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Esta joven del campo de concentración iba a morir a los pocos días; a pesar de
ello, cuando yo hablé con ella estaba muy animada.
-Estoy muy satisfecha de que el destino se haya cebado en mí con tanta fuerza, -
me dijo. En mi vida anterior yo era una niña malcriada y no cumplía en serio con
mis deberes espirituales.
-Sí.
Respondió:
-Me dice:
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18/1/2020 La muerte | Yo soy la vida eterna
Si el hecho de eliminar al Divino de nuestra vida debiera traducirse por una pérdida de
dinero, por mínima que fuese, reaccionaríamos de inmediato. ¡Es lamentable que nuestra
indiferencia no nos lleve a correr riesgo alguno!
El sol extiende sobre nosotros su resplandor, la tierra nos nutre; la sociedad humana, a
través de sus empresas de ramificaciones sin fin, satisface mejor o peor nuestras
innumerables necesidades.
¿Cómo hacer entender hasta qué punto nos perjudicamos con semejante actitud? A título
de de ejemplo, voy a relatar uno de mis sueños nocturnos. Perdí a mi madre cuando era
muy pequeño y crecí sin su presencia a mi lado.
Ahora bien, la noche pasada volví a verme de niño en una casa de campo al borde del
Ganges. Mi madre se ajetreaba en el interior.
De pronto, no sé por qué, cuando llegaba a la terraza me acordé de que estaba allí, muy
cerca; al instante corrí hacia ella y le hice mi pranam -saludo habitual en la India para
expresar respeto-. Me cogió de la mano y se limitó a decirme:
-Has venido.
Mi sueño, que concluyó en ese instante, me sugirió algunas reflexiones. Bajo el techo
familiar, un niño va y viene, diez veces al día, por delante de la puerta de su madre. Sabe
muy bien que está allí, pero actúa como si lo olvidase. ¿Le embarga un sentimiento de
carencia?
En cualquier caso, ella llena la despensa y le prepara la comida; cuando se duerme, está
junto a su cama y le abanica sin cansarse. Está atendido, vestido, alimentado. Única
diferencia: ella no le coge la mano, no le dice: «Has venido...».
No obstante, el día en que comprende plenamente el valor de tal contacto y tales palabras,
ya no aspira a otra cosa que a oír la voz de su madre y sentir el calor de su mano. Y si la
necesidad que tiene de ella no puede ser colmada, vaga de habitación en habitación, por la
casa tan bien provista de todo pero donde ya nada tiene para él ni encanto ni sabor.
En la sociedad actual, rara es la gente que sabe acercarse realmente a las personas o las
cosas que constituyen su entorno. Si bien en ocasiones presentimos la verdad de un alma
tras las apariencias, por lo general ocurre sin haberlo buscado. Sucede lo mismo incluso
con el ser más querido, con el cual compartimos nuestra existencia.
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juntos, acaso sólo uno emerge, un momento privilegiado en que nos sentimos en total
comunión con él.
Miles de individuos no han conocido nunca, en toda su vida, una unión profunda. Jamás se
han sentido cerca de nadie en el mundo y, nacidos en esta tierra, ni por un segundo han
establecido una estrecha relación con ella.
Sin embargo, no son conscientes de ello. Porque siempre están a punto para divertirse,
para distraerse, para charlar o discutir al capricho de los encuentros, porque comparten
con algunos las actividades y responsabilidades cotidianas, se creen ligados a todos. Que
tales relaciones carezcan, de hecho, de valor real es una idea que supera su entendimiento.
Rabindranath Tagore
Deseo del que cada uno participa también oración de quienes no oran: que la
muerte nos salga un día al encuentro repentina y suave de un instante a otro.
Más ligeros, más sueltos como gamos en las rocas
como peces en el mar viviríamos con la certeza de tener otorgado ese deseo
Kurt Marti
Paramahansa Yogananda
Es una ayuda enorme para los familiares y los médicos que cualquier persona
deje sus intereses por escrito cuando está lúcido, cuando es capaz y diga:
«Estos son mis intereses» y después nosotros lo que tenemos que hacer es
respetarlos, sino corremos el peligro de que nuestros intereses, las
decisiones las tome un médico, puede ser que ese médico tenga unos
criterios muy diferentes de los tuyos. El testamento vital nos permite de
alguna manera dejar esas decisiones por anticipado.
Mi madre Elsie Hines tuvo una relación muy estrecha con Dios toda su vida.
Creía que nuestra verdadera identidad es espiritual y eterna. Era como si su
fe en Dios la hubiera preparado para la muerte durante toda su vida. A los
setenta y ocho años, le diagnosticaron leucemia.
El médico quiso que iniciara una quimioterapia, y ella le dijo que esperara
tres días y luego le comunicaría su decisión al respecto. Al igual que con
todas las demás cosas de su vida, rezó a Dios pidiéndole que la ayudara a
tomar la decisión. Tres días más tarde, le comunicó al médico que había
decidido no someterse a la quimioterapia y le explicó que había llegado a esa
decisión a través de la oración. La familia la respaldó en su decisión y luego
también la apoyó el médico.
Fue en este tiempo cuando recibí uno de los mayores y mejores regalos que
jamás había podido hacerme mi madre, quien me dijo:
-Cuando yo muera, nunca pienses que no hiciste lo suficiente por mí, ¡porque
lo has hecho!.
Sentí que éste era uno de los regalos más liberadores que pudiera recibir
cualquier hijo adulto.
Más adelante, mi madre debió ser internada por una septicemia, y empezó a
sufrir algunos dolores. Tomó la decisión de volver a su casa y dejar de recibir
transfusiones de sangre y medicamentos analgésicos. Cuando llegó
nuevamente a la casa, se sentó y tomó un poco de sopa casera que ella
misma había preparado y guardado en el congelador. Esa tarde, después de
dar las buenas noches a sus familiares y de rezar con ellos, desconectó su
tubo de oxígeno en un momento en que la enfermera que la cuidaba por la
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Mi madre me enseñó que tengo mucho que hacer todos los días. Me enseñó a
trabajar con empeño, a liberarme de todo tipo de control y a dejar que Dios
tome mis decisiones. Me enseñó la importancia de la oración diaria y la paz
que se obtiene cuando uno confía, tiene fe y entrega su vida a Dios.
Linda Ryan
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