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Reunión El Psicoanálisis interpelado por la teoría queer

Lacanoamericana (o no-hay-rapport-sexual y hay-relation-sexual)


de Psicoanálisis
Buenos Aires 2013
Claudio Cabral

El Psicoanálisis interpelado por la teoría queer.

(O no-hay-rapport-sexual, y hay-relation-sexual)

Claudio S. Cabral

“Criticar una degradación del psicoanálisis

tan inepta que no encuentra otro motivo

para interesar sino el de ser el de hoy”

Comienzo en el epígrafe, convocando un motivo de interés sobre la cuestión queer: el


de ser el de hoy, podríamos decir, y que en los vientos que lleva interpela al
psicoanálisis.

Al menos así se titula la primera sección del número 14 de la Revista


Poubellication/Psicoanálisis: Psicoanálisis interpelado.

En ese extenso apartado se muestran los textos que abordan lo que llaman el cambio
de paradigma sexual hacia el que parece encaminarse nuestro tiempo.

En ese cambio de paradigma sexual, ese nuevo paradigma traería un planteo-otro que
el psicoanalítico respecto a la sexualidad.

Tan fuertes enunciados, al menos enunciados, no podían menos que llamar mi


atención.
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Lacanoamericana (o no-hay-rapport-sexual y hay-relation-sexual)
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Buenos Aires 2013
Claudio Cabral

De hecho, el interés y el encuentro con los planteos queer comenzaron en un viaje a


Buenos Aires: un encuentro y una larga conversación con Alberto Sladogna, con motivo
de reunirme con el seminario L’insu que sait de l’une-bévue s’aile àmourre: El fracaso
del Un-desliz es el amor, de Jacques Lacan, en la versión castellana de la colección
que dirige el mencionado analista.

De ese encuentro quedó una cierta inquietud: hay una serie de autores y estudiosos del
género, que plantean nuevas cosas respecto de la sexualidad, en una posición crítica
respecto al psicoanálisis, y más aún, con la consecuencia de no necesitar de él ¿Qué le
podría ofrecer un psicoanálisis a un queer? ¡Nada! Es lo que leí de lo que escuché de
lo que quizás dijo Sladogna…

Más aún: tiempo después, cae en mis manos el mencionado número 14 de la revista
Poubellication, cuya primera sección reza: El psicoanálisis interpelado… ¿Por
quién?...por la teoría queer. Nueva embestida. Recuerdo muy bien que llegué a mi
casa, comencé a leer dicho número de la revista, y al poco trecho la arrojé a un lado
con cierto fastidio…

Finalmente, en un seminario de la Maestría en Psicoanálisis, Pablo Zöpke nos dice: la


pregunta por si el psicoanálisis es una ciencia o no lo es, ya está resuelta, ya está
caduca. Hoy en día el cuestionamiento al psicoanálisis no viene de las ciencias, viene
del lado de una cierta minoría sexual, de una cierta minoría en torno a una práctica
sexual, que marcha. Lo que se conoce como la teoría queer. De esa minoría viene una
fuerte crítica al psicoanálisis que lo acusa de heterosexista, heteronormativo…en un
movimiento tendiente a una despatologización, tachan al psicoanálisis de
patologizante. ¿Vamos a dar respuesta? Nos instaba Pablo durante sus clases…

Era la tercera ocasión para mí, de encuentro con esta teoría queer que ahora decidía
tomar en cuenta, leer.
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Recogí de aquel rincón mi número 14 de Poubellication e intento desde aquella vez,


que son tres, una lectura.

Abyección es un término importante en sus planteos. Halperin, lo toma casi como punto
pivote, cuestión central que lo llevaría a la renovación paradigmática que promueven.
“La tradición francesa de donde Halperin recoge la abyección enhebra el libro de Julia
Kristeba, Pouvoirs de l’horreur. Essai sur l’abjection de1980, la extensa introducción de
Jean-Paul Sartre a las obras completas de Jean Genet, titulada Saint Genet, de 1952 y
el libro de Marcel Jouhandeau, De l’abjection, de 1939”.

Veamos qué dice de la abyección:

1) Es notable la larga trayectoria que tiene la cultura queer en volver productivo el uso
de la abyección. Para convertir la abyección infligida por el HIV/SIDA en un recurso
potente para el desafío social.

2) El truco es presentar un informe no patologizante de la abyección, lo cual significa,


una explicación colectiva, social y no-psicoanalítica. Porque sólo una versión
no-psicoanalítica puede vérselas con la especificidad social del atractivo que tiene la
abyección para los hombres gays sin atribuirles a éstos como grupo una condición
psíquica defectuosa.

3) Como resultado de un cierto calambur en el que se enreda la argumentación de


Halperín respecto a la pulsión de muerte, extrae una cualidad para la abyección, que
nos ocupa:

si pensamos la abyección, no como el síntoma de una pulsión inconsciente hacia la


auto-aniquilación, sino como una respuesta estratégica a un aprieto social especifico- como
un afecto socialmente constituido que puede intensificar la determinación a sobrevivir, que
puede conducir la inventiva sexual, y puede llevar a la creación de variados dispositivos para
extraer un placer intensificado, incluso amor, de las experiencias de dolor, temor, rechazo,
humillación, vergüenza, brutalidad, disgusto o condena-entonces, no hay razón para creer
que la abyección sea mas particularmente responsable del deseo de los hombres gays de
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tener sexo de riesgo que cualquiera de los otros factores que acabo de enumerar. (…) no
necesitamos al psicoanálisis para que nos ayude a lidiar con eso. Necesitamos teóricos
sociales y activistas para que nos ayuden a reflexionar sobre su poder y su peligro (…)
enseñándonos cómo inventar, en medio de la crisis, nuevas modalidades de placer.

¿Nuevas modalidades de placer? Podríamos nombrar aquí como empuje al goce, este
movimiento que se pide a teóricos sociales y activistas. Más no al psicoanálisis.
Entonces podríamos hacer una división, con los fines de orientarnos: Por un lado
empuje al goce: teóricos sociales y activistas. Por otro lado acotamiento de goce:
psicoanálisis.

Tomamos al sesgo esta cuestión del tratamiento del goce, en tanto todo discurso tiene
que vérselas con una pérdida inaugural de goce en términos de castración,el discurso
capitalista promueve su recuperación.

En la invitación a un “Panel de debate: el psicoanálisis en la ciudad”, Ricardo


Bianchi escribe:

Nuestra ciudad se parece cada vez más a la París del año 2002 de Charles
Melman: “lo que tenemos que pensar hoy en día es sobre todo una forma de
identificación, que, me parece, no fue observada ni por Freud ni por Lacan y que
consiste en la organización de comunidades reunidas alrededor de un mismo
goce”. Nuestra ciudad se parece cada vez más a la París del año 2003-4 de
Jacques-Alain Miller: “las conquistas de la ciencia están acompañadas del
ascenso al cenit social del valor de goce, del derecho de gozar, del derecho a
gozar”. ¿Será la despatologización del discurso psicoanalítico la superación, la
tarima, el escabel, para un nuevo lugar del psicoanálisis en la ciudad? [–Shhh!...
Cuidado! Prohibido interpretar que el travestismo de Schreber pudiera indicar…
un delirio!-] (…) una sublimación de la clínica que la convierte en estética.

Entonces se trataría de tánatos actuando silenciosamente, puesto que ellos mismos lo


convocan en su escritura, aunque más no sea a título de rechazo. Es decir, como
empuje en una pretendida recuperación de goce sin límites.
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4) La paradoja de la abyección: cuanto más te desprecian, menos les debes y más


libre y poderoso eres. Abre oportunidades para el amor y la solidaridad entre los
marginados.

5) Permítanme sustituir la pulsión de muerte por la abyección, como explicación


privilegiada de la puesta en riesgo sexual de los hombres gays.

Michael Warner, en la misma revista, fundamenta la tendencia a “ponerse en riesgo”


por parte de los hombres queer, de la siguiente manera: “La abyección continúa siendo
nuestro sucio secreto. La condición de queer, que está reprimida en esta posición –de
gente buena bien pensante; sexo seguro- puede encontrar expresión en el riesgo. El
sexo se ha asociado largamente con la muerte, en parte por su relación con lo
sublime.”

Es decir, correr riesgos es una expresión de la condición queer. ¿Qué es una condición
que se expresa por medio del “ponerse en riesgo”? Warner contesta así: puede estar
representando un pensar profundo y mayormente inconsciente acerca del deseo y de
las condiciones que hacen de la vida algo que valga la pena vivirse.

Puedo pensar leyendo estas palabras, que algo de lo Real, en tanto que muerte y
sexualidad se pone en juego en éste cavilar de nuestro autor en cuestión. Muerte y
sexualidad en tanto límite. Punto no simbolizable, que situado como imposible, hace de
la vida algo que valga la pena vivirse. Ahora bien, ¿Esto tiene necesariamente que
cobrar la forma de correr un riesgo que es el contagio del virus HIV, en particular, tal y
como lo está fundamentando Warner?

Una fascinación por la muerte. Muerte que como hilo recorre una serie de seis obras
de teatro titulada “Teatro Queer”, publicada por la editorial Colihue, en este año. Sólo
tomo un fragmento de una de las seis obras titulada: Es inevitable. Ya el título, Es
inevitable, hace alusión a una cualidad, por decir así, de la muerte: concepto abstracto
de contenido negativo nos dice Freud.
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En el prólogo a esta obra de teatro, el compilador Ezequiel Obregón nos dice que se
trata de: una historia de amor entre dos mujeres a las que la muerte acaba de separar
(al menos en su esfera terrenal, como apreciarán los lectores) . Es decir una muerte
que separa, pero no. Retengo esto.

Rosa en el velorio de Carmen, su pareja muerta. Rosa, el ataúd, los espectadores: el


público:

Comienza la danza tribal, una especie de rito de la locura en el que el ataúd se


convierte en el objeto de lucha para Rosa. Un ring en el que la música de
tambores, la muerte, Dios y la viuda han de pelear. El público es el único testigo y
juez.

Rosa: Cada año, de toda la gente que muere en el mundo, el 30 por ciento muere
por causas naturales. Mueren de viejos, porque les llegó la hora, Dios lo decidió y
punto. No se hable más. Yo creí que Dios mataba más gente por año. El otro 40
por ciento muere por enfermedad. SIDA, tuberculosis, cáncer, infartos cerebrales,
de corazón, de todo tipo. (…) Y ahora encima dicen que la gordura es una
enfermedad. Mortal. (…) que se vayan a la mierda, que me dejen en paz, que se
tiren por un puente o que se vayan a bailar. Me da igual, yo no puedo pensar ni por
un segundo en la muerte. Ya está, ya lo dije, es verdad. Que se mueran los
demás, que se mueran los demás…(…) el otro 30 por ciento, se mata. Se suicida,
se encargan de ir a buscar su propia muerte, y le dicen, “Hola, qué tal, te vine a
visitar”. Como si nada. (…) Todo esto puede estallar. ¡Que se vayan a cagar! Yo
prefiero bailar.

¿Qué lugar ocupa la muerte en este “nuevo” paradigma sobre la sexualidad? Al menos
un advenimiento de un nuevo paradigma respecto a la sexualidad es lo que augura
este movimiento queer. Entonces cabe la pregunta: ¿Qué lugar es reservado para la
muerte?

Al menos encontramos aquí dos versiones, dos sesgos:


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-La puesta en riesgo, abyección mediante, de un contagio de un virus mortal como


modo de subvertir un cierto orden social en que el sujeto quedaría en los márgenes, en
las sombras y de este modo conmover el “sólido” edificio heterosexual, tan endeble
como la condición queer.

-Con la obra “es inevitable” tocamos otro modo de tramitar la muerte, en tanto se trata
de la muerte del partenaire, del compañero de vida, que reenvía a la propia muerte.

No perdamos de vista que no hay experiencia de la propia muerte que como tal resta
real. No hay en el inconsciente, nos dice Freud, representación de la muerte, ni de la
vagina. No hay significantes, decimos con Lacan, que designen o nombren muerte y
sexualidad; por innombrables y sin designación lo llamamos real, que no es más que
una forma de designar, circunscribir el vacio-imposible.

Ambas versiones, devuelven al sujeto una cierta omnipotencia, un cierto vencimiento


sobre la muerte. Se pregunta Halperin ¿Podemos hacer algo mas con la abyección que
morir por su causa? Puesto que el coqueteo con el riesgo de infección puede ejercer un
atractivo monstruosamente poderoso en algunos hombres gays: es una
experimentación con los límites entre la destrucción y la supervivencia, el aislamiento
social y la solidaridad social, la dominación y la trascendencia. ¡La abyección provee
una defensa contra el estigma social de la infección!

Escuchemos algunos enunciados de Hervé Guirbert en sus memorias


ficcionalizadas-por cuanto más interesantes para nuestros fines- de SIDA:

-“En ese momento me vi accidentalmente en el espejo, y aunque por varios meses no


me había visto más que como un esqueleto, me encontré extraordinariamente bello”.

Scott O’Hara, estrella porno, escritor, activista, autoproclamado inventor del “montar a
pelo”, da testimonio del sentimiento de exaltación al adoptar y dar vuelta la abyección
ligada a la infección. Su calidad de portador –nos dice Halperin- consolidó una actitud
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permanente de desafío social que se conectaba con la abyección de la


homosexualidad misma; dice O’Hara:

Miro a la gente seronegativa a mí alrededor y la compadezco. Viven sus vidas en


un temor constante a la infección: no debo hacer esto, no debo hacer lo otro, no
debo correr riesgos. No pueden dejar atrás ese simple ‘evitar la infección’, que se
ha convertido en su fin último…mi vida es tanto más despreocupada que la de
ellos, tanto más ‘considerada’, que sacudo mi cabeza y me considero afortunado de
haberme infectado. Correr riesgo es la esencia de la vida.

Una abyección que daría en el clavo al conectar con lo esencial, produciendo una
beatitud, una omnipotencia sostenida en una creencia: mi vida es mucho más
despreocupada que la de ellos. Se juega ahí, con una lógica especular, la agresividad
propia del estadio del espejo. Esta es la parte que mas enoja a la gente, dice O’Hara:
estar infectado me da la libertad de comportarme irresponsablemente.

Volvemos con Rosa, en el velatorio de su pareja Carmen, ahí donde la habíamos dejado
hablando de la muerte. Que se mueran los demás, ¡Que se vayan a cagar! Yo prefiero bailar.
Una rima poética que la lleva a danzar:

Rosa se quita el vestido violeta mostrando uno diferente que lleva puesto debajo y
que destaca su femineidad, su cuerpo de mujer. Suena una canción flamenca
sobre el amor.

Pero es una danza, una serie de movimientos con el cuerpo de mujer que no la llevan
a un lugar-otro, es decir, que no reúnen las condiciones de un acto, en el sentido
psicoanalítico del término, que marquen un antes y un después para el sujeto, sino que
la reenvían a un encuentro con la muerta. A un abrazo con la muerta. Con el partenaire
perdido, que retorna en un abrazo desmintiendo la muerte, en tanto desaparición.

“El discurso analítico no se sostiene sino con el enunciado de que no hay relación
sexual, de que es imposible formularla. Eso es lo que sostiene el avance del discurso
analítico, y por allí es como determina cuál es realmente el estatuto de todos los
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demás discursos” Aquí radica nuestra pretensión: intentar determinar cuál es


realmente el estatuto de este movimiento queer, que entra a escena proponiéndose
como una alternativa al psicoanálisis con la abyección como carta de presentación.

Es sumamente difícil intentar aislar los postulados principales y fundamentales en la


literatura queer. ¿Es un movimiento político? ¿Una teoría nueva de un sujeto nuevo?
¿Una nueva terapéutica? Hablan de despatologización, lo cual supone que cuentan
con una patología, o psicopatología específica con la cual debaten.

Este año tengo que agradecer profundamente una colaboración que llegó durante la
realización de mi trabajo: se trata de una reseña en un artículo todavía inédito que
Ricardo Bianchi escribió sobre éste número 14 de Poubellication; su texto va a
aparecer en el próximo número de la revista Nadja, pero tuvo la amabilidad de
permitirme acceder a él, lo cual agradezco profundamente. Su artículo concluye de una
forma brillante, no la voy a decir aquí para que puedan encontrarse con él en el
próximo número de Nadja; pero si voy a tomar un aspecto de su lectura que aquí nos
viene como orientador en relación a la despatoligización: “¿Qué perduraría de la clínica
psicoanalítica si desaparece la patología? Sabemos que quizás la clínica desaparezca,
muchos clínicos lo vaticinan desde hace algunos años. Pero permanece enigmática
para el lector de la revista ¿Cómo es esa desaparición de la patología? Es decir, nos
hacemos eco de la lectura de Ricardo, en tanto no quedan claras las coordenadas de
esa despatologización… una sublimación de la clínica que la convierte en estética,
decíamos antes citando también a Ricardo Bianchi. “La histeria de Hamlet
–identificación con Ofelia- es tan generosa como la de Dora. La criatura de papel tiene
un carácter verdaderamente ‘histerodiabólico’. Con razón Freud no hallaba el escalón
entre la dramaturgia y la clínica. Le daba lo mismo”, nos dice Zöpke.

En esta primera aproximación que hemos tomado por el lado de la noción de


abyección, nos hacemos la idea de una cierta tendencia al Uno. Al Uno del que está
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plagado el pensamiento analítico, nos dice Lacan: El amor no es hacerse uno, ya que
la experiencia analítica se opone a ello y demuestra lo contrario.

Esto nos lleva a tomar en cuenta la lógica lacaniana de la sexuaciòn. Dos lados. Dos
goces. Uno enteramente sometido a la función fálica, y otro que no; no-todo, no
enteramente sometido a la función fálica. Hablo de goces: masculino y femenino,
respectivamente, por nombrarlos con el lenguaje corriente. De este no-todo del que se
desprende el axioma La mujer, en tanto Universal, no-existe y no-hay-relación-sexual:
las dos fórmulas negativas que resumen, al decir de Moustapha Safouan, la teoría
lacaniana.

Aquí nos sale al paso una propuesta de Juan Ritvo que vamos a tomar en cuenta. Se
trata de un cuestionamiento a la existencia de dos sexos. Principalmente nos interesa
retener una propuesta en tanto “la parte femenina sometida a la función fálica” no es
equivalente al sometimiento-todo del hombre a la función fálica. No pone el goce fálico
en paralelo al Otro sexo, en tango goce femenino. Sino que ese Otro sexo lo sitúa
como un núcleo de ser que es causa del inconsciente, en forma de trauma, y que ese
núcleo de ser hace obstáculo a la relación sexual.

Ahora bien, si es por el axioma no-hay-relación-sexual, por donde podemos definir


realmente el estatuto de un discurso, me pregunto ¿No estaría del lado de este goce
no-todo sometido a la función fálica los postulados de la teoría queer? ¿Podría
pensarse el discurso queer como una suplencia, o un intento de suplencia de la
imposibilidad de hacerse Uno con el Otro? Pienso en la abyección como modo de
subvertir un atributo venido del Otro, pero que lleva a un cierto reencuentro de un
ser…queer, de un hacerse Uno. Porque si bien se trataría de un goce no-todo
sometido a la función fálica, “en alguna parte” sí está sometido a la castración
simbólica: es en relación a la falta en ser donde tanto hombre como mujer están
sometidos a la castración simbólica. Falta imposible de colmar, pero a la que de un
modo queer se intentaría llegar. Juan Ritvo, entiendo que lo dice de ésta manera: “No
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es posible nombrar un goce Uno, uno goce Uno sería el goce de una fusión entre un
sujeto y otro sujeto, entre un sujeto y el Otro, no hay ninguna posibilidad de que haya
tal fusión; lo que puede pasar es que el Otro me apriete hasta reventarme, pero ahí no
hay ninguna fusión sino, de última, asesinato. Esto que dice Lacan: ‘ustedes podrían
apretar a la Otra todo lo que quieran pero fusión, no’” Entre Rosa y Carmen, por
ejemplo.

Si podemos definir lo Real como lo imposible, y esto imposible es la escritura de la


relación-sexual, podemos entender que la teoría queer cuestione al psicoanálisis en
este punto: no-hay-relación-sexual, puesto que en la creencia en ella se basan sus
postulados. A la tendencia a hacerse Uno, la experiencia y la clínica psicoanalítica
permiten formularla como imposible.

Entonces el psicoanálisis interpelado en el punto que postula no-hay-relación-sexual,


por una teoría que se pretende nuevo paradigma en sexualidad que tiende hacia un
hay-relación-sexual. Esa es mi lectura.

Alejandra Di Núbila lo dice de una manera que me parece esclarecedora, en un texto


titulado “Ir más lejos que el Inconsciente”, presentado en la Reunión Lacanoamericana
2009-Bahía Blanca. Cito: “El parlêtre se demuestra consagrado a la debilidad mental, a
la idea imbécil del Universo, dimensión que se introduce por ese algo que es la lengua;
es por el aplanamiento del nudo, que la idea de Universo puede sostenerse en el
pensamiento con la metáfora ‘hay-relación-sexual’, implica creer en el sentido de las
palabras. El sentido es el sostén del lazo social. Sin embargo, como el sentido no está
pegado a las palabras aparece lo que es inherente a la estructura del lenguaje, el
equívoco, el malentendido, el lapsus. El inconsciente está ligado a la adquisición de la
lengua, lo no sabido que se sabe a partir de una equivocación, el inconsciente se juega
en la superficie del decir, en el equívoco está el nudo puesto en acto. Es con RSI que el
Universal está negado. El Universo es No-todo”.
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Pero esto aún pide un cierto esclarecimiento. Se trata de un problema de traducción.


Es imposible una proporción entre los dos goces: todo y no-todo sometido a la función
fálica. Lo que no impide que haya entre uno y otro, relaciones.

Me sirvo de una cita de Moustapha Safouan, para esclarecerlo:

La lengua francesa distingue entre las palabras ‘relation’ y ‘rapport’, distinción que
hace posible la negación de uno de estos términos y la afirmación del otro. (Hay
relación y no hay relación). Tomemos el ejemplo de los números enteros 2 y 3.
Estos números tienen relaciones (relations) de sucesión, y de desigualdad, pero no
tienen correspondencia (rapport) de numerador-denominador, o de divisor-dividido.
Para obtener esta correspondencia (rapport) debemos producirla nosotros
componiendo la fracción o el número racional 2/3. De la misma manera podemos
decir que hay relaciones (relations) sexuales y al mismo tiempo negar que haya
correspondencia (rapport) sexual, en el sentido de que no hay nada que vuelva
necesario que un hombre y una mujer entablen relaciones (relation) sexuales entre
ellos”

Es decir, con el ejemplo de los números podemos entender que no se resuelve la


falta de proporción sino apelando a un no-todo en los números enteros, hay que
producir un número racional o una fracción. Ahora bien, en sexualidad, en la falta
de rapport sexual, ¿No se estaría intentado producir con los postulados queer una
proporción, entre un goce y otro, haciéndose Uno con el Otro con mayúscula?
¿Vendrá de ahí un equivalente para el parlêtre de la fracción que posibilite una
correspondencia entre un término y otro? Con la experiencia, con la clínica y con
Lacan, podemos darles una respuesta: ¡Es imposible!

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