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Lamotivaciondelasresolucionesjudiciales PDF
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Y SU RAZONABILIDAD1
RESUMEN. El trabajo aborda la difícil gestión que los jueces afrontan cuando cumplen con su tarea
jurisdiccional, esto es, cuando deben dictar las resoluciones. En dicho marco se desbrozan dos
caminos de acceso al problema, esto es, si corresponde hablar de fundamentación o de motivación de
las sentencias; a tales efectos se ponderan las razones que avalan lo uno u otro. De igual manera, se
promueve la cuestión acerca del valor instrumental o no, de la lógica jurídica sin más; de todos modos,
no se puede evitar de considerar acerca de una lógica diferente, a saber: la lógica de las preferencias
de los jueces que hace las veces de motor primitivo para las respuestas que luego habrán de emerger
en las resoluciones. Por último, se indaga acerca de la disputa entre la racionalidad especulativa y
práctica, para terminar tomando partido acerca del valor que cabe darle a la última de las nombradas y
que remiten al tópico de la razonabilidad de las sentencias, para finalmente vincular dicho concepto
con la justicia.
I.- INTRODUCCIÓN..........................................................................................................................................2
1
Trabajo publicado integralmente en la obra Temas de filosofía del
derecho, Botero Bernal, A. y Estrada Vélez, S. (comp.), Medellín,
Universidad de Medellín, 2003, pág. 335/362.
2
Doctor en Derecho. Miembro de Número de la Academia Nacional de
Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (Rep. Argentina). Profesor Titular
de Filosofía del Derecho en la Universidad Católica de Córdoba. Profesor
Invitado Extraordinario en Universidades de Iberoamérica. Autor de más de
una decena de libros de la materia. Antigüo Decano de la Facultad de
Derecho y actual Director del Centro de Bioética de la Universidad
Católica de Córdoba.
I.- INTRODUCCIÓN
De esta manera se puede ilustrar que se trata con tal actividad decir el porqué de la
resolución que se obtiene, o sea otorgar las razones de la decisión. Es obligar a
quien toma una decisión que la asuma con razón. "Es alejar todo lo arbitrario.
Únicamente en virtud de los motivos el que ha perdido un pleito sabe como y por
qué. Los motivos le invitan a comprender la sentencia y le piden que no se abandone
durante demasiado tiempo al amargo placer de maldecir a los jueces. Los motivos le
ayudan a decidir si debe o no apelar o, en su caso, ir a la casación. Igualmente le
permitirán no colocarse de nuevo en una situación que haga nacer un segundo
proceso. Y por encima de los litigantes, los motivos se dirigen a todos"6.
3
Andruet, A.; Teoría general de la argumentación forense, Córdoba
(R.Arg.), Alveroni, 2001, pág. 14.
4
Taruffo, M.; Le motivazione della sentenza civile, Padua, CEDAM,
1975, pág. 125.
5
Cit. por Esquiaga, F.; Argumentos interpretativos y postulado del
legislador racional en Revista Isonomía Nº 1 (1994), Fontamara, México,
pág. 72. Cabe destacar que la definición propiamente es de J. Wróblewski.
6
8
“... Deben resolverse las causas dentro de los plazos fatales que
las leyes procesales establezcan, con fundamentación lógica y
legal” (art. 155 de la Constitución de la Provincia de Córdoba); “Toda
decisión definitiva deberá tener fundamentación lógica y legal, bajo pena
de nulidad” (art. 326 del Código de Procedimientos Civil y Comercial de
Córdoba, Ley Nº 8465).
9
El mayor número de Constituciones de países iberoaméricanos que
tienen una cláusula expresa a dicho respecto, han preferido la indicación
de la motivación antes que el de fundamentación. Así la Constitución
Española (art. 120, Nº 3) dice: “Las sentencias serán siempre motivadas y
se pronunciarán en audiencia pública”; la Constitución Política del Perú
(art. 139, Nº 5) sostiene: “La motivación escrita de las resoluciones
judiciales en todas las instancias, ...”.
Es decir que la motivación bien puede quedar circunscripta a un solo análisis lógico
(lógico formal o lógico jurídico) de la resolución, en cambio la fundamentación
presupone que además de aquél, se deban atender los supuestos substanciales
sobre los cuales los juicios lógicos se constituyen, y por ello el análisis se torna
ontológico. Aparece de esta manera evidente un problema complicado para los
estudiosos del razonamiento forense y que han quizás llegado a efectuar un
ensanchamiento tan complejo como peligroso de la misma lógica formal; al grado tal,
que han supuesto que las mismas ‘leyes lógicas’ funcionan como ‘normas de
derecho no escrito’ tal como recuerda Klug que efectuara la Corte Suprema Federal
Alemana10; lo cual consideramos un verdadero exceso11.
Que resulte de inocultable valor la lógica para el derecho es una realidad indiscutida,
pero convertirla a ella caprichosamente en una entidad jurídica, no sólo que no se
condice con la realidad de los hechos, sino que puede arrastrar consecuencias
desde absurdas hasta injustas, con lo cual tampoco se vería satisfecho fin alguno
con la misma ciencia del derecho. Confirma dicha tesis el citado Profesor alemán
quien destaca que es la lógica “una herramienta presupuesta en la aplicación
correctamente fundamentada del derecho”12.
10
Se trata del fallo publicado en BGHSt 6, p.70-72, anotándo el
citado autor al píe de página LM Núm. 17 sobre el parágrafo 261 St.PO,
con glosa de Kohlhaas (Klug, U.; Lógica jurídica, Bogotá, Temis, 1998,
pág. 202).
11
Mas por ello tampoco consideamos que se deba caer en el extremo
que postula García Maynez cuando dice que: “Es importante percatarse de
que no se trata de una aplicación, al campo del derecho, de las leyes
supremas de la lógica pura. Mientras las últimas se refiEren a jUicios
enunciativos, y afirman o niegan algo de su verdad o falsedad, los otros
principios aluden siempre a normas, y afirman o niegan algo de su validez
o invalidez. Aquéllas pertenencen, por ende, a la lógica del ser; éstas,
a la del deber jurídico” (Introducción a la lógica jurídica, México,
F.C.E., 1951, pág. 10).
12
Klug, U.; Lógica jurídica, Bogotá, Temis, 1998, pág. 203.
realizada-, entre las llamadas ‘leyes de la lógica’13 con los ‘principios lógicos’14; pues
las primeras tal como se ha dicho no pueden ser considerados derecho no escrito
mientras que de los segundos, metafóricamente hay que decir, que no se habría
podido escribir el derecho prescindiendo de ellos, como tampoco se puede dictar
pronunciamiento jurídico alguno a sus espaldas15.
Pero nos hallamos a ciegas, porque esas identidades nada nos dicen, y
Aristóteles las llamaría sin sentido, es decir, sin contenido. Hemos de
recurrir a las sustituciones, por ejemplo: (x) Napoleón; (y) vencedor de
Auterlitz; F el mejor guerrero de los siglos modernos; y entones
tendremos la siguiente identidad según la fórmula-juicio (1): Napoleón,
el mejor guerrero de los tiempos modernos = Napoleón, vencedor de
Austerlitz” (De Alejandro, J.; La lógica y el hombre, Madrid, BAC, 1970,
pág. 154).
14
“Llamaremos axiomas lógicos o principios universales lógicos a
ciertas proposiciones inmediatamente y en sí mismas conocidas,
íntimamente ligadas con los problemas del pensar, con la teoría del
conocimiento como tal. (...) estos principios ni tienen ni necesitan
demostración. Por lo que a su naturaleza toca, pues, son conocidos en sí
y no necesitan demostración. Por lo que toca al edificio lógico son
origen o principio del conocer, en cuanto de ellos sacará la mente
validez en sus juicios. No es precisamente que sean ellos el tesoro de
todas las verdades sino que con esos principios últimamente deben
cotejarse todas las verdades” (Dann Obregón, E.; Lógica, Santa Fe,
Catellví, 1947, pág. 264).
15
Tampoco coincidimos con García Maynez por la cual reformula los
‘principios lógicos’ y obtiene los llamados ‘principios jurídico lógicos’
que enuncia por caso así. El de contradicción de la manera siguiente:
“dos normas de derecho contradictores no pueden ser válidas ambas”; el de
tercero excluido lo formula: “cuando dos normas de derecho se
contradicen, no pueden ambas carecer de validez”; luego el de identidad
dice: “todo objeto del conocimiento jurídico es idéntico a sí mismo”, y
finalmente el principio de razón suficiente indica que “toda norma, para
ser válida, necesita un fundamento suficiente de validez” (Introducción a
la lógica jurídica, México, F.C.E., 1951, pág. 27, 39, 154 y 132
respectivamente).
Lo definitivamente cierto es que una mirada rigurosa a las normas imponen a los
jueces que fundamenten, y en rigor de verdad sólo basta con que motiven18. Con lo
cual, la justificación de la motivación que se encuentra como es natural en lo
ontológico del caso queda irremediablemente ignorado para el auditorio,
conociéndose sólo una justificación exterior o motivación con grave omisión de la
nombrada justificación profunda19 o inmediatamente ‘fundamentación’ y por ello en
los umbrales de las mismas preferencias.
Desde esta otra perspectiva se podrían indicar las funciones que una tal
argumentación justificatoria importa para el derecho, y que son descriptos en las
siguientes variables bajo el rubro de funciones, así: validante, controladora,
legitimadora, concretizadora, didáctica, científica, estabilizadora, pacificadora y
moralizadora21.
20
“Racional es lo que está en consonancia con la razón, pero la
razón no se agota en la lógica formal. Lo que es lógico es ipso facto
racional, pero lo racional no se agota en lo que es lógico sin más en el
sentido de la lógica formal” (Garcia Amado, J.; Teorías de la tópica
jurídica, Madrid, Civitas, 1988, pág. 208).
21
Vigo, R.; El razonamiento justificatorio judicial en Revista Doxa
Nº 21-II (1998), pág. 498, Alicante, Universidad de Alicante.
22
Corresponde ubicarla a ella en la familia de “Suasible. Que se
puede aconsejar o persuadir. Suasorio. Perteneciente a la persuasión, o
propio para persuadir” (Real Academia Española, Diccionario de la lengua
española, Madrid, Espasa Calpe, 1992, pág. 1354, 1ª col.).
23
Cfr. Eco, U.; Il messaggio persuasivo en Le ragioni della
Retorica, Módena, Mucchi, 1982, pág. 20. El autor señala la suasividad de
una foto que impulsa al auditorio ciertas conclusiones.
Tales apreciaciones no pueden perderse de vista, porque los textos legales son
rigurosamente argumentativos y en ciertas ocasiones ellos imponen que se deba dar
algún tipo información para llamar la atención del auditorio y en varias ocasiones la
misma es claramente suasiba.
Se podría tal vez pensar y en otro ámbito ampliar, que el concepto de razonabilidad
de la sentencia judicial, está en el umbral mismo de la noción de justicia; y que por
ser previo el tema de la razonabilidad resulta el mismo de mayor posibilidad su
aprehensión. Se desprende de lo dicho, que la razonabilidad es condición sine qua
non de la justicia. La sentencia podrá, y siempre desde esta proyección que
podemos nombrar como de incumbencia de los litigantes, transitar admisibles grados
de injusticia, pero lo que no podrá es rozar la irrazonabilidad. Al litigante importa que
la sentencia sea razonable y si a más de ello es justa tendrá una completitud
ontológica deseable. Si en cambio no refleja justicia y sí razonabilidad, será
nombrable como poseedora de una deficiencia ontológica mas no insuficiencia en
cuanto que la entidad de sentencia ya le es correspondida en su existencia en
cuanto existe razonabilidad.
25
Hemos dicho nosotros en la “Regla 505- Recomposición del Tejido
Social Dañado. La existencia misma del Poder Judicial se asienta en que
las controversias de los individuos, no pueden ser resueltas desde la
propia individualidad. Como también, que todo daño que una parte de la
sociedad ha sufrido es deber de la magistratura, si ante dicho estrado ha
sido denunciado, el resolverlo adecuadamente. La sana convivencia de los
miembros de la sociedad civil, se asienta en gran medida sobre la
existencia de un Poder Judicial comprometido con asegurar desde dicho
ámbito, una mejora real en la calidad de vida social” (Código de ética
modelo para las magistraturas provinciales, Revista de la Asociación de
la magistratura, el contribuir activamente y a partir de los instrumentos que el Estado
a puesto en su poder, con la armonía social que es fruto siempre de la justicia
misma26.
El segundo de los aspectos que corresponde que sean tenidos en cuenta al tiempo
de considerar los datos objetivos que permiten hacer un juzgamiento respecto a la
razonabilidad de las sentencias, es el tema de que el juez dentro de su
argumentación deberá evitar el llamado fraude a la ley; y que se tipifica en virtud de
que esta pretensión de razonabilidad a la que legítimamente debe aspirar conquistar,
pues no debe ser lograda al costo de dictar una resolución que se la pueda nombrar
como efectuada contra legem28.
28
Vide Reichel, H; La ley y la sentencia, Reus, Madrid, 1921, pág.
119.
mas aun cuando la obediencia no sea el derecho todo, sino a la ley, y no es ella
tampoco una obediencia moral sino jurídica. La pregunta entonces es podrá plantear
una suerte de objeción de conciencia, y por lo tanto de naturaleza moral y no
aplicarla?. Estaríamos tentados de afirmarlo, sin embargo es ello de una severa
dificultad acreditarlo como posible.
Nos explicamos en la tesis. Hemos dicho ya29, que la sentencia judicial está
impregnada de los perfiles ideológicos y filosóficos del juez y con ello, su propia
dimensión moral se actualiza allí30. Resultaría prima facie contradictorio con todo lo
indicado si no admitiéramos que puede el mismo abstenerse de resolver acorde a lo
que su propia conciencia le impone. Es ello absolutamente cierto.
Sin embargo los perfiles ideológicos y filosóficos que bien dijimos acompañan a la
sentencia que se dicta, y que son ciertamente de una gran valía; pues aun
importantes que sean no pueden asumir un carácter principal al grado tal, de llegar a
ocultar la propia normativa vigente y así poder resolver el magistrado contra legem.
Desde este punto de vista se ha dicho que “Ningún juez puede ampararse en su
conciencia para adoptar una solución no ajustada al derecho. Incluso algún autor ha
afirmado que la esfera privada de la conciencia del juez puede llevar a la renuncia
del ejercicio de funciones judiciales, pero no a juzgar contra el derecho positivo”31.
De todas formas ello no cierra a que el juez no pueda buscar desde el propio
ordenamiento, cuando así se lo permita el mismo, pautas o principios
autointegrativos que a ello colabore. Sin embargo cuando eso no es posible,
indudablemente que el juez no tendrá otro camino que sacrificar su propia
conciencia moral en aras a la obediencia a la ley; lo cual no importa, que no pueda
dejar absolutamente a salvo su propia opinión al respecto y no configurar entonces
violación moral alguna32. Finalmente si ello aún así le resulta lesivo para su propia
cosmovisión ante dicho tema, no dudamos en considerar que bastará con que
solicite el magistrado, su excusación de seguir entendiendo en la causa, por tener un
interés directo y actual en la resolución del mismo, y en verdad no creemos que
pueda la misma ser objetada.
29
Nos remitimos al trabajo que hemos citado en el número 15.
30
“La formación y el origen social del jurista van a ser esenciales
en la determinación de su orden de valores y, por tanto, de los
principios o criterios que luego van a presidir su labor interpretativa.
La manera de razonar de un juez, los criterios que inspirarán sus
juicios, por tanto, van a estar directamente relacionados con su contexto
vital” (Fernández Viagas Bartolomé, P.; El juez imparcial, Granada,
Comares, 1997, pág. 7).
31
Asis Roig, R.; Jueces y normas, Madrid, Marcial Pons, 1995, pág.
89.
32
Vide Otto, I.; Estudios sobre el Poder Judicial, Madrid,
Ministerio de Justicia, 1989, pág. 67 y ss.
En cuanto se logren armonizar mejor estos dos aspectos y que se configuran como
nodales en nuestra opinión, la sentencia tendrá mayores posibilidades de ser
nombrada como razonable.
La última mitad del siglo pasado otorgó mucho espacio para la reflexión a los
estudios del derecho respecto a la distinción que se acaba de indicar en el epígrafe.
Ello posiblemente por las consecuencias cada más severas del proceso de
globalización de la economía, del derecho y también de la pobreza33. Como un
resultado casi necesario de ello, se volvió la mirada en manera decidida sobre la
vieja y por períodos olvidada, diferencia entre lo razonable y lo racional. Entre la
construcción intelectual que cosifica al hombre y su conducta, y la que lo admite
expansiva y axiológicamente existente.
Sin embargo tal como pareció previsible, con el tiempo y acallada dicha vinculación
correspondía volver a conceptualizar que el hombre no se comporta en la misma
manera que un ser inanimado y que su actuar es como tal libre y por ello, sólo en el
mejor de los casos resulta medianamente previsible. Además de lo cual, el mismo
33
Una buena y completa conceptualización de ella, puede ser
consideada en Beck, U.; ¿Qué es la globalización? Falacias del
globalismo- respuestas a la globalización, Barcelona, Paidós, 1998,
pasim.
34
Cfr. Maritain, J.; El sueño de Descartes, Bs.As., Biblioteca
Nueva, 1956, pasim; Sanguineti, J.; Ciencia y modernidad, Bs.As.,
C.Lohlé, 1988, pasim.
35
Ha sostenido con pleno criterio Andrés Ollaro Tasara que “la
inflexión experimentada por el concepto de ciencia en la modernidad se
traduce en una identificación progresiva de racionalidad y metodología.
Si el método aparece en principio como garantizador de una peculiar
certeza, en los planteamientos positivistas de nuestro siglo se erige en
condición indispensable del conocimineto racional. De ahí que uno de los
elementos básicos de la teoría positivista del conocimiento haya sido la
identificación de lo científico con lo racional, que lleva a caracterizar
todo conocimiento que exceda sus límites metodologícos como pura
actividad emocional, ideología, etc.” (Derechos humanos y metodología
jurídica, Madrid, C.E.C., 1989, pág. 85).
siempre se encuentra infiltrado en su mismo obrar los valores, las preferencias y
claro también losprejuicios. Siendo el hombre parte de la naturaleza se diferencia
esencialmente de ella, su modo de ser no es el que promueve la racionalidad de la
ciencia, sino la razonabilidad de lo ponderado, de lo deseado, a veces de lo
incontrolado en última instancia36.
De esta manera se tiene que advertir, la severa distancia que existe entre la
razonabilidad y la racionalidad, sin perjuicio de que entre ellas a su vez puedan
existir cuestiones en común y que algunas de las características que se requieren
cumplidas en otro acto, para que el mismo pueda ser nombrado racional, también
puedan ser advertidas en un acto humano y atribuirle consecuentemente el grado de
razonable.
De una manera breve, se puede señalar que in negotiis humanis non potest haberi
demostrativa probatio, lo racional corresponde a la razón matemática, a las verdades
evidentes, constringentes y teoréticas. Lo razonable en cambio, es aquello que se
corresponde inicialmente al sentido común, a la razón práctica, y admite varios
niveles. Por tal modo, al ser el mundo de lo jurídico propio del saber práctico no
puede sino, que aspirar como buen paradigma al carácter de razonabilidad37.
Desde esta afirmación podemos concluir, que no es posible prescindir que quien
dicta las resoluciones judiciales a las que en manera desmedida se les quiere atribuir
por allí el carácter de poca racionalidad; definitivamente que es un ser humano y que
en mayor o menor medida, en cada una de ellas estará dejando una huella génica
de no sólo cómo piensa lo jurídico en cuestión, sino también de un perfil de su
misma personalidad con vicios y fortalezas38. La ahora clásica afirmación de Holmes
36
“Los hechos humanos, aunque tengan sus causas y produzcan
efectos, poseen una dimensión desconocida en el mundo de la naturaleza:
poseen sentido o significación, y se relacionan con valoraciones. El
hombre, frente a los objetos y a los fenómenos de la naturaleza, se halla
frente a algo externo y extraño a él. Por el contrario, el hombre frente
a las conductas y a las obras humanas, se encuentra con algo que es
expresión de vida humana, con algo que es homogéneo a él, con algo que
puede ser entendido o comprendido” (Recasens Siches, L.; Nueva filosofía
de la interpretación del derecho, México, Porrúa, 1973, pág. 282).
37
3
Cfr. González Bedoya, J.; "Tratado histórico de retórica filosófica-
La nueva retórica, Madrid, Najera, 1990, pág. 39. Vide además especialmente
Recasens Siches, L.; Nueva filosofía de la interpretación del derecho,
Porrúa, México, 1973, pág. 182.
38
Quizás en el extremo y próximo a lo incontrolable, se pueda
lo encierra a ello en manera definitiva: “Aquello que ha dado vida al derecho no es la
lógica, sino la experiencia”39.
Sin embargo, que el juez no sea racional en el sentido científico positivo al que se
asocia el concepto; no importa dejar tal ejecución al desnudo del control o censura
por sus pares o por extraños; pues la noción de razonabilidad también es –aunque
en menor grado- susceptible de ser controlada y por ello, lo que está claro es que no
debe ser considerada la misma como arbitraria.
De manera tal, que en tanto el magistrado tiene como es conocido sus preferencias
axiológicas, doctrinarias, intereses personales y una cosmovisión determinada; pues
ello lo llevará a que ante específicos asuntos sometidos a su examen, el mismo
tenga una decisión preconformada y que constituye típicamente un ‘razonamiento
decisorio’ que por lo dicho, es propio del ámbito de lo razonable del magistrado y que
luego, habrá de ser trasladado al mundo de lo fenoménico existencial de la sentencia
judicial, en donde será presentado y justificado para que sea admitido por las partes
y sociedad. De cualquier modo debe advertirse, que el nombrado ‘razonamiento
justificativo’ que así sea realizado, será siempre parcial porque existirían decisiones
tomadas –razonablemente- que no podrán ser justificadas racionalmente40.
Si se quiere pues ser más honesto, se podría señalar que existe un plano óntico
dentro de la resolución judicial que se torna inefable tanto para el juez como para los
otros; y que por ser de tal modo, no se encuentra disponible de ser controlado salvo
por su reflejos externos que pueden o no aparecer en la sentencia histórica. El
contexto de descubrimiento no impone entonces que sea la decisión de la resolución
descubierta por el juez, sino que, precisamente por la misma pulsión de la totalidad
de elementos que al mismo lo constituyen pues que prácticamente se materializa
innatamente en el hombre juez y lo ordena en su pensamiento a determinadas
consideraciones que para el mismo actuante, son de compleja e insondable
respuesta.
Se podría decir que nada agregamos a lo dicho antes, puesto que no hemos
soslayado la existencia de ambos planos, lo cual es cierto. Sin embargo hemos
apuntado ahora, que el contexto de descubrimiento, no es una instancia en que
deliberadamente se amparan los jueces para obtener las respuestas jurídicas a los
asuntos y a la vez, dejar inermes a las partes y auditorio de cómo ellas fueron
adquiridas; sino que es un dato de la misma realidad existencial de cada hombre y
precisamente porque la racionalidad del hombre juez es su misma razonabilidad, es
posible que pueda ignorarse –total o parcialmente- el contexto de decisión o
descubrimiento y sin embargo no perder razonabilidad la resolución.
De todas maneras ello no quiere decir, que no deban tener que indagarse y
transitarse los caminos que puedan aparecer cada vez más aptos a los fines de
trasuntar desde el contexto de justificación al de decisión, puesto que en el supuesto
de lograr algo de ello, se ayudará a conocer mejor todavía por dicha vía, la
razonabilidad de la resolución misma; pero lo absolutamente cierto es que, en lo
inmediato lo único que tenemos de la decisión del juez es la resolución allí existente
y en principio sólo desde ella, podremos predicar la misma racionalidad de la
decisión judicial.
A la luz de esta consideración, los jueces hoy no podrían superar ningún test de la
racionalidad formal del discurso jurídico, si utilizaran en las mismas, estilos de
pensamiento –por tanto de racionalidad- que en verdad son reprobados socialmente
o son inmediatamente contrarios a la ley. Si los jueces resuelven los litigios de la
sociedad desde su mismo puesto en la sociedad, su estilo de pensamiento es el
socialmente admitido, y la alteración a ello puede en principio ser considerado
atentatorio a la misma racionalidad formal del decisorio y que como tal, podrá afectar
a la misma razonabilidad de ella.
Respecto a los vicios ordinarios que la magistratura suele cometer en este capítulo
de la racionalidad formal, se vinculan los dos ejes de la justificación de las
resoluciones, por una parte la nombrada como interna –que atiende a la corrección
que cabe brindarles a las premisas del razonamiento forense- y a la justificación
externa –que es el proceso propio de la fundamentación-; aunque en rigor de verdad
hay que decir, se le ha prestado más atención a la segunda de las nombradas.
Particularmente ello ha sido así porque se ha atendido a las distintas maneras
taxonómicas en las que, dicha falta de justificación externa suele presentarse y que
en términos generales fueran inicialmente descriptas por Olsen Ghirardi, y que sigue
resultado dicha clasificación en nuestro parecer, la más completa de las que
conocemos. A saber: 1) Falta de motivación, 2) Defectuosa motivación, 2.a)
Aparente motivación, 2.b) Insuficiente motivación y 2.c) Defectuosa motivación
propiamente46.
45
Cfr. Segura Ortega, M.; La racionalidad jurídica, Madrid, Tecnos,
1997, pág. 30.
46
Ghirardi, O.; Lógica del proceso judicial, Córdoba, Lerner, 1987,
pág. 115.
supuestos que se presentan; puesto que con el tiempo podrá lograrse alguna otra
versión aún más analítica. Sino que su éxito radica hasta donde visoramos, en la
profunda cuota de practicidad que ella tiene, por estar centrada como toda buena
clasificación, en la observación atenta y cuidadosa de la misma realidad de las cosas
que son ordenadas; y que en el caso concreto no son otras que las resoluciones
judiciales que aparecen enfermas con esta patología de la ausencia o carencia de
motivación o fundamentación.
47
Cfr. Rueda, L.; La crisis del derecho- Aspectos teórico-prácticos
de la motivación en la sentencia penal en El Siglo XXI y el Razonamiento
Forense, Córdoba, Academia Nacional de Derecho y Cs. Ss. de Córdoba,
2000, pág. 273/299).
48
Nos ha parecido próxima a nuestra consideración, la nominación
que hemos leído de ‘motivación escamoteada’, aunque de cualquier modo no
la adoptamos (cfr. Igartua Salaverría, J.; Discrecionalidad técnica,
motivación y control jurisdiccional, Madrid, Civitas, 1998).
lógica o de la violación a la fundamentación, de una cuestión controlable
objetivamente.
En la misma manera, que el refranero popular indica, “que la persona (...) debe ser,
tanto como aparecer ello”; en el ámbito del razonamiento judicial ocurre lo mismo.
Una sentencia aunque ontológicamente se encuentre fundada o motivada, pero sin
embargo posea en su argumentación severas carencias en la explicación de los
motivos que sostienen la justificación, la exposición y mostración de lo que
definitivamente resuelve; resultará que fenoménica o existencialmente la misma,
será asimilable a una de aquellas que carecen de fundamentación y por lo tanto,
ubicable en cualquier de las categorías que a ellas corresponde.
49
Apunta J. Cirlot en la voz crepúsculo lo siguiente: “Tanto en el
matutino como en el vespertino, corresponde a la escisión, a la grieta
que une y separa a un tiempo los contrarios. (...) El crepúsculo se
distingue, pues, por esa indeterminación y ambivalencia, que lo emparenta
con la situación espacial de lo ahorcado y de lo suspendido, entre el
cielo y la tierra” (Diccionario de símbolos tradicionales, Barcelona,
Luis Miracle, 1958, pág. 154).
misma epidermis del nudo ontológico de la resolución y que como tal, la acompañan
como la misma sombra a ella.
Huelga destacar que con el tiempo, así como durante muchos años la condición que
se requería para los magistrados era la de que fueran honestos y si además de ello,
conocían el derecho mejor aún. Es previsible que el nuevo paradigma en estas
cuestiones pase a ser, acumulado a lo anterior claro está, que sepan argumentar
mejor y por lo tanto a razonar en clave forense en modo adecuado. Bien se ha
apuntado que: “en los Estados modernos (del bienestar) los jueces, o los tribunales
en general, ejercen su responsabilidad justificando sus decisiones de una forma bien
conocida. Ésta y sólo ésta les garantiza la autoridad necesaria en su función. La
simple referencia a los textos jurídicos o a otros materiales estrictamente
autoritativos no es suficiente. La gente pide más, y plantea una cuestión adicional:
¿por qué? (...) Por eso en todas las sociedades modernas se ha incrementado la
importancia del razonamiento jurídico”50.
50
Aarnio, A.; La tesis de la única respuesta correcta y el
principio regulativo del razonamiento jurídico en Revista Doxa (Nº 8),
Alicante, Cuadernos de Filosofía del Derecho, 1990, pág. 26.