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ELADIO DIESTE.

LA
ESTRUCTURA CERAMICA
ARMADA*
by Vicente Sarrablo, Francisco L. Almansa, Pere Roca

“ La física en general a lo que se refiere es a la MEDIDA de las cosas y la medida de estas no las agota, por eso es
necesario el salto del arte, que permite entrar en la ESENCIA de las cosas” (Eladio Dieste)

¿Por qué la obra de este ingeniero uruguayo nacido en 1917 nos cautiva a los arquitectos de final de siglo?
En una primera ojeada responde la sorpresa admirada que provoca la disposición tan singular de un material tan
convencional como el ladrillo cerámico: ese efecto de gran livianidad conseguido con las mismas células de las que
están hechas las edificaciones pesadas.
Una segunda mirada más reposada conecta con las actuales tendencias favorables al retorno de techos no planos
por parte de la vanguardia arquitectónica (Koolhaas, Holl, Ito, Miralles, Zaera,...) que desde Utzon no se ensayaba. Si
hoy se habla de la transición del espacio planimétrico al espacio topológico, resulta pertinente analizar las bóvedas
gausas de Dieste desde aquel mecanismo llamado pop-up por el que una lámina continua adquiere complejidad
dimensional mediante el corte y la separación de sus bordes, como un bolsillo. ¿No cabría hablar aquí también
de planta fluctuante?. Subamos a la cubierta del mercado de Porto Alegre y no estaremos tan lejos de la terminal de
Yokohama, diseñada por Foreign Office.
Pero lo más profundo de esta atención que nos despierta Dieste sin gritos es su capacidad para golpear nuestra
soberbia. ¿Seremos capaces de admitir que un ingeniero de 80 años todavía puede darnos unas cuantas
LECCIONES?.

Alguien ya ha comentado lo oportuna que resulta la LECCIÓN DE HUMILDAD que imparte Dieste en estos tiempos
de fatuidad y efectos especiales. Su obra consigue resultados espectaculares desde una austeridad franciscana. Y
nombrar aquí al Santo de Asís viene perfecto para asociar su discurso: si todo lo creado es bello por igual, si es
nuestra impureza la que pervierte nuestros sentidos, induciéndonos a preferir unas cosas sobre otras, entonces
debemos escoger las materias de presencia más humilde para liberarnos de la corrupción de nuestros sentidos.
Entonces la ELECCIÓN es LECCIÓN, y Dieste elige el humilde ladrillo cerámico, casi ignorado por la técnica moderna:

“ No suele saberse que el ladrillo puede tener resistencias superiores a los mejores hormigones y que no pueden
hacerse con hormigón o mortero piezas de liviandad equivalente a las que pueden conseguirse fácilmente con la
tierra cocida, por lo que estas últimas permiten construir estructuras de una ligereza imposible de lograr con el
hormigón armado.”

Pero, a las ventajas del material debe aliar una técnica, o mejor (por utilizar el término griego, de mayores
connotaciones), una techné: el método por el que a una obra bien hecha ni le sobra ni le falta nada. Este proceso de
AJUSTE es el que le lleva a ganar todos los concursos a los que se presenta su ingeniería, mientras las tasaciones
oficiales de sus obras fijan aproximadamente el doble de lo que realmente les cuesta a sus clientes. Una LECCIÓN
DE ECONOMÍA. Y bien radical.*

* Tuve la gran suerte de poder hablar con él y, desde el recuerdo de las naves industriales realizadas por Muncunill
o por Jujol, le pregunté porqué no utilizaba nunca pilares metálicos. Respuesta: “Los pilares metálicos son más
caros”. Delante de otro ingeniero habría insistido pero, conociendo sus logros, aquello era irrebatible. Aunque
añadió: “Sólo en el caso de la estación de servicio Barbieri, la doble ménsula desde un único pilar producía en éste
tales esfuerzos torsores que hizo recomendable el acero”.
Esta obsesión por la economía la podemos encontrar en más ingenieros, pero si en Dieste resulta singular es porque
su ahorro invierte en EMOCIÓN. No se produce regateo de confortabilidad anímica porque no encuentra diferencia
esencial entre lo económico, lo ético y lo estético. La economía que persigue no es sólo la financiera sino aquella
que “está de acuerdo con el orden profundo del mundo”. Y, en este orden económico, el trabajo que dignifica al
hombre es sagrado. Resulta significativo: con el mismo proceso que construye galpones llega a levantar iglesias;
hasta el punto en que podemos retroceder y reconocer en sus naves industriales una cierta atmósfera de templo.
Templos del trabajo, como si cargara contra los excesos de la Revolución Industrial:

“ Es admirable el valor humano de la industria y es execrable un barrio de obreros en Manchester; execrable no por
pobre, sino porque es visible que allí no se tuvo en cuenta al hombre.”

Hablar hoy del hombre en arquitectura, ¿resulta cursi y anticuado o convenimos que es una LECCIÓN DE ÉTICA?.
Ante el “desarrollo subdesarrollado”, ¿cabe una actitud ética?, ¿y moderna?

Al igual que otros maestros latinoamericanos, como Barragán o Salmona, Dieste entiende que el movimiento
moderno surgió en países en los que el avance de la tecnología y la industria acompañaba los ritmos de producción
arquitectónica, circunstancia que no se daba en el contexto uruguayo. Su lección es la de quien, evitando importar
tecnologías no aptas para los recursos de su país, acata las limitaciones SIN INVOCAR LO FOLCLÓRICO: la tradición
que le interesa es “siempre fuente de lo que es revolucionario”.

Provoca nuestro asombro sin sofisticados exhibicionismos tecnológicos, como en aquellos afinados puentes en arco
de Fritz Leonhardt que consiguen récords de relación luz/flecha sin aparente esfuerzo. De la misma manera, la
elegancia en la obra de Dieste procede de la familiaridad cromática y de la forma que han de adoptar unas láminas
muy delgadas (de 6 a 12 cm.) para optimizar su capacidad resistente.

Se ha querido ver en las láminas de cerámica armada una evolución de las bóvedas tabicadas o “a la catalana”,
sobre todo desde el contacto de Dieste con Antonio Bonet, para quien calculó sus primeras bóvedas en la casa
Berlingieri de Punta Ballena (Uruguay, 1947). Y, desde luego, resultan suculentas las coincidencias formales en la
utilización de geometrías laminares catenarias con material cerámico. Pero su base estructural es muy diferente y
Dieste no conoció la obra de Gaudí hasta mucho más tarde de su colaboración con Bonet. En realidad, las láminas
de cerámica estructural son descendientes de las láminas de hormigón armado que Dieste conocía bien, puesto que
estuvo diseñándolas en la empresa constructora Cristiani y Nielsen desde 1945 a 1948. Lo que resulta curioso es
que Eduardo Torroja defendiera las láminas de hormigón como la evolución natural de las bóvedas tabicadas
mientras Dieste recuperaba la cerámica para superar las láminas de hormigón.

Respecto de las bóvedas tabicadas, basadas en la traba cohesiva con mortero de varias capas de ladrillo cerámico
de pequeño espesor, las láminas de Dieste arrancan desde otro concepto: la geometría autoportante, la
contribución del armado y el postesado, consiguen luces mucho mayores (hasta 50 metros) y superan el rescoldo
artesanal.

Respecto de sus antecesoras, las láminas de hormigón, Dieste rompe desde el primer momento la inercia por la cual
las primeras estructuras de cerámica armada copiaban a las de hormigón (como, en su momento, las de hormigón
copiaban erróneamente a las de acero) y establece los cambios precisos que requiere y posibilita la cerámica para
optimizar la sustitución. Cuando actualmente resulta más fácil dejarse arrastrar por recetas preestablecidas y
soluciones de catálogo acomodaticias, esta actitud supone toda una LECCIÓN DE AUDACIA:

Si la cerámica armada fragua mucho más rápidamente que el hormigón por el efecto del “tirado” de los ladrillos (su
rápida absorción de la humedad del mortero), Dieste lo aprovecha introduciendo los encofrados móviles para
sucesivas operaciones de cimbrado y descimbrado.

“ ...se logra una velocidad de construcción equivalente a la prefabricación pesada, necesitándose un equipo mucho
menor y con un consumo no mayor de mano de obra. (...) Hemos desencofrado bóvedas de 50 metros de luz a las 14
horas de haber sido terminadas y, diseñándolas bien, resisten, aún en el momento del desencofrado, flexiones
equivalentes a las que produciría un viento transversal de 200 km/h.”
Si, en el diseño de láminas, las geometrías escogidas hasta entonces provenían de las recetas conocidas desde la
teoría laminar clásica, que catalogaban superficies de directriz circular, elíptica o cicloidal con tímpanos en sus
extremos, Dieste, sin embargo, se sirve de un cálculo semiempírico para ensayar geometrías laminares sin tímpanos
y de directriz catenaria.*

*Elegir entre las opciones que se sabían calcular era una actitud deshonesta y extraordinariamente pobre. Dieste
rompió con este esquema y empezó a diseñar láminas de formas más osadas, buscando la configuración óptima.
Para ello se apartó de la teoría laminar clásica que, de una forma forzada, buscaba soluciones matemáticas
elegantes pero excesivamente simplificadoras, y utilizó procedimientos semiempíricos que partían de hipótesis más
realistas y que, a pesar de su aspecto menos “científico”, proporcionaban resultados más acordes con la realidad. A
diferencia de las teorías clásicas, no se precisaban grandes conocimientos matemáticos sino una importante
comprensión del comportamiento estructural. Siguiendo esta dirección, Dieste abandonó el uso de tímpanos y dejó
de proyectar sólo superficies regladas para empezar a utilizar láminas de doble curvatura. Insistió en el uso de
directrices catenarias para lograr comportamientos tipo membrana, que permiten reducir el espesor de la lámina
sin más límites que los constructivos y el riesgo de inestabilidad elástica (pandeo).

La nueva estructura cerámica armada debía proceder con mayor libertad, y la INTUICIÓN fue su guía:

” Como suele suceder, el proceso por el que se llegó a percibir las grandes ventajas de un material, que entre
nosotros era usado sólo como relleno, no fue lúcidamente racional; se veía mucho más de lo que se tenía claro
conscientemente. Poco a poco fuimos precisando lo intuido hasta llegar al pleno dominio de las técnicas que hoy
usamos, proceso que supuso no sólo imaginarlas, sino pensar y construir los equipos que las volvieran
económicamente viables y desarrollar los métodos de cálculo, que nacían de lo imaginado, pero que se apartaban,
en general, de los caminos que seguían las teorías en uso, que eran las que nos habían enseñado.”;

De nuevo encontramos ese ascetismo que prefiere el camino más difícil, el que abandona la comodidad de
aprovechar las formas ya descubiertas, para aventurarse, desde el ingenio y la curiosidad, por sendas de mayor
libertad y mejores respuestas a su entorno socio-económico.

Por ese camino y de la misma manera, se entiende su crítica al predominio tecnológico y teórico de las geometrías
planas, más fáciles de expresar gráficamente y de analizar estructuralmente, pero que resultan de una reducción
empobrecedora cuando parten desde la pereza intelectual (“Las formas más ricas son rebeldes al análisis simple“),
o cuando parten desde una escasa formación o una limitada aptitud para imaginar (“Para algunos ingenieros
concebir algo es equivalente a saber calcularlo”). Entonces, se reduce la arquitectura a esquemas planos para
ajustarse a las posibilidades de un cálculo estructural simplista.

Elegir la libertad a la comodidad requiere, además, otro compromiso:

“ Estas formas ricas y complejas no pueden hacerse rutinariamente; exigen amor a la obra y gusto por el detalle, (...)
esto no es posible sin una mayor entrega personal del que dirige. Por esto, algunos contratistas se resisten a estas
soluciones diciendo que son caras; no lo son, pero les obliga a actuar más como deberían hacerlo, como
constructores, y no sólo como empresarios”.

¿Encontramos difíciles estas lecciones?, ¿somos capaces de transferirlas a nuestro contexto?

Dieste, divertido, relata la anécdota de un ingeniero alemán impresionado por su obra. Este ingeniero explicaba a
sus colegas las maravillas que se podían construir con cerámica armada mediante encofrados !!de caña de bambú!!.
Dieste tuvo que aclararle que en Uruguay no crece el bambú, pero le sirvió en bandeja la demostración de que son
los prejuicios vanidosos de los países ricos los que toman cualquier aportación de países no tan desarrollados como
primaria, exótica y, por tanto, poco adaptable a situaciones más “sofisticadas”.

Sus soluciones también son válidas en el mundo desarrollado o con pretensiones de serlo. Y el mejor ejemplo de
estas posibilidades fuera de Latinoamérica lo podemos ver en la provincia de Madrid (Alcalá de Henares, Torrejón
de Ardoz, Mejorada del Campo), donde los arquitectos Carlos Clemente y Juan de Dios de la Hoz han colaborado
con Dieste en varios proyectos construidos con estructura cerámica armada, demostrando, desde un decidido
empuje y un gran entusiasmo, su viabilidad y competitividad económica en terrenos europeos.

Sumándonos a la ilusión compartida por clientes, arquitectos, constructores y fabricantes de ladrillos cerámicos,
podemos continuar, para cada particular situación técnica y económica, las posibilidades que Dieste ha empezado a
mostrar. Son enormes y abiertas, siempre que apostemos de una manera comprometida por la calidad. Siempre
que, como decía Ruskin, nuestro trabajo no dé la sensación de valer dinero.

Vicente Sarrablo, Francisco L. Almansa, Pere Roca

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