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15/8/2014 Clase 24 : El lazo social del trabajo: paradojas actuales. Autor: Xavier Orteu.

Clase 24 : El lazo social del


trabajo: paradojas
actuales. Autor: Xavier
Orteu.

Sitio: FLACSO Virtual


Curso: Diploma Superior en Psicoanálisis y Prácticas Socio-Educativas - Cohorte 10
Clase: Clase 24 : El lazo social del trabajo: paradojas actuales. Autor: Xavier Orteu.
Impreso por: Cynthia Blasco
Día: viernes, 15 de agosto de 2014, 09:13

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15/8/2014 Clase 24 : El lazo social del trabajo: paradojas actuales. Autor: Xavier Orteu.

Tabla de contenidos
Introducción
I. El desempleo en la economía global: Una pregunta y una orientación.
II. El trabajo como referencia
lIl. Trabajo y proyecto vital
IV. Acerca de la posición del desempleado
V. Educación e inserción social
Conclusiones finales
Cierre
Bibliografía

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15/8/2014 Clase 24 : El lazo social del trabajo: paradojas actuales. Autor: Xavier Orteu.

Introducción

Establecimiento de la clase: Mariana Altieri*

Hoy les presentamos la cuarta clase del Módulo 2: “El lazo Social del trabajo: paradojas actuales”.
Hasta ahora hemos venido reflexionando sobre el lazo social como uno de los elementos imprescindibles
para pensar el malestar. En las clases anteriores nos hemos referido al lazo como fundamento de la
constitución subjetiva.

Norma Barbagelata en la Clase 7 se interroga sobre la especificidad del lazo social, las novedades del
lazo contemporáneo y a su vez sobre las transformaciones de las instituciones actuales. Venimos
diciendo que el lazo es el modo en que se estructura el “entre” los sujetos, y que determina
posibilidades y límites para los mismos.

Perla Zelmanovich, en la Clase 8 introduce como operador conceptual para poder leer aquello que se
despliega en el lazo, la formulación de los “cuatro discursos” que Lacan presenta en su Seminario XVII,
pensados como cuatro modos de producir lazo, cuatro maneras de encuentro con el otro, y cuatro
maneras de tratamiento del goce.

Y en la Clase 9 con el anticipio de un breve ejercicio de lectura de las nuevas configuraciones familiares,
Alicia Azubel nos permite leer algunas características del lazo fraterno, lectura que creemos de suma
importancia en el campo de la clínica socioeducativa, cuando intentamos abordar aquello que se
produce “entre pares”, sean estos alumnos, o colegas. Es decir, pensar lo fraterno, creemos, nos
permite también pensar otra arista de lo colectivo. Los invitamos a tomar estas claves: lazo social, la
lógica de los cuatro discursos, y la ambivalencia de lo fraterno, ahora para interrogar el mundo del
trabajo con la Clase 10.

Su autor es Xavier Orteau, Educador Social que reside en Barcelona, España. Él nos invita a pensar el
lazo social en el mundo del trabajo en relación con ciertas paradojas actuales. En el contexto del
capitalismo la inserción laboral es una de las bases de la integración social de las personas. El autor
plantea que para poder participar en ese campo hay que ser conciente de cuál es el contexto del mundo
del trabajo hoy en día: las tendencias a la flexibilización y desregulación, la fragmentación de las políticas
de empleo, el deterioro de las políticas de protección social y los problemas de accesibilidad para los
grupos más desamparados. Por ello plantea que las intervenciones que traten de llevarse a cabo en ese
terreno, deben estar respaldadas por una “orientación que apunte a inscribirse por la vía del saber”. Esta
es la hipótesis que Orteau pone a trabajar.

La caída del mundo del trabajo que conocíamos está afectando a las personas que habían encontrado
allí mecanismos de construcción de su identidad, si coincidimos con el hecho de que el trabajo mismo
funciona como uno de los lugares desde dónde es posible nominar el mundo y nominarnos nosotros
mismos en función del lugar que ocupamos como actores en una escena común. El desempleado no
sólo no dispone de trabajo sino que también ha perdido algo que tiene que ver con el hecho de tener un
lugar en la sociedad. Paralelamente, el trabajo se sitúa en el centro de cualquier proceso de inclusión
social, y la transformación de los caminos de acceso y permanencia en el mercado de trabajo está
generando intensos cambios en los modos de socialización a él relacionados.
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Xavier Orteau nos permite reflexionar con “un caso” sobre la posibilidad de dar valor a la palabra del
sujeto, cómo hacer posible una oferta educativa de inserción (desde la institución que dirige destinada a
prestar servicios en orientación profesional para la búsqueda de empleo para adultos y adolescentes) en
las condiciones actuales del mercado, y cómo ubicar en un trayecto educativo, el compromiso del
sujeto. La reflexión sobre estas cuestiones y ciertas paradojas que va a situar en el desarrollo de la clase
le permiten realizar una propuesta metodológica para el trabajo educativo en el campo de la inserción
laboral.

Le damos, entonces, la palabra.

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I. El desempleo en la economía global: Una


pregunta y una orientación.

Autor de la clase: Xavier Orteu*

La plaza del desempleado nació a la sombra de la de empleado. Si bien durante mucho tiempo esta
plaza no ha podido entenderse sin su opuesto, desde hace algunos años empezamos a ver síntomas de
su emancipación. La presente clase plantea cuatro paradojas en relación al papel del trabajo como
referente social en la actualidad tanto en relación a los empleados, como sobretodo, a los
desempleados. La necesidad de este recorrido a través de paradojas surge por la imposibilidad de dar
cuenta de manera adecuada de aquello que está sucediendo en el campo de la inserción laboral. De la
imposibilidad de seguir pensando esta práctica únicamente como un corrector social dentro de unas
determinadas coordenadas en las que el trabajo podía asegurar un lugar en lo social.

Camisa de trabajo

Aunque el desempleo existe, el problema para la educación no es estrictamente este. La cuestión que
nos ocupa es saber qué entendemos por desempleo en la actualidad, bajo los efectos de una economía
globalizada y de una desregulación generalizada. Sin esta comprensión es difícil que podamos situar
nada que tenga que ver con nuestra función como agentes sociales.

Pero para podernos enfrentar a esta pregunta vamos a tener que aceptar que los tiempos son oscuros
para quien experimenta la contemporaneidad (Agamben, 2008) y que hace falta una determinada
orientación ante la confusión actual. Una orientación que apunte a inscribirse en la vía del saber y no
dejarse arrastrar por la pérdida del interés, ni permitiendo la dimisión del fundamento de la propia
práctica, ni alienándose a las propias creencias personales (TIZIO, 2003). El presente texto es la
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aceptación de que la oscuridad en la que nos encontramos nos concierne y nos interpela.

El recorrido que propongo es fruto del trabajo que venimos realizando en Insercoop (Barcelona) desde
hace algunos años. Esta institución, dedicada a la orientación profesional y a la inserción laboral, plantea
un apoyo a las personas desempleadas en el que la oferta para ocupar una plaza en el mercado laboral
no se confunde con un lugar de trabajo concreto, sino que es una posibilidad de articulación con lo
social. El trabajo se realiza desde una perspectiva educativa y para llevarlo a cabo se cuenta con
diferentes soportes técnicos que permiten sostener esta posibilidad.

El texto propone el siguiente recorrido:

Primera paradoja: cuando el trabajo pierde su lugar de referente gana un papel prioritario en lo social

Segunda paradoja: aunque el trabajo es imprescindible sólo ocupa un lugar secundario en el proyecto
de vida.

Tercera paradoja: la plaza de desempleado la ocupan personas que no pueden sostener la dimensión
laboral estén o no dispuestas a trabajar

Cuarta paradoja: aunque el desempleado no pide educación sino un empleo, la educación hace
posible su inserción

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II. El trabajo como referencia

Primera paradoja: cuando el trabajo pierde su lugar de referente gana un papel prioritario en
lo social

Mameluco

El ser humano es un ser social, articulado a través del lenguaje. Requiere de la palabra como sistema de
producción y de transmisión del patrimonio cultural. Para realizar esta transmisión, los individuos de
cada cultura, nos valemos de diferentes instituciones que nos permiten ocupar un lugar en lo social
sorteando nuestra falta de disposición genética para la vida común. Un lugar desde el cual podemos dar
nombre a aquello que nos vincula con el mundo y poder para transformarlo (TIZIO, 2002).

El trabajo como institución es uno de estos lugares desde los que es posible nombrar el mundo y
nombrarnos a nosotros mismos como actores en él. En la Edad Media, por ejemplo, los gremios y los
talleres eran instituciones que regulaban el acceso a lo social no sólo porque facilitaban el acceso al
trabajo sino también porque inscribían al individuo en un mundo de significantes compartidos desde el
que era posible sentirse integrado. La cultura del trabajo fijaba los espacios de aprendizaje y el papel de
los aprendices y los maestros sólo era posible entenderlo dentro de este sistema social. De la misma
manera, los cambios que introdujo la modernidad* no sólo tenían que ver con nuevos sistemas de
producción, sino que también daban un nuevo valor al trabajador en tanto que ciudadano. Esto a su vez,
condujo a una lectura de su propia situación en términos de clase social. Por su parte, la modernidad
actual es la modernidad líquida (BAUMAN 2000) y tiene como particularidad la imposibilidad de
sostener cualquier promesa de permanencia o estabilidad. Así, las instituciones desde las que se había
podido nombrar el mundo que conocemos, con la certeza de que ese mundo se iba a mantener, se
están licuando. Esto significa que, como si fueran líquidos, diluyen su constitución sólida y adoptan
nuevas formas.

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Casco

La pérdida de referencia del trabajo como articulador social, apunta dos aspectos de esta
transformación que me interesa señalar y que creo que son vitales para entender el trabajo social y
educativo. Por un lado se da el problema de que no existe trabajo para todo el mundo y por lo tanto no
se puede garantizar a todos los individuos un lugar en el mercado laboral. El trabajo y la ciudadanía se
presentaban como una simbiosis perfecta para la integración social. En cambio ahora ya no se puede
asegurar un lugar como ciudadano a todas las personas.

Por otra parte, el trabajo deja de ser la columna vertebral de un proyecto individual que pretendía
articular lo social con lo particular. Una de las ideas de la modernidad era la humanización a través del
trabajo. Hay que saber que si el trabajo posee una función social es porque puede tener incidencia en la
economía libidinal del sujeto*. El trabajo no es externo a la subjetividad. Los acontecimientos
económicos tienen su repercusión en los acontecimientos individuales. Actualmente se están
transformando las condiciones de articulación con lo social y surgen diferentes problemas para sostener
la dimensión laboral. Aunque el trabajo puede seguir proveyendo un ingreso económico no siempre
puede asegura la integración social. Es importante tener en cuenta esta doble dimensión de la pérdida de
referencia del trabajo en relación a los individuos y en relación a los profesionales.

Etimológicamente el término referente es un vocablo tomado del latín referre que significa “hacer
referencia”, propiamente “volver a llevar”. Este sentido original del término me permite aclarar algo de
esta doble problemática generada por las transformaciones en el mundo del trabajo. Por un lado, ser
referente, supone la necesidad de remitirse a algo que es previo. El referente sólo lo es en la medida
que puede volver a llevar a colación algo que ya existe, aunque en otro lugar y quizás con otra forma. La
referencia a la que remite el trabajo tiene que ver con las condiciones para la construcción del vínculo
con lo social. Básicamente podemos hablar de tres áreas que lo hacen posible: ser el eje de los
aprendizajes, regular los intercambios y dar un sentimiento de utilidad social. La primera se basa en
entender el trabajo como el principal motivo para el aprendizaje de la vida social y para la constitución
de identidades. Es decir, que el trabajo ofrece un marco para la adquisición de gran variedad de las
obligaciones propias de la vida en común. Aprendizaje que evidentemente no se limita a los aspectos de
carácter técnico, sino también a los específicos de la convivencia. En segundo lugar encontramos el
argumento de que la actividad laboral deviene la medida por excelencia que regula los intercambios
sociales. Esto actúa como una norma y establece un mecanismo básico de regulación sobre el que
puede descansar el vínculo y el orden social. Y finalmente, la idea de que el trabajo permite a todo el
mundo tener un sentimiento de utilidad social. Ofrece un mecanismo que contribuye a la vida social
facilitando un ajuste entre las capacidades de cada uno y las necesidades sociales y productivas
(MEDA: 1995).
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Por otra parte, de referir de referente, también derivan referenciar, referéndum (decreto que ha de
llevarse nuevamente a aprobación del pueblo), de ahí refrendar. En nuestro caso, podemos entender
que lo que hace falta aprobar es una propuesta que remite a una modalidad de inscripción en lo social.
Esta propuesta tiene que ver con el proyecto profesional dentro del marco del valor social del trabajo y
su aprobación hace referencia al consentimiento del individuo. A participar en ella, a dejarse vincular
con lo social a través del desarrollo profesional. En este punto es interesante saber que aunque nunca
puede plantearse como una relación de causa-efecto directa o mecánica, si es posible abordar desde
una perspectiva educativa la manera en que un individuo se articula con lo laboral es justamente porque
se requiere este consentimiento. La condición para que este anudamiento sea posible, es que el sujeto
debe ocupar un lugar de responsabilidad respecto a sus decisiones. La elección particular es un
elemento clave para el trabajo educativo.

El formato en que se da la regulación subjetiva de las personas viene condicionado por las marcas de
época. Habitualmente, cuando se hace referencia al papel del trabajo en la construcción del vínculo
social y la promoción del individuo, no diferenciamos estas funciones del contexto social en que se dan.
Y esta distinción es fundamental.(ARENDT 1993) apunta que hace falta diferenciar aquello que remite
al vínculo económico con el vinculo social porque esta distancia permite la inscripción del sujeto. Si
repasamos las diferentes tesis sobre el fin del trabajo que han ido apareciendo en las últimas décadas,
comprobamos que todas ellas tienen un nexo común: el fin del trabajo como articulador social.

El trabajo no ha perdido su valor en cuanto mecanismo para la obtención de ingresos, ni tampoco su


papel como principal ocupación en el tiempo socializado. Lo que se desvanece es la civilización del
trabajo. Hay que saber que ser un desempleado es sólo un lugar posible a ocupar y que remite a este
universo significativo de la civilización del trabajo. Por lo tanto, también marca las posibilidades de
comprensión, de acción y de transformación de esa realidad. El trabajo como institución diluye su
influencia incluso para aquellas personas que carecen de él. Pero estas personas, obligadas a ocupar el
lugar de desempleado, pueden sufrir las consecuencias de un discurso que ha perdido su actualidad. La
crisis del trabajo corre el riesgo de convertir la inserción laboral en la gestión del no-empleo. Es decir, el
riesgo actual para las personas sin empleo, es que esa plaza en lugar de ser un espacio para la
promoción lo sea para la fijación en el lugar de control y de exclusión de los nuevos marcos de
construcción del vínculo social.

Las personas que atendemos necesitan trabajar, pero el trabajo es cada vez menos un referente social y
cada vez más la pura actividad productiva. A su vez, los profesionales no sabemos qué posición tomar:
si esta pérdida del trabajo como referente social es algo a lamentar o no.

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lIl. Trabajo y proyecto vital

Segunda paradoja: aunque el trabajo es imprescindible sólo ocupa un lugar secundario en el


proyecto de vida.

Ropa entrevista de trabajo

Uno de los elementos más visibles de la transformación del trabajo es que se ha roto la unidad del ciclo
vital. La continuidad de la carrera laboral unitaria se ha fragmentado en mil pedazos. La linealidad ha
desaparecido, la capacidad de acumular saberes se difumina y la decisión de posibles alternativas se
convierte en una quimera. El icono de la toma de decisiones ha cambiado. Ya no es un laberinto sólido
en el que a pesar de su complejidad se podían tomar referencias fijas para orientarse en él. La imagen
actual es el desierto. Cualquier decisión tomada no tiene referencias anteriores y igualmente no deja
ningún rastro. Sólo sirve para quien la toma y en el momento que lo hace (BAUMAN 2003).

Las desregulaciones están afectando a los sistemas de identificación y de alguna manera podemos decir
que dejan en evidencia la falta de una identidad congénita. Las identificaciones* no vienen sino al lugar
del vacío del propio sujeto. A darle un nombre y eventualmente un ser.

Nuestra actualidad está marcada por el ideal de un yo flexible. Flexibilidad disponible para adaptarse a
las diferentes necesidades y condiciones que exijan la optimización de la productividad. Pero nos
encontramos con personas que no saben de qué buscan trabajo. La flexibilidad para ellos es un cambio
constante de ocupación que hace que al final no sepan de qué buscan trabajo, sólo saben que necesitan
trabajar. Personas que estaban trabajando y que disponían de una cierta trayectoria laboral de repente
descubren que no saben cuál es su valor en el mercado de trabajo. Hasta hace poco, cuando una
persona se quedaba sin empleo, las dificultades para ayudarla hacían referencia básicamente a cómo
conseguir uno nuevo. Raramente la persona se cuestionaba la dirección de su búsqueda. Esta dirección

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tomada remitía a un cierto sentido histórico y la estabilidad laboral apoyaba esta visión. Actualmente los
dispositivos de inserción laboral tienen que enfrentarse a una nueva dificultad; además de no tener
trabajo, la persona, no sabe de qué puede trabajar.

Vemos como la precariedad laboral es también una precariedad de los lazos sociales. Estas personas se
encuentran solas enfrentándose al futuro. “¿Dónde estabais cuando me quedé sin trabajo?”
preguntaba una de ellas cuando fue dirigida a un programa de inserción laboral. A los dispositivos de
inserción laboral y a las instituciones sociales en general, les cuesta más contestar a este tipo de
preguntas. Y cuando lo hacen, sus respuestas no consiguen disimular que las personas se encuentran
cada vez más solas enfrentándose a la necesidad de mantener el lazo social. La precariedad es uno de
los significantes importantes de la modernidad líquida (GLOSARIO: Referencias conceptuales: La
caracterización de la modernidad como un “tiempo líquido” —expresión, acuñada por Zygmunt Barman
— da cuenta del tránsito de una modernidad “sólida” —estable, repetitiva— a una “líquida” —flexible,
voluble— en la que las estructuras sociales ya no perduran el tiempo necesario para solidificarse y no
sirven de marcos de referencia para los actos humanos). La precariedad hace referencia a que lo que
antes ponía el Estado, ahora debe ponerlo la persona. Pero el problema se da en aquellas personas que
no pueden poner más. Muchas con las que trabajamos están en esta situación. A la precariedad laboral
(no disponen de trabajo, no saben de qué pueden trabajar,…) se le suma una fragilidad personal y el
resultado es una precariedad social.

Podemos apuntar que a cada sujeto no le queda más que la posibilidad de ser, en parte, su propio
agente. Ante el abandono de las instituciones, debe hacerse cargo de cómo inscribirse en lo social. En
este punto es interesante recordar que la individualidad actual tiene que ver con la retirada de las
protecciones sociales y no por un exceso de intereses particulares. Esto nos conduce a uno de los
principales obstáculos actuales: la falta de sentido. Nos encontramos con personas que han perdido su
trabajo y que no tienen apenas confianza en que su esfuerzo vaya a variar su situación futura. Eso les
hace perder capacidad de apuesta. Aunque pueden encontrar algún trabajo puntual, saben que su
situación de fondo no cambiará sensiblemente. Al finalizar ese trabajo se encontrarán en el mismo punto
de partida pero cada vez con más edad y con un margen de maniobra más estrecho.

Paralelamente, los profesionales, hemos perdido progresivamente, casi sin darnos cuenta, la posibilidad
de apostar por un horizonte social en el que la integración por lo laboral era una de sus principales
bazas. La apuesta por un esfuerzo del sujeto en esa dirección ha ido desapareciendo de nuestra gama
de argumentos. Esta falta de sentido de futuro, de posibilidad de construcción de un proyecto individual
en el marco de una sociedad, también es el principal obstáculo para los educadores a pesar de que
puntualmente se puedan utilizar trucos reparadores a modo de programas de actuación que permiten
disimular provisionalmente el sentimiento de vacuidad existente.

Esta situación, de falta de sentido, puede acabar siendo un bucle: las condiciones del mercado de
trabajo no animan a construir un proyecto profesional y este desánimo hace imposible el esfuerzo para
que se puedan abrir espacios de oportunidad individual con lo que las condiciones para el individuo
siguen igual. El caso de los jóvenes inactivos por ejemplo, puede hacernos pensar que se trata de chicos
que no quieren trabajar porque rechazan el esfuerzo. Estando en edad laboral, ni trabajan, ni buscan
trabajo, ni estudian. Se trata de una inactividad voluntaria. Aquella que en el imaginario social se vincula
con procesos de exclusión y de marginalidad. Pero con frecuencia este “no querer trabajar” es en
realidad una negativa a ocupar un determinado lugar vacío, sin futuro. Si antes se asimilaba la vida al

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trabajo, ahora donde está la vida no está el trabajo (la vida está fuera del trabajo) y tal disociación
surge como complemento al ideal de ser uno mismo. Los jóvenes buscan ser ellos mismos y el trabajo
no es una buena estrategia para conseguirlo.

Aunque podemos encontrarnos que muchos de estos chicos son capaces de mantener otras actividades
de manera satisfactoria, se corre el riesgo de que queden fijados en un lugar fuertemente patologizado,
empujados por el riesgo a no ser uno mismo. Sólo tienen delante suyo, como proyecto posible, su logro
personal. Esto o el fracaso. (LAURENT 2004). Ante tal presión la inactividad, o sea el rechazo, se
presenta como un salvavidas particular. A esto cabe añadir, que cuando se deja a un joven como único
amo de su propio código moral, se provoca que no haya nadie fuera de él con autoridad para sancionar
aquello que hace. En definitiva, esta situación pone al sujeto en situación de desamparo.

Este ideal de ser uno mismo se vincula con la propia existencia en donde cada uno tiene que construir su
propio estilo de vida. En un tiempo en que todo es líquido lo más imperecedero es uno mismo y a ello
hay que dedicar la energía. El ritmo de vida es el espíritu del capitalismo de nuestras sociedades
avanzadas (CALLEJO 2009). Este ritmo de vida como norma de consumo indica el cambio continuo, el
estar a la última. Si antes era el trabajo el que marcaba el ritmo de vida, aquello a lo que se podía llegar
como individuo, ahora podemos decir que es el ritmo de vida que uno quiere lo que marca sus ideales y
su relación con el trabajo. Aquello que está dispuesto a hacer para ser él mismo.

De la pregunta “¿Quien soy para los otros?”, se ha pasado a la de “¿Quien soy para mi mismo?”
Muchas personas buscan respuestas en el mercado de consumo. El ideal de ser uno mismo lleva a
entender la subjetividad como una mercancía y la premisa que permite desarrollarla es la libertad para
de elección. Es decir, la libertad de elegir cómo ser uno mismo en cada momento.

Para estar inscrito en la cultura de época ya no cabe disponer de un cierto patrimonio, sino estar en
condiciones de cambio permanente. Ya no se trata de disponer de una cierta colección de bienes
culturales o de conocimientos y técnicas relativas a la producción, se trata de saber cambiar
continuamente nuestro modelo competencial ajustándolo a las necesidades y entornos cambiantes. Ya
no se trata de saber utilizar la máquina sino de saber leer las instrucciones de las muchas máquinas que
se necesitarán utilizar a lo largo de la trayectoria profesional.

Cada vez nos encontramos con personas para las que la posibilidad de inserción laboral pasa
primeramente por tener un proyecto de ritmo de vida propio que permita alojar un trabajo. Sin este
previo, muchas personas, no saben qué lugar debe ocupar el trabajo en su vida.

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IV. Acerca de la posición del desempleado

Tercera paradoja: la plaza de desempleado la ocupan personas que no pueden sostener la


dimensión laboral estén o no dispuestas a trabajar

Telemarketers

La inserción laboral se ha pensado a partir de la categoría empleo y su opuesto desempleo. Si el


empleo vinculaba con la ciudadanía, el desempleo era concebido como una injusticia social y por tanto
ubicaba al desempleado en el lugar de víctima social. La condición para participar en las lógicas de
inserción era estar dispuesto a ocupar este lugar de desempleado y aceptar los atributos a él asociado.

Los cambios en el valor del trabajo también están afectando al valor no-trabajo y la crisis de las
identificaciones que esto conlleva tiene consecuencias a nivel de las construcciones individuales. Cuando
lo social está apuntando especialmente a esta plaza como mecanismo básico para la integración, se
hace imprescindible detectar cómo es ocupada por el individuo.

En el análisis de los desencajes que se dan entre la plaza que se oferta y las modalidades de ocuparla se
dan las condiciones para conocer algunas dificultades a tener en cuenta desde la dimensión institucional.
Registrar este aspecto, nos permite conocer las transformaciones institucionales necesarias para dar
cabida al sujeto de la educación. Algunos apuntes al respecto:

Hay personas que ocupan el lugar de desempleado porque es la manera en que pueden seguir
manteniendo la prestación económica que reciben por parte del Estado. Se les exige su participación, a
modo de contraprestación, en algún tipo de programa de búsqueda de empleo. Pero el temor a perder
la prestación y quedarse sin cobertura puede empujar al individuo a fijar su posición de víctima. Los
servicios de inserción y más tratándose de determinados colectivos, han provocado identificaciones muy
fuertes de estas persones en la posición de víctima de las que cuesta que se desprendan. Esta posición
condiciona fuertemente la disponibilidad al cambio de lugar y por lo tanto la función de la propia
institución.
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El lugar de desempleado lo están ocupando también personas para las que ese espacio, es un lugar de
promoción. En algunos casos esto se debe a una escasez de otros espacios sociales de cierto
reconocimiento Por ejemplo lo podemos comprobar en el caso de las personas de origen inmigrante.
Para ellos la posibilidad para ocupar el lugar de desempleado puede ser la antesala de un empleo y hay
que pensar que el principal motivo de su migración es económica. Pero también lo vemos en casos que
el lugar de desempleado puede ser la antesala de un lugar social diferente. Por ejemplo lo
comprobamos en el aumento de peticiones de búsqueda de empleo por parte de personas
diagnosticadas con trastornos mentales graves. Personas que antes ni trabajaban ni buscaban empleo,
ahora sí. Una hipótesis es que la posibilidad de ocupar la plaza de desempleado los acerca a la
normalidad social. Un peligro evidente de esta situación es que las instituciones limiten la plaza que se
oferta al hecho de trabajar, sin permitir la emergencia del sujeto particular.

Se confunde la complejidad que supone tener en cuenta al sujeto con una lista más o menos amplia de
indicadores o factores personales. La creencia es que el dominio de esta información hace posible la
activación del sujeto en una determinada dirección. Hemos visto, por ejemplo, como ante el gran
volumen de personas desorientadas en relación a sus posibilidades laborales, las administraciones han
puesto a trabajar potentes mecanismos de información y orientación profesional. El resultado de estos
esfuerzos ha sido desigual, pero cabe apuntar que ha aparecido un volumen importante de personas
“resistentes” a tal información. Hay situaciones en las que las personas sólo pueden seleccionar aquella
información que encaja con sus expectativas y esto produce numerosos desencuentros ya que las
expectativas del sujeto no pueden cubrirse con información real. Podemos anotar que la complicación
de los efectos actuales provocados por la desregulación del mercado de trabajo, requiere actuaciones
complejas. Pero se trata de una complejidad que no se basa en un aumento de indicadores de análisis o
de volumen de información. Se requieren otras prácticas.

En la plaza de desempleado se borra a la persona como protagonista. Cuando una persona no sabe de
qué puede trabajar, cuando no sabe cuál es su valor en el mercado laboral, las propuestas que se
sostienen en que el individuo no dispone de ningún saber sobre su situación, dificultan la posibilidad de
ubicar su responsabilidad. Bloquean la capacidad de recuperar un lugar desde el que leerse a si mismo,
desde el que entender dónde se está. Peor que no disponer de un trabajo es no saber qué puede hacer
uno para cambiar su situación. El abordaje de estas situaciones sí requiere de un tratamiento de la
complejidad, pero es la complejidad pedagógica a la que hacemos referencia. Aquella que permite
construir escenarios, provocar situaciones, que promuevan la emergencia de un sujeto en clave de
protagonista de su propia historia.

La plaza de desempleado es reacia a tratar con aspectos preliminares a la posibilidad de inserción


(sanitarios, psicológicos, asistenciales, etc.) O los niega expulsando a aquellas personas que no están en
condiciones óptimas para sostenerse en el mercado laboral o los confunde con el trabajo de inserción
laboral haciendo de ellos la causalidad del desempleo y no su consecuencia. La plaza de desempleado
es uno de los emplazamientos sociales más claros y fáciles de acceder actualmente. La multitud de
programas existentes canaliza gran parte de la demanda social y nos encontramos con muchas personas
en las que a pesar de que su dificultad más importante no es la situación laboral son atendidos desde
estas instituciones que acaban reconvirtiendo los problemas a aquellos que se pueden abordar desde el
programa de inserción. A su vez, también nos encontramos con personas que prefieren ser atendidas en
estos espacios que entrar en circuitos mucho más estigmatizados.

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Finalmente, es interesante observar cómo la plaza de desempleado tiene dificultades para atraer a
sujetos que quedan fuera de la cultura del trabajo. Lo hemos visto anteriormente cuando nos referíamos
a los jóvenes inactivos o errantes. El problema actual es que los cambios, al ser tan rápidos, hacen cada
vez más difícil el enganche de aquellas personas que van quedando al margen. En este sentido, el
reciclaje profesional es posible, cuando la persona no está todavía muy distante del mercado laboral.

Como reflexión común podemos apuntar que la plaza del desempleado como una víctima es insuficiente
a nivel conceptual para dar respuesta a los retos actuales. El trabajo forma parte, de manera
complementaria, al resto de proyectos personales que apuntan en la dirección de un estilo de vida. Para
la educación, se trata de ver las dificultades del sujeto no en relación al empleo sino en relación a ser
protagonista (TOURAINE 2006). El tema, así planteado, ya no es estrictamente cómo tener un trabajo
sino como ser un sujeto articulado con lo social. Un sujeto de su época.

Teclado

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15/8/2014 Clase 24 : El lazo social del trabajo: paradojas actuales. Autor: Xavier Orteu.

V. Educación e inserción social

Cuarta paradoja: aunque el desempleado no pide educación sino un empleo, la educación


hace posible su inserción

Para que la educación social* pueda hablar de inserción laboral necesita tratar de manera diferenciada
las diversas situaciones límite en que se encuentran los sujetos. Las situaciones que desembocan en una
exclusión del mercado de trabajo sólo pueden adquirir sentido para el desarrollo de la ciudadanía si se
las reinscribe dentro de determinados procesos personales y sociales. Si se las ubica en relación al
vínculo con lo social y no únicamente en relación a lo económico expresado en alguna de sus variantes
(rentabilidad, productividad, empleabilidad,…)

El centro de nuestra propuesta es construir para cada sujeto un lugar desde el que poder acceder a lo
social del trabajo, una posición que permita una determinada inscripción social. Por lo tanto, no se trata
solamente de disponer de posibilidades laborales, aunque es evidente que sin este marco la oferta de
lugar que realizamos, queda vacía en su base. Se trata de un dispositivo que promueva hacer lazo con lo
social en donde tenga cabida la dimensión laboral. A través de un caso podremos profundizar en
algunos elementos del diálogo educativo que lo hacen posible:

Marian es una chica de 17 años adoptada. En el momento en que llega al servicio de orientación
profesional está realizando el tercer curso de la Educación Secundaria Obligatoria aunque hace
absentismo de manera cada vez más frecuente. Ha repetido algunos cursos y ha realizado algunos
pequeños trabajos esporádicos ayudando en una tienda de barrio de la familia de una amiga suya.

Su llegada es a través de la demanda de sus padres. El motivo es que le van muy mal los estudios. Nos
piden que la orientemos en relación a su futuro: que estudie o que trabaje. En el instituto y básicamente a
través del diálogo entre los padres y el tutor se ha ido construyendo la hipótesis de que las dificultades
de Marian tienen un origen de “carácter biológico”. La explicación es fácil: los otros dos hermanos —
hijos biológicos de la pareja— han podido estudiar sin problemas y Marian no.

Cuando empezamos a atenderla nos encontramos con una chica simpática, alegre y muy comunicativa.
Nos comenta que tiene problemas para aprobar y ella cree que es porque no está capacitada para los
estudios. Empezamos a trabajar aspectos que tienen que ver con esta creencia que parece más bien
una profecía. Nos sorprende su comentario de que le gustaría ser abogada. Es un tema que trae
pensado. Nos dice que su interés por ser abogada surge de comentarios que le dice su padre. Pero esta
proyección de futuro no tiene conexión aparente con el propio deseo. Más bien se trata de una
respuesta a las demandas insistentes del entorno, una manera de calmarlo dando a entender que tiene
una idea de futuro socialmente aceptable. Cuando le preguntamos cómo piensa conseguir ser abogada
dado su rendimiento académico, nos responde que “ya verá cómo lo hará”. Respecto al trabajo,
comenta no querer trabajar por ahora. Sólo alguna cosa esporádica para ganar algún dinero. En relación
al futuro laboral, nos contesta que ya verá, ahora es demasiado joven para preocuparse. En definitiva: ni
se ocupa ni se preocupa.

Parece que el futuro de Marian está poblado de otras preocupaciones y nos damos cuenta que ni el
futuro ni el presente le despiertan interrogantes en relación a su situación. El trabajo educativo, en este
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punto se vuelve pesado. Marian se empieza a mostrar apática en nuestros encuentros y aunque
iniciamos un proceso de orientación profesional parece no ir a ninguna parte. No conseguimos
enganchar con su interés y el proceso corre el riesgo de acabar en vía muerta. Iniciamos, entonces, una
lógica diferente: revisar el pasado. Iniciamos un trabajo al que llamamos historizar y que consiste en ir
revisando los diferentes momentos de su vida y que habitualmente realizamos con persona adultas a las
que se les presupone una historia más dilatada. En el caso de Marian nos damos cuenta que esta
estrategia tiene algún efecto. Empezamos a repasar los cursos anteriores, sus éxitos, sus fracasos, las
dudas e inquietudes… y aparece de golpe un tema que le inquieta: qué pasó antes de su adopción a los
seis años. Nos comenta que aquello que vivió le genera muchas preguntas a las que no sabe responder.

No sabemos muy bien dónde nos va a dirigir la conversación que iniciamos pero vamos clarificando
algunas de sus preocupaciones: lo que le interesa no es su familia biológica sino su propia vida con ella.
Este trabajo deviene importante y significativo para Marian ya que le permite poner algunos nombres a
momentos importantes. Por ejemplo el tiempo con sus padres biológicos es un tiempo “vacío”; hay
diversos momentos que tienen que ver con separaciones que para ella son “importantes” aunque sin
clarificar el motivo; etc.

Es una incógnita la manera en que cada individuo puede construir alguna respuesta a la pregunta:
“¿Quién soy yo?” pero Marian empieza a cambiar su posición en el momento en que puede situar bajo
el significante “adopción” algo de su futuro. El pequeño recorrido en su pasado tuvo efectos. Podemos
decir que toma cierta conciencia del efecto que el presente tiene en su futuro gracias a la posibilidad de
reconstruir su pasado. Esto coincide con el final del curso académico que no puede superar. Este nuevo
suspenso le obligará, en caso de que quiera finalizar los estudios, a buscar otro instituto. El verano corta
de golpe el trabajo que veníamos realizando sin clarificar qué va a hacer.

Al reemprenderse el curso escolar su madre se pone en contacto con nosotros para comentarnos que
Marian va a ingresar en otro instituto para poder acreditar y que asegura estar dispuesta a esforzarse
para lograrlo. Nos comenta que ahora no nos necesitan y que en caso de no ir bien volverán a ponerse
en contacto con nosotros.

En el nuevo instituto demuestra que no tiene dificultades importantes para poder adaptarse y estudiar.
Aún así le apuntan que el retraso que tiene Marian le supondrá un esfuerzo más grande para ponerse al
nivel de sus compañeros. Los meses transcurren y el trabajo escolar se va desarrollando de manera
normal. Las dificultades que surgen se ciñen al tema de los estudios y se van resolviendo en el marco de
lo académico. A medida que tiene más confianza con los nuevos compañeros de clase empieza a
desconcentrarse y esto motiva una reunión del nuevo tutor con sus padres. En esta reunión los padres
explican que Marian es una chica adoptada. Hasta entonces este significante no había circulado. Nadie
en la escuela lo sabía y por lo tanto las dificultades se remetían a los estudios. Cuando Marian se enteró
de esto, se enfadó mucho con sus padres y nuevamente empezó a suspenderlo todo y a tener muchos
problemas de conducta en clase. Finalmente abandonó los estudios.

Empieza una época de muchos problemas familiares. Después de varios meses retomamos el contacto
con Marian. Nos dice no estar dispuesta a volver a estudiar, quiere trabajar. Iniciamos un proceso de
exploración del mercado laboral a partir de sus intereses y posibilidades. El objetivo es explorar qué
lugares de trabajo cree poder ocupar, por qué y en qué condiciones. Este tipo de trabajo permite ir
identificando algunas ocupaciones posibles. El resultado es que quiere trabajar en ocupaciones que se

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realicen donde no la conozcan. Nos dice que no quiere ser la “chica adoptada”. Ante la pregunta de
qué lugares permiten eso, nos contesta que ser recepcionista, o dependienta o cuidando niños.
Redactamos el currículum y empezamos a elaborar el discurso para enfrentarse a una entrevista de
trabajo en el que debe poder explicar sus capacidades, su historial académico, sus intereses etc.
Finalmente inicia las entrevistas de trabajo y al cabo de pocos días la admiten para trabajar en un
supermercado. Antes de iniciar el trabajo viene a vernos y nos comenta que si puede trabajar siendo
adoptada, también podrá estudiar: “Estudiaré y conseguiré ser abogada. Después buscaré a mi
madre biológica y le diré “mira lo que he conseguido”. Marian no inicia el trabajo en el
supermercado y convence a sus padres para volver a estudiar.

Aunque desconocemos si Marian ha llegado a ser abogada, lo que sí sabemos es que el trabajo
realizado le permitió un cambio de lugar. Ocupar una posición diferente respecto a su propia historia le
permitió una construcción, una dirección, una proyección, un sentido de futuro diferente. El tema desde
nuestra perspectiva no era encontrar un trabajo sino construir una posición desde la que poder ocupar
un lugar de trabajo en condiciones de promoción. El problema no era estudiar o trabajar, sino cómo se
hace cargo del lugar que quiera ocupar.

“Muro pintado”

Recuperado el 30 de marzo, 2010, de: http://www.blogcapitalhumano.com

“¿Qué seré?” La respuesta sólo se puede dar a partir de las ofertas de lugar.

Algunos de los elementos a tener en cuenta:

No es posible lo colectivo sin lo individual ni tampoco al revés (FREUD 1986) plantea cómo los
mecanismos de identificación del sujeto son posibles a través de la construcción social del individuo. En
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los orígenes de la constitución subjetiva se encuentra el Otro como condición y como posibilidad. No se
nace sujeto. No se trata de pensar en un sujeto que en un tiempo segundo fue socializado, sino que lo
social adquiere un estatuto constitutivo. No se trata de postular la influencia de lo social en el sujeto, sino
que ésta inscripción de lo social en él y de él en lo social forma parte indisoluble y estructurante de la
subjetividad. Por lo tanto, ante la pregunta “¿Qué seré?” La respuesta sólo se puede dar a partir de las
ofertas de lugar (KAROL 2004).

La entrada en la escena de la persona en clave de protagonista, supone la entrada de un tiempo


historizado. El individuo protagonista siempre es un intérprete que busca sentido. Es indisociable de la
significación, de otorgar un sentido al mundo, es un acto de interpretación. La historia del sujeto es clave
para el trabajo educativo ya que nos habla de su posición. No se trata de convertir el trabajo en algo
psicológico sino de tener un buen registro de cómo ha funcionado el sujeto en relación al trabajo o a lo
académico.

La oferta de categorías es limitada y al no ser posible la construcción de identidades sin los otros, se
puede acabar aceptando categorías estigmatizantes. Así, la oferta de sentido que se realice desde el
campo social es lo que permite al sujeto entrar en el mundo de las significaciones compartidas.

La transmisión educativa implica entonces algo de la articulación de conceptos como filiación, memoria,
herencia, inscripción y significación. Pero como vemos en el caso de Marian, la inscripción no está en lo
biológico, sino en la construcción social del individuo. La transmisión educativa deviene un acto
fundante, una situación inaugural del sujeto en tanto que sujeto con historia. Lo que inaugura es su
inscripción social que justamente le permite la diferencia. Se trata sí de una filiación, pero no de una
filiación basada a la pertenencia familiar-biológica, sino la pertenencia que aleja al sujeto de la repetición
del destino previsto.

El riesgo en este sentido es que la realidad social limite aquello que es un posible pedagógico. El riesgo
es que lo posible se reduzca a lo mismo y se piense sólo como “falta de”: capacidad, de medios, de
cultura, de estabilidad, de afecto.... (CORNU 2004). Las dificultades en la construcción de sentido y en
ligar secuencialmente (a lo que nos hemos referido como historizar) tienen que ver con las dificultades en
la construcción de identidades en lugares posibles. Aquí la educación tiene una responsabilidad muy
clara: proponer ofertas educativas.

Podemos concluir que esta cuarta paradoja plantea cómo la posibilidad de diferenciar la inserción en el
mercado de trabajo de la simple colocación es clave no sólo desde una perspectiva educativa sino en
una propuesta de ciudadanía. La educación social tiene elementos para separar al sujeto social de su
sujeción a lo económico. Pero a pesar de ello, no todos los individuos están dispuestos a participar en
su propuesta. Goethe apunta que “no todos los hombres se ocupan en ser educados; muchos piden,
únicamente, remedios para llegar al bienestar, recetas para conseguir riquezas y toda clase de
satisfacciones”. Muchos piden únicamente un trabajo y este es un límite para el trabajo educativo en el
campo de la inserción laboral.

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Conclusiones finales

Tal y como apuntábamos en la presentación, los agentes educativos y sociales nos encontramos en un
momento de máxima oscuridad respecto a nuestra función.

Actualizar la propuesta gramsciana* de hacer al sujeto actual a su época supone que el agente también
debe ser actual a su época. Este requisito no es nada fácil actualmente. Las paradojas expuestas dan
cuenta de la oscuridad que nos invade a la hora de inscribirnos en la época en la que vivimos. Hemos
visto cómo el trabajo deja de ser un referente social pero su importancia y necesidad crece; también
hemos comprobado cómo, a pesar de ser imprescindible, el trabajo, desaparece de eje vertebral de los
proyectos vitales; la plaza de desempleado creada en diferentes instituciones ha dejado de responder a
todas las necesidades de las personas sin trabajo; y finalmente, la educación, aunque está en disposición
de aportar un plus que permite la construcción de la ciudadanía, no se la convoca especialmente a este
lugar.

Aunque la revisión de estas paradojas no ha resuelto las contradicciones que tenemos los educadores y
agentes sociales y educativos, sí podemos afirmar que nos ha servido para des-naturalizar aquellos
argumentos sostenidos en nombre de la productividad que borran la particularidad del sujeto. Estamos
en condición de entender que si las personas sin trabajo no siempre ocupan el lugar de desempleados,
ésta pérdida no cabe leerla únicamente como marginalidad o exclusión. Al contrario, seremos
generadores de exclusión si partimos de un tratamiento caduco de los mecanismos de inscripción social
en la actualidad. Entonces la cuestión es cómo ser actual en nuestra función educativa, en una época de
importantes oscuridades y huérfanos de las marcas que habían servido de referente.

Agamben (2008) dice que percibir la oscuridad supone neutralizar el exceso de luz que viene de la
época y nos ciega. El exceso de argumentos que actualmente ciegan la función educativa en el campo de
la inserción laboral tiene que ver con la naturalización de los discursos economicistas. Discursos que
reducen el sujeto a un objeto al servicio de la productividad en alguna de sus diferentes variables. La
adhesión acrítica a estos argumentos si bien nos da un lugar de luz, reduce la función educativa a un
mecanismo complementario de la máquina productiva, un sistema para preparar y proveedor recursos
humanos. Por el contrario, fuera de este exceso de luz, sólo hay oscuridad. Es actual a su época quien
es capaz de percibir esta oscuridad como algo que le compete, pero este no es un lugar fácil para el
ejercicio profesional. Integrar esa oscuridad supone poder ejercer profesionalmente a pesar de las
paradojas, contradicciones y oscuridades.

Es habitual enfrentarse a esta situación bien desde una perspectiva utilitaria. Entender el lugar de la
educación fijándose en la utilidad que aporta en el proceso general de mejora de la productividad. O
bien, desde una perspectiva globalizadora. El lugar de la educación se hace visible sólo dentro de un
marco institucional más amplio. Lo importante sería buscar aquello que permite otorgar sentido a la
institución en su globalidad, para acabar delimitando cómo cada parte puede desarrollar aquello que les
es específico. En el primer caso hemos visto la proliferación de prácticas dedicadas a la mejora de la
capacitación profesional que basan su eficacia en borrar todo aquello del orden de lo particular que
hace obstáculo al aprendizaje. Pueden llegar, con esta lógica, a borrar o rechazar a determinados
sujetos en su globalidad. En el otro caso, nos encontramos con prácticas que deducen su labor a partir
de una visión acrítica del valor trabajo en la sociedad. Atribuyen de manera mecánica aquellos
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beneficios individuales que la ausencia de trabajo genera. Es decir, si las personas sufren por no tener un
trabajo, sostienen su práctica en entender que el trabajo reduce el sufrimiento personal. En la mayoría
de ellas, la cobertura moral del trabajo estaría presente.

Lejos de estas perspectivas, podemos situar una tercera línea: la función educativa como una relación
entre dos variables. Una relación no de subordinación sino de dependencia recíproca. Es decir, que la
función educativa es una relación que sólo puede instaurarse porque se da un vínculo entre dos
variables: el profesional y el encargo que recibe. Pero esta relación con el encargo que recibimos, que es
lo que concreta nuestra función, sólo puede ser actual si el profesional bebe directamente de las
coordenadas de época, de sus ideales, de sus mitos, de sus ritmos y de sus trampas. La velocidad
actual hace imposible un profesional que no puede hacer su propia síntesis de qué significa ser actual a la
época en que se vive. Sólo desde esta perspectiva y atravesando-dialogando el encargo desde esta
posición, es posible que la función educativa tenga valor de transformación para el individuo. Para
resumir este punto, podemos decir que si los profesionales están huérfanos, no sería tanto de institución
o de un encargo determinado, sino de cultura, de cultura de época. La caída de referentes se ocupa con
otros nuevos y en este movimiento es donde hay el compromiso de inscribir al sujeto.

Las paradojas presentadas nos permiten actualizar qué entendemos por el lazo social del trabajo y
afinar, en la oscuridad, nuestra propuesta de trabajo social y educativo. Como conclusión y en relación
a los cuatro temas abordados:

Quizás no hay que plantearse si la pérdida de referencia del trabajo es buena o mala, sino aceptar un
“depende”. Las condiciones particulares de cada individuo nos permitirán saber más sobre cómo él
puede habitar en la dimensión laboral y si, finalmente, esto considera que le conviene o no. Lo que está
claro es que esta afirmación no viene dada y que esto presupone que el sujeto puede elegir no trabajar.

La pretensión de definir los itinerarios posibles para encauzar a los individuos es rebasada por la
realidad. Continuamente surgen nuevas formas de borrar las fronteras que delimitan los espacios. Quizás
hay que entender que nuestra función deja de ser sólo en relación a la gama de recorridos posibles
intentando saber cuál es el más adecuado para cada individuo, sino aceptar la época de los itinerarios
múltiples, imprevisibles, diversos y absolutamente personalizados.

La dimensión laboral debe corregir su rumbo y para hacerlo debe volver a dialogar con la cultura, con lo
social amplio. Ese es el marco de nuestra referencia. Si lo social cambia el peso del trabajo, desde las
instituciones de carácter laboral no se debe intentar corregir el rumbo sino saber en cada situación cuál
es la manera de adecuarse a él.

La dimensión narrativa es básica en un momento de fragmentación. Es difícil poder encarar los retos
actuales sin una visión de la propia historia, incluso en el caso de jóvenes. Nos enfrentamos al reto de
preparar “políglotas laborales”, es decir, personas que puedan cambiar el dominio de sus competencias
y adaptarse a nuevas necesidades y entornos. El nuevo perfil es el del inbetween (persona capaz de
estar en una interzona de tránsitos múltiples). La manera en que cada individuo puede ocupar este lugar
nos convoca más en relación a la búsqueda que a encuentro. La apropiación de la propia historia por
parte del sujeto es más posible desde una perspectiva de exploración de qué quiere uno ser, que desde
la posición de creer que existe un lugar de encuentro en donde uno puede ser él mismo, o sentirse
realizado como se nombraba anteriormente a este encuentro.

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Para finalizar, los profesionales de la educación y de lo social, deben estar en condiciones de acompañar
al individuo para que pueda elaborar un “compromiso soportable” entre los ideales, valores, estilos de
vida,… y la exigencia de los nuevos lazos sociales del trabajo.

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Cierre

Damos cierre a la clase con una propuesta de trabajo que nos hace llegar el autor:

1) ¿Nos permite el mercado de trabajo actual seguir ocupando nuestro lugar como ciudadanos?

Se puede consultar el texto introductorio de la exposición Las culturas del trabajo desarrollada en
Barcelona el año 2000 en la que se lanza una mirada al pasado, centrándose básicamente en los últimos
doscientos años, cuando el trabajo se convierte en un verdadero catalizador de la vida del hombre, en
ámbitos como la organización social y productiva o la generación de rasgos identificativos de clase.
Disponible en http://www.cccb.org/rcs_gene/28-CulturesTreball-ramo-caste.pdf

2) ¿Qué significa la afirmación “quizás mi hijo esté esperando un trabajo, pero no está esperando a vivir
la vida”?

David Gilmour el año 2007 publicó la novela Cineclub (Editorial Mondadori) en la que explica la
experiencia con su hijo, un adolescente de dieciséis años que era un desastre con los estudios. El padre,
se da cuenta que únicamente habla de eso: de los malos resultados académicos de su hijo y de su
absentismo escolar. Finalmente el padre un día se rinde y propone a su hijo un trato atípico, una
propuesta que puede parecer un disparate: puede dejar de ir al instituto, puede dormir todo el día si
quiere, puede no trabajar, no hace alta que pague ningún gasto, no hace falta que haga nada a excepción
de mantenerse alejado de las drogas y de ver tres películas a la semana con su padre.

3) ¿Quién soy yo? ¿Quién hubiera podido ser?

Hay un cuento de Benjamín Prado que se titula “El viaje” que expresa bien el dilema del valor actual que
queremos darle a nuestras vidas. Se trata de una mujer que se llama Pilar y que tiene 35 años. Va en
tren para presentarse a una entrevista de empleo. Aunque el lugar de trabajo es suyo y que la entrevista
es una pura formalidad, está repasando su currículum vitae durante el viaje y le viene a la cabeza su
historia personal. http://www.elpais.com/articulo/cultura/viaje/elpepucul/20090926elpepucul_4/Tes

http://virtual.flacso.org.ar/mod/book/tool/print/index.php?id=22735 23/25
15/8/2014 Clase 24 : El lazo social del trabajo: paradojas actuales. Autor: Xavier Orteu.

Bibliografía

Bibliografía citada

AGAMBEN, G. (2008) “Qué vol dir ser contemporani?”, Ed. Arcàdia, Barcelona.

ARENDT,H. (1993) “La condición humana”, Ed. Paidos, Barcelona.

BAUMAN,Z. (2000) “Modernidad líquida”, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

---------------- (2003) “La comunidad”, Editorial Siglo XXI, Madrid.

CALLEJO, J. (2009) Las transformaciones del sentido del trabajo: un análisis comparativo entre
generaciones, en CRESPO, E. y SERRANO,A. (2009) “Trabajo, subjetividad y ciudadanía”, Editorial
Complutense y Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid.

CORNU, L (2004) Una ética de la oportunidad, en FRIGERIO,G y DIKER,G (coord.): “Una ética
en el trabajo con niños y adolescentes”, Ediciones Novedades Educativas, Buenos Aires.

FREUD, S. (1986) “La psicología de las masas”, Alianza Editorial. Madrid.

GOETHE, J. W. (1911) De Guillermo Meister, en LUZURIAGA, L. (composición) “Kant, Pestalozzi


y Goethe sobre educación”, Biblioteca Científico-Filosófica, Madrid.

LAURENT, E. (2004) “Los nombres del padre en psicoanálisis” Rev. Freudiana Nº 41, Buenos Aires.

MEDA, D. (1995) “El trabajo. Un valor en peligro de extinción”, Barcelona, Gedisa.

TOURAINE, A. (2006) “Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy” Ed. Paidos,
Barcelona.

TIZIO, H (2002) Sobre las instituciones, en NUÑEZ, V. (coordinadora) “La educación en tiempos
de incertidumbre: las apuestas de la Pedagogía Social”, Ed. Gedisa, Barcelona.

------------ (2003): “El dilema de la instituciones: segregación o invención “ VII Stage de Formación
Permanente: Los vínculos con la cultura, Barcelona.

KAROL, M.(2004) La transmisión: entre el olvido y el recuerdo, entre el pasado y el futuro, en


FRIGERIO, G y DIKER, G (coord) “Una ética en el trabajo con niños y adolescentes”, Ediciones
Novedades Educativas, Buenos Aires.

Bibliografía básica

En la Biblioteca pueden encontrar una carpeta denominada Clase 10, que contiene las referencias y los
links para acceder a la bibliografía básica.

http://virtual.flacso.org.ar/mod/book/tool/print/index.php?id=22735 24/25
15/8/2014 Clase 24 : El lazo social del trabajo: paradojas actuales. Autor: Xavier Orteu.

El primer artículo, del filósofo Gilles Deleuze, despliega e interroga el marco de época que ubica Xavier
Orteau en la clase que acabamos de compartir. Deleuze reflexiona acerca del capitalismo actual y
plantea la hipótesis de un pasaje de las “sociedades disciplinarias” a las “sociedades de control”.

DELEUZE, Gilles (1999) Post-scriptum sobre las sociedades de control, en


"CONVERSACIONES. 1972-1990", PRE-TEXTOS, Valencia. Disponible en
http://www.oei.org.ar/edumedia/pdfs/T10_Docu1_Conversaciones_Deleuze.pdf

Luego encontrarán en los siguientes artículos de Eugenio Díaz Massó (Psicólogo- psicoanalista;
Responsable del Equipo Social de la Fundació Cassià Just Barcelona, España) y Xavier Orteau,
reflexiones y escenas que nos sirven para pensar el mundo del trabajo y de la educación social teniendo
en cuenta la concepción de sujeto del psicoanálisis.

DÍAZ, Eugenio (2005) "Inserción en el mundo laboral protegido". Disponible en


http://www.cuinajusta.com/blog/?cat=5

ORTEU,X. (2004) “Sujeto a lo económico”. Disponible en http://www.scb-


icf.net/nodus/contingut/article.php?art=220&rev=31&pub=1

ORTEU,X. (2007) "La educación frente a los tiempos preferidos” Disponible en http://www.scb-
icf.net/nodus/contingut/article.php?art=303&pub=5&rev=39&idsubarea=2

Bibliografía ampliatoria

Itinerario de lectura

Si usted está interesado en revisar la evolución de los vínculos entre trabajo y protección social le
sugerimos: CASTEL, R.(1997) “La metamorfosis de la cuestión social”, Ed. Paidós, Buenos Aires

Si usted está interesado en profundizar en las claves de la pedagogía social puede consultar: NUÑEZ,
V. (1999) “Pedagogía social: cartas para navegar en el nuevo milenio”, Ed. Santillana, Buenos Aires.

Si usted desea conocer las pautas del trabajo educativo en el campo de la inserción laboral puede le
sugerimos: ORTEU, X. (2007) “La construcción de itinerarios de inserción laboral”, Ed. Gedisa,
Barcelona.

http://virtual.flacso.org.ar/mod/book/tool/print/index.php?id=22735 25/25

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