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EL CEREBRO ADICTO

El estudio de las neurociencias ha revolucionado la comprensión del efecto de las drogas en el


cerebro. Ahora sabemos cómo el cerebro reacciona ante la substancia.

El cerebro de un adicto es distinto, funciona diferente, tiene alteraciones en una gran cantidad de
circuitos. Las neuronas cambian de forma.

¿Cómo afecta las diferentes partes del cerebro?

En el área del placer o sistema límbico, las neuronas son chiquitas en estado natural, pero bajo el
consumo de estupefacientes, las células aumentan, se hacen robustas y con muchos botones
sinápticos, se vuelven insaciables a la demanda de droga. La persona cambia su conducta. Tiene
una gran motivación de buscar droga, que se convierte en una compulsión: se pierde el control.

Por otro lado, en el lóbulo frontal, de la corteza cerebral, hallamos lo que nos hace humanos, es el
centro encargado de cálculo, síntesis, abstracción, concentración, memoria. Es la parte que rige las
funciones superiores de la mente, y por esa razón es dónde más sangre llega. Si consumo alcohol,
drogas, la sangre va a llegar con la substancia. Las neuronas de esta zona se deterioran, se hacen
flacas, se dañan, como marchitadas, se rompen las conexiones neuronales y mueren las neuronas.
Perdemos funciones, perdemos el control de impulsos, las personas adictas no pueden inhibir el
deseo de droga.

En resumen, para una persona adicta, el área del placer pide más estímulos y el cerebro superior,
racional falla y no inhibe ese impulso. Eso le va a llevar a pérdida del trabajo, la salud, dificultad
para tomar decisiones, deterioro de las relaciones en general.

La capacidad de controlar sus deseos y estímulos disminuye, se acostumbra a una intensidad, si ha


dejado las drogas buscará esa intensidad en otras áreas de la vida y eso la llevará a enamorarse
continuamente, a situaciones muy estimulantes, de mucho placer: sexo, juego, comida, trabajo,
riesgo…

El adicto pierde la capacidad de disfrutar los estímulos normales de la vida: todo le va a aburrir.

Adicción en la adolescencia

El cerebro adolescente es más vulnerable que en el adulto. El cerebro sigue haciendo conexiones
nuevas a lo largo de toda la adolescencia, se va además recubriendo de mielina las neuronas, en su
proceso de maduración.

El adolescente va a deteriorar más rápido su cerebro, al consumir drogas. El cerebro no maduro


es un cerebro poco modulado, más vulnerable. Por eso el cerebro del adolescente es muy
cambiante y esa misma inestabilidad es propio de su maduración. El adolescente es muy pasional
y sus emociones son muy impulsivas, porque el cerebro límbico está más fuerte que el cerebro
racional.
La Marihuana

La marihuana afecta gran cantidad de circuitos, pero es un fármaco depresor, disminuye la


actividad, duerme muchas poblaciones de células. Al apagar poblaciones neuronales genera
atención selectiva: hay un mito que puedes ver mejor los colores, escuchar música.

Si me expongo en escuchar música: lo que queda despierto del cerebro se enfoca en la música,
pero no es un enfoque, sino que subjetivamente lo parece, no se oye mejor, pero como todo lo
demás quedar deprimido, parece eso.

Con la marihuana, se afectan:

1. las partes corticales, las áreas nuevas, las que procesan la información. Se relajan,
disminuyen su actividad.
2. las áreas límbicas, se relaja, “amor y paz”, el sistema emocional está dormido,
anestesiado. Esto es malo porque uno cada vez puede integrar menos las situaciones de
vida que finalmente nos hacen adultos, sabios…
3. Las Áreas sensoriales y motoras se enlentecen, la velocidad de los reflejos es menor
4. El hipocampo: parte de la memoria, está alterada, se pierde mucha información, declive
en el rendimiento académico.

El adicto a la marihuana, va a generar una dependencia a la sedación y cada vez va a necesitar una
dosis mayor para llegar a esa experiencia. Son personas que entran a una neurosis, acaban
necesitando una intensidad, en la vida. Y para salir de esa intensidad, tienen que tomar conciencia,
no sanan, porque hay un daño hecho, pero pueden saber, comprender que son así para poco a
poco, tomando conciencia y volver a no hacer caso a esa necesidad de intensidad.

En resumen: para una persona que está adicta, el sistema límbico funciona de más, todo estímulo
será magnificado, sobreinterpretado. Tanto lo bueno como lo malo. Su capacidad de controlar sus
deseos y estímulos disminuye, se acostumbra a una intensidad, si ha dejado las drogas buscará esa
intensidad en otras áreas de la vida y eso la llevará a enamorarse continuamente, a situaciones
muy estimulantes, de mucho éxito o mucho placer: sexo, juego, comida, trabajo, riesgo…

El adictivo vive muy resentido por malinterpretar una muchos estímulos, todo lo magnifican.

Te miran a los ojos. El adicto interpreta que están desconfiando: “¡Qué me ves!?” Se alarma,
piensa que pasa algo malo, que lo controlan o le van a agredir.

Solución: Cambiar el vacío por la plenitud

El primer paso es encontrar un sustituto sano: el deporte es la primera opción. La liberación de


endorfinas puede ser el correcto substituto. La espiritualidad es la segunda opción. En la
Meditación, el cerebro tiene una actividad eléctrica y química única. No hay ninguna otra actividad
humana que genere en el cerebro tal nivel de actividad, en sus cortezas. Eso es muy interesante de
observar, cuando uno medita, cuando uno reza, cuando uno está en un estado de devoción. Ese
nivel de placer místico que uno experimenta puede mitigar de manera absoluta, es lo que mejor
resuelve ese estado de vacío y de insatisfacción.

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