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Staff
MaJo MadHAtter
Erienne

Elizabeth Scarhood Erienne


Athena09 Elizabeth Scarhood
Gasper Black Athena09
Gigi <3 Valevilchez
Ivy Pily
Just_Jen Sapphire
Melanie Reads Gasper Black
Yoda Cotesyta Vitale
MaJo MadHatter

MaJo MadHatter
Pau

Aria
Índice
Sinopsis
Cindy tiene el corazón roto. El amor de su joven vida, la persona que ha
idolatrado desde su nacimiento, ha muerto. Cindy amaba a su hermana más
que a la vida misma, era todo su mundo, pero luego se suicidó y Cindy quiere
saber por qué.

Cindy, una chica joven, ambiciosa y decidida, hereda todo lo que su hermana
tenía, incluyendo un pleito con el hombre que Cindy sospecha, asesinó a su
hermana. Jura vengarse de este tirano multimillonario, este asesino sádico, y
se va a Las Vegas para seguirle la pista. Asume una nueva identidad, una
nueva persona, se une al burdel donde él es el mayor cliente y se pone a
trabajar.

Cindy ya no es una chica inocente con el corazón roto. Ahora es Kelly West,
una mujer luchadora que hará cualquier cosa para conseguir lo que desea, y
Kelly quiere poner a este multimillonario de rodillas.

The Plan es el primer libro de la serie The Shamed Billionaire (El


Multimillonario Avergonzado), una serie New Adult sensual y tórrida sobre una
joven que se esfuerza por conseguir lo que desea en un mundo despiadado,
peligroso y pervertido.

The Shamed Billionairre #1


1
Traducido por Elizabeth Scarhood & Just_Jen
Corregido por Erienne

L
a limusina olía asqueroso, una mala combinación de cerveza y
de vómito. Me estaba enfermando. Anoche esto era una fiesta
en el auto, transportando una despedida de soltera con damas
de honor borrachas; hoy es un auto solemne llevando a una familia afligida al
cementerio. Iba en el coche con un par de primos y tías, me dirigía al camposanto
para enterrar a mi hermana mayor, mejor amiga y mi héroe, Penny West.
Tía Debbie era la única hermana de mi mamá. Cuando Penny y yo éramos
niñas, la visitábamos durante dos semanas en las vacaciones de verano. Tía Debbie
era tan dulce, de buen corazón y generosa. Siempre había un regalo, un abrazo y
una cálida sonrisa esperando por nosotras. Siempre nos saludaba con fuertes
abrazos y besos con baba, antes de alimentarnos con galletas caseras y luego nos
daba nuestros regalos. Era como Navidad en Julio. Tenerla conmigo en estos
momentos era reconfortante.
Siempre parecía saber qué decir, pero hoy no. Se encontraba sufriendo
tanto como yo, no solo por Penny sino también por mí.
Mi prima Stacy, era un año más grande que yo y cuatro años más joven que
Penny. Stacy y yo la seguíamos por ahí, dejándola dictar lo que hacíamos y cómo
jugábamos. La mayoría de las veces jugábamos a disfrazarnos. Penny escogía un
atuendo, nos maquillaba y peinaba nuestro cabello como si fuéramos participantes
de un concurso de belleza. Otras veces, visitábamos la laguna local dónde el agua
era cristalina, pero tan fría como el hielo. A lo largo de la orilla había una cuerda de
Tarzán atada a la rama de un árbol. Mi prima y yo siempre teníamos miedo de
intentarlo, pero Penny no. Caminaba hacia el terraplén, agarraba la cuerda, y
saltaba en el aire, gritando mientras flotaba sobre el agua antes de dejarse caer y
hacer un enorme chapoteo.
Tenía tan gratos recuerdos de cuando iba a casa de la tía Debbie. De algún
modo, en los últimos años, estuve demasiado ocupada y perdimos el contacto.
Hablábamos por teléfono para los cumpleaños y fechas especiales, pero las visitas
pararon y nuestras vidas siguieron adelante.
Las dos compañeras de trabajo de Penny, Lori y Brenda, eran educadas y
simpáticas. Hablaron muy bien de Penny, diciendo que era muy agradable trabajar
con ella, y que sería extrañada enormemente. Me contaron algunas historias de
cómo Penny llevaba donas o café a la oficina. Todos esperaban su llegada, siempre
cuidaba de los demás. Esa era Penny, sí señor.
Era la que reparaba, siempre tratando de solucionar los problemas de los
demás y constantemente se preocupaba de si alguien se encontraba bien. Era
maternal por naturaleza, al igual que nuestra mamá. Si te encontrabas enfermo, te
traía medicinas “sin receta”: sopa de pollo con fideos, junto a un té con miel. Si
pasabas por un mal momento, siempre encontrarías una tarjeta con un “que te
mejores” o “pensando en ti” en el correo. Cuando era mi cumpleaños, Penny me
despertaba a las seis de la mañana, solo para ser la primera en desearme un feliz
cumpleaños.
Eso ya no ocurriría más.
Nadie dijo una palabra en todo el viaje. Presioné mi cara contra la ventana,
mirando las líneas de las luces de neón que corrían a lo largo del techo y las filas
de copas cristalinas de champán bordeadas en portavasos. Entonces me di cuenta:
mi hermana nunca será dama de honor en mi boda, cuando sea que eso ocurriera.
No podía creer que se había ido, solo tenía veintiséis años, demasiado joven para
morir.
Solo habían pasado cuatro años desde que mamá y papá murieron en un
accidente automovilístico. Nunca olvidaré ese día. En ese momento tenía dieciséis.
Penny me había ido a buscar a la escuela, antes de llevarme al parque donde
solíamos pasear a nuestros perros y darme la noticia. Un autobús de la ciudad,
viajando a gran velocidad, había embestido la parte posterior del clásico
Volkswagen Beatle del ‘67 de mi papá, matándolos a ambos instantáneamente.
Perderlos fue difícil. Cada mes, en el aniversario de su muerte, Penny y yo
íbamos al cementerio con flores, rememorábamos los momentos que pasamos con
ellos, por lo general unas vacaciones familiares. Penny se retiró de la escuela de
derecho y regresó a casa para criarme. Continuó tomando clases en línea, pero
nunca se graduó. Siempre dijo que algún día lo haría, pero estaba más preocupada
por mí que por sí misma.
Por los siguientes dos años, Penny veló por mí como una mamá gallina haría
por sus polluelos. Se aseguraba de que hiciera mis tareas y cumpliera con los
plazos; evaluando a cualquier novio potencial, haciéndome hacer los quehaceres y
fue voluntaria en mi baile de graduación para asegurarse que no me metiera en
problemas.
De pie sobre su ataúd, me sentí tan perdida. Tía Debbie envolvió sus brazos
a mí alrededor para consolarme. —Esto no está bien —le dije—, ¿por qué Penny se
suicidaría? Tenía tanto por delante.
—Cindy tampoco lo entiendo. Era una persona feliz —replicó tía Debbie.
Stacy, Brenda y Lori colocaron una rosa en el ataúd, me dieron un abrazo y dieron
un paso hacia atrás mientras seguía llorando. Cuando mamá y papá murieron,
estuve en shock. Me encontraba sin vida, insensible y mostré poca emoción. Pero
con Penny, lloré tanto que mi estómago empezó a sufrir convulsiones, y caí de
rodillas por el dolor, deseando que no fuera cierto.
No pensé en ello hasta ese día, cuatro años después de sus muertes.
Caminando de regreso a la limusina, me volteé hacia la tía Debbie. —Tengo la
misma edad que tenía Penny cuando mamá y papá murieron, veinte años —dije—.
Era tan fuerte. Quería ser como ella.
Tía Debbie se preocupaba de cómo iba a manejar la muerte de Penny. Trató
de convencerme de que fuera y me quedara con ella todo el tiempo que quisiera.
Me tomó más de un año para comprender la muerte de mis padres, no sabía
cuánto tiempo, si es que alguna vez sería capaz, superaría esto. Aprecié la oferta,
pero pensé que sería mejor para mí el volver a la normalidad lo más rápido
posible. Al menos eso es lo que planeé.

***

Era estudiante de segundo año en la universidad, estudiando leyes al igual


que Penny, solo que mis notas estaban lejos de ser tan altas como las suyas. Una
semana después del funeral regresé a clases. Era el semestre de otoño, solo tres
semanas antes de los finales y las vacaciones de invierno. Noche tras noche, traté
de estudiar pero no podía concentrarme. Mis amigos fueron de apoyo, pero
empecé a alejarme, no salía de mi cuarto, y dejé de ir a clases, todo al mismo
tiempo.
Me empezaba a arrepentir de alguna vez haberme inscrito en la universidad.
Si no lo hubiera hecho, tal vez Penny todavía estuviera aquí. Fui a la universidad
para convertirme en abogada, eso es lo que me dije a mí misma, pero en realidad
fui porque quería que Penny estuviera orgullosa de mí. Sin embargo dejarla fue un
error, me necesitaba. Necesitaba a alguien que estuviera ahí para ella, y no lo
estuve. Se suicidó, pero mi presencia podría haberla salvado.
Ansiosa por mis calificaciones y con miedo de suspender mis exámenes
finales, decidí que mi única opción era dejar la universidad. Empaqué mis
pertenencias, me despedí de mi compañera de cuarto y de mis amigos, y conduje
hacia la Gran Manzana para vivir en el apartamento de Penny.
Por días, su apartamento estuvo sellado con cinta amarilla; bajo
investigación hasta que fuera oficialmente dictaminado el suicidio. El gerente de la
propiedad me escoltó a su complejo estudio cuatrocientos cinco. Deslizó la llave
en la cerradura y abrió la puerta.
—¡Mierda! —gritó el gerente.
Alguien había saqueado todo el apartamento. Cada gabinete y cajón de la
cocina había sido abierto. Las cubiertas del sillón y los cojines se encontraban
esparcidos por el suelo. Ropas, papeles y libros yacían por todas partes en
desorden. Una mezcla de tristeza y desesperación, mezclada con ira y negación, me
recorrió. Estaba enojada. Alguien había violado la casa de Penny y me lo tomé
como algo personal. Me llevó dos días limpiar el desorden.
Durante las primeras cuatro noches dormí en el sillón reclinable, pero mi
espalda no lo soportaría otra más, así que esa noche, cautelosamente me arrastré
hacia la cama de Penny. Podía oler la fragancia de su champú en la funda de la
almohada cuando la apreté con fuerza contra mi cuerpo y mi cara. No pasó mucho
tiempo hasta que mis lágrimas empaparon la almohada.
Transcurrió una semana antes de que me diera cuenta de que me estaba
quedando sin provisiones. No había abandonado el apartamento por siete días y la
mayor parte del tiempo solo me sentaba mirando al televisor montado,
preguntándome si el proveedor de cable había interrumpido el servicio. Sin
ninguna iniciativa de buscar el mando o encender manualmente la televisión, solo
permanecí tirada en la cama. Al igual que la pantalla de cincuenta pulgadas, todo
en mi interior era negro, sin energía, empuje, motivación o propósito.
Pasó un mes y solo salí del apartamento dos veces, lo que hizo que el
gerente entrara en pánico, entendible considerando lo que acababa de ocurrir con
mi hermana. Temeroso de que hubiera seguido el ejemplo de Penny, un Equipo de
Respuesta de Emergencia llegó al apartamento. Revisaron mis signos vitales y
descubrieron que me encontraba deshidratada y que mi presión arterial estaba
extremadamente baja, por lo que me trasladaron al hospital.
Después del examen, fui admitida en una clínica de salud mental por
depresión, ansiedad y pensamientos suicidas. Durante los siguientes seis meses,
me sometí a evaluaciones psicológicas, terapia psiquiátrica y a dosis de Tofranil,
Prozac, Lexapro y Celexa. Me sentía sin esperanza, desamparada y abandonada.
Entonces, algo inesperado sucedió que cambió el curso de mi vida para
siempre.
Tuve una visita.
Me senté ansiosamente, preguntándome quién podría ser, cuando la puerta
se abrió. Un hombre bajo de estatura, de ciento treinta y seis kilos, sin afeitar,
usando un traje azul y blanco a cuadros, con tirantes, una amplia corbata azul
marino y una camisa manchada de café, caminó hacia mí. Había sudor en su sucia
frente y apartó sus largos mechones de sus ojos antes de sentarse. Colocó su
harapiento maletín de cuero gastado en la mesa, liberó el pestillo y sacó un
montón de papeles desordenados.
—Hola, señorita West. Mi nombre es Jerry Watkins. Soy su abogado.
Me encontraba confundida y perpleja. —¿Abogado? —respondí.
—Bueno, era el abogado de Penny, pero ahora soy el suyo —contestó.
Al final resultó que, poco después de que mis padres murieran Penny
contrató al señor Watkins para representar a mis padres en una demanda por
homicidio culposo contra el Departamento de Transporte de Nueva York. Los
arreglos que hizo Penny fueron que si algo le sucedía, yo sería la única heredera de
la demanda. Me encontraba a punto de heredar siete millones y medio de dólares,
menos la tasa del veinte por ciento del señor Watkins por honorarios.
—Están listos para liquidarse —dijo el señor Watkins con una sonrisa.
Ordenó los documentos legales, alineándolos uno al lado del otro, me
entregó una pluma y señaló los formularios. —Firme aquí. Aquí. Y aquí.
Fue agridulce. Era ridículamente rica, pero a costa de perder a mis padres y a
mi única hermana.
Cuando terminé de firmar, apiló los documentos y dijo—: Una cosa más,
¿quiere que continúe persiguiendo el fraude de la inversión?
—¿De qué está hablando?
En ese momento era demasiado joven para comprender mucho, pero una
empresa de inversión, denominada Legacy Investments S.A., había estafado a la
jubilación de mi papá. Penny descubrió información y contrató al señor Watkins.
Me explicó que mi hermana aceptó intencionalmente un puesto en esta firma con
la intención de obtener pruebas. Nunca ni siquiera me tomé el tiempo de
preguntarle a Penny dónde trabajaba, todo lo que sabía era que era una auxiliar
administrativa y trabajaba en el centro.
—Me llamó dos días antes de morir y me dijo que tenía la prueba, pero
nunca tuve una oportunidad de verla —dijo.
—¿Dónde está? —pregunté.
—No sé. Pero tengo el presentimiento de que lo que sea que encontró,
tiene algo que ver con su muerte.
—No entiendo —respondí.
Hasta ahora, la historia contada por la policía era que Penny había
reclamado que era acosada sexualmente en el trabajo. La investigación demostró
lo contrario, pero nadie me dijo el por qué. La única explicación ofrecida fue que
después de que se abandonase la investigación, Penny regresó al trabajo, cayó en
una profunda depresión y al parecer tuvo una crisis nerviosa antes de suicidarse.
Convencido del juego sucio, el señor Watkins recomendó a un Investigador
Privado para investigar a Harvey Goldman, el propietario de Legacy Investments
S.A. Él fue el agente de inversiones que estafó a mi papá, el mismo hombre que
acosó sexualmente a mi hermana y se salió con la suya. Estaba convencida de que
tenía algo que ver con la muerte de Penny y le iba a hacer pagar.
Antes de dejar la clínica, el señor Watkins pidió copias de mis registros
médicos para justificar por qué estuve tanto tiempo en la clínica mental. Sin los
documentos archivados, no publicarían ninguno de los registros médicos. Como mi
abogado, me dijo que presentaría una orden judicial contra la clínica por tratar de
sacar provecho de mi reciente pérdida. El médico de cabecera, el doctor Jenkins,
quien era mi psiquiatra, accedió a hablar con el señor Watkins en privado. Se
decidió que se llevaría a cabo una nueva evaluación psicológica en las próximas
setenta y dos horas y si la pasaba, sería puesta en libertad. Durante el siguiente par
de días, me reuní con el doctor Jenkins y el doctor Phillips, otro "psiquiatra” que
ofreció una segunda opinión, y fui autorizada.
Tomó unos días para los formularios de autorización, pero exactamente una
semana después, era libre para irme. Lo primero que hice fue ir a Dairy Queen y
ordenar un postre helado de mantequilla de maní. Los únicos postres que
teníamos dentro de la clínica eran sorbetes de naranja.
Tomó setenta y ocho días para que finalizara la liquidación. Con el fin de
obtener los fondos, tenía que reunirme con los abogados del Departamento de
Transporte de la ciudad de Nueva York. El señor Watkins se encontraba allí para
recibirme. El tráfico era horrible. No sabía cómo Penny pudo manejar esto todos
los días. Mi abogado y yo entramos a una gran sala de conferencias y allí debía de
haber presentes siete u ocho abogados. El acuerdo de liquidación iba a ser en tres
cuotas durante un período de un año. No me importaba, pero el señor Watkins se
opuso hasta que aceptaron pagar su veinte por ciento en un solo plazo. Tres días
más tarde, los fondos estaban conectados a mi cuenta y una nueva vida comenzó.

***

Tres semanas antes de la firma de la liquidación, me reuní con el Sr. Watkins


para obtener una actualización sobre la investigación. El investigador privado, Alex
Rivera, estuvo presente. Recuperó una copia del informe policial. El detective a
cargo del Grupo de Víctimas Especiales de la policía de Nueva York, Jerry Oliver,
era un amigo de toda la vida y compañero de equipo de la escuela secundaria de
Harvey Goldman. Los cargos fueron retirados porque los testigos dijeron que
vieron a Penny y a Harvey besándose en el estacionamiento, por lo que se
consideró consensuado.
Pero había más. Alex sabía que el juez de instrucción y el informe forense
revelaron huellas digitales de un hombre no identificado que se hallaban en una
copa de cóctel en el apartamento de mi hermana. Además, los testigos afirmaron
que vieron a un hombre que coincidía con la descripción de Harvey Goldman en el
apartamento de Penny.
—Ese hijo de puta —exclamé.
—Eso no es todo —dijo Alex—. El informe toxicológico muestra altos
volúmenes de Rohypnol y GHB en su sistema. —Hizo una pausa—. Esas son drogas
para violaciones. —Alex se volvió y miró al señor Watkins—. No hay forma de que
esto sea un suicidio.
No lo podía creer. Todas mis emociones estallaron a la vez y empecé a
llorar. Penny fue asesinada. Las imágenes en mi mente eran inolvidables. Podía
verla tumbada en el sofá. El horror de su sufrimiento era más de lo que podía
soportar. Y pensar que se quedó allí durante dos días antes de que el gerente de la
propiedad la encontrara.
—Lo siento mucho —dijo el Sr. Watkins al tiempo que me entregaba una
caja de pañuelos Kleenex. Secándome las lágrimas, mi dolor se convirtió en rabia.
Inmediatamente después de la muerte de Penny, me encontraba tan enojada.
Enojada con Penny por no llamarme y decirme lo que estaba pasando. Enojada con
Dios, por permitir que Penny muriera. Enojada con la vida y el mundo entero.
Noche tras noche en la clínica, yacía en mi cama, llorando hasta quedarme
dormida, preguntándome si la vida era digna de ser vivida ahora que no tenía
familia. Y ahora, descubrí que Harvey Goldman había asaltado sexualmente a mi
hermana. Había estado acechándola, la había asesinado y había cubierto todo el
asunto.
Alex llegó a decir que Harvey era un jugador. —Realiza varios viajes a Las
Vegas cada mes. Su lugar favorito es The Cat Tails Lounge… un burdel de clase alta.
Me imaginé a mí misma en Las Vegas. Quería confrontar a Harvey Goldman.
No había manera de que pudiera acercármele en Nueva York. Si solo me
presentara en su lugar de trabajo, con los vínculos con mi hermana y la demanda
por acoso sexual, sería escoltada fuera del edificio. Entonces tuve una idea loca,
una idea descabellada, pero me gustó.
Probablemente era una idea estúpida y mi formación en derecho debería
haberme dicho que dejara a las autoridades manejarlo, pero con la información
relativa a los forenses y un policía corrupto, ¿cómo podría confiar en el sistema?
Con eso en mente, decidí que necesitaba hacerlo. Tenía que ir a Las Vegas y
trabajar en el burdel bajo una identidad falsa.
Esa noche, regresé al apartamento de Penny y no podía dormir. Seguía
escuchando la voz de Alex contándome lo sinvergüenza y proxeneta que era
Harvey Goldman; que trataba a las mujeres como si fueran perros colocándoles
collares de cuero alrededor de sus cuellos, fijando una correa y azotándolas con
una paleta por ser malas. Es un enfermo hijo de puta, pensé mientras me sentaba
en la mesa de la cocina contemplando su degradación.
Abrí el portátil de Penny e hice una búsqueda sobre The Cat Tails Lounge. El
sitio web daba una descripción del negocio y lo hacía sonar como si fuera un
servicio de citas. Hice clic en la sección de Quiénes somos. Esto daba una breve
historia y mencionaba a la propietaria, Madame Elaine Dungy, pero en ninguna
parte del sitio tenían una imagen de Madame Elaine. Continuando la lectura del
sitio, este se jactaba de que tenía a las mejores “gatitas” en Las Vegas.
Hice clic en la pestaña Nuestras Chicas y me llevó a una página que
mostraba a todas las acompañantes. Se encontraban vestidas en lencería sexy de
Victoria Secret’s, y todas eran increíblemente atractivas. Una de ellas llamó mi
atención, Janine. Hice clic en su foto, y apareció en la pantalla una imagen
ampliada con una breve descripción. Era una chica china menuda con el cabello
negro azabache. Tenía los ojos enérgicos y brillantes, como un gato Siamés, que
parecían salirse de la página. Su cuerpo exquisito y seductor se encontraba
envuelto en un delantal transparente de satén con un frente coqueto y suelto,
combinado con una tanga a juego, pero lo que llamó más mi atención fue el
aparato de BDSM yaciendo en la cama en el fondo.
A la vista había un collar de cuero con pinchos, una correa de perro, una
mordaza de bola de cuero, cuerdas, látigos y una paleta. Me senté en la silla de
cuero negra de Penny, y me pregunté que, ella podría ser una de las chicas de
Harvey.
Seguí escaneando el lugar y vi una pestaña que decía: Oportunidades de
Trabajo. Hice clic en ella, tenía una breve pero tentadora descripción: Buscamos
chicas jóvenes, hermosas que quieran divertirse, vivir sus sueños y cobrar por ello.
Turnos solo de tarde y de noche, remuneración superior y grandes beneficios.
Solicitar en persona. Nada de llamadas telefónicas.
Solicitar en persona, pensé. Me acerqué a la ventana, corrí las cortinas, abrí
la ventana y encendí un cigarrillo. Había dejado de fumar cuando estaba en la
clínica de salud mental, pero al salir rápidamente comencé de nuevo. Observé por
la ventana, mirando hacia la noche, viendo todas las luces brillando intensamente
en la oscuridad. Sacudiendo la ceniza por la ventana, pensé, Penny me mataría si
supiera que estaba fumando en su apartamento.
Me di la vuelta y observé la zona, al sofá en el que Penny había muerto. Se
había ido. El equipo forense lo quitó y había un espacio vacío en dónde éste se
encontraba. Por alguna razón, nunca moví los otros muebles a ese lugar, y a pesar
de mi reciente fortuna, la idea de comprar muebles y ponerlos allí parecía solo
incorrecto.
Entré en la pequeña cocina, abrí un armario, tomé una taza de café para usar
de cenicero, fui al lugar vacío donde se encontraba el sofá y me senté en el suelo.
Seguí fumando mi cigarrillo, todo el tiempo pensando sobre ir a Las Vegas. Se
sentía como si fuera lo la cosa correcta para hacer.
En ese momento, un pájaro mecánico se asomó de pronto del reloj,
quejándose. El reloj cucú era de la abuela West. Lo obtuvo cuando su abuela murió.
Levanté la mirada hacia él y mi mente corrió atrás en el tiempo, cuando Penny y yo
solíamos quedarnos en la casa de la abuela. Dormíamos en la sala de estar en un
sofá que se desplegaba en una cama. Era la cosa más incómoda en la que nunca
podrías dormir. En medio de la noche, cuando el pájaro saltaba de su
compartimiento oculto, el sonido que hacía me asustaba de muerte. Asustada por
el diapasón de dos tonos, mi llanto despertaba a Penny y envolvía sus brazos a mí
alrededor y decía—: Cindy no tengas miedo, solo es un reloj.
Cuando era una niña, Penny se encontraba allí para protegerme del cucú.
Cuando el hada de los dientes venía, me despertaba para ver debajo de mi
almohada y reclamar mi premio, quince centavos. Cuando a las dos de la mañana
los truenos y los relámpagos reventaban, me sostenía y me cantaba, "Brilla, brilla
pequeña estrella, cómo me pregunto dónde estás". Penny era mi roca, mi mejor
amiga, y mi héroe.
Me acerqué de nuevo a la ventana y miré hacia el cielo. Las estrellas
brillaban contra el muy oscuro telón de fondo. Pensé en Penny que conocía todas
las constelaciones. Me concentré en la Osa Mayor y me recordó a los tiempos en la
que nos colábamos por la ventana del dormitorio, hacia el tejado con nuestras
mantas donde nos quedábamos mirando fijamente al espacio. Señalaría a la Osa
Mayor, identificándola como la estrella de afuera del balde, siguiendo su patrón de
la Estrella del Norte, que era la punta del mango de la Osa Menor. Siempre me
decía—: Yo soy la Osa Mayor y Cindy, tú eres la Osa Menor.
En ese momento, empecé a llorar. Reuniendo mis emociones, miré hacia
abajo y me di cuenta de que había dejado que mi cigarrillo se apagara. La ceniza
de unos 2 centímetros permaneció intacta. Por alguna razón, realmente no sé por
qué, me hizo reír. Necesitaba eso, me dije a mí misma, mientras colocaba la colilla
en la taza. Miré una vez más las estrellas, y luego de regreso a la mesa vi la página
web de The Cat Tails Lounge en la pantalla, al tiempo que el modo de suspensión
se activaba y la pantalla se volvía negra.
El protector de pantalla se activó automáticamente, una foto de la luna y las
estrellas. Me acerqué para obtener una visión más cercana, desplazándose por la
pantalla había un mensaje escrito que decía—: Te amo hasta la luna, y de regreso.
—Mamá solía decirnos eso, y después de que murió, Penny siempre terminaba
nuestras conversaciones telefónicas con esa frase.
Te amo hasta la luna, y de regreso.
Puse mi dedo en la almohadilla del ratón del portátil, el protector de
pantalla se disolvió y la página web de Cat Tails regresó. Mirando la pantalla,
observé la foto de Janine y la ropa BDSM. —Te amo hasta la luna, y de regreso,
Penny.
Tomé la decisión. Iba a ir a Las Vegas.
Una vez que la liquidación entró en mi cuenta bancaria, hice una cita con el
señor Watkins. Le pregunté si me ayudaría a cambiar legalmente mi nombre de
Cindy West a Kelly Lee. Me dijo que podría, pero solo después de que consiguiera
una nueva identificación con foto con mi nuevo nombre, tendría que ir al banco y
presentar los documentos legales con el fin de cambiar el nombre de la cuenta.
Tomó varias semanas para hacerlo, pero finalmente lo conseguí.
Era Kelly Lee.
Después de cambiar mi nombre, compré el apartamento de Penny. Instalé
cámaras de seguridad y una nueva y mejorada cerradura en la puerta del
apartamento. A continuación, hice un viaje a la peluquería. Cuando el peluquero
me preguntó lo que quería, le mostré una foto reciente de Penny.
A la mañana siguiente, fui a una tienda de flores en la esquina, compré un
arreglo magnífico y me dirigí al cementerio. Primero, me puse delante de la lápida
de mamá y de papá. Entonces, di un paso en frente hacia la tumba de Penny. La
lápida aún no había llegado, fue un pedido especial y venía del extranjero.
Agachándome, coloqué las flores en la tumba de Penny. Me puse de pie de nuevo
e hice lo que no había hecho por un largo tiempo. Hablé con Penny.
—Penny, eres la mejor hermana que nadie podría jamás tener. Quiero
decirte cuánto siento no estar allí para ti cuando me necesitabas. Voy a
compensártelo. Lo que te hizo Harvey Goldman fue horrible y no sé cómo, pero
voy a hacerle pagar por lo que hizo. Voy a estar ausente por un tiempo… —Me
reí—. ¿Estás acostumbrada a oír eso, no? —dije, empezando a llorar.
Las lágrimas corrían por mi rostro. Dije—: Pero pronto estaré de regreso.
Dile a mamá y a papá que los amo. No quiero que te enfades conmigo. Sé que
siempre me dijiste que nunca me precipitara en las cosas, pero no tengo elección.
Me voy a Las Vegas y cuando termine lo que he empezado, regresaré. Te quiero
hasta la luna, y de regreso.

***

Aterricé en el Aeropuerto Internacional de McCarran, tomé un taxi, y


conseguí una habitación en el Monte Carlo en la calle Boulevard. El hotel con un
año de antigüedad era extravagante, lujoso y suntuoso con un precioso techo en
forma de catedral, acabados en madera hechos a mano, decenas y decenas de
lámparas de araña de casi cuatro metros, una piscina de olas, un Lazy River de
ciento veintiún metros e interminables tiendas para ir de compras. Esa fue la
primera cosa en mi agenda, ir de compras. Compré un armario lleno de zapatos,
faldas, blusas y gafas de sol.
Entonces visité Lion’s Den, una librería para adultos, que me proporcionó
ropa interior erótica, sostenes, tangas, pantalones de cuero y botas. También
recogí algunas parafernalias de BDSM, incluyendo látigos, flageladores, paletas,
collares, correas, cinturones, esposas, vendas para los ojos, mordazas de bola de
cuero y mucho más.
Estaba lista para el siguiente paso, conseguir un trabajo como prostituta de
lujo en The Cat Tails Lounge. Después de unos días, me enteré de que la chica
favorita de Harvey era Janine Brady, cuyo verdadero nombre era Chin Young Tu.
Solo tenía 24 años y, al igual que yo, era una desertora de la universidad. Sus
padres se mudaron de China a los EE.UU. cuando tenía 12 años. (Me sorprendió lo
que una blusa escotada transparente, una falda corta, tacones de aguja y un billete
de $100 pueden conseguirte de un guardia de seguridad de un burdel).
Janine no tenía clientes esa noche, así que la seguí desde el Hotel y Casino
New York al Coyote Ugly, un bar y salón de baile de estilo sureño presentando
camareras calientes, atractivas y descaradas que suben a la barra cada noche para
realizar números de baile coreografiados. Uniéndome a Janine en la barra para las
bebidas, enseguida me enteré de que este era el lugar donde solía servir copas
antes de trabajar en The Cat Tails Lounge.
Después de beber un par de tragos de vodka, una historia triste
convincente, y una súplica desesperada en busca de ayuda, Janine se ofreció a que
durmiera en su casa durante unos días hasta que pudiera encontrar un lugar. Por
supuesto, mantuve mi habitación en el Monte Carlo con toda mi ropa y aparatos
fetiche. Solo me quedé con Janine como parte de mi plan encubierto para acceder
al Cat Tails Lounge, y ella era mi boleto.
Su casa era un estudio con un cuarto extra, decorado como la tienda de
muebles Pier 1 Imports. La gran sala despejada se hallaba amueblada con un
clásico sofá blanco de dos plazas de Chesterfield Colette que tenía brazos
enrollados hacia arriba, una espalda arqueada y profundos botones afelpados.
Contra la pared del fondo había una cortina Quatrefoil de fondo a juego con las
sillas de mimbre Papasan. Había paneles de mosaicos en las paredes y un set de
porcelana chino de Tomoko auténtico perfectamente posicionado sobre una mesa
Quentin. El punto focal de la habitación era una cama matrimonial Ashworth hecha
a mano de madera maciza.
Me mostró mi habitación. Era una recámara pequeña, de tres por cinco, con
una cama individual, una cómoda blanca, de cinco cajones, alta y estrecha, una
mesita de noche y una lámpara. Eran las tres de la mañana, así que después de un
viaje rápido al baño para cepillarme los dientes, me fui a la cama.

***

Me desperté por un grito.


¿Fue un sueño? Me senté en la oscuridad, y durante una fracción de
segundo, pensé en Penny.
¿Harvey está aquí?
¿Janine está siendo atacada?
Mi corazón se encontraba palpitando fuera de control. Cerré los ojos con
fuerza, tratando de recuperar el aliento. No sabía si levantarme y revisar, o
meterme debajo de la cama y esconderme, o gritar para pedir ayuda. Si alguien
estaba atacando a Janine, ¿qué podía hacer? ¿Podría vivir conmigo misma si no
hiciera nada? ¿Era la siguiente? ¿Éste era el final? Si Harvey se hallaba ahí fuera,
necesitaba algo para defenderme. Empecé a pensar en lo que tenía conmigo, una
plancha era lo único en lo que podía pensar como un arma.
Lentamente me levanté de la cama y, en la oscuridad, me dirigí fácilmente
hacia la cómoda y mi bolso, para coger la plancha. Mientras estaba buscando en mi
bolso por la plancha, oí un ruido de bofetadas, y luego a Janine gritando de
dolor—: ¡Alto!
Me sacudí del puro pánico y tiré mi bolso al suelo.
¡Pum!
—Oh, mierda.
Me agaché, revisé en mi bolsa, moviendo mi ropa. Sentí mi plancha y la
agarré con fuerza. Agarré el cable eléctrico y lo envolví alrededor de la base para
hacerlo más fácil de manejar.
Me estiré hacia adelante hasta encontrar la pared. Con una mano sostuve la
plancha, con la otra me apoyé en ella, mientras caminaba hacia la puerta. Alcancé
con cautela el pomo de la puerta, mi mano tropezando mientras lo hacía.
Otro golpe resonó desde la otra habitación. Salté y mi corazón latió aún
más.
Justo cuando el miedo trató de controlarme, cerré los ojos y pensé en
Penny. Pensé en todo lo que hicimos juntas, pensé en lo fuerte que era y pensé en
mis razones para hacer esto. Me concentré, mi ira se hizo presente y mi adrenalina
se desplazó. Estaba en esto por venganza y eso era lo que iba a conseguir.
Puedes hacer esto, me repetí a mí misma.
2
Traducido por Ivy & Athena09
Corregido por Elizabeth Scarhood

A
garré el pomo de la puerta y poco a poco le di vuelta a la manija
hasta que el pestillo se retiró de la placa de la cerradura. Por un
segundo, me debatí entre abrir la puerta lentamente, o abrirla
de un solo golpe e ir al ataque. Tomé una profunda respiración y poco a poco abrí
la puerta hasta que pude ver el exterior.
La bisagra de la puerta chirrió cuando conseguí abrirla hasta la mitad. Me
detuve, con la esperanza de que el ruido no diera mi ubicación en la distancia. Me
asomé por la abertura, pero los gabinetes de la cocina bloqueaban mi visión hacia
el estudio. Solamente vestida con una camiseta blanca demasiado grande que
descendía hasta mis nalgas y bragas negras de encaje, caminé de puntillas por el
suelo de baldosas. Podía escuchar a Janine aferrándose al aire, junto a un golpeteo
rítmico sonando como alguien siendo estrangulado en contra de éste.
La cocina se encontraba oscura como boca de lobo, y débilmente podía ver
los restos de la luz reflejándose en la pared. Un paso más y él quedó a la vista.
Allí estaba, pero ¿quién era? ¿Ese siquiera era Harvey?
Me di cuenta de que no tenía ni idea de cómo lucía Harvey. Por qué no le
pedí una foto a Alex, no lo sabía. Quienquiera que fuera, Janine parecía conocerlo
bastante bien porque tenía correas alrededor de sus tobillos, asegurados a los
postes de la cama de dosel, y sus piernas se estiraban detrás de sus orejas. Un
hombre robusto y corpulento tenía una mano contra la cabecera y la otra
alrededor de su garganta, mientras se balanceaba hacia atrás y hacia adelante,
penetrándola con fuerza.
En total conmoción, cerré mis ojos y entonces sucedió.
¡ZAS!
Janine gritó. Levanté mi cabeza solo para verlo de nuevo azotar su mano
contra sus nalgas. Después de que ella rugiera un grito erótico, colocó sus manos
sobre sus pantorrillas y alineó su pene para volver a entrar en su vagina.
Vigorosamente y repetitivamente la penetró mientras ella gemía con euforia.
No estaba siendo atacada, se hallaba teniendo sexo. Sabía que podía volver
a la cama, pero por alguna extraña razón solo me quedé allí de pie. Hasta ese
momento, solo había tenido relaciones sexuales una docena de veces con dos
hombres. No es que no disfrute del sexo, pero con todo el drama en mi vida, me
había encerrado en mí misma para evitar el dolor. Masturbarse era mucho más
fácil, sin compromisos y sin citas.
La vista era perfecta. Me encontraba en la oscuridad y ellos se hallaban a la
vista. Preguntándome qué hacer, decidí ver unos minutos más. Había pasado
mucho tiempo desde que tuve un orgasmo. Después de meses, drogada en una
clínica mental y el estrés emocional al descubrir que el suicidio de Penny fue un
asesinato, no había tomado ningún tiempo para mí. Ver porno era una cosa, pero
esto era sexo en vivo y me estaba excitando.
Debatiéndome entre si debía continuar con el voyerismo o irme a mi
habitación y darme placer, recordé que dejé mi vibrador en el hotel, así que
permanecí un poco más. Observando con atención, noté que él no tenía ningún
vello corporal. Por un momento, me desvié, especulando si se había encerado,
afeitado o usado una loción de depilación.
En ese momento, se puso de pie y su movimiento me sobresaltó. Me alejé
para esconderme de ser descubierta, esperando que no llegara a la cocina. Me
agaché fuera de la vista solo por si acaso. Entonces, el sonido de un corcho
explotando de una botella resonó en toda la habitación. Me recliné para echar un
vistazo y lo vi bebiendo de una botella de champán, mientras caminaba hasta la
cama. Pude verlo en toda su gloria. Su pene era largo, se encontraba hinchado y su
área genital bien afeitada. Janine seguía atada a la cama en una posición de cuna, y
me di cuenta que sus manos estaban atadas, estirando sus brazos de lado a lado.
Se acercó a un lado de la cama, bajó la botella a seis centímetros en su cara,
y lentamente vertió el vino blanco espumoso en su boca. Luego él tomó otro gran
sorbo, bebiéndose más de la mitad de la botella antes de dejar escapar un eructo
largo. Ahora, eso es decepcionante, pensé.
―Perdona ―dijo con enfática vergüenza.
―¿Qué vas a hacer con el resto de eso? ―preguntó Janine en un tono
seductor.
―¿Quieres el resto? ―preguntó, como si se tratara de un acto escrito.
―Sabes dónde lo quiero, ¿verdad, cariño? ―dijo Janine, mientras empezaba
a mecer sus caderas arriba y abajo de la cama. El movimiento captó mi atención.
Los labios de la vagina de Janine estaban bien afeitados. Me hizo pensar sobre mi
pequeño parche de vello púbico de unos tres por tres centímetros por encima de
mi clítoris, y pensé, tal vez también debería afeitarme.
La visualización temporal de afeitar mi coño en la bañera enorme del Monte
Carlo me hizo perder lo que él estaba haciendo, hasta que oí sonidos de
salpicaduras y recuperé mi enfoque. Reposicionando mi atención en su aventura
sexual, miré justo a tiempo para verlo verter los restos de la botella en su
entrepierna. Janine respondió inclinando su cabeza hacia atrás y luego sacudió su
cabello negro azabache de lado a lado con placer erótico. Su apariencia sensual y
oriental se aceleró cuando ella entornó sus ojos con un sexy ceño fruncido, una
expresión familiar que todos los actores porno usan para atraer y excitar a un
hombre. Sé por mi limitada experiencia que funciona.
―¡Dámelo! ―gritó Janine con insistencia.
Lo que sucedió después me sorprendió y me excitó. Colocó la punta de la
botella contra los labios de su vagina y la retorció muy suavemente para
penetrarla. Vi entrar el cuello de la botella en su coño y sus labios se envolvieron
ajustándose alrededor del envase con forma curva. Empujó con fuerza y casi tres
cuartas partes del cuerpo de la botella la penetraron completamente. Janine gimió
de deseo y dijo―: Dame más.
Cómo su pequeño cuerpo podía soportarlo, no lo sabía.
Lentamente, empujó aún más, conduciendo el recipiente al fondo de su
pared interna. Reajustó su varonil agarre en la botella y colocó su pie sobre el
borde de la cama, bloqueando mi vista de la penetración completa. Me moví hacia
la derecha para conseguir una mejor visión, y en ese momento noté que mis
bragas se encontraban húmedas. Estaba goteando por la excitación, empapada.
Levanté mi camiseta y deslicé mi mano en el interior de mis bragas hasta
que mi dedo medio llegó a mi clítoris. Pude sentir el jugo húmedo contra la punta
de mis dedos mientras empezaba a masajearme con movimientos circulares. Verlo
deslizar la botella hasta la mitad y luego arremeter de nuevo hacia el interior de
Janine era emocionante, por decir lo menos.
Coloqué la punta de mi dedo en mi interior, deslizándolo dentro y fuera con
placer. Mis pezones se pusieron duros en respuesta y pude ver su protuberancia
mientras miraba hacia mis tetas. En cualquier momento iba a explotar, pero
después de retener mis orgasmos por tanto tiempo, ¿cómo permanecería en
silencio? El debate en mi mente me presionaba para ir a mi habitación, pero no
quería perder el impulso y tener que empezar de nuevo.
En cualquier momento, pensé.
Mis piernas empezaron a temblar cuando apreté mis nalgas, arqueando mi
espalda y me dispuse a disfrutar. Flexionando mi postura, me apoyé en puntillas de
pie posicionándome para el clímax. Perdí el equilibrio y cuando fui a sostenerme
con mi otra mano, la plancha que todavía sostenía cayó sobre la encimera de la
cocina.
Al mismo tiempo, mis ojos y los de Janine se conectaron. Oh, mierda, me
dije, estoy tan pillada.
Avergonzada y desconcertada acerca de qué hacer ahora, solo me quedé allí
de pie.
—Ven y únete a nosotros —respondió Janine con indiferencia.
Con una mano abajo en mis bragas y la otra sosteniendo la plancha,
respondí diciendo—: Lo siento, me desperté y vine a buscar un vaso de agua.
—No seas tímida, ven a pasar un buen rato —insistió.
—Oh, no quiero entrometerme con tú cliente —dije.
—Él no es un cliente, es mi novio... Thomas, esta es Kelly, es la chica de la
que te estaba contando.
Ya se encontraba mirándome, pero extrañamente, todavía deslizaba la
botella dentro y fuera de la vagina de Janine, como si nada hubiera sucedido. —
Encantado de conocerte —dijo.
Solté la plancha, saqué mi mano de mi ropa interior y torpemente
respondí—: Encantada de conocerte. —¿Qué otra cosa se supone que debía decir?
—Está bien, Thomas no muerde —respondió Janine.
—Sí, lo hago —dijo en tono de broma.
Sin pensarlo dije—: Sí, pero no soy una...
—¿Una lesbiana? —dijo Janine, terminando mi frase.
Al mismo tiempo, Janine y yo respondimos—: No es que haya nada malo en
ello. —Las dos nos reímos cuando nos dimos cuenta de que dijimos lo mismo en
perfecta sincronía. El humor rompió el hielo para que me les uniera. Luego, me di
cuenta de que esta era una oportunidad perfecta para mostrarle a Janine mi
iniciativa para la sexualidad. ¿Cómo sino iba a convencerla para que me presentara
a su Madame?
—Estoy dispuesta a experimentar —dije mientras entraba al estudio para
participar en mi primer ménage à trois1. Sabía que tenía que hacer que esto
pareciera como si fuera una profesional, por lo que después de dar dos pasos, sin
perder ritmo, me quité las bragas y luego mi camiseta.
—Mi, Dios, chica, eres hermosa —dijo Janine.
De un metro sesenta y siete centímetros, ojos azules cristalinos, y un cuerpo
increíble, sabía que era sensual. Pero, antes de llegar a Las Vegas, fui a la
peluquería, tuve mi cabello de un color rubio con reflejos, dediqué semanas para
broncearme —sin líneas—, hice clases de aeróbicos durante tres meses y me
ejercité en el gimnasio para ganar un busto de treinta y cuatro C, sesenta
centímetros perdidos y noventa centímetros en el trasero que llevaron una gran

1
Relación sexual que mantienen simultáneamente tres personas.
cantidad de levantamiento de piernas. En muchos sentidos, era una copia exacta
de Penny.
Cuando me acerqué más, Thomas quitó la botella y dio un paso hacia atrás
como si me presentara seductora y sensatamente a Janine. Aún posicionada con
sus piernas casi detrás de su cabeza y sus brazos extendidos de par en par, me
preguntaba cómo demonios eso siquiera era cómodo. Me invitó a subir encima de
ella a su parte superior, así que lo hice sin dudarlo.
Con mis dos manos, una a cada lado de la parte superior de su torso,
sosteniendo mi peso, me incliné hacia delante para alinear mi clítoris con el suyo.
Presioné mi entrepierna sobre la suya mientras la vi rodar sus ojos de nuevo dentro
de su cabeza y gimió. El húmedo champán había humedecido sus hinchados labios
y la suave textura de su coño afeitado me excitaba. Inclinando mis pezones contra
su cuerpo, descansé sobre sus deliciosas tetas redondas. Se disparó una emoción a
través de mi cuerpo al tiempo que mi piel se me ponía de gallina erizándose en
mis nalgas, brazos y piernas.
Con sus ojos cerrados, Janine sacó su lengua. Sabía lo que tenía que hacer,
pero jamás lo había hecho antes. De repente, varias escenas e imágenes de Girls
Gone Wild2 destellaron en mi mente. Decidí que lo mejor era recrear una escena
que había visto muchas veces. Descendí, envolviendo mi boca alrededor de su
lengua, chupándola, deslizándome hacia arriba y hacia abajo como si fuera un
pene.
Obviamente, esto le gustó. Janine empujó sus caderas hacia arriba,
conduciendo mi clítoris contra el suyo. Luego, guardo su lengua dentro de su boca
y empezó a besarme apasionadamente. Debo admitir que, besar a una chica es
muy diferente a besar un chico, los movimientos y lugares correctos me hicieron
gotear aún más que cuando me estaba masturbando en la cocina. Luego de un
minuto o más, le levanté sus tetas y las presioné contra los labios de su vagina,
frotándolas de arriba hacia abajo.
Preguntándome qué se encontraba haciendo Thomas, me giré en su
dirección para verlo acariciando su polla. —¿Qué estás esperando? —pregunté.
—No estaba seguro sobre lo que querías —contestó.
—Sigo esperando —respondí.
Volviéndome de nuevo, Janine se encontraba mirándome a los ojos con la
misma mueca sensual que usó en Thomas hace unos momentos. Esta vez era para
mí y era tentadora más allá de toda medida. Sacó su lengua y empezó a doblarla
con movimientos, como si estuviera lamiendo mi coño. Sin dudarlo recuperé mi
posición, mis tetas en las suyas, y empezamos a besarnos de nuevo.
Thomas se subió a la cama, colocando sus rodillas contra el interior de mis
muslos. Janine y yo estábamos disfrutando del momento cuando sentí a algo

2
Programa de televisión para adultos.
hurgando contra mi área pélvica. Era la polla de Thomas, deslizándose entre Janine
y yo. Su polla dura, humedecida con su líquido pre-seminal, fácilmente pasaba
entre nuestros huesos pélvicos, mientras bombeaba hacia atrás y hacia adelante,
resbalando contra nuestras entrepiernas. Era la sensación más increíble, mucho
más fuerte que un vibrador. Podía sentir la punta de su pene frotándose contra mí
mientras retiraba sus caderas, muy lentamente.
Thomas se bajó de la cama. Me volví para ver lo que hacía, cuando vi la
botella de champaña en su mano. Giré de vuelta hacia Janine y continué besándola
cuando sus ojos se abrieron completamente, mientras que Thomas la penetraba
con la botella. Gemía al tiempo que la besaba y eso me motivó ya que anticipaba
lo que a continuación iba a suceder. Luego la sentí, la punta de la botella tocando
los labios de mi vagina mientras que tomaba su otra mano y lentamente me abría.
El cuello de la botella se encontraba frío. Podía sentir el tamaño aumentar al
tiempo que suavemente la empujaba dentro de mí.
Continuó tomando turnos, penetrando el coño de Janine y luego el mío,
rotando como si nos encontráramos compartiendo una bebida. Después de unos
pocos intervalos, colocó la botella en la cama y retomó su posición con su pene
entre nuestros huesos pélvicos. Cuán estimulante, pensé, perdida en el momento.
Thomas introdujo su polla en el interior de Janine y comenzó a empujar sus
caderas. Podía sentir la parte inferior de su abdomen golpeando contra mis
mejillas mientras la penetraba. Luego fue mi turno. Su enorme cabeza sobresalía
de mi coño con deleite. Era enorme. La intensidad creció cuando sentí su pene y su
hueso pélvico depilado presionándome. Vaya, qué sensación era, como nunca
antes, sin vello púbico. La suave superficie causó que mi clítoris se tensara bajo su
polla palpitante, agarrándolo como una tenaza, mientras que el húmedo coño de
Janine se frotaba contra el mío.
El encuentro sexual era como nada que hubiera experimentado antes.
Nunca había sentido tales emociones corriendo a través de mi cuerpo. Aferré mis
manos alrededor de las muñecas de Janine, apretándolas con mucha fuerza,
presionando mis tetas contra sus pezones, mientras Thomas extendía la mano y
agarraba mis largos mechones de cabello. Jaló con fuerza, pero no lo suficiente
como para hacerme daño. Mi cabeza se despegó de los labios de Janine cuando
me tiró la cabeza hacia atrás, como si estuviera montando un caballo salvaje.
Janine balanceaba sus caderas hacia adelante y hacia atrás, frotando su clítoris
contra el mío, mientras Thomas continuaba impulsándose dentro de mí, todo el
tiempo tirándome hacia él usando mi cabello como palanca, rasgándome.
En ese momento, escuché a Thomas decir—: ¡Oh, mi, Dios! —Con un
empujón más sacó su polla de mí y liberó un rugido poderoso. Su caliente esperma
chorreó de su pene y aterrizó en mi espalda baja y en mis glúteos. Típico chico,
pensé, no puede esperar a que una mujer tenga un orgasmo.
—Lo siento señoritas —dijo—, no pude aguantarlo por más tiempo.
—Está bien —respondió Janine—. Es nuestro turno.
Me hizo una seña para que subiera en ella, de espaldas. Tiró de mis caderas
hacia abajo hasta que mis nalgas estuvieron sobre sus pechos. Luego secó el
semen de mi espalda, me empujó hacia adelante y frotó su jugo en mi coño. Luego
de que me humedeciera, agarró mis caderas y me jaló de vuelta. Al instante supe
lo que quería que hiciera, que me sentara sobre su cara. Así que, me senté a
horcajadas con mis muslos alrededor de sus mejillas y presioné mi clítoris en su
boca. De inmediato, empezó a lamer mi coño. Oh, mi, Dios, pensé, mientras
penetraba mi vagina con su lengua. —Se siente increíble —dije en voz alta.
Janine tomó mis caderas, jalándome hacia abajo sobre su cara mientras
seguía lamiéndome. Luego se apoderó de cada una de mis muñecas y tiró de mí
hacia abajo, hasta que mi estómago se posó en el suyo. Una descarga de
adrenalina asumió el control mientras me quedaba boquiabierta con su coño
depilado. Me detuve y miré cuando Thomas colocó sus dos manos en la parte de
atrás de mi cabeza y condujo mi cara hacia abajo hasta que mi boca aterrizó en su
clítoris. Probando una mezcla de champán, el fluido de Thomas y el jugo de Janine,
me encontraba perdida en una euforia de éxtasis. La alcancé con mis manos,
extendí los labios de su vagina y lamí con fuerza. Sentí la punta de la lengua de
Janine moviéndose en mi punto G mientras lamía rápidamente de ida y de vuelta.
Vi la polla de Thomas a unos cinco centímetros de mi frente. Su pene se
encontraba todavía duro y largo. Antes de que tuviera oportunidad de reaccionar,
su pene penetró a Janine. Thomas gentilmente quitó mi cabello de mis ojos, y de
mi cara y lo colocó a un lado, para verme lamer el clítoris de Janine. Pude ver las
venas estallando en su pene y me atrajo como atrae a un insecto en la noche un
estallido de luz. Antes de darme cuenta, me hallaba chupando su polla y el coño de
Janine al mismo tiempo. Eso la hizo gemir aún más, supe que ella se encontraba
cerca. No quería ser la última en llegar al orgasmo.
No solo nunca había he estado con una chica, nunca me había corrido con
algo en mi vagina. Siempre tuve que frotar mi clítoris. Sentí a Janine tirando de mis
costados, rogándome que me levantara por un momento. Cuando me levanté de
su área pélvica agarró mis tetas, masajeándolas y pellizcando mis pezones. Le
devolví el favor frotando su clítoris con mi mano mientras Thomas seguía
penetrándola.
Vi la enorme polla de Thomas golpear en la vagina de Janine mientras
continuaba frotando su clítoris; su húmeda lengua masajeaba mi coño y ella
apretaba mis pezones. Estaba a punto de explotar. Podía oír los gemidos de Janine
hacerse más y más fuertes mientras continuaba lamiéndome. Algo sobre sus
gemidos me afectó. Éstos aumentaron en volumen y velocidad. Sabía que se
hallaba a punto de terminar y me excitó al punto que empecé a chorrear mis jugos
en su boca, sin contenerlos. Cubrí su cara con mis jugos.
En cuestión de segundos, Janine empezó a gritar—: Oh, sí… Oh, sí… —
Empezó a correrse y, como en una reacción en cadena, Thomas sacó su polla por
segunda vez eyaculó, rociando una buena cantidad en el estómago de Janine.
Sin aliento, jadeaba mientras todo mi cuerpo se estremecía. Me bajé de la
cara de Janine y caí boca abajo a su lado en la cama. Ella golpeó mi trasero y
gritó—: ¡Bien chica, de eso es de lo que hablaba!
Thomas agarró una toalla y empezó a limpiar su esperma del estómago de
Janine. Luego le desató las correas, liberando sus brazos y sus piernas. Se deslizó
en sus calzoncillos, caminó hacia el área de la cocina, encendió la luz, abrió el
refrigerador y dijo—: ¿Quién quiere una cerveza?
Una cerveza, pensé… ¿Estás loco? El café me gusta más. Pero no dije nada.
Solo me quedé ahí, entumecida por todas partes.

***

Un golpe en la puerta me despertó de mi resaca orgásmica. Janine se sentó,


envolvió la sábana alrededor de su pecho y dijo—: No puede ser. Él no está
programado para estar aquí hasta el fin de semana.
—¿Quién? —preguntó Thomas.
—Harvey —contestó Janine.
Mi corazón latía con fuerza como si tuviera una sobredosis de cafeína.
Tienes que estar bromeando.
Salté de la cama, agarré mi camiseta y rápidamente la tiré por encima de mi
cabeza.
—¿Quién es Harvey? —preguntó Thomas mientras tomaba un sorbo de su
cerveza.
—Un cliente… es un imbécil… cree que es mi propietario y que puede venir
a mi departamento sin mi consentimiento —dijo Janine mientras se ponía de pie,
envuelta completamente en la sábana.
—Me encargaré de él —dijo Thomas al tiempo que empezaba a caminar
hacia la puerta.
Janine corrió y lo interceptó antes de que pudiera llegar a la puerta. —
Déjamelo a mí —dijo—. Está malditamente loco. Nunca sabes lo que hará.
—No le tengo miedo —respondió Thomas.
—No es eso… es uno de nuestros más grandes clientes y a Madam Elaine no
le gustará si le das una paliza —replicó Janine—. Ustedes dos entren en la
habitación de invitados, voy a deshacerme de él.
Thomas se encogió de hombros y empezó a caminar a la cocina para entrar
a la habitación en donde me alojaba. —Muy bien nena, pero si me necesitas, solo
llámame y estaré en él como el blanco en el arroz3.
Janine se dirigió hacia la puerta y se giró, viéndome de pie ahí. —Quédate
justo ahí, puedo decir que eres una amiga de fuera de la ciudad y que no puede
entrar. Eso va a librarnos de él a ciencia cierta. No le gusta la gente que no conoce.
Sosteniendo mi ropa interior, me di cuenta de que se vería extraño si me
veía con las bragas en mi mano, así que me acerqué a la cama y las metí debajo de
la almohada, y luego rápidamente pasé hacia la cocina.
Janine miró por la mirilla. —Simplemente genial —dijo. Se volteó hacia mí y
dijo—: Dile a Thomas, que el imbécil está aquí. Lo necesito para controlarlo.

3
Texto original like white on rice, es una expresión, en español es común decir, estar encima de
alguien como pulga en un perro.
3
Traducido por Yoda y SOS por MaJo MadHatter
Corregido por Athena09

C
onfundida y perpleja por su petición, le dije a Thomas lo que ella
dijo y sin dudarlo, Thomas fue hacia la puerta. Me encontraba
despistada y no tenía ni idea de lo que iba a suceder, pero me
temía lo peor.
Agarré mi plancha de la barra de la cocina y entré rápidamente en la
habitación de invitados. Esperé unos cuantos minutos antes de salir para ver lo que
estaba ocurriendo. Thomas se encontraba de espaldas hacia mí.
Al final resultó que, el “idiota” no era Harley Goldman. Era el vecino,
quejándose del ruido; decía que no disfrutaba escuchar las ruidosas aventuras
sexuales de Thomas y Janine. No pude evitar sonreír mientras lo escuchaba
divagando, gritando, murmurando y maldiciendo mientras recordaba todas las
veces que había sido despertado o molestado por sus escandalosas actividades.
Escuché por unos minutos y después los dejé con eso, perdiendo
rápidamente el interés en lo que él tenía que decir. Estaba aliviada cuando regresé
a mi habitación para finalmente poder dormir.

***

Desperté más o menos a las seis por la mañana. Janine todavía se


encontraba durmiendo en la cama y no había ni rastro de Thomas. Me fui en
silencio, tomé un auto, fui a mi hotel a tomar una ducha y a arreglarme después de
la ocupada noche. Ir en auto era parte de mi cobertura, porque no había forma en
la que me fuera a meter en otro taxi, a menos que absolutamente tuviera que
hacerlo, así que encontré un distribuidor local y compré uno. Pagué en efectivo por
un hermoso Convertible nuevo color rojo cereza. No sabía mucho sobre autos,
pero conocía lo que me gustaba y amaba a este auto. Con la parte superior abajo y
mis gafas de sol en su lugar, lucía como una celebridad mientras me marchaba con
estilo.
Conduje hasta un supermercado para hacer algunas compras de
comestibles. Rápidamente me di cuenta de que mi auto no tenía mucho espacio de
almacenamiento, pero pensé que siempre podría comprarme una Hummer. No era
como si no tuviera el dinero. Después de un paseo por la calle de las Vegas,
haciendo girar cabezas y llamando mucho la atención, estacioné el auto en el
hotel. Guardé mis comestibles y, lamentablemente, detuve un taxi para que me
llevara de regreso al departamento de Janine.
Eran solo pasadas la una y media de la tarde cuando llegué. Janine se
encontraba sentada afuera en su balcón, luciendo serena bajo el sol. Había una
gran variedad de frutas y quesos sobre la mesa a su lado, junto a tazas, y platillos
de cristal y una taza de café.
Antes de que me hubiera sentado, Janine me saludó. —Te levantaste
temprano —dijo.
—Espero no haberte despertado —me disculpé.
—No me despertaste. Thomas fue a correr y dijo que cuando regresó ya te
habías ido.
—Buscando trabajo —respondí—. Voy a encontrar un trabajo y algún lugar
en donde vivir.
Me serví un plato de fruta y queso mientras Janine me servía una taza de
café. —Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras. —Me entregó el plato de
cristal y la taza de café y preguntó—: Entonces ¿en dónde estás buscando?
No me encontraba segura de a lo que se estaba refiriendo, al trabajo o al
departamento, así que dije—: ¿Buscando qué?
—Un trabajo —respondió.
—No lo sé, tal vez en el Coyote Ugly —contesté.
—Las propinas son buenas, pero toma demasiado de tu cuerpo… todo ese
baile y quedarte de pie. Te lo digo yo, puede ser agotador.
—Probaré cualquier cosa —dije, tratando de sonar desesperada.
Janine agarró una fresa de su plato, la sumergió en una fondue de frutas y
lenta y seductoramente la metió en su boca. Se encontraba masticándola cuando
preguntó—: ¿Disfrutaste lo de anoche?
Sonriendo con placer, respondí—: Por supuesto que sí… ¿qué hay sobre ti?
Aun masticando la fresa, me sonrió en respuesta y dijo—: Oh sí. —Tomó
otra fresa y la mojó, se detuvo antes de metérsela en la boca. Se quedó viéndome
con una mirada intensa en sus ojos y dijo—: ¿Has considerado hacerlo para
ganarte la vida?
—¿Hacer qué? —pregunté, soplando en mi taza para enfriar mi café antes
de tomar otro sorbo.
—Sexo —respondió calmadamente.
Sabía que si me encontraba demasiado segura de mí misma, parecería
arrogante. Mi miedo era que Janine lo tomara por el lado equivocado y que no me
considerara para trabajar en The Cat Tails Lounge, así que decidí actuar tímida e
introvertida, usando psicología a la inversa para atraerla.
—No soy una prostituta —dije.
Sacudiendo su cabeza enfáticamente respondió—: No, no, no, no estoy
hablando sobre una mujer de la calle, eso no es seguro. Me refiero a una
acompañante.
Con una leve e intencional vacilación, saqué un cigarrillo, lo encendí, exhalé
una bocanada de humo y dije—: No lo sé. No sabría lo principal para hacer algo
como eso.
—Déjame hacerte una propuesta —dijo Janine y sacó su cigarrillo—.
Digamos que puedo presentarte a Madam Elaine, la dueña de The Cat Tails
Lounge, puedo convencerla para que te contrate. ¿Qué dirías a eso?
Anoche, mientras bebíamos en el Coyote Ugly Saloon, le pregunté a Janine
sobre lo que hacía para vivir. Me contó que trabajaba en un servicio de citas y que
su trabajo era hacer a los hombres felices. Pero nunca me dijo en dónde trabajaba.
Por supuesto, ya sabía todo sobre The Cat Tails Lounge y Madam Elaine Dungy,
gracias a Alex. Si iba a vengarme de Harvey Goldman, necesitaba este trabajo.
—¿Y por qué Madam… —me detuve intencionalmente, pretendiendo no
recordar su nombre inmediatamente después de que Janine lo dijera.
—Elaine —añadió Janine.
—Elaine —repetí—. ¿Por qué querría contratarme? Y ¿qué es The Cat Tails
Lounge?
Janine se inclinó sobre la mesa y cogió un trozo de melón con su tenedor,
claramente con el propósito de exponer sus pechos a través de la bata de satén. —
Es donde trabajo.
—Cat Tails Lounge, ¿qué clase de nombre es ese para un servicio de citas?
—pregunté.
Tomando una calada de su cigarrillo, exhaló; sosteniéndolo entre sus dedos
movió su mano y dijo—: Bueno, no es exactamente un servicio de citas.
—¿No exactamente? ¿En qué estás tratando de meterme Janine? ¿Es algún
tipo de club de striptease de mala calidad? —pregunté.
—No, no es un club de striptease —contestó Janine—. Es un servicio de
compañía, con beneficios.
Metí mi cabello detrás de mi oreja y me incliné hacia adelante en un intento
de mostrar algo de interés. —¿Qué tipo de beneficios?
—Ganas mil dólares por un turno de noche, unas cuatro horas, y tres mil por
un turno que dura toda la noche, unas ocho horas. ¡Además de las propinas!
Recién recibí una liquidación de seis millones de dólares, así que mil dólares
por noche no era mucho dinero, pero tenía que darle la impresión a Janine de que
me encontraba encantada por ganar esa cantidad de dinero en efectivo.
Cuando Janine empezó a compartir las estadísticas financieras, levanté mi
taza de café hacia mi boca y la sostuve ahí, esperando. Sin importar qué cantidad
dijera, intencionalmente iba a escupir mi café por la sorpresa y por lo encantada
que me encontraba. Cuando dijo—: Tres mil dólares —esa fue mi señal para
escupir mi café y lo hice.
—¿Hablas en serio? —dije, asfixiándome y tosiendo para recuperar el
aliento.
Golpeando su cigarrillo en su cenicero para apagar la ceniza ardiente,
declaró—: ¿No es eso asombroso?
—Mmmmmmm —aprobé—. ¿Qué tienes que hacer para ganar esa cantidad
de dinero?
Con ambas de sus manos, Janine agarró el cuello de solapa de su bata y la
abrió de par en par, dejando al descubierto sus senos, y luego sacudió sus caderas
y sus hombros hacia atrás y hacia adelante, agitando sus senos y riendo. —¡Solo
haz lo que hiciste anoche!
—¿Un trío? —respondí.
—Kelly no, solo divierte un poco —contestó.
Alcé mis cejas, incliné mi cabeza y sonreí con una mirada de confusión para
mostrarle que no comprendía lo que estaba diciendo. —No lo entiendo —
respondí.
Janine sirvió más café en su taza antes de verterle la crema y el azúcar. Tomó
un sorbo y comenzó a reírse cuando dijo—: Ya sabes… divertirte… tener sexo.
—Entonces, lo que estás diciendo es que, se supone que tengo que coger
por alquiler con el mejor postor —dije—. Entonces ¿sí es prostitución?
—No lo pienses de esa manera —respondió Janine—. Solo haces feliz a un
cliente, pero eso no significa que cojas con todo el mundo. Solo debes cumplir sus
fantasías, sin importar lo que sea. —Janine encendió otro cigarrillo—. A algunos
tipos les gusta mirar. A algunos les gusta dar nalgadas, mientras que a otros les
gusta disfrazarse como una mujer, o jugar al strip póker.
—Suena raro —respondí.
—No lo pienses demasiado. Si puedes hacer lo que hiciste anoche, solo
suéltate, lo harás bien, lo prometo.
Janine miró hacia su reloj. —Son las dos. —Miró hacia arriba, como si
estuviera reflexionando sobre algo, y luego dijo—: Te diré algo, voy a tomar una
ducha y te llevaré a The Cat Tails. Madame Elaine llega alrededor de las tres. Te
presentaré y tú puedes arreglártelas desde ahí. Si no quieres el trabajo, está bien.
Sin presiones, te lo prometo.
No le respondí. Quería dejar que fuera la persona que insistiera con la idea,
no yo.
Encendió otro cigarrillo, su cuarto en media hora. Sopló su humo en el aire,
y luego dijo—: Entonces ¿qué piensas?
Sonreí, me retorcí en mi silla, tímidamente sonreí con una risa tonta y dije—:
¿Realmente crees que soy lo suficientemente buena para hacer el trabajo?
—Claro, probablemente robarás mi trabajo. —Empezó a reírse conmigo.
Le dio una larga calada a su cigarrillo mentolado, exhaló y dijo—:
Muéstrame tus tetas.
—¿Qué? —contesté.
—Muéstrame tus tetas —repitió.
—¿Por qué? —pregunté.
—Solo hazlo —insistió.
Sabía lo que ella hacía, pero estaba haciéndome la difícil, sabiendo que
disfrutaba por la oportunidad de ayudarme. Mi plan funcionaba perfectamente.
Tenía una musculosa de hombre sin sujetador, blanca, apretada, atada en un nudo
en la parte delantera, dejando al descubierto mi estómago. Seguramente, podía
ver mis pezones. Así que, pedirme que le muestre mis tetas obviamente era su idea
de una entrevista.
Desaté el nudo por encima de mi ombligo, levanté mi camiseta y expuse mis
pechos. —Ahí está —dije—, ¿ahora estás contenta? —Me senté y volví a atar mi
musculosa en un nudo.
—Bien. Ahora ponte de pie —insistió Janine.
La miré, como diciendo: ¿y ahora qué?
—Por favor, estoy tratando de ayudarte —suplicó.
Me levanté, coloqué mis manos sobre mis caderas con actitud, y dije—: De
acuerdo, ¿y ahora qué, quieres que me desvista?
—Date la vuelta —dijo.
Empujé mi silla hacia atrás y me di la vuelta, mirando hacia la dirección
opuesta. Cuando lo hice, me di cuenta que más arriba, en un piso superior, un
chico, probablemente alrededor de los 18 o 19 años, vestido con pantalones
cortos, sandalias, y sin camiseta, se encontraba de pie en el balcón con sus manos
sobre la barandilla, me miraba embobado. Hice contacto visual con él,
preparándome para burlarme de él e impresionar a Janine.
—Está bien —dijo Janine—, levanta tu falda y muéstrame tu trasero.
Sin vacilar, levanté la parte trasera de mi minifalda de jean color azul.
Llevaba una tanga blanca.
—Dios, tienes un lindo trasero.
Dejé caer mi falda y continué mirando al hombre de arriba. La pausa
incómoda llamó la atención de Janine.
—Veo que tenemos una audiencia —dijo Janine.
—Supongo que sí —dije. Desaté mi camiseta y expuse mis bronceadas tetas
de copa 34C.
Los ojos del hombre se abrieron de golpe en conmoción, y entonces, se dio
la vuelta y corrió rápidamente pasando los muebles del patio, tropezando con una
silla antes de caerse de rodillas. Se puso de pie, miró hacia atrás para un último
vistazo y entró apresuradamente en su apartamento.
Janine rompió a reír.
Até mi camiseta, me di la vuelta y me senté. —Lo asusté muchísimo.
Supongo que nunca antes ha visto un par de tetas.
—Eso fue genial —respondió.
Encendí un cigarrillo. Janine movió su cabeza hacia la izquierda, mirando
hacia arriba, por encima de mi hombro y se rió. Susurró en voz baja—: Oh, mierda,
ahí está.
El joven se estaba asomando por la puerta corrediza de cristal, todo lo que
mostraba era su cabeza. Me di la vuelta para echar un vistazo y cuando lo hice,
retrocedió de regreso al interior, como una tortuga retirándose en su caparazón.
Las dos nos reímos. Repetimos la escena, con lujo de detalles, explicando lo
que fue divertido sobre las acciones del hombre joven, riendo de nuevo mientras
terminábamos de beber nuestro café. Como esperaba, Janine me explicó que su
demanda para ver mis tetas y mi trasero era una dramatización para prepararme
para la entrevista con Madam Elaine.
Me vestí para la propuesta. Me coloqué un sujetador de encaje negro a
juego con mis bragas, me cambié a un vestido corto de satén negro y un par de
zapatos de tacón aguja color blanco.
Después de que Janine se duchara y se vistiera, nos subimos en su
auto y conducimos hacia el burdel. Mientras viajábamos en el auto, me contó más
sobre Elaine. Aprendí que su apellido era Dungy, pero que no le gustaba ser
llamada por él. Lo heredó de su ex, a quien detestaba. Pensé en mí, cambiando mi
nombre de Cindy West a Kelly Lee, y me pregunté, por qué simplemente no
cambia su nombre si no le gusta. Elaine era una puma4 de 45 años de edad, una
stripper retirada y antigua acompañante. Comenzó como stripper en Los Ángeles y
se mudó a Las Vegas cuando tenía 25 años.
Elaine obtuvo un trabajo en el importante club de striptease, The Palomino
Club, el cual, de acuerdo con Elaine, es el único club al que se le permite servir licor
y tener bailarinas totalmente desnudas. Otros clubes con licencias de licor están
restringidos a bailarinas en topless. Cuando Elaine cumplió 32, se fue a trabajar al
Can-Can Room porque el club tiene un ambiente más pintoresco y la clientela era
personal, lo cual significaba mejores propinas. Cuando cumplió 36 años, fue a
trabajar al Sheri’s Brothel Ranch por dos años, aprendiendo el negocio y ganando
experiencia.
A los 38 años, abrió su propio burdel, The Cat Tails Lounge. De acuerdo con
Janine, los nombres cat y tail significan “coño” y “cola”. Bastante inteligente, pensé.
Por los últimos siete años, su negocio atendía a clientes de alto perfil de todas las
clases sociales, edades y trabajo.
Janine dice que Madam Elaine es descarada, perspicaz e inteligente. Exige
excelencia de sus chicas y respeto por parte de sus clientes.
—Una vez que la llegas a conocer —dijo Janine—, cuidará de ti como si
fueras una de sus hijas. Es justa, honesta y digna de confianza.
Nos detuvimos en el burdel el cual no era lo que esperaba. No era una
tienda cursi o el típico edificio minorista lúgubre, como alguna tienda de porno
sucia atrapada en una esquina de un barrio marginal. Era una hermosa casa de dos
pisos con arbustos, flores y vegetación. Por ningún lugar vi un letrero. El
estacionamiento se encontraba por atrás, con un terreno cerrado y un teclado
digital para entrar.
Janine sacó una tarjeta de identificación con foto de su bolso con
estampado de piel de leopardo, deslizó su tarjeta en el teclado y la verja eléctrica
se abrió. Colocó su insignia de regreso en su bolso, me miró y dijo—: Sin tarjeta de
identificación, sin código, no se entra.
Fuimos en coche por la parte trasera de la casa burdel y estacionó su
Mercedes Benz en un lugar que tenía un letrero que decía: “Reservado para JB”. Me
quedé mirando el letrero. Me tomó un segundo descubrir que se puso JB por
Janine Brady.
—JB —dije, mientras ella colocaba la palanca de cambios en “estacionar”,
apagó su auto y sacó las llaves.
—No usamos nuestro nombre completo —explicó—. En lugar de eso,
utilizamos Cat Tails, o “CT”, para abreviar. Entonces, para un cliente, soy Janine Cat
Tails. Serás Kelly Cat Tails. Bastante genial, ¿no?

4
Texto original, cougar, hace referencia a una mujer mayor a quien le gustan los hombres jóvenes.
Nos bajamos del auto y fuimos a la puerta de atrás, y Janine presionó un
botón en una caja cuadrada de color negro, colocada sobre la pared exterior. Una
voz respondió—: Cat Tails. —Janine respondió—: JB raya 6231. —El cerrojo
desbloqueó automáticamente la puerta y entramos.
Una mujer de pie en el pasillo me echó un vistazo y dijo—: ¿Quién
demonios es ella?
4
Traducido por GIGI <3 & MaJo MadHatter
Corregido por Valevilchez

D
elante de mí se encontraba una pelirroja de un metro cincuenta
y ocho centímetros de altura, usando una minifalda muy
ajustada de color rosa y una blusa de corte transversal que
exponía una buena cantidad de escote. Un collar de araña de diseñador, colgaba
entre sus grandes pechos, meciéndose suavemente del uno al otro.
Se veía espectacular, hermosa y atrevida.
Esta debe ser Elaine.
Ciertamente no parecía como si trabajara en el burdel; su atuendo, aun
siendo tan escaso, y sus accesorios probablemente costaran más de lo que ellos
ganaban en un año.
—Madame Elaine, ésta es Kelly, está conmigo —dijo Janine—. Quería
presentársela. Acaba de mudarse desde Nueva York y está buscando trabajo.
Me quedé inmóvil, sintiéndome muy intimidada. Ella era amenazante e
imponente, francamente aterradora.
Elaine avanzó dos pasos hacia mí para inspeccionarme. Luego le preguntó a
Janine—: ¿Tiene referencias?
Sabía que tenía que aparentar confianza, pero no arrogancia, así que hablé
más alto—: ¿Qué tipo de referencias?
Antes de que la señora Elaine tuviera la oportunidad de responder, Janine
interrumpió—: Bueno, luego de anoche, en mi casa, Thomas y yo podemos dar sus
referencias.
—Oh, de verdad —respondió Elaine—. ¿Es así de buena?
—La mejor.
—Vamos a mi oficina —dijo la señora Elaine, alejándose.
Janine tomó la delantera y luego se detuvo cuando Elaine se dio la vuelta y
dijo: —Ella sola.
Seguí a Elaine por el pasillo hasta la última puerta a la derecha. Entré en su
oficina decorada elegantemente, complementada con estatuas de animales y una
alfombra de cebra que cubría la mitad del piso. Las paredes estaban cubiertas con
fotografías firmadas y enmarcadas de actores famosos, figuras del deporte y
empresarios de alto perfil junto a Elaine.
Caminó hacia su escritorio, y dándose la vuelta se sentó sobre el borde. —
Acércate más —dijo.
Caminé hasta las sillas de cuero y me detuve.
—Más cerca —repitió.
Dios mío, ¿qué quiere hacer, besarnos?
Me acerqué más hasta quedar más o menos a un metro de distancia.
—Quítate el vestido —dijo.
Deslicé las tiras por cada hombro y retiré mi vestido, en ese punto me pidió
que me quitara el sujetador y las bragas. Me paré frente a ella casi desnuda,
vistiendo nada más que mis tacones de aguja. Dio un paso adelante, colocó una
mano sobre cada pecho y suavemente los apretó, antes de decir—: ¿Son reales?
—Sí, señora —contesté.
—Date la vuelta —pidió.
Me di la vuelta y dijo—: Inclínate hacia delante y coloca tus manos sobre los
brazos de la silla. Separa las piernas.
Sentí como si estuviera de vuelta en octavo grado teniendo un examen
físico de la enfermera de la escuela. Frotó las manos sobre mis nalgas y dijo—:
Mmm, sin marcas de bronceado, bonito detalle.
El aire acondicionado de su oficina se estaba volviendo más frío, erizando el
vello de la parte posterior de mis brazos y colocando rígidos mis pezones. Mis
pezones se pusieron firmes, como si estuvieran listos para su examen físico. Miró
mi entrepierna, señaló y dijo—: Es posible que desees considerar la posibilidad de
afeitarte ese pequeño parche, si quieres trabajar aquí. No es un requisito, pero los
hombres dan mejor propina por un coño depilado.
—Lo haré esta noche —dije.
Me dio una última mirada y luego dijo que me vistiera, lo cual hice
rápidamente y sin mirarla. Completamente vestida, me senté sobre la silla de cuero
mientras me hacía preguntas sobre mí misma.
—Lo siento por ser ruda en el pasillo, me gusta saber quién está en mi casa.
—Entiendo —dije.
—Entonces, ¿eres de Nueva York?
—Sí, señora.
—Llámame Elaine —indicó.
Hizo preguntas acerca de mi historial laboral y mi familia familiar, ¿tenía
alguna alergia?, ¿por qué me mudé a Las Vegas?, ¿había trabajado alguna vez en
un club de striptease?, ¿usaba drogas? y ¿qué cantidad de alcohol consumía?
Trataba de decidir qué parte de mi "vida como Cindy West" incluiría. Sabía que no
podía decirle mi verdadera razón para estar en Las Vegas, pero sin importar lo que
dijera, necesitaba estar segura de tener una historia sólida para evitar atraer
atención no deseada después.
Le di tan poca información como me fue posible, le dije acerca del accidente
automovilístico de mis padres y que después de su muerte mi hermana me crio
hasta que fui a la universidad. Omitiendo la parte sobre Penny. ¿Cómo podría
explicar que su suicidio fue un asesinato y que Harvey Goldman, uno de sus
mejores clientes, era el principal sospechoso?
Después de una breve sesión de preguntas y respuestas, Elaine me dio un
formulario de solicitud. Antes de que saliera de la oficina y yo completara la
solicitud, me informó que tenía que estar de acuerdo con un análisis de sangre y
una verificación de antecedentes. Me aseguró que todo era una formalidad, nada
personal y nada de qué preocuparse, pero sin embargo era necesario.
El señor Watkins y Alex me ayudaron a obtener algo más que un nuevo
nombre, me consiguieron una nueva identidad. Alex conocía a alguien en el
departamento de estadística de la Oficina Federal de Investigación, él creó unos
antecedentes que incluían un historial de crédito, registros bancarios, estados de
tarjeta de crédito y un historial de trabajo, todo a nombre de Kelly Lee.
Diez minutos más tarde, Madame Elaine volvió a la oficina y se sentó en su
silla. Le entregué mi solicitud. Le dio un rápido vistazo y luego, sin mirarme, dijo—:
Janine solo tenía buenas cosas que decir acerca de ti.
—Ella ha sido muy atenta y de gran apoyo.
Elaine sonrió. Me miró directo a los ojos y dijo—: Supongo que Thomas
también tiene cosas positivas que decir acerca de ti.
Bajé la cabeza, puse mi mano derecha sobre mi barbilla, sonreí, levanté la
mirada, y miré directamente hacia los ojos de Madame Elaine. —Debería. Fui capaz
de hacerlo venirse dos veces en cinco minutos. —Sabía que estaba arriesgándome,
pero tenía que hacer algo para mostrar que era provocativa.
Me explicó el procedimiento, dónde ir a hacer mis análisis de sangre, la
cantidad de días que tomaría tener los resultados, la verificación de antecedentes y
las llamadas de referencia. Elaine me dijo que sería muy discreta y que nadie sabría
que estaba trabajando como una acompañante; ante el mundo sería una camarera
en un bar y salón.
Tomaría un par de días hasta que volviera a contactarme. Estaba ansiosa por
empezar. Lo primero que tenía que hacer era llamar a Alex y al señor Watkins. No
solo no sabían que los había puesto como referencias, además no tenían ni idea de
que me encontraba en Las Vegas. No quería que me detuvieran así que les dije que
iba a visitar a mi tía Debbie al norte de Nueva York.

***

Janine me dejó a un par de cuadras de mi hotel. Le dije que quería hacer


algunas compras y que de regreso iba a tomar un taxi hacia su casa.
Inmediatamente llamé a Alex y luego al señor Watkins. Alex no estaba contento en
lo absoluto. Me advirtió que era demasiado peligroso y que Harvey Goldman era
un hombre malvado.
—Necesitas ser cuidadosa —dijo Alex. Me dio el nombre de un investigador
privado de Las Vegas y me dijo que mencionara su nombre. Él sería capaz de
seguirme y asegurarse de que estuviera a salvo. Le prometí a Alex que sería
cautelosa y que le daría una actualización tan pronto como hiciera contacto con
Harvey.
Mi siguiente llamada fue al investigador privado. Su nombre era Rick
Morgan, un ex soldado del Estado de Nevada convertido en investigador privado.
Se encontró conmigo en el vestíbulo del hotel cerca de una hora después de
haberlo llamado. Le pagué dos mil dólares en efectivo por cuidarme las espaldas
las próximas dos semanas y, si todavía lo necesitaba, le pagaría mil por semana y
un adicional de mil dólares por los fines de semana. Se negó a aceptar esa
cantidad de dinero, sobre todo en efectivo, pero insistí diciéndole que Alex
hablaba muy bien de él y que necesitaba su ayuda. Me aseguró que no me
defraudaría.
Después esa misma tarde fui a una clínica y conseguí mi análisis de sangre.
Odio las agujas y siempre me han aterrorizado. Solo pensar en ellas me hace
enfermarme del estómago. El flebotomista me dio una galleta porque mi cara se
volvió blanca como un papel.
Regresé a mi hotel, llamé a Janine y le dije que buscaba un apartamento y
que pasaría después. Un par de horas más tarde la llamé de nuevo, le dije que
había encontrado un apartamento amueblado y que la llamaría al siguiente día
para recuperar mis cosas. Realmente no necesitaba ninguno de los artículos que
había dejado en su apartamento, pero tenía que hacerlo para mantener mi
cuartada intacta.

***
Llegué al burdel en mi coche nuevo. Trataba de encontrar la manera de
explicarlo, pero Elaine nunca lo mencionó, así que yo tampoco. Fui a su oficina,
preguntándome si iba a ser desnudada una vez más. Elaine me informó que el
análisis de sangre se encontraba bien y que mis referencias habían sido
positivamente comprobadas.
—Entonces, ¿cuándo quieres empezar? —preguntó.
Miré mi reloj. —Dame dos horas, y voy a estar aquí, lista para hacer lo que
sea que necesites.
—Me gusta tu entusiasmo —dijo Elaine—. De alguna manera me recuerdas
a mí. Sin embargo, antes de empezar, quiero tratar un par de cosas contigo. En
primer lugar, deberás firmar un contrato de trabajo, un acuerdo de
confidencialidad, se trata de un formulario de divulgación que protege la
confidencialidad de nuestros clientes, y luego está lo que yo llamo "El Acuerdo".
—¿El Acuerdo? —contesté.
—Sí, supongo que puedes llamarlo un Código de Honor. Es un convenio
entre tú y yo —dijo.
Oh, genial, pensé... Qué es esto... ¿El Acuerdo? ¿Es algún documento legal
que me ata a un compromiso de un año? ¿Qué más quiere ahora… mi
primogénito?
—Gran parte de la documentación de este lugar es requerida por el Estado y
la Oficina de impuestos —dijo Elaine—. Pero soy de la vieja escuela. Creo que tu
palabra es tu compromiso. Kelly, si te digo algo, puedes confiar ciegamente en
ello. No miento. No engaño. No robo. Y, no dejo que mis chicas se metan en
problemas.
—Si hay algo con lo que no te sientas cómoda, quiero que me lo digas. Si
un cliente te hace daño, te amenaza o te acosa, me lo dices y trataré con ello de
inmediato. Eso es lo que puedes esperar de mí.
—Ahora, esto es lo que espero de ti. Nada de drogas ilegales, y punto. Si
tomas medicamentos de prescripción, necesitas hacérmelo saber de inmediato.
Recordé que había mentido en mi solicitud acerca de tomar medicación
para la ansiedad. ¿Cómo eso no apareció en mi informe toxicológico?, no tenía
idea. Supongo que solo buscaban SIDA o ETS.
—Los bajos niveles de alcohol son permisibles cuando estás con un cliente.
Ahora, si quieres emborracharte en tu tiempo libre, hazlo, solo no vengas a trabajar
borracha o con resaca —insistió.
Asentí.
—¿Estamos bien hasta ahora? —preguntó Elaine.
—Sí, señora —contesté.
—De acuerdo, bien. Debes estar de acuerdo con no trabajar horas extras con
los clientes.
—¿Trabajar horas extras?
—Eso significa que no puedes salir con tus clientes o verlos fuera de hora.
No puedes organizar reuniones con clientes fuera de nuestras contrataciones. Esto
es para tu protección y para la mía. Sin ofender, pero lo último que necesito para ti
o para alguna de mis chicas es que terminen muertas en un callejón en algún lugar,
solo porque fueron codiciosas o descuidadas.
—Entiendo —dije. Empecé a preguntarme cuál iba a ser mi estrategia
cuándo, y si conocía a Harvey Goldman.
Necesito quedarme a solas con él para así averiguar qué le sucedió a mi
hermana.
—¿Kelly?, ¿Kelly? —llamó Elaine.
Por un momento, me dejé llevar por pensar en Harvey y en Penny. Miré de
regreso hacia los ojos de Elaine.
—¿Te encuentras bien? —preguntó.
—Oh sí. Lo siento, estaba pensando en qué ponerme.
Iba a decirle que no sería necesario, que ya había comprado todo lo que
precisaría, pero me contuve.
—Ahora, para El Acuerdo —dijo—. Si quieres un trabajo, ve a otro lugar. Si
quieres una familia, acéptame como una Madame y tómame como tú “madre
sustituta”. Eso significa nada de secretos.
—Kelly déjame decirte lo que hacen los secretos. Te aíslan de los demás y
crean malos entendidos. Rompen la confianza, y la confianza es muy importante
para mí. En este negocio, los secretos pueden hacer que te maten. Kelly,
prométeme, ¿puedo confiar en ti?
—Absolutamente —dije sin vacilar, mintiéndole.
—De acuerdo, genial —respondió—. Quiero que veas a Lori en el escritorio
de recepción. Tiene un cheque para ti.
Elaine se puso de pie. —Oh, no pensé en esto hasta ahora, ¿ya tienes una
cuenta bancaria en Las Vegas?
—Sí —dije. Mentira número dos. Era algo en mi lista, pero no había llegado
a hacerlo. Cargaba un montón de dinero en efectivo y mi cuenta bancaria se
encontraba en la ciudad de New York.
—Genial —dijo Elaine—. Entonces quiero que vengas mañana por la noche,
si eso no es demasiado pronto.
—Oh, no, está bien.
Elaine caminó alrededor del escritorio y abrió sus brazos, señalando que
quería abrazarme. No había sido abrazada en más de un año, no desde la última
Navidad con Penny, la extrañaba tanto. Cuando Elaine me abrazó, pude oler su
perfume y sentir su calor. Su abrazo suave y sincero me puso emocional.
Me abrazó fuertemente, como lo haría una madre. Ya ni siquiera podía
recordar abrazar a mi propia mamá. Las cicatrices, las heridas, las pérdidas de
memoria, los medicamentos y el dolor me hicieron perder contacto con mis
emociones. La sinceridad de Elaine fue refrescante, pero empezó a abrir mis
compuertas emocionales y eso no era bueno; gentilmente la empujé para terminar
el cariñoso abrazo. Me dejó ir, dándome una sonrisa y unas instrucciones más.
A la noche siguiente fui a trabajar con una bolsa de lona llena de ropa. No
sabía qué esperar, o qué usar, así que llevé varios trajes para diferentes ocasiones y
estados de ánimo. Janine se encontró conmigo en la puerta y me llevó hacia el
vestuario de los empleados. Cada acompañante tenía un casillero asignado. Era tan
profesional.
Janine me dio una tarjeta de identificación, junto con los números del
código de seguridad y las contraseñas. Cada habitación tenía un teclado (con un
código único) y cámaras de seguridad. Madame Elaine no se sentaba y nos miraba
por las cámaras, contrataba a una compañía profesional de seguridad que operaba
el canal de video las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Se
sentía más seguro en el burdel que en la mayoría de los edificios del gobierno.
Eran casi las siete. Me senté en el vestíbulo principal sobre un sofá de
terciopelo maltratado, escuchando música de los altavoces colocados en el techo y
charlando con un par de chicas que Janine me había presentado.
Después de un poco de charla con algunas de las acompañantes, quienes
me dieron consejos y me contaron historias, Janine fue hacia el baño y vomitó. Lo
hizo tres veces en un lapso de quince minutos, en ese momento Elaine la envió
temprano a casa, ya que no quería que las demás se contagiaran de lo que sea que
tuviera.
Estaba previsto que viera los monitores con Madame Elaine como parte de
mi entrenamiento. Pero ya que Janine se fue enferma a casa, se encontraba con
falta de personal. Trató de conseguir un reemplazo, pero las dos chicas que
contactó se hallaban fuera de la ciudad y no estaban disponibles.
Elaine entró en el vestíbulo y me hizo señas para que la siguiera. Pasamos a
su oficina y cerró la puerta.
—Esta noche me falta una chica —me dijo—. Puedo mover a algunas por
ahí, pero me preguntaba si estarías dispuesta a comenzar esta noche.
Mi corazón latió con fuerza.
¿Realmente me encuentro lista para esto?
¿Qué estoy haciendo?
Pensé en Penny y comprendí que lo hacía por ella.
—¿Qué necesitas? —respondí.
Me dijo que sería una tarea fácil. —El cliente es casado y jamás toca a las
chicas. Le gusta mirar y masturbarse. Esta noche, irás a la habitación siete, la que
tiene un tubo para bailar. Quiere mirar tu baile en el tubo y después te
masturbarás. ¿Estás dispuesta a eso?
—Sin problemas —contesté. No tenía ni idea de cómo bailar en el tubo y,
mientras iba al vestuario todo en lo que podía pensar era, Cindy no te caigas.
Cuando me coloqué mi atuendo, empecé a pensar en los videos de Girls
Gone Wild de Madonna, recordando a las chicas borrachas girando en los tubos y a
los aplausos de los hombres en un bar. Traté de pensar en algunos movimientos,
pero decidí que si todo lo demás fallaba, mis tetas y mi trasero harían que se
excitara.
Hice mi rutina mientras el cliente se encontraba sentado sobre una silla en la
oscuridad y miraba. Afortunadamente, el régimen de ejercicios en el que estuve
antes de dejar New York me había hecho muy flexible. Después de unos minutos,
dando vueltas como un trompo, me detuve y me quité el sostén; cuando mis senos
salieron, sacó su pene de su pantalón. No podía ver con las luces brillando en mis
ojos, así que no podía decir si estaba duro o no. Empecé a tocarme para que se
excitara.
Me quité la tanga y froté mi mano por mi coño recién rasurado. Cuando lo
hice, pude oírlo gemir débilmente sobre la música grabada sonando desde los
altavoces de arriba. Sacudí mi cabeza hacia abajo, causando que mi largo cabello
rubio cubriera mis senos, luego empujé mi cabello sobre mi cabeza, agarré mis
pezones con mi dedo índice y mi dedo pulgar, los apreté y los exprimí fuertemente
hasta que se endurecieron. La mano de él se movía hacia arriba y hacia abajo,
entonces supe que estaba duro.
Me di la vuelta y me incliné, apoyando mi peso en el tubo con una sola
mano. Abrí mis piernas y me acuclillé, doblando las rodillas y rozando mi trasero
sobre el piso. Me levanté de nuevo y alcancé mi coño con mi otra mano, frotando
los labios de mi vagina con mis dedos. Miré por encima de mi hombro, y le di una
mueca sensual, sabiendo que eso lo excitaría.
Me agaché, colocando mi rostro entre mis piernas mientras mi cabello caía
hasta mis rodillas. Hice contacto visual, o más bien miré hacia dónde pensaba se
encontraba su rostro, y deslicé mi dedo dentro de mi vagina. A medida que
empecé a introducir mi dedo, lo escuché gemir y después gritar—: ¡Métele el dedo
a ese coño! —lo dijo repetidamente, así que metí dos dedos y continué
penetrándome.
Es cuestión de segundos, lo escuché gritar—: ¡Sí… sí… sí!
Luego, la voz de un hombre vino desde el intercomunicador y dijo—:
Gracias por su visita, su tiempo ha terminado.
Me imaginé que esa era mi clave para detenerme. Recogí mi sostén y mi
tanga, me envolví con mi bata y dejé la habitación. Elaine se reunió conmigo en las
escaleras al final del pasillo. —Estuviste genial —dijo.
Después de mirar a un par de chicas con Madame Elaine, mi turno terminó.
Eran solo las once de la noche. Me pagaron y me fui. Regresé al hotel y abrí el
sobre para encontrar diez billetes de cien.
A la noche siguiente, llegué al burdel faltando más o menos diez minutos
para las seis. Fui informada de que Janine se encontraba enferma por intoxicación
alimenticia y que no vendría. Madame Elaine se reunió conmigo en el vestuario y
me preguntó si tomaría el lugar de Janine porque Tammy y Angela seguían todavía
en Los Ángeles. Estuve de acuerdo. Elaine me llevó a su oficina y fue entonces
cuando me di cuenta de algo que hundió mi corazón hacia la boca de mi
estómago.
Mi cliente para la noche no era otro que Harvey Goldman.
5
Traducido por Athena09
Corregido por Pily

E
ra viernes por la noche, y justo como Alex predijo, Harvey
Goldman estaba en su fiesta de fin de semana y juerga sexual en
La Vegas. Elaine se encontraba preparándome como a una
estudiante de universidad estudiando para un examen de trigonometría. Me dijo
sus gustos, lo que le disgustaba, qué le encantaba que vistiera una mujer y cuál era
su posición sexual favorita. —Está particularmente aficionado al sadomasoquismo
—me dijo—. ¿Estás de acuerdo con eso?
—Pregúntale a Thomas y Janine —contesté confiadamente.
No tenía idea de qué tipo de ataduras o posiciones dominantes habían, o
como sea que las llamaran. La chica de La Guarida del León escogió todos los
atuendos y accesorios para mí. Le dije que era para una fiesta de disfraces y que
los participantes querían que los trajes fueran tan realistas como fuese posible.
Sabía lo que iba a estar viendo esa noche antes de irme a la cama: porno de
ataduras y sumisión.
Era tiempo de conocer a mi adversario, Harvey Goldman, el asesino de mi
hermana y la serpiente en el césped de mis padres. Iba finalmente a tener la
oportunidad de enfrentarlo, finalmente tener la oportunidad de ver al idiota que
había destruido mi vida.
Elaine me acompañó hasta el vestíbulo donde muchas chicas se reunían
alrededor de un hombre, coqueteando, riéndose y colgando a su alrededor como
moscas alrededor de mierda. Llegamos a la entrada, y luego Elaine habló—: Muy
bien chicas, dejen al señor Goldman libre.
Las acompañantes, quienes todas querían la oportunidad de pasar la tarde
con Harvey por sus propinas extravagantes, se alejaron de mala gana. Antes de que
las chicas se retiraran, él les llamó su atención dándoles a cada una cien dólares,
pagándoles solo por coquetearle. Su arrogancia me enfermó.
—Harvey —dijo Elaine—. Déjame presentarte a nuestra chica más nueva,
Kelly. Kelly, este es Harvey Goldman.
Le ofrecí mi mano, saludándolo como había sido entrenada, a pesar de que
quería estrangularlo en donde se encontraba de pie. —Un placer conocerlo.
Tomó mi mano y la volteó, besando mi parte superior. Quería vomitar.
—No —dijo— es mi placer conocerla.
Como un hombre así de guapo puede ser un cabrón que me enloquece.
Alex dijo que tenía treinta y cinco, pero su rostro sugería otra cosa. No
parecía tener ni un día más de veintiocho. No había arrugas en su cara o en su
cuello; tenía la piel perfectamente tersa y un bronceado ideal. Medía un metro
ochenta y dos de alto, fornido con el cabello rubio oscuro. Se veía sorprendente y
entusiasta con su traje de Tom Ford y sus zapatos de Black Ostrich Cap.
Solo se quedó mirándome, como si pudiera ver a través de mí, a través de
mi vestido y hacia mis pechos desnudos. No sabía cómo iba a soportar, pero sabía
que tenía que llegar hasta el final de esto. Después de todo, Penny no merecía
morir y Harvey iba a pagar por lo que le había hecho.
—Mi Dios, Elaine, cuando dijiste que tenías una suplente para Janine, no me
dijiste que era una diosa.
—Oh, usted es muy amable —dije.
La adulación no te llevará a ninguna parte, cerdo.
Elaine le agradeció sus cordiales palabras. Él continuó hablando sobre mi
apariencia, haciéndome sentir enferma del estómago.
Elaine dijo que le gustaba el cuarto once; era el calabozo, un lugar de
tortura sexual y juguetes de amarre. Cuando Harvey dijo que no quería jugar esta
noche, la mirada en el rostro de Elaine lo dijo todo. Dijo que tenía hambre y que
quería llevarme a algún lugar a comer. Cuando vio drenarse el color de la cara de
la Madam debió darse cuenta que estaba preocupada por los cinco mil dólares que
usualmente pagaba por jugar. Sin embargo, cuando ofreció pagar el monto
completo sorprendió tanto a Madam Elaine que estuvo dispuesta a continuar con
su petición y le permitió sacar a una de sus chicas del burdel.
Salimos de Cat Tails en una gran limosina negra. Tenía su chofer personal,
David, quien voló desde New York solo para conducirle alrededor de la ciudad.
David abrió la puerta para mí, le agradecí y luego subí. Me deslicé en el asiento de
cuero negro para hacerle sitio a Harvey. Una vez dentro miré hacia arriba y vi las
luces de neón y las copas de vino esperando en los portavasos. Mi corazón se
detuvo y luego se apresuró a latir de nuevo. Empecé a hiperventilar.
Esto no puede estar sucediendo.
Harvey se dio cuenta de que estaba incómoda. —¿Te encuentras bien? —
preguntó.
—Sí, ¿Por qué? —pregunté, tratando de disimularlo.
—Te ves pálida.
Algo se encontraba mal… muy mal. No podía creerlo. Creí que me hallaba
viendo cosas. Cerré mis ojos y los abrí de nuevo, solo para ver que todo era lo
mismo. Me estaba enfermando y sentía que estaba a punto de vomitar. La limusina
era exactamente igual a la que había estado durante el funeral de Penny.
Sentí a mi respiración atorarse en mi garganta, sentí que mi boca se secaba.
Le pedí un vaso de agua.
Abrió un compartimiento y sacó una botella de agua. Metió un poco de
hielo en un vaso, vertió agua en él y me lo entregó. Hizo que David estacionara
mientras tomaba un trago de agua y le agradecía, antes de insistir en que
continuáramos.
—¿Estás segura? —preguntó Harvey. —En verdad, si te sientes incómoda o
asustada, puedo pedirle a David que nos lleve de nuevo a la casa.
La casa. Así es como Elaine la llamaba. ¿Por qué no lo llamaba burdel?
Algo era diferente. Elaine me dijo que Harvey era un chauvinista arrogante;
mal hablado, un narcisista egoísta. Pero no se encontraba actuando de esa manera
para nada, estaba siendo considerado y cortés.
Descansé la parte de atrás de mi cuello en el reposacabezas de cuero, cerré
mis ojos y dije—: Estaré bien, este calor de Las Vegas a veces puede alcanzarte, eso
es todo. —No podía mirar el interior de la limosina por más tiempo. Me estaba
haciendo pensar en Penny, y pensar en ella me hacía querer arrancar los ojos de
Harvey con mis uñas.
Pude sentir el movimiento de la limosina reiniciarse mientras el viaje
continuaba.
Descansé pacíficamente y me estremecí ligeramente cuando sentí algo de
movimiento en mi frente. Traté de no abrir los ojos o siquiera moverme mientras
Harvey acariciaba suavemente mi frente y mi cabello con su mano. No era un
toque provocativo, pero si uno con tierna compasión, algo que podrías ver en una
película.
—Solo relájate —dijo. Sus palabras me asustaron un poco.
Levanté mi cabeza y Harvey quitó su mano.
—Hola —dijo con una voz dulce.
Me volví y lo miré con curiosidad.
—Lo digo en serio, si quieres volver a la casa, no me molestaré. Si es por el
dinero, te pagaré el monto completo. No, te pagaré por toda una noche de
servicio. Solo di las palabras y te llevaré de vuelta, sin condiciones.
Su generosidad parecía sincera. No solo lo intentó conmigo durante el viaje,
sino que fue un caballero, sin insinuaciones sexuales, sin chistes sucios, ni
declaraciones pervertidas y sin contacto indeseado.
Llegamos al restaurante. David abrió la puerta, pero Harvey alcanzó su mano
para ayudarme. Tuvimos una mesa privada lejos de todos los otros comensales.
Teníamos una copa de vino, pan de masa fermentada como aperitivo, una ensalada
Cesar y mi postre favorito, tarta de melocotón.
Harvey hablaba y hablaba, no se callaba, pero no era desagradable. Habló
sobre su infancia y de sus gratos recuerdos trabajando en la carnicería de su padre.
Contó historias graciosas del tiempo que compartió con su padre, viajes de pesca,
vacaciones en Disney, el Gran Cañón. Me contó sobre su madre, como le enseñó a
cocinar, hornear, coser y tejer. Compartió algunas de sus recetas secretas y
métodos para cocinar un pavo, junto con sus consejos acerca de hornear los
mejores postres.
Cuando me disculpé para ir al baño él saltó y movió la silla para mí. Me
empolvé, mirándome en el espejo y traté de pensar en la manera de salir de la
situación.
¿Qué está mal conmigo? Odio a este tipo. ¿Por qué está siendo tan
agradable? Es un truco… eso es. Quiere meterse en mis pantalones. Por otra parte…
pagó por eso y sin embargo no está haciendo ningún intento para tener sexo.
No podía creer que estaba teniendo esta discusión conmigo misma sobre la
aparente ruptura de Harvey de ser Doctor Jekyll - Mister Hyde.
Cuando regresé a la mesa noté que algo estaba diferente. Las luces eran
tenues y un resplandor vacilante rumiaba desde la mesa. Entre más cerca me
encontraba de la mesa más notaba que el resplandor provenía de dos velas que
ahora descansaban en la mesa. Detrás de las velas había un jarrón lleno de rosas
rojas, por lo menos tres docenas en total, sin un solo pétalo marchito o caído.
Me quedé sin habla cuando llegué a la mesa. Solo miraba a las flores. Nunca
antes había tenido a un hombre que me comprara flores.
—¿Te gustan? —preguntó Harvey—. Hice que David fuera a buscarlas
mientras comíamos. ¿No son hermosas?
Hermosas. Realmente lo eran.
Harvey se levantó la manga de la chaqueta para exponer unos gemelos de
Hugo Boss y miró su reloj. —Vaya, el tiempo se nos pasó volando —dijo—. Pero
pasé un buen rato.
Tomó su copa de vino y la levantó, haciendo un brindis. Choqué mi copa
contra la suya y el sonido hizo eco melódicamente. Ambos tomamos un trago de
vino y pusimos nuestras copas en la mesa.
—¿Estás lista? —preguntó Harvey.
Mi corazón latió con fuerza.
Esto es todo. Aquí viene el Harvey estafador.
—¿Lista para qué? —pregunté.
—Para llevarte de vuelta a la casa, se está haciendo tarde.
¿Qué demonios?
—¿Lo dices en serio?
—Sí, me di cuenta de que no te sentías bien en el camino hacia aquí, pero
de todas formas viniste. Aprecio eso, pero quizás estás cansada y necesitas
descansar.
De vuelta al burdel estuve esperando que Harvey pusiera su mano en mi
pecho o deslizara sus dedos por mi vestido. Solo se sentó allí con sus manos en sus
muslos.
¿Será gay?
Después de unos minutos de silencio, Harvey dijo—: Kelly, ¿puedo pedirte
algo?
Aquí vamos.
—¿Qué cosa, Harvey?
—Realmente no sé cómo decir esto —comenzó a tartamudear—. Bueno, lo
que estoy tratando de decir es, hmmm... —Se detuvo, nerviosamente pasó sus
dedos a través de su cabello y miró al vacío. —Quiero pedirte…
—Solo dilo —respondí impacientemente, esperando por su gran pregunta.
—Quiero hacerte una oferta —dijo. Tomó una respiración profunda como si
se fuera a desmayar. Se volvió y me enfrentó. Me estaba poniendo nerviosa.
—Quiero ofrecerte una oportunidad para salir de esto.
Esperé por unos segundos para que terminara. Cuando no lo hizo, dije—:
¿Salir de qué?
Levantó su mano encima de mi cabeza, la movió en un gesto hacia abajo de
mi cuerpo hasta mis pies y dijo—: Esto, este estilo de vida, este trabajo. Quiero
ofrecerte… ¿vendrías conmigo a New York? Quiero decir, considerarías mudarte a
New York City y… creo que me estoy volviendo loco —dijo.
—¿De qué estás hablando? —pregunté.
—Sé que esto va a sonar loco, pero creo que te amo. Ahí, lo dije. Creo que
me estoy enamorando de ti.
Santa mierda. Este tipo necesita Prozac. Este tipo es aún más fanático de lo
que creí. ¿Te amo? ¿No se da cuenta de que lo quiero matar? Quiere que me mude
a New York, ¿está loco?
Moví mis caderas hacia la puerta, no queriendo estar tan cerca de él. —
Harvey, creo…
Antes de que pudiera terminar la frase, me interrumpió y dijo—: Déjame
terminar. Te pareces a alguien, alguien que ya no está… No puedo superar lo
mucho que me la recuerdas.
—Oh, ¿en serio? —dije—. ¿Le dijiste que la amabas en la primera cita?
—No, nunca tuve la oportunidad —contestó.
—¿Qué pasó? —pregunté.
—Murió —dijo Harvey, bajando su cabeza.
Ya no podía sostenerlo. Dejé caer mi cabeza, inclinándome hacia adelante y
arrojé el contenido de mi estómago, toda esa comida adorable, en el piso de la
limosina.
—¡David, estaciónate! —gritó—. Estaciónate.
¡No puedo creer que acabo de hacer eso!
Salí corriendo del vehículo para obtener algo de aire fresco. David tuvo el
desagradable trabajo de quitar mi cena del piso. Estaba tan avergonzada. Harvey
se disculpó repetidamente.
En el burdel, fui directo a mi auto y Harvey se marchó. Conduje fuera del
terreno y me detuve en la carretera cerca de una cuadra más abajo. Rick estacionó
a mi lado. Casi olvidaba que me estaba siguiendo. Bajé mi ventana.
—Oye, ¿estás bien? —preguntó.
—Sí.
—¿Qué pasó en la limosina?
—Vomité —dije. Mis emociones tomaron el control y empecé a reír
incontrolablemente.
—¿Vomitaste?
No podía dejar de reír, lo que hizo a Rick reír también. Luego de un minuto
o dos, me recuperé y nos fuimos al hotel. En mi camino al elevador, dos hombres,
vestidos en trajes y zapatos negros, usando camisetas blancas y corbatas negras
saltaron de detrás de una Suburban negra. Me asustaron de muerte. Salté hacia
atrás en pánico y grité por Rick.
Como en un video de los Hombres de Negro, los dos hombres metieron sus
manos en sus abrigos, pero antes de que pudieran sacar sus armas, Rick irrumpió
en la escena. Apuntó su 9mm a los hombres y gritó—: ¡Muéstrenme sus manos!
6
Traducido por Ivy & GIGI <3
Corregido por Sapphire

—¡D ije que me mostraran sus manos! —gritó Rick. Los


hombres sacaron sus manos de sus abrigos y las
levantaron sobre sus cabezas en el aire. Aun apuntando
su arma en su dirección, Rick caminó hacia ellos hasta estar de pie junto a mí. Sin
voltearse o quitar los ojos de los hombres, preguntó—: ¿Estás bien Kelly?
—¿Kelly? —dijo uno de los hombres.
—Cállate —insistió Rick, tomando el control de la situación. No tenía idea
de quiénes eran estos hombres, pero estaba segura de que Harvey tenía algo que
ver con esto.
—¿La has llamado Kelly? —repitió el hombre.
—Pensé que te había dicho que te callaras —reiteró Rick.
—Escucha, amigo, apreciaría muchísimo si bajaras tu arma —pidió el
hombre de negro.
—Y, ¿por qué haría eso? —preguntó Rick.
—Bueno, para empezar, soy un oficial de la Oficina Federal de
Investigaciones y si me disparas, estarías buscando una larga estancia en prisión.
—¿En serio? —dijo Rick.
—Se parecen a esos chicos de Hombres de Negro—dije. Rick me miró
divertido y luego se volvió para mirar a los dos hombres—. Ya sabes, la película,
Will Smith y Tommy Lee Jones. . . Hombres de Negro —expliqué.
—Todavía no la he visto —dijo Rick, todavía apuntando con su 9mm hacia
ellos.
—¿Todavía no la has visto?
—Recién acaba de salir en cartelera.
—¿Pueden parar de una buena vez? —dijo el hombre—. Este no es el
espectáculo de Roger Ebert y Gene Siskel y no estoy esperando el signo de “Los
Dos Pulgares Arriba” para calificar una película.
Su sarcasmo llamó nuestra atención.
—¿Cuál es tu nombre? —dijo el hombre que dijo ser un agente del FBI.
—No te preocupes por su nombre —respondió Rick.
—Estoy hablando con usted, señor —dijo enérgicamente.
—Rick.
—De acuerdo, Rick, mi nombre es Robert Morrison, este es Larry Pollard. Soy
un agente del FBI y Larry es un representante de la SEC5. Estamos aquí en una
misión oficial y queremos hablar con Cindy West.
—Bueno, quienquiera que sea esa, ella no es Cindy West —dijo Rick.
—¿Qué asuntos oficiales? —pregunté.
—Esa es información confidencial —respondió el agente Robert—. Rick, voy
a abrir mi chaqueta y a recuperar mi placa. Ahora no hagas nada estúpido. —
Lentamente bajó sus brazos, desabrochó su chaqueta, metió la mano en el bolsillo
y recuperó su placa. Abrió su billetera negra y expuso una insignia brillante. Sin
mirar, citó su número de placa en voz alta.
Rick bajó el arma. Robert y Larry se acercaron a nosotros mostrando sus
placas. Rick dijo que era un ex policía del estado de Nevada, ahora un investigador
privado, y estaba actuando como guardia de seguridad para mi protección.
Después de unos minutos de conversación, los tres se familiarizaron,
intercambiando nombres e información, conocían a diferentes individuos sirviendo
en diversas labores y trabajos de la policía. El ambiente hostil cambió rápidamente.
Rick continuó ganando su confianza, se enteró de que se encontraban en
Las Vegas investigando a Harvey por fraude y violaciones de la SEC. Cuando los oí
mencionar a "Harvey Goldman" supe por qué me estaban buscando, pero al
parecer no sabían que había cambiado de nombre.
—Soy Cindy West, o por lo menos lo era. Cambié mi nombre hace unos
meses atrás a Kelly Lee.
Cuando contraté a Rick, no le di todos los detalles acerca de mi situación.
Solo le dije lo que necesitaba saber. Ahora que había revelado mi nombre anterior

5
La U.S. Securities and Exchange Commission, SEC, es una agencia del gobierno de Estados Unidos
que tiene por objeto hacer cumplir las leyes federales y regular la industria de los bienes de valores,
los mercados financieros de la nación, así como las bolsas de valores, de opciones y otros mercados
de valores electrónicos.
y agentes del FBI y de la SEC estaban aquí para interrogarme, no tenía más
remedio que incluir a Rick sobre lo que realmente estaba pasando para que
pudiera protegerme mejor.
Los cuatro fuimos a mi habitación de hotel para discutir el asunto más a
fondo. Robert explicó que él y Larry habían sido asignados para investigar a
Harvey. Al final resultó que, Penny dio copias de los documentos a una compañera
de trabajo con instrucciones de que si algo le sucedía, su amiga las enviaría por
correo a la SEC.
Después de haber recibido la documentación, el FBI se involucró. Larry
explicó que a pesar de que los archivos verificaban que Harvey y Legacy
Investments S. A. se encontraban participando en estafas de inversiones
fraudulentas, dado que Penny los había robado, los documentos son inadmisibles
en los tribunales.
El FBI asignó un agente encubierto para hacerse pasar por empleado en
Legacy Investments. La investigación se hallaba en curso hasta que encontraran
pruebas suficientes, y luego una orden de registro le seguiría. Hasta entonces,
estaban reuniendo la mayor cantidad de información posible para construir el, caso
contra Harvey y su compañía.
Nuestra conversación continuó, les di la información de contacto de Alex y
el Señor Watkins, explicándoles que ellos también tenían información. Les hablé de
mi hermana y su muerte. Fueron comprensivos y amables, pero dijeron que eso se
encontraba fuera de su jurisdicción, aunque que lo revisarían y verían qué podían
hacer.
Querían saber por qué me encontraba en Las Vegas y por qué estaba en
contacto con Harvey. Me debatí entre qué decir, sabiendo que si les decía la
verdad, tendría que exponer mi plan. Utilicé la muerte de mi hermana como excusa
para explicar mis acciones. Buscar una nueva vida era la razón venir a Las Vegas, y
en cuanto a Harvey, simplemente dije—: Saben más de él que yo —evitando el
tema. Después de todo, ellos lo estaban investigando por fraude, pero yo estaba
tras el asesino de mi hermana.
Larry dijo que podrían usar mi ayuda. Cuando le pregunté, me proporcionó
información acerca de los viajes salvajes de Harvey a Las Vegas, los cuales ya
conocía. Querían atraer a Harvey hacia una emboscada para poder condenarlo por
sus transacciones ilegales de la SEC. Yo quería saber cómo podía ayudar.
Nombraron los hoteles, bares y clubes que Harvey visitaba. Afirmaron que era un
estafador y amaba a las mujeres. Querían que tratara de acercarme a él, para ver si
podía jugar con él y ganar su confianza; ellos harían el resto. Estuve de acuerdo en
ayudar.

***
A la mañana siguiente Elaine me llamó para saber lo que había pasado con
Harvey y por qué no había llenado mi tarjeta de registro. Cuando había llenado el
contrato de empleo, las opciones de pago eran cada noche o al final de la semana.
Para recibir el pago diario, tenía que reportarme cada noche. Ese era el acuerdo.
Elaine fue comprensiva cuando le expliqué lo enferma que estaba en la
limusina.
—Espero que no hayas agarrado una intoxicación alimentaria como Janine.
Una vez que escuchó mi relato, dijo que no había razón para disculparme,
pero lo hice de todos modos. No estaba en absoluto molesta, probablemente
porque Harvey había hecho un pago adicional. Elaine se hallaba preocupada por
mi salud pero una vez que le dije que me encontraba bien, estuvo más inquieta por
el trabajo de esa noche. Harvey específicamente me había solicitado y quería salir
conmigo de nuevo. Elaine me informó que estaba dispuesto a pagar el doble
debido a mi problema, y cuando se trataba de dinero, a Elaine no le gustaba
decepcionar a un cliente.
Me sorprendió con su siguiente pregunta. Me preguntó si estaba bien que
Harvey llamará a mi teléfono. Me explicó que Harvey estaba dispuesto a pagar
quinientos dólares por día que permitiera que me llamara y que ella no divulgaría
mi número privado. En lugar de ello, la empresa de seguridad que utilizaba Elaine
establecería una línea privada con un código de acceso al que Harvey podría
llamar; la llamada entonces sería enviada a mi teléfono con un mensaje que diría
"Harvey". Elaine dijo que cada día el código de acceso cambiaría, así Harvey tendría
que llamar a Cat Tails para recuperar el nuevo código antes de que pudiera
llamarme. De esa manera, en cualquier momento, Elaine, o yo podríamos negarle
el acceso.
Estuve de acuerdo.
No pasó mucho tiempo antes de que Harvey utilizara el código de acceso. A
las pocas horas, me estaba llamando.
Abrí mi teléfono y se leía "Harvey". Quería ir a comer de nuevo. —Con una
condición —le dije—. Iremos en otra cosa que no sea la limusina. —Estuvo de
acuerdo.
Mientras me preparaba para la cita, dando los toques finales a mi maquillaje,
pensé en lo que Larry y Robert querían que hiciera: acercarme a Harvey.
¿Cómo voy a acercarme a Harvey?
Me acordé de la noche anterior, la forma en que me había pedido que me
mudara a Nueva York, antes de decirme que me amaba. ¿Cuánto más cerca podría
llegar que eso? Él me deseaba, entendía eso, pero ¿cómo me deseaba?
Oh, Dios, ¿quería que fuera su novia?
Me aplique rímel en las pestañas y empecé a pensar en cómo atraerlo.
Quiere una novia, bueno entonces, voy a darle lo que quiere.
Mi cabello lucía perfecto mientras me miraba en el espejo. Salí de mi
habitación de hotel, pavoneándome por el pasillo hacia el ascensor, era hora de
engañar a Harvey Goldman
Cuando llegamos al restaurante, el anfitrión nos llevó a nuestra mesa.
Mientras caminábamos, alcancé y tomé la mano de Harvey. Se dio la vuelta y me
miró en estado de shock. Por el rabillo de mi ojo, pude ver su rostro: su boca
parcialmente abierta y sus ojos bien grandes. Intencionalmente opté por no
mirarlo, solo para mantenerlo haciendo conjeturas.
Me sentó como lo hizo la noche anterior solo que esta vez le di las gracias.
Sonrió y se sentó. Tuvimos nuestra comida con vino y luego pedimos postre.
Mientras esperábamos nuestra delicia de crema de plátano, me quité el zapato y
lentamente estiré mi pierna debajo de la mesa. Apunté entre sus muslos y coloqué
suavemente el arco de mi pie en su entrepierna, deslizando mis dedos a través de
su pene. Harvey saltó como un niño pequeño que recibía su primer beso.
Quitando mi pie, le pregunté—: ¿Estás bien? —Sabía que era mi pie
presionando contra su polla, pero fingió como si nada estuviera pasando.
¿Qué está mal con este tipo?
Elaine me dijo que era un pervertido y era conocido por las demostraciones
públicas de afecto sexual, pero ese no parecía ser el caso.
El camarero nos trajo el postre y lo puso delante de cada uno de nosotros.
Entonces, tuve una idea.
—Disfruten.
—Disculpe señor —dije.
El camarero volvió y con la voz más educada, preguntó—: ¿Qué puedo
traerle?
Le pregunté por los ingredientes para la delicia de crema de plátano, y
comenzó a compartir la receta. Mientras daba su explicación, mi pie retomó la
entrepierna de Harvey. Esta vez, no saltó, ni tampoco se movió porque el camarero
se hallaba a medio metro de distancia. Seguí frotando su pene, dándole al
camarero mi atención en contacto directo con sus ojos todo el tiempo. Podía sentir
a Harvey empezando a endurecerse.
El camarero terminó de explicar y le pregunté qué otros postres se
encontraban en el menú. Inmediatamente comenzó a describir cada postre, uno
por uno, y todo el tiempo sus ojos estaban fijos en mi escote. Cuando me di cuenta
de la mirada del camarero, continué masajeando a Harvey. Después, tomé un
tenedor lleno de crema de plátano y poco a poco lo llevé a mi boca. Sosteniendo
el tenedor en mi mano, lamí la crema con la punta de mi lengua como lo haría con
la cabeza de un pene. Cuando lo hice, una pequeña porción de la cobertura de
nata goteó del tenedor y aterrizó en mi teta izquierda. Miré a mi pecho, la crema
derretida se deslizó por la parte curva de mi pecho, sostenido por mi sujetador
push-up.
Colocando el tenedor en la mesa, bajé la mirada y vi la crema correr por mi
pecho. Con mi mano izquierda tiré mí vestido hacia un lado, exponiendo más de la
mitad de mi pecho. Con la otra mano recogí la crema goteando con mi dedo,
deslizándolo hacia arriba hasta que quedó a salvo en mi dedo. El camarero había
dejado de hablar, miré fijamente a sus ojos mientras puse mi dedo dentro de mi
boca y chupé la crema. Deslicé mi dedo hacia dentro y hacia fuera, chupándolo
como si fuera una polla dura. La polla de Harvey se puso firme mientras
continuaba frotando su pene durante la rutina del plátano-teta.
Después del postre, le dije a Harvey que me quería ir, pero insistió en pedir
una taza de café. En repetidas ocasiones, le pedí para irnos, pero siguió estancado.
Entonces finalmente admitió que todavía no podía ponerse de pie, porque tenía
una erección y no quería que nadie viera su bulto. Estaba esperando esta
oportunidad para abordarlo. Era el momento de engañar al timador.
—Déjame verlo —exigí.
—¿Qué?
—Déjame ver tu polla —contesté.
—No aquí.
—¿Harvey Goldman está avergonzado? —pregunté, riendo. Con eso, quité
mi otro zapato y puse mis pies sobre su rígida polla, frotándolo.
Echó su cabeza hacia atrás, cerró sus ojos, sus cejas se entornaron y respiró
profundamente.
—¿Te gusta eso? —dije en voz baja.
Asintió con aprobación. Mi engaño comenzaba a funcionar. Estábamos
cenando en un área privada, así que busqué alrededor del restaurante y noté que
nadie se encontraba cerca. Aun frotándolo, dije—: Mantén tus ojos cerrados e
imagíname en la ducha.
Levanté el mantel largo que llegaba al suelo en todos sus lados, agaché mi
cabeza y me escabullí debajo de la mesa. En cuatro patas, silenciosamente me
arrastré hacia Harvey, coloqué mis manos en el interior de sus muslos y los separé.
Cuando lo hice, susurró—: Kelly, sal de ahí.
—Shhh —dije. Con mi mano derecha sobre su bulto, empecé a frotarlo—.
Deslízate hacia adelante. —Solicité. Harvey acercó su silla, trayendo la parte inferior
de su cuerpo contra la mesa. Levanté el mantel y lo puse sobre su cintura, dejando
al descubierto sus pantalones de la cintura para abajo. Desabroché su bragueta,
metí mi mano dentro de la apertura de su ropa interior y con cuidado y cautela
saqué su pene de sus pantalones hasta que todo su miembro estuvo fuera.
Ahuecando mi mano en mi boca, eché saliva en mi palma para humedecer
su pene. Ubicando mi mano alrededor de su pene, acaricié suavemente hacia
arriba y hacia abajo a su miembro. Luego mojé mi otra mano y, usando
movimientos circulares, acaricié su polla. Su pene era largo, más largo que el de
Thomas, e increíblemente grueso. Cuando me estiré para apuntar su polla a mi
boca, me di cuenta de que su pene era firme y curvo como un plátano.
Asegurando mis manos alrededor de su pene, me aproximé para permitir
que mi saliva cayera en la punta de su cabeza. Totalmente empapado con mi saliva,
seguí acariciando usando movimientos circulares, hacia adelante y hacia atrás.
En ese momento, el camarero salió con una taza de café y preguntó—: ¿Más
café?
—No, estoy bien, solo esperando que mi novia regrese del baño —
respondió Harvey.
—Está bien. —El camarero respondió—. ¿Quiere su cuenta ahora?
—En un minuto.
El camarero se alejó y continué.
Él estaba haciendo obviamente todo lo posible para mantener una cara
seria, porque cuando oí la voz del camarero, presioné mis labios alrededor de la
punta de su cabeza y empecé a lamer su abertura con mi lengua. Pensé que tenía
unos cinco minutos hasta que el camarero volviera, así que esto no iba a ser una
mamada larga y prolongada. Había chupado una polla antes, un par de veces, pero
nunca había probado o tragado semen.
Con mis labios alrededor de su cabeza, me di cuenta de que o tendría que
permitir que haga su descarga en mi boca, o arriesgar que su jugo fuera a mi
rostro, a mi cabello o a mi vestido. Qué era peor, ¿probarlo o llevarlo puesto? No lo
sabía. Si mi engaño iba a funcionar, tenía que encargarme6, literalmente.
Ubicando mi mano izquierda sobre su muslo para mantener mi equilibrio, y
mi mano derecha sobre su pene, empujé mi rostro hacia su estómago, permitiendo
que su polla se deslizara a través de mi lengua. Nunca había hecho garganta
profunda, pero estaba dispuesta a intentarlo. Empujando con fuerza, podía sentir
su polla deslizándose por la parte posterior de mi garganta. Al principio quería
vomitar, pero deslizándolo dentro y fuera con rápidas penetraciones, no me hizo
daño o me ahogó. Cada vez que me lanzaba adelante con mi boca, acaricié su
polla en mi rostro hasta que mi mano y mi boca se tocaban.
En repetidas ocasiones, moví mi cabeza hacia adelante y atrás varias veces,
acariciando, luego sacando su polla de mi boca para deslizar mi lengua arriba y
abajo en la punta de su cabeza. Finalmente, pude sentir su daga crecer en mi boca,
tan larga que ya no podía hacerle garganta profunda. En cambio, con movimientos
rápidos, chupé fuertemente.

6
Texto original, suck it up, juego de palabras para referirse a encargarse de una situación o a tragarse algo.
Harvey reposicionó sus piernas, extendiéndolas, apenas tocando el suelo.
Obviamente, una señal de que estaba listo para acabar. Efectivamente, sus piernas
se tensaron y luego temblaron cuando sentí el estallido de su chorro llenando la
parte posterior de mi garganta como una manguera de incendios disparando agua
a alta presión. La eyaculación fue intensa. Su jugo caliente se lanzaba en intervalos,
muy similar a mis orgasmos y con cada embestida, la pulsación continuaba.
No fue tan malo. Un poco salado, pero me gustan las papas fritas, galletas y
otros alimentos salados, así que no me dio asco como pensé que lo haría.
Limpiando mis labios, aún en cuatro patas debajo de la mesa, me di la vuelta para
salir gateando. Cuando empecé a levantarme de abajo de la mesa, el camarero
volvió. Antes de que pudiera retirarme de abajo de la mesa, me vio. Agarré el
lóbulo de mi oreja derecha con ambas manos diciendo—: Pensé que lo había
perdido. —Fijando mi pendiente, miré al camarero y dije—: Estos bebés cuestan
más que la comida de esta noche y no iba a ir casa con uno solamente.
—No te puedo culpar —dijo.
Me volví hacia Harvey y dije—: Bueno, cariño, ¿estás listo para irnos?
Harvey sonrió y dijo—: Sí, querida. —Se puso de pie y cuando lo hizo,
inmediatamente vi una mancha blanca en sus pantalones. Con una mirada más de
cerca, me di cuenta de que una parte de su ropa interior sobresalía. Se encontraba
atascada en su cremallera. Sin dudarlo, me acerqué a él, puse mi mano izquierda
alrededor de su cintura, luego estiré mi derecha y desabroché su cremallera.
Rápidamente metí sus boxers dentro de sus pantalones y le subí la cremallera—.
Cariño, necesitas estar más atento cuando vas al baño.
Cuando salimos por el frente, esperando a que David sacara el coche,
Harvey colocó su mano en mi hombro y dijo—: ¿Qué fue todo eso?
—¿Qué, la mamada? —pregunté.
—Sí.
—Bueno, si no te gusto, puedo decirle a Elaine que quieres a otra persona.
—No, no es eso —dijo Harvey—. ¿Qué te pasó?
—¿Ahora no te gusto?
—Sí, me gustas, pero te traje a comer no a tener sexo.
—¿No te gusta el sexo? —insté.
—De eso se trata. Hasta ayer por la noche, me encantaba el sexo. Moriría
por eso. Pero ahora... —Harvey se detuvo, caminó unos pasos, pasó sus dedos por
su cabello, se dio la vuelta y dijo—: ¿Esto fuiste tú o el trabajo?
Hice una pausa, preguntándome qué decir. Era el momento de sellar mi
engaño.
Harvey Goldman, ahora eres mío.
—¿Y bien? —preguntó Harvey.
7
Traducido por Melanie Reads & Athena09
Corregido por Valevilchez

M
e giré y lo enfrenté. —Harvey, ¿una mujer no puede cambiar de
opinión? —Me acerqué hasta donde se encontraba, lo alcancé y
agarré sus manos. Miré directamente hacia sus ojos, me incliné y
besé sus labios—. Está bien... era yo.
Harvey sonrió tanto que pensé que se había desgarrado un músculo. Dejé ir
sus manos, envolví mis brazos alrededor de su cintura y me presioné contra él,
apoyando mi cabeza sobre su hombro izquierdo. Apreté mis senos contra su
pecho, y respondió envolviendo sus brazos a mí alrededor. Tiré mi cabeza hacia
atrás, miré sus ojos verdes y comencé a cantar una de las canciones de Frank
Sinatra—: Quiero ser parte de ello, de Nueva York.

***

Al día siguiente Harvey me llamó temprano, bueno, temprano para mí, eran
las once de la mañana. Apenas despierta, contesté el teléfono con voz perezosa—:
Harvey, buenos días. Es bueno escuchar tu voz. ¿Me echas de menos?
—Por supuesto, que lo hago.
—¿Disfrutaste tu cena anoche? —pregunté con voz provocativa.
—La comida estuvo excelente —respondió indiferente.
—Qué hay sobre el postre, ¿lo disfrutaste?
—La delicia de crema de caramelo de banana es mi favorita.
Este no era el Harvey Goldman que Alex había retratado, algo andaba mal
con él. Había hablado con Janine el día anterior para ver cómo se sentía, sabiendo
que tomé su lugar mientras se recuperaba de la intoxicación alimenticia. Me
informó de los deseos sexuales de Harvey y me dio indicaciones de qué hacer para
ganar una buena propina. Su descripción no era para nada el Harvey con el que me
encontraba lidiando. Sin embargo, me había dado cuenta. Estaba enamorado de
mí y no quería sumergirme en sus fetiches y sus oscuros deseos.
No me desea para jugar conmigo. En realidad me quiere.
Harvey cambió de tema. Me dijo que volaría en la mañana. Entonces me lo
propuso de nuevo—: ¿Ya has pensado sobre lo de Nueva York?
Le dije que necesitaba más tiempo, pero que estaba pensándolo. Luego
habló de los planes para esta noche. Quería saber lo que me gustaría hacer, le dije
que me devuelva la llamada alrededor de las tres y le haría saber.
Me hallaba a punto de encontrarme con Larry y Robert a la una de la tarde
en el restaurante Monte Carlo para discutir su estrategia para atraer a Harvey a la
trampa de inversión. Habían estado trabajando en un plan durante meses y querían
mi ayuda para sellar el trato. Tomé una ducha y me vestí, con vaqueros azules y
una camiseta rosa. Mirándome en el espejo, decidí llevar una gorra de béisbol
blanca con bordado color rojo brillante que decía: “Lo que pasa en las Vegas, se
queda en las Vegas”. A las doce y cuarenta y cinco dejé mi cuarto para ir a la planta
baja.
Me encontraba sentada en una mesa con Rick, bebiendo una Coca-Cola,
cuando Robert y Larry se nos unieron. Comenzaron a compartir su estrategia para
Harvey. Según sus fuentes, el método de Harvey para un esquema de inversión era
ofrecer rendimientos extremadamente altos en un período relativamente corto de
tiempo. En este esquema, Harvey afirmaba tener acceso a "garantías bancarias"
que puede comprar con un descuento y venderlas con un recargo. Revendiendo
varias veces a las "garantías bancarias", afirmaba que era capaz de producir
devoluciones excepcionales en la inversión mediante el uso de un "programa de
rotación".
Para hacer su esquema más atractivo, Harvey ofrecía "garantías" emitidas
por los "principales bancos " del mundo. Los documentos legales asociados con
tales esquemas requieren con frecuencia que la víctima entre en acuerdos de
confidencialidad y no elusión, ofreciendo retornos de la inversión en "un año y un
día" y afirmando la utilización de los formularios requeridos por la Cámara
Internacional de Comercio (CIC).
El propósito de estos fraudes es animar a la víctima a enviar dinero a un
banco extranjero, dónde es transferido a una cuenta en un paraíso fiscal al control
de un estafador, como Harvey. Desde allí, el dinero de la víctima es utilizado para
gastos personales del criminal o es lavado en un esfuerzo para hacerlo
desaparecer.
Larry y Robert querían establecer una reunión con Harvey, actuando como
inversionistas potenciales. Usando la vigilancia y equipos de grabación del FBI,
querían grabar su oferta de inversión, hacer una inversión sustancial, rastrear las
transacciones, tener a Harvey siguiendo con la estrategia de inversión, conseguir
los documentos de la transacción y reunir suficiente evidencia para hacer un
arresto.
—Ahora, Kelly, aquí es donde tú entras—dijo Larry—. ¿Cómo vas a llegar a
ganarte la confianza de Harvey, y cuánto tiempo crees te tomará poder
convencerlo de que se reúna con nosotros?
—Dame dos semanas —dije con confianza.
—Oh, eso es demasiado pronto —insistió Robert—. No es estúpido, pensará
que pasa algo si vamos así de rápido.
—Déjame emplear mi encanto —dije—. Entonces te haré saber lo que dice.
—Sí, Kelly, pero no lo apresures —dijo Larry—. Hemos estado trabajando en
esto por diez meses y si piensa que juegas con él, se echará para atrás y
perderemos la oportunidad.

***

De vuelta en mi habitación de hotel, quería tomar una siesta antes de salir


esa noche. Reflexioné sobre la discusión con Larry y Robert. La comprensión de
que Harvey iba a ir a la cárcel era relajante, ¿pero qué hay de Penny? ¿Dónde se
hallaba su justicia? Si lo arrestan demasiado pronto, nunca descubriré qué pasó esa
noche en su apartamento.
Me acosté sobre la cama y me quedé mirando el techo, pensando qué hacer
a continuación. Tenía que haber una manera de conseguir que Harvey hable. Tuve
una idea. Era arriesgado, pero había una posibilidad de que funcionara.
Llamé a la recepción y pedí que Reuben fuera enviado a mi cuarto para
ayudarme con mi equipaje. Preguntaron si dejaría el hotel, respondí que estaría
haciendo un viaje corto y estaría de vuelta en un par de días. De hecho, ya había
pagado una semana por adelantado.
Reuben era un botones quien me ayudó con mi equipaje cuando me
registré en el hotel. Un día temprano, en el garaje del estacionamiento, lo vi hacer
una transacción con dos muchachas que parecía ser un intercambio por pastillas.
Cuando pasé, asintió con la cabeza y me observó entrar en mi auto. Después de
bajar la parte superior de mí convertible, pasé por su lado y dijo—: Puedo
engancharte. —Obviamente, se refería a algún tipo de droga. En ese momento,
levanté mis gafas de sol y le guiñé un ojo, coqueteando.
Reuben llamó a mi puerta. Al principio no me reconocía con mi cabello
recogido y escondido en la parte trasera de mi gorra. Sin embargo, capturé su
atención fácilmente. Después de hacer la llamada a la recepción, me había quitado
mi sujetador y ahora mis exuberantes pechos estaban apareciendo a través de mi
camiseta rosa, atrayendo su atención a mis pezones marrones que brillaban como
faros de un camión de dieciocho ruedas. Seguros dentro de mi camiseta se
encontraban tres billetes de cien dólares.
Le recordé que era la dueña del descapotable rojo en el garaje del
estacionamiento y se acordó de mí.
—Así que, ¿puedes engancharme?—pregunté.
—Oh, oh, no... no señora —dijo, tartamudeando sus palabras.
—Voy a hacer que valga la pena —le dije mientras levantaba mi camiseta,
exponiendo mis pechos y permitiendo qué el dinero caiga al suelo—. ¡Ups, se me
cayó algo! —dije mientras bajaba mi camiseta y recogía el dinero en efectivo. Me
acerqué a la mesa alta, tomé un lápiz y escribí: GHB7 -dos dosis- líquidas, sobre el
papel con membrete del hotel. Arranqué la hoja del cuaderno y se la entregué a
Reuben.
Mientras leía mi nota, extendí mi mano, sosteniendo el dinero. —
¿Trescientos dólares son suficientes? —pregunté al tiempo que tomaba el dinero—
. ¿O necesitas más? —Presioné mis bíceps contra el exterior de mis senos,
causando que se apretaran y salieran de mi camiseta. Se entusiasmó y comenzó a
caminar hacia mí. Levanté mi mano y dije—: No tan rápido, amigo. Entrega el
paquete hoy antes de las cinco de la tarde y te recompensaré mañana por tus
esfuerzos.
Agarró mi bolsa de lona llena de ropa y aparatos BDSM, junto con mi
equipaje, los colocó sobre un carro de equipaje y los llevó hasta mi auto. Nos
encontraríamos en el garaje de estacionamiento a las cinco para hacer el
intercambio.
Conduje hasta el hotel Nueva York dónde más temprano, antes de que
Reuben fuera a mi habitación, había reservado una habitación para pasar la noche
en la suite del pent-house. Eran trescientos treinta y cinco metros con un
dormitorio principal separado, bañera de hidromasaje, mesas de sala y comedor.
Desempaqué mi ropa, mi maquillaje y mis suministros de belleza para que
pareciera como si estuviera viviendo allí, me las arreglé para facilitar el acceso a la
parafernalia BDSM en el amplio vestidor.
A las tres, Harvey llamó. Le dije que me encontrara en el salón Coyote Ugly a
las siete. —Esta noche nos vamos a divertir —dije con convicción.
—No puedo esperar —respondió.
El siguiente paso en mi plan era llamar a Janine. Le dije que Harvey no
respondía a mis avances sexuales y que parecía desinteresado.
—Eso es extraño —dijo.
—En serio —le respondí—. Creo que te extraña.

7
Es un depresor del sistema nervioso central (SNC). La mezcla de GHB con alcohol provoca una
reacción cruzada que, muy a menudo, induce una pérdida total del conocimiento.
—¿De verdad? —se animó—. ¿Eso crees?
Le dije que necesitaba su ayuda para conseguir que su motor se cargara y si
se reuniría conmigo en mi habitación de hotel a las nueve, le dije que podríamos
darle a Harvey un espectáculo como el que dimos a Thomas, tal vez eso ayudaría.
Estuvo de acuerdo y se encontraba emocionada por echar una mano, le expresé
que dividiría con ella la cuota cincuenta y cincuenta.
Reuben llegó como lo había prometido y Harvey apareció a las siete en
punto. Pedimos una bebida y comenzamos a bailar en el piso principal.
Sorprendentemente, era un buen bailarín, la noche empezaba como había
planeado. Después de aproximadamente una hora y media de fiesta, baile y
coqueteo, fuimos al bar por otra bebida. Compré piñas coladas a propósito; la
dulzura diluiría el sabor salado del GHB.
El DJ anunció que era la hora de bailar, la música comenzó y cuatro
camareras hermosamente tetonas saltaron sobre la barra del bar y comenzaron a
bailar provocativamente. Una de ellas se encontraba a la altura de la cabeza de
Harvey, sacudiendo sus senos con deleite. Sobre la música a todo volumen, me
incliné y le pregunté—: ¿Lo harías con ella?
—¿Qué? —gritó por encima del ruido.
—Dije. —Levanté mi voz—, ¿Lo harías con ella? —Sabía a lo que me refería.
Se dio la vuelta, casi ofendido y dijo—: ¡No!
La bailarina comenzó a bailar en frente de mí. Inclinándome de nuevo, le
pregunté a Harvey—: ¿Te gustaría verme follar con ella? —Otra vez, me dio la
misma respuesta.
Recogí un billete de cien dólares de mi tirante del sujetador y lo tiré sobre el
mostrador, levanté mi mano sobre la cabeza de Harvey y señalé hacia abajo,
insinuando que él quería un baile privado. Ella tomó el dinero, lo guardó en su
camisa y se volvió loca sobre Harvey.
Ese era mi momento. Harvey se encontraba distraído mientras la chica lo
provocaba. Rápidamente vertí el GHB en su bebida.
A los pocos minutos, Harvey arrastraba sus palabras. La droga estaba
haciendo efecto más rápido de lo que esperaba.
Tal vez le di demasiado.
Enfrentándolo como si tuviera demasiado para beber, envolví su brazo a mí
alrededor para llevarlo al cuarto VIP. Era demasiado pesado para cargarlo.
Afortunadamente, Rick estaba observando, por lo que lo tuve ayudándome a llevar
a Harvey al cuarto y meterlo a la cama. Le dije a Rick que iba a dejar dormir a
Harvey, que bajaría al vestíbulo y esperaría mi llamada.
A las ocho y cincuenta y cinco de la noche, Janine tocó la puerta. Entró para
ver a Harvey completamente desnudo y en la cama, sus manos atadas al poste y
vendado. —Chica, creí que no te estaba respondiendo —dijo.
—Está borracho. Así que ahora está cooperando un poco más.
Janine se quitó su abrigo London Fogy y se encontraba completamente
desnuda. —¿Qué tienes en mente? —preguntó.
Abrí el cajón superior de la mesa de noche y saqué un consolador en un
cinturón de cuero negro con una polla de un rojo brillante. —¿Qué tal esto?
—Oh, sí —contestó Janine—. ¿Quién lo usa y quién recibe? —preguntó.
—Tú puedes ser la dominante.
Mientras Janine ajustaba el aparato alrededor de su cintura, me quité mi
sujetador y mis bragas, me subí a la cama y le quité la venda. Luego, a cuatro
patas, coloqué mis manos a un lado de su pecho y mis rodillas en el otro. Desde
atrás, Janine se inclinó sobre mí mientras presionaba gel líquido sobre la polla de
goma. Luego roció un poco en los afeitados labios de mi vagina, agarró el pene
con su mano derecha y penetró mi coño.
Comenzó a empujarme. Miré y los ojos de Harvey no se encontraban del
todo abiertos, aunque ocasionalmente los abría y luego los cerraba. —Janine —
dije—, empieza a hablarle a Harvey.
Dijo su nombre e instantáneamente abrió los ojos y la miró. —¿Janine? —
preguntó—. ¿Eres tú?
—Oye, Goldman —dijo, jadeando mientras seguía empujando el consolador
dentro de mi coño—. ¿Quieres ver cómo me cojo a tu perra? —preguntó. Los ojos
de Harvey se abrieron completamente cuando la vio meciéndose hacia adelante y
hacia atrás contra mi trasero.
Eso continuó durante algunos minutos y el pene de Harvey todavía se
encontraba blando. Miré de vuelta hacia Janine, y luego a su polla inerte. —No está
funcionando.
—Chúpalo mientras te cojo a ver si eso funciona.
Reposicionándome a mí misma hacia sus caderas, envolví mi mano derecha
alrededor de su pene, me incliné y empecé a chuparlo. Janine nunca perdió el
ritmo y no sacó el consolador mientras me movía en posición para la mamada.
Continuando chupando y humedeciendo su polla, apenas se puso duro. Me
levanté de su pene y le dije a Janine que debía de estar demasiado borracho.
—Eso es raro, Harvey puede beber sin embriagarse y follar después de una
noche de fiesta —respondió.
—¿Qué hacemos? —pregunté.
Janine se levantó y sacó una píldora de Viagra y un vaso de agua.
—¿En serio? —pregunté—. ¿Sucede que tenías una?
—Nunca sabes con los hombres, no todos pueden permanecer firmes y
cuando no lo hacen, no quieren pagar, solo dejar una propina, así que tienes que
estar preparada.
Le metimos la píldora a la fuerza y en un par de minutos pareció funcionar.
Su polla finalmente estaba dura, comenzando a crecer y a latir. Le agradecí a
Janine.
—No hay problema, cualquier cosa para ayudar a una amiga —dijo y luego
se fue, dejando el resto del tiempo de Harvey conmigo.
Tenía que aprovechar el tiempo, así que me subí sobre él, agarré una
porción de su polla dura, lo alineé y me senté sobre él, metiendo su pene en mi
vagina. Inmediatamente abrió sus ojos. Empecé a moverme de hacia abajo cuando
sus ojos trataron de cerrarse. Tomé su cabeza, empujándola de nuevo contra la
cabecera y grité—: ¡Fóllame hijo de puta!
Eso llamó su atención. —¿Qué estás haciendo? —preguntó.
—¿Qué parece? —contesté—. Te estoy follando.
Se volvió y miró a cada una de sus muñecas por primera vez, dándose
cuenta de que se encontraba atado al poste. —¿Dónde estoy? —preguntó.
—Estás conmigo, ahora, ¡cállate y fóllame!
Empezó a hacerlo, meciendo sus caderas hacia arriba y hacia abajo y
respondiendo a mis movimientos. —¡Mírame! —ordené. Miró directo a mis ojos. —
Ahora, me dijiste que te recordaba a alguien, ¿quién era? —pregunté.
—¿De qué estás hablando? —respondió.
—¿A quién te recuerdo? —pregunté de nuevo, aun moviéndome de arriba
hacia abajo.
Volteó su cabeza y dijo—: No quiero hablar sobre eso.
Tomé una vela encendida de la mesa de noche y la sostuve sobre él. —¿A
quién te recuerdo?
— Kelly, por favor, solo detente —rogó.
Volteé la vela y la cera caliente goteó sobre su pecho. Se sacudió.
—Eso te gusta, ¿no es cierto? —dije. Lo hice una y otra vez, siempre se
sacudía cuando la cera tocaba sus fornidos pectorales. Continué preguntándole a
quién le recordaba.
Manteniéndome sobre él, abrí el cajón superior de la mesa de noche, tomé
una mordaza con una bola, y la abroché alrededor de su cara, rellenando su boca
con la bola naranja.
—Así que, ¿no quieres hablar? —Me levanté, caminé hacia la mesa y abrí
una botella de vino. Recordé lo que Thomas había hecho; iba a jugar y a tener algo
de diversión a expensas de Harvey.
Tomé un largo trago y luego empecé a derramar el vino tinto sobre su
entrepierna. Cuando lo hice, el líquido salpicó toda la cubierta blanca de la cama.
Mierda. Eso va a dejar una mancha.
Me subí sobre la cama con botella vacía en la mano. Me puse de pie sobre
él, situé la botella en su estómago y me coloqué en cuclillas hasta que el cuello de
la botella penetró mi vagina. Manteniéndola en su lugar, me movía hacia arriba y
hacia abajo de la botella. Sus ojos se abrieron de par de par, disfrutando la vista. —
¿Te gusta? —pregunté.
Asintió con la cabeza y murmuró con placer.
Me levanté y removí la botella. Me giré, jalé sus piernas hacia arriba,
separándolas, antes de sentarme en su polla y deslizarla en mi coño. Tomé la
botella e inserté la punta en su ano, presionándola suavemente hacia adentro.
Quería empujarla dentro y destrozarlo, pero nunca obtendría ninguna información
si llevaba las cosas tan lejos.
Aparentemente, eso le gustaba. Empezó a mover sus caderas hacia arriba y
hacia abajo, desplazándose y retorciéndose con placer. Luego de algunos minutos,
decidí no interrogarlo más, pero en su lugar trataría de complacerlo. Mi estrategia
no estaba funcionando, así que tenía que improvisar.
Mis pantorrillas descansaban sobre las suyas, sosteniéndolo acostado con
sus piernas hacia atrás. Mis movimientos hacían un fuerte ruido de chasquido cada
vez que mis nalgas aterrizaban en su área pélvica. Sorprendentemente, yo lo
estaba disfrutando. Con sus nalgas expuestas, y la botella en su agujero, golpeé su
trasero. Gimió con placer. Me giré y lo miré.
—¿Te gusta?
Asintió con la cabeza de nuevo.
Lo golpeé repetidamente, mientras se movía más duro y más fuerte. Su pene
se encontraba creciendo dentro de mí. Cada vez que me presionaba hacia abajo,
podía sentirlo poniéndose más tenso. Un golpe más y fue suficiente. Empezó a
gemir y gemir cuando de repente, sentí su esperma caliente en mi interior. Roté mi
posición, presionando mi clítoris contra su pelvis y meciendo con fuerza. Tres, dos,
uno… ¡despegue! Empecé a terminar en su polla, y cada vez que mi orgasmo se
disparaba a través mi cuerpo, me sacudía con placer.
Usando una toalla húmeda, limpié mi vagina y entonces le hice lo mismo a
su pene, gentilmente limpiando su polla y sus bolas. Luego de que desatara sus
muñecas y removiera la mordaza, le dije que iba a tomar un baño y lo invité a
acompañarme. Juntos, el agua caliente se rociaba en numerosos chorros mientras
nos abrazábamos en la enorme ducha. Mis pechos apretándose contra su pecho, su
pene, aún duro, presionándose firmemente contra mi estómago. Mis brazos
alrededor de su cintura, y sus manos descansando contra la pared de azulejos, miré
hacia sus ojos y dije—: Me gustaría ir pronto a visitarte a New York en algún
momento.
Sorprendido y eufórico, respondió—: ¿Es en serio?
8
Traducido SOS por Yoda, Ivy & Athena09
Corregido por Gasper Black

F
uncionó. Bueno, debería decir, funcionó para Robert y Larry,
pero para mí no. Convencida de que hablaba en serio, el plan
de crear una reunión entre Harvey y las agencias, por el
momento se veía mejor.
Y él dijo, no te apresures.
—Vaya, qué noche —dijo Harvey.
—Te gusta un poco loco, ¿no? —contesté.
—Mmm —dijo con una gran sonrisa, viéndose como un niño en una tienda
de dulces.
Salimos de la ducha y nos envolvimos en las batas del hotel
complementarias. Decidimos pedir servicio de habitaciones y conseguir algo para
comer. Por alguna razón, se me antojaba una hamburguesa y papas fritas. Harvey
ordenó bistec, patatas rojas, brócoli y panecillos, ¿quién lo hubiera imaginado?
Terminé con mi sándwich y agarré las papas fritas, sumergiéndolas en salsa
de tomate, Harvey seguía comiendo su comida.
—Entonces, ¿qué es lo que haces para ganarte la vida? —pregunté,
sabiendo que me encontraba violando una regla de Cat Tails: no involucrarse
personalmente con un cliente. En ese momento, no me importaba. Iba a hacer lo
que necesitaba para hacer caer a Harvey Goldman.
Masticando su bistec, dijo—: Soy un agente de inversiones.
—En serio —contesté, mostrando interés.
—Sí, y soy malditamente bueno en lo que hago.
—Inversiones —dije—. ¿Al igual que el mercado de valores?
—Algo así, es complicado —respondió.
—¿Alguien puede invertir con tu empresa? —incité.
—Si tienen dinero —respondió con una sonrisa—. ¿Por qué, quieres invertir
en algo? —preguntó y luego agregó—: Solo bromeo.
—Podría —dije. Extendí mi mano y agarré de su plato un pedazo de brócoli,
lo puse en mi boca y comencé a masticar. Y dos segundos más tarde, se hallaba en
mi servilleta, era repugnante.
Harvey se rió y dijo—: Es bueno para ti.
—Muchas gracias, me quedaré con mi hamburguesa y papas fritas.
Tomé un sorbo de vino. Seguí adelante con la conversación—: Me
preguntaba… —Hice una pausa—. No importa.
—¿Qué es? —preguntó Harvey con curiosidad.
—No es nada.
—Solo dime —insistió.
—Bueno, cuando vaya a Nueva York...
—Sí —animó.
Continué—: Cuando vaya a Nueva York, me gustaría presentarte a mi tío
Pete —sobre la marcha, inventé un nombre para Larry—, y su socio. Están
buscando para hacer algunas inversiones, y cuando mencionaste que eras un
corredor, pensé en ellos… es solo una idea.
—No sé —vaciló Harvey—. No me gusta mezclar los negocios con el placer.
Incliné mi cabeza y saqué mi labio inferior, como una niña haciendo mala
cara porque su papá le dijo que no a algo que quería. —Por favor, ¿por favorcito?
Harvey se rió. —Veremos.

***

Al día siguiente, Harvey voló de regreso a Nueva York. Me llamó y todos los
días envió una docena de rosas al Cat Tails Lounge. El miércoles de esa semana,
recibí un paquete con un collar de diamantes y el viernes, Harvey me envió
pendientes de diamantes que hacían juego con el collar.
Ese fin de semana, no pudo ir a Las Vegas, así que hablamos por teléfono el
sábado y el domingo. Este tipo era un hablador. Sin embargo, era muy caballeroso.
Dos semanas más tarde, Harvey volvió a Las Vegas y teníamos planes para salir. Me
preguntó si era una aventurera.
—¿Qué tienes en mente? —pregunté.
Quería que me subiera a la montaña rusa en el Hotel y Casino Nueva York,
New York. Estuve de acuerdo.
El paseo fue muy divertido y aterrador al mismo tiempo. Comimos en el
restaurante del hotel, y entonces, fuimos a mi habitación, la cual se convertía en mi
segundo hogar cuando él se encontraba en la ciudad. Aún tenía mi habitación en
el Monte Carlo.
El calor del verano y la humedad empapaba mi cara hasta que mi maquillaje
prácticamente se derretía y mi cabello estaba empapado de sudor. Odio sudar, así
que me excusé para tomar una ducha, y por supuesto, él acompañó.
Naturalmente, bajé mi mirada y no pude dejar de notar que su pene se
hallaba erecto, largo y colgando al menos quince centímetros. —Bueno —dije—,
alguien está excitado.
Harvey bajó su mirada, volvió a levantarla y dijo—: A mí… a nosotros nos
gusta lo que vemos.
—Oh, ¿ahora te gusta? —dije, mirando fijamente hacia su polla—. Bueno,
entonces, trae a ese chico por aquí. —Harvey se acercó y me beso en los labios
mientras bajaba mi mano y acariciaba suavemente su polla. Envolví mi mano
alrededor de su eje, tirando de él ligeramente con movimientos descendentes
mientras sentía su espesor hincharse como galletas de mantequilla horneándose
en el horno, hasta que su polla se encontraba dura, firme y erecta.
Dándome la vuelta, me recosté en Harvey y presioné mi trasero contra sus
caderas, forzando su pene entre la raja de mi trasero, colocando una intensa
presión contra mi agujero y mi coño. Extendió ambas manos, colocándolas sobre
mis caderas, antes de tirarme fuerte. Su pene curvo acechaba, jugando con mi
agujero, hasta que la punta de su polla penetró los labios de mi vagina.
Inclinándome hacia adelante, mientras el agua caliente salpicaba la parte baja de
mi espalda y mis glúteos, y sintiendo su polla empujándose en mi interior,
comencé a sentir enormes sensaciones de hormigueo que nunca había sentido.
Harvey movió sus manos de mis caderas, subiendo a mi cintura y a mis
axilas, antes de tirarme hacia atrás. Tomó ambas de sus manos, las deslizó por la
parte de atrás de mis piernas y se detuvo justo encima de mis pantorrillas. Las
agarró fuerte y con un impulso me levantó, extendiendo mis piernas mientras
colgaba suspendida en el aire. Su pene curvado, rígido y erecto, presionando
contra mi pelvis justo por encima de mi clítoris, burlándose de mí por más.
Inclinándome, envolví mi mano alrededor de su polla, la agarré con fuerza y la guié
hacia mi coño, me levantó más arriba, permitiendo una posición perfecta para que
su polla me penetrara.
Su gruesa polla se deslizó en mi interior. Me levantó y luego me bajó, como
si fuera un fisicoculturista levantando pesas. Metió su polla aún más profundo en
mi vagina y, mientras flotaba en el aire, continuó sosteniéndome, presionándome
mientras me follaba por detrás.
—Oh, Dios mío, Harvey, eso se siente tan bien —dije. Inclinando mi cabeza
hacia atrás y gruñendo—: ¡Fóllame, fóllame!
Esa posición suspendida permitió que su polla se impulsara en mi interior
hasta que su pene curvo se presionó contra mi pared interior, llena y lejana. Fue
estimulante y doloroso al mismo tiempo. Atrapados en el éxtasis de la ducha
sexual, me olvidé de todo lo demás. Igual que el agua lavando contra nuestros
cuerpos, me sentí limpia, fresca y libre. Todo lo que quería en ese momento
era sentir su polla dentro de mí.
—Bájame —dije.
Harvey inmediatamente dejó de levantarme y se quedó inmóvil en su
posición. —¿Te estoy lastimando?
—No, bájame y te mostraré lo que quiero.
Harvey me levantó lo suficientemente alto para que su pene saliera de mi
interior; cautelosamente, me guió para ponerme de pie. Dando dos pasos hacia
adelante, me agaché, mi cabello casi tocando el suelo. Extendiendo mis piernas,
coloqué mi mano izquierda contra la pared para equilibrar mi peso; tomé mi otra
mano, la extendí bajo mi entrepierna y posicioné mi dedo medio contra mi ano.
Lentamente, empujé mi dedo dentro de mi culo y lo detuve.
—¿Qué quieres? —preguntó Harvey.
Sacando mi dedo y deslizándolo de regreso a mi culo, dije—: Quiero sentir
tu semen en mi interior, aquí mismo.
—¿Estás segura? —preguntó.
—Estoy segura.
Con anticipación, extendí mis piernas.
Colocando ambas manos contra la pared de la ducha, me incliné, Harvey
agarró su polla con su mano derecha y, usando su izquierda, separó mis nalgas,
abriendo mi ano. Apretó suavemente la cabeza de su polla en mi culo. Lo
sentí entrar. Estaba tan jodidamente apretada.
Una vez que su cabeza se encontraba dentro de mí, puso sus dos manos
sobre mis nalgas, separándolas, abriendo mi culo aún más. En cámara
lenta, comenzó a balancear sus caderas hacia atrás y delante, deslizando su polla al
interior para relajar mi ano. Entonces, abriéndome lo más físicamente posible,
comenzó a meter su gran polla. Empezó a estirarme y sentía como si fuera a
destrozarme, pero lo quería hasta el final dentro de mí.
—Uh —gruñí cuando levanté mi cabeza.
Harvey reconoció que mi sonido no era un ruido erótico sino un sonido de
dolor. De inmediato, sacó su pene y dijo—: ¿Estás bien? ¿Te he hecho daño? Kelly,
lo siento mucho.
Fue genuino y sincero pidiendo disculpas por entrar demasiado lejos,
demasiado rápido. Seguía repitiendo—: Lo siento mucho. Lo siento mucho.
—Está bien, estoy bien.
—No quise hacerte daño —respondió—. ¿Esta es tú primera vez?
Al principio, no quería admitirlo, ya que no quería revelar mi identidad.
—Sí, pero se sentía tan bien al principio, con tu cabeza dentro de mí. Quiero
sentir tu semen en mi culo.
—¿Estás segura?
—Estoy absolutamente segura —contesté.
—Está bien, déjame intentar algo.
Reubicó sus pies, separándolos, lo cual bajaba a su objetivo. Deslizó su polla
parcialmente dentro y empezó a masturbarse. Los movimientos del empuje
mientras se acariciaba permitió la suficiente fuerza para penetrarme sin la tensión.
Su cabeza me empujaba cada vez que su polla tenía espasmos por placer y
satisfacción. Más y más rápido, golpeaba a su eje, gimiendo con cada embestida,
hasta que soltó un gruñido muy fuerte. Su esperma caliente estalló en mi culo;
sintiendo cómo cada chorro enviaba escalofríos por mi columna vertebral.
Quité mi mano derecha de la pared y la puse sobre mi clítoris y, mientras
seguía disparando su semen dentro de mí, froté mi coño. En menos de 20
segundos, comencé a gemir, al sentir mi orgasmo a punto de explotar. Harvey sacó
su polla de mi culo y penetró mi coño. Su gruesa polla, cubierta con su semen, se
deslizó dentro de mí con facilidad. Su completa polla de 20 centímetros me abrió
violentamente, mientras explotaba mi orgasmo contra ésta.
—Oh, Dios... Oh, Dios... sí... ¡sí! —grité.
Guau, ¡qué maldito orgasmo!
Mis piernas se retorcían en espasmos, todo mi cuerpo temblaba y pensé que
iba a perder el control.
Me levanté, me di la vuelta y nos abrazamos. Mirando directamente a sus
ojos, dije—: Eso fue increíble.
Volviendo su mirada a mis ojos, respondió—: Kelly, te amo... cualquiera
que sea tu apellido.
Oh, mierda. No la palabra con "A". ¿Qué digo ahora? Dios mío... Dios mío...
¡Piensa Cindy, piensa!
Sonriendo de nuevo, dije—: Lee, es Lee, mi apellido es Lee.
¡Mierda! ¿Por qué dije eso? Supongo que era mejor que decir: también te
amo.
***

A la mañana siguiente, mi teléfono sonó y miré el reloj digital en la mesita


de noche. Eran las 6:01 am. En la oscuridad total, agarré mi celular, lo abrí, y con
una profunda voz mañanera, dije—: ¿Sabes qué hora es?
—Oh, mierda, olvidé la diferencia de tiempo.
—Harvey, ¿eres tú? —dije.
—No, Kelly... es Larry... Larry Palmer. Lo siento mucho, Son las nueve en
Nueva York. Te llamaré más tarde.
—Ya me despertaste, así que podrías hablar conmigo.
—¿Cómo te está yendo? —preguntó.
—¿En serio, me despertaste a las 6:00 am para preguntarme eso?
—Lo que quiero decir es, ¿cómo te va con Harvey? ¿Está a bordo?
—Está listo cuando tú lo estés. Oh sí, por cierto, le dije que eras mi tío Pete y
que Robert es tu socio de negocios. Pero no le di el nombre de Robert, o qué tipo
de negocio ustedes tienen. Pensé que ya tenían eso resuelto.
—Está bien, podemos trabajar con eso.
—¿Cómo van las cosas con la investigación concerniente a mi hermana?
—Tendrás que hablar con Robert sobre eso.
—Mira, estoy a punto de entregarte a Harvey Goldman. Espero que se haga
algo al respecto del asesino de Penny. Si no me vas a ayudar, bien, maldita sea, no
te ayudaré. —Colgué el teléfono.
Diez minutos después, Robert llamó. Aún me encontraba molesta con Larry,
sintiendo que nada estaba ocurriendo, pero Robert me tranquilizó. Alex entregó
toda la evidencia al FBI y Robert dijo que se hallaban realizando entrevistas, pero
los testigos no cooperaban. Dijo que estaban pagados, amenazados o ambos. La
buena noticia era que un juez se encontraba dispuesto a firmar una orden por el
reporte del forense.
Robert llegó a decir que una vez que Harvey fuera acusado y eso, ellos
serían capaces de lanzar una investigación completa y atar muchos de los cabos
sueltos. La gente estaría más dispuesta a hablar una vez que Harvey estuviera
detrás de las barras.
Robert y yo continuamos hablando sobre la preparación. Le expliqué que
iba a visitar a Harvey en Nueva York y que le presentaría a Larry. Robert compartió
dónde y cómo se conocerían y yo iba a arreglar una reunión. Estuve de acuerdo y
colgamos.
***

Dos días después, Harvey llamó.


—Oye, Harvey, ¿has estado evitándome? —dije, secando mi cabello con una
toalla.
—No, he estado ocupado. ¿Qué estás haciendo?
—Acabo de salir de la ducha, estoy desnuda —dije. De hecho, tenía mi bata
puesta.
—Detente —replicó Harvey—. Me estás matando.
—Me estoy tocando —declaré, riéndome.
—Estás tan loca.
—Y lo amas.
Hablamos por algunos minutos, y luego hice la pregunta. —¿Estás listo para
una visita?
—¿Vienes a Nueva York? —preguntó Harvey.
—Sí, mi sobrina va a hacer su fiesta de dieciséis años. No planeaba ir, pero
pensé, ¿qué demonios?; puedo ver a mi Harvey este fin de semana.
—¿Este fin de semana?
—Sí, ¿está bien? —pregunté.
—Claro, está más que bien, ¡es genial!
Se hallaba tan entusiasmado. Podía escucharlo en su voz. Le mencioné la
reunión con el tío Pete y su socio y Harvey trató de escapar de eso. —No lo sé,
tengo un horario realmente apretado.
—Pero ya le hablé al tío Pete esta mañana y le dije que estabas dispuesto a
reunirte. No quiero decepcionarlo. Bueno, lo llamaré y le diré que no puedo
tener el fin de semana libre del trabajo…
—No, no, no lo hagas. Está bien, liberaré mi horario. Pero no puedo hacer
ninguna promesa sobre ningún trato justo ahora. Las cosas están, bueno, no estoy
seguro de tener nada en lo que puedan estar interesados.
—Ah, eso es muy malo —dije—. Ellos quieren invertir quinientos mil dólares.
—¿Qué? ¿Medio millón de dólares? —aclaró Harvey.
—Eso es lo que dije, y si puedes ofrecerles algo fuera del país con garantías,
dijeron que podría ser un millón. ¿Cómo suena eso?
—Creo que justo tengo el trato adecuado. ¿Dónde se quieren reunir?
Fue tan sencillo como derretir mantequilla en un caliente día de verano.
Le pasé la información a Harvey, dándole el día, hora y el lugar, y volví a
secar mi cabello. Me encontraba cepillándolo cuando un golpe sonó en la puerta.
Miré a través de la mirilla para ver que era Reuben.
Oh, mierda.
Reuben había estado viniendo a mi habitación y deslizando notas bajo la
puerta. Le prometí pagarle y no estaba esquivándolo, solo seguíamos sin
encontrarnos el uno al otro.
Me agaché, desaté mi bata y la abrí parcialmente. Aún me encontraba
desnuda, así que una parte de mis pechos se mostraban y mi coño afeitado estaba
a simple vista. Abriendo la puerta, lo saludé. —Hola, Reuben. Pasa.
—¿Algo para beber? —le ofrecí.
—No, estoy bien, realmente, todavía en horas de trabajo.
Le conté a Reuben que tenía novio, así que, nada de tocar, de besar y de
contacto. Luego le dije—: Puedo darte un show si quieres masturbarte al mismo
tiempo, ¿trato?
Él estuvo de acuerdo.
Le indiqué que se sentara en el sillón, abrí sus pantalones y saqué su polla.
Se mostró agradecido. Luego me subí en el mostrador de la cocina, abrí mi bata,
extendí mis piernas y comencé a frotar mi coño en movimientos circulares antes de
deslizar un dedo dentro. No tomó mucho para que Reuben se pusiera duro. Pude
ver su polla sobresalir por encima de su mano.
Oh, dios mío. ¡Es enorme!
Mi coño se estaba poniendo más húmedo cada minuto.
—¿Te gusta lo que ves? —pregunté.
—Claro que sí —respondió Reuben.
Se quitó la camisa y continuó tirando de su polla con una mano y
pellizcando sus pezones con la otra. Cuanto más acariciaba su polla, más crecía. Yo
me encontraba en shock. Su pene alcanzó su botón de abajo. Era tan
largo, fácilmente 22 o 25 centímetros. Se suponía que lo iba a excitar, pero él me
estaba poniendo cachonda. Quería follarlo tanto, pero no lo conocía, así que no
iba a tomar riesgos innecesarios. Todos los clientes en The Cat Tails Lounge tenían
que hacerse exámenes de sangre o no tendríamos sexo con ellos.
Me imaginé que si no podía tener su grande, larga polla, usaría la mía. Pasé
debajo del mostrador, y tomé un enorme consolador realista de 30 centímetros,
del armario. Quitándome la bata, me subí de nuevo al mostrador de granito,
extendí mis piernas, lubriqué el consolador con algo de gel y penetré mi coño.
Mirar a Reuben fue una gran sorpresa y me hallaba caliente como el infierno.
Embestí la vibrante polla dentro de mi vagina tanto como pude, y luego encendí la
batería. El zumbido excitó a Reuben y se acarició más duro y más rápido. Sabía que
me encontraba a punto de llegar al orgasmo, pero quería satisfacer a Reuben, así él
podría llegar. Decidí usar el “viejo fiel” y sensual ceño, y entonces la desbastadora,
palabra con F. Eso siempre funcionaba con los hombres. —Fóllame. Fóllame —
repetí, haciéndolo más fuerte cada vez.
Un golpe en la puerta me detuvo en mi camino. —¿Quién es? —dije.
—Madam Elaine.
9
Traducido por Gasper Black & Majo MadHatter
Corregido SOS por Erienne

S
alté de la encimera de la cocina, cogí mi bata y rápidamente
comencé a ponérmela. Le susurré a Reuben—: ¡Rápido, ve al
baño!
Sosteniendo su polla, dijo—: ¿Hacer qué?
—¡Es mi jefa, date prisa! Ocúltate en el baño.
Saltó del sofá y empezó a correr a través de la sala de estar; sosteniendo su
pantalón, mientras que su pene rebotaba con cada paso. Se detuvo, se dio la vuelta
y preguntó—: ¿Dónde está el baño?
Apuntando hacia la zona trasera cerca de la habitación principal dije—: ¡Allí
atrás, la puerta de la derecha, date prisa!
Sosteniendo sus calzoncillos, daba saltos mientras trataba de abrocharse su
pantalón.
Colocándome la bata a mi alrededor, até el cinturón, agarré mi toalla de
baño y me dirigí a la puerta. —Solo un segundo —dije. Frotando contra mi cabello
húmedo, me detuve y miré en la mirilla.
Algo estaba bloqueando la vista, no podía ver hacia fuera. En pánico, respiré
hondo, preparándome para saludar a Madam Elaine. Mi corazón se hallaba latiendo
con fuerza.
¿Cómo demonios sabía que me estaba quedando aquí?
Girando el cerrojo, abrí la puerta.
—¡Sorpresa!
—¡Janine! ¿Qué mierda? —exclamé, aliviada.
Apuntando con su dedo, riéndose dijo—: Te atrapé.
—Me diste un susto de muerte, idiota —contesté—. Vamos entra. —Janine
entró en la habitación. Dando un par de pasos, llamé a Reuben—. Está bien. Ahora
puedes salir. —Reuben salió caminando. Su cinturón se hallaba desabrochado,
colgando en frente, y su polla estaba dura, asomándose fuera de sus pantalones y
ropa interior, cinco centímetros de su larga polla a perfecta vista.
Entró a la sala de estar, se detuvo y miró a Janine. —Reuben, esta es Janine,
mi amiga —dije.
—Ella es mi amiga ahora —respondió.
Le conté a Janine que le debía un favor y le estaba dando un pequeño
espectáculo para pagarle por su amabilidad.
—Bueno, no dejes que yo te detenga —dijo ella.
—¿Quieres ayudarme?
Aceptó incondicionalmente. Reuben volvió a su posición en el sofá y yo me
abrí la bata, exponiendo mis pechos. Janine se acercó y comenzó a lamer mis
pezones y a presionar mis senos. Extendió su mano, la colocó en mi coño y
empezó a frotarlo. Reuben estaba duro como una roca, acariciando su polla, sin
quitar sus ojos de Janine. Levantando mi pierna derecha, puse mi pie en el taburete
de la barra y expuse mi clítoris por completo. Janine se arrodilló y empezó a lamer
vigorosamente mis labios vaginales. Levantó su mano y colocó dos dedos en mi
interior, deslizándolos suavemente hacia dentro y hacia afuera.
Miré a Reuben. Fíjamente a sus ojos, abrí mi boca, demostrando mi placer
por la gentil lamedura de Janine. Gritando y gimiendo, coloqué mis manos una en
cada pecho, y empecé a pellizcar mis pezones con mi dedo índice y pulgar. Con
fuerza, tiré de mis pezones, haciendo que se pusieran erectos.
El chico se levantó, sus pantalones y su ropa interior alrededor de sus
rodillas, y empezó a acercarse a nosotras, todavía acariciando su polla. Para tener
una mejor vista. Yo no quería que manchara la alfombra, así que le di instrucciones
para que tomara mi toalla de baño, la cual extendió en el suelo delante de él.
Janine miró por encima para echarle un vistazo a Reuben y al ver el tamaño
de su pene, se detuvo de lamerme y dijo—: Santa mierda.
—Tentador, ¿no es cierto? —resalté.
—Claro que sí —respondió—. No creo haber visto uno así de grande antes.
—Eres más que bienvenida para probarlo —dijo, sonriendo Reuben.
Janine me miró a los ojos y dijo—: Ojalá.
En ese momento tuve una idea. —Un momento —le dije a Janine y caminé
hacia el armario.
—Oye —dijo Reuben—. No he terminado.
—Un segundo —contesté.
Al regresar, los ojos de Reuben se abrieron de par en par y Janine sonrió con
una mirada que decía: Tú, chica traviesa. En mi mano se encontraba un consolador
de doble cabeza de 35 centímetros, espuma de goma. En cuestión de segundos,
Janine se quitó sus pantalones vaqueros, su ropa interior, su camiseta y su
sujetador. Tomé mi bata de baño y la tiré al suelo. Janine y yo no sentamos en
estrecha proximidad y mantuvimos nuestras piernas abiertas, una frente a la otra.
Arrastramos nuestras caderas hasta que nuestros cuerpos se hallaron solo a
algunos centímetros de distancia.
Coloqué el pene de dos cabezas entre nosotras, lo alineé y lo deslicé dentro
de mi vagina. Janine se acercó más, agarró el extremo en frente de ella y lo
introdujo en su interior. Las dos nos acercamos más, permitiendo que más del
consolador nos penetrara profundamente. Janine empezó a gemir. Se inclinó y, con
ambas manos, comenzó a pellizcar mis pezones. Su agarre fuerte causó que una
sensación de hormigueo corriera por mi cuerpo. Le hice lo mismo a ella. Juntas,
pellizcando los pezones de la otra y follando al enorme consolador, ambas
estábamos más que listas para llegar al clímax. Continué acariciando los pechos
suaves de Janine, apretando sus pezones con fuerza con las yemas de mis dedos, y
luego me giré y miré a Reuben, mi boca completamente abierta, gimiendo con
erótico placer.
En respuesta, Janine hizo lo mismo. Apretando mis pezones, meciendo sus
caderas, también se volvió a mirarlo, dándole ese ceño sensual que hacía tan bien.
Sacó su lengua y comenzó a moverla de arriba a abajo, imitando como había
estado lamiendo mi coño. Ambas mirábamos a Reuben, su polla era tan enorme y
su proporción era mucho más grande que su estatura. Obviamente, ambas
deseábamos que él fuera un cliente, porque lo habríamos follado hasta matarlo
ahora mismo.
—Es tan grande —gruñó Janine. Con eso, se precipitó aún más cerca,
conduciendo al consolador más profundamente hasta que nuestros labios
genitales se tocaron. Ver a Reuben sacudir su descomunal polla era algo para
disfrutar, pero ahora, la ficticia polla se hallaba profundamente dentro de nosotras,
y nuestros coños húmedos se relamían; el agarre de pezones era demente, me
ponía salvaje. Empecé a empujar mis caderas, tan duro como podía en el área
pélvica de Janine, y ella hizo lo mismo.
En ese momento, Reuben gritó—: ¡Oh, mierda! —Nos dimos la vuelta y
vimos como su semen salía con intensidad, disparándose alrededor de noventa
centímetros a un metro. Soltó su carga tan increíblemente que su primera
liberación se disparó por encima de la toalla de baño y aterrizó en la alfombra. En
ese momento realmente no importaba. Cuando su segunda liberación cremosa de
semen salió de su polla, empezamos a corrernos, Janine primero que yo.
Ambas continuamos observando a Reuben eyacular mientras nuestros
orgasmos estallaban. Entonces, una tercera y cuarta liberación de esperma salieron
de su pene, disparando una enorme cantidad de semen en la toalla.
Completamente satisfecho, Reuben se limpió con una toalla de papel y se
fue, agradeciéndonos antes de hacerlo.
—No, gracias a ti —respondimos las dos.
Después de eso, Janine y yo charlamos, como lo hacen las típicas chicas. Me
aseguré de que no estuviera molesta acerca de que Harvey me eligiera por encima
de ella, me aseguró que él solo era un cliente y que se encontraba bien al respecto.
Me sentí tan aliviada. Janine y yo disfrutamos al tener sexo juntas, y nuestra
amistad estaba empezando a desarrollarse.
Madam Elaine había accedido a permitirme trabajar solo cuando Harvey
estuviera en la ciudad. Pagaba tanto por mis “servicios” que ella no perdía dinero si
no trabajaba. Cuando se trataba de dinero, Elaine era todo negocio.
Le dije a Janine que viajaría a Nueva York el fin de semana para la fiesta de
cumpleaños de mi sobrina, lo cual era un montón de mierda, pero nunca cuestionó
si iba a ver a Harvey. Por lo que ella y todo el mundo sabía, Harvey era solo otro
cliente que vivía fuera de la ciudad.

***

El viernes llegué al aeropuerto LaGuardia. Alquilé un coche y conduje


directamente hacia el apartamento de Penny. Había pasado un mes y cinco días
desde la última vez que estuve allí. Al instante, mi dolor regresó, y tuve que
sentarme a lidiar con él.
Después de una hora, decidí buscar una habitación en un hotel, en vez de
quedarme en la casa de Penny, al menos hasta que todo concluyera. Reservé una
habitación en el lujoso hotel London NYC en el centro de Manhattan. Comprimido
firmemente entre rascacielos, el hotel de 54 pisos tenía habitaciones más grandes
que la mayoría de los apartamentos en Manhattan, y era tres veces el tamaño del
apartamento de Penny.
Inmediatamente, me puse en contacto con Larry para comunicarle donde
me alojaba. Después de una breve conversación, decidió cambiar el lugar de la
reunión con Harvey a mi habitación del hotel. Luego de compartir cuán intensa era
mi relación con Harvey, estuvimos de acuerdo en que le haría sentir más a gusto y
que no sospecharía si sabía que esta era mi habitación. Además, les daría al equipo
dos días para configurar los pequeños dispositivos y ocultar las cámaras de video
de vigilancia sin problemas. La reunión programada se fijó para el domingo por la
tarde a las tres. Le dije a Harvey que llegaría el sábado, asistiría a la (hipotética)
fiesta de cumpleaños y me liaría con él por la noche.

***

La noche del sábado llegó rápido. Harvey tenía previsto llegar a las ocho
p.m. Al hacer planes, le dije que me encontraba cansada y no quería salir, el tráfico
de la ciudad era demasiado con lo que lidiar para mí. Estuvo de acuerdo y dijo que
podíamos pasar la noche en mi habitación de hotel. Esa noche, decidí darle a
Harvey una noche más de placer y luego iba a desaparecer por un tiempo, dándole
al investigador lo suficiente para acusarlo. No quería andar cerca cuando todo se
viniera abajo.
Harvey llamó a la puerta y le recibí con nada más que con un traje de sumisa
de cuero transparente. En mi mano se encontraba un arnés para pierna que se
aseguraba alrededor de las pantorrillas y se envolvía por el cuello, manteniendo las
piernas en una posición levantada.
Sostenía un ramo de flores y su boca se abrió cuando vio mi atuendo.
Levanté el arnés y dije—: ¿Alguien quiere ponerse sucio esta noche?
Harvey entró como un toro en una tienda de porcelana china. Lanzó las
flores a un estante cercano, cerró la puerta de un golpe, me agarró de mis nalgas y
me levantó en el aire. Envolví mis piernas alrededor de su cintura y me llevó a la
cama donde nos dejamos caer con brusquedad. Acostada sobre mi espalda con él
encima de mí, al instante empecé a sacarle su corbata y a desabrochar su camisa
de seda tan rápido como pude.
Luchando para conseguir que su botón central se desabrochara, agarré su
camisa con ambas manos y la desgarré, los cuatro últimos botones volaron sin
rumbo a través del cuarto. Mi erótica acción causó que Harvey acelerara sus
movimientos. Se inclinó, se quitó su cinturón, desabrochó sus pantalones y se
desnudó en cuestión de segundos. Mientras él se desvestía apresuradamente, tomé
el arnés de pierna, deslicé mis miembros a través de las correas acolchadas, envolví
la tira blanda alrededor de la parte posterior de mi cuello y postré mi cabeza hacia
adelante y mis piernas hacia atrás con las rodillas apretadas contra mis pechos.
Destrozando sus calcetines en su apuro, Harvey se resbaló y cayó,
aterrizando de cara en mi coño. Me reí en voz alta.
—Lo hice a propósito —respondió, en tono de broma.
Colocando sus manos en mis nalgas, me empujó hacia atrás, levantando
más mi culo. Presionó mis rodillas hacia mi pecho y empezó a lamer mis labios
vaginales. Extendiendo sus dos manos, tomó sus dedos y abrió mi coño antes de
escupirlo agresivamente. Su saliva goteaba hacia abajo, deslizándose de camino
hacia mi ano. Vio la saliva llegar a mi agujero y empezó a frotar mi culo. Al
instante, sentí mi apertura abrirse con placer. Con cautela, deslizó su dedo índice
hasta la mitad en mi ano, mientras lamía mi coño con su lengua. Continuó
complaciéndome cuando dije—: ¡Quiero chupar tu polla, ahora mismo!
Cuando se bajó de mí, se arrodilló en el suelo, en el borde de la cama. Quité
el arnés de detrás de mi cuello, recolocando las tiras alrededor de mis piernas y
rodé sobre mi estómago. Arqueando mi espalda y levantando mis piernas, estiré el
arnés por encima de mi cabeza hasta que la correa acolchada descansó sobre mi
cuello. La tensión era simplemente perfecta para contraer mis miembros, tensando
mi espalda mientras el arnés forzaba mi cabeza hacia atrás.
Harvey caminó hacia el otro lado de la cama, donde mi cara estaba
apuntando. Mis manos se hallaban inmovilizadas dentro de los agujeros
conectados a las tiras de la pierna, impidiéndome mover mis brazos. Me
encontraba atada e inmovilizada, sumisa a los deseos de Harvey. Estaba duro como
una roca. Su polla se encontraba completamente erecta, más de lo que podía
recordar haberlo visto. Podía ver cada una de las venas abultadas en su pene.
Agarrando su polla con la mano, señaló con su cabeza en mi dirección. Abrí
mi boca lo más amplio posible. Cuando su polla entró, se deslizó contra mi lengua.
Entonces agarró mi cola de caballo y empujó mi cara hacia él, hasta que me tragué
su polla en mi garganta. Moviendo sus caderas, su polla llenó mi boca y en
cuestión de segundos, su esperma caliente se disparó en mi garganta.
Cuando terminó, sacó su polla enorme y dijo—: Compré algo para ti, está en
la mesita de café.
Harvey vio un látigo de cuero a la vista. Con mi culo apuntando al aire, me
golpeó ambas nalgas. Era mi primera experiencia en sumisión, y me gustaba. Se
subió encima, penetró mi coño y continuó golpeando mis nalgas con el látigo. La
combinación de dolor y placer era como la sal y la pimienta. Se mezclaban
perfectamente. De pronto, sentí una ruptura de éxtasis. Mi jugo fluía mientras un
orgasmo sacudía mi cuerpo. Con cada pulsación, Harvey embistió su polla más
profundamente dentro de mí, recogiendo mi jugo con cada pulsación. Eché mi
cabeza hacia atrás y gemí con inmenso placer.
Como solía hacer después del sexo, fumé un cigarrillo mientras Harvey
pedía servicio de habitación. Después de comer, dijo que quería pasar la noche,
pero le contesté que me encontraría con mi tía para el desayuno y no quería llegar
tarde.
Trató de convencerme de que me llevaría, pero me mantuve firme y dije—:
No esta noche. La próxima vez que vayas a Las Vegas, puedes pasar la noche.
Lo que él no sabía era que Larry, Robert y una multitud de agentes del FBI y
la SEC vendrían a las nueve de la mañana para colocar los micrófonos y cámaras
ocultas, preparando la realización para el procesamiento.
Harvey consintió mis deseos y se fue poco después de la medianoche.

***

A la mañana siguiente, cuando todos llegaron, me encontraba en


pantalones de chándal de color rosa y una chaqueta a juego con mi gorra de
béisbol rosa y blanco de “Las Vegas”. Estaba bebiendo café, tratando de
despertarme. La mañana pasó volando. Larry y Robert practicaron sus “líneas” en
varias ocasiones, preparándose para su propuesta de inversión y para la
presentación con Harvey como si estuvieran en un escenario de Hollywood,
ensayando para una escena de película.
A eso de las tres, el equipo de vigilancia se estableció en la habitación
contigua, listo para capturar el intercambio en video. Deambulaba en el piso, como
un pollo con la cabeza cortada, estaba nerviosa, ansiosa e inquieta. Robert trató de
calmar mis nervios, sin conseguirlo. Quería correr y esconderme.
Larry y Robert esperaron en la habitación de al lado y, después de que una
multitud de 20 personas hubieran estado corriendo alrededor mi de habitación por
unas horas, me hallé sola.
Harvey apareció en su “traje de la suerte”. Su traje gris a rayas de Tom Ford,
zapatos de punta Barker Black y sus gemelos de Hugo Boss. Me saludó con un
beso, como Judas el traidor. Un beso que nunca olvidaré, nuestro último beso.
Harvey colocó su maletín de caimán sobre la mesa ensamblada en frente del
sofá verde azulado, y sacó una pila de papeles. Mientras los clasificaba en filas, mi
mente recordó la primera vez que me encontré con el Sr. Watkins en la clínica de
salud mental. Los últimos seis meses pasaron como si fueran un día. Estábamos
finalmente aquí, un día de ajuste de cuentas. Mis emociones se hallaban
destrozadas. Harvey no parecía el sinvergüenza que Alex, Larry y Robert lo hicieron
parecer. Era amable y cortés conmigo, casi convincente, pero la evidencia no
mentía y tenía que pagar por lo que le hizo a mi hermana.
Harvey sacó una caja plana de terciopelo negro, la colocó sobre la mesa
cerca de los papeles. —Esto es para ti —dijo. Lo observé y mi corazón empezó a
latir con fuerza, pensé que iba a salir de un asalto de mi pecho. Era un estuche de
joyería. Mi cara debió haber reflejado mis emociones porque Harvey dijo—: No es
un anillo de compromiso, si es lo que estás pensando.
Es exactamente lo que estaba pensando. Di un suspiro de alivio.
—Ábrelo —dijo.
Levanté la tapa y di un grito ahogado. Nunca había visto un anillo de
diamantes como este. Me asombró. Era un anillo de fantasía de color amarillo
oscuro, de 3,73 quilates, con una pieza central de 3 quilates.
—Póntelo —insistió Harvey. Lo coloqué en mi dedo. Se ajustaba
perfectamente. Lo sostuve en alto hacia la luz, relucía y brillaba con fulgor intenso.
Se levantó y caminó hacia mí, y dijo con voz dulce y suave—: Kelly, he hecho
un montón de cosas de las que me arrepiento en mi vida, pero tú no eres una de
ellas. Desde que te conocí he cambiado tanto y me gusta el nuevo y mejorado
Harvey Goldman —Empezó a emocionarse y lágrimas aparecieron en las esquinas
de sus ojos—. Sé que no estás lista, pero te amo y no quiero dejar pasar otra
oportunidad de nuevo. Dejé pasar el amor una vez antes; estaba nublado por la
codicia y manipulado por el miedo, pero ya no. Si me aceptas, estoy dispuesto a
enmendar mis errores y empezar de nuevo. Quiero salir de Nueva York, ir a París o
Aruba, a cualquier lugar menos aquí, comenzar una nueva vida, contigo. No me
gusta en lo que me he convertido y cuando estamos juntos, todo se siente...
perfecto. Tú me complementas.
¿Qué mierda ocurrió?
Me quedé en silencio, sorprendida, viendo una lágrima bajando por el rostro
de Harvey. Miré hacia el anillo y luego de regreso hacia Harvey. Algo en mi interior
se rompió. Me sentí devastada, inundada e invadida por la lástima y el dolor. Me
hallaba confundida. Había visto el cambio del que Harvey estaba hablando. Él era
diferente.
Mis emociones se abrieron de golpe y empecé a llorar. —No llores —dijo
Harvey—. Todo va a resolverse, lo prometo.
Con eso, pedí disculpas y me apresuré hacia el cuarto de baño. Por un
momento, me había olvidado de que toda la conversación se estaba grabando. Me
quedé de pie en el baño, llorando.
¿Qué he hecho?
Tomé mi celular de mi bolsillo, marqué el número y lo coloqué en mi oído.
—Robert no puedo continuar con esto.
—Kelly, tranquilízate —dijo.
—No puedo, solo no puedo —respondí, todavía llorando y sollozando—.
Creo que lo amo.
—No caigas en su engaño, recuerda lo que le hizo a tu…
Clic.
Colgué. Me miré en el espejo y vi mi rímel manchado por la esquina de mis
ojos, cayendo por mi cara como sangre de color negro azabache.
Tengo que detener esto.
Abrí la puerta del baño para regresar con Harvey, para decirle que lo amaba.
—Harvey…
—Kelly…
Ambos dijimos nuestros nombres al mismo tiempo, seguido de una risa
aliviada y torpe.
—Tú primero —dijo Harvey.
—No, tú primero —insistí.
—Penny… —espetó.
—¿Qué dijiste?
—Ese era su nombre —contestó—. Esa noche en Las Vegas, en el New York,
New York, me seguiste preguntando a quién me recordabas… su nombre era
Penny.
En ese momento, mi presión arterial se disparó por las nubes. Quería gritar;
quería darle un puñetazo en su rostro, pero antes de que tuviera tiempo de
reaccionar, un golpe en la puerta me interrumpió. No hice ningún movimiento.
Me miró. —Te lo explicaré luego. —Caminó hacia la puerta y la abrió—.
Hola, soy Harvey Goldman —dijo mientras se acercaba y estrechaba sus manos.
Larry y Robert entraron y se presentaron a sí mismos antes de sentarse en el
sofá. Comenzaron con una pequeña charla y luego fueron directo al grano. Harvey
hizo su presentación, ofreciendo garantías en un paraíso fiscal, grandes y rápidas
devoluciones, y explicando cómo iban a pagar y cómo escondería su dinero para
que así no pagaran impuestos.
—Todos lo están haciendo así en estos días —declaró Harvey.
Larry le hizo algunas preguntas del procedimiento, queriendo saber cómo se
trasladaría el dinero de un sitio a otro. Las preguntas fueron parte del ensayo que
Larry y Robert habían practicado antes. Harvey les respondió diciendo—: Todo es
legal… bueno, en bancos extranjeros, de todas formas. Pero no se preocupen por
nada, Harvey Goldman se encargará. —Se rió y Robert y Larry rieron con él.
Larry continuó preguntándole a Harvey de forma deliberada, indagando
sobre las regulaciones del SEC y las leyes de inversión, con el fin de usarlo en su
contra en el tribunal de justicia. Harvey se tragó el anzuelo y divagó,
convenciéndose a sí mismo. Larry y Robert tomaron la pluma de Harvey y
empezaron a firmar los documentos. Me senté en el taburete de la cocina, con mi
mente hecha un lío. Mi enojo se agrandaba y no sabía si podía ser lógica. Tenía
que hacer algo.
Entré en la segunda habitación donde se encontraba mi bolso, y salí unos
minutos más tarde. Salté sobre la mesa mientras Robert estaba firmando sus
formularios, le lancé un cheque de cincuenta mil dólares sobre la mesa. —Tío Pete,
toma —le dije—, invierte algo por mí.
Robert me miró. —¿Qué estás haciendo? —dijo.
—Quiero hacer una inversión inicial —respondí—. Para mi hermana.
Fuimos interrumpidos por un golpe en la puerta. Me di la vuelta,
sorprendida, preguntándome quién podría ser.
—Yo atiendo —dijo Larry, levantándose de golpe.
Le abrió la puerta a una de las agentes femeninas que había visto antes.
Caminó directamente hacia mí y dijo—: Ahí está mi sobrina favorita. ¿Estás para ir
de compras? Todos están esperando por ti.
—Anda Kelly, cerraremos la puerta cuando nos vayamos. —Agregó Larry.
—Tenemos que irnos, trae tu bolso —dijo la mujer, colocando su mano
sobre mi hombro y dándome un empujón suave. Seguí su ejemplo, saliendo por la
puerta, no del todo segura de lo que estaba ocurriendo. Me enteré más tarde, era
el plan “B” que había sido establecido en caso de que hiciera algo, y peligrara la
ejecución, o fallara en mantener la compostura.

***

Al día siguiente, cambié mi número de teléfono. Me dieron instrucciones


para que me quedara en la casa de Penny hasta nuevo aviso, por mi propia
seguridad. Sentada en la mesa de la cocina, fumando un cigarrillo, reproduje en mi
mente lo que Harvey había dicho.
Su nombre era Penny.
Finalmente conseguí que lo admitiera, pero no cuándo y dónde quería que
lo hiciera. Todo lo que oí de Robert fue que el engranaje estaba en movimiento, y
que tuviera paciencia. Era fácil para él decirlo, no era quien había perdido a su
hermana.
Pasaron dos semanas y nada cambió. Esperar no era mi especialidad. Quería
regresar a mi vida. Extrañaba mi auto. Echaba de menos a Janine. Extrañaba Las
Vegas. Pero ¿esa era mi vida en verdad? Harvey dijo que cambió, pero parecía ser
que era yo quien lo había hecho.
Tres semanas. Cuatro semanas. Pasaron dos meses. Me pregunté cuánto
tiempo más iba a tomar. Me sentía claustrofóbica. Necesitaba escapar. Entonces, el
día finalmente llegó: recibí la llamada. La inversión inicial fue rastreada y el dinero
se desvaneció. Harvey pensó que enrollaría el dinero en un paraíso fiscal, pero en
realidad lo envió a una cuenta falsa creada por el FBI. Las órdenes de detención
estaban pendientes, su cuenta bancaria personal y de negocios fueron congeladas.
—Solo es cuestión de días —me dijo Larry—. Oh, sí, tus cincuenta mil
dólares son evidencia y tomará un tiempo devolvértelos.
Como si realmente me importara.
Decidí que iría a Las Vegas, conseguiría mi auto y viajaría por la carretera a
donde sea que me quisiera ir, no primero sin ir con mi estilista. Tuve mi cabello
cortado al hombro y lo teñí. Ahora era una morena sucia con reflejos rojos,
también oscurecí mis cejas de nuevo a marrón.
Al llegar a Las Vegas, llamé a Rick para que me pasara a buscar por el
aeropuerto, las primeras palabras que salieron de su boca fueron—: Él se encuentra
aquí.
—¿Quién? —pregunté.
—Harvey Goldman.
Harvey me había estado buscando las últimas dos semanas. Se hospedaba
en el Hotel New York, New York, esperando a que me presentara. Fui directamente
hacia el Monte Carlo para comprobar mi auto, después a mi habitación para tomar
una ducha. Llamé a la recepción del hotel y solicité a Reuben. Necesitaba un favor,
no esa clase de favor. Vino a mi habitación y le dije que alguien se encontraba
acechándome y que necesitaba que él y alguien más le enseñaran una lección.
Tres días después, llamó Robert para ver cómo me encontraba y le dije que
estaba en Las Vegas, a lo que respondió—: Yo también.
Robert y Larry, junto con varios agentes, llegaron esa mañana. Una orden
para el arresto de Harvey fue emitida y comenzaron a buscarlo.
—El departamento local del comisario ha ido a todos los escondites de
Harvey, pero sin suerte de encontrarlo —dijo Robert—. Estuviste con él por
semanas, ¿hay algún lugar que conozcas en dónde podría estar escondido?
Claro, sé dónde está, pero no te lo voy a decir.
—No tengo ni idea —dije—. Pero si escucho algo, te lo haré saber.
Rick siguió cada movimiento de Harvey, monitoreando todas sus actividades
financieras y de negocios. Con sus activos congelados, se encontraba en el casino
pasando sus días apostando. También guardó una gran cantidad de dinero en
efectivo, en un último esfuerzo para recuperar sus pérdidas era ganar a lo grande.
Si alguien podía ganar, sería él. Cada día se hallaba en un casino diferente,
recaudando fichas en las mesas. Sus ganancias fueron más allá de una racha de
suerte.
***

Era casi medianoche cuando Rick llamó y me dijo dónde se encontraba


Harvey apostando. Estaba en racha y empezaba a llamar mucho la atención.
—¿Qué quieres decir? —le pregunté a Rick.
—Tiene un séquito, hay espectadores y una multitud de admiradores a su
alrededor porque está ganando muchísimo dinero.
Jugando en La Rueda de la Fortuna en el Flamingo, Harvey ganó más de un
millón de dólares.
Inmediatamente llamé a Reuben y le conté donde se encontraba, para que
se encargara de él. Dudaba acerca de llamar a Robert o no, pero día tras día, todo
lo que escuchaba en mi cabeza era la voz de Harvey diciendo—: Su nombre era
Penny. —Sin importar cuanto lo intentara, no podía borrarlo de mis pensamientos.
Quería venganza, tenía que pagar por lo que le hizo a mi hermana.
Con Rick manteniendo un ojo en Harvey, Reuben y sus hombres intentarían
acercarse lo suficiente para confrontarlo, así que llamé a Rick y le pedí que me
recogiera en el hotel. Le mandé un mensaje de texto a Reuben y le dije lo que
estaba ocurriendo, me contestó que me avisaría cuando se hubiera encargado del
asunto.
Mientras esto ocurría, Harvey continuaba obteniendo ganancias. Hacía lo
que se había propuesto, ganar suficiente dinero para reembolsar la inversión de
Larry y Robert, junto con mi inversión de cincuenta mil dólares. Salió por la puerta
de atrás del casino y caminó hacia su auto, estacionado en la parte trasera del
lugar. Se detuvo en seco y caminó por detrás de un contenedor de basura para
orinar. Mientras se hallaba de pie contra la pared, meando, Reuben y sus chicos
decidieron aprovechar la oportunidad.
De camino hacia el Flamingo, sentada en la parte de atrás del auto de Rick,
recibí el mensaje de Reuben que decía—: Situación controlada.
La posición vulnerable de Harvey, echando una meada, le impidió
defenderse y los amigos de Reuben lo dejaron inconsciente, robándole más de un
millón de dólares en efectivo y fichas. Llamé a Robert y le dije en qué casino se
encontraba Harvey. Los agentes del FBI fueron en su persecución, mientras que
Rick y yo nos dirigíamos hacia el Flamingo; la cacería estaba en marcha.
Rick y yo llegamos al casino, pero no pudimos ver a Harvey por ningún lado.
Quince minutos después, apareció Robert. Sus agentes, junto con algunos oficiales
de policía locales, se encontraban de pie en el vestíbulo del hotel, listos para
dispersarse y buscar a Harvey. Mientras tanto, Harvey recuperaba la conciencia.
Magullado, maltrecho; víctima de asalto y robo, tropezó de regreso hacia el interior
del casino para reportar el incidente a la seguridad del local.
Harvey se tambaleó de regreso por el pasillo hacia el vestíbulo, buscando a
los de seguridad. Escuché a alguien decir—: ¿Es ése? —En aquel momento me di la
vuelta, y lo vi. No llevaba zapatos y usaba solo sus medias. Se encontraba sin
afeitar, con el cabello alborotado; la suciedad y el barro recubrían su costoso traje
y su camisa blanca se hallaba saturada con sangre que corría por debajo de su
rostro. Su reloj había desaparecido de su muñeca, y sus gemelos también le
faltaban. Harvey vio a la policía de pie en el vestíbulo, asumió que alguien había
llamado al 911 en su nombre. Se apresuró arrastrando los pies hacia Robert y Larry,
quienes vestían chalecos antibalas y chaquetas negras marcadas con las letras FBI y
SEC en la espalda.
Cuando se acercó a ellos, se encontraba en estado de shock. —¿Tío Pete? —
dijo. Luego miró hacia Robert y dijo—: ¿Steve? ¿Qué están haciendo aquí? —Sin
vacilar, Harvey fue esposado y le leyeron sus derechos.
10
Traducido por Gasper Black
Corregido por Cotesyta Vitale

T
ransportado de nuevo a la ciudad de Nueva York, Harvey fue
procesado en el tribunal y enviado a la cárcel del condado mientras
esperaba la fecha del juicio. Considerado un riesgo de fuga con
posibles fondos de otros fraudes, el pasaporte de Harvey fue confiscado y se le
negó la libertad bajo fianza. Al día siguiente Legacy Investments Inc. fue allanada,
confiscando todas las computadoras, archivos, documentos legales, contratos de
inversión y registros de cuentas bancarias.
Tres meses y seis días después de su arresto, se fijó la fecha del juicio. Estudiar
leyes durante más de un año no me hacía una experta, pero estaba familiarizada
con el sistema legal, así que cuando me enteré de que tomaría nueve meses o más
antes de la selección del jurado y que comenzara el juicio, no me encontré
sorprendida.
Emocional y económicamente devastado, y confinado a una celda de ocho por
diez, Harvey finalmente iba a responder por sus actividades fraudulentas.
Consideraba la posibilidad de pasar de 10 a 20 años en prisión, el fiscal le ofreció
un acuerdo de cinco a ocho años si cooperaba, pero Harvey lo rechazó alegando
que era inocente. Al ser interrogado, se negó a discutir los detalles, escondiéndose
detrás de su abogado corporativo.

***

Traté de seguir adelante con mi vida. Me inscribí en clases en línea, tratando de


terminar mi licenciatura en derecho. Cada viernes iba al cementerio a visitar a
mamá, a papá y a Penny. Al principio fue difícil, pero hablar con Penny en su tumba
me trajo consuelo, alivio y paz. Le dije a Penny todo lo que había ocurrido y cómo
había salido. Cada vez que dejaba el cementerio, miraba a su lápida y decía: "Te
amo hasta la luna y de regreso."
Esa tarde, fui a la tienda y regresé al departamento de Penny. Al entrar al complejo
de departamentos, me detuve para recuperar mi correo. Revisando los sobres en el
elevador, mi corazón se detuvo; se me cayeron los comestibles al suelo cuando vi
una carta del Centro Penitenciario de Otisville. Era una prisión estatal de mediana
seguridad a ciento doce kilómetros al noroeste de la ciudad de Nueva York, cerca
de Pennsylvania y a las fronteras de Nueva Jersey.
A pesar de que la identidad con la dirección del remitente era un número
presidiario, #768990931-OFC, sabía que era Harvey. Sosteniéndola en mi mano,
empecé a temblar incontrolablemente. La puerta del elevador se abrió y no me
moví. La puerta empezó a cerrarse, pero rápidamente se volvió a abrir. Un inquilino
en mi piso se quedó de pie en la entrada echándome un vistazo. Levanté la mirada
para oírle decir—: ¿Va a salir o va a bajar?
No le contesté.
En su lugar, salí, dejando los comestibles en el piso del elevador.
—Oiga, señora —dijo el hombre cuando vio mis pertenencias—. Se olvidó sus
bolsas.
Seguí caminando por el pasillo hasta mi departamento, todo el tiempo mirando a
la carta. La dejé sobre la mesa de la cocina, me senté y encendí un cigarrillo.
¿Qué debería hacer?
Miré a mi encendedor y consideré quemar la carta, pero la curiosidad se apoderó
de mí y la abrí.
Querida Kelly,
Quise escribirte antes, pero me tomó mucho tiempo averiguar dónde vivías. Si
estás leyendo ésta carta, por favor léela en su totalidad.
Déjame comenzar diciendo cuánto lo siento. No estoy orgulloso de mis acciones o
de las malas decisiones que he hecho. No puedo escribir todo porque es
demasiado peligroso. Mi vida está en peligro, y si alguien involucrado descubre tu
identidad, estarás en peligro también. Así que, para tu seguridad, no voy a revelar
cierta información.
Lo que sí te diré es que yo no maté a Penny. Me preocupaba mucho por ella. Esa
noche sí fui a su departamento, pero fui allí para advertirle no para lastimarla. Le
dije la verdad y accedí a ayudarla a salir de la ciudad. Se suponía que debía
reunirme con ella al día siguiente y llevarla al aeropuerto, pero alguien, que no
puedo nombrar en esta carta, tomó su vida y me incriminó. Puedo probar todo,
pero necesito tu ayuda.
Cuando te conocí, te parecías tanto a Penny que era extraño. Nunca se lo dije a
Penny, pero estaba enamorado de ella. Nosotros no salimos, pero hablamos
muchas veces y nos besamos una vez en el garaje del estacionamiento. Era una
persona maravillosa. Cuando se convirtió en un objetivo, yo no quería que nada
malo le pasara, así que traté de obligarla a que renunciara haciendo avances en el
trabajo. No sabía qué más hacer, se estaba acercando demasiado y algunas
personas poderosas se hallaban sobre ella. Así que, cuando me enteré, traté de
advertirle. Pero fue demasiado tarde.
Cuando te conocí, sin saber tu verdadera identidad, me enamoré. Es por eso que
nunca te quise como a las otras chicas; quería sacarte de ese estilo de vida.
Kelly, es demasiado peligroso que te quedes donde estás. Tienes que ir a
esconderte, ¡esta noche! Hablo en serio. Las personas que mataron a Penny,
mataron a mi padre y mantuvieron a mi madre en cautiverio durante diez años. Sé
el dolor que estás sintiendo. Por la liberación de mi mamá, he tenido que hacer
muchas cosas malas, pero solo las hacía con la promesa de su libertad. Eso nunca
sucedió.
Si quieres encontrar a quién mató a Penny, tienes que venir y hablar conmigo en
persona, pero si lo haces, trae un abogado. Es la única manera en la que podemos
hablar en privado sin ser grabados. Te diré todo lo que necesitas saber.
Incluso si no quieres estar conmigo de nuevo, quiero hacer que las personas
responsables paguen por lo que hicieron. Hasta ahora, he vivido con miedo por mi
vida. Pero ahora, supongo que voy a pasarla en la cárcel de todos modos, así que
no tengo nada que perder.
Para terminar, voy a tomar un riesgo, quiero decirte que te amo. Por favor, por
favor, por favor, créeme. No soy quien la gente dice que soy. Siento haberte hecho
daño y si me lo permites, arreglaré las cosas para ti. La mejor manera de hacer eso
es atrapar al verdadero asesino.
Si decides no hacer nada porque no confías en mí, lo entiendo. Así que, si nunca te
veo u oigo de ti otra vez, quiero que sepas dos cosas: Sé quién mató a Penny y te
amo.
Espero escucha pronto de ti.
Harvey Goldman.
Próximo Libro
El amante de Kelly, el guapo y enigmático
Harvey Goldman, se encuentra en la
cárcel después de ser arrestado por el
asesinato de la hermana de Kelly. Pero
Harvey insiste en que es inocente. Le envía
una carta a Kelly profesando su amor y
rogándole que le crea.

Kelly empieza a pensar que Harvey podría


ser inocente, y además, por mucho que se
odie a sí misma por esto, también piensa
que se está enamorando de él.

Kelly empieza a desentrañar una verdad


compleja y siniestra, una que sugiere que Harvey podría estar diciendo la
verdad y que no todo en la vida de su hermana era lo que parecía.

The Fix es la segunda parte de la Trilogía The Shamed Billionaire, una serie
New Adult apasionante, intensa, insinuante y sensual que te calentará por
debajo del cuello.

The Shamed Billionaire Series #2

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