero no fue
suficiente. Agarró mi cadera, acercándonos casi el uno al otro. Mi boca
se abrió, y él aprovechó, deslizándose dentro para saborearme. Un sonido
profundo fue arrancado de Boston, y las vibraciones zumbaron por todo
mi cuerpo. Yo apenas registré agarrar su camisa mientras sostenía una
mano en la parte posterior de mi cabeza y la otra en mitad de mi espalda.
Atrayéndome, sus dedos se clavaron en mi costado. Jadeé, dejando
que mi lengua se sumergiera para encontrar la suya.
—Maldición, esto es correcto. Lo sabía. Solo lo sabía. Ni siquiera la
amnesia pudo robarte de mí.
Boston es estiró, agarrando un lado de mi trasero para atraerme
para montarlo a horcajadas. No luché contra el miedo. Y tenía miedo.
Nunca había ido tan lejos con un chico. La necesidad nunca estuvo ahí.
Me había dedicado a un hombre que nunca me creí capaz de tener.
—Vas a despertar de verdad y saber... vas a recordar, y verás que
esto no es lo que querías.
—Te equivocas. —El dolor me atravesó el cuero cabelludo mientras
él tiraba con fuerza. El grito que solté se convirtió en un gemido cuando
él chupó mi cuello. Mis caderas se mecieron, y agarré la parte de atrás
de su cuello mientras sus dientes rozaban mi piel. Y estaba perdida... La
necesidad que me consumía era abrumadora. Seguí moviéndome. Seguí
gimiendo por deseos que no sabía cómo cumplir—. Quiero que pases la
noche conmigo.
—¿Q-qué? ¿Aquí?
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—No, nos iremos. Regresaremos a mi casa. Mi mamá dijo que vivo
en su casa de huéspedes. Iremos allí.
Mi cabeza se sacudió mientras salía de su regazo. El calor ardía en
mis mejillas, recorriendo todo mi cuerpo. No podía mantener mis piernas
quietas. Parar casi se sentía como una nueva forma de sufrimiento, una
que nunca había experimentado.
—No deberías irte antes de lo debido. Esto —hice un gesto entre
nosotros—, puede esperar. Tu salud es más importante. Tienen que
asegurarse de que estés bien. No estoy segura que nosotros... vas a
cambiar de...
—Nunca. Vuelve. Aquí. —Boston le dio unas palmaditas a su regazo
y yo no me perdí la dureza de su polla a través de los pantalones de
chándal. El infierno creció cuando levanté la cabeza de golpe. Soltó una
risita, y se puso de pie lo suficiente como para alcanzarme y tirar de mí
hacia atrás—. Mi salud está bien. Me dejarán salir en los próximos días
más o menos de todos modos. Estás asustada. —Su tono bajó, profundo,
persuasivo, suave—. No me tengas miedo. No necesito recuerdos para
reconocer la inocencia cuando la veo. No voy a hacerte daño, Lucy.
Boston me agarró detrás de la rodilla, acercándola para doblarla
sobre la cama. Cuando él tiró de la otra, no tuve tiempo de ser tímida. Él
robó el sentimiento con su beso posesivo. Sensaciones y necesidades
explotaron y yo estaba meciéndome de nuevo, sosteniéndolo tan fuerte,
que estaba segura de que nadie habría sido capaz de alejarme. ¿Cuánto
tiempo había deseado esto? ¿A él? Estaba tan preocupada de que
cambiara de opinión, que tenía miedo de enfrentar que tal vez no lo haría.
—Ven conmigo. Quédate conmigo.
—Realmente no debería. Jeff...
—No es nuestra preocupación. Quédate. Esta noche. Mañana. Cada
día. Tú y yo. Quiero saber todo sobre ti. —Inhaló profundamente,
hundiendo sus dientes en la unión de mi cuello mientras chupaba fuerte.
—Esto no está sucediendo.
—Te equivocas de nuevo, pequeña Lucy. Esto está sucediendo. Y
nadie va a interponerse en medio de eso.
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Boston
Sonidos amortiguados, sonidos celestiales. Llenaban la habitación,
alimentando mis acciones y llevándome más alto mientras apretaba mi
polla contra el coño caliente de Lucy. Maldición, ella estaba en llamas.
Sus caderas se mecían y yo encontraba sus movimientos con un suave
empuje. Estábamos tan sincronizados. Tan perfectamente hechos el uno
para el otro. Era obvio que me deseaba. Y habría hecho cualquier cosa
para mantenerla conmigo. Cualquier cosa. Mi cerebro estaba
sobrecargado… Lucy, Lucy. Mía. Para siempre.
No la conocía. No en la forma en que uno probablemente debería,
pero eso no importaba. El tiempo era irrelevante en comparación con mi
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intuición. Lucy pertenecía conmigo. Ella era lo único vital para mi
existencia.
—Di que vendrás.
—¿A tu casa?
Ante mi asentimiento, ella pareció volverse seria. Su boca se torció,
pero sus caderas aún se movían, acercándola.
—¿Cómo llegaremos allí? Vives fuera de la ciudad. Solo tengo mi
bicicleta.
Y ahora yo estaba lúcido. Incluso si nos fuéramos, no tenía un auto
o dinero. No aquí. Llamar a mi madre no parecía correcto. Y no tenía su
número de todas formas. Las enfermeras podrían tenerlo.
—Dijiste que te irías pronto. Quédate en el hospital. Necesito tiempo
para procesar esto de todos modos. Yo nunca... y tú... nunca hemos...
El rubor que teñía sus mejillas se intensificó cuando se detuvo. Solo
la vista era suficiente para volverme loco por más. Enterré mi nariz en su
cuello y respiré tan hondo que recé para que su aroma se grabara en mi
cerebro para siempre. Era familiar por razones que no conocía. Algo
intentó venir, pero no lo hacía. ¿Había hecho esto antes?
—Si quieres que me quede, lo haré. Con una condición.
Los dedos de Lucy se clavaron en mi espalda mientras mordisqueaba
su oreja. Ella estaba meciéndose de nuevo. Y yo también. No podíamos
tener suficiente el uno del otro.
—¿Qué?
—Quiero tocarte.
La confusión enmascaró su rostro, pero no duró mientras conducía
mi boca de nuevo a la suya. Cuando el botón de sus vaqueros cedió bajo
mis dedos, ella saltó. Mis movimientos eran lentos. Bajé la cremallera,
deslizando mi brazo para tirar de su cintura más arriba.
—Boston, no lo sé. Yo…
—Shhh. Esto te gustará. Créeme.
El temblor sacudió a Lucy, pero se puso de rodillas, permitiéndome
más fácil acceso. Mis ojos se levantaron para encontrarse con los de ella
mientras mis dedos se sumergían en sus bragas. Una humedad increíble
se encontró con la punta de mis dedos y mi polla se sacudió. El latido Página | 41
aumentó a medida que me movía en círculos sobre su clítoris y pliegues.
Estaba tan hinchada. Tan caliente. Y era todo por mí. Por mí.
—Dios. —Pasó sus manos por mi cabello corto, deteniéndose apenas
sobre mis labios, mientras sus caderas giraban más—. Boston.
—Te lo dije. Te puedo dar esto. Te puedo dar todo.
Uno de mis dedos se metió en su entrada, y Lucy jadeó, empujando
hacia abajo aún más. Había una desesperación en ella que alimentaba la
mía. Ya podía decir que estaba cerca. Era una victoria y un final para el
que no estaba preparado. Pero diablos si podía detenerme.
—Sí. Esto... me gusta.
Aplicando presión sobre su clítoris con mi palma, la dejé controlar
la velocidad. Su coño se aferraba fuertemente a mi dedo y no pude evitar
deslizar otro dentro para estirarla. Sus uñas se hundieron en la parte
posterior de mi cabeza, moviéndose mientras ella se sostenía. Me moría
por follarla. Y me estaba matando no actuar sobre eso.
—E-espera. Boston.
—Recuerda, confía en mí. Sigue. Dame esto.
El dulce sabor a Lucy me envolvió una vez más. Apliqué más presión,
introduciendo con facilidad mis dedos contra su canal mientras su ritmo
aumentaba. Ella estaba tomando más de mí. Montando mis dedos como
si estuviera follando mi polla. Mi palma rotó, agregando fricción, y ella se
hizo añicos, teniendo espasmos y gritando en mi boca. Podría haberme
corrido ante el sonido. Era una melodía que era solo mía, una que me
aseguraría de nunca perteneciera a nadie más.
—Cuando lleguemos a casa, voy a hacer esto todo el tiempo. Viviré
de ti… de tu coño, de tu sabor.
Ella estaba bajando, y era prácticamente peso muerto encima de mí
mientras descansaba su cabeza contra mi cuello. Liberando mis dedos,
cerré los ojos y los deslicé en mi boca. Su esencia inundó mi lengua,
acabando conmigo. Mi corazón pareció detenerse y las visiones
explotaron, llevándosela.
Pero no por mucho.
Estaba caminando y estaba oscuro. Estaba en una habitación, su
habitación. Lucy estaba durmiendo. Jeff estaba borracho y desmayado. Página | 42
Igual que su madre. Nadie lo sabría nunca.
Ella soltó un suspiro cuando me acerqué. Tenía una pierna fuera de
las mantas mientras que la otra estaba oculta de la vista. Sus pequeños
pantalones cortos moldeaban su culo, poniéndome duro al instante.
¿Cuánto tiempo había esperado para llegar a ella? ¿Horas? ¿Todo el
puto día? ¿Cada día? Sí, cada segundo era toda una vida hasta estos
momentos robados.
Su cabello rubio estaba desplegado sobre la almohada, y mis dedos
revolotearon sobre él. Me puse de rodillas, inclinándome e inhalando
profundamente. El mismo champú barato de fresa de su baño llenó mis
sentidos. Mi mano fue más abajo mientras tocaba el material de la correa
de su camiseta sin mangas. Tomó todo en mí no bajársela. Quería ver
con qué fantaseaba. Ella no tenía senos demasiado grandes, pero se
estaban haciendo más grandes con su edad. ¿Qué aspecto tenían? ¿Cómo
se sentiría su peso en mi palma?
Más abajo viajé, bajando la cabeza mientras lo hacía. Centímetros
de sus muslos no eran suficientes. Inhalé su aroma como siempre, con
ganas de disfrutar su coño de cualquier manera que pudiera. Me mataba
no hacer más. No despertarla y cumplir con lo que había agotado mi
mente. Siempre era lo mismo. Momentos robados. Robados. Robados. Sí,
pensé en apartarla, pero alguien... un doctor... el doctor Patron... me dijo
que ella no merecía una vida así. Lucy me amaría. Se casaría conmigo.
Sería mía en todos los sentidos si esperaba y hacía las cosas bien. En
cuanto a aprovecharme de ella mientras dormía... A su edad, sabía que
estaba mal, pero eso era irrelevante. Ella me pertenecía. Siempre lo había
hecho.
Un pequeño gemido me hizo congelarme. Sus pantalones cortos se
subieron, haciendo que sus bragas fueran visibles, y extendí la mano
para moverlas a un lado. Estaba tan cerca. Tan jodidamente cerca.
—¿B-boston?
Solo un susurro. Un sueño.
Me mordí el labio, levantando el algodón de su piel. Su coño estaba
justo delante de mi cara. Mis ojos se cerraron. Mis pulmones se
expandieron al máximo por mi gran inhalación. Cielo… cielo que te hace
agua la boca.
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Desafiando lo peor, apliqué presión con mi mano contra el costado
de su trasero y separé sus pliegues. Su canal se abrió un poco, y apreté
los dientes por el deseo de hacer más. Lentamente, me incliné, solo para
abrir su entrada de nuevo. Para la cuarta vez, ella estaba cada vez más
húmeda. Seguía inhalándola, deseando, esperando. Pero lo que quería,
no podía tenerlo. Si lamía sus jugos, ella se habría despertado. No podía
arriesgarme todavía. No era el momento. Nunca era el momento. Casi
todas las jodidas noches durante años… negadas.
La yema de mi pulgar trazó su coño tan levemente como pude
arreglármelas. Acomodé sus pantalones cortos, dejando la habitación lo
más rápido que pude. Mi pulgar estaba ya en mi boca y me dirigía al
único lugar que me daría algún tipo de satisfacción: su ducha, su jabón,
y ahora, con su sabor.
—¿Estás bien? ¿Boston?
Parpadeé apartando los colores, quitándome los dedos de la boca.
No respondí. Estaba girando a Lucy, poniéndola de espaldas mientras
acomodaba mi peso por encima de ella.
—Te vi. Yo tenía razón.
La besé más. Ella no me empujó ni trató de alejarse de debajo de mí.
Los brazos de Lucy me rodearon el cuello e hice lo que siempre había
fantaseado hacer.
—Quiero ver. —Levantando su camisa, la dejé ajustarse mientras
subía el material más hacia arriba. Ella se puso un poco rígida y sus
mejillas adquirieron ese tinte bonito y rosado. Estaba avergonzada o
asustada, pero no me detuve. La tela suave se asentó sobre su pecho, y
le subí el sujetador para revelar sus senos. Los pezones rosados y tensos,
me llamaron mientras me zambullía para chupar una de las duras
protuberancias llevándola a mi boca. Ella soltó lo que sonó como un grito,
pero sus piernas se levantaron a mis costados. Independientemente del
orgasmo que acababa de tener, su cuerpo estaba lejos de estar saciado.
—Deberíamos parar. Alguien podría entrar.
—Es tarde —dije, continuando—. No vendrá nadie, y si lo hacen,
haré que se vayan. Tócame, Lucy.
Alcancé su mano, levantándola mientras la llevaba a mis pantalones
deportivos. Terror. Sus grandes ojos verdes me miraron con miedo Página | 44
mientras envolvía su mano alrededor de mi polla y agregaba presión
contra sus dedos. Mis caderas se relajaron y un gemido fue arrancado de
mis labios cuando su palma se deslizó sobre la cabeza y fluyó a lo largo
de mi longitud. Besarla y regresar a pellizcarle el pezón pareció calmar lo
salvaje que tenía dentro. Su cuerpo reaccionó, respondiendo a mi ritmo
y acelerándolo mientras respiraba pesadamente a través de mis empujes.
—Maldición, eso se siente tan bien. No tienes idea de lo que me
haces.
Mi polla se engrosó, dolorida por la presión acumulada en su
interior. Más rápido empujé, estirándome para ahuecar su coño mientras
usaba toda mi fuerza para sostenerme por encima de ella. La rotación
hizo que la habitación se balanceara, pero no me detuve. No podía.
Cuanto más fuerte besaba a Lucy, más era suyo. El sudor cubría mi
cuerpo. Estaba acercándome.
—¿Desearías estar…?
—¿Aquí? —Mis dedos se frotaron más fuerte a través de los vaqueros
que cubrían su coño. Lucy jadeó, gimiendo y asintiendo.
—No necesito desearlo. Voy a estarlo. Tal vez no esta noche —gruñí,
forzando las palabras—. Quizás no mañana. Pero eventualmente, todo de
ti será mío.
Los dedos de Lucy se hundieron más abajo, rozando mi saco.
Ahuecando y girando sus dedos a lo largo de mis bolas. En el momento
en que se apoderó de mi longitud y me acarició hacia la punta, me
deshice. El semen se disparó de mí tan fuerte que roció su estómago,
senos y camisa. Y no parecía querer detenerme. Bajé la cabeza y traté de
no colapsar sobre ella mientras rodaba hacia el costado. Apenas logré
quitarme la camisa para limpiarla antes de rodearla con mis brazos.
—Te quedas. Quiero que te quedes.
La habitación seguía girando por el excesivo esfuerzo. El sueño me
hacía señas y con cada parpadeo, mis ojos eran más difíciles de reabrir.
Ella estaba tratando de arreglar sus pantalones y camisa en mi firme
agarre, pero tenía demasiado miedo de que se fuera si lo aflojaba.
Oscuridad. No podía recordar la última vez que había tenido más que
unas pocas horas aquí y allá desde que me había despertado. Lucy se Página | 45
quedó en mi mente. Ella atormentaba mis sueños y cada minuto de
vigilia. Pero la tenía ahora. Mi mente lo sabía y se estaba cerrando por
eso. Ella se quedaría. No la dejaría irse. Ella se quedaría.
Lucy
Quise ir a casa. Realmente lo hice, pero la comodidad que encontré
en los brazos de Boston era demasiado buena para irse. Me desperté y
dormí más en paz de lo que nunca lo había hecho. Una hora más, me
decía. Una más.
Él me sostuvo con seguridad, apoyando la barbilla sobre mi cabeza.
Sus suaves ronquidos se colaron en mis sueños, sueños que no eran muy
diferentes de la realidad. Estábamos juntos y él me sostenía. Lentamente,
parpadeé viendo su pecho apenas a centímetros de distancia. Una
sonrisa tiró de mis labios y mi cabeza se inclinó mientras lo miraba a la
cara. Una cara hermosa… una cara ensangrentada. Página | 46
Retrocedí, luchando por sentarme. La acción hizo que sus brazos se
apretaran, impidiéndome llegar lejos. Por lo que podía ver, no había
herida. Mi mano se disparó, manchando el carmesí, buscando una herida
o el corte del hacha. Él estaba herido. Él…
Unas paredes de madera me rodearon. El cuarto era pequeño.
Antiguo. El moho casi me sofocaba y luché contra su agarre cuando una
multitud de cuchillos y armas aparecieron en las paredes. Mis ojos fueron
a Boston, pero ya no era él. Era Jeff, y él me sostenía con fuerza mientras
mi horror crecía. Estaba cubierto de sangre... mi sangre. Las laceraciones
eran dentadas sobre mi pecho desnudo, abierto y agujereado. El hueso
expuesto entre mis senos hizo que gritara. Luché aún más, sin llegar a
ninguna parte. Jeff me estaba gritando, riendo, sosteniéndome más
fuerte mientras susurraba y lamía el músculo expuesto de mi hombro.
No estaba bien... pero yo no era yo. Yo era una chica. Una chica que se
parecía a mí… a quien no conocía.
—Déjame ir. ¡Déjame ir!
Ninguna respuesta. Él no me escuchó o no estaba escuchando. Más
sangre surcó su nariz y mejillas, luego su frente, mientras se acurrucaba
en mí. Yo seguía luchando. Seguía rogando.
—¡Por favor! ¡Jeff! Quiero irme. ¡Quiero ir a casa!
Nada.
El tiempo se alargó y la debilidad hizo que mis ojos cayeran. Estaba
perdiendo demasiada sangre. La angustia me mantenía aguantando, pero
era casi imposible levantar los brazos. Los puse entre nosotros, usando
todo lo que tenía para empujar.
—Lucy. Lucy.
Me sacudí, golpeando mis puños contra el pecho de Boston mientras
él me miraba fijamente. Él todavía me sostenía... con fuerza. Un brazo
estaba enganchado debajo de mi cuello, agarrando mi hombro, mientras
acariciaba mi cabello con su otra mano.
—Shhh. Está bien. Estabas teniendo una pesadilla.
—Sí. —Las lágrimas brotaron y mis hombros cedieron ante el sollozo
que quería escapar—. Debería irme.
—Espera. ¿Era sobre mí?
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Dejé caer mis ojos antes de sacudir la cabeza.
—No realmente. Comenzó contigo, pero... Jeff.
Ante la mención, su rostro se endureció.
—Pero la parte conmigo... ¿tienes miedo de mí?
—No. Quiero decir, ya no. Lo tenía cuando pensé que Jeff estaba
diciendo la verdad.
—Pero no lo estaba. —Su dedo se hundió debajo de mi barbilla,
llevándome de nuevo a enfrentarlo—. Escúchame, Lucy. Él no estaba
diciendo la verdad. No sé qué le pasa a tu hermano, pero no era real.
¿Matar a alguien? No puedes creer que soy capaz de algo así.
—Yo no. Juro que no.
—Bien.
Los dedos se deslizaron por mi mandíbula, volviendo a mi cabello
mientras Boston me atraía hacia él aún más. Mis ojos se cerraron y
respiré a través de la aceleración de mi pulso. Todavía estaba bombeando
fuerte. Temblé, obligando al sueño a desaparecer. No era real, esto sí.
—Realmente debería irme. Tiene que ser cerca de la mañana.
Antes de que Boston pudiera responder, un golpe sonó detrás de mí.
Salté, sacudiendo la cabeza para mirar por encima de mi hombro. Jeff
me estaba lanzando una mirada asesina, jadeando mientras venía a
trompicones en nuestra dirección. Me di la vuelta para salir de la cama,
pero Boston fue demasiado rápido. Su brazo me rodeó la cintura y me
llevó con él cuando se levantó al otro lado de la cama.
—Déjala, o que Dios me ayude...
—Jeff, por favor.
—¡Cállate, Lucy! ¿Cómo pudiste? ¿Después de lo que te dije que
hizo?
—No hizo nada. Te lo dije, Rhonda no está muerta. Lo que dijiste
que sucedió no es real.
—¡Lo es! —Su mano se alzó, convirtiéndose en un puño—. Hemos
terminado de hablar. Trae tu trasero aquí ahora mismo. Nos vamos.
Boston se paró frente a mí, permaneciendo en silencio mientras
miraba al frente. Jeff estaba a solo unos metros de distancia, paseándose. Página | 48
Parecía listo para saltar, y mis lágrimas rodaron libremente mientras
luchaba sobre qué hacer.
—Jeff, estás enfermo. Te sientes culpable, pero lo que le pasó a
Boston fue mi culpa. Si me hubiera quedado oculta, no los habría
distraído a los dos. Por favor. Ya no quiero que estés enojado con él o que
le tengas miedo.
—¡Ahora, Lucy!
Me aparté, pero Boston se movió conmigo. Su brazo permaneció en
ángulo hacia atrás, bloqueando cualquier camino para que avanzara.
Estábamos atrapados entre la cama y la pared. La única forma de
desplazarme era volver a subir a la cama.
—Ella no se va.
—¿Disculpa? —Jeff dio un paso adelante, y una enfermera entró en
la habitación, pero salió igual de rápido. Mi instinto me dijo que esto
estaba a punto de empeorar, peor de lo que podría imaginar si no hacía
algo.
—Me escuchaste. Lucy se queda conmigo ahora. Ella no está segura
cerca de ti. La golpeas. Sé que lo haces.
—¿No está segura a mi alrededor? ¡Ella no está segura a tu
alrededor!
Jeff se lanzó, chocando contra Boston. Se balanceó, pero no pude
ver el daño cuando se estrellaron contra mí, enviándome volando contra
la pared. Gruñidos y gritos resonaron a través de los sonidos vacilantes.
Estaba cayendo, pero enfocarme era imposible por el calor que me
entumecía la parte posterior de la cabeza. Los colores se entretejían…
Boston y Jeff intercambiaban golpes. Estaban rodando sobre la cama en
un minuto, y en el piso al siguiente. Más gente. Seguridad. Todo sucedía
tan rápido, pero tan lento, cuando unos hombres los separaron.
Tenían el cuerpo agitado de Jeff. Él seguía gritando, pero lo que sea
que estuviera diciendo... no tenía sentido.
—¿Lucy? —Mi cabeza se movió, y Boston de repente estaba delante
de mí, sosteniendo mi cara—. Lucy, Jesús, mantente despierta, bebé.
Un entumecimiento siguió a sus dedos deslizándose debajo de mi
nariz y el dolor estalló. Rojo. Sangre. Cubría sus dedos. Apenas recordaba
la conexión de uno de sus codos con mi nariz. Era mi cabeza la que me Página | 49
dolía más, robándome la preocupación por otras lesiones.
—Estoy bien. Yo solo…
—¿Señor Marks? ¿Boston?
Boston se volvió cuando una enfermera y un médico entraron, y me
levantaron para ponerme de pie mientras comenzaban a evaluar el daño.
Una luz brilló en mis ojos. Más palabras.
—Es un buen golpe el que tendrás aquí atrás. —Más sondeo de mi
cabeza del doctor—. Tal vez una conmoción cerebral leve, pero creo que
estarás bien con un poco de descanso.
De repente, el médico me limpió la nariz y dio un paso atrás. La
señora Marks estaba en la habitación ahora, aunque no estaba segura
de cuándo había llegado. La luz del día se abría paso entre las grietas en
las persianas. Era la mañana. Había dormido más de lo que pensaba.
—Nos vamos —le dijo Boston entre dientes al médico—. Haga lo que
tenga que hacer con respecto a mí, pero me voy a casa.
—Tenemos algunas pruebas más que nos gustaría...
—No. Estoy bien. Dije que nos vamos.
—Cariño.
Ante la mirada de Boston, su madre se quedó callada.
—Si insiste, señor Marks, pero debo advertirle en contra de ello.
—Usted me advirtió. Rechazo cualquier tratamiento adicional. Fin
de la historia.
Una vacilación silenciosa hizo que todos se quedaran quietos.
Finalmente, el doctor soltó un largo suspiro.
—Como desee. Le aconsejo que le traigan si hay algún cambio en su
estado físico o mental. Puede llevar meses, incluso años, ver…
—No me importa. Estoy bien.
El doctor se fue con una sacudida de decepción. Los golpes en mi
cabeza empeoraban. Solo quería cerrar los ojos. Los minutos pasaron
mientras una enfermera vino y se fue. Me encontré parándome, sin saber
por qué.
Conmoción.
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—¿A dónde llevaron a Jeff?
La mano de Boston se detuvo cuando levantó la vista del papel que
estaba firmando.
—Estará bien. En este momento, estoy preocupado por ti. Casi
termino. Entonces iremos a casa.
Casa. Probablemente debería irme a casa. Iba a estar en muchos
problemas. Casi no quería volver para enfrentarlos.
—¿Estás bien? Aquí tienes, toma mi mano.
Boston entrelazó sus dedos con los míos y de repente estábamos
siguiendo a la señora Marks fuera. Luego, cargamos mi bicicleta y
estábamos conduciendo. Pero no hacia mi casa. Íbamos en dirección
opuesta, lejos de la ciudad.
—No te ves bien, cariño. ¿Cómo estás?
Mis ojos se levantaron para mirar a la mamá de Boston en el espejo
retrovisor. Los ojos color avellana eran como los suyos. Había algo en
ellos que no podía leer. Algo que me hizo hacer una pausa.
—Me duele la cabeza, pero estoy bien. ¿A dónde vamos?
—A casa. Voy a cuidarte bien. —Boston estaba sentado en el asiento
trasero de la camioneta conmigo, acariciando mi cabello...
tranquilizándome. ¿Él siquiera había mirado hacia otro lado desde que
empezamos a conducir? Cada vez que lo miraba, él estaba observándome,
tocando mi cuello o mi mandíbula.
Me moví en mi asiento cuando empecé a comprender. Los árboles
que se cernían eran una mancha verde por delante. Me balanceé con el
movimiento de la carretera, y Boston envolvió su brazo alrededor de mí,
descansando mi cabeza sobre su pecho. Traté de ignorar la forma en que
su madre nos estaba observando. La inquietud me mantuvo en silencio.
Ella no había querido que fuera con Boston.
Pasaron los minutos y pronto llegamos a un camino que conocía
demasiado bien. Había visto su casa solo un puñado de veces cuando
Jeff lo dejaba, pero la grandeza era suficiente para mantener mis pies
enraizados en el pavimento mientras él me ayudaba a salir. La gran
cabaña de dos pisos era más una mansión que una casa. Grandes
ventanas de vidrio cubrían todo el largo de ambos pisos y una gran Página | 51
lámpara de araña colgaba en el centro. Era elegancia rústica en su
máxima expresión.
—Por aquí.
Boston me llevó al otro lado del camino de entrada a una casa de
dos pisos de una cuarta parte del tamaño de la otra. La madera era la
misma, pero no había grandes ventanas como en la casa principal.
La puerta se abrió ante su giro y él me ayudó a subir las escaleras
hacia una habitación abierta, más grande que toda mi casa. Había una
cama en la esquina más alejada, con una cocina al lado de la enorme sala
de estar. En el medio había un sofá de cuero negro en forma de L centrado
junto a una elaborada chimenea. No estaba segura de quién estaba más
sorprendido: yo o Boston. Solo nos quedamos allí, mirando fijamente el
esplendor.
—No recuerdo nada de esto —exhaló—. Ni siquiera conducir hasta
aquí. Esto no se siente como mi casa.
—Tenías un apartamento en la calle de mi casa. No creo que hayas
vivido aquí en años.
—Mi madre dijo que me acababa de mudar allí. —La confusión se
dibujó en sus rasgos, pero lo apartó mientras me conducía a la cama y
tiraba de las sábanas para apartarlas. Me quité los zapatos y me detuve
cuando él comenzó a quitarse los pantalones—. Primero nos duchamos.
Entonces, seremos tú y yo.

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Boston
El agua tibia que golpeaba mi espalda no se comparaba con el calor
que salía de mi piel. Lucy sostenía su pecho, cubriéndose los senos,
mientras agachaba la cabeza. El agua goteaba de su cabello recién lavado
y temblaba por la distancia que había puesto entre nosotros en la gran
ducha. Tenía la intención de dejarla adaptarse a toda la situación, pero
no pude evitar alcanzarla para acercarla.
La manipulación retorció mis pensamientos. Ella necesitaba
tiempo... tiempo, gritaba mi cerebro. Yo no escuché.
—Tienes frío. ¿Vale la pena morir de frío por la modestia?
Me di vuelta, colocándola bajo la corriente. Sus ojos verdes me Página | 53
echaron un vistazo cuando agarré sus muñecas y bajé sus brazos a los
costados. Ella estaba respirando tan pesadamente. Tenía miedo, y algo
en eso me llevó a desearla más.
—Ahí, ves. Eso es mejor, ¿no?
—Sí.
Su inocencia brillaba con cada mirada, cada presión de sus muslos.
El peso se instaló en mi palma, y apreté suavemente, acariciando su
pezón con mi pulgar. El aliento de Lucy quedó atrapado, endureciendo
mi polla hasta que dolía.
—¿Sabes lo hermosa que eres para mí?
Mi mano viajó por sus costillas, deteniéndose en su cintura. Ante mi
guía, ella dio un paso adelante. El agua hacía que sus senos se deslizaran
contra mí, y apreté mi agarre mientras sus dedos rozaban mi costado.
—No entiendo por qué nunca dijiste nada antes. Siento como si esto
no fuera real.
—Creo que hay muchas razones. La más importante, tenemos
bastante diferencia de edad entre nosotros, ¿no?
No era una pregunta, pero ella asintió.
—Sí.
—Y podría haberme metido en muchos problemas por eso, ¿verdad?
—Sí.
—Pero ya no. Nada puede separarnos ahora. —Mi pulgar empujó su
estómago. Más abajo, me moví, esperando que me dijera que me
detuviera. Cuando no lo hizo, me sumergí más abajo, colocando las
yemas de mis dedos en la parte superior de su raja.
—Tengo miedo.
—No hay nada que temer. Nada en absoluto.
Una humedad se encontró conmigo mientras me deslizaba hacia su
entrada y trazaba mi dedo alrededor de su apertura. Poco a poco, me llevé
el dedo a la boca. Probarla no era solo un deseo. Tenía que hacerlo. No
podía resistir el ansia agónica de tenerla en mí. De hacerla parte de mí.
Que ella envolviera tanto de lo que yo era, el aire ya no controlaba mi
sentido del olfato, lo hacía su esencia. La batalla era real, y cuando se Página | 54
trataba de Lucy, el control o el sentido común nunca ganarían.
—Qué el maldito Dios me ayude.
Ya la estaba empujando contra la pared y cayendo sobre mis
rodillas.
—Boston, espera. ¡Boston! —Sus manos me empujaron los hombros
con fuerza y un chillido llenó el espacio cuando mi cabeza se acurrucó
entre sus muslos cerrados. Lucy enloqueció tratando de liberarse, pero
solo forcé sus piernas a separarse más fuerte. Mi mano se disparó a su
cuello, inmovilizándola, y mis dedos se extendieron sobre la columna de
su garganta. Pum-pum, pum-pum. Su pulso estaba acelerado...
martillando con tanta fuerza que ahogaba mis latidos.
Cuando mi lengua trazó sus pliegues, ella gritó al borde de las
lágrimas.
—Por favor. Tienes que detenerte. —Toda su fuerza se alzó contra mi
frente mientras trataba de empujarme hacia atrás. Mis ojos se dispararon
para encontrarse con los de ella, y ella se congeló. Lucy estaba en
conflicto, y probablemente era tan inexperta como yo. No podía haber
estado con nadie más. No le habría hecho eso a ella o a mí mismo. Lo que
necesitaba me salía natural. Ya fuera por instinto o por conocimiento
olvidado de mi pasado, no tenía ni idea—. Esto está mal. No deberías
estar...
—No, cariño, esto es más que correcto. Te deseo. Déjame enseñarte
cuánto. Déjame hacerte sentir bien.
Chupé los jugos de sus pliegues, avanzando hacia su entrada con
un ritmo pausado. Mi mano cayó sobre su pecho, rodando su pezón,
pellizcando mientras ella se humedecía más. Cuando llegué a su canal,
Lucy tenía la boca abierta y los ojos muy abiertos. Los dedos se
extendieron sobre mi cabeza y ella los contrajo, agarrándome el cabello
mientras sus gemidos se hacían eco a nuestro alrededor.
—Eso es. Déjate disfrutar esto. Ámalo, porque yo lo hago.
—Se siente bien, pero... mal.
—No lo es. Nada está mal cuando se trata de nosotros.
Alejándome, hice un camino hacia su clítoris, pasando sobre los
nervios sensibles antes de agregar succión. Los sonidos se hicieron más Página | 55
fuertes, aumentando el peso en mi pecho, hacia el agujero negro que
parecía crecer a cada segundo. Cualquier sentido de mí mismo había
desaparecido, y ella estaba tomando su lugar.
Chupar, mover, chupar, mover. Me moví hacia abajo, follándola con
la lengua antes de regresar a su clítoris. Dejé pasar el tiempo, disfrutando
cómo ella me consumía con cada aliento.
—Boston. Dios.
—No te corras todavía, bebé. Aún no.
Me puse de pie, acariciándola con mis dedos antes de que pudiera
forzarme a la acción. Cerrando el agua, la llevé a la cama. Cuando la tenía
acostada, mi cara estaba de vuelta entre sus piernas. La humedad
floreció, y agregué un dedo, insertando el segundo casi igual de rápido.
No me tomó mucho probar lo cerca que estaba. Cuando me levanté,
cubriendo su cuerpo con el mío, Lucy se encontró con mi boca con
hambre.
—Abre más amplio para mí.
—Va a doler.
—Un poco, pero prometo que se sentirá tan bien que ni siquiera
recordarás el dolor.
—¿Cómo lo sabes?
Me quedé callado, inseguro. Me surgieron las palabras, y era lo único
que tenía sentido.
—Nunca te haría daño si no supiera que podría hacerlo mejor al
final. Te va a encantar esto. No me detendré hasta que lo hagas.
Mi longitud se movió contra su raja húmeda y las piernas de Lucy
se abrieron vacilantes. No pasó mucho tiempo antes de que ella se
balanceara, clavando sus dedos en mi espalda por el placer. Cuando
agarré la base de mi polla y metí la punta en su canal, ella se tensó.
—Todavía no —susurré contra sus labios—. Acostúmbrate a mí.
Siénteme estirarte.
La cabeza de mi polla ni siquiera estaba dentro. Su estrechez apretó
mi punta y me retiré completamente, solo para usar su humedad para
hundirme más. Página | 56
—Eso es. Me encanta, Lucy. Amo cómo me siento dentro de ti.
Una vez más, me retiré, arrodillándome y levantando sus rodillas
hacia su pecho. Mi polla se ajustó contra su coño, y la vi envolverme
mientras me movía con cuidado hacia adelante. Ella estaba temblando,
pero gimiendo ante los lentos empujes. Hice una pausa, jadeando cuando
el sudor comenzó a cubrirme. La cabeza de mi polla estaba siendo
agarrada como una morsa y no podía tener suficiente. Me incliné hacia
delante, posicionándome sobre ella cuando nos encontramos cara a cara.
—Aférrate a mí. Bésame. Hagas lo que hagas, no te detengas.
Mis labios se apretaron contra los de ella, y giré mis caderas,
avanzando hacia adelante, rompiendo su pared. Un grito salió de la boca
de Lucy, y me congelé. Ella estaba retorciéndose, tratando de alejarme,
pero no la iba a dejar. En cambio, me retiré lo suficiente como para
tranquilizarla, luego lentamente avancé aún más, repitiendo el proceso.
Aun así, la besaba entre sollozos. Cuando alcancé entre nosotros y
apliqué presión en la parte superior de su raja, ella cambió.
—¿Mejor?
Lucy sollozó, asintiendo. Separando sus labios, dejó salir algo entre
un gemido y un dulce suspiro. Su cuerpo se relajó mientras arqueaba
sus caderas, tomándome hasta el final. Empuje tras empuje, su
impaciencia creció. Sus uñas se clavaron en mi espalda y me moví sobre
su clítoris más rápido.
—Mírame, bebé. No cierres los ojos. Mírame.
Era más que tener su atención. Lucy tenía que ver cuánto deseaba
esto, cuánto la deseaba a ella. Y tenía que recordar cada expresión que
hacía durante el momento que había anhelado tortuosamente. No podía
recordar la espera, pero mi subconsciente lo hacía, y el dolor asociado
con mis recuerdos olvidados tenía más anhelo y tristeza de los que podía
soportar.
—Siempre te he visto. —Sus dedos se aferraron a ambos lados de mi
cara mientras bombeaba en ella—. S-solo tú. Boston.
Las palabras se extinguieron cuando el cuerpo de Lucy se sacudió y
sus piernas patearon. El placer arrugó su frente y su boca se separó
ligeramente. El dulce grito atrajo mi boca hacia la de ella. Incluso con los Página | 57
ojos cerrados, me aferré a nuestro momento. Me concentré en nada más
que en la hermosa instantánea mental mientras se mezclaba con su
sabor. El tiempo se selló en mi mente, apreciando cada segundo,
recordando esto mientras la besaba con todo lo que tenía.
Se me escapó el control cuando me perdí en Lucy. Le hice el amor
con cada gramo incontrolable de obsesión que albergaba. Y cuanto más
me sostenía la mirada, más me desenredaba. Mi polla se hinchó y
aparecieron destellos cuando mi semen fue disparado profundo en ella.
Otro doctor. Uno diferente. Un procedimiento planeado mucho antes, así
nunca tendría que compartirla con nadie más. Ni siquiera con un hijo.
Una vasectomía.

****
—Dije que no. No me importa si Jeff está preocupado por ella. Está
jodidamente loco, madre. ¿Sabías que le dijo a Lucy que maté a alguien?
¡Yo! Esa era toda la razón por la que se mantenía alejada de mí. Si ella
no hubiera descubierto que él estaba mintiendo, no la tendría ahora. No
la voy a devolver. Tiene dieciocho años. Puede tomar sus propias
decisiones, y ella me elige a mí.
Flexioné mis dedos por el peso de las bolsas de supermercado que
mi madre me había entregado. La ira que me invadió fue peor que cuando
Jeff y yo peleamos en el hospital.
Él ya había enviado a la policía, pero no había nada que pudieran
hacer. Una vez que vieron que Lucy estaba bien, sus manos estaban
atadas y se fueron. Ahora él estaba acechando a mi madre, tratando que
ella convenciera a Lucy que se fuera a casa.
Lucy no estaba a salvo. Como si yo la lastimaría.
Los susurros resonaron en mi cabeza. Mentiras. Era capaz de
lastimar a la gente. Nunca a ella, sino a la gente. Los recuerdos, la sangre,
los hombres, perseguir a alguien... eran películas. No eran reales.
¿Por qué no lo creía completamente?
—Todo lo que digo es que deberías hacerle saber que su hermano
está preocupado. Lo que decida dependerá de ella. Ella todavía puede
elegirte y no quedarse aquí, Boston. Es joven y te acabas de despertar de
un horrible accidente y un coma. Creo que ustedes tres: Jeff, tú y Lucy,
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necesitan resolver esto y llegar a un acuerdo.
Mi boca se torció mientras tiraba de las bolsas.
—Gracias por las compras. Fue muy amable de tu parte. Lo aprecio,
pero no hay nada que resolver. Lucy se queda.
Me di la vuelta, deteniéndome mientras veía la mirada de Lucy a
través de la ventana del piso de arriba. Mi corazón se aceleró en mi pecho,
medio enojo, medio miedo. Para cuando llegué a lo alto de las escaleras,
ya estaba vestida y esperando. Dos días había estado conmigo, y sabía
que estaba ansiosa por irse a casa.
—Mi madre nos trajo comida. Fue muy amable de su parte, ¿verdad?
—Sí. —Vacilación—. Boston, tenemos que hablar.
Me incliné, presionando mis labios con los de ella al pasar. Era difícil
encontrar una excusa, pero el contenido que saqué lo hizo más fácil.
—¿Hay realmente algo de qué hablar? Creo que podemos discutir
qué película poner mientras yo preparo estas palomitas de maíz.
Ella sacudió la cabeza mientras yo la sostenía.
—Tu mamá dijo el nombre de Jeff. Leí sus labios. No me gusta que
mi hermano esté tan preocupado. Él no está bien. Creo que debería ir a
casa. Al menos lo suficiente como para descubrir qué debo hacer.
—¿Así él puede golpearte por estar conmigo?
—No lo hará. No si regreso. Se alegrará de verme.
—Tal vez durante los primeros cinco minutos, pero luego te hará
daño. Después de esto, intentará mantenerte alejada de mí. Ambos
sabemos que lo hará. ¿Entonces qué? ¿Pretendemos que esto no sucedió?
¿Tratamos de mantener esto en secreto? Mierda. No voy a hacer eso,
Lucy. No puedo. —Me lancé hacia adelante, tomándola en mis brazos y
besándola. Mi lengua hizo un camino lento a lo largo de la suya. Ella
comenzó a retroceder, pero yo no me detuve hasta que ella se aferró a
mí—. No te vayas. Si quieres hablar con él, iré contigo y podemos hacerlo
en tu patio delantero. Pero quédate aquí conmigo.
Me aferré a su culo, deslizando mi polla contra su estómago. En los
últimos dos días, no habíamos hecho nada más que tener sexo, comer,
ducharnos y repetir. No podía obtener suficiente. Incluso ahora, ansiaba Página | 59
probarla y estar dentro de ella.
—No puedo quedarme para siempre, Boston.
—¿Por qué no?
La seriedad hizo que sus ojos se estrecharan.
—¿Lo dices en serio?
—Bueno, sí. No sé por qué nunca te dije nada antes, pero siento...
dentro... —Cerrando los ojos, dejé escapar un profundo suspiro antes de
poder enfrentarla de nuevo—. Te amo. Creo que siempre te he amado.
Cometí el error de no decírtelo una vez, y podría haber muerto sin que
supieras la verdad. No puedo hacer eso de nuevo. Quiero que te quedes
y estés conmigo. Para siempre.
¿Estaba esperando felicidad? ¿Emoción? ¿Tal vez una respuesta que
reflejara la mía? Lucy no hizo nada más que mirarme conmocionada.
—Di algo. Cualquier cosa.
—No sé qué decir. Nunca vi venir esto. Tal vez solía esperar, pero...
—¿Solías?
Lucy hizo una pausa, moviéndose ligeramente en mis brazos.
—Bueno, antes del accidente... cuando Jeff y tú estaban en buenos
términos. Ahora hace que las cosas sean complicadas. No quiero que
haya tensión entre nadie. No quiero que mi hermano esté molesto y
pensando lo peor de ti. Quiero que las cosas vuelvan a ser como eran.
Las lágrimas llenaron sus ojos, provocándome ira por su dolor.
Suprimí la emoción, asegurándome de que ella viera mi apoyo en su
lugar. Incluso con apenas semanas fuera de un coma, la manipulación
salía naturalmente.
—Si eso es lo que quieres, entonces eso es lo que tendrás. Hablaré
con Jeff. Haremos que esto funcione. Si puedo conseguir el apoyo de él y
de tu madre, ¿te quedarás?
—¿Harías eso... incluso después de la última vez donde ambos se
enfrentaron?
Una sonrisa tiró de mi boca y me mordí el labio inferior cuando los
violentos susurros regresaron.
—No hay nada que no haría por ti, Lucy. Nada.
Página | 60
Lucy
Decir que estaba aterrorizada era quedarse corta. Y no era solo
porque Boston conducía cuando creía que no debería hacerlo. El pequeño
coche deportivo de dos asientos con el que solía soñar era ahora una
potencial trampa mortal para cada colina y curva cerrada que
tomábamos a través del bosque circundante.
Cuando le di instrucciones para llegar a mi casa, se volvió distante.
Callado. Y yo temblaba peor que nunca. Esto no iba a salir bien; podía
sentirlo. No había forma de que Jeff hiciera un giro de ciento ochenta
grados y le diera la bienvenida a la idea de que yo estuviera con un
supuesto asesino. Para empeorar las cosas, estaba teniendo mis propias Página | 61
dudas sobre volver. No conocía a este Boston. Estaba tocándome
constantemente, mirándome... deseándome. Mis fantasías de niña
estaban cambiando, transformándose con la mujer en la que me estaba
convirtiendo. Me encantaba. Le amaba. Pero también tenía miedo de lo
que eso significaba.
Nuestro pequeño pueblo apareció a la vista, viejos edificios que
consistían en grandes almacenes, tiendas de regalos y algunos
restaurantes familiares que se difuminaban mientras los pasábamos.
Señalé una carretera a unas pocas cuadras.
—Gira a la izquierda allí.
Los ojos de Boston se entrecerraron, sacudiéndose de un lado a otro,
como si estuviera recordando o tratando de hacerlo. Él asintió, poniendo
su luz intermitente. Mi pulso martilleó, y estaba temblando hasta el
punto de ponerme enferma. ¿Qué iba a hacer? Estaba confundida sobre
lo que estaba bien. Tal vez era la tensión. Tal vez era la historia con la
que mi hermano me alimentó. Las pesadillas continuaban,
convirtiéndose del accidente de Boston a él o Jeff cubiertos de sangre.
—Justo ahí abajo. La casa blanca con las persianas azules.
—Eso es lo que pensé.
Las palabras fueron apenas un susurro. Boston me miró, su cara
estaba llena de algo que no podía reconocer. Era difícil, pero había...
¿miedo? Sí y no. Había algo más.
—Vas a volver conmigo, ¿verdad?
Abrí la boca, pero antes de que pudiera responder, detuvo el auto a
tres casas de la mía.
—Lucy, vas a volver conmigo, ¿verdad? —No solo miedo, sino
desesperación. Me retorció el estómago, casi quitándome el
consentimiento. Boston me necesitaba. Quizás por más de lo que me
daba cuenta. Culpa. Regresó. Yo le había hecho esto. Lo cambié ese día.
También cambié a mi hermano. Me interpuse entre ellos y arruiné todo.
—S-sí. Tienes mi palabra.
Pasó un largo momento antes de que adelantara el auto. Apenas
estábamos estacionando cuando mi hermano atravesó la puerta; su
rostro era una mezcla de rabia y terror. Mi mirada se dirigió a Boston,
cuya expresión se había... ido. No estaba segura de qué hacer, pero abrí
Página | 62
la puerta. Inmediatamente, mi mano se sacudió para alejar a mi
hermano. No quería que él viniera a arrastrarme hacia la casa. Eso no
sería bueno para que Boston lo viera. No estaba seguro de cómo
reaccionaría.
—Jeff, espera. Vinimos aquí para hablar.
—No hay nada de qué hablar —dijo, cada vez más cerca.
—Sí lo hay. Es hora de que arreglemos las cosas.
Boston avanzó por la parte delantera del automóvil y se acercó a mí.
No ignoré el hecho de que el motor todavía estaba funcionando. Me sentía
enferma y nada se me ocurrió que pudiera aliviar la agitación.
—¿Qué hay que arreglar, Lucy? Una chica está muerta y tú estás...
¿qué? ¿Follando con mi ex mejor amigo asesino?
Más ira. Asco. Mi cara ardió ante el reconocimiento, pero Boston me
atrajo, haciendo que Jeff se apartara como un animal debatiendo de qué
forma atacar.
—Estás enojado y me tienes miedo. Eso es obvio, pero, Jeff... no maté
a nadie. Recuerdo hacer una película. Eso no era real. Y no te culpo por
golpearme con el hacha. Fui estúpido, por acercarme tanto. Ese no eres
tú, hombre. Déjalo ir. —Hizo una pausa—. En cuanto a Lucy... —apretó
más sus dedos en mi bíceps—, ella es la única que recuerdo cuando salí
del coma. Solo a ella. Ni a ti, ni a mi madre ni a mi padre… a ella. Y mis
sentimientos eran obvios. Tal vez siempre han estado allí. Siento que lo
han hecho. Tal vez era nuestra amistad la que me hizo no actuar sobre
ellos. Pero la amo, lo hago, y lo siento, pero esta vez, no me voy a contener.
—Esto no está pasando. ¿Ves por qué intenté mantenerte lejos,
Lucy? —Jeff se pasó la mano por la cara, palideciendo—. Sé que siempre
has estado enamorada de Boston, pero mírame, confía en mí. Soy tu
hermano. Boston no es Boston. Boston está enfermo. Necesitas venir
conmigo. Solo empieza a caminar y yo me encargaré del resto. No tengas
miedo. Camina.
Jeff estaba trazando ángulos agudos en el patio mientras caminaba
más rápido de un lado a otro. El sudor le caía por la cara y lamenté mirar
a Boston. Sus ojos... eran diferentes. Más oscuros.
—Jeff, le prometí a Lucy que trataría de resolver esto contigo, así
que voy a fingir que no estás tratando de alejarla de mí. Dices que maté Página | 63
a alguien. Pruébalo. ¿Dónde está el cuerpo? Vamos a buscarlo.
Me puse rígida y Jeff se detuvo bruscamente.
—Sabías que llegaríamos a este punto. ¡Te has preparado para esto!
—¿Qué? —Boston miró entre nosotros, confundido—. ¿He estado en
coma o planeé eso también?
—No lo sé. Yo... no lo sé, pero sabías que llegaríamos a este punto.
¡No está, Boston! El cuerpo no está. Me llevó horas llegar a casa. ¿Qué
hiciste con él después de que me escapé? ¿Lo enterraste? ¿Lo quemaste?
—¿Lucy? —Boston me lanzó una mirada, y no estaba segura de qué
hacer o creer. Jeff no tenía sentido. Haciendo que el conflicto fuera peor.
Había querido una resolución, pero no parecía que fuera a obtener una.
Antes de que pudiera hacer mucho, mi madre salió. Estaba sonriendo,
pero la sonrisa se convirtió en preocupación cuando ella se adelantó.
—Boston, me alegra que estés mejor. Te ves bien.
—Gracias, señora Adams.
Su atención volvió a mí.
—¿Lucy? ¿Quieres entrar y hablar?
Los dedos se apretaron más, y dejé que mi palma se asentara sobre
la parte inferior del pecho de Boston.
—Está bien. Tengo que ir a buscar ropa de todos modos.
—Te compraré nuevas.
Me detuve.
—Eso es absurdo. Voy a hablar con mi mamá. Estaré de vuelta en
un momento.
—No lo harás. Entraré contigo.
—Boston. —Intenté mantener la calma—. Quédate aquí o espera en
el coche. Solo me tomará unos minutos.
Se movió, y prácticamente tuve que apartar su mano de mí. Jeff
retrocedió, siguiéndome hacia la casa. Mis náuseas estaban en su punto
más alto, y estaba más que temblando. Me castañeteaban tanto los
dientes que estaba segura que se romperían.
La puerta se cerró detrás de mí y me acerqué a mi madre para
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mantener la distancia con Jeff, pero no tuve tanta suerte. Él estaba sobre
mis talones, siguiéndonos a mí y a mi madre a la mesa. No me senté. No
podía. Sentía que estaba dividida entre dos personas, dos versiones
diferentes de mí misma. La buena y la nueva yo.
—Está bien. Será mejor que ustedes dos comiencen a hablar. ¿Qué
está pasando? Y Lucy, no me malinterpretes, amo a Boston como a un
hijo, pero estar lejos de casa sin avisarme no está bien. Casi fui a la
policía. Si no hubiera sido porque Jeff me contara y la señora Marks
viniera al restaurante, habría pensado que te habían secuestrado. Estoy
a punto de castigarte durante un mes.
—Hazlo. Castígala.
—¡Cállate, Jeff! Mamá, Jeff dice...
—No lo hagas, Lucy.
Mis ojos se dirigieron a él y las lágrimas se derramaron por mis
mejillas.
—No me digas qué hacer. ¡Esto es tu culpa! Estás enfermo y
necesitas ayuda.
—¿Qué? —La voz de mi madre me hizo volverme hacia ella.
—Jeff dijo que él y Boston mataron a una chica antes de que él
golpeara a Boston con el hacha. Dijo que estaba tratando de defenderse,
pero la chica que dijo que asesinaron no está muerta. Ella está viva. Él...
lo inventó todo para poder lidiar con la culpa. Ahora le tiene miedo a
Boston y dice que no puedo estar cerca de él. ¡No es real! Todo lo que
hace ahora es beber y asustarse por algo que no sucedió.
—¡No es verdad! ¡Lo hizo, maldita sea!
—Cálmate —explotó mi madre—. Jeff, ¿qué es eso de matar a una
chica?
Él soltó un sollozo, y tiró de la silla apartándola de la mesa, y
desplomándose en ella.
—Lo juro, mamá, no quería lastimarla. Boston... es un monstruo.
Pensé que la íbamos a usar para la película, pero lo que hizo... Y-yo no
quería lastimarla, pero no tenía otra opción. Él tenía un cuchillo. ¡No
sabía qué hacer!
Un tono de color cayó de la cara de mi madre y se volvió hacia mí.
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—¿Por qué es la primera vez que escucho sobre esto?
—Me hizo prometer que no lo diría.
—Lucy Elaine, ese no es un secreto que deberías guardar. ¿Dijiste
que la chica que él afirmó que lastimó no está muerta?
—No. Se llama Rhonda. Había un cartel de perdida en la sala de
descanso en el cine, pero ella regresó con su novio, embarazada.
Probablemente ni siquiera conoce a Jeff. Ella es un poco mayor que yo.
Mi madre asintió, cerrando los ojos por un segundo más de lo
normal.
—Está bien. ¿Y qué está pasando entre tú y Boston? ¿Siquiera
necesito preguntar?
—Él dice que la ama —soltó Jeff.
Los ojos de mi madre se abrieron y una de sus cejas se alzó.
—¿Y qué hay de ti? ¿Lo amas?
—Yo… lo hacía. Quiero decir, lo hago, pero... —Mi mano fue hacia
Jeff, y ella pareció entender.
—¿Y qué planeas hacer?
Bajando la cabeza, miré fijamente mis dedos mientras tiraban del
borde de mi camisa.
—Quiero volver. Nos quedaremos en la casa de huéspedes de sus
padres. Estoy quedándome allí con él.
—Increíble. Ambos se conocen desde hace casi toda su vida. ¿Cómo
no lo supe? ¿Cómo no lo vi antes?
Las preguntas fueron susurradas, pero hicieron que Jeff me
fulminara con la mirada.
—Porque no estaba allí antes. A Boston no le importaba una mierda
Lucy hasta que despertó de su coma.
La ira hizo que soltara más lágrimas.
—No lo sabes, Jeff. Solo porque no te lo dijo no significa que no
sentía algo.
—Oigan. Suficiente. Los dos. Lucy, creo que tal vez deberías
quedarte aquí por unas semanas. Eres joven y él se está recuperando. Si
funciona a la larga, genial. De lo contrario, es posible que te estés Página | 66
ahorrando una vida para la que no estás preparada.
—¡Mamá!
—No me digas “mamá”. Te quedas. Y tú —se volvió hacia mi
hermano—, vamos a... hablar con alguien. Resolveremos esto.
—No hay nada que resolver. Sé lo que pasó. Sé lo que vi. Lo que hice
—dijo más bajo.
—Sea como fuere, aun así vas a hablar con alguien.
—No podemos permitirnos eso.
—Jeffrey. —Su voz era severa mientras lo miraba—. Déjame
preocuparme sobre eso, y deja de discutir.
Di un paso hacia la puerta, atrayendo la atención de mi madre. Ella
dio una sacudida rápida de su cabeza, y más lágrimas cayeron. Me estaba
desmoronando, atrapada entre descubrir lo correcto y lo incorrecto. Todo
lo que sabía era lo que tenía que hacer.
—Boston me necesita. Lo amo. Tengo que irme.
—¡Como el infierno! —Jeff se puso de pie, pero el brazo de mi madre
salió disparado para empujar su pecho.
—Lucy, te dije lo que quería que hicieras. Quiero que te quedes en
casa y tomes esto con calma.
—Y respeto eso, pero tengo dieciocho años y puedo tomar mis
propias decisiones. Elijo estar con Boston.
Ella estaba lista para discutir, pero vi su agotamiento. La derrota
hizo que sus hombros cayeran, y por primera vez, vi cuán vieja se había
vuelto mi madre. La vida no había sido fácil para ella. No lo había sido
incluso antes de que mi padre ausente se fuera. Ahora con todo esto a la
vista, me preocupaba si ella podría manejarlo.
—Lo siento, mamá. Lo hago, pero por favor... no te enojes conmigo.
—Bebé, no estoy enojada. Estoy preocupada por ti.
Me arrojé en sus brazos, abrazándome fuertemente mientras mi
hermano hacía un sonido de gruñido.
—No te preocupes. Estaré bien. Lo prometo. Vendré todo el tiempo.
Todo estará bien. —Me volví hacia Jeff, tratando de arraigarme a mi
seguridad—. Estaré bien. Página | 67
—Sí, seguro. Hasta que él intente matarte.
Boston
Dedos.
Uno.
¡Golpe!
Dos.
¡Golpe!
Tres.
¡Golpe!
Más.
Página | 68
El hacha se sentía tan real en mi mano, tan segura mientras la
bajaba sobre los dedos del hombre. No podía ver a la mujer que él había
golpeado en mis recuerdos, pero había habido una.
—Siguiente mano.
Un sonido hueco sonó, cortesía de su lengua removida. Él giró su
cabeza, revelando el evidente agujero por la oreja faltante. La mitad de su
cara estaba desollada, y diferentes tonos de rojo pintaban el músculo
seco y oscurecido. De los parches de manchas blancas formándose más
hacia arriba, sabía que le había estado arrancando la carne a tiras hacía
un tiempo. En el mismo lado que él la había golpeado. Sus ojos redondos
se dispararon de mí al techo. La locura y el pánico, dejaron que el único
libre de piel luciera como si fuera a resbalar del zócalo en cualquier
momento. Estaba mejorando en esto. Los mantenía más tiempo. No solo
por unas horas como antes. Días. Los mantenía durante días...
Más gritos huecos.
¡Golpe!
Solté un jadeo, y el patio de Lucy volvió a la vista. Intenté no creerme
capaz de actos tan sangrientos y grotescos. Tal vez estaba en negación.
Tal vez tenía demasiado miedo de creer quién era realmente. Todo lo que
sabía era que había calculado al menos dos asesinatos perfectos. Madre
y hermano. Las dos personas más cercanas a la mujer que amaba. No los
conocía, y no me importaba hacerlo. Lucy. Lucy. Lucy.
Era como un animal rabioso, fuera de control y mortal si no
conseguía mi presa. Pensar en Lucy como mi víctima era extraño. No lo
entendía, pero tampoco me entendía a mí mismo. Ella me conducía. Ella
me conmovía. Su cabello, el aroma de su piel, la forma en que sus curvas
se sentían debajo de mi palma, mis dedos, alrededor de mis dedos
mientras los enterraba dentro de ella... sus gemidos. Ni siquiera era una
persona; yo era un recipiente de obsesión hecho solo para ella. Tal vez
realmente expiré cuando esa hacha fue incrustada en mi cráneo. Sin
Lucy, no existía. No quería hacerlo. Era ella o nada. Ningún precio era
demasiado alto para mantenerlo así.
La puerta se abrió y dejé de caminar a lo largo de mi auto mientras
ella salió llevando una bolsa de lona. Me apresuré hacia adelante, sin
saber si besarla o llevarla al auto para que pudiéramos salir de este lugar,
de estos pensamientos oscuros. Página | 69
—Lucy, espera.
Su madre salió corriendo detrás de ella, y luché contra el impulso
de embestir y hacerla continuar hacia el auto. En cambio, plasmé una
débil sonrisa en mi rostro mientras caminaba a su lado. Unos ojos verdes,
del mismo color que los de Lucy, se dirigieron a mí y una leve familiaridad
se agitó.
—Manténganse a salvo. Mi puerta siempre estará abierta. Sabes eso.
Había un mensaje oculto que no quería que entendiera, pero lo capté
igual de bien. Con Jeff escupiendo lo peligroso que era, no había duda de
que su madre lo sabía. Un calor abrasador burbujeó y agarré la bolsa de
Lucy… sutil, pero determinado.
—Lucy está en buenas manos, señora Adams.
—Katherine —ofreció.
Asentí mientras ella envolvía sus brazos alrededor de Lucy,
susurrando algo en su oído que no pude escuchar. Cuando Lucy se
separó, ella apartó sus lágrimas. Pero por lo inyectados en sangre que
estaban sus ojos, sabía que había estado llorando antes de ahora. Mucho.
—Cuida de Jeff, mamá. Él no está bien. Volveré en unos días para
comprobarlos.
—Visítanos pronto. Y... no te olvides del trabajo. —Se apresuró su
madre—. Sarah ha sido indulgente bajo las circunstancias. Intenta volver
pronto.
—Lo haré.
Jeff salió del umbral, mirándome. Nuestras miradas se encontraron,
y no ocultamos nuestro desdén. Él iba a joder esto; podía sentirlo.
—Me aseguraré de que vaya. —Empujé mis dedos en los de Lucy y
la conduje de vuelta al auto. Ella lanzó un saludo, pero entró sin más
incidentes.
—Será mejor que nada le pase, Boston. Nada. ¿Me escuchas?
Me detuve afuera de mi puerta, viendo que Jeff se acercaba a su
madre. El movimiento de sus vecinos se registró en mi periferia, y mi
mente se ralentizó. Los cálculos hicieron clic: rápidos, perfectos.
—Amo a Lucy. Ella significa todo para mí. —Pausa dramática. Un Página | 70
suspiro profundo. Una expresión triste—. Por favor, busca ayuda, Jeff.
Echo de menos a mi mejor amigo. —Me giré hacia su madre, haciendo
que mi nerviosismo por Jeff fuera obvio—. No dude en contactarme si
necesita algo, señora Adams. Katherine. Ayudaré de cualquier forma que
pueda.
Me subí al auto mientras una extraña sensación rodó a través de mí.
Hizo que mirara hacia adelante, buscando algún tipo de emoción que lo
acompañara. Pero no había nada allí. Solo aceptación. No era un buen
hombre. Y no solo era malo, sino más que eso. Yo era inteligente. Era
retorcido. Era mortal.

****
—Más rápido. —Me abrí paso entre los árboles, sintiéndome más
fuerte que nunca. Lucy estaba corriendo. El cabello rubio se revolvía a su
alrededor mientras miraba detrás de ella, pero se esforzó más cuando me
acerqué—. Vamos, bebé. ¡Más rápido! Si te alcanzo, sabes lo que va a
pasar.
Un chillido resonó entre los árboles y el aire helado quemó mis
pulmones, conduciéndome a una velocidad que era estimulante. Los
detalles, mis sentidos, todo estaba aumentado a grados que me
sorprendían. A pesar de la emoción, había una calma.
Observé su ubicación, conduciéndome más rápido mientras tomaba
un camino más amplio. Ella cortó camino hacia la derecha y mis pies se
deslizaron contra la tierra y el follaje cuando frené con fuerza y corrí hacia
ella. Un grito penetrante se desprendió de ella y me reí, derribándola con
fuerza. El impacto fue estremecedor, pero le di la bienvenida al dolor,
protegiéndola como un tesoro mientras facilitaba su caída con mi cuerpo.
Era diferente a cualquier cosa cuando se mezclaba con el pico de miedo
que ella tenía.
Los dos nos reímos, y mis labios se apretaron contra los de ella
mientras le sujetaba las muñecas hacia abajo.
—¿Realmente pensaste que te dejaría escapar? Sabes lo que esto
significa, ¿verdad?
Los jadeos la abandonaron mientras intentaba recuperar el aliento.
Lo que comenzó como un juego de baloncesto rápidamente se intensificó
a ella provocándome mientras movía su trasero contra mí. Traté de Página | 71
agarrar la pelota, pero en verdad, todo lo que quería era lanzarla al suelo
y follarla en mi camino de entrada. Cuando mi mano presionó la parte
inferior de su estómago, ella se había deslizado y había comenzado a
correr. Ahora era mía y estaba justo donde necesitaba estar.
—Significa que vamos adentro. Hace mucho frío aquí afuera.
—Te calentaré. —Succioné su labio inferior, mordiéndolo antes de
hundir mi lengua para probarla. Lucy gimió, temblando cuando se
apartó.
—No podemos. No tengo tiempo. Ya voy a llegar tarde.
—No vayas. Quédate conmigo.
—Boston, me he estado quedando contigo. —Se rio—. Es solo por
unas pocas horas.
De mala gana, asentí. Odiaba cuando se iba a trabajar. Ella había
estado aquí más de una semana y había pasado la mitad de ese tiempo
en el cine. ¿Cómo había hecho esto antes? ¿Cómo había dejado su lado?
No podía entenderlo. Cada hora era una eternidad. Contaba los minutos.
Me paseaba de un lado a otro mientras miraba el reloj. Tres días, tres
años. Así es como se sentía, y no podía soportarlo. Le daría algo de
tiempo, luego la convencería de que renunciara.
—Estaba pensando, ¿deberíamos hacer una película?
—¿Qué tipo de película?
La ayudé a levantarse, quitando el polvo de su espalda y sacando
una ramita de su pelo.
—No lo sé. He estado tratando de recuperar más recuerdos. Más…
un sentido de sí mismo por lo que era antes. Parece que me apasionaba...
pero ya no siento ese tirón. Pensé que tal vez si lo intentáramos, podría
poner más piezas del rompecabezas juntas.
—Oh. Bueno, si buscas dentro de ti, ¿qué tipo de película te viene?
—Tal vez una de terror. Algo como lo que Jeff y yo estábamos
haciendo.
Lucy me miró nerviosamente, pero le igualé el ritmo.
—No estoy segura. Eso no salió muy bien la última vez que lo
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intentaste. ¿Y si algo pasa? Yo no sabría qué hacer. Y si…
—No es tu culpa.
Alcanzando su mano, la detuve para mirarme. La culpa era algo que
ella llevaba consigo más de lo que me gustaba. Todavía no podía recordar
exactamente cómo había progresado ese día, pero incluso si ella me
hubiera distraído como había dicho, tenía una maldita hacha viniendo a
mi cabeza. La parte de mí que intentaba apartar decía que no habría
sucedido si hubiera estado más concentrado. Por Lucy... Por Lucy...
Ella estaba hablando, pero yo no escuchaba nada, nada más que su
jadeo. El dolor me sacudió y me estaba cayendo… sonriendo, cayendo.
Su cara. Sangre. Rojo. Una Lucy roja cuando la sangre cubrió mi ojo. Eso
no era algo por lo que sonreír, pero había algo. Algo sobre ese momento
que no podía recordar.
—¿Boston?
—¿Qué?
—Yo… nada. Vámonos. Tengo que prepararme.
Durante el resto de la caminata, repetí la visión. Una y otra vez
intenté arañar el bloqueo que estaba siendo imposible descifrar. Lo que
sea que quise lograr ese día, temporalmente murió conmigo.
Lucy se detuvo bruscamente, y casi la atropellé con lo ido que
estaba. Jeff estaba parado en el camino de entrada junto a su camioneta,
mirándonos fijamente mientras nosotros nos deteníamos justo después
de la línea de árboles.
—¿Estás bien?
Una mano empujó mi estómago, indicándome que me quedara. Ella
caminó hacia adelante, pero mantuve mi lugar junto a ella.
—Estoy bien. ¿Cómo estás tú?
Un encogimiento de hombros fue recibido con molestia.
—Estoy viendo a un jodido loquero por nada, pero lo que sea. ¿Puedo
hablar contigo... sola?
—Seg…
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—No —la interrumpí, y Lucy me lanzó una mirada—. ¿Qué? —
siseé—. No confío en él.
—¿En mí? —La ira de Jeff aumentó—. Sabes qué, no voy a seguir
repitiendo esto como un puto disco rayado. Me importa una mierda si
tienes amnesia. Eres un jodido asesino, y ahora tienes a mi hermana.
Solo porque eres amable ahora no significa que vaya a durar. Tu viejo yo
volverá y cuando lo hagas, estaré aquí, hijo de puta. Piensa siquiera en
lastimarla y estás muerto para siempre esta vez.
—¿Viniste aquí para amenazar o pelear de nuevo? Dijiste que no lo
harías —espetó Lucy.
—Es la verdad. Escucha... Lucy. Por favor. Sé que no me crees. Nadie
lo hace, pero voy a demostrarte que lo que digo es verdad. Ven a dar un
paseo conmigo. Ven a ver esta cabaña que tiene escondida en el bosque.
Todavía tiene que haber sangre ahí dentro. Él jodidamente... la cortó
tanto. Te lo ruego. Por favor. Un paseo. No está lejos.
—Jeff, por favor, basta.
—Si no encontramos nada, nunca volveré a mencionar esto. Por
favor. Hazlo por mí. Por tu hermano. Te necesito.
Después de todas las visiones, tal vez debería haber tenido miedo.
Pero no sentía miedo. Mi reacción fue una que no entendí. Una sonrisa
expuso mis dientes, y sin pensarlo, guiñé un ojo.

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Lucy
—¿Qué has hecho?
Jeff voló hacia adelante, aterrorizado. Estaba sin aliento, pareciendo
al borde de algún tipo de episodio. Los ojos muy abiertos buscaban en la
cara de Boston, una cara triste, y mi corazón cayó cuando mi hermano
comenzó a tirar de su cabello corto.
—También cubriste tu trasero allí, ¿no? No estoy loco. ¡No estoy loco!
Mi mano se estiró hacia adelante, pero el brazo de Boston
permaneció envuelto en mi estómago. No estaba seguro de qué hacer o
cómo ayudar. No le debía nada después de lo que me había hecho
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mientras crecía, pero seguía siendo mi hermano. Verlo tan angustiado no
me sentaba bien.
—Estás molestando a Lucy. Creo que es hora de que te vayas. Odio
tener que hacer esto siendo familia y todo eso, pero voy a tener que
pedirte que no vuelvas hasta que puedas aprender a controlar tus...
delirios.
Le di un codazo al costado de Boston y él suspiró.
—Está bien, verdades equivocadas.
—Eres todo un personaje. No sé cuánto más de esto puedo aceptar.
No veo otra forma. No, y supongo que no importa.
—¿Qué quieres decir?
Los ojos verdes bajaron hacia mí, pero él volvió a mirar a Boston.
—Les voy a decir. Me voy a entregar. La cárcel no es nada comparada
con perder a mi hermana. Y si estoy encerrado, tú también lo estarás. No
puedes tenerla entonces, ¿no?
Boston se encogió de hombros. No había ninguna culpa o miedo que
pudiera detectar viniendo de su amenaza.
—Haz lo que tengas que hacer, pero no te sorprendas si te encierran
en una institución mental. Vamos, nena. Se está haciendo tarde.
Necesitas prepararte.
—¿Lucy...? Por favor, te lo ruego. Te ruego con todo lo que tengo.
La desgarradora súplica hizo que mis pies se plantaran en el suelo.
Suspiré, y una mezcla de incertidumbre vino con lo que sabía que tenía
que hacer.
—Iré a ver esta cabaña con una condición.
—Lucy —gruñó Boston, pero me liberé de su agarre.
—No me digas “Lucy”. Si mi hermano quiere mostrarme algo que
podría ayudarlo, iré.
La cara de Boston se convirtió en piedra. Durante un minuto, no
habló.
—Está bien. Pero yo voy.
—No, no lo harás —respondí. La sorpresa derritió su máscara hasta
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que sus ojos buscaron en los míos. Dando un paso adelante, puse un
beso en su mejilla—. Jeff necesita esto. Lo que no necesita es que se lo
pongas más difícil. Quédate. Cuando él vea que no hay nada de qué
preocuparse, haré que me traiga de vuelta. Él no tendrá excusa para no
hacerlo.
—Mentiras. Inventará una excusa. Dirá que limpié la escena como
lo hizo antes. Yo voy.
—Boston. Dije. Que. No.
La asombrada incredulidad que se registró en su rostro fue como si
lo hubiera abofeteado. La caminata de un lado a otro comenzó… la cual
noté que hacía cuando no tenía control. Al igual que en el patio delantero
de mi madre cuando lo vi desde mi ventana. O en el cine la semana
pasada, cuando se paseó afuera de su auto mientras esperaba que yo
saliera del trabajo. Vi su abrumadora necesidad de no separarse de mí.
Y aquí estaba de nuevo. Una vez que pensaba que yo estaba fuera de
escena, no podía superarlo.
—Bésame y dime que me verás pronto —le dije, más tranquila—.
Confía un poco en mí.
—No es en ti en quien no confío. —La ira goteaba de cada palabra,
pero me atrajo, besándome mientras sus ojos se lanzaban a mi hermano.
Nunca se cerraron y tampoco lo hicieron los míos. Cuando finalmente se
retiró, apenas podía mirarme en absoluto—. Te veré pronto.
Mi mano se levantó, agarrándole firmemente la nuca y tirando de él
hacia abajo para que me enfrentara.
—Dilo otra vez. Créelo.
—Maldita sea, Lucy. —Duda—. Te veré pronto. Te amo.
El beso fue más suave, y cuando cerró los ojos, yo también lo hice.
Sus manos se cerraron en mis caderas, agarrándome como si estuviera
aterrorizado de dejarme ir. Finalmente las dejó caer, liberándome.
Esperar hubiera sido un error. Necesitaba que aceptara que no siempre
iba a estar aquí. No podría vivir así.
Me di vuelta y Jeff se dirigió al lado del conductor mientras yo me
subía a la camioneta. Cuando saludé y salimos, Boston dio un paso
adelante. Los ángulos de su cara eran afilados, pero algo casi aceptable
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los suavizó cuando de mala gana me devolvió el saludo.
—Estás haciendo lo correcto, Lucy. Cuando veas la cabaña, nunca
vas a querer volver.
—¿Qué pasa si no hay nada allí?
Jeff giró hacia la carretera principal, dándole a la camioneta una
sacudida feroz.
—Tiene que haber algo.
—Me traerás de regreso si no hay nada.
Su mandíbula se flexionó repetidamente.
—Lo habrá. Sé lo que pasó.
El fuerte rugido dela camioneta era el único sonido entre nosotros.
Jeff y yo nos quedamos en silencio mientras conducía más profundo en
el bosque. Oscurecería pronto. No me gustaba la idea de estar en la
naturaleza tan tarde. Era peligroso y la extensión era vasta. Las personas
se morían cuando se perdían, y algunos eran excursionistas
experimentados. Unos kilómetros más tarde, Jeff giró en un camino de
tierra donde procedió a ir aún más profundo entre los árboles.
—Estoy seguro de que esto es todo. Solo he regresado una vez... para
buscar el cuerpo —dijo, mirando por encima—. Deberíamos llegar
enseguida.
La camioneta se balanceó a través del camino irregular, y me aferré
a la puerta mientras rebotaba en el asiento. Jeff encendió los faros y,
justo cuando estaba segura de que estaba perdido, se volvió, dejando a
la vista un sendero cubierto de vegetación. Cubierto... pero allí estaba.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y el miedo se arrastró
mientras miraba a mi hermano.
—Esto no va a ser bonito. Sé que he hecho algunas cosas malas en
mi vida, pero lamento mucho que tengas que ver esto. Fue una masacre.
Mi negación no borró el hecho de que, en algún lugar dentro, casi le
creía.
Agarrando una linterna, Jeff la encendió. El rayo iluminó el suelo
del coche, y la luz temblaba al igual que nosotros dos. Cuando él abrió la
puerta, mis manos casi se sentían como si estuvieran hechas de plomo.
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De alguna manera, forcé la puerta para que se abriera. El chillido de las
viejas bisagras rompió el misterioso silencio y yo me acerqué, sosteniendo
su brazo cuando entramos en el espeso follaje.
—¿Qué tan lejos está caminando? No habrá luz mucho más tiempo.
—No hay luz allí ahora.
Jeff nos condujo al interior del sendero a una marcha rápida, y la
oscuridad inmediatamente nos alcanzó. Con lo gruesos que eran los
árboles, no podía ver por delante de mí o a cualquier lado.
—Nunca dijiste lo lejos que estaba.
—No estoy seguro. —Hizo una pausa—. No he podido encontrar la
cabaña. Solo encontré donde creo que Rhonda y yo terminamos antes de
que Boston nos encontrara.
—¿No sabes dónde está?
—No estaba prestando atención cuando nos dirigimos por primera
vez allí. La chica... ella era bonita. Entonces, estábamos bebiendo. Ni
siquiera sé cómo llegué a casa. Me llevó horas, Luce. Una jodida
eternidad.
Aparecieron aberturas que se extendieron por todo el espacio sin fin
que se veía todo igual. Árboles. Más árboles. Manchas gruesas de
arbustos y enredaderas retorcidas. Una rama se rompió detrás de
nosotros, y salté, sosteniendo a Jeff más fuerte.
—Creo que era por este camino. Era una muy buena distancia.
Doblamos a la derecha, girando por un camino antes de que Jeff se
detuviera y nos girara a la izquierda, luego a la derecha. Estábamos
zigzagueando para perdernos, y mi estómago se fue poniendo más tenso
cuanto más profundo viajábamos. Pasó media hora. Más tiempo. Una
buena hora o dos más. La noche, más oscura que el negro, nos tragó
completamente y más movimiento crujió no muy lejos.
—Tenemos que regresar. Estamos perdidos.
—No. Esta aquí. En algún lado. La encontraremos. Tienes que verlo.
Lo que sonó como un gruñido nos hizo girar a los dos. La luz brilló
a través de la nada y una sombra corta y oscura pasó como un borrón
bajo y rápido a través del haz.
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—Jeff, me quiero ir.
—Después, Lucy. Tenemos que seguir adelante.
—¡Podemos volver por la mañana!
¡BRUUM!
El trueno sonó como un cañón y grité, saltando a tiempo para que
el relámpago proyectara sombras a nuestro alrededor.
—¡Jeff, por favor!
—Un poco más. Date prisa.
Incluso mientras lo decía, me arrastró. Las ramas tiraban de mis
pantalones y me raspé la cara cuando la densidad volvió a espesarse.
¡BRUUM!
FLASH.
La lluvia caía sobre mi cabello. Primero al azar, luego más pesada a
medida que avanzábamos a través de espacio tras espacio de claros. Otro
sonido, aparentemente más cerca que el último. Temblando por el frío,
incliné mi rostro más hacia Jeff mientras él nos entrelazaba a través de
más nada.
—Esto no está bien. Ya deberíamos haber llegado.
—¿Cuándo? ¿Hace horas? Jeff, acéptalo, no hay ninguna cabaña.
No había ninguna chica.
Las gotas golpearon el suelo cuando se separó de mí y giró en un
círculo. Cada arbusto, cada rama colgante, se veía igual que los últimos
cientos. La luz resaltaba el camino por el que habíamos venido, y gemí
por cuánto me dolían las piernas. Todo mi cuerpo estaba gritando de
dolor. No sabía cuánto camino habíamos cubierto. Caminar de regreso
era impensable.
—Por aquí.
—No puedes hablar en serio.
No había ira cuando Jeff me alcanzó. Parecía derrotado, y no tenía
nada que ver con el hecho de que podríamos estar perdidos. Si hubiera
una cabaña aquí fuera, no se iría hasta que la encontráramos.
—Bien, pero me vas a comprar el desayuno más grande mañana por
la mañana. Estoy hablando de huevos, tocino, panqueques, todo Página | 80
completo.
Se rio, mirándome. Esa sonrisa era una que no había visto hacia
mí... tal vez nunca. Pareció darse cuenta de eso, y su rostro se volvió
estoico una vez más.
—Después de que la encontremos, si te vas conmigo, te compraré el
desayuno cada mañana. No he sido muy amable contigo. Lo siento por
eso. Estuvo mal. Es solo que... la vida, es difícil, ¿sabes? Creo que fui un
padre para ti más de lo que mamá o papá alguna vez lo fueron. Yo era
joven y mamá no paraba de dejarte conmigo. No es que fuera su culpa,
tenía que trabajar. Y papá, era una mierda. Él nunca estaba en casa.
Entonces... bueno, todo eso sucedió. No sabías lo que yo hice por él.
—¿Qué quieres decir?
Jeff dejó escapar un largo suspiro.
—Papá no solo engañó a mamá, Lucy. Él tenía otra familia. Una hija,
Hannah. Probablemente tenga unos doce años ahora.
—¿Qué?
Sacudiendo la cabeza, retrocedí.
—Estás mintiendo. Mamá me lo habría dicho. Papá me lo habría
dicho.
—Ni siquiera me lo dijeron a mí —espetó—. Los escuché discutiendo
una noche. Aparentemente, mamá ni siquiera habría sabido si Cynthia
no hubiera llevado a la niña a su trabajo y arrojado la bomba sobre ella.
Eso es lo que provocó su divorcio. Papá era más que un bastardo
tramposo. Es una completa escoria. ¿Quién tiene dos vidas? Dos casas.
¿Dos familias? Y tú, dándonos la espalda diciendo que te ibas a vivir con
él. Fue demasiado. Eso destruyó a mamá.
—Entonces tal vez alguien debería habérmelo dicho. ¿Por qué
siempre estoy siendo protegida? Todos ustedes me tratan como si fuera
una niña inocente, pero ¿qué esperan? ¡No sé nada! Jesús. Esta estúpida
cosa de la cabaña… papá. ¿Qué demonios es lo siguiente?
—Boston. Pero no puedes decirme que no te advertí sobre eso porque
lo hice.
—No empieces conmigo. Boston es el único que ha sido honesto.
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—Te equivocas, Luce.
Jeff enganchó su brazo con el mío, guiándome en una dirección
diferente, y no discutí. Ni siquiera hablé. Más golpes de madera sonaron
a medida que pasaba el tiempo. Ignorarlos era fácil mientras sopesaba la
nueva confesión de Jeff. Eso tomó el papel destacado y me llevó de vuelta
a mi infancia. Lo dejé desarrollarse, viendo a mi padre: su sonrisa, su
apariencia, su coqueteo. Incluso tan joven como yo era, no me pasaba
desapercibido la forma en que miraba a otras mujeres.
—Mierda. No lo creo. Lucy, mira.
Su tono horrorizado me hizo levantar la cabeza. La parte de atrás de
una pequeña cabaña de madera descansaba muy adelante, apenas
visible en el rayo de luz. Su aspecto deteriorado envió escalofríos por mi
columna vertebral. Jeff trató de tirar de mí hacia adelante, pero mis pies
no podían moverse. Si este lugar realmente existía, ¿qué más sobre ese
día era cierto?
Boston
Una hora. Dos.
Un plan frustrado. Luego otro.
La escena con Jeff y Lucy se repitió en mi mente. Dejé que mi ira
supurara, construyéndose mientras miraba mi reflejo en el espejo
retrovisor. Por mucho que lo intentara, no podía recordar dónde estaba
ubicada mi cabaña. La veía en mi mente pero en cuanto a su paradero,
no tenía ni idea. Me maldije por no haberlos seguido cuando pude haberlo
hecho, aunque algo me dijo que no habría llegado lejos con mi auto. El
terreno no estaba bien. Entonces, ¿cómo llegaba allí normalmente?
Tres horas pasaron. Llamé a mi madre para ver si ella me daba la Página | 82
ubicación, pero no respondió.
La oscuridad llenó el interior, iluminándose solo cuando un rayo
brillaba a mi alrededor. El pequeño pueblo estaba relativamente tranquilo
teniendo en cuenta que era la hora de la cena, y desde donde estacioné
al lado del viejo restaurante, sabía que no tardaría mucho en apagarse
por completo.
Tomé mi teléfono por centésima vez, haciendo clic en el botón que
decía Seguridad Uno. Mi entrada vacía apareció en la pantalla y el calor
dentro se intensificó. Uno por uno, pasé el dedo, viendo los cuartos
principales de la casa de mis padres antes de pasar a la casa de
huéspedes. Nada. Sin Lucy.
Lanzándolo de vuelta al asiento, mi mirada se disparó hacia su calle
cuando un trueno pareció sacudir el auto. No podía ver su casa desde
aquí, pero me di cuenta antes que era un callejón sin salida. Si Jeff giraba
en su calle, tendría que pasar por mí.
Más tiempo. Segundos interminables.
El dolor palpitaba en mi mandíbula mientras mis dedos en el volante
tenían los nudillos blancos. Cada persona que apareció de repente se
convirtió en un objetivo para mi agresión. La presión cada vez más fuerte
hacía que mi corazón golpeara en mi pecho. La cara de Lucy aparecía tan
clara cuando me dijo que no podía ir. Ella me había enfrentado. Me había
alejado emocionalmente por su familia… un hermano del que me había
pasado toda la vida protegiéndola.
Otra persona pasó. Otra víctima. Víctima. Sangre. Cuchillos.
Colores estroboscópicos: rojo, casi negro, piel pálida. Un hombre.
Carne ligeramente marmolada.
Parpadeé las imágenes borrosas, golpeando el costado de mi puño
contra el volante lo más fuerte que pude. Levantando mi teléfono, tecleé
la aplicación de la seguridad, rugiendo y golpeando el volante una vez
más cuando nuestro lugar volvió a aparecer vacío.
¿Dónde diablos estaban? ¿Encontraron algo? ¿Los policías estaban
buscándome en este mismo segundo? No... estarían en mi casa. Mi madre
ni siquiera estaba allí. Mi papá estaba en la ciudad y ella decidió
encontrarse con él durante el fin de semana. Él siempre había trabajado
mucho. Ni siquiera estaba seguro de conocerlo antes del accidente. Página | 83

Más tiempo.
Como si el universo sintiera lo cerca que estaba de la combustión,
una mujer se detuvo al final del edificio para observar los autos y poder
cruzar. Sabía quién era por su tamaño pequeño y su cabello rubio
humedecido. Y estaba sola. Era tarde. La mayoría de los autos se habían
ido, solo quedaba un puñado en toda la ciudad. La dejé cruzar la calle y
esperé unos veinte minutos para que pudiera llegar a casa y acomodarse.
Cuando encendí mi auto y conduje al otro lado hacia su calle, la mayoría
de las luces de los vecinos estaban apagadas.
Me estacioné en el camino de entrada, dirigiéndome a la puerta
principal. Dos golpes y ella abrió la barrera con facilidad.
—¿Boston? —Su cabeza se movió hacia un lado mientras intentaba
mirar a mi alrededor—. ¿Estás bien? ¿Dónde está Lucy?
—No lo sé. Estoy preocupado. Jeff vino y la recogió. Él estaba
realmente molesto y logró convencerla de ir a buscar una cabaña en el
bosque... —Hice una pausa, frunciendo el ceño—. Una en la que
supuestamente matamos a una chica. Traté de decirles que esperaran
hasta la mañana, pero Lucy prometió que no demorarían mucho. Eso fue
hace horas. No sé qué hacer. ¿Pensé que tal vez podría ir conmigo para
ayudar a buscarlos? Iría solo, pero mi memoria no es la mejor, y me temo
que cada vez que Jeff está cerca de mí, se vuelve violento. Lucy no
necesita ver eso.
El miedo le abrió la boca y rápidamente asintió.
—Por favor, entra. Me cambiaré muy rápido.
El uniforme del restaurante que llevaba olía a una mezcla de pollo
frito, bistec y café. Arrugué la nariz, siguiéndola a la sala de estar
mientras ella dejaba su copa de vino. En el momento en que la puerta de
su habitación se cerró, me metí la mano en el bolsillo y toqué la botella
de píldoras que había tomado de su botiquín apenas unas horas antes.
A los pocos minutos, la madre de Lucy estaba saliendo de su
habitación. Ella parecía ansiosa, lo cual era perfecto.
—Estaba pensando, probablemente debería llamar a la policía o algo
así. Yo no sé por dónde empezar. Lucy y Jeff podrían estar en cualquier
parte. Cuanta más ayuda tengamos, mejor.
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—Cierto. Sí. —Su mano presionó el costado de su cabeza—. Puedo
correr al lado y preguntarle a los Olson si puedo usar su teléfono.
—No hay necesidad. Tengo el mío.
Saqué mi celular y se lo entregué. El tinte frenético atado a su voz
empapó mi cerebro calculador y estudié cada pequeña diferencia en su
tono mientras ella explicaba la situación.
—Sí, por favor. El novio de mi hija dijo que han estado desaparecidos
durante horas. Mi hijo, él no está mentalmente... bien. —Hizo una
pausa—. Ha estado viendo a un médico, pero no estoy segura si ha estado
tomando su medicación. Nos dirigimos a buscarlos ahora. —Me miró—.
¿Dónde crees que fueron?
Me encogí de hombros.
—¿Tal vez a las afueras de la ciudad? ¿A unos diez o quince
kilómetros de distancia? Pero realmente no lo sé.
Mi respuesta fue transmitida y ella les habló un poco más. Cuando
colgó y me entregó el teléfono, sonreí.
—Excelente. Antes de irnos... —Saqué la botella de medicina y
observé cómo su frente se arrugó con confusión—. Probablemente
debería llevar sus pastillas.
—Espera... ¿cómo conseguiste eso?
El respaldo del sofá estaba detrás de mí y me apoyé contra él,
girando la tapa para abrirla.
—Las robé antes mientras estaba en el trabajo. Ya sabe, la depresión
no siempre se repara con una receta. A veces no hay nada que podamos
hacer para cambiar lo que sentimos. —Las pequeñas píldoras blancas se
derramaron en mi palma hasta que el bote estaba vacío—. A veces... ya
no podemos hacerle frente a la vida.
—Boston, ¿qué estás haciendo?
Ella intentó rodearme, pero bloqueé su camino, sacudiendo mi
cabeza.
—Lucy me necesita. No a usted. Ni a Jeff. Ella me ama... y yo la amo
más. Entonces, va a tomar estas voluntariamente, o me veré forzado a Página | 85
hacer algo que no le gustará.
El miedo creció y una respiración entrecortada sacudió su pecho.
—Mataste a esa chica, ¿no? Él no está enfermo... J-Jeff no está
mintiendo.
Las lágrimas corrían por su rostro mientras sus manos buscaban
detrás de ella mientras caminaba hacia atrás. Saqué el cuchillo de mi
bolsillo, balanceando la hoja con un movimiento de mi muñeca. Ella
inmediatamente se detuvo bruscamente.
—Bueno... él podría estar mintiendo... pero creo que podría estar
diciendo la verdad. Verá, no recuerdo exactamente lo que pasó, pero
tengo un sentimiento muy fuerte de que tal vez sus palabras tengan un
poco de peso, si sabe a lo que me refiero.
—Por favor, déjame llevarme a mis bebés y marcharme. Nunca
tendrás que vernos de nuevo. Nunca diremos nada.
—¿Quitarme a Lucy? No en su vida. Va a tragar estas pastillas o lo
haremos de la manera más divertida. Esperaremos hasta que Jeff llegue
a casa y haré que la vea sufrir como no se puedes imaginar. Con Jeff tan
desquiciado, ¿quién no creería que él mató a su madre? Quiero decir, él
está viendo a un loquero, ha llevado a su hermana a una cacería por un
engaño que solo él cree. Acaba de decirle a la policía lo mal que está. ¿Por
qué no le mataría, y luego se suicidaría? Es perfecto, de verdad. Piénselo.
Los vecinos han visto sus arrebatos. Las autoridades asumen lo peor.
Cuando escuchen esta historia y Lucy corrobore su comportamiento
inestable, todo encajará. Nadie moverá una pestaña.
Sus ojos verdes se abrieron y se movieron para mirar al suelo
mientras su mente corría.
—Usted elige, señora Adams. Suicidio o asesinato por parte de su
amado hijo. ¿Qué quiere que el mundo sepa de su fallecimiento? —Sus
piernas se flexionaron, y yo levanté mi mano para trazar la hoja a lo largo
de su mejilla mientras sollozaba—. Antes de que decida huir o pelear
conmigo, como está a punto de hacer, sepa si le golpeo una vez, el juego
ha terminado, perra. Usted elige el destino de su hijo. Cuando lo haga,
estiraré cada gramo de dolor imaginable y lo prolongaré hasta que me
suplique la muerte. No sea una heroína —dije, acercándome—. Lucy
aceptará su suicidio mejor que su hermano matara a su madre. Piénselo. Página | 86
Haga lo que sea mejor para sus hijos y trague estas jodidas píldoras para
que podamos salir a la carretera.
El tiempo se alargó mientras esperaba que ella eligiera. No era una
verdadera luchadora. Lo sabía en mis entrañas. Lloró más fuerte,
finalmente levantando su mano.
—No. Abra la boca.
—Por favor, Boston. No hagas esto. Podemos conseguirte ayuda.
—Lucy es toda la ayuda que necesito. Abra.
Un sonido estrangulado la abandonó mientras obedecía. Volcando
una gran cantidad en su boca, cubrí sus labios con el costado de mi puño.
—Trague.
Sus hombros se derrumbaron y estaba temblando casi
convulsivamente mientras intentaba obligarlas a bajar. Ella tragó una
vez, dos veces. Parecía tener arcadas antes de lograr meterlas en su
garganta.
—Abra. Déjeme ver.
Cuando no vi evidencia de que quedara nada, vertí el resto de las
pastillas. Una sonrisa quería aparecer, pero la contuve, agarrando la copa
llena de vino. Ella tomó el líquido oscuro, sollozando aún más fuerte
mientras sus ojos en pánico buscaban por la habitación. Los instintos de
supervivencia estaban comenzando, pero ella no sobreviviría a esto. No
la iba a dejar.
—Ha hecho lo correcto. Voy a cuidar muy bien de su hija. Tiene mi
palabra.
—No. Lucy lo sabrá. Ella es inteligente.
Me reí, bajando el vaso y agarrando su bolso.
—Yo soy más inteligente. Lucy nunca sospechará, e incluso si lo
hace, la convenceré de lo contrario. Su mayor error en este momento es
subestimar hasta dónde seré capaz de llegar para asegurarme de que sea
mía.
Más lágrimas. Más tiempo. Finalmente, ella se balanceó y parpadeó
lentamente.
—Creo que esa es nuestra señal. Hora de irse. Haga un maldito
sonido y este cuchillo atraviesa su costado. Página | 87
Limpié la botella vacía de píldoras y cerré su puño alrededor antes
de arrojarla al piso de su habitación. Llevar a la señora Adams al auto
parecía como si la estuviera ayudando más que nada. Y lo estaba. La
mantuve cerca, inclinándome apenas a centímetros de su cara mientras
trataba de evitar que se cayera a un lado. La lluvia golpeaba contra
nosotros y la preocupación por Lucy casi me hizo tirarla adentro. Cuando
me deslicé en el asiento del conductor, sus ojos estaban cerrados y lucía
a punto de vomitar. Le até el cinturón y coloqué su cabeza hacia atrás
mientras su respiración se aceleraba.
Retrocedí, tomándome mi tiempo por la ciudad. La ansiedad
acribillaba su respiración entrecortada y mi palma se aplastó sobre su
frente, empujándola hacia atrás mientras su cabeza se meneaba.
—Solo quédese ahí y cierre los ojos. Piense en momentos felices.
—Tú... no vas a... —Un jadeo seco la envió hacia adelante, y yo la
devolví de golpe al asiento—. Luc... —La palabra arrastrada murió
cuando sus ojos se pusieron en blanco y luego se cerraron. La luz del
pueblo desapareció y los árboles se alinearon a nuestros costados. Tomé
varios giros, llevándonos más profundamente en la oscuridad. En
minutos, el vómito goteaba de su boca mientras su cuerpo convulsionaba
violentamente a mi lado. El gorgoteo interpretaba el dueto más hermoso
de la muerte. Entonces sonreí. Ella se estaba asfixiando. Se estaba
asfixiando a mi lado cuando comenzó a deslizar sus dedos por su
garganta.
Reduje la velocidad en un camino de tierra, asegurándome de que
no hubiera otros vehículos cerca. Lo que comenzó como un camino
relativamente suave se volvió irregular. Mi auto se deslizó a través del
barro y el suelo lo raspaba por debajo por los grandes baches. Más lejos
fui, moviéndome con más propósito en dirección a un gran surco. Avancé,
dando una sacudida para detenerme cuando los neumáticos giraron. Pisé
el acelerador más fuerte, dejando que el auto quedara atascado.
La madre de Lucy cayó a un lado, y yo la alcancé, inclinando el
asiento hacia atrás y presionando mis dedos en el punto del pulso en su
cuello. Si había latido, era débil. Pero no sentí nada.
Era hora.
La luz brillante de mis luces altas iluminaba el espacio. Saliendo del
automóvil, lo apagué y saqué las llaves mientras caminaba por la hilera Página | 88
de árboles circundante.
—¡Lucy!
Grité su nombre, repetidamente, fuerte y con propósito. Mi miedo se
disparó. Sacando mi teléfono, presioné volver a marcar. Atendió un
operador, y mi voz tembló con verdadera emoción.
—Hola, soy Boston Marks. Estoy llamando para verificar sobre la
búsqueda de Lucy y Jeff Adams. Estoy aquí con su madre, pero no veo a
nadie. ¿Hay gente buscando? ¿Estamos en diferentes lugares? Mi auto
está atascado y no puedo regresar a la carretera principal.
—Señor Marks, ¿conoce su ubicación?
—No. El camino no estaba marcado. Tal vez estoy a quince
kilómetros al norte de la ciudad.
Una pausa.
—Llamaré y les informaré. Veremos si podemos encontrar su
ubicación.
—Excelente. Saldré a llamar a Lucy. Tal vez si están cerca me oirán.
Colgando, busqué en las cámaras de seguridad nuevamente. Nada.
Mis dientes se apretaron y la ira floreció. Volviendo al coche, abrí la
puerta, inclinándome hacia adentro. El agua goteaba de mi cabello,
salpicando el cuero. El olor a bilis me hizo contener el aliento. La piel de
la madre de Lucy era tan blanca que no parecía real. Miré fascinado sus
ojos ligeramente abiertos y su boca abierta. Estaba mirando fijamente
hacia el techo y tenía un residuo blanco mezclado con vómito en el labio.
La sustancia estaba empapada en la parte superior de su camisa rosa
claro. Muerta. Definitivamente estaba muerta.
Lucy. Esto era lo mejor.
Me levanté, volviendo a los árboles.
—¡Lucy!
Una hora después, tal vez menos, unas luces inundaron el camino.
Continué gritando, solo retrocediendo hacia mi auto cuando una gran
camioneta se detuvo directamente detrás de donde estaba atrapado.
Salieron dos hombres y llamé una vez más cuando les hice señas con la
mano, trotando en su dirección. Página | 89

—¿Hubo suerte? ¿Han encontrado a Lucy o a Jeff?


Un hombre bajo y fornido se acercó junto con un hombre más alto
y canoso. Ambos llevaban uniformes.
—Aún no. Están llegando voluntarios. Los encontraremos pronto,
hijo. ¿Puedes decirnos qué pasó?
Tomé una respiración profunda.
—Jeff, el hermano de Lucy, vino a nuestra casa más temprano.
Vivimos en la casa de huéspedes de mis padres. Él ha estado... —Hice
una pausa, mirando hacia el auto, luego bajé la voz, como si quisiera
evitar que la señora Adams escuchara—. Solíamos ser mejores amigos.
Desde el accidente donde me golpeó en la cabeza con un hacha, ha estado
teniendo estos extraños ataques. Creo que se culpa a sí mismo porque
casi me mató.
—Conocemos la historia —dijo el oficial más bajo—. Yo estaba en la
escena cuando te llevamos al hospital.
Mis ojos se abrieron.
—Entonces lo saben. Bueno, desde que he despertado, ha inventado
esta historia sobre una cabaña en el bosque y un cuerpo. —Suspiré—.
Estábamos haciendo una película de terror justo antes del accidente. De
alguna manera creo que se ha convencido a sí mismo de que todo fue
real. Vino a rogarle a Lucy para que fuera con él para poder demostrarle
que estas ilusiones eran reales. Ella no quería ir, pero comenzó a ponerse
amenazante y errático. Más hacia mí, no hacia ella. Traté de hacer que
se quedara, pero ella quería intentar mostrarle qué lo que él creía no era
real. Entonces, ella fue en un intento de calmarlo. Eso fue hace horas.
Estoy enfermo de preocupación porque algo haya sucedido.
—Hace poco estuvo en la estación por atacarte en el hospital. No
presentaste cargos.
Sacudí la cabeza.
—No lo culpo por lo que pasó. Fui estúpido por acercarme
demasiado. Solo desearía que no se culpara a sí mismo. A todos nos está
resultando difícil. Todavía no recuerdo mi pasado. Mi mejor amigo me da
miedo ahora. Diablos, nos da miedo a todos, pero no puedo imaginar lo Página | 90
que pasó durante el tiempo que estuve en coma.
—Lo arreglaremos cuando los encontremos. ¿Dijiste al despacho que
la señora Adams está contigo?
—Sí. Ella está en el auto. No se sentía muy bien cuando la recogí.
Creo que estaba llorando —dije en voz baja, mirando hacia el lado del
pasajero de nuevo—. Ella no se ha visto muy bien últimamente. Le dije
que descansara, que yo buscaría. Apenas podía caminar cuando salimos
de la casa. No estoy seguro si era el vino que estaba bebiendo o que tiene
gripe. Le haré saber que están aquí. Estoy seguro que eso la tranquilizará.
Me dirigí en su dirección, abriendo la puerta mientras me seguían.
—¿Señora Adams? —Mi cabeza retrocedió ante el olor y la ladeé
hacia un lado, sacudiendo su hombro mientras su rostro mortalmente
pálido rodaba ante el movimiento. Más líquido goteó de su boca,
recorriendo su barbilla—. S-señora Adams, ¿está bien?
Urgencia, miedo, confusión. Espesaban mi tono cuando la sacudí
una vez más y me moví hacia atrás. Casi atropello al oficial más pequeño,
golpeando la tierra dura mientras me alejaba.
—¿Ella está… ella está...? —De alguna manera, tuve una arcada,
hundiendo mis dedos en el lodo mientras vomitaba.
—Oh, demonios. —El oficial mayor arrugó la nariz, susurrando al
otro antes de moverse para hablar por su radio.
—¿Qué le pasa? ¿Ella está…? Ella no está jodidamente... muerta...
¿verdad?
—Hijo, solo cálmate. Tenemos una ambulancia en camino.
Tuve arcadas de nuevo. La sorpresa hizo que me hinchara de
orgullo, pero estaba más interesado en la simpatía iluminando los rostros
de los oficiales mientras trataba de recuperar el aliento. Su preocupación
por mí era genuina. Era real. Esto iba a funcionar, y si Jeff era inteligente,
se suicidaría antes de que tuviera que hacerlo por él.

Página | 91
Lucy
Mis labios se apretaron fuertemente mientras miraba a Jeff. Tomó
toda mi fuerza atravesar la puerta rota de la cabaña. Tenía miedo. Estaba
aterrorizada de lo que vería. Pero no esperaba esto. O tal vez lo hacía.
Quizás ese era el por qué estaba tan enojada. Cuando la cabaña apareció
por primera vez, casi le creí. Pero todo fueron mentiras.
—¿Ahora qué?
Su cabeza se sacudió cuando dirigió la linterna alrededor de la
habitación vacía por millonésima vez. Habíamos revisado todo el lugar de
arriba a abajo. Nada. Ni sangre. Ni dispositivos de tortura ni un solo
cuchillo. Página | 92

—No entiendo. Este lugar estaba lleno de cosas. Muebles. Imágenes.


Equipamiento y esas mierdas. No hay nada. Todo se ha ido.
—¡Probablemente porque nunca existió! ¡Jeff, no sucedió! Nada de
eso. ¡Nada!
Todo mi cuerpo se sacudió por la furia y el frío. Estaba empapada
por la lluvia y hacía mucho frío. Habíamos caminado tan lejos, ¿para
qué? Para nada. Jeff aún lo negaba, y me dolían tanto las piernas que
apenas podían sostenerme. El agotamiento se volvió paralizante, y todo
lo que quería hacer era volver a Boston. Probablemente estaba muy
preocupado.
—Quiero ir a casa ahora mismo. Si alguna vez te escucho mencionar
algo sobre esto otra vez, nunca más volveré a hablar contigo.
Sin esperar a que me siguiera, fui a trompicones hacia la puerta
principal, sin siquiera preocuparme por la oscuridad. Una mano se
apoderó de mi hombro y me hizo girar mientras la lluvia golpeaba sobre
mi cabeza. Un trueno retumbó en la distancia, y yo me quité la mano de
encima.
—Lucy, no te enojes. Hay una cabaña. Mira, te dije que la había.
Estoy diciendo la verdad.
—No, no lo haces. Hay una jodida cabaña. ¿Y qué? ¿Has visto la
casa de Boston? No me sorprende. Ellos tienen dinero. Tal vez sea la
cabaña de caza de su padre. Ambos solían ir de caza cuando eran más
jóvenes. No significa nada.
Seguí caminando mientras Jeff trotaba para llegar a mi lado.
—Maldita sea, Lucy. Yo juro que…
—¿Qué te dije? Ni una palabra más, Jeff, o tú y yo hemos terminado.
Necesitas ayuda. Mamá tiene suficiente en su plato. Ella no necesita esto.
Ella apenas se mantiene en una pieza así como está. Primero papá, luego
tu accidente con Boston, luego los episodios borracho, y ahora... te estás
convirtiendo en un loco delirante. La gente habla. Sarah pregunta por ti
todo el tiempo. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ella? ¿Cuándo
fue la última vez que fuiste a trabajar? ¿Incluso has estado ayudando a
mamá con las facturas?
Página | 93
—No eres quien para hablar. Tú te fuiste.
—Apenas podía contribuir con lo que ganaba. Además, estaba de
camino al trabajo esta noche, pero me convenciste de venir a este
estúpido viaje. Tan estúpido. Basta. He terminado de preocuparme por ti.
Solo quiero estar con Boston, y quiero ser feliz.
De nuevo, fui agarrada. Grité, balanceándome hacia él mientras
luchaba por liberarme.
—No puedes volver con él, Lucy. ¿No ves lo peligroso que es?
Necesitamos buscar a mamá e irnos. O... lo mataré esta vez. Entonces
nunca tendremos que preocuparnos de que te atrape.
—¿Escuchas lo que dices? ¡Tú eres el peligroso! ¡Suéltame!
Le arañé la cara, pateando y golpeando contra él lo mejor que pude.
Cuando logré liberarme, salí corriendo hacia la oscuridad. Las ramas me
rasparon la cara, desgarrándome la piel peor que antes. La luz de una
linterna se balanceó entre las ramas más altas delante de mí, y corté
camino entre los árboles, extendiendo mis manos mientras me empujaba
imposiblemente más rápido. El estremecedor impacto de un árbol hizo
que el aire explotara de mis pulmones. Me desmoroné llorando del dolor.
Luz.
—¡Lucy! ¿Estás bien?
—¡Aléjate de mí, Jeff!
Un calor brotó de mi nariz y limpié la sangre con mi manga mientras
cojeaba para ponerme de pie. Mi tobillo apenas soportaba mi peso. Jeff
estaba respirando fuerte. Miré a mi hermano, no me sentía segura. La
mirada que tenía... traición, algo que invitaba a lo psicótico, ni siquiera
reconocía a esta persona. Me observaba como un depredador. Mi mente
se revolvió sobre qué hacer. Permaneciendo tranquila, esperé hasta que
hubo distancia entre nosotros antes de seguir. Yo estaba cojeando, pero
no podía ir rápido. Eso me puso aún más nerviosa.
Eché un vistazo por encima del hombro, haciendo todo lo posible
para mantenerme alerta de su ubicación. Las lágrimas se soltaron
cuando el peso de toda la situación se asentó de inmediato. Durante los
últimos meses, no podía recordar la última vez que pude respirar sin
preocuparme por algo.
—Tal vez tengas razón. Tal vez... necesito ayuda.
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—Lo haces.
—Especialmente por lo que estoy a punto de hacer.
Solté un gemido, y me acerqué a un árbol cercano.
—¿Qué?
Sus pasos se acercaron, y miré hacia atrás, pero la expresión
desapareció rápidamente cuando el movimiento se volvió borroso hacia
mí. Un dolor explotó en el costado de mi cabeza y mis piernas se doblaron.
Me estaba cayendo, pero no. El sonido vaciló, trayendo y llevándose la
voz de Jeff.
—Lo siento, Luce. Esta es la única manera. Tengo que mantenerte a
salvo.

****
Respiraciones profundas.
Mi cuerpo estaba rebotando y sacudiéndose de un lado a otro. Abrir
mis ojos era una tortura, pero el temblor era peor. Lloré, y el vómito me
quemó la garganta mientras luchaba contra el impulso de las náuseas.
—¡Jeff! ¡Lucy!
Los gritos en la distancia llegaron y me di cuenta de que Jeff estaba
corriendo... huyendo de ellos. La conciencia dio vida a mi cuerpo e intenté
volar. Mis piernas y brazos lo azotaron, y Jeff tropezó mientras intentaba
controlarme.
—Detente —gruñó—. No nos pueden encontrar. Tienes que
mantenerte callada.
—¡Ayuda! Ayu...
Mi cara se estrelló contra su hombro mientras intentaba
silenciarme. Peleé más fuerte, dejando escapar un grito penetrante
mientras comencé a balancearme. Los perros ladraban, cada vez más
cerca. Dejé que su sonido profundo me hiciera luchar más fuerte. Él
estaba disminuyendo la velocidad, tratando de bloquear mis golpes.
—¡Suficiente, Lucy! Vas a hacer que nos atrapen. Entonces nunca
estaremos a salvo.
—Estamos a salvo. ¡Déjame bajarme! Si quieres correr, corre, pero
no conmigo.
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La cara de Jeff apenas era visible en la oscuridad. La lluvia
finalmente se había detenido y la luna era lo único que brillaba. Se detuvo
lentamente, mirando alrededor con pánico.
—Nos van a atrapar así. Volveré por ti.
—No, no lo harás. No iré a ninguna parte. No quiero verte de nuevo.
No puedo creer lo que has hecho.
El sollozo dolía más que cada palabra que forzaba. Mi cabeza se
sentía como si estuviera dividida en dos. Estaba a punto de vomitar y
todavía tenía mucho frío.
—No lo dices en serio. Eres mi hermana.
—Ya no. Mírame, Jeff. Mira lo que estás haciendo ahora.
Múltiples rayos de luz atravesaron los árboles y Jeff se movió sobre
sus pies, casi tirándome al suelo.
—Lamento lo de tu cabeza, pero no te habrías ido de otra manera.
Volveré por ti, Lucy. Espero que no sea demasiado tarde para entonces.
Jeff salió corriendo hacia la oscuridad. Los hombres se acercaban y
yo estaba llorando tanto que apenas podía llamarlos. La noche no parecía
real. Mientras Boston corría por mí, se volvió aún más surrealista.
—Lucy. Dios. Mierda. Lucy, ¿estás bien? ¿Qué pasó?
La gente se agolpaba y los perros aullaban y ladraban no muy lejos
de mí. Boston hizo una mueca cuando me echó el pelo hacia atrás,
luciendo más enojado que nunca.
—Jeff... se ha vuelto loco. —Sollocé, dejando que me tirara a sus
brazos—. No había nada en la cabaña. Nada, y él se puso como una moto.
Dijo que deberíamos matarte. No dejaba de agarrarme e intenté luchar
contra él y huir, pero me golpeó con la linterna.
—¿Por dónde se fue?
Levantando mi mano temblorosa, señalé al policía.
—Por allí.
—¿Está armado, señora?
—¿Qué? No. No lo creo.
—¡Hombres! —El oficial hizo una seña y un grupo se reunió.
El viaje de regreso fue como un borrón de voces y más árboles. Página | 96
Boston me llevó todo el camino, colocándose a mi lado después de que
me metieran en la ambulancia. Al principio no me había dado cuenta,
pero una vez que lo hice, comencé a intentar salir.
—Estoy bien. No quiero ir. Es solo una conmoción cerebral y un
esguince de tobillo. Realmente, solo quiero ir a casa.
—Señora, realmente creemos que al menos debería ser revisada.
—No. No quiero ir. Estoy bien.
Boston miró entre nosotros, asintiendo hacia ellos.
—Voy a estar atento a ella.
—¿Dónde está mi mamá? Necesito ver a mi mamá. ¿Ella está aquí?
Se detuvo para ayudarme a salir.
—Lucy, tenemos que hablar.
—Más tarde. Mi mamá necesita saber lo que pasó. Dios, ella va a
enloquecer sobre Jeff. Creo que ha empeorado. Se ha vuelto loco con esto.
Empujé mi palma entre mis ojos por el latido. Las voces estaban por
todas partes, aumentando la insoportable sensación. Crujidos de pasos
se acercaron y dos oficiales aparecieron a la vista.
—Lucy.
Ante mi nombre, asentí.
—Oficial... Jenson, ¿verdad? Nos hemos visto antes.
—Así es. —Hizo una pausa, pareciendo sombrío mientras se movía—
. Me temo que tengo malas noticias sobre tu madre.
—¿Mi mamá?
—¿Podemos hacer esto más tarde? —preguntó Boston en voz baja.
—¿Hacer qué? ¿Qué le pasa a mi mamá? ¿Se encuentra bien?
Por su expresión, mi mente no procesaría lo que podría significar.
Boston rápidamente me dirigió hacia él.
—Cuando no volviste a casa, fui a casa de tu madre. No estaba
seguro a dónde más ir o qué hacer para encontrarte a ti y a Jeff.
Inmediatamente me di cuenta de que ella estaba bastante molesta, pero...
—Boston hizo una pausa—. Pedimos ayuda para poder buscarlos, y
estábamos buscando. Ella dijo que no se sentía bien y fue a volver a
Página | 97
sentarse en mi auto mientras yo caminaba.
Mi cabeza giró, tratando de encontrar el auto de Boston.
—No lo veo. ¿Dónde estacionaste?
—Lucy —dijo el oficial, entrando en la conversación—. Lo siento. Tu
mamá... ella no lo logró.
—¿No lo logró? ¿No logró qué? ¿Llegar aquí?
—Ella falleció, Lucy.
El fuerte movimiento de mi cabeza dejó a mi cerebro temblando. No
tenía sentido.
—Lo siento mucho.
—No. No —le grité al oficial mientras retrocedían. Mis dedos
arañaron a Boston y estaba llorando de nuevo, cayendo en un
interminable agujero donde nada se procesaba—. Está equivocado. Él…
—No. Lo siento bebé. La vi yo mismo. Yo y los oficiales fuimos a
echarle un vistazo... y ella se había ido. —Los segundos se volvieron
nebulosos mientras él prácticamente me sostenía—. Piensan que tal vez
ella tomó demasiadas pastillas o algo, antes de que yo llegara allí. Parecía
que había estado llorando. Podrían tener razón.
—¿Q-qué? No. Mi madre no haría eso.
—Lo siento. Realmente lo siento.
Boston me abrazó más fuerte, llevándonos hacia más personas.
Quería pelear, volverme loca con la noticia, pero no tenía la fuerza
suficiente. Ellos hablaron pero no escuché nada. El viaje de un oficial
consistió en yo sollozando todo el camino a casa. Incluso mientras Boston
me bañaba, me fui a la deriva en una niebla de severa incredulidad y
culpa. Cuando finalmente me puso en nuestra cama y me abrazó, decidí
que estaría de acuerdo con no salir nunca más de este lugar. No quería
ver cómo esta parte de mi vida iba a desarrollarse. ¿Encerrarían a Jeff
para siempre en algún hospital psiquiátrico, o iría a la cárcel? ¿Realmente
tendría que planear un funeral para mi madre? Nada se me ocurrió y no
lo presioné. Sostuve a Boston más fuerte, deseando despertarme y que
esto fuera otra pesadilla.

Página | 98
Boston
¿Había querido que Lucy me necesitara solo a mí? Sí. Y estaba
encantado y disfrutando cada momento que podía ayudarla. Habían
pasado casi dos semanas desde yo había cambiado las cosas en nuestras
vidas. Enterramos a su madre. Jeff todavía estaba suelto. Y Lucy...
—Siéntate, bebé. Necesitas comer.
Ella estaba enterrada debajo de las mantas, y ya era mediodía. Todo
lo que quería hacer era dormir. Me sentaba durante horas y la observaba,
me decía que necesitaba ajustarse. Necesitaba tiempo para estar de luto.
Yo no era demasiado impaciente. Solamente cuando ella dormía por
largos períodos de tiempo. Como ahora. Pero obedecía cuando le decía Página | 99
que se despertara, y eso hacía que estuviera bien.
—Estoy cansada.
—Estás hambrienta. Arriba. Vamos.
Soltó un gemido, y se sentó. Su cabello rubio enredado le cubría el
rostro y extendí la mano, frotándolo mientras ella permanecía sentada
allí con los ojos cerrados. Pasaron los segundos. Silencio. Finalmente,
ella abrió los párpados. Sus ojos estaban enrojecidos e hinchados por las
pesadillas que la mantenían despierta la mayor parte de la noche. Otro
placer que me gustaba aprovechar. Conocía una forma de calmarla,
aunque a veces intentaba pelear conmigo cuando la tocaba. Si no lo
supiera mejor, creería que le gustaba pelear. Era lo que la ponía más
húmeda, y en ese punto, no podía mantener mis manos lejos de ella. A
mí me gustaba más la pelea.
—Esa es mi chica. Abre.
Los labios de Lucy se separaron cuando llevé el estofado de ternera
a su boca. Ellos se retorcieron y ella sacudió la cabeza mientras se
obligaba a tragar.
—¿No te gusta?
—No puedes comer estofado frío, Boston. Tienes que calentarlo.
—Lo calenté. —Empujé mi dedo en el centro de una zanahoria,
lanzando una mirada al microondas antes de fruncir el ceño—. Lo
calentaré más tiempo.
—No te molestes. No tengo hambre.
—Vas a comer.
—Pero no quiero.
Ante mi mirada silenciosa, las lágrimas se acumularon.
—Uh-uh. ¿De qué hablamos? Nada de llorar.
—Ella quería que me quedara. —Un sollozo—. Boston, ella quería
que me quedara en casa. Y si…
—También hablamos de esto. —Acerqué a Lucy a mi regazo,
meciéndola—. Lo que sucedió no fue tu culpa. Tu mamá probablemente
estaba cansada y abrumada con todo lo que sucedía. Estaba tomando
medicamentos. Tal vez simplemente no fueron suficientes.
Página | 100
—Pero ¿p-por qué? ¿Por qué no vino a mí? ¿Por qué no trató de
hablar conmigo para que pudiera ayudarla? Si hubiera pensado... Dios,
¿por qué no lo vi? Debería haber sabido que estaba tan ida, ¿verdad?
Quiero decir... ella siempre estaba cansada. Y se iba a su habitación justo
después de la cena. ¿Por qué no sospeché que algo iba a s-suceder?
—No creo que ninguno de nosotros hubiera podido adivinar cómo
resultarían las cosas. Sé que extrañas a tu madre. Sé que te duele, pero
me tienes a mí. Te amo. Te amo más que a nada en este mundo.
—Sé que lo haces. Yo también te amo. —Se acurrucó en mi cuello,
tranquilizándose con el suave balanceo. A pesar del episodio, ella estaba
mejorando. No estaban durando tanto tiempo, y en unas pocas semanas
más podríamos pasar a nuestra nueva normalidad, a nuestra vida juntos.
Agarrando la manta, la llevé al sofá mientras volvía a calentar su
estofado. Lucy observaba, pero estaba sentada en silencio.
—Estaba pensando que tal vez podríamos salir hoy. Necesitamos
comida, y una caminata por la tienda de comestibles te haría bien. ¿Estás
preparada para eso?
Su atención bajó mientras jugueteaba con sus dedos.
—No lo sé. Realmente no quiero.
—Pero sabes que necesitas hacerlo, ¿verdad?
—Sí.
—Bueno. Luego, después de comer, te bañaremos.
—Boston... tenemos que hablar.
—¿Sobre qué?
Los ojos de Lucy se asomaron, pero los bajó nuevamente.
—Sobre muchas cosas. ¿Qué estamos haciendo?
Sonó el pitido del microondas y abrí la puerta de golpe, deslizando
el soporte de la olla debajo del vidrio caliente.
—Vamos día a día. Estamos viviendo. No estoy seguro de lo que
quieres decir.
—Quiero decir con nuestras vidas. ¿Qué estamos haciendo? Estoy
segura de que Sarah me aceptaría de vuelta en el cine, pero no quiero
trabajar allí por el resto de mi vida. Mi mamá... ella me dijo algo antes de Página | 101
que me fuera. Ella no quería que yo dejara de vivir mi vida porque tú y
yo estemos juntos. No quería que renunciara a trabajar o... que creciera
demasiado rápido, creo.
—Entonces, te refieres a trabajar, como en un trabajo.
—Bueno, sí. Algo así. Quiero decir, todo en general. Tú vas a la
escuela... o volverás en algún momento. Tengo que descubrir lo que voy
a hacer.
Llevé el tazón, contemplando su pregunta mientras se lo entregaba.
—Ve a la escuela entonces.
—No es tan fácil. Apenas me gradué de la secundaria. No tengo el
dinero que tiene tu familia. Quiero decir, tal vez pueda obtener algunos
préstamos mientras voy a la universidad comunitaria, pero... ni siquiera
sé lo que quiero hacer. ¿Por qué no me tomé esto en serio antes? ¿Por
qué no escuché a mi madre cuando me habló de esto hace un año?
Solté un suspiro cuando me senté en el borde al lado de sus piernas.
—Estás pensando demasiado. No hay prisa por hacer nada. Ni
siquiera puedo comenzar hasta el próximo semestre, y tienes mucho
tiempo para decidir lo que quieres hacer.
—Supongo. ¿Pero qué harás cuando llegue el momento?
Me quedé callado, pensándolo bien. Por lo que mi madre me dijo,
conducía dos horas a la escuela diariamente. Sabía que esto tenía que
ver con Lucy. Pero ahora que la tenía...
—¿Cómo te sentirías sobre mudarte a la ciudad?
—¿A la ciudad?
—¿Por qué no?
—Por un lado, es caro. Por otro... está... —Más lágrimas se
acumularon en sus ojos—. Está muy lejos de casa.
—Pero yo soy tu casa ahora. —Agarré sus manos, evitando que ella
continuara jugando con sus dedos—. Soy tu hogar. Vamos a buscar una
casa juntos. Iremos juntos a la escuela. Hablas de dinero, pero no lo
hagas. De eso me encargo yo. Solo te quiero a ti. Hagamos que esto
funcione. Dejaremos este lugar y nunca miraremos atrás.
Silencio.
Página | 102
—Piénsalo, bebé. Dale tiempo para que se asiente. Tienes que
admitir, no hay mucho para ti en esta ciudad. Y no hay nada malo en un
nuevo comienzo. Creo que los dos podríamos tener uno.
—Tienes razón. Boston está lejos, pero encontrar un buen trabajo
será más fácil e ir a la escuela es imprescindible.
—Sí.
De nuevo, estaba a punto de llorar.
—¿Qué hay de Jeff?
La ira se encendió ante su nombre. Mi mandíbula se flexionó, pero
mantuve la calma.
—¿Qué pasa con él? Te lastimó. Jeff necesita ayuda. Con suerte, lo
encontrarán y él pueda mejorar. En cuanto a ti, no quiero que vuelva a
estar cerca de ti.
La humedad escapó y se limpió las lágrimas tan rápido como
cayeron. Ella no respondió, pero no tenía que hacerlo. No era estúpida.
Estar cerca de Jeff resultaría en que se lastimara, y ella lo sabía.

****
—¿Cuánto tiempo nos van a seguir?
Una sonrisa apareció cuando examiné un frasco de aceitunas y las
puse en el carro.
—No lo sé. ¿Tal vez hasta que encuentren a Jeff? Es un pueblo
pequeño. No es como si tuvieran algo más que hacer.
—Cierto. Simplemente es extraño ver siempre un coche de policía en
la distancia. —Lucy señaló el espagueti y lo tiré en el carro, besándola
mientras me movía a su lado. El orgullo se disparó. La felicidad fluyó.
Que condenen a los policías, estaba en el séptimo cielo. Yo era siempre
consciente de que estaban allí, pero no me importaba. Que dejaran que
Jeff intentara regresar por lo que era mío. Estaba preparado. Con la
alarma siempre puesta en la casa de huéspedes, sabría si intentaba
entrar. Y si lo hacía, lo lamentaría.
Caminamos más lejos, deteniéndonos mientras Lucy escaneaba las
salsas de tomate. Pasaron dos niños corriendo: un niño de cabello oscuro
y una niña. El pasillo se extendió, cambiando a medida que los recuerdos
volvían a aparecer. Página | 103

—Llévala contigo, Jeff. Asegúrate de vigilarla, Jeff. Lucy, Lucy, Lucy.


Estoy tan harto de Lucy. —Jeff sostenía una canasta de mano, arrojando
una hogaza de pan dentro y mirando con furia a su hermana.
Su cabeza estaba inclinada ligeramente hacia abajo, y tenía la
impresión de que tenía unos cinco años. Su pequeño cuerpo estaba
apartado de nosotros, pero lo suficientemente cerca como para que no
tuviera miedo. Jeff estaba siendo malo con ella como siempre lo era. Supe
eso cuando volvió una gran cantidad de conocimiento. Podía ver dentro
de mis recuerdos, y el más definitorio era el del día que la vi por primera
vez. Eran los únicos dos en el parque.
Él estaba corriendo, jugando con algún tipo de figura de acción
debajo de un árbol que tenía flores rosadas, y ella estaba de pie entre las
hojas caídas, luciendo muy dulce mientras sonreía y señalaba los
columpios. Cada paso se hizo más difícil mientras miraba a la chica. De
la nada, él la empujó. Mis pies se plantaron… la sorpresa me impactó…
la rabia. El destello de otros recuerdos se superpuso a este. Otras escenas
de él de alguna manera lastimándola. Matón, matón, matón. Sí, él era
eso. Esa era la razón exacta por la que me hice amigo de él. No por él…
por ella.
—¡Ugh! Date prisa, Lucy.
Estábamos de vuelta en la tienda de comestibles. Él caminaba más
rápido, y yo también. Mantenía el ritmo detrás de él, por si necesitaba
protegerla de su constante abuso. Con su madre trabajando tanto y su
padre nunca en casa, Lucy era nuestra responsabilidad. Nuestra, no solo
suya.
Nos pusimos en la fila y miré detrás de mí justo cuando Jeff aplastó
su pie encima de su brillante zapato de vestir negro. A ella se le escapó
un pequeño grito, y su cabeza se inclinó más hacia abajo mientras sus
hombros se acurrucaban y temblaban. Estaba llorando, y todo mi odio
por él creció cuando alcancé una piruleta y me agaché. Cuando sus ojos
verdes se alzaron, su labio tembló. Ella no tenía interés en la piruleta.
Solo en mí mientras buscaba en mis profundidades.
—Yo también quiero una.
La voz quejumbrosa de Jeff me hizo señas para que golpeara mi
puño contra su boca, pero extendí la mano y agarré otra piruleta en su
lugar, entregándosela a él. Él sonrió, arrojándolas en la canasta mientras Página | 104
alcanzaba un periódico sensacionalista justo antes de la cinta
transportadora.
Lentamente, me incliné, bajando la voz. Ella me observaba curiosa
para ser una niña tan pequeña. Intrigada.
—No llores, pequeña Lucy. Eres demasiado bonita para llorar.
—¿Boston?
—¿Hmmm?
La mano de Lucy estaba en mi bíceps, y me tomó un momento
ordenar mis pensamientos.
—Recordaste algo, ¿no?
Llegó una sonrisa y no pude evitar tirarla a mis brazos.
—Lo hice. Estábamos aquí. Yo, tú y Jeff. Eras muy pequeña. Tenías
un vestido de flores blancas y azules con los calcetines con volantes que
solías amar. Y esos brillantes zapatos negros. ¿Los recuerdas? Creo que
te los pusiste todos los días durante un año. Un día, te pusiste a llorar
porque ya no te quedaban. Recuerdo eso —exhalé, riendo.
—Yo también. —Ella sonrió—. ¿Recuerdas algo más?
Fui a hablar, pero sacudí la cabeza con tristeza.
—No. Solo pequeñas cosas de ese tipo. Aun tan pequeña, eras
hermosa. Linda.
—Tú eras el lindo. Siempre estabas allí, cuidándome. Dándome
dulces furtivamente. Por un tiempo de todos modos. Entonces Jeff se dio
cuenta y no estaba muy feliz por eso.
—¿De verdad? No recuerdo eso.
Mentira. Ella no tenía que saberlo. Si las cosas salían como
secretamente esperaba que lo hicieran, Lucy no necesitaba ninguna
sospecha sobre mí. Dejaría que pensara lo mejor. Ella no necesitaba
saber lo peor.
—¿Qué más necesitamos?
Doblamos por el siguiente pasillo y eché un vistazo a los productos
enlatados.
—Bueno, ¿cuánto quieres jugar a las casitas? En este momento,
estamos en el semi-serio. Tenemos espaguetis y pizzas congeladas. Página | 105
Estamos hablando de tres a cuatro platos, porque si ese es el caso, diría
que las cosas están entrando en la categoría súper serias.
—Hablamos de mudarnos juntos en la ciudad y ya vivo contigo
ahora. Un poco más serio y me llevarás a Las Vegas. Vamos a
conformarnos con dos platos y comida congelada. Soy más una chica
tradicional.
—Y es por eso que te amo. Pizza una noche. Espagueti y pan de ajo
a la siguiente. Saltaremos la ensalada, supongo.
Lucy se echó a reír, y eso fue todo lo que necesitó mi alma para
florecer. No podía negar que había una punzada de querer reclamarla por
completo. Hacerla mía no solo ante mis ojos, sino ante los ojos del
mundo. Algún día…
—Esto —dije, señalando cuando comenzamos a pasar otro pasillo—
. Necesitamos comida para ver una película.
Doblamos por el pasillo de los bocadillos: papas fritas, nueces y
galletas. Lucy mordió su labio como un niño en una tienda de golosinas,
pero la emoción se desvaneció igual de rápido.
—No. —Mi cabeza se sacudió—. Estás pensando que no deberías ser
feliz.
—No debería. Es demasiado pronto.
—Tu madre hubiera querido esto. Ella quería esto, Lucy. Mírame. —
Incliné su rostro hacia mí—. De camino a buscarte, ella y yo hablamos.
Le dije cuánto significabas para mí. Cómo te amaba y cómo haría
cualquier cosa, y quiero decir cualquier cosa, para mantenerte feliz. Ella
no quería nada más. No lo entendí entonces, pero me pidió que te diera
la mejor vida que pudiera, y honraré su pedido por el resto de mis días.
Así que sonríe, bebé. Ama cada momento, porque yo lo hago, y al vernos,
ella amará lo que ve también.
Los brazos de Lucy volaron alrededor de mi cuello, pero una joven
viniendo hacia nosotros hizo que la tienda se desvaneciera de nuevo.
—¿Qué pasa, Jeff? ¿No quieres golpear a esta? Tal vez porque ella no
es Lucy. A ver, déjame. —Los gritos resonaron a través de la habitación
de la pequeña cabaña. Había una rubia atada a la cama, ensangrentada
y cortada. Jeff estaba follándola... y ella estaba llorando como él. Agarré Página | 106
el cuchillo, cambiando de manos mientras mi brazo se echaba hacia
atrás. Un hueso crujió en la mejilla de la chica gracias a mi puño. Eché
el brazo de nuevo hacia atrás, moviéndome hacia su nariz mientras
aplanaba el hueso con el odio sin fin que surgía dentro de mí—. ¡Golpéala!
¡Golpéala como golpeaste a Lucy! ¡Hazlo!
Empujando la hoja a un lado de su cuello, vi la piel partirse mientras
arrastraba el borde afilado unos centímetros.
—B-boston. Por favor, hombre. ¡Qué carajos! Ya no quiero hacer esto.
Sus sollozos se intensificaron cuando le dejé ver al verdadero yo. El
monstruo que mantuve encerrado todos estos años. Tenía la intención de
enseñarle una última lección antes de matarlo. Humillándolo y
torturándolo con actos grotescos y malvados, que él era demasiado
cobarde para cometer. Él, no yo.
—Golpéala. ¡Golpéala!
Las súplicas apagadas e irreconocibles salían de la boca de la chica:
una niña que había atraído aquí solo por él. Ella era de la ciudad. De mi
escuela, aunque no la había recogido allí. Fue en el parque donde no
había cámaras cerca. Nunca habíamos hablado antes ese día, y la
conversación fue breve. Ella tenía que querer venir conmigo para hacer
la película en ese mismo momento, o yo elegiría a alguien más. No tuvo
tiempo para debatir o decírselo a nadie. Era perfecto.
—Vamos, jodido maricón. —Agarré su corto cabello rubio, tirándolo
hacia atrás—. Muéstrame el tipo de hombre que realmente eres. ¡Golpéala!
Lo solté, y el puño de Jeff se conectó con su boca. No fue nada,
apenas si fue un golpe en absoluto. Me reí, y él retrocedió, conectándose
más fuerte. Entonces, puso casi toda su fuerza. Él lloraba tanto que
apenas podía respirar, gimiendo mientras las lágrimas y los mocos
goteaban y se mezclaban con la sangre que drenaba de la cara de ella.
Ella estaba inconsciente de nuevo. Y yo apenas estaba empezando.
—¡Boston!
Un jadeo explotó en mi boca y el dolor casi me paralizó. Mi pulso se
aceleró, y cada latido resonaba en mi cabeza. La luz me cegó y el calor
corrió por mi nariz.
—Oh Dios mío. Oh Dios. Espera. —Lucy buscó en su bolso,
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agarrando un pañuelo y empujándolo hacia mi nariz.
Podía sentir lo amplios que estaban mis ojos. Lo salvajes que
estaban cuando miraba alrededor bruscamente, sosteniendo el carro
para no caer al suelo por completo.
—Háblame. Vamos, mírame.
Sus ojos verdes se nivelaron con los míos, y ahuequé la parte de
atrás de su cabeza tirando de su frente para descansarla contra la mía
mientras me empujaba para ponerme de pie.
—Estoy bien.
—¿Recordaste más? Intenté hablar contigo, pero te habías ido. Ni
siquiera reaccionabas cuando te sacudía.
—Sí. Maldición, mi cabeza. Tengo la peor migraña.
Nos dimos vuelta y Lucy me abrazó.
—Nos vamos. Hemos terminado. —Dejó la canasta, pero ya
estábamos en la línea—. ¿Debo llamar a una ambulancia?
—No, no. No hagas eso. Solo necesito descansar. Mierda —gemí,
cerrando los ojos.
Cada ruido apuñalaba mi cerebro. Las ruedas de los carros
chirriaban y se sacudían. Había fuertes conversaciones y risas
provenientes de no muy lejos. Incluso aunque no estaba cerca de los
productos de limpieza, el olor me llegó, y mi estómago se revolvió con la
necesidad de vomitar. Todo colapsó y mis ojos se cerraron de golpe ante
la poderosa luz.
—Quizás tengas que llevarnos a casa. No creo que pueda.
—Bueno. Solo vámonos. Ellos pueden guardar la comida.
La atraje hacia mi pecho, abrazándola mientras mantenía los ojos
cerrados. Su preocupación y su amor, significaban todo.
—Esto no tomará mucho tiempo. Necesitamos la comida. Aquí
tienes. —Mi billetera descansaba en mi bolsillo trasero y la saqué con la
llave, entregándole ambas—. Voy a tratar de llegar a la camioneta. No...
no hables con nadie que no conozcas. En realidad, creo que me quedaré.
—No seas absurdo, Boston. Ve.
El empujón en mi pecho hizo que mis ojos se abrieran y casi gruñí Página | 108
mientras me inclinaba y la besaba. Cuando me aparté y me dirigí a la
entrada, cada paso era una tortura. Los ojos se me aguaron ante la luz
del sol, y me balanceé cuando vi mi segundo vehículo en la distancia.
Casi nunca conducía la maldita cosa, y la encontré descansando en el
garaje de mis padres.
La cabaña. Sí... mi camioneta. Mi camioneta especial.
Lucy
Decir que estaba preocupada por Boston era quedarse corta. Tres
días duró la migraña. Para cuando finalmente conseguí que fuera al
médico, apenas podía moverse. Los vómitos, las hemorragias nasales, y
los recuerdos lo mantuvieron en cama, en nuestra casa ahora
completamente oscura. La medicación estaba ayudando, pero él no
soportaba tomarla. El médico dijo que esto era normal para lo que había
pasado, pero odiaba verlo con tanto dolor. Para empeorar las cosas, se
tomó mucho peor de lo que esperaba que yo volviera a trabajar.
Con los apagones cada vez más seguidos, que me llevara en coche
estaba fuera de cuestión. Eso me dejaba tomando la camioneta, Página | 109
dejándolo a él en casa. Medio esperaba entrar y verlo acurrucado en las
sábanas. Cuando reinicié la alarma y subí las escaleras, me detuve.
Estaba sentado en el sofá con palomitas de maíz, viendo una película.
Las botellas de cerveza estaban sobre la mesa de café y sacudí la cabeza,
sorprendida.
—Veo que alguien se siente mejor.
Boston saltó, girando en mi dirección. Por lo general escuchaba todo.
Incluso el suspiro más ligero. Pero esta vez no, y la culpa en su rostro
casi me paró el corazón. No lo entendía, pero sabía lo que vi.
—Sí. Lo siento, estaba... —Apagó rápidamente el televisor y se puso
de pie mientras se acercaba y me besaba—. ¿Cómo te fue en el trabajo?
—Bien. —Señalé a la televisión—. ¿Qué era eso?
Él se removió.
—Nada. Solo una de mis películas. No es la gran cosa. Con la escuela
comenzando en unas pocas semanas, quería ponerme al día con los
proyectos que tengo hechos. Cuéntame sobre el trabajo.
—¿Puedo verla?
—¿Eso? —Una vez más, se movió—. No quieres verla. Es horrible.
La sospecha creció. Bajó la cabeza y, finalmente, a través del
silencio, sus ojos se alzaron hacia mí.
—Lucy, no puedes verla.
—¿Por qué no?
Silencio.
—Boston.
—Simplemente no puedes, ¿de acuerdo?
Agarré el control remoto de su mano, pisoteando hacia el sofá. Antes
de que pudiera hacer clic en el botón, me agarró alrededor de la cintura,
girando y sujetándome contra el sofá de cuero negro. El control remoto
cayó al suelo con un ruido sordo. El peso aumentó contra mis muñecas,
y sus rodillas me separaron los muslos mientras él se establecía entre
ellos.
Mi golpe hizo poco para disuadirlo. Sus labios se encontraron con
los míos brutalmente, y él soltó una de mis manos para levantar mi
camisa uniformada para poder apretar mi pecho. Página | 110

—Quiero ver lo que estabas viendo.


—Y yo quiero que me devuelvas el beso.
—Entonces muéstrame lo que estás escondiendo.
Los ojos de Boston se entrecerraron.
—No estoy escondiendo nada. Y realmente no es una película, que
digamos. Es más... un documental.
—¿Sobre qué?
Más dudas. Cuando no me moví, suspiró.
—¿Realmente quieres ver?
—Bueno, hmmm... sí, por supuesto que sí.
Sus rasgos se agudizaron, no parecían muy felices.
—Bien. Con una condición.
—¿Cuál?
—Que pueda tenerte mientras lo miras.
—Bien.
Mi cintura se sacudió cuando él tiró del botón de mis pantalones
negros. Dejé que me los quitara y se inclinó, agarrando el control remoto
y haciendo clic en el botón. Un círculo de sillas descansaba en lo que
parecía la sala de estar de alguien. Hombres y mujeres de diferentes
edades y etnias llenaban los asientos. Incluso había un niño pequeño.
Un Boston más joven que hacía que me latiera el pulso aún más. Su
cabello era más largo de lo que era ahora, pero no por mucho.
—Oye, ese eres tú.
Me quitó las bragas, frotando su dedo desde mi entrada a mi clítoris.
Él no habló, pero no esperaba que lo hiciera. Estaba concentrado.
Tocándome y poniéndome más húmeda mientras sus dedos frotaban mis
pliegues.
—Ahora que escuchamos a María, pasemos al siguiente. Perry, tú eres
nuevo. ¿Quieres contarles a todos cuándo comenzaste a tener estos
pensamientos inquietantes?
Mi cabeza se levantó, solo deteniéndose por el hombro de Boston. Él
estaba besando mi cuello. Chupándolo. La confusión pululó, pero la Página | 111
calmé, cerrando los ojos y escuchando, mientras un dedo se deslizaba
dentro de mí.
—Creo que siempre los he tenido.
—¿Por qué no empezamos por el principio? ¿Puedes decirnos el primer
recuerdo que tienes donde supiste que tal vez no eras como los demás?
Él hizo una pausa.
—Creo que tenía cuatro años. Era tarde. No estoy seguro de qué tan
tarde. Puedo recordar que el pasillo estaba muy oscuro. Apenas podía ver.
Había sonidos viniendo de la habitación de mis padres. En ese momento,
sabía que era mi madre, pero no estaba seguro de qué le pasaba. Tenía
miedo. No estoy seguro de cuánto tiempo estuve parado afuera de la
puerta, pero finalmente tuve el coraje de abrirla. Cuando lo hice, la vi...
rebotando en alguien. Un hombre. Él no era mi padre. Se estaban besando
y ella estaba desnuda. La vista... ni siquiera puedo recordar caminar hacia
el gabinete de armas de mi padre. Estaba cerrado con llave, pero iba a
matarlos. No tenía miedo en ese momento. Quería hacerlo. Tenía tantas
ganas que lloré cuando no pude abrir la puerta.
—¿Qué es esto? —Mi voz estaba sin aliento. Boston me mordisqueó
la oreja deslizando otro dedo dentro de mí mientras empujaba
profundamente.
—Un lado de mí que nunca conociste. —Se levantó, mirando la
pantalla, pero se quedó solo a centímetros de mi cara. El olor a cerveza
llenó mis sentidos, pero volví a concentrarme en la pantalla mientras
hablaba—. Escondí mi cámara. Nadie sabía que estaba grabando. Verás,
estas reuniones eran confidenciales. Secretas. Sin juicio, sin importar lo
que compartieras.
Agarró el control remoto, presionando el botón de avance rápido
hasta que un hombre apareció en la pantalla. El roce dentro de mí
continuó, y él volvió a chupar y morder la unión de mi hombro mientras
yo jadeaba. ¡Conocía a ese hombre!
—Jeff, ¿te gustaría contribuir esta semana?
—¿Jeff? —Mis ojos se abrieron, y me moví debajo de él
incómodamente. La lujuria se retorció con preocupación, miedo.
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—Nunca usábamos nuestros nombres reales. Escucha, Lucy.
—Seguro. ¿Por qué no? —Boston se enderezó, inclinándose hacia
delante para descansar los antebrazos justo por encima de las rodillas—
. Me quedé en la casa de mi amigo otra vez anoche. Para aquellos que no
saben, no es mi amigo el que me importa. En realidad no puedo soportarlo.
Su hermana pequeña es la razón por la que estoy allí. Se llama Lucy. La
primera vez que la vi, ella tenía cinco años. Siempre fui un niño privado.
Nunca sentí la necesidad de tener amigos o compañía. Pero había algo
sobre esta pequeña niña. Ella era… hermosa. Mi mente dice que es un
ángel. Así es como la veía. Tan inocente. Tan pura.
»Su hermano, la empujó. Recuerdo quedarme parado como si mis pies
hubieran estado cementados al suelo. Es como si todo el mundo se hubiera
congelado en el tiempo cuando su pequeño cuerpecito cayó por el aire.
Justo como las flores del árbol por encima de ella. Ellas cayeron. Ella cayó.
Ella fue la primera persona por la que sentí algo. Odio, repugnancia, a esos
conocía desde siempre. A ella... la amaba antes que siquiera se conectara
con el suelo.
»Fuimos inseparables desde ese momento en adelante. Si no estaba
en la escuela, estaba con mis amigos: observándola, observándola,
siempre observándola. Esperando. Aún, espero. Ella tiene trece años
ahora. Crece, pero yo... —Él tragó saliva, frotándose las manos como si
estuviera agitado—. Esperar es lo más difícil. Es peor que la muerte. Ella
no puede saber cómo me siento. Nadie puede. No debería querer besarla o
tocarla, pero estaría mintiendo si dijera que no quiero. O que no lo he hecho.
Mi corazón... maldición, me duele el corazón. No confesar mis sentimientos
cuando ella me nota por más de lo que soy... ella también me quiere. Puedo
verlo. A pesar de su edad, ella sabe que estamos destinados a estar juntos.
La forma en que me mira, aumenta esa... jodida ira. Si ella fuera mayor o
yo más joven...
—Jeff, mencionaste quedarte allí anoche. ¿Encontraste la forma de
entrar en su habitación otra vez?
Me moví debajo de Boston, aplanando mi palma contra su mejilla
mientras empujaba su cabeza hacia arriba, así tenía que mirarme.
—Por supuesto que lo hice. Esa noche. Todas las noches que estoy
allí. La observo dormir. A veces, me meto en la cama y la abrazo. Ella tiene
un sueño muy profundo. Nunca lo sabe. Una vez, cuando la estaba
abrazando, ella se giró y envolvió su brazo a mi alrededor. Pensé que iba Página | 113
a tener un ataque al corazón. Habría sido la muerte perfecta. Su olor... a
fresas. Dulce, igual que ella.
—¿B-boston? —Mi boca se abrió. La sorpresa me impedía pensar.
Los pensamientos no venían. Nada lo haría mientras se acercaba a mi
cara despacio y frotaba la punta de su nariz contra la mía.
—Siempre fuiste tú, Lucy. Ya te lo dije.
—Pero…
—Shhh. Cualquier pregunta que tengas, no tendré las respuestas.
No ha vuelto todo todavía. Solo toma eso como prueba. Mi lealtad siempre
ha sido contigo. Siempre. Nunca ha habido nadie más. Nunca la habrá.
—Sus labios presionaron los míos, y los míos se separaron aún más
cuando sus dedos se retiraron, solo para comenzar a empujar de nuevo.
Con su otra mano, alcanzó y apagó la televisión.
Mi corazón latía violentamente. Piensa. Piensa. Tantas preguntas,
pero estaban teniendo dificultades para salir adelante por la forma en
que me tocaba. ¿Cómo no me despertaba? ¿Cómo no veía cuán fuertes
eran sus sentimientos? ¿Qué más no sabía? No... ¿qué más sabía, o no,
él?
—Espera.
—He estado esperando durante días. He echado de menos esto. Solo
bésame.
—Boston.
Empujé sus hombros, y él se levantó, con una mirada seria en el
rostro.
—Te dije que no lo miraras. ¿Qué quieres que te diga? No reconozco
al chico en la cinta. No se parece a mí. Ni siquiera recuerdo ese día o
realmente nada sobre esas reuniones, excepto que era un lugar privado
donde yo podía confesar aquello con lo que me era tan difícil lidiar. Como
terapia. Dios, ¿no estabas escuchando, Lucy? ¿No viste lo difícil que era
para mí?
—No, lo vi. Dijiste que ibas a mi habitación todas las noches. Que te
acostabas en mi cama a mi lado. —Me arrastré para sentarme de nuevo,
incapaz de retener mi pregunta—. ¿Alguna vez…? Quiero decir... dijiste...
¿a qué te referías con que me tocabas? ¿Como... que te aprovechaste?
Página | 114
Nada se registró en su rostro. Ni una sola emoción.
—Por supuesto no.
—¿Me estás mintiendo? Dijiste…
—Bueno, obviamente no recuerdo mucho, pero por lo que recuerdo,
no. Probablemente quise decirlo en general.
—Estás mintiendo —susurré.
Mi ceño se arqueó, y aunque no tenía idea si estaba diciéndome la
verdad o no, jugué con el hecho de que él podría estar realmente
escondiendo algo.
—Lucy, te abrazaba. Olía tu cabello. Esperé. ¡Jodidamente esperé!
—Salté y él cerró los ojos, respirando profundamente—. Sabía que no
debía echarlo a perder —dijo, más tranquilo—. Hacer algo estúpido me
habría causado perderte. No puedo perderte. He esperado toda mi vida
para que llegáramos a este punto. Solo quiero que seamos felices. —Sus
brazos salieron hacia mí—. Lo siento. No quería gritarte y asustarte. Ven
a sentarte conmigo. Déjame abrazarte.
—Siento que ni siquiera te conozco.
—Únete al club.
El ceño fruncido que me dio me hizo dudar. Estaba confundida. Lo
amaba. Siempre lo había amado. ¿Aún lo haría si me hubiera despertado
y lo hubiera encontrado en mi cama hace tantos años? ¿Hubiera tenido
miedo y le hubiera dicho a mi mamá para que ella pudiera prohibirlo en
nuestra casa? ¿La chica en mí falsamente lo amaba más porque me había
elegido incluso entonces? De alguna manera enferma y retorcida, no
quería saber la respuesta a eso. Estaba mal. Todo estaba en un nivel que
ni siquiera podía alcanzar. Boston decía que me amaba. El amor no
siempre era bueno. Mi mamá amó a mi papá hasta el día de su muerte.
Quizás fue una gran parte de por qué se había suicidado. El amor era
venenoso cuando se combinaba con el dolor. Se volvía tóxico.
Convirtiéndose en amor loco. Amor obsesivo.

Página | 115
Boston
Mostrarle el video fue un error. Un error monumental. Por dentro,
me enojé. ¿En qué demonios había estado pensando? ¿Que lo
entendería? ¿Que comprendería lo intenso que era mi amor? No, no
estaba pensando. Había mezclado mis pastillas para el dolor con alcohol
y me había quedado fascinado con el video. A tal punto que ni siquiera la
había escuchado entrar. Demonios, lo había visto tres veces, apenas
recordando las dos primeras. No podía concentrarme. Pero eso no podía
suceder de nuevo. Maldita sea la migraña, no podía permitirme un error
como este. Lucy ni siquiera me miraba. Incluso sin recordar todo nuestro
pasado, podía leerla mejor que un libro. Ella estaba pensando. Pensando
en si debería o podía confiar en mí. Ella pensaba que estaba loco. Página | 116

Eso solo significaba una cosa: tenía que empezar de nuevo.


Completamente de nuevo. Tenía que reducir la velocidad al tocarla. Tenía
que obligarme a retroceder y darle espacio. Tenía que tener disciplina y
obedecer lo que me había enseñado el doctor Patron. ¿Pero podría?
El simple pensamiento era abrumador. Absolutamente masacraba
qué y quién era yo. Mi corazón decía que no podía retroceder ahora que
había llegado tan lejos. Mi cerebro calculador y manipulador decía que si
no lo hacía, la perdería. Y tenía razón.
—Probablemente deberías ir a ducharte. Puedo comenzar la cena.
—Pero generalmente cocinamos juntos.
La sorpresa en su tono me hizo querer sonreír, pero ella no
necesitaba mi amor o amabilidad ahora mismo. Necesitaba sentirse
culpable. Lamentar tener cualquier pensamiento que albergara.
—Está bien. Puedo manejarlo. Deberías ir.
Me puse de pie, sentándola y caminando hacia la cocina.
Normalmente me habría empapado de cualquier centímetro de su piel
que pudiera ver, pero ni siquiera levanté la mirada mientras recogía los
ingredientes. Por un buen minuto, ella se paró allí, hasta que finalmente,
agarró su ropa y se fue. Entonces apareció una sonrisa, pero no se quedó.
La ducha comenzó y, como cebo, mis pies querían llevarme más cerca.
Quería verla cuando ella no supiera que estaba mirando. Quería
observar.
Se acumuló calor y sudor cuando liberé un cuchillo del bloque. La
luz se reflejó en la hoja, y de repente estaba parado sobre la chica rubia.
Su cuerpo roto estaba en el bosque, tendido en el suelo mientras Jeff se
posicionaba para atacarme. Y yo amaba el juego que estaba jugando con
él. Lo amaba tanto, que nunca me había sentido más vigorizado en mi
vida. Había estado esperando y entrenando para este momento. Y era
imperativo que él experimentara un terror inimaginable antes de que yo
terminara su vida. Al hacerle violar y golpear a esa chica, había hecho un
touchdown, pero hacerle pensar que tenía la oportunidad de escapar solo
para mostrarle lo equivocado que estaba... esa era la guinda del pastel.
Un grito atravesó los árboles mientras él corría. Justo cuando llegó
a mí, salté fuera del camino, empujando fuerte mi palma en el medio de
su espalda, él golpeó el suelo con una fuerte sacudida. Ni siquiera pudo Página | 117
recuperar el aliento antes de que mi bota chocara contra su costado y su
estómago.
Una vez.
Dos veces.
Tres veces.
Pateé tan fuerte como pude, dejándolo jadeando y arañando la tierra
mientras trataba de alejarse. El nombre de Lucy seguía saliendo de mi
boca. Alimentando su miedo. Haciéndole saber que ella era mía.
—Traje tu cuchillo. ¿Estás listo para acabar con esta chica?
—Vete a la m-mierda.
Los jadeos sonaban mientras intentaba ponerse de pie. Tuve un
comienzo rápido de dos pasos antes de conectarme y hacer que se
deslizara por la tierra.
—Última oportunidad. Puedes matarla o unirte a ella. La decisión es
tuya.
—Me vas a matar de todos modos.
Hice una pausa, ladeando la cabeza mientras él luchaba por ponerse
de pie.
—¿Por qué te mataría? Eres mi mejor amigo.
—Por... ¡por esto!
Me encogí de hombros, acercándome a la chica.
—Córtale la garganta. Una vez que lo hagas, esto termina. Nunca
volveremos a hablar de ello.
—Estás mintiendo.
—No miento, Jeff. Lo sabes. Córtale la garganta o me veré obligado a
matarte.
Él sollozó, poniéndose de pie.
—¿Por qué estás haciendo esto?
—¡Mátala, Jeff!
Le arrojé el cuchillo, sabiendo que esto no había terminado. Se
apresuró por el arma, yendo contra mí. Fue el mayor error que pudo Página | 118
haber cometido. Mi mano se deslizó y condujo hacia arriba, agarrando y
aplastando su garganta mientras lo devolvía de un golpe a la tierra, de
regreso a donde pertenecía. Una vez que lo hice, bloqueé la muñeca que
sostenía el cuchillo y me acerqué tanto a su cara que podía oler su sudor.
—Realmente no aprendes. Primero, serás castigado, luego terminarás
con esto. Una vez que lo hagas, se acabó.
Mi puño rogaba golpearle la cara, pero sabía que no era lo mejor. Me
paré, conduciendo mi pie hacia su cuerpo. No estaba seguro de cuántas
veces pateé antes de que las venas sobresalieran de la cara roja y dolorida
de Jeff. Escupió con mi última patada. Intentaba escapar de nuevo, pero
no lejos, hacia la mujer.
Dos veces cayó mientras trataba de ponerse de rodillas. Los
segundos pasaron mientras él ganaba fuerza, pero yo no tenía paciencia.
Lo arrastré el resto del camino dejándolo caer cuando tiré de la parte
superior de la chica inconsciente por el cabello.
—Termina esto, hijo de puta.
Le temblaba la mano cuando se levantó a sí mismo y al cuchillo.
Incluso aunque apenas podía sostener el arma, no dudó. La sangre caía
como agua de su garganta a medida que aumentaba la presión, y yo
sonreía, agarrando su hombro mientras él terminaba. Se tambaleó
apartándose, jadeando y mirándome horrorizado. Luego él huyó. Y lo
dejé.
Confusión. Me golpeó fuerte, devolviendo la ira un millón de veces
más fuerte. ¿Por qué no lo había matado cuando tuve la oportunidad?
¿Por qué lo había dejado escapar? ¿Era jodidamente estúpido?
Saqué las zanahorias, cortándolas como si estuviera alimentando
un ejército. Cuando no fue suficiente, saqué el apio, luego una cebolla,
luego las patatas. No tenía idea de qué demonios iba a hacer con todo
eso. Moví todo a una olla y la llené de agua. Mi madre había comprado
comida sana, y de repente me di cuenta de que tal vez comía así antes.
Había estado mucho más grande de lo que era ahora. Mucho más grande.
Y más poderoso.
Bajé la cabeza, observando mi cuerpo delgado. Todavía tenía
músculo y un paquete de seis, pero algo me dijo que eso era genético. No
era quien era o por lo que había trabajado muy duro para ser. Incluso mi Página | 119
cara se veía diferente en mis recuerdos. Y mi cicatriz... trataba de no
mirarla, pero no iba a desaparecer.
—¿Boston? ¿Estás bien?
Lucy se dirigió hacia mí. Lenta. Vacilante. Ya estaba vestida, lo cual
me desgarró aún más. Pero llevaba mi camiseta, así que había consuelo
en eso.
—Sí. Me di cuenta de lo diferente que me veo. Quiero decir, lo vi
antes, pero creo que mi cambio general realmente está empezando a
golpear. Tú... —Miedo, no me gustaba, pero la emoción apareció cuando
pensé en mis preocupaciones. Lucy; su opinión significaba todo—. La
cicatriz. ¿Te molesta? Sé que te atraía antes del accidente, pero ¿te
sientes menos atraída por mí ahora que la tengo o que soy más pequeño?
Mis músculos eran mucho más grandes. Puedo ponerme así para ti otra
vez si quieres. Puedo comenzar esta noche. En este momento, mientras
esto se está cocinando.
—Vaya. Reduce la velocidad. —Se adelantó, mirando hacia la
estufa—. Recordaste más mientras yo no estaba.
Vacilación. Estaba borracho. Tenía que cuidar lo que decía. Ya
estaba balbuceando cuando debería haber sido distante.
—Solo mi estilo de vida. —Mi cabeza se sacudió y traté de bajar la
ansiedad en mi tono sobre lo que su juicio significaba para mí—. ¿Te
gustaba más de esa manera?
—Boston. —Soltó una respiración profunda cuando se adelantó y
envolvió sus brazos alrededor de mi cintura—. Me gustas como seas.
Nunca se trató de tu apariencia. Era más profundo que eso.
Mis ojos se cerraron y descansé mi cabeza sobre la de ella.
—Creo que me gustaría comenzar a hacer ejercicio de nuevo. Me
sentía mejor así. Y podría... —Iba para decir protegerla, pero no, no podía
ver esa parte de mí otra vez tan pronto. Tenía que evitar ser dominante,
sin importar cuán difícil era.
—¿Podrías qué?
—Realmente podría concentrarme en mí. Eso es importante. Si
vamos a tener una vida juntos, necesito ser la mejor versión posible de
mí mismo. Te mereces eso.
Le di un beso rápido en la cabeza y la solté, poniendo distancia entre Página | 120
nosotros. Antes de escuchar el paso adelante, la sentí. La presencia de
Lucy era como una manta de seguridad, consolando a la bestia. Ella
siempre acechaba, esperando. Esperando qué, ahora lo sabía. A Jeff. A
hombres como Jeff. Jeff. Jeff. Sí, lo quería muerto con un hambre que no
podía soportar de repente. Lo que sea que hubiera pasado antes fue un
error, pero era hora de arreglar eso.
Lucy
—Boston tenía dos años en esta foto. Vivíamos en la ciudad en ese
momento. En Boston, de ahí obtuvo su nombre. Gilbert y yo nos
conocimos en un restaurante. Pensé que era amor a primera vista. Él
era... guapo y poderoso con su bonito traje. Estaba rodeado de hombres
vestidos como él, pero él me miró y supe que mi vida nunca sería la
misma. Era joven y estaba aquí visitando parientes. Gilbert me movió el
suelo. Él me detuvo justo antes de que saliera por la puerta y casi hemos
estado juntos desde entonces.
Joy sonrió y pasó a la siguiente página del álbum de fotos.
—Boston nació menos de un año después. Gilbert y yo nos casamos Página | 121
cuando tenía siete meses de embarazo. Nos quedamos en la ciudad
durante los primeros tres años, luego nos mudamos aquí. Qué buenos
tiempos.
Reflejé su sonrisa, pasando por encima los recuerdos que seguían
causando que ella llorara.
—Él se va mucho ahora. ¿Conoceré al padre de Boston pronto?
—Oh... —Me echó un vistazo—. Sí, supongo que vendrá a casa para
Navidad. Supongo que es hora de que te conozca. Tengo que ser honesta,
Lucy, yo no estaba muy de acuerdo con esto al principio. Estaba
preocupada por Boston, por los dos, pero... lo tranquilizas. Lo haces
mejorar. Ya veo eso. Y parecen felices.
—Lo soy. Gracias. ¿Qué pasó entre Boston y su padre?
Hizo una pausa y pasó a la página siguiente.
—No se llevan muy bien. No lo han hecho durante años. No es nada
en particular, solo algunas cosas que han sucedido y se han construido
con el tiempo.
—Ya veo. Bueno... tal vez ahora. —Fruncí el ceño mientras dirigía
mi atención a las grandes ventanas de vidrio que nos daban una vista de
la casa de huéspedes. Boston probablemente todavía estaba abajo
haciendo ejercicio. Eso es todo lo que parecía hacer ahora. Durante la
última semana, había vivido en el gimnasio. Ni siquiera había intentado
tocarme, lo que era muy diferente de él. Había tenido miedo antes, pero
ahora solo... lo necesitaba. Había tantas veces que quería ir a ver a mi
madre. Preguntarle qué hacer o simplemente escuchar su voz. Incluso la
necesidad de hablar con Jeff estaba ahí. Alguien. Cualquiera. Ahora, ni
siquiera sentía que tenía a Boston.
—Veremos cómo se desarrolla. Se supone que Gilbert me llame
después de sus reuniones. —Rápidamente cerró el libro, poniéndose de
pie—. Boston mencionó que se dirigiría a la ciudad pronto para conseguir
un auto nuevo. Quizás ambos puedan reunirse con él para almorzar.
—Me encantaría eso. Estoy segura de que Boston también lo haría.
Me levanté del sofá y la seguí hasta la puerta. Ella me dio un rápido
abrazo y salí cuando un auto se estacionó en el camino de entrada. Mis
pies se pusieron pesados y me detuve cuando un hombre mayor salió. Al
verlo, mi pulso explotó. Lo había visto antes. Más de una vez. En el Página | 122
hospital el día que Boston se despertó y... en la película de Boston. El
doctor. Sí, él era el hombre que hablaba y hacía las preguntas.
—Bueno, ¿a quién tenemos aquí? Tú debes ser Lucy. Joy me dijo
que tenía una nueva incorporación en la familia.
Desconcertada, forcé una gran sonrisa.
—Sí, nos conocimos en el hospital. Lo siento, no recuerdo haber
escuchado su nombre.
Mi mano se estiró y él me la estrechó.
—Soy el doctor Patron. En realidad estoy aquí por Boston. ¿Está
cerca?
—Está en el gimnasio.
—Excelente. Antes de hablar con él, me gustaría hacerte algunas
preguntas si eso está bien.
—Está bien.
El cabello blanco del hombre mayor voló hacia atrás por el viento, y
yo asimilé sus manos revestidas de cuero, el traje elegante y la gabardina.
—No estoy seguro de que Boston haya recordado o te haya contado
sobre mí, pero soy su terapeuta. Me ha estado viendo desde que era joven.
Desde los doce, para ser exactos. Sé que lo conoces desde hace el mismo
tiempo. Siempre ha sido un niño tranquilo. Muy tímido. Muy reservado.
¿Estarías de acuerdo en que ese era su comportamiento antes del
accidente?
—Sí.
—Eres cercana a él. ¿Dirías que ese es su comportamiento ahora?
Me tomé un momento para pensar en su pregunta.
—No hacia mí. Ya no, pero alrededor de otras personas, diría que sí.
Él asintió.
—¿Y cómo describirías su estado emocional? ¿Está feliz la mayor
parte del tiempo? ¿Enojado? ¿Se molesta con bastante facilidad?
La inquietud se calmó y miré hacia la casa de huéspedes.
—La mayoría de las veces, está bien. Hay momentos en que se
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molesta. No diría que se pone demasiado loco. —Hice una pausa—. Me
di cuenta de que no le gusta estar lejos de mí. Se pasea cuando lo está.
Sin embargo, eso es todo.
—Perfecto. —Volvió a mirar hacia donde estaba Boston—. Escuché
que tu madre falleció recientemente. ¿Cómo estás? ¿Boston te está
ayudando con eso?
Una leve sonrisa quería aparecer mientras pensaba en el apoyo que
él había sido.
—Boston es lo único que me mantiene unida en este momento. No
sé lo que haría sin él. Ha sido asombroso.
Una sonrisa apareció.
—Me alegro de escuchar eso. ¿Y dijiste que él está en el gimnasio?
—Sí, por allí. —Mi mano hizo un gesto, y él me siguió cuando abrí la
puerta y giré a la izquierda. Boston estaba justo donde sabía que estaría.
Pero no estaba levantando pesas como había pensado. Tenía sus
auriculares puestos y estaba colgando de una barra haciendo
dominadas. Su paquete de seis se apretaba por el movimiento fluido, y
sus músculos se hinchaban en sus brazos. Eso hizo que mis ojos se
abrieran mucho cuando lo asimilé. Ya parecía más grande después de
solo una semana.
Como si él supiera que yo estaba allí, sus párpados se levantaron y
detuvo el movimiento antes de dejarse caer al suelo. Se sacó los
auriculares, sin decir una palabra mientras agarraba una toalla para
limpiarse el sudor de la cara.
—El doctor Patron está aquí para verte. Estaré fuera.
—¿Fuera?
Boston se dirigió en nuestra dirección, la preocupación era visible
en la forma en que su velocidad aumentó.
—Sí. Pensé en dar un paseo por la propiedad o algo así. En ninguna
parte demasiado lejos. Solo alrededor.
—Puedo ir contigo si quieres esperar. Esto no tomará mucho tiempo.
Me reí, retrocediendo hacia la puerta principal.
—Está bien, de verdad. Tómate tu tiempo.
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Antes de que pudiera trabajar más en convencerme, me dirigí de
regreso a la puerta. No estaba segura de qué pensar sobre que el médico
estuviera aquí. Había visto el tipo de pacientes que tenía y escuché dónde
encajaba Boston. Todo era por mí. Pero ahora que me tenía, ¿qué
significaba eso exactamente?
La puerta se cerró detrás de mí y me volví hacia el costado de la casa
de huéspedes. La hilera de árboles se abrió en un camino y recuerdos de
Boston persiguiéndome se filtraron. Pero no por mucho. Un movimiento
me detuvo bruscamente. Las ramitas se partieron y salté cuando una
ardilla subió corriendo por el árbol.
Metiendo mis manos en el bolsillo de mi chaqueta, rodé los ojos,
continuando. Más profundo, fui, caminando lentamente a través de la
leve ondulación del terreno. Crujidos. ¿Pasos? Caminé más rápido
mientras escaneaba mis alrededores. El bosque no era tan denso aquí
como lo había sido junto a la cabaña, pero eso no alivió la sensación de
estar siendo observada.
Pasaron los minutos y di la vuelta al otro lado, sabiendo que estaba
en algún lugar detrás de la casa principal. La oscuridad se cerraba
alrededor. Había estado nublado, pero casi parecía de noche debajo de
los densos árboles. Un susurro me hizo girar justo cuando una mano
sucia golpeó mi boca. El barro estaba pegado a la cara de Jeff y sus ojos
estaban inyectados en sangre y muy abiertos cuando sus respiraciones
estremecidas sacudieron todo su cuerpo.
—Shhh-shhh. —Se derrumbó, soltándome y aplastando sus brazos
a mi alrededor en un abrazo—. No pensé que alguna vez vendrías. Dime
que no es verdad —dijo sollozando—. Dime que mamá no está muerta.
El impulso de pelear estaba allí, pero ante la mención de mi madre,
el dolor me hizo vacilar. Sostuve a Jeff, dejando que mi dolor se liberara
solo un momento antes de apartarme de un tirón.
—Es verdad. Dicen que se tomó una sobredosis de pastillas. Se…
suicidó.
—Ella no haría eso. Ella no nos habría dejado. —Lloró más fuerte,
secándose la cara mientras intentaba acercarse a mí otra vez—. Esto es
mi c-culpa. Él lo hizo por mi culpa. Porque traté de llevarte lejos.
—Boston no mató a mamá —espeté—. Ella las tomó antes de que él
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siquiera llegara allí. Además, ¿escuchas lo loco que suenas? Necesitas
ayuda. Esto ha ido demasiado lejos. Tienes que entregarte. No presentaré
cargos por lo que hiciste en el bosque. Solo busca ayuda, Jeff.
Me di vuelta, volviendo por donde vine. La desconfianza me tenía
alerta. Jeff se lanzó como temía que lo hiciera, pero estaba lista. Corrí
con todo lo que tenía. Un grito apenas salió de mis labios antes de que él
chocara conmigo. Nos deslizamos por la tierra, luchando para ganar el
control sobre el otro. Mi puño se balanceó, pero él desvió casi todos los
golpes.
—No hagas esto, Lucy. Todo lo que tenemos es el uno al otro.
Tenemos que darnos prisa.
Sus dedos rasgaron mi chaqueta mientras intentaba levantarme.
Pateé sus muslos, gritando y arañando sus antebrazos. El dolor me rasgó
el cabello cuando él lo usó para arrastrarme fuera del camino. Mientras
más luchaba, más duro él se sacudía, agarrando más.
—Suél-ta-la.
Se detuvo y me soltó ante el tono frío de Boston, levantando las
manos mientras retrocedía. Me di la vuelta y vi a Boston parado a unos
metros de distancia con una escopeta. La tenía a su lado, mirando hacia
delante. Cuando volví a ver a Jeff, él ya se había ido. Ni una sola vez
Boston apartó la mirada de la oscuridad que tenía delante mientras se
acercó y me ayudó a levantarme.
—¿Estás bien?
—Podrías haberlo matado.
Sus intensos ojos bajaron hacia mí, pero solo por un segundo.
—Podría haberlo hecho, pero ¿hubieras querido que lo hiciera?
—N-no. Por supuesto que no. —Mi brazo se envolvió alrededor del
suyo. Cuando él inmediatamente se apartó, me dejó sintiéndome vacía.
Dio un paso, entregándome el arma.
—No lo creía. Toma esto y vuelve a la casa. Lo buscaré. Jeff debe ser
entregado a la policía. Si puedo encontrarlo, llamaremos a la policía y
haremos que ellos se encarguen.
—¿No quieres que los llame ahora?
—Si no puedo encontrarlo, ellos tampoco lo harán. Evitemos alertar
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a la policía si no tenemos que hacerlo.
Boston comenzó a avanzar cuando extendí la mano, tomando la
suya.
—No quiero que te vayas. ¿Qué pasa si te sucede algo? No podría
soportar eso. No puedo perderte.
La emoción contrajo sus rasgos y sus labios presionaron los míos,
llenos de calor… llenos de pasión. Mi brazo se envolvió alrededor de su
cuello mientras tiraba de él más cerca.
—Quédate conmigo. Vuelve dentro conmigo —le rogué.
—No me pidas que haga eso. No puedo soportar decirte que no.
Volveré pronto. Te amo. —Me besó más fuerte, separándose y corriendo
entre los árboles a una velocidad sorprendente. El miedo me hizo
retroceder por el camino en un trote. Justo cuando llegué a la hilera de
árboles al lado de la casa de huéspedes, me detuve. La señora Marks y el
doctor Patron estaban parados en la entrada, y Joy estaba moviendo sus
pies nerviosamente.
—Te escuchamos gritar. —Sus ojos fueron a la escopeta en mi mano,
luego detrás de mí—. ¿Dónde está Boston?
—Fue tras Jeff. Creo que va a tratar de convencerlo de que se
entregue.
Los dos se miraron, y el doctor Patron la sostuvo del hombro de
forma segura. Algo desconocido para mí pasó entre ellos. Fue suficiente
para que Joy se calmara. Su mano se extendió hacia mí mientras sonreía.
—Ven, niña. Hace frío aquí fuera. Vamos a conseguirte un poco de
chocolate caliente. Boston se encargará de esto. Después de la charla de
hoy, estoy seguro de que le dará a tu hermano toda la ayuda que necesita.

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Boston
—Jeff... vamos. Terminemos esto. Sabes que quieres hacerlo.
Seguir a Jeff no fue fácil. Por lo que podía recordar, ambos éramos
cazadores experimentados. Pero yo tenía la ventaja. Conocía estos
bosques como el dorso de mi mano. No necesitaba todos mis recuerdos
para ir a donde la intuición me llevaba. Y estaba en el camino correcto.
Las huellas llegaban al azar. Algunas estaban frescas. Él estaba cerca.
—¿No quieres hablar de tu madre? Te perdiste el funeral.
Seguí adelante, empujándome más rápido mientras tejía un camino
a través de los árboles antes de revisar más pistas. Pasó un kilómetro y
medio y una clara impresión de una bota me hizo girar a la derecha. Di Página | 128
dos pasos alrededor de un gran árbol y el dolor explotó en mi cara. La
madera de la rama del tamaño de una pelota de béisbol se hizo añicos
con el impacto y aterricé de espaldas. El aire era imposible de absorber,
y puntos de luz motearon mi visión mientras él se acercaba, asomándose
por encima. Su sudor bajaba como rayas por el barro que cubría su rostro
oscuro, y los jadeos hacían que su pecho se elevara y cayera.
—Mataste a mi madre.
La patada en el estómago hizo que el oxígeno que acababa de tomar,
me dejara.
Una vez.
Dos veces.
Tres veces, pateó.
Gemí, rodando hacia un lado y agarrando su pie, arruinando su
cuarto intento. Aterrizó de lado mientras los dos luchamos para
levantarnos más rápido que el otro. Un goteo cálido fluyó de mi mejilla
hacia mi mandíbula, picando y distrayéndome mientras tiraba su peso,
derribándome de nuevo.
Su puño retrocedió, balanceándose hacia mi cara. La conexión con
mi mejilla fue apenas un roce. La risa fluyó de mí cuando mi necesidad
por esto se disparó. Agarré el costado de su cuello, controlando su
movimiento mientras lo tiraba hacia mi pecho. Palos apuñalaron y
cortaron mi espalda desnuda mientras rodamos a lo largo del suelo.
—Sí, maté a tu madre —le dije, golpeando mi codo en la parte trasera
de su cabeza—. Le metí esas pastillas en la garganta mientras ella lloraba
y se tragaba su vida de mierda. Le hice un favor.
Jeff rugió, luchando contra mis manos mientras lograba colocarse
encima de mí. De nuevo, su puño se estrelló contra mi cara. Y lo dejé. El
primer golpe fue suficiente para aturdirme. Los siguientes tres solo se
agregaron a la sensación de niebla, pero mis instintos reinaban. No
conocía la derrota. Sabía ganar. Obtener lo que quería. Matar para
mantener lo que era mío.
Mi pie se presionó contra el suelo y nos rodé, ocupando mi lugar
sobre él. Una vez que comencé a golpear, no me detuve. Un diente se
rompió bajo mi fuerza. Su pómulo fue destrozado. Página | 129
—Deberías haberla visto, Jeff. Ella estaba aterrorizada. Llorando.
Débil. Ella ni siquiera peleó mucho. Quería deshacerse de ti.
Un gemido apagó el sonido irritado. Su pelea estaba acabando. No
importa cuánto trató de moverse y liberarse, no podía eliminarme desde
mi posición. La hinchazón se elevó alrededor de uno de sus ojos,
cerrándolo. Mis brazos estaban débiles por el ejercicio, pero no me
importó ya que puse todo en un golpe que sacudió todo su cuerpo. Jeff
apenas estaba consciente. Su cabeza cayó de costado y un sonido fue
cortado cuando se atragantó con la sangre que llenaba su boca.
—Si estuviéramos de vuelta en la cabaña, te arrancaría el cuero
cabelludo por tirar del cabello de Lucy. Dios, cómo quiero hacerlo,
maldición. Pensaste que lo que le hicimos a esa chica fue malo. Deberías
haber visto lo que he hecho. De lo que soy capaz. Hombres. Hombres
como tú. Nunca supieron lo que se avecinaba. Esperé por esto. Por ti.
Jeff tosió, escupiendo sangre de las profundos cortes en sus labios
lacerados.
—Lucy. Lu...
—No te atrevas a decir su nombre. —Lo golpeé de nuevo,
manteniendo mis manos en puños, así no le arrancaría la lengua con las
manos—. ¿Por qué no te maté después de que le cortaras el cuello a esa
chica? ¿Qué pasó cuando fui a tu casa?
—Quién… sabe. Estás... j-jodidamente loco.
A pesar de la pesadez en mis brazos, golpeé mi puño contra su nariz
con cada palabra.
—¡Qué! ¡Sucedió!
Un débil grito hizo eco y él intentó rodar y acurrucarse en sí mismo,
pero no tenía la fuerza.
—No lo sé. Te apareciste... con tu cámara. El material de la película
ya estaba ordenado de nuestra filmación... el día anterior. —Hizo una
pausa, gimiendo e intentando recuperar el aliento—. Saliste de la casa
justo cuando yo estaba caminando. Estabas esperando. Corrí
directamente hacia... el hacha.
Algo quería venir, pero no lo hacía. ¿Incluso importaba? Tenía a Jeff Página | 130
aquí ahora. Tenía una... Mis ojos se dispararon. Tenía una coartada. No
tenía que actuar como si esto fuera un accidente para protegerme. No
tenía que hacerlo desaparecer e intentar cubrir mi crimen.
—Por supuesto —exhalé.
Los accidentes ocurrían. Eran trágicos, pero no eran un cuerpo
desaparecido o asesinado. Lucy podría haber superado un accidente, y
yo... yo habría captado todo con mi cámara. Filmar solía significar todo
para mí. La documentación servía como trofeo. Prueba. La película de
terror más real que podría hacer jamás. Y tenía cintas, de todo tipo, como
la que Lucy me atrapó mirando. Unas que ya no me importaban. Unas
de las que me desharía en el momento que esto se acabara. Los hombres.
—¿Qué? ¿Qué... recordaste?
Miré a Jeff, pero extendí la mano, levantando una gran roca.
—Recordé a un niño estúpido que tenía codicia por la cosa
equivocada. Un chico que estaba más centrado en revivir muertes, que
perdió de vista por qué quería cometerlas para empezar. Recuerdo a un
cobarde que no fue tras lo que quería... Lucy. Sin embargo, tú lo mataste.
Gracias por eso. Pero es hora de que termine lo que él comenzó.
—No. ¡No! —Jeff trató de rechazarme. Ahora era más ligero, pero aún
tenía la ventaja. Golpeando mi puño, un fuerte golpe crujió a través del
aire. La sangre se roció, brotando de las costuras del cráter centrado en
su frente. Los brazos de Jeff se volvieron lentos y sus ojos se pusieron en
blanco. Me levanté para atacar de nuevo viendo dónde había golpeado a
Lucy con la linterna mientras buscaban la cabaña. Brilló muy rápido,
enviando mi brazo hacia un lado cuando entré en un ángulo de lado. La
roca era tan grande que apenas cabía en mi mano. Las piezas se
rompieron cuando el hueso sobre su ceja se derrumbó. El color carmesí
se filtró y se acumuló en lo más profundo de la tapa de su ojo. No había
terminado, pero me obligué a detenerme cuando las palabras del doctor
Patron aparecieron.
—Lucy es casi tuya. Te he enseñado lo que necesitas saber, y has
llegado lejos. Pero debes controlar lo que tienes dentro cuando sea el
momento. Si puedes hacer eso y seguir mis reglas, has ganado.
Dejé caer la roca, retrocediendo para descansar contra el árbol a un
metro de distancia. Las respiraciones laboriosas dejaron a Jeff. Sus Página | 131
gorgoteos sonaban mientras luchaba por vivir. Cada jadeo corto era un
alivio que simbolizaba un verdadero comienzo. Una nueva vida sin
obstáculos. Una sonrisa malvada apareció en mi cara. Los minutos se
arrastraron. Sus dedos se retorcieron, enderezándose y temblando
mientras sus músculos se flexionaban durante la pelea. Entonces, nada.
No había necesidad de palabras mientras veía su ojo bueno sobresalir, y
luego volverse flojo. La muerte lo tenía, y el miedo que cementaba su
rostro reflejaba el hecho. Era más dulce que cualquier cosa hasta ahora.
Lucy. La tenía toda para mí ahora. Ella era todo lo que siempre quise.
Todo lo que importaba. Nuestro para siempre había llegado con su ida.
Nuestro para siempre... apenas comenzaba.

****
Los recuerdos llegaron. Un destello aquí y allá. Colores intensos.
Paredes deformadas de imágenes que me robaban de Lucy. No me
importaba ninguna de ellas. No las necesitaba ahora que habíamos
comenzado nuestra nueva vida.
La muerte de Jeff la golpeó con fuerza, pero no era algo de lo que no
pudiera traerla de regreso. Más paciencia. Más cortejarla y adularla. La
escuela se acercó y pasó. No volví. La ciudad guardaba secretos, unos
que yo no creería que saldrían, pero no tomaba absolutamente ningún
riesgo con respecto a ella.
Mi evidencia de sesiones de terapia pasadas, mis viejas películas de
torturar y matar a hombres; todo lo relacionado con el viejo yo yacía en
cenizas en la chimenea. No había nada con lo que ella pudiera
encontrarse, nada que me atara con ningún crimen en absoluto. Todo
era agua pasada, y lo que teníamos era más profundo que cualquier amor
profundo imaginable.
Por primera vez en mi vida, era realmente feliz. Ella era feliz.
Mientras empacábamos las últimas cosas de la casa de huéspedes,
le lancé unas miradas. Una melodía suave zumbaba a través de nuestro
espacio y su cabello rubio caía sobre su hombro mientras doblaba una
camisa, colocándola en el bolso que estábamos llevando al viaje. La
mudanza a Florida fue bastante fácil de decidir. Fui aceptado allí para mi
nueva escuela, una licenciatura en negocios, y ella estaba comenzando
los prerrequisitos para enfermería. Ya teníamos un lugar para vivir, y la
casa de verano del doctor Patron estaba a solo unas cuadras de nuestra Página | 132
cabaña en la playa. No creía que necesitara continuar las sesiones, pero
en las últimas semanas, llegué a ver cuán vital era para mí confesar mis
pecados, confesar la obsesión que aún se agudizaba cuando sentía que
podía tener suficiente de ella. Calmaba a la bestia interior, la que
observaba cuidadosamente cada mirada, cada movimiento, hecho por
cualquiera que se acercara demasiado a ella.
Lucy agarró un vestido de verano, haciendo una pausa cuando captó
mi movimiento. La sonrisa que apareció hizo que la pesadez que ella me
provocaba por dentro se espesara. Mi ritmo cardíaco se aceleró, y dejé la
caja que pretendía llevar a nuestro nuevo todoterreno.
Caminé lento... metódico, tomando un amplio camino alrededor del
sofá. Su cabeza se giró hacia un lado y sus párpados se estrecharon
juguetonamente. Ella se disparó a través de la cama, corriendo hacia la
puerta, pero no fue lo suficientemente rápida. Soltó un chillido cuando le
rodeé la cintura con los brazos y la giré hacia la cama, inclinándome para
aplanarla contra el colchón con mi peso. Su trasero se movió contra mi
polla mientras ella intentaba moverse para liberarse. El placer me hizo
soltar un gruñido mientras mordía su cuello.
—¿Esta mañana no fue suficiente? Nunca vamos a salir a la
carretera si esto continúa.
Chupé su piel, ya tirando del botón de sus vaqueros y bajando sus
pantalones. Mi lengua se aplastó, lamiendo para poder saborearla. Por
un breve momento, estaba mejor que bien. Estaba regocijándome en todo
lo que era ella.
—Boston —gimió Lucy, estirando la mano hacia atrás para colocar
su palma a un lado de mi frente justo sobre mi cicatriz. Me acomodé
contra su entrada, deslizando la cabeza dentro—. Espera. Aún no. Tienes
que decirlo primero.
Mis labios viajaron a su oído y gemí mientras avanzaba.
—Te amo. Te amo jodidamente tanto. Todo el día. Cada día. Siempre.
Un grito sonó cuando sus dedos se aferraron a mi cabello. El aguijón
de su tirón se registró, pero fue robado por el frenesí que estalló cuando
su coño pulsó a mi alrededor.
En el borrón de los fuertes empujes, todo se desconectó. Todo menos Página | 133
la humedad y el tono de su voz mientras murmuraba mi nombre. Su olor
me envolvió, alimentando mi velocidad. Los pensamientos no tenían
sentido cuando tenía todo lo que jamás había necesitado ante mí.
Mis caderas golpearon su trasero, y ella se arqueó como yo amaba.
La acción hablaba de sus deseos. Mostraba cuánto me necesitaba
también. Cuando estaba enterrado profundamente dentro de su coño,
eso gobernaba todo para los dos. Era el único momento en el que
podíamos ser uno.
Más gemidos. Más suspiros. Me los tragué enteros mientras mis
labios masajeaban los suyos. La succión en mi lengua hizo que mi mano
envolviera su garganta. Mi polla se hinchó, engrosándose. El cuerpo de
Lucy se sacudió con espasmos, y yo gemí, sin contenerme. Mi corrida se
disparó profunda. Yo, en ella. La calma. La sensación de saciedad que
me tranquilizaba. Su corazón y su vida latían contra las yemas de mis
dedos desde el punto de su pulso, y era el ritmo más hermoso en el
mundo. Durante segundos, no me moví. No quería que el momento
terminara nunca. Debido a mi amor, ahora nunca lo harían.
A. A. Dark

A. A. Dark es la pluma de Alaska Angelini para sus libros más


oscuros. Estos son thrillers oscuros al EXTREMO, basados en el horror.
Alaska Angelini es la autora de éxitos de ventas oscuros y con
retorcidos felices para siempre. Actualmente reside en Wisconsin, pero se Página | 134
muda cada dos por tres. Compruébalo dentro de unos meses y es
garantizado que estará viviendo en un lugar nuevo.
Los héroes mega-alfa o los anti-héroes obsesivos y acechadores son
lo suyo. Tira un poco de cuerda, esposas y un látigo o dos, y observa
cómo comienza la magia.

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