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la simbiosis – que deriva de una palabra griega que significa ‘vivir juntos’- es la relación

ecológica entre organismos de especies diferentes que están en contacto directo. Si uno de los
organismos simbióticos es mucho más grande que el otro, el más grande se denomina huésped
y el más pequeño simbionte.

Existen varios tipos de relaciones simbióticas en función del beneficio que saquen los
organismos. En el mutualismo, los organismos que participan de la simbiosis se benefician,
mientras que en el comensalismo uno de los ‘participantes’ en la relación se beneficia
mientras que el otro no saca provecho, pero tampoco se ve perjudicado. Por último, en la
relación de parasitismo un organismo vive a expensas de su huésped.

Muchos de los organismos eucariotas – formados por células con núcleo – dependen de sus
relaciones simbióticas con otros organismos. De hecho, las mismas mitocondrias, orgánulos
esenciales de nuestras células, provienen de una simbiosis muy primitiva, según postula la
teoría de la endosimbiosis popularizada por Lynn Margulis.

Cuanto más sabemos sobre las relaciones simbióticas entre distintos organismos, más nos
damos cuenta de que estas no son asociaciones aisladas, sino que forman parte del día a día de
una buena parte de los organismos de la Tierra – incluido el ser humano- y que, en muchos
casos, la vida tal y como la conocemos no sería posible sin la simbiosis.
Nuestro microbioma
Se estima que el intestino humano alberga cientos e incluso miles de especies de bacterias,
muchas de las cuales son mutualistas y se encargan de digerir los alimentos que nosotros no
podemos degradar. En el año 2003 se publicó el primer genoma completo de uno de estos
simbiontes intestinales.
Líquenes
Los líquenes son un clásico ejemplo de simbiosis, pero que ha sido llevada a tal extremo que
sus participantes no son capaces de vivir el uno sin el otro. Hablamos de una asociación
simbiótica de millones de microorganismos fotosintéticos contenidos en una masa de hifas de
hongos.
Una asociación perfecta para colonizar
nuevos ambientes
En esta asociación, las algas proporcionan los compuestos de carbono que sintetizan a través de
la fotosíntesis, las cianobacterias fijan el nitrógeno y los hongos proporcionan protección en un
ambiente tan seco que no permitiría la vida independiente de las algas.

Los insectos ‘granjeros’


Muchas especies de hormigas y termitas cultivan hongos y se benefician de su enorme poder
digestivo. Estos insectos recorren los bosques tropicales en busca de hojas que llevan a sus
nidos para alimentar a los hongos, por lo que ambos obtienen importantes beneficios en esta
asociación.

Evolución conjunta
Como en tantos otros ejemplos, la evolución de estos insectos granjeros y sus cultivos de
hongos ha estado estrechamente relacionada, y los hongos se han vuelto tan dependientes que,
en muchos casos, no pueden subsistir sin estos insectos.

Micorrizas
Hablamos de otro clásico de la simbiosis. De hecho, casi todas las plantas vasculares
tienen micorrizas y dependen de los hongos asociados a sus raíces para obtener sus nutrientes
esenciales.

Los herbívoros no pueden digerir la hierba


Parece contradictorio, pero así es: los herbívoros se enfrentan a un desafío nutricional, ya que
gran parte de la energía química que necesitan se almacena en las paredes de las células
vegetales, pero los animales no tenemos enzimas que puedan hidrolizar la celulosa.

Muchos vertebrados solucionan este problema a través de bacterias simbióticas que sí que
pueden digerir la celulosa.

El hoatzín
La ubicación de estos microbios simbióticos varía según el tipo de animal. Por ejemplo el
hoatzín, un ave herbívora de las selvas tropicales de Sudamérica, los alberga en un buche
muscular muy grande. Las crestas duras de la pared del buche muelen las hojas en fragmentos
pequeños, y después los microorganismos digieren la celulosa.

La rémora y el tiburón
Este es otro de los ejemplos clásicos de simbiosis que se estudian en los libros de texto. Las
rémoras se adhieren a los tiburones y también a otros animales (ballenas, rayas…) de esta
forma consiguen desplazarse rápidamente a grandes distancias, y además aprovechan trozos de
presas y restos de la comida de sus hospedantes. A cambio, el tiburón se mantiene libre de
parásitos.

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