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Los recorridos y el número de hoyos marcan el atractivo del campo: si tiene 18 se necesitan
como mínimo 50 hectáreas de terreno. Pero también los hay de 9, 27, 36, 54 y 60 hoyos.
Además, el campo de golf necesita un green de unos 800 m2 por hoyo.
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En zonas urbanizadas es imposible conseguir tanta cantidad de terreno, por eso se ocupan
terrenos no urbanizables y áreas próximas a espacios naturales, que se privatizan. De paso,
se recalifican los terrenos y se construyen urbanizaciones asociadas al golf.
Agotados los espacios próximos a la costa, se han comprado terrenos de usos agrícolas y
forestales. Esta ocupación de tierras para el sector del ocio privado de una élite ha ido en
detrimento del sector primario, la producción de alimentos.
Entre 2000 y 2010, años de creciente sequía, se construyeron más de 100 campos de golf,
mientras la Administración llevaba a cabo campañas que pedían cerrar el grifo. De los 417
campos de golf del Estado español, 102 se han construido en Andalucía y es la provincia de
Málaga donde más campos hay, más de 50, la mayoría asociados a urbanizaciones de Marbella
y Mijas. Por comunidades le siguen Cataluña, con 46, Castilla y León 37, País Valenciá 37,
Galicia 33, Madrid 32, Canarias 23, Baleares 21 y Murcia con 18, entre otras. Por provincias el
listado lo encabeza Madrid, Barcelona, Málaga, Murcia y Alicante en quinto lugar.
Los alcaldes defienden los proyectos de las constructoras con la excusa del empleo, aunque
un campo de golf sólo necesita una plantilla de 36 personas. Pero el verdadero negocio está
en las viviendas asociadas, que se revalorizan entre un 50% y 30% más, según estén o no en
primera línea del campo. No son viviendas de primera ocupación, son adquiridas por inversores
del golf y por familias de clase media que las usan como segunda residencia.
Esta depredación del territorio de un negocio privado con recursos públicos tiene otras
consecuencias graves como la contaminación del subsuelo. Los campos de golf necesitan gran
cantidad de abonos y fitosanitarios que van a parar a los acuiferos.
Agua potable
El riego de los campos de golf, en teoría, debe llevarse a cabo con agua depurada, pero eso
no se cumple. Debido a la alta salinidad de éstas, en la mayoría de los casos, se mezcla al
50% con agua potable. En otros casos, como en el campo de El Encin, en Madrid, se riega
directamente con agua que se extrae de pozos. Además, muchas de las urbanizaciones y
campos de golf no tienen plantas depuradoras, y son los ayuntamientos, con fondos públicos,
quienes reciclan y trasladan el agua a los campos de golf. En Málaga, Izquierda Unida pidió a
la Junta de Andalucía que no se utilizaran las depuradoras públicas para producir agua para
estos espacios privados.
Este deporte se dirige principalmente a quienes se define como “jugadores de alto nivel
adquisitivo a los que les gusta viajar por todo el mundo para descubrir nuevos campos de
golf”, según el informe realizado por Francisco Aymerich, gestor de campos de golf. Estos
turistas generan cuatro veces más ingresos que un turista normal, y el doble que un golfista
del Estado español. Según el informe “al golfista le aburre jugar en el mismo campo”.
La creación de nuevos campos, con green y recorridos diferentes, es un incentivo que atrae a
estos viajeros ricos. Y en esa fiebre de nuevos campos el Estado español ocupa los primeros
puestos. Es el primer destino de los golfistas de Europa, que provienen de Alemania,
Inglaterra y Noruega, y el segundo destino del mundo, tras EE UU.
Pero con la crisis eso se viene abajo. El número de reservas por turistas del golf en la Costa
del Sol descendió en 2009 un 37% respecto al año anterior. Mientras, los empresarios del golf
se empeñan en justificar el negocio intentando que calen mensajes como que el negocio del
golf es “una industria”, “generador de riqueza”, o “motor de desarrollo…”. Este mensaje ha
calado en la Junta de Andalucía, que ha aprobado un decreto que potencia los campos de
golf considerados ya un Bien de Interés Turístico.
Según el informe Aymerich, sólo en 2006 el golf movió más de 2.673 millones de euros,
incluidos, entre otros, los ingresos por el turismo del golf y el negocio por la venta de
viviendas. El informe de Francisco Aymerich defiende el golf desde el punto de vista económico,
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pero pasa por alto el aspecto ambiental.
Aymerich Golf, gestora de campos, quebró este año. Su dueño argumenta que “el golf ha
estado colgado de la actividad inmobiliaria, ofreciendo un atractivo especial: aumentaba el
valor de las casas. Este modelo se ha derrumbado y no se venden ni se van a vender casas a
un volumen necesario para hacer nuevos campos de golf”. El 90% de los campos de golf
son privados promovidos por inmobiliarias o grandes empresas del turismo, sólo un 9,1% son
‘públicos’, construidos con fondos de la Administración pero gestionados casi todos por
empresas privadas.
Promotoras e inmobiliarias enriquecidas al calor del negocio del golf han empezado a reclamar
la intervención de Ayuntamientos y Comunidades Autónomas para socializar pérdidas. Si las
viviendas no se venden, no se puede mantener el campo de golf, que, como admiten ahora los
promotores, son insostenibles. José Pons, de la constructora Medogroup, señala que “el
negocio de inventarse un campo de golf, poner cuatro casas y largarse está agotado”. El
director de la Organización Mundial del Turismo, Francesco Frangialli, ya advertió en 2007 que
este tipo de residencias que acompañan a los campos de golf, “son instalaciones que
consumen mucho agua, bien que escasea cada vez más por el calentamiento global que lleva
a la desertificación de algunas regiones españolas”. En la revista Hosteltour, una de las
publicaciones del negocio hotelero, se dice abiertamente que este tipo de “proyectos son
insostenibles”.
Por su parte, la Real Federación de Golf de España se congratula del aumento de “campos de
golf de caracter público y popular que completan poco a poco la cada vez más extensa red de
instalaciones de carácter público”, según señalaban en un comunicado de enero de 2010.
Desde que empezó la crisis la federación insiste en que “el golf se ha popularizado y ya no se
puede hablar de un deporte elitista”. En esta línea va la política de construcción de campos de
golf de Esperanza Aguirre. En la Comunidad de Madrid hay previstos 28 campos de golf
más, la mayoría considerados públicos porque se harán en terrenos públicos, incluso en zonas
protegidas, pero con gestión privada.
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