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que lo lleva a oscilar entre la historia y entre aquello que precede a todo proceso
histórico. Hay una oscilación entre el ámbito objetivo de la historia y el subjetivo. Y
esta concepción histórica está asociada a cambios conceptuales y también a
problemas históricos más concretos que él está enfrentando. Va a enfatizar en todo
momento esta dimensión política en la articulación de los sentidos de identidad
nacional, y esto tiene que ver con el contexto en el que él está escribiendo su historia
de Belgrano, producto de la crisis de 1874 donde él se va a embarcar en un proyecto
insurreccional.
Estudiante: (Inaudible)
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elimine. Ese es el ideal de una identidad sustantiva entre ambos. Acá vemos cómo
cambia la idea de representación, se pasa de la idea de una representación-mandato a
una idea de representación-expresión.
Y esto tiene que ver con las dos características fundamentales. Lo que resulta
inexpresable es el concepto mismo de soberanía popular. Esa inexpresabilidad de la
soberanía popular está inscrita en su propio concepto, “la soberanía”, dice, “es por
definición indivisible, y por más independencia que se dé a los poderes públicos de
una nación, la tendencia natural de las cosas sociales ha de hacer fatalmente que el
acto de gobernar pertenezca por entero a uno de esos poderes”. Y es también
indelegable. Si yo delego la soberanía dejo de legislar. Dice: “si el pueblo es el
dueño nosotros empezaremos por conceder a los adversarios de nuestra doctrina que
él puede dejar abandonado si quiere el poder de gobernarse que le corresponde. Pero
en todo caso ellos deben concedernos a nosotros que delegando los derechos de esta
manera el pueblo deja de ser libre. Ahora pues, si la cuestión vital del gobierno libre
es mantener la opinión común en el poder para que ella misma se gobierne, es
evidente que se habrá obtenido el resultado opuesto al que se busca en una
constitución liberal. Todos los poderes pertenecen en una república democrática a la
opinión pública”.
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Él busca entender cuáles son los mecanismos por los cuales dar cuenta de esta
heterogeneidad. Él hace una serie de propuestas. Por ejemplo: adscribir una de las
cámaras a una clase social. Esta propuesta no se va a terminar aprobando, va a ser
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desechada, pero el núcleo del concepto político que empieza a desarrollar a partir de
ahora de cómo volver representable esa heterogeneidad no va a poder ya ignorarse
simplemente, en la medida en que la idea romántica de pueblo se iría viendo como
insostenible. El modo en que él encuentra para hacerlo va a ser justamente el trabajo
de la política, que sería un dispositivo para convertir estas diferencias estructurales y
traducirlas en el plano de la opinión pública. La cuestión para él se va a plantear en
términos de cómo convertir esa diversidad de intereses en el ámbito del discurso
político en diferencias de opiniones.
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verdad consiste en la lucha y el debate. Las causas son fenómenos morales que no
tienen nada de estable como el número y la línea”.
El punto, de todos modos, es que, más allá de las diferencias entre Mitre y
López, todo esto a su vez nos está hablando de cómo en la segunda mitad del siglo
XIX empieza a deshilacharse el concepto historicista romántico. Empiezan a
aparecer una serie de problemas que son ajenos al modelo genealógico originario.
Pero para entender esto hay que apartarnos de las dicotomías tradicionales de la
historia de ideas. Que ellos se aparten del historicismo romántico de ningún modo va
a significar que volvieron a un concepto ilustrado. La historia no es un giro
permanente en el vacío entre dos principios eternos. Se van a empezar a plantear
problemáticas nuevas que van a demandar la resignificación de todas las categorías
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Entonces, lo que él dice es que en la segunda mitad del siglo XIX liberalismo
se convierte en la ideología que acompaña estos intentos de instauración de estados
centralizados y fuertemente autoritarios. Digamos que el positivismo marca una
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Hay un texto que ustedes tienen que fija de alguna forma la visión estándar
sobre el positivismo en general, que es el libro de Kolakowski. El positivismo va a
acompañar en la segunda mitad del siglo XIX la segunda revolución industrial,
donde se incorporan nuevas formas de energía, y eso provoca un gran desarrollo
técnico y científico. Por estos años surgen un montón de disciplinas nuevas que van
a generar las teorías de los campos magnéticos que van a dar la termodinámica.
Toda una serie de desarrollos que culminan en 1905 con la teoría de la relatividad de
Einstein. En medicina se produce la revolución médica de Pasteur. Hasta 1870
todavía los métodos básicos de curación eran las sangrías y las cataplasmas. Les
ponían las sanguijuelas a los enfermos para sacarles la sangre supuestamente
contaminada, y esa era la base de toda la ciencia médica.
Lo que se trata es de aplicar los métodos de las ciencias naturales al estudio de las
sociedades. Y se piensa que se pueden modelar las sociedades del mismo modo en
que se puede dominar la naturaleza. El positivismo, para Kolakowski, se va a definir
a partir de una serie de reglas. La primera es la regla del fenomenalismo: atenerse a
los fenómenos y dejar de lado todo planteo metafísico, remitirse a lo observable. La
regla del nominalismo, que supone que todo saber formulado en términos generales
debe remitir siempre a los objetos singulares, casos particulares que son los únicos
susceptibles de conocimiento científico. La negación de todo valor cognoscitivo a
los juicios de valor y a los enunciados normativos, remitirse a lo dado sin pronunciar
juicios. Eso sería distinguir el conocimiento científico de la ética. Y la otra es la
unidad del método, que los métodos de la ciencia son universales y por lo tanto se
aplican a los diversos campos de la realidad, el método inductivo es el único valido
tanto para la historia como para la física.
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con Mitre y López. Nos muestra cómo el concepto mismo de organismo se había
entonces modificado respecto de la mitad de siglo precedente, y también la idea de
teleología implícita en aquél. Spencer tiene una gran obra que se llama “Los
primeros principios” que va a ser la que sintetiza su concepto filosófico. Está claro
que esos primeros principios él los toma de la ciencia pero de ciertas ciencias, parte
de ciertos desarrollos científicos específicos contemporáneos. Una influencia
fundamental para él no van a ser tanto los avances en el campo de la biología, como
para el pensamiento historicista, sino la termodinámica. De hecho, sus primeros
principios están tomados de las leyes de la termodinámica. La termodinámica es la
ciencia que estudia los desplazamientos de energía. En los años 50 se establecen sus
leyes fundamentales, que son primero la persistencia de la energía, que la energía en
el universo es constante; y que hay un proceso constante y uniforme de disipación de
energía. Es decir: si nosotros tenemos una taza caliente de café el calor se va a
disipar y el café se va a poner a temperatura ambiente. Lo mismo pasa a escala
cósmica con los soles y las estrellas. Hacia fines de siglo de esto se van a sacar
consecuencias negativas: la perspectiva de la muerte térmica. A muy largo plazo,
cuando toda la energía se distribuya homogéneamente va a haber mucho frío, no va
a haber posibilidad de vida.
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(Pausa)
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“Para formarse una idea exacta del poder del estado no debe confundirse
con la del poder social en general, porque de no hacerlo así se perdería la justa
independencia en que deben estar las diferentes esferas de la actividad social”
Digamos que el poder social busca que cada esfera de la sociedad desarrolle
su propia forma de representación.
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Así, en este primer intento por eliminar el desfasaje entre lo político y social a
nivel de la representación-expresión hace que vuelva a abrirse una fisura en otro
plano, al nivel de lo que podemos llamar la representación-figuración, cómo se
representa la sociedad y cómo se la concibe, cuáles son esos intereses sociales que
deben ser a su vez representados. Recapitulando lo visto hasta aquí. Una vez que se
quiebra la idea romántica de una coincidencia romántica entre estado y sociedad se
abre nuevamente el problema de la trascendencia, la existencia de un desfasaje
constitutivo entre ambos términos. Viene a plantearse así el problema de cómo
eliminar el fantasma de la trascendencia. Y es acá que estalla el debate electoral. Eso
ya no se puede confiar a la historia sino que debe ser el resultado de un accionar
político. Ahora, ese intento de reducir esa distancia y lograr un sistema político que
sea una replica exacta de la sociedad, hace que la misma vuelve a emerger en el
plano de la representación figuración. Es en este plano que resurge, de manera aún
más aguda, el problema de la trascendencia. Aquello que deben determinar cuáles
son esos intereses que deben estar representados en el sistema político se
desprenden, de hecho, de la propia sociedad. Su opinión ya no va a ser una opinión
más, sino que ellos van a hablar ahora en nombre de un saber objetivo, impersonal.
Son los portadores de un saber social o de una sociología.
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Sin embargo, una vez que se impone esta idea de que hay que eliminar todo
tipo de desajuste entre estado y sociedad, va a surgir un nuevo interrogante: ¿cómo
se constituye la propia sociedad civil? La idea de una representación social en un
sentido recuerda la idea del antiguo régimen de la representación estamental. La idea
de representación social pareciera devolvernos a una idea de representación por
cuerpos, pero hay una diferencia fundamental: que estos grupos especializados, a
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de funciones que compone la sociedad civil. Entonces, es una función más, pero al
mismo tiempo no lo es. En definitiva, en ella se encarna el ideal de autoconstitución
de la sociedad (el trabajo de la sociedad sobre sí misma). Pero, de este modo, ese
intento de eliminar el fantasma de la trascendencia reemerge radicalizado en otro
plano. De hecho, entre el paciente y el médico hay una asimetría fundamental: el
paciente es siempre paciente, un sujeto pasivo sometido a los dictámenes de aquellos
que poseen el saber y que son los encargados de constituir esta sociedad civil como
tal. Ellos se consideran de una parte integrante de esa sociedad, pero al eliminar la
antinomia entre política y estado lo único que se va a lograr es la partición de la
propia sociedad. Esa antinomia se va a reproducir ahora en el interior de la propia
sociedad en las figuras del médico y el paciente.
Estudiante: (Inaudible)
Estudiante: (Inaudible)
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Profesor: Ellos piensan claramente que existe una tecnocracia, los encargados
de ordenar la sociedad según los principios de la ciencia. Ellos piensan todavía en
términos dicotómicos. Ellos parten de la idea de que la suya no es una opinión más,
sino que son los voceros de una ciencia que obedece a principios que están más allá
de todo debate. Y esa la idea que subyace al postulado de que hay que aplicar los
principios de la ciencia a la sociedad. Esa idea supone a su vez también un concepto
que las sociedades ya no son un producto histórico. La quiebra de la idea romántica
de pueblo abre la puerta para pensar las sociedades como heterogéneas y
construcciones políticas. Éstas pasan a ser vistas así como el resultado de una
intervención política, y eso va a plantear el problema de cuál es la naturaleza de esas
operaciones producidas en un cuerpo social, y quiénes sus agentes.
Esta es una problemática nueva que aparece y que va a ser también la que en
la década del 20 del siglo pasado va a hacer estallar este tipo de lenguaje y va a dar
lugar a un nuevo lenguaje político. En última instancia esta idea de un ideal de
democracia perfecta en que la sociedad se gobernaría a sí misma va a terminar
dando lugar a las peores dictaduras, y eso va a hacer que ese intento de identidad
entre lo social y lo político ya en la década del 20 se va a denunciar como absurdo y,
en última instancia, políticamente perverso. Y eso va a permitir, a su vez, que
aparezcan teorías como la de Carl Smith, su idea de la soberanía hará ahora
manifiesta la instancia política como institutiva de lo social, la cual resultaría ella
misma infundamentada. Remerge, en fin, en el plano del discurso lo que el siglo
XIX quiso eliminar, lo que éste no podía aceptar. Al hablar el siglo XIX en nombre
de un fundamento objetivo buscaba eliminar todo vestigio decisionista. Esas
operaciones producidas sobre la sociedad, son operaciones propiamente políticas
pero que se niegan como tales ocultándose tras el velo de una racionalidad científica.
Se asumen como manifestación de un saber objetivo impersonal.
no podía admitir. Para el siglo XIX eso aparecía siempre como incompatible con
cualquier concepto republicano y es lo que va a tratar de eliminar sin poder nunca
lograrlo. El fantasma de la trascendencia siempre se volvía a manifestar. Pero bueno,
al siglo XX ya no llegamos nosotros, nos quedamos acá.
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