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Lapoujade - Deleuze. Los Movimientos Aberrantes PDF
Lapoujade - Deleuze. Los Movimientos Aberrantes PDF
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David Lapoujade
DELEUZE.
LOS MOVIMIENTOS ABERRANTES
Lapoujade, David
Deleuze, los movimientos aberrantes / David Lapoujade. -la ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Cactus,
2016.320 p; 22 X15 cm. - (Occursus; 15)
Cet ouvrage, publié dans le cadre du Programme d'Aide Estaobra, publicadaen el marco del programadeAyuda
à la Publication Victoria Ocampo, bénéficie a la Publicación Victoria Ocampo, cuenta con
du soutien de l'Institut Rancais. el apoyo del Institut Français.
DELEUZE,
LOS MOVIMIENTOS ABERRANTES
Editorial Cactus
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INDICE
’ Para esta e d ició n , h e m o s trasladado todas las citas de las obras de Deleuze a las
ediciones corrientes que c irc u la n en castellano. E n la m ayor parte de lo s casos la traducción
realizada por nosotro s difiere de la p u blicad a. [N. d el T]
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Introducción
L os m o v im ie n t o s a b e r r a n t e s
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Los m ovim ientos aberrantes
espaldas del pensador los m o vim ientos aberrantes inm anentes a su obra.
Cada monografía da testim onio en efecto del deseo de llegar “por la
espalda de u n autor, y hacerle u n h ijo , que fuera suyo y que no obstante
sería m onstruoso. Q ue sea suyo, es m u y importante, porque era preciso
que el autor diga efectivamente todo lo que yo le hacía decir. Pero que
sea m onstruoso, era necesario tam bién, porque era preciso pasar por
todo tipo de descentramientos, deslizam ientos, robos, em isiones secre
tas^” . Hace falta extraer la in tu ic ió n que “ hace estallar el sistema” com o
decía Bergson, a veces in c lu so hasta el punto en que el sistem a se vuelva
contra sí m ism o , hasta el punto en que Platón señala la dirección de una
“ inversión del p lato nism o”, hasta el punto en que Kant descubre, en la
tercera Crítica, u n uso anárquico de todas las facultades (CC, 55-56).
No hay autor que no sea pervertido por esta búsqueda constante de las
aberraciones que anim an secretamente su pensamiento. Pervertir es una
operación esencial en Deleuze y el perverso es un personaje central de
su filosofía de la m ism a m^anera que el famoso “esquizo” de ElA ntiedipo.
Estos m o vim ien to s aberrantes no tienen nada de arbitrario; no son
anomalías sin o desde u n punto de vista exterior. Por el contrario hay
que despejar las condiciones que los vuelven los ún ico s verdaderamente
constitutivos y verdaderamente reales. Lo vem os en los libros sobre el
cine: si bien aparecen ante todo com o una anom alía o una excepción
que el régimen narrativo de la im agen-m ovim iento se esfuerza en con
jurar, con la imagen-tiempo aparecen por sí m ism o s, co nstitutivos de
nuevas sintaxis: falsos raccords, profundidad de campo, plano-secuencia,
desencuadres, cortes irracionales"*. Tampoco tienen nada de contingente
aunque no puedan por sí m ism o s dar razón de la necesidad que los
atraviesa. Esta necesidad les viene de otra parte. Es precisamente el
problema: ¿a qué lógica obedecen estos m o vim ientos aberrantes? Este
problema ha acosado a Deleuze. Es preciso cada vez despejar la lógica
de estos m o vim ientos. Es u n problem a de pensam iento puro.*
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Introducción
® AE, 32: “ De cierta m anera, la ló g ica d el deseo pierde su ob jeto desde el p rim e r
p a so .. . ” y 50: “ E d ip o se convierte entonces para nosotro s en la piedra de toque de la lógica” .
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Los m ovim ientos aberrantes
A p rop ósito de C1 y C2, cf. C, 40: " . . . he intentado hacer u n lib ro de lógica, u n a
ló g ica del cin e ” .
" CC, 130-131: “ El acto fundam ental de la novela am ericana, el m ism o que el de
la novela rusa, h a c o n sistid o en alejar la n ovela de la vía de las razones, y en hacer que
nazcan esos personajes que se sostie n en en la nada, que so lo so b re vive n en el vacío, que
conservan hasta el final su m isterio y que co n stituyen u n desafío para la lógica y la psicología
[...]. Lo que cuenta para u n gran novelista, M elville, D o sto ïe vsk i, Kafka o M u sil, es que
las cosas se m antengan enigm áticas y n o obstante no arbitrarias: en pocas palabras, un a
n u e va lógica, plenam ente u n a lógica, pero que n o n o s reconduzca a la razón, y que capte
la in t im id a d entre la v id a y la m uerte” . Cf. ta m b ié n AE, 390: “ C reem os en el deseo co m o
en lo irracional de toda ra cion alid ad ” .
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Introducción
D ecíamos que siem pre es difícil resum ir una filosofía por una pro
p o sició n general o u n rasgo esencial, definir por ejem plo la filosofía
de Deleuze co m o una filosofía de lo U no (o de lo M últip le), u n a
ontologia de los flujos o u n pensam iento de la inm anencia. H ay una
razón para esto: u no se propone entonces explicar a Deleuze a partir de
ciertas tesis generales sin remontarse hasta el problem a efectivo del que
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Los m ovim ientos aberrantes
proceden dichas tesis. Es extraño que se tome tan poco en cuenta las
exigencias fijadas por Deleuze sobre este punto. Ciertamente se pueden
reivindicar declaraciones en las que Deleuze se explica sobre lo que ha
querido h a c e r 'P e r o con eso u n o se separa justam ente del problem a
del que dependen esas declaraciones. La advertencia es s in embargo
m u y clara: “ Desde el m om ento en que ‘olvida m os’ el problema, ya no
tenemos frente a nosotros más que una so lu ció n general abstracta” '^ y
u n co n jun to de tesis independientes -desde entonces, d iscu tib le s- que
se supone que valen por el pensam iento del autor: Deleuze, filósofo del
acontecimiento, pensador de la inm anencia, filósofo vitalista... Una
filosofía consiste ante todo en el planteamiento y la determ inación de un
problema, y no en las nociones o conceptos que dependen de él o que
permiten resolverlo. N inguna de las nociones que acabamos de enumerar
constituye por sí m ism a u n problema, todas so n por el contrario objeto
de definiciones explícitas.
Los m ovim ientos aberrantes constituyen los signos del problema gene
ral de la filosofía de Deleuze. ¿Pero cuál es precisamente la naturaleza del
problema? ¿Cuál es entonces el problem a que los hace surgir, que hace
que se los busque por todas partes? Antes de poder responder, tal vez
haya que d istin g u ir dos tipos de problem as o de combates. Puesto que
u n problema depende a m enudo de una prueba físico-mental que hace
del filósofo u n luchador, u n dialéctico, y da al pensam iento aires épicos.
Este estudio hubiera podido llamarse: Deleuze, filosofía épica. Siempre
hay en Deleuze u n combate en curso. Pero esos combates son de varios
órdenes. Hace falta d istin g u ir entre el combate com o consecuencia de
una tesis, u n sistem a de ataque/defensa que im p lica posiciones y argu
mentos, y aliados con los que hacer causa c o m ú n (así H um e, Bergson,
Spinoza o Nietzsche). La filosofía no carece de esos combates, “grandes
batallas graciosas” dice Deleuze: m aterialism o contra espiritualism o,
C, 121: “ E n todos m is lib ro s, he b u sca d o la naturaleza d el acon te cim ien to” y 123:
“Todo lo que he escrito era vitalista, al m e n o s lo espero, y co n stitu ía un a teoría de lo s sig n o s
y del acon te cim ien to” . O ta m b ié n DRL, 328: “V en la im p o rta n cia que tiene para m í la
n o c ió n de m u ltip lic id a d : es lo esencial Creo que, adem ás de las m u ltip lic id a d e s,
lo m ás im portante para m í h a sid o la im ag en del p e n sa m ie n to tal c o m o intenté analizarlo
en D iferencia y repetición, luego en P roust, y en todas partes” .
DR, 248. Esta exigencia es constante en Deleuze. E stá presente desde ES, 118 y se
vu e lve a encontrar en QLF, 33.
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Los m ovim ientos aberrantes
DR, 171: “ Los p rob le m a s y las preguntas pertenecen p o r tanto al incon scien te,
pero ta m b ién el in c o n scie n te es por naturaleza diferencial e iterativo, serial, problem ático
y cuestionante” .
DR, 416: “E s cierto, en este sentid o, que el p en sad or es necesariam ente solitario y
so lip sista ” . Y D , 14: “ C ua nd o se trabaja, se está forzosamente en u n a soledad absoluta. N o
se puede hacer escuela, n i form ar parte de u n a escuela. N o h a y trabajo m ás que oscuro,
y clandestino. S olo que es u n a soledad extremadamente poblada. N o po blad a de sue ñ os,
de fantasm as n i de proyectos, sin o de encuentros [...]. E s desde el fondo de esta soledad
que se puede tener cu alq uie r encuentro” .
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Capítulo I
La c u e s t ió n d e la T ierra
H enri M ichaux
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Capítulo I
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La cuestión de la Tierra
¿Y qué pueden pretender com o propio las ciencias, las artes, que sea
completamente distinto de la filosofía? Se vuelve a encontrar la m ism a
pregunta cuando Deleuze escribe sobre el cine: ¿es legítim o considerar
al cine u n lenguaje? ¿Son fundadas en este d o m in io las pretensiones
de la lingüística o de la semiología? ¿Y la filosofía? ¿Con qué derecho
puede a su turno hablar de cine? De una forma más general, ¿cuál es la
legitim idad de la filosofía cuando habla de no-filosofía?
La pregunta es aún más manifiesta en el campo político, más radical
tam bién, puesto que Deleuze y Guattari discuten la legitim idad de la
axiomática capitalista de la cual se deduce el derecho que ella ejerce
sobre las poblaciones que pueblan la tierra. A llí tam bién la pregunta
¿quidju ris? no cesa de ser retomada, desplazada, transformada. Así, por
ejem plo, cuando Deleuze y Guattari invocan las m inorías o la m áquina
de guerra nóm ada en M il mesetas, ¿de qué derecho se reivindican? ¿En
nom bre de qué las invocan? ¿Hay un derecho de las m inorías distinto
de cualquier forma de derecho ya establecida o codificada? Tomar en
consideración las m ultiplicidades, las poblaciones moleculares, los po-
blam ientos del inconsciente, com o lo pretenden Deleuze y Guattari, ¿es
siquiera posible?, ¿y de qué manera? Todo pasa com o si ciertas reivin
dicaciones, ciertas expresiones amenazaran las otras formas de derecho,
aquellas que dictan los Estados, los mercados o las instituciones. “ Por
modesta que sea una reivindicación, ella presenta siempre u n punto
que la axiomática no puede soportar, cuando las personas reclaman
plantear ellas m ism as sus propios problemas, y determinar al m enos las
condiciones particulares bajo las cuales estos pueden recibir una solució n
más general” (MM, 474).
Una de las características de estas m inorías, es precisamente la de estar
privadas de derechos y no disponer de n in g ú n lenguaje preexistente para
establecerlo. ¿Qué pueden pretender? ¿Qué lengua para aquellos que no
hablan, que no llegan a hablar, in clu so en su lengua? ¿Cuál expresión
para el analfabeto, el idiota, el tartamudo, el no-vidente, el no-dicente
p ensam iento so lo retiene lo que el pe n sam ie nto puede re ivin d ica r en derecho” . Y ya en
DR, 208 y sobre A rtaud, 227: “A rtaud persigue en todo esto la terrible revelación de u n
p ensam iento s in im agen, y la co n q u ista de u n n u e vo derecho que n o se d eja representar.
Sabe que la d ificu lta d c o m o tal, y s u cortejo de problem as y de preguntas, n o so n u n estado
de h e ch o sin o u n a estructura de derecho del pe n sam ie nto” .
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_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Capítulo I_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
^ M M , 474. Deleuze y G uattari añaden: "es la fórm ula de las m u ltip lic id a d e s” .
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_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Capítulo I_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
® Este tema se vue lve cada vez m ás central en lo s trabajos y la s entrevistas tardías. Ver
por ejem p lo , la entrevista: “Sobre la filosofía” , C, 116 y sig.
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Capítulo I
o del m o v im ie n to ...” " Es tam bién y sobre todo una falsa concepción
de la filosofía. Todas esas tentativas de fundación no pueden más que
fracasar, Deleuze lo recuerda sin cesar, pero justam ente hace falta remon
tar hasta el p unto en que fracasan, más a llá incluso de todo fundam ento,
hacia u n sin fondo.
¿No es precisamente hacia eso que conducen desde el comienzo los
m o vim ientos aberrantes? ¿No son en efecto los m o vim ien to s aberrantes
aquello que hace remontar algo desde lo sin fondo puesto que de él
provienen? “A lgo del fondo remonta a la superficie, asciende a ella sin
tomar forma, más bien insin u á n d o se entre las formas, existencia autó
nom a sin rostro, base informal. Este fondo en tanto que está ahora en
la superficie se llam a lo profundo, lo sin fondo” (DR, 406). Diferencia
y repetición y Lógica del sentido están bajo el signo de ese sin fondo y de
aquello que lo puebla, singularidades preindividuales e im personales,
intensidades, m ultip licid ad es, diferencias libres o nóm adas. Toda la
“filosofía de la diferencia” sale de ahí. Más allá del fundamento, lo sin
fondo. Solo él constituye el verdadero comienzo de la filosofía. ¿Cómo
afirmar entonces que la cuestión del fundam ento es central en Deleuze
si se trata por el contrario de remontar hacia lo sin fondo?
Para com prenderlo mejor, hay que d istin g u ir de manera sum aria
dos maneras de criticar la noció n de fundamento. Estas dos críticas
determinan una nueva definición de la filosofía. Lo que se produjo en
la historia de la filosofía del siglo XX es com o una partición de las aguas
o la deriva de los continentes. La primera actitud consiste en renunciar
a toda investigación sobre los fundam entos, en ratificar la “crisis de los
fundam entos” tal com o se p rod ujo en las matemáticas y las ciencias.
Fundar deja de ser u n problem a y la operación debe in c lu so ser d e n u n
ciada com o presuntuosa y vana. Es en especial el caso de la filosofía
analítica y de sus variantes post-analíticas que, en u n prim er m om ento,
se han replegado sobre el análisis de las formas lógicas para convertirse
en una vasta empresa de clarificación conceptual al servicio del valor
de verdad. Al fundam ento vencido, se lo sustituye por las axiomáticas
que circunscriben lo s n uevos lím ite s de lo pensable. ¿Qué sentido
tendría remontar más allá de los axiomas si estos perm iten dar razón
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_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Capítulo I_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
Cf. Le P rincip e de raison, G allim ard , co ll. “ Tel” , 1962, p. 131 y p. 239: “ E l ser;
lo in so n d a b le , la sinrazón, el a b ism o ” . Sobre la e vo lu c ió n de Heidegger en este p u n to ,
n o s rem itire m o s a M. Zarader, H eidegger et les paroles de l ’origine, V rin , 1990, p. 261 y
sig., q u ie n señala justa m e n te c ó m o H eidegger sobrepasa el n iv e l de u n cu e stio n a m ie n to
trascendental en razón m ism a de la in siste n c ia de la cu e stió n o n to lò g ic a (el “giro”).
Sobre el s in fond o nietzscheano, cf. LS, 96. Sobre el cruce N ietzsche-M aim on, c f
NF, 76-77 y el co m entario de G. L eb run en G ille s Deleuze, une v ie p h ilo so p h iq u e (dir. E.
A lliez), In stitu t S ynthélabo, 1998, p. 210-211.
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La cuestión de la Tierra
Uno puede preguntarse: ¿por qué mantener con insistencia una cues
tión semejante si ella debe arrastrarnos hacia lo insondable, lo inform al
o el caos? ¿Qué sentido tiene querer remontar del fundam ento hacia lo
sin fondo? “Lo propio de una investigación trascendental es que u n o
no puede detenerla cuando quiere. ¿Cómo podría determinarse u n
fundamento, sin a su vez ser precipitados, todavía más allá, en lo sin
fondo del cual emerge?” (PSM, 116) ¿No hay algo absurdo e irracional
en repetir la m ism a pregunta, más allá de las respuestas que nos aporta
la metafísica'^? ¿Pero no es la exigencia m ism a del princip io de razón
la que nos fuerza a remontar entonces más allá de la racionalidad de la
que está investida el fundamento, para sum ergirse en la sinrazón'®? ¿No
es lo que decim os desde el comienzo: seguir los m o vim ientos aberrantes
para despejar su s lógicas irracionales? Deleuze no renuncia al princip io
de razón suficiente, por el contrario sigue sus exigencias hasta el punto
en que se invierte, con una suerte de celo perverso. ¿Cómo el p rin ci
pio de razón no iría hasta lo inexplicable, lo absurdo o el sinsentido?
Si la pregunta ¿quid ju ris? im pone al pensam iento la búsqueda de un
fundamento, es tam bién la que lo arrastra más allá, hacia lo sin fondo
donde se disipa. Por consiguiente es preciso deshacerse de la alternativa
en la cual nos quiere encerrar la metafísica clásica, razón por la cual ella
renuncia por su cuenta a explorar ese más allá. “Lo que es co m ún a la
metafísica y a la filosofía trascendental, es ante todo esta alternativa que
nos im ponen: o bien u n fondo indiferenciado, sin fondo, no-ser informe,
abism o sin diferencias y sin propiedades; o bien u n Ser soberanamente
ind ivid u ad o, una Forma fuertemente individualizada. Fuera de este Ser
o de esta forma, no tendrán m ás que el ca o s..
Cf. DR, 169: “ Puede ser que en toda pregunta, en todo problem a, así c o m o en su
trascendencia por relación a las respuestas, en s u in siste n cia a través de las so lu c io n e s, en
la m anera en que m a n tie n en s u prop ia brecha, haya forzosamente algo lo co ” .
DR, 406: “ ... ¿sobre qué fondo se engendra y se juega esta razón m ú ltip le , en qué
sinrazón se sumerge?” .
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_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Capítulo I_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
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las profundidades del Ser, sin o más bien recorrer las superficies, es decir
trazar un plano. En efecto no se comprende sin o la necesidad en la que
se encuentra Deleuze de instaurar cada vez u n plano de donde todo
procede y emerge. Se invocan las nociones de “plano de inm anencia”,
de “plano de consistencia” o de “campo trascendental” , se los describe
de forma totalmente deleuziana, pero solo se explican pocas cosas si no
se ve que son, cada uno a su manera, inseparables de la cuestión del
fundamento, es decir de la cuestión ¿quid ju ris?
¿Qué es en efecto un plano? Es una suerte de corte, u n seccionamiento
de lo sin fondo, destinado a recoger sobre sí todo lo que proviene de allí y
no a sum ergir nuevamente todo en las profundidades^’ . No se confunde
n i con u n abism o indiferenciado de donde nada sale todavía, n i con
un m u n d o diferenciado donde todo ya ha salido, ya se ha distinguido.
Se aloja por entero en el entre-dos de lo in d istin to y de lo distinto, en
el pasaje de uno a otro: es lo que se distingue. N i indeterm inado, ni
determinado, es la determ inación m ism a. “ En lugar de una cosa que se
distingue de otra, im aginam os algo que se distingue — y sin embargo eso
de lo cual se distingue no se distingue de él [...]. Se diría que el fondo
asciende a la superficie, sin dejar de ser fondo [...]. El fondo que asciende
no está ya en el fondo, sino que adquiere una existencia autónom a” (DR,
61-62). Tal es justam ente la definición del plano: la existencia autónom a
de una superficie que expresa lo que asciende del fondo, a la manera
de una criba o de u n filtro, allí donde se constituye la determinación^".
DR, 406: “ Ese fondo en tanto que está ahora en la superficie se lla m a lo profundo,
lo s in fondo” . Se co m p rend e por q ué Deleuze, d esp ués de Lógica d e l sentido, re n u n cia a
la n o c ió n de p ro fu n d id a d (com o lo recuerda en el prefacio italia no a Lógica d e l sentido en
DRF, 59). A q u í ella ya se encuentra m in im iz a d a puesto que solo im p o rta lo que asciende
de ella y se d istin g u e. Sobre la criba, que encuentra por otra parte en Leibniz, c£ QLF, 46:
“ El p lan o de in m a n e n cia es co m o u n corte en el'caos, y actúa c o m o u n a criba” .
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Capítulo I
Cada vez que el pensam iento intenta rem ontar m ás allá del fun
dam ento, descubre u n elem ento que lo priva de todo cim ie n to o de
todo suelo. Es ante todo en Heidegger el Ser que se revela, ya no
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La cuestión de la Tierra
com o suelo, sin o com o sin fondo o abism o. “ E l Ser en tanto que
ser permanece sin fondo. El fondo, el que debería ante todo fundar
el Ser, se m antiene lejos del ser, sin relación con él.”^'* Es luego en
Bergson la profundidad de la D uración cuyo flujo sustancial escapa a
todo suelo, a toda solid ificació n y se escalona verticalm ente según la
variedad de su s ritm os. Son finalm ente las profundidades vertig in o
sas, el sin fondo del m u n d o d io n isia c o de la vo lu n ta d de potencia en
Nietzsche que amenaza perpetuamente con engullirse todo. Pero son
tam bién tres nuevas Tierras. Son las erupciones volcánicas o la tierra
vuelta océano insond ab le en Bergson, es la tierra de la retirada o del
en cub rim iento en Heidegger, una nueva tierra im penetrable que se
abre sobre la edificación de lo cautripartito del habitar; es una vez más
la tierra “ ligera” del superhom bre o el mar reluciente en Nietzsche^^.
Cada vez, el cuestionam iento del fundam ento metafisico conduce a
la determ inación de una nueva tierra.
Si, para Deleuze y Guattari, la filosofía tiene necesidad de u n “plano
de Inmanencia” , es porque se trata de co nstituir una nueva tierra para
el pensam iento y para la vida. El plano de inm anencia “constituye el
suelo absoluto de la filosofía, su Tierra o su desterritorialización, su
fundación, sobre las cuales crea sus conceptos” (QLF, 45). No es la tierra
de los geógrafos n i de los geólogos, es una tierra abstracta que difiere de
sí continuam ente, que por consiguiente se “desterritorializa” sin cesar
por relación a sí m ism a, que nace de esta desterritorialización misma^*^.
Es su “ligereza” propia desterritorializarse. Desde este punto de vista, el
gran libro sobre la Tierra o lo sin fondo es M il mesetas que describe el
vasto plano al que conduce la cuestión del fundamento. No solamente
se habita la tierra com o poeta, se la ocupa com o nómada, com o meta-
Le P rincip e de raison, op. cit., p. 239. U n o puede rem itirse ta m b ié n a las prim eras
páginas de “ Q u est-ce que la m étaphysique? en Q uestions I, G allim ard , 1968, p. 23 y sig.
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Capítulo I
lúrgico, com o troglodita, com o anim al, com o guerrero, com o Indio,
com o caballero errante, pero tam bién com o hom bre de Estado, com o
propietario de la tierra, com o déspota, com o burócrata, en resum en de
m últip les formas según los agenciamientos.
A hora bien, si la pregunta ¿quid ju ris? tiene tanta im portancia para
Deleuze, es justam ente porque plantea el problem a de la d istrib u ció n
de la tierra. ¿Cómo d istrib u ir la tierra o el suelo? ¿A q uién pertenece la
tierra? ¿Quién decide de su d istrib u ció n o de su reparto? ¿Y de qué tierra
hablamos? H em os visto que es una de las exigencias del fundam ento
co n stituir u n suelo y distribuirlo. El suelo conquistado se distribuye
en función del derecho que libra el fundam ento o principio. Y pensar
se confunde con juzgar en tanto que el ju ic io distribuye las partes que
corresponden en derecho a tal o cual pretensión, com o en Kant. Es en
función de u n suelo que se juzga de las pretensiones, que se les atribuye
el lote que propiamente les corresponde. El ju ic io pronunciado quizás
desde las alturas de u n cielo inteligible (fundamento metafisico) o dictado
por u n sujeto trascendental (fundamento trascendental), no deja m enos
por ello de estar en una relación esencial con una tierra sobre la cual se
apoya y que distribuye otros tantos territorios, islotes o dom inios^^. No
hay tierra que no se distribuya en territorialidades distintas.
Poseer u n territorio, ¿no es eso a lo que aspira toda re ivin d ica ció n ,
toda expresión? C ualquier re ivin d ica ció n , cualquier pretensión, ¿no
es ante todo territorial, territorializante? Arribar a u n m edio, crearse
allí há b itos, in sc r ib ir ahí su s marcas y su s referencias com o otras
tantas d elim itaciones, adoptar allí conductas según ciertos ritm os, en
sum a com poner u n ritornelo, ¿no es ya reivindicar u n territorio, a la
manera de u n derecho consuetudinario? H ay re ivin d ica ció n territo
rial desde el m o m en to en que hay c o m p o sic ió n de espacios-tiem pos
determ inados, aun cuando so n p ro viso rio s o m ó viles. Por esta razón.
M il mesetas puede decir que el territorio es el prim ero de todos los
agenciam ientos así com o D iferencia y repetición puede decir que todo
fenóm eno es u na pretensión. Las pretensiones no so n en efecto otra
Cf. QLF, 106. Cf. las notas de J.-C. M artin sobre estos p u n to s en V ariations, la
p h ilo so p h ie de G ille s D eleuze, Payot, 1993, p. 37 y sig.
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La cuestión de la Tierra
M M , 328: “ E l territorio es el p rim er agenciam iento, la p rim era cosa que hace
agenciam iento, el agenciam iento es ante todo territorial” .
43
Capítulo I
hom bre y los animales que se desterritorializan sobre ella. El m ovim iento
es siempre doble, manera de decir que no hay desterritorialización sin
reterritorialización. Los nóm adas se desterritorializan únicam ente a
co n d ició n de reterritorializarse sobre sus campamentos sucesivos o sobre
los m o vim iento s m ism o s por los cuales se desterritorializan, com o uno
descansa sobre su montura.
T oda p r e t e n sió n debe p o r ta n to c o m p r e n d e r se c o m o u n a
reivindicación por relación a la tierra. No son solam ente los anim ales o
los nóm adas los que territorializan o desterritorializan la tierra. Es, en
E lA ntiedipo, el neurótico que se territorializa sobre el diván del analista,
el perverso que se inventa tierras artificiales fantasmáticas. “E n cuanto
al esquizo, con su paso vacilante que no cesa de migrar, de vagar, de
tropezar, él se h u n d e siempre cada vez más en la desterritorialización
[...] y es quizás su manera propia de reencontrar la tierra, el paseo del
esquizo.”^“ Cada uno reivindica una tierra, cualquiera sea el sentido que
haya que darle a d icho término. Incluso las pretensiones más teóricas,
in c lu so la pretensión a la objetividad de los ju ic io s sintéticos a p rio ri
es percibida por Kant com o una reivind icación territorial, en tanto el
pensam iento es inseparable de una relación con la tierra. M ucho más,
en Kant, cada facultad debe tener su propio d o m in io que ella somete a
una legislación específica^'. A cada uno su parcela. De u n forma general,
toda pretensión sea cual fuera (a la autenticidad, a la verdad, a la justicia,
etc.) apunta a conquistar los derechos sobre u n d o m in io , una cuestión
o u n campo que ella constituye por el hecho m ism o de pretenderlo de
reivindicar su propiedad.
44
La cuestión de la Tierra
A p rop ósito de M il mesetas, D RL, 278: “es u n a teoría de las m u ltip lic id a d e s por sí
m ism a s, allí d on d e lo m ú ltip le pasa al estado de su sta n tivo , m ie nttas que E lA n tie d ip o lo
consideraba todavía dentro de sín te sis y b a jo las co n d ic io n e s d el in c o n scie n te ” .
45
Capítulo I
M M , 443 y sig. Sobre la axiom ática general c o m o derecho del capital (convertible
en m e d io s de p ro d u c ció n ), 458 y sig. y 468.
46
La cuestión de la Tierra
47
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Capítulo I_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
en este sentido que Deleuze y Guattari pueden decir que Heidegger “se
equivocò de pueblo, de tierra, de sangre”. Tal vez esto consista en que, en
él, la tierra no está ligada de n in g ú n m odo a las potencias de vida, sin o ai
fondo del Ser, a la guarda del Ser según el habitar poético —y qué extraña
Stim m unghzñz. ese habitar— . Completamente a la inversa, en Nietzsche,
Bergson y Deleuze, la gran politica es inseparable de la cuestión de la
vida, de una evaluación de las fuerzas de vid a a través de los m odos de
poblam iento de la tierra: el filósofo com o “m édico de la civilización” .
Es quizás el sentido de la fórm ula de M il mesetas-. “Antes que el ser, está
la política” (MM, 207). La gran cuestión no es la del ser del hom bre en
su relación con el Ser, sin o más bien la de las políticas de “gestión” , de
destrucción, de conservación de la vid a en la tierra. ¿Por cuáles m edios
podem os escapar a las organizaciones mortíferas que cercan la tierra
(MM, 519)? ¿‘C óm o luchar contra ellas? ¿En qué las enfermedades del
hom bre — cristianism o, inteligencia, neurosis, n ih ilism o , capitalism o,
etc.— , im p id e n la vid a sobre la tierra? ¿Q uid vita?
Por eso la filosofía debe determ inar con qué derecho puede, a su vez,
ocupar o d istrib u ir la tierra, aun si no es en absoluto a la manera del
capitalism o m u n d ia l e in c lu so si su s m edios son irrisorios. La am b ició n
de la filosofía en Deleuze y Guattari no es constituir un ecúmene, sino un
planómeno, u n plano de la Naturaleza o de la Tierra desterritorializada. Es
quizás la cuestión últim a de la filosofía de Deleuze y Guattari: co n stituir
una filosofía de la tierra, pensar todo a partir de ella, sobre ella, reconducir
todo a una relación con la tierra, a co n d ició n no obstante de que la tierra
se desterritorialice por el pensam iento no m enos que el pensam iento por
la tierra. La tierra deviene una tierra de y para el pensam iento, lo cual se
convierte quizás en una chance para la vida. Pensar todo en térm inos de
territorialización, desterritorialización, reterritorialización: una vez más.
M il mesetas no tiene otro “objeto” que laT ierray su s poblam ientos, más
allá de todo fundamento.
48
Capítulo II
L os c ír c u lo s d e i f u n d a m e n t o
49
Capítulo II
50
Los círculos del fundam ento
51
Capítulo li
DR, 92: “ El círculo de H egel n o es el eterno retorno, sin o solam en te la c irc u la ció n
in fin ita de lo id é n tic o a través de la n eg a tivid a d ” .
52
Los círculos del fundam ento
53
Capítulo II
® Cf. LS, 186; “ Invertir el p la to n ism o sig n ifica entonces: hacer ascender lo s sim ulacros,
afirm ar su s derechos entre lo s ic o n o s o las co p ia s” (las itálicas so n nuestras).
^ A pro p ó sito d el sim u la c ro , DR, 197: “ Extraño doble el que sig ue paso a paso a
Sócrates, llega a aparecerse hasta en el e stilo de Platón, y se inserta en las repeticiones y
variacion es de ese e stilo ” .
54
Los círculos del fundam ento
55
Capítulo II
55
Los círculos del fundam ento
“ LS, 80. M ediante esta fórm ula, D eleuze apunta tanto al p ro c e d im ie n to de Kant
c o m o al de H usserl. La crítica de lo trascendental co m o “calco” de lo e m p írico vu e lv e co n
frecuencia en Deleuze. C £ LS, 74, 91 y DR, 209. La vo lv e m o s a encontrar todavía en la
d ist in c ió n entre el calco y el m apa en M il mesetas.
57
Capítulo li
el que horm iguean pequeñas diferencias infinitesim ales que cada vez
“se” hacen, no porque tienden hacia cero, sin o por el contrario porque
entran en relaciones diferenciales que las d istin guen de cero'^. Lo sin
fondo no es lo informe o lo indiferenciado, sin o lo que asciende del
fondo para distinguirse de él, para co nstituir cada vez “su ” diferencia
propia, diferencia que no cesa de diferir de sí m ism a en la relación de
determ inación recíproca que m antiene con otras diferencias. D icho de
otro m odo, la diferencia constituye el p rincip io últim o en la m edida en
que actúa ya en el nivel de las relaciones diferenciales entre elementos
ellos m ism o s diferenciales. Una vez más, “la diferencia está detrás de
todas las cosas, pero detrás de la diferencia, no hay nada” (DR, 102).
La diferencia es lo infra nq u ea ble m ism o . La diferencia no es
evidentem ente aq uí u na diferencia em pírica entre in d iv id u o s , n i
siquiera la diferencia que constituye un in d iv id u o en sí m ism o — lo
que nos m antiene en el nivel de lo dado-. Hay que remontar hacia
el fondo diferencial, hacia los elementos y las relaciones diferenciales,
preindividuales que engendran los in d ivid u o s, ahí m ism o no hay todavía
n in g un a diferencia genérica, específica o in d iv id u a l (DR, 76). Sin duda
el m u n d o está poblado de formas in d ivid uales, pero “la in d iv id u a c ió n
com o tal, que opera sobre todas las formas, no es separable de un
fondo puro que ella hace surgir y que arrastra consigo” (DR, 233). La
razón suficiente debe remontar hasta ahí, no seguir las d ivisio n e s del
concepto para descender hasta el in d iv id u o com o “especie ínfim a”,
sin o reunirse con lo sin fondo del Ser, partir de ese plano para ver cóm o
se engendran los ind ivid uos''*. La materia del Ser no tiene nada de
indeterm inado, por el contrario, está poblada de factores in d ivid uan tes
perfectamente diferenciados. Por factores in d ivid u a n te s no hay que
entender “in d iv id u o s co nstituidos en la experiencia, sin o lo que actúa en
58
Los círculos del fundam ento
59
Capítulo II
6o
Los círculos del fundam ento
DR, 71 : la diferencia “so lo cesa de ser reflexiva para volverse catastrófica. Y sin d ud a
n o puede ser lo u n o s in lo otro. Pero justam ente, la diferencia c o m o catástrofe ¿no ofrece
el te stim o n io de u n fon d o rebelde irreductible que c o n tin ú a actuando b ajo el e q u ilib rio
aparente de la representación orgánica?”
5l
Capítulo II
62
Los círculos del fundam ento
DR, 73. Sobre este p u nto, cf. A. Badiou, Deleuze, "L a clam eur de l ’Ê tre” , Hachette,
1997, p. 50. B adiou percibe la im p o rtan cia de la cu e stió n del fun da m e nto en Deleuze;
solo que, n o ve allí u n m e d io de in ve rtir el p la to n ism o , sin o que ve por el contrario u n
m e d io para co n su m a rlo (p. 68). E s porque ve en la u n iv o c id a d del Ser la afirm ación de una
filosofía de lo U no, de u n virtu a l ideal respecto del cual lo s entes so lo serían m o d a lid ad es
pasajeras y c o m o fantasm áticas: sim u la c ro s. Lo m e n o s que se puede decir, es que la
o b jeció n no es nueva. Es el eterno reproche d irig id o al sp in o z ism o , que ya encontram o s
en Leibniz. Deleuze h a re sp o n d id o por adelantado a u n a o b jeció n de este tip o en SPE,
81: “ R educir las cosas a m o d o s de un a sustan cia ú n ic a n o es un m e d io de hacer de ellas
apariencias, fantasmas, c o m o lo creía L eibniz o fin jía creerlo, sin o por el contrario el ú n ic o
m e d io , según Spinoza, de hacer de ellas seres ‘naturales’, dotados de fuerza o de potencia” .
63
Capítulo II
64
Los círculos del fundam ento
Sobre lo d em oníaco, cf. DR, 74 y AE, 41, la d e fin ic ió n del proceso esquizofrénico
c o m o “proceso m etafìsico que n o s pone en contacto co n lo ‘d em on íaco’ en la naturaleza
o en el corazón de la tierra..
65
Capítulo II
66
Capítulo III
Tres sín te sis
(o "¿qué ha pasado?”)
Joachim D u Bellay
' DR, 202: “La im ag en del círculo daría m ás b ie n te stim o n io para la filosofía de un a
im p o te ncia en com enzar realmente, pero ta m b ié n en repetir auténticam ente” .
67
Capítulo III
58
Tres síntesis (o "¡qué ha pasado!’)
- DR, 209: “ D ecíam os que había que juzgar la Im agen del p e n sam ie nto por su s
pretensiones de derecho, n o de acuerdo a las o b je c io n e s de hecho. Pero justa m e nte, lo que
h a y que reprochar a esta im ag en del pensam iento, es haber fundado su sup ue sto derecho
sobre la extrapolación de ciertos hechos, y de h e c h o s particularm ente insig n ifica ntes, la
banalid ad co tid ia n a en persona, el R econocim iento, c o m o si el p e n sam ie nto n o debiera
buscar su s m o d e lo s en las aventuras m ás extrañas y m á s com p rom etedoras” .
69
Capítulo III
^ Este aspecto aparece desde lo s p rim ero s textos. Cf. el texto de ju v e n t u d consagrado
a las isla s desiertas, ID , 19: “ Todo esto su p o n e evid en te m e n te q ue la form ació n del
m u n d o sea en d o s tiem pos, en d o s etapas, n a c im ie n to y renacim iento, sie n d o el se gun d o
tan esencialm ente necesario c o m o el prim ero, p u esto que el p rim ero está necesariam ente
co m p ro m etid o , n a c id o para un a recreación y ya re-negado en u n a catástrofe. N o h a y u n
se g un d o n a c im ie n to porq ue haya h a b id o u n a catástrofe, sin o lo inve rso, h a y catástrofe
tras el origen porque debe haber, desde el origen, u n se g un d o n a c im ie n to ” .
70
Tres síntesis (o "¿qué ha pasado?')
71
Capítulo III
72
Tres sínte sis (o "¿qué ha pasado?')
DR, 132. Cf. ta m b ién, 125: “ E l fenóm eno de la p retensión n o es todavía nada
d istin to de la co n te m p la c ió n contrayente gracias a la cu al afirm am os nuestro derecho y
nuestra espera sobre lo que c o n tra e m o s.. . ”
' Sobre la in sta ura ció n del p r in c ip io de placer, DR, 154. Y sobre el p rin c ip io de placer
co m o fundación, cf. DR, 171-172: “ L ap rim era sín te sis pasiva, la del H ábito, presentaba la
repetición co m o lazo, en el m o d o recomenzado de u n presente vivo. Aseguraba la fundación
del p r in c ip io de p lacer... ” Y ya, PSM, 116: “ E s la co n ex ió n la que vu e lv e p o sib le el placer,
co m o p rin c ip io , o la que fun da el p r in c ip io de placer” .
* DR, 123: “ E n el orden de la p a sivid a d co nstituyente, las sín te sis perceptivas rem iten
a sín te sis orgánicas, co m o la se n sib ilid a d de lo s se n tid o s, a u n a se n sib ilid a d p rim aria que
73
Capitulo III
Solo que, si bien esta pretensión forma o conquista u n suelo que por eso
m ism o posee, no está todavía fundada. Es una fundación o u n suelo,
es u n proceso de territorialización, pero carece del cielo o de las alturas
de donde recibe su fundam ento” . Se ignora todavía de dónde extrae el
somos. N osotros so m o s agua, tierra, luz y aire contraídos, no solam ente antes de reconocerlos
o de representarlos, sin o ta m b ién antes de se n tirlo s” .
74
Tres sínte sis (o "¿qué ha pasado?"]
Pasar, es precisamente la pretensión del presente. Pero lo que hace pasar el presente, y lo que
se apropia el presente y el háb ito, debe estar d eterm inado c o m o fun da m e nto del tie m p o ” .
75
Capítulo III
Pero esto no nos explica todavía por qué la memoria, com o síntesis del
pasado puro, constituye el fundamento del tiempo. Es porque según una
segunda paradoja, el presente ya no es él m ism o sin o la punta extrema,
extremadamente contraída, de todo nuestro pasado. Llegado a este
punto, todo se invierte: ya no es el pasado el que es una d im e n sió n del
presente, es por el contrario el presente el que deviene una d im e n sió n
del pasado, el que constituye su punta m óvil. He aquí que el presente
es absorbido por el pasado el cual se convierte en la co n d ició n de cada
presente y de su pasaje. Cada presente de nuestra v id a es una repetición
de nuestro pasado entero, contraído bajo tal o cual aspecto". D icho de
otro m odo, todo presente supone la preexistencia del pasado puesto que
es su contracción. La memoria deviene la condición genética del presente.
Se ad ivin a entonces en qué la m em oria puede jugar aquí el rol de
fundam ento y juzgar de las pretensiones del presente. Es porque ella
permite m edir en las contracciones de cada presente que pasa lo que
recobra del pasado. “ La sucesión de los actuales presentes no es más
que la m anifestación de algo más profundo: la manera en la que cada
uno retoma toda la vida, pero en u n nivel o en un grado diferente del
precedente, ya que todos los niveles o grados coexisten y se ofrecen a
nuestra elección, desde el fondo de u n pasado que jam ás fue presente”
(DR, 138). H ay com o una escalera electiva en función de la cual son
situados en el vértice los presentes más contraídos, aquellos que co n
traen la m ayor parte de nuestro pasado y, en la base de la escalera, por el
contrario, los presentes más relajados, los más distendidos, aquellos que
tienden a reunirse con la sim ultaneidad material, com o si el bergsonism o
" Para u n a ex p o sició n detallada de estos aspectos, cf. DR, 132 y sig. C2 ofrece los
m ás extraordinarios p ro lo n g a m ie n to s a esta segunda sín te sis a través del co ncepto de
“cristal de tie m p o ” d e scrib ie n d o c ó m o el presente cristaliza co n el pasado, c ó m o el pasado
ap tisio na el presente, en ocasiones lo petrifica y transform a el m u n d o en u n teatro irreal que
parece v o lv e r a po n er en ju e g o el pasado. E s el problem a, planteado cada vez en té rm in o s
diferentes, de O p h u ls, Renoir, F e llini y V isc o n ti, cuatro cristaliz aciones diferentes, cuatro
m aneras de e n vo lver el presente en u n pasado que lo a p risio n a y lo “funda” , u n a d iv isió n
interna d el tie m p o tal que el presente ya n o c o n sig u e extraerse de u n pasado que lo corroe
desde el interior, lo desvitaliza, u n presente ya v iv id o en el m o m e n to en que adviene, a
m e n o s que las reservas del pasado p ued an salvarno s de ese presente petrificado.
76
Tres síntesis (o '¿qué ha pasado?")
Sobre el p la to n ism o de Bergson, cf. B, 60: “ La re m in isc e n cia [platónica] tam b ién
afirma u n ser p u ro del pasado, u n ser en sí del pasado, u n a M em oria ontològica, capaz de
se rvir de fundam ento al d esp liegue del tiem po. U na vez m ás, un a in sp ira c ió n platónica
se hace se ntir de m anera profund a en Bergson” .
DR, 163. Cf. la fórm ula platónica o bergson ian a de Freud en lo s Trois essais su r
la théorie de la sexualité, tr. B. R everchon-Jouve, G allim ard , coll. “ Idées” , rééd. 1977, p.
132. Sobre estos p u nto s, ver lo s co m entario s de J. Laplanche, Vie et m ort en psychanalyse,
F lam m ario n, 1970, p. 29 y sig. y en especial, p. 37: “el ob jeto a encontrar n o es el
objeto perdido s in o s u su stitu to p o r desplazam iento, el ob jeto perd id o es el objeto de
autocon servación , es el ob jeto del ham bre, y el o b jeto que b u sc a m o s recobrar en la
sexualidad es u n objeto desplazado por relación a este p rim er objeto. De allí, evidentemente.
77
Capítulo III
por la erección de u n objeto perdido, eso quiere decir que el p rin cip io
de placer encuentra de ahora en más su fundam ento en las alturas o las
profundidades de un pasado puro. El presente no solamente pretende
el placer, sin o que pretende alcanzarlo recobrando el objeto virtual que
envuelve el objeto real. O m ás bien la satisfacción que da el objeto real
será m edida por la manera en la que nos hace recobrar el objeto perdido.
Detrás de cada amor, detrás de Gilberte luego Albertine, u n m ism o
am or se repite, aunque siempre diferente, puesto que sin cesar des
plazado, d isim u la d o bajo los rasgos de u n nuevo amor, distin to de los
precedentes (PS, 83). No es jam ás el m ism o fragmento de pasado el que
es dado a revivir, n i tam poco el m ism o fragmento el que se sustrae al
presente. Detrás de cada amor real, u n foco virtual que lo erotiza, pero
detrás de todos los objetos virtuales, u n único objeto virtual = x que
circula, siem pre esencialmente diferente de sí m ism o . Ya no es el objeto
virtual bergsoniano, es el “falo” com o órgano sim b ó lico en Lacan. El falo
es en efecto el objeto virtual = x que sub su m e todos los objetos virtuales
bergsonianos. El falo es a los objetos virtuales que doblan los objetos
reales lo que el objeto = x es a los objetos cualificados, especificados por
una diversidad sensible en Kant.
¿Cuál es el interés del concepto lacaniano de falo para Deleuze? Es
que permite cerrar el círculo del fundam ento sobre sí m ism o. Revela la
naturaleza circular delfundam ento. En efecto, el psicoanálisis tiende a
desplegar el tiem po según una linealidad cronológica que fija u n origen
asignable, una primera vez, traumatismo o escena prim itiva, que restituye
al pasado puro los caracteres de u n antiguo presente (DR, 173). Ahora
bien, el concepto de falo permite justam ente sustraer la repetición a
esta linealidad cronológica y al prim ado del presente que supone. El
pasado puro no ha sid o primero presente, jam ás lo ha sido. No hay, no
ha habido primera vez. Jamás ha habido prim er amor. La prim era vez
del n iñ o repite la enésim a vez de los padres en u n encaje circular, así
com o la prim era vez del adulto repite la prim era vez infantil*'*. Si bien
la im p o sib ilid a d de encontrar finalm ente alg un a vez el objeto p u esto q ue el objeto que ha
sid o perd id o no es e l m ism o que el que se trata de recobrar” .
78
Tres sínte sis (o "¿qué ha pasado?')
LS, 138 y sig. ¿Puede que el a lco h o lism o , al m e n o s tal co m o es descrito en Lógica
d e l sentido, tenga algo de platónico? Ib id ., 116:,“ Lo que confiere al a lco h o lism o u n valor
79
Capítulo III
Lacan, u n m ism o círculo, fundado sobre una pérdida inm em orial, sobre
u n objero siem pre ya perdido, que juzga de las pretensiones del presente
en función de su aptitud para recobrar ese objeto, para hacerlo revivir,
para hacer volver jiro nes eróticos de ese pasado puro. El presente ya no
es solamente lo que pretende el placer; o más bien pretender el placer,
es de ahora en más pretender recobrar o revivir parcialmente una parte
de lo inm em orial, el tiem po com o tiem po recobrado.
A quí tam bién, se puede establecer u n prolongam iento con el capítulo
sobre el Ritornelo de M il mesetas, sobre el plano de la etologia, pero no
solamente. Puesto que hay en la Tierra, en lo más profundo de la tierra,
u n “Natal” que corresponde a la tem poralidad de la segunda síntesis de
D iferencia y repetición, si es verdad que el Ritornelo “fabrica tiem po” ’^.
Ya no nos elevamos hacia el cielo, sin o que so m o s atraídos hacia un
centro intenso de la tierra, com o el salm ón remonta hacia su fuente
para m o rir allí y relanzar el ciclo. El salm ón, anim al platónico. Es ese
foco intenso el que favorece las primeras desterritorializaciones o bien,
justam ente, la búsqueda de u n compañero sexual, cuando el ritornelo
deja de ser territorial para devenir am oroso o social, cuando se trata de
formar una pareja o de confluir en u n grupo'®. Es tam bién el caso del
arte. Llega el m om ento en efecto en que el artista “ya no se identifica
con la Creación, sin o con el fundam ento o con la fundación, es la fun
dación la que se ha vuelto creadora. Ya no es D ios, sin o el Héroe el que
lanza a D ios su desafío: Fundem os, fundem os y no más Creemos” de
m odo que el artista vive el territorio, “pero lo vive com o necesariamente
perdido, y se ve a sí m ism o com o exiliado, viajero, desterritorializado.
ejem plar, entre to do s estos acon te cim ien to s d el m is m o tipo, es que el alco h o l es a la vez
el am or y la p érd ida de amor, el d in e ro y la p érd ida de d inero, el país natal y su pérdida.
E s a la vez e l objeto, la p érd id a d e l objeto y la ley de esta p érd id a en u n proceso concertado
de d e m o lic ió n ...” .
8o
Tres sínte sis (o "¡qué ha pasado?')
Sobre la segunda sín te sis co m o p ro fun d iz a d ó n de la prim era, cf. DR, 132, 158-159.
8i
Capítulo III
82
Tres síntesis {o "¿qué ha p asado!')
En realidad esta escisión debe ser pensada com o una grieta más pro
funda que ya no se abre sobre las profundidades de la m em oria personal,
sin o que nos arranca de ella. Esta fisura se confunde con la pura forma
del tiempo, aquella que no hace volver nada, la irrem isible línea recta
del tiempo. Ella nos libera de los círculos metafísicos de la memoria-
fundamento y se abre sobre la ontologia, el sin fondo del Ser^“. La se
gunda síntesis es en efecto una forma del tiempo, sin embargo no es una
formapura\ es por el contrario una forma plena, plena de recuerdos y de
fantasmas, de todo el espesor de la m em oria, de toda la sustancialidad
fluyente de la duración y de los desplazamientos, de los disfraces que
Eros le hace padecer. Alcanza desde ya un pasado puro, pero siempre
ya perdido y destinado justam ente a circular, disfrazado, a través de la
materialidad de los presentes que la evocan. Solo la tercera síntesis es
vacía, vacía de todo recuerdo, despojada in c lu so de la sustancialidad de
la duración, de su peso metafisico y de su s ritm os. Solo conserva de la
m em oria la forma pura del tiempo, a saber la d isy un ció n , la diferencia
del tiempo consigo m ism o. “ Se diría que el tiem po ha abandonado todo
contenido m em orial posible, y de ese m odo, quebrado el círculo adonde
lo arrastraba Eros” (DR, 175).
Si esta nueva síntesis se libera de la mem oria, eso significa que ya no
hace volver nada del pasado; solo concierne al porvenir, es síntesis del
porvenir. ¿Cómo es posible? La segunda síntesis se funda sobre un pa
sado puro, en el sentido de que está purificado de todo presente y no se
confunde con antiguos presentes vivido s. Es igual para la tercera síntesis.
El porvenir ya no es el porvenir de n in g ú n pasado; ha roto con todo
pasado personal, no se deduce de éP^. Si ese fuese el caso, la m em oria
jugaría todavía el rol de fundamento: el porvenir sería la reanudación
o la integral de nuestro pasado, com o en Bergson. Aquí, es más bien el
pasado el que se concluye del porvenir com o tiem po de “antes”, tiempo
acabado o tiem po muerto. Ya no subsiste del pasado más que el porvenir
83
Capítulo III
A sí, lo que E lA n tie d ip o dice de Turner, 138: “N i siq u ie ra p o d e m o s decir que está
m u y avanzado co n respecto a su época: algo que n o pertenece a n in g u n a época y que n o s
llega desde u n eterno futuro, o h u y e h acia él” .
Sobre este p u n to , ver el a n á lisis de la obra de Resnais, C2, 161-162 y 165: “ R esnais
siem pre h a d ic h o que lo que le interesaba era el cerebro, el cerebro c o m o m u n d o , c o m o
m em o ria, c o m o ‘m e m o ria del m u n d o ’. E s de la m anera m á s concreta que R esnais accede
a u n cine, crea u n cin e que ya n o tiene m á s que u n ú n ic o personaje, el P ensam iento” .
84
Tres síntesis (o "¿qué ha pasado?")
85
Capítulo III
DR, 432-433: “ Esta form a pura, la lín ea recta, se define en efecto por u n orden que
d istrib u y e u n antes, u n durante y u n desp ués, gracias a u n c o n ju n t o que lo s recoge a lo s
tres en la sim u lta n e id a d de s u sín te sis a prio ri, y gracias a u n a serie que hace corresponder
a cada u n o u n tip o de repetición” . Sobre las h isto ria s que hacen coexistir lo s in c o m p o sib le s
en el seno de u n m is m o acontecim iento, c£ las co n stru ccio n e s cinem atográficas de Robbe-
G rillet en C2, 139.
86
Tres sínte sis (o "¡qué ha pasado?")
Deleuze siem pre ha to m ad o en co n sid e ració n las lógicas del presen tim ien to que
dan te stim o n io de la coexistencia de las tres d im e n sio n e s del tie m p o en el se no del
acontecim iento m ism o . C on G uattari, in siste n especialm ente sobre este p u n to cu a n d o
in vo ca n , en E l A ntiedipo, la m uerte que todas las form aciones sociales presienten co m o
v in ie n d o del porvenir, 182-183: “n o h a y form ación socia l que n o presienta o prevea la
form a real bajo la cu al el lím ite amenaza co n llegarle, y que ella co n ju ra co n todas su s
fuerzas” . Y el pasaje im portante sobre este p u n to de M M , 439: “La física y la b io log ía n o s
p o n en en presencia de causalidades invertid as, sin fin a lid a d , pero que n o p o r ello dejan
de poner de m anifiesto u n a acción d el futuro sobre el presente, o del presente sobre el
pasado” . Verem os m ás adelante por q ué lo que m ás a m e n u d o es p resentido es la muerte.
87
Capítulo III
89
Capítulo III
90
Tres sínte sis (o '¿qué ha pasado?")
Sobre la crítica de la materia inerte co m o m o delo de la m uerte en Freud, cf. DR, 176.
91
Capítulo III
DR, 194: “ ... el eterno retorno se revela c o m o la ‘ley’ s in fond o de ese sistem a” .
92
Tres síntesis (o "¿qué ha pasado?')
93
Capítulo III
94
Tres sínte sis (o "¿qué ha pasado?")
95
Capítulo III
C ita de K lo sso w sk i, de q u ie n Deleuze se reclam a sobre este p u nto, en LS, 129. Ver
ta m b ién S im o n d o n , sobre la flu ctu a tio n a n im i y el u so que hace de él Deleuze, ID, 117 (es
sorprendente n otar en d ic h a o casió n que Deleuze ad m ira a S im o n d o n por v o lv e r p o sib le
un a ética fundad a sobre la realidad p r e in d iv id u a l, ib id ., 118-119).
96
Tres sínte sis (o "¿qué ha pasado?')
97
Capítulo III
M M , 347. Deleuze y G uattari aclaran que esta sín te sis “ ha to m ad o el lugar del
fun da m e nto en el ju ic io sin té tico a p r io ri” .
H e m o s co m p arad o las tres sín te sis del tie m p o en lo s tres aspectos del R itornelo de
M il mesetas, pero de ig u a l m o d o se las puede com parar co n las tres lín eas de v id a - o de
tie m p o - de la octava meseta. A sí, la recapitulación, 207: “ E n re sum en , un a lín e a defitga,
y a com pleja, con su s sin g u la rid a d e s [3’ síntesis]; pero tam bién, un a lín e a m olar o h a b itu a l
con su s segm entos [1’ síntesis] ; y entre la s dos (?), u n a lín ea m olecular, con su s q uanta que la
hacen in c lin a rse de u n lad o o de otro [2’ sín te sis cu y o carácter “ acod ad o” a veces la orienta
hacia la 1“ sín te sis, a veces la abre sobre la 3“] ” . N osotros a ñ a d im o s el texto entre corchetes.
Deleuze y G uattari sub ra yan que estas tres líneas so n contem poráneas entre sí, 208: “ La
lín ea de fuga no viene después, está a h í desde el com ienzo, a u n c u a n d o espere su hora, y
la exp lo sió n de las otras d o s” .
98
Tres sínte sis (o "¡qué ha pasado!"’
99
Capítulo III
que está afuera del Todo, lo cual sería absurdo, sin o de pensar el “afuera”
de ese Todo, es decir el Todo como afuera, ya no pensar el cosm os com o
separado del caos, sin o com o lo que procede de él: caosmos^^. Más allá
de las series empíricas, más allá de su resonancia en lo Abierto de un todo
metafisico, el Afuera de u n todo ontològico com o reverso del cosm os y
m o vim iento aberrante de la Tierra.
” Sobre la diferencia entre las d os fó rm ula s “el todo, es lo abierto” y “el todo, es el
afuera” , C2, 239 y sig.
100
Capítulo IV
C o n s e c u e n c ia s
El e m p ir is m o t r a s c e n d e n t a l
101
Capítulo IV
^ DR, 172: “Si la prim era sín te sis p a siva co n stitu ía u n a estética’, es ju sto d efinir la
segund a c o m o el eq uivalente de u n a ‘analítica’” .
102
Consecuencias. El em pirism o trascendental
■* Prueba de esto es el p rivile g io que Deleuze concede a la se n sib ilid a d y al pe n sam ie nto
puro, u n a porque está en el origen de lo s m o v im ie n to s aberrantes, el otro porque es el
ú ltim o en sufrir su vio le n cia. Sobre el p riv ile g io de la se n sib ilid a d , DR, 222. Sobre el
privile g io , en el otro extremo, del pe n sam ie nto en tanto que concierne sin g ula rm en te a las
103
Capítulo IV
Ideas, ib id ., 293. Deleuze recuerda que las “ Ideas se co rresp ond en u n a p o r u n a co n todas
las facultades, y n o so n el objeto de n in g u n a en particular, n i siq u ie ra del p e n sam ie nto
(292); pero añade m ás adelante que “las Ideas tienen co n el p e n sa m ie n to pu ro u n a relación
m u y particular” en la m e d id a en que el p e n sa m ie n to descubre en ella “el origen radical
de las Ideas” co m o s u s propias diferenciales (293-294).
104
Consecuencias. El em pirism o trascendental
^ DR, 251 : “ E s igua l explorar la Idea y elevar cada u n a de las facultades a su ejercicio
trascendente” .
* R ecordem os que la prim era ap arición en Deleuze del e m p irism o trascendental está
ligada a la estética, DR, 101: “ La obra de arte ab and ona el d o m in io de la representación
para d eve n ir ‘experiencia’, e m p irism o trascendental o ciencia de lo se n sib le ” .
105
Capítulo IV
106
Consecuencias. El em pirism o trascendental
‘ ‘ PS, 45-49. A p rop ósito d el e p iso d io de la Berma, 46-47: “ Cada lín ea de aprendizaje
pasa por estos d os m o m e nto s; la d ecep ción aportada por u n a tentativa de interpretación
objetiva, lueg o la tentativa de rem ediar esa decep ción por u n a interpretación su b je tiv a en
la que re co nstruim o s c o n ju n t o s aso ciativos [...]. V am o s de lo u n o a lo otro, saltam os de
lo u n o a lo otro, co lm a m o s la decep ción del ob jeto p o r u n a co m p e n sa c ió n del su je to ” .
Igual a n á lisis a p rop ósito d el am or (83-85).
Sobre el “pensam iento p u to co m o facultad de las esencias” y lo s sig n o s del arte, PS, p.
115-116. La term in olog ía de Deleuze se m o d ificó en este punto. En D iferencia y repetición,
la Idea ya n o tiene nada que ver co n la esencia, co n ce b id a c o m o abstracta y m uerta (284).
107
Capítulo IV
‘‘‘ A lberto G iacom etti, M usée d ’Art M oderne de la V ille de Paris, 1991, p. 415: “ Sé que
m e es co m p letam ente im p o sib le m odelât, p in ta r o d ib u ja r u n a cabeza, p o r ejem p lo , tal
c o m o la veo y s in em bargo es la ú n ic a cosa que in ten to hacer. Todo lo que p odría hacer
n u n c a será m ás que u n a pálida im agen de lo que veo y m i éxito estará siem pre por debajo
de m i fracaso o quizás siem pre igua l al fracaso” .
108
Consecuencias. El em pirism o trascendental
distancia que los separa. A sí com o hay que reconciliar los dos sentidos
de la estética, hay que reunir los diversos m om entos de la dialéctica que
Kant m antiene separados a través del examen sucesivo de las Ideas del
Yo, del M undo y de Dios. Cada una de esas Ideas se caracteriza com o
un todo que confiere a las partes de la experiencia una unid ad sistem á
tica que de lo contrario no tendrían'^. Kant examina en prim er lugar la
Idea en tanto que indeterm inada (idea del Yo), luego la Idea en tanto
que determinable por relación a los objetos de la experiencia (Idea del
M undo) y finalmente la Idea en tanto que determ inación completa por
relación a los conceptos del entendim iento (Idea de D ios). No hay lugar
para ascender más alto puesto que se ha llegado a una determ inación
completa, últim a am bición de la razón. Pero se comprende que para De
leuze tal orden no puede ser m antenido en la m edida en que la potencia
destructora del eterno retorno nos ha precipitado en u n m u n d o donde
D ios ha muerto, donde el m u n d o se ha convertido en u n “caosm os” y
donde el yo se há disuelto. ¿Cómo no sería profundamente modificada
la definición de la Idea?
¿Qué significa para el pensam iento la muerte de Dios? ¿De qué
manera concebir la unid ad sistemática de las partes de la experiencia si
D ios ha muerto? Para comprenderlo, hay que recordar qué rol juega
D ios antes de su muerte especulativa. D ios se define com o “el am o del
silo g ism o d isy u n tivo ” (LS, 210). Si se supone el co njun to de lo posible
com o materia originaria. D ios es aquel que opera una determ inación
completa y exclusiva de cada cosa, procediendo según disyun cion es
exclusivas. Hace de la d isy u n c ió n u n uso negativo y lim itativo. Se lo
ve en Leibniz donde la elección de lo m ejor supone la exclusión de las
series incom patibles con el m u n d o elegido. Solo son retenidas las series
convergentes y cuya convergencia asegura la u nid ad del m u n d o com o
otros tantos puntos de vista sobre una m ism a ciudad (mientras que las
demás series serán rechazadas en m u n d o s posibles que no com unican
con el m u n d o elegido). A sí “ la forma del yo asegura de manera corriente
la conexión de una serie”; la forma del m u n d o asegura “ la convergencia
de las series prolongables y co ntinuas”, y “ la forma de Dios, com o Kant
ha visto tan bien, asegura la d isy u n c ió n tomada en su uso exclusivo
109
Capítulo IV
lio
Consecuencias. El em pirism o trascendental
111
Capítulo IV
112
Consecuencias, El em pirism o trascendental
113
Capítulo IV
Son los dos aspectos de una filosofía de la expresión tal com o la concibe
Deleuze. El expresionism o en filosofía es a la vez u n “m aterialism o” y
u n “form alism o”^®.
La Idea com o materia, ¿no es u n aspecto que volvem os a encontrar
de manera constante en Deleuze? ¿No hay que partir cada vez de u n
flujo co n tinu o de materia ideal en tanto que “universal concreto” de la
Idea? Ya no se parte del co njunto de lo posible com o “materia originaria”
(LS, 209), sin o de la coexistencia virtual de todas las diferencias com o
materia ideal. Lo hem os visto con Geoffroy Saint-Hilaire q uien parte
del universal concreto de un A nim a l en sí com o coexistencia virtual de
todos los elementos y relaciones diferenciales, los cuales se actualizan
bajo tal o cual relación característica (o grado de desarrollo)^’. ¿No es la
m ism a operación la que volvem os a encontrar en los libros sobre cine?
Se parte de u n flujo co ntinuo de materia ideal, u n “cine en sí” o u n
“metacine”, u n plano de im agen en sí com o coexistencia de todos los
planos virtuales en tanto que elementos diferenciales (cbc, dy) y de sus
relaciones diferenciales que actualiza el m ontaje (dy/dx), siguiendo cada
vez relaciones singulares de co m p o sició n (determ inación completa). El
plano de las imágenes en sí precede la existencia de todo film com o la
materia precede la existencia de todo cuerpo^^. Cada obra desarrolla a
su turno u n a Idea en cine, actualiza las potencialidades de la Idea según
114
Consecuencias. El em pirism o trascendental
M M , 47-48. Y AE, 30: “toda m á q uin a está en relación con u n flu jo marerial co n tin u o
{hylé) en el cu al ella corta. La m á q u in a fun cio n a co m o m á q u in a de cortar ja m ó n ” , a
c o n d ic ió n de co n ce bir el ja m ó n co m o ideal, “flu jo in f in ito de u n m u slo de cerdo in m e n so
[...]. La hylé designa, en efecto, la c o n tin u id a d p ura que u n a m ateria posee c o m o Idea” .
115
Capítulo IV
La idea es la realidad p reind ivid ual, la materia inten siva del huevo,
contem poránea de cada existencia actual. En este sentido, Deleuze
puede decir que “el m u n d o entero es un huevo” (DR, 325-326). Cada
cuerpo forma u n todo organizado, diferenciado, pero es inseparable de
u n cuerpo inextenso, intensivo, sin organización, que es su Idea. Incluso
una roca expresa una Idea en tanto que obedece a m o do s de form ación
o de engendram iento; ciertamente no piensa esos m o do s ella m ism a,
pero expresa su Idea cuando se forma^^. “ Todo cuerpo, toda cosa piensa
y es u n pensam iento, en tanto que, reducido a su s razones intensivas,
expresa una Idea cuya actualización determina” (DR, 378).
Si, a su vez, el pensador piensa la Idea de esos cuerpos, entonces forma
una Idea de Idea, pero com o la expresión de otro m u n d o a explorar.
No se trata de pensar cosas, o relaciones entre las cosas en Deleuze, sin o
siempre y com unicaciones entre m und os divergentes sobre fondo
de caosm os. C ualquier cosa, cualquier estado de cosa, cualquier cuerpo
debe abrirse sobre el m u n d o que envuelve, y cada m u n d o sobre el afuera
que lo agita. El pensador deviene entonces “el universal in d iv id u o ” que
explora estos m u n d o s com o otras tantas Ideas^*".
Q ueda sin embargo u n problema. Deleuze d istingue dos vertientes,
dialéctica y estética, de u n lado u na materia ideal, del otro cuerpos exis
tentes. De u n lado lo virtual, del otro sus efectuaciones o encarnaciones.
A sim ism o distingue dos tipos de génesis, estática y dinám ica. La primera
génesis — que va de lo indeterm inado a la determ inación completa en
el seno de la Idea— se hace según “u n tiem po puramente lógico, ideal”
M M , 51: “n o so lo so n las p lantas y lo s anim ales, las orquídeas y las avispas las
que cantan o se expresan, ta m b ié n lo hacen las rocas e in c lu so lo s ríos, todas las cosas
estratificadas de la tierra” .
Il6
Consecuencias. El em pirism o trascendental
DR, 365: “ Por eso la estética de las intensidades desarrolla cada u n o de su s m o m e nto s
en co rresp ondencia co n la dialéctica de las Ideas” .
117
Capítulo IV
ii8
Consecuencias. El em pirism o trascendental
por una parte los m edios interiores y exteriores, todas las territorialidades
que forman las poblaciones moleculares según su m o do de d istrib ució n
y, por otra parte, los aspectos de desarrollo, los ritornelos animales, los
tiem pos de gestación, las aceleraciones o ralentizaciones — en los cuerpos
y en los pensam ientos— los que favorecen o traban la actualización de
ciertas relaciones potenciales de la Idea. Es M il mesetas quien ofrece la
descripción más completa de estos d in a m ism o s espacio-temporales.
Si Deleuze admira tanto a Sim ondon, es justam ente porque su teoría
de la ind ivid uación es la exposición sistemática de estos puntos: todo
proceso de ind ivid u ació n se concibe a partir de u n campo preindividual,
concebido com o tensión entre dispares, es decir com o problemática; el
proceso de ind ivid u ació n consiste justamente en una síntesis que integra
esta disparidad en u n sistema de resonancia interna. Este proceso vale para
los minerales tanto com o para los vegetales, para los animales como para
los psiquism os, para todos los cuerpos que pueblan la Tierra. En todas
partes Ideas com o otros tantos campos preindividuales problemáticos, en
todas partes cuerpos que intentan resolver esos problemas en función de la
distribución de sus potenciales y de las singularidades que los afectan, en
cuentros que redistribuyen esas potencias, según espacios-tiempos variados.
V olvem os a encontrar así en S im o nd o n las tres operaciones que
describen las síntesis del tiem po en Deleuze: primero u n acoplamiento
de series heterogéneas (síntesis del hábito); luego la resonancia interna
entre las series que asegura su co n ju n ció n (síntesis de la m em oria);
finalmente u n m o vim iento forzado de gran am p litu d que abre los cír
culos sobre lo sin fondo (síntesis del pensam iento puro). Deleuze no
ha cesado de despejar estas operaciones en todos los sitio s que pudo, de
forma sistemática, com o otros tantos hom enajes directos e indirectos
rendidos a Sim ondon. No es solamente el caso en D iferenday repetidón,
sin o tam bién en Proust y los signos donde, en una segunda lectura de la
obra, todo se ordena a partir de estas tres operaciones m aquínicas: aco
plam ientos de series heterogéneas, resonancia entre series, m o vim ien to
forzado que abre la resonancia. Es tam bién el caso de Lógica del sentido
a partir de los trabajos de M elanie Klein donde se pasa de la p o sició n
paranoide-esquizoide a la po sició n maníaco-depresiva y de esta a la
po sició n sexual propiamente dicha siguiendo las tres fases despejadas
por S im ondon (ES, 136 y sig.).
119
Capítulo IV
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Capítulo V
El p e r v e r s o y e l e sq u iz o f r é n ic o
121
Capítulo V
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El perverso y el esquizofrénico
123
Capítulo V
^ Sobre el m etalenguaje, DR, 292. Sobre el afuera, CC, 3: “ E l lím ite n o está afuera del
lenguaje, s in o que es su afuera: se co m p o n e de v isio n e s y de a u d ic io n e s n o lin g ü ístic a s,
pero que so lo el lenguaje hace p o sib le s” .
124
El perverso y el esquizofrénico
’ LS, 57. Cf. igualm ente ID , 243: “ ... el sin se n tid o n o es la ausencia de sign ificación,
sin o por el conttario el exceso de s e n t id o ...”
125
Capítulo V
125
El perverso y el esquizofrénico
127
Capítulo V
LS, 42. Sobre la d escrip ció n del len g ua je c o m o estructura, DR, 306-307.
128
El perverso y el esquizofrénico
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Capítulo V
Pero aproxim ém onos quizás aquí al problem a que atraviesa Lógica del
sentido. Hemos visto que el sinsentido actúa com o la causa estructural del
sentido. Y sabem os que el sentido, aunque sea producido, engendra las
relaciones entre series a través de las cuales el lenguaje entero comienza a
significar. Es el sentido el que vuelve posible el lenguaje. Deleuze precisa;
“ El lenguaje es vuelto posible por aquello que lo d istin gue” . D icho de
otro m odo, lo que distingue al lenguaje del co n ju n to de los cuerpos de
los que habla, es el sentido, definido com o incorporal'^. Si el lenguaje
preserva su diferencia con los cuerpos es porque es estructuralmente
producido o “cuasi” producido por el sinsentido. Este punto es esencial:
“ El sentido incorporal, com o resultado de las acciones y pasiones del
Cf. F. G uattari, P sychanalyse et transversalité, op. cit., p. 240. Sobre estos p u n to s, cf.
A. Sauvagnargues, op. cit., p. 190 y sig.
'* LS, 135: “ Lo que separa los so n id o s y lo s cuerpos, hace de lo s so n id o s lo s elem entos
para u n lenguaje” .
130
El perverso y el esquizofrénico
131
Capítulo V
132
El perverso y el esquizofrénico
133
Capítulo V
Cf. LS, 215: “ Este R o b in so n n o hace nada perverso p rop iam ente hab la nd o ; y s in
embargo, ¿cóm o evitar la im p r e sió n de q ue él m ism o es perverso sig u ie n d o la d efinició n
de Freud, es decir, aquel que se desvía de lo s fines?” Ver ig ua lm e n te 223 d o n d e R o b in so n
escapa a la n e u ro sis y a la p sic o sis m e d ia nte la creación de “d o b le s” y la c o n c lu sió n del
artículo, 227.
“ Sobre las relaciones entre desexualización, resexualización y perversión, cf. PSM, 120.
134
El perverso y el esquizofrénico
PSM, 95 y sig. CE, sobre este p u nto, F. Z o u ra b ich vili, Le V ocabulaire de D eleuze,
E llipses, 2003, p. 42-44.
135
Capítulo V
C, 6: “M i m anera de liberarm e que utiliz aba en aquella época co n sistía, se gún creo,
en co n cebir la h isto r ia de la filosofía c o m o u n a especie de so d o m ía [...] Me im ag in ab a
acercándom e a u n autor p o r la espalda y d eján d ole embarazado de u n a criatura que, sien d o
suya, sería s in em bargo m o nstruo sa. Era m u y im portante que el h ijo fuera suyo , pues
era preciso que el autor d ije se efectivam ente to do aq uello que y o le hacía decir; pero era
igua lm e n te necesario que se tratase de u n a criatura m o n stru o sa , p u es h a b ía que pasar por
toda clase de descentram ientos, d eslizam ientos, quebrantam ientos, e m isio n e s secretas que
m e causaron gran placer” . E s que la lectura deleuziana es tanto u n trabajo de exp licación
c o m o de im p lic a c ió n . Este d ob le m o v im ie n to da cuenta de la d ob le im p r e sió n de recobrar
el p e n sa m ie n to d el autor cu a n d o él lo explica y de encontrar ya a llí el p e n sa m ie n to de
Deleuze c u a n d o im p lic a eso de lo que tiene necesidad para explicarlo. En este sentid o,
sodom izar, es im plicar.
F. G ros, ib id ., p. 54.
136
El perverso y el esquizofrénico
137
Capítulo V
LS, 108. Ya, en PSM, el h u m o r está del lad o de la p e rve rsió n (a diferencia de la
ironía). Cf. ta m b ié n LS, 174 d on d e Deleuze d istin g u e entre p e rve rsió n y su b ve rsió n . Y
sobre el doblez (o contraefectuación) c o m o co n d u c ta ética, 107: “ La cuasi-causa n o crea,
‘opera’, y so lo quiere lo que sucede. T am bién aq uí in tervie n e n la representación y su uso:
m ientras que las causas corporales actúan y padecen po r u n a mezcla có sm ic a un ive rsa l
presente que produce el acontecim iento incorporal, la cuasi-causa opera en vistas de doblar
esta ca usalida d físic a .. . ”
138
Ei perverso y el esquizofrénico
LS, 71. Sobre el derecho im prescriptible de Artaud, cf. tam bién, DR, 227 yA E , 140.
139
Capítulo V
Creemos que son estas las razones que hacen que Deleuze se haya
interesado en el trabajo de Guattari. Seguramente, se pueden invocar
las circunstancias exteriores. Mayo del 68, el m ilitan tism o , el aire de la
época..., pero estas no bastan para explicar la razón de una colaboración
semejante desde el punto de vista de Deleuze. Creemos que Deleuze se
encuentra en una especie de im passe provisorio que se anuda a través de
las reivindicaciones opuestas del perverso y del esquizofrénico. Deleuze
tenía todo para hacer ju sticia a las reivindicaciones del esquizofrénico,
solo que debía conservar la estructura (para su lógica del sentido). Ahora
bien, ¿no es Guattari quien ante todo toma plenamente en consideración
a la esquizofrenia? ¿No es él quien declara: “Siempre estuve enamorado de
los esquizos, atraído por ellos”? (C, 13) Es preciso devolver su legitim idad
al esquizofrénico. C on Guattari, el nuevo héroe no es m ás el perverso
con sus procedim ientos, su s m étodos, sin o el esquizo y su s procesos.
140
El perverso y el esquizofrénico
141
Capítulo V
La génesis m ism a del pensam iento depende de esto, com o lo testim onia
el rol del instin to de muerte, de la denegación o de la perversión, por
solo tomar esos ejem plos. Son innum erables los deleuzianos burlones
ante el m enor texto de Freud o de Lacan: superado el psicoanálisis. Se
olvid a que Deleuze fue uno de los filósofos de su generación que más
directamente mezcló el material clínico del psicoanálisis con la filoso
fía. Interesarse en el psicoanálisis no consistía solam ente en comentar
a Freud, com o pudieron hacerlo Ricoeur o Derrida, sin o en introducir
ese material concreto en el interior m ism o de la filosofía.
¿Qué altera cio n es p ro vo ca el e n c u e n tro co n G uattari? ¿Qué
redistribución del sistem a impone? ¿Cómo se traduce filosóficamente
el nuevo estatus del esquizofrénico? ¿Y su s m áquinas? ¿Qué lugar
conceder a las m áquinas y a los bricolajes del esquizofrénico? ¿Cómo
otorgar su derecho a procesos tan radicalmente refractarios a cualquier
organización, a cualquier articulación, desprovistos de significación, en
sum a hostiles a las exigencias de la estructura? U no puede atenerse a dos
operaciones esenciales de las que derivan todas las demás. La primera
consiste evidentemente en una liq u id a ció n , no del sentido, sin o de su
primado. Es u no de los leitm otivs de E l A ntiedipo y de M il mesetas.
Hay que term inar con la pregunta: ¿qué quiere decir eso? y la exigencia
de sentido que supone. “ La única pregunta es ¿cómo m archa eso? El
esquizoanálisis renuncia a toda interpretación, ya que deliberadamente
renuncia a descubrir u n material inconsciente: el inconsciente no quiere
decir nada. En cam bio, el inconsciente construye m áquinas [...]. No es
expresivo o representativo, sin o productivo” (AE, 187). El problem a ya
no es en absoluto el del sentido n i el de la significación.
E ncontram os una ilustración de esto en los diversos estratos que
com ponen Proust y los signos. Tras haber consagrado u n estudio a los
signos y a la cuestión del sentido com o punto culm inante de En busca del
tiempo perdido, las ediciones siguientes, aumentadas con textos escritos
en el m om ento de la colaboración co n Guattari, hacen resonar la buena
nueva: “ La obra de arte m oderna no tiene problem a de sentido, solo
tiene u n problem a de uso.”^® Lo que hace falta estudiar son las m áquinas
142
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.n r
Capítulo VI
Esquizo sive natura
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Capítulo VI
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E squiz o s iv e n a tu ro
^ AE, 79. Deleuze y G uattari subrayan a p rop ósito d el falo: “A hora b ie n, es él q uien
actúa co m o causa form al de la tria ng ula ción , es decir, que vue lve p o sib le tanto la form a
d el triáng ulo c o m o su re p rod ucción ” . Sobre la crítica de la estructura en el p sic o a n á lisis,
315.
^ Se h a vaciado al fundam ento de su co n ten id o , pero se ha co lm a d o ese vacío co n una
estructura formal. Cf. AE, 116/117: “ Los tres errores sobre el deseo se lla m a n la falta,
la ley y el significante. Es u n ú n ic o y m ism o error, id e a lism o que se form a u n a piadosa
concepción del incon scien te. Y p o r m ás que interpretem os estas n o c io n e s en té rm in o s de
u n a co m b in a to ria que convierte a la falta en u n lugar vacío, y n o en u n a p riva ció n , a la
ley en un a regla de juego, y n o en u n m andato, al significante en u n d istrib u id o r, y n o en
u n sentido, no p o d em o s im p e d ir que arrastren tras de sí su c o n e jo teológico, in su ficie n c ia
de ser, cu lp a b ilid a d , sig n ifica ció n [...]. ¿Qué agua lim p ia rá estos conceptos de su se gun d o
plano, de su s tra sm u n d o s - la religiosidad-?” ,
149
Capítulo VI
’ AE, 84: “de E d ip o d eb e m os d ecir que crea am bas, tanto las diferenciaciones que
organiza c o m o lo ind iferenciad o co n que n o s amenaza” (ib id , 317).
150
ísquizosivenatura
¿De qué nueva imagen del inconsciente hay que partir? ¿Qué im pone
al respecto la primacía otorgada al esquizofrénico? Ya no se parte de la
estructura y de sus transformaciones, sin o de las m áquinas y sus fallos.
El punto de partida aparente es el cuerpo, no el cuerpo orgánico n i el
cuerpo v ivid o , sin o el cuerpo tal com o es producido en y por el deseo.
El punto de partida es el cuerpo deseante. Puesto que “es por el cuerpo
y por los órganos que pasa el deseo” (AE, 336). Son las famosas primeras
líneas de ElA ntiedipo. “ Ello respira, ello se calienta, ello come. Ello caga,
ello besa. Q ué error haber dicho el ello. En todas partes son m áquinas,
en absoluto metafóricamente: m áquinas de m áquinas, con sus acopla
m ientos, sus conexiones” (AE, 11). V olvem os a encontrar el m u n d o del
Ello, de los m últiples ello que describía Diferencia y repetición cuando los
órganos se constituían contrayendo los elementos de los que se com po
nen. Es el m und o de la producción prim aria de las “máquinas-órganos”
del cuerpo. Estas máquinas-órganos son los elementos moleculares o las
pulsiones del inconsciente®.
No se considera el cuerpo tal com o está formado orgánicamente,
sino tal com o lo hace funcionar la energía deseante. Desde este punto
de vista, el cuerpo no está dado, es producido por las síntesis propias a
cada órgano. Literalmente, los órganos hacen cuerpo por y con lo que
sintetizan. El ojo sintetiza un flujo de luz para em itir u n flujo de v isió n o
también u n órgano sintetiza el flujo de otro órgano com o la boca “corta”
la leche que fluye del seno. Sintetizar u n flujo es em itir u n nuevo flujo
a partir de aquel sobre el que uno se engancha o a partir de aquel que
se “corta” . La síntesis no produce n in g ú n objeto exterior a ella m ism a,
solo produce producción. El cuerpo es producido, pero producido como
productor (flujo de visió n , de secreciones, de habla, etc.). Si hay que
concebir la síntesis com o “corte”, no es solamente porque interrum pe
u n flujo continuo de materia -luz, leche, sonid o- , “co n tin uid ad pura
que una materia posee idealmente” (AE, 42), sin o tam bién porque los
órganos producen su flujo a partir de la materia que contraen.
*’ AE, 333 y 41 ; " . . . las p u lsio n e s so n solam ente las m á q uin a s deseantes”. E n D iferencia
y repetición, lo s objetos parciales eran ya d efinid o s co m o los elem entos de las pequeñas
percepciones (DR, 171).
151
Capítulo VI
^ AE, 17: “ Se d iría que lo s f lu jo s de energía todavía están d em asiad o lig a d o s, que lo s
ob jeto s todavía so n d em asiad o orgánicos. U n p u ro flu id o en estado lib re y s in cortes,
resbalando sobre u n cuerpo lle n o [...]. In stin to de m uerte, ese es s u n o m b re , y la m uerte
n o carece de m o d e lo ” .
152
Esijuizosivenûtm
153
Capítulo VI
154
E slìuiz o s iv e n a tu ro
AE, 44. Sobre el eterno retorno, ver ra m b ién AE, 27 y sig. y 319.
155
Capítulo VI
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E s q u iz o s iv e n ú t m
'* AE, 358: “ El p r in c ip io m ás general del esq uiz oan álisis dice, siem pre, que el deseo
es co n stitu tiv o de u n cam po social. De cu a lq u ie r m o d o , es infraestructura, n o ide olog ía” .
Cf. tam b ién 355-356 y el h om en aje a K lo sso w sk i sobre este p u n to , 69.
157
Capítulo VI
158
E squiz o siVe natura
159
Capítulo VI
el fundam ento se desmorona, son las axiom áticas las que toman e l relevo.
Axiomatizar sustituye a fundar, pero el objetivo sigue siendo el m ism o:
¿cómo someter el deseo a axiomas que enlacen sus pulsiones?“"*, ¿cómo
sujetarlo al cuerpo social?, ¿cuál es el nuevo p rincip io de d istrib u ció n
que permite ligar, atar las potencias esquizofrénicas del deseo?
A quello que juega el rol de fundam ento en las sociedades salvajes
y bárbaras, es el cuerpo lleno que presupone cualquier sociedad para
funcionar. Ese cuerpo es com o la causa o el origen, la instancia de la cual
todo proviene milagrosamente. ¿No ha salido todo en prim er lugar del
cuerpo de la diosa Tierra? ¿O del cielo? ¿No emana todo del poder d iv in o
del emperador o de su dios? Ese cuerpo no hace nada, n o produce nada,
es una “ instancia de antiproducción” , y sin embargo todo procede de él
com o por milagro. Fundar consiste en relacionar todas las producciones
de una form ación social a ese cuerpo d iv in o com o si dependieran de él.
D icho cuerpo no se confunde con el campo social, puesto que asegura
su fundación. Es aquello gracias a lo cual los cuerpos que com ponen ese
campo form an un cuerpo socia l organizado. “Solo hay código allí donde
u n cuerpo lleno com o instancia de antiproducción se vuelca sobre la
econom ía y se la apropia” (AE, 256).
En sentido estricto, lo que Deleuze y Guattari llam an “cuerpo lleno”
no tiene nada que ver entonces con el cuerpo sin órganos de las m á q ui
nas deseantes. El cuerpo sin órganos es u n cuerpo sobre el cual todo se
desliza, migra, permuta sin cesar, habida cuenta de la inm anencia de su
relación con la m áquina orgánica contra la cual lucha. Por el contrario, el
cuerpo lleno no es inm anente a la m áquina social; es a veces subyacente
(salvajes), a veces trascendente (bárbaros), de allí su rol organizador. Ac
túa com o una superficie de inscrip ció n que permite d istrib u ir y definir
los roles y las funciones de sus agentes, sus derechos y su s obligaciones,
regular la circulación de los bienes y de las personas. Si el cuerpo sin
órganos es el cuerpo de la “desfundam entación”, el cuerpo lleno es un
cuerpo fundador, es el cuerpo del fundamento.
160
Escjuizosivenoturo
l6 l
Capítulo VI
162
Esquilo sive natura
163
Capítulo VI
AE, 196: “ Son lo s tres lad o s de u n triá ng ulo salvaje que form a u n territorio de
resonancia y de retención, teatro de la crue ld ad que im p lic a la triple in d e p e n d e n c ia de la
voz articulada, de la m a n o gráfica y del o jo apreciador” . Cf. ta m b ién, 212-214.
164
Esquizosivenotm
165
Capítulo VI
Sobre el U rstaat, cf. A E, 224 y sig. y sobre él corte hacia atrás “para toda la h isto ria ” ,
269.
AE, 227: [El Estado despótico] “es la abstracción, que se realiza, ciertam ente, en
las form aciones im periales, pero que n o se realiza en ellas m á s que c o m o abstracción
(u nid ad sobrecodificante em inente). N o adquiere su existencia in m a n e n te concreta sin o
en las form as posteriores que lo hacen v o lv e r b ajo otras figuras y en otras co n d icio n e s.
C o m ú n horiz onte de lo que vie n e antes y de lo que vie n e d espués, so lo c o n d ic io n a la
h isto ria u n iv e rsa l a c o n d ic ió n de estar, n o fuera, s in o siem pre al lado, el m o n stru o frío
que representa la m anera en que la h isto ria está en la cabeza’, en el ‘cerebro’, el U rstaat".
Sobre las d o s form as del Estado, de lo s grandes im p e rio s a lo s E stados m o d e rn o s, AE,
224 y sig. y 269.
l6 5
Escjuizo sive naturo
AE, 212: “ D esde ese m o m e nto se produce u n aplastam iento del triáng ulo m ágico: la
voz ya n o canta, sin o que dicta, edicta; la grafía ya n o danza y cesa de an im ar lo s cuerpos,
sin o q ue se escribe fijada en tablas, piedras y lib ro s; el o jo se p o ne a leer (la escritura
im p lic a un a especie de ceguera, un a pérdida de v is ió n y de apreciación, y ahora es el ojo
el que duele, au nq ue adquiera ta m b ién otras funcionfes)” .
167
Capítulo VI
‘¿qué quiere decir eso?’, y que los problemas de exégesis prevalezcan sobre
los del uso y la eficacia. ¿Qué q uiso decir el emperador, el dios?’”*^ He
aquí que todo se interpreta y que toda interpretación debe reconducir a la
ley de u n significante suprem o, en virtu d m ism a de la sobrecodificación.
Característica de la doble inscripción, el inconsciente es tomado entonces
entre dos lenguajes, el primero que produce los elementos fonéticos de
una lengua (significado), el segundo que traduce lo que quiere decir en
otra lengua que lo sobrecodifica (significante)'*'*. Es el hom enaje h u m o
rístico de Deleuze y Guattari a Lacan. Pertenece en efecto a Lacan el
haber “reconducido el significante a su fuente, a su verdadero origen, la
edad despótica” soldando el deseo a la ley (AE, 320 y sig.).
El inconsciente ya no está som etido a las marcas en plena carne. Ya no
se marca el cuerpo, se escribe sobre él. El sistem a del terror sustituye al
de la crueldad'*^ Si los salvajes inscriben las reglas sociales sobre el cuer
po de los hom bres, los bárbaros escriben la ley en todas partes, sobre la
piedra, el papel o la m oneda, pero tam bién sobre los cuerpos'*^. Todo se
sub ordina de ahora en más a la ley com o forma vacía, indefinidam ente
interpretable, puesto que, desde su altura, se contenta con significar sin
nunca designar nada, el significante m ism o. Es im perativo que la ley
signifique, pero no m enos imperativo que sus designaciones sean arbitra
rias, tan arbitrarias com o el poder despótico mismo'*^. Indefinidam ente
AE, 212. Y M M , 120-121: “ El rostro prop orcion a la su sta n cia del significante, da
a interpretar, y cam bia, ca m b ia de rasgos cu a n d o la interpretación v u e lv e a prop orcionat
significante a su sustancia. ¡Vaya, h a ca m b ia d o de cara!” .
AE, 219: “ Por m á s que el cuerpo se libere del grafism o que le era p rop io en el sistem a
de la co n n o ta c ió n , ahora se convierte en la piedra y el papel, la tabla y la m o n e d a sobre las
que la n u e va escritura puede marcar su s figuras, su fon etism o y su alfabeto. Sobrecodificar,
esta es la esencia de la ley y el origen de lo s n u e v o s dolores del cuerpo” .
AE, 221 : “ E s el aplastam iento del an tig u o código, la n ueva relación de sign ifica ción,
la necesidad de esa n ueva relación basada en la sobrecodificación, lo s que reenvían las
d e sig n a c io n e s h a c ia lo a rb itra rio [...]. ¿Por q u é lo s lin g ü ista s n o cesan de encontrar
n ueva m ente las verdades de la edad despótica?”
i68
Esquizosivenatura
Vemos bien cuáles son las dos grandes operaciones de las m áquinas
sociales no capitalistas en su conjunto. La primera de ellas, la de los pri
m itivos, consiste en rechazar el fondo intensivo anedípico desplegándolo
a través de la extensión del sistem a de las reglas de alianza y de filiación.
Se trata de transformar las diferenciaciones [différentiations] intensivas
en diferenciaciones [différenciations] extensivas. C on este trabajo de
fundación, se constituye un suelo subyacente, ya no el de los hábitos
generadores del curso del tiempo, sin o el de las reglas y las prohibiciones
generadoras del orden social. La segunda gran operación, la de los bár
baros, consiste en someter a las poblaciones a u n fundam ento superior
trascendente. La primera operación anula lo intensivo introduciendo
diferenciaciones extensivas (fundación), la segunda somete las relaciones
extensivas inm anentes a una entidad trascendente (fundamento).
Las m áquinas sociales no capitalistas son com o la m áquina de La
Colonia penitenciaria de Kafka: inscriben directamente en el cuerpo sus
códigos y sobrecódigos. Los salvajes proceden con la ayuda de marcas y
de figuras (para inscrib ir con ellas sus reglas) mientras que los bárbaros
proceden con la ayuda de letras (para inscrib ir con ellas la ley)'*®. Marcas
y letras son los dos m odos de inscrip ció n que corresponden a las dos
primeras m áquinas sociales de E lÁ ntiedipo. Una profunda co nm oció n
se opera con el capitalism o que, por su parte, ya no tiene necesidad
“de escribir en plena carne, de marcar los cuerpos y los órganos, n i de
fabricar a los hom bres una m emoria” (AE, 258, 386). Ya no procede
por marcas ni por letras, sin o por cifras. Ya no procede según reglas n i
según la ley, sin o con axiomas.
169
Capítulo VI
AE, 247. C orrelativam ente, ya n o tiene necesid ad de u n a lin g ü ístic a fundad a sobre
la d ist in c ió n sign ifica nte/sign ifica do , s in o de u n a lin g ü ístic a de lo s flu jo s. Sobre el recurso
a H je lm sle v contra Saussure, AE, 250 y sig.
170
E sq u ilo s iv e n a tu ro
decir que no es la d isp ersión de los flujos la que explica el nacim iento
del capitalism o, esa d isp ersión es solo una co n d ició n por defecto^'.
El capitalism o no nace de la disp ersión de los flujos, sin o por el
contrario de su co n ju n ció n . Bajo su forma elemental, el capitalism o
solo aparece con el encuentro de dos flujos independientes: “de un
lado, el trabajador desterritorializado, convertido en trabajador libre y
desnudo, que tiene que vender su fuerza de trabajo; del otro, el dinero
descodificado, convertido en capital y capaz de comprarla” (AE, 232).
Tomado separadamente, n in g u n o de estos dos factores da nacim iento
al capitalism o; es su c o n ju n c ió n en una relación diferencial, la que
permite la concretización permanente del capitalismo^^. La m áquina
capitalista nace de la relación diferencial entre trabajo y capital (cuyas
funciones derivadas son el capitalista y el trabajador (AE, 271)). Pero
esta primera relación es inseparable de u na segunda, que hace aparecer
m ejor todo el cin ism o de la operación. Se trata de la relación diferencial
constitutiva del beneficio en tanto que introduce una dualidad in c o n
m ensurable entre dos formas de dinero: del lado del capital, la m oneda
de crédito o de financiam iento, m oneda abstracta o desmonetizada
cuya convertibilidad es solo de p rincip io ; del lado del trabajador, la
m oneda de pago que “entra en el b o lsillo del asalariado” , concretizada
com o m oneda de cambio. De esto deriva todo u n n uevo m odo de
d istrib u ció n de los derechos y de las potencias sociales que ya no pasa
por códigos: “ En u n caso, sig no s m onetarios im potentes de valor de
cam bio, u n flujo de m edios de pago relativo a bienes de co n su m o y a
valores de uso, una relación b iu n ivo ca entre la m oneda y u n abanico
im puesto de productos ( a lo que tengo derecho, lo que m e correspon
de, es entonces m ío...’); en el otro caso, sig no s de potencia del capital,
flujos de financiam iento, u n sistem a de coeficientes diferenciales de
producción que manifiesta una fuerza prospectiva o de una evaluación
A sí por ejem p lo , a p rop ósito de Roma: “ Todo está ahí, todo está dado s in p ro d uc ir
u n ca p ita lism o propiam ente h a b la nd o , s in o u n régim en esclavista” (AE, 230).
171
Capítulo VI
172
E sq uiz o siv e n û turo
Marx, Œ uvres, II, 1400. Ver ta m b ié n AE, 255 y el com entario de G. Sibertin-Blanc
que recuerda la im p o rtan cia de A lth u sse r y É. Balibar sobre estos p u n to s, op. cit., p. 50-54.
Sobre la p lu sva lía de có d ig o en lo s p r im itiv o s, tf. AE, 156.
173
Capítulo VI
se supone que ella dependa de éP^. El capitalism o solo es lim itad o por
su propia capacidad para reproducirse en las condiciones que favorecen
su expansión, recreando sin cesar las condiciones de una “acum ulación
prim itiva” para su periferia, m ientras que crea zonas de subdesarrollo
en su centro. Es la desterritorialización propia al capitalism o, a lo largo
de u n lím ite interno em pujado sin cesar, reconstituido sin cesar, com o
el despliegue de una curva sin tangente^®.
Mientras que el problema de las sociedades en general consiste en ligar
el deseo, en atarlo a grandes objetividades sociales (fetiches e ídolos),
he aquí que se produce con el capitalism o u n proceso de desconexión
generalizada. No son solam ente los flujos m onetarios, territoriales o
financieros los que circulan libremente. El trabajador tam bién deviene
“ libre” ; en derecho, su fuerza de trabajo le pertenece, in c lu so si de he
cho está alienada en provecho del capital; del m ism o m odo, el deseo es
liberado de los antiguos investim entos que lo “fundan”, exim ido de los
objetos sociales que había investido. Freud define justam ente “la esencia
o la naturaleza del deseo, ya no con respecto a objetos, fines e in c lu so
fuentes (territorios), sin o com o esencia subjetiva abstracta, lib id o o se
xualidad” (AE, 278). Es el sentido del paralelo Marx/Freud desde este
punto de vista, quienes descubren, uno en el trabajo “a secas” , el otro
en la lib id o , “la esencia sub jetiva abstracta” de la actividad productora^^.
E n este sentido, hay en efecto una esquizofrenia del capitalism o puesto
que de ahora en más todos los flujos so n descodificados, desterritoriali-
zados, ya no tienen n in g u n a significación, com o lo prueba la dem encia
del co nju n to del sistem a“ . Eso no quiere decir que ya no hay códigos.
Sobre este paralelo, AE, 266-267, 278-279, 312-313. D escodificar n o quiere decir
entonces trad ucir u n có d ig o o co m p rend erlo, sin o d esligar o d eso bje tivar el deseo.
174
E s ijiiiz o siv e n o t u m
sin o que los códigos son tratados ellos m ism o s com o flujos. Si el traba
jador es “libre” , si el deseo está liberado de los antiguos investim entos
que lo “fundaban”, ¿cómo el capitalism o no llegaría a confundirse con
u n proceso esquizofrénico tal com o lo hem os descrito al comienzo? Ya
nin g un a trascendencia, n in g u n a subyacencia, nin g un a entidad extra
económ ica da razón de su m odo de producción. La producción aparece
por lo que es: trabajo y deseo tienen su esencia en sí m ism o s, en la
inm anencia m ism a de su proceso. “El capitalism o define u n campo de
inm anencia” (AE, 258), un vasto proceso de desterritorialización que
no cesa de ampliarse, de em pujar sus lím ites.
Pero es justam ente la razón por la cual una axiomática acompaña ne
cesariamente la descodificación generalizada de los flujos^'; las relaciones
diferenciales que instaura (entre flujo de capital y flujo de trabajo, entre
flujo de financiam iento y flujo de m edios de pago), perm iten conectar
las potencias del deseo, contenerlas en el interior de los lím ites de esas
relaciones, de tal manera que toda producción sea para el capital, trabaje
en su valorización o su incremento. Así com o la tierra cubre el campo
social p rim itivo y así com o la som bra del déspota cubre el campo social
de los bárbaros, el capital cubre el co nju nto del campo social civilizado.
Ya solo se produce en el interior de los lím ites de la axiomática capita
lista, aun cuando esos lím ites no cesan de desplazarse y el capitalism o
de extenderse, de proseguir su expansión hasta formar el más vasto de
los ecúmenes. La axiomática es el m edio de lig a r \di producción deseante
con el proceso de acrecentamiento del capital, de doblegarla bajo ese
nuevo yugo sin tener ya necesidad de fundamento®^.
AE, 253: el ca p ita lism o “su stitu y e lo s có d ig o s por u n a axiom ática extremadamente
rigurosa que m a ntien e la energía de lo s flu jo s en u n estado de ligazón sobre el cuerpo
del capital c o m o so c iu s desterritorializado, pero ta m b ié n e in c lu so m ás im placab le que
cu alq uie r otro so c iu s” .
175
Capítulo VI
® CE, desde este p u n to de vista , la d e sc rip c ió n que ofrece D esanti del rol de la
d e d u c ció n en Pascal d o n d e “ lo s e ncad en am ie n to s m atem áticos desp liegan en su se no u n
m e c a n ism o in tern o de control, u n a autoreg ulación, cu y o s p r in c ip io s el m atem ático debe
esforzarse en d e sc u b rir y en m a ne jar” (La P hilo so p hie silencieuse. S euil, 1975, p. 246).
Sobre el rol de lo s “grandes a x iom ático s” que “taponan las lín eas de fuga tan frecuentes
en m atem áticas” , M M , 466.
AE, 255: “ N o existe op etación eco n ó m ica o financiera que, en el su p u e sto de set
traducida en té rm in o s de có digo , n o haría estallar s u carácter inconfesable, es decir, su
p e rversión in trín se ca o su c in is m o esencial” .
® AE, 260: “ N u n ca u n E stado perd ió tanta potencia, para ponerse co n tanta fuerza al
se rvic io del sig n o de po tencia económ ica. Y este papel, el E stado ca pita lista lo tu vo m u y
pronto, au n q ue se diga lo contrario, desde el p r in c ip io , desde s u gestación b a jo form as
todavía sem ifeud ales o m o n á tq u ica s” .
176
E s c ju iz o s iv e n o t m
177
Capítulo VI
AE, 68, Cf. ta m b ié n 286, 348 y 360. E l aspecto m ortífero es inseparable del
in v e stim e n to de u n siste m a fantaseado co m o inm ortal.
178
EsquízosiVe natura
Cf. AE, 313: “ El p sic o a n á lisis es la técnica de ap licación, cuya axiom ática es la
e co n o m ía p o lític a ” . Deleuze y G uattari d e n u n c ia n precisam en te en la estru ctu ra la
operación form al que perm ite esta aplicación: “ Las operaciones form ales de la estructura
so n las de la extrapolación, la ap licación, la b iu n iv o c iz a c ió n que proyectan el c o n ju n to
socia l de partida en u n c o n ju n to fam ilia r de llegada, la relación fam ilia r co n ve rtid a en
‘m etafórica de todas las d em ás’, e im p id e n a lo s elem entos p ro d u c tivo s m o leculares seguir
su prop ia línea de fuga” (317).
179
Capítulo VI
tragedia para hacer de ellos fantasmas o proyecciones del hom bre ci
vilizado, producciones de la lib id o , concebida com o esencia subjetiva
(AE, 311-312). Pero del otro lado, recodifica el deseo sobre las figuras
familiares y restaura una instancia trascendente que actúa com o ley
despótica, hace de la falta la co n d ició n estructural del deseo. “ Edipo
no sería nada si la p o sició n sim b ó lica de u n objeto de las alturas, en la
m áquina despótica, no hiciese posible, en prim er lugar, las operaciones
de plegado y de repliegue que lo constituyeron en el campo moderno:
la causa de la triangulación.”^' La estructura hace pasar el deseo bajo
la ley del gran significante o del falo; lim ita estructuralmente el deseo
m ientas asegura su funcionam iento com o falta constitutiva. Se diría
que la estructura reúne dos edades, la del fundam ento trascendente que
se obstina en hacer sobrevivir, más allá de la edad despótica, y la de su
desm oronam iento puesto que ya solo sobrevive en su función sim b ó lica
por relación a los fantasmas privados del hom bre civilizado^^. E n este
sentido, la estructura es el m edio gracias al cual el fundam ento se sobre
vive a sí m ism o o accede a una vid a post mortem, com o si el psicoanálisis
hubiera encontrado el m edio de fundar la ausencia de fundamento. “ Es
com o la histo ria de los guerrilleros que, queriendo destruir u n poste,
equilibraron tan bien las cargas de explosivo que el poste saltó y vo lvió
a caer en su agujero” (AE, 276). A sí con el fundam ento; no es destruido
sin ser pronto recreado, restablecido en sus derechos, com o un D ios
muerto que no term ina de m orir o de renacer''^.
i8 o
E scjuizo s iv e natura
I8l
Capítulo VI
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E squiz o siv e natura
183
Capítulo VI
184
E sq iiiz o siv e n a t u r a
niveles de realidad, sin o dos punto s de vista com plem entarios sobre
una m ism a realidad^^.
De manera aproximada, se puede decir que la teoría de las síntesis
descansa sobre la gran asociación Kant/Marx; de u n lado, se invoca a
Kant para describir el campo trascendental del inconsciente constituido
por su uso inm anente de las síntesis®®; del otro, se utilizan las categorías
de Marx para describir el m odo de funcionam iento de dichas síntesis:
producción, circulación, consum o®'. Pero la teoría de las m u ltip lic id a
des procede de otra asociación, todavía discreta en E l A ntiedipo, entre
Spinoza y Bergson. De u n lado, Spinoza es utilizado para describir la
disparidad m olecular del inconsciente; la ausencia positiva de lazo entre
las singularidades inconscientes es pensada a partir del m odelo de los
atributos spinozistas mientras que el cuerpo sin órganos sobre el cual
se distribuyen es pensado a partir del m odelo de la sustancia; del otro
lado, se parte, com o en Bergson, de una diferencia de naturaleza entre
dos tipos de m ultiplicidades para determinar luego los m ixtos que ellas
com ponen según las oscilaciones de la polaridad esquizofrenia/paranoia.
Esta polaridad es el gran m ovim iento pendular de E l A ntiedipo, anim a
las dos caras del cuerpo sin órganos®^. Los procesos de desterritorializa-
ción y de reterritorialización correlativos participan en este sentido de
una teoría del investim ento libidinal. Se puede llam ar territorialidad al
AE, 290: “ Las d os caras del cuerpo s in órganos so n , pues, aquella en la que se
organizan, a u n a escala m icroscópica, el fenóm eno de m asas y el in v e stim e n to paranoico
correspondiente, y aquella otra, escala subm icroscópica, en la que se agencian los fenóm enos
m oleculares y s u in ve stim e n to esquizofrénico” .
185
Capítulo VI
objeto que inviste el deseo, el objeto al cual se liga o se ata. ¿Por qué
no hablar en este caso de objeto com o lo hace el psicoanálisis cuando
habla de objeto sexual o de objeto de amor.^ La ventaja de la n oció n
de territorialidad, es que es inseparable de la noció n de lím ite; no hay
territorio que no esté co nstituid o por el trazado de u n lím ite. Lo que el
inconsciente inviste, no espor tanto un objeto, n i siquiera un territorio, sino
un lím ite. A quello a lo que se enganchan los in d iv id u o s es al lím ite que
trazan, que justam ente los territorializa: a partir de acá es m i hogar, es
mío... E llos vive n sobre ese lím ite que no cesan de ocupar, lo cual hace
que todo investim ento lib id in a l sea siempre inm ediatam ente político.
Se lo ve en el investim ento paranoico que hace del lím ite una frontera
celosamente protegida, en derecho infranqueable. ¿El paranoico se inte
resa sencillam ente en otra cosa? El lím ite debe preservar una identidad
pura de cualquier mezcla, proteger sus territorialidades de infiltraciones
extrañas o de espías in visib les, debe prevenir un cuerpo sano contra los
m icrobios y la suciedad. El paranoico es el guardián de los lím ites. E n el
otro extremo, el “esquizo” es precisamente aquel que no inviste n in g ú n
lím ite sin o para franquearlos, pasar del otro lado según “ líneas de fuga”
transversales. No posee territorio fijo n i identidad territorial, interfiere
las localizaciones y no fantasea por tanto nada puro: “No, no soy de los
vuestros, soy de raza inferior desde toda la eternidad, soy una bestia, un
negro.”*^ Es siguiendo ese trazado que el esquizo crea una nueva tierra
donde nomadizar. “ Es la realización del proceso: no una tierra prom e
tida y preexistente, sin o una tierra que se crea a m edida que avanza su
tendencia, su despegue, su propia desterritorialización” (AE, 332).
Se diría que el viaje del esquizo consiste en pasar del otro lado de la
estructura, franquear los lím ites que esta últim a le asigna al deseo. Es
el famoso m uro o la línea, de la cual habla E l Antiedipo, que el deseo
edipizado no puede franquear so pena de muerte. La castración erige el
muro, traza la línea infranqueable del triángulo estructural y mantiene al
inconsciente resignado del lado de la estructura edipica. A hora bien, es
justam ente del otro lado de esta línea que se desemboca en la “desorga
nización real” del deseo, en la productividad de las m áquinas deseantes
i85
E siju iz o s iv e n a tu ro
187
Capítulo VI
DR, 74: “ El lím ite ya n o d esig n a aq u í lo que m a ntien e la cosa b ajo u n a ley, n i lo
que la acaba o la separa, s in o p o r el co ntrario aq uello a partir de lo cu a l se d esp liega y
despliega toda s u potencia” .
i88
E sq u ilo s iv e n a tu ra
189
Capítulo VI
igo
Capítulo VII
L as t r ía d a s d e la t ie r r a
191
Capítulo VII
192
Las tríadas de la tierra
^ Cf. Laymert G arda D os Santos, “Verso u n a n u o v a terra” , a u t aut-, M ilán , nro, 277-
278,1997, p. 85-92.
193
Capítulo VI I
194
Las tríadas de la tierra
195
Capítulo VII
196
Las tríadas de la tierra
E l p la n o (1)
Se pueden d istin g u ir tres niveles: está entonces ante todo el plano-, el
cuerpo sin órganos o la materia intensiva, el planóm eno. Es lo que antes
era descrito com o sin fondo, luego com o campo trascendental. Es una
v isió n en corte o una sección de las m ultiplicid ad es en el nivel m ole
cular, en el nivel de sus relaciones más libres, allí donde están menos
ligadas, cuando lo heterogéneo se conecta con lo heterogéneo en tanto
que heterogéneo’^. Ese plano es M ateria. En tanto que materia, posee
una realidad física, con sus m agnitudes, su s grados, sus cantidades; pero
com o se trata de una materia intensiva, su s m agnitudes, sus grados, sus
cantidades son inextensas, son “partes de potencia” "" que se distinguen
intrínsecamente, y no de manera extensiva o extrínseca. En ese nivel,
no hay más que variaciones de intensidad (grados de potencia), sin g u
laridades (cambios de umbrales) y co nju ncio nes de flujos (relaciones
diferenciales). El plano es u n flujo material, no informe, sin o informal.
¿Por qué hablar entonces de consistencia? Se puede decir que la
consistencia im p lica una cierta solidez material, y por consiguiente una
forma. Ciertamente, pero es todavía más cierto lo inverso: u n co n jun to
es tanto más consistente cuando consigue mantener ju n to s térm inos
Sobre la inten sid a d co m o realidad física inextensa y co m o potencia, c£ SPE, 183 y sig.
197
Capítulo VII
198
Las tríadas de la tierra
atraída hacia el lím ite que la hace volcarse fuera del agenciamiento que
compone, aspirada por otra m u ltip licid ad que com pone con ella un
nuevo agenciamiento. Es lo que pasa cuando una m u ltip lic id a d llega
a la saturación, cuando está en la im p o sib ilid a d de incrementar sus
dim ensiones sin cambiar de naturaleza^®. H ay siempre u n atractor, s in
gularidad o elemento anomal, para desterritorializar u n a m ultiplicid ad ,
como el capitán Ahab arrastrado en persecución de la ballena blanca.
De allí la im portancia del presentim iento cuando la m u ltip licid ad tien
de a franquear ese lím ite, com o u n sentim iento de destino. Puede ser
que corra hacia m i perdición, pero no tengo elección... Un dem onio
arrastra una m u ltip licid ad fuera de su agenciamiento, la hace m o rir en
provecho de otra donde todo es redistribuido, para m ejor o para peor.
Eterno rom pim iento, eterna redistribución del flujo material intenso,
como Las olas de V irg inia W oolP '.
199
Capítulo v ii
200
Las tríadas de la tierra
M M , 144: ‘/Ella n o está, pues, fuera de la historia, sin o m á s b ie n siem pre ‘antes’ de la
historia, en todos lo s m o m e n to s en que co n stituye p u n to s de creación o de po te ncialid ad ” .
Y la ap ro xim ación d el eterno retorno co n un a m á q u in a có sm ica, M M , 353.
201
Capítulo VII
202
Las tríadas de la tierra
lia, rumor). Hay “todo tipo de voces en una voz” (MM, 82). La naturaleza
de estos signos no es de orden lingüístico, sin o pragmático. E lA ntiedipo
ya describía regímenes de signos que desbordaban el marco lingüístico,
como el triángulo mágico de los p rim itivo s (marcas corporales, voz de
alianza y ojo apreciador) o el triángulo despótico (signos escritos, voz
de las alturas y ojo lector). Cualquiera sea el régimen, los sign os no son
signos por sí m ism os, sin o en función de sus relaciones con los cuerpos
y los procesos de desterritorialización, de reterritorialización de los que
son inseparables.
Un agenciamiento es entonces siempre doble; a la vez agenciamien-
to m aquínico de cuerpos y agenciamiento sem iótico de signos. No es
solamente una concretización o una efectuación de tal o cual m áquina
abstracta, sin o tam bién una relación a veces inestable entre dos órdenes
realmente distintos: m u ltip licid a d de los cuerpos y m u ltip lic id a d de los
signos. A decir verdad, todavía no es posible explorar todas las com
ponentes de u n agenciamiento concreto en la m edida en que pone en
juego cada vez circunstancias diferentes, materiales distintos, relaciones
de fuerzas singulares. Apenas si se ha evocado la relación entre el agen
ciamiento y la Tierra, la manera en la que territorializa la tierra. Por el
momento, solamente hem os d istin g u id o tres aspectos: Plano, M áquina,
Agenciamiento, los cuales constituyen tres niveles de percepción de una
única y m ism a realidad. Desde tal agenciamiento concreto histórico-
social, hace falta remontar hasta la m áquina abstracta que distribuye sus
coordenadas y hasta la materia intensiva del p la n o ... No hay “problem a
más importante que este: dado u n agenciamiento m aquínico, ¿cuál es
su relación de efectuación con la m áquina abstracta? ¿Cómo la efectúa,
con qué adecuación?” (MM, 76)
Esta no es más que una primera presentación que va del n oúm en o
(planómeno o ecumene) al fenómeno (agenciamiento concreto de po
blaciones), que va de una parte de lo real a la otra, del Real-Abstracto
al Real-concreto^^. Esta presentación sigue siendo no obstante in c o m
pleta puesto que no sabemos cóm o se pasa de las m áquinas abstractas
a los agenciamientos concretos, cóm o se pasa de u n real a otro. Más
aún, semejante presentación puede dar la errónea im presión de que las
203
Capítulo VII
Por otra parte es por eso que, en la “ G eología de la m o ral”, la n o c ió n de agenciam iento
so lo es presentada al final de la m eseta (75).
204
Las tríadas de la tierra
M M , 51: “Se llam aba m ateria al p lan o de co n siste n cia o Cuerpo s in Ó rganos, es
decir, al cuerpo n o form ado, n o organizado, n o estratificado o desestratificado, y a todo
lo que circulab a p o r ese cuerpo, partículas sub m o le culares y sub atóm icas, inten sid a d e s
puras, sing ula rid a d es prefísicas y previtales” . C f ta m b ién, 513.
205
Capítulo VII
206
Las tríadas de la tierra
de signos son estratos... La razón de esto es sim ple, es que toda m u lti
plicidad tiende a estratificarse, a organizarse. H ay estratificación desde
el m om ento en que la materia intensiva del plano llega a distribuirse
según u n programa definido. A sí sobre u n estrato, solo son producidos
cuerpos físicos y quím icos. Sobre otro, son producidos solo cuerpos
vivientes organizados. Todavía sobre otro estrato, son producidos solo
cuerpos sociales, los cuales producen a su vez otros cuerpos, cuerpos de
Estado, cuerpos de funcionarios, cuerpos de oficios, com o otras tantas
estratificaciones suplementarias.
Vemos en efecto que las m áquinas abstractas obedecen a una suerte
de programa definido. ¿Cómo explicarlo? Es preciso volver al fenóme
no de aglutinación de las m ultiplicidades. A través de su descripción
de la acum ulación estadística y la invocación a una ley de los grandes
núm eros. E l Antiedipo deja entrever dos operaciones distintas que M il
mesetas describe ahora bajo el nom bre de doble articulación: una prim era
operación mediante la cual la interacción de las m ultiplicid ad es m ole
culares conduce a la formación de una masa o substancia que obedece
a un comportam iento estadístico ordenado. Esta masa constituye un
primer grado de territorialización o una primera forma de territorialidad
de la que son excluidas las m oléculas que no entran en ese campo de
interacciones. La interacción se confunde con u n proceso de selección
que conduce a la formación de una masa. La materia intensiva deviene
una materia, una substancia formada, es decir u n co n ju n to m olecular
metaestable. Pero interviene una segunda operación que fija este orden,
lo organiza, lo codifica, lo estabiliza en una forma molar, forma en la cual
se actualizan simultáneamente los compuestos substanciales precedentes.
Ya no tratamos con materias formadas, sin o con formas organizadas.
Es lo que E l A ntiedipo llam aba “formas de potencia” o “formas de so
beranía” . El orden estadístico in icia l se organiza según “fenómenos de
centrado, unificación, totalización, integración, jerarquización, finaliza
ción” (MM, 49). Entonces, según los estratos, la materia com pone una
estructura m olar estable o una estructura m olecular organizada. Según
u n ejem plo de geología elemental de M il mesetas, se pasa por diagénesis
de la formación de sedim entos (P articulación) a la form ación de rocas
sedimentarias (2"* articulación). La estratificación consiste de este m odo
en formar materias diversas, en hacer entrar m ultiplicidades moleculares
207
Capítulo VII
208
Las tríadas de la tierra
Cf. G. S im o n d o n , L ’in d iv id u a tio n à la lum ière des notions deform e et d ’inform ation,
M illo n , 2005, p. 86. La u n ic id a d de la estructura de u n cristal “para to do s lo s elem entos
de u n m ism o in d iv id u o señala la existencia in ic ia l de u n germ en que n o solam ente ha
in ic ia d o la cristalización en tanto q ue c a m b io de estado, sin o ta m b ié n que ha sid o el
p rin c ip io ú n ic o de la estructuración del cristal en s u particula rida d ” .
209
Capítulo VII
M M , 51. R ecordam os la declaración de DR, 378: “Todo cuerpo, toda cosa pie nsa
y es u n p e n sa m ie n to ..
210
Las tríadas de la tierra
que despejan una línea, una estructura u n id im en sio n al. “La expresión
deja de ser v o lu m in o sa o superficial para devenir lin eal” (MM, 65). Se
trata siempre de expresar una invariancia, pero la expresión ya no es
am plificación (pasaje de lo m icro a lo m acroscópico), es reproducción,
duplicación en el seno m ism o de lo m icroscópico, com o lo prueba la d is
tinción entre la secuencia nucleica (ADN y ARN mensajero) y la cadena
de los am inoácidos. Se desprende una línea de expresión que consiste,
para los organism os, en reproducir o volver a copiar su estructura: “ El
desprendim iento de una pura línea de expresión en el estrato orgánico
va a hacer que el organism o sea capaz a la vez de alcanzar u n um bral de
desterritorialización m ucho más alto, de disponer de u n m ecanism o de
reproducción de todos ios detalles de su estructura compleja en el espacio,
y de poner todas sus capas internas ‘topològicamente en contacto’ con
el exterior, o más bien con el lím ite polarizado” (MM, 66).
Sin embargo, en el estrato orgánico, la expresión sigue siendo todavía
dependiente del espacio y de las substancias formadas'*'. Lo que cam bia
en el estrato antropomorfo (o “aioplàstico”) , es que la nueva forma de
expresión — el lenguaje— se desprende de las substancias formadas, de los
contenidos y se convierte en u n código capaz de traducir todo, de repetir
todo. El código ya no es genético, sin o lingüístico. Ya no es lineal, sino
“sobrelineal” (MM, 68). No solamente una lengua puede traducir otra
lengua, sin o que puede representar tam bién todos los demás estratos,
captar sus flujos, sus partículas, su s códigos, pasar de una substancia a
otra (MM, 68). La d istin ció n entre contenido y expresión se distribuye
entonces de u n m odo completamente distinto. Ya n o se trata de d is
tinguir dos órdenes de m agnitud en el seno de una m ism a cosa (estrato
geológico), n i de d istin g u ir dos clases de m oléculas en el seno de un
m ism o ser (estrato orgánico), se trata de d istin g u ir dos géneros de seres
irreductibles: los cuerpos y los signos'*^. A quí tam bién todo parte de
A quí, Deleuze y G uattari utiliz an todos lo s recursos de la d ist in c ió n real que perm ite
estratificar lo s órdenes de realidad (en lug ar de d is t in g u ir n um é rica m en te lo s seres).
D esde este p u n to de vista, n o es sorprendente ver que ella sirv a de m anera d e c isiva en
el capítulo sobre lo s estratos. A p rop ósito de la d ist in c ió n form al en D u n s Scotto, SPE,
211
Capítulo VII
una d istrib u ció n de m ultiplicidades; las “tribus” del cerebro (MM, 69).
Deleuze y Guattari se inspiran aquí en Leroi-Gourhan y m uestran cóm o
las poblaciones del cerebro se d istribuyen según dos polos distintos, de
u n lado la pareja mano-herramienta (articulación de contenido), del otro
la pareja rostro-lenguaje (articulación de expresión). Es la doble articula
ción la que ordena y organiza el estrato de las poblaciones hum anas: de
u n lado, el m u n d o de los cuerpos, de los agenciamientos m aquínicos de
cuerpos; del otro, los regímenes de signos, los agenciamientos colectivos
de enunciación. De u n lado, m áquinas sociales técnicas (formaciones
de potencias); del otro, m áquinas colectivas sem ióticas (regímenes de
signos). Se puede considerar in clu so que cada nueva d istrib ució n de estas
m áquinas constituye u n nuevo estrato. En este sentido, las tres grandes
formaciones sociales de E l A ntiedipo — salvajes, bárbaros, civilizados—
constituyen tres estratos d istinto s sobre el estrato de las poblaciones
hum anas. Pero sin duda M il mesetas propone todavía otros regímenes
de signos y otras m áquinas sociales.
212
Las tríadas de la tierra
deja pasar, puesto que n o d istrib u y e las zonas de ve c in d a d que co n stru ye n el p lan o de
co n sisten cia” .
213
Capítulo VII
tim a palabra de la tierra.”"“^ Puesto que justam ente las estructuras están
bordeadas, atravesadas, chocadas por el flujo de las m u ltip licid ad es
libres del plano de consistencia. Están penetradas desde el interior por
m ultip licid ad es de otra naturaleza. Siempre hay algo que se enloquece o
fuga, m o vim ien to s de desterritorialización que deshacen las estructuras,
singularidades que saltan de u n estrato al otro, según com unicaciones
transversales aberrantes.
El co n ju n to ya no puede ser pensado entonces a partir de u n plano
de organización. No se puede dar cuenta de estas co m u n ica cio n es
aberrantes solam ente in vo ca nd o variaciones, fallas o accidentes de
estructuras. Tampoco sup o nie nd o que las estructuras pasan unas en
otras, según analogías u hom ologías regladas. El com portam iento de
estas m ultip licid ad es exige justam ente la concepción de otro tipo de
plano. Hace falta u n plano u nívoco que no respete n i la organización
de las estructuras, n i siquiera su transformación m u tu a según reglas
com binatorias formales. Puesto que el lím ite de u n pensam iento de
las estructuras, es restaurar u n pensam iento analógico del Ser, cubrir el
Ser de u n a am plia m im e sis que procede por transformaciones sucesivas
de las estructuras unas en otras^^. Afirmar la u n ivo cid a d del Ser, no es
solamente perpetuar y transformar una tradición filosófica antigua, es
sobre todo volver pensable la co m u n ica ció n transversal entre m u ltip li
cidades, hacer ju stic ia a los m o vim iento s aberrantes. Es mostrar cóm o
las m ultip licid ad es se abren paso del sistem a de los estratos para fluir
libremente. “Si consideram os el plano de consistencia vem os que está
recorrido por las cosas y los sig n o s más heteróclitos: u n fragmento
sem iótico lin d a con u na interacción quím ica, u n electrón percute u n
lenguaje, un agujero negro capta u n m ensaje genético, una cristalización
214
Las tríadas de la tierra
215
Capítulo VII
216
Las tríadas de la tierra
217
Capítulo VII
218
Las tríadas de la tierra
sobre esta últim a. No canta la gloria de D ios sin verse sacudido por las
potencias de la Tierra.
L in g üística
Sea por ejem plo la cuestión de lenguaje y de la lin güística en M il mese-
tas’^. Se comprende que Deleuze y Guattari aborden m u y pronto esta
cuestión en la m edida en que la lingüística ha sid o una de las matrices
del estructuralismo. La cuestión puede resumirse así: ¿cómo transformar
una estructura en agenciamiento? Todo el problema es abrir la estructura
del lenguaje sobre el afuera, hacer pasar al interior del lenguaje todo lo
que la lingüística y la sem iología consideran com o factores extrínsecos.
No se trata de poner en d iscu sió n el carácter estructural del lenguaje, se
trata ante todo de mostrar que una lengua está siempre tomada en u n
agenciamiento concreto, que no puede ser separada de los cuerpos de los
que habla, que es afectada desde e l interior por todos los cuerpos sociales
exteriores. Volvem os a encontrar el fenómeno de doble articulación
expresión/contenido, que define a cualquier agenciamiento. Regímenes
de signos de u n lado, regímenes de cuerpos del otro. Pero esto es solo
u n primer aspecto. Luego hay que mostrar cóm o el agenciamiento es él
m ism o inseparable de u n afuera aún más exterior, que trabaja de manera
más profunda la lengua, que la desarticula, que tiende a hacerle perder su
gramática y su sintaxis, en sum a que la desterritorializa. Ese afuera está
más allá de la exterioridad de los cuerpos sociales; constituye el lím ite
m ism o del lenguaje. Más allá de la exterioridad, el afuera; más allá del
agenciamiento concreto, la m áquina abstracta.
Es verdad que se puede considerar la lengua en y por sí m ism a, in
dependientemente del habla, independientemente de las circunstancias
de enunciación, del “contexto” y extraer sus invariantes, las constantes
y las variables fonológicas, morfológicas o sintácticas. En este sentido
la lingüística puede pretender legítimam ente producir una m áquina
abstracta de la lengua (MM, 94-95). Toda la cuestión es saber si esta
abstracción está bien fundada. ¿En nom bre de qué expulsar com o
extrínsecas las variables de enunciación y las circunstancias exteriores?
¿Es porque dependen del hecho? ¿Pero es allí por donde hay que hacer
219
Capítulo VII
220
Las tríadas de la tierra
M M , 72: “¿Por qué preservar la palabra sign o para esos regím enes que form alizan
un a expresión s in designar n i significar lo s co n te n id o s sim u ltá n e o s que se form alizan de
otro modo? E s porque lo s sig n o s n o so n sig n o s de algo, so n sig n o s de desterritorialización
y de reterritorialización, señalan cierto u m b ra l que se franquea en esos m o v im ie n t o s” , de
allí la observación general: “N u n ca u n o es significante o significado, so m o s estratificados” .
221
Capítulo VII
222
Las tríadas de la tierra
M M , 145: “ E l d ia g ra m a s o lo c o n o c e ra sg o s, p u n t a s, q u e s o n to d a v ía de
co n ten id o en la m e d id a en que so n m ateriales, o de expresión en la m e d id a en que so n
funcionales, pero que se arrastran u n o s a otros, se alternan y se c o n fu n d e n en u n a c o m ú n
desterritorialización” .
223
Capítulo VII
224
Las tríadas de la tierra
m áquina abstracta? Ella hace abstracción de los dos tipos de form ali-
zaciones producidas por los estratos, formalización de los contenidos,
formalización de las expresiones. Una manera de volver a decir que la
m áquina abstracta es siempre informal mientras que los estratos no cesan
de formalizar'^*. Inform al no quiere decir informe, a sí como form alizar no
quiere decirformar. Formalizar quiere decir ordenar u organizar las formas
mientras que lo informal remite a las líneas vectoriales, a los tensores
de la materia intensiva. Una vez más, no hay agenciamiento que no dé
prueba de una lucha o de u n combate entre los dos planos, plano de
organización y plano de consistencia. No hay agenciamiento que no esté
ordenado y organizado — doblemente formalizado— sobre una vertiente
y que no tienda sim ultáneam ente a desorganizarse, a sum ergirse en lo
inform al sobre la otra, a la manera de u n retrato de Bacon: figurativo
y desfigurado.
Para resum ir las diferentes p o sicio n e s relativas a la cuestió n del
lenguaje, es com o si hubiéram os pasado por tres estados de la m áquina
abstracta, los cuales corresponden a tres m odos de d istrib u ció n de las
m ultiplicidades: primero, la m áq uina abstracta lingüística, abstracta
por el hecho de que solo se ocupa de la d istrib u ció n diferencial de los
signos en el interior de la lengua (independientemente de su relación
con los cuerpos); luego la m áquina abstracta sem iótica la cual distribuye
regímenes de signos y regímenes de cuerpos sobre tal o cual estrato,
según tal o cual agenciamiento (independientemente de los factores
de desterritorialización); finalmente la m áquina abstracta diagram ática
que se libera de la doble formalización de los signos y de los cuerpos
para d istrib u ir materias y funciones sobre u n plano de consistencia
desestratificado (independientemente de las formas de contenido y de
expresión)^’ . En este últim o caso, nada depende ya del lenguaje, por el
contrario es el lenguaje el que depende del agenciamiento en el cual está
tomado. Y el agenciamiento depende a su vez de la m áquina abstracta
225
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Capítulo VI I_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
226
Capítulo v i l i
Pueblos y despobladores
Tomemos las poblaciones hum anas del tercer estrato, las m últip les
distribuciones de poblaciones hum anas sobre el cuerpo de la tierra. Por
población hum ana, no hay que entender una m u ltitu d de in d ivid u o s,
sin o las m ultiplicidades preindividuales que com ponen a los in d iv id u o s
y determinan sus relaciones. ¿Cómo se distribuyen sobre la tierra esas
poblaciones preindividuales? ¿Según qué agenciamientos? Sabemos
que los agenciamientos están doblem ente articulados, que son a la vez,
e inseparablemente, regímenes de sig no s y regímenes de potencias,
agenciamientos colectivos de enunciación y agenciamientos m aquínicos
de cuerpos. Está lo que los hom bres dicen y lo que los hom bres hacen.
Pero sus enunciados nunca son m ás que signos de sus desterritorializa-
ciones y reterritorializaciones incesantes'; y lo que hacen, es justam ente
territorializarse, desterritorializarse sin cesar, ha bida cuenta de sus
agenciamientos, de los cuerpos sociales que com ponen, de la d iv isió n
del trabajo a la que están som etidos, etc. Es la primera característica de
todo agenciamiento concreto. “Todo agenciamiento es en prim er lugar
227
Capítulo Vili
^ M M , 513 y 328: “ El territorio es el p rim e r agenciam iento, la prim era co sa que hace
agenciam iento, el ag enciam iento es ante to do territorial” .
228
Pueblos y despobladores
229
Capítulo Vili
230 (
Pueblos y despobladores
concretos hacia las m áquinas abstractas que los pilotean. E n ese nivel, la
coexistencia cambia de naturaleza, Ya no tratamos con una coexistencia
externa en u n espacio-tiempo histórico, sino con una coexistencia intrín
seca, una contemporaneidad en derecho en u n espacio-tiempo no histórico
(MM, 443 7 sig.). A bandonam os el terreno de la historia para reunirnos
con el plano, m ucho más inestable, de los devenires o de las potencias^.
Es la perspectiva general de M il mesetas. No se observa otra cosa que
los “procesos m aquínicos”, independientemente de las materias y de las
formas en las cuales se efectúan d ichos procesos. Así, cuando se trata de
precisar la naturaleza de las relaciones entre las sociedades p rim itivas y
las sociedades de Estado, no se trata de pensar el pasaje de una a la otra,
sin o “la contemporaneidad o la coexistencia de los dos m o vim ientos
inversos, de las dos direcciones del tiem po — de los p rim itivo s ‘anteriores’
hacia Estado y del Estado ‘posterior’ hacia los p rim itivo s- , com o si las
dos ondas que aparentemente se excluyen, o se suceden, se desarrollasen
sim ultáneam ente en un campo m olecular m icrológico, m icropoütico,
'arqueológico'” (MM, 439-440). Hay u n campo no histórico donde
todas las potencias de la “M áquina social” coexisten virtualm ente (como
coexistían en el hombre-naturaleza de E lA ntiedipo). La forma-Estado, la
forma-ciudad, el nom adism o están ya presentes en los p rim itivos, pero
com o potencialidades que la potencia de su organización social tiene
justam ente por función conjurar. Se diría otro tanto del Estado el cual
contiene en él las potencias de las otras formaciones sociales, m áquina
de guerra nómada, potencia de polarización de las ciudades, m ecanis
m os p rim itivos de anticipación-conjuración, pero que los contiene para
reprim irlos o volcarlos en su provecho. O tam bién en los nómadas. La
forma-ciudad o la forma-Estado son potencialidades de las sociedades
nómadas, pero combatidas sin cesar por la potencia de su m áquina
de guerra (MM, 442). Todas las potencias de las formaciones sociales
están envueltas, im plicadas unas en otras en el interior de u n espacio
topològico y de u n tiempo estratigráfico; forman u n vasto continuum '®.
231
Capítulo vili
c o n t in u u m ideal (DR, 283). Toda Idea im p lic a otras a través de las cuales eUa pasa y se
transform a, lo que Deleuze lla m a la “p e rp licació n ” de las Ideas.
" Sobre las potencias respectivas de las cin c o form aciones socia le s definidas c o m o
“procesos m a q u ín ic o s” (m e c a n ism o s de a n ticip a ció n - c o n ju ra ció n para lo s p r im itiv o s,
in stru m e n to s de po larización para las ciud ad e s, aparatos de captura para lo s Estados,
m á q u in a de guerra para lo s n óm a da s, eng lo b am ie n to para las organizaciones ecum énicas),
M M , 442 y sig.
C £ D evaux, L ’E spèce, l ’in stin ct, l ’h om m e, L ibrairie Le F r a n ç o is, 1933, p. 12-13 (la
obra es citada en repetidas o casion es en M M ).
232 (
Pueblos y despobladores
hora para capturar las ciudades, com o si su lentitud les hubiera dado
una velocidad mayor sobre otro plano'^. Era ya u n p un to central de E l
Antiedipo: el capitalism o habría podido aparecer en repetidas ocasiones
en la historia, todas las condiciones estaban reunidas, pero la conjugación
de los flujos no se hacía, no lograba “cuajar” .
Una vez más, todo es asunto de velocidad. ¿Pero de qué velocidad
hablamos? Unicamente de las velocidades de territorialización, des-
territorialización y reterritorialización (y la mayoría de los teoremas
de desterritorialización de M il mesetas son relativos a la cuestión de la
velocidad). Es la relación entre esas velocidades la que decide sobre el
m odo de conjugación de los flujos y de su “um bral de consistencia”, lo
que hace que, para una formación social dada, sea tal potencia la que
a veces prevalezca y subordine a las demás, a veces lo in verso’'*. De allí
su inestabilidad que hace de cada form ación una “entidad cinética”.
¿Llegará un flujo lo suficientemente pronto? ¿O bien ya es demasiado
tarde? En todas partes, sobre todo el plano, ritmos de desarrollo distintos,
velocidades de territorialización, de desterritorialización y de reterrito
rialización que a veces se conjugan, otras por el contrario se ignoran o
se repelen. “ Un campo social está constantemente anim ado por todo
tipo de m ovim ientos de descodificación y de desterritorialización que
afectan a ‘masas’, según velocidades y ritm os diferentes” (MM, 224). Se
lo ve por ejem plo cuando se trata de definir el Estado com o u n aparato
que ralentiza todos los m ovim ientos. Estriar el espacio com o él lo hace
consiste sobre todo en lim itar la velocidad, en regular las circulaciones,
en relativizar el m ovim iento, en m edir m o vim ien tos relativos, de allí su
fuerza de “gravedad” '^.
‘‘‘ M M , 444: “ Cada proceso puede pasar bajo otras potencias, pero ta m b ién sub ordin ar
otros procesos a s u prop ia potencia” .
233
Capítulo vili
A quí todavía nos lim itam o s a la form ación de los cuerpos sociales
por sí m ism o s, ya que es evidente, al nivel de la m áquina abstracta, que
todos los ám bitos están im plicad os u nos en otros, arte, ciencia, política,
etologia. Por ejem plo, la Idea de Estado es inseparable de las Ideas esté
ticas de rostro y de paisaje o de la Idea física de “gravedad”, o tam bién
de la Idea m u sica l de espacio estriado, con sus verticales arm ónicas y
su s horizontales m elódicas que hacen del Estado u n verdadero ritornelo.
¿No d ijim o s que la m áquina abstracta ignora los contenidos y las expre
siones, así com o el plano de consistencia ignora los estratos? Una vez
más, no hay libro más inestable, más variado que M il mesetas. Siempre
se pueden aislar ám bitos, despejar relaciones estructurales o introducir
analogías en ese vasto co n tin u u m . Se puede, por ejem plo, establecer
una relación de analogía entre la política y la ciencia (puesto que hay
una lucha política entre ciencia real y ciencia nóm ada “com o” hay una
lucha política entre el aparato de Estado y la m áquina de guerra nóm a
da); pero se olvida que n i la ciencia n i la política constituyen campos
autónom os. Para definir la ciencia nómada, hay que pasar por la m ú sica
(con Boulez), por u n ritual iniciático (con Castaneda), por los personajes
del ingeniero, del constructor de catedrales (con A nne Q uerrien), por la
m itología (con D um ézil) (MM, 368 y sig.). Leyendo ciertos análisis, se
tiene la im presión de que la transversalidad del plano de consistencia es
secundaria y que se pueden recortar en M il mesetas cam pos específicos
y estructurables*^. Es toda la literalidad de M il mesetas la que se pierde,
cualesquiera sean por otra parte los beneficios desde el p unto de vista de
la “d e n tifieldad” . Deleuze y Guattari pueden decir en la m ism a página:
“es com o en biología” luego “es com o en una sociedad” , pero añaden:
“ Pero no es n i u no n i lo otro, n i biología n i sociedad, n i semejanza entre
las dos: ‘H ablo literalmente’, trazo líneas, líneas de escritura, y la vid a
pasa entre las líneas” (MM, 205).
234
Pueblos y despobladores
235
Capítulo vili
’’ Sobre el carácter tran sh istórico o in tem p e stivo del guerrero n ó m a d a (y del trabajador
am bu lan te ), M M , 405, 295. Sobre “la u n id a d trans-espaciotem poral” de lo s Estados
m o d e rn o s co n el E stado arcaico, M M , 464.
236
Pueblos y despobladores
“ Cf. la in terve n ció n de 1973 en ID, 354: “N oso tros ya n o tenem os tantas ganas de
hablar de esq uizoanálisis, ya que eso rem itiría a proteger u n tip o de fuga particular, la
fuga esquizofrénica” . Deleuze precisa: “ B uscam os ahora el n u e vo m o d o de u n ifica ció n en
el cual, por ejem p lo , el d isc u rso esquizofrénico, el d isc u rso drogado, el d isc u rso perverso,
el d isc u rso h om osex ual, todos lo s d isc u rso s m arginales p ued an su b sistir, que todas esas
fugas y esos d isc u rso s se inje rte n en u n a m á q u in a de guerra que n o reproduzca u n aparato
de Estado n i de Partido” . S in d u d a esta b úsq ue d a c o n d u jo a las n o c io n e s de “nóm ada”
y de “m in o ría” .
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Capítulo v ili
238
Pueblos y despobladores
239
Capítulo Vili
el dinero existe ante todo para regular los intercam bios o perm itir las
actividades comerciales y que el im puesto habría sid o injertado luego
sobre estos. Es por el contrario el im puesto el que crea la forma-dinero,
la monetarización del intercam bio, así com o la renta crea la forma-tierra
y el beneficio la forma-trabajo^^. Es el im puesto el que vuelve posible la
apropiación por el Estado de los intercam bios exteriores, la p o sib ilid a d
de conquistar su m o no p o lio (a esos tres m o nop olios, tal vez haya que
añadir u n cuarto: el pueblo -cuya captura el Estado m oderno europeo
asegurará volviénd ose Estado-nación).
V olvem os a encontrar aquí una de las características del fundam ento
tal com o aparece en Diferencia y repetición. ¿No son en efecto la renta,
el beneficio y el im puesto las tres grandes circularidades del aparato de
Estado, los tres círculos a través de los cuales el Estado se convierte en
el único fundamento? Capturar no es solamente apropiarse, es fundar
el m o n o p o lio del Estado despótico, su triple posesión en derecho de
la totalidad de la tierra, de la totalidad del trabajo y de la totalidad del
dinero. El aparato de captura es por definición circular; y, de una manera
general, el Estado procede esencialmente según u n m odo de circularidad
concéntrico y por la puesta en resonancia de los centros alrededor de los
cuales se forman d ichos círculos (MM, 215-217). De allí la definición
correlativa: el Estado es u n aparato de resonancia. Lo que pasa en u n
círculo resuena en otro y todo resuena, todo converge en u n p unto de
resonancia, situado en el horizonte, detrás de todos los otros puntos.
Encontram os la confirm ación de esto cuando Deleuze y Guattari
estudian la form ación del poder político. La cuestión de la soberanía — o
de la violencia de Estado- procede según la m ism a circularidad que los
tres aparatos de captura precedentes^'*. Esta violencia, la encontram os
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Pueblos y despobladores
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____________________ Capítulo v ili_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
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Pueblos y despobladores
el papel del gran fundad or o dios-ligador y A ristóteles en el papel del gran organizador
o del sacerdote-jurista.
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Pueblos y despobladores
pueden decir que “El Estado arcaico engloba u n spatium piram idal,
espacio diferenciado, en profundidad y con niveles” (MM, 392). Hay
una profunda verticalidad, com o una vertical de pesantez que confiere al
Estado su “gravedad” (MM, 377, 390). Los círculos del fundamento son
com o grandes ruedas que descienden en las profundidades y se elevan
en las alturas. Pero, habida cuenta de las m últiples descodificaciones
que enfrenta, habida cuenta en especial del desarrollo de las ciudades,
la naturaleza del espacio estatal cambia: el spatium im perial deviene ex-
tensio política^^. Es sobre todo la ciudad, por su s desterritorializaciones
horizontales, la que em puja al Estado a extenderse, a devenir extensivo.
El Estado desterritorializa los territorios com unales, pero los procesos
urbanos desterritorializan el Estado, el cual reterritorializa las ciudades
para ganar en consistencia. A la verticalidad se añade la horizontalidad.
“ Hay tantos Estados com o cortes verticales en profundidad, cada uno
separado de los otros, mientras que la ciudad es inseparable de la red
horizontal de las ciudades [...] Los dos son necesarios para efectuar el
estriado del espacio, líneas m elódicas de las ciudades, cortes arm ónicos
de los Estados.”^“*
Pero este esquema general que ve reunirse horizontales y verticales
no tiene por única función la de estriar el espacio; pone de manifiesto
tam bién la resonancia del Estado arcaico en el Estado m oderno y su
“unid ad trans-espaciotemporal” (MM, 464). Todo sucede com o si los
dos com pusieran una vasta memoria, com o si el Estado arcaico fuera el
pasado puro al cual no cesa de remitirse el Estado m oderno, desarrollan
do continuam ente su horizonte y trayendo de nuevo el Urstaat com o su
verticonte. El Estado m oderno evoluciona según el curso del tiempo,
pero no cesa de repetir verticalmente lo inm em orial del Urstaat el
orden del tiempo. ¿No es justam ente lo propio del sistem a p untual de la
m em oria en M il mesetasi “La M emoria tiene una organización puntual,
puesto que cualquier presente remite a la vez a la línea horizontal del
curso del tiem po (cinemática), que va de u n antiguo presente al actual,
y a una línea vertical del orden del tiem po (estratigráfica), que va del
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Capítulo v ili
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Capítulo vili
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Pueblos y despobladores
'*'* M M , 420: “ Los factores que co n vierten a la guerra de Estado en guerra total están
estrechamente liga d os al ca pitalism o : se trata de la in v e rsió n d el capital constante en
material, in d u stria y econom ía de guerra, y de la in v e rsió n del capital variable en po blació n
física y m o ral (que hace la guerra y a la vez la padece)” .
249
Capítulo VIN
M M , 233. Ver el a n á lisis del fascism o a partir de las d escrip cio n e s de V ir ilio en
L’I n sécurité d u territoire, M M , 233-234: “en el fascism o, el E stado es m u c h o m ás su ic id a
que totalitario. E n el fascism o h a y u n n ih ilis m o realizado [...]. La d e n o m in a d a guerra
total aparece así n o c o m o u n a em presa de Estado, sin o co m o la em presa de u n a m á q u in a
de guerra que se apropia del E stado y hace pasar a través de él u n flu jo de guerra ab soluta
que n o tendrá otra salid a que el su ic id io d el p ro p io E stado” . Ver ta m b ié n el extraño texto
“N ota sobre el 23 de agosto de 1944” de Borges, en Enquêtes [Otras in q u isic io n e s (1937-
1952)], G allim ard , 1957, p. 1 9 2 y sig.
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Pueblos y despobladores
■** M M , 501: “ Pues el desierto o el cielo, o el mar, el O céano, lo Ilim ita d o , desem peña
sobre todo el papel de englobante, y tiende a deve nir horizonte: la tierra es así rodeada,
globalizada, ‘fundada’ p o r este elem ento q ue la m a ntien e en e q u ilib rio in m ó v il y hace
p o sib le un a Forma” . Sobre este p u n to , ver las prolon gacion es recientes de G. C ham ayo u,
Théorie d u drone^ La Fabrique, 2013.
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Capítulo vi l i
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Pueblos y despobladores
Ya el e sq uiz oan álisis n o cesaba de apelar a la d estrucción (en AE, 321: “ Destruir,
destruir: la tarea del e sq uiz oan álisis pasa por la d estrucción , toda u n a lim pieza, todo un
raspado del inconsciente. D estruir E d ip o, la ilu s ió n del yo, el fantoche d el super-yo, la
cu lp a b ilid a d , la ley, la castración... “ ) e in vo cab a lo s “grandes em igrantes: por a llí donde
pasan ya n u n ca crece nada” (91).
253
Capítulo v ili
C o m o dice Braudel en C iv ilisa tio n m atérielle, économ ie et capitalism e. III, op. cit., p.
245: “ Se m arca u n a e sc isió n entre lo s E stados n acion a les de u n a parte, lo s cuales se elevan
al lugar geom étrico de la potencia, y las zonas urbanas, en el lugar geom étrico de la riq u e z a '.
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Pueblos y despobladores
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Capítulo VI 11
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Capítulo vili
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Pueblos V despobladores
el lazo, la captura, los que así atraviesan una larga historia: primero lazo
colectivo im perial, objetivo; luego todas las formas de lazos personales
subjetivos; por últim o, el Sujeto que se liga a sí m ism o, y de esa forma
renueva la más mágica de las operaciones” (MM, 465).
Esto no quiere decir que las poblaciones hum anas se han liberado de
las m áquinas, al contrario. Ya no están in clu id a s en el interior de una
megamáquina im perial que las somete colectivamente, sin o que están
sujetadas a las m áquinas técnicas “hasta u n punto inaud ito”^^. Cada
quien su m áquina o su puesto de trabajo. Esta sujeció n se ha ejercido y
se ejerce todavía de manera esencial en el marco de los Estados-naciones
en tanto que modelos de realización de la axiomática'’“. Pero la axiomática
desborda el marco de los Estados y reinventa una esclavitud m aquínica
de nuevo tipo. Las poblaciones hum anas ya no están som etidas a la u n i
dad superior de una m áquina imperial. ‘“ Sistemas hom bres-m áquinas’,
reversibles y recurrentes, sustituyen a las antiguas relaciones de sujeción
no reversibles y no recurrentes entre los dos elementos; la relación entre
el hom bre y la m áquina se hace en térm inos de m utua com unicación
interna, y ya no de uso o de acción.”'’* Deleuze y Guattari invocan la
radio, la televisión, pero tam bién las m áquinas informáticas. Estamos
sujetos a las m áquinas aunque se las utilice de la manera más “subjetiva”,
pero uno es su esclavo en la m edida en que esos usos sub jetivos cons
tituyen bancos de datos, entran en algoritmos, sum in istra n fuentes de
informaciones comerciales, securitarias y policiales, m odos de control sin
precedentes tales que cada uno se convierte en u n relevo de transm isión
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Capítulo vili
Cf. sobre este p u n to F. G ros, Le P rincip e Sécurité, G allim ard , 2012, que se in sp ira
en la n o c ió n deleuziana de “socie d ad de c o n tro l” , 194 y sig.
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Capítulo IX
A g r ie ta r la m ó n a d a
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Capítulo IX
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Agrietar la m ónada
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Capítulo IX
del tiem po com o d im e nsio nes del problema. ¿Quiere decir esto que el
problem a de la acción política tam bién im p lica a las fuerzas del tiempo,
la creación de nuevos espacios-tiempos? Es lo que hay que determinar.
® Sobre el arte revolucionario, o dem ocrático, que hace de las m asas u n verdadero sujeto,
C2, 286-287 y sobre la c r isis de la n o c ió n de m asa “que es preciso resolver” , ib id ., 288.
^ C2, 220: “E l arte de m asa, el tratam iento de las m asas, que n o debía separarse de
u n acceso de las m asas a la c o n d ic ió n de au tén tico suje to, h a caído en la propaganda y
en la m a n ip u la c ió n de E stado, en u n a suerte de fascism o que co n ju g a b a a H itle r co n
H o lly w o o d , a H o lly w o o d co n H itler” .
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Agrietar la m ónada
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Capítulo IX
" C, 67. Cf. ta m b ién C 2 ,354: “ C ua nd o ei m arco o la pantalla ftm cionan co m o tablero
de m a n d o s, tablero de im p re sió n o de in fo rm a ció n , la im ag en n o cesa de recortarse en otra
im agen, de im p r im ir se a través de u n a trama aparente, de deslizarse sobre otras im ágenes
en u n flu jo incesante de im ágenes, y el p la n o m is m o se asem eja m e n o s a u n o jo que a u n
cerebro sobrecargado que absorbe info rm a cio n es s in tregua: es el par cerebro-inform ación,
cerebro-ciudad, que reemplaza a ojo-Naturaleza” ,
'■* E s a pro p ó sito de Syberberg que Deleuze in v o c a u n “vasto espacio de info rm a ció n ,
espacio co m p le jo , heterogéneo, anárquico, d o n d e c o n v iv e n lo triv ia l y lo cu ltural, lo
p ú b lic o y lo privado, lo h istó ric o y lo anecdótico, lo im a g in a rio y lo real, y a veces, del
lad o de la palabra, lo s d isc u rso s, lo s co m entario s, lo s te stim o n io s fam iliares o d om éstico s,
otras, del lad o de la vista, lo s m e d io s existentes, o que ya n o existen, lo s grabados, lo s
p la n o s y proyectos, las v isio n e s co n las vid e n c ia s, todo e q u iva lién d o se y form an d o un a
266
Agrietar la m ónada
Sobre este p u nto, n o s rem itire m o s a las críticas d irig id a s por G. D idi-H uberm an
a las tesis de G. A gam ben en S urvivan ce des lucio les. M in u it, 2009.
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Capítulo IX
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Agrietar la m ónada
que todavía creen o que el cin ism o de los que sim u la n creer. En todos
los casos, una m ism a resignación del deseo'^. ¿Tal vez sea tam bién esto
el pueblo que falta: no encontrar más que sujetos-legisladores que se
confunden con los clichés de su m edio socioprofesional, que no han
sacudido el n ih ilism o que los funda, n i desgarrado los fantasmas que
velan sus percepciones?
Las poblaciones que tienen u n porvenir en el interior de este marco
forman lo que Deleuze y Guattari llam an una “mayoría”. Una mayoría se
define, no por el núm ero, sin o por la selección que opera la axiomática
en el seno de una masa cualquiera para d istrib u ir allí electivamente,
jerárquicamente, las potencias y los derechos. “La mayoría supone un
estado de poder y de dom inación, y no lo inverso” (MM, 107). Es el
producto de una selección, de una segregación^®. Por eso la mayoría
no es un asunto de núm ero; es u n axioma o una constante que tiene
por función la de determinar quién pertenece a tal sistem a y quién está
excluido de él. En su buena conciencia, la insoportable selección de la
axiomática m u n d ia l no excluye a nadie; solo que ciertas poblaciones
dejan de ser percibidas cuando ya no responden a las exigencias de la
axiomática en curso, a las m últiples redistribuciones de la d iv isió n del
trabajo^’. Ellas son reducidas al estado de m inoría desde el m om ento en
que ya no satisfacen los requisitos de tal o cual programa. Se convierten
en subsistem as o pasan fuera del sistem a (MM, 108). No son solamente
clases de in d iv id u o s los que se ven excluidos, son potencialidades que
en cada uno de nosotros no son retenidas, habida cuenta de las arbo
rescencias a las cuales están som etidas nuestras potencias.
AE, 68. Sobre la in su fic ie n c ia de la iro n ía y de la reflexión, cf, las notas sobre la
am argura de lo s film es de A ltm a n, C l, 290-291. Y el artículo de Igor K rtolica que erige
u n interesante paralelo entre B ourdieu y Deleuze desde este p u n to de v ista (w w w .re vu e-
sile ne .co m /f/?sp=com m & com m _ id=25).
E n derecho, tal vez haya que co n ce bir la ex clu sió n socia l a la m anera en la que
fu n cio n a el racism o: “E l ra cism o europeo co m o pretensión del h o m b re b lan co n u n c a ha
procedido por exclusión, n i a sig n a c ió n de alguie n designad o co m o O tro [...]. D esde el
p u n to de vista d el racism o, n o h a y exterior, n o h a y personas de afuera, sin o ún icam en te
personas que deberían ser c o m o nosotro s, y cu yo crim e n es n o serlo” (MM, 183).
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Capítulo IX
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C2, 357: “Lo que hace todopoderosa a la in fo rm a ció n (el periódico, y la radio, y la
te levisión) es su n u lid a d m ism a , su ineficacia radical. La inform a ción se vale de su ineficacia
para asentar su potencia, s u potencia m ism a es ser ineficaz, y co n ello tanto m ás peligrosa” .
Ver tam b ién el retrato de “la in t u ic ió n política” en Foucault, DRL, 249: "L o que
él veía le era propiam ente intolerable. Era u n vid e nte extraordinario, la m anera en la que
veía a las personas, la m anera en que veía todo, en lo que h a y de có m ic o o de horrible [...].
C uand o se ve algo y se lo ve m u y profundam ente, lo que se ve es intolerable” .
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Capítulo IX
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Capítulo IX
devenim os otro cuerpo que hace cuerpo con otras potencias, anim ales,
vegetales, sociales, políticas, cósmicas.
A pattir de ElA ntiedipo, la cuestión política es inseparable de la manera
en que las sociedades hacen cuerpo, en que producen cuerpos ligando
las energías libidinales. Pero los cuerpos nóm adas no son cuerpos fijos,
organizados, sin o cuerpos itinerantes, volátiles, “cuerpos vagos” o con
ju n to s imprecisos^^; estos se forman y luego se d isip a n para volverse a
formar en otra parte a la manera de rem olinos o de nubarrones. O cupan
el espacio “com o si fuera liso ” (MM, 390-391). Crean nuevos espacios-
tiempos. Son m áquinas de guerra nómadas, sin porvenir, voluntariamente
sin porvenir, pero creadoras de la realidad por venir, la m áquina de
guerra com o m áquina del futuro. Deleuze y Guattari encuentran una
confirm ación de esto a través de la organización “num érica” de ciertas
sociedades nómadas. En los nóm adas en efecto, es el núm ero el que
hace cuerpo, com o si existiera u n cuerpo social del núm ero^^ Hacer
cuerpo, es hacer núm ero. Y si los cuerpos son necesariamente “vagos” ,
es porque los núm eros son ellos m ism o s vagos, incontables, numerantes
más bien que num erados. Estos cuerpos constituyen la potencia de lo
incontable. El núm ero o la m u ltip lic id a d devienen los ún ico s “sujetos” ;
son ellos los que constituyen las m inorías com o ya los “grupos-sujetos”
de ElA ntiedipo^^.
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Agrietar la m ónada
se gún las articulaciones del deseo y del cam po social, al co n vertir la p u lsió n de m uerte en
un a verdadera creatividad in stitu c io n a l” .
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Capítulo IX
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Capítulo IX
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A grietarla mónada
M M , 194: “Se abre así u n p o sib le rizom ático, que efectúa u n a potencialización
de lo posib le, frente a lo p o sib le arborescente que señalaba u n cierre, u n a im p o te ncia” .
m
Capítulo IX
F, 94: “ M ientras que u n o se lim ite a las cosas y a las palabras, se puede pensar
que se h a b la de lo que se ve, que se ve aq uello de lo q ue se habla, y q ue las d o s cosas
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Agrietar la m ónada
Toda lucha consiste en producir nuevas realidades. ¿Pero qué hay que
entender por eso? En un sentido, solo los procesos intensivos, los deve
nires, los pasajes son reales. Todo el resto es delirio, fabulación, in cluso
la “realidad” económ ica y social. Es el sentido de las descripciones del
devenir que subrayan a la vez la realidad del proceso y la irrealidad de lo
que él engendra: “ El devenir-animal del hom bre es real, sin que sea real
el anim al que él deviene; y, simultáneamente, el devenir-otro del anim al
281
Capítulo IX
es real sin que ese otro sea real.”^^ Se puede decir otro tanto de todos los
demás tipos de devenir. D evenir es alucinar, delirar o fabular. Pero en
otro sentido, delirios y fabulaciones son reales, en el sentido en que los
nuevos cuetpos y los nuevos lenguajes que producen son al m enos tan
reales com o la realidad preexistente que ponen en tela de ju icio .
¿En qué p u n to la percepción y la fab ulació n prod ucen nuevas
realidades? La fábrica que “ve” la protagonista de R ossellini no tiene
n in g ú n fundam ento ontològico, y sin embargo hace “surgir la cosa en
sí m ism a ” ¿Cómo es posible? Es porque justam ente la cosa solo aparece
por sí m ism a si su realidad objetiva se borra detrás de la descripción o el
artefacto que la hace aparecer de otro m odo. La descripción “ reemplaza
a su propio objeto, por una parte borra o destruye su realidad, que pasa
a lo im aginario, pero por otra hace surgir en ella toda la realidad que
lo im aginario o lo mental crean mediante la palabra y la v isió n ” (C2,
19). Ver no es su stitu ir la realidad objetiva por una v isió n “subjetiva” ,
sin o crear, fabricar lo real. Real e irreal, sub jetivo y objetivo se vuelven
indiscernibles, cristalizan u no a través del otro. Lo que es dado en la
percepción es vuelto a engendrar en una “v isió n ” o en aquello que habría
que llam ar una transvisión^^. Los trabajos sobre el cine in sisten m u ch o
sobre este punto: la d isip a ció n o el borramiento del objeto en provecho
de “cristales” , de entidades cuyos aspectos subjetivos y objetivos devienen
indiscernibles'*’ .
M M , 244. Cf. tam b ién AE. 26: “A m e n u d o se hab la de las alucin acio ne s y del delirio;
pero el dato a lucin a to rio (veo, oigo ) y el dato delirante (pienso...) p resup o n e n u n Yo siento
m á s profun d o, que prop orcion e a las alu c in a c io n e s su ob jeto y al d e lirio del p e n sam ie nto
su contenido. U n ‘sien to que m e co n vie rto en m u je r’, ‘que m e co n vie rto en D io s’, etc., que
n o es n i delirante n i alucin atorio, pero que va a proyectar la a lu c in a c ió n o a interiorizar el
d elirio. D e lirio y a lu c in a c ió n so n se cu n d a rio s co n respecto a la e m o c ió n verdaderam ente
p rim aria que en u n p r in c ip io n o siente m á s que in te n sid a d e s, devenires, pasajes” .
282
Agrietar la m ónada
Lo que vale para lo v isib le o las imágenes vale igualm ente para el
lenguaje, aunque de otra manera. Lo que desaparece en la v isió n es el
objeto, mientras que lo que desaparece en la fabulación, es e l sujetd^^.
Pabular no es jam ás hablar en nom bre de uno, es por el contrario pasar
por otros para hablar, es hablar a varios. El sujeto habla por otro, luego
otro, luego... pero porque otros hablan por él. En Deleuze jam ás se
habla en nombre de uno. Por eso la fabulación pasa necesariamente
por devenires. El sujeto ya no habla en su nombre, sin o en nom bre
de las m inorías, de las m ultiplicidades nómadas que lo pueblan y con
las que él vuelve a poblar entonces el m undo. Pabular es hacer hablar
las potencias que los devenires hacen elevarse en nosotros y que están
desprovistas de lenguaje^'. Es in clu so todo el problema: “ ¿cómo sería
posible hablar sin dar órdenes, sin pretender representar nada n i a nadie,
cóm o dar la palabra a quienes carecen del derecho a ella, cóm o devolver
a los sonid os u n valor de lucha contra el poder?” (C, 35). U na vez más,
la fabulación no tiene otro fin en Deleuze: hacer existir aquello que
está privado de derecho, que no tiene n in g ú n derecho a la palabra, no
solo política o socialm ente (minoría de hecho), sino en la lengua m ism a
(minoritario en derecho), lo cual hace que necesariamente haya una
“política de la lengua”^^.
En este sentido, la fabulación no tiene nada que ver con la ficción, si
por ficción se entiende un relato som etido, en su v e ro sim ilitu d m ism a,
a u n m odelo de verdad preestablecido (C2, 202). Tampoco tiene nada
que ver con una realidad preexistente. N i real n i ficticia, ella crea u n real
por venir en tanto que es colectivo, inmediatamente político. Se trata de
inventar, de crear un pueblo en el acto m ism o de fabular. ¿Cuáles son
los nuevos enunciados que aparecen en u n campo social? ¿Qué nuevas
C £ por ejem plo, la adm irable carta XLVII de Proust en Correspondance avec m adam e
Strauss, Le livre de poche, p. 110: “ La corrección, la perfección del e stilo existe, pero m ás
allá de la orig in alid a d, luego de haber atravesado lo s h e ch os, n o m ás acá [...]. La ú n ic a
m anera de defender la lengua, es atacarla” .
283
Capítulo IX
Sobre la o p o sic ió n al logos y al m uthos de la fab ulación creadora, cf. C2, 293 y sig.
284
Agrietar la mónada
C2, 37: “A veces se necesita restaurar las partes perdidas, reencontrar todo lo que no
se ve en la im agen, todo lo que se sustrajo de ella para hacerla ‘interesante’. Pero a veces, por
el contrario, hay que hacer ^ u je r o s , in tro d ucir vacíos y espacios blancos, rarificar la imagen,
su p rim irle m u ch a s cosas que se le hab ían añ ad id o para hacerno s creer que se veía to do” .
285
Capítulo IX
286
Agrietar la m ónada
E s aso m b ro so que las fórm ula s que describen lo A bierto b ergsoniano (C1,2 4 ) so n
las m ism a s que las que definen la m ó n a d a leib n iz ia na (P, 36-37).
287
Capítulo IX
288
Agrietar la m ónada
289
Capítulo IX
290
Capítulo X
Del d e lir io
' A, 15-16; “ Podría decirse [...] que un a im agen, tal c o m o se so stien e en el vacío
fuera del espacio, pero ta m b ién apartada de las palabras, de las h isto ria s y de lo s recuerdos,
alm acena un a fantástica energía potencial, que hace detonar al d isip a rse ” .
291
Capítulo X
292
Del delirio
293
Capítulo X
^ QLF, 170 y la cita de Cézanne: “el h o m b re ausente, peto enteram ente en el paisaje” .
294
Del delirio
que hay de no hum ano en el hombre y fuera del hom bre, las innum erables
poblaciones m inoritarias en derecho, las m ultitudes moleculares que
hacen elevar los devenires de la desterritorialización absoluta^. No es que
uno se lleve su tierra consigo, lejos del m u n d o de los hom bres. Por el
contrario, uno solo se une al desierto -entre los hom bres— a co ndició n
de deshacerse de su propia hum anidad, de arrancarse a sí m ism o según
los vectores de desterritorialización de la nueva tierra. Es el sentido m is
m o del nom adism o in m ó v il invocado por Deleuze y Guattari, el salto
demoníaco, cuando la visió n se hace por fin transvisión.
Se puede completar esta im agen desde otro punto de vista, esta vez
en función de la d istrib ució n intensiva de las som bras y las luces. Es
preciso partir de la opacidad de los cuerpos para elevarse (o descender)
hacia la luz de la materia ideal que los atraviesa, u n poco a la manera en
la que Van Gogh pasa de cuerpos pesados, terrosos y com o absorbidos
por su sombra, a cuerpos aligerados que se desorganizan, de desagregan
a m edida que se colorean y que el espaciamiento entre los colores deja
entrever una suerte de luz transparente. O tam bién en Turner, los cuer
pos que se deshacen a m edida que se colorean más, hasta el m om ento
en que se disipan en una pura explosión de luz (AE, 137-138). No nos
asombraremos de que Deleuze localice tal m o vim iento en Francis Bacon
donde la sombra se escapa del cuerpo al m ism o tiem po que el cuerpo
tiende a escaparse de sí m ism o para reunirse con la “textura m olecular”
de una materia ideal y disiparse en ella. “Habría que ir hasta allá, a fin de
que reine una ju sticia que no será más que C olor o Luz, u n espacio que
no será más que Sahara” (FB, 35). De una manera o de otra, es preciso
que los cuerpos se desorganicen para que se conviertan en figuras de luz
com o en Bergson, Delaunay o Turnen Es lo m ism o que Deleuze recoge
en Proust, cuando el narrador sale de su m u n d o de sombras proyectadas,
que lo conducen de decepciones objetivas en compensaciones subjetivas
como otras tantas luces oblicuas e indirectas, y su percepción atraviesa los
cuerpos para alcanzar su doble esencial, así la Berma cuyo genio primero
295
Capítulo X
295
Del delirio
® C, 127. Y ya, 46: “ E s la fó rm ula de Beckett: preferible estar sentado que de pie y
acostado que sentado” .
® D, 86: “Ser u n a p u lg a de mar, que a veces salta y ve toda la playa, a veces se queda
h u n d id a b ajo u n so lo grano de arena” . Y, PS, 218-219 (ed. fr.): “ Es ese cuerpo-tela-de
araña [...], el u n ive rsa l esquizofrénico que va a tender u n h ilo hacia C h a rlu s el paranoico,
otro h ilo hacia A lbertine la erotóm ana, para hacer co n ellos otras tantas m arionetas de
su p rop io d elirio , co m o otras tantas potencias in te n siva s de su cuerpo s in ó rg a n o s...” .
297
Capítulo X
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Del delirio
CC, 181. Ver tam bién, e nM M , 275, las características de la ecceidad, inseparable “de
la n ie b la o de la b ru m a que dependen de u n a zona m olecular, de u n espacio co rp u scu la r” .
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Capítulo X
300
Del delirio
301
Capítulo X
para el presidente Schreber, que D ios “exija” devenir m ujer^'. D ios de
viene esquizo mientras que el esquizo crea u n nuevo cuerpo milagroso,
atravesado por una energía d ivina. ¿Cómo co nstituir u n nuevo cuerpo
sobre el desierto del cuerpo sin órganos? Es el problem a del esquizo.
“ Un cuerpo s in órganos no es un cuerpo vacío y desprovisto de órganos,
sin o u n cuerpo en el que lo que hace de órganos se distribuye según
fenómenos de masa, siguiendo m o vim iento s b row nianos, bajo la forma
de m ultip licid ad es moleculares. El desierto está poblado.”^^
A hora bien, sabem os que estos fenómenos de masas, estas m u ltip li
cidades moleculares revisten siempre u n aspecto delirante. Son lobos,
cuernos de rinocerontes, senos, tuaregs, según los ejem plos de M il mesetas
(MM, 34 y sig.) No se puede sentir las variaciones intensivas del cuerpo
sin órganos sin de inm ediato delirarlos en u n devenir^^. Recordamos en
efecto que los devenires son reales, sin que sea real lo que se deviene. El
devenir es necesariamente alucinatorio, pero “exige” producir el nuevo
cuerpo que le corresponde, los objetos que corresponden a su s alucina
ciones y lo s contenidos que corresponden a su delirio. Cuerpos, alu ci
naciones y d elirios son producciones tanto más esquizofrénicas cuanto
que el neoleibnizianism o de Deleuze se libera de la co n d ició n de cierre
fijada por la edad clásica: ya no tratamos con m ónadas que expresan
un único y m ism o m u n d o , sin o con nóm adas a caballo sobre m u n d o s
divergentes^“^. Si hay u n D ios en Deleuze, es el de la d isy u n c ió n in c lu id a
AE, 24-25: “E l presidente Schreber, siem pre él, es p lenam ente co n scien te de ello;
existe u n a tasa constante de goce có sm ic o , de tal m o d o que D io s exige encontrar la
v o lu p tu o sid a d en Schreber, au n q ue sea al precio de u n a transform ación de Schreber en
m u je r” .
302
Del delirio
303
Capítulo X
304
Del delirio
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Capítulo X
306
Conclusión
F ilo so f ía - lím ite
¿Por qué los m o vim ientos aberrantes son im portantes para la filosofía
de Deleuze? ¿De dónde proviene el hecho de que estén directamente en
contacto con la ética, la política, la estética, la economía, la vitalidad?
¿Cómo explicarlo sin invocar u n gusto o una idiosincracia? Se puede
ciertamente decir que su im portancia consiste en su potencia genética.
El m otivo sigue siendo no obstante m u y teórico. Hay u n m otivo vital
más profundo, es que los m o vim ientos aberrantes plantean sin cesar el
problem a de los lim ites. El lím ite no es algo que se piensa, sin o que se
enfrenta; y que solo se piensa si se lo enfrenta. Esta cuestión atraviesa
toda la filosofía de Deleuze. Este estudio habría podido llamarse Deleuze
filosofìa-lim ite, así com o G hérasim Luca escribió Héroe-limite.
De una manera general, la cuestión del lím ite es inseparable de la
cuestión; ¿quid ju ris? Trazar un lím ite no es u n acto anodino; es un
acto decisorio, creador de derecho. Es lo que hace que la filosofía sea
inseparable de una relación con la tierra, com o en Kant. Una tierra se
extiende tan lejos com o el derecho que se pretende ejercer sobre ella. El
filósofo es u n “geógrafo de la razón” o un agrim ensor que circunscribe
307
C onclusión
308
Filosofia-limite
^ Sobre este p u nto, Kant, ib id ., 1 " prefacio y Teoría trascendental del m étodo, 2^“
sección; cf. Prolegómenos, § 57. Cf. ta m b ién L. W ittgenstein, Tractatus, prefacio;
R. Carnap, en Le M anifeste d u Cercle de V ienne et autres écrits, PUF, 1985, p. 155 y sig.
Sobre la clau sura del d o m in io de lo s v iv id o s, c f , por eje m p lo , H usserl, Idées directrices
p o u r une phénom énologie, G allim ard , coll. “ Tel” , § 51, p. 168-169.
309
C onclusión
^ G. A gam ben, op. cit., p. 47-48: “ Los co n fin es tenían en R om a u n carácter tan
sagrado que aquel que lo s borrara (term inum exararé) d evenía y po d ía ser asesina do
im p u n e m e n te p o r cualq uiera” .
310
Filosofía-límite
® N osotros sim p lific a m o s aquí lo s an á lisis. E l A ntied ipo d istin g u e en realidad cin co
tipo s de lím ite s: “el lím ite ab soluto” y “el lím ite relativo” , pero ta m b ié n “el lím ite real” y
“el lím ite im a g in a rio ” de lo cu al resulta “el lím ite 4esplazado” , 182 y sig.
311
C onclusión
312
Filosofía-límite
313
Conclusión
314
Filosofìa-limite
más bien la cuestión pasa entre dos muertes, com o si las potencias de vid a
estuvieran tomadas entre dos autodestrucciones; de u n lado, la muerte
del adentro com o proceso de transm utación, de metamorfosis; del otro,
la muerte del afuera que nos arrastra y nos destruye®. Es la cuestión
que atormenta a los cuerpos sociales; ellos vive n en el presentim iento
de lo que podría destruirlos, atraídos hacia u n lím ite que conjuran con
todas sus fuerzas'®. Es lo que M il mesetas llam a el “giro de lo absoluto”
o del afuera, el rol de lo p o sitivo y de lo negativo en lo absoluto. V ol
vem os a encontrar u n o b ien... o b ien... pero de otra naturaleza: “la
tierra cercada, englobada, sobrecodificada, conjugada com o objeto de
una organización m ortuoria y su icid a que la rodea por todas partes, o
bien la tierra consolidada, conectada al C osm os, situada en el C osm os
según líneas de creación que la atraviesan com o otros tantos devenires”
(MM, 519).
¿Va a destruirnos la m áquina de guerra o bien va a destruir los lím ites
que nos sujetan y nos esclavizan? No se lo puede saber de antemano, todo
es cuestión de experimentación. “ Desde el m om ento en que pensamos,
enfrentamos necesariamente una línea en la que se juegan la vid a y la
muerte, la razón y la locura, y esta línea los arrastra. Solo se puede pensar
sobre esta línea de hechicero” (C, 89). Esto vale para cualquier agen-
ciam iento concreto que se construya sobre el lím ite que puede hacerlo
tambalear, que lo hace vibrar com o u n parche de tambor, que repite su
propio final en su propia co nsum ación (MM, 446). La afirmación de
la alegría deleuziana no es separable de los peligros y de las muertes por
los cuales hay que pasar para liberarla, u n saber jovial. Si esta alegría
circula en toda la obra, es com o una alegría de crear, es decir de hacer
existir nuevas poblaciones, de crear nuevos espacios-tiempos o la “nueva
® C2, 275: “M ás allá de todas las capas de la m em o ria, está ese chapoteo que las
rem ueve, esa m uerte del adentro que form a u n a b so lu to y de d o n d e renace aquel que
p u d o escapar. Y aquel que escapa, aquel que h a p o d id o renacer, se dirige inexorablem ente
hacia u n a m uerte d el afuera, que le adviene c o m o la otra cara de lo a b so lu to [...]. De una
m uerte a la otra, el adentro ab soluto y el afuera a b so luto entran en contacto, u n adentro
m ás p rofun d o que todas las napas de pasado, u n afuera m á s le ja n o que todas las capas
de realidad exterior” .
AE, 159: “Se d iría que las form aciones sociales presienten, c o n u n presen tim ien to
mortífero y m ela n cólico, lo que les va a ocurrir, au nq ue lo que les ocurra siem pre provenga
del afuera y se h u n d a en su abertura” .
315
C onclusión
tierra” que les corresponde, los nuevos conceptos que las expresan, una
alegría del adentro, pero topològicamente en contacto con el afuera en
el que ella se alim enta y se recrea sin cesar.
3i 5
Editorial Cactus
Serie C lases
G ille s D e le u z e , En m edio de Spinoza
G ille s D e le u z e , Exasperación de la filosofia. E l L eibniz de Deleuze
G ille s D e le u z e , Derrames entre e l capitalism o y la esquizofrenia
G ille s D e le u z e , P intura. E l concepto de diagram a
G ille s D e le u z e , K ant y e l tiempo
G ille s D e le u z e , C ine I. Bergson y la s im ágenes
G ille s D e le u z e , C ine 11. Los signos d el m ovim iento y e l tiempo
G ill e s D e le u z e , E l saber. Curso sobre Foucault 1
G ill e s D e le u z e , E l poder. Curso sobre Foucault 11
G ill e s Dt\t\xzty La sub jetivaciô n. Curso sobre Foucaidt 111
G ilb e r t S im o n d o n , Curso sobre la percepción
G ilb e r t S im o n d o n , Im aginación e invención
G ilb e r t S im o n d o n , C om unicación e inform acióti
G ilb e r t S im o n d o n , La ind ivid uación a la hiz de la s nociones deform a y de infirm ación. 2 ^ edición
Títulos en preparación
G ilíe s D e le u z e , Cine III
G ille s D e le u z e , Derrames II. Aparatos de estado y máquinas de güeña
G ilb e r t S im o n d o n , Sobre la téaiica
G ilb e r t S im o n d o n , Historia de la noción de individuo
Títulos en preparación
G u s t a v F e c h n e r, Anatomia comparait de los ángeles / Sobre la danza
H e i n r ic h v o n K le is t .Sobre el teatro de marionetasy otros textos
C oediciones
P a o lo V i r n o , C uando e l verbo se hace carne ( ju n t o a T in t a L im ó n E d ic io n e s )
Dispares
H e n r i M e s c h o n n ic , Spinoza poema delpensam iento ( ju n t o a T in t a L im ó n E d ic io n e s )
Títulos en preparación
F e r n a n d D e lig n y , Semilla de crápula
Henri Meschonnic, Para sa lir de lo postmoderno
Serie O ccursus
C a r lo s B ergliafF a y S e b a s t iá n P u e n te , Producción B ornoroni
D a v id L a p o u ja d e , Potencias d e l tiempo. Versiones de Bergson
M a r ie B a rd et, Pensar con mover
R e n é S c h e re r, M iradas sobre Deleuze
F r a n c o B e ra rd i B ifo , F élix
F é lix G u a t t a r i, L íneas de fuga
S im o n e B o r g h i, La casa y el cosmos
F r a n ç o is Z o u r a b ic h v ili, Spinoza, u na fisic a d e l pensam iento
F é lix G u a t t a r i, ^Q ué es la ecosofial
F e r n a n d D e lig n y , Lo arácnido y otros textos
A r ie l S u h a m y & A lia D a v a l, Spinoza por b s a nim ales
F é lix G u a t t a r i, Un am or de UICl (junco a Caja Negra Editora)
G ille s D e le u z e , Cartas y otros textos
D ie g o S z t u lw a r k , A r ie l S ic o r sk y , Buda y Descartes. La tentación racional
D a v id L a p o u ja d e , Deleuze. Los m ovim ientos aberrantes
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Sandro C h ig n o la ,Foucault más allá de Foucault
G ille s Deleuze, E l berponismo
E tienn e S ouriau, Los diferentes modos de existmcia
Stéphane N ad aud , Fragnento(s) subjetivo(s). Un viaje por las islas encantadas nietzscheanas
M uriel C o m b e s, Simondon, una fibsofia de b transindividual
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B a r u c h S p in o z a , Tratado de la reforma d el entendim iento
H e n r i B e r g so n , M ateria y m em oria
H e n r i B e r g so n , La evolución creadora.
H e n r i B e r g so n , La energia esp iritu a l
H e n r i B e r g so n , E l pensam iento y lo m oviente
P a u l K le e , Teoria d el arte moderno
G io r d a n o B r u n o , De la m agia / De los vínculo s en general
G a b r ie l T a rd e , M onadologia y sociología
G a b r ie l T a rd e , Creencias, deseos, sociedades
J o se p h Ja c o to t, Enseñanza universal. Lengua m aterna
G e o f f r o y S a in t - H ila ir e , P rincip io s de filosofía zoológica
W illia m Ja m e s, Un universo p lura lista . F ilosofía de b experiencia
C h a r le s P é g u y , Clio. D iálogo entre la h isto ria y el aim a pagana
C h a r le s S tr o n g , La sa b id u ría de la s bestias
A la in R o b b e - G r ille t , Por una nueva novela
E u g è n e D e la c r o ix , M etafisica y belleza
G io v a n n i P a p in i, Pragm atism o
S a m u e l B u tle r , V ida y hábito
J a k o b v o n U e x k ü ll, C artas biológicas a una dam a
A b el G ance, P rism a
J e a n E p s t e in , E l cine d e l diablo
J e a n E p s t e in , La inteligencia de una m áquina
G u st a v T h e o d o r F e chne r, La cuestión d e l alm a
J a k o b v o n U e x k ü ll, A ndanzas p or lo s m undos circundantes de los a nim ales y los hom bres
Títulos en preparación
Paul C ézanne (M ichael D oran, com p .), Conversaciones con Cézanne