Está en la página 1de 2

30 ensayo méxico 31

La insensatez de una caída


La joven escritora
de Chihuahua
narra en clave
autobiográfica, a
partir del asesinato
de un conocido, la
violencia irracional
que asola la
región desde hace
décadas. Frontera,
narco y feminicidio
son algunas de las
máscaras que la
muerte lleva en este
infierno mexicano.
Aniela Rodríguez (Ciudad de México)

Frontera entre El Paso, Texas, y la


mexicana Ciudad Juárez, una de las urbes
más violentas del estado de Chihuahua.
Madres de
desparecidas y
activistas en una
protesta el pasado
32 mes de noviembre
exigiendo el
33
esclarecimiento de
los más de 147
feminicidios ocurridos
en 2019 en la región.

llevaba una de las mujeres asesinadas. California, the golden state reza
en letras amarillas la prenda ya gastada y manchada de lodo. Hay quien no olvidará el día
Una cruz con clavos se postra en la plaza de Armas de Chihuahua.
Cada clavo representa una de las mujeres que han sido asesinadas
de su boda. Yo recuerdo como
durante este tiempo, sus nombres cuelgan de cada uno de ellos. La si fuera anteayer el momento
en el que entendí que la
instalación, que ha pervivido ya por muchos años, no deja de pare-
cerle tétrica a los turistas. Está ahí como un símbolo de resistencia,
de crudeza y de abandono. No tendría por qué ser de otra manera.
Representar el dolor es necesario para no olvidar; eso lo he apren- violencia es un monstruo
dido a lo largo de todos estos años en mi Chihuahua, ese cuerpo que
hemos dinamitado y desahuciado y que, a pesar de todo, resiste sin
más grande que nosotros
chistar a cada una de las embestidas.
todas sus letras nos ha permitido, por un lado, dejar constancia de
* esa trocadura que es la muerte violenta. Pero también nos ha ori-
Levantar, en México, es un verbo que tiene más acepciones de las llado a una cotidianidad extraña, al bullicio y a la ironía como me-
Caer es una de las múltiples acepciones del latín fallere. De aquella de ponche y tequila, papá nos dijo, con la voz quebrada: O. no va a que uno podría imaginar. Se puede, entonces, levantar a una persona canismos de defensa ante algo que nos sobrepasa. Algo que pare-
etimología deriva el vocablo fallecer, una palabra que me ha intere- regresar. Silencio, no hubo nadie que lo contradijera. Hay personas cargándola en dirección contraria al suelo. Pero también es posible ciera que comprendemos, por la facilidad con la que pronunciamos
sado especialmente durante estos últimos meses, después de la par- en este mundo que no olvidarán nunca el día de su boda. El día que levantar a alguien para que no vuelva. Levantar, en mi tierra, es sinó- todos los días palabras tan grotescas como ejecución o acribillado,
tida de mi padre. Quiero decir: me maravilla que un acto tan prosai- nació su primer hijo. El momento exacto en el que les entregaron nimo de ausencia, de pérdida, de desasosiego. Levantar quiere decir pero que francamente nos tiran de miedo apenas paladeamos cada
co (y terriblemente estético) lleve impresa una carga simbólica tan las llaves de su primer auto. Yo recuerdo como si hubiera sido antier secuestrar a alguien sin esperar un rescate o retribución a cambio: una de sus vocales.
grande. Morir es, prácticamente, el destino al que estamos condena- aquella Nochebuena de 2006: el día que entendí que la violencia es los levantados en nuestro país son aquellos que han quedado a mer-
dos los torpes como yo, dar el gran paso en falso de nuestras vidas. un monstruo mucho más grande que nosotros, y poco tiene que ver ced del crimen organizado. Quienes, fuera de despegar los pies del *
Reitero mi punto: algunas lenguas indoeuropeas han conservado la con aquel juego de contrastes entre los buenos y los malos que los suelo, han sido condenados a conocer las fauces de un infierno que Sé que mi ciudad es el pedazo de tierra que más quiero y mi país
raíz de fallere ya no para referirse con sobriedad al grotesco acto de periódicos, los noticieros, las novelas policiacas y toda esa parafer- no sé si existe ni me interesa saberlo. es el lugar al cual pertenece la parte más entrañable de mi memoria,
morir, sino como un mero guiño a equivocar el paso, tropezarse, en- nalia de la narcocultura bate con singular entusiasmo. Desconozco, de la misma manera, quién eligió la palabra levan- pero a veces valdría la pena dinamitar dos o tres cosas en ella y em-
torpecer el camino (ahí está el alemán fallen). Escribir me permitió hablar desde una realidad que no compren- tar como eufemismo de este monstruo que es el crimen organizado. pezar de nuevo. Del día del funeral de P. logré rescatar una fotografía
Finalmente, pienso, morir también tiene un poco de esas pequeñas do y en la que, sin embargo, tuve que aprender a flotar. Un momento, ¿Habrán pensado en el oscuro juego de significados que esto involu- que apareció en uno de los diarios más famosos de mi ciudad. Está
caídas que sufrimos todos los días. Así como cuando queremos pagar un espacio que, según lo entiendo ahora, se convirtió en una rajadura cra? Por supuesto que no, me justifico: una rosa es una rosa y un ba- tomada desde la entrada de la capilla. Al final del largo pasillo puede
algo en el supermercado y la cajera nos informa de que el sistema de en las vidas de mi generación: no habríamos de recuperarnos de eso. lazo es un balazo. Caer, lo dije no hace mucho, viene de la misma raíz verse un hombre de espaldas, reclinado hacia el ataúd. Una cálida
pagos está caído y remata, para variar: no sabemos cuándo va a volver. Un día estás bebiendo en una cantina de moda y al día siguiente hay que fallecer. Levantar, entonces, es esa terrible conexión entre los luz baña a ambos; al centro, una enorme cruz de madera corona la
Caer, para mí, tiene un significado que he vacilado muchos años en un charco de sangre que te impide pasar. Algo de mutilados llevamos cuerpos sin nombre, sin rostro, sin un gramo de dignidad. En el país fotografía. Ese hombre, casualmente, era mi padre despidiéndose
quienes debimos salir a las calles a reclamar nuestros espacios, a es- donde vivo, caer y levantarse son, más que un juego de opuestos, una por última vez de su mejor amigo.
Tuve que aprender a la mala perar que una bala perdida no fuera a despedazar ese chispazo de ju-
ventud que todavía llevábamos en el cuerpo. Escribir se convirtió en
desafortunada sucesión de eventos a la que estamos condenados a
pertenecer por el simple hecho de existir en las coordenadas donde
Sontag también creía que las fotografías sirven como registros de
la intimidad, sobre todo del amor y de la muerte. La memoria —con-
que en el país donde he vivido un acto de resistencia: esperar que, a través de un montón de letras el infortunio puso el ojo. tinúa en ese maravilloso ensayo que es Ante el dolor de los demás—

toda mi vida caer es tener un


en desorden, pudiéramos entender qué extrañas fuerzas estaban re- es la única relación fidedigna (y, sobre todo, dolorosa) que podemos
volviéndose allá afuera. * guardar con los muertos. Por eso, para la escritora es tan importante

destino sellado con sangre, Poco más de dos años después, en enero de 2008, encontraron
los restos de O. desperdigados en una narcofosa, junto a quién sabe
Fui yo la que le dio la noticia a papá de que su mejor amigo había
muerto. Entre policías se les llama caídos a aquellos que han perdido
hablar sobre la representación icónica de la violencia en tiempos de
guerra: se vuelve un instrumento que nos salva, que nos ayuda a re-
perder la vida en una guerra cuántas otras personas más. Había sido torturado una y otra vez du-
rante más de tres meses hasta que perdió la vida. Su cuerpo, al fin,
la vida en el cumplimiento de su deber, quizás en un afán por des-
prenderle la solemnidad a ese horrible sustantivo que cada vez nos
cuperar ese pedazo de tiempo que nos han arrebatado. Ante la ame-
naza de la violencia, nombrar aquello que nos aterroriza nos ayuda
que no sabemos si tendrá fin pudo tener una sepultura digna; nosotros caímos en la cuenta de que
las cosas estaban muy lejos de volver a ser como antes.
fotografías: Peter / Aftonbladet / Tt / ZUMA Press / Newscom / EFE y Luis Torres / EFE aterra menos pronunciar en este pedazo de tierra: la muerte, como
la conocemos en mi país y en mi estado, ha cubierto todo de un velo
a encararlo, a dejar que se desdoble todo lo que deba desdoblarse. Y
después de eso, comenzar a sanar las heridas que continúan abiertas.
plomizo que pocos se detienen a paladear. Este no es un sitio sin esperanza, lo sabía entonces y lo sé ahora. En
comprender. Más allá de que soy una persona que tropieza constante- * Fui yo quien vio la noticia en los periódicos digitales; fui yo quien este lugar hay luz; una luz opaca, sin embargo, que aunque se empeña
mente, tuve que aprender a la mala que en el país donde he vivido toda Para su instalación ¡Visite Ciudad Juárez! (2003), la artista plás- llamó a casa y con voz temblorosa solo pudo atinar a decir “un co- una y otra vez en cegarnos, no lo consigue. Lo sé porque me entrego a
mi vida caer es tener un destino sellado con sangre: haber cometido tica Ambra Polidori seleccionó algunas fotografías de archivo de los mando acaba de dispararle a P.”. La que no se atrevió a dejar el vere- Chihuahua con toda la devoción que me queda en los huesos, aunque
un descalabro con letras mayúsculas. Perder, pues, la vida a manos de feminicidios en esta ciudad. Pantaletas olvidadas, blusas rasgadas, dicto sobre la mesa, la que esperó y esperó que todo eso se tratara de tantas veces me haya herido y sea como una piedra aguda que no deja
una guerra que no sabemos cuándo ni si algún día tendrá final. fragmentos de huesos o dentaduras de mujeres que habían sido una mala broma. La que no fue capaz de escuchar el llanto de papá de lacerar la carne. La quiero desde la memoria, como se quiere a una
asesinadas. A partir de ellas, confeccionó una serie de postales cuyo pensando que el último buen amigo que le quedaba en el mundo se vieja fotografía que se ha oxidado con el paso del tiempo.
* destinatario era el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para había esfumado en el limbo de todos aquellos que durante los últi- Cuáles son aquellas cosas que perdimos en el fuego, me recito
Nadie pudo explicarme cómo fue que aquel 24 de diciembre de los Derechos Humanos. ¿El propósito? Sacudir. Estremecer. Poner- mos años han engrosado una cifra estúpida e irreverente. Una cifra como un mantra aquel maravilloso título de Mariana Enríquez. Sé
2006 sonó el teléfono de casa y a papá le cambió el rostro de una vez le un rostro humano a aquellas mujeres que habían sido desapare- que los periódicos alimentan y que día a día nos hace un poco menos que algo se nos quebró a partir de ese fuego cruzado; algo llevamos
y para siempre. Las llamadas telefónicas siempre son el peor medio cidas, descarnadas y humilladas hasta el punto más álgido. Hacer sensibles, como aquellos virus que, como dije antes, han aprendido a roto todos aquellos que crecimos a merced de aquellos días que tuvi-
para dar noticias: uno no tiene la facilidad del cuerpo a cuerpo, que que el mundo volteara a ver una realidad que por mucho tiempo fue sobrevivir a todo antibiótico. mos que aprender a vivir de una forma distinta: a través del silencio
permite quedarse callado en vez de decir una imprudencia. Al fin ignorada por las autoridades. Sobre las representaciones visuales de la memoria, Susan Son- y de la sombra. Formo parte de una generación quebrada, que a pe-
y al cabo, ¿qué se dice cuando las palabras no alcanzan el espectro Imágenes perturbadoras sobre fondo rosa pastel: así era la realidad tag dice que “durante mucho tiempo algunas personas creyeron sar de tantas caídas, recuerda mucho más de lo que quisiera.
de lo comprensible? Papá colgó el teléfono. Habían levantado a O., que nos tocó vivir. Ácida, mordaz, despiadada, “Recuerdo de Ciudad que si el horror podía hacerse lo bastante vívido, la mayoría de la
uno de los mejores amigos que conservaba de sus años en la Policía. Juárez” puede leerse en alguna de las postales que se repartían gra- gente entendería que la guerra es una atrocidad, una insensatez”. * Aniela Rodríguez (Chihuahua, 1992) es autora de ‘El confeccionador
Esa víspera de Navidad, con la mirada sumida en un vaso rebosante tuitamente a los espectadores, y sobre la cual aparece la playera que Justamente se trata de esto. Hablar de la violencia, expresarla con de deseos’ y ‘El problema de los tres cuerpos’, publicados por Minúscula.

También podría gustarte