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Escuela de Antropología e Historia

del Norte de México

CONSIDERACIONES
SOBRE EL
SURGIMIENTO DE LA Proyecto final

MONOGÁMIA EN EL
HOMO SAPIENS
Introducción a la Antropología Física - Ricardo Balderrama Ortega

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Introducción
Como sociedad occidental siempre hemos estado inmersos en la idea de que
hallar el amor verdadero es la clave para una vida satisfactoria y feliz. De adultos,
la reciprocidad del discurso de la monogamia con la realidad nos induce a
preguntarnos, ¿Por qué somos pésimos monógamos?
En el año 2014 se registraron en México 577 mil 713 matrimonios y 108 mil 727
divorcios; nuestra búsqueda y fracaso como monógamos ha causado mucho
dolor y desamor, pero si nos cuesta tanto ser monógamos, ¿por qué en algunas
de las culturas al rededor del mundo la convierte en una meta imprescindible en
nuestras vidas? [1]
La idea de que la monogamia equivale a amor y viceversa, esta tan incrustada
en nuestra dinámica social que creemos que si no hay monogamia no hay amor.
Pero el amor es un sentimiento y la monogamia es una estructura funcional
social.
¿Por qué los humanos crean una regla tan difícil de seguir y consideran romperla
como un terrible acto de traición?
Hoy en día, en las culturas donde aún se practica la caza-recolección no existe
nada parecido a la monogamia y los datos informativos obtenidos sobre las
poblaciones prehistóricas indican que las comunidades eran reducidas y no
existía la propiedad. El sentimiento de unión y pertenencia les hacía compartir
los alimentos, las tareas de caza y recolección, la crianza de hijos y también la
actividad sexual
En el presente escrito se pretende analizar algunas de las hipótesis tanto
biológicas como sociales que pudieron haber provocado el cambio de nuestra
dinámica sexual de la poligamia a la monogamia. La monogamia se acogió
obligatoria aproximadamente en el neolítico, más o menos al mismo tiempo que
se descubrió la agricultura, la cerámica, y se abandona la vida nómada propia
de los cazadores-recolectores para así mantener la estabilidad social de
poblaciones en crecimiento constante.
Cabe mencionar que constantemente surgen nuevas teorías cada vez con mayor
solides interdisciplinar dando explicaciones concretas sobre los factores que
dieron lugar a ciertas estructuras sociales con fines de estabilidad social y
solidaridad entre los miembros de una entidad colectiva.

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En su libro “The Descent of Man, and selection in Relation to Sex”, publicado en
1871, Darwin desarrolla su teoría de la selección sexual en animales y humanos.
En esta obra distingue especialmente dos tipos de selección sexual: la
competencia entre los machos para acceder a las hembras, o selección
intrasexual, y la elección por atributos del macho por parte de las hembras, o
selección intersexual. Estas conductas surgieron por el dimorfismo evolutivo de
los gametos del macho y hembra que, a su vez, se reflejaba en el aporte de cada
sexo al desarrollo y vida del cigoto.
Antes de que los gametos del macho y la hembra fueran tan asimétricos, estos,
tuvieron que pasar por procesos de selección natural que permitieran una mejor
calidad del proceso de concepción. Por un lado, el gameto masculino evolucionó
hasta alcanzar un tamaño muy reducido, lo cual provocó un aumento en el
número de unidades, así como en la movilidad del anteriormente isogameto; por
otra parte, el gameto complementario aumentó su tamaño para aportar mayor
alimento inicial al embrión. Esta anisogamia indica que el aporte inicial de
recursos a la descendencia por parte de cada sexo es muy desigual, ya que el
gameto femenino es el que aporta sustento al embrión.
Como bien sabemos, la fecundidad de una hembra está limitada por la cantidad
de óvulos que produzca, mientras que la fecundidad del macho solo está limitada
por en número de óvulos que logre fecundar. Por consiguiente, es lógico inferir
que, si un macho logra aparearse con muchas hembras, sufrirá solo una ínfima
reducción de su eficacia bilógica si se aparea con una hembra defectuosa,
mientras que, si una hembra desatina al escoger el macho que la vaya a copular,
la reducción de su eficacia biológica puede verse ampliamente afectada.
Esta contribución diferencial de cada sexo a la procreación genera — a diferencia
de los machos, quienes quieren esparcir su semilla por el mundo libremente —
que la hembra adopte una actitud monógama y se limite a elegir al mejor
proveedor que satisfaga las necesidades suyas y de sus crías.
En esencia, las hembras son sexualmente fieles a los machos a cambio de
bienes y servicios, mientras que el hombre vive con la necesidad constante de
copular con diferentes hembras [2]. Pero si esta libidinosidad del macho tiene su
recompensa en términos evolutivos, ¿Por qué la monogamia se convirtió en una
institución en diversas culturas humanas?
En la especie Homo Sapiens, esta teoría de machos libidinosos y hembras
recatadas no se ha presentado en muchos momentos espaciales-temporales a
lo largo de la historia. Nuestra especie existe desde hace aproximadamente 300
000 años y durante el casi 90% de ese tiempo fuimos cazadores recolectores,
durante ese periodo según estudios antropológicos, éramos altamente
igualitarios y compartíamos muchas de nuestras pertenencias, incluida la pareja
sexual.
En un estudio hecho por el antropólogo Stephen Beckerman [3], al estudiar los
sistemas de parentesco de los Barí de Venezuela reveló que, al igual que
muchas otras culturas de Sudamérica y el mundo, los Barí practicaban una

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paternidad compartida. Según sus creencias el feto va creciendo con el tiempo
gracias a lavados repetidos de semen, esto implica, la colaboración de varios
hombres para realizar la tarea. De este modo, cada hombre que duerma con una
mujer embarazada se considerará padre del niño.
Esta ventaja de los niños, de tener simultáneamente varios padres que se
preocupen por ellos y ayuden en su crianza, le confiere al niño mayor
oportunidades y posibilidades llegar a la adultez.
Después de este ejemplo y muchos otros, el arquetipo de hombre cazador que
lleva comida su mujer se desmorona y surge un pronunciado espectro en cuanto
al desenvolvimiento y desarrollo de nuestra sexualidad.
Más que ser monógamos o polígamos, es evidente la cualidad de los seres
humanos de imponer creatividad en estructurar sus relaciones de parentesco.
Entonces, es normal que ciertas culturas no sean monógamas porque en el reino
animal no existe la monogamia sexual estricta. Dentro del árbol genealógico de
los primates, el bonobo y el chimpancé son los que más se parecen al hombre y
obviamente estas especies no son monógamas. Los bonóbos copulan todo el
tiempo, y es probable que sea por la presencia de ciertos rasgos anatómicos que
evocan promiscuidad, rasgos que también se presentan en la morfología
humana. El dimorfismo corporal de nuestra especie es una señal de que
probablemente hemos evolucionado para no ser monógamos. ya que en las
especies más promiscuas el macho es aproximadamente 15-20 centímetros más
grande que la hembra.
Pero entonces, ¿Por qué desde que descubrimos la agricultura, hace
aproximadamente 10 000 años, la sociedad impuso un sistema monogámico
para relacionarnos entre nosotros?
Chris Bauch de la Universidad de Waterloo, en Canadá y Richard McElreath, del
Instituto Max Planck iniciaron una investigación que intentaba generar indicios
para entender qué factores provocaron que se impusiera la norma de la
monogamia sobre otros del grupo [4].
Resulta que, tras la observación de 2000 simulaciones computarizadas de una
comunidad de entre 30 y 300 individuos durante el lapso de 300 000 años, en
las poblaciones más pequeñas, las Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS)
tienden menos a perdurar.
Según Bauch, en una pequeña sociedad de cazadores-recolectores de entre 20
a 30 adultos maduros, las ETS no eran una amenaza considerable, incluso, si
unos cuantos tenían varias parejas sexuales, ya que en tiempo evolutivo las ETS
no tendrían oportunidad de propagarse lejos y finalmente desaparecerían.
Cuando las comunidades empezaron a crecer demográficamente de manera
exponencial por el descubrimiento de la agricultura, las ETS en un grupo
poligínico se contagiaban rápidamente y una masa crítica haría que la ETS
permaneciera.

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Por todo esto, las comunidades que practicaban la poligamia se extinguían, ya
que las enfermedades de transmisión sexual se tornaban endémicas,
aumentando la tasa de mortalidad del grupo. Por otro lado, las poblaciones que
impusieron con rigurosidad la monogamia y que incluso castigaban la
desobediencia de la norma, lograron evitar el deceso por la expansión de las
enfermedades de transmisión sexual.
Pero ésta no es la única explicación posible. Christopher Opie, no proponía una
respuesta de orden biológico si no una de orden social. En un estudio realizado
en el 2013 por el departamento de Antropología de la University College London
y de título “Male infanticide leads to social monogamy in primates”, el Dr. Opie
encontró una relación que involucra a la evolución y la monogamia en términos
de cuidado parental [5].
Para Opie, los machos que copulaban con una hembra y se quedaban con sus
crías, tenían más éxito reproductivo ya que las crías serian protegidas y no serían
asesinadas por machos rivales que intenten procrear con la hembra.
“In contrast, as well as strong correlated evolution between male infanticide and
mating systems, male infanticide precedes the switch to social monogamy” Opie
(2013:2).
Por su parte, Dieter Lukas, encargado del Departamento de Comportamiento
Humano, Ecología y Cultura de la Universidad de Cambridge, publicó en el 2013
una investigación junto con T.H. Clutton-Brock afirmando que la monogamia
surgió en algunas especies de mamíferos como una estrategia de apareamiento
para aquellas sociedades con una baja densidad poblacional de hembras [6].
En el caso de los humanos, dicha baja en la densidad femenina pudo haber sido
resultado del cambio de patrones dietéticos que generalmente van de la mano
con los patrones demográficos. En una comunidad con hembras diseminadas, la
mejor estrategia para un macho es quedarse con la hembra, defenderla y
asegurarse de que todas las crías son suyas.

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Conclusión
Sólo el 3% de los mamíferos son monógamos y la especie humana no entra en
ese porcentaje. Roger H. Rubin hizo una investigación con apoyo de la
Universidad de Maryland acerca de los interrogantes sobre la transición de
nuestra conducta “swinger” a los grupos matrimoniales. En este artículo Rubin
reporta que solo 43 de 238 sociedades alrededor del mundo son monógamas.
Entre ellas, por su puesto, está la cultura occidental que, gracias a uno de sus
pilares, la religión judeo-cristiana, se expandió rápidamente por todo el mundo e
impuso sus valores e ideales monógamos [7].
La cultura nace como producto de nuestro desarrollo cognitivo y esta mayor
capacidad va acompañada de otras capacidades que permiten que la
monogamia sea un sistema lógico y útil para la sociedad en cuestión.
Como ya bien se analizó, hay varias teorías que se dotan a sí mismas una
absolutidad en cuestión de explicar qué factor —ya sea biológico o social, o
biológico-social— dio origen a la imposición de la monogamia como sistema
político-social-sexual en el homo sapiens
Pero resulta evidente que la monogamia es un sistema estructurado complejo
que no tuvo un solo factor absoluto de origen, si no varios, entre ellos las ETS,
el cuidado parental y la baja densidad femenina.
En la cultura occidental, la monogamia instaura una institución más sólida, el
matrimonio, que da una pesado garantía de calidad de la semilla, como decían
los griegos: uno no quiere una semilla extraña en su suelo. Durante siglos el
matrimonio fue la principal forma de hacer crecer a la familia, dar fuerza de
trabajo, sellar la paz, cerrar negocios.
Hoy más que nunca es evidente que la monogamia y el matrimonio no se
inventaron por la relación individual entre hombre y mujer sino para ganar una
familia política y es curioso, como hoy en día se ve a la familia política como una
amenaza para la unión entre la pareja, pero para eso era el matrimonio, una vez
que éste se amalgamó a la sociedad como estructura para el equilibrio social.

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Bibliografía

[1] http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/myd.aspx?tema=P, consultado el 28 de noviembre


del 2018.

[2] Ryan, C., & Jethá, C. (2010). Sex At Down, the prehistoric origins of modern sexuality.
Harper, 54.

[3] Prado, H. M. (2014). The Ecology of the Barí - Stephen Beckerman and Roberto Lizarralde.
Tipití: Journal of the Society for the Antropology of Lowland South America, Volume 12,
179-181.

[4] Bauch, C. T., & McElreath, R. (12 April 2016). Desease dynamics and costly punishment can
foster socially imposed monogamy. Nature Communications, 2-4.

[5]Opie, C. (June 29, 2013). Male infanticide leads to social monogamy in primates. PNAS, 2-5.

[6] Clutton-Brock, Lukas, D., & Hugh, T. (August 8, 2013). The evolution of social monogamy in
mammals. Science, 526-530.

[7] Rubin, R. H. (2001). Alternative Lifestyles Revisited, or Whatever Happened to Swingers,


Group Marriages, and Communes? SAGE Journal, 711-726.

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