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El sofisma del escaparate roto: donde la destrucción belica estimula la demanda agregda, es
una falacia; necesidad no es demanda, demanda tiene que tener necesidad pero poder de
compra para estimular nuevos negocios.
Salvo los dones de la naturaleza, todo debe ser pagado de una u otra manera; así, los gastos de
gobierno son satisfechos mediante la correspondiente exacción fiscal, hasta la misma inflación
se puede considerar como un tributo vicioso.
En la cuestión, no se critica a la cuota indispensable de obra pública, aquella que atiende a las
necesidades como seguridad, infraestructura básica tal como calles, puentes, rutas, inmuebles
para legisladores, túneles, necesaria para los servicios públicos básicos. Se critica a la obra
publica concebida como creadora de riqueza o paleadora de carencias.
Cuando la finalidad de la obra publica es ser fuente de trabajo, la necesidad pasa a ser
secundaria. Se hace entender que esos puestos de trabajo no pueden conseguirse de otro
modo. Cada unidad monetaria empleada en la obra pública es “aportada” por los
contribuyentes mediante impuestos, quitando recursos al sector privado, dejándolos sin la
posibilidad de utilizarlos en lo que realmente necesitan, produciendo una desviación de
actividades. El tema esta en que los funcionarios tienen el discurso para disfrazar la realidad,
los que no ven mas alla (sin mirada a largo plazo) no ven el costo de oportunidad, las
actividades que el privado podría haber llevado a cabo, inversión, reinversión, innovación,
investigación y desarrollo, ya sea en la industria automotriz, textil, de moda, agrícola,
cualesquiera ser considerada.
No se trata aca de cuestionar las razones éticas de tales obras, sino de deshacer dos falacias
sobre estas, la primera es que construyen trabajo y la segunda es que crean riqueza que no se
podría conseguir de otro modo.
Siempre una cuota está bien, los impuestos razonables son necesarios para cubrir los gastos
indispensables; los servicios públicos luego resultan como una contraprestación.
En definitiva, el otorgamiento de créditos por parte del Estado termina quitando los bienes de
capital a los solicitantes mas eficientes, con mayor posibilidad de solvencia y mas honestos,
terminando los bienes de capital que son escasos (y son en definitiva lo que se otorga, el
dinero es un medio de cambio) en productores ineficientes, en operaciones de mayor riesgo,
con mas posibilidades de no devolver el dinero, o siendo luego menos productivos. Logrando
así, que la comunidad toda reciba el impacto de una actividad menos productiva.
El riesgo de correr con créditos de mayor riesgo, aparte de obtenerse para este fin con
exacción fiscal, también luego serán compensados con exacción dichos riesgos y perdidas.
También puede existir aquel que diga que si el Estado otorga dichos créditos puede participar
de las ganacias.