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El Maullido Del Gato
El Maullido Del Gato
—¿Cómo dice?
—¿Qué?
—¿Eres tonto?
Tal vez esa fuera una de las razones por las que no le
gustaba estar rodeado de un montón de gente. Siempre parecían
pensar que era extraño o raro, o cualquier otra cosa que
quisieran llamarlo. Noah no encajaba.
1
Nota del corrector: Precious (preciosa en español) se deja en el inglés original por ser nombre propio.
—Ahora, sabes que tienes que esperar hasta que todos los
alimentos estén guardados, Precious. Podría olvidar algo y luego
¿dónde estaríamos, eh?
Se lo comió.
—Gage Tynan.
—¿Puedo entrar?
—Soy un asesino.
Gage metió los pulgares en los bolsillos de sus pantalones
vaqueros negros y miró como Noah Andrews chisporroteaba. El
hombre era divertido y una parte distante de él se entristeció,
porque quizás tendría que eliminarlo, pero Noah era un testigo,
daños colaterales. Tenía que hacerse.
—Es posible.
—Pero...
—¡Noah!
—¿Me lo prometes?
—Sí.
—Está bien, esta hecho —dijo Noah cuando puso una bolsa
en el suelo a los pies del asesino. Le alcanzó un pedazo de papel
a Gage.
—Este es su horario de alimentación y de lo que le gusta y
no le gusta. No come nada de carne. Creo que es alérgica o algo.
—Huh hum.
Noah estaba hablando con la gata, pero su voz era tan baja
que Gage no podía distinguir las palabras. Cuando el hombre se
volvió, tenía lágrimas en los ojos. Noah le dio un último abrazo
a su gata después la puso en el trasportín. Lo recogió y lo puso
al lado de la bolsa con las cosas de la gata.
—¿Te dolerá?
—¡Noah!
—No me voy.
—Por mí.
Él no besaba.
—¿Lubricante?
—¿Adónde vas?
—No.
—¡Noah!
Noah apretó los labios y bajó los pantalones del pijama por
las piernas. Sus manos temblaban mientras cuidadosamente lo
doblaba y lo ponía de nuevo a los pies de la cama. Acercándose a
su tocador, sacó unos calzoncillos limpios y se los puso. No
quería que lo encontraran desnudo, pero tampoco quería tener
la ropa sucia.
—¿Mejor?
—¿Eres gay?
—¿Gay?
—Sí.
—Ansioso, ¿verdad?
—Tocarme.
—¿Por qué?
—Sí.
—¡No quiero¡
¡Qué lío!
—¿Por qué?
—Estoy listo.
—Está bien.
—Tomaremos el metro.
—¿Irnos?
—¿Cansado, bebé?
Y a su gorda gata.
¿Dulce? ¡Caray!
—¿Y bien?
—Inténtalo de nuevo.
—Noah.
Lo miraba excitado.
—Noah.
“¿Ahora?”
—Yo… yo no puedo.
—Noah.
—Oh, sí, sí, por favor —rogó Noah, cuando sintió la punta
de la polla de Gage cepillar su agujero tembloroso. Trató de
moverse hacia abajo, para empalarse a sí mismo sobre la rígida
polla. Lo necesitaba desesperadamente, y lo necesitaba ahora—.
¡Gage!
—¿Qué, qué?
—¿Qué?
—Sí.
—¿Por qué?
—¡Quieto ahí!
“Casa”.
¿Tendría pulgas?
—¡Hola!
—Soy yo.
—Sí.
El hombre tenía dos ordenadores portátiles, el que la
agencia le había proporcionado y el suyo personal. El portátil
personal de Dean era mucho mejor que el que la agencia le
había dado y tenía acceso a muchos lugares, sobre todo a los que
se suponía que no debería tenerlo.
—Allí estaré.
—¿Ah, sí?
—No exactamente.
Dean parpadeó.
—¿Pero?
—Suena razonable.
—Noah.
—Suficientemente justo.
—Sí.
—¿Hace cuánto tiempo?
¿O no lo era?
El joven cerró los ojos cuando sintió que una fría hoja se
presionaba contra la parte posterior de su cuello. Oró porque no
le doliera, porque su muerte fuera rápida.
—Gracias, Alteza.
—¡Noah!
—¿Gage?
—¡Joder!
—Has vuelto.
—¿Noah?
—Me temo que esta vez va a tener que serlo. —Noah puso a
Precious en el suelo y se levantó. Hizo un gesto con su mano
alrededor de la sala hacia los demás que estaban allí
mirándolos—. Esto no te concierne.
—Hecho.
—No.
—¿Soy diferente?
—¿Y lo de cambiar?
—¡Sí!
—Lo siento.
—¿Quién?
—No, desembucha.
—Manada de felinos.
—¡Mierda!
—Sí, bastante.
—Sí.
—Entonces, ¿qué?
—Tu sentido del olfato, del gusto, del oído, todo ello
aumentará. Serás capaz de correr más rápido, saltar más alto,
cosas que nunca has podido hacer antes.
—¿En celo?
—Bien.
—Estoy seguro.
—Te lo advertí.
—Lo hiciste. —Gage arrugó la frente, y Noah empezó a
preocuparse hasta que el hombre empezó a hablar otra vez—.
¿Por lo tanto, estás diciéndome que el olor de mi excitación te
dilata?
Noah ronroneó.
—¿Te duele?
—No.
—Gage.
—Te lo prometo.
—Buen gatito.
—Tal vez, pero es más lindo que el infierno y así eres tú.
—¿En serio?
—¿Por qué?
—¿Hum, Gage?
—¿Sí, bebé?
Tal vez.
Gage se detuvo en la puerta para mirar hacia abajo a Noah.
—Quiero que estés tranquilo cuando estemos en la otra
habitación. Déjame hablar a mí. Sé cómo manejar a estos tipos.
Si necesito decirte algo, usaré esa cosa del vínculo entre
nosotros, ¿de acuerdo?
—Lo soy.
—¡Amigo!
—Estoy bien.
Gage quería ver a Noah, verlo por sí mismo, pero dudaba
en apartar los ojos de Jonas. No sabía a qué juego estaba
jugando el hombre, y quería estar listo para cualquier cosa. Sin
embargo, fue un gran alivio cuando sintió el cuerpo de Noah
ejercer presión contra su espalda, los brazos del hombre
rodeando su cuello cuando sintió un pequeño beso en su
mejilla.
—¿A mí me lo preguntas?
—Podría ser, pero todavía tienes que lidiar con Noah por
llamarlo gatito.
—Soy un gato.
—Gato, gatito, ¿cuál es la diferencia?
—¡Joder!
Incluso podía ver que Dean lo miraba por el rabillo del ojo,
una profunda arruga en su frente. Ya que nunca lo había visto
comportarse de esta manera, Gage imaginó que Dean estaba
muy confundido. El asesino casi sonríe.
—Dime, amor.
—Me gusta.
—Oh, sí.
—Confía en mí.
—Yo también.
Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Sentía los dedos
de Gage retirarle el champú mientras el agua caliente se
precipitaba sobre él. Noah no pudo dejar de ronronear. Todo
parecía demasiado bueno. Estaba siendo lavado, y por el
hombre más sexi del planeta. ¿Había algo mejor en el mundo?
—No sé.
—No creo eso, Noah. Creo que si optas por tomar el manto
del liderazgo, serías un maravilloso rey.
—¡Noah!
—No, no quieres.
Por lo menos hasta que Noah llegó. Gage sabía más allá de
toda sombra de duda que podía confiar en su pareja. Solo era el
no saber cómo lo sabía. La conexión entre Noah y él estaba más
allá de lo que nunca había experimentado, y no sabía muy bien
qué hacer con ella.
—¿Y?
—No creo que quiera ser rey —le dijo Gage finalmente,
después de reflexionar sobre su conversación con Noah en el
baño.
—Entonces, ¿quién dice que tiene que serlo? Si no quiere
ser rey, no tiene por qué serlo. No hay nadie que lo obligue. —
Dean frunció el ceño—. A menos que quieras que lo sea?
—Muy gracioso.
—¿pareja?
¿Podría?
—Supongo.
—¿Cuántos?
—¿Todos nosotros?
—De acuerdo.
—Cállate.
—Vamos a verlo.
—¿Noah, bebé?
—Sí.
—Estoy bien.
—¿No me abandonaste?
—¿Sí?
—¿Quieres probarme?
—Oh.
—No puedo creer que esté diciendo esto, pero sí, vamos.
—¿Me lo prometes?
—Sí.
Misión cumplida.
—¿Ese es tu tío?
—No bailo.
—Lo siento.
—Me lo advertiste.
—Lo hice.
—¿Me lo prometes?
Gage vio que algo iba a ocurrir antes de que pudiera llegar
a Noah. En un abrir y cerrar de ojos, Geraldo cambió a un león y
se abalanzó sobre Noah. El corazón de Gage se encogió en su
pecho. Oyó los gritos y gruñidos, pero todo le sonaba en la
distancia mientras corría hacia su compañero, con la esperanza
de llegar a él antes de que las garras del león fueran letales.
—Te asuste.
Noah gimió.
—O no.
—Qué…
—Vamos a ver si podemos conseguir que te corras
solamente con besos, ¿recuerdas?
Noah gimió.
Amaba a Gage.
—¿Otra vez?
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Lleu
Dicking
Gaby