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Semiótica de la cultura y cultura

Article · January 2010


Source: DOAJ

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Peeter Torop
University of Tartu
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Entretextos Nº 14-15-16 2009/2010
Revista Electrónica Semestral de Estudios Semióticos de la Cultura
ISBN 1696-7356 hhtp://www.ugr.es/local/mcaceres/entretextos.htm

SEMIÓTICA DE LA CULTURA Y CULTURA 1


PEETER TOROP

A finales de 1998, se conmemoró en la Universidad de Tartu el


vigésimo quinto aniversario de las «Tesis para el estudio semiótico de las
culturas», que se publicaron por primera vez en 1973, en ruso y en inglés. El
título contiene la especificación «Aplicadas a los textos eslavos» (Eng 1973).
Poco menos de un año antes de su muerte, I. Lotman, de manera
independiente, escribió las «Tesis sobre la semiótica de la cultura rusa»
(Lotman 1994) en las que vincula el estudio semiótico de la cultura rusa con
dos tendencias. Por un lado, el investigador basa su trabajo en los mejores
medios de la semiótica de la cultura contemporánea, que ayudan a describir la
cultura rusa. La base del segundo enfoque es el descontento con la
‘culturología semiótica’ contemporánea, así como nuevos impulsos del material
de la cultura rusa para buscar nuevos métodos. Lotman se identifica a sí mismo
precisamente con el segundo enfoque, esperando enriquecer la metodología de
la semiótica de la cultura a través del material de la cultura rusa: “el dinamismo,
la inestabilidad y la permanente contrariedad interna la convierten en un cierto
polígono teórico e histórico...” (Lotman 1994: 407).
Teorizar apoyándose en el material concreto fue importante tanto
para Iuri Lotman como para los miembros de la Escuela Semiótica de Tartu-
Moscú creada por él, aunque ciertamente esto no excluyó tratar con problemas
teóricos generales. Sin embargo, este detalle ayuda a entender el desarrollo del
metalenguaje científico. Aquí, en el caso de Iuri Lotman, se puede hablar
primero sobre la semiotización de los conceptos filológicos y sobre la adición

1 «Cultural semiotics and culture», Sign Systems Studies 27 (1999), páginas 9-23. Traducción del
inglés al español de Eduardo Chávez Herrera. Para la presente versión se ha tenido en cuenta,
además, el texto del que procede la traducción inglesa, titulado «Semiootika piiril», con el que
Peeter Torop cierra la antología de ensayos de Iuri Lotman publicada en estonio con el título
Semiosfäärist (Tallinn, Vagabund, 1999, páginas 387-404). Traducción del estonio al español y
revisión final de Klaarika Kaldjärv. Este texto se publica por primera vez en español en
Entretextos, con motivo del sexagésimo cumpleaños de Peeter Torop.

Dirección y edición: Manuel Cáceres Sánchez · Universidad de Granada · Facultad de Filosofía y Letras · Departamento de Lingüística
General y Teoría de la Literatura · Campus de Cartuja, s/n · 18071-Granada (España) · redaccion.entretextos@gmail.com
Entretextos Nº 14-15-16 2009/2010
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de conceptos semióticos generales (posteriormente también los de otras


disciplinas). De esta manera, el concepto de lenguaje fue complementado por
los conceptos de código y sistema. En los análisis de textos, el concepto de
langue de Ferdinand de Saussure era sólo el significante de un sistema, ya que el
lenguaje se realiza en el texto como un código derivado de la pragmática del
texto. Sin embargo, como código es equiparable con el concepto saussureano
de habla (parole). Originalmente el texto, como concepto, sólo era el habla
registrada por la escritura, aunque luego, como objeto de estudio, obtuvo
rasgos específicos: expresado en algún material (originalmente, lengua natural,
más tarde, materiales de todas las artes, tipos de comportamiento, etc.),
estructuralidad, coherencia, es decir, la regularidad de las relaciones entre
elementos y niveles, enmarcamiento, es decir, integridad en la unidad entre el
comienzo y el final. Como conceptos, el lenguaje y el texto cayeron dentro de
un campo más amplio de significado, junto a las nociones de modelo y sistema
modelizante. En sus «Tesis acerca del problema “El arte entre los sistemas
modelizantes”», Lotman definió el modelo a través de la analogía con el objeto
percibido y el sistema modelizante a través del lenguaje, es decir, a través del
concepto del análogo del lenguaje. En consecuencia, utilizó la noción de sistema
secundario de modelización para describir el funcionamiento de los mecanismos de
los sistemas que utilizan la lengua natural como material (Lotman 1990: 8-9).
En el estatus de un sistema secundario de modelización está, en el marco de
ese tratamiento, el lenguaje poético en relación con el lenguaje escrito o el
lenguaje de las artes pictóricas en relación con el lenguaje de la conciencia, es
decir, el lenguaje natural al que es traducible o por el cual es descriptible. De
acuerdo a esta lógica, la lengua natural es el sistema primario de modelización
en relación a la realidad, y el sistema secundario de modelización, como
lenguaje de descripción, en relación con los demás lenguajes del arte y, en un
sentido más amplio, a los lenguajes de la cultura (mitología, religión, normas de
conducta, etc.). Esto fue llevado a la polémica por aquellos semióticos para
quienes tanto la comunicación prelingüística o la simple comunicación no
verbal era importante, por ejemplo, el caso de los niños y de los animales. De
esta manera, T. A. Sebeok, uno de los fundadores de la zoosemiótica, planteó
que el lenguaje natural es, ya en el uso ordinario, un sistema secundario de
modelización, y de esta manera es terciario como lenguaje de descripción
(Sebeok 1989: 33-34).
El logocentrismo original de Lotman solamente es un paralelo con
aquellas tendencias que buscan establecer límites para la semiótica, partiendo
no desde la semiótica de Charles S. Peirce o Charles W. Morris, sino desde la
semiología de Saussure. A Lotman le conviene la visión de Roman Jakobson
sobre la semiótica como un círculo concéntrico, que significa investigación de
la comunicación a través de todo tipo de mensajes. En este círculo hay otro
más pequeño que significa el estudio de la comunicación a través de los
mensajes del habla, y del que la lingüística se ocupa. Lingüística y semiótica, a
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su vez, pertenecen a un círculo más amplio que está formado por una ciencia
general de la comunicación y que, en su opinión, está dirigida por la
antropología social, la sociología y la economía (Jakobson 1985: 320-321). La
relación entre lingüística y semiótica en el esquema de Jakobson le ha dado a
Umberto Eco una razón para demostrar la evolución, desde Saussure hasta
Jakobson, a través del cambio en el tratamiento del código. Mientras Saussure
habla de código lingüístico, Jakobson vincula la noción de código a la
correlación entre elementos de dos sistemas diferentes, y tiene en cuenta los
sistemas semióticos tanto en una perspectiva más amplia como más estrecha,
como códigos y subcódigos. Eco no sólo admira la habilidad de Jakobson para
distinguir entre códigos extralingüísticos, sino también su habilidad para traer la
semiótica a la lingüística (Eco 1977: 48-49).
La propia semiótica de Eco, como simbiosis de la teoría de la
generación de signos y la teoría del código, es definitivamente una
continuación de esta tendencia. Posteriormente, en el prólogo del libro de Iuri
Lotman Universe of the Mind, Eco también señaló (Eco 1990) la evolución de
Lotman a través de esta problemática. Primero, precisa el planteamiento
original de Lotman en la cuestión: “La reconstrucción del código cultural no
significa la explicación de todos los fenómenos de la cultura dada, sino más
bien nos permite explicar por qué esta cultura ha creado estos fenómenos” (Eco
1994: 600). Eco consideró la postura extralingüística de Lotman hacia el código
como una salida de los límites del estructuralismo: “Lotman de todos modos
comprendió que ver el texto como un mensaje producido sobre la base del
código lingüístico en absoluto es lo mismo que ver el texto (o el conjunto de
textos de una cultura) como un código, porque era consciente del hecho de que
no hay ningún periodo histórico con un único código cultural (aunque la
modelidad construida puede ser una abstracción eficaz), y que en cada cultura
diversos códigos existen simultáneamente. [...] En el transcurso de sus
investigaciones, Lotman llegó a la conclusión de que un código identificado en
la cultura es mucho mas complicado que aquél que puede identificarse en el
lenguaje, y sus análisis se volvieron cada vez más agudos y adquirieron el
trasfondo de un conocimiento histórico complejo y brillante” (Eco 1994: 600–
601). En la última década, los trabajos de Lotman también parten de su actitud
hacia los códigos: “Indudablemente Lotman comprendió ya en los años
sesenta que la multiplicidad de códigos en una cultura crea opuestos e híbridos,
es decir, ‘creolización’. En sus últimos trabajos, especialmente en aquellos
escritos durante la última década, acuñó el término semiosfera como un análogo
a la biosfera” (Eco 1994: 601).
Lenguaje, texto, estructura, modelo, sistema de modelización
(secundario) son aquellas nociones cuyo dinamismo —en cuanto al volumen
de su significado— provee una buena perspectiva general de la semiótica de
Lotman y de la Escuela Semiótica de Tartu-Moscú hasta el nacimiento de la

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semiótica de la cultura en 1973. K. Eimermacher ha llamado integratividad a la


capacidad lotmaniana para combinar términos diferentes y proveerlos de
significados novedosos, y a ello también ha dedicado un artículo, «I. M.
Lotman: Versión semiótica de la culturología integrativa» (Eimermacher 1998).
De hecho, una recepción, por así decirlo, no-estructuralista, ya se puede
observar cuando los primeros libros de Lotman llegaron a Occidente. Así, T.
G. Winner enfatizó ya en el prólogo del primer libro traducido, que las
lecciones de poética estructural de Lotman no ven el texto como algo
independientemente existente, sino como “parte del contexto de elementos
extratextuales” (Winner 1968: X).
También algunos años más tarde reconoce que, del planteamiento de
la obra de arte como estructura semiótica de un sistema secundario de
modelización, Lotman ha llegado hasta un planteamiento comparativo,
considerando el texto artístico como tal en comparación con las estructuras
extratextuales. T. G. Winner resalta que, según Lotman, los signos en los textos
artísticos no son sólo indiciales (en el sentido peirceano), como lo son en la
lengua natural, sino primariamente icónicos. De este modo, el plano del
contenido y el plano de la expresión están vinculados en el texto de diferente
modo a la lengua. La peculiaridad del arte como modelo no es solamente esta
iconicidad, sino también su relación específica con la realidad, la cualidad del
signo de formar parte, a través de sus elementos o como un todo, de más de
un sistema de manera simultánea (Winner 1971: X). Es significativo que, años
más tarde, T. G. Winner también enfatizara, al hablar sobre el carácter
innovador de Lotman, la conectividad esencial de las estructuras de los textos
con un contexto extratextual, la naturaleza opositiva binaria de las relaciones
intra y extratextuales (Winner 1990: 233). De esta manera, Lotman nunca ha
sido considerado como un estructuralista inmanente.
Y una mirada desde el interior. Un miembro destacado de la Escuela
de Tartu-Moscú, Aleksandr Piatigorski, al definir el objeto de la semiótica de
comienzos de los años sesenta, utilizó la frase “cualquier cosa”. Desde el
primer libro de Lotman, Lecciones de poética estructural, de 1964, la literatura se
convirtió en el objeto de la semiótica (Piatigorski 1996: 54), y, en relación la
literatura, el texto como una noción fundamental de la semiótica: “Justamente
el ‘texto’ le dio a Iuri Mijáilovich la posibilidad de pasar de la literatura a la
cultura como objeto universal de la semiótica” (Piatigorski 1996: 55). Al definir
la literatura como un objeto orgánico y como una metanoción de la cultura,
Piatigorski considera importante el contacto de estos conceptos en la
definición de cultura de Lotman como un conjunto de textos. Con eso, la
posibilidad tradicional del planteamiento ‘cómo entiendo yo la cultura’ se le
añadió la posibilidad de preguntar cómo la cultura se entiende a sí misma o a
otra cultura. A esta textualización de la cultura y a la ampliación del análisis
textual al análisis cultural, Piatigorski la denomina ontologización del método, y

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alude a la naturalización del objeto como su fenómeno concomitante. El


desarrollo desde el texto a la semiosfera resultó de esto último (Piatigorski
1996: 55). La diferenciación entre las dos tendencias en la semiótica rusa
también tiene que ver con Lotman. Piatigorski define la cultura como objeto de
la semiótica y a Lotman como un naturalista que la estudia, pero al mismo
tiempo define la historia como un posible segundo objeto de la semiótica y a
Vladímir Toporov como un historiósofo que la estudia semióticamente
(Piatigorski 1996: 55). En ambas tendencias Piatigorski ve indicios de la
retirada de la semiótica, y, como causa de ambas posiciones, la ubicación del
analista dentro de la cultura descrita. Sin duda, también hay un historiósofo en
Lotman; sirva como ejemplo de ello aquellas interrogantes éticas y políticas en
artículos de la actual recopilación 2 o la discusión sobre el futuro de Rusia y su
traslado desde el modelo cultural binario nihilista hasta el planteamiento
cultural ternario europeo en su último libro, Cultura y explosión (1992).
El periodo centrado en la literatura en la obra de Lotman concluye
con la aparición de dos libros: Estructura del texto artístico (1970) y Análisis del
texto poético. La estructura del verso (1972). En 1970 publica dos cuadernos en los
que se reúnen artículos sobre la tipología de la cultura, y que son un signo del
paso hacia el paradigma de la semiótica de la cultura. En la definición de texto,
las nociones de material, forma, estructuralidad, coherencia y enmarcamiento
ya no están enfatizadas como características internas de la organización. Más
importante es la comparación entre relaciones extra e intratextuales que no
sólo significa la conexión del texto y del contexto, sino que cambia la
comprensión de la ontología del texto. Teniendo en cuenta el texto, es posible
hablar de significados subtextuales, es decir, de significados del lenguaje
general, de significados textuales y de las funciones de los textos en el sistema
de la cultura. La cultura, a su vez, también se puede describir a través de la
descripción de tres niveles: un nivel de significados subtextuales, un nivel de
cultura como sistema de textos, y un nivel de cultura como conjunto de
funciones que están al servicio de los textos (Lotman 1970: 73-77). A
principios de los años ochenta, se había llevado a cabo la simbiosis del texto y
la cultura, y el texto como una formación monolingüe devino en una
formación plurilingüe y semióticamente heterogénea que, además, tiene
capacidades intelectuales y memoria. Además de registrar y transmitir un
mensaje, el texto también se ocupa de la creación de nueva información.
Cuando U. Eco distingue entre las nociones de codificación y
recodificación en su semiótica y admite la posibilidad de la lectura óptima,
vincula las desviaciones desde una óptima, es decir, correcta comprensión de
los textos con la noción de extracodificación. La modificación de

2 Se refiere, como se ha indicado en la nota anterior, a la antología de textos de I. Lotman,


traducidos al estonio bajo el título Semiosfäärist. Nota del editor.

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recodificación en extracodificación conduce a la oscilación entre las dos


estrategias de lectura, subcodificación y sobrecodificación. La primera significa
una simplificación de textos, la segunda, una sobresignificación de textos y las
considera más complejas que la realidad (Eco 1977 b: 133-136).
En su artículo «La semiótica de la cultura y el concepto de texto»
(1981), Lotman reemplaza el concepto de desciframiento o descodificación del
texto con el de comunicación y, al describir la circulación de los textos en la
cultura y las relaciones entre el texto y el lector, crea una tipología de procesos
diversos aunque complementarios: 1) la comunicación entre el emisor y el
destinatario, 2) la comunicación entre el auditorio y la tradición cultural, 3) la
comunicación del lector consigo mismo, 4) la comunicación del lector con el
texto, 5) la comunicación entre el texto y el contexto cultural (Lotman 1990:
276–277). En la base de esta tipología el objeto de la semiótica de la cultura se
forma por el funcionamiento semiótico de textos concretos, pero en el plano
evolutivo la semiótica de la cultura significa para Lotman la semiótica de los
sistemas secundarios de modelización (Lotman 1990: 4).
Evolutivamente, el nombre de Lotman y la noción de semiótica de la
cultura están conectados de manera particular. La semiótica de la cultura que él
desarrolla contiene los suficientes aspectos de una teoría general, pero aún así
es aplicativamente naturalista (en el sentido de Piatigorski), es decir, está
vinculada a la cultura rusa. Esta conexión se hace explícita tanto en los textos
programáticos como en los procesos de recepción (véase también: Torop
1994). Así, una recopilación de artículos publicada en 1984 lleva el título de
Semiotics of Russian Culture (Lotman, Uspenski 1984) y una selección publicada
un año después, Semiotics of Russian Cultural History (Lotman, Ginzburg,
Uspenski 1985). También las «Tesis para el estudio semiótico de las culturas»,
publicadas por iniciativa de Lotman en ruso y en inglés en 1973, que se
considera el nacimiento de la semiótica de la cultura, llevan el subtítulo
«Aplicadas a los textos eslavos». A pesar de que, junto a los autores vinculados
con el estudio del material eslavo, V. Ivanov, I. Lotman, V. Toporov y B.
Uspenski, también se encontraba el nombre del orientalista A. Piatigorski
(Tesis 1998).
1973 es un año de interesantes coincidencias. En ese año aparecieron
varios libros que significativamente influyeron en el estudio de la cultura, en el
desarrollo de la semiótica y de la semiótica de la cultura, provocando una
interesante simbiosis. Lotman y la Escuela de Tartu-Moscú presentaron la
definición de semiótica de la cultura, definiéndola como una ciencia que
estudia las correlaciones funcionales de los sistemas de signos circulantes en la
cultura, que parte de la presuposición de que operativamente es posible
(partiendo de una concepción teórica) describir sistemas puros de signos,
aunque éstos sólo funcionen al ponerse en contacto entre sí mismos y con
influencias mutuas (Tesis 1998: 61). El dinamismo es añadido por una actitud

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ante el texto que es observable como un signo individual, pero también como
un conjunto de signos o un sistema. En la cultura, existen textos
funcionalmente posibles como ensamblajes de signos y se puede aproximar a la
semántica de tales textos a través de la semántica de los signos. Sin embargo,
también son posibles los textos que no son ni discretos ni se descomponen en
signos (Tesis 1998: 66). La relación entre tipos de textos discretos y no
discretos es importante en la comparación—descripción de las épocas
culturales o de los tipos culturales. Un planteamiento cultural complejo
también se basa en la misma lógica: “En la unión de diferentes niveles y
subsistemas en un único todo semiótico, la ‘cultura’, están funcionando dos
mecanismos mutuamente opuestos: a) La tendencia hacia la diversidad, hacia
un incremento del número de lenguajes semióticos organizados de manera
diferente, el ‘poliglotismo’ de la cultura. b) La tendencia hacia la uniformidad,
el intento de interpretarse a sí misma o a otras culturas como lenguas
uniformes, rígidamente organizadas” (Tesis 1998: 86).
En 1973, en Nueva York, apareció la primera impresión de la serie
The Interpretation of Cultures, de Clifford Geertz, suscitando entusiasmo en la
teoría cultural, y en la que las nociones ‘interpretativo’ y ‘semiótico’ son
sinónimas. Así, su antropología interpretativa guarda un cierto paralelo con la
semiótica de la cultura. Geertz sugiere que para introducirse en una ciencia no
hay que recurrir a las teorías sino examinar qué hacen los que practican aquella
ciencia. En su opinión, los antropólogos sociales ‘hacen’ etnografía: “En
antropología o, por lo menos, en antropología social, lo que los profesionales
hacen es etnografía” (Geertz 1993: 5). Geertz presenta dos acercamientos a la
etnografía. De acuerdo con el primero, el tradicional, la etnografía es una
compilación de informes sobre expediciones, transcripción de textos, elección
de informantes, catalogación de estudios, etcétera. Él mismo ofrece otro
planteamiento según el cual la etnografía es una descripción densa (thick description),
es decir, en realidad el etnógrafo se encuentra con un conjunto de diversas y, a
menudo, entrelazadas estructuras conceptuales en las que no hay regularidad
visible y que no siempre existen en una forma fácilmente perceptible, explícita.
Entrevistas, observaciones y apuntes pertenecen al trabajo de campo. Pero
‘hacer’ etnografía debe significar un intento de leer un manuscrito extraño,
figurativo e incoherente en el que los signos gráficos del lenguaje ordinario son
reemplazados por ejemplos conductuales. Y en el marco de esta concepción, la
cultura descrita misma se convierte en un ‘documento actuante’ (acted document)
que puede ser interpretado al comunicarse con él (Geertz 1993: 10). Geertz
tiene sorprendentemente muchos puntos en común con las obras de Lotman y
de la Escuela de Tartu-Moscú, aunque contactos entre sus concepciones, al
menos directos, seguramente no existieron.
En 1973, en París, apareció un pequeño libro del semiólogo francés
Roland Barthes, Le plaisir du texte (Barthes 1973), en el que el análisis del placer

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intracultural (a diferencia del placer extracultural) lleva hacia la individualidad


en lugar de hacia la subjetividad. Al mismo tiempo, el texto corresponde a la
individualidad, por un lado, como un tejido en el que tiene lugar una infinita
generación de significados, y, por otro lado, como intertexto que hace
imposible la vida fuera del texto, ya sea ese texto Proust, un periódico o la
pantalla de televisión: “el libro forma al pensamiento, el pensamiento forma a
la vida” (Barthes 1973: 59). En este planteamiento, la intertextualidad está
vinculada con la intermedialidad, el entrelazamiento de textos y medios, la
ambigüedad y la insignificancia de los límites nos conducen ya a una tolerancia
pluralista postmoderna y postestructuralista, pero también hacia la
incertidumbre epistemológica.
En 1973, en Múnich, apareció un libro de advertencias del etólogo
austriaco Konrad Lorenz, Die acht Todsünden der zivilisierten Menschheit (Lorenz
1973). Sin detenernos aquí en los peligros delineados por él (aunque entre los
pecados está también el abandono de las tradiciones, que recuerda a la Escuela
de Tartu-Moscú, que reúne las tradiciones), quisiera enfatizar que se trata de un
libro que analiza los sistemas orgánicos que forman la base de la existencia
social de la humanidad, y observa la relación de la naturaleza y la civilización
con la autorregulación de los sistemas que los conectan, es decir, la
homeostasis. Sobre el trasfondo de las posteriores discusiones de Lotman
sobre la explosividad, la casualidad, etc. en la cultura, este planteamiento
también pertenece a la totalidad casual de las obras mencionadas.
Esos libros que casualmente coincidieron en el tiempo, reflejan, sin
embargo, una tendencia más general en la que se entrelazan la semiótica de la
cultura, la antropología, el postestructuralismo y la ecología. Éste es un
movimiento hacia el análisis de un sistema complejo, cuyos resultados
dependen de la habilidad del analista para definir, por un lado, su punto de
vista, pero, por otro lado, los límites ontológicos (un mundo posible) del
sistema analizado, los parámetros de su evaluación, así como los criterios de
exactitud en los resultados de la evaluación.
La semiótica de la cultura, nacida en 1973 y en el ambiente
mencionado, siguiendo su tradición interna de desarrollo, con el bagaje del
formalismo ruso y del Círculo Lingüístico de Praga, se alejó del
estructuralismo. Ese movimiento se asemeja a la semiología estructuralista
francesa hacia el paradigma postestructuralista, y Julia Kristeva, que participó
en este movimiento, una de las que propagaron las ideas de Lotman desde
finales de los sesenta, y una de las que reemplazaron la noción de texto por la
de intertextualidad, también ha notado en el desarrollo de Lotman el cambio de
la semiótica hacia lo intercomunicativo (Kristeva 1994: 376).
Una coincidencia accidental más. En 1984, en Londres, apareció un
reconocido volumen doble sobre semiótica de la cultura, en el que A. R. Kelkar

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Peeter Torop Semiótica de la cultura y cultura

trató de vincular la semiótica de la cultura con otras disciplinas orientadas hacia


la cultura. En la Escuela de Tartu-Moscú, el uso de la noción de semiosis, tan
común en la semiótica clásica, no se usaba demasiado. Al mismo tiempo, la
semiosis, como un estado o proceso en el cual algo funciona como signo o
posee un significado añadido sígnico, puede ser utilizada para especificar el
objeto de investigación de la semiótica (de la cultura). Entonces, Kelkar ofreció
una clasificación en la que la semiótica de la cultura es correlativa con la
semiosis dentro de la cultura, y la semiosis cultural, con la etnología de la
semiosis (Kelkar 1984: 132). Esto recuerda los dos planteamientos de Geertz
sobre la etnografía y el examen dinámico de la Escuela de Tartu-Moscú de la
relación entre el signo y el sistema de signos, así como el intento de I. Portis-
Winner de describir textos étnicos mediante la ayuda de la semiótica de la
cultura lotmaniana (Portis Winner 1989).
En 1984, apareció el artículo de Lotman sobre la semiosfera, que de
hecho conceptualiza esas conexiones accidentales entre aquellos libros ya
mencionados publicados en 1973. La casualidad se volvió regularidad. La
noción de semiosfera ha sido derivada basándose en la analogía con la noción
de biosfera, es decir, el entorno vital, de Vladímir Vernadski. Como la vida en
la tierra depende no solamente de la energía cósmica solar, sino también de la
actividad humana, entonces, a partir del aumento del papel del hombre en el
destino del planeta, podemos comenzar a hablar sobre la noosfera, el entorno
vital inteligente. El hombre puede desarrollar y destruir, pero su actividad
orientada hacia la noosfera es fácil de seguir y de describir. La noosfera en sí
misma es material-espacial, mientras que la semiosfera es un espacio abstracto
en el que se entretejen lenguas, textos y culturas. En opinión de Viacheslav
Ivánov, uno de los estudiosos más brillantes de la escuela de Tartu-Moscú, la
tarea de la semiótica es describir la semiosfera sin la cual la noosfera es
impensable (Ivánov 1998: 792).
La semiosfera es el espacio condicional sin el cual la semiosis sería
imposible, pero, al mismo tiempo, la noción de semiosfera más bien presupone
la implicación de la noción de intersemiosis. Esto significa que la mezcolanza
de sistemas de signos, que se ve caótica, se organiza en los distintos niveles en
los que se delimitan. De esta manera, el concepto más importante de la
semiosfera es la frontera. Hubo un momento en el que Lotman necesitó de la
noción de enmarcamiento para delimitar el texto. Ahora es la frontera lo que
enmarca a la semiosfera, aunque la maraña de fronteras dentro de la semiosfera
es igual de importante: “La frontera del espacio semiótico no es un concepto
artificial, sino una importantísima posición funcional y estructural que
determina la esencia del mecanismo semiótico de la misma. La frontera es un
mecanismo bilingüe que traduce los mensajes externos al lenguaje interno de la
semiosfera y a la inversa. Así pues, sólo con su ayuda puede la semiosfera
realizar los contactos con los espacios no-semiótico y alosemiótico.” [Lotman

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1984: 26]. El mismo mecanismo también funciona dentro de la semiosfera:


“Así pues, la semiosfera es atravesada muchas veces por fronteras internas que
especializan los sectores de la misma desde el punto de vista semiótico. La
transmisión de información a través de esas fronteras, el juego entre diferentes
estructuras y subestructuras, las ininterrumpidas ‘irrupciones’ semióticas
orientadas de tal o cual estructura en un ‘territorio’ ‘ajeno’, determinan
generaciones de sentido, el surgimiento de nueva información” [Lotman 1984:
31).
La cualidad de la semiosfera de vincular la diacronía con la sincronía,
de organizar la memoria, de transformar los sistemas, la convierte en un
mecanismo muy funcional, que ha sido relacionado incluso con el concepto
jungiano de inconsciente colectivo (Cornwell 1992: 166).
Por otro lado, la crítica se ha referido a la aproximación de Lotman a
las opiniones de Mijaíl Bajtín, con el que Lotman dirigió el estructuralismo ruso
hasta caminos paralelos al postestructuralismo. De este modo, entre la biosfera
y la semiosfera aparece la noción bajtiniana de logosfera (Mandelker 1994:
390). Es realmente posible ver una conexión entre Lotman y Bajtín justamente
desde el punto de vista de la noción de semiosfera, o, más correctamente
hablando, de la noción de frontera.
Sin embargo, esta conexión no significa coincidencia plena. La noción
lotmaniana de frontera es inseparable del concepto de individualidad. La
individualidad está dentro de la frontera y ésta es un mecanismo de traducción,
es decir, entre lo propio y lo ajeno hay diferencia. Pero Bajtín sostiene: “El
hombre no posee un territorio interno independiente, se encuentra total y
permanentemente en la frontera, mirándose a sí mismo, mira a los ojos del otro o
con los ojos del otro” (Bajtín 1979: 312). Enlaza bastante más con el planteamiento
de Lotman la actitud de Bajtín hacia la cultura, en la que excluye el territorio
delimitado, pero da importancia a las fronteras. En su opinión, la cultura
efectivamente se ubica en las fronteras: “Uno no debe imaginarse la cultura
como una totalidad espacial que tiene fronteras y también un territorio interno.
La cultura no posee territorio interno: se encuentra totalmente en las fronteras,
las fronteras recorren todos los lugares, atraviesan todos sus momentos; la
unidad interna de la cultura se fusiona en átomos de vida cultural, se refleja
como el sol en cada una de sus gotas. Cada acto cultural vive significativamente
en las fronteras: en esto reside su seriedad e importancia; estando separado de
fronteras pierde su fundamento, se vuelve vacío, tedioso, degenera y se
desvanece” (Bajtín 1986: 44). Esta breve comparación permite sostener que la
comprensión del dinamismo de los dos estudiosos es diferente. Para Lotman es
importante encontrar, incluso en la maraña más grande de fronteras, su propia
frontera, la dimensión de totalidad, y, básicamente, sería posible crear una
tipología de las fronteras de la semiosfera en la que las fronteras de diferentes
niveles estuviesen en una relación complementaria (véase también Torop

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1998). En el planteamiento de Bajtín, la frontera (como también el dialogismo,


la polifonía, etc.) está vinculada con la ambivalencia, y, en consecuencia, es
diferente también en su planteamiento el concepto de frontera como
mecanismo de traducción. La comparación más profunda entre Bajtín y
Lotman se está volviendo un objeto de interés más general (véase Shukman
1989; Danow 1991; Grzybek 1994; Bethea 1997; Petrilli 1998). Esta
comparación acerca a Lotman al paradigma postestructuralista en el que el
nombre de Bajtín ha sido usado frecuentemente.
La semiótica de la cultura, desarrollándose como una ciencia
internacional, también se ha expandido disciplinariamente. Al dejar de lado el
uso de la semiótica al nivel de método o de un aspecto en las disciplinas que
estudian la cultura (por ejemplo, los estudios culturales), se tienen que fijar dos
polos entre los que tiene lugar el desarrollo (para una perspectiva general, ver:
Bernard 1993, y para un intento de diagnóstico sobre el estado actual: Koch
1989). Por un lado, se pueden observar intentos de revisar las concepciones
semiótico-generales en interés de la semiótica de la cultura y de analizar su
productividad semiótico-cultural (véase, por ejemplo, Portis-Winner 1994). Por
otra parte, se puede observar la globalización de la semiótica de la cultura, el
deseo de llegar a ser una teoría cultural integradora que trate tanto de la historia
de la humanidad (y de su periodo semiogenético) como de las tipologías
sincrónicas (Koch 1986). Varias concepciones desde diferentes países aún no
se han contextualizado. Y esto significa que los contactos entre semiótica y
cultura todavía no se han solidificado, están creando nuevas formas de
conocimiento.
En 1973 fue posible escribir en las «Tesis para el estudio semiótico de
las culturas» sobre la semiótica cultural como una ciencia que estudia las
correlaciones funcionales entre los diferentes sistemas de signos. El presente
volumen 3 refleja el interés tanto sobre los diversos sistemas de signos y textos
culturales como también sobre las relaciones entre sistemas de signos. El
comité editorial está muy contento de ocuparse de la llegada de nuevos
nombres a nuestra publicación y de una multitud de puntos de vista
relacionados con esos nombres. Los materiales de esta colección reflejan bien
la influencia del material estudiado sobre la manera de pensar de estos autores
y la selección del método. Y, como tal, esta colección encaja bien con la
celebración del aniversario de la semiótica de la cultura. Una gran parte del
material de esta colección está formado por ponencias de dos congresos
(«Problemas de la descripción del texto literario» y «25 años del nacimiento de
la semiótica de la cultura»).

3Se refiere a Sign Systems Studies 27 (1999), del que este artículo es su presentación. Nota del
editor.

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Para la cultura es inherente ser diverso, contener distintos sistemas de


signos y textos en un complejo tejido. Pero, al mismo tiempo, la influencia del
entorno de los medios de comunicación en la cultura está aumentando y,
debido a esto, sistemas de signos y textos por lo demás autónomos pueden
encontrarse uno junto al otro. Se entrecruzan y se transforman, y la
identificación de sus elementos o signos resulta muy difícil a través de un
sistema o un texto. Esto significa que las condiciones específicas de semiosis
también nos fuerzan a hablar de intersemiosis, asociaciones de signos y textos
que no pueden estudiarse jerárquicamente o que son demasiado difíciles para
estudiarlos de esta manera; sin embargo, puede ser posible estudiarlos compleja
o complementariamente.
Por ello, anunciamos que el próximo número de Sign System Studies
será de carácter temático y en él queremos discutir con nuestros queridos
colegas acerca de un tema esencial en la cultura contemporánea: la
intersemiosis y el espacio de la intersemiosis. Teniendo en cuenta la juventud
de la semiótica de la cultura y su focalización en el objeto, la elección de este
tema significa un intento de encontrar posibilidades de análisis complejo, es
decir, buscar objetos de investigación que enriquezcan la semiótica de la cultura
misma y, al mismo tiempo, describir el entorno que los genera. En la semiótica
de la cultura existen tradiciones diferentes de investigación. Asimismo, la
semiótica se ha convertido en una parte natural de muchas disciplinas
pertenecientes al análisis cultural y a la teoría cultural. Por lo tanto, la semiótica
de la cultura no es aquí una frontera separadora: el semiótico de la cultura y el
semiótico en la cultura, aun así, en el plano global, están situados en el mismo
espacio. Esperamos contribuciones para el comienzo del año académico del
nuevo siglo, el 1º de septiembre.

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