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sente obra de Jaime Huenún profundiza poéticamente en la h is on*

La ^ ^ h e y mestiza del país, configurando un despliegue de voces y


Venturas en las que se cruzan los cantos y relatos ancestrales, la crónica, d
n
eSstimonio y el relevamiento de fuentes documentales y de archivo

Reducciones
referidas a las sociedades indígenas de Chile. De este modo, las temáticas
abordadas en el libro (el viaje, el regreso a los orígenes, la nomadía, los
trabajos de conquista y resistencia, el amor, la muerte, la naturaleza como
nrnrr.n fícir-O y rr.prafícirn ríe lac nerinprias humanas v pl
cultural) fluyen como ríos oscuros, pero iluminados por el lenguaje que
Jaime Luis Huenún
estaciona en los sueños, las narraciones familiares, los documentos de
archivo y un despliegue de imágenes en que tanto el realismo poético cosno
el delirio visionario se imbrican para unir canto y relato, letra y voz.
Bpj
memoria e historia, visión y documento.

"El resultado -como señala Sergio M ansilla- es una polifonía y una


heterogeneidad cultural (y psíquica) siempre en proceso, plástica ame la
mutabilidad constante de las r e la c io n e s de.poder y de la eficacia de los
modelos inter e intraculturales; (...) poesía que viaja a contracorriente por el
C
río turbio de la historia, hurgando en los residuos y sedimentos que yacen
co
inmovilizados en su lecho”. d
X

789560 003942
Jaime Luis Huenún
Valdivia, 1967

R ealizó estu d io s de Pedagogía en


C astellan o y es ac tu a lm e n te .
p ro fesor e n la carrera de L iteratura
C reativa de la U n iversid ad Diego

Portales. Entre las distin cion es m ás

im po rtan tes que h a recibido están

el Prem io de p o e sía "E l joven

N eru d a” , o to rg ado po r la Ilustre

M un icipalid ad de Tem uco en 199 9;

el. Prem io de H on o r entregado po r

la Ilu stre M un icipalid ad de Santiago

al libro Ceremonias (2000); en

2 0 0 3 , el Prem io de po esía “ Pablo


N eru d a” , o torgado p o r la Fu n d ación

N erud a, y la B eca G uggenheim ,


asign ad a p o r la Fu n d ación

h o m ó n im a e n 2 0 0 5 .
Jaime Luis Huenún

Reducciones
Lom
PALABRA DE LA LENGUA
YÁMANAQUE SIGNIFICA
Sol

Huenún, Jaim e Luis 1967-


Reducciones [texto im preso]/Jaim e Luis Huenún.
- I a e d .- Santiago: LOM ediciones; 2 0 12 .19 0 p.:
16x21 cm. (Colección Entre Mares)
A Elsa M aribel (el am or, el tiem po, la p atria nóm ada).
is b n : 978-956-00-0394-2
1. Poesías Chilenas I. Título. II. Serie A M ariel, G uillerm o y Seb astián (los hijos que sostien en m i palabra).
Dewey: Ch 86 i - cdd 21 A M atilde H uenún (nutricia raíz nonagenaria).
Cutter: H887r
A René y M aría Luisa (los padres atizando la m em oria).
f u e n t e : Agencia Catalcgráfica Chilena A M auricio, Eugenia y M argarita (fraternos en la Ciudad de las Sirenas).
A Daniel, Francisca, Cristina, M arina, Luisa, Juanita y M ónica (sem brando
en la G ran Tierra del Sur).
A Roberta Bacic (indeleble en la am istad sagrada).

© LOM ED ICIO N ES
Primera edición, 2012
is b n : 978-956-00-0394-2
r p i: 224.981

Motivo de portada: Longho Williche. Fotografía atribuida a Hugo Rasmussen,


1908. Archivo fotográfico. Sección Antropológica. Museo Nacional de
Historia Natural, Santiago de Chile. Tomado del libro En los confines de
Trengtreng y Kaihai, LOM ediciones, 1994.

D ISEÑ O , ED IC IÓ N Y CO M PO SIC IÓ N
LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago
teléfo n o : (56-2) 688 52 73 I f a x : (56-2) 696 63 88
| www.lom.cl

Tipografía: Karmina

IM P R E SO EN L O S T A L L E R E S DE LOM

Miguel de Atero 2888, Quinta Normal

Impreso en Santiago de Chile


Reducciones
¿Cheú kam ta tu quim n pú peñi?
¿Cheu kam ta tuquim n pú peñi?
M ari, m ari ulm n ulm n em a,
Tiva Senañ Saw eñ kaw iñ
Tiva Senañ tam i llahuiñ.
Tivu naqeai tam n koSaq em.
Dladkiaim i tivu tañ i m apu.

¿Dónde habéis estado, h erm anos?


¿D ónde habéis estado, h erm anos?
Buenos días., señ ores ricos
este es mi lugar floreciente,
estos son m is frutos.
A quí caerán vu estro s cantos.
Te entristecerás aquí en mi tierra.
(Collag de Elias Necul, 1887)
Los archivos de la niebla
(notas para leer Reducciones
de Jaime Luis Huenún )1

q u é m e dices, Sa laz ar, cómo te explico


sus a lu riciu s
(Jaime Huenún)

Quien suba h asta lo alto de la colina en la que se em p lazan las in stalacio n es


de la M isión de Q uilacahuin, en la p rovincia de O sorno, su r de Chile, y dirija
su m irada en dirección suroeste, verá el im ponente río Rahue allá abajo h asta
donde se pierde la m irada. En días tranquilos, cu al lenta serpiente de azogue, el
río se desplaza hacia el Pacífico partiend o en dos m itades la s fértiles vegas del
valle de Q uilacahuin. Pero el Rahue no siem pre es m anso. Las cop iosas lluvias
invernales del sur chileno lo vu elven un anim al feroz, turbio, enrabiado, tanto
que a m enudo no cabe en su cauce e inunda los terren os aled añ o s reiterando un
viejo gesto natural que, a prim era vista, parece catastrófico, p ero que no es sino el
trabajo entrelazado -u n a "cerem onia de a m o r”- de la tierra acogedora unida a las
"aguas-potras” , com o diría nuestro p oeta H uenún. Los vivien tes de eso s lugares,
conocedores de los cam bios de hum or de las estacion es, con stru yen casas - m u y
m odestas en la m a y o ría - cuyo prim er p iso es u n a esp ecie de bodega o corra!
inundable, al tiem po que la vid a fam iliar acontece en lo que sería el segund o piso
al que se accede por escaleras exteriores.
Q uilacahuin. cuya fam a p or los territorios de O sorno se d eb e a que produce
legum bres singularm ente tiern as y sabrosas (las len tejas de Q uilacahuin son una
d elicia com pleta), es una tierra bella, pero de contrastes b ru tales: la im ponente
m isión de Quilacahuin, con su tem plo católico, su colegio, su consultorio m édico,
sus dependencias para visitantes y tu ristas, con stru id as en lo alto de un a colina

i Trabajo que forma parte de la ejecución del Proyecto Fondecyt 1110 0 26 .


para que los indígenas de antaño no pasen de ser h éroes ficcion alizad os de una
desde la que se dom ina el am plio valle así com o una no m enor exten sión de la
historia m ás o m enos rem ota. Y para que los de h o y no sea n visto s m ás que com o
cordillera de la costa osornina, recuerda dem asiado de cerca el viejo castillo feudal
agitadores resentidos, en p oten cia o en acto, a los que hay que reprim ir, d ivid ir o
europeo, vigilante, om nipresente, esa especie de lugar tem ible en el que m oraba
eventualm ente com prar con prebendas, dinero o prom esas de algún deslum brante
el Señor, quien, desde una suerte de p anóptico poderoso, controlaba y vigilaba
desarrollo cuya plusvalía no va a parar precisam ente a las com unidades originarias.
a los siervo s de allá abajo.
Sin em bargo, y contra la lam inación forzada de la cultura aborigen, ia m em oria
H uenún Villa proviene de la clase de los “sie rvo s” . Me refiero a quienes viven
radical m apuche y m apuche-huilliche, cual porfiad a corriente en el subsuelo de la
de lo poco que (les) va quedando d espués de largos y crueles despojos de tierra,
nación chilena, ha sobrevivido contra viento y m area. Y aún m ás: en los últim os
de m em oria y lengua; despojos que vien en d esd e el siglo XV I pero que, para
añ os se h a fortalecido, dando p aso a un p roceso de reetn izació n cuyos alcan ces
el caso m apuche-huilliche, com o H uenún lo consigna en su libro, adquirieron
están todavía por verse. Com o fuere, el reclam o p or reconocim iento cultural viene,
c a ra c te rís tic a s de g e n o c id io c u ltu ra l a p a r tir de m e d ia d o s d el sig lo X IX .
de un tiem po a esta parte, brotan d o incontenible p o r la s fisu ras de u n a so cied ad
M igraciones forzadas del cam po a la ciudad (a los baldíos de la ciudad, habría que
o lvid adiza pero que, por em ergen cia in co n trarre sta b le de n u evas realid ad es
decir); asesinatos y aun m asacres (v. g., la de Forrahue en 19 12 docum entada en
so cio cu ltu rales, poco a p oco h a ido acep tan d o su n a tu ra lez a p lu ric u ltu ra i e
Reducciones); niñas y niñ os tem pranam ente obligados a trabajar com o sirvientes
historizando m ás y m ejor su pasado, proceso en el que la p oesía de las m em orias
en las casas y haciendas de las élites económ icas de la República, o arrancados
del seno fam iliar e internados en escu elas católicas donde los disciplinaban para culturales h a venido cum pliendo, dicho sea de p aso, u n rol n ad a d esp reciable.
Pero si Reducciones se redujera (valga la aliteración) a un recuento de tropelías
la desm em oria (como le ocurrió a M atilde H uenún H uenún); tristes orfand ad es
y estropicios com etidos contra los m apuch e y m ap u ch e-h u illich e a lo largo de
com unitarias de dioses y padres reducidos a h ilachas; exilios en la propia tierra de
cinco siglos, sí que sería una poesía reducida: red ucid a a lam ento, a victim ización
pronto ocup ad a por extraños; ruka reducida a ranch a o a barracón m unicipal o a
invasora y paralizante de la subjetividad. Y la c o n se cu en cia sería un peligroso
callam pa urbana en barrios que no son barrios:2 de esto habla el libro Reducciones.
adelgazam iento del espesor sem iótico de una historia de colo n ialism o que ha
Y habla de esto porque el libro es, por sobre todo, u n docum ento de barbarie escrito
devenido daño identitario ¡qué duda cabe! p ara lo s p u eb lo s ind ígen as. Perc, tal
con los m ateriales que conform an la obliterada historia del sistem ático exterm inio
com o H uenún certeram ente lo tem atiza en su libro, esta m ism a h isto ria ha dado
de la cultura indígena en los territorios Su r Patagonia del continente; alegato
paso a !a em ergencia de nuevas identidades que to m an la form a de m estizajes
sostenido contra la vergü enza colonial y republicana que las agencias oficiales
m ú ltip les, d in ám ico s, su b v e rsiv o s, d o lo ro so s a v e c e s. N u e va s id e n tid a d e s
del Estado chilen o que tratan con la m em oria nacional velan lo suficiente como
surgidas, en ú ltim a instan cia, de la necesidad de so b revivir y que, por lo m ism o,
En las riberas del Río Damas, afluente del Rahue y que bordea la parte noreste de la ciudad se tornan estratégicam ente funcion ales a la diversid ad cultural-política que entra
de Osorno, existieron por años los "barracones municipales”. Se trataba de largo galpones en juego a la h ora de negociar con (y ser parte de) la m od ern id ad nacional-global.
dispuesto de modo paralelo, divididos longitudinalmente y con unas 10 habitaciones por lado
que hacían las veces de "departamentos", separados los galpones por callejuelas estrechas H uenún, atento al rom anceo de m uertos y vivos, registra la p orfiad a p ersis­
sin pavimenta;. Con grifos comunes, sin más instalaciones sanitarias que pozos negres de tencia de voces que p arecían apagadas hace tiem po, pero que, en ílg o i, su b sisic u
uso compartido, eran paupérrimos en materia de servicios básicos. Se construyeron en los
años de 1950 y los últimos fueron erradicados recién en la década de 1980. La mayoría de sus y crecen en cada hueso m ondo en los cem enterios del tiem po y los lugares -ta n to
habitantes, de origen indígena-mestizo, provenían de áreas rurales, campesinos sin tierras, en cem enterios que tienen tum bas com o en aquellos h ech os solo de tierra y a i r e - ,
inquilinos expulsados de los fundos agrícolas. Huenún mismo se cría en la población “ Nueva
Esperanza" (sector Francke de Osorno, noroeste), originalmente un campamento resultado de voces que están ahí m urm urando en las raíces in visibles de los canelos talad os y
una toma de terreno a inicios de la década de 1970 por gente sin casa y sin tierra. Agradezco en los pocos que aún quedan en las cordilleras de Chile, que h ab lan a través de las
al constructor de casas José Huisca Molina, el Maestro Pepe, haberme informado sobre los
barracones municipales de Osorno en los que vivió de niño.
necesidades de representación d iscursiva, entrar y salir (digám oslo así) de las
letras tristes de las rancheras m exicanas cantadas a tono de alcohol pendenciero y
lluvia; en fin, voces que se hacen n o tar en viejos arch ivo s de bib liotecas v m useos estéticas que circulan en localías “ p rem o d em as” , populares, periféricas, b árbaras

que describen a los indios com o raras excrecencias del gén ero h u m an o (a veces diría Faustino Sarm iento, así com o de la sofisticad a m odernidad estética de cuño
urbano y prim erm undista, m odernidad esta en la que el com ponente étn ico y
ni siquiera alcanzan a entrar en el rango de los hum an os), d escrip cio n es que,
territorial periférico no instituye (o lo hace m uy excepcionalm ente) p o éticas de
por su m ism a incapacidad de salir del exclu yem e etn o cen trism o del “civilizad o” ,
docum entan la barbarie blanca que se m an ifiesta en u n sofisticad o y perverso la m em oria recuperativa.
Si bien Reducciones se inaugura con la sección "E n trad a a C h au racah u in ”
uso de la razón cognoscente d isfrazad a no obstante de cien cia ob jetiva; algo que
(topón im o in d íg en a q ue d esig n a lo que h o y es la c iu d a d de O so rn o y su s
viene a rem achar una incapacidad de base de la así llam ad a cultura “occidental-
cristian a” para em patizar con la otrédad radical. alrededores), visto el libro desde la p ersp ectiva que el prop io título d el vo lu m en
sugiere, tal "entrada” den ota la im posibilidad de entrar a un C h auracahuin pleno,
Tal polifonía torna a Reducciones en un vasto y persistente relato de resistencia
Mas tam bién lo es de capitu lacion es, de d errotas, de n o m ad ías a la tierra hollada no reducido a residuos de un pasado que sobrevive a ped azos.’ C h auracahuin

de la que crecen palabras igualm ente holladas, llen as de rem iendos. El libro se dejó de ser pl de antes a p artir del m om ento en que los esp añoles, en el siglo

nos propone, pues, com o un m osaico de voces y sujetos, subaltern o s los m ás, X V III, lo pusieron al fin bajo la égida de la Corona y m ás tarde, en el siglo XIX ,

que h ablan un esp añol salp icad o con los retazo s de u n id iom a o rigin ario ya los ch ilen os y los colo n os alem anes y sus descen d ien tes, con las resp ectivas

perdido; un hablar entonces en u n a especie de len gu a entre - le n g u a escorada, la franquicias del Estado-nación de entonces, lo hicieron suyo y lo tran sfo rm aron

llam ará Rodrigo R o jas-3, lengua ch a m p u rria , la llam ará el propio H uenún, que en unidad productiva a expensas, claro, del desalojo de los habitantes origin ario s

se arm a con pedazos, que no siem p re calzan , de este m u nd o y del otro: léase y del consecuente em pobrecim iento de esto s5. El C hauracahuin que la p oesía de

lengua de Castilla y lengua de la Futahuillim apu -g ra n d e s tierras del s u r-, pero H uenún puede rem em orar es una m ezcla m estizada de m em oria, im aginación

asim ism o m ezcla de cosas de la tierra de abajo y de arriba, de la m irada y de la y deseo de sutura de las h eridas históricas que en su m om ento provocó, y aún

visión: lengua, pues, trabada por los cruces y asim etrías cu lturales. Todo esto provoca, la violencia colonial; h eridas que si no se las visib iliza y reconoce com o

configura una texiuaudad que registra p u lsiones que se en cam in an tanto a lo constitu tivas de 1a socied ad ch ilen a, id en tifican d o a ios agentes que ¡a s u a u

que podríam os llam ar la desetn izació n com o a ia reetn izació n de los sujetos, infringido y a sus víctim as, pero igualm ente evid enciand o los d iscursos que las

m ovim ientos que a la vez se op o n en y se com plem entan de m an eras asim étricas revelan, las encubren, las naturalizan desde d iversas orillas etn o cu ltu rales, se

en tanto responden a cam biantes estrategias de so b rev iven cia su b altern a que vu elven dram áticam ente dañinas para los tránsitos d ialógicos entre culturas.

im plica tanto capitulaciones com o insubordinaciones identitarias según m om ento Reducciones, podríam os decir, es un libro escrito contra aquellas p erversas form as

y lugar. El resultado es un a h ete ro g en e id a d cu ltu ra l (y p síqu ica) siem p re en de relaciones interculturales que, con la excusa del respeto a la d iferencia o a la

proceso, plástica ante la m utabilidad constan te de las relacion es de p od er y de la diversidad cultural, estim ulan subrepticiam ente la exclu sió n o la d iscrim in ació n
eficacia de los m odelos inter e intraculturales. No p or nad a la cultura m apuche-
huilliche, m uy m estizada a estas altu ras de la h isto ria p o r cierto, ha p roducido y
Recordemos que Osorno ha tenido tres fundaciones. La primera en 1553 por Pedro de
está produciendo poetas m odernos, com o H uenú n m ism o ,4 que p u ed en , según Valdivia; se llamó entonces Santa Marina de Gaete. La segunda en 1558 por el gobernador
García Hurtado de Mendoza; se llamó San Mateo de Osorno. En esa oportunidad acompañó
3 La lengua escorada. La traducción como estrategia de resistencia en cuatro poetas mapuches.
al gobernador el poeta Alonso de Ercilla y Zúñiga con quien Huenún dialoga en Reducciones.
Santiago: Pehuén, 2009.
Tras su destrucción en 1602, es refundada nuevamente en 1792 durante el mandato de
4 De la territorialidad sur huilliche, en años recientes han surgido, por filiación o afiliación, Ambrosio O'Higgins, padre de quien sería más tarde el fundador de la República de Chile,
poetas como Graciela Huinao, Faumelisa Manquepillán, César Millahueique, Paulo Huirimiila, Bernardo O’Higgins.
Bernardo Colipán, Adriana Paredes Pinda, Roxana Miranda Rupailaf, entre otros.

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de su tiem po. La fu erza de una p oesía com o la de Reducciones no pasa p o r la
perpetuando vergonzosas injusticias com o si estas fuesen parte de la “norm alidad”
social. d efensa de un a determ inada doctrina que m odele una cierta acción p olítica de
“interven ción rápida” cuyos efectos p od rían ser inm ediatos y m ensurables; su
La ficción poética, llevada a la tarea de ten er que lid iar con la realidad "fu e rte ”
eficacia, si se puede así decir, viene del hecho de ser un discurso que trabaja a favor
de las m aterialidades h istóricas efectivam en te acontecidas, pareciera ser un a p a ­
del fortalecim iento de subjetividades arrojadas a la intem perie de un m estizaje
labra “débil” que se refugia en el tranquilo rem anso de las m etáforas y que no hace
que se vive com o experien cia de deterioro o pérdida de una identidad p asad a de
sino evocar som bras (“cantos de som bra”, diríam os en palabras de Léop old Séd ar
alcances colectivos. Y tal fortalecim iento del sí m ism o8 - o arropam iento de la
Senghor, poeta que cantó su Á frica en un francés expropiado a los am os blancos).6
subjetividad, sería m ejor d e c ir-, acontece en la m edida en que la poesía d o ta a
La p oesía, si se la m ide con la vara de la acción efectivam ente transform adora de
los sujetos de u n a m em oria de liberación que transm uta la tragedia en cerem o n ia
la realidad, parece "u n a historia de lo co s”, com o bien dice Cisneros - e l poeta, que
de am or y vida al otorgar carta de ciud ad an ía a todos los cantos: los fún eb res; los
no el ca rd e n a l-; pero, com o el propio p oeta p eru an o acota, es con la p oesía que se
que transm iten la seren a contem plación de u n a m uchach a que baila y se pierde
form ulan las "inm ensas preguntas celestes”.7A sí, al evocar esas som bras-voces de
tras el p olvo que levan tan los pies de los d anzantes; lo s que recrean/rem em oran
ayer y hoy, la p oesía de H uenún recu pera h u ellas de lo vivid o, den uncia acciones
los lugares sagrados que la natu raleza cobija en los bo sq ues, el m ar, los ríos;
injustas que han quedado silen ciadas en los recodos de la historia, constru ye
los que den u ncian o atestiguan la colonización de la m ente y las p alabras; los
discursivam en te propuestas de sujetos que nos interpelan a que nos sacudam os
que relatan exp erien cias autobiográficas d el p o eta y que son cruciales p ara que
de las asfixian tes categorizaciones con que la ciencia b lan ca (léase h isto ria, a n ­
su palabra cobre su cuota de realidad cotid iana tanto com o su cuota de visió n
tropología, fisiología hum ana incluso; cf. sección "Cuatro cantos fu n erario s", los
m etafísica: el p ew m a (sueño visionario) que p on e al p oeta vidente ind ígen a en
que, paradójicam ente, no son cantos sino inform es que “cantan”/denotan m ás la
concom itancia con el p o eta vidente m od erno -R im b au d , p or e je m p lo - a la h ora
m uerte de la cultura blan ca europea in cap az de tratar co n su otredad) cla sifica y
de leer los signos num inosos de las cosas; en fin, los cantos que interpelan a los
califica las sociedades e individuos según presuntos grados de civilización, escala
agentes constructores profesionales de narrativas h istóricas (al historiador G abriel
en la que los sujetos indígen as llevan siem pre la peo r parte. La palabra "d ébil" se
Salazar, p o r ejem plo). . • •
h ace entonces “ fu erte” y desafiante.
En este libro, com o ya sugerí, el concepto de "reducción" aparece vaciado de su
N os hallam os, pues, ante una poesía que viaja a contracorriente por el río turbio
acepción de em pequeñecim iento en el sentido negativo del térm ino. Y a la inversa:
de la historia hurgando en los residuos y sedim entos que yacen ir.visibilizados
se llena de una significación afirm ativa que conn ota la am pliación del cronotopos
en su lecho. Río que en R educciones se corpo riza en el R ahue, que d ivide O sorno
Chauracahuin a la condición de m etonim ia del m estizaje latinoam ericano y, en
en dos m itades étnicas socialm en te desigu ales y que flu ye, aguas abajo, p or la
rigor, de cualquier m estizaje acontecido com o resultado de violen cia colo n ial
vegas de Q uilacahuin. Río Rahue que H uenún, m ediante el poder evocad or y
in s titu c io n a liz a d a y s o ste n id a en el tiem p o . E n tra r a C h a u ra c a h u in n o es
con stru cto r de m undos que detenta la p alab ra p oética, p on d rá patas arrib a p ara
sim plem ente revisitar y dar cuenta de un lugar o de un paisaje realm ente existente,
q ue se vu elvan a oír los gritos de los antiguos boteros: lo s M anquilef, los Rauque,
O sorno en este caso ; es, p o r sobre todo, aso m arse s la tragedia de !¿ h isto ria y
lo s H uenteo.'los H uisca, lo s HUeíiúti... y los can tos de la s bandurrias contribuyan
hacer de ella y con ella una poesía que atestigüe la trashum ancia, las traducciones
a la p o esía trayendo de vu e lta la som bra b en efacto ra d e lo s ancestros del p oeta
y m utaciones id entitarias de quienes h asta ah ora han sido los perdedores de la
cu an d o estos, llam ados p o r las nubes de la vid a y la m uerte, subían los repechos
8 Tomo la expresión de Harold Bloom: "Se lee para fortalecer el sí mismo (el self) y averiguar
6 Cantos de sombra. Madrid: Visor, 1980 (1945, primera edición).
cuáles son sus intereses auténticos”. Cómo le e ry por qué. Bogotá: Norma, 2000. Tomo la
Cf. Antonio Cisneros. Poesía, una historia de locos (1962-1980). Madrid: Hiperión, 1990, y Las cita de una versión digital sin paginar.
inmensas preguntas celestes. Lima: Jaime Campodónico, 1992.

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m odernidad latinoam ericana. Huenún hace de las "reducciones” históricas puntos que se han venid o h acien d o con los restos de ya fen ecid o s m od os de ser y vivir

de encuentro y co n flu en cias de m em orias y len gu ajes varios que, en su conjunto rurales o p u eblerinos, pero que ahora, en los in icios del siglo X X I, cobran sen tido

y siem pre en p erm anente reconfiguración, constitu yen e instituyen los lugares restituyem e de una m em oria cultural insurgente. S o n los m ateriales form antes

poéticos de la vida que son, al m ism o tiem po y p or com plem ento, los de la muerte; de identidades m estizas abocad as a la acum ulación d e fu erza s sim b ó licas que les

los lugares de los su eñ os vision arios y de la m irada cotidian a de lo que está ahí; perm itan operar con algun a ventaja en el escen ario de u n a m od ern id ad n acio n al

lugares que hacen las p alabras con las que se sostien e el interm inable nütram de y global que h asta hace m u y poco no ha sido n ad a recon o ced o ra del ind ígen a o

la poesía y de la vida: la ch a m p u rria de los con d en ad os de la tierra. indígena-m estizo subalterno. La poesía de H uenún - y no solo la que h allam os en

No se vea, pues, com o un m ero recurso retórico h ab er optado por la m ultipli­ R educciones- es parte su stan cial de este p roceso que, siendo literario, y d ad as las

cidad de voces a la h ora de conform ar la textu ra discursiva de Reducciones. La (re) circunstancias, es, y no p o d ría sino ser, rad icalm ente cultural y político.
"Seguirem os escribiendo sobre abuelas” , nos notifica el poeta. Y cóm o no, si d¿
construcción de una "narrativa” m estiza que haga ju sticia a los ancestros literarios
lo que se trata es ju stam en te de escribir sobre ab u elas y abu elo s, porque de ellos,
de H uenún, a las genealogías de su lengua p oética, tom a la form a de una tram a
del recuerdo de su palabra, em ana la fuerza ilum inadora de la poesía, y de la poesía
textual de varia lección: el texto docum ental, cronístico; el relato autobiográfico y
la potencia sanad ora de u n a h istoria de oprobio y daño. De la rem em bran za de
testim onial; el poem a en verso libre que asum e con frecu encia un tono versicular;
sus cotidianidades oscu recid as tanto tiem po por la n iebla esp esa de las injusticias
el epigram a que evoca una escena lírica p articu lar que recuerda el haiku japonés
m añosam ente olvidadas, vien e la raíz vital de una p alab ra p o ética cuyo sentido
y que retrata una acotada interacción entre el yo hablante y la naturaleza (ver la
últim o es construir puentes de m em oria que visib ilicen a tan tos y tan to s q ue han
sección “ E n víos”); fotografías de archivos fam iliares e h istóricos; fragm entos de
sido arrojados a los territorios baldíos y d esech ab les del “ p ro g reso ” de la nación.
cantos indígenas tradicionales; textos “cien tífico s” de antropólogos, fisiólogos y
Cotidianidades que por la p oesía ju stam ente dejan de ser olvid o y se vu elven
anatom istas europeos decim onónicos; reescritu ras de crónicas h ispánicas colo­
presencia constructora de u n tiem po venidero en que la m uerte no tend rá otro
niales que co n servan su esp añol arcaico así com o textos que evocan la lengua de
señorío que el que le otorga el orden natural de las cosas. V isión inagotable de una
Castilla hablada en clave de un m apudungun triturado p o r la m aquinaria de la
tierra reducida a población callam pa en las ciud ad es de la República, a p eq u eñ as
colonización ; todo ei'io, y m ás, conform a u n a p olifon ía que perm ite un constante
parcelas pobres en los fald eos cordilleranos de San Juan de la C osta, a plantaciones
y productivo desplazam iento por los territorios de la m em oria y la im aginación
de pino y eucalipto en tierras que cobijaron antiguos bo sq u es en los que flo reció
insubordinadas.
el copihue aferrado con to d os sus zarcillos a! oloroso m elí, red u cid a a p oesía de
La polifonía no obedece tam poco al arch irrepetido tópico de la fragm entación
los vencidos. Vencidos tal vez, m as no rendidos.
o la m uerte del sujeto, o a un juego citacional sustentado en la tesis de que todo
“Ya vendrán tiem pos m ejores / herm anito/ para izar los sangrados estandartes/
es lenguaje y/o que el sim ulacro ha copado tod o el espacio de lo real. Nada de esc.
en llanuras y m ontañas/ lib erad as p or los pew m a/ de la B an ca y la E scritu ra” (“ En
Si hay algo d eterm inante en Reducciones, es su p od eroso realism o poético que se
la ruka de David”). N ótese que el poeta e scrib e “-sangrados” y no "d esan grad os".
expresa precisam ente en la diversidad textu al que viene a evid enciar la diversidad
N ótese el valor liberad or de los p ew m a m ap u ch e. N ótese el reclam o p o r un
instituyente de! sujeto lírico, al que, por otra p arte, no hay que ver com o un sujeto,
nuevo orden que no sea e l d e la Banca y la E scritu ra, n u evo ord en que n o p ase
un yo particular, sino com o una in stan cia p lu ral de d ialogicidad y rom anceo. Y
por encim a de los cu erpos, las aguas, el cielo, el vien to que m ueve el árbol de la
no podría ser de otro m odo si el propósito es, com o en efecto lo es, atestiguar,
poesía. Reducciones "es u n libro en crecim ien to a rb ó re o ” , sen ten cia H uenún.
d ocum en tar con la p o e sía y en ella, la con stru cció n de u n m undo poético que no
Habrá entonces que p lan tar este árbol en lo alto de las colinas de Q uilacahuin
pretende sino ser la expresión de identidades culturales (y políticas) entrecruzadas,

19
p ara que desde sus ram ajes en m ovim iento p od am os otear el am plio horizonte
de la s cosas visibles, pero sobre todo el de las in visibles. No para arrasar con la
iglesia o el colegio o el hospital básico de la M isión de Q uilacahuin, com o en su
m om ento, y para inm ensa desgracia de la hum anidad, sí lo hicieron los españoles
conquistadores en M éxico, en Perú; com o los estados nacionales, a su turno,
igualm ente hicieron y aun peor (recordem os el genocidio de la así llam ada “Guerra
del D esierto” en A rgentina y su hom ologa, la “ Pacificación de la A rau can ía” en
Chile, o el exterm inio de los indígen as de la Patagonia chilena en pleno siglo -XX).
Para que el árbol de la m em oria y el conocim iento florezca para todos en todas Entrada a Chauracahuin
las estaciones de todos los años. Y que no quede solo la im agen de un canelo
p olvoriento y m oribundo que el p oeta conociera en su infancia y que resultó
ser uno que plantara G abriela M istral en la p laza de O sorno en 1938 en un gesto
de hom en aje a la gente m orena que h ab itab a y aún h abita un C hauracahuin de
m iserias.
Para que la m em oria ilum inada de M aría M atilde H uenún H uenún, niña-
m ujer-m adre-abuela octogenaria, quede fulgu ran d o en los bellos am aneceres
de Q uilacahuin.

S e r g io M a n s i l l a T o r r e s
Universidad Austral de Chile
Instituto de Lingüística y Literatura
'
Valdivia, Chile.
Entrada a Chauracahuin

Cuando recobrem os el p asado , la tierra a b rirá sus secretos


(M a n u e l R a u q u e H u e n t e o , Com pu, Chiloé)

U na noche de m i niñez, a ñnes de la década del 70, supe por boca de m i abuela
que un árbol ya entonces p olvoriento y m oribundo, desflorado para siem pre en la
raíz y el agua, era el canelo que Lucila G odoy h abía plantado en la señ o rial Plaza
de A rm as de 1a ciudad de Osorno.
M ediaba el m es de m ayo de 1938 cuando la socied ad o so m in a rind ió tributo
blanco a aquella m ujer m orena. Poetisa prestigiada por el laurel de unos lejanos
juegos florales capitalinos, beata de Pentateuco y m aestra ejem plar, con segu ía en
ese entonces acceder a los prim eros plan o s sociales y literarios a p esar del color
diaguita de su p iel y del cielo aym ara prendido en sus verdes p u pilas de vicu ña.
Y dado el caso -com o tam bién ocurrió con Rubén Darío, quien ten ía sangre
chorotega en su palabra b ru ñ id a -110 im portaba que dicha m ujer gran dota llevara,
en su aura y en su tuétano, la som bra y la luz aborígenes de sus valles transversales.
M enos im portaba, por supuesto, que el gesto de tran sterrar el reto ñ o indio
a suelo citadino significara cum plir un velado encuentro con sus d iezm ad os y
ocultos herm anos huilliche, pues no se m e antoja pura casualidad que diera tierra
al brote sagrado en el centro de una de las ciud ad es del país donde m ás m arca la
diferencia de raza.
Desde la llegada del colono europeo, la ciudad de O sorno se levantó de las
cenizas a que los roces a fuego redujeron los bosques y los sueños de Chauracahuin,
el nom bre originario de estos territorios. A brir a incendio y h ach a la h ú m ed a e
im penetrable selva del pellín y del laurel, ch am u scar el pelaje p ardo d el pudú,
derretir los pequeños cuernos del huem ul con las brasas del coigüe derribado,
fueron algunos de los afanes que perm itieron convertir los cam pos de los huilliche
en haciendas y llanuras productivas. A hora en las grandes praderas de los fundos
o so m in o s p astan las vacas H olstein y los rojos toros H ereford.

23
A ntes, los altos hom bres rubios uncidos a l arado, la vio len cia y la ley, cercaron el levantam iento general m apuche de 1598, no fu e sino h asta 18 4 0 q ue com en zó

con fiereza los terrenos que el gobierno h abía estam p ado a favor de sus nom bres. la escalada de desalojos y usurpaciones legales. D espués de term inad o el proceso

Así, la aldea pronto se hizo pueblo. Surgieron los m olin o s, las curtiem bres, las de otorgam iento de propiedades a través de los títulos de Com isario (así llam ad os

fábricas de cerveza y de alcohol industrial, las prósp eras barracas y las pequeñas porque era el Com isario de N aciones -cargo instaurado por la C orona Españ o la-

y m edianas em presas navieras. Sobre los ríos R ah ue y Dam as se construyeron quien debía relacionarse con los m apuche y atender sus problem as y dem andas)

rú sticos puentes p ara a gilizar el tran sp o rte de tro n co s n ativos, c o se c h a s de la población huilliche fue progresivam ente som etida al tinterillaje, al m atonaje
cereales y carbón vegetal. a sueldo y a la p olítica im plícita del Estado de “ m ejorar la raza” . La llegada de los

Las m isiones religiosas, por su parte, tuvieron paso expedito para entrañar con m igrantes alem anes a Chauracahuin, gracias a la Ley de C olonización de 18 5 1,

m ayor dedicación en el indiaje bárbaro, la lu z y el rigor d el catecism o católico. term inó por acorralar definitivam ente a gran parte de la p oblació n huilliche. en

Pero n i los avem a rias n i los padrenu estros co n que la congregación de capuchinos pequeñas reducciones situadas en la pre-cordillera de Los A nd es y en la Cordillera

bávaros pacificaba a los indígen as, p udo im pedir u n sinn úm ero de refriegas y de la C osta O som ina.
desalojos sanguinarios. U no de ellos -conocido com o la M atanza de Forrahue de Las sucesivas m an iobras ilícitas em pleadas por colonos alem an es y chilen os

octubre de 19 12- dejó 15 com uneros m uertos, hom bres, m ujeres y niñ os. Forrahue para apoderarse de terrenos indios, no cesaron con la llegada del siglo X X . Y si

(“lugar de h u esos” , del che sungún, la len gu a de los h om bres del sur) es todavía bien la ciudad crecía en lo económ ico gracias a la ind ustriosid ad germ an a y a la

una cicatriz en la m em oria de los viejos huilliche de S an Ju an de la Costa. Cuentan ■ tierra transform ada en vastos fundos ganaderos y cerealeros, las com unidades

ellos -cacique Paillam anque, abuelo Gam ín- que en las no ch es de cerrazón se m apuche-huilliche pad ecían el rápido d eclinam iento de su cu ltu ra y form a de

arrastra la carreta de Juan A cu m A cum , uno de lo s p rim eros en caer. Dicen que vida. M uchas fam ilias huillich e convertidas al catolicism o, entregaban sus h ijos

en la carreta van los m uertos de Forrahue sin m orir aún del todo, y que los bueyes' a las M isiones R eligiosas apostadas en lugares estratégicos d el otrora territorio

fantasm as avanzan y retroceden haciendo u n círculo en la n och e, con fundidos indígena. A llí los niñ os recibían com ida, tech o e in stru cció n en u n régim en de

p o r el clam or de los m oribundos. internado con reglas m onacales. En este proceso c iviliz a ic rio y cristian izan te,

L e s p eriódicos d e la é p o ca (El Progreso de O sorno, L a A u ro ra de Valdivia) se Cortaba de raíz d cordón um bilical de la lengua che sungún, y se ad iestraba
a los alum nos en labores dom ésticas y agrarias con el objetivo de integrarlos al
consignan el pavoroso saldo que dejó la orden ju dicial en con tra de lo s com uneros
y a favor del p articular A tan asio Burgos: sistem a económ ico vigente:

Tendría yo unos o años cuando mi mamita me llevó a la misión de Quilacahuin.


Como aún quedaban por despojar trece casas, el mayor Frías ordenó que quedasen
Nosotros éramos de Río Bueno, del campo. Allí tenía mi mamá una ranchita. Ella
veinte carabineros, al mando del oficial señor Espinoza, para acom pañar al
hacía de todo, tejía en su telar, hacía quesitos, tejía mantas y choapinos, me acuerdo.
receptor don Guillermo Soriano, quien debía seguir efectuando el lanzamiento al
De todos partes venían a comprarle mantas, le mandaban a hacerfrazadas. Después
día siguiente. Serían las 5 y media de la tarde, más o menos, cuando regresaba a
todo eso se terminó. El pedacito de tierra donde vivíamos era una sucesión. Parece
Osorno el resto de la tropa. La caravana no podía ser más fúnebre... dos carretas
repletas-de muertos, cuatro con heridos y dos con los reos. aue llegaron parientes a reclamar ese pedazo de tierra y se perdió todo. Y qué le
iba a hacer mi mamita, ella era sola, se tuvo que ir a trabajar al pueblo y a mí me
(El Progreso de Osorno, 2 1 de octubre de 1912) dejó interna en la misión, ella no me podía ir a ver. A llí en la misión nos enseñaban
a leer, las mujeres aparte y los hombres aparte. También nos enseñaban a coser,
A unque ya en 1 7 9 3 , con el Tratado de Paz o Parlam ento del río R ahue o de las
a tejer, a cocinar. Había una monjita viejita que era muy buena. Cuando me veía
Canoas, los españoles delim itaron las posesiones territoriales huilliche, iniciando
llorando me decía: no llores, hijita, ayúdame mejor aquí. Y yo le ayudaba a hacer
a la ve z la refundación y repoblam ien to de la ciu d ad de O sorno destruida durante pan o a coser. Después, como al año sería, mi mamita se puso de acuerdo con una
gringa de Cancura y me puso a trabajar. Yo era niña de mano y tenía que ayudar rogativas donde los com uneros bailan w u ch aleftu y vierten sangre de ch ivo s y
a las otras empleadas.
corderos a la tierra.
En estas cerem onias, la oración com unitaria va enlazada a la m úsica de banjos
(María Matilde Huenún Huenún, 90 años)
y acordeones, kultrunes, guitarras y trutrucas, instrum entos que m ezclan el ritm o
del w u ch aleftu (danza huilliche) con los sones de la cueca costina y la ranch era
La in co rp oració n crecien te y so sten id a de m an o de ob ra in d ígen a en las
m exicana.
em p resas u rb an as, arra stró a fa m ilia s e n te ra s a lo s m árg e n es de la ciu d ad .
Insom nes y solem nes, alegres y contritos durante los tres días que celebran
Otras tantas fueron integradas al trabajo agrario bajo el sistem a del inquilinaje
nguillatún, lo s h uilliche alzan sus ruegos rod an do hacia los viejos arcos d e la
y de em p leo tem p o ral. Los "c h o lo s ” -co m o s o n d e n o m in a d o s lo s h u illic h e
sangre y la m em oria. H uenteyao viene a ellos en un soplo de aire frío, en una
em parentándoselos, p or un a cu estión de piel, a los afrop eru an os- arribaron a
nube. Invisible se aposenta en el laurel rodeado de pájaros m arinos. Contem pla
u n sector específico: el barrio R ahue de O sorno. Allí, en los conventillos de las
el trabajo espiritual de los m ortales y escucha sus cantos y plegarias. Vuelve luego
calles República y V ictoria, o en la ribera o este del río R ah u e (río de la greda),
al obscuro roquerío que es su casa y, envuelto p o r la brum a y el oleaje, duerm e
asentaban sus m odestas p ertenen cias, m irando las luces de u na ciudad que aún
y sueña bajo el sol.
h o y continúa negándolos.
Los fieles, m ientras tanto, desarm an la rued a del ritual y reparten ¡o s ram os
Sin embargo, la m em oria de otros tiem pos todavía alum bra a los m ás de 50 .0 0 0
de laurel que pondrán en las puertas de sus casas. Contra toda brujería servirán
huilliche que habitan las reducciones de S a n Juan de la Costa, Lago Raneo, Chiloé,
esas hojitas, confra todo m al agüero que les dañ e los días p or venir. M añana
y los sectores costeros y precordilleranos de la p rovin cia de Valdivia. Y aunque
volverán a los trabajos m ateriales, a dar un año m ás de som bra y de sudor a las
la lengua originaria solo sobreviva en un puñado de an cian os, quedan todavía
rojas sem enteras. Y a las playas de M aicolpi y Pucatrihue, tras las m atas de collofe
cerem onias a que convocan com uneros de d iversos credos y linajes.
y los bancos de m ariscos, nuevam ente m archarán.
Este año con la gran sequía que tuvimos, hasta los pajaritos se estaban muriendo Y después, hacinados en los buses cam pesin os, com partiendo el largo viaje
(lar.baná'¿rrins m tpnínn de dónde sacar semillas de ¡a tierra). Era una hambruna con gallinas y corderos, llegarán a la ciudad. Por un d ía dejarán la Tierra del Latúe
grande que venía. Entonces, con gran interés y respeto dijimos: bueno, vamos a hacer
(planta am arga del delirio y de los brujos). En la Feria de Rahue venderán anim ales
una rogativa chica, vamos a ir a pedir permiso allá este año, a pedir consentimiento
y verduras, y los frutos recogidos en el monte. C om erán y beberán en las cantinas
al abuelito Huenteyao. Fuimos a Pucatrihue a pedir el agua. Partimos el día viernes
y llegamos acá el día sábado en la mañana. Ya estaba todo listo para empezar la aledañas, donde bandas m exicanas cantan cantos de violen cia y de dolor. Y en la
rogativa. Regamos todo por aquí con el agua de mar que trajimos. En la noche noche del regreso dorm irán frente a los cam pos, en huilliche borrachera dorm irán.
empezó a tronar; el día domingo era un aguacero inmenso, en la mañana bailando,
adorando, tocando el kultrún, tocando la trutruca de la alegría del agua que cayó.
Fue la respuesta grande que nos dieron. Es una creencia enorme quehayy un respeto
enorme que hubo. Hay gente incrédula que a veces lo protestaba. Ahora sí saben
que hay un gran poder en esta rogativa.

(Leonardo Cuante -Q.E.P.D.-, cacique de Pitriuco, Río Bueno)

Punotro, Costa Río Blanco, Pualhue, Pucatrihue, Lafquenm apu, son algunas
de las lo calid ad es que realizan el lep ú n y el n gu illatú n , p eq u eñ as y gran d es
No som os extranjeros en la patria de la arena,
Los viajes, las vigilias
no som os extranjeros en las costas de la luz.

i
Entonces fundam os un pueblo.
Las barcas iban y venían
Izam os la bandera de la nieve
cargadas con peces sin nombre.
en nuestros huesos,
Olvidam os p ara siem pre la nieve,
-las estrellas de la m uerte río arriba­
las m onturas,
je caím os al barranco.
el afilado viento de las serranías.
Fuego hicim os,
A brim os ven tan as en las piedras para respirar
blanco fuego
el cielo desnudo de la m edianoche.
en la noch e aullante de las piedras.
Cuál es tu nom bre, estrella sin luz.
Cóm o te llam as, río.
Dónde te ocultas, pájaro sin trino.
Cuál es tu nom bre, árbol.
Las fogatas ondulaban encim a de las rocas
Dónde te m ueres, viento.
para recibim os.
E scu ch an los caballos ahora
I El jardín estaba lleno de alm as cortadas,
el rum or de nuestra sangre
de pájaros que buscaban en la hierba
en el sueño.
un poco de aire.
M añana uno de ellos caerá
Esta aldea se llam a Clemencia.
bajo el h acha de nuestra ham bre.
A quí las m ujeres se hunden
En la roca lucirá su cráneo
en los ojos de los perros silvestres.
com o un sol dim inuto
M irem os a los niños trepar los árboles parlan tes,
en el lim pio am anecer de las m ontañas.
contem plem os sus som bras que ilum inan nuestras som bras
al atardecer.
2

4
D etengam os por fin nuestros p asos
frente al m ar que es la som bra extendida
Me dieron la tierra roja
de las verdes m ontañas.
y oscuros bailes y cantos
Partam os con calm a el p an de la m añ an a,
para despertar.
bebam os sin apuro la sidra avinagrada
Mi tierra,
por el sol y los cam inos.

29
la cuenca vacía de los dioses,
Malocas
las playas de greda ante el fu ror d el sol
y m ontes quem ados en la raíz y el aire.
A quí las piedras labradas desde el sueño.
A sí vin ieron ellos, con h ach as y cuchillas,
A quí palabras ocultas bajo el viento.
derriban do solares, pulpitos y alcobas.
M i tierra,
¿H abrá visto, U sía, las púberes mancebas
andándom e con cardos y pastores,
aullando sobre el lom o de los indianos lób regos?
hundiendo su luna en m i m irada.
Sus nom bres: H uichapán, el pum a come p e rro s ,
N ada m ás allá de m i m irada,
Pafián, el venenoso, Troquián, el m atancero.
nada sino la ceniza
Cóm o olvid ar sus rostros aquí en ¡as ch ich erías
que el oieaje deja a las rocas
si aún vien en huyendo, huyendo por los ríos.
y a los bosques frente al mar.
B ram ando en los degüellos, azotando los llanc s,
Mi tierra,
cortando con sus lanzas la gris zarza mojada.
el salto de culebras de espesura
H eridos balbucean la idiom a de la muerte,
abriendo la neblina en los juncales.
nom bran do sus linajes bajo el cielo del sud.
M i tierra,
T ú eres Paichil, el lobo, sobrino de los brujos,
los m uertos en el arco del conjuro
herm ano de Naipil, la culebra de monte.
bailando y delirando bajo el sol.
T ú eres N ahuel, el tigre, y hueles a cautiva,
M i tierra,
a pecho de cristian a llorando junto al fuego.
la danza,
Cóm o olvid arlos, oye, si en cada boca m uerta
e l lento apareo después de la em briaguez.
escuch o las injurias de aquellos pendencieros.
Robáronm e el azúcar, un chal, tabaco negro,
alforjas, candelabros y un rosario español.
Por eso aquí les traigo las hijas de la noche
p ara que al ñn entibien sus catres de ciprés.
N os dicen anim ales: yo soy lobo toruno
y m is cach os relum bran cada vez que aparezco.
Sobre el agua verdosa estoy hecho un ¡encanto
y te tom o m i niñ a h asta hacerte reír.
E sto y hech o u n encanto y d oy m iedo al tram p ero
que cam ina bordeando los ríos de la luz.
¡Aléjate! -le grito- que mi ojo tuerto arde
y quem a m i m irada tu torvo corazón.
Navego, sí, navego, por tu triste cabeza,
Che Sungún
cuando llueve en los m ontes sin pausa y sin amor.
Aquestos son los hijos de su propia ignorancia,
E fablan lingiia bárbara,
idólatras del aire donde vive la nada;
nos dicen ver a diario lo que n unca verem os, vu esa m erced,

por eso, antes del alba, alzados m orirán. com o cogida del rayo,

¿Contem plaste tu cráneo, Zorro A zul, en el río, torcida reciam ente

la cabeza del Cóndor en m i estaca de lum a? al m odo de las frond as

¿Me soñaste, acaso, ayuntar tus h erm anas, en tierras de espesuras.

las feroces infieles de esta tierra final? N on caigo en el sentido

No fue, hijo, que viéram os sus m uertes m iserables, desta idiom a de árboles,

ya secos y avarientos en la su extrem aun ción, áspera com o pellejo

contando sus doblones, leyen d o la vulgata, de m erino soleado.

am arillos de oro, de hum edad y dolor. ¿Será de faz m ontuna o

Solo vim os despiertos lo que en sueñ os veían dirá piedad e am or?

y olvidaban tem prano p ara no enloquecer: Non creo sea fácil

ham brientas alim añas m ordisqueando en los bosqu es darlos al catecism o

pellejos castellanos hediendo bajo el sol. sin convertirlos antes

Traduce a su m erced los niñ os del dem onio al acento espaniol.

bailando entre las nubes la sajuria del m al. Verbigracia, excelencia:


los niñ os parturientos
Traduce, com isario, ese ven en o alado
ploran com o entre nos,
que em ana de los sueños de esta gente falaz.
m as los cu ncos m ayiores
al tiem po de penar
gim en, clam an sus dioses
con voces de graznar.
Q uitar habré de cuajo
el cordón d esta idiom a
y entrañaré en sus testas
el A lm a y la Verdad.

Che Sungún: lengua de los hombres del sur, hablada m asivam ente por la población huilliche
Maloca: incursión bélica, asalto militar sorpresivo.
hasta comienzos del siglo XX.
Sajuria: danza que mezcla aires hispanos y huilliche.

33
Alonso de Ercilla parlamenta y fuma frente al levo
Puente de las piedras tigres
alzado de Chauracahuin

¿Q uién fabla, quién susurra


¿Qué zapato en la locura pisa y llora?
sobre el puente anublado por las aguas?
¿Por qué cam inos las estrellas se quedan
¿Quién gim e entre las piedras com o un crío
en los ojos que las vieron m orir?
reñido y azotado por el padre?
¿En qué tiniebla se cierran los párpados
Piedras que del tigre tenéis sangre
¿por qué vien en a m í las feas alm as d e los que aún no nacen,

de los ynuios atronados germ inados de m uerte

por m i roto arcabuz? y cruel velocidad?


Este es el cuchillo, el anim al yerto y salado,
Sin estrellas queda aquí m i lengua
la noch e que hu m ed ece el sexo y el rosal,
picoteada por los traros
y las águilas del m onte. el canto de las piedras,
el río que p asa y en silencio te m oja,
¿D ónde el capitán al que seguía
y este es el cielo en tu terrible ensoñación.
sobre el barro y en la lluvia
C om e entonces y procrea y caza
deste infam e bosque interm inable?
y quém ate en la llam a que alumbra
C orona de torrente m i Dios queda,
la cara de rus m uertos
m irando aquesta daga
y dibuja en la roca el corazón del tiempo
m ellada p or la sangre de los cuncos
com o el niñ o que escribe su ancho nombre
en el Sud.
en la tibia arena d el atardecer.

Levo o lof: a n t i g u o e s p a c i o te r r ito r ia l o c u p a d o D or u n t . ..


del cual se funda su identidad y su cultura ,Um° de fam " ' as huilliche a P « i r

Chauracahuin: nombre huilliche del territorio dmp


sur de Chile. q y corresP °" d e a la provincia de O sorno,

Cuneos: grupo huilliche que habitó la Cordillera de la Costa, entre Valdivia y

35
puede d ar vid a a los hom bres enteram ente?
Sermón en lengua de Chile
El sol no vive
(Luis de Valdivia, 1621) ni si tu viera hijo viviera su hijo.
Y si el M areupuante no tien e vida
¿cóm o os avía de dar la vid a a vosotros?
No penséis ni digáis
M entira m uy grande es dezir q el sol tiene hijo.
q ay un Dios en el cielo y otro en la tierra y en el mar.
Y com o no hay M areupuante,
No digáis q ay un Dios del m ayz y otro del trigo, assi es m entira dezir que ay Pillán.
uno que truena y otro q hace llover,
y otro q quita enferm edades
y da salud a lo s hom bres.
No ay un Dios de Españoles y otro de Indios.
Vuestros viejos no sabían nada;
para conocer a Dios eran
com o niños sin razón.
H aveys de h azer burla de lo q sin fundam ento d ezían,
cosa de burla es quanto
referían y contavan.
F.1 diablo engañó a vuestros viejos
diciendo q se iiam aua Pillán y H uecuvoe.
Ni el Pillán ni el M areupuante ni el H uecuvoe
pueden quitar los pecados,
ni pueden salir con la sangre q se h azen vu estros h erm anos
los pecados de los hom bres.
N o hay M areupuante ni H uecovoe ni cosa alguna
q sea Pillán.
El so l no tiene vida,
p ues lo q no tien e vida
¿cóm o puede ten er hijo?
Y lo q no vive en sí:
¿cóm o puede d ar vida a otros?
Tú lo que no tien es
Pillán: poderoso espíritu que habita las montañas y los volcanes.
no lo das a otro. Mareupuante: antigua divinidad solar.
Pues ¿cóm o el sol q no vive ni tiene vida Huecuvoe: también llamado huecufe. Es el espíritu del mal y la destrucción.
a com er o beber?
Preguntas del misionero
¿As desenterrado
y hurtado
de la Iglesia
El sol,
algún difunto
la luna,
para enterrallo junto a tu casa
las estrellas,
com o tus antepasad os lo h azían ?
el lucero,
Q uando viste
el rayo
¿son Dios? al pájaro Loyca
o Mero
¿A s nom brado
o otros que te p assan
para reverenciarle
al Pillán, por la m ano yzquierda

al Sol, ¿creyste que te avia de ven ir

a los Ríos algún m al?

o cerros
pidiéndoles vida?
¿A s te sacado sangre de tu cuerpo
en las borrach eras
nom brando al Pillán?
¿A s hecho otra cosa
destas?
Cuando no llueve
¿as creydo
q ay Indio hechicero,
señ o r de las aguas
q haze llover?
¿Em biástele a b u scar
y ofrecerle paga
p ara que te h iziese llover
p ara coger tu com ida?
¿A s ofrecido a los m uertos
algún m ayz o ch icha
p ensand o que se vienen
Por eso te aconsejo, ¡oh, ch ristiano! A h o ra m ientras tienes salud, co n ­
Plática sobre la Muerte y el Infierno
fié s a te bien: de cu an do en cu an do considera el d ía d e cu m uerte, d icién do te
(Fray Antonio Hernández Calzada, 1843) así: si m u riera en este instante, ¿q u é cosa es la q u e m e d a ría m a y o r p e s a r y
sentim iento ?¿A caso está en m al estado m i alm a ?¿T en g o , acaso, a lg ú n p e ­
cado? ¿H abré, acaso, ofen dido a Dios? A sí p on d rá s en buen estado las cosas
Esto, pues, has de saber: llegará un día, ¡Oh, ch ristiano! en que has de de tu alm a. Buscarás a Dios solam ente y no tendrás tanto a m or a las cosas
m orir: entonces tu cuerpo q u edará como u na piedra, sin p o d er m overse, sin
de la tierra que has de d e ja r bo tadas a lg ú n día. Así, pues, escarm en tarás,
p o d er ver, sin p o d er oír, sin poder oler, ni gustar, sin p o d er com er ni tom ar
si te acu erd a s de la m uerte.
chicha y sin p o d er hablar. A sí q u ed a rá vuestro cuerpo ¡Oh, herm anos y
Por esto que os he dicho pu ede la m u erte ser tem ible: pues la tem en
h erm anas m ías! ¿Para qué le dais a vuestro cuerpo tanta com ida y tanta
hasta los que no son c h ris tia n o s y no conocen a Dios. M as nosotros, que
bebida, ofen diendo así a Dios? No cu idéis tanto de vuestro cuerpo, ni le deis som os christianos, la tem em os m ás p or otra cosa que se sigu e despu és de
tanta chicha: pues se ha de convertir en gusanos, que le com erán, después
la m uerte, que es el infierno, ado n de van to á oslo s que m ueren m al, los que
de podrido.
m ueren con un solo pecado m ortal. No h a y otra cosa q u e 1anto nos p u ed a
Pero toda vía es m ás tem ible la m u erte p or lo q u e os diré. Escucha ¡oh,
atem orizar, como el infierno.
christiano! Sin fa lt a m orirás algún día , pero ¿cu án d o m orirás? ¡Ay! N adie
Pero, ¿cóm o podré yo explicaros, qué tal es a q u ella tierra del fu e g o , o el
sabe eso. Solo Dios N.S. lo sabe. No sabes de a q u í a cuánto tiem po m orirás,
infierno, cu án to h aya d e durar, y cu án to p a d ecen todas las a lm a s q ue a llí
q ué año, qué mes, ni qué día. Pues, ¿p a ra qué nos ocultó Dios N.S. el d ía
están p resas? Si m e escucháis bien, sin fa lt a h ab éis de tem blar de m iedo
d e nuestra m u erte? Nos lo ha ocu ltado p ara que estem os prevenidos p ara
y se os eriz a rá el cabello. ¿D ónde está esa tierra á e fu e g o ? d irá vu estro
m orir, p a ra que no pequem os, tem am os a Dios, le tengam os respeto y le pensam iento. El infierno, pues, o esa tierra está en el centro, en lo m ás bajo,
obedezcam os, p a ra que en él creamos, en él esp erem o sy le am em os, porque m uy adentro, en el m edio de la tierra, d o n d e no alca n z a el reflejo del sol
nos puede e n v ia r la m uerte en cu a lq u ie r día.
n i c la rid a d d e ¡u n a : por. eso no h a y m ás q u e tin ieb las y noche en a q u e lla .
Por ese m otivo no sabem os en d ó n d e ni cómo m orirem os. Uno m uere
m ala habitación.
de repente, otro p or atravesársele u na espina en la g a rg an ta; uno m uere
Está llena de fu e g o aq u ella h o rrib le tierra , pero fu e g o que no tiene luz;
a p u ñ a la d a s, otro ahogado en el agu a, uno en el río, otro en la m a r; uno
es, pues, como llam a de azufre. ¿Cóm o están en aquel fu e g o los desdichados?
m uere en su p ro p ia tierra, otro en tierra extraña; m ueren los antiguos, los
¡Ay! ¡Gente d esventu rada! ¿Acaso no sabéis cóm o están los peces en la m ar, o
viejos y las viejas, los d e m ediana edad, los mozos, los niños, todos m ueren.
en un río ?¿N o h ab éis visto cóm o están las a lv e rja s cu an do están h irv ien d o
¿Q ué sign ifica o q ué qu errá d ecir esto? Esto no más. Que te prepares, ¡oh,
en u na o lla ? P o r todas partes.están ro d ea d a s d e agu a, ahora están a rrib a ,
christiano! p a ra m orir; que estés dispuesto todos los d ía s y en todo lu ga r;
ahora abajo, y a suben, y a baja n o se h u n den ; pero siem p re se q u ed a n en la
porque p uedes m o rir cu a lq u ier d ía y en c u a lq u ie r parte.
olla, p o r m ás que rebose.
Pues te h a rá tem blar de m iedo la m u erte cuando venga cerca: te darán
Así, pues, están los condenados al fu e g o del infierno. Por todas p artes
sentim iento la m ujer, los hijos, la poquita hacienda, y los trastecitos de casa
están llenos d e fu e g o y se a b ra sa n : su cabeza, sus ojos, su lengua, su rostro,
que has de d e ja r quieras o no quieras: estarás triste por tu enferm edad, pues
sus m anos, sus pies, su corazón, todo su cu erpo y su alm a, todo se está
ap en a s podrás tom ar un poquito de caldo: te harán en o ja r los diablos, para
quem ando. Por eso todos los d ía s se lo lleva n llo ran do y quejándose. A sí es
en g a ñ a rte y p oderte lleva r al infierno.
lo que les sucede en aqu el fu e g o , tierra d e los diablos. ¿Q uién p od rá tener Dictado en sombras
m etida la m ano dentro del fu e g o p o r un p o q u ito no m ás? o ¿Q uién p o d rá
d e ja r una brasa en su seno p o r un solo in sta n te? Pues ¿cómo, H erm anos
y H erm anas míos, estaréis m etidos en aq u el fu e g o p a ra siem pre sin f i n ?
sepan quantos vieren este testam ento
Ca, pues ¡oh, Christianas! Esto habéis de entender, que así perm anecerán
que yo yn és yndia natural desta tierra,
en aquel fu e g o los deshonestos, los q u e s e tocan deshonestam ente, los que
hija de encom ienda del pueblo de ligüeym o,
tienen polución, y q u e hacen ten erla a otros; los que buscan m u jer p ara
estando enferm a en cam a y aún en m y b u en seso,
pecar, los casados q u e tienen có pu la con otra m ujer, la s casadas que la tem yendo de la m uerte que es cosa natura!,
tienen con otro hom bre, los sod o m ítico s, lo s q u e com eten otro p eca d o p oniendo ia m y ánym a en pos de salvación,
sem ejante. Tam bién estarán en a q u el fu e g o los q u e roban m ujer, y los que
tom ando com o tom o por justa abogada
tienen dos, tres, y m ás m ujeres. A llí estarán tam bién los que m atan a otra
a quien es siem pre birjen gloriosa m adre nuestra
persona, los q u e a sí m ism os se ah orcan, y los borrachos, los q u e roban y
para que p or m y ruegue a su presioso hijo
los que m ienten. Estarán en a qu el fu e g o los A d iv in o s hechiceros, las M achis
y quiera perdonar m y ánym a y llevarla
a la usanza d e esta tierra, los q u e d a n veneno, los que sacan el corazón al
al dulse paraíso en donde ffue criada
anim al, y los que acu m u lan a otro d e brujo.
otorgó y conosco que hago y que hordeno
este m i testam en to de la m anera siguiente:
prim ero que encom yendo m y ánym a al señ or
M ariposa de sus rayos,
pues fu era redim ida por su pasión y sangre,
ronda el alm a fervorosa ytén m ando sepulten mi cuerpo en la yglecia
esa esfera prodigiosa,
allí en el arco justo do entierran a los pobres,
con las alas de la fe.
ytén m ando que el día de m i enterram yento
Y aunque sienta los desm ayos
acom pañen m i cuerpo el cura y sacristán
que el dolor causarle pueda,
y lleven la cruz alta y se doblen canpanas
del fervor no retroceda pagándose lim osna sacada de m ys bienes,
cuando m ás doliente esté. ytén m ando que el padre m artines senteno
(José de Orejón y Aparicio) celebre p or m i ánym a dos m isas rresadas.
también aquí declaro que xriptobal beas
m y am o por la cláusula de su codicilo
dejó a un hijo myo y del dicho m y am o
h erensia de ganado cabruno y ovejuno,
ffrancisco era el nom bre de m y hijo fallecid o
p or quien tengo poder y derecho a sus bienes
el qual dicho ganado lo tiene juan ortiz

43
rregidor de aconcagua tam b ién curim ón. Halconero
hordeno y m ando entonces qu^> m ys albaceas
revisen dicha cláusula y cobren el ganado,
pues ciertam ente es myo y m e p ertenesce Si cada forastero se detiene

lo qual aquí declaro y dejo por m ys b ien es, en la som bra del árbol sobre el agua,

igualm ente declaro en cu m plid a m em oria yo me detengo en la lám para de aceite,

que dejo por m ys bienes u n bestido de lana, en el pan m ojado p or la niebla

dos fressadas, dos ch um bes y un ju b ó n de rrazo y en la alta ven tan a de la niña

y dos m antillas blancas de lien so de lo s juries, que juega con su anillo en las alcobas.

ytén mys dos tijeras y un b u en topo de plata Yo soy el hom bre del bosque, el halconero

y una aguja del Cuzco de co se r colch on es, nocturno, em bozado, cabizbajo


una caxa p equeñ a donde gu ard o la cera que olfatea al venado y a la luna
y una cam a de cam po de lan a colorada, y se em briaga en los m uelles de m adera.
p ara darlo a cum plir y pagar m y testam en to Veo el salto de los peces en las islas
nom bro en este trance p o r m ys albaceas que nan nacido desde los ahogados,

al padre alderete,.clérigo presbítero y es un fu lgo r de m uerte que m e alegra,

y a don juan de barrios, m y am o en esta tierra, un cruel d estello de oro en el silencio.


a cada uno de ellos les d oy p od er e in só lydu m Los rapaces han com ido de m i oreja,
p ara que am bos tom en de m is b ien es terrestres de m is m an os y de m i m em oria;
y los den a alm oneda cu m pliend o lo que digo, h am brientos d.e sí m ism os, ya no vuelan
y cum plido y pagado lo que ya he d ispuesto si no sacian su apetito en-m i-carne.
le dejo el rem anyente a la niñ a C atalina Los boteros que ya p asan por el río
hija de m y am o y de M aría Ortiz me cancelan el peaje entre las som bras:
por ser de buen talante y d evota en m an eras, sal m arina, alcohol, tabaco de hojas,
otorgo la presente carta al escrib an o m ujeres de ordinaria contextura.
en zibdad de santiago del reyn o de chile A quí veo am an ecer la luz del río
a seis días del m es de sep tiem bre llovid o y a las aves que cantando se m architan.
del año m yll quinientos y n o ben ta y siete, A quí vengo a navegar por la locura
a ruego de ynés india quien dice no sab er donde todos los dem onios se reúnen.

com o testigo firm a álbarez de toledo. Veo lejos la cara de m i padre

pasó ante my scribano gerónim o ben egas escuchando al sacerdote envuelto en pieles

la susod ich a yn d ia a quien d oy ffe conosco. y los libros donde escribe el polvo
el destino de los cuerpos lum inosos.

45
Ebrio palpo el pelaje de tigrillos Fabla de Castilla
que me acechan la sangre y la sim iente,
anim ales que extraviados m e padecen
y olisquean mi m irada en los reflejos. Esta es la lengua que bosques,
Yo soy el hom bre del m onte, el pajarero fuego y m aldición tejen sus palabras.
que desgarra con su s águilas el cam po, La lengua arrebata a lo s lüjos su pureza,
el que habla sólo con las u ñ as
la lengua los despoja d e su intacta desnudez.
y le s picos de sus aves asesinas.
He allí la que nació en triste y cruel locura,
hilando seductora sonidos del infierno.
La lengua que te m iente te dice la verdad,
la lengua am orosa destila igual veneno.
La lengua es el azote de todas las naciones
y de todos los am antes yaciendo bajo el sol.
La lengua com o tum ba cebada por los rayos,
perversidad desnuda d e vocal en vocal.
Mirad al niño índigo salir de su inocencia
nom brando criaturas que habitan en la luz.
Nacer, vivir, m orir no son sólo palabras,
aullidos son de un alm a convulsa y dem encial.
La lengua es la com ida del ham bre de absoluto.
La lengua es ia soberbia rftovediza y oscura;
acalla lo sagrado, consuel3 a los insom nes,
desangra en los jardines las rosas del amor.
La lengua sólo h abla de huesos y de cuencas,
de fúnebres coronas sobre Ia tierra fría.
La lengua ya anochece er> Ia flor del lim onero,
asqueada y agotada bajo v111 c'elo febril.
La lengua lim pia el cutis de los m uertos antiguos '
y arrulla al claro cisne que agoniza en el agua.
La lengua es fiero viento sobre las pesadillas,
el susurro de un árbol sin aire y sin raíz.
Estos son los trabajos que apenas ya soportas, Fundaciones I
oh, lengua d el cascajo y el quieto m an antial.
Oh, útil decadencia, oh cínicos cantos
para habitar en vano esta tierra m ortal. No sabe aún m orir la ciudad de los insom nes,
no sabe ya viajar en los ojos de un halcón;
la piedra la levanta, el agua ia atribula,
el sueño de los niños la detiene en el mar.
Tenem os un país que ilum ina torm entas
y rom pe las ventanas frente al aire dorm ido.
La carne, lo sabem os, trabaja m aleficios
para aquellos que m archan hacia el polvo y la luz.
M irad la enredadera cubriendo los um brales
de viejos caserones donde ladran los perros,
m irad las blancas som bras en las puertas vencidas
dé una larga ciudad enfrentada a los astros.
Dirán que no tuvim os suficientes delirios,
dirán que no cubrim os la paz de nuestros m uertos;
qué será de nosotros buscando en las basílicas
el últim o m endrugo salvado de las ratas.
Los barcos ya han partido hacia el cielo y el fuego
llevándose el deseo del oro y de la carne,
los libros que escribim os, las cartas a un im perio'
que levanta castillos donde no m uere el sol.
Nosotros arrastram os las arm as de la noche.
Con ellas defendem os las fronteras del alma,
los frutos cosechados con lágrim as y coitos,
la sangre que enterram os para no regresar.
Fundaciones II Coro de guerra

N osotros llevarem os el am or
La ciudad viene hasta ti con sus ácidas cadenas
colgando com o un cráneo reducido,
y esas grúas que levantan los cim ientos de la historia.
y en él crecerán las castas flores
Son nublados palacetes donde anidan pardos b ú h os
de los p aíses conquistados.
y la opaca lluvia andina de la tenue Cruz del Sur.

Las ciudades son ahora el final de tu m em oria,


la escritura hum edecida de tus su eñ os siem pre nóm adas.
Es por ello que no olvidas una plaza, u na explanada
donde el pueblo erige a tum bos una gris catedral.

T ras m urallas ves un barco de antim onio sobre el aire,


y carruajes de caballos em plum ados en los m uelles,
traficantes de palom as, pavorreales, guacam ayos,
m il esclavos que te vend en sus cab ezas y sus sexos.

¿Y qué puedes dar a cam bio por la urbe que te ofrecen ?


Ni sem illas ya, ni lenguas, ni tratados, ni arm am ento:
tu destino entre nosotros es falaz com o la arena,
un gobierno de cuchillos en el agua nocturnal.

51
Ceremonias
Huachihue

En los bosques nublados de la Gran T ierra del Sur


graznan los choroyes.
El p aso sobrevuelan del viajero hum ilde
que bu sca el árbol sagrado, el árbol de la luz.
A m ar huele ese viento de m ontes y espesuras,
a silencio hundido en los arroyos altos.
(Silencio ha de tener el paso, cam inante,
silencio ha de entregar el corazón cansado).
La m añ ana anuncia pájaros adivinos
ocultos en ¡as som bras húm edas del m onte.
Por eso tú cam inas al filo de los aires,
por eso botarás un poco de com ida.
Solo asi se llega al laurel despierto,
solo así podrás cortar una ram ita.
Con ella harás el arco del tiem po y del destino,
el arco de tu andanza bajo la luz del sol.

55
am áronse, am ontañados
Ceremonia del amor com o aguas p otras e com o an ch im allén en cen d id o s, al alba
oloroso am áronse,
end u lzánd ose el germ en lo m esm o
Los árboles anoche am áronse indios: m añío e ulmo, pellín que vasijas rep letas de m uday.
y hualle, tineo y lingue nudo a nudo am áronse
am antísim os, peum os
bronceáronse cortezas, coigües m ucho
besáronse raíces e b arbas y renuevos, hasta el am or d esp ertar
de las aves ya arrulladas
por las plum as de sus propios
m esm os am ores trinantes.

M esm am ente, los m ugrones huincas


entierráronse am antes, e las aguas
cholas abrieron sus vertientes alum brando, a sorbos
nom brándose, a solas e diciéndose: aguas buenas, aguas
lindas, ay pero violadas som os aguas Rahue,
p lcrosas Pilm aiquén, floridas e parteras e aún felices
los arroyos que atraviesan com o liebres
los montes e los cerros.

E torcazos el m esm o am or pronto ayuntáronse


los Inallao m anantiales
verdes, las H uaiquipán bravias
m ieles, los L lan qu ilef veloces
ojos, las Relequeo pechos
zorzales, las Huilitraro quillay
pelos tordos, los Paillam anque
raulíes nuevos.

Huilliche am or, anoch e am aron m ás


a plena chola arboladura, a granado
cielo indio perpetuo

57
Respiras ahora el polvo de los nguillatunes,
Fogón
la m achi degollando al carnero
elegido;
respiras ahora el hum o ante el rehue, la hoguera
M enos que el silencio p esa el fuego, papay, tu
d onde arden los huesos del largo sacrificio.
gruesa som bra que arde
entre leños m ojados;
“ H erm ano sea el fu ego” , dices retornando,
m enos que el silen cio a la noche
el sol ancho del día
y al sueño,
reú n a a los herm anos;
la luz que se desprende
h erm an o sea el fuego, papay, la m em oria
de pájaros y ríos.
que abraza en silencio la som bra
y la luz.
“ H erm ano sea el fu e g o ” , habla, alum bra
tu boca,
la h isto ria de praderas y m on tañ as
caídas;
la guerra entre d ioses, serpientes
de plata,
el paso de los hom bres
a relám pago y sangre.

Escu ch as el galope de las generacion es,


lo s nom bres enterrados
con cántaros y fru to s;
la lágrim a, el clam or de lentas caravanas
escap and o a los m ontes de la m uerte y la vida.

E scu ch as el zarpazo del pum a


al venado,
el salto de la trucha en los ríos
azules;
escuch as el canto de aves adivin as
ocultas tras h elech os
y chilcos florecidos. Papay es el nombre afectuoso que se da a las ancianas.

59
Marera Hortelana

Detén el m ar, h erm ana oh, El cerezo m adura al am paro de tus ojos
detén el m ar entre tus piernas. (y graznan las bandurrias)

Detén el sol, h erm an a ya, El m aíz le da som bra al sol y al rocío

D etén el sol fijo en tus ojos. (tus m an os tienden la tierra m ojada)

El sol y el m ar h arán rulam as Q uedan treiles nuevos ocultos tras el viento

que sacarem os de la roca. (el vu elo de tus sueños en el aire sem brado)

Y jaibas gran des y rojizas


y lunfo y luch e y cochayuyo.

No m ires m al, h erm an a, no,


no m ires m al hacia la Isla.

H uenteao h abla en cada ola,


y con sus nubes tapa el soi.

Báilale bueno un cielito,


tócale banjo y m andolina.

Se reirá el V iejo en la Piedra,


y h ará que el so l vuelva a salir.

Los viejos huilliche de la provincia de Osorno aún realizan el viaje ritual y alimenticio
hasta las playas de Pucatrihue. Allí, después de hacer rogativas a Huenteao -espíritu
benefactor que media entre los hombres y deidades-, se convierten en mareros,
pescadores y recolectores de orilla que trabajan el mar para vivir.

60
Hermana Purrún

A quellos ojos del color del color, Yo la miro


a una altura gris, m iran danza
copihues, hilos de agua. canelo florecido lleva en sus m anos
danza
¿Es por el viento de esta hora su silencio o sus pequeñ os pies llen os de tierra
son abejas borrachas danza
trayendo m iel y sangre flores de ulm o y m iel en su cabello
ai panal de sus sien es? danza
ríe y danza
Porque el ag u a es herm osa, bebe su muday.
y el cielo es herm oso Yo la m iro
y am bos son buenos a m ig o s -dice. yo no danzo
y el polvo que levan ta el baile
Porque la luz es m i alm a en la estrella, m e oculta
y m is pechos son fuentes de luz. ante sus ojos.

Porque callados sabem os lo que som os:


el águila y el cisne,
el venado y el pum a,
m ontañas, m an antial y viento,
sem enteras de la eternidad.

Los versos en cursiva pertenecen al poeta Pablo de Rokha. Purrún: danza colectiva bailada en el "nguillatún” y otros cerem oniales.

62
Envío a Anahí Sudario

Era m adrugada y yo A M aribel M ora Curriao

cortaba flores para ti en m is libros de poesía.


No es a la muerte a quien haremos frente
Llovió largo sobre el m undo y en mi sueño
sino a una gota pequeña de lluvia otoñal
se abrieron los prim eros rojos brotes de poroto. O d y s s e u s E l y t is
Hacia el bosque volaron los güairaos,
y el tue-tue cantó tres veces Com o un canto que no cesa tu respiración,

sólo para confundirm e. la lu na que en tinieblas te posee, yerta de ti,

A m anecí después: m ariposa era el cielo, las rosas que se extin gu en a la altura de tu sangre

liebre era la tierra corriendo tras el sol. y grazn idos de aves negras rozándote las sienes.

Te vi luego zum bando en las orillas de la miel,


haciendo olas en la blanca T ú te ofreces a la luz com o el sol que ahora m uere,

placenta de tu m adre. desnu d os los p ezon es tatuánd ose en el viento.

La m uerte es lo que escribe T ú te ofreces a la luz, a los prim eros brotes

el agua sobre el agua, me dije contem plando del durazno ceñido por la escarch a y la niebla.

el rocío de las hojas.


Lloré, entonces lloré, La m em oria es un antiguo prom ontorio, dices,

sólo por el delirio de respirar tu aire. en donde ia m irada encarna sal, viento y arena,
barcas dando tu m bos al oleaje bravio,
estrellas que se im prim en en ven tan as y sueños.

Em brujada de mí, dices, yo no vuelo ni caigo,


de tu beso a m i beso falta vía láctea,
el fru to de una lágrim a es la m uerte florida
y el silencio una gota de sangre en el cielo.

Yo te extiend o m i cuerpo, un sudario a tu cuerpo,


m i voz donde se abrigan tus grandes ojos grandes,
m i piel, som bra de otoño, un prado con m aleza,
frescu ra de cicutas p ara un sol que delira.

64 65
Yo te extiendo la luz, un insecto que duerm e
el sueño donde abrevan hierbas y p eregrinos.
Yo te extiendo el sonido de una cam p an a en ru inas
golpeando el corazón de un corazón vacío.

La noch e cae al río com o el pez cae al aire,


el dolor a la espina com o el pétalo al polvo.
T ú no vu elas ni caes, te detiene el arom a
de una estrella que ha m uerto entre hum u s y agua.
Cuatro cantos funerarios
Em brujada de ti, digo, am apólate el pelo,
h azte al arduo trabajo de la m iel en las flores.
El durazno a la luna le da luz y en m i sangre
se respira tu canto, tú respiras, tú vives.
Cuatro cantos funerarios

Los Blancos, lo que caracteriza


a los eternos Blancos
es que ahora viven exam inándonos,
a nosotros, los m uy viejos,
a nosotros, los y a m uertos.

(Canción aché-guayakí)
Canto I/Damiana Canto II/Catriel

La edad de la india en 1907, al m orir, era de C reo q ue n o p a s a rá m u c h o tie m p o sin

catorce a quince añ os; en enero de 1897, el que consiga los h u eso s de toda la fam ilia
señ or C. de la Hitte le daba m ás o m enos de Catriel. Ya tengo el cráneo del célebre
dos añ os, el señ or Ten Kate tres a cuatro C ip r ia n o , y el e s q u e le t o de su m u je r,
años (anales, I. c., p. 17 y 3 5 ) y la fotografía M argarita; y ahora p arece que el h erm ano
bien parece representar una niña de la edad m enor M arcelino no viv irá m ucho tiem po,
indicada p or nosotros. pues ha sido el jefe de la actual sublevación
En el m es de m ayo de 1907, gracias a la
y se h a re n d id o a n te a y e r en el a rro y o
g a la n te ría d el d octor Korn, pude to m ar
N ievas ante los R em ingtons de Levalle.
la fo to grafía que acom paña estas lín eas,
La cabeza de Catriel sigu e aquí conm igo;
y h acer las observaciones antropológicas;
é h ic e b ie n en a p u ra rm e . Dos m ese s y h ace rato que la re v isé , p ero au n q u e la

m ed io d esp u és m u rió la d esd ich a d a de he lim piad o un poco, sigue siem p re con

u n a tisis galo p an te cu yos p rin cip io s no bastan te m al olor. Me acom paña al Tandil
se m an ifestab an todavía cuando hice m is porque no quiero sep ararm e de esta joya,
estudios. la que m e es bastan te envidiada.
La cabeza de j a indiecita, con su cerebro,
fue m an d ad a al profesor Juan Virchow, de (Francisco Pascasio M oreno, 1875)
Berlín, p ara el estudio de la m usculatura
facial, del cerebro, etc. El cráneo ha sido
abierto en m i ausen cia y el corte del serru ­
cho llegó dem asiado bajo. A unque por este
m otivo la preparación de la m usculatura de
la órbita no será posible, que era lo que que­
ría h acer el profesor Virchow, el cerebro se
ha con servad o de u na m anera adm irable.
La cabeza y a fue presentada a la Sociedad
A n trop ológica de Berlín.

(Robert Lehm ann-N itsche, 1908)

70
Canto III/Maish Kenzis Canto IV/E1867

HE DISECADO M UCHOS CADÁVERES


Este indio yám ana, conocido con el
sobrenom bre de M aish Kenzis, tenía Y N UNCA HE EN CO NTRADO UN A LM A

b u en carácter. Tím ido, o b ed ien te,


fiel, poco sociable, salvaje; se habituó H ans V irch ow

p o c o a p o c o al e n to rn o y e n lo s
últim os tiem pos se convirtió en un
a u x ilia r ú til p ara el M u seo de La
Plata, donde se ocupaba de d iversas
labores y no m ostraba repugnancia
p o r trab ajar con re sto s in d ígen as.
Ig u a lm e n te el m ie d o se tr a d u c ía
rápida y expresivam ente en su rostro.
H ablaba fácilm ente el español, algo
d e in g lé s y p ro n u n c ia b a b ie n el
francés. En su estadía en el m useo, a
donde llegó en 1886, fue obligado a
p reparar esq ueletos h um anos para
su exhibición y para ello se lo vestía
con u n traje de funebrero. H abiendo
d ejado a este indio vivo, lu e g o de
u na larga au sencia m ía encontré su
cerebro y su esqueleto en las vitrinas
de nuestras galerías antropológicas.
M u rió e n se p tie m b re de 18 9 4 de
u n a a f e c c ió n t í s ic a p u lm o n a r ,
sobreven ida a continuación de una
a fe c c ió n tu b e rc u lo sa . T enía en tre
22 y 23 años.

(H erm an Ten Kate, 1906)

72 73
Cisne de mí Inche ta piupiukíirüpel

Cisne de mí, negru ra de m i cuello


que oculto bajo el cielo de las ag u a s turbias,
hundido el corazón, p erd id o el canto, Inche ta piu p iu k ü rü pel, tañi k u rü topel ta llu m üm nien

lejana la b a n dada, de m i sangre ta chi trufken nge chi ko mew,

sangro. p u n w iley ñi pew kem ew , trip a la y ñi ülkantun,


k am apu ley ñi kiñel trokin, tañi m o llfü n m ew

Solitario soy la h erid a de la noche, m ollfüken.

la luna me congela el corazón y el sueño,


las estrellas caen y qu em an mi plum aje, K izulen pun a llfeñ ta inche,

sobre el lago p a rd o respiro y chi a le fish k ü lm a k ee y m ew tañi p iw ke ka tañi um ag,

am anezco. chi pu w an gü len nagkey arelm akeen eu tañi pichun


tachi kolü lafkenm ew , neyütun

Escuchad, herm anos, al m a r entre los árboles, f e y trafen.

la inm ensa so ledad de las oscuras olas,


escuchad el trino del sol bajo las piedras, A llku tu afim ü n , pu peñi, chi lafken ra n g i p u m aw iza,

la voz de los yacen tes viajeros de la tierra. ta c h ifü tr a kishulen tachi trum in A unanko,
allkü fim ü n ñi triliw ta chi antü m in ch ek u ram ew m üley,
ñi zu gu n chi pu n am pu lkafe m apu mew.
El día que com ienza en los castos nidales,
el día de totora, de barro y transparencia,
será para d o b la r m i cuello en herbazales, Chi antü tuw key chi zañem ew,
tachi trom en ñi antüm ew, chi chapadke,
será para ren d irm e a la m ortal belleza
a y o n g fe y tañi ponoram ñi topel,
ta ü tü n en tu m ew fey p e tañi n agam tañi laan azgelu m ew
que me trae el viento de las altas m ontañas,
la neblina verd e que crece y se dispersa,
ta k ü pa lelen ew chi k ü r u ft a fü t r a k e m a w iz a mew,
el silencio de oro d e la tarde en la arena,
chi k arü trem key f e y trem key ka nankey,
el vuelo de los m íos sobre ag u as eternas.
chi m illa ñikü fküle nagün antu kuyüm m ew,
ñi m üpun ñi inchengen ta chi w enteko.
Kiñe nütro pu liw en
feym ew m ülekey
pu kiirew.

Un notro es la m añ ana
donde habitan
los tordos.
Kurii pillam aykeñ,
Perim ontu aliw en
tripaym i tañi p ew m a m ew
tam i fiizkenm ew
ka konim i ta m ap u m ew
müley.
müpülay.

Á rboles fantasm as
N egra golond rina,
en tu som bra
sales de mi sueño
hay.
y entras en la tierra
sin voltear.

81
M aw ida kiitral,
Llam püzkeñ
antü ñi trufken.
troltrom ew
R angiantüy
kom ta konkelay.
ñi m apu mew.

M ariposas
Fuegos de m ontaña,
en el cardo
cenizas del sol.
que todos evitan.
M ediodía en m i
provincia.
Lawal reke trantun Küyen tañi urr.üy,
llegkey lakey ey mi m ew ta elü w ken -
tapu w arria. kañptile chi rayen mew.

Taladas com o alerces Som bra de la luua,


yacen en ti yo me aposento,
las ciudades. lejos del jardín.
Rag ñi lew fü,
M añiwruka.
Pillm akeñ lew fü,
pu w angülen ñi lew fü
Pu m aw iza ñ i ruka
füta willi m apu mew.
re m oilfüngey

Río de la Greda,
Rucam añío.
Río G olondrina,
Río de los astros
C asa de los Bosques
en la Gran Tierra del Sur.
ensangrentados.
Inche, M aw iza ñi Pelom,
Püchürelm u,
W itrunko ñi Rayen,
A ntüm aw ün,
ñien kiñe ül
ñi m ollfü n ñi um üy
pew m atun ñi kew ün m ew
la?Ken ñi w enuntuel.
eym ingealu.

Débil arco iris,


llovizna del sol, Yo, Luz de los Bosques,

som bra de mi sangre Flor de M anantial,

alzada poi el mar. tengo un canto


en la lengua de los sueños
para ti.

89
Eluw ayiñ tachi laík en ,
W irilkan kiñe naw el
Paynekura, püch üch e,
kiñe w itrun kom ew
eluw aiñ ta chi iafken.
tachi am uie chi ko
M ayelafim i ta ch i ko,
ñi ingkañpew am .
Paynekura, p üch üch e,
m ayelafim i ta chi ko.
Punw ikonay tam i piwke,
Paynekura, püch üch e,
ñi küfke ch i
Un tigre he dibujado
punw inagay.
en el arroyo
para que el agua libre
se defienda.

Te d arem os al m ar,
Piedra C eleste, niño,
te darem os al mar.
El agua calm arás,
Piedra C eleste, niño,
el agua calm arás.
Se hundirá tu corazón,
Piedra C eleste, niño,
silen cioso
se hundirá.
Ñielay m aw iza tañi poyen W irin tañ i rakizuam

ale rum e nielay, lew fu rum e. m aw izam ew ch eu tañ i ñükutupeyüm .

Triltragküley tañi küwüm eu Pu üñüm m üpükeyngün

pirre m ew nentungey. ñi ülkan tun m ew en gün liftukeyngün


inche tañi w iriel.

Mi am or no tiene m ontaña
Escribo m i poem a
ni lu na tiene, ni río.
en las h osp ed erías del bosque.
Está desnuda en m is m anos,
Los pájaros vuelan
desterrada de la nieve.
y borran con sus cantos
lo que escribo.
Ñ i küfkülen chi p irem ew : m üley
¿Pu reñ m a p efim i
küla lig p illan
chi rakizuam ?
konm ekey tam i ngem ew .
¿W ente kavvell ta m üyw im i
ta chi antü w ezazu am eleym ew
ta ñikü fkülen?
Pepim uy chi k ü rü f kiñe kiize
k am apu ngen ch i zugun.
Silencio en la nieve: hay
U lkantu futake m am üll ül
tres vo lcan es blancos
kiñe trom ülen
h undiéndose en tus ojos.
ka llum ü poyen.

¿H as m irado la m em oria
frente a frente?
¿H as viajado a lom o de u n caballo
con el sol agobiando
tu silen cio?
S op la el vien to en la luz
de un as vo ces ya lejanas.
C antan árboles can cion es
de un nublado
y ciego amor.
Puru y ta trom ü tachi k allfü kürufm ew .
Chi pichiche w enu ntu y ñi ange.
M üley trufken ñ i angem ew .

Danza la nube en el viento azul.


El niño alza la cara. Reducciones
Polvo en sus m ejillas.

96
r~
Reducciones

Provengo, p or sangre p aterna, de un tronco h u illich e que aún m an tie­


ne un m erm ado asentam iento en los red u cto s de Q uilacah uin, localidad
ubicada a 35 kilóm etros al no roeste de la ciud ad de O sorno.
En aquel vasto territorio, m i antigua p aren tela aborigen rem ontab a sus
trabajos y sus días con o casio n ales fiestas co m u n itarias. E ntonces -com o
todavía ocurre hoy- una de las fech as m ás celeb rad as era el 24 de junio:
We Tripantu, año nuevo para las com u n id ad es m ap u ch e de La r'rontera;
día de San Juan para mis p aisa n o s h u illich e de la C ordillera de la Costa
osornina.
M is p arientes (que se llam ab an José, A lb in o , Luis; p o co s Ju an es se
contaban entre ellos) no eran ajenos a la p rod ig alid ad de este on om ástico.
Después de ad ivin ar el p o rven ir en los esp ejos y en las p ap as, y de azotar
cerezos y m anzanos para obligarlos a dar abund ancia de frutos, destapaban
barriles de chicha y degollaban un cerdo a la luz de las fogatas.
El m ás laborioso de m is m ayores, Enrique A g u a s H uenún, se hacía
acom pañar por su m ujer h asta una m isterio sa b o d ega de la que vo lvía con
botellas y una cesta repleta de m an zan as. “ Era que él tenía sus entierritos
p or a h í” , c u en ta mi a b u e la. "L o s a n tig u o s era n g en te m u y p e n s a d a ” ,
recuerda.
A sí pues, m i tío abuelo c o n se rv a b a h o rta liz a s, lico res y fru to s en
profundos hoyos acolchonados con viru ta, aserrín y paja. De este m odo
ofrecía a los visitantes productos que en in viern o ya no estab an al alcance
del com ún.
Pero la rued a de los tiem pos, los so les y las lu n as girando sobre vivos
y difuntos, ha echado som bra a esas viejas sab id u rías. M i últim o viaje,
recuerdo, a los cam pos de Q uilacahuin fue hace diez años. En el intertanto
han ido cayendo a sus respectivas fosas de etern idad , C arlos H uaiquipán,
A braham H uaiquipán y A lbino A guas. Q uedan en la tierra, corazó n de
boqui y m em oria resistente, las p obrísim as m ujeres: M atilde H uenún y
Zulem a y Catalina Huaiquipán. Y los ríos: el Rahue, el Pilm aiauén, el Bueno,

99
buscánd ose por valles y declives, d estelland o con los peces que brincan Ü 1de Tripayan
los rem ansos del atardecer.

T rum ao. Salíam os de noche y llegábam os de noche.

Cofalm o. La luz era mi sueño arriba de los ulm os.


Cantiam o.
T rinidad. A ndábam os sin rum bo en la luna del agua,
huyendo de los pum as y los zorros rabiosos.

Recuerdo en voz a lta los nom bres


de los sitios que h ab itaron mis abu elos: Q uitábam os los troncos a la tierra quem ada

el M olino de Oro cam ino a H ueyusca, para que germ inara el trigo de Castilla.

el Salto de las Tres Tazas


donde la p iedra hace florecer M i padre era un hom bre con el sol a la espalda

un delgado estero silencioso. y una prenda de plata guardada en el bolsillo.

He de ir, me digo, he de oler


las h ierbas de ¡os pu ertos del R ahue. Cazaba a los conejos con un palo de quila

Veré s a lta r las carp as en el río Bueno y enterraba sus tripas rogando a las alturas.
y escucharé, a m edianoche, la m úsica
del barco de luz que vu ela hacia el mar. M archó d espués de viejo a los m ontes oscuros
Llevaré flores a las tum bas de esos hom bres. haciéndose silencio y h elech o con rocío.
M añan a, m e digo, m añ an a
cuando am anezca en el sol. La casa de los pobres se llam a cordillera,
se llam a acantilado que term ina en un río.

La casa de los pobres es viento que se lleva


bandadas de choroyes a los cam pos floridos.

Tripayan : "Salida del sol” . Linaje huilliche.

ÍOI
100
balazo en el abdom en y h erid as de m ucha graved ad en la cab eza (inform e
Ceremonia de la muerte
m édico, fjs. 144).
La especie consignada en dos o tres d eclaraciones de ind ígen as, de que
los carabineros estaban bebidos es com pletam ente falsa, com o afirm an los
(...) En la m añ ana del día 19, se dirigió a Forrahue el m ayor don Julio
testim onios de fjs. 12 6 ,12 0 y 12 2 , entre otras.
Frías al m ando de cuarenta y cinco hom bres entre carabineros y guardianes,
(...) Cum plió el m ayor Frías un doloroso deber, en resguardo de su honor
para dar cum plim iento a la orden recibida (...)
y del prestigio y m ajestad de la ley.
Como a doscientos pasos de la casa de Juan Acum , se desm ontó la tropa,
porque varios cercos im pedían continuar a caballo. Desde este punto, Frías (...) Q uedan a disposición de US. en el cuartel del batalló n Zapadores,

llam ó repetidas veces al jefe de lo s indígenas, d iciénd oles: "ven ga el jefe las arm as y dem ás efectos quitados a los indígen as y que son : 4 escopetas,
1 rifle, 7 cuchillos, 2 revolvers, 1 lanza, 3 m achetes, 2 h ach o n as, 1 hacha, 2
de Uds. o cualquiera de U ds., tengo que h ablarle; ven go m an dad o p or el
azadones, 1 m artillo y 43 garrotes.
Presidente de la República” (...)
Los indígenas contestaron con insu ltos y am en azas.
En seguida se dio lectura, por el receptor Soriano, a la orden de lanzam iento,
la que fue recibida p or los indios con m ayores in sultos, declaran d o que O sorn o, 2 2 d e n o v ie m b re d e 19 12

preferían m orir todos antes que retirarse, y que m atarían al p rim ero que M a y o r G a lv a rin o A n d ra d e
F isc a l M ilita r
se atreviera a acercarse.
(...) Como el tiem po tran scu rriera inútilm ente, ordenó el Sargen to Io
Pascual Segundo A rias, avanzar con parte de la tropa para que tom aran a
los indígenas que estaban fuera de la casa y los d esarm aran de sus garrotes.
Con este m otivo se trabó u na lu ch a violenta, cuerpo a cuerpo, y en un
m om ento, A rias se vio envuelto por tres o cuatro ind ios, recibiend o de
uno de ellos un trem endo garrotazo en la cabeza que lo dejó exán im e, y a
sus com pañeros diversas herid as de m en o r gravedad. Sim u ltáneam ente,
salían de la casa los prim eros disparos de los indios, yen d o uno de ellos a
h erir el abdom en del sargento A rias.
Ante esta situación, Frías ordenó a su tropa h acer u na descarga. Eje­
cutada esta, llam ó nuevam ente a los indios a la tranquilidad, pero estos
contestaron con nuevos disparos. Entonces, ordenó h acer fuego, habiendo
disparado de veinte a veinte y cinco proyectiles en total. No h a sido posible
establecer cuántos dispararon lo s indígenas.
(...) Q uedaron m uertos once indígen as (5 hom bres y 6 m ujeres), ocho
heridos, de los cuales han fallecido cuatro en el hospital. De los carabineros
y p olicía quedaron h eridos siete, entre ello s el sargento i ° A rias, con un

102
¡Brujo diablo, anda vete! d ecíam os escupiendo,
Uno
y el bosque m ás espeso
(Forrahue) escondía a la lechuza.
M alo era, m alo era.
No sabía vivir el natura! antes am igo, no
...alzab an su s m an o s
sabía.
e n sa n g re n ta d a s al cielo...
Las m ujeres se preñaban en lo oscuro y en lo claro,
(D iario El Progreso de O sorno, y los hijos se criaban a la buena
2 1 d e o ctu b re de 19 12 ) de los bosques y los ríos.
A sí era, m am ita, así fue:
las estrellas dejaron de alu m b ram o s
No hablábam os chileno, mi p aisano, la sangre de repente,
castellano que lo dicen. y tuvim os que ocultarnos com o zorros
Copihue sí, blanco y rojo, en m ontañas y barrancos.
flor de michay,
chilco nuevo.
No sabíam os de V irgen ni de Cristo, padrecito,
ni del Dios en las A lturas.
Jugábam os tirándonos estiércol de caballo en los p otreros;
robábam os panales a los ulm os y a los m oscos,
y pinatras a los hualles de la pam pa;
m irábam os desnudas bañarse a las herm anas
con m anojos de quillay en el arroyo.
M alo era.
Sí.
Por eso vino envidia y litigio y carabina;
por eso se volvieron lobos los ven ad os y los peces.
M alo era, paisanito, m alo era.
Com íam os caliente el crudo corazón de u n cordero
en el lepún;
rezábam os huilliche al ram o de laurel
junto a la machi;
m atábam os con fu ego al que m ete h uecuve
contra el cuerpo y contra el alm a.

105
104
"G rítenm e m ontes y valles,
Dos
h áblenm e piedras del cam po”, cantaba
(Misión de ia Costa) de costado en la cuneta.
R em atado dicen que fue,
aunque ya había m uerto
Él traía un cargam ento de abarrote en la m ontura,
m ucho antes que dejara de cantar
y una calfinita de aguardiente en el m orral.
esa ranchera.
“G rítenm e m ontes y valles,
háblenm e piedras del cam po” , cantaba
ya borracho,
con los ojos tod avía encandilados
por las luces y los bares
de la calle República.
Las estrellas se caían a pedazos esa noch e, paisanito,
m eteoros que les dicen los del pueblo,
pero el m ar las d etenía entre sus rocas
y pudim os dorm ir sin sobresaltos.
Buenas noches, n os dijim os, buenas noches.
Un ch onchón rozó la ruca. Fue de encanto.
Mi abuelita hizo u n a cruz en la ceniza,
y quem ó un p ar de trintraros que m e an d aban
en la nuca y en la frente.
Desperté bajo unos notros florecidos,
con los labios am argados
por el vino y la intem perie.
M i caballo d escan saba junto a un álam o;
escuchó antes que yo a la trutruca
y soltó un relinch o fuerte
corcoveando.
A h í m ism o lo corrí y le di alcance,
y lo monté y lo galopé h asta el rancherío.
Le gritam os ¡párate, Juan, arráncate!,
pero él venía del pueblo
y traía el cuerpo m alo.
Tres Cuatro
(Cementerio de San Juan) (Loma de la Piedra)

De lejos lo vi, hija, de lejos lo sabía.


Solito caí, dicen que dice, ay sí, solito;
Grande fue mi sueño, mi revelación:
m ojado de m i sangre viviente todavía.
blanquito am anecía el cielo de Forrahue
No iré a M aicolpué ni a Pucatrihue iré,
con dos caballos negros garañones
donde el m ar revienta su luz
sobre las rocas y la arena. pateándose allá arriba.
Buena sangre los soñé, hubieras visto, lindos eran,
y brillaban casi azules en la altura.
Recordé cuando venían h acia mí
cerrándom e las vistas y el resuello.
Eso dijo la viejita, amigo, eso dijo.
Fue la única que tuvo mal dorm ir
aquella noche.

109
Tránsito Q uintul tiene visiones
Cinco
donde arden las hojas del latué.
(Punotro)

Candelaria Panguinao busca nalcas


y varillas de voqui en las quebradas.
Pero nada se oculta en este cielo, hija, nad a
y el difunto corazón, podrido y todo,
Juan Acum sangra, moja juncos
no olvida bajo tierra:
que se doblan sobre el agua del M aicolpi.

Francisco A cum , recuérdate - lloraba-,


(Todos sangran, son sus sangres las que caen
lim piaplata le llevo a tus heridas.
al oleaje de la tarde en Pucatrihue.

A n jela Rauque es una loica encinta


Todos sueñan en el m onte y la llanura,
que da luz entre peum os y úneos.
y en un hilo del alm a de sus hijos).

Ya pues, M arinao, no llores muerto,


y vam os a nadar al río Contaco.

M aría Santos es buena tejedora,


sus m antas valen oro cuando rom pe el agua.

C andelaria Colil, huelen tus pechos


a poleo quem ado y a chilco con rocío.

Carolina Guim ay aporca, alza porotos


com o lanzas florecidas hacia el cielo.

C arm en Llaitul, escarba, coge berros


y el estero se llen a de salm ones.

A ntonio N ilián hierve, endulza ch icha


con la m iel y con los pétalos del ulm o.

1 11
110
Seis Cisnes de Rauquemó
(Campamento de Pampa Shilling)

B uscábam os h ierbas m edicinales en la p am pa


(lim piaplata y poleo, yerbabuena y llantén).
Aquí, henos aquí,
El sel era violeta, se escarchaban los pastos.
ya viudos de nuestros dioses,
Bajaba el Rahue oscuro, ya sin lum bre de peces.
viudos del sol, de agua
y de la luna llena.
Oím os m ugir vacas perdidas en ¡a Vega,
Adentro,
y el ruido de un tractor cam ino a C an ch a Larga.
frente a brasero,
Llegam os h asta el río y pedim os balseo,
quem am os lengua y m em oria.
un bote se acercó silencioso a nosotros.
A fu era
florece el ulm o, la lluvia m oja al laurel
N os hablaron bajito y nos dieron garrotes,
que brilla en m itad del monte.
y unos tragos de pisco para aguantar el frío.
¿Para quién brilla el laurel?
N adam os m uy ligero para no acalam bram os.
¿Para quién m oja sus ram as?
La neblina cerraba la vista de la orilla.
De lejos se escucha el mar,
y el graznido del güairao.
En m edio del junquillo dos cuerpos de agua dulce,
Dorm im os, viudos del sueño
blancos com o dos lunas en la noche del agua,
soñam os cosas que arden:
doblaron sus dos cuellos de liriipia plata rotos,
com etas entre las rocas,
esquivando sin fuerza los golpes y el torrente.
aguas donde quem a el oro.
¡Es arte de brujos! - grito -
Cada uno tom ó un ave de la cola o las patas
¡Escupan esas visiones!
y rem ontó hacia el bote oculto entre los árboles.
Nadie
Los hom bres encendieron sus linternas de caza
m e responde, nadie. Solo
y arrojaron en saco las presas m alh eridas.
estoy ante la noche.
A fu era brilla el laurel
Nos m archam os borrachos, em plum ados de m uerte, ..........”
a relám pagos y a sangre.
cantando unas rancheras y orinando en el viento.
El m onte es una neblina
En m itad de la pam pa nos quedam os dorm idos,
y el agua del m ar se arde.
cubriéndonos de escarcha, de hierba y m aleficios.

113
En el cementerio de San Juan Parlamento de Huenteao
en la Isla Pucatrihue

El tiem po de las cruces, de las largas ofren d as,


cuando escapa la rata al nido del zarzal, Si debo decir algo diré el peso de la piedra en que me han convertido

deja ver unas som bras ocultas tras las p u ertas m is paisanos. Mojado por la espum a, lejos de las sem enteras y los cam inos,
de casas sostenidas por la m uerte y la cal. nido soy de las gaviotas, el duro territorio de los caracoles y otros anim alitos
del mar.
Son grandes soledades com iéndose las piedras, Los hom bres que ahora veo se h incan en la arena, agotados por

llenando sus vasijas con el rum or del m ar; el viaje y la m em oria. Me ruegan y h ablan con h ilachas de un idiom a ya

sus m iradas son pasto crecido sobre tejas intratable, el que un día com partim os. La fuerza de sus sangres ha quedado

que enfrentan cam pos secos y rotos p or la sal. en el cam ino. Viejos y tem erosos, se entregan a un p od er que nunca tuve.
Pronto partirán con sus cosechas de algas y pescado, la pobre ración

Los parientes se vienen de lejanas hiju elas, de sus afanes. El pan y el tabaco que dejan en m is rocas serán para las olas;

trayendo en sus m orrales hogazas de buen pan. los ram os de trigo y de flores caerán en las oscuras alm as de la profundidad.
Junto al m uerto lo m iran, lo com en y lo p ien san El turbio remolino de los tiem pos nos aparta nuevam ente. De piedra
hasta cuando no queda nada m ás que pensar. e invisible, eterno en la vejez a la que estoy condenado, hablo solo bajo el
cielo del am anecer.
Después de desvestir las tum bas de m alezas,
beben cántaros llenos de chicha m ontaraz
y recorren el largo cam ino que los deja
de espaldas al cam ino que llega a este lugar.

El tiem po de las cruces, de las largas ofrend as,


levanta tierra roja sobre el sol de S an Juan;
aquí donde el cielo reseca a hom bres y bestias
y el viento se lleva graznidos h acia el m ar.

H u e n te a o o H u e n te y a o : espíritu h u i l l i c h e q u e h a b i t a u n islote de rocas en Pacatrihue. Hasta


él suelen llegar viajeros ylugareños a pedir permiso para pescar y recolectar lo que deja el
oleaje sobre la arena.

115
T res
Nütrara
Arde al viento el sahum erio en los corrales
(ruda fresca contra el brujo
a Ricardo C aifa ! y a su m adre,
y el huecuve): vuela
M an u ela Piutrín.
en sueños un pájaro de agüeros,
solitario y m ortal
U no
para los cam pos.
Su graznido detiene la m em oria,
Blanca es la luna que asom a
ocultándonos
h asta la transparen cia en el oeste.
la llam a de la luna.
Si soplaras hacia ella desaparecería
A susurros corre el agua del H uilquilco
ai punto de tu aliento.
com o un cisne desangrándose
Tal el cirio
en silencio.
que los deudos apagan
A gua y nieve arrastra el viento en C atripulli: los
para la paz del que m archa
volcanes
sin consigo
nos contem plan en tinieblas.
al otro m undo.
Viejo abuelo, A zul C ó n d o r-h a b la n las cum bres -
pule tu hueso, tu m irada oscura y fría:
flores caen
Dos
para el barro y las pisadas
entre potros y becerros m ontaraces.
Tomo el m ate en un jarro de alum inio. Los ancianos de la casa hablan
Viejo abuelo Azul Cóndor, oye
de un hom bre que enloqueció buscando plata en ias m ontañ as. Volvió con
a los viejos
u n a calavera en el m orral y u n par de falanges carcom idas p or la nieve.
m anantiales de la nieve y los pehuenes:
A quien lo oía, invitaba a subir crueles cam inos para seguir bu scan d o
huele tu sangre em plum ada,
h uesos, su riqueza, la corruptible plata de los m uertos.
cóndor ciego,
Pobre loco - dice Juan-, m urió allá arriba, perdido de cam ino, aplastado
■hecha nieve y negra plata entre los m uertos.
p or la nevazón.
Los olores del sahum erio se han perdido;
De Lonquim ay, un tren cargó su s resto s h a sta Q uepe. E n vu elto en
ya la llam a del poder
arpilleras lo entregaron a la policía.
rozó los surcos.
Antonio C alfu m án nom brab an - d ic e - .
En el huerto se aposentan los espíritus,
y aletea hacia las ram as la lechuza.

117
Me tocó vivir la últim a m itad del añ o 19 9 2 en la p eq u eñ a p arcela d e la fam ilia Dibujo de monte (Cuneo Chico)
C aifal - Piutrin, situ ad a a 18 km s. al su d oeste de Tem uco.
A llí, al calo r de la cocin a a leñ a, co m p artí el nütram , la c o n versació n m ap u ch e
que en trelaza retaz o s de m itos, recetas m ed ic in ales e h isto ria s de p a rien tes y P eleh u e n o m b ran e ste lugar. D esde el cerro M a ria g u ín
v e cin o s vivo s y d ifu n to s. contem plo los vo lcan es: el Llaim a, con su corona de hum o
Fue en uno de esos nütram cu an d o m is am ables h o sp ed ero s relataro n la locura
y u n a cicatriz en la nieve; el V illarrica, m arip o sa blan ca
de A n to n io C alfu m án , y su s últim as an d an zas po r territo rio s cord illeran o s.
entre las hojas de m aqui: el Lonquim ay y su cum bre pulida
Por aquellos días, el estero H uilquilco se salía de cauce, y m is am igos qu em aban
por el cielo del atardecer. “El sol se va al m ar", dice la m achi,
hojas de ruda y de can elo para d escargar su casa de m ald ad es y bru jo s.
m ientras ech a en un saco los rem edios de m onte.
El frío p a ralizab a el vu elo de ab ejas, to rcazas y lo icas, pero el sol d esp ertab a
a vece s aclaran d o la s altu ras de los v o lca n e s V illarrica y L laim a. Y d esp u és de
con tu m aces llu vias, com o u n rem an so en el riñ ón del inviern o, la n o ch e ab ría paso
a un cielo diáfano, ilu m in ad o p o r la crecien te lu n a n ueva.
Pronto, sin em bargo, v o lv ía n los gran izo s y los vien to s, y en los sem b rad o s “Este, m elah uén , tiene flor bonita, parece m enta. Este otro,
flam eab a n las alas de la lech u za, esp ía de los brujos o brujo d isfrazad o. El hum o afülkón . Este, m tiluí, zarzaparrilla llam an en huinca. Este
del conjuro se hacía m ás intenso entonces y, entre ruegos y m aldicio n es, escu ch ab a de aquí, filulahuén, rem edio de la culebra. E stt, palosanto,
yo el áspero u lu lar del ave agorera. c a n ch e la h u én en m ap u ch e. Este, p alq ui, quita la fiebre.
Este, huacachu, pastom aíz. Florece. Bonito. Y este, canelo,
neh uenlah u én, rem edio de la fu erza” .

La m ach i Isa b e l Fariñe C an iu q u eo y su jo ven ay u d a n te


A brah am M ontero H uentem il, lim pian las hierbas tom adas
en el cerro. Las apartan y las en vuelven con hojas de d iarios
y con retazos de plástico. Luego am arran los paq uetes y los
cuelgan frente al fogón.

La ruka, y a a fines del invierno, m antiene a raya vien tos,


aguaceros y heladas. El nütram , la balbuceante conversación,
espanta los esp ectros del espíritu. “ M i corazón te conoce,
h erm a n a , /m i co raz ó n te co n o ce: / tú eres la q u e teje /

119
“ Mi caballo es blanco
m i corazón en el te la r” , dice un canto que oí, efím ero y
y yo soy el viento que lo m onta.
m onótono, en Playa La M ina, a o rillas d el río Q uepe. Y
Mi caballo es blanco
es así: bajo las e x tra ñ a s so m b ras de n u e stro s c u e rp o s
y corre poderoso bajo el cielo azul.
p royectadas por el fuego y por la lám para, n os m iram os
N adie p odría q u ita rm e este caballo.
y nos reconocem os. A fu era los treiles graznan volan do la
N adie p odría q u ita rm e este caballo.
bu llicio sa d an za del apareo. Adentro escu ch o ve rter las
Firm e llevo yo las riendas.
palabras, el m apudungún que se desliza por entre m allines
F irm e llevo yo las riendas.
y pedregales. No entiendo, pero sí, en los ojos, en el fuego,
Solo tú, linda h e n n a n ita ,
en esa ram a de som bra que de golpe cae a la b o ca de la
p odrías hacerm e bajar.
m achi Isabel.
Solo tú, linda torcaza,
m e p o d ría s derrib a r.
Mi caballo es blanco
y yo soy el viento que lo m onta.
La luz de la lám para a parañ n a h a atraído un gran zancudo.
-Mi caballo es blanco
U na de la hijas de la m achi lo toma y lo arroja a las brasas,
y corre poderoso bajo el cielo azul.
escupiendo.
En m i caballo te llevaré,
a otra tierra te llevaré.
Te alegrarás, después, herm an ita,
sí, te a le g ra rá s.”
Salgo de la ruka. N oche cerrada. Sin em bargo, es posible
distinguir la silueta de los pew m a bajo el cielo nublado.

G ris es la m añ an a. V u elan los u rco s sobre el q u ilan tal.


A nuncian el salto de la culebra de agua.

*
Mallín: terreno húmedo, pantanoso, cercano a los ríos y los arroyos.
Rem igio H ueche canta. Dicen que está loco, que cuando le
Pewma: el sueño que no es pesadilla y que alumbra los días porvenir. El pewm a se relata en I;
vien e la locura d esvaría durante un m es o dos. A h ora está mañana como un acto de purificación. Así, el pewm a que presente presagios dañinos, perder:
su poder; por el contrario, aquel que contenga sím bolos y anuncios de bienestar, se cumplirá
sano. Un poco borracho, eso sí, pero canta. Es el único que
Ül: el canto o poema cantado, improvisado en celebraciones comunitarias, situaciones amorosa:
todavía canta el “ ü l” en Cuneo Chico. o como homenaje a parientes, am igos o vecinos.

121
120
Por eso me hago cruces de fuego y de ceniza
Entierros
y santiguo mi frente con agua y sal bendita.
Aura de las A guas, Elias H uenún,
Catalina, Zulem a, Carlos, M argarita,
Aura de las A guas, Elias H uenún,
todos m is h erm anos nom brados no ch e a noche
Ezequiel enterrado en los lla n o s de O sorno.
en la tierra y el eco de m ontañ as perdidas.
Todos m is parientes aferrados a las llam as,
bruñidos por el oro de las h ech icerías.
Te diré, hijo mío, que soñé con H erm inda.
Venía ella a buscarm e vestid a com o novia.
Vam os, me decía, allá donde yo vivo,
todo es tan bonito y no me falta nada.
Después se me allegaron u nos niños oscuros,
la cara me escupieron entre su eñ o y vigilia.
Un tiuque hizo su nido en el tech o de alerce,
i ai nieta lo espantó con agua y sal batida.
A ura de las A guas, Elias H uenún,
acérquense a la tierra que arde p o r las noch es,
al pozo, al gallinero, a los b la n co s m an zan o s,
al ruido de caden as ch ocan do en los cim ientos.
M i casa levantada sobre el oro y la plata,
m i casa construida sobre fu ego y m iseria,
m i casa ilum inada por cab allo s fantasm as,
m i casa abrió su p u erta a la m uerte y al alba.
A h ora es Francisca H uenún la que yace
m irándom e entre flores y cirios encendidos.
A fu era los parientes cam inan y se p asan
de m an o en m an o el vino, la carn e, las palabras.
!.a m adre de m i h u erto se va con la m añ ana.
La siguen los cerezos, los sau ces, las cam pan as.
La m adre de m is su eñ os, p eq u eñ a y enterrada,
m e deja como h eren cia su so m b ra fatigada.
Te diré, hijo m ío, que he visto sabandijas
bajando de m i cam a apenas raya el día.

122
DOS
Huechantii
H uenchantii, H uechantü gritaron los ancianos. Se acabó la com ida,
Carlos H uaiquipán. Ya se han ido los salm ones, A lbino A guas. La tía
UNO
Catalina hornea un pan oscuro en la cocina de hierro. Es aún una
niña en 1930. El presidente sólo vende harina gris, papas con tizón.
Las estrellas giraban en el cielo
En todos los cam inos vemos cueros de vacas faenadas por la gente,
quem ando com o el oro
laceadas en los potreros d élo s gringos. H uenchantii, h uech antü , el
nuestro corazón.
día de la crisis, el sol de la escasez. Vendrá la guerra, tío Pedro, tío
Los bosques se aferrab an a la noche
José, tía Rosa. No hay m anzanas en las quintas, el agua sube y pudre
y el sol ven ía al m ar
los últim os m aíces. La gente se em borracha y se acrim ina y nadie le
d esd e las blancas m ontañ as de los sueños.
hace cruces a los m uertos en los m ontes. H uenchantü, huechantü.
Pasam os por árboles que nos adorm ecían
Ya no com erem os la murtilla en Q uitra Quitra y Trinidad ni los
con sus pétalos de m oribunda luz.
dulces chupones de Quilmahue. E scu ch a el silencio de los cam pos,
El agua respiraba bajo tierra.
A braham , ningún animalito ya n c s habla. Los bosques en silencio,
La lu na descend ía a los dom inios
com o piedras, los pájaros sin voz. H uechantü, huechantü. Debajo
de los aním ales secretos,
de la tierra el sol se pierde, debajo del frío rem olino de las alm as
en m ascarado s por la niebla
en pena.
y el frío resplandor de las vertientes.
N uestros caballos
se h icieron aire
TRES
y n uestros cantos
van as raíces
Contaco río, cascada
en la escarch a del am anecer.
de choroyes, sangre
La tierra nuevam ente ardía
de las piedras tigres,
y nuestros m uertos,
herida del sol.
boca abajo,
cubrían con sus som bras
Llévanos.
la exten sa som b ra lu t iM u jM u w i í i * .'v u » jt. v j í i ; j i n * t i i t “i i • -* 1 1 i t . f M k. »

de su corazón.
Esta es la barca transparente
que solo podemos navegar en lo oscuro.
Estos los rem os de avellano
que se consum en en tus aguas

125
12 4 -
h asta desaparecer. Umautulí
Justicia
de la corriente que nos arroja al m ar,
arena el pensam ien to, Evaristo Huaique yace en la cun eta del cam ino. B orrach o desde
espum a el am or O sorno, dorm ita largo y ancho entre los pastos y la fría n eb lin a de

que moja nuestras m an os noviem bre.

borradas por la luz del roquerío. La m an ta de c astilla de su p ad re lo p ro teg e de lo s v ie n to s

Q ue vengan las gaviotas a com ern os los ojos, veleid osos; el cuchillo de m onte en la cintura, aleja a los bru jo s y a
los brazos y las p iern as. los duendes del sueño y del cam ino.
Justicia de ios pájaros, D uerm e Huaique bajo el cielo de la noche d e S an Juan. Duerm e
ju sticia de las aguas que se in clin an hacia el sol y habla en pendenciero castellano a los viejos an im ales de la sangre
por el peso de nu estras alm as. y del espíritu.

No hubo m uerte, padre nuestro, no


hubo sangre, no
hubo peuco picoteánd om e los ojos,
ni un cuchillo b rillán do se en la no ch e, ni una
piedra m arcánd om e la frente.
Un caballo h und iénd ose en el agua
me
n adaba los sueños
h asta el alba
y un cernícalo de aire y de oro
anidaba en m i cabeza
y en m i luz.
No hubo herida, no hubo ham bre, sí silencio
en mi m ano y en m i oreja izquierda, sí
m ariposa roja de la tierra
negra y roja de los cam pos de S a n Juan.
Otros m uertos vi en las ram as de lo s árboles
y en el vu elo
de los peces de laguna
y en la flor de topa topa
las abejas Ranchera para el silencio
se com ían a una m uerta dando a luz.
Esto vide, padre nuestro, no
m i m uerte, A q u í en R u cam añ ío -la c a sa de lo s b o sq u e s- e sc u c h a m o s
pues los sueños no son para m orir. ranch eras y m ordem os el charqui. “La bala que a m í m e m ate/será
Esto vide en los m ontes una bala con alm a".
de otra tierra Im agina aquella bala entre los pastos quem ados y los h elech os
donde nace y m uere el sol que crecen sobre las alm as sin sueños.
que alum bra al sol. Im agina que eres tú quien tom a p o r fin el h ach a y pule con
tierra oscura el cañón de la escopeta. Y pones agua en el acero del
hacha. Y sales a los cam pos. Y eres una luz que alum bra ap en as
hacia adentro. Y luego no ves nada, no oyes nada.
PU P E Ñ I, PU LA M U E N aquí no hay árbol sagrado, solo estacas.
PU PE Ñ I, PU LA M U E N debajo de la tierra solo hay tierra y en cim a
de este cielo los ancestros se em briagan con la sidra de la luz.

D etrás de la lu n a
c a b a lg a n m is m uertos,
p asan p or los bosques
silen cia n d o al viento,
a m a rg a n las a g u a s
q ue bebo y q u e siento
bro ta r d e sus a lm a s
ap en a s despierto.
C uan do los escucho
se posa en el huerto,
un p á ja ro d e oro
q u e ard e en el centro
de los sem bradío s
húm edos y yerto s.
D etrás de la tierra
se p ierd en m is viejos
p a rien tes d isp a ra d o s
Umautulí: él está en el centro de su sueño.

129
a ríos y repechos. En la Casa de Zulema Huaiquipán
M arch an con sus m ales,
sus hijos y sus lentos
anim ales, y u n ta s Junto al río de estos cielos
fla c o s, en pellejos. verdinegro hacia la costa,
Los a lu m bra ap en as levantam os la casa de Zulem a H uaiquipán.

el fu lg o r del cielo Hace ya tantas m uertes los cim ientos,


que enardece piedras, hace ya tantos hijos para el polvo

boca y pensam ientos. colorado del cam ino.

Seca ca ra va n a Frente al llano y el lom aje del oeste,

sin p az y sin aliento, levantam os la m irada de m añío

m anch as en la luna, de Zulem a H uaiquipán.

polvo sobre huesos. Em brujados en sus ojos ya sin luz


construim os las paredes de su sueño.
Cada tabla de pellín huele a la niebla
que levantan los cam pos de la noche.
Cada um bral que m ira al río y los lancheros
guarda el vuelo de peces y de pájaros.
Bajo el ojo de agua en el declive
donde duerm en anim ales de otro m undo
term inam os las ventanas.
Y en la arena h em os h incad o nuestros nom bres
com o estacas que sostien en la techum bre
de la casa de Zulem a H uaiquipán.

131
de m is huesos, sí
Toda la luz bajo las aguas
tierra
de mi nom bre,
sálvanos.
No hablaré de m í sino de las in u n d acio n es de m il n o ve cien to s
Que ardiente es todavía
cuarenta y dos. Bram aban sin parar b ueyes perdidos en las lom as.
la placenta que te com o,
Abajo el trigo se anegaba, los cueros de torun o, las h erram ien tas
ahora
de José. Pasaban botes tras los corderos ahogados. Era de noche,
y en la hora
el candil a parafina y los gritos de los boteros pidiendo socorro.
de los ahogados,
Toda la luz bajo las aguas, m i Dios. N osotras llorando, los h ijos en
amén.
las cam as, el viento en las copas de los álam os. Zulem a, Zulem a,
Víctor, Víctor. El agua cim bró los cim ientos tod a la no ch e -San ta
M aría-, Más abajo sen tíam os lo s rugidos de la bestia, el culebrón
que se cebaba con los cerdos y las vacas m oribundas. Todos los
m alos cam inaban sobre el río. Sus vo ces escu ch am o s, su s risas en
m itad del tem poral.

M adre que ya floreciste,


sangrante de mí,
estas son las aguas
desbordadas de tu am or
Contém plalas
desde tu nuevo nacim iento
en la nieve,
en las playas
y en todo lugar.
Mira.
Caballos flotan m uertos en el cielo,
•cálices de oro y de rubí
entrechocan y se
hunden
en los bordes de la isla
Trinidad.
O h , santa

132 133
Trumao Emilio Maldonado, huesero y peregrino

A m anece en la carreta de palo nuevam ente, am anece con luna tras


Venganza de la tierra, venganza de las aguas solas
en los pálidos días de Trum ao. los cerros escarchados. Mi m ujer, la Juana Loca, se am arra la cabeza

El tren y se quita las plum as de la tierra y de la noche. Yo me entibio con

que m archa h asta Osorno el vaho de su orina resbalando a las raíces del m anzano. Frío queda

venciend o las em barcaciones, luego el gallinero que es mi casa, esta casa que me da la caridad.

los vaporcitos de Q uilm ahue y B ellavista


que ahora navegan en la tierra
guiad os por las ratas Para m í el día del fémur,
la noche del om óplato.
y las frías lágrim as de la Cruz a e l Sur.
B otellas de plástico en la vía férrea, A m i saco la costilla,

durm ientes la quijada atropellada

com o corchos podridos donde zum ban del barranco.

y anidan sin descanso Yo recojo

las avispas asesinas. el rastrojo

Caen, pues, ahora, los grandes caserones del ham bre en los cam inos.

al cauce de los cielos, Esqueletos de perros

la s m an siones de los blancos y de pájaros,

talad as p or la luna, nuesería que ya nadie

los rojos castillos de m aderos com erá.

que aún aúllan Venga a mí la yunta

en los invisibles bosques de la p rofanación. descarnada,

Trum ao, Trum ao, crepitan el caballo desollado y ya

los aserraderos quem ándose en las serran ías. reseco.

Trum ao, Trum ao, A m i hom bro el cráneo

y las h ualas aletean v se ocultan de la vaca,

en las anchas aguas a m i espalda las tibias del eral.


Ya m ondaste el osobuco de tu alm uerzo,
de la tarde carm esí.
ya m ataste a tu enem igo
en los eriazos.
Yo recojo el sacro roto,

135
el cóccix seco, Manuela Colipe Benavente
las astillas am barinas de esternón.
En m i saco cargo el peso de la m uerte
que en la tarde inclina M anuela Colipe Benavente
m i espinazo. respira el sol para dormir.
En m i saco cargo huesos, Nueve hijos a sus pies sollozan
m i alim ento, en la luz de su soñar.
m i m oneda, mi silencio, Vuela el águila en el aire de sus ojos,
mi sudor. todo el oro de los ríos va en la testa.
Vuele entonces el M etrenco, el A llipén,
el Huilío, el verde Quepe, el H uilquilco
a su boca m adre de las aguas,
a sus m anos que nos dieron de comer.
¿Quién hará oraciones a la tierra,
al ciruelo, a la higuera, al boldo tibio,
quién dará prim avera a las raíces
y descanso al cielo y a los árboles?
Va M anuela p or los cam pos de W awanco
endulzándose entre flores de pradera,
una niña m apuche que posee
en secreto la lengua de los sueños.
U na niña invisible en las vertientes
y en el fuego de los m ontes y los valles,
una niña de oscuro que ahora tiene
sólo espectros p e r país y por nación.
Vuelva entonces a la nieve, a la descalza
cordillera de los altos alerzales,
su fulgor de m ariposa roja,
su m em oria de silencio y luz. .......

136 137

1
Sueños del kalku Llamekan

Me llam as brujo Sangre de golond rina, sangre

y te apartas, de m ariposa

m e llam as brujo tenem os.

y te escondes Los m uchach os saben, los


hom bres saben
de mí,
y nos. m iran.
pero aún no toco
E scondidas en los bosques nos quedam os,
tu corazón,
m ojando la tierra,
h erm ana,
aún no cam bio m ojando los arrayanes

tu y los h elechos.
Sangre de golondrina,
pensam iento.
sangre de cisne hem bra
en los ju ncos y los arroyos.
M ujeres, niñ as del sol,
escó n d an se de los m uchachos.
Te cantan las aguas
M ujeres, n iñ as del sol,
del M aicolpi,
h erm ana, escó n d an se de los m uchachos.

te llam an.

Te m iran las loicas


de La Cum bre, amiga,
te m iran.

Las flores de la vida


y la s flores de la m uerte, herm ana,
te buscan.
D escansan en el aire,
se ocultan en tu luz.

L lam ek an : antiguo canto de m ujeres im provisado en las labores dom ésticas.


Kalku: brujo m apuche. Hombre o mujer que conoce y maneja energías y poderes oscuros.
La sangre anim al enrojece al sol que cae tras el árbol del m undo y alarga
Conversación en la casa del águila
las raíces de los bosques hacia las aguas p rofundas. La ofrend a h um ana - e l
cansancio, la vigilia y el b a ile -b u s c a en el cielo su destino: los ojos y los
oídos de N guenechén, la divinidad m apuche que d espués de 12 0 años de
Rucañanco es ahora Freire, un pueblo de cinco m il habitantes con una
derrota aún p ervive confundida entre el credo católico y el protestante.
plaza de árboles extranjeros en su corazón.
Los niños, en tanto, acuden a la escuela a escribir el sol en castellano. En
El que fuera un pequeño fuerte militar, fundado por el coronel Gregorio
m edio del cam ino escuchan el canto del chucao y contem plan, silenciosos,
Urrutia el 7 de diciem bre de 1882 durante la Pacificación de la Araucanía,
el vuelo del cernícalo de m onte. M añana, sin em bargo, viajarán a la ciudad.
dio origen dos añ os después a un caserío levantado frente al aserradero del
H ablarán allá de los abuelos que contaban, sin apuro, sus vision es y sus
alem án Juan Schlayer, uno de los prim eros colonos que explotó la cerrada
sueños frente al fuego y la neblina del am anecer.
y fría selva india de La Frontera.
Los dos m illones de hectáreas de bosques nativos existentes en aquel
entonces, hicieron que se conociera esta zona com o la “California de la
m adera” . Pero aquella fortuna vegetal pronto desapareció transform ada en
vigas, tablas, m uebles de lujo o sim plemente en cenizas. El fuego alzado que
los hom bres del progreso u saban para allanar terrenos, vaporizó vertientes
y quem ó torcazas y coipos en las tierras de Rucañanco.
Sólo el ríe Toltén, fragante y correntoso, detenía el avance de las llam as.
Pequeñas com unidades sobreviven todavía en las estrechas hijuelas
gred osas que sus actuales h abitantes nom bran H uilío, Pelleco, Lolén,
Traitraico, Ineicúe, Pindaco, El Lliuco, Calfuco, Guiñim o.
Los nom bres m apuche se pierden bajo tierra, pero respiran de pronto
en m itad de los delgados y turbios esteros escondidos. Traducidos del
m apudungun al español significan, quizás oscuram ente, “ agua de cascada” ,
"agua de p icaflor” , “ agua azul” .
Allí, en las acorraladas reducciones, la niña m orena sueña con la abuela
difunta y m ira culebras aparearse a orillas del arroyo. Guairaos, treiles
y lech uzas cru zan el cielo del atardecer. Choroyes, garzas y bandurrias
buscan su com ida en los potreros y en el quilantal.
Los m ayores recuerdan la lengua de los p erdidos pájaros bebiendo
chicha de m an zan a y cajas de pulco, el vino que aletarga y entristece.
P ara m a n te n e r la fecu n d id a d de la s se m illa s, cad a año c ele b ran
nguillatún, el cerem onial donde bailan la danza de las nubes y com en un
caballo faenado frente al rehue.
José María Huaiquipán cabalga
Pewunhuentue
en círculos sobre el río de los cielos

Com o som bras de lluvia h em os pasado


Me han llorado m is m ujeres y m is padres
p or la am arga tierra de los bru jos.
en el m es de las cosechas.
Que me he m uerto gritan ellos en las lom as
La luna se enlutó sobre la nieve
m ientras cortan los trigales
com o sangre de Dios en las alturas.
sem brados p or mi m ano.
V i m i vida reventada por las balas
Y nosotros ven eram o s las alturas,
y cubierta p or las flores de febrero.
es por eso que su bim os a este, m onte.
Vi m i sangre con fun d irse con la sangre
del caballo que ahora m onto sobre el agua.
A m atar un anim al h em os venido
Ya no sangro y soy m ás joven en el viento
con cuchillo afilado p o r las piedras.
que levanta m i caballo sobre el río.
No recuerdo va mí casa ni los bosques
Silen ciosa es la sangre del cordero
que de noche atravesé borracho.
que apacigua a los espíritus del sol.
Sólo escucho el canto de los árboles
donde d uerm en los pájaros del sol.
Que respire el Padre en esta herida
Y las voces de los hom bres en las lanchas
y que n azcan las flores de m ontaña.
atestadas de vacunos y corderos,
M iran ellos m i cara transparente
Que am anezca p o r fin sobre la m uerte
donde brillan las estrellas de la tarde.
de este pobre an im alito desangrado.
M iran ellos m i rastro en la esp esura
de las aguas que bajan hacia el mar.

Pew unhuentue: oráculo, lugar para los sacrificios.

143
142
WeTripantu Crónica de fin de invierno

A yer estuvo en ca sa un pariente del cam po. Llegó b o rrach o


a D iego Seb a stiá n A m aru
y sudoroso. Cojo com o es, h abrá andado difícil por las calles de

Regresa el sol a la tierra, Osorno, con el alcohol acum ulado en el tobillo del pie derecho, su

a los ríos y a los árboles hueso m alform ado.

y a las sem illas sem bradas Trajo ¡a noticia de la bru tal caída de caballo de su padre, tío

en los cerros y en los valles. abuelo mío por h uilliche y p or m arido de una de las h erm an astras
de mi abuela.

Las estrellas b rillan hoy José Llanquilef, 89 añ os, carpintero, cam pesino, con stru cto r
en los sueños y en el aire de lanchas y botes, m ueblista y exdueño de un alm acén y de un

abre un cam ino la luz m icrobús de recorrido rural, vive por estos días sus últim os días.

nacida de nuestra sangre. Ha perdido la m em oria y de sus ojos se ha borrado el m undo.


Su mujer, Zulem a H uaiquipán H uenún, trajinará d im inuta bajo

¡We Tripantu, We Tripantu! el peso de la joroba de vejez p o r los p asillos del hospital de Quila-

dicen los an cian os padres, cahuín.

can tán d ole al nuevo sol Pronto graznará el ch on ch ón desde el lado siniestro de la vida.

que en su s corazones arde.


¿Q uién pide aplausos

Y ya cuando el día m uera por vivir o

y roja sea la tarde p o r m orir?

los h ijos escuch arán Este,

la vo z de aquellos que parten que recibió las arrugas


y las canas

hacia las viejas p alabras com o los árboles de m onte, no

de m ontes, cerros y valles, m urió: quedó encantado.

o cu ltos e n los recuerd os Su catafalco va cubierto

que frente al fu ego renacen. de crisantem os y de lirios.


N adie lo llora en el cortejo
que avanza entre el río
y los sem brados
de papa y rem olacha
We Tripantu: Nueva Salida del Sol; inicio de Año Nuevo mapuche celebrado cada 21 de junio.

144 145
Silencio de agua, p olvo de m urm ullo. Feria Libre de Rahue

Del T ru m ao de los trenes


al Cantiam o de las arvejas enorm es; N osotros distantes
del Trinid ad de las m an zan as
a la Barra del río Bueno: luna abajo
que refloten los an tiguos vap ores varados abajo
(el “ M argarita” , el "T res P a lo s ", el "R ah u e”) abajo
y que se em b arquen todos traem os lentejas
los que ya m urieron. latúe en la m irada
M añana -latúe en los hijos

florecerán los arrayanes, -latúe florecida

y los cam pos serán de las abejas,


y el m uerto d esp ertará la prim era m ariposa Y traem os el m ar en las p en cas de piures,

bajo la llu via de la eternidad. y lunfo sancochado en grande olla de hierro.


“A buelito H uenteao / de piedra en Pucatrihue
escu ch a a tus hijos / tem plo del costeñ o .”

Los bares m exicanos de A venida República


ha tiem po nos parieron: el "R ich m o n d ” , el
“ N iza” , la concha del alcohol
-que divide los cielos
-que divide la pesca
-que divide las som bras en la calle m ojada

G LO R IA A (y) A BU E LIT O H U EN T E A O
DIOS LEVAN TA A T U P U E B LO U N ID O

(O)

T R Á IG A N L E SA N G R E DE S U G U ST O P A R A Q U E LLU EV A

147
Cayeron árboles al mar. Los peces yacían en el Víctor Llanquilef empuja el bote ebrio al Río De Las
viento. A caballo sudado olía el agua. Helechos Canoas
en el aire. Ni un pájaro en el Arco de las Interrogaciones.

G LO R IA Un coipo nada en el sol


O y tú te recoges en el agua, silencioso.
SA N G R E Son tus orillas el berro y el junco,
y la ancha som bra de los sauces
La banda ya tocaba “ Me caí de la n u b e” , el destino de tu som bra bajo el agua.
cuand o nos arrojaron bajo el puente San Pedro. U n pez alza la luz sobre el rem anso.
El río en sus botes se llevó nuestras alm as, El destello es tu espíritu
y volvim os a! cam po ebrios y p end encieros, que se hunde en lo profundo
“A buelito H uenteao / entréganos tus aguas nuevam ente.
d anos el alim ento / ocúltanos del m al.
A buelito H uenteao / contem pla nuestro trigo

N O SO TRO S, COMO EL SO L, NO

T E N E M O S A M A N E C E R .”

Lunfo: el ulte o tallo del alga llamada collofe o cochayuyo.


Latúe: latúa pubiflora, planta alucinógena que crece en San )uan la Costa, provincia de
Osorno.

149
148
Lucho Llanquilef envía su última carta
Vicente Treuquil contempla la primera luz
desde el Río de la Greda
en Isla Huapi

Sobrino: tú sab es que me llam o y no me llam o Luis L lan qu ilef.


Cuando yo era niño me soñé con una viejecita. Me dio de com er
¿Cuál es mi nom bre ahora sobre el agua b ru sca del invierno? Aún
una sopa de legum bres en un platito de palo. Y lo com í. Le conté a mi
no m uero, sobrino, aunque me lleven en un bote h asta el suelo de
padre lo que h abía soñado y él me dijo: “Oh, vas a ten er larga vida,
Dios, al cam posanto de la M isión de Q uilacahuin. Me h an puesto
hom bre, vas a m orir viejo”. Los antiguos tenían su cierto anuncio y
una sáb an a de V erónica, m i hija, en la cara y a sí voy, tap ad o y
su cierta sabiduría. Y eso es verdad porque yo voy p ara los och enta
tieso, rem on tan d o el río en un ataú d de pino. “ M olin o A u b el/
años y m i padre m urió a los och enta y uno.
M olino O sorno” dice la escritura en la m ortaja de sacos h arin ero s,
A m is padres los he soñado y están com o siem pre eran no m ás.
blanqueada y endurecida con alm idón y viento. M is nietos fueron
Los he visto, pero no he conversado con ellos. Me h an llam ado. Me
lo s ú n ico s q ue no m e llo ra ro n : c a n ta ro n ju n to a C ris tiá n las
vendrá cerca la recogida, ya pronto me he de ir h acia arriba, tal vez.
canciones m ás alegres de Los Reales del Valle en mi pobre velorio.
El m uerto p ersigue a los hijos, dicen, p ara llevárselo s. Cuando un
Te digo, sobrino, que si quieres te puedes llevar esa foto donde salgo
m uerto pide de com er y se le da, es m alo, anuncia la m uerte de un
vestido de m arinero en un a plaza de Punta A ren as. A lo m ejor la
hijo o de alguna fam ilia.
puedes poner en tu libro, ese que escribes en el norte, allá en el Gran
Me he soñado con m i m adre, la m uerte me vien e cerca. No le
Santiago. Poco queda de m í en esa foto. Tiene m ás de cin cuen ta
tengo m iedo, es solo mi destino. Nadie m uere antes de la hora.
años y con ella en el bolsillo corrí y crecí por estos arenosos cam pos.
Cuando m uera sufrirán m is hijos chicos, porque el padre, com o
Fui pescador y lobero, sobrino, en aquellos añ os m ozos, fu i aquel
sea, es ei puntal de su casa. Mi padre m e dejó la pura tierra, todo lo
que enam oraba a ias n iñ as en los tupidos quilantales. Saltab a los
que h oy aquí se ve fue hecho por m is m an os.
cercados con m i pierna coja, m i "pata de cum bia” , buscando el am or
Todo el m und o le prende velas a los m u ertos. Com o dice la
de las m uchach as y las señ oras, alum bradas com o estaban p or la
p alabra de Dios, el m uerto le prende velas a los m uertos, porque
lu na en los sem brados de arvejas y m aíz. Cam iné p or las ciud ad es,
Él nos com paró a todos con los m uertos. Los m uertos sep u ltan a
sobrino, com o tú cam inas ahora, el som brero al ojo, ios zapatos
los m uertos, así dice la palabra de Dios, y les en cien d en velas p ara
con h eb illas y un te m o de casim ir azul com prado en la tien d a
que ellos no and en a oscuras en el m ás allá.
Em bajadores. Y sí, gasté la tierra de m is padres en bares y burdeles
A h ora estoy en la parte del día cuand o la isla desaparece. La
y pagué con gallinas y corderos la entrada ai cin e m uchas veces. Y
lluvia del am anecer trae nubes de m ariposas blancas y rojizas. Flores
así vi Los 7 m agníficos, La m uerte tenía un precio y Por un p u ñ a d o
de m anzano parecen, pero son los m u ertos antiguos que b u scan su
de dólares. Yo fu i el jovencito de la película, sobrino, a p esar de mi
lugar en este m undo.
cojera, a p esar del brillo oscuro de m i piel. Bailé durante añ os en
las boites y en las quintas de recreo de O sorno, de La U nión y Río
Bueno. H asta que se m e acabó la cuerda, h asta que los anim ales

151
y las aves desaparecieron y me llegó de golpe la vejez. Entonces
Gladys Ancalaf entrega cuerpo y alma al turbio mar
vo lví a tom ar el azadón y a contem plar el río azotado p or la lluvia. de las totoras
Volví a b u scar callam pas en la vega, a p escar carpas y tru chas y a
sem brar p apas en la huerta abandonada. Pero seg u í escu ch and o
m úsica a todo volum en y bebiendo vin o a m ed ia tarde bajo los ¿Cóm o cam inarás, C uerpo del M ar,

m aquis y los álam os. El agua verde del río tem blaba con los cantos así de frágil
de mi juventud, así com o ahora tiem bla mi m em oria cam ino al hacia el sol tantas veces prom etido?
cem enterio. Pero aún no m uero, sobrino, aún b ailan m is palabras ¿Q uién te p ed irá cantando

en las anchas cop as de los arom os, m ientras el cortejo avanza bajo que te vayas por fin en m edio de la niebla

el cielo que se abre y se ilum ina para mí. y los alados fuegos de la n o ch e?
Tem uco crece h acia el oeste;
tus hijos,
¿hacia dónde crecerán?
La piedra que te sostuvo
se torna negra tierra ahora.
La lluvia m oja la espalda-
de tu m adre que aún vive.
Su cabello h ubiera dado tu m adre,
su rostro de p equeñ o pájaro,
el canto del chucao,
su sueño,
el fuego del invierno h ubiera dado
por verte acariciar
sus tibias m anos
en el m om ento sagrado de su m uerte.
G ritan ahora los guerreros A n c a la f
en el frío W enuleufu.
El viento de los ríos sen tim os,
............................... pequeña h erm ana,
la respiración de los árboles viejos.
Vete ahora, p equeñ a h erm ana,
vete en tu luz,
descansa de nosotros.

153
La vid a aquí Jaime Mendoza Collío se pierde y canta en los
sin prisa seguirá; bosques invisibles de Requém Pillán
leerem os tus palabras, tus gestos,
el atorm entado m apuzugun
de tu linaje. ¿De dónde viene el hilo de una larga m irada?
En la luna creciente quedará ¿Y el color de la m uerte en las flores del m ar?
tu débil hálito,
la b lan ca llam a de tu espíritu Sí, he nacido oscuro com o el escarabajo
que no cesa todavía y oscuro m oriré bajo la luz del sol.
de alum brar.
Las m áquinas terrestres me salu dan apenas
cuando busco en el barro afiebrado de mi padre.
(Villa Tromenlafquén, Temuco, junio del año 2008)

Huesos que resuenan, lunas que circulan


sobre niños huyendo de tábanos azules.

Ya pronto ordenaré a las islas existir,


ya pronto partiré a la Tierra de Arriba.

Y diré al bravo río sea sueño en torrente,


y a los rojos alerces que ilum inen el aire.

Yo voy por un cam ino que sube hacia la cum bre,


a bosques escondidos donde revivo y canto.

La m uerte casi al alba arde en las cordilleras,


la luz, com o una herida, rom pe el ventanal.

Jaime Mendoza Collío fue ultimado por la policía chilena el 12 de agosto del año 20 0 9 , cu
tenía 24 años de edad. Requém Pillán es la comunidad de origen de Mendoza Collío, ub
a 84 kms. al noroeste de la ciudad de Temuco.

155
154
No entregarem os el cuerpo, dicen
Ül de Catrileo los pum as em boscados de Vilcún,
nosotros som os la tum ba de M atías Catrileo,
el pasto som os de sus m anos sangradas,
No entregarem os el cuerpo, no:
el río de justicia de sus padres,
esta es la m uerte que nos dejan,
las hondas raíces de su luz
las balas que cortaron al am anecer
en las tierras am arillas de Yeupeco.
el río de M atías Catrileo
en Vilcún.
Pero el volcán Llaim a arde por ti
y la ceniza de tus ojos ocultos
escribe en la nieve
la idbia y el m isterio
de un pueblo ya sin bosques y sin arm as,
cercado por tanquetas y bom bas lacrim ógenas,
sentado en el banquillo del juzgado de Indios
de la m odernidad.
Que vengan los barqueros de la noche
volan do sobre el agua
y las m uchachas azules
que alivian con sus voces
las heridas del guerrero.
No entregarem os el cuerpo
a la pericia del Juez,
ni a las cám aras que nunca
se sacian de m uertos.

Matías Catrileo Quezada, fue asesinado a quemarropa el 3 de enero del año 20 0 8 en la localií
de Yeupeco, comuna de Vilcún, región de la Araucanía. El activista, de 22 años, particip;
de una toma pacífica de terreno cuando fue baleado por el carabinero Walter Ramírez, qu
portaba una subametralladora UZI de 9 milímetros.

157
Eso / Eso
Carta de los suelos
./triple doble ve punto chinch orro punto ce ele/
onda corta / on da larga
satélites pastoreando el cosm os
A bandoné mi casa /abandoné mi luz
piedras talladas en M om ostenango
esa carcacha m atutina
Vi no m ás al indígena
que indicaba
b u scar la fam a / el orgullo b u scar
un cam ino a la belleza
el bajo y velludo vientre de la gringa
Oye tú /díjome la an cian a/ chupa
al poeta bilingüe persiguiendo a su exegeta
mi teta huilliche
a la cabra brich era
sorbe su sabor a p ied ra negra
film ada por el ojo de Cíclope
lam e su fuego de h ueso s y pelam bre
de un h ispan o -d an és-britán ico -fran cófon o
Y yo lam í/ bebí/ sorbí/ m ordí
Las lenguas se tocan h erm anitos
y luego me retiré a m is aposentos
y se revuelve sin cesar
de la Gran A venida
el gallinero altiplánico
Me tendí después sobre la band era de Chile
el gallinero am azónico
dejé caer mi nuca sobre la estrella ilum inada
la sangrienta pirám ide m esoam ericana
y soñé despierto:
EL SU CIO C O R R A L DE LO S PR O M A U C A ES
Esto debo esto
EN EL LO NGO V A LLE D EL M A PO CH O
no debo com er
esto es
del Fondo M onetario Internacional:
un cam ino a la b elleza, h erm anitos
14 .50 0 dólares p er cápita
y las cabezas rodaban com o dam ascos
y las hem bras m ovían sus cuartos traseros
en los bares y pubs de los aeropuertos sudam ericanos
sucuchos llen os de m oscas
y viru s an im istas
tugurios de m estizos p erfu m ados
/asco tras asco/
Lamí/ bebí/ sorbí/ m ordí
m ientras pasaban m om ias clim atizadas
provenientes de la B óved a Azul
inútil diáspora, herm anito,
En la ruka de David
m i eterno tour suicida
por el ancho y sucio valle del M apocho.
/Ya era hora/
Largos años esperé por m i subsidio,
El "Byron A raucan o” me llam aron
herm anito,
los apóstatas,
y el gobierno/padre nuestro/al ñn me ha dado
el Sid Vicius de la poesía m apuche
la casita que tanto soñé.
-m e dijeron-,
Duro el piso es de tierra
el aedo de las ju nglas de cem ento,
y de escom bros,
otro fiel representante
larga y verde ratonera en la techum bre
de la m ás grosera de las tribus
/im perm eable/
catastradas p o r el INE.
hondo el fuego en el centro
A l final,
de mi gris ancianidad.
de m is versos siem pre hicieron
Los posters de m is band as favoritas
/sin pudor ni p arsim onia/
RA M O N E S/TH E C L A S H /F IS K A L E S AD HOK
una estrecha cueva de ladrones;
cuelgan ya tiznados de la tibia paja seca
m il lingüistas / reporteros / antropólogos
y m i honda originaria
me carnearon com o jíbaros
/el w itruw e ancestral/
ei cráneo.
aún me sirve para darles fran ca caza
Conocí el estrellato de los perros,
a vacas y avestruces
herm anito,
en los fundos colindantes.
las groupies de Ñ uñoa / Plaza Italia / de La Chim ba,
En m i ruka
inyectándose heroína y m etafísica
el tiem po m ira hacia el oriente
y esnifando en cam erinos m alolientes
-mis canciones al sol de la m ontañ a van-.
el polvillo adulterado del cham án.
A quí cocino / canto / hablo
Es por eso
y m e em borracho,
que no estoy para tocatas
aquí aprendo /recitando / viejos trucos
ni tom as de terreno,
de los w in gkas literatis
h erm an ito1,'» »
y escribo / por encargo de la CAM/
ya no m ás enfrentam ientos ni careos
soñadas lyrics
con soplones y testigos
para el coro de las m achis
alquilados por la turbia y secreta PDI.
del futuro N guillatún cordillerano.
Guardo entonces m is band eras
Ya era hora de fren ar m i lenta,

160
/FOYEW ENU/COLO COLO/ Testimonio
en arcanos barretines de Lum aco
y La Pintana;
guardo en tierra las clavas de los toquis seguirem os escribiendo sobre abuelas, Salazar,
y los Com blain oxidados la m ía por ejem plo trabajó 70 años
de la últim a batalla general en La Frontera. en las fraguas alem anas
Ya vendrán tiem pos m ejores, y leyó los Him nos a la N oche
herm anito, en los kuchen de fram buesas y de nata
p ara izar los sangrados estandartes y en la hiriente soda cáustica
en llanuras y m ontañas que blanqueaba los retretes h acend ales.
liberadas p or los pexvma fue m an ceba de un navarro, carnicero y vagabundo
de la Banca y la Escritura. y parló en che sungún sus lentas y augurales p esad illas;

Por ahora, tuvo un hijo y fueron mil


ya sin broncas ni leyendas las descend encias de sus m anos
./ni tardíos editores/ en las rocas, en las aguas cerriles
vu elvo a casa. de una torva vecindad,
T raduciendo m is p oem as al spanglish, qué me dices, Salazar, cóm o te explico
/al patois/ sus albricias,

y al sudado créole de las A ntillas, la carne que ha com ido, el bacín debajo de su cam a.

vivo holgado de m is rentas las abuelas, Salazar, son cosa seria,

/m is derechos/ son cuchillos de hoja ancha que cortan nuestros días,

M I LEG ÍT IM O K IM U N /M IR A K IZ U A M . m i abuela, p or ejem plo, tuvo ollas y sartenes


de fierro y de latón
y un reloj que cobardes m alandrines le robaron sin piedad
una m añana,
era de oro el relojito, Salazar, and aba a cuerda,
con m inutos brillantes y precisos, m inutos de oro.
hay que ser m uy desalm ado, m uy carajo
para ir y quitarle a una señora

CAM: Coordinadora A rauco-M alleco, organización política m apuche clandestina. su única alegría;
Colo Colo: nombre de un lonko mapuche del período de la Conquista. m as mi abuela abonó invernal las raíces de su huerto
Foyew enu: la bandera nacional mapuche. y quem ó sin titubear un nido de queresas
Kimun: el conocim iento, los saberes tradicionales. que colgaba cual racim o
Rakizuam: el pensamiento y las creencias ancestrales.
Oh, abuelas del jardín y la cocina
de las vigas de su casa;
esperando en la m esa d el pellejo
y mi abu ela tuvo cáncer, Salazar, tuvo diabetes
un destello de ternura y de respeto
com o tod as las an cianas de este m undo y del otro,
tuvo sueños, m il vision es donde ardían sapos y culebras en los ojos de sus hijos im postados,

y ciudades tiradas por caballos sobre el agua, seguirem os escribiendo sobre abuelas, Salazar,

sigue viva m i abuela, ya lo ves, y se m ira sobre el tiem po detenido y pegoteado a sus enaguas,
seguirem os sacudiendo sus m em orias en alzheim er,
cada noche en el espejo,
sus orales epopeyas y canciones
sigue joven en la foto dei cuarenta
de locas jubiladas y pueriles,
colgada en la pared de su ranchita,
es ella y no es ella, claro está, eso es todo lo que queda en el tintero, Salazar,

con su s rulos de actriz hollyw ood ense, y el relato de un país de capellanes y de huachos,

con sus labios pintados pOi el rouge de patrañas coronadas p o r la m uerte


en las páginas sociales,
de los blancos salones de belleza
de poetas y soldados que se dan de tarascones
provincianos,
por piltrafas,
qué h erm o su ra p erseguían las abuelas, dim e tú,
m ientras m archa hacia la tierra reducida
qué cancion es can taban para h inchar el corazón de su s am antes,
-¡oh, visión inagotable!-
las abu elas tienen carne agazapada, Salazar,
en silente fila india,
epitelios ocultos nunca dados al placer,
LA C A LLA M PA PO BLACIÓ N DE LOS V E N C ID O S.
u n a len gu a en el fondo de la lengua
que ah ora todos les quieren afanar,
el am or por los dialectos, dim e tú,
¿no se transa hoy p or hoy
cual d ivisa intangible en la b o lsa de valores?
las abuelas com o m om ias de altiplano ante las cám aras
parloteando en plano abierto
los idiom as desterrados
por la iglesia y la república;
la p aro d ia del canto en sus gargantas,
el bolero ancestral acom pañado por el son
de u n turístico kultrung.
Nadie ve la cicatriz occidental en sus palabras,
ni el apero de las siervas m ed ievales
que cargan com o bueyes taciturnos a la tum ba.

165
16 t
Notas sobre algunos poemas y sus fuentes
CORRECCIONES. f

Pagina. Linea. Dice. Leasé.


í2 2 en los ríos entre los rios
56 9 tabardos italicinos tabarros italianos
68 13 armada exército
í 69 *9 Uíhampu B u talm apu ( y así en
| l|| las demás partes donde se halle esta v o z .) Los collags son expresiones estéticas orales veliches de la isla de Chiloé recopiladas
11 poético ■patético por E lias N ecul, n ativo de la isla de C aguach, en 18S7. D ichos co lla g s fu ero n
i 87 5 M aúlen M eulen pu blicado s en 19 11 p or el investigad or y m ilitar A lejandro C añ as P inoch et en
97 *3 clavar la v a r dialecto velich e y en castellano. El collag aquí incorporado fu e facilitad o por
t 113 2 jc cari-lem n cari-lem u la p oeta M aribel M ora Curriao, quien lo tran scribió desde los m an u scrito s del
; fí3 11 Azaya A raya lin gü ista Rodolfo Lenz que se co n se rva n en la Biblioteca N acional de Chile.
204 20 asalte? con poca asaltó con ta n poca,
Tanto la fotografía que acom pañ a el collag de Elias N ecul com o los textos y
205 12 efectos afectos
las fotos que com ponen los "Cuatro Cantos Fu n erario s” fu eron extraíd o s de una
2x0 20 Quipoe Quipeo
218 Quipeo serie de pu blicaciones del Grupo U n iversitario en Investigación en A ntrop ología
2 Í Quipoe
244 2 A rch igu a ld A c hi a,tial¿i S ocial (GUIAS), de la U n iversid ad N acional de La Plata, A rgen tin a. Los libros
248 3 P aillam acfm P a illa m a cu ( y así en son los siguientes: Identificación y restitución: “Colecciones” de restos hum anos
las demas partes donde se halle esta voz.) en el M useo de La P lata (2008); Fueguinos en el M useo de La P lata: 1 1 2 años de
290 11 Lauquem apu Lanquenmajpu ignom inia (2009); e "Ico n o grafía”: Los p risio nero s de la C am pañ a del Desierto, de
306 2 r respectables respetables la isla M artín G a rcía al Museo de La P lata, 1886 (2009).
3 I<5 3i atrastra a rra stra
Los versos que com ponen los poem as “ Serm ón en lengua de C hile” y "Preguntas
S 18 x3 F lainhausen H a in h ausen
del m ision ero” constitu yen la recreación lírica de frases que aparecen en el libro
322 8 u mortífera 6 m ortífera
Serm ón en len gu a de Chile, de los m isterios de nuestra San ta Fe C athólica, para
3 24 24 confería, qua co n se rtá , qua
2 Ihmitlmen lumlhmen p red ic a rla a los in d io s infieles del Reyno de Chile, d ivid id o en nu eve p equ eñas
33 6
Elnchelu E litqtielu partes, acom odados a su c a p a cid a d (Valladolid, 1621), y cuyo autor es el sacerdote
3 44 13
3S2 29 lo hacen lo hace jesuíta Luis de Valdivia.
3Ó2 1 6 viven civcn La prosa que com pone el texto ‘‘Plática sobre la m uerte y el in fiern o ” pertenece
372 3 o transponerse transponer al vo lu m e n titu la d o C o n fe sio n a rio p o r p re g u n ta s y p lá tic a s d o c trin a le s en
375 7 burla bu rlar castellano y araucano. Según el m anuscrito inédito del m isionero fra n c is c a n o fr a y
we 2C tvo nVego A ntonio H ern á n dez C alzada (1843), con notas biográficas p o r el R .P fr a y A ntonio
Pavez. P ublicado p o r Rodolfo R. Sc h u ller (Santiago, 1907).

166 167
El texto “ M ariposa de sus rayos...” es un a ria com pu esta por José O rejón y Las lenguas abuelas: eso es tod
A paricio, com positor barroco nacido en Perú a princip ios del siglo XVIII. lo que queda en el tinter
El poem a “ Dictado en som bras” es la recreación versificad a del testam en to de
(Sobre Reducciones de Jaime Huenúr
una indígena llam ada Inés, incluido en el libro Testam ento d e “in d io s" en Chile
colonial, del historiador Julio Retam al Ávila, volum en publicado por Ediciones
U niversidad Andrés Bello el año 20 0 0 .
El texto "C orrecciones” fue tom ado del libro C om pendio de la historia civil del
Reyno de Chile (Madrid, 1788-1795), del abate Juan Ignacio M olina.
Las traducciones al m apuzugun de los poem as que con form an la sección 1. La historia por boca de mi abuela
"En víos” fueron realizadas por el profesor m apuche R osendo H uisca M elinao.
Este libro, al que Jaim e H uenún otorga el justísim o nom bre de Reducciones, <
abre y se cierra con la figura em blem ática de la abuela. Las prim eras líneas c
“ Entrada a Chauracahuin” inform an de lo siguiente: “ U na noch e de mi niñez,
fines de la década de los 70, supe por boca de m i ab u ela...” y las últim as del libr
que pertenecen al poem a “Testim onio” , una de las com posiciones m ás intensas c
la poesía latinoam ericana de las últim as décadas, tienen com o objeto a esa m isn
abuela, solo que ahora, por un m ecanism o retórico propio de la lírica que sue
saltar de lo p articular a lo general, la abuela se m ultiplica para d even ir todas 1;
abuelas de la cultura. Ellas representan lo ancestral de la com unidad, sedim enta
su saber con verdades longevas que la alegoría construye y la experiencia acredit
pero lo hacen de uu m odo m aterial, sin otra m ediación que 1a len gua; habla
-tom an la palabra- con su presencia, pues todavía están vivas cuan d o h ablan
dicen y atestiguan, com o leem os en el texto inicial, “p o r boca de m i a b u ela” . M<
que apelar al saber acum ulado e irrefutable de la an cian a -es cierto que se trai
de una voz en la que, necesariam en te, el poeta se autoriza a lo largo del libro-
abuela arrastra todo el pasado h asta el presente, h asta esa efím era pero indeleb
ah o rid a d de la que h ablab a W alter Benjam ín. Y trae todo el pasado p ara co lo car
allí, en el habla, en el acto de proferir la palabra, en la lo cu ció n que da pie
testim onio. La abuela es ei lugar donde se c ru z a irte rrito rio y tiem po, espaci
e historia; cada abuela es una encrucijada; cada u n a es, etim ológicam ente, es
un cruce de cam inos, el cuerpo m ism o donde la h isto ria se vuelve u n accident
Escuchem os lo que esta abuela, con nom bre y apellido, dice. Lisa y llanam ent
dice la historia. Profiere la historia dolorosa de la com unidad huillich e a la q i

16 R 169
p ertenece, y nos cuenta las p eripecias de su vida, el sojuzgam iento que su etnia que arraiga im aginariam ente en la p osibilidad de una con versació n entre vivos

ha su frid o desde la C olonia esp añola h asta la actualidad. Lo que dice la abuela y difuntos llam ada nütram , da un paso m ás en ese m ás allá de la ultravida desde

es el testim o n io h istó rico , vivid o en ca rn e p rop ia, del m od o com o el p od er donde los m uertos suelen tom ar la palabra para contar sus h isto rias: ahora esos

reduce a los individuos con sus estrategias de sujeción: Tendría yo unos 9 años testim onios de ultratum ba no son m ás que la inscripción en la letra (la escritura)

cu an do mi m am ita m e llevó a la m isión de Q u ilacahuin. Nosotros éram os de Río de una m em oria cultural com unitaria llevada a las salvajes reducciones por el

Bueno, del cam po. A llí tenía mi m am á u n a ranchita. E lla h acía üe todo, tejía en p od er colonia! prim ero y estatal después. M em orias reducidas a y por: reducidas

su telar, hacía quesitos, tejía m antas y choapinos, m e acuerdo. De todas partes a restos y reducidas por la represión política. La poesía de H uenún no cae en los

ven ía n a com prarle m antas, le m a n d a b a n a h acer fra z a d a s . D espués todo eso falsos reduccionism os y se opone a ellos no reproduciéndolos sino socavándolos,

term inó. El pedacito de tierra d o n d e vivíam o s era u na sucesión. En este breve con el firm e propósito de aniquilarlos. Esta poesía no opera p o r reducción, m ás

fragm ento de su testim onio, que abre el libro Reducciones, se h alla condensada bien apela a acrecentar y aum en tar los poderes desde siem pre cercenados. De

la historia indígena del Continente a p artir de las reducciones surgidas con las este m odo, la de H uenún es un a p oesía que no le da las esp aldas a la H istoria y

encom iend as y los repartim ientos del poder colonial. La abuela da testim onio trabaja con ella y contra ella y en este tire y afloje, el rol del p oeta en la sociedad

al com ienzo del libro con su propia voz, con su propia lengua, en estilo directo contem poránea es una cuestión crucial que no puede soslayarse.

com o hace todo sujeto cuand o cuenta su vida, cuando apela a la con fesión y hace Cada vez que un p oeta se e n fren ta a d eterm in ado s p od eres, lo sabem os,

públicos determ inados acontecim ientos de su propia historia. Todo el libro puede ad vien e ipso fa c to su expulsión de la República. Desde Platón a la actualidad, se

considerarse una estructura d iscu rsiva sostenida en el testim oniar la propia vida, trata de erradicar todo aquello que atenta contra la tranquilidad de la polis, eso

com o un recurso p oético que, sin dejar de ser corrosivam ente crítico, m uestra la que en térm inos de discurso neolib eral se llam a inseguridad (habría que pensar

H istoria de Chile, prim ero, y su propia A legórosis, después, com o si la potencia qué sujetos em iten estos discursos). El riesgo de ser poeta no con siste tanto en

del testim onio con sistiera en ob jetivar m enos las cau sas que los efectos que la el hecho de p on er en peligro las buenas costum bres com o la de ser capaz de

Barbarie suscitó en los individuos hasta volverlos seres “ reducidos” , “d ividid os” o, liberar a los individuos de tod a reducción, de toda p risión, de todo gheno. En

com o lo expresa en algunas ocasion es el libro, “acorralad os”, atributo este últim o verdad, eilos instan al m ovim iento contrario al del poder, que b a sa su fuerza en

que aparece com o una de las traducciones m ás certeras del térm ino en cuestión. la sujeción y la ob ed iencia a la ley. ¿Cóm o es posible que la con d ición indígena

A sí se abre el libro: enfrentando la H istoria del Estado y lo hace desde la voz no haya term inado con el adven im ien to del Estado m oderno? ¿Cóm o es posible

de la abuela y de otros abuelos o ancianos o sabios de la com unidad huilliche o, que la reducción continúe vigen te hoy día com o una política del Estado? En un

sim plem ente, de aquellos parientes que van cam ino de la m uerte y pueden ver, m om ento en que los pueblos originarios han com enzado a afirm arse políticam ente

en p erspectiva, la vida vivid a. Pero, ad em ás, gracias a los recursos retóricos de la tras una larga y ardua luch a p o r alcanzar la diversidad cultural, ¿cóm o es posible

p oesía occidental com o la prosopopeya o de la p oesía tradicional m apuch e com o que se siga aplicando el d ispositivo de las reducciones y los in d ígen as no puedan

lo s nütram . tam bién h ab lan y testim onian su vid a los m uertos, los d ifuntos, alcanzar la condición de sujetos activos de la ciudadan ía y sean al m ism o tiem po

qu ienes todavía tien en fu erzas para acceder a la locución (lo pneum ático) que objeto de inéditas reducciones surgidas del capitalism o? Este libro no deja de
lo s su strae de la región d el sile n cio absolu to. La p o e sía es uno de lo s p ocos responder, no deja de ser responsable: responder, responsabilidad, responso. No
esp acios sim bólicos de nuestra cultura, d esd e la antigüedad h asta el presente, responder solo a los vivos, sino tam bién a los m uertos y por lo s m uertos, para

que nos hace escu ch ar la len gu a de los m uertos, es decir, que perm ite h ab lar a los no reducirlos una segunda vez. M uchas veces, el poem a se vu elve el epitafio que

m uertos. Pero la p oesía de H uenún, respetu o sa de esta tradición oral m apuche escribe el nom bre propio y registra una h istoria hum ana d igna de ser narrada.

170 171
El p oeta extrae de eso s “ relatos de vid a ” algu nos m om en tos, com o si fu eran vien e a recordar las lengu as abuelas que taladran con su doble len gua la m em oria

fotografías, cuya instan taneidad sobrevu ela lo singu lar de la tom a: su s puntos de la com unidad. Es un libro sobre el sufrim iento, pero tam bién sobre la fiesta,
irreductibles son, precisam ente, incanjeables, en absoluto puestos sobre la m esa cuyas m an ifestaciones no quedan del lado de afuera de la historia, sostenidas

de la negociación. El poeta se enfrenta al Estado al reparar -en los dos sentidos por la falsa creencia de la atem poralidad, com o si se tratara en el fondo, desde

del térm ino "volver visible” v “restaurar”- en lo m enor y en este sentido se vu elve la ratio m oderna, de inaceptables superch erías entre el atavism o p rim itivo y la

político tal com o lo plantearon D eleuze y Guattari en Para u na literatu ra m enor. alienación contem poránea. El espíritu de la fiesta reanuda sus pod eres en las
De hecho los indios fueron considerados, por m ucho tiem po, com o m enores de cerem onias ancestrales, donde el mito prim igenio no perdió su aura. Y no la ha
edad, com o sujetos que nunca adquirían la m ayoría de edad y, en consecu en cia, perdido p o r varias razones, pero la principal está a la vista: el capitalism o no
vedados del derecho de la ciudadanía. M enores vitalicios, quedaban a fu era de la ha podido todavía hacerlas polvo. Por eso Reducciones no es un libro nihilista,
nación y de la civilización. no llora sobre la barbarie derram ada, no arenga con pancartas concienzud as ni
Ciertam ente, H uenún escribe uno de los libros m ás políticos de estas últim as con vagos com prom isos, m ás bien exhibe la h erida abierta para dejar ver, en la
décadas. Pero ¿dónde se asient a el carácter político de Reducciones, en qué re sid ° vislum bre, com o un fogonazo, la im agen ausente de la cicatriz en el orden de lo
la voluntad no negociable que este libro instaura para responder a las repetidas real: lo restañable sí aparece im aginaria y sim bólicam ente en un lirism o inédito
injusticias seculares de que han sido víctim as los m apuche de su p aís desde la que Huenún puede extraer de los despojos, un lirism o absolutam ente em bebido en
época colonial al presente? ¿Es posible rom per esa cadena de som etim iento e la rostreidad dolorosa de su pueblo que h abla las lenguas abuelas. No es un poeta
inequidad de la historia de Chile? Y m ás, de la historia del continente: llám ese de la etnicidad, es un poeta que debió escribir Puerto Trakl para convencerse a sí

C am paña al Desierto (1833-1881) o Pacificación de la A rau can ía (1862-1883), el m ism o que es, como Vallejo, el cholo universal en cualquier parte del planeta y que

despojo no h a term inado, el despojo contin úa y la p oesía ahora, p o r boca de solo n ecesita un dom ingo para sentirse cholo “en todas las orejas de (su) bu rro” .

las abuelas, se vuelve testim onio para m ostrar la verdad de la h isto ria, es decir, H uenún escribe, y es una confesión de poeta (y com o toda confesión de p oeta un

darle a la historia una rostreidad fidedigna (y digna), no om itiendo las seculares lugar de la verdad de la poesía), que él escucha, bajo las palabras de Vallejo, "la

secu en cias del sufrim iento hum ano. Para decirlo de u n a vez: la h isto ria tien e el honda letanía chim ú” que, com o sabem os, es la lengua de.las abuelas del p oeta

rostro de los despojos y el indígena es el sujeto en cuyo cuerpo eso s d espojos se peruano. El testim onio de Reducciones habla de la Historia con las lenguas abuelas:

actualizan. Que las reducciones no sean despojos del pasado sino d el presente* un lenguaje filoso de doble punta: ni barbarie ni civilización, las lenguas abuelas

es la prueba irrefutable de que el genocidio indígena no h a finalizado aún. ¿Pero no se casan con nadie (tienen "epitelios ocultos nunca dados al p lacer”) y son,

de qué le sirve a la poesía constatar que la historia está abierta com o u n a herida? com o dice el poem a "T estim o n io” , "lo s idiom as desterrados/ por la iglesia y la

A través del testim onio, la p oesía se hace cargo de lo que representa u n a deuda república” . Las lenguas abuelas n o se creyeron nunca el cuehtito de la civilización.

de la H istoria; cada país tien e la suya, y en cada uno parece haber llegado la hora
de la reafirm ación de lo que, eufem ísticam ente, se llam a la diversidad cultural,
2. Las imágenes de la poesía en busca del alma perdida
com o si no supiéram os que todo núcleo de com unidad es, n ecesariam en te, un
alm ácigo híbrido, un haz heterogéneo de seres en relación, un ám bito cohabitable En Reducciones Jaim e H uenún incorpora m aterial iconográfico, concretam ente
de m ulticulturalidad. A h ora, cuando el m ovim iento de los colectivos indígenas fotografías, fotocopias de una cédula de identidad, retratos fam iliares, estam pillas
no solo se ha vuelto visible sino tam bién percatado de que sin con cien cia n i lu ch a de correo, fotografía de indígenas com o botín de guerra y de ciencia, un cráneo
nad a es posible en relación con los d erechos hum anos, H uenún con este libro nos m apuche llevado a Berlín, com o tantos otros, para ser analizados, es decir, el

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libro reúne un archivo considerable de m aterial iconográfico dispuesto en lugares llegó dem asiado bajo. A unque por este m otivo la preparación de la m usculatura

relevantes d el poem ario. Así, las im ágenes p ertenecientes a la sección ‘‘Cuatro de la órbita no será posible, que era lo que q u ería h acer el Profesor V irchow , el

cantos fu n erario s” refieren a los in d ios m apuche de la Patagonia argentina que cerebro se ha conservad o de un m odo adm irable. La cabeza y a fu e p resen tad a a

Perito M oreno trajo, com o botín y com o objeto de estudio de laboratorio, del la Sociedad A ntropológica de Berlín” . El lector va de la lectura de este texto a la

genocidio perpetrado en las últim as décadas del siglo X IX durante la Cam paña al fotografía tom ada por Lehm ann-N itsche y se p regunta d ónd e, en qué p arte de

Desierto. H uenún trabaja con los cráneos de estos indios que fueron expuestos en la página se encuentra la poesía, ya que tod a la sección llev a p o r título “Cuatro

la vitrin a del M useo de La Plata. En el "Canto I / D am iana” , vem os la fotografía de cantos fu n erario s” ; una sección que tiene com o epígrafe un fragm ento del m ito

u na india adolescente desnuda y el poem a, obligado a perder el verso y olvidarse ach é-gu ayakí que dice: "Los Blancos, lo que caracteriza/' a los eternos blan cos/

de sí m ism o, deja paso a la prosa de tran scrip ción com o cita literal de los escritos es que ah ora viven exam in án d o n os/ a n o so tro s, los m u y viejo s/ a n o sotros, los

referid os p or q uien es llevaron ad elan te la m asacre p o lítica con el aval de la ya m u ertos” . Este pequeño fragm ento d esestab iliza la ratic eu rccén trica desde

autoridad de la cien cia d ecim onónica. Esta bru tal sustitución no es solam ente la experiencia vivid a por esa com unidad en fren tad a y cercada d esd e la represión

u na cuestión de género, sino sobre todo la in vasión de la barbarie que, disfrazada colonial. Esta tetralogía funeraria d esp laza en la im agen la p oesía de lo hum an o y

de ciencia, ocupa el lugar del poem a. ¿Dónde está la poesía? ¿Dónde fue a parar deshum aniza, en contrapartida, la presunta verdad civilizatoria: el cuei po desnudo

la poesía, ante estos testim onios del horror, donde los cuerpos vueltos fósiles, de Dam iana o el cuerpo vestido de Catriel, el icono del cráneo, en el que se nota

se exh ib en en vid rie ra s y se cla sific a n d esd e la n egación de su h um anidad? nítidam ente la línea transversal serru ch ad a com o leem os en el texto, y el yám an a

Estos cantos fu n erario s es una de las secciones m ás intensas del libro, porque con taparrabo llam ado M aish Kenzis, a quien se lo obligaba “ a preparar esqueletos

allí se concentra el rostro palpable del Genocidio. Desde esta perspectiva de la hum anos para su exhibición” , son im ágenes de archivo que ocupan el lugar vacante

sustracción, por m edio de la cu al el poem a se ausenta para dejar paso al testim onio de la poesía. Es, por tanto, la iconografía el lugar del canto fun erario , com o si de la

de la ciencia, este reaparece com o com posición p oética en el lugar de la fotografía, fotografía em anara un halo, un espíritu capaz de reparar tanta barbarie. El valo r

investida ah ora con la fu erza del docum ento. El p oem a es esa im agen y el lector de la poesía reaparece com o im agen pero ya no p oética sino iconográfica: esta

encuentra en esos cuerpos la fría ob jetivid ad de la cien cia que se vuelve, por restituye a los ojos del lector lo que perten ece al orden del sujeto de la historia,
obra y gracia de la confrontación, una falacia, un discu rso de la negación de lo pues el dato testim onial de la fotografía no suple, pero rep on e la im agen del

hum ano. Transcribim os el texto que acom paña el “Canto I / Dam iana” firm ado viviente. Recurso oblicuo, el poem a h ab la desde su desap arició n , pero se m uestra
p or Lehm ann-N itsche: “ La edad de la india en 19 0 7 al m orir era de 14 a 15 años; como im agen docum ental que recupera la p resen cia (su aparición ) con vid a de

en enero de 1897 el señ or de la Hitte, le daba m ás o m enos 2 años, el señ or Ten una p ersona ya m uerta. La fotografía les otorga a estos sujetos la cred en cial de
Kate 3 a 4 años y la fotografía b ien parece indicar u na niñ a de la edad indicada “vivien tes” m ientras devienen , en el m om ento en que son fotografiad os, sujetos
por nosotros.// En el m es de m ayo de 1907, gracias a la galantería del doctor Korn, reducidos al m useo: reducidos al m u seo con vid a es la in stan cia a la que estos
pude tom ar la fotografía que acom paña estas líneas y hacer las ob servaciones sujetos fu eren obligados a reducirse. “ Cuatro cantos fu n erario s” de Jaim e H uenún
antropológicas; e hice bien en apurarm e. Dos m eses y m edio después m urió la está afirm ando precisam en te eso: el m useo com o reducción y n o solam en te la
d esd ich ada de una tisis galopante cuyos princip ios no se m anifestaban todavía m isión bajo el control de la Iglesia o los red ucto s con cen tracion arios, desp ués,
cuando hice m is estudios.// La cabeza de la indiecita, con su cerebro, fue m andado bajo el control del Estado. Los ind ígen as fotografiad os com o vivien tes y com o
al profesor Juan Virchow, de Berlín, para el estudio de la m usculatura facial, del cadáveres recorren el cam ino que va d esd e el h álito a lo fósil, p u esto que tod os
cerebro, etc. El cráneo ha sido abierto en m i au sen cia y el corte del serruch o sabem os que las reducciones no se d etuvieron y siguieron practicán d ose en el

175
corazón de las tinieblas de la civilización. Las otras fotografías, las que m uestran “Cisne de m í” es com o den om ina H uenún a ese p oem a-clau su ra de la tetralogía

las reducciones hechas a los cuerpos para volverlos cadáveres o bien esqueletos o o, mejor, a ese poem a que transform a el curso de la h istoria: escrito e n cursiva,
cráneos para el docum ento, son las fotografías del m ás allá de la vida: algunas de es un poem a lírico que otorga la voz a una p rim era p erso n a que h ab la de sí com o

ellas im ágenes serruchadas, lo cual es posible porque, com o plantea Virchow, no cisne. Tam bién H uenún apostrofa y politiza la exp erien cia del arte cara a cara

hay vida espiritual en su interior. Al m enos, la autoridad de su voz así lo explícita en con la historia, com o si los cisnes restañaran la catástrofe de los docum entos de
prim era persona: “He disecado mucho cadáveres y nunca he encontrado un alm a”. b arbarie: "el d ía que com ienza en los castos n id a le s,/ el d ía de totora, de b arro y
El m useo com o reducción es una de las verdades desnudas de la civilización: tran sp a ren cia /será p ara d o b la r mi cuello en h e rb a z a le s,/s erá p a ra ren d irm e a

abierta a la im punidad del sentido y al escándalo m ás abom inable de la ciencia. la m ortal belleza / que m e trae el viento de las a lta s m o n ta ñ a s,/la n eb lin a verde
La poesía de H uenún no anda con vueltas: a la barbarie hay que seguirla hasta que crece y se d isp ersa ,/ el silencio de oro de la tarde en la a re n a ,/ el vu elo de los
el salón dorado de la academ ia, h asta los paran infos del saber, h asta la m esa de m íos sobre agu as eternas".
d isección de H ans Virchow. ¿Por qué la p oesía tiene necesidad de apelar al carácter icónico de la im agen?

A h ora bien, la poesía reaparece en el poem a “Cisne de m í” y reaparece con Lo que d en om in am o s en n uestra cu ltu ra c o n tem p o rán ea b ajo el térm in o de

toda la potente intensidad de la lengua sublim e del m odernism o, ese idiolecto catástrofe o de d esastre, reside ju stam en te en u n a relació n in d e fe ctib le con

sen su al y lujoso reconocible en el fu lgor verbal rub end arian o que, con un lirism o la otredad ya que en el centro está la gran c u estió n del su frim ien to h um ano

eufórico y eurítm ico, restituye la d im en sión sim b ólica de la palabra poética, ajeno. Gomo p lantea G riseld a Pollock, ya no vivim o s el tiem po d el p oem a de

pródiga de un im aginario que construye un reaseguro estético, un interior, una A uden en el que: Sobre el su frim ien to no se equ ivo caban / los viejos m aestros:

casa que habitar y en la cual guarecerse de las inclem encias de la intem perie del qué bien co m p ren d ía n su posición h u m a n a ; no se eq u ivo ca b a n cóm o su ced ía

m undo. Este locus am oenus del poem a que cierra la tetralogía funeraria no es (el acontecim iento histórico) m ientras alg u ien com e o abre u n a ven ta n a o solo

una bucólica de lo banal (la bucólica huye del lugar enrarecido de la civilización pasea por ahí. La p oesía de H uenún apela a la im agen visual, no tanto com o un

y es el antecedente, m ás lejano en cuanto al género, del retiro ecológico) sino una suplem ento (la im agen p oética no se debilita ni necesita corroborar lo que afirm a)

interiorización lírica que busca en la poesía curar las h erid as d e la historia. Los sino m ás bien com o una corresp on dencia que gravita con efectos de arch ivo: la

cisnes han sido desde siem pre los am igos del p oeta y H uenún lo sabe. Sabe que a poesía podría docum en tar sin apelar al texto iconográfico, pero esa im agen, que

los cisnes puede pedirles h asta el com prom iso político com o efectivam ente hizo regresa, com o d escribe Roland Barthes, de la m uerte, entabla con el p oem a un

Rubén Darío, quien logró convertirlos, para la p oesía m odern a latinoam ericana, diálogo, u n eterno nütram , en la m edida en que co-rresponde al acontecim iento

en eso: en los seres m ás fieles en la desilusión, los que acom pañan al p oeta h asta de la barbarie de la historia.

las últim as con secuen cias y no solam ente en los cantos del arte sino, justam ente,
h asta el canto del cisne, es decir, h asta la m uerte. H uenún escribió un poem ario
3 . Testimonio de las abuelas:
p olítico y esa politicidad no depende exclusivam ente del m odo com o denuncia
seguiremos escribiendo poesía
la m asacre de lá alianza fu n e r a r ia entré la p ó lític a y la ciencia,'sirio tam bién
depende del testim onio d el cisne: con Rubén Darío, los cisn es se han afiliado a El poem a “ T estim on io” , que cierra el poem ario, se in scribe en la larga tra­
las causas políticas, dejaron los estanques versallescos y se hundieron, con toda dición de los cantos testim oniales ind ígen as com o la de los p oetas n ah u as que
su blan cura inm aculada, en los b arriales m ás hediondos, com o escribió el poeta estam paron su visió n en un alfabeto extraño a su u n iverso o los m an ifiestos de
argentino N éstor Perlongher, otro que politizó su poesía leyend o a Rubén Darío. protesta ante el rey, com o el M anifiesto de agravios, bexaciones y m olestias que
padecen los indios del Reyno del Perú del cacique V icen te M ora Chim u Cápac en autonom ía de lo poético respecto del m undo referencial, si no fu era porque lo que

1732 9. Ahora, en el siglo XX I, el testim onio de H u en ú n h ab la de otras ruinas de fábula Puerto Trakl confabula al m ism o tiem po contra él m ism o: la p resen cia del

la historia, porque lo que hace el poem a es sob reim p rim ir la figura de las abuelas mar, el alcohol en el que se refugian sus h abitan tes, los bares, burdeles y callejas

m apuches a la de la historia am ericana com o traum a de la conquista. La bivalencia de las ciudades pegadas al puerto, y todo eso junto, aunque no tenga lugar en el
m apa, tien e dem asiado en com ún con el ám bito m arítim o del sur chileno, abierto
singular/plural es el and arivel gram atical que le p erm ite al sujeto del poem a salir
a las grandes travesías por m ar y a las im aginaciones en loq u ecid as p or la soledad
de su historia personal y entrar en la historia de la com unidad, expand id a a su vez
del confín del m undo. P uerto Trakl es el barco ebrio d é la p oesía de H uenún: es el
a la nación, pues el esfuerzo de la com posición resid e en que la experiencia no se
consum a en la esfera m eram ente individual. Es u n e sfu e rz o que revela el núcleo abandono de la poesía para que m erodee y se pierda em briagada p or el alcohol de

de la p oética que se está gestand o en Reducciones: en fren ta r la historia p ersonal la(s) lengua(s). Un don lenguaraz perm ite que la poesía se pierda p ara encontrarse
después. Puerto Trakl escribe a su m odo cerem onias que no son las del prim er
con la com unitaria, en el contexto de la H istoria in stitu cio n al ch ilen a y (latino)
libro hom ónim o sino otras cerem onias, que p asan por el alcoh ol y la literatura
am ericana, donde cabe tanto la dim ensión cerem o n ial del prim er libro, enraciné
que, en un punto, son lo m ism o: una droga n ecesaria si se b u scan los paraísos
en el territorio m apuche-huilliche, el territorio m ás austral de Chile y del planeta,
artificiales de la poesía. A h ora sí Reducciones podrá reunir a la len gu a m aterna y
com o la dim ensión tabulada y fabu losa de Puerto T rakl que es el descubrim ien to
la vern acu lar y la che sungún y todas las que aparezcan com o un m od o de decir
de un territorio im aginario, cu ya irrealidad co n figu ra el territorio de lo poético
el m undo doloroso de las reducciones.
p or antonom asia. Fabular un territorio portuario, dedicado al poeta expresionista
"Testim onio” es un poem a que se apropia de una form a d iscursiva de la cultura
alem án llam ado Georg Trakl que m uere loco, p o d ría con d ucirn os a u na suerte de
m apuche-huilliche, el nütram , que es una conversación, un a ch arla, una form a
que, en esta.ocasión, aparece com o una estructura dialógica no consum ada, pero
Este texto es estudiado por Elena Altur.a en su ensayo La voz y su letra. Conflictos de
representatividad grupal en el Perú del siglo XVII. Transcribimos un párrafo de este artículo:
sí efectivam ente aludida por el sujeto del poem a. Esa estructura d ialógica se juega
"El texto (del cacique Vicente Mora Chimu Cápac), aunque dedicado a los miembros del entre quien habla y Salazar, el sujeto apostrofado, el tú presente pero m udo en
Consejo de Indias, apela directamente al soberano. Contribuye a reducir la lejanía del
el acto de locución a cargo de la voz del poem a. Esa p olarid ad de sujetos queda
destinatario -p o r la circularidad que supon e- la cita textual de cédulas y ordenanzas
reales, que obra como un poner ante los ojos y los oídos del rey sus propios dictámenes establecida de todos m odos aun cuando Salazar no h ab le en d iscu rso directo
para recordarle, en el contrapunto producido por el relato de casos concretos, que su ley era
(ni tam poco indirecto): es el d estinatario-escuch a, a quien la com po sició n no le
continuamente transgredida por las autoridades coloniales. Mora Chimu Cápac convierte
en !eit motiv de su alegato el acabamiento de los indígenas -co n la consiguiente pérdida otorga el derecho de h ab lar sino solo el de escuchar. Conm inado a la p resencia
de valores materiales y espirituales para la m onarquía- ocasionado por la corrupción de
del y de la escuch a -las dos fu n cion es no son la m ism a: la p rim era lo constituye
los funcionarios aliados a los corregidores”. En esta dirección cabría mencionar otro texto
denuncialista: Representación verdadera y exclamación rendida y lamentable que toda la com o d estin atario del coloquio y la seg u n d a garantiza la p alab ra del otro, el
nación indiana hace a (...) Fernando VI, de Fray Calixto Túpak Inka. En este escrito, fray que habla, para que su discurso no caiga en saco roto-, el apellido esp añol del
Calixto "extrema los recurso para amplificar el tono de denuncia y menguar la distancia ante
el rey”. Se imprimió en 1749 y fue entregado al rey en 1750. Fray Calixto era un mestizo donado sujeto apostrofado lo d efin e com o un d estinatario d em asiado elocuente, pues
franciscano quien fue ayudado por el latinista Antonio Garro. “El texto materializa la noción ia voz m estiza m apuche-huilliche hace referencia en ou "¡.«.oiimonio” a fo rm ic
de representación caracterizada como un juego de presencia y ausencia. Así-continúa Elena
de injusticias acuñadas durante la C olonia; incluso los ejem plos de latrocinios
Altuna-si de un lado lo ausente es la figura del rey, lo presente es la voz de la Escritura Sagrada.
Esa dimensión transtemporal del reclamo habilita los paralelismos entre el Rey y Yavé, entre y rapiñas vu elven a establecer esa vin cu lació n con el pasado, pero ya no se trata
el pueblo hebreo y el indiano, exiliados ambos de la heredad”. Comparados ambos textos
de u n a referencia cuya eficacia llegue a ago tarse allí, m ás b ien recoge el hilo de la
se podrían establecer las siguientes analogías basadas en el sentido de territorialidad: a) en
Mora Chimu Cápac el territorio perdido aparece como “despojos sufridos” y b) en fray Calixto m em oria para m ostrar su p erviven cia en el presente. El "T estim o n io” de H uenún
Túpak Inka, el reclamo se funda en la noción de extranjería entendida como segregación del
espacio propio.

179
178
leja bastante en claro -com o podem os leer en las y lo s p oetas am erindios- que Konumpa/Memoria
;1 núcleo testim onial parte del y vuelve al presente, m unidos de u n a con ciencia
;um am ente crítica, pero tam bién actual (al m argen, b a sta leer las declaraciones
le H uenún y de m uchos otros y descu brir que uno de los verbos m ás u sados es
>recisamente actualizar o reactualizar). Cantos ocultos llam a Jaim e H uenún a
os cantos quechuas, guaraníes, nahuas, aim aras o m apuch e velados o tarjados
>or una m odernidad o p osm odern idad engañ osas en la m edida en que para los
>oetas am erindios del presente no están perdidos, tod o lo contrario, puesto que
e vu elven fuentes donde abrevar ante el asedio el neoliberalism o económ ico y Este es un libro en crecim iento arbóreo. Las hojas que h oy salen de las p rensas
:1 colonialism o cultural. esconden otras voces y vision es; buscan un cam ino en la escritu ra y su reverso:
"T estim onio” de Jaim e H uenún ficcion aliza un relato que flu ctú a entre la el coro oral de las lenguas y los ritos invisibles. N ingún poem a term ina en su
onfesión y la denuncia, entre el tono en in flexión sin gu lar de la h isto ria propia y últim a palabra; m ás bien con ella recién em pieza a urdir la tu pid a tram a de los
1 tono en inflexión plural de la historia colectiva de la com unidad a la nación, en eternos y a la vez cam biantes sím bolos íntim os y colectivos. Y ese trabajo no
ina diacronía que m arca el curso de la h istoria institu cional de Chile. La m em oria tiene descanso ni final.
le un país la construyen las abuelas: aseguro de la identidad del sujeto y, al m ism o Un libro, sobre todo un libro m estizo - y este, por cierto, lo e s - le debe a cada
iempo, espejo de la h istoria: el futuro de la p oesía am erin d ia reside allí, en la santo una vela, a cada tótem un culto, a cada antepasado una costum bre, una
'ersistencia del pasado: “seguirem os escribien d o sobre ab u elas” parece querer opaca pero persistente m oral. Aquí el lenguaje y la m em oria son tributarios, com o
igniñcar que tenem os el antídoto contra las glo balizacion es que cercenan y que siem pre, de congéneres vivos y congéneres m uertos. Paso, por eso, lista a quienes
stán apoyadas por los m edios de com u nicación m asivos. El antídoto reside en m e acom pañaron en este tram o del viaje:
ds legados artísticos de los pueblos originarios, cu ya resisten cia hace posible su Sergio M ansilla Torres, Roberta Eacic, Elvira H ernández, V erónica Zóndek,
erduración. En este contexto, escribir en "las lenguas de las abu elas”, desterradas Cecilia N eira, Sergio Parra, N aín N óm ez, Paulo Slachevsky, Gilberto M artínez
into de la iglesia com o de la república, es u n principio de subversión porque, com o H u ala, S a r ita K ram m , C o n sta n tin o C o n tre ra s, E n riq u e F o ffa n i, L e o n a rd o
1 poem a señala, las abuelas tienen “ u na lengua en el fondo de la len gu a” . Hay Sanhueza, Raúl Zurita, G onzalo Rojas (Q.E.P.D.), Jaim e Q uezada, Cecilia Vicuña,
n a lengua y hay otra en el fondo: es esta a la que los p oetas acuden porque con A licia Salinas, Pedro Araya, Bernardo Colipán, Luis Ernesto Cárcam o H uechante,
lia se puede h ablar desde adentro, b ien desde el fondo. En síntesis, es p or estas Gustavo Guerrero, Rodrigo Rojas Bollo, A ndrés Braithw aite, D aniel Borzutzky,
izones que los aspectos coloniales del poder no han sido cancelados en absoluto, Antonio Melis, Dave Oliphant, Jarnes Park, Clem M cCartney, Concha García, Carlos
n el cruce entre neoliberalism o económ ico y la vu elta a una política neocolonial. Trujillo, Elisa Loncón, César M illahueique, Marcial Colin, Eduardo Rapim án, Mario
a lengua del poem a de Jaim e H uenún lo dice con sum a claridad: seguirem os M eléndez, Francisco Véjar, Yanko G onzález, Paulo H uirim illa, M aría Eugenia
ablando sobré abúéTas porqúé 'N adié've la cica triz o cciden tal en sus p alabras. Góngora, A íie ia S a to m o n e .G rín o r Rojo,-M arisa N eg ri/Su san Foote, José Osorio,
Soledad Fariña, Dam aris Calderón, Julio Carrasco, H ugo Carrasco, Juan M anuel
E n r iq u e Fo f f a n i Fierro, Elizabeth Neira, Raúl M ansilla, Sergio Di M atteo, Ó scar Saaved ra, Roxana
Doctor en Letras M iranda R upailaf, M iguel Á n gel López-H ern ández, M iguel C ocom Pech, José
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Luis Ayala, Á ngel Valdebenito, M abel García, Verónica Contreras H auser, Vicente
Universidad Nacional de La Plata

180 181
n aschina, A driana Razquin, Felipe A randa, M artin Q uintana, Javier A lejandro
o Cárdenas, A m alia A n d aur H uechante, Sergio M uñoz, W aldo Llan qu ilef, Eva
la u r H uechante, Egor M ardones, M anuela Colipe (Q.E.P.D.), Elsa Curriao Colipe,
ita Curriao Colipe, M anuel Curriao.
A ellas y a ellos y a quienes la m em oria oculta en su sem illa: chaltu may. Gracias
la am istad y las palabras trenzadas en el niitram ilum inado.
índice

Los archivos de la niebla


(notas para leer Reducciones de Jaim e Luis Huenún) 11

Entrada a C h a u ra ca h u in 21

Entrada a Chauracahuin 23
Los viajes, las vigilias 28
M alocas 31
Che Sungún 33
Puente de las piedras tigres 34
A lonso de Ercilla parlam enta y fum a
frente al levo alzado de C hauracahuin 35
Serm ón en lengua de Chile
(Luis de Valdivia, 1621) 36
Preguntas del m isionero 38
Plática sobre la M uerte y el Infierno
(Fray Antonio H ernández Calzada, 1843) 40
Dictado en som bras 43
Halconero 45
Fabla de Castilla 47
Fundaciones I 49
Fundaciones II 50
Coro de guerra 51
Ceremonias Dibujo de m onte (Cuneo Chico) 119
53
Entierros 12 2
H uachihue 55
H uechantü 12 4
Cerem onia del amor 56
U m autulí 12 7
Fogón 58
R anch era para el silencio 129
M arera 60
En la C asa de Zulem a H uaiquipán 13 1
H ortelana 61
Toda la luz bajo las aguas 132
H erm ana 62
Trum ao 134
Purrún 63
Em ilio M aldonado, huesero y peregrino 135
Envío a A nahí 64
M anuela Colipe Benavente 137
Sudario 65
Su eñ os del kalku 138

Cuatro cantos funerarios 67 Llam ekan 139


C onversación en la casa del águila 140
Canto I/Dam iana 70
Pew unhuentue 14 2
Canto 1¡/Catriel 71
José M aría H uaiquipán cabalga
Canto III/M aish Kenzis 72 en círculos sobre el río de los cielos 143
Canto IV /E 1867 73 We Tripantu 144
Cisne de mí 74 Crónica de fin de invierno 145
Inche ta piupiukürüpel 75 Feria Libre de Rahue 147
V íctor L lan qu ilef em puja el bote ebrio al Río De Las Canoas 149
Envíos 77
V icente Treuquil contem pla la p rim era luz en Isla H uapi 15 0
Lucho L lan quilef envía su últim a carta
Reducciones 97
desde el Río de la Greda 15 1
Reducciones 99 Gladys A n c a laf entrega cuerpo y alm a al turbio m ar de las totoras 153
Ü 1 de Tripayan 101 Jaim e M endoza Collío se pierde y canta en los bosques
Cerem onia de la m uerte 102 invisibles de Requém Pillán 155
C isnes de Rauquem ó 113 Ü 1 de Catrileo 156
En el cem enterio de S an Juan 114 Carta de los suelos íj S

Parlam ento de Huenteao En la ruka de David 16 0


en la Isla Pucatrihue 115 Testim onio 163
Nütram 116 N otas sobre algunos p oem as y sus fuentes 167
Las lenguas abuelas: eso es todo lo que queda en el tintero
(Sobre Reducciones de Jaime Huenún) 169
por E n riqu e Foffani
Konum pa/M em oria 18 1
LOM EDICIONES /p o e s ía

Antología critica de la poesía chilena


Tomos I/IL m y l\'
Naín Nómez
Obras inéditas
Pablo de Rokha
Arte de morir
Óscar Hahn
A peor vida
Armando Uribe
El ciudadano del ohñdo
Vicente Huidobro
B poema en el poema
Efraín Barquero
ESTE LIBRO HA SIDO PO SIBLE POR EL T R A B A J O DE
Antología de la poesía boliviana
Mónica Velásquez
Quince
David Rosenmann-Taub
Pena de Vida
Óscar Hahn
Silvia Aguilera, Mario Garcés, Luis Alberto Mansilla, Tomás
c o m ité e d i t o r i a l
Antología de la poesía peruana
Mouiian, Nain N óm t¿, Jorge Guzmán, Julio Pinto, Paulo Slachevsky, Hernán Carmen Ollé (compiladora)
Soto, José Leandro Urbina, Verónica Zondek, Ximena Valdés, Santiago Santa Vergüenza ajena
Cruz e n l a e d ic ió n Florencia Velasco p r o d u c c i ó n e d ito r ia l Guillermo Bustamante Armando Uribe
p ro y e c to s Ignacio Aguilera d i s e ñ o y d ia g r a m a c ió n e d it o r ia l Alejandro Millapan, Las palabras necesarias. Muestra antológica de
poesía venezolana del siglo XX
Leonardo Flores c o r r e c c i ó n de p ru eb as Raúl Cáceres d i s t r i b u c i ó n Nikos Matsiordas Arturo Gutiérrez Plaza (compilador)
c o m u n id a d d e l e c t o r e s Francisco Miranda, Marcelo Reyes ven tas Elba Blarney, Nosotros los sobrevivientes. Antología
Luis Fre, Marcelo Meló, Oiga Herrera bodeca Francisco Cerda, Pedro Morales, Roberto Fernández Retamar

Carlos Villarroei lib r e r ía s Nora Carreño, Ernesto Córdova c o m e rc ia l g r á fic a


Soy Yos. Antología, 1966-2006
Cecilia Vicuña
lo m Juan Aguilera, Danilo Ramírez, Inés Altamirano, Eduardo Yáñez s e r v ic io
Un oñgen donde podría sostenerse el Arso de las
a l c lie n te Elizardo Aguilera, José Lizana, Ingrid Rivas d is e ñ o v d ia g r a m a c ió n aguas
Nadia Prado
c o m p u ta c io n a l Nacor Quiñones, Luis Ugalde, Jessica Ibaceta s e c r e t a r i a c o m e rc ia l
ryimrs T'aUibrci /Vircí.. i07í}-2C:0S
Elioska Molina p r o d u c c i ó n im p r e n t a Carlos Aguilera, Gabriel Muñoz s e c r e t a r i a Oliver We!den
im p re n ta Jasm in A lfaro im p r e s ió n d ig s t a l W illiam Tobar im p r e s ió n o f f s e t Kiimedugun/Kúmewirin
Rodrigo Vé'.iz e n c u a d e rn a c ió n Ana Escudero, Andrés Rivera, Edith Zapata, Maribel Mora Curriao y
Fernanda Moraga García (editoras)
Pedro Villagra, Eduardo Tobar d esp ach o Matías Sepúlveda m a n te n c ió n Jaime
Los versos del Sub-teniente o
Arel a d m in is tr a c ió n Mirtha Ávila, Alejandra Bustos, Andrea Veas, César Delgado. Teoría de la Luz Propia
Marcelo Reyes Khandia
La pared de agua
Subhro Bandopadhyay / Violeta Medina
Su voz viene en el viento
Manuel Rojas
L O M E D I C I O N E S Maquinaria Cnile

359 Delicados
(Antología de la poesía actual en México)
P. Serrano / C López Beltrán (selección)

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