Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Aidrely
Los procesos metabólicos intracelulares producen ácidos, es decir, sustancias capaces de liberar
iones H+, por oxidación de los hidratos de carbono y las grasas; si es completa da lugar a ácido
carbónico (C03H2), acido de tipo volatil y si es incompleta, a ácidos orgánicos o no volatiles, como
pirúvico, láctico, acetoacético, betahidroxibutirico, etcétera; también a expensas de los compuestos
orgánicos de las proteínas (a partir del fósforo y el azufre que contienen), se forman ácidos.
De igual manera, se forman sustancias capaces de aceptar iones H +, llamadas bases, de lo que
resulta la existencia de un justo equilibrio entre la producción de unos (ácidos) y otras (bases), lo
que permite un estado normal de neutralidad de los líquidos corporales. El grado de acidez de un
líquido orgánico puede expresarse mencionando la concentración de hidrogeniones o bien su Ph.
Consideraciones fisiológicas:
• Tampones intra y extracelulares conocidos como Buffer que amortiguan la intensidad de los
cambios agudos del equilibrio ácido-base,
La regulación última del pH depende de los pulmones y de los riñones. En el líquido extracelular, el
principal sistema tampón es el formado por el ion bicarbonato y su ácido conjugado (ácido
carbónico). Donde el ácido carbónico formado a expensas de anhídrido carbónico y de agua, se
disocia rápidamente en una molecula de bicarbonato y un hidrogenión. Este es el más importante,
por ser el más abundante y porque está en equilibrio con el dióxido de carbono, controlado por la
función respiratoria, así como el ion bicarbonato, que está controlado por el riñón. La relación entre
el pH (−log [H+]) y los componentes de este sistema tampón se expresa por la ecuación de
Henderson-Hasselbach:
Donde pK es la constante de disociación de ácido carbónico (H2CO3 = H+ + HCO−3) y tiene un valor
de 6,1 a 37 °C; [HCO−3] es la concentración de bicarbonato en plasma expresado en mEq/L
(mmol/L), y [H2CO3] es la concentración de ácido carbónico en plasma y que es igual a αpCO2 (en
mm Hg [kPa]), donde α es la constante de solubilidad del dióxido de carbono y tiene un valor de
0,031 (CO2 + H2O ⇌ H2CO3). Por tanto, para el sistema tampón bicarbonato, el pH dependerá del
cociente entre la concentración de bicarbonato y el CO2 disuelto, cociente que tiende a mantenerse
constante y que en condiciones normales, con una presión parcial de CO2 (pCO2) de 40 mm Hg (40
kPa) y un bicarbonato de 24 mEq/L (mmol/L), es de 20:1. Así, el pH normal es:
De todas formas, el pH arterial proporciona una información cualitativa pero no cuantitativa del
estado acidobásico de los líquidos
(Regulación extra)
(Regulación intra)
Los protones se difunden con mucha rapidez a través de la membrana celular, y dos terceras partes
de la sobrecarga de ácido o de base en un momento dado se difunden al espacio intracelular y son
neutralizadas por los tampones intracelulares. Este intercambio tiende a minimizar las variaciones
en el Ph extracelular. Este intercambio tiende a minimizar las variaciones en el pH extracelular.
Para la valoración completa del equilibrio acidobásico hace falta conocer cuatro datos:
Concentración plasmática de H+ que en la práctica se mide como pH (logaritmo negativo de
la concentración de H+). Valores normales: 7,35 -7,45 que equivale a una concentración de
H+ de 40 +/- 5 nM. Indica la gravedad del trastorno.
La presión parcial de CO2 arterial (pCO2). Valores normales: 35-45 mmHg. Se consideran
valores críticos: menos de 20 y más de 70 mmHg. Indica la respuesta respiratoria.
La concentración plasmática de bicarbonato o CO2 total. Valores normales de CO3H- : 21-
29 mEq/l (mEq/L = mMol/l). Se consideran valores críticos menos de 10 y más de 40 mEq/l.
Indica el estado de los sistemas tampón.
Y en ocasiones el anión Gap (intervalo ó brecha aniónica). Diferencia entre las principales
cargas positivas y negativas del plasma. Valores normales: 12 +/- 5mEq/l. Orienta el
diagnóstico diferencial.
Es decir, medir los componentes del sistema tampón bicarbonato ácido carbónico. Es preferible
efectuar estas determinaciones en sangre arterial o, si es venosa, extraerla sin torniquete, sin
demasiada heparina como anticoagulante, y realizar las mediciones inmediatamente, ya que,
incluso en condiciones anaeróbicas, y con sangre enfriada, el metabolismo celular puede alterar
el estado acidobásico de la muestra.
Una disminución de la P02 por debajo de 95 mmHg se conoce como hipoxemia; por debajo de 80
ya se considera moderada y menor de 60, severa o grave.
Cuando los valores de la Hb02 están por debajo de 97 % se dice que existe hipo saturación de la
hemoglobina, que será moderada si está por debajo de 85 % y severa cuando es menor de 75 %.
Estos cambios en el pH pueden ser inducidos en las concentraciones plasmáticas de la pCO2 o del
bicarbonato.
ANION GAP
El mismo concepto puede expresarse como (Na+ + cationes indeterminados) = (Cl− + HCO− 3 +
aniones indeterminados). Entre los aniones indeterminados cabe citar la albúmina y, de menor
importancia, las globulinas α y β, el fosfato, el sulfato, el lactato y los cetoácidos. Entre los cationes
indeterminados se incluyen las γ-globulinas, el calcio, el magnesio y, por conveniencia, el potasio.
Como que el 75% del hiato aniónico normal es debido a la albúmina, por cada 1 g/dL por debajo de
4,5 g/dL, la normalidad del hiato aniónico desciende 2,5 mEq (mmol)/L.
El hiato aniónico disminuido puede observarse cuando aumentan los cationes (no sodio): potasio,
calcio, magnesio, litio (intoxicación), g-globulinas (mieloma múltiple), o cuando descienden los
aniones, como en el caso de una hipoalbuminemia. Por el contrario, un aumento del hiato aniónico
se observa en caso de hipopotasemia, hipocalcemia o hipomagnesemia, o por incrementos de
aniones (no cloro ni bicarbonato). Esto último ocurre en: a) acidosis metabólica por ácido láctico,
cetoácidos, insuficiencia renal o por tóxicos (salicilatos, etilenglicol, metanol o paraldehído); b)
administración de sales sódicas de ácidos orgánicos, como lactato sódico, acetato sódico (diálisis) y
citrato sódico (transfusiones sanguíneas), y c) carbenicilina sódica a grandes dosis.
ACIDOSIS METABOLICA (Freidmar)
Concepto y fisiopatología
• Si la PaCO2 es mayor que la esperada, se tiene acidosis respiratoria agregada. Como puede ocurrir
en un paciente afecto de edema pulmonar grave que desarrolla una acidosis metabólica (láctica por
hipoxemia) y respiratoria a la vez.
• Si la PaCO2 es menor a la esperada, se tiene alcalosis respiratoria agregada. Como puede ocurrir
en la intoxicación por salicilatos, en una enfermedad hepática grave o en una sepsis por
gramnegativos. Rara vez el descenso de la pCO2, secundario a una acidosis metabólica, se sitúa por
debajo de 15 mm Hg.
Si la función renal está conservada, el riñón empieza a aumentar la excreción de ácidos; al principio
aumenta la titulación de fosfato urinario y a los pocos días lo hace la producción de amonio, que
llega a ser el mecanismo cuantitativamente más importante para la excreción neta de ácido, la cual
puede aumentar de 5 a 10 veces.
Etiopatogenia
La acidosis láctica se produce por acumulación de ácido láctico en sangre como resultado
de un aumento de su síntesis, defecto de su metabolismo o ambos, debido a una alteración en la
respiración celular (metabolismo oxidativo). El lactato se produce y se elimina mediante una única
reacción a través del piruvato. Esta reacción (piruvato + NADH + H+ ⇌ lactato + NAD+) está en
equilibrio y la cataliza la enzima lactato-deshidrogenasa (LDH). El ácido láctico es un producto final
del metabolismo de la glucosa y su única vía de degradación es su oxidación nuevamente a ácido
pirúvico. En condiciones anaeróbicas (estados hipóxicos) se acumula piruvato en el citoplasma por
una producción aumentada y una utilización disminuida, puesto que, al estar las funciones
mitocondriales alteradas, se estimula por un lado la glucólisis como principal fuente de energía y,
por otro, se inhibe la piruvato-deshidrogenasa, lo que dificulta el metabolismo del piruvato. La
consecuencia es una producción exagerada de ácido láctico, con un descenso del pH intracelular.
Las causas de acidosis láctica, pueden reagruparse en dos grandes grupos: con hipoxia
tisular y sin ella. La causa más frecuente de acidosis láctica es por hipoxia tisular (tipo A) en los
estados de shock, cuya mortalidad es elevada cuando aparece esta complicación. La coexistencia de
anemia favorece la aparición de lactacidosis por hipoperfusión. Con frecuencia, la acidemia deprime
la contractilidad miocárdica y la respuesta inotrópica a las catecolaminas, con lo que disminuye el
gasto cardíaco, para establecer un círculo vicioso que agrava aún más la perfusión tisular.
El segundo gran grupo de acidosis láctica se produce sin hipoxia tisular (tipo B). La ingesta
de etanol provoca normalmente ligeros aumentos del ácido láctico en sangre que no acostumbran
a superar los 2 mmol/L. Ello se debe a la inhibición de la gluconeogénesis a partir del piruvato que
produce el etanol. No obstante, la coexistencia en estos pacientes de insuficiencia hepática (que
disminuye aún más la metabolización de lactato) o de deshidratación (vómitos repetidos,
hemorragia gastrointestinal, pancreatitis) puede provocar una lactacidosis intensa.
Otro factor que puede también aumentar la lactacidemia es la aparición de una alcalosis
respiratoria (por abstinencia alcohólica o hepatopatía grave) con el consiguiente efecto estimulante
de la glucólisis e inhibidor de la oxidación de ácido pirúvico. Aunque el hígado es el principal órgano
que metaboliza el lactato, sólo aparece acidosis láctica en la necrosis hepática aguda. En
insuficiencias hepáticas menos graves, la lactacidosis suele deberse a alcalosis respiratoria,
trastornos circulatorios o sepsis asociadas. Se ha descrito acidosis láctica asociada a tumores sólidos,
leucemias, sida y tras resección, obstrucción o derivación del intestino delgado donde, por un
cambio en la flora intestinal (antibióticos), se genera ácido d-láctico en la luz intestinal.
La acidosis láctica también puede aparecer como complicación de una diabetes mellitus: la
insulina estimula la actividad de la piruvatodeshidrogenasa e inhibe la gluconeogénesis, por lo que
la deficiencia de insulina del diabético provoca un aumento de la síntesis de ácido pirúvico.
La alimentación parenteral con fructosa puede desencadenar también una acidosis láctica.
La lactacidosis inducida por fármacos se cree debida a una defectuosa utilización del oxígeno tisular:
las biguanidas, la isoniacida, el nitroprusiato, los salicilatos, el paracetamol, la zidovudina, linezolid,
etc., son ejemplos de este mecanismo. En el caso de los salicilatos existe el factor agravante inicial
de estímulo del centro respiratorio (alcalosis respiratoria) que favorece la aparición de acidosis
láctica. Las intoxicaciones por sustancias que una vez metabolizadas se transforman en ácidos
foráneos al organismo provocarán también acidosis metabólica con hiato aniónico aumentado: los
salicilatos, el metanol y el etilenglicol, además de ácido láctico, determinan aumentos, entre otros,
de ácido salicílico, fórmico, glucólico y oxálico, respectivamente.
La insuficiencia renal, tanto aguda como crónica, constituye la causa más frecuente de
acidosis metabólica y se debe, sobre todo, a una acumulación por falta de excreción de sulfatos y
fosfatos. El hiato aniónico no suele aumentar hasta que el filtrado glomerular desciende por debajo
de 20 mL/min o la creatinina sérica supera los 4 mg/dL (354 mmol/L). Con creatininas entre 2 y 4
mg/dL (177-354 mmol/L) hay ligeros aumentos de la concentración sérica de cloro (unos 5 mmol/L
o mEq/L) con descensos paralelos (unos 6 mmol/L o mEq/L) del bicarbonato; es decir, hay una débil
acidosis metabólica hiperclorémica. En la insuficiencia renal crónica, el defecto principal es el
descenso en la capacidad de excretar amonio, a pesar de haber un aumento adaptativo en su
producción renal en las nefronas viables. Normalmente, la acidificación de la orina y la formación
de acidez titulable es normal (teoría de la nefrona indemne). La bicarbonatemia desciende
progresivamente, aunque suele mantenerse por encima de 15 mEq/L o mmol/L, y sólo raras veces,
en estadios muy avanzados, desciende por debajo de 10 mEq/L o mmol/L. Ello se debe, por un lado,
a la estimulación de la excreción de ácidos en las nefronas indemnes, producida por la propia
acidosis, y, por otro, a que, al ser una acidosis metabólica de lenta instauración, actúan los tampones
intracelulares del hueso (carbonato y fosfato), factor que contribuye a la osteopenia de la
insuficiencia renal crónica.
Las alteraciones del túbulo renal ocasionan acidosis metabólica por dos mecanismos básicos
según la alteración sea proximal o distal. La administración de sustancias ácidas como cloruro
amónico, clorhidrato de arginina, lisina, etc., que al metabolizarse forman ácido clorhídrico, la
alimentación parenteral con exceso de aminoácidos catiónicos (arginina, lisina e histidina) o la
administración rápida de una solución salina (acidosis por expansión) también pueden provocar una
acidosis metabólica hiperclorémica.
Los datos de laboratorio característicos son el descenso de la bicarbonatemia y del pH, junto
con un descenso compensador de la pCO2. A menudo se observa hiperpotasemia por salida de
potasio intracelular (en intercambio con hidrogeniones), y ello puede enmascarar enfermedades
que cursan con acidosis y reducción de potasio. Otras veces, la acidosis agrava una hiperpotasemia
ya existente, como ocurre en la insuficiencia renal, tanto aguda como crónica.
En la acidosis láctica coexiste con frecuencia un proceso que hace difícil valorar la
compensación respiratoria: hipoxemia, hipotensión, enfermedad pulmonar e insuficiencia hepática.
Se acompaña también de hiperfosforemia e hiperuricemia, por salida de fósforo intracelular y déficit
de excreción renal, respectivamente.
TRATAMIENTO
En la insuficiencia renal crónica es razonable tratar con bicarbonato o citrato sódico por vía
oral. La dosis inicial de 3 g se incrementa poco a poco hasta que la cifra de bicarbonato plasmático
se mantenga entre 20-24 mEq/L o mmol/L. Con ello puede aliviarse la sintomatología de fatiga,
anorexia y malestar general. En casos de hiperkalemia, se debe añadir Furosemida a dosis de 60 a
80 mg/día.
Acidosis tubular renal proximal y distal (tipos II y I): Tratamiento: bicarbonato sódico; la
diferencia principal es que en la tipo II, la dosis debe ser más alta (3-15 mEq/kg/día) que en la tipo I
(aproximadamente 1 mEq/kg/día). Se recomienda que al menos una parte del aporte de
bicarbonato se realice como sal potásica, para prevenir la hipopotasemia.
Acidosis tubular tipo IV: Cursa con acidosis metabólica hiperclorémica e hiperpotasemia, así
como con déficit en la excreción renal de amonio. La hiperpotasemia se trata con dieta, diuréticos
y resinas de intercambio, lo que mejora la producción renal de amonio y ésta, a su vez, mejora la
acidosis. No debe restringirse el aporte de sal, a fin de mejorar la llegada de sodio al túbulo distal.
En los casos de hipoaldosteronismo puede ser necesario administrar fluorhidrocortisona en dosis
de 0,1-0,2 mg/día.
Concepto y fisiopatología
La alcalosis puede causar hipopotasemia por desplazamiento al espacio intracelular del ion
potasio, a la vez que el déficit de este ion en las células de la nefrona distal favorece la secreción
tubular de hidrogeniones y, por tanto, la regeneración de bicarbonato. No obstante, como
mecanismo inicial sólo una hipopotasemia inferior o igual a 2 mEq/L o mmol/L puede ser causa de
alcalosis metabólica, de forma que los descensos inferiores se consideran consecuencia de este
trastorno.
ETIOPATOGENIA
Las principales causas de alcalosis metabólica se resumen en la tabla 90-3. Las más frecuentes son
los vómitos y los diuréticos. Los vómitos o el drenaje de jugo gástrico representan para el organismo
un suplemento de bicarbonato equivalente a la cantidad de ácido perdido. Esto, en un principio,
determina un aumento de la excreción renal de bicarbonato sódico y potásico. Más tarde, cuando
las pérdidas gástricas y urinarias superan a la cantidad ingerida, a menudo reducida por los vómitos,
se produce una contracción del volumen extracelular con la consiguiente reabsorción proximal de
bicarbonato y perpetuación de la alcalosis. Aunque cesen los vómitos, la alcalosis persistirá hasta
que se corrija el déficit de volumen y de cloro.
Los diuréticos tiazídicos y los de asa, administrados a dosis elevadas o por vía intravenosa y sobre
todo en pacientes sometidos a restricción sódica, pueden provocar una importante alcalosis
metabólica debido a una pérdida rápida de cloruro sódico por la orina (alcalosis por contracción).
Los hipermineralocorticismos primarios producidos por la aldosterona o sus análogos provocan una
reabsorción exagerada de sodio y secreción de potasio e hidrogeniones en la porción distal de la
nefrona con la consiguiente generación de bicarbonato.
La administración de álcalis difícilmente es causa de alcalosis metabólica, a no ser que haya una
función renal deteriorada. Este es el caso del síndrome de leche y alcalinos, en el que se desarrollan
una nefropatía hipercalcémica y una alcalosis, como consecuencia de la ingestión excesiva de calcio
y álcali absorbibles; la nefropatía es la que limita la excreción de bicarbonato. Una acumulación
transitoria de bicarbonato también puede aparecer por un metabolismo retardado de ácidos
orgánicos, como ocurre tras el tratamiento insulínico de una cetoacidosis diabética, en la fase de
recuperación de una acidosis láctica, o después de transfusiones masivas en las que se administra
al paciente gran cantidad de citrato.
CLINICA Y DIAGNOSTICO
No hay síntoma alguno ni signo clínico específico de alcalosis metabólica. En la alcalosis intensa (pH
mayor de 7,55) pueden observarse alteraciones en el SNC: confusión mental, estupor,
predisposición a convulsiones e hipoventilación importante en pacientes con insuficiencia renal.
También pueden aparecer arritmias cardíacas (auriculares y ventriculares) con prolongación del
segmento ST y ondas U. En las formas agudas es bastante frecuente la asociación con tetania e
irritabilidad neuromuscular por descenso del calcio iónico, difícilmente observables en la alcalosis
metabólica crónica. En las formas crónicas, dado que por lo general se acompañan de
hipopotasemia, se observa con frecuencia debilidad muscular, hiporreflexia y descenso de la
contractilidad miocárdica.
Puede observarse hipomagnesemia por un aumento de las pérdidas urinarias de este catión. El
hallazgo inexplicable de una alcalosis metabólica hipopotasémica debe hacer sospechar un
síndrome de secreción ectópica de ACTH. La determinación de la concentración de cloro en orina
resulta muy útil para el diagnóstico de una alcalosis metabólica.
La alcalosis metabólica puede asociarse a acidosis o alcalosis respiratoria, cuya presencia puede
diagnosticarse observando si el incremento de la pCO2 es superior (acidosis respiratoria asociada)
o inferior (alcalosis respiratoria asociada) al esperado.
TRATAMIENTO
En las formas que cursan con reducción del volumen (vómitos, diuréticos), la administración de
cloruro sódico es suficiente para que el organismo elimine el exceso de bicarbonato por el riñón. De
todas formas, si coexiste una hipopotasemia es aconsejable añadir cloruro potásico, sobre todo en
la alcalosis inducida por diuréticos y en pacientes que toman digoxina. En las demás causas, la
administración de cloruro potásico es la base del tratamiento. No deben administrarse sales
orgánicas de potasio, cuyo metabolismo aumenta los niveles de bicarbonato. Se pueden reducir las
pérdidas ácidas gástricas con antagonistas H2 o inhibidores de la bomba de protones. En los
hipermineralocorticismos, el tratamiento consiste en corregir el déficit de potasio, tratar la causa y
restringir la sal de la dieta, a fin de disminuir la absorción distal y, por tanto, su intercambio con
potasio. En el síndrome de Bartter o de Gitelman, los antialdosterónicos y los antiinflamatorios no
esteroideos disminuyen las pérdidas urinarias de potasio. En pacientes con insuficiencia cardíaca y
alcalosis grave (pH mayor de 7,55) puede administrarse acetazolamida con suplementos de potasio.
Muy raras veces, la alcalosis metabólica es tan intensa que requiere la administración de sustancias
acidificantes. Estarían indicadas en aquellos casos en los que la alcalosis metabólica condicione una
hipoventilación significativa (pCO2 superior a 60 mm Hg o kPa). La administración de cloruro
amónico, ácido clorhídrico diluido o sales de aminoácidos como la arginina y la lisina puede
realizarse lentamente por vía intravenosa. Al igual que el cloruro amónico, están contraindicadas en
pacientes con insuficiencia hepática. La hemodiálisis con un líquido de diálisis con contenido bajo
en bicarbonato y alto en cloro puede ser efectiva cuando la función renal está alterada.
Concepto y fisiopatología
La acidosis respiratoria se caracteriza por un descenso del pH (aumento de [H+]) debido a una
elevación de la pCO2 y un aumento compensador de la concentración de bicarbonatos en plasma.
La producción de CO2 por los tejidos es muy elevada y su difusión a los hematíes y de estos al alvéolo
es muy rápida, por lo cual la acumulación del CO2 es casi siempre sinónimo de hipoventilación
alveolar. En la acidosis respiratoria aguda casi todos los hidrogeniones generados son amortiguados
por los tampones intracelulares, ya que el bicarbonato extracelular no puede tamponar el CO2. La
capacidad de tamponamiento intracelular es limitada, y en la acidosis respiratoria aguda (menos de
12-24 h) lo máximo que se eleva la cifra de bicarbonato en plasma es 2-3 mEq/L o mmol/L. Por cada
10 mm Hg de incremento de la pCO2, la concentración sanguínea de bicarbonato aumenta en 1
mEq/L o mmol/L. Es decir, en la fase aguda se produce un descenso brusco del pH sólo tamponado
por la acumulación intracelular de hidrogeniones sin apenas aumentar la bicarbonatemia. Si la
hipercapnia se mantiene, en el plazo de 12-24 h empieza a producirse un estímulo de la reabsorción
proximal de bicarbonato y de la secreción de hidrogeniones (amoniogénesis y acidez titulable), con
el consiguiente aumento de la cifra de bicarbonato en plasma. Este mecanismo compensador se
completa en 3-5 días, según el incremento de la pCO2. En la acidosis respiratoria crónica, el
bicarbonato plasmático se eleva 3-4 mEq o mmol/L por cada 10 mm Hg de incremento de la pCO2
hasta concentraciones de 80 mm Hg o kPa. El resultado final es la elevación de la concentración
sanguínea de bicarbonato. Una vez completada la compensación renal, los valores de amonio
urinario y excreción neta de ácido se normalizan, con lo que se logra una nueva situación estable
que, aunque no normaliza el pH sanguíneo, reduce la concentración de hidrogeniones a un 35%-
40% de la que se observaba en la fase aguda. En estos estados crónicos, la cantidad de CO2
eliminada por los pulmones iguala la producción tisular, pero a un grado más elevado de pCO2.
ETIOPATOGENIA
Una acidosis respiratoria aguda se produce por una depresión súbita del centro respiratorio
(opiáceos, anestesia), por fatiga de los músculos respiratorios (hipopotasemia) o alteración de la
transmisión neuromuscular (aminoglucósidos), por obstrucción aguda de las vías aéreas, por
traumatismo torácico que dificulta la ventilación y por paro cardiorrespiratorio. Las causas más
frecuentes de acidosis respiratoria crónica son la enfermedad pulmonar obstructiva crónica
(bronquitis crónica, enfisema), la cifoscoliosis intensa y una obesidad extrema (síndrome de
Pickwick). Las enfermedades tanto agudas como crónicas que interfieren en el intercambio alveolar
de gas (fibrosis pulmonar, edema pulmonar, neumonía) normalmente causan hipocapnia más que
hipercapnia, debido a que la hipoxia asociada estimula la ventilación y el CO2 es mucho más
susceptible de difusión que el oxígeno. La hipercapnia se establece cuando aparece fatiga muscular
o en casos de enfermedad grave.
CUADRO CLÍNICO Y DIAGNOSTICO
No obstante, las elevaciones significativas del pH con hipercapnia crónica se deben casi siempre a
la asociación de una alcalosis metabólica. Los trastornos respiratorios no se acompañan de
alteraciones en el equilibrio transcelular de potasio.
TRATAMIENTO
Concepto y fisiopatología
La alcalosis respiratoria se caracteriza por un aumento del pH debido a una disminución de la pCO2
como consecuencia de una hiperventilación.
Las principales causas de alcalosis respiratoria se indican en la tabla 90-5. La hiperventilación aguda
con frecuencia se debe a una crisis acusada de ansiedad, aunque también puede originarse por
enfermedades graves como una sepsis por gramnegativos (fases iniciales), embolia pulmonar,
neumonía o insuficiencia cardíaca congestiva. Otras causas de alcalosis respiratoria aguda son
fiebre, intoxicación por salicilatos y enfermedades que afectan directamente el centro respiratorio
(ictus, encefalitis, meningitis, tumor cerebral). La alcalosis respiratoria crónica es menos frecuente
y, por lo general, se debe a enfermedades crónicas hepáticas o pulmonares o a neoplasias del SNC.
La hipocapnia aguda como consecuencia del descenso del calcio iónico del líquido extracelular
produce, debido al descenso de la concentración de hidrogeniones, irritabilidad neuromuscular,
parestesias peribucales y, en partes acras, calambres musculares; en casos muy graves causa
tetania. También se produce una vasoconstricción cerebral, por descenso agudo de la pCO2, que
puede provocar vértigos, confusión mental y convulsiones, incluso en ausencia de hipoxemia.
Por el contrario, la alcalosis respiratoria crónica suele ser asintomática o cursar con la
sintomatología propia de la enfermedad causal.
TRATAMIENTO