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¿Qué es la Inteligencia

Emocional?
Siempre hemos oído decir que el Cociente intelectual (IQ) es un buen indicador
para saber si una persona será exitosa en la vida. La puntuación del test de
inteligencia, decían, podría establecer una relación fuerte con el desempeño
académico y el éxito profesional. Esto no es en sí incorrecto, pero nos ofrece una
imagen sesgada e incompleta de la realidad.

De hecho, los investigadores y las corporaciones empezaron a detectar hace unas


décadas que las capacidades y habilidades necesarias para tener éxito en la vida
eran otras que iban más allá del uso de la lógica y la racionalidad, y éstas
capacidades no eran evaluables mediante ningún test de inteligencia. Es
necesario tener en cuenta una concepción más amplia de lo que son las
habilidades cognitivas básicas, aquello que entendemos que es la inteligencia.
Sorprendido ante el efecto devastador de los arrebatos emocionales y
consciente, al mismo tiempo, de que los tests de coeficiente intelectual no
arrojaban excesiva luz sobre el desempeño de una persona en sus
actividades académicas, profesionales o personales, Daniel Goleman ha
intentado desentrañar qué factores determinan las marcadas diferencias
que existen, por ejemplo, entre un trabajador “estrella” y cualquier otro
ubicado en un punto medio, o entre un psicópata asocial y un líder
carismático.
Su tesis defiende que, con mucha frecuencia, la diferencia radica en ese
conjunto de habilidades que ha llamado “inteligencia emocional”, entre
las que destacan el autocontrol, el entusiasmo, la empatía, la
perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo. Si bien una
parte de estas habilidades pueden venir configuradas en nuestro equipaje
genético, y otras tantas se moldean durante los primeros años de vida, la
evidencia respaldada por abundantes investigaciones demuestra que las
habilidades emocionales son susceptibles de aprenderse y perfeccionarse
a lo largo de la vida, si para ello se utilizan los métodos adecuados.
Las habilidades emocionales no sólo nos hacen más humanos, sino que en
muchas ocasiones constituyen una condición de base para el despliegue
de otras habilidades que suelen asociarse al intelecto, como la toma de
decisiones racionales. El propio Gardner ha dicho que en la vida
cotidiana no existe nada más importante que la inteligencia
intrapersonal, ya que a falta de ella, no acertaremos en la elección de la
pareja con quien vamos a contraer matrimonio, en la elección del puesto
de trabajo, etcétera.
El caso de Elliot constituye un ejemplo interesante de la forma en que esto
sucede. Tras una intervención quirúrgica en la que le extirparon un tumor
cerebral, Elliot sufrió un cambio radical en su personalidad y en pocos
meses perdió su trabajo, arruinó su matrimonio y dilapidó todos sus
recursos. Aunque sus capacidades intelectuales seguían intactas, como
corroboraban los tests que se le realizaron, Elliot malgastaba su tiempo en
cualquier pequeño detalle, como si hubiera perdido toda sensación de
prioridad. Tras estudiar su caso, Antonio Damasio encontró que con la
operación se habían comprometido algunas conexiones nerviosas de la
amígdala con otras regiones del neocórtex y que, en consecuencia, Elliot
ya no tenía conciencia de sus propios sentimientos.
Pero Damasio fue un poco más allá, y logró concluir que los sentimientos
juegan un papel fundamental en nuestra habilidad para tomar las
decisiones que a diario debemos adoptar, pues al parecer, la presencia de
una sensación visceral es la que nos da la seguridad que necesitamos para
renunciar o proseguir con un determinado curso de acción, disminuyendo
las alternativas sobre las cuales tenemos que elegir. En suma, muchas de
las habilidades vitales que nos permiten llevar una vida equilibrada, como
la capacidad para tomar decisiones, nos exigen permanecer en contacto
con nuestras propias emociones.
Elementos de la Inteligencia Emocional
El gran teórico de la Inteligencia Emocional, el psicólogo estadounidense Daniel
Goleman, señala que los principales componentes que integran la Inteligencia
Emocional son los siguientes:

1. Autoconocimiento emocional (o autoconciencia


emocional)
Se refiere al conocimiento de nuestros propios sentimientos y emociones y
cómo nos influyen. Es importante reconocer la manera en que nuestro estado
anímico afecta a nuestro comportamiento, cuáles son nuestras capacidades y
cuáles son nuestros puntos débiles. Mucha gente se sorprende de lo poco que se
conocen a ellos mismos.

Por ejemplo, este aspecto nos puede ayudar a no tomar decisiones cuando
estamos en un estado psicológico poco equilibrado. Tanto si nos encontramos
demasiado alegres y excitados, como si estamos tristes y melancólicos, las
decisiones que tomemos estarán mediadas por la poca racionalidad. Así pues, lo
mejor será esperar unas horas, o días, hasta que volvamos a tener un estado
mental relajado y sereno, con el que será más sencillo poder valorar la situación y
tomar decisiones mucho más racionales.

2. Autocontrol emocional (o autorregulación)


El autocontrol emocional nos permite reflexionar y dominar nuestros
sentimientos o emociones, para no dejarnos llevar por ellos ciegamente. Consiste
en saber detectar las dinámicas emocionales, saber cuáles son efímeras y cuáles
son duraderas, así como en ser conscientes de qué aspectos de una emoción
podemos aprovechar y de qué manera podemos relacionarnos con el entorno para
restarle poder a otra que nos daña más de lo que nos beneficia.

Por poner un ejemplo, no es raro que nos enfademos con nuestra pareja, pero si
fuéramos esclavos de la emoción del momento estaríamos continuamente
actuando de forma irresponsable o impulsiva, y luego nos arrepentiríamos. En
cierto sentido, buena parte de la regulación de las emociones consiste en saber
gestionar nuestro foco de atención, de manera que no se vuelva contra nosotros y
nos sabotee.

Se ha observado que la capacidad de autocontrol está muy ligada a la habilidad a


la hora de utilizar el lenguaje: en muchos aspectos, saber gestionar
adecuadamente las propias emociones depende de encontrar narrativas que nos
permitan priorizar más unos objetivos a largo plazo que otros que tienen que ver
con ceder a los impulsos de lo inmediato. Esto encaja con el hecho de que la
Inteligencia Emocional comparte tiene mucho en común con la Inteligencia
Verbal; tal y como se ha visto al analizar las puntuaciones en pruebas de
inteligencia de muchos individuos, ambos constructos psicológicos se solapan
mucho.

3. Automotivación
Enfocar las emociones hacia objetivos y metas nos permite mantener
la motivación y establecer nuestra atención en las metas en vez de en los
obstáculos. En este factor es imprescindible cierto grado de optimismo e
iniciativa, de modo que tenemos que valorar el ser proactivos y actuar con tesón
y de forma positiva ante los imprevistos.

Gracias a la capacidad de motivarnos a nosotros mismos para llegar a las metas


que racionalmente sabemos que nos benefician, podemos dejar atrás aquellos
obstáculos que solo se fundamentan en la costumbre o el miedo injustificado a lo
que puede pasar.

Además, la Inteligencia Emocional incluye nuestra habilidad a la hora de no


ceder a las metas a corto plazo que pueden llegar a eclipsar los objetivos a largo
plazo, a pesar de que los segundos fuesen mucho más importantes que los
primeros si nos fueran ofrecidos también a corto plazo (proyectos ambiciosos,
planes de ganar mucha experiencia, etc.).

4. Reconocimiento de emociones en los demás (o empatía)


Las relaciones interpersonales se fundamentan en la correcta interpretación de las
señales que los demás expresan de forma inconsciente, y que a menudo emiten de
forma no verbal. La detección de estas emociones ajenas y sus sentimientos que
pueden expresar mediante signos no estrictamente lingüísticos (un gesto, una
reacción fisiológica, un tic) nos puede ayudar a establecer vínculos más
estrechos y duraderos con las personas con que nos relacionamos.

Además, el reconocer las emociones y sentimientos de los demás es el primer


paso para comprender e identificarnos con las personas que los expresan.
Las personas empáticas son las que, en general, tienen mayores habilidades y
competencias relacionadas con la IE.

5. Relaciones interpersonales (o habilidades sociales)


Una buena relación con los demás es una fuente imprescindible para nuestra
felicidad personal e incluso, en muchos casos, para un buen desempeño laboral.
Y esto pasa por saber tratar y comunicarse con aquellas personas que nos resultan
simpáticas o cercanas, pero también con personas que no nos sugieran muy
buenas vibraciones; una de las claves de la Inteligencia Emocional.
Y es que este tipo de inteligencia está muy relacionado con la Inteligencia
Verbal, de manera que, en parte, se solapan entre sí. Esto puede ser debido a que
parte del modo en el que experimentamos las emociones está mediado por
nuestras relaciones sociales, y por nuestra manera de comprender lo que dicen los
demás.

Así, gracias a la Inteligencia Emocional vamos más allá de pensar en cómo nos
hacen sentirnos los demás, y tenemos en cuenta, además, que cualquier
interacción entre seres humanos se lleva a cabo en un contexto determinado:
quizás si alguien ha hecho un comentario despectivo sobre nosotros es porque
siente envidia, o porque simplemente necesita basar su influencia social en este
tipo de comportamientos. En definitiva, la Inteligencia Emocional nos ayuda a
pensar en las causas que han desencadenado que otros se comporten de un modo
que nos hace sentirnos de un modo determinado, en vez de empezar pensando en
cómo nos sentimos y a partir de ahí decidir cómo reaccionaremos ante lo que
otros digan o hagan.

Tipos de neurotransmisores:
funciones y clasificación
Los neurotransmisores son sustancias químicas creadas por el cuerpo que
transmiten señales (es decir, información) desde una neurona hasta la siguiente a
través de unos puntos de contacto llamados sinapsis. Cuando esto ocurre, la
sustancia química se libera por las vesículas de la neurona pre-sináptica, atraviesa
el espacio sináptico y actúa cambiando el potencial de acción en la neurona post-
sináptica.
Existen distintos tipos de neurotransmisores, cada uno de ellos con distintas
funciones. De hecho, el estudio de esta clase de sustancias es fundamental para
entender cómo trabaja la mente humana.

Principales neurotransmisores y sus funciones


La lista de neurotransmisores conocidos ha ido aumentando desde los años 80,
y en la actualidad se han contabilizado más de 60.

Esto no es extraño, teniendo en cuenta la complejidad y la versatilidad del


cerebro humano. En él se producen todo tipo de procesos mentales, desde la
gestión de las emociones hasta la planificación y creación de estrategias, pasando
por la realización de movimientos involuntarios y el uso del lenguaje.

Toda esta variedad de tareas tiene detrás a muchas neuronas coordinándose


entre sí para hacer que las diferentes partes del encéfalo funcionen de manera
coordinada, y para ello es necesario que cuenten con un modo de comunicación
capaz de adaptarse a muchas situaciones.

El uso de los diferentes tipos de neurotransmisores permite regular de muchos


modos distintos la manera en la que se van activando unos u otros grupos de
células nerviosas. Por ejemplo, cierta ocasión puede requerir que los niveles de
serotonina bajen y los de dopamina suban, y eso tendrá una consecuencia
determinada en lo que ocurra en nuestra mente. Así, la existencia de la gran
variedad de neurotransmisores permite hacer que el sistema nervioso cuente con
una amplia gama de comportamientos, lo cual es necesario para adaptarse a un
entorno que cambia constantemente.

En definitiva, tener más neurotransmisores involucrados en el funcionamiento del


sistema nervioso (y sus correspondientes receptores en las células nerviosas)
significa que hay más variedad de posibles interacciones entre grupos de
neuronas. Pero, ¿cuáles son los neurotransmisores más importantes del
organismo humano y qué funciones desempeñan? A continuación se
mencionan los principales neuroquímicos.

1. Serotonina
Este neurotransmisor es sintetizado a partir del triptófano, un aminoácido que no
es fabricado por el cuerpo, por lo que debe ser aportado a través de la dieta. La
serotonina (5-HT) es comúnmente conocida como la hormona de la felicidad,
porque los niveles bajos de esta sustancia se asocian a la depresión y la obsesión.

 Quizás te interese: "Serotonina: descubre los efectos de esta hormona en tu


cuerpo y mente"

Además de su relación con el estado de ánimo, el 5-HT desempeña distintas


funciones dentro del organismo, entre los que destacan: su papel fundamental en
la digestión, el control de la temperatura corporal, su influencia en el deseo
sexual o su papel en la regulación del ciclo sueño-vigilia.

El exceso de serotonina puede provocar un conjunto de síntomas de distinta


gravedad.

 Si quieres saber más, puedes visitar nuestro artículo: "Síndrome


serotoninérgico: causas, síntomas y tratamiento"

2. Dopamina
La dopamina es otro de los neurotransmisores más conocidos, porque está
implicado en las conductas adictivas y es la causante de las sensaciones
placenteras. Sin embargo, entre sus funciones también encontramos la
coordinación de ciertos movimientos musculares, la regulación de la memoria,
los procesos cognitivos asociados al aprendizaje y la toma de decisiones

 Para saber más: "Dopamina: 7 funciones esenciales de este neurotransmisor"

3. Endorfinas
¿Te has dado cuenta de que después de salir a correr o practicar ejercicio
físico te sientes mejor, más animado y enérgico? Pues esto se debe
fundamentalmente a las endorfinas, una droga natural que es liberada por nuestro
cuerpo y que produce una sensación de placer y euforia.

Algunas de sus funciones son: promueven la calma, mejoran el humor,


reducen el dolor, retrasan el proceso de envejecimiento o potencian las
funciones del sistema inmunitario.

4. Adrenalina (epinefrina)
La adrenalina es un neurotransmisor que desencadena mecanismos de
supervivencia, pues se asocia a las situaciones en las que tenemos que estar
alerta y activados porque permite reaccionar en situaciones de estrés.

En definitiva, la adrenalina cumple tanto funciones fisiológicas (como la


regulación de la presión arterial o del ritmo respiratorio y la dilatación de las
pupilas) como psicológicas (mantenernos en alerta y ser más sensibles ante
cualquier estímulo).

 Para profundizar en esta sustancia química, puedes leer nuestro post:


"Adrenalina, la hormona que nos activa"
5. Noradrenalina (norepinefrina)
La adrenalina está implicada en distintas funciones del cerebro y se relaciona con
la motivación, la ira o el placer sexual. El desajuste de noradrenalina se asocia a
la depresión y la ansiedad.

 Quizás te interese: La química del amor: una droga muy potente

6. Glutamato
El glutamato es el neurotransmisor excitatorio más importante del sistema
nervioso central. Es especialmente importante para la memoria y su
recuperación, y es considerado como el principal mediador de la información
sensorial, motora, cognitiva, emocional. De algún modo, estimula varios
procesos mentales de importancia esencial.

Las investigaciones afirman que este neurotransmisor presente en el 80-90% de


sinapsis del cerebro. El exceso de glutamato es tóxico para las neuronas y se
relaciona con enfermedades como la epilepsia, el derrame cerebral o enfermedad
lateral amiotrófica.

 Artículo relacionado: Glutamato (neurotransmisor): definición y funciones

7. GABA
El GABA (ácido gamma-aminobutírico) actúa como un mensajero inhibidor,
por lo que frena la acción de los neurotransmisores excitatorios. Está
ampliamente distribuido en las neuronas del córtex, y contribuye al control
motor, la visión, regula la ansiedad, entre otras funciones corticales.
Por otro lado, este es uno de los tipos de neurotransmisores que no atraviesan
la barrera hematoencefálica, por lo cual debe ser sintetizado en el cerebro.
Concretamente, se genera a partir del glutamato.

 Conoce más sobre este neurotransmisor pinchando aquí.

8. Acetilcolina
Como curiosidad, este es el primer neurotransmisor que se descubrió. Este
hecho ocurrió en 1921 y el hallazgo tuvo lugar gracias a Otto Loewi, un biólogo
alemán ganador del premio Nobel en 1936. La acetilcolina ampliamente
distribuida por las sinapsis del sistema nervioso central, pero también se
encuentra en el sistema nervioso periférico.

Algunas de las funciones más destacadas de este neuroquímico son: participa en


la estimulación de los músculos, en el paso de sueño a vigilia y en los
procesos de memoria y asociación.

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