Bartolomé De Las Casas labor a favor de los indios Bartolomé De las Casas (1484-1566) Bartolomé de las Casas fue un fraile dominico español, cronista, teólogo, obispo de Chiapas, filósofo, jurista y apologista de los indígenas. Le fue otorgado el título de "Protector de los indios" por el cardenal Cisneros. Vino a las Américas para hacerse rico. Le habían adjudicado una encomienda que incluía indígenas y tierras, el sueño de todos los conquistadores. El joven encomendero tomó los hábitos de los dominicos y la vida parecía fácil y llena de oportunidades. Pero había algo que no era por completo de su agrado, aunque ni él mismo sabía exactamente qué. Una tarde de 1511, durante la misa, el padre Montesinos empezó a gritar a los feligreses, entre quienes se encontraba De las Casas. Dedicó el resto de su Montesinos no dejaba de llamarlos pecadores y mandó a todos vida a defender las almas los encomenderos al infierno. El predicador los condenó al fuego y los cuerpos de los eterno por torturar y asesinar a los indígenas, los cuales, según habitantes originarios de este revolucionario, eran también personas, “iguales a nosotros”, América. dijo, “incluso con alma y sentimientos”: “¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís?”. Montesinos predicó ante una audiencia hostil, la misma que pidió con éxito que fuera expulsado de América y enviado de vuelta España. Sin embargo, aquella tarde De las Casas entendió por fin lo que le disgustaba de su empresa. Bartolomé renunció a su encomienda y después de estudiar y reflexionar, dedicó el resto de su vida a defender las almas y los cuerpos de los habitantes originarios de América. Uno de los episodios más llamativos de su batalla a favor de los indígenas americanos ocurrió entre 1550 y 1551 en la Universidad de Valladolid. De las Casas y su adversario, Juan Ginés de Sepúlveda, discutieron frente a un jurado y miembros de la élite intelectual española sobre la naturaleza de los indígenas y la legitimidad de la Conquista. Aunque para ambos filósofos los indígenas eran seres humanos con almas que podían ser salvadas, para Ginés de Sepúlveda estos humanos eran inferiores, de modo que la Corona estaba en el deber de gobernarlos y adoctrinarlos. Por su parte, para De las Casas la misión de la Corona era el pacífico adoctrinamiento en las enseñanzas del cristianismo, tarea relativamente fácil, ya que para el sacerdote los nativos americanos entendían perfectamente las nociones del bien y el mal e incluso tenían reglas de comportamiento acordes con el cristianismo. De hecho, argumentó que los americanos eran cristianos naturales. Aunque la victoria de De las Casas fue más o menos reconocida, del debate no resultó ninguna legislación a favor de los indígenas. Pero la autoridad moral, intelectual y política del sacerdote creció enormemente.