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9/1/2020 Derecho de Familia y nueva Constitución

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María Sara Rodríguez

Derecho de Familia y nueva Constitución


"...Ninguna de estas garantías fundamentales ofende la subsidiariedad positiva del Estado, según la cual este debe impulsar
proactivamente el desarrollo de todos los bienes sociales, incluida la educación. La subsidiariedad positiva exige al Estado salir del modo
pasivo. La educación debe alcanzar a todos los chilenos a través de los establecimientos públicos o privados que los padres puedan
verdaderamente elegir..."
Martes, 07 de enero de 2020 a las 12:56 | Actualizado 12:56
María Sara Rodríguez
El año 2020 nos depara desafíos. Uno de los más grandes es la salvaguarda de la estabilidad política del Estado a través de una posible nueva Constitución. El Derecho
de Familia no es una rama de la estructura del Estado; sin embargo, reconoce y protege la organización de la institución más fundamental de la sociedad, que sigue
siendo la familia. Una nueva Constitución no podría ignorar algunos principios y garantías que sostienen el entretejido social formado por todas las familias. Dedicaré
estas líneas a algunos de estos.

Hombre y mujeres seguiremos naciendo “libres e iguales en dignidad y derechos” (art. 1º CPR). Ningún texto constitucional podría eliminar “la protección de la vida del
que está por nacer” (art. 19, 1º CPR), que asegura el derecho elemental a nacer. Si no hay derecho a nacer, ¿cómo podríamos seguir garantizando “el derecho a la
vida y a la integridad física y psíquica de la persona” (art. 19, 1º CPR)? Estos cimientos hacen posible la igualdad de hombres y mujeres ante la ley (art. 19, 2º CPR).
Que la familia sea y siga siendo el “núcleo fundamental” de la sociedad y que continúe siendo un deber del Estado “el servicio a la persona humana”, la “protección de
la población” y el “propender al fortalecimiento de [la familia]” (art. 1º CPR). Cuestiones todas estas que están “garantizadas por los tratados internacionales
ratificados por Chile y que se encuentr[a]n vigentes” (art. 5º CPR).

No podría eliminarse “el respeto y protección a la vida privada y a la honra de la persona y su familia” (art. 19, 4º CPR); “la inviolabilidad del hogar y de toda forma de
comunicación privada” (art. 19, 5º CPR); la libertad de conciencia, la manifestación de todas las creencias y el ejercicio libre de todos los cultos que no se opongan a la
moral, a las buenas costumbres o al orden público (art. 19, 6º CPR). Todas estas garantías son de tanto anclaje en la cultura humana que su eliminación de un posible
nuevo texto constitucional ofendería gravemente la identidad de la nación.

Una nueva Constitución debería seguir garantizando el “derecho a la educación” y que los padres continúen teniendo el “derecho preferente y el deber de educar a sus
hijos”. El Estado debería seguir otorgando “especial protección al ejercicio de este derecho” (art. 19, 10º CPR) tan atropellado en los últimos tiempos. Como correlato
absolutamente necesario, el Estado debería seguir garantizando la “libertad de enseñanza”. Garantía constitucional que incluye “el derecho de abrir, organizar y
mantener establecimientos educacionales”, sin más límites que los impuestos “por la moral, las buenas costumbres y la seguridad nacional”. El derecho a la educación
y la libertad de enseñanza deberían seguir incluyendo el derecho de los padres de “escoger el establecimiento de enseñanza para sus hijos” (art. 19, 11º CPR)

Ninguna de estas garantías fundamentales ofende la subsidiariedad positiva del Estado, según la cual este debe impulsar proactivamente el desarrollo de todos los
bienes sociales, incluida la educación. La subsidiariedad positiva exige al Estado salir del modo pasivo. La educación debe alcanzar a todos los chilenos a través de los
establecimientos públicos o privados que los padres puedan verdaderamente elegir para sus hijos. Sigue siendo una ofensa a la dignidad de todos los chilenos que la
calidad de la educación pública sea menor que la de algunos establecimientos privados. La historia demuestra que esta lacra no obedece a la falta de recursos
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económicos sino a la equivocada convicción de que la burocracia estatal mejora la educación. En realidad, la burocracia consume los recursos públicos destinados a
formar buenos profesores y mejorar la educación, pero esto no se soluciona con una nueva Constitución.

Las garantías mencionadas más arriba aseguran unos pocos principios normativos que impregnan todo el Derecho de Familia. El primero de estos es el principio de
fortalecimiento de la familia. Este principio se encuentra plasmado a nivel constitucional en el art. 1º y, a nivel legal, en el art. 1º de la Ley N° 19.947, de 2004: “El
matrimonio es la base principal de la familia”. Se concreta en la defensa de la estabilidad de la familia mediante normas que obligan al juez a conocer de estas
materias procurando “preservar y recomponer la vida en común en la unión matrimonial válidamente contraída, cuando ésta se vea amenazada, dificultada o
quebrantada” (art. 3º LMC). Un ejemplo de estas es la que obliga al juez a comunicar a los litigantes las posibles causas de invalidez que advierte en un matrimonio
que está en proceso de divorcio (art. 91 LMC). El divorcio disuelve un matrimonio válido. Si existen causas de nulidad de matrimonio (arts. 44 y 45 LMC), procede que
se hagan valer judicialmente y que se declare la nulidad en vez del divorcio. El divorcio sigue siendo excepcional, requiere la prueba de causas descritas por el
legislador (arts. 54 y 55 LMC) y el escrutinio judicial de estas causas. En Chile, el matrimonio no se disuelve por correo, ni aunque la carta sea certificada ni aparezca
firmada ante notario. El fortalecimiento de la familia también se concreta en la protección de los miembros vulnerados de ella (arts. 68 a 80 bis LTF). Se concreta
también en las normas que permiten la afectación de bienes familiares para evitar que el cónyuge propietario enajene bienes que forman el hogar familiar (arts. 141 a
149 CC).

Otro principio es el de igualdad. En materia de familia, el principio de igualdad reconoce extensiones. Igualdad entre varón y mujer (art. 19, 2º CPR); igualdad entre
marido y mujer (arts. 131 a 134 CC); igualdad entre padre y madre (art. 224 CC y otros muchos); igualdad entre hijos matrimoniales y no matrimoniales (art. 33 CC).
La igualdad entre varón y mujer reconoce como contra extensión el principio de la no discriminación arbitraria (art. 19, 2º, inciso 2º CPR). La igualdad entre padre y
madre reconoce como concreción el principio de la corresponsabilidad parental (art. 224 CC).

Se puede mencionar, por último, un principio de solidaridad familiar y de equidad. Este principio reconoce como extensiones el principio de matrimonialidad (arts. 3º y
91 LMC); el principio de protección del cónyuge más débil (art. 3º; Arts. 60 a 65 LMC); el principio de protección del cónyuge sobreviviente (art. 1337, regla 10ª CC);
el principio del interés superior del niño (en múltiples normas de todo el ordenamiento) y el principio de protección de personas con capacidad disminuida.

Una posible nueva Constitución no debería olvidar el mínimo de garantías que haga posible la subsistencia de la familia y su estabilidad. Esto es un bien humano
básico, cuya vulnerabilidad deteriora el futuro de las nuevas generaciones y todo el entramado social. El futuro de Chile es el futuro de sus familias. Nadie nace solo, ni
vive solo. Ojalá nadie muera solo.

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