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Juan M., 52 años, separado, cuatro hijos Juan vivió en un orfanato desde los tres meses; a los ocho
años fue asignado a una familia con la que permaneció hasta los 15, cuando decidió dejarlos para ir
por las suyas. Enrolado fortuitamente en la Armada, fue licenciado por un trastorno psiquiátrico
después de tres años de servicio. Cuando niño, Juan era conocido por ser un «fanfarrón»; era grande,
musculoso, corpulento, tenía una inagotable fuente de energía y se vanagloriaba de ser fuerte y
resistente. A pesar de ser bastante inteligente, siempre tenía problemas en la escuela, pegaba a otros
niños, desobedecía a los maestros y salía de clase cuando le daba la gana. Juan era hijo adoptivo de un
directivo de una compañía de minería y hablaba con gran orgullo de su capacidad, a los 12 años, de
producir más que los mineros experimentados. A los 14 años murió su madre adoptiva, dejándole solo
para cuidarse de sí mismo; su padre adoptivo, que vivía a temporadas con otra mujer, no solía estar
nunca en casa. Juan trabajaba en la mina y discutía agriamente con su padre demandando una paga
mejor; a los 15 años, tuvo una de las «discusiones habituales» con su padre y le propinó una paliza
que tuvo que estar un mes hospitalizado. Después de esto, Juan dejó su hogar y su ciudad, fue vagando
sin rumbo durante dos años y se alistó en la Armada. Allí, Juan bebía en exceso, «perdió el control
inmediatamente» y pasó un tiempo poco usual en el calabozo. La persistencia de esta conducta y los
comportamientos extraños que caracterizaban alguno de estos episodios acabaron con su despido.
Durante algunos años, Juan parecía estar razonablemente bien adaptado. Se casó, tuvo cuatro hijos y
puso en marcha un pequeño negocio de recogida de desechos. Eliminó completamente la bebida,
aunque siguió siendo un tipo «colérico» que alegremente aprovechaba la menor oportunidad para
demostrar su fuerza. Tuvo más éxito -y dificultades- cuando «se enredó» con una adolescente; esa
joven era bastante atractiva e hizo crecer su autoimagen. Lo más importante fue que le proporcionó,
ilegítimamente, lo que no pudo darle su mujer: una hija. Con su amante y su hija dejó a su familia
legítima, trasladándose a otra ciudad a más de mil kilómetros de distancia donde quería «empezar una
nueva vida». En tres años puso en marcha una empresa de contrataciones y se hizo bastante rico; a los
36 años ganó un puesto político. Los problemas empezaron a aparecer inmediatamente después. Juan
era incapaz de llevar a cabo el tira y afloja propio de la política; en sus mítines insistía hasta casi con
violencia en que sus planes, obviamente grandiosos y poco prácticos, fuesen llevados adelante.
Después de varios enfrentamientos, uno de los cuales acabó en una agresión a un agente, se le pidió la
dimisión, cosa que se negó a hacer. Para obligarle a dimitir, según dijo, «me echaron encima toda la
porquería que pudieron»; esto incluía su despido de la Armada por razones psiquiátricas, el abandono
de su familia legal, su «matrimonio» ilícito, su hija ilegítima, etc. El colapso final de su mundo
sobrevino cuando su actual esposa, a cuyo nombre estaba registrada su empresa, lo abandonó, vendió
la empresa y se quedó con todo. Juan se volvió físicamente violento después de estos acontecimientos
y fue ingresado en una institución del Estado. Allí, sus justificados sentimientos de persecución se
elaboraron hasta perder la noción de la realidad. Juan permaneció hospitalizado durante dos años,
durante los que fue reorganizándose gradualmente. Tras la remisión, volvió con su familia legal,
trabajando a temporadas como conductor. Volvió a beber y se metió en nuevas peleas en los bares
locales. A menudo, las noches en que había bebido mucho, al volver a casa, trataba de abusar de su
mujer. Sus hijos se pusieron al lado de su madre para defenderla, lo que le producía gran contrariedad;
invariablemente, Joseph siempre salía derrotado de esas batallas. Después de vivir con su familia
durante cuatro años, Juan desapareció y permaneció sin paradero conocido durante 18 meses. Al
parecer vivió solo en una gran ciudad a unos cien kilómetros de su casa; su familia supo de él cuando
fue detenido por vagancia. Tras salir con fianza, se pudo apreciar que Juan era un hombre acabado.
Volvió a una institución donde aún permanece. Aunque generalmente colaborador, Juan es todavía
muy suspicaz, se siente ofendido fácilmente y en ocasiones tiene episodios de irascibilidad. Siempre
está pensativo y a veces habla en tono enfadado con imágenes alucinatorias.
Análisis del caso según el enfoque psicoanalítico
Características
Conocido por ser un «fanfarrón»;
era grande, musculoso, corpulento
tenía una inagotable fuente de energía y se vanagloriaba de ser fuerte y
resistente.
Muy inteligente,
siempre tenía problemas en la escuela, pegaba a otros niños, desobedecía
a los maestros y salía de clase cuando le daba la gana.
Bebía en exceso y era colérico.
Síntomas
En sus mítines insistía hasta casi con violencia en que sus planes,
obviamente grandiosos y poco prácticos, fuesen llevados adelante.
Sentimientos de persecución hasta perder la noción de la realidad.
Se siente ofendido fácilmente
Tiene episodios de irascibilidad.
Siempre está pensativo.
A veces habla en tono enfadado con imágenes alucinatorias.
Siempre trata de demostrar su fuerza ante los demás desde muy joven.
Ello: el ello se encuentra prevalente en este caso debido a todas las actitudes
negativas que se presentan provocadas por la falta de afecto y buenas normas de
convivencia en el hogar.
Mecanismos de defensa
Negación: Juan no acepta sus responsabilidades y siempre justifica su
agresividad culpando a los demás, tampoco acepta sus infidelidades y sus
errores laborales.
Formación reactiva: Juan, ante la falta de afecto que tuvo en su infancia
busca ese cariño en los demas y piensa de que es irresistible ante las
mujeres y mejor que todos los hombre es por ello que ante los problemas
en casa el sale en busca de una nueva persona que le brinde esa seguridad
de ser amado y respetado (lo cual consigue con sus amante). Justamente
la formación reactiva funciona así, alejando los malos pensamientos y
remplazándolos por fantasías positivas para la persona.