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LOS PROBLEMAS QUE INCIDEN EN LA

CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE SAN CARLOS


BARILOCHE COMO DESTINO TURÍSTICO.

MSc. José Luis Bosch (*)


Carolina Merli (**)
Matías Villalba (***)
Facultad de Turismo
Universidad Nacional del Comahue
Buenos Aires 1400
(8300) NEUQUÉN
ARGENTINA
E-mail: jlbosch_@hotmail.com

(*) Magister en Teorías y Políticas de la Recreación. Universidad Nacional del Comahue.


Profesor Asociado Regular, Área Teoría del Turismo, Facultad de Turismo, UNC. Director de
Carrera Maestría en Teorías y Políticas de la Recreación, Facultad de Turismo, UNC. Director de
proyectos de investigación.
(**) Estudiante avanzado de la carrera Licenciatura en Turismo. Facultad de Turismo. UNC.
Integrante equipo de investigación.
(***) Estudiante avanzado de la carrera Licenciatura en Turismo. Facultad de Turismo. UNC.
Ayudante alumno ad-honorem Seminario Taller de Políticas Turísticas y Recreativas de la
carrera Licenciatura en Turismo. UNC. Integrante equipos de investigación y extensión
universitaria.
Resumen:
Este artículo surge como una aproximación teórica en el tema de referencia, en el marco
del proyecto de investigación denominado “Desarrollo turístico a escala local. Construcción y
articulación de la política y gestión en un centro turístico norpatagónico. Caso: San Carlos de
Bariloche”.1
Por tal motivo, se presenta la construcción de un abordaje teórico que se relaciona con
los problemas existentes en el centro turístico seleccionado como caso de estudio: San Carlos de
Bariloche. Los centros turísticos son conglomerados urbanos que reflejan en su situación
ambiental las políticas de acción u omisión llevadas a cabo, incidiendo en la competitividad de
éstos. La calidad ambiental de los destinos turísticos, inciden por ende en la construcción de la
imagen por parte de los sujetos, ya que una vez que los turistas arriban a los mismos es
importante las vivencias que tienen, donde se enfrentan las expectativas y/o imaginario del
lugar con la realidad concreta. Esta situación puede afectar y/o modificar la imagen construida
en base a las acciones de marketing.

Palabras clave: imagen del destino - centro turístico - desarrollo turístico - calidad ambiental

1Proyecto de investigación universitario en ejecución, Facultad de Turismo – Universidad Nacional del


Comahue. Director: MSc. José Luis Bosch. Codirectora: Lic. Silvana Suárez. Investigadores: Lic. Daniel
Anuario de Estudios en Turismo – Año 4 – Volumen III - 2004 82
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INTRODUCCIÓN
La ciudad es fundamentalmente un espacio percibido, sentido y valorado de
forma diferente por los sujetos, a través de representaciones mentales y expresiones
individuales y colectivas.
Analizar los problemas que inciden en la construcción de la imagen de un
destino o centro turístico, es de interés en virtud del rol que cumplen éstos en el
espacio turístico; conglomerados urbanos donde se concentran equipamientos,
infraestructuras, instalaciones, en fin, todos los elementos de la estructura de
producción de la actividad. La adecuada combinación e interrelación de estos
elementos, permite la elaboración de distintos productos en base a la puesta en valor
de los atractivos existentes, a fin de satisfacer a los turistas que lo visitan. Estas
ciudades son vistas por los visitantes como el producto mismo, posicionándose como
marcas en las mentes de los consumidores, promoviendo confianza en lo que
representan.
La imagen del destino, adquiere relevancia, porque son las percepciones que
tienen los turistas a partir no sólo de los mensajes de marketing que condicionan las
mismas, sino también de aquellos múltiples aspectos difundidos en la opinión publica
a través de los medios, que no necesariamente son emitidos intencionalmente desde los
agentes del turismo, entre los que pueden mencionarse las noticias en radio, televisión,
diarios, revistas y otros soportes comunicacionales. Estas variables que establece el
marketing son generalmente controlables en la mente de los sujetos, pero son de difícil
control las disfuncionalidades o desequilibrios que presenta el lugar en su ambiente y
aquellos aspectos que hacen a la atención de los visitantes, motivo por el cual la imagen
de destino, es evidentemente un concepto complejo.
Este artículo tiene como objetivo efectuar un análisis en relación a actuales
problemas ambientales, fundamentalmente sociales y físicos que inciden en la imagen
de Bariloche como destino turístico. El crecimiento alcanzado por este destino ha
agudizado y aumentado los problemas, los que son más evidentes y muchos de ellos
fácilmente observables. Es necesario entonces analizar algunos aspectos fundamentales
del modelo de desarrollo turístico implementado en el centro mencionado y los
impactos en la estructuración del espacio y más específicamente en el espacio urbano.

Nataine, Lic. Ricardo Pérez; Téc. Luis Pérez; Lic. Gladys Olivares; Lic. Alejo Simonelli. Colaboradores:
estudiantes Carolina Merli y Matía Villalba
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La relación con la investigación citada, es que la calidad ambiental de un
destino turístico es el resultado de las políticas implementadas por medio de los
modelos de desarrollo que se han llevado a cabo, la que tiene relación directa con la
competitividad del mismo y la construcción de la imagen por parte de los sujetos
turistas.
Bariloche es un caso paradigmático; es actualmente uno de los principales
centros turísticos del país, en virtud de su gran capacidad de producir bienes y
servicios turísticos, destacándose de manera particular la oferta de alojamiento medida
en plazas hoteleras y extrahoteleras que alcanzan un total de 16.244, según información
suministrada por la Secretaría Municipal de Turismo, al mes de julio de 2000. Otro
indicador importante, es que la localidad posee 62 agencias de viajes y turismo, de las
cuales la gran mayoría se dedican al turismo receptivo para el mercado nacional e
internacional, información suministrada también por la Secretaría Municipal de
Turismo de la localidad al mismo mes y año especificado precedentemente.
En otro orden el tamaño y la diversidad de la oferta que conforma el sistema
local Bariloche, se traduce en la generación de empleo heterogéneo, considerando los
servicios turísticos básicos y complementarios de la misma y la producción de bienes
que se comercializan principalmente en el sistema turístico del destino.
Además la localidad como centro turístico cumple funciones de distribución,
estadía, recreación, y en menor medida de escala y excursión, en distintos momentos
del año, según comportamiento de la demanda, el que está definido por la localización
estratégica de Bariloche en el espacio turístico al cual pertenece.
Actúa también como polo de desarrollo, ejerciendo su mayor influencia en la
zona turística donde está localizado y ofreciendo además oportunidades para la
compra y reposición de insumos del sector y otras actividades económicas que se
llevan a cabo en la misma.
La función que cumple Bariloche y el tamaño y diversidad de la oferta de bienes
y servicios que posee, muestran claramente la complejidad de esta localidad como
centro turístico, sumado los diferentes segmentos de mercado que componen su
demanda anual y el proceso histórico que ha caracterizado su consolidación como
destino del turismo, tanto para el turismo interno y regional como el internacional.

Consideraciones teóricas

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Abordar el tema de la imagen de un destino turístico, en primer lugar implica
reconocer la importancia que tienen estos conglomerados urbanos en el desarrollo
turístico, en virtud de las características y funciones que cumplen. En tal sentido, todas
la ciudades, y los centros turísticos no son excepción, son lugares de sinergia, de
acuerdos, entre la comunidad y los gobiernos, pero al mismo tiempo se pueden
observar numerosos conflictos como resultado de intereses contrapuestos; de cómo se
concibe la misma, por la apropiación de recursos estratégicos, en fin, por la
implementación de políticas tendientes, en definitiva, por acción u omisión, al
establecimiento de un modelo de desarrollo, en el caso que nos ocupa turístico. Los
centros turísticos concentran la mayoría y en ocasiones todos los elementos de la
estructura de producción de la actividad, y en esos lugares se produce la relación entre
los turistas que visitan el destino y los oferentes o distintos prestadores de servicios,
que elaboran sus productos con base en la ciudad.
Son vistos por los visitantes como verdaderos macroproductos, motivo por el
cual su calidad ambiental y sus espacios urbanos en particular se transforman en
atractivo, posicionándose como marcas en la mente de los consumidores, promoviendo
confianza en lo que representan. Son territorios, espacios apropiados por el hombre
para cumplir la función de destino turístico, principalmente en aquellos centros puros
–en los cuales el turismo es la principal y/o única actividad económica-; por esta razón
se pueden observar y analizar las presiones y desequilibrios que se establecen como
resultado de las actividades que se llevan a cabo. La calidad ambiental de los destinos
y por ende de los productos turísticos que se elaboran en su planta, incide hoy
notablemente en la competitividad de éstos.
La relación del turismo y el espacio urbano es evidente, el primero no se puede
dar sin que exista el segundo. A decir de (Hiernaux Nicolás 1989), “el espacio es un
elemento fundamental para las actividades turísticas; de alguna manera se podría
afirmar que el turismo utiliza y precisa del espacio como uno de sus componentes
fundamentales”. Se puede agregar que la estructuración del espacio refleja claramente
la concepción del desarrollo, el modelo que se llevó a cabo, sus impactos, sus
consecuencias, tan vital para la imagen de un destino.
En definitiva, son ciudades que deben ser concebidas para el ocio creativo de
sus visitantes, pero a la vez es impensado no conciliar intereses con el otro sujeto no
menos importante, que vive de manera permanente en ella, también involucrado en la
actividad: el poblador local. Las ciudades no son homogéneas, sino que son conjuntos
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heterogéneos de procedencias, valores, intereses y maneras de apropiación; estas
diferencias se traducen en desigualdades y conflictos. En este sentido la ciudad debería
promover la construcción de identidades grupales, para proyectarse colectivamente.
La imagen del destino se conforma principalmente, a partir de las acciones de
marketing, especialmente aquellas que producen la publicidad y la promoción, y que
generan conocimiento, ideas y sensaciones interiores que captan intuitivamente los
sujetos -que definimos como turistas- de un lugar o destino turístico. Las percepciones
surgen también de la difusión de los medios, como resultado de las noticias dadas en
medios masivos de comunicación como radios, televisión, revistas, diarios, y todos
aquellos que tienen fuerte penetración en la sociedad. Es importante destacar que
también actúan de manera influyente, las opiniones relacionadas con el destino
vacacional de personas amigos y/o parientes de los turistas, cuyos comentarios -
positivos o negativos - pueden influir de manera notoria en la decisión final de viajar.
Estas personas del entorno del sujeto, muchas veces tienen una opinión fundada por su
propia experiencia como turista del destino, pero en ocasiones su opinión se basa en la
experiencia de otros o de la idea resultante de la información que producen los medios
masivos de comunicación o los mensajes de marketing del destino.
Por último pueden citarse todas aquellas experiencias de los sujetos, tanto del
pasado como actuales, que vivencian los mismos una vez en el centro, donde se
enfrentan el imaginario, las expectativas, con las características culturales locales que
hacen a la identidad del destino y además con su realidad concreta, en permanente
cambio por la dinámica inherente a las sociedades. De esta manera la imagen del
destino, se convierte en un concepto complejo, en la mente de los sujetos, donde
intervienen variables en parte "controlables", como las del marketing; promoción y
publicidad. Otras variables son de muy difícil control, como la receptividad de la
comunidad local, la seguridad, las condiciones climáticas, la realidad y conflictividad
social, el crecimiento y urbanización ilimitados, los desequilibrios de la estructura de
producción del turismo y en un sentido más amplio del sistema local. Esto último está
vinculado muy estrechamente con las expectativas mencionadas precedentemente, ya
que si éstas son altas, las variables ambientales generan un nivel de satisfacción muy
bajo o negativo. Este sujeto no recomendará el destino a amigos, parientes y conocidos,
y seguramente no se logrará la fidelización del turista con respecto al mismo. La
experiencia turística puede resultar poco o nada gratificante, o lo que es peor aún
desagradable y entre otros efectos no permite una ruptura con la cotidianidad tan
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anhelada por muchos de los sujetos - turistas, sino más bien una reproducción del
ritmo, las tensiones, el estrés y la vida diaria de la ciudad de la cual provienen y de la
que a la vez "huyen".
En función de lo expresado precedentemente, es importante destacar que en la
ciudad turística su dialéctica de permanencias y cambios constantes caracterizan su
aspecto cultural, generando imaginarios como destinos deseados por los visitantes y a
la vez es transformado en función de estas imágenes que ellos tienen de él. Por lo tanto
la experiencia turística es fundamentalmente de naturaleza simbólica, antes que
material y al mismo tiempo requiere de la experiencia espacial asociando territorios
reales y simbólicos, en concordancia con la opinión de (Venturini 1999) y (Fernández
Vera, López Palomeque, Marchena, Antón 1997).
Por lo expuesto, alcanza relevancia estudiar el tema de la imagen por ser el
principal factor que condiciona la conducta de los turistas, de acuerdo al pensamiento
fenomenológico; en tanto que es la percepción del entorno lo que construye la imagen
del medio y en última instancia influye sobre el comportamiento de los individuos. Las
imágenes mentales determinan el significado y el simbolismo de los distintas
escenarios del destino.
De acuerdo a lo expresado precedentemente, es evidente la directa relación que
existe entre la calidad ambiental del destino turístico y la incidencia de éste en la
elaboración de la imagen por parte de los turistas; y, en definitiva, la importancia de
estos conglomerados urbanos en el desarrollo de la actividad, cuestión que
actualmente no se discute. Esta pérdida de calidad ambiental urbana ha sido una
constante en numerosos centros turísticos latinoamericanos y del mundo, situación que
resulta paradojal, ya que se puede considerar grave en virtud principalmente del
significado que tienen los centros turísticos, las funciones que cumplen, y el hecho de
que la “calidad ambiental” es un recurso turístico de alta jerarquía, directamente ligado
a su actividad económica principal.
En tal sentido, es oportuno destacar que en definitiva es desde la política donde
se concibe el perfil deseado de la ciudad turística. Implica necesariamente el
establecimiento de objetivos y estrategias, que permitan visualizar un futuro común a
todos los integrantes de la comunidad. De esta manera, se debe apuntar a lograr la
sustentablidad del desarrollo turístico del destino, en virtud de la naturaleza,
características y funciones que tienen los centros, motivo por el cual desde la puesta en

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común en alcanzar objetivos establecidos desde la política, se está incidiendo en la
calidad ambiental del lugar y por ende en la construcción de la imagen.

Bariloche: síntesis de su historia, proceso de desarrollo y perfil como centro turístico.


El pueblo de San Carlos de Bariloche se creó por Decreto Presidencial el 3 de
mayo de 1902. Su principal actividad fue la producción agrícola, notable en ese
entonces, aunque años más tarde la falta de mercados y de caminos la transformó en
una colonia agro-pastoril de subsistencia. En ese entonces, la política económica
promovía la producción de materias primas orientadas a satisfacer la demanda de los
mercados europeos. La navegabilidad del Río Limay y la potencialidad del lugar,
permite la creación de la Colonia Agrícola Nahuel Huapi. El pueblo entró en un
período de estancamiento que duró varias décadas y la industria forestal se transformó
en la actividad económica principal.
Sin embargo, es importante destacar que en abril de 1902, sir Thomas Holdich,
consideraba la región como una verdadera Suiza en la Argentina, y algunos años
después el Padre Zacarías Genghini pensaba del pueblo de Bariloche como un lugar de
gran porvenir (Biedma 1997). Además la guía de turismo conocida como Manual del
Viajero Baedeker, en el año 1904, promocionaba el turismo al Nahuel Huapi, bajo el
título de “La Suiza Sudamericana” (Vibart 1998). Esta connotación se correspondió de
alguna manera con la arquitectura desarrollada en ese momento; uso racional de la
madera; abundante en la zona y de gran utilidad en la construcción. También se
presentaron manifestaciones pintoresquistas y neoclásicas, como producto de la
influencia que ejercieron los constructores del sur del vecino país y los inmigrantes
alemanes radicados en la zona desde mediados del siglo XIX (Lolich 2000).
Las políticas urbanizadoras respondían a los lineamientos de la Ley de
“Inmigración y Colonización” de 1876, sancionada por el presidente Nicolás
Avellaneda.
Para (Biedma 1997) hay tres claras políticas de poblamiento de la región del
Nahuel Huapi, con centro en Bariloche; la primera como zona de explotación agrícola,
ganadera e industrial, respondiendo al modelo agro exportador; la segunda como
protección de fronteras para contener el avance del país vecino, complementada con
una política migratoria interna y la tercera como destino del turismo para las clases
burguesas argentinas. Lentamente se comienza a consolidar el turismo como actividad
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económica. En febrero de 1924 arriba el primer contingente a la ciudad, en una
excursión combinada de ferrocarril y automóvil (Biedma, 1997). Con la fundación del
Club Andino en 1931, se comienza a promocionar las actividades de montaña, el esquí
en el Cerro Otto, como actividad primero recreativa de los vecinos, en los primeros
años de la década del 30.
El desarrollo turístico de la ciudad, que tuvo como principal objetivo la
ocupación de la zona de fronteras, estuvo fuertemente ligado a la iniciativa del Dr.
Exequiel Bustillo, en la proyección y concreción de una serie de obras públicas muy
significativas para la ciudad. Hay que sumar la llegada del ferrocarril en 1934 y la
sanción de la Ley N° 12.103, que crea la Dirección de Parques Nacionales, que le dio al
Parque Nacional Nahuel Huapi su actual denominación y se fijaron sus límites
definitivos.
(Civit 1970), citada por (Abalerón 1992), manifiesta que “de Bariloche se
pensaba hacer una ciudad central de fronteras y atraer una corriente demográfica que
neutralizara la de Chile; embellecerla y darle todo el confort que necesitaba para
albergar un turismo internacional y a la clase burguesa adinerada de Buenos Aires”.
Bariloche como centro turístico fue concebida desde su nacimiento como una
ciudad pintoresca de montaña, con rasgos típicos y con algo de europeo, según
afirmación de (Bustillo 1997). Esta afirmación, más la necesidad de empezar con un
plan regulador o de urbanización que sirviera de guía al programa de desarrollo
previsto para la ciudad, están en el relato que hace el ex Presidente de la Comisión y
posteriormente de la Dirección de Parques Nacionales, en su libro El Despertar de
Bariloche. Si bien a decir de (Bustillo 1997), el plan regulador quedó en la nada, desde
un principio se pensó en una ciudad cuyo crecimiento debía estar sujeto a normas que
le asegurase cierta estética. Junto con este modelo urbano se intentó trabajar con la
imagen paisajística, concibiendo la ciudad como “la entrada al Parque Nacional”
aplicando el concepto de ciudad jardín y posteriormente de ciudad liberal (Lolich,
2000). Para esta autora, esto se manifestó en los trazados curvilíneos de los nuevos
barrios y se pudo observar la construcción de chalets con un entorno de espacios
verdes y jardines. Como manifestación de la ciudad liberal, apareció claramente
diferenciada la zonificación del área comercial, industrial y residencial y la de los
servicios públicos.
Con el objeto de generar una imagen particularizada es que la Administración
de Parques Nacionales ejercía el control del estilo arquitectónico de la ciudad, que
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también se desarrolló fuera del mismo en el ámbito de los Parques Nacionales Nahuel
Huapi, Lanín, Puelo y otros, modificando inclusive las obras particulares. Se puede
observar en las obras de Bustillo la presencia de piedra y madera, uso de troncos y
cubiertas de techos con fuertes pendientes, para Lolich (2000), “desarrollado como
lenguaje identificatorio en su vasta producción de arquitectura residencial veraniega,
marcadamente pintoresquista, determinó la impronta emblemática de la arquitectura
de la zona”. Tan fuerte ha sido la imagen que generaron estas obras, que las mismas
eran identificadas sólo con Bariloche o como un estilo propio de esta ciudad, llamada
también arquitectura o estilo Bustillo.
En 1950 la ciudad estaba orientada claramente al desarrollo del turismo, lo que
trae aparejado una acelerada urbanización en detrimento de lo rural, la aparición de
numerosos loteos, construcción de barrios y la radicación de inmigrantes provenientes
de Alemania, Italia, Croacia, entre otros países, producto de la Segunda Guerra
Mundial. Había que sumar años más tarde la radicación de organizaciones destinadas
a estudios científicos y actividades artísticas, como el Instituto Balseiro y la Asociación
de camping Musical Bariloche.
Si bien fue en la década del 30 donde se construyeron hoteles para una
demanda internacional como el Llao Llao y hoteles en el Cerro Catedral, Ruca Malén,
Puerto Blest y Laguna Frías; obras como el Centro Cívico, es en los años 50 que se
perfila claramente el turismo como actividad económica de la ciudad; pero el
crecimiento urbano más importante y el desarrollo de la actividad turística de manera
continua se da en los años 60. En 1967 el turismo se consolida en la economía local
como monoactividad, con un crecimiento en equipamientos e infraestructuras y se
empieza a generar los efectos negativos de la estacionalidad, que repercute
principalmente en el empleo.
En realidad en todo el proceso de desarrollo de Bariloche, se ve reflejado en lo
espacial la diferenciación socioeconómica de su comunidad. En los años 20, los
habitantes del centro poseían viviendas de material y mostraban una condición
económica importante, y al sur de la ciudad se podían observar casas de chapa y
madera en asentamientos y villas miseria, donde en un ambiente la gente se cocinaba y
dormía, sin ningún tipo de servicios. (Bajouth, Fernández Mouján, Merli, Villalba
2001). A los primeros barrios marginales que ocupaban el sur de la ciudad, cuatro en
total, en los años 80 se agregaron en el suroeste más de 25 barrios de las mismas
características, muchos de ellos promovidos por las autoridades municipales,
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concentrando familias en estos nuevos espacios, sin condiciones mínimas para el
asentamiento y sin una historia común que propicie el arraigo, según opinión de los
autores citados precedentemente. La dimensión de este fenómeno es notable, teniendo
en cuenta que en estos barrios marginales habita cerca del 50% de la población local. La
situación de precariedad está reflejada no sólo en lo habitacional y la inexistencia de
servicios públicos, sino también en la situación económica, laboral, educacional y
social, que actúa fuertemente incrementando las condiciones de exclusión. Además
constituyen importantes focos de reproducción de la marginalidad, la precariedad, la
inseguridad, el deterioro social y ambiental, convirtiéndose en las grandes paradojas
del fenómeno turístico, que en una relación dialéctica atenta contra la propia actividad
y también en última instancia contra la imagen que los sujetos tienen y/o se forman
sobre el destino, como un lugar de ilusión que les permitirá evadir las escenas de la
vida cotidiana.
En otro orden, en general el desarrollo urbano resulta desordenado, hay una
apropiación privada de lugares estratégicos de la ciudad como la costa del lago Nahuel
Huapi, que en muchos kilómetros no tiene acceso visible y adecuado para los
residentes y turistas que no se alojan en emprendimientos con costa del lago. En un
proceso progresivo el espacio urbano se puebla de edificios que no responden en su
tipología y usos de materiales a una construcción de montaña, y un caso paradigmático
resulta el Bariloche Center, primera gran excepción al código de edificación, construido
entre los años 1967 y 1969, que produce un gran impacto en el área del Centro Cívico
visitado por turistas de todo el mundo. Cabe aclarar que la responsabilidad de la
aprobación de esta obra fue de la Municipalidad, quién ejercía el control del desarrollo
urbano y por ende la aplicación de las normas vigentes. Esta decisión, dio lugar a otros
numerosos Bariloche Center, principalmente en el área centro de la localidad,
cambiando definitivamente su imagen de aldea de montaña. Esta opinión es
compartida por (Lolich 2000), quien afirma que el Bariloche Center con su presencia
volumétrica modificó profundamente la imagen de la ciudad; se impuso en cuanto a
forma y tamaño por encima del pintoresquismo que caracterizaba el paisaje urbano.
Dio lugar a la construcción de otros edificios; en costa de lago con alturas de hasta 10
pisos, creando barreras visuales al lago, bosques y montañas.
El paisaje urbano también se ve impactado por infraestructuras mal resueltas o
mal concebidas: cables aéreos de energía, falta de uniformidad en la cartelería
comercial urbana, contaminación en el lago Nahuel Huapi por ausencia de obras de
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saneamiento, -realizadas recientemente pero que no resuelven el problema en su
totalidad-, concentración y problemas muy serios de circulación y estacionamiento en
el macro centro, principalmente en la temporada alta, agravado en los últimos años. Se
puede destacar también el crecimiento ilimitado de la planta turística, más
específicamente en el rubro alojamiento, ofertas de servicios de manera informal que
funcionan fuera del sistema y de todo tipo de control, entre otros problemas.
El modelo de desarrollo turístico implementado en los años treinta, fue el
resultado de políticas conservadoras impuestas desde Buenos Aires y/o pensadas en
París, con una orientación del turismo a una clase social burguesa de altos ingresos,
que era la que podía viajar en aquellos años, buscando asociar la imagen de Bariloche,
a países o zonas turísticas europeas. Surge en esta etapa la selección de sitios
estratégicos, para la construcción por ejemplo del hotel Llao Llao y el Centro Cívico,
edificios símbolos que recorrieron el mundo. Si bien el Estado estuvo presente en la
concepción del desarrollo de Bariloche como destino turístico en los primeros años, fue
a partir de los año sesenta que se orientan políticas desarrollistas, inversiones en obras
públicas especialmente en infraestructuras y comienza la inversión privada de
pequeños y medianos establecimientos. Este crecimiento no ha tenido límites y aún
continúa, alentado en un principio por el Estado y los inmobiliarios, teniendo en lo
últimos años una gran incidencia de estos últimos, situación dada en otros centros
turísticos argentinos y latinoamericanos. Para (Lolich 2000) “surgen fuertes presiones
del sector económico sobre el sector político movidas por la ambiciosa necesidad de un
enriquecimiento inmediato y recupero de inversiones sin medir las consecuencias al
mediano y largo plazo”. Esta autora reconoce la existencia de varios planes urbanos,
que no se aplicaron, y que hubieran resuelto “buena parte de los problemas
estructurales actuales.”
La ciudad ha crecido y aún crece, no se desarrolla, aumentan en cantidad
algunos servicios, y se comienza a visualizar de manera más notoria un sistema
turístico que funciona con desequilibrios importantes. En los años 80, comienza a sentir
los problemas del modelo establecido, baja rentabilidad en sus inversiones, sumado a
la ausencia o delegación del Estado de sus funciones estratégicas, producto del modelo
económico de corte neoliberal. Hay un manejo totalmente desregulado de la actividad,
sin objetivos de resolver o intervenir sobre los principales problemas del destino y sin
proyección a mediano y largo plazo. Aparecen en este destino turístico los mismos
síntomas de la situación nacional; desempleo, inseguridad, precarización del empleo,
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desigualdad social, pobreza estructural, situaciones muy agudizadas. Se puede
observar la pérdida creciente de calidad ambiental de Bariloche. Sumado a esto, la falta
de intervención de la Municipalidad en diseñar políticas basadas en un enfoque
sistémico del turismo o al menos en el ordenamiento urbano en un sentido integral,
tratando de preservar lo que queda de imagen de centro turístico de montaña.
Aún así, por su tamaño y localización, en las últimas décadas Bariloche
consolidó su rol como verdadero polo de desarrollo que dinamiza y ejerce su influencia
en gran parte de la zona donde se encuentra ubicado, o hasta el área donde están los
atractivos que se operan desde el mismo. La gran concentración de elementos que
conforman una importante estructura de producción de bienes y servicios, le permite
ejercer su influencia inclusive en un área mayor que la zona turística a la que pertenece,
alcanzado ciudades de la línea sur de Río Negro y del sur de Chile. En esta ciudad, se
asienta el mayor porcentaje de población de la zona de los lagos del sur o conocida
también como zona lacustre, porque encuentran mayores oportunidades de empleo y
en ocasiones existe la posibilidad de que otros efectos socioeconómicos positivos
incidan en la calidad de vida de aquellos que se radican o viven en el lugar. También
su función está relacionada como proveedora de insumos y reposición de elementos
fundamentales, que hacen a la prestación de servicios turísticos que se brindan al
menos en los destinos más cercanos: los ubicados en el paralelo 42, Villa La Angostura,
Villa Traful y otras localidades no turísticas.
La ubicación estratégica de Bariloche en la zona a la cual pertenece, la
localización de los atractivos principales que se comercializan con base en este destino
y el comportamiento de la demanda, permiten que la ciudad cumpla funciones
diversas en distintos períodos del año. Se conformó una estructura de producción para
estos fines, pero se profundizaron y aumentaron las problemáticas del destino; estos
roles también son causas de la complejidad del centro. Es dable destacar que en
invierno Bariloche cumple principalmente el rol de centro de estadía, en virtud de la
explotación intensiva del Cerro Catedral y en menor grado de distribución, ya que se
visitan atractivos cercanos con base en la ciudad. Durante todo el año cumple la
función de centro de recreación, para pobladores de ciudades cercanas ubicadas
principalmente en la zona turística a la cual pertenece, por su importante y variada
oferta de comercios y esparcimiento, que hace posible visitarla por horas y regresar a la
residencia habitual. En temporada estival, es centro de distribución, por la cantidad de
atractivos principalmente clase sitios naturales, que se comercializan con base en la
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ciudad, los que se encuentran localizados en su ejido o área de influencia. También
Bariloche cumple el rol de centro de escala, fundamentalmente en verano, para las
corrientes turísticas que se dirigen a otros destinos de la zona o a la República de Chile.
Finalmente es centro de excursión para los turistas que se alojan en otros destinos
ubicados en la zona de los lagos, transformándose en atractivo para estos.
En otro orden, el tamaño alcanzado por Bariloche como destino turístico,
medido en plazas de alojamiento -hotelero y extrahotelero- es de 16.244 en 195
establecimientos, según información suministrada por la Secretaría Municipal de
Turismo de la Municipalidad de San Carlos de Bariloche para el mes de julio del año
2000, último relevamiento realizado integralmente en el rubro. Este indicador resulta
significativo si se toma en cuenta la capacidad de otros destinos argentinos y en forma
particular si se compara con los centros ubicados en la Zona de los Lagos del Sur. Esta
cuestión no es menor, ya que el tamaño de alojamiento alcanzado en sus distintas
clases y categorías, marca la capacidad de producción de un centro turístico. El resto de
los servicios que integran la planta turística y las infraestructuras e instalaciones que
hacen a la estructura de producción del sector, deben estar en relación a la capacidad
de recibir visitantes que tiene el destino, con pernoctación en el mismo. Además la
diversidad de clases de alojamientos existentes y las distintas categorías, indican la
demanda heterogénea que arriba al lugar, en distintas épocas del año. Otro indicador
importante es la cantidad de agencias receptivas que tiene la ciudad, un total de 64,
según registro de la Secretaría de Turismo Municipal, para el mismo mes y año
indicado precedentemente para el rubro alojamiento. Este tipo de servicio indica el
importante rol que tiene Bariloche como centro turístico de distribución, inclusive en
baja temporada y en menor o mayor grado en invierno y verano. Hay que agregar los
numerosos comercios ubicados en el macro centro de la ciudad, orientados
principalmente a captar la demanda turística.

Principales problemáticas
Se destacan a continuación las problemáticas más serias que inciden en la
construcción de la imagen de Bariloche como centro turístico, teniendo en cuenta que
éstas están relacionadas también con las vivencias que los sujetos experimentan una
vez arribados al destino, donde se enfrentan las expectativas y/o el imaginario del
lugar con la realidad del mismo. Estas problemáticas, pueden afectar y/o modificar la

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imagen de los turistas, construida como resultado de las acciones de promoción y
publicidad principalmente.
La estructuración del espacio urbano de Bariloche, muestra dos caras
claramente diferenciadas de este destino turístico. Una de ellas, el macro centro, que a
pesar de los problemas urbanos existentes, es un espacio urbano preparado para el
turista, que contiene a numerosos visitantes del destino que recorren galerías,
comercios y sus calles, muchas de las cuales en dirección sur-norte permite visualizar
el lago Nahuel Huapi, como un atractivo adicional. Es una cara visible del turismo, ya
no quizás como una aldea de montaña “con algo de europeo” como se lo concibió en
sus orígenes, pero se presenta en ese espacio urbano del macro centro aún como una
ciudad dinámica, atractiva, pintoresca. A pesar de esto, en los últimos años, ha habido
hechos delictivos en esta área, que también la ha transformado en insegura o al menos
se deben tomar precauciones no habituales, ya que algunos hechos fueron en horas del
día. También determinadas áreas ubicadas a lo largo del denominado Circuito Chico,
camino al Llao Llao, de uso residencial-turístico, pero donde se puede observar la
apropiación privada del recurso costa del lago Nahuel Huapi, de muy difícil acceso
para visitantes y pobladores. Este circuito, desarrollado sobre una arteria muy angosta,
además presenta serios problemas de circulación, para turistas que pretenden acceder a
atractivos y observar el lago en su recorrido y los pobladores que tienen generalmente
otros intereses y necesidades al circular por él.
La otra cara de Bariloche es la periferia, principalmente un amplio sector sur de
la ciudad, poblado de villas miserias y de pobreza estructural. Aquí está lo oculto, vive
la población marginada, la que ocasionalmente tienen alguna relación con la actividad
turística por medio de empleo temporario de muy baja calificación.
La pobreza trae también como consecuencia gran parte de la inseguridad que
vive la ciudad, en los últimos meses con asaltos a mano armada a pobladores y turistas
europeos y americanos, recientemente la desaparición de una turista alemana, hechos
de público conocimiento, situaciones que causan un fuerte impacto sobre la imagen de
uno de los destinos turísticos más importantes del país. También la estructuración del
espacio urbano del sector sur de la ciudad, producto de la radicación de un gran
número de villas miserias, sin servicios de ninguna naturaleza, donde se observa
basura diseminada por todos lados, produce un fuerte impacto en el paisaje urbano y
muestra claramente las consecuencias de un largo proceso de desarrollo con modelos
que han tenido en común el aumento de la pobreza y por ende la desigualdad social.
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Evidentemente las políticas públicas de ordenamiento del espacio urbano, han
estado caracterizadas por la improvisación, claro está, sin atacar las causas de la
marginación y la pobreza, según (Bajouth, Fernández Mouján, Merli, Villalba 2001). Se
debe sumar además los problemas de incendios del bosque urbano, muchos llevados a
cabo intencionalmente por personas sin recursos para apropiarse del espacio e instalar
sus precarias viviendas y/o extraer leña. Esta situación está presente y es evidente a
pocas cuadras del macro centro de la ciudad, donde se concentra la actividad comercial
y turística de la misma. Como se ha expresado precedentemente, esta área es un
atractivo en sí mismo, donde están localizados el Centro Cívico e importantes edificios
históricos.
Con referencia a la situación del empleo en San Carlos de Bariloche, y a pesar
de la importancia que aún se le asigna al turismo para la generación de empleo,
existieron factores que produjeron consecuencias negativas en el mismo, según (Bosch,
Suárez, Nataine, Pérez, Pérez, Simonelli 2001). Uno de los factores ha sido la falta de
demanda al destino y las temporadas altas cada vez más cortas, las que aumentan la
estacionalidad de la actividad. También los autores mencionados hacen referencia a las
políticas públicas; como mejorar y aumentar la oferta turística, control de los
establecimientos, categorización de los establecimientos, falta de visión estratégica y un
plan de marketing, entre otros.
El empleo en los servicios turísticos básicos –alojamiento, alimentación y
transporte- en el destino, permite reconocer que el mismo tiene características de
“empleo flexible”, según definición de la (OIT 2000), en el sentido de que “es toda
forma de trabajo que no sea a tiempo completo y/o tenga una duración indefinida”. Es
una modalidad muy diferente al “verdadero empleo”, y la proporción de trabajadores
bajo la modalidad “empleo flexible” es alta en relación aquellos que tiene estabilidad
laboral.
Lo expuesto precedentemente, adquiere significación desde el punto de vista
social, aumentando la conflictividad, en virtud de que los trabajadores bajo la
modalidad de empleo temporario efectivo, finalizado su contrato de trabajo se
convierten en desocupados o subocupados, dado que el sistema turístico local no
permite o facilita su reinserción o rotación laboral en otros servicios. Además esto
también se fundamenta en el hecho de que el nivel salarial era relativamente bajo en
relación al costo de la canasta familiar, no proporcionando los recursos para solventar

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las necesidades básicas que se producen en el período de inactividad, hasta la llegada
de un nuevo contrato de trabajo en la siguiente temporada alta.
En relación al crecimiento urbano de la ciudad, la ausencia en la aplicación de
códigos de edificación y normativas urbanas que mantengan las características de
centro turístico de montaña, con usos de materiales acordes, tiene incidencia en la
construcción de la imagen del destino, en virtud de que forma parte de las expectativas
del turista que arriba a Bariloche. Se puede agregar que el gigantismo que está
tomando la ciudad, con infraestructuras inadecuadas, obsoletas y mal resueltas, falta
de tratamiento estético de determinados espacios urbanos en particular, saturación
para la circulación en arterias céntricas y en circuitos más promocionados y conocidos
como el Circuito Chico, y saturación de atractivos como el Cerro Catedral en
temporada alta de invierno, entre otros, configuran problemáticas que en su conjunto
inciden también desfavorablemente en la experiencia del turista.

Conclusiones
Todo el proceso de desarrollo de Bariloche estuvo desde sus inicios definido y
liderado por actores que tomaron decisiones respaldadas por el poder político; en los
años 60 los grupos económicos dominantes orientaron el perfil de la localidad sólo
hacia el turismo, sin considerar otras actividades productivas que se realizaban en
períodos anteriores.
El modelo de desarrollo llevado a cabo a partir de los años 80, con la casi nula
participación del Estado, agudizó los problemas sociales del destino como el
crecimiento de la pobreza, la radicación de un mayor número de villas miserias, el
desempleo, la inseguridad y la precarización del empleo existente, claro está, unido a
una baja importante en el rendimiento económico de la actividad. Se presentan
dificultades en buscar alternativas de desarrollo fuera de la actividad turística, en
virtud del largo proceso llevado a cabo de orientación hacia el turismo como única
actividad.
Además de los problemas sociales mencionados, se puede observar el deterioro
ambiental desde el punto de vista físico, muy relacionado con la ausencia de códigos
de edificación y urbanísticos que preserven las características de un destino de
montaña, ordenamiento y tratamiento adecuado de los espacios periurbanos, el
crecimiento ilimitado de la planta turística, más específicamente del rubro alojamiento,

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y la no aplicación de criterios ambientalistas en la construcción y resolución de la
infraestructura; por ejemplo la de energía que produce impacto visual.
No se ha evidenciado en todo el proceso de desarrollo del destino la aplicación
de políticas integrales que contemplen al hombre del lugar, con programas de
formación de recursos humanos a fin de que el mismo se pueda integrar al sistema
turístico local, la búsqueda de alternativas económicas que complementen la actividad
turística y la instalación de un modelo de desarrollo basado en la equidad social.
Asumir la necesidad de que los gremios del sector, el gobierno local y las
organizaciones empresariales, realicen negociaciones tendientes a mejorar la situación
de la actividad y por ende del empleo, a fin de lograr al menos minimizar los efectos de
la flexibilización laboral y la precarización del mismo, siguiendo los pasos dados en
Québec, Canadá o países como Irlanda o Noruega. Un Bariloche que como producto
turístico se adecue a las tendencias del turismo nacional e internacional, que a decir de
la (OMT 1999) el turista de hoy en día busca disfrutar su tiempo de ocio en espacios
distintos, peculiares y especiales con respecto a los demás y ya no siente la misma
atracción por grandes moles de hormigón y asfalto con miles de apartamentos
semejantes. Para esto se debe iniciar un proceso que comience a resolver los problemas
ambientales que son crecientes en el destino, tomando conciencia que si bien es un
recurso turístico imprescindible que es la base de la competitividad, y que incide en la
imagen del destino, genera también mejores condiciones de vida para la población
local, quien debe integrarse y recibir los efectos positivos de la actividad.
Como reflexión final, es desde la política y la articulación adecuada de la misma
entre los sectores públicos y privados que interactúan en el ámbito local, asumiendo las
problemáticas existentes, el punto de partida propicio para avanzar sobre el largo
proceso que implica un desarrollo socialmente más justo. Es necesario entonces,
abordar integralmente éste y comenzar a atacar los efectos negativos que perjudican la
calidad ambiental del lugar, a fin de evitar la pérdida de imagen, y por ende de una
herramienta de valor que contribuye a la generación de ventajas competitivas. Esto se
traduce en mejor calidad ambiental para Bariloche, y claro está, mejor calidad de vida
para los pobladores y una gratificante experiencia turística para sus visitantes.

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