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03 The Sun of All Kisses PDF
03 The Sun of All Kisses PDF
H
ugh Prentice nunca ha tenido paciencia para las féminas
dramáticas, y si Lady Sarah Pleinsworth había estado
familiarizada con las palabras tímida o retraída, es tiempo que
las arroje por la ventana. Además, un duelo imprudente ha dejado a este brillante
matemático con una pierna arruinada y ahora nunca podría cortejar a una mujer
como Sarah, y mucho menos soñar con casarse con ella.
Sarah nunca ha perdonado a Hugh por el duelo en que luchó y que casi
destruyó a su familia. Pero incluso si pudiera encontrar una manera de perdonarlo,
no importaría. No le importa que su pierna no sea perfecta, es su personalidad lo
que no puede soportar. Sin embargo, obligados a pasar una semana en estrecha
compañía descubren que las primeras impresiones no siempre son confiables. Y
cuando un beso lleva a dos, tres y cuatro, el matemático puede perder la cuenta, y
la dama puede, por primera vez, encontrarse a sí misma sin palabras...
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Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Epílogo
The Secrets of Sir Richard Kenworthy
Julia Quinn
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Traducido por Itorres
Londres
Primavera de 1821
E
l piquet1 favorece a aquellos con una memoria vívida —dijo el
Conde de Chatteris, sin dirigirse a alguien en particular.
Él no lo habría dicho en voz alta. Hugh nunca había sido del tipo de hablar
solo con el propósito de hacer que su voz fuera escuchada. Pero él lo hubiera
pensado. Y su expresión habría cambiado. Una de las comisuras de sus labios habría
temblado, y su ceja derecha podría haberse apenas arqueado, solo la mínima señal
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de movimiento, pero aun así, suficiente para un observador atento, para pensar en
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Piquet: El juego de cartas llamado Piquet es un juego de origen Inglés para dos jugadores. Ver:
http://www.ehowenespanol.com/juega-piquet-como_403248/
él como petulante.
Hugh era un talento tan poco frecuente que había sido sancionado por
hacer trampa seis veces durante sus primeros dos meses en Eton. Pronto se dio
cuenta de que su vida se hacá infinitamente más fácil si él intencionalmente fallaba
una pregunta o dos en sus exámenes. No era que le importaran mucho las
acusaciones de hacer trampa, él sabía que no había hecho trampa, y no le importaba
lo que pensaran los demás de él, pero era una molestia, ser arrastrado ante sus
profesores y ser obligado a estar allí y regurgitar información hasta que estuvieran
satisfechos de su inocencia.
El problema era que esta tarde, Hugh también había bebido “suficiente”.
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No era común que ocurriera; él nunca había estado cómodo con la pérdida de
control que fluía a causa de una botella de vino. Pero había estado fuera de casa
con amigos, y habían ido a una taberna un poco salada, donde las pintas eran
grandes, la gente muy ruidosa y las mujeres exuberantes poco frecuentes.
—No, no, no, puedo hacerlo. —Daniel agitó un dedo en el aire, riendo
cuando el movimiento le hizo perder el equilibrio—. Puedo hacerlo esta vez.
Daniel ganó.
—Gané —dijo Daniel de nuevo, esta vez a Marcus, su mejor amigo de toda
la vida.
—No —dijo Hugh, sobre todo para sí mismo. No era posible. Simplemente
no era posible. Nunca perdía en el juego. Por la noche, cuando estuviera tratando
de dormir, cuando estuviera tratando de no escuchar, su mente podría abrir todas
las cartas que había jugado ese día. Esa semana, incluso.
—Ni siquiera estoy seguro de cómo lo hice —dijo Daniel—. Era el rey,
pero luego fue el siete, y yo…
No no no. Eso era algo diferente. Estas eran cartas. El Piquet. Nunca perdía.
Era la única cosa, la única, con la que podía contar.
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—No —dijo Daniel. Solo eso. Solo no, con una mano temblorosa y una
expresión confusa. Desconcertado, como…
Pero Hugh no pensaría en eso. No podía pensar en eso, así que en vez de
eso se puso en pie, dando un vuelco a la mesa mientras se aferraba a la única cosa
que sabía que era cierta, la cual era que él nunca perdía en las cartas.
Pero tenía que haber hecho trampa. Hugh pasó las cartas en su mente otra
vez, ignorando el hecho del Jack de tréboles que de hecho estaba sosteniendo, y él
estaba persiguiendo el diez, bebiendo vino en un vaso muy similar al que
actualmente estaba roto a sus pies....
Hugh comenzó a gritar. No tenía idea de lo que estaba diciendo, solo que
Daniel había hecho trampa, y la reina de corazones había tropezado, y 42 veces
306 siempre eran 12,852, no es que tuviera alguna idea de que tuviera que ver con
algo, pero había vino sobre todo el piso ahora, y las cartas estaban por todas partes,
y Daniel estaba allí de pie, sacudiendo la cabeza, diciendo:
—¿Qué?
—Al amanecer.
Hugh sonrió. No podía imaginar por qué él tenía algo para sonreír, pero lo
sentía deslizándose a lo largo de su rostro, no obstante. Y cuando miró a Daniel
Smythe-Smith, vio el rostro de otro hombre.
—No tienes que hacer esto —dijo Charles Dunwoody, haciendo una
mueca cuando terminó su inspección del arma de Hugh.
—Quiero decir, te creo que él estaba haciendo trampa. Tendría que ser,
porque, bueno, eres tú, y tú siempre ganas. No sé cómo te las arreglas, pero lo haces.
Hugh apenas movió la cabeza, pero sus ojos viajaron en un lento arco hacia
la cara de Dunwoody. ¿Estaba Dunwoody ahora acusándolo de tramposo?
eso…
Agradable. Siempre tan agradable ser llamado un bicho raro.
—Oh. No. No, por supuesto que no. —Dunwoody se aclaró la garganta y
retrocedió un paso. Marcus Holroyd se dirigía hacia ellos, presumiblemente en un
intento de poner fin al duelo. Hugh vio como las botas de Marcus se comían la
hierba húmeda. Su zancada izquierda era más larga que la derecha, aunque no por
mucho. Probablemente le llevaría quince pasos más llegar a ellos, dieciséis si se
sentía de mal genio y buscaba acorralarle en su espacio.
resistirse a esto.
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—No es el corazón.
—Él lo encontró.
—¡Tomen puestos!
—¡Uno!
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Apretó su pecho. El conteo. Los gritos. Fue la única vez que los números
se convirtieron en el enemigo. La voz de su padre, ronca en su triunfo, y Hugh,
tratando de no escuchar...
—¡Tres!
Hugh se encogió.
Y apretó el gatillo.
—¡Awgrrrrrrrrr!
—¿Qué? —se dijo Hugh a sí mismo—. No. —Él la había dirigido hacia un
lado. No muy lejos a un lado, pero era un buen tirador, un excelente tirador.
—Le disparaste. —Dunwoody se quedó sin aliento—. ¿Por qué hiciste eso?
Hugh no tenía palabras. Daniel estaba herido, tal vez incluso de muerte, y
él lo había hecho. Lo había hecho. Nadie le había forzado. E incluso ahora,
mientras Daniel levantaba su brazo ensangrentado, su brazo literalmente
ensangrentado…
¿Por qué había pensado que escucharía el disparo antes de sentirlo? Sabía
cómo funcionaba. Si Sir Isaac Newton estaba en lo correcto, el sonido viaja a una
velocidad de 300 metros por segundo. Hugh estaba a unos veinte metros de Daniel,
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Pensó. Y pensó.
No podía trabajar la respuesta.
Tragó saliva, tratando de respirar. ¿Por qué era tan difícil respirar? ¿Acaso
no había recibido un disparo en la pierna? Si hubiera recibido un disparo. Todavía
no estaba seguro de qué era lo que había sucedido.
—Oh, querido Dios —vino una voz nueva. Marcus Holroyd, respirando
con dificultad. Su rostro estaba pálido.
—¿Qué?
—Apriételo con más fuerza —dijo alguien, y Hugh sintió algo tirando de
su pierna, y luego apretado, duro, y entonces Marcus estaba diciendo—: Será mejor
que retrocedaaaaaaas…
Cuando Hugh abrió los ojos, estaba oscuro. Y él estaba en una cama. ¿Había
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pasado un día entero? ¿O más? El duelo había sido en la madrugada. El cielo todavía
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estaba rosa.
—¿Hugh?
—Deja que te traiga un poco de agua —dijo Freddie. Con cuidado, puso
una cuchara en los labios de Hugh, botando el líquido dentro de su boca.
—Más —dijo Hugh con voz ronca. No había habido nada que tragar. Cada
gota solo había empapado su lengua reseca.
—¿Te duele?
—Todavía está ahí, ya sabes —dijo Freddie, haciendo un gesto hacia el pie
de la cama—. Tu pierna.
Por supuesto que todavía estaba allí. Dolía como el maldito infierno.
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Hugh cerró los ojos. Era lo más cerca que podía a un movimiento de cabeza.
—No.
—Aquí, tienes un poco más de agua. Has perdido una gran cantidad de
sangre. Será por eso que te sientes tan débil.
—Tu pierna está rota, también. El fémur. El doctor la acomodó, pero dijo
que el hueso se astilló. —Freddie se aclaró la garganta—. Estarás atrapado aquí por
bastante tiempo, me temo. El fémur es el hueso más grande del cuerpo humano.
Va a tomar varios meses para sanar.
No sería divertido.
—¿Qué día es hoy? —dijo Hugh con voz áspera.
Aún. Gracioso.
—Él debe regresar —dijo Hugh con voz ronca. No fue culpa de Daniel. Él
no había sido el único en llamar al duelo.
—Sí, bueno, puedes hablar de eso con Padre —dijo Freddie, incómodo—.
Él ha estado hablando acerca de cazarlo a muerte.
—¿En Francia?
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El padre de Hugh, sin embargo, estaba tan disgustado que le había dicho a
Freddie que no se molestara con una esposa. El título podría tener que residir en
Freddie durante unos años, pero por más que Lord Ramsgate planeara, debería
terminar con Hugh o sus hijos.
Lord Ramsgate no era el único noble que no veía ninguna razón para cuidar
a sus hijos por igual. Hugh sería mejor para Ramsgate, y por lo tanto Hugh era
mejor, y punto.
—Me alegro de que estés despierto —dijo Freddie en un tono que obligó a
Hugh a notar que no había vuelto a sentarse después de verter el láudano—. Le
pediré a Corville que le informe a Padre. Preferiría no hacerlo, ya sabes, si no tengo
que…
—Por supuesto —dijo Hugh. El mundo era un lugar mejor cuando Freddie
evitaba a su padre. El mundo era un lugar mejor cuando Hugh lo evitaba también,
pero alguien tenía que interactuar con el viejo hijo de puta en cuestión, y ambos
sabían que tenía que ser él. Que Freddie hubiera venido aquí, a su antigua casa en
St. James, era un testimonio de su amor por Hugh.
—Eso entiendo.
—He reflexionado, para estar seguro, pero ¿alguien sabe muy bien lo que
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—Oh, ¿es eso de lo que se trata todo esto? —Hugh hizo su mejor imitación
de sorpresa.
—Me imagino que yo pudiera enfadarte con mucho menos esfuerzo que
esto. Y con un resultado mucho más agradable para mí.
—Si quieres deshacerte de mí, ya sabes lo que tienes que hacer —dijo Lord
Ramsgate.
—¿Matarte?
—¡Tú maldito…!
—Si hubiera sabido que iba a ser tan fácil, realmente habría…
—¡Solo cásate con una chica tonta y dame un heredero! —rugió su padre.
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—Nunca dije que no me casaría —dijo Hugh, sin embargo no tenía siquiera
idea de por qué sentía la necesidad de decirlo—. Pero no voy a hacerlo a tu
mandato. Además, yo no soy tu heredero.
—Frederick…
—Aún podría casarse —dijo Hugh, cada sílaba con fuerza y recortada.
—No hay ninguna razón por la que no se le deba permitir regresar —dijo
Hugh con más paciencia de la que hubiera creído ser capaz—. Como ambos hemos
señalado, no me mató.
—Te disparó.
—En el hombro.
Hugh apretó los dientes. Discutir con su padre siempre había sido agotador,
y él estaba muy pasado de láudano.
—No pensaste en eso, ¿verdad? —se burló su padre—. Esa bala golpeó una
arteria. Es un milagro que no sangraras a muerte. El médico cree que tu pierna
tiene suficiente sangre para sobrevivir, pero solo Dios sabe sobre el resto de ti.
—Él abrió la puerta y tiró su última declaración sobre su hombro—. Winstead ha
arruinado mi vida. Puedo malditamente arruinar la suya.
El alcance total de las lesiones de Hugh no sería conocido por varios meses.
Su fémur sanó.
Un poco.
Pero cuando su padre le preguntó... o, más bien, exigió... o, más bien, quitó
las sábanas en la presencia de algún médico alemán Hugh no habría querido
encontrarse en un callejón oscuro…
Hugh se cubrió con las mantas de nuevo, vergüenza mortal fingida, y dejó
que su padre creyera que había sido dañado de forma irreparable.
Ella se parecía a él, también. O por lo menos tenía una cara que Hugh se
imaginó que encajaba en Atila. La verdad era que la comparación no era muy
elogiosa.
Para Atila.
Pero Atila la enfermera, por más áspera y cruda que pudiera ser, todavía
era preferible al padre de Hugh, que llegaba cada día a las cuatro de la tarde, brandy
en mano (solo uno; ninguno para Hugh), con las últimas noticias de su caza de
Daniel Smythe-Smith.
Solo se detuviera.
Y se obligó a visitar a su padre, para tratar de razonar con él, para decirle
que parara la caza de Daniel Smythe-Smith. Pero nada funcionó. Su padre se
aferraba a su furia con los dedos blancos pellizcados. Él nunca tendría un nieto
ahora, él se enfurecía, y todo era culpa del Conde de Winstead.
No, era culpa de Winstead. Se suponía que Hugh tenía que proporcionar
el heredero Ramsgate, y ahora mírenlo. Él era un lisiado inútil. Que probablemente
no podría engendrar un hijo, tampoco.
Fensmore, Chatteris
nr. Cambridgeshire
Otoño 1824
L
ady Sarah Pleinsworth, veterana de tres infructuosas temporadas
en Londres, miró alrededor de la habitación de dibujo de su pronto-
a-ser primo y anunció:
—¡Sí! —exclamó.
—Debería serlo —replicó Elizabeth—, dado que has hecho que ponga un
sangriento unicornio en la historia.
Frances jadeó.
—Bueno, no mucho.
—¡Harriet!
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—Solo tienes que ser dama de honor una vez —cortó Elizabeth.
—Creo que es divino que Honoria te haya pedido que fueras su dama de
honor —dijo Frances a borbotones—. Es tan romántico. Quizás puedas escribir una
escena como esta en tu obra, Harriet.
—Ojos oscuros y sin fondo —agregó Frances sin aliento—. Deben ser sin
fondo.
—No te avergüenzas fácilmente —explicó Frances—, así que muy rara vez
te sonrojas, y solamente te he visto vomitar una vez, y eso fue cuando todas
tuvimos ese pescado malo en Brighton.
—No veo por qué estás de tan mal humor —dijo Harriet.
—No estoy de mal humor.
—¿No quieres caminar por el pasillo al altar? —Se veía un poco como un
pequeño gorrión preocupado, su cabeza inclinándose hacia un lado y luego hacia
el otro con pequeños movimientos afilados de pájaro.
Su madre había perdido tres bebés entre Sarah y Harriet, dos como abortos
y uno cuando el hermano menor de Sarah, el único niño que había nacido de Lord
y Lady Pleinsworth, murió en su cuna cuando tenía tres meses de edad. Sarah
estaba segura que sus padres estaban decepcionados de no tener un hijo vivo, pero
para su crédito, nunca se quejaron. Cuando mencionaban el título yendo al primo
de Sarah, William, no refunfuñaban. Solo parecían aceptarlo del modo en que era.
Había habido cierta plática acerca de Sarah casándose con William, para mantener
las cosas “limpias y ordenadas y que todo quedara en la familia” (como lo había
puesto su madre), pero William era tres años menor que Sarah. A los dieciocho, él
había apenas empezado en Oxford, y seguramente él no se casaría en los siguientes
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cinco años.
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—¡Sarah!
Como familia, los Pleinsworth habían sido los primeros en serles asignadas
habitaciones en Fensmore, y habían llegado más temprano en la semana antes de
tiempo para ayudar con los preparativos. O quizás, más precisamente, su madre
estaba ayudando con los preparativos. Sarah había sido encomendada con la tarea
de mantener a sus hermanas fuera de líos.
Lo que quería decir que una vez que las nupcias Chatteris-Smythe-Smith
estuvieran completas, Sarah (junto con la mitad de Londres, parecía) tomarían las
carreteras y viajarían de Fensmore al sur hacia Whipple Hill, en Berkshire, para
asistir a la boda de Daniel Smythe-Smith y la señorita Anne Wynter. Como Daniel
también era un conde, sería un enorme acontecimiento.
Lo cual, pensándolo bien, era parte de las razones por lo que estaba tan
desesperada por casarse.
Cada año, como un reloj, las cuatro primas Smythe-Smith de mayor edad
y sin casarse eran forzadas a juntar sus inexistentes talentos musicales y tocar juntas
en un cuarteto.
E interpretar.
O uno podría haber nacido niño. Ellos no tenían que aprender a tocar
instrumentos y sacrificar su dignidad en un altar de humillación pública.
Ella no necesitaba una loca y gran pasión. Era demasiado práctica para
creer que todos encontraban a su amor verdadero, o incluso que todos tenían un
amor verdadero. Pero una dama de veintiuno no debería casarse con un hombre
de sesenta y tres.
incómodamente afable compañero, pero cada vez que contaba a veinte (y parecía
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—¿Qué fue eso? —preguntó Frances, todavía mirando por encima del
respaldo del sofá. Harriet y Elizabeth estaban ocupadas con sus propios asuntos, lo
cual estaba bien, porque Sarah realmente no necesitaba una audiencia aparte de
una niña de once años cuando anunció:
Aún otra razón por la que no había querido asistir a esta boda.
Hugh siempre había sido un alma solitaria, y había muy pocas personas
cuya compañía buscaba deliberadamente. Pero al mismo tiempo, no eran tantas las
personas a las que evitaba, tampoco.
Asesinos convictos.
abrumadoramente loco, nunca habrían sido amigos. Sarah Pleinsworth era una de
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Como ahora mismo. Ella iba a morir si no se casaba este año. Realmente.
encontrarlas relevantes?
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Bajó la vista hacia su pierna. Era solamente justo. Él había sido el que lo
había empezado todo. Él debería ser el que tuviera las repercusiones permanentes.
Pero maldición, hoy dolía. Había pasado once horas en la diligencia el día
anterior, y todavía estaba sintiendo las secuelas.
Hugh no era demasiado orgulloso para admitir que en este caso, por lo
menos, le importaba lo que la sociedad pensaba. No se molestaba cuando la gente
lo etiquetaba como un excéntrico, con más aptitud en las cartas de la que tenía con
las personas. Tampoco le había importado cuando había escuchado a una dama de
sociedad decirle a otra que lo encontraba muy extraño, y que no permitiría que su
hija lo considerara como un pretendiente potencial, si su hija llegara a interesarse,
lo que, dijo la dama con énfasis, nunca lo haría.
—Estoy tan contenta de que sea capaz de asistir a la boda —dijo ella.
Hugh miró sus ojos azules durante un momento más de lo que otras
personas podrían haber pensado necesario. Estaba casi seguro de que ella estaba
diciendo la verdad.
Simples matemáticas.
el placer. —Honoria apretó los labios tímidamente—. Pero sobre todo por el temor.
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Él no tenía nada que añadir a eso, así que esperó a que continuara.
Ella no lo defraudó.
Hugh no podía imaginar qué, pero ella era la novia, y si quería pedirle a él
que se parara de cabeza, tenía entendido que estaba obligado a intentarlo.
—... y esperaba que pudiera ser usted. Sería un largo camino hacia hacerlo
todo, bueno… —Tragó saliva y sus ojos se movieron hacia el techo por un
momento mientras intentaba encontrar las palabras correctas—. Hacia hacerlo
todo bien. O al menos que parezca ser correcto.
Hugh pensó que era extraordinariamente gracioso que ella no señalara que
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él era la razón por la que su hermano había tenido que dejar Inglaterra en primer
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lugar.
Sonrió con serenidad.
—Una persona muy sabia me dijo una vez que no son los errores que
cometemos los que revelan nuestro carácter, sino lo que hacemos para corregirlos.
—Muy bien, fue mi madre —dijo con una sonrisa tímida—, y tendré que
hacerle saber que se lo dijo a Daniel mucho más que a mí, pero me he dado cuenta,
y espero que él también, que sea verdad.
—¿Tiene otro primo? ¿Uno que pasó por alto a favor de mí? —Hugh no se
podría haber preocupado demasiado por las innumerables reglas y normas que
regían su sociedad, pero eso no quería decir que no sabía que existieran.
—No me llevo bien con Lady Sarah. —Antes de cerrar firmemente la boca.
—No veo por qué eso sería un problema —dijo con firmeza. Querido Dios,
iba a tener que sentarse con Lady Sarah Pleinsworth. ¿Cómo era posible que
Honoria Smythe-Smith no se hubiera dado cuenta de lo estupendamente mala idea
que eso sería?
—Bueno —declaró—, si ella está justo ahí, por qué no viene conmigo y le
contamos las buenas noticias.
Era lo último que quería, pero entonces ella le sonrió, y él recordó, ella es
la novia. Y la siguió.
En las novelas fantásticas, del tipo que Sarah leía por docena y de las que
se negaba a pedir disculpas, el comienzo era pintado por lo asombroso y no por los
trazos continuos. La heroína levantaba su mano hacia la frente y decía algo como:
“¡Oh, si tan solo pudiera encontrar un caballero que viera más allá de mi pasado,
mi nacimiento ilegítimo y mis rudimentarios dedos!”
Por qué razón, después de que Sarah hubiera hecho su (la verdad es que
ridícula) declaración sobre morir si no se casaba este año, levantó la vista hacia la
puerta. Porque en realidad, ¿eso habría sido divertido?
Y entonces.
Por supuesto.
Dios del cielo, ¿estaba allí para ponerle fin a sus esfuerzos?
Sarah se puso de pie y miró a su prima. Luego miró a Hugh Prentice, quien,
tenía que decirlo, nunca le había agradado. Luego miró de nuevo a su prima.
Honoria, su mejor amiga en el mundo entero. Y ella supo que Honoria (su mejor
amiga en el mundo entero que realmente debería saberlo mejor) no tenía buenas
noticias. Al menos no lo que Sarah consideraría una buena noticia.
Pero Honoria todavía estaba brillando como una alegre linterna casi casada
y prácticamente flotaba sobre sus pies cuando anunció:
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—¿Eso significa que podría sentarme en la mesa principal? ¡Oh, por favor,
podría tomar ese lugar! Me encantaría eso por encima de todas las cosas. Sobre todo
porque me estarías poniendo arriba en un estrado, ¿no es así? En
realidad estaría por encima de todas las cosas.
Sarah miró a Hugh. Parecía imperativo que se diera cuenta de que ella no
estaba, de hecho, agradecida.
hubiera sido llamada una sonrisa en el rostro de alguien más, pero su semblante
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era normalmente tan frío que el más ligero temblor en la comisura de sus labios
era el equivalente de cualquier otra persona a saltar de alegría.
—Estoy segura de que estaré encantada de sentarme junto a usted en lugar
del primo Rupert —dijo Sarah. Encantada era una exageración, pero Rupert tenía
un aliento terrible, así que por lo menos evitaría eso con Lord Hugh a su lado.
—¿No toma cebollas crudas con su té, ¿verdad? —preguntó Sarah con
frialdad.
—No.
Sarah se giró hacia su prima con una brillante sonrisa. Nunca se había
olvidado de ese momento molesto el año anterior cuando conoció por primera vez
a Lord Hugh. Él había pasado de cálido a frío en un abrir y cerrar de ojos. Y maldita
sea, él podía hacerlo, así que ella también podía.
torpeza—. Bien.
Sarah mantuvo una sonrisa pegada plácidamente en su rostro. Por Honoria
intentaría ser civilizada con Hugh Prentice. Por Honoria incluso le sonreiría, y se
reiría de sus bromas, suponiendo que él hiciera bromas. Pero aun así, ¿cómo era
posible que Honoria no se diera cuenta de lo mucho que Sarah odiaba a Hugh? Oh,
muy bien, no odiaba. Reservaría el odio para los verdaderamente malvados.
Napoleón, por ejemplo. O ese vendedor de flores del Covent Garden que había
tratado de engañarla la semana anterior.
Pero Hugh Prentice era más allá de desagradable, más allá de molesto. Él
era la única persona (además de sus hermanas) que se las arreglaba para enfurecerla
tanto que había tenido que literalmente mantener sus manos abajo para evitar
pegarle.
Nunca había estado tan enfadada como lo había estado esa noche…
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Cómo se conocieron
(la manera en que ella lo recuerda)
―Tú has sido conocida por tener un pequeño lenguaje bastante directo por
ti misma ―señaló Honoria.
―Sea como sea ―dijo Sarah, que era por lo que ella iba a ir hacia un
acuerdo―, yo no soy rival para Lady Danbury. ―Miró hacia el señor St. Clair.
¿Pirata o aspirante a pirata? Ella supuso que no tenía importancia, no si estaba
emparentado con Lady Danbury.
―Date un tiempo.
―¿Mi vida se ha vuelto tan patética que mis aspiraciones deben medirse
en décadas en vez de años?
Honoria suspiró.
―Encontraremos esposo este año, ¿qué te parece?
Sarah no fue capaz de formar una respuesta verbal. Una mirada triste era
todo lo que podía manejar.
―¿Ser patética?
Honoria se estremeció.
―Estoy bastante segura de que no es lo más bonito que me has dicho. Amo
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―¿Cómo, dime por favor, son diferentes? Pensé que podría perecer…
―No es lo mismo.
Era por eso que tenía que tener en cuenta a cada caballero como un posible
cónyuge. Si tenía que tocar con sus discordantes primas una vez más,
ella perecería.
―Muy bien ―dijo Sarah enérgicamente, luego enderezó sus hombros para
acentuar el tono. Era el momento de volver al trabajo―. El Sr. St. Clair está fuera
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―No lo sé. Pensé que todo estaba yendo muy bien. Y luego… nada.
―Oh. ―Sarah hizo una mueca. No estaba poniendo una cara alegre en
eso―. Lo siento ―dijo simpáticamente, y lo hacía. Como de consolador era tener
a Honoria a su lado como compañera de fracaso en el mercado del matrimonio,
quería que su prima fuera feliz.
―¡Sarah!
Ella había hecho sus asuntos para saber qué aspecto tenía.
Solo podía ver al caballero por su espalda, pero el cabello era el correcto
color marrón claro. O tal vez rubio oscuro, dependiendo de cómo de caritativa se
estaba sintiendo. Ella no podía ver si él sostenía un bastón. ¿Había mejorado su
caminar? La última vez que lo había espiado, varios meses atrás, su cojera había
sido muy pronunciada.
―Sí, pero…
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―No pongas excusas por él. No me importa lo que Lord Hugh piense de
Daniel…
―Él debería saberlo mejor ―dijo, sobre todo para sí misma. Y luego se
sintió dando un paso al frente―. Yo voy a…
―Nunca causaría una escena. ―Pero por supuesto ambas sabían que lo
haría. Por Hugh Prentice, o más bien, debido a Hugh Prentice, Sarah crearía una
escena que sería parte de la leyenda.
le había escapado notar a Sarah (ni a Honoria, una vez que Sarah lo había señalado,
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Quién sabe lo que hubiera pasado si Sarah y Honoria hubieran estado fuera
y en la ciudad durante esa temporada matrimonialmente espectacular. Llámala
poco profunda, pero en lo que se refiere a Sarah, Hugh Prentice era directamente
responsable de que su soltería se acercara rápidamente.
Tía Virginia. El corazón de Sarah cayó en picada. Ella sería una ruina. La
madre de Honoria nunca se había recuperado de la desgracia de su único hijo.
Encontrarse cara a cara con el hombre que había causado todo...
Lo que significaba que ella iba a tener que quedarse. Tal vez ni siquiera
hablaría con él. Sarah tendría que salvar la cara en nombre de toda la familia.
―Ahí está ―dijo Honoria mientras se acercaban a las grandes puertas del
salón. Lady Winstead estaba de pie con un pequeño puñado de matronas,
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No vio a Lord Hugh, pero no sabía cómo él podía haber dejado de verla.
Para cuando terminó de beber un vaso de limonada con Sir Félix, decidió que se
había mostrado lo suficiente, incluso si no hubiera sido una hora completa desde
que Honoria se había marchado.
Veamos, si cada baile duró unos cinco minutos, con un poco de tiempo en
el medio, además de la breve charla con Arthur y dos vasos de limonada...
―Gracias de nuevo por un adorable baile, Sir Félix ―dijo Sara mientras le
entregaba el vaso vacío a un lacayo―. Le deseo la mejor de las suertes con ese
buitre.
―Sí, son una gran diversión para posar ―respondió con un gesto de
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Sarah sintió que sus labios se movían en un intento de formar palabras. Sin
embargo, cuando habló, lo único que salió fue:
―Mi madre.
―¡No! Quiero decir, no normalmente. ―Oh, cielo santo, era una buena
cosa que Sir Felix no fuera un chismoso, porque si esto llegara a su madre...
»Lo que quise decir es que ella no es una musaraña. Nunca. Pero tengo que
encontrarla. Me dijo específicamente que quería irse antes de… ehm… bueno…
ahora.
―Precisamente.
Sarah dijo sus despedidas, dejando a Sir Félix con el primo Arthur, quien,
si no estaba interesado en las musarañas, al menos, puso un buen acto de eso. Luego
se puso en camino en busca de su madre para decirle que deseaba salir antes de lo
previsto. No vivían lejos de las Dunwoody; si Lady Pleinsworth no estaba lista para
irse, no debería resultar difícil que el carruaje Pleinsworth llevara a Sarah a casa y
luego volviera por su madre.
―Si mamá está jugando a las cartas... ―No es que Lady Pleinsworth no
pudiera permitirse el lujo de perder una guinea o dos en lo que fuera que las
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matronas jugaron en estos días, pero aun así, parecía bastante injusto que ella
Página
estuviera apostando, mientras que Sarah estaba salvando a la familia de la absoluta
vergüenza.
Tu nombre era...
La luz suave brillaba desde una puerta parcialmente abierta a solo unos
metros por delante. Era bastante tranquilo para un juego de cartas, pero, por otro
lado, la puerta abierta parecía indicar que todo lo que Sarah encontrara en adelante,
no sería demasiado inapropiado.
Lord Hugh se puso de pie ante el sonido de su voz. Sus movimientos eran
rígidos, y se apoyó pesadamente en el brazo de la silla mientras se levantaba.
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Página
―¿Cómo dice? ―dijo cortésmente, mirándola con una expresión que era
completamente carente de emoción.
¿Él ni siquiera tenía la decencia de parecer incómodo en su presencia?
Sarah sintió sus manos volverse puños rocosos.
En ese momento, finalmente obtuvo su total atención. Sus ojos verde pasto
encontraron los de ella, estrechándose tan levemente ante el pensamiento, y fue
entonces cuando Sarah se dio cuenta que…
E
n retrospectiva, Hugh pensó, que debería haberse dado cuenta de
que la joven mujer de pie delante de él estaba trastornada cuando
declaró que él no es un caballero. No es que no fuera la verdad; por
todo lo que trataba de comportarse como un adulto civilizado, sabía que su alma
había estado negra como el hollín durante años.
—Usted… Usted…
Él se aclaró la garganta.
—Y solo un yo.
minutos, podría haber conocido su identidad, pero había dejado el salón de baile
Página
O no.
Eso, sabía que era falso. Había arruinado la vida de Daniel Smythe-Smith,
y por extensión, posiblemente, la de su hermana menor no casada, pero esta
oscuramente morena mujer delante de él no era Honoria Smythe-Smith. Lady
Honoria tenía el cabello mucho más claro, y su rostro no era tan expresivo, aunque
la profunda emoción de esta mujer podría haber sido provocada por la locura. O,
ahora que pensaba en ello, beber.
Sí, eso era mucho más probable. Hugh no estaba seguro de cuántos vasos
de ratafía se requerían para intoxicar a una mujer de aproximadamente cincuenta
y siete kilogramos, pero es evidente que ella lo había logrado.
63
confundido con otra persona. —Luego añadió, no porque quería sino porque tenía
que hacerlo; ella estaba malditamente bloqueando el pasillo y claramente
necesitaba algún tipo de empujón verbal para ponerse en camino—: Si puedo ser
de más ayuda…
—Oh, por el amor de Cristo —juró. Quien fuera esta mujer, hacía mucho
tiempo que sacrificó cualquier obligación que tenía de hablar como un caballero
en su presencia—. Por favor —se inclinó, con estilo y sarcasmo en la misma
medida—, permita que me mate ante su amable solicitud, oh mujer anónima cuya
vida he destruido.
Finalmente.
—Yo sería feliz de cumplir su voluntad —continuó—, una vez que salga
de mi CAMINO. —Su voz se convirtió en un rugido, o mejor dicho, su versión de
un rugido, que era más bien un gruñido malévolo. Empujó su bastón en el espacio
vacío a su izquierda, esperando que su irritada presencia sería suficiente para
convencerla de hacerse a un lado.
—¿Está atacándome?
—Todavía no —murmuró.
Ella gruñó.
64
Ella sonrió.
—Tengo un arma.
—Ah, pero una vez que se mueva, no habrá ningún obstáculo. —Él se
permitió a sí mismo un giro en pleno vuelo de su mano libre—. Entonces puedo
estar en mi camino, y si hay algún Dios en nuestro cielo, nunca pondré los ojos
65
Pero él sabía, no necesitaba ver su cara para saberlo, que ella esperaba que
él reconociera su nombre. Y por mucho que deseaba no reconocerlo, lo hizo.
—Lady Sarah —dijo con la debida cortesía. Ella era prima de Daniel, y a
pesar de lo que había ocurrido en los últimos minutos, estaba decidido a tratarla
con respeto—. No nos han presentado formalmente.
—Difícilmente necesitamos…
66
Página
Ella le dio un asentimiento, el primer gesto que había hecho que incluso
daba a entender civilidad. Su voz, también, fue un poco más templada cuando
volvió a hablar. Pero solo un poco.
—Y por eso lo siento. —Era verdad, y estaba haciendo todo lo posible para
arreglar las cosas. Pero no podía compartir eso con los Smythe-Smith hasta que
encontrara éxito. Sería cruel aumentar las esperanzas de la familia de Daniel. Y tal
vez más al punto, no podía imaginar que le recibirían si hacía una visita.
—¿Lo siente? —dijo Lady Sarah con desprecio—. Me resulta tan difícil de
creer.
explicación.
Por un momento, ninguno habló, entonces, Lady Sarah dijo:
Así que no dijo nada. No deseaba dar una respuesta incorrecta. Pero
entonces algo fastidió su cerebro. Un tipo de rompecabezas. Nada más que una
pregunta sin respuesta, pero era tan extraña y fuera de lugar que él tenía que saber
la respuesta. Y así, le preguntó:
La boca de Lady Sarah se estiró en una plana línea sombría. Bueno, más
sombría, si tal cosa fuera posible.
—La primera vez que me vio —le recordó él, a pesar de que esa vez pensó
que sabía exactamente de qué estaba hablando—, dijo algo de unos catorce
hombres.
—No fue nada —dijo ella con desdén, pero sus ojos se movieron un poco a
la derecha. Estaba mintiendo. O avergonzada. Probablemente ambas cosas.
Su boca se abrió.
—Si quiere saberlo —dijo ella, su voz cortada por la furia—, hubo catorce
hombres que se comprometieron para casarse en 1821.
Hubo una pausa muy larga. Hugh era un hombre inteligente, pero no tenía
ni idea de lo que esto tenía que ver con nada.
Había pensado que habían terminado con el histrionismo, pero Lady Sarah
dejó escapar un grito de frustración.
—Cállese —dijo, solo que no tenía idea de si lo había dicho en voz alta. Él
solo quería que se detuviera. Dejara de hablar, dejara de discutir, dejara todo.
Winstead, haría bien en recordar que una de las vidas que he arruinado es la mía.
Página
Y luego se alejó.
—Buenas noches —dijo él, tan agradablemente como un día de verano.
—Ellos son mi familia —dijo ella con voz ahogada—, y usted los ha herido
sin remedio. Por eso, nunca podré perdonarle.
De vuelta en Fensmore
E
ra un momento extraño cuando caía el silencio en una reunión de
primas Smythe-Smith, pero eso fue exactamente lo que pasó
después de que Lord Hugh hiciera una cortés inclinación y saliera
de la sala de estar.
Casi podías escucharlas contar, pensó Sarah, y en efecto, tan pronto como
llegó al diez en su propia cabeza, Elizabeth declaró:
Honoria se giró.
72
Página
—¡Oh, pero deberías! —dijo Frances con una palmada encantada de sus
manos—. Me gusta mucho Lord Hugh. Es verdad que puede ser un poco
excéntrico, pero es increíblemente inteligente. Y es muy buen tirador.
—Es muy buen tirador cuando está sobrio —aclaró Frances—. Daniel lo
dijo.
Sarah hizo un gran espectáculo al suspirar. Ella iba a tener que hacer
cualquier cosa que Honoria pidiera; ambas sabían eso. Pero inclusive si Sarah tenía
que hacerlo sin pelear, no iba a hacerlo sin quejarse.
amigable.
—Encuentro más probable que es tímido —dijo Honoria.
—No, la que acabo de pensar esta tarde. —Harriet apuntó a Sarah con el
extremo de su pluma—. Con la heroína que no es demasiado rosa o verde.
—Claro que no. Pero estoy pidiéndote que te asegures de hacerlo sentir
parte de las festividades. Quizás esta tarde, en la sala de estar antes de la cena
—sugirió Honoria.
Sarah gimió.
—Eres buena hablando con las personas —dijo Honoria—. Siempre sabes
qué decir.
—Ni siquiera lo conoces —dijo Honoria—. ¿Qué tan terrible podría ser?
—He tratado de hablar con él —dijo Sarah entre dientes—, porque eso es
lo que las personas hacen en las reuniones sociales. Pero nunca responde como
debería.
para perderse el gesto. Era lo más cercano que su amable y gentil prima llegaba a
Página
un ataque de gritos.
—Pienso que deberías darle una oportunidad —dijo Honoria—. Nunca has
tenido siquiera una conversación adecuada con él.
—El sarcasmo te sienta bien —dijo Sarah con recelo—. ¿Cuándo pasó eso?
—Haré esto por ti —dijo Sarah—, porque sabes que haría cualquier cosa
por ti. Lo que quiere decir que me tiraría en frente de un carruaje en movimiento
si llegaba el caso. —Se detuvo, dándole a Honoria el tiempo para absorber eso antes
de continuar con un gran movimiento de su brazo—. Y si me tiraría en frente de
un carruaje en movimiento, es lógico pensar que también consentiría en una
actividad que no requiere tomar mi propia vida.
—Cuan… lógico.
—Y por cierto, son dos días que debo sufrir en su compañía, no uno.
—Arrugó la nariz—. Solo para ser claros.
78
—Dios lo prohíba.
Chatteris había organizado una tarde de tiro al blanco, y como este era uno
de los pocos deportes en los que Hugh todavía podía participar, decidió dirigirse al
jardín del lado sur a la hora acordada. O más bien, treinta minutos antes de la hora
acordada. Su pierna aún estaba irritantemente rígida, y descubrió que incluso con
79
su bastón para ayudarlo, estaba caminando más lento de lo normal. Había remedios
Página
para aliviar el dolor, pero el ungüento que había sido presentado por su médico
olía a muerte. En cuanto al láudano, no podía tolerar el embotamiento de mente
que traía consigo.
Todo lo que quedaba era la bebida, y era cierto que una copa o dos de
brandy parecían aflojar el músculo y suprimir el dolor. Pero raramente se permitía
beber de más; solamente mira lo que pasó la última vez que se había embriagado.
También hacía todo lo posible para evitar los licores hasta el anochecer por lo
menos. Las pocas veces que se había rendido y había bebido algo, había estado
disgustado consigo mismo por días.
Tenía unos cuantos métodos con los cuales medir su fuerza. Se había
convertido en una cuestión de honor hacerlo al anochecer con solo su ingenio para
combatir el dolor.
—Para ambos —dijo Daniel con una sonrisa descarada—. Marcus es bueno
para ello.
—Se está volviendo muy aburrido en su vejez —le dijo Daniel a Hugh.
A favor de Marcus, lo único que hizo fue poner los ojos en blanco.
La sala no era muy grande, con solo unos pocos asientos distribuidos. Había
una silla azul frente a él que parecía lo suficientemente cómoda. Podía verla por
encima del respaldo del sofá que estaba puesto enfrente de esta, pero
probablemente había una mesa baja entre ellos. Podría levantar su pierna un
momento y nadie se enteraría.
81
Página
Había estado teniendo un día mejor que el promedio, a pesar del dolor en
su pierna. Lo último que necesitaba era una audiencia privada con la oh-tan
dramática Lady Sarah. Ella probablemente lo acusaría de algo nefasto, seguido de
una trillada declaración de odio y luego terminaría con algo acerca de esos catorce
hombres que se habían comprometido durante la temporada de 1821.
O por qué incluso lo recordaba. Siempre había tenido buena memoria, pero
en realidad, ¿su cerebro no podía dejar de lado lo verdaderamente inútil?
Tenía que conseguir cruzar la sala sin despertarla. No era fácil pasar de
puntillas con un bastón, pero por Dios eso haría si era lo que hacía falta para
atravesar la sala sin ser notado.
Bueno, ahí iban sus esperanzas de descansar la pierna. Con mucho cuidado,
se movió hasta quedar detrás de la baja mesa de madera, con cuidado de no tocar
nada excepto la alfombra y el aire. Pero como cualquiera que alguna vez hubiera
caminado fuera sabía, el aire podía mover y aparentemente él estaba respirando
muy fuerte, porque antes de que llegara más allá del sofá, Lady Sarah se despertó
de su sueño ligero con un chillido que lo sobresaltó tanto que cayó de espaldas
contra la otra silla, cayó sobre el brazo tapizado y aterrizó torpemente sobre el
asiento.
—Pateé la mesa.
—¿Por qué?
Frunció el ceño.
—No —dijo, quizá con más velocidad y fervor de lo que era educado. Hizo
un gesto hacia la puerta que daba al exterior—. Estaba cortando camino. Lord
Chatteris ha hecho arreglos para hacer tiro al blanco.
—Bien.
83
Él se encogió de hombros.
—Sí.
—¿Con un arma?
Su rostro se endureció.
—¿Se refiere a que su primo estará allí? Le aseguro que él también tendrá
un arma. —Sintió sus labios curvarse en una sonrisa sin emoción—. Va a ser casi
como un duelo.
84
Algo brilló en sus ojos. Un atisbo de comprensión, tal vez, pero se había
ido demasiado rápido para asegurar que lo había visto. Y entonces ella frunció los
labios, una expresión tan remilgada que era claro que había imaginado ese breve
momento de simpatía.
—Debidamente señalado.
Él tuvo un pensamiento.
—¿Qué?
Su rostro se movió, pero se quedó sin palabras. Maldita sea, pero era
demasiado divertido hacerla picar el anzuelo.
85
Página
—Y usted no me agrada.
—¿En la boda?
—En la sala, tonto, es un lento. —La última parte, la dijo para sí misma,
pero su oído siempre había sido bastante agudo.
Él rara vez sacaba a relucir su lesión como una carta de triunfo, pero este
parecía un buen momento.
Hubo un delicioso silencio Delicioso para él, eso era. Para ella, se
imaginaba que era horrible.
Él juntó las puntas de los dedos, sus manos formando un triángulo hueco.
—Sé que usted y el primo Daniel han arreglado las cosas, pero lo siento, no
puedo perdonarle por lo que hizo.
—Y las suyas no. —No hizo la frase como una pregunta. Era una
afirmación y una antipática.
—Me voy.
87
—El año de los catorce caballeros elegibles. —Era cierto. No olvidaba casi
nada.
—Después de que echó a Daniel del país, mi familia tuvo que ir a reclusión.
—¿Qué?
—Mi padre echó a Lord Winstead fuera del país. No tuve nada que ver con
ello.
—Eso no importa.
—Y esos catorce caballeros elegibles ahora están perdidos por siempre para
ti.
—Discúlpeme —dijo, pero ambos sabían que lo que él había dicho era
imperdonable.
—¿Disculpe?
Él levantó la mirada.
Sarah Pleinsworth.
C
uando Sarah bajó a cenar, se sentía un poco mejor sobre tener que
pasar la noche con Hugh Prentice. La disputa que habían tenido
aquella tarde había sido horrible, y no podía imaginar que alguna
vez decidieran ser amigos, pero al menos no era secreto. Si ella iba a ser obligada a
permanecer a su lado durante la duración de la boda, él no pensaría que ella lo
estaba haciendo por el deseo de su compañía.
A Sarah nunca le había gustado estar por sí sola en reuniones, así que se
91
—Es una pena que las hortensias no están en temporada —dijo su tía
Virginia—. Las que crecen en Whipple Hill son justo del tono azul-lavanda que
necesitamos para la capilla.
—¿Un error?
Pero la tía María, aunque por lo general era de buen corazón, nunca había
tenido mucho sentido del humor. Pestañeó un par de veces en dirección a Sarah
antes de dar una pequeña sonrisa y decir:
—¡Oh, miren! ¡Allí está Iris! —dijo, aliviada de ver a su prima entrar en la
Página
habitación. Sarah nunca había sido tan cercana a Iris como a Honoria, pero las tres
eran casi de la misma edad, y Sarah siempre había disfrutado el ingenio seco de
Iris. Se imaginó que las dos pasarían más tiempo juntas ahora que Honoria se iba a
casar, especialmente porque compartían una profunda aversión por la velada
musical familiar.
Realmente no quería, así que con una agradecida sonrisa a su madre, Sarah
se dirigió a Iris, que estaba de pie cerca de la puerta, obviamente buscando a
alguien.
—¿A quién?
—Gracias Dios.
Sarah agrandó los ojos ante el uso bastante rápido del nombre del Señor,
pero nunca criticaría. No sobre Daisy.
—Si logro pasar todas estas bodas sin asesinarla, será un pequeño milagro
Página
—No había nada que hacer al respecto. Las hermanas serán puestas juntas.
Necesitan conservar habitaciones. Estoy acostumbrada a ello.
Iris se dio la vuelta para mirarla, sus claros ojos grandes y furiosos en su
pálido rostro de manera similar. Sarah había escuchado a un caballero llamar a Iris
incolora; tenía ojos azul claro, pálido cabello rubio fresa, y una piel que era
prácticamente transparente. Sus cejas eran pálidas, sus pestañas eran pálidas, todo
en ella era pálido, hasta que uno la conocía.
—¡No! —jadeó.
—Pero…
—Se podría pensar, ¿no crees? —siseó Iris—. Pero no, ella ha pensado en
todo. Lady Edith Gilchrist está aquí, y ella trajo su chelo. Daisy quiere que lo tome
94
prestado.
Página
—Bueno, ella toca —dijo Iris, como si Sarah no hubiera considerado eso.
—Espero que a ella le guste tocar todos los días. Muchos de los grandes
músicos lo hacen.
Su tono debe haber mostrado su disgusto, porque Iris se dio vuelta hacia
Página
—¿Y te pidió que le hicieras de niñera? —Iris le lanzó una mirada dudosa,
siempre una expresión inquietante. Había algo en los ojos de Iris, ese acuoso azul
pálido y las pestañas tan finas que eran casi invisibles. Podía ser bastante
desconcertante.
En funciones de este tipo, uno tenía que tener algo bueno para quejarse.
Era como esos chicos de Cambridge que había conocido la primavera anterior. Solo
parecían felices cuando habían sido capaces de quejarse de la cantidad de trabajado
que habían tenido que hacer.
continuaba:
Página
Sarah miró a Iris con horror. Honoria había dicho que no estaba tratando
de emparejarlos…
—Seguramente no crees…
Los labios de Sarah se juntaron para preguntarle qué había querido decir
con eso, pero antes de que pudiera hacer un sonido, Iris añadió:
—¿Tú?
97
—¿Qué quieres decir, con yo? —exigió Sarah. Iris lucía como si estuviera
Página
Iris no dijo una palabra. No tenía que hacerlo. Sarah estaba mintiendo, y
ambas lo sabían.
—Oh, en serio.
—Pensé que el espectáculo entero sería cancelado.
—¡En serio! —insistió Sarah—. ¿Quién iba a pensar que mamá arrastraría
a la pobre señorita Wynter al espectáculo? A pesar de que salió bien para ella, ¿no
es así?
Iris la miró con frialdad. Sarah esperó a que respondiera, pero no lo hizo.
Simplemente se quedó parada allí, prolongando el momento como un suave
caramelo de melaza, estirado en un columpio viscoso. Finalmente, Sarah no pudo
soportarlo más, y cedió con:
—Solo dilo.
—Lo que sea que estás dispuesta a decirme. Obviamente hay algo.
99
Página
Era la cosa más extraña, pensó Sarah. Quería decir algo. Necesitaba decir
algo, porque eso era lo que hacía cuando se encontraba con algo que no le gustaba.
Iris no podía llamarla egoísta y esperar que Sarah solo se quedara allí parada y
escuchara.
Tragó saliva, y sintió su legua dispararse para humedecer sus labios, pero
no podía formar palabras. Todo lo que podía hacer era pensar. No. No era cierto.
Amaba a su familia. Haría cualquier cosa por ellos. Que Iris se pudiera parar allí y
la llamara egoísta…
La hirió profundamente.
—Ahí está —dijo Iris vigorosamente—. Lady Edith. Necesito llegar a ella
antes que Daisy. —Tomó un paso, luego se dio la vuelta y dijo—: Podemos hablar
de esto más tarde. Si quieres.
saltado. Pero Iris no la oyó. Ya se había dado la vuelta y estaba haciendo su camino
hacia Lady Edith. Sarah se quedó sola en la esquina, tan torpe como una novia
despechada.
L
a cosa extraña era que Sarah pensó que estaba molesta.
Pensó que estaba furiosa con Iris, quien debía haber sido más
sensible con los sentimientos de otros. Si Iris había sentido la
necesidad de llamarla egoísta, por lo menos podría haberlo
hecho en un ambiente más privado.
Y ahogó un sollozo.
pero él la estaba mirando por debajo de su nariz ganchuda en una forma que le
decía claramente que ninguno de sus primos se atrevería a llamarlo egoísta en su
Página
Ella se dio la vuelta. Él estaba de pie a cerca de dos metros de ella, vestido
impecablemente para la cena. Excepto por su bastón. Estaba raspado, la veta de la
madera opaca por el uso. Sarah no estaba segura de por qué encontraba eso tan
interesante. Seguro Lord Hugh viajaba con un ayuda de cámara. Sus botas habían
sido pulidas al punto de brillar y su corbata estaba atada con experticia. ¿Por qué
su bastón no tenía el mismo cuidadoso tratamiento?
—Lord Hugh —dijo, aliviada de que su voz sonaba casi normal cuando
ofreció esa pequeña reverencia.
—El vino está muy bueno esta noche, me han dicho —dijo ella. Fue un
inicio abrupto de la conversación, pero educado e inocuo, y más importante, fue la
primera cosa que apareció en su cabeza.
—No he tomado nada por mí misma —explicó Sarah. Una pausa incomoda,
y luego—: En realidad, nadie me lo dijo. Pero Lord Chatteris es reconocido por sus
bodegas. No puedo imaginar que el vino sea cualquier cosa sino bueno.
Dios mío, esa era una conversación pomposa. Pero no importaba; Sarah
podría sortearla. No eludiría sus deberes esta noche. Si Honoria la miraba; si Iris la
miraba…
Sarah jadeó.
—Bromeo —dijo.
Lo hacía.
Ella no tenía idea a donde iba con eso, pero se aventuró a adivinar.
—¿Cuarenta?
—De hecho —respondió él, aunque podía darse cuenta con el rápido
barrido que sus ojos hicieron a través de la habitación que él no concordaba con su
estimación—. Y su presencia colectiva significa que usted —se inclinó solo unos
centímetros—, quien me encuentra repugnante, ya hemos establecido, está siendo
bastante educada.
—¿Se dio cuenta ella del reto que esto podría plantear?
Página
—No lo hizo. —dijo Sarah con fuerza. Honoria sabía que a Sarah no le
interesaba la compañía de Lord Hugh, pero no pareció comprender la extensión de
su disgusto.
—No lo hice.
Para su gran sorpresa, Lord Hugh hizo un sonido que podría haber sido una
risa ahogada.
no podía imaginar cómo alguien toleraba su compañía por más de unos pocos
minutos. Sí, era bastante agradable a la vista, y sí, él era (le dijeron)
Página
excepcionalmente inteligente, pero por Dios, el hombre era como pasar las uñas
por una pizarra.
—Está loco.
Él parpadeó.
Santo cielo, era frustrante. Y la peor parte era que ella no estaba segura de
si él estaba bromeando ahora. Sin embargo, se aclaró la garganta y dijo:
107
—Oh, vamos, Lady Sarah —dijo Lord Hugh—. Debe admitir que nuestro
primer encuentro fue cualquier cosa menos normal.
—Sin importar —continuó él—, que esta es solo la segunda vez que hemos
intercambiado más de dos oraciones con el otro. La primera creo que me pidió que
le quitara al mundo mi presencia.
Ella podría no tener lo mejor de él, pero en definitiva había anotado un punto
Página
Lo cual no quería decir, buen Dios si ella se sonrojaba con sus propios
pensamientos se iba a arrojar por la ventana, que lo deseaba. Cualquier adversario
digno lo haría.
—Se ve agitada.
—No lo estoy.
Sarah tenía todo tipo de réplicas para eso, pero ninguna que lo dejara sin
una para él. Tal vez lo que ella realmente quería era un adversario solo un poco
menos digno. Apenas suficiente cerebro para mantener el interés, pero no tanto
para que ella no pudiera ganar siempre.
Gracias a Dios.
109
—¡Bueno, esto parece como una conversación incomoda! —llegó una voz
nueva.
Página
Sarah giró su cabeza, no que necesitara ver al hablante para reconocer su
identidad. Era la Condesa de Danbury, el viejo dragón más terrible de la alta
sociedad. Una vez había logrado destruir un violín con nada más que un bastón (y,
Sarah estaba convencida, un juego de manos). Pero su verdadera arma, como todo
el mundo sabía, era su devastador ingenio.
Lady Danbury lanzó una mirada de reojo a Sarah, quien rápidamente dijo:
—Tampoco yo.
—He encontrado que las personas felices son aburridas. Ustedes dos, por
otra parte, parecen listos para escupir clavos. Naturalmente vine de inmediato.
—Ella miró de Hugh a Sarah y luego dijo claramente—: Entreténganme.
110
Esto fue recibido con un silencio atónito. Sarah robó una mirada a Lord
Hugh y estuvo aliviada al ver su usual expresión aburrida resquebrajada con
Página
sorpresa.
Lady Danbury se inclinó hacia adelante y dijo en un susurro fuerte:
Sarah no estaba del todo segura de que esto era una cosa buena.
—¿Lo ha hecho?
Los ojos de Sarah se dirigieron a Lord Hugh, aunque por qué ella podría
querer que viniera en su ayuda era algo que no podía decir.
—¿Gracias?
—Ehm. ¿Había alguna razón por la que deseara que conociera lo que
Página
siente?
—¿Qué? Oh, sí. —Lady Danbury golpeó su bastón en el suelo—. A pesar
de mi avanzada edad, no olvido nada. —Ella hizo una pausa—. Excepto
ocasionalmente cuando lo acabo de decir.
Sarah mantuvo su rostro fijado con una sonrisa vacía e intentó aplacar la
punzante sensación de temor.
—Supongo que uno no puede llegar a la edad de setenta sin hacer unas
pocas concesiones.
Sarah sospechó que setenta perdió la marca por al menos una década, pero
no había forma de que ella fuera a dar su opinión en público.
—Lo que iba a decir —continuó Lady Danbury, su voz llena de tonos de
paciencia por completo interrumpida (a pesar del hecho de que ella era la única
que había estado hablando)—, es que cuando usted expresó sorpresa con mi
presencia, las dos sabemos que no era más que un intento débil de hacer
conversación, y yo dije, “¿Dónde más podría estar?” usted debería haber dicho,
“Aparentemente usted no encuentra una conversación educada al desviarla”.
—Bien hecho, Lady Sarah —aplaudió Lady Danbury—. Siga afilando esa
lengua. Espero que mantenga su ingenio consigo esta tarde.
—Y usted… —Se giró hacia Lord Hugh, para el gran placer de Sarah—. No
piense que me he olvidado de usted.
—Pero tenaz.
—También implacable.
Los ojos de Sarah iban de un lado al otro tan rápido que se estaba mareando.
—En ese punto, estamos de acuerdo —respondió Lord Hugh, pero a los
oídos de Sarah, ellos aún estaban combatiendo.
—Es bueno verle en esta boda —dijo la anciana duquesa—. Espero que
presagie tiempos de paz por venir.
—Ah —dijo Lord Hugh, una esquina de su boca deslizándose en una curva
torcida—, pero eso sería contraproducente. Uno supondría que el único crimen
atroz por el cual quizás necesitaría supervisión implicaría a Lord Winstead, quien,
como ambos sabemos, está aquí en esta boda.
—Creo que esa es por mucho la oración más larga que le he oído
pronunciar.
El rostro de Lady Danbury se arrugó, pero era obvio que apreciaba una
excelente réplica, incluso dirigida a ella.
—Juuum.
—Para alguien tan poco comunicativo, está bastante expresivo esta tarde.
—Debo decir —dijo Lord Hugh en un tono seco—, que encuentro está
conversación desviada.
¿Y qué quería decir que Sarah tenía que exigirle a su cerebro estar a su
altura?
—Si hay respuestas, ciertamente lo escuchara antes que nadie más —dijo
él.
—Está loca.
Página
—Quizás debería apuntar que recientemente dijo la misma cosa sobre mí.
Sarah estaba segura que había miles de diferentes respuestas a eso, pero se
las arregló para pensar en precisamente ninguna de ellas antes de que Iris
apareciera repentinamente. Sarah apretó los dientes. Todavía estaba muy molesta
con ella.
—Lord Hugh —dijo Sarah, quizás con un poco más de énfasis de lo que era
estrictamente necesario—, ¿le puedo presentar a mi prima, la señorita Smythe-
Smith? Propiamente señorita Iris Smythe-Smith —añadió, sin ninguna otra razón
que su propio sentido de fastidio—. Su hermana mayor se casó recientemente.
Iris dio un pequeño salto, claramente solo entonces dándose cuenta que él
había estado parado al lado de su prima. Esto no sorprendió a Sarah; cuando Iris
tenía puesta su mente en algo raramente notaba algo que considerara irrelevante.
—Estoy muy aliviado de escuchar que están salvadas —dijo Lord Hugh.
—Debo confesar curiosidad —dijo Lord Hugh una vez que Iris hubo
desaparecido de su vista.
Sarah solo miró hacia adelante. Él no era del tipo de dejar que su silencio
lo detuviera, así que parecía que no había mucha necesidad de contestar.
Él se echó a reír ante eso, y Sarah decidió que no había razón para no
contarle la verdad.
Abrió su boca para explicar, pero justo entonces el mayordomo entró y los
llamó para la cena.
Página
Él ofreció su brazo.
Así es.
119
Página
Traducido por Lizzie Wasserstein e Itorres
La tarde siguiente.
Y
así, el Conde de Chatteris y Lady Honoria Smythe-Smith se
unieron en sagrado matrimonio. El sol brillaba, el vino fluía y, a
juzgar por las risas y sonrisas en el desayuno de boda (que hace
tiempo se había metamorfoseado en un almuerzo de boda), un buen momento
estaba siendo tenido por todos.
Había sido bueno en eso, también. La música no era tan diferente de las
matemáticas. Todo era tan solo patrones y secuencias. La única diferencia era que
flotaban en el aire en lugar de en un pedazo de papel.
El baile era una gran ecuación. Una parte era el sonido, la otra el
movimiento. El trabajo del bailarín era hacerlos iguales.
120
de coro en Eton había insistido en que debería, pero desde luego la entendía.
―Hola, Lord Hugh. ¿Quiere un poco de pastel?
Hugh volvió a sonreír. Era el tipo de cosas que un adulto jamás habría dicho
en voz alta. Y, precisamente, la razón por la que preferiría haber estado charlando
con ella que cualquier otra persona en la habitación.
―¿Está seguro?
Él la miró.
Página
―Es evidente.
Era un desafío si alguna vez había escuchado uno, así que movió su
atención de nuevo al plato de pastel en frente de él, dio un buen mordisco, masticó,
tragó saliva y dijo:
Él se encogió de hombros.
―No dude en consultar la respuesta por sí misma.
―No, por supuesto que no. Soy mucho mejor que Elizabeth. ―Frances dio
una noble sonrisa―. Ella odia que lo sea, pero sabe que es verdad.
Eso la detuvo.
Página
―¿Incluso usted?
―Oh, en especial yo.
Ella parpadeó un par de veces, entonces debe haber decidido que prefería
la conversación anterior, porque cuando abrió la boca de nuevo, fue para
preguntar:
―Tengo un hermano.
―¿Cuál es su nombre?
―¿Le agrada?
Hugh sonrió.
Hugh no quería pensar en todas las razones por las que no, por lo que se
instaló en la única que era adecuada para sus oídos.
―Tampoco a Harriet. Ella es cinco años mayor que yo, y yo sigo siendo
124
Un uni…
―Por supuesto.
―Inexistentemente brillantes.
―Lady Frances ―dijo Hugh con su tono más didáctico―, usted debe ser
consciente de que los unicornios son criaturas mitológicas.
125
―Puede que nunca haya visto a un león, pero cientos de otras personas lo
han hecho.
―Es una niña ―señaló. Ella había usado la forma del subjuntivo "ser", lo
que implica que ella no era realmente una niña.
―Bueno, sí, pero no me habla como si yo fuera una idiota.
―Solo que… Oh, hola, Sarah. ―Frances sonrió por encima del hombro
de Hugh, presumiblemente a la pesadilla actual de su existencia.
―¿En serio?
127
Se aclaró la garganta.
―¿Llegaron a alguna conclusión?
―Solo que tenemos que acordar estar en desacuerdo ―dijo él. Añadió una
sonrisa plácida―. Como tantas veces ocurre en la vida.
―¿Su padre está aquí? ―preguntó Hugh con curiosidad. No creía que él
hubiera conocido a Lord Pleinsworth.
Sarah asintió.
Página
―Mamá lo…
―¿Perros? ―repitió.
Lady Sarah parecía reacia a admitir un número, pero su hermana más joven
no tenía tales escrúpulos.
―No puedo decir que no estoy de acuerdo ―dijo Hugh. Vio a Frances
abrir la boca para hablar y rápidamente la hizo callar con la punta del dedo―. Los
Página
unicornios no cuentan.
―Yo iba a decir ―dijo con fingida afrenta―, que me gustaría que trajera
a los perros.
Maldita sea, él no sabía lo que estaba sintiendo en ese momento. Era bastante
desconcertante.
—No es que el estuviera solo —dijo Frances rápidamente, disparándole
una mirada de complicidad—. Pero mucho lo parecía. —Miró hacia adelante y
atrás entre su hermana y Hugh, al parecer apenas dándose cuenta de que podría
estar atrapada en medio de un momento incómodo—. Y él necesitaba pastel.
—¿No has comido? —preguntó Frances con asombro—. Oh, debes hacerlo.
Es absolutamente brillante. El lacayo me dio un pedazo con extra flores.
Hugh sonrió para sus adentros. Extra flores, de hecho. Las decoraciones
habían vuelto la lengua de Lady Frances púrpura.
—Oh, sí, por supuesto. —Frances hizo una mueca y se volteó hacia
Hugh—. Es otro gran pesar de ser la única niña en una boda. Nadie baila conmigo.
—Le aseguro que lo haría —dijo él con toda seriedad—. Pero, por
desgracia... —Hizo una seña a su bastón.
Los ojos de ella adquirieron una expresión vaga de alarma, por lo que él
sonrió plácidamente y tomó un sorbo de su vino.
Él tomó otro sorbo, el vino estaba bastante bueno, tal como lo había
Página
No le gustaba ella. En realidad no, pero por Dios, habría vendido un pedazo
de su alma en ese mismo momento por bailar con ella.
—¿Lord Hugh? —Su voz era tranquila, pero sostenía un pequeño rastro de
impaciencia, lo suficiente para ponerle sobre aviso de que había estado en silencio
durante demasiado tiempo.
Tomó otro sorbo de vino, más de un trago esta vez, de hecho, y dijo:
—Me duele la pierna. —No lo hacía. No mucho, de todos modos, pero que
bien podría haber hecho. Su pierna parecía ser la razón de todo en su vida; sin
duda, un vaso de vino no era la excepción.
Él debe haberle dado una mirada dudosa, porque ella se echó hacia atrás a
Página
la defensiva y dijo:
—No soy inhumana.
—Puede que me haya sentido así, y no puedo imaginar que algún día voy
a resignarme a pensar con caridad por usted, pero estoy tratando de ser menos...
—Se detuvo, y su cabeza se movía con torpeza mientras buscaba las palabras—.
Estoy tratando de ser una mejor persona —dijo finalmente—. No le deseo dolor.
Sus cejas se elevaron. Esta no era la Sarah Pleinsworth con quien estaba
familiarizado.
Ah. Ahí estaba ella. Hugh realmente tomó un poco de consuelo en su mala
educación. Se sentía inexplicablemente cansado, y él no tenía la energía para
descubrir a esta más profunda, más matizada, Sarah Pleinsworth.
E
lla realmente podía ver por encima de toda la sala desde aquí arriba
en la mesa principal, pensó Sarah. Daba la oportunidad de mirar
bastante descaradamente (como los que lo hacían en eventos como
estos) a la novia. La feliz novia, vestida de seda color lavanda pálido y una sonrisa
radiante. Uno podría, tal vez, tirar dagas con los ojos a esa feliz novia (sin la
intención, por supuesto, de que la novia feliz en realidad viera esas dagas en la
mirada). Pero era, después de todo, culpa de Honoria que Sarah estuviera atrapada
aquí, sentada al lado de Lord Hugh Prentice, quien, luego de aparentemente tener
una conversación encantadora con su hermana menor, se había vuelto
desagradable y maleducado.
—Yo hago sacar lo mejor de usted, ¿no? —murmuró Sarah sin mirarlo.
—No —mintió.
Sarah jadeó. Por supuesto que ella había mentido, pero había sido una
mentira cortés. Mientras que él llamándola mentirosa había sido con toda
seguridad nada cortés.
—Si usted quiere saber acerca de ella —dijo Hugh, cortando un pequeño
bocado del pastel con el costado de su tenedor—, solo tiene que preguntar.
—Sí —dijo.
—¿Se lesionó la rodilla? —preguntó ella, porque al cuerno con todo, ahora
estaba curiosa—. ¿Es por eso que no puede doblarla?
Sarah esperó varios segundos, y luego dijo, sobre todo entre los dientes:
Sarah sintió su boca apretarse. ¿Estaba tratando de hacerla sentir como una
desgraciada? Si hubiera alguna regla oficial de la sociedad de cómo una dama estaba
destinada a comportarse con un hombre parcialmente paralizado, no se la habían
enseñado a ella. Estaba bastante segura, sin embargo, que se suponía que tenía que
137
Pero aun así. ¿No era su deber como caballero no hacerla sentir mal por
ello cuando ella metiera la pata?
Tres de qué, no estaba segura, pero algo grande. Algo muy grande.
—No creo que su hermana vaya a volver con el pastel. —Hizo un gesto
muy ligeramente con la cabeza. Frances bailaba el vals con Daniel. La expresión de
su rostro era de absoluto deleite.
—Es un talento.
Él sonrió burlonamente.
Estaba en la punta de su lengua el decir: “Por supuesto que no”, pero él era
Página
Él casi sonrió.
—Eso no puede ser posible. —Porque, en realidad, ¿no colgaba todo en ese
detalle?
—No creo que me haya dado cuenta hasta este momento, pero no, nadie
ha pensado alguna vez en preguntar si tenía intención de dispararle.
Sarah se mordió la lengua durante unos segundos. Pero por muy pocos.
139
—¿Bueno, la tenía?
Página
—Él lo sabe.
—Pero…
—Sin embargo —dijo Lord Hugh, mirando al frente—, yo fui el que pidió
el duelo, y yo fui el que disparó primero.
—Yo puedo…
—Ya lo tengo —dijo ella entre dientes. Buen Dios, el hombre estaba
haciendo que fuera difícil para ella ser un ser humano considerado.
—Gracias.
Él la miró durante un largo momento, luego envió una mirada afilada hacia
la veintena de invitados a la boda que estaban bailando en ese momento.
—Es extraño —murmuró él—, ser el deber de una mujer joven. No puedo
decir que haya tenido nunca el placer.
—Le hice una promesa a mi prima —dijo Sarah con voz tensa. Por no
hablar de Iris y sus juicios—. Como un caballero, debería permitir que yo, al
menos, trate de cumplir esa promesa.
—Oh, vamos, Lady Sarah —dijo él, mirándola con una expresión
condescendiente—. Sin duda, puede aceptar una broma. Especialmente cuando es
a costa mía.
que volver a aprender a caminar, se dio cuenta con asombro. Habría tomado meses,
tal vez años.
Y habría sido doloroso.
Ella tragó saliva, sus ojos enfocándose en algún lugar al otro lado de la
habitación, incluso mientras continuaba el paso a su lado. Se sentía inquieta, como
si el suelo hubiera caído de repente justo unos centímetros, o el aire se hubiera
adelgazado. Ella había pasado los últimos años detestando a este hombre, y si bien
esta ira no la había consumido, la había, de alguna manera, definido.
¿Y ahora ella había encontrado algo en su interior para admirar? Eso era
impropio de ella. Honoria era quien encontraba lo bueno de la gente; Sarah tenía
el rencor.
—¿Va a bailar a su gusto una vez que me haya ido? —preguntó Lord Hugh
de repente.
143
—Por supuesto que no. Yo casi nunca acepto cumplidos con gracia.
Ella lo miró, esperando ver una mirada astuta, tal vez incluso una traviesa,
pero su rostro permanecía tan impasible como siempre. Ni siquiera la miraba.
Y entonces, solo para demostrar que era imposible hacer una salida
desapercibida en una habitación llena de Smythe-Smith, Iris se materializó
repentinamente al otro lado de Honoria, sonrojada y sin aliento debido al Reel
Escocés que acababa de terminar.
144
—Sarah —dijo Iris con una risita borracha—. Y Lord Hugh. Juntos. Una
vez más.
Página
—Todavía —corrigió Hugh, para gran mortificación de Sarah. Dio a Iris
una cortés inclinación de cabeza y se volvió hacia Honoria y dijo—: Ha sido una
boda maravillosa, Lady Chatteris, pero tengo que ir a mi habitación para descansar.
Sarah apretó los dedos en su brazo, con suerte hasta el punto de dolor.
—Fue una maravilla verle, Lord Hugh —dijo Iris, con una reverencia un
poco demasiado rápida—. Me temo que tendrá que disculparme. Le prometí a
Honoria que iba a encontrar al primo Rupert y bailar con él. ¡Debo mantener mis
compromisos, ya sabe! —Ella hizo un gesto alegre y se deslizó alejándose.
—Deberías darle las gracias más tarde —continuó Honoria, dirigiendo sus
Página
palabras hacia Sarah—. Sé cuánto el primo Rupert y tú no… ah… —Su voz se
desvaneció al recordar que Lord Hugh estaba de pie frente a ella. Nunca era
educado divulgar las diferencias familiares en público, incluso si ella le había hecho
consciente de la grieta justo el día anterior—. Bueno —declaró, después de
aclararse la garganta—. Ahora no tienes que bailar con él.
—No, no, no pueden —dijo Honoria. Tomó las manos de Sarah en las
suyas—. Quiero que estés aquí. Eres mi prima más querida.
—Pero solo porque yo soy demasiado joven —le expresó Frances a Hugh.
—Por favor —dijo Honoria, luego volvió su rostro hacia Hugh—. Y usted
también, Lord Hugh. Significaría mucho para mí.
Sarah apretó los dientes. Si esta fuera cualquier otra persona, habría
arrojado sus brazos al aire y se habría alejado. Pero Honoria no estaba tratando de
jugar a la casamentera. No era tan astuta, e incluso si lo fuera, no sería tan obvia.
Más bien, la felicidad de la novia era tal que ella quería que todos fueran tan felices
como ella, y no podía imaginar que alguien pudiera estar más feliz de lo que estaban
aquí en esta misma sala.
—Lo siento, Lady Chatteris —murmuró Lord Hugh—, pero me temo que
tengo que descansar mi pierna.
—Oh, debes tener pastel —dijo Honoria—. La Sra. Wetherby trabajó con
Página
—Muy bien. —Sarah asintió antes de que se diera cuenta de que era
realmente el lugar de Lord Hugh hacerlo.
—Como desee, milady —dijo Hugh con una pequeña reverencia. Nada en
su voz traicionó irritación o impaciencia, pero Sarah no se dejó engañar. Era
extraño que ella hubiera llegado a conocerlo lo suficientemente bien en el último
día para darse cuenta de que él estaba absolutamente furioso. O por lo menos, algo
molesto.
—Yo también.
Él la miró por un momento más largo de lo que era cómodo, entonces dijo:
—No.
Nuevamente, él la miro fijamente. O tal vez no era una mirada fija, pero
era bastante extraño el modo en el que él dejaba que sus ojos se deleitaran con su
rostro antes de que hablara. Él hacia esto con otras personas también; ella lo había
notado la noche anterior.
—Muy bien, entonces —dijo él—. Creo que nos esperan en el salón.
—No exactamente.
—¿No exactamente?
—Iba a volver al salón una vez usted se fuera —admitió—. O que alguien
lo enviara a mi habitación. —Un momento después añadió—: Y no estaba tratando
de evitarlo.
—¿No lo estaba?
—Bueno, después, quiero decir. Usted dijo algo acerca de diez libras.
—¿Un falso desmayo? Eso espero. Es un talento que una dama debería
poseer. —Ella le lanzó una sonrisa descarada y luego preguntó—: ¿Acaso Marcus
realmente le ofreció diez libras si yo me desmayaba en el césped?
—No solo usted. Y entonces Daniel anunció que Lord Chatteris nos pagaría
a cada uno diez libras si lo conseguíamos.
—Por supuesto que no. ¿Puede imaginar algo así? —Sonrió Lord Hugh
entonces, una sonrisa real, verdadera y que curvaba más que solo las esquinas de
Página
sus labios. Llegaba a sus ojos, brillando en esas profundidades verdes, y por el más
asombroso, horripilante momento, él se volvió casi atractivo. No, no eso. Él
siempre había sido atractivo. Cuando él sonrió, se volvió…
Amable.
—Oh, Dios mío —se atragantó, saltando hacia atrás. Ella nunca había
besado a un hombre, nunca había querido hacerlo, y ¿estaba empezando con Hugh
Prentice?
—Emmm, no. Quiero decir, sí. Quiero decir, ¡había una araña!
Él miró al piso.
—¿Una araña?
—Se fue por ese lado —dijo ella rápidamente, apuntando a la izquierda. Y
un poco a la derecha también.
sido horrible.
—¿Tal vez sería más fácil llamar a un lacayo? —él se dirigió al salón que
estaba a solo unos metros de distancia.
Ella asintió, porque por supuesto él tenía razón, y ya sentía que regresaba
a la normalidad. Los latidos de su corazón se estaban desacelerando y mientras ella
no mirara su boca, la urgencia de besarlo se iba. Parcialmente.
Estaba vacía.
—En efecto.
—No estoy segura... —comenzó Sarah, pero no tenía que averiguar qué
decir luego, porque Lord Hugh se había vuelto hacia ella con los ojos entrecerrados.
Él no dijo nada.
Él todavía no dijo nada. Giró su cabeza, sin embargo, para hacerle frente
Página
»Frances estará esperando que estemos aquí —añadió, desde que Lord
Hugh parecía haberse quedado mudo. Ella supuso que estaba pensando, pero
realmente, ¿no podía pensar y hacer una conversación al mismo tiempo? Ella lo
hacía todo el tiempo.
Déjà vu, ella pensó, excepto que todo era diferente ahora. Todo excepto
donde estaban sentados. Le había tomado solo un día y su mundo se había vuelto
al revés.
152
Página
Traducido por karliie_J
—D
éjà vu —bromeó Lady Sarah, y Hugh estaba
pensando lo mismo, excepto que no era
exactamente lo mismo. La mesa no se encontraba
en el mismo lugar que el día anterior. Él se dio cuenta de eso cuando tomó asiento.
—No, solo… —Se removió en su asiento. ¿Qué tan difícil sería mover la
mesa? Aún estaba cubierta con platos medio vacíos que los sirvientes no sabían que
ya podían retirar. Pero seguramente solo podrían hacerlos a un lado...
Ella lo ignoró.
—Ahí —dijo ella, poniendo sus manos en sus caderas mientras evaluaba la
mesa parcialmente vacía. Ella lo miró—. ¿Se sentiría más cómodo poniendo su pie
sobre la mesa?
—No.
La deseo.
Ella lo miró.
Pero ella era Sarah Pleinsworth. Él la había odiado hasta hace menos de
veinticuatro horas. Él podría aun odiarla un poco.
—Creo que lo que tenemos que hacer es poner su pie sobre la mesa, y
después jalarla hacia usted para que pueda soportar el resto de su pierna.
Él giró su cabeza.
Lady Sarah se había inclinado para hacer palanca, y ese vestido… la curva
del escote…tan cerca de él…
—¿Qué?
Ella había estado bailando toda la mañana. Sin aliento y eufórica por el
esfuerzo. El solo hecho de pensar en ello lo hizo desearla tanto que pensó que
156
dejaría de respirar.
Página
Oh, maldita sea, no el aire caliente del desierto. Lo que sea menos el aire
caliente del desierto.
Ella jaló la mesa, pero rozó la parte superior de su bota y se atascó un poco,
forzándose a dar un paso para mantener el equilibrio.
Ella estaba ahora tan cerca que podía estirar su mano y tocarla. Sus dedos
apretaron los costados de la silla para evitar sucumbir ante el deseo.
Él quería tocar su mano, quería sentir sus dedos curvarse alrededor de los
suyos, y después él quería llevarlos hacia su boca. Él podría besar la parte interna
de su muñeca, sentir su pulso latiendo a través de su piel pálida.
Y después, oh, Dios santo, este no era el momento para tener una fantasía
erótica, pero no podía evitarlo. Después él podría levantar sus manos sobre su
cabeza provocando que arqueara su espalda, para que cuando él presionara su
cuerpo contra el suyo, pudiera sentir todo de ella, cada arco y cada curva. Y después
él podría escabullirse debajo de su falda y deslizar su mano a lo largo de su pierna
y tocar ese punto sensible entre sus caderas.
—Eso es —dijo ella, enderezándose. Era casi imposible pensar que ella
estaba tan ajena a sus pensamientos, que ella no sabía que tan cerca estaba él de
perder el control.
—¿Está mejor?
A usted.
—¡No! —escupió, tal vez demasiado fuerte. ¿Cómo diablos había pasado
esto? Él estaba mirando a Sarah Pleinsworth como un libidinoso adolescente, y
todo en lo que podía pensar era en la forma de sus labios, el color.
Él no podía imaginar cómo era eso posible. Hace unos minutos, él hubiese
pensado que iba a estallar en llamas.
Ella lo miró como si le hubiera salido una oreja extra. O como si la piel le
hubiese cambiado de color.
—No, dígame —presionó. Iniciar una conversación era una excelente idea.
Eso mantendría su mente alejada de otras cosas, y más importante, eso le aseguraba
que ella se mantendría sentada en el sofá y no cerca de él.
—¿Acaso es un problema?
—No puedo explicarlo realmente, ella continuó. Pero cuando mira a una
persona… No, no seamos innecesariamente vagos. Cuando me mira antes de
hablar, frecuentemente hay un momento de silencio, y no creo que sea porque está
analizando y escogiendo sus palabras.
—Es algo en su rostro —dijo ella finalmente—. Es solo que no parece como
si estuviera tratando de decidir que decir. —Ella lo miró de repente, y su expresión
reflexiva desapareció de su rostro—. Lo siento, eso fue algo un poco personal.
Sus mejillas se encendieron con orgullo, y miró hacia otro lado casi
avergonzada. Él se dio cuenta en ese momento que él, también, la conocía lo
suficientemente bien para saber que no era una expresión frecuente en su rostro.
Lo último fue dicho con gran entusiasmo y, él pensó que había detectado,
algo de alivio.
—¿A Iris? —La boca de Sarah se abrió completamente, y Hugh solo podía
clasificar la expresión como una mezcla de horror y júbilo.
—No me había dado cuenta de que Iris tenía sus ojos puestos en alguien
—dijo Frances mirando hacia el pastel—. ¿Puedo tomar un poco del tuyo, Sarah?
—No lo creo.
—Si ese fuera el caso —dijo Sarah irónicamente—, yo podría haber saltado
enfrente de Iris.
—Las novias son consideradas por tener buena suerte, y hace muchos siglos
161
las mujeres jóvenes que querían un poco de esa suerte trataron literalmente de
obtener una pieza arrancando pedazos del vestido de la novia.
Página
—Solo puedo deducir que alguien muy listo se dio cuenta de que si la novia
ofrecía algún símbolo de su éxito romántico, probablemente sería benéfico para su
salud y bienestar.
—Yo pienso lo mismo —dijo Frances—. Piensa en todas esas novias que
fueron pisoteadas.
Sarah rio y se estiró para tomar lo que quedaba de su pastel. Frances había
hecho un significativo progreso con el betún. Hugh iba a decirle que tomara el
suyo, él ya había tenido suficiente cuando la estuvo observando bailar. Pero con su
pierna sobre la mesa, él no se podía inclinar lo suficiente para acercar su plato hacia
el suyo.
Su perdición.
—Oh —dijo ella, y fue un oh muy ambiguo. Ella pudo haber estado
sorprendida o contenta o incluso decepcionada. Él no podía encontrar la
diferencia. Y la verdad era que, él no debería estar interesado en saberlo, porque
no debería estar deseando a una mujer como Lady Sarah Pleinsworth.
No debería.
163
Página
Traducido por veroonoel
A la mañana siguiente.
E
l camino de Fensmore era una larga fila de carruajes mientras los
invitados a la boda se preparaban para partir hacia Cambridgeshire
y viajar al suroeste de Berkshire, más específicamente a Whiple
Gill, la tierra de origen de los Condes de Winstead. Vendría a ser, como Sarah lo
dijo una vez, la Gran y Terrible Caravana de la Aristocracia Británica. (Harriet,
pluma en mano, había insistido que un término así necesitaba mayúsculas).
Como Londres estaba solo un poco fuera del camino, algunos de los
invitados que habían sido relegados a las posadas cercanas eligieron regresar a la
ciudad. Pero la mayoría habían elegido convertir la doble celebración en tres largas
semanas de fiestas durante el viaje.
Pero el punto de Lady Danbury era válido. La aristocracia era una extensa
sociedad a esta altura del año, con la mayoría de la gente del norte o del oeste, o
Página
Aunque hay que decir, que esa opinión no era compartida por todos.
Era un viaje de tres días de Fensmore a Whipple Hill, dos sí uno quería
empujarlo, y nadie lo hacía. Hugh suponía que significada menos tiempo total en
un carruaje que regresar a Londres y luego dirigirse hacia Berkshire una semana
más tarde, pero aun así, iba a ser un viaje de locos. Alguien (Hugh no estaba seguro
quién; ciertamente no era Daniel; nunca había tenido cabeza para esas cosas) había
trazado la ruta, marcando todas las posadas (junto con el número de habitaciones
que albergaba cada una) y resuelto dónde debía dormir cada uno.
Hugh esperaba que nadie que no hubiera planeado asistir a las bodas
Chatteris-Smythe-Smith-Wynter estuviera fuera en las rutas esta semana porque
no habría habitaciones.
—No vas a casa porque tu casa es aburrida —le dijo Daniel con una
palmada en su espalda—. Y no tienes un carruaje, así que si fueras a regresar a
Londres, tendrías que encontrar un asiento con una de las amigas de mi madre.
Hugh abrió su boca para hablar, pero Daniel aún no había terminado.
—Y eso por no decir cómo llegarás a Whipple Hill desde Londres. Puede
que haya espacio con la ex niñera de mi madre, pero si no lo hay, podrías tratar de
reservar un asiento en el coche de correos.
Daniel levantó un dedo como si tuviera una última cosa que decir, luego lo
bajó de vuelta.
165
—Sí —dijo.
Página
Era difícil imaginar a un hombre con el alma más ligera y llena de alegría
que no fuera Daniel Smythe-Smith. Hugh sabía que parte de eso era por las
próximas nupcias de Daniel con la hermosa señorita Wynter, pero la verdad,
Daniel siempre había sido un hombre que hacía amigos con facilidad y se reía a
menudo.
Pero Daniel le había dado las gracias. Le había agradecido por encontrarlo
en Italia, y luego le había agradecido por detener la caza de brujas de su padre, y
finalmente, le había agradecido por su amistad.
Hugh lo miró.
—En serio.
166
—Te das cuenta —dijo Hugh—, de que me aptitud con los números es
precisamente la razón por la que siempre he sobresalido en la cartas.
—Es posible que ambos hayamos sido idiotas —respondió Hugh—, pero
solo uno de nosotros llamó al duelo.
Hugh no, de hecho, pero solo porque no había nada que perdonar.
felices.
Hugh hizo una leve inclinación de cabeza. Daniel ya no bebía licores. Dijo
que no los había tocado desde aquella fatídica noche. Hugh pensaba a veces que
debería seguir su ejemplo, pero había tardes en que necesitaba algo para sacar el
dolor.
—Además —dijo Daniel—, tienes que estar ahí temprano. He decidido que
debes unirte a la fiesta de la boda.
—¿Cómo dices?
—Marcus será mi padrino de boda, por supuesto, pero creo que necesito a
algunos caballeros más conmigo. Anne tiene una verdadera flotilla de damas.
Pero lo único que pudo hacer fue un gesto brusco. No había estado
mintiéndole a Sarah el día anterior. No sabía cómo aceptar cumplidos con gracia.
Suponía que uno tenía que pensar que se los merecía.
nobles.
Página
—¿Quién, entonces?
—Sube y verás.
—¿Sabes cuántas primas tengo? ¿En serio crees que puedes evitarlas a
todas?
—Winstead.
—¿Qué?
—¡Aquí estamos!
—¡Lord Hugh!
Era Lady Frances.
—Lord Hugh.
—Lord Hugh.
—Algunos de mis mejores momentos han sido con estas tres señoritas
—dijo Daniel.
—¿Qué?
Hugh abrió su boca para protestar, pero Daniel ya había cerrado la puerta.
O más bien, fue un poco antes de que se hubiera instalado; se estaba dando cuenta
de que ella no era una niña particularmente paciente.
Página
—Es verdad. ¿Qué sería más vergonzoso, decirle a Lord Hugh que se
enferman montando hacia atrás, o que se enfermen de verdad montando hacia
atrás?
—No tiene importancia —dijo con una ligera sonrisa—. Pero como suele
suceder, no tengo la intención de charlar todo el camino.
—No puedes hacer eso —dijo Elizabeth—. Dejarás tinta por todos lados.
—Lo siento mucho, Lord Hugh. Espero que no haya dolido. Y no traje
galletas. Pensé que Elizabeth lo iba a hacer.
—Oh, molesta. Sabía que tendría que haber comido un desayuno más
grande. Deja de mirarme así. No voy a volcar tinta en el ca…
—¿En serio?
Él se encogió de hombros.
—Sí, pero no creen en ellos —dijo Elizabeth—. Francés cree que son
reales.
Elizabeth lucía como si hubiera estado mirando al sol por mucho rato.
—¡Mamá!
—Es aquí con tus hermanas o con Arthur y Rupert —dijo la voz de Lady
Pleinsworth—. Lo siento, pero no tenemos lugar…
—No voy a poder sentarme con usted —le dijo Frances a Hugh en tono de
disculpa—. No van a caber las tres del otro lado.
173
diabólica.
—No se preocupe —le aseguró Harriet—, Sarah no se pone enferma
montando al revés.
Lo vio.
—Me moveré —se quejó Frances. Se levantó y se movió al otro lado del
carruaje, tratando de tomar el asiento al lado de la ventana de Elizabeth antes de
acabar, con los brazos cruzados, en el centro.
—Lord Hugh —dijo Sarah, claramente perdida—. Yo, ehm… ¿Qué está
haciendo aquí?
—No estoy siendo ruda. Estoy sorprendida. —Se sentó en el lugar que
Frances había dejado vacante—. Y curiosa.
Hugh se recordó a sí mismo que ella no tenía idea de lo que había pasado
174
el día anterior. Porque nada había pasado. Todo había estado en su cabeza. Y quizás
en otras partes de su cuerpo. Pero lo importante era que ella no sabía, y nunca lo
Página
—¿Cómo dice?
por la ventana.
Página
—Gracias.
—¿Bien?
—Pero…
—Estaré bien, Lady Sarah —la interrumpió, pero para su propia sorpresa,
sus palabras no tenían ninguna pizca defensiva. Aclaró su garganta—. Gracias por
176
su preocupación.
Página
Sus ojos se estrecharon, y podía decir que ella estaba tratando de decir si le
creía. No quería darle ninguna causa para que pensar que él no estaba
perfectamente cómodo, así que miró ociosamente hacia las tres hermanas
Pleinsworth más jóvenes, apretujadas en una fila. Harriet estaba golpeando el
extremo emplumado de una pluma contra su frente, y Elizabeth había sacado un
pequeño libro. Frances estaba inclinada encima de ella, tratando de ver por la
ventana.
—Ni siquiera hemos salido del camino —dijo Elizabeth, sin sacar sus ojos
de su libro.
—Lo habrá.
—No puedo —dijo Sarah—. Si piensan que están incómodas ahora, solo
Página
Cuatro… cinco…
—¡Frances!
—¡Lo siento!
Todos los ojos se volvieron hacia Elizabeth, quien finalmente dejó escapar
un bufido de irritación mientras se agachaba en el medio del carruaje para que
Frances se deslizara hacia la ventana. Hugh miraba con interés mientras Elizabeth
se movía más de lo necesario para encontrar una posición cómoda, volvía a abrir
su libro, y miraba las palabras.
Miró a Sarah. Ella lo miró con una expresión que decía, Solo espera.
—Estoy aburrida.
178
Página
Traducido por rihano
S
arah suspiró, desgarrada entre la diversión y la vergüenza de que
Lord Hugh estuviera a punto de presenciar un clásico escupitajo
Pleinsworth.
Sarah robó una mirada hacia Hugh. Él parecía estar tratando de no reírse.
Lo que ella supuso era la mejor que podía esperar.
—¡Yo sabía que ibas a derramar la tinta! —gritó Elizabeth. Entonces ella
dejó escapar un grito—. ¡No pongas eso sobre mí!
179
—Me gustaría felicitarle por un rescate superior, excepto que parece que
he perdido toda la sensibilidad en mis piernas.
Y entonces, el cielo la ayude, comenzó a reír. Había algo tan ridículo acerca
de ser felicitada por respirar. O tal vez era solo que uno tenía que reír cuando lo
mejor de la propia situación de uno era que uno aún estaba respirando.
Y así lo hizo. Ella se echó a reír. Se rio tan duro y tan largo que Frances se
deslizó de su regazo al suelo. Y entonces siguió riendo hasta que las lágrimas
estaban corriendo por su rostro, y Elizabeth y Harriet dejaron sus disputas y se
quedaron mirando, asombradas.
180
—Fue algo acerca de tener problemas para respirar —dijo Frances desde el
suelo.
Sarah dejó escapar un pequeño chillido de risa ante eso, entonces agarró su
pecho, jadeando:
Como toda buena risa, era contagiosa, y en poco tiempo todo el carruaje se
estaba riendo, incluso Lord Hugh, a quien Sarah nunca podría haber imaginado
que riera así. Oh, él sonreía, y, ocasionalmente, se reía entre dientes, pero en ese
momento, cuando el carruaje Pleinsworth rodó hacia el sur hacia Thrapstone, él
estaba tan desarmado como el resto de ellas.
—Yo ni siquiera sé de qué nos estamos riendo —dijo Elizabeth, sin dejar
de sonreír de oreja a oreja.
—He conseguido limpiar la tinta, por lo menos —dijo Harriet. Ella hizo
una mueca avergonzada—. Bueno, excepto por mis manos.
Sarah miró e hizo una mueca. Solo uno de los dedos de Harriet parecía
haber sido salvado.
—No, creo que eso está en tu cuello —respondió Harriet, sin ofenderse en
absoluto—. Frances, debes salir del piso.
Ella esperó a que él se diera cuenta de que esa nunca podría ser respuesta
suficiente. Al parecer, sus hermanas estaban haciendo lo mismo, al menos diez
segundos pasaron antes de que Elizabeth le preguntara:
—No, pero puede ser entretenido por los próximos diez minutos —dijo
Sarah, y ella quería decir cada palabra. ¿Cómo era posible que no supiera esto
acerca de él? Sabía que él era muy inteligente; Daniel y Marcus, ambos lo habían
dicho. También sabía que había sido considerado imbatible en las cartas. Después
de todo lo que había pasado, no había forma de que ella no pudiera saber eso.
—Usted puede hacer más de cuatro dígitos —dijo ella con asombro.
Página
—Aguafiestas.
—Más tarde —dijo ella con firmeza—. Usted va a mostrarme más tarde.
—Estaba fascinada por este talento recién revelado de Lord Hugh. Seguramente a
él no le importaría una pequeña ecuación. Lo había hecho por Frances.
—Ya... veo.
—Usted es español —dijo Harriet—. Pero su madre era inglesa, por lo que
lo habla perfectamente.
—¿Tengo un acento?
—Por supuesto.
—No estoy segura de que esto sea una buena idea —dijo, jalando la segunda
página de la pila para poder leer más.
—Puede ser.
—No tienes que hacer realmente las cosas de la obra —dijo Harriet—. Esta
no es una actuación verdadera. Es solo una lectura.
—¿Debería estar leyendo más adelante? —le preguntó Lord Hugh a Sarah.
—Oh.
Y la página tres.
—Oh.
—Oh, por favor —declaró Harriet—. Sería muy útil. Ese es el problema
Página
con la escritura de obras de teatro. Uno tiene que oír las palabras dichas en voz
alta.
—Tú sabes que yo nunca he sido buena actuando en tus obras —dijo Sarah.
—¿En serio?
—Oh, vamos —dijo él, con mucha más condescendencia de la que era sana
en un carruaje cerrado—, seguramente no se ve a sí misma tan tranquila y mansa.
Sarah giró la cabeza y clavó tal mirada en el rostro de su hermana que fue
un milagro que ella no se consumiera en el acto.
¿Solo un beso?
—Esto es muy inapropiado —dijo Sarah con voz tensa. Ella se volvió hacia
Lord Hugh, quien no había dicho una palabra por algún tiempo—. Sin duda, usted
está de acuerdo conmigo.
—Ya está. Ves, no estamos leyendo esto. —Sarah empujó las páginas de
regreso a Harriet, quien las recuperó con gran renuencia.
—Pero…
—Le pido perdón —murmuró Sarah. Ella podía sentir un rubor subiendo
desde la garganta hasta la punta de su cabeza. Esperó a que Lord Hugh dijera algo
horriblemente inteligente y cortante, pero él no pronunció ni una palabra.
187
Incluso Frances se volvió hacia la ventana y miró hacia afuera sin una
palabra sobre el aburrimiento.
Pero cuando ella arriesgó una mirada, él estaba despierto. La única señal
de que la vio mirándolo fue un pequeño cambio en sus ojos.
Él no dijo nada.
asomó por la ventana vio que ellos se estaban acercando a una posada con un alegre
cartelito que decía, The Rose and Crown, est. 1612.
—Frances —dijo ella, contenta de tener una razón lógica para hablar—.
Frances, es hora de despertar. Estamos aquí.
Sarah asintió.
Sarah la habría regañado por tan mezquino comentario, excepto que era
un alivio escuchar algo tan perfectamente normal.
—Yo no sabía que se suponía que tenía que traer las galletas —se quejó
Frances, poniéndose en pie. Ella era pequeña para su edad, y podía pararse en el
carruaje sin agacharse.
La puerta del carruaje se abrió, y Lord Hugh tomó su bastón y salió sin
decir palabra.
Sarah miró hacia afuera. Lord Hugh estaba extendiendo su mano para
ayudarla a bajar.
Página
Este no lo hizo.
190
Página
Traducido por liebemale y Apolineah17
P
or un momento, Hugh no había entendido todo lo que pasó.
Extendió los brazos para atraparla. Fue la cosa más natural del mundo, a
excepción de que era un hombre con una pierna arruinada, y los hombres con las
piernas arruinadas nunca deben olvidar que lo son.
Ella asintió con la cabeza, pero fue seco, y sin importancia lo que decía que
no, que no se encontraba bien.
—¿Es su pierna?
Ella asintió con la cabeza, pero antes de que pudiera tocarla, estaban
rodeados. Harriet había saltado del carruaje, y luego Lady Pleinsworth salió
corriendo de la posada, y Dios sabe quién más presionaba, y lo empuja hacia afuera.
Finalmente Hugh apenas arrastró sus pies y retrocedió, apoyándose pesadamente
en su bastón.
Haciéndose cargo.
Hugh observó mientras él miraba el tobillo, y luego vio como Sarah puso
sus brazos alrededor de su cuello.
Y aun así vio como Daniel se extendió por la multitud y la llevó a la posada.
192
baile, y la caza, y todas esas cosas que le entristecían desde que una bala había
destrozado el muslo. Ninguna tenía más importancia.
Él nunca tendría una mujer en sus brazos y la cargaría.
—¿Cuántos?
Hugh tomó un trago de su cerveza, y luego otro, porque eso era lo que
hacía falta para terminar el tarro.
—¿Estás borracho?
El posadero lo miró.
Hugh sonrió.
—Todo el mundo está en el comedor —le dijo Daniel.
Todos los doscientos de nosotros, casi dijo Hugh, pero entonces recordó
que se estaban separando en las posadas para el almuerzo. Supuso que debería estar
agradecido por los pequeños favores. Solo una quinta parte de los huéspedes habría
visto su humillación.
Hugh lo miró.
—No lo creo.
—¿Puede viajar?
—Creo que sí. Vamos a tener que ponerla en un carruaje diferente. Tendrá
que levantar la pierna.
Hugh no respondió.
No importaba realmente por qué se cayó, pensó Hugh, y tomó otro trago.
—¿Tienes un punto?
—Debe de haber salido del carruaje con una fuerza considerable —dijo
195
Daniel, y Hugh suponía que estaba hablando con una voz paciente. Pero Hugh no
Página
estaba de humor para darle puntos por la paciencia. Él estaba de humor para beber,
y sentir lástima de sí mismo, y golpear la cabeza de todo el que era tan estúpido
como para acercársele. Terminó su cerveza, golpeó el tarro en la mesa y pidió otro.
El posadero se apresuró a obedecer.
—Absolutamente.
¿Acaso Daniel creía que Hugh lo había olvidado? ¿Acaso creía que Hugh
se habría sentado aquí y bebido pinta tras pinta de mala cerveza si no hubiera
alguna otra manera de matar el dolor? No era solo su pierna en este momento.
Maldita sea, ¿cómo se suponía que iba a ser un hombre, cuando su maldita pierna
no podía soportarlo?
—Vete a la mierda.
—No estás en buen estado para montar el resto del día en un carruaje con
mis primas más jóvenes.
Hugh frunció los labios—. ¿Por qué demonios te crees que estoy bebiendo?
—Voy a fingir que no dijiste eso —dijo Daniel en voz baja—, y te sugiero
que cuando estés sobrio hagas lo mismo. —Se acercó a la puerta—. Nos vamos en
una hora. Voy a tener a alguien informándote que carruaje es posible montar.
—Déjame —dijo Hugh. ¿Por qué no? No necesitaba estar en Whipple Hill
196
Hugh se dejó caer sobre su bebida, pero sabía que en una hora, él estaría
de pie en frente de Rose and Crown, preparándose para la siguiente etapa del viaje.
Si alguien más, quien fuera en absoluto, hubiera estado delante de él y le hubiera
ordenado que estuviera listo en una hora, se habría marchado de la posada y nunca
vuelto.
Whipple Hill
nr. Thatcham
Berkshire
El trayecto hasta Whipple Hill había sido poco menos que miserable, pero
ahora que estaba aquí, se le ocurrió a Sarah que tal vez había tenido la suerte de
haber pasado sus primeros tres días con un tobillo hinchado en el carruaje
Pleinsworth. El viaje podría haber tenido baches y dar sacudidas, pero al menos
había tenido una razón lógica para permanecer fuera de sus pies. Más al punto,
todos los demás se habían quedado atascados en un solo lugar en sus traseros,
197
también.
Página
Ya no.
Daniel determinó que la semana previa a su boda debía ser de leyenda, y
había planeado toda clase de entretenimientos y diversión. Habría salidas y
charadas y baile y una caza y al menos otros doce pasatiempos maravillosos que se
revelarían como fuera necesario. Sarah no le había sugerido que ofreciera dar
lecciones de malabares en el césped. Lo cual, por cierto, ella sabía que podía hacer.
Había aprendido cuando tenía doce años y una feria itinerante había pasado a
través de la ciudad.
Su segundo día en Whipple Hill pasó casi de la misma manera, excepto que
Harriet se compadeció de ella y le prometió a leerle los cinco actos de Henry VIII
y el Unicornio de la Muerte, que había cambiado de nombre recientemente a La
Pastora, el Unicornio, y Henry VIII. Sarah no podía entender por qué; no había
ninguna mención de una pastora en cualquier lugar. Había dado cabeceadas
durante unos pocos minutos. Seguramente ella no se podría haber perdido un
personaje bastante fundamental como para merecer una mención en el título de la
obra.
Así que cuando Sarah se despertó en su cuarto día en Whipple Hill, se juró
a sí misma que descendería la escalera de honor y se uniría al resto de la
humanidad, o moriría en el intento.
198
Ella, en realidad, lo juró. Y ella debe haberlo hecho con gran convicción
Página
Tal vez ella iría a la biblioteca. Ella podía encontrar un libro, sentarse, leer.
No había necesidad de usar sus pies para nada. La biblioteca no estaba tan lejos.
Ella gimió. ¿A quién trataba de engañar? A este paso le iba a llevar la mitad
del día llegar a la biblioteca.
Ella se detuvo. Esto le hizo pensar en Lord Hugh. No lo había visto en casi
una semana. Supuso que no debería haber encontrado esto extraño; solo eran dos
de las más de cien personas que habían hecho el viaje desde Fensmore a Whipple
Hill. Y ni que decir que no vendría a visitarla mientras convalecía en su dormitorio.
Aun así, ella había estado pensando en él. Cuando estaba en la cama con el
pie en las almohadas, se preguntó cuánto tiempo había tenido que hacer lo mismo.
Cuando ella se levantó en medio de la noche y se arrastró hasta el orinal, había
empezado a dudar. . . y entonces maldijo a la injusticia biológica de todo. Un
hombre no habría tenido que arrastrarse hasta el orinal, ahora, ¿verdad?
199
Pero aun así, ¿cómo lo había hecho? ¿Cómo él todavía lo hacía ¿Cómo logró
las tareas cotidianas de la vida sin querer tirarse el cabello y gritar a los cielos?
Sarah odiaba ser tan dependiente de los demás. Esta misma mañana había tenido
que pedir una doncella que encontrara a su madre, que había entonces decidido
que un lacayo era la persona correcta para cargarla y que fuera a desayunar.
Todo lo que quería era ir a un lugar en sus propios pies. Sin informar a
nadie de sus planes. Y si tenía que sufrir un dolor punzante cada vez que ponía el
peso sobre el pie, entonces que así sea. Valía la pena solo para salir de su habitación.
Pero volviendo a Lord Hugh. Ella sabía que su pierna le molestaba después
de mucho uso, ¿pero sentía dolor cada vez que daba un paso? ¿Cómo era posible
que ella no le hubiera preguntado esto? Habían caminado juntos, ciertamente no
grandes distancias, pero aun así, ella debería haber sabido si tenía dolor. Ella
debería haber preguntado.
—¿Lady Sarah?
200
Era él. No sabía por qué estaba tan sorprendida. O complacida. Pero lo
Página
estaba. Su última conversación había sido horrible, pero cuando vio a Lord Hugh
Prentice acercándose a ella por el pasillo, ella estaba tan feliz de verlo que era
asombroso.
Ella parpadeó.
—¿Por qué?
—Fue en el último escalón, sabe. —Se oyó decir—. Fue entonces cuando
me lastimé el tobillo. No cuando aterricé. —No tenía ni idea de por qué esto podría
hacer una diferencia, pero nunca había sido talentosa censurando sus palabras
cuando estaba nerviosa.
Tragó saliva.
Buen Dios, estaba balbuceando. Nunca había sido buena con las disculpas.
La mayoría de las veces simplemente se negaba a darlas.
—No puedo.
—Oh. Oh. —Tonta estúpida, ¿qué había estado pensando? —. Lo siento
—dijo—. Eso fue terriblemente insensible de mi parte.
—No tiene que darle vueltas al asunto, Lady Sarah. Soy cojo. Es un hecho.
Y esto ciertamente no es tu culpa.
Ella asintió.
Por un simple segundo él pareció inseguro de qué hacer, entonces, con una
voz tranquila, dijo:
—Disculpa aceptada.
Él la miró fijamente.
—Bromeo.
—Bueno —dijo ella—, supongo que solo bromeo un poco. No tengo una
mejor palabra para ello, y probablemente no puedo resolver los problemas del
mundo, aunque para ser justos, nadie me ha dado la oportunidad para hacerlo.
—Levantó la mirada con los ojos entornados con astucia, casi desafiándolo a hacer
un comentario.
203
—Lanudo.
Ella presionó los labios juntos en lo que resultó ser un intento fallido para
contener la risa.
—¿Lanudo? —repitió.
—Me encuentro alarmada por una visión de ovejas. —Hizo una pausa y
luego una mueca—. Y por lo que Harriet podría hacer con tal escena en una de sus
obras.
Él levantó la mano.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado, después se dio cuenta de que estaba
sonriendo coquetamente. Así que dejó de sonreír. Pero aun así se sentía
inexplicablemente coqueta.
resultado de haber estado encerrada en esa habitación durante tanto tiempo con
Página
—Sí.
—Y se desvió hacia…
—El desayunador.
—¿Orgullo?
—Supongo que tengo que encontrar a alguien para que me lleve allí.
Hubo una larga pausa, el tiempo suficiente para que ella levantara la vista.
Pero él se había dado la vuelta, así que lo único que vio fue su perfil. Finalmente,
él se aclaró la garganta y preguntó:
—Probablemente.
—Lo sé.
—Tiene que tomarlo ahora, sabe. —Agarró la parte de en medio del bastón
y se lo ofreció para que el mango estuviera a su alcance—. Mi honestidad no
debería quedar sin recompensa.
Sarah sabía que no debería permitir que él hiciera esto. Él podría querer
ayudarla ahora, pero después de ese día, su pierna le dolería. Innecesariamente.
Pero de alguna manera sabía que negarse le causaría mucho más dolor que
cualquier otro que su pierna pudiera darle más tarde ese día. Él necesitaba ayudarla,
se dio cuenta.
—¿Lady Sarah?
Página
Ella levantó la mirada. Él la estaba mirando con una expresión curiosa, y
sus ojos… ¿Cómo era posible que sus ojos se hicieran hermosamente más grandes
cada vez que lo miraba? Él no estaba sonriendo; la verdad era que no sonreía a
menudo. Pero ella lo vio en sus ojos. Un destello de calidez, de felicidad.
Y le sorprendió en sus propios dedos del pie lo mucho que quería que
nunca se fuera.
Sin decir palabra, él le entregó el bastón, y ella lo tomó, curvando los dedos
alrededor del liso mango. Se sentía casi íntimo, sostener este objeto que
prácticamente se había convertido en una extensión de su cuerpo.
Sarah dejó de respirar. Él estaba tan cerca que podía sentir su aliento, cálido
y cosquilloso en la punta de su oreja.
207
Y frío.
—¿Sarah?
Él sonrió. O tal vez era una sonrisa de suficiencia. Una amistosa, pero aun
así presuntuosa.
—No —dijo ella rápidamente, saltando sus últimas palabras—. Está bien.
Me gusta, creo.
—¿Crees?
—Eso fue tan horrible que casi fue bueno —le dijo.
Ella sintió que sus labios se apretaban en las esquinas. Estaba tratando de
no sonreír; era una batalla de ingenio, y de alguna forma sabía que si se reía, habría
perdido. Pero al mismo tiempo, perder no era una perspectiva tan terrible. No en
esto.
—No exactamente.
El salón azul
Whipple Hill
C
uando iba a compromisos sociales, Hugh no sabía qué era peor:
estar temprano y agotarse a sí mismo teniendo que levantarse cada
vez que aparecía una dama, o llegar tarde, solo para ser el centro
de atención, mientras entraba cojeando en la habitación. Esta tarde, sin embargo,
su lesión había tomado la decisión por él.
Patético, pero un hombre tenía que tomar sus triunfos donde pudiera.
Se dio cuenta de que la había juzgado mal. Sí, era demasiado dramática y
dada a grandes pronunciamientos, pero no era la superficial debutante que hace
tiempo pensó que era. También estaba llegando a darse cuenta de que su anterior
antipatía hacia él, no era del todo infundada. La perjudicó, involuntariamente, pero
así fue. Era un hecho que hubiera tenido esa primera temporada en Londres, si no
fuera por su duelo con Daniel.
Hugh no iría tan lejos como para estar de acuerdo con que arruinó su vida,
pero ahora que la conocía mejor, no parecía probable que Lady Sarah Pleinsworth
pudiera haber atrapado a uno de los ahora legendarios catorce caballeros.
Pero por ahora, parecían estar teniendo un feliz momento, por lo que se
abrió paso y dio una respetuosa reverencia.
211
—Muy bien —respondió ella, luego arrugó su nariz—. No, eso es una
mentira. Es bastante espantoso.
—Bien, lo que sea —dijo Sarah con un suspiro—. Creo que me esforcé
demasiado esta mañana.
—Lo hice —le dijo Sarah—. Pero Lord Hugh muy amablemente me prestó
su bastón. Caminé todo el camino a través de la casa por mí misma. —Frunció el
ceño hacia su pie—. A pesar de que después de eso no hice absolutamente nada
con él. No estoy segura de por qué está siendo tan malo.
—Este tipo de lesión necesita tiempo para sanar —dijo Hugh—. Podría
haber sido más que un simple esguince.
—Oh, eso es espantoso —dijo Iris con un temblor—. ¿Por qué no dijiste
nada?
212
No lo dudó.
Hugh se rio entre dientes ante su extravagancia. Era justo el tipo de cosas
que hace tan solo una semana le habría hecho rechinar los dientes. Pero ahora que
la conocía mejor, no podía evitar sentirse entretenido. Tenía una manera muy
única de manipular a la gente a su gusto. Lo que había querido decir cuando dijo
antes: que era un talento.
esta particular Smythe-Smith. Se veía joven, todavía en las aulas de clases, pero lo
Página
Daisy hizo una reverencia rápida, pero claramente no tenía interés en él,
ya que inmediatamente giró su cabeza rizada y rubia de nuevo hacia Sarah.
Hugh observó cómo Sarah le lanzó una mirada desesperada a Iris. Iris, él
se dio cuenta, respondió con nada más que compasión. Y horror.
Iris le regreso a Sarah una de sus expresiones. Estaban teniendo otra de esas
conversaciones silenciosas, Hugh pensó, intraducible; para cualquier persona del
214
sexo masculino.
Página
Daisy continúo:
—La única pregunta es qué tocaremos. Propongo el Cuarteto no. 1 de
Mozart, ya que no tenemos tiempo para practicar. —Se giró hacia Hugh—. Lo
presentamos a principios de este año.
—Pero…
—Me doy cuenta —continuó—, de que solo somos dos, pero no creo que
eso vaya a hacer diferencia.
Daisy le dio a su hermana una mirada fugaz. Una mirada fugaz, se dio
cuenta Hugh, que aun así se las arregló para impregnarse a sí mismo con un
asombroso grado de condescendencia y molestia.
violín.
Página
—Daisy, no puedo tocar esta noche —dijo Sarah, con una lenta y espantada
sacudida de su cabeza.
—Mi madre…
—No entiendo.
—Pero…
—Estoy seguro de que Lord Winstead hizo arreglos para la música de esta
noche —continuó Hugh.
—Pero…
216
—Y yo, rara vez tengo a alguien que me haga compañía en noches como
esta.
Página
—Pero…
Buen Dios la chica era persistente.
—Me temo que simplemente no puedo permitir que ella rompa su promesa
—dijo Hugh.
—Oh, nunca podría hacer eso —dijo Sarah, finalmente actuando su papel.
Le dio a Daisy un impotente encogimiento de hombros—. Es una promesa.
—Iris... —comenzó.
—Lo que Iris está tratando de decir —dijo Sarah, con una pequeña mirada
hacia Hugh antes de firmemente girar hacia Daisy—, es que su talento en el
pianoforte nunca podría corresponderse al tuyo en el violín.
Hugh no tenía idea de si esto era verdad, pero desde luego no iba a
cuestionarlo.
No se trataba solo de que era una cosa desinteresada lo que dijo, era que
eso era completamente desinteresado, y cuando Hugh arriesgó una mirada hacia
Sarah e Iris, ambas tenían una expresión un tanto avergonzada en sus rostros.
—Habrá otras oportunidades —dijo Sarah, aunque no fue tan lejos como
para ofrecer algo específico.
La campana sonó para la cena, y Daisy salió. Mientas Hugh se ponía de pie,
Sarah dijo:
—Debería entrar con Iris. Daniel dijo que me llevaría. Debo decir que
estoy agradecida. —Arrugó su nariz—. Es muy extraño tener al lacayo haciéndolo.
218
Hugh empezó a decir que esperarían hasta que Daniel llegara, pero el
Página
—Si no fueran primos —dijo Iris en ese tono seco, que Hugh estaba
llegando a darse cuenta de que era únicamente suyo—, habría sido muy romántico.
Hugh la miró.
—Oh, se daría cuenta —dijo Hugh, desde que se encontraba muy seguro
de que Iris estaba tratando de ser irritante—. Simplemente no haría nada al
respecto.
Después de la cena
—Te das cuenta —le dijo Sarah a Hugh—, que estás pegado a mi ahora
toda la noche.
—Casiopea.
—¿Y esa?
—¿Las estrellas?
—No podría ser más sencillo. Infinito menos uno, infinito, infinito más
uno.
La miró con una expresión que le decía que sabía estaba siendo ridícula a
sabiendas. Pero aun así, dijo:
221
—Debería.
—Pero no es así. Infinito más uno sigue siendo infinito.
—Bueno, eso no tiene sentido —suspiró feliz, estirando su manta con más
fuerza a su alrededor. Le encantaba bailar, pero en verdad, no podía imaginar por
qué alguien elegiría permanecer en el salón de baile, cuando podría estar afuera,
sobre el pasto, observando los cielos.
—¿Lady Danbury?
—Oh, no lo sé —dijo Sarah con una pícara sonrisa—. Hasta donde sé, nadie
aquí es mi sobrino bisnieto.
—¿Han estado aquí toda la noche? —preguntó Daniel una vez que él y
Anne estuvieron cerca.
—Ustedes dos hacen una pareja interesante esta tarde —dijo Daniel.
—¿La esquina de los lisiados? —repitió Hugh, e incluso bajo la luz de las
antorchas ella podía ver que él estaba sorprendido.
—¿No acaba de decir que estaré estancado con usted por el resto de la
tarde?
—Aplica.
—No, no lo hace.
223
Él rio.
Página
—Eres tan chismoso. —Después ella dijo algo que Sarah no pudo escuchar,
y Daniel renuentemente le permitió que lo arrastrará lejos de ahí.
Sarah los miró irse, un poco confundida con el obvio deseo de Anne de
irse, ¿ella pensaba que ellos querían un poco de privacidad? Qué raro. Aun así, ella
aún no había terminado con esta conversación, por lo que se dio la vuelta y
enfrentó a Hugh.
—Si quieres, puedes llamarte a ti mismo cojo —dijo ella—, pero te prohíbo
que te digas lisiado.
—¿Me lo prohíbes?
Hugh no estaba preparado para esa mirada. Ella alzó su rostro hacia él, y
sus labios se separaron en un aliento, y en ese momento él podría haber jurado que
el sol ascendió y se posó en su sonrisa.
—Si no soy un lisiado como dices, entonces debería ser capaz de bailar.
silla.
—Si coloco mi mano aquí —dijo, descansándola sobre el mango—, y tú
pones la tuya sobre la mía…
—¿Así? —susurró.
Él asintió.
—Así.
Era el vals más extraño y raro que podría existir. En vez de un par de manos
unidas, elegantemente arqueadas, ambos sostenían su peso en el bastón. No
demasiado; no necesitaban tanto soporte, no mientras se tuvieran el uno al otro. Él
tarareó un tiempo de tres cuartos, y la guío con una pequeña presión en su espalda,
moviendo el bastón cuando era tiempo de girar.
—Eres muy agraciado —dijo ella, mirándolo con una sonrisa enigmática.
Esta era la sonrisa que ella usó en Londres, él estaba seguro de eso. Cuando ella
bailó en el baile, cuando ella miró a su acompañante y le ofreció un cumplido, así
era como ella había sonreído. Lo hizo sentir positivamente normal.
—¿Lo hiciste?
226
Él se inclinó.
—Sabía que había una razón por la cual tuve que caerme del carruaje
—Ella rio y le dirigió una mirada traviesa—. ¿No vas a decirme que sabías que
había una razón para no atraparme?
Ella estaba mirando hacia abajo, pero podía ver por las curvas de sus
mejillas que ella estaba complacida. Después de un momento, ella dijo:
—Amortiguaste el golpe.
—Al parecer soy bueno en algo —replicó, feliz de volver a las bromas. Era
algo más seguro.
—Oh, yo no creo eso milord. Sospecho que eres bueno para muchas cosas.
Esta vez, cando ella sonrió, lo escuchó en su aliento, antes de que ella
dijera:
227
—No puedo imaginar lo que pude haber hecho para ganarme tal honor.
—Oh, no se trata de lo que hayas hecho para ganárselo —dijo ella—, se
trata de lo que yo creo que hiciste para merecerlo.
—Me ofendes.
—¿Napoleón?
—Está muerto.
—¿El clima?
—No —él estuvo de acuerdo, mirando hacia las estrellas—. Es una noche
poco común.
—No me dijiste qué es lo que crees que hice para merecer el honor de ser
llamado “tu señor”.
228
—Solo si lo deseas.
—Lo deseo.
—Pero no lo harás.
—Sarah.
229
—No importa realmente si suena como una amenaza —dijo el—. Solo
importa que tú pienses que suena como una amenaza.
—Tú ganas —dijo ella, y él estaba seguro de que ella habría levantado sus
manos en defensa si aún no estuvieran dependiendo el uno del otro para mantener
su equilibrio.
Era el vals más extraño y raro que podría existir, y era el momento más
perfecto de su vida.
230
Página
Traducido por rihano y marcelaclau
—V
as a leer toda la noche?
—¿Por qué —dijo ella en voz alta (y con un considerable agravio)—, esa pregunta
siquiera existe en el ámbito de la actividad humana? Por supuesto que no voy a leer
toda la noche. ¿Ha existido siquiera alguna vez un ser humano que haya leído toda
la noche?
Esta fue una pregunta que ella lamentó inmediatamente, porque ahí estaba
Harriet tumbada en la cama junto a ella, y si había alguien en el mundo que
respondería diciendo: “Probablemente lo ha habido”, era Harriet.
231
Y así lo hizo.
Página
—Sí, pero disfruto releerlo. Es una tontería, pero me gusta. —Ella volvió a
abrir el libro, plantó sus ojos de nuevo en forsitia, y se preparó para seguir adelante.
La boda estaba ahora a tres días de distancia, y Whipple Hill era un frenesí
de actividad. Marcus y Honoria (Lord y Lady Chatteris, se recordó Sarah a sí
misma) habían llegado de Fensmore viéndose sonrojados, risueños y
delirantemente felices. Esto habría sido suficiente para hacer que Sarah quisiera
vomitar, salvo que ella había estado teniendo un buen momento, riendo y
bromeando con Lord Hugh.
232
Era la cosa más extraña, pero la suya fue la primera cara en la que pensó
Página
Y luego, finalmente, cuando se hacía más que evidente que era hora de que
los sirvientes limpiaran el desayunador, Sarah se levantaría y casualmente
mencionaría a dónde pensaba que podría llevar su libro para la tarde.
Él nunca diría que planeaba reunirse con ella, pero siempre lo hacía.
Forsitia... forsitia...
—¿Crees que se veía guapo?
—No sé, se veía como él mismo. —La primera parte era una mentira; Sarah
lo sabía, y ella lo había encontrado desgarradoramente guapo. La segunda parte era
verdad, y era probablemente la razón por la que ella pensaba él era tan guapo, para
empezar.
—Sí, lo es.
Debe haber sido cuando ella estaba ayudando a Anne a su ajuste final del
vestido, pensó Sarah. No podía imaginar cuando más él habría tenido el tiempo.
—No la dejó ganar. Creo que ella pensó que lo haría, pero pienso que le
gustó que no lo hiciera.
—No le gusto —replicó Sarah, y no era que ella estuviera mintiendo; era
más que esperaba que estuviera mintiendo. Porque sabía que se estaba enamorando
de él, y si él no sentía de la misma manera, no sabía cómo podría soportarlo.
—¿Te gusta?
Sarah saltó. No había manera de que ella fuera a hablar con su hermana
sobre esto. Era demasiado nuevo, y demasiado privado, y cada vez que pensaba en
ello se sentía como si pudiera estallar fuera de su piel.
—¡Harriet!
—Oh, está bien, no voy a decir otra palabra. —Harriet hizo un gran
espectáculo de darse la vuelta en la cama, tirando de la mitad de las colchas de
Sarah en el proceso.
Sarah soltó un bufido, dado que una muestra tan obvia de irritación
claramente estaba solicitada, entonces ella tiró de la manta y volvió a su libro.
Sus ojos estaban asentados en la página treinta y tres por lo que parecieron
horas. Junto a ella, Harriet finalmente dejó de murmurar y se quedó inmóvil, su
235
Se preguntó cuánto le dolía su pierna cuando iba a la cama. ¿Si le dolía por
la noche, si aún le dolía por la mañana? ¿Alguna vez despertaba por el dolor?
Él sonreía cuando estaba con ella. No pensaba que hubiera sonreído muy a
menudo antes.
Ella supuso que podría estar en la cama toda la noche y dudar de sí misma,
pero se estaba sintiendo demasiado inquieta, así que se levantó de la cama, se acercó
a la ventana y apartó las cortinas. La luna no estaba llena, pero estaba a más de la
mitad del camino, y la luz plateada brillaba sobre la hierba.
Era la brisa. Las hojas habían durado desde que habían caído de los árboles,
pero los diminutos puntos en los extremos de las ramas eran lo suficientemente
ligeros para rizarse y balancearse. Un soplo de aire fresco, eso era todo lo que
236
La misma noche
El sueño nunca había venido fácilmente para Hugh Prentice. Cuando era
un niño pequeño, era porque estaba escuchando. No sabía por qué la habitación de
los niños en Ramsgate no estaba lejos en algún remoto rincón como en todas las
demás casas en las que alguna vez había estado, pero no era así, y eso significa que
de vez en cuando, y nunca cuando ellos esperaban (lo cual no era cierto; ellos
siempre lo esperaban), Hugh y Freddie oirían a su madre gritar.
La primera vez que Hugh lo oyó, saltó de la cama, solo para ser detenido
por la mano restrictiva de Freddie.
—Pero mamá...
Freddie negó con la cabeza otra vez, y la mirada en sus ojos fue suficiente
para convencer a Hugh, que era cinco años menor que él, de gatear de nuevo hacia
su cama y taparse los oídos.
jurado que ni siquiera había parpadeado. Él tenía seis años, y todavía juraba por un
montón de cosas imposibles.
Página
Cuando vio a su madre esa noche antes de la cena, ella no se veía como si
algo estuviera mal. Realmente había sonado como si su madre hubiera sido herida,
pero no tenía moretones, y no sonaba enferma. Hugh comenzó a preguntarle al
respecto, pero Freddie lo pateó en su pie.
Freddie no hacía cosas así sin una razón; Hugh mantuvo la boca cerrada.
Por los próximos meses Hugh observó a sus padres con cuidado. Fue
entonces que se dio cuenta de que casi nunca los veía juntos en la misma
habitación. Si ellos cenaban juntos en el comedor, él no lo sabría; los niños cenaban
en la habitación de los niños.
Cuando los veía, al mismo tiempo, era muy difícil determinar cuáles
podrían ser sus sentimientos hacia el otro; no era como si hablaran entre sí. Meses
pasarían, y Hugh casi podía imaginar que todo estaba perfectamente bien.
Cuando Hugh tenía diez años, su madre sucumbió a una fiebre provocada
por una mordedura de perro (y un pequeño mordisco, pero que se había vuelto feo
muy rápidamente). Hugh lloró por ella tanto como él podría llorar por alguien que
veía por veinte minutos cada noche, y finalmente dejó de escuchar cada noche
mientras trataba de conciliar el sueño.
cama. Ahí era cuando se deslizaban, y de repente todo era sumar y restar y
reordenar, ¿y Freddie de verdad creía que él podría dormir con eso?
(Freddie no lo creía, de hecho. Después de que Hugh le contó lo que
sucedía en su cabeza cuando él estaba tratando de conciliar el sueño, Freddie nunca
mencionó la página en blanco de nuevo.)
Hugh se comportaba con perfecto decoro durante todo el día, cuando estaba
acostado en su cama en la noche, su respiración se volvía entrecortada y su cuerpo
Página
quemaba. Por primera vez en su vida, él anhelaba por los números y patrones que
plagaban su mente. En su lugar todo en lo que podía pensar era en ese momento
un par de días antes, cuando Sarah tropezó con la alfombra en la biblioteca y la
había atrapado antes de que cayera. Durante un momento de éxtasis, sus dedos
habían rozado el costado de su pecho. Ella había estado usando terciopelo, y Dios
sabe qué más por debajo, pero él había sentido su curva, la suave ternura, y el dolor
que había estado creciendo dentro de él se volvió desenfrenado.
Él la vio. Sentada en la hierba, tan quieta que podría haber sido una estatua.
Ella estaba abrazando sus rodillas contra su pecho, contemplando el cielo nocturno
con una expresión de serenidad que le habría quitado el aliento si no estuviera ya
tan destrozado por el miedo y la furia, y ahora por el alivio.
—¿Hugh?
—¿Así que pensaste que pasearías al aire libre a las tres y media de la
mañana?
hubiera visto?
—Habría ido dentro de la casa —dijo ella, sus ojos buscando los suyos con
una expresión de tal perplejidad que él casi se estremeció. Ella posiblemente no
podía ser tan ingenua. Había corrido atravesando la casa, él, quien en algunos días
apenas podía caminar, había corrido a través de esta maldita casa monstruosa,
incapaz de alejar el recuerdo del llanto de su madre.
—¿Crees que cada persona en el mundo tiene los mejores deseos para ti en
el corazón? —exigió.
—Hay hombres en este mundo que hieren a las personas, Sarah. Hay
hombres que lastiman a las mujeres.
Sus ojos se abrieron como platos, y podrían haberse llenado con alarma,
pero él estaba demasiado lejos para darse cuenta.
—¿Y si no hubiera sido yo? —Él la agarró por los brazos, los dos, sus dedos
mordiendo su carne—. Qué si alguien más te hubiera visto, y qué si alguien más
hubiera llegado hasta aquí, con diferentes intenciones...
Su padre nunca había sido una persona de pedir permiso a las mujeres en
su vida.
—Hugh —susurró Sarah. Ella estaba mirando su boca. Por Dios, estaba
mirando su boca, y su cuerpo se sentía como si estuviera en llamas.
242
Y entonces ella atrapó su labio inferior entre sus dientes, y casi podía sentir
el suave roce de este a través de sus propios labios, y luego...
Él se perdió.
La aplastó contra él, su boca tomando la de ella sin sutileza, ni fineza, nada
más que pasión cruda y necesidad. Una de sus manos se enredó en su cabello y la
otra vagó por su espalda, encontrando la exuberante curva de su trasero,
acercándola.
—Sarah —gimió, y una parte de él noto que ella lo estaba tocando también.
Sus pequeñas manos estaban detrás de su cabeza sosteniéndolo contra ella, y sus
labios se habían suavizado y abierto, y estaba haciendo pequeños sonidos que lo
atravesaban como un rayo.
Ella dejó salir un pequeño grito de asombro ante la presión, y sus manos
intensificaron el agarre, hundiéndose en su cabello antes de deslizarse por su
espalda y debajo de la camisa, lejos del pantalón.
243
—Yo no haré… No haré… —Querido Dios, era difícil arrancarle una sola
palabra. Su corazón latía con fuerza, y su interior se retorcía, y la mitad del tiempo
ni siquiera estaba seguro de si continuaba respirando.
—¿Quieres esto? —preguntó, su voz era una súplica ronca—. ¿Me deseas?
—Sí.
—¿Qué hay acerca de esto? —Su otra mano, la mano que había estado
jugando con su cabello, ahuecó su seno a través del camisón.
—Sí.
—Quiero verte —dijo, arrastrando sus labios a su oreja—. Quiero ver cada
centímetro de ti. Y yo sé que no lo voy a hacer, no ahora, pero quiero ver algo de
ti. ¿Entiendes?
—¿Confías en mí?
—Con mi vida.
Mía, pensó de nuevo, y era la cosa más increíble, porque hasta ahora, había
asumido, no, había sabido; que no encontraría a alguien, que no habría nunca una
mujer que él llamara suya.
S
arah era consciente de que no debería haber salido en el medio de la
noche. No se le permitía dar un paseo fuera de su casa en Londres
sin una acompañante; ella sabía muy bien que una excursión pasada
la medianoche en Berkshire era igualmente prohibida.
Pero ella había estado tan inquieta, tan... incómoda. Ella se había sentido
mal en su propia piel, y cuando había salido de la cama y tocado con sus pies la
alfombra, su habitación se había sentido demasiado pequeña. La casa se había
sentido demasiado pequeña. Ella había necesitado moverse, sentir el aire de la
noche sobre su piel.
Y cuando él la besó…
Página
—Tú también.
Hugh sonrió, una media sonrisa tonta que le dijo que no le creía por un
segundo.
—Lo eres —insistió. Ella trató de hacer su cara inexpresiva, pero nada
podría frenar su sonrisa—. Tendrás que tomar mi palabra en esto.
Pero él había estado más que solo estos pocos últimos años. Él había estado
a solas con solo su aplastante sentimiento de culpa haciéndole compañía. Ella no
sabía lo que Hugh había hecho para convencer a su padre de que Daniel volviera a
Inglaterra en paz, y no podía empezar a imaginar lo difícil que había sido para
Hugh viajar a Italia para encontrar a Daniel y traerlo de vuelta.
Sarah Pleinsworth nunca había hecho nada a medias, y sabía que si ella
amaba a este hombre, eso significaba que iba a dedicar su vida a hacerle
comprender este hecho simple.
Él era valioso. Y se merecía cada gota de felicidad que llegara a sus manos.
Ella extendió la mano y tocó con el dedo sus labios. Eran suaves, y
maravillosos, y ella se sentía honrada solo por sentir su aliento en la piel.
—Creo que eres hermoso —susurró—, y creo que... —El corazón le dio un
vuelco, y ella se atrapó el labio inferior entre los dientes—. Espero que la mía sea
la única opinión que te importe.
Se inclinó y rozó sus labios con los suyos. La besó en la nariz, luego la
frente, y luego, al cabo de un largo rato, cuando la miró a los ojos, él la besó de
nuevo, esta vez sin ocultar nada.
—Sarah —dijo, levantando sus labios de los ella el tiempo suficiente para
susurrar su nombre.
—Estás sonriendo.
En el profundo interior…
Y era grandioso.
A la mañana siguiente
Sarah parpadeó el sueño de los ojos y miró a Harriet, que estaba sentada en
el borde de su cama con dosel, mirándola con considerable suspicacia.
—¿De qué estás hablando? —se quejó Sarah—. No hay nada malo en mí.
—Estás sonriendo.
—¿Lo es?
Era cierto que Sarah no era conocida por ser una persona mañanera.
—No, no creo que eso sea todo —dijo Harriet, haciendo caso omiso de su
sarcasmo por completo.
Sarah pasó junto a ella. Si su rostro no estaba ruborizada antes, sin duda lo
estaba ahora.
—Ehm, no.
Con los hombros erguidos, Sarah entró en la pequeña sala de baño y cerró
la puerta.
Y echó la llave. En realidad, ella no lo haría hasta que Harriet contara hasta
diez, lo que le daría a Sarah tiempo más que suficiente para hacer sus necesidades.
Oh santo cielo.
Oh santo cielo.
Y si ella se veía tan diferente después de una noche de besos robados, qué
pasaría cuando…
Pero su corazón le decía que sería "cuándo". Ella iba a pasar el resto de su
vida con Lord Hugh Prentice. Simplemente, no había forma en que ella permitiera
que cualquier otra cosa sucediera.
Para complicar las cosas, Harriet había decidido que su misión para el día
sería ser su sombra, y cuestionar a Sarah en cada movimiento. Whipple Hill era
grande, pero no lo suficientemente grande cuando tu propia hermana menor era
curiosa, decidida y, quizás lo más importante, estaba al tanto de todos los rincones
de la casa.
—Que gusto —dijo Sarah, sin inflexión alguna. Su hermana nunca había
sido experta en el arte del subterfugio.
Sarah se volvió hacia la puerta, teniendo en cuenta cuáles eran sus otras
opciones para la mañana.
frunció el ceño.
Página
—Aun así, hace arruinar la rima. —Sarah negó con la cabeza, convocando
el poema de la niñez en su memoria—. Naranjas y unicornios dicen las campanas
de San. . . —Ella miró a Harriet en busca de inspiración.
—¿Clunicorns?"
—Moonicorns.
—Mejor —juzgó.
—¿Spoonicorns? Zoomicorns.
—Parunicorns.
Sarah ni siquiera podía imaginar de donde había venido esa. Pero aun así,
ella se encontró tarareando mientras leía.
—Pontoonicorns xyloonicorns…
256
—Disfruto hablando con él —dijo Sarah, porque nada bueno podría salir
de negarlo. Harriet lo sabía mejor.
—Eso es muy injusto —dijo Sarah, ya que estaba bastante segura de que
257
En general, nunca era bueno negar algo que era indisputablemente verdad.
No con Harriet.
Nada.
Harriet la miró.
—¿Dijiste algo?
Sarah se volvió hacia la puerta. Porque realmente, ella nunca sería así de
afortunada dos veces.
Dio unos golpecitos con sus dedos contra el libro por un momento, luego
dijo en voz baja:
—Por supuesto que no —dijo Harriet con gran entusiasmo—. Sarah está
leyendo, y yo estoy escribiendo.
—No —dejó escapar Harriet. Miró a Sarah por ayuda, pero Sarah no vio
razón para interceder.
Ella esperó hasta que él se sentó al otro lado del sofá, entonces suavemente
preguntó:
Ella revolvió sus papeles juntos y tomó todo el montón, doblando algunas
hojas nuevas en el proceso.
—¡Oh! Cierto. Más razón para irme. —Ella dio un paso hacia la puerta,
luego otro—. Así que voy a estar en camino…
Sarah y Hugh giraron para verla irse, pero a pesar de todas sus protestas,
parecía estar revoloteando por la puerta.
—Sí. —Harriet voló sobre sus pies, luego se volvió de nuevo y dijo—: Bien.
Hasta luego entonces. —Y finalmente se fue.
—¿Qué es esto?
—Esa pequeña descarada. Ella solo pretendió haber olvidado algo así podía
cerrar la puerta.
—¿Eso te molesta?
—No, por supuesto que no. solo que nunca creí que ella podía ser tan
retorcida. —Sarah hizo una pausa para reconsiderar esto—. No importa, ¿qué era
lo que estaba diciendo? Claro, ella es tan retorcida.
—¿Seguro?
—¿Solo un poco?
Página
—Un poco podría ser todo lo que necesito —dijo ella, dejando salir un
pequeño grito ahogado cuando su cuerpo entró en contacto con el de él—, pero
podría en realidad querer mucho.”
—Puedo asegurarte, Lady Sarah, que trabajaré muy duro para asegurarme
de complacerte.
S
arah no estaba segura de cuánto tiempo se besaron. Podrían haber
sido cinco minutos, podrían haber sido diez. Todo lo que sabía era
que la boca de Hugh era muy malvada, y a pesar de que no se había
quitado o incluso reordenado una sola pieza de su ropa, sus manos eran astutas y
atrevidas.
Le hacía desear cosas que una dama jamás diría, cosas que ni siquiera
debería pensar una dama.
pensar era en cómo de perfectas se sentían sus manos sobre su piel desnuda la
noche anterior.
Página
—Oh, Hugh —suspiró cuando sus dedos encontraron la curva de su muslo
y lo apretaron a través de la suave muselina de su vestido. Frotó su pulgar en
círculos perezosos, cada movimiento llevándolo más cerca de su área más privada.
—En algún lugar con una cama. —Besó su mejilla, entonces su cuello,
luego la piel sensible en la base de su garganta—. Y una puerta con cerradura.
—Hugh…
Hugh se puso en pie con más velocidad de la que Sarah hubiera creído
posible dadas las circunstancias. Liberada de su peso, se sentó, por instinto cubrió
sus pechos con sus brazos, a pesar de que su vestido no tenía ni un solo botón
desabotonado.
Pero se sentía expuesta. Aún podía sentir el calor del cuerpo de Hugh
contra el suyo, y ahora Daniel se encontraba mirándola con una expresión de furia
y decepción que no podía mirarlo a los ojos.
Daniel gruñó.
—Sarah, ve a tu habitación.
—Oh, mira quién está hablando —se burló. Después de todo, la prometida
de Daniel vivía con los Pleinsworth. Sarah sabía bastante bien que su persecución
266
—Si te hace sentir mejor —dijo Hugh—, estaba planeando pedirle a Lord
Pleinsworth su mano tan pronto como llegue.
—¿Esa es mi propuesta?
Pero entonces Daniel hizo algo inesperado. Dio un paso hacia Hugh, le
lanzó una dura mirada a su rostro, y dijo:
¿La verdad? Sarah miró de Daniel a Hugh y de nuevo. Varias veces. Pero
incluso ella podría no haber estado ahí, por todo lo que le prestaban atención. Y
por una vez en su vida, mantuvo su boca cerrada.
—Lo sabes muy bien. —Daniel estaba furioso—. Confío en que no has
olvidado el trato que hiciste con el diablo.
Sarah sobresaltada dio un paso hacia atrás. No sabía lo que estaba pasando,
pero la aterrorizaba.
—Sí —confirmó Daniel con voz sedosa—. Ese. ¿No creerías que una mujer
debe saberlo antes de aceptar tu proposición?
267
—Es mi prima.
—¿Te ofendí?
Varios segundos pasaron, entonces Daniel se giró hacia Sarah con una
brusquedad que casi la hizo marear.
No había estado fuera en sociedad en el momento del duelo, pero oyó a su madre
susurrando sobre él con sus tías. Lord Ramsgate se había vuelto loco, habían dicho.
Estaba extremadamente trastornado.
Se sentía como una idiota. ¿Por qué no se había preguntado lo que Hugh
había hecho para traer a Daniel? ¿Debería haberlo hecho?
—¡Daniel! —Sarah nunca le había oído usar tales palabras. O tal tono. Miró
a Hugh, pero él solo se encogió de hombros y dijo:
—En cualquier cosa —espetó Hugh—, pero sí, estás incluido. Tú, por otro
lado —le dijo a Sarah, su voz volviéndose incómodamente normal—, le gustarías.
Se sintió enferma.
—El título de tu familia data desde los Tudor, y es probable que tengas una
decente dote. —Hugh inclinó una cadera contra el brazo del sofá y extendió su
pierna lesionada frente a él—. Pero además, estás bien de salud y en edad fértil.
—Ni siquiera soy su heredero —dijo Hugh y Sarah podía oír algo emotivo
en su voz. Algo enojado, algo listo para golpear.
—No hay nada malo con mi hermano —dijo Hugh, su voz baja y precisa,
incluso mientras recuperaba el aliento de su casi caída—. Está perfectamente sano,
perfectamente capaz de engendrar un hijo. Pero… —Sus ojos se movieron rápido
significativamente hacia Daniel—, no es probable que se case.
Pero no Sarah.
—¿Qué significa eso? —soltó, porque maldito infierno, era como que
estuvieran hablando en un diferente idioma.
Sarah no podía imaginar lo que eso tenía que ver con cualquier cosa, pero
antes de que pudiera preguntar, Daniel dio un paso hacia Hugh y gruñó:
—Fue por eso que mi padre estaba tan empecinado en la venganza contra
tu primo —respondió Hugh, haciendo un gesto con su cabeza hacia Daniel—. Es
por eso que aún lo está.
—Pero dijiste…
—Mi padre tiene la creencia, y... —Hugh dejó de hablar, y dejó escapar un
suspiro agotado y resignado—. Y puede que tenga razón —continuó finalmente,
como si solo estuviera aceptándoselo a él mismo—, que Freddie nunca se casará.
Siempre había pensado que podía, a pesar de que... —Una vez más, sus palabras se
desvanecieron.
—¿Hugh? —dijo Sarah en voz baja, después de que pasó casi un minuto.
importa es lo que piensa mi padre, y él está convencido de que debo ser el que
Página
Nadie habló.
Él se rio brutalmente.
—Aun no comprendo —dijo Sarah. ¿Qué de todo esto tiene que ver con
cómo Hugh te trajo Daniel, de vuelta de Italia?
—Cuéntale.
—Mi padre no ama nada tanto como el título Ramsgate —dijo Hugh con
voz monótonamente extraña—. No soy nada más que un medio para un fin, pero
cree que soy su único medio, y por lo tanto soy invaluable.
—Me suicido.
275
Página
Traducido por Fanny
—N
o, en serio —dijo Sarah. Su voz era forzada; sus ojos
muy cautelosos—. ¿Qué dijiste que pasaría?
O tal vez, no había querido tenerla en absoluto, una pequeña voz dentro
trató de decir. No había pensado mucho sobre eso. Había estado tan enamorado de
Lady Sarah, tan absolutamente fascinado por la dicha de enamorarse que no había
pensado ni una vez en el “acuerdo” con su padre.
Pero seguramente, seguramente ella podría ver que no había tenido otra
opción.
Bueno, tal vez parpadearía una vez, solo por el bien de las apariencias. Pero
solo después de que Hugh fuera mucha agua bajo el puente.
Oh, había sido grandioso cuando se había presentado a su padre con ese
contrato. Tal vez era un enfermo hijo de puta, pero ver a su padre tan golpeado,
tan completamente, sin recurso o argumentos…
Había ventajas en ser tal cañón perdido, se dio cuenta Hugh. Su padre había
vociferado, protestado y volcado la bandeja del té, mientras tanto, Hugh había solo
observado con esa individual, casi clínica diversión que nunca fallaba en enfurecer
al marqués.
Y luego, después de que Lord Ramsgate declaró que Hugh nunca pasaría
por tan absurda amenaza, él finalmente había mirado a su hijo. Lo había visto
realmente por primera vez en la memoria de Hugh. Había visto la insolente y vacía
277
Después de eso, Hugh no había pensado mucho sobre eso. Tal vez hiciera
la ocasional broma inapropiada (siempre había tenido un oscuro sentido del
humor), pero en lo que a él concernía, él y su padre estaban en un callejón sin
salida de segura destrucción mutua.
Por supuesto que los únicos que sabían sobre el contrato eran Daniel y
Sarah, pero eran gente inteligente, raramente ilógicos en sus decisiones.
Iba a perderla. No iba a entender. Hugh podía ver eso ahora en sus
frenéticos ojos y sus temblorosas manos. ¿Por qué no podía ver que él había hecho
la elección de un héroe? Se estaba sacrificando a él mismo, o al menos amenazando
con, por el bien de su amado primo. ¿No debería contar para algo?
—Di algo, Hugh —rogó Sarah. Miró a Daniel y luego de vuelta a Hugh, su
cabeza moviéndose con torpes sacudidas—. No entiendo porque no quieres decir
algo.
—Él firmó un contrato —dijo Daniel en voz baja—. Tengo una copia.
Hugh no estaba seguro de como eso cambiaba algo, pero Sarah lucía
Página
horrorizada. El color se había drenado de su piel, y sus manos, las cuales estaba
tratando muy duro mantener a su lado, estaban temblando—. Tienes que romperlo
—le dijo a Daniel—. Justo en este momento. Tienes que romperlo.
—No es…
—De hecho, de mi padre —dijo Hugh. Porque en realidad, ahí era donde
comenzaba la cadena de locura.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó a pesar de que Hugh sintió que había
dejado bien claras sus razones—. Está mal. Es-es-es antinatural.
—Pero ahora es diferente —gritó—. Cuando hiciste esa amenaza, eras solo
tú. Pero ahora…
—No, por favor —dijo con voz ahogada—. No quiero que nadie se dé
cuenta de lo alterada que estoy.
Alterada. Que patética excusa para una palabra. No estaba alterada, estaba
destruida.
Destrozada.
—¡No! Puede que Harriet esté ahí. No quiero que haga preguntas, y sabes
que las hará.
—Daniel dijo que dijiste que querías estar sola —dijo Honoria antes de que
Sarah pudiera hacer más que mirarla con una expresión cansada—, pero creemos
que estás equivocada.
más.
Página
—No puedes.
—¿Entonces cómo puedes decir que no todo está perdido? Creí que lo
amaba. Creí que me amaba. Y ahora, descubro… —Sarah sintió su rostro
contorsionarse con el enojo que Honoria no se merecía, pero no pudo
controlarse—. ¡No me digas que no todo está perdido!
—¡Lo hice! ¿Cómo crees que terminé así? —Sarah ondeó su brazo frente a
ella como si dijera…
Como si dijera: No hay nada que pueda hacer, excepto ondear mi estúpido
brazo.
Honoria con voz cuidadosa—. Daniel estaba bastante alterado, y dijo que estabas
Página
—¿Demente?
Sarah la miró.
—¿Creíste?
voz baja:
Página
—¿Cómo podría estar enamorada de alguien que amenaza con tal cosa?
—preguntó Sarah con la voz rota.
—Lo sé —se ahogó Sarah, como si el gesto de Honoria hubiera sido una
pregunta—. Vas a decirme que necesito preguntarle de nuevo. Pero y si le pregunto
y dice que sí lo dijo en serio, y qué si su padre cambia de idea y le hace algo a
Daniel, va a tomar una pistola y ponerla en su estúpida boca?
—No. No lo es.
—Lo amo.
—Pero puedes ver porqué Lord Hugh hizo ese pacto en primer lugar
—dijo Honoria—, ¿verdad?
Sarah asintió contra ella. Sus pulmones dolían. Su cuerpo entero dolía.
¿Era esa las diferencia entre las dos? Se preguntó Sarah. Honoria abordaba
cada día como si su mundo estuviera hecho de mares de un verde cristalino y
suaves brisas del océano. El mundo de Sarah era una tormenta tras otra. Nunca
había tenido un día sereno en su vida.
—No lo ha dicho.
—Es fácil para ti decirlo —dijo Sarah pensando en Marcus, siempre tan
honorable y reservado—. Te enamoraste del más fácil, hermoso y menos
complicado hombre de Inglaterra.
—Bueno, puede que seas la más hermosa —dijo Honoria con una sonrisa
286
torcida. Luego golpeó a Sarah con su codo—. Me atrevo a decir que Lord Hugh
cree que eres la más hermosa.
Página
Sarah sabía que Honoria tenía razón, pero no podía detener su mente de
pensar en todas las eventualidades que tal conversación podría traer.
—Lo siento, sí, tienes razón. —Honoria lució avergonzada, luego cambio
de parecer y señaló a Sarah con un dedo alegre—. Pero hizo que dejaras de llorar.
—Puedes regañarme todo lo que desees si trae una sonrisa a tu rostro. Pero
debes prometerme que hablarás con él. No quieres que un horrible y enorme mal
entendido arruine tu oportunidad de ser feliz.
—Por qué, Honoria Smythe-Smith, eso podría ser la cosa más dura que
Página
—Bien.
Sarah se inclinó contra un lado de la cama y miró sus manos. Sus dedos
estaban hinchados. ¿Cómo pasó eso? ¿A quién se le ponían las manos como
salchichas por llorar?
—Creo que preferiría que Lord Hugh piense que soy del tipo de mujer que
se ve preciosa mientras llora, ojos brillando y esas cosas.
Sarah asintió.
289
—Lo sé. Pero no quiero sus preguntas. Y sabes que tendrá preguntas.
—Te diré qué —dijo—, me aseguraré de que Harriet esté distraída y puedas
ir a tu habitación a… —Agitó sus manos cerca de su rostro, la seña universal de
arreglar la apariencia de alguien.
Ella asintió.
—¿Tal vez una hora? —Sarah era valiente, pero no tanto. Necesitaba más
tiempo para reforzar su confianza.
—Qué raro —dijo Honoria—. Daniel sabe que… —Se encogió de hombros
290
—Muy bien —le dijo Honoria, volteándose hacia el lacayo. Sacó una
mano—. Si me das el mensaje a mí, me aseguraré de que Lord Winstead lo reciba.
—¿Lord Hugh?
intención de interrumpir.
—Por favor, continúa —dijo Sarah con urgencia.
—¿Su padre?
—Hugh lo hizo.
Tan pronto como se fue, se volteó hacia Honoria, quien estaba de pie en la
puerta.
Tal vez no sería capaz de diseñar un final feliz para todos, de hecho, estaba
casi segura de que no podría hacerlo. Más de tres años de odio y amargura no
293
podrían ser alejados en un solo día. Pero si de alguna manera Sarah pudiera evitar
Página
que los ánimos se levantaran y los puños volaran y, buen cielo, que mataran a
alguien…
Tal vez no sería un final feliz, pero por Dios, tendría que ser lo
suficientemente feliz.
294
Página
Traducido por Karliie_j y Fanny
Whipple Hill.
Un salón diferente.
S
i eventualmente Hugh se convirtiera en el Marqués de Ramsgate, la
primera cosa que haría sería cambiar el lema de la familia. Él podía
hacer eso ¿No? Porque Con el orgullo viene el valor no tenía sentido
con el contexto de la presente generación de hombres Prentice. No, si Hugh
pudiera hacer algo al respecto, cambiaría toda la maldita cosa a Las cosas siempre
pueden empeorar.
Su padre.
Lo que la carta de su padre no decía, sin embargo, era por qué había viajado
hasta Berkshire. Hugh no estaba particularmente sorprendido por la omisión; su
padre nunca le había dado explicaciones a nadie. Él estaba en el White Hart, él
quería hablar con Hugh, y quería hacerlo inmediatamente.
Sin mencionar que era con su padre con quien estaba siendo forzado a
encontrarse. No importaba qué tan furioso pudiera estar Daniel con Hugh, y Hugh
sospechaba que estaba irremediablemente furioso, él entendería la necesidad de
reunirse con el marqués.
Thatcham
Berkshire
—Está lloviendo.
—Siéntate.
—No.
—Vine a felicitarte.
—¿Por qué?
—¿Quién te lo dijo? —Hugh apenas había besado a Sarah por primera vez
la noche anterior. ¿Cómo, en el nombre de Dios, sabia su padre que estaba
planeando pedirle matrimonio?
—¿Acaso importa?
298
—Intensamente.
Página
—No estoy comprometido en matrimonio —le dijo Hugh, cada palabra que
salía de sus labios, afilada y precisa como un dardo—. Y no lo estaré en ningún
momento en un futuro cercano. Por lo tanto, puedes empacar tus cosas y regresar
al infierno de donde saliste.
Y después se reía.
—Porque te detesto.
—Yo no sé nada…
—Te dije lo que podría pasar si lastimabas a Lord Winstead —dijo Hugh
con mortífera calma—. Y eso sigue en pie con contrato o no.
Eso era cierto; Hugh había preparado el contrato antes de que su padre y
su abogado lo solicitaran porque él quería que supieran que estaba hablando en
serio. Él había querido que su padre firmara con su nombre, su nombre completo
y el título que valía tanto para él, con el conocimiento de todo lo que perdería si
no dejaba ir toda su venganza hacia Daniel.
—Tomando en cuenta que Lord Winstead aun esta con vida, sí.
—Yo…
de Whipple Hill. Cuando había bailado el vals. Por primera vez desde que la bala
de Daniel había hecho pedazos su pierna, Hugh había sostenido en brazos a una
Página
mujer, y bailado.
Sarah se había rehusado a permitirle llamarse a sí mismo lisiado. ¿Fue ese
el momento en que se había enamorado de ella? ¿O fue solo uno de los cientos de
momentos?
—Si soy un lisiado, entonces eso es todo… —Hugh miró hacia arriba. El
rostro de su padre estaba rojo, del tipo venoso, con motas rojas que venían de
mucho enojo, o de mucha bebida.
Sarah. Eso era lo que ella era ahora. No Lady Sarah Pleinsworth, ni siquiera
Lady Sara. Solo Sarah. Había sido suya, y la había perdido. Y todavía no entendía
muy bien por qué.
—Porque tú eres tan bueno en esas cosas —dijo Hugh, bajando la mirada
a la panza de su padre.
—¿Más grande que la otra hija de duque, asumo? —Hugh arrastró las
palabras.
Hugh había sido forzado a memorizar los árboles familiares a los seis años.
Por suerte, tenía talento para tales cosas. Freddie no había sido tan suertudo. Sus
manos habían estado hinchadas por semanas por la paliza.
—El otro ducado —terminó el marqués con desdén—, era de una forma
relativamente nuevo.
Su padre lo ignoró.
—Como estaba diciendo, creo que te subestimas. Puede que seas un lisiado,
pero tienes tus encantos.
—¿Mis encantos?
Página
—Puede que no seas el primero en la línea por el título, pero por mucho
que me disguste, cualquiera que se moleste en indagar, se dará cuenta de que
incluso si no te conviertes en el Marqués de Ramsgate, tu hijo lo hará.
—No iría tan lejos como para decir que podrías tener a cualquier mujer que
quisieras —continuó Lord Ramsgate—, pero no veo razón para que no puedas
enganchar a la muchacha Pleinsworth. Especialmente después de pasar la semana
completa uno encima del otro en el desayuno.
—No lo hagas.
—Cállate. Ahora.
Oh, Dios santo. Hugh se sintió enfermo. No lo pondría más allá de su padre
forzar a Freddie a casarse y luego violar a su esposa.
—No es un caballo.
—¿En serio?
—Puede que Freddie todavía se case —dijo, pero ahora, era más por hábito
que por otra cosa.
—Oh, detente —dijo su padre—. Él no sabría qué hacer con una mujer si
306
—Es la verdad. La verdad probada, tengo que añadir. Sabes cuantas putas
he…
—Una… —dijo, haciendo un gesto lascivo para que contara con él—.
Dos…
—Tres…
307
El conteo no había sido solo por las prostitutas. Lord Ramsgate era muy
aficionado a su muy pulida caña de caoba. Y no vio ninguna razón para prescindir
de ella cuando sus hijos lo disgustaban.
—Te odio.
—Lo sé.
—Me voy.
—No, no te vas.
—Discul…
—No quería tener que hacer esto —dijo su padre, casi disculpándose.
Casi.
C
uando Hugh abrió los ojos, estaba en una cama. Y su pierna le dolía
como el demonio.
—Voy a matarte —gruñó Hugh. Se retorció contra sus ataduras hasta que
vio a su padre sentado en una silla en un rincón, mirándolo por encima de un
periódico.
Hugh dio un tirón otra vez. Y otra vez, pero todo lo que obtuvo por su
310
trabajo fue una muñeca dañada y un serio caso de vértigo. Cerró los ojos por un
momento, tratando de recuperar su equilibrio.
Página
—¿Qué demonios es esto?
—Me temo que estás tardando demasiado tiempo con la encantadora Lady
Sarah. Quién sabe cuándo encontraremos a la próxima mujer dispuesta a pasar por
alto —la cara de Lord Ramsgate se arrugó con disgusto—, a ti.
—He conocido a Lady Sarah —en esta encarnación, por lo menos, añadió
para sí—, durante apenas dos semanas.
—¿Eso es todo? Se siente como un poco más largo. Pero parecen años y
todo eso, supongo.
—Yo esperaba que estuvieras más adelantado con tu cortejo a estas alturas
—dijo Lord Ramsgate, haciendo una pausa para pasar una página de su periódico—.
¿Cuándo empezó todo, de nuevo? Oh, sí, aquella noche en Fensmore. Con Lady
Danbury. Dios, ella es un viejo murciélago.
—¿Quién?
—Debo volver a Whipple Hill —dijo Hugh con una voz tan razonable
como pudo reunir.
—¿En serio? —El marqués sonrió con suavidad—. Porque he oído que te
ibas.
—¿Qué dijiste?
Su padre se secó las manos con una precisión meticulosa, luego sacó su reloj
de bolsillo y lo abrió.
—¿Por qué diablos estás tan seguro de que vendrá aquí? —gruñó Hugh.
Pero sonaba desesperado Podía oírlo en su propia voz, y eso lo aterraba.
Hugh cerró los ojos y gimió. ¿Cómo demonios había dejado que su padre
tuviera lo mejor de él?
Hugh parpadeó contra los puntos que aún nadaban delante de sus ojos.
Ingenioso no era la palabra que él habría elegido.
—Por supuesto que lo hará —dijo Lord Ramsgate—. Ella te ama, aunque
solo Dios sabe por qué.
—Te das cuenta de que hay un sinnúmero de razones por las que esto no
va a funcionar —dijo Hugh, tratando de sonar razonable.
Su padre lo miró.
—Tú lo hiciste.
—No me dejaste mucha elección —dijo Hugh con voz tensa—. Y además,
Lady Sarah no tiene ninguna razón para preocuparse por mi llegada aquí para verte.
profunda es la enemistad.
Página
—¿Cuál es?
—Estás loco —susurró Hugh, pero para su horror, sintió algo agitándose
en su espina dorsal. La idea de Sarah, inclinada sobre él, arrastrándose sobre él para
alcanzar el nudo alrededor del poste de la cama...
—Los tendré a los dos encerrados a cal y canto aquí por lo menos una hora
—continuó su padre—. Ella va a estar comprometida por completo hagan el acto
o no. —Lord Ramsgate se inclinó y miró de reojo—. Todo estará bien. Tú
conseguirás lo que quieres, y yo conseguiré lo que quiero.
Lord Ramsgate arqueó una ceja, y luego inclinó la cabeza hacia un lado,
Página
Hugh tiró con furia contra sus ataduras. Deseaba a Sarah Pleinsworth;
querido Señor, la deseaba con todo su ser. Quería estar con ella ante Dios y los
hombres, deslizar un anillo en su dedo, y prometer su eterna devoción. Quería
llevarla a la cama y mostrarle con su cuerpo todo lo que había en su corazón, y
quería amarla mientras ella engordaba con su bebé.
Pero él no quería robarle estas cosas. Ella tenía que quererlas también.
—No la toques —gruñó Hugh—. Por Dios, si le pones una mano encima...
—No hagas esto —dijo Hugh, su voz ahogada antes de que pudiera añadir,
por favor. No quería rogar. No pensaba que su estómago pudiera soportarlo, pero
en esto, por Sarah, lo haría. No tenía deseos de casarse con él; eso estaba claro,
después de todo lo que había ocurrido con Daniel esa mañana más temprano. Si
ella entraba en la habitación, Lord Ramsgate la encerraría y sellaría su destino.
Hugh ganaría la mano de la mujer que amaba, pero ¿a qué costo?
Pero Lord Ramsgate simplemente se frotó las manos con regocijo y caminó
Página
hacia la puerta.
—¿Quién está ahí? —llamó.
Hugh cerró los ojos con angustia. Esto iba a suceder. No podría evitarlo.
—Estoy aquí para ver a Lord Hugh —dijo Sarah en la voz más fría que
había oído nunca—. Su hijo.
Hugh se revolvió contra sus ataduras. Sabía que no iba a liberarse, pero no
podía quedarse allí como un bulto ensangrentado.
—Oh Dios mío, ¿qué ha hecho con él? —gritó Sarah, y pasó junto a Lord
Ramsgate con la fuerza suficiente para derribarlo contra el marco de la puerta.
Estaba empapada, con el cabello pegado a la cara, el dobladillo de su vestido
embarrado y desgarrado.
—Solo preparándolo para usted, mi querida niña —dijo Lord Ramsgate con
una carcajada. Y entonces, antes de que Sara pudiera pronunciar una palabra, salió
de la habitación y cerró la puerta detrás de él.
—Hazlo.
Sus ojos se abrieron como platos, pero hizo lo que le pedía.
—Pero tú...
—Por supuesto.
—En cuanto a las ataduras —añadió Hugh con la voz llena de odio—, eran
para tu beneficio.
—Yo no era capaz de luchar —dijo Hugh, incapaz de alejar el odio hacia sí
mismo de su voz.
Sus labios formaron un susurro, pero si ella creó palabras reales o un simple
sonido, él no lo sabía.
Página
—No sé...
Hubiera sido una pregunta sensata si hubieran estado hablando de otro que
no fuera el padre de Hugh. Hugh cerró los ojos por un momento, completamente
mortificado por lo que se vio obligado a decir.
Ella se congeló, sus ojos sin dejar nunca el nudo que había estado tratando
de soltar tan diligentemente. Hugh sintió algo pesado y oscuro instalarse alrededor
de su corazón.
—No estoy segura de por qué —dijo finalmente. Su voz era lenta, y muy
cuidadosa, como si estuviera preocupada de que la palabra equivocada podría
desencadenar una avalancha de acontecimientos desagradables.
Y a pesar de todo lo que ella había aprendido sobre él esa mañana, Hugh tenía que
pensar que de las dos, él seguía siendo la mejor opción.
Página
Hugh tragó. Sus gustos nunca habían corrido hacia ese tipo de cosas, pero
ahora era imposible no pensar en todas las maneras en que uno podría verse
comprometido, mientras estaba atado a una cama.
Ella asintió.
Hugh gimió.
—Sé que dijiste que tu padre no le hará daño, pero... —Se volvió
Página
bruscamente, con los ojos encendidos con una idea—. ¿Serviría de algo si golpeara
en la puerta? Podría gritar para pedir ayuda. Si alguien llegara antes que Daniel...
Él negó con la cabeza.
—Precisamente.
Sarah levantó la vista. Sus ojos estaban fijos en la pared, y él pudo ver tres
cuartos del perfil de su rostro. Su expresión era dura e incómoda.
jodidamente duro por ella que había pensado que se avergonzaría a sí mismo.
Página
Y ahora aquí estaba, con cada uno de sus sueños siéndole entregados en
bandeja de plata, y en lo único que podía pensar era en que tenía que encontrar
una manera de evitarlo. Él no podría vivir consigo mismo si ella fuera obligada a
casarse, incluso si era su deseo más desesperado.
—Pero...
—No puedo sentir mis manos —dijo, agarrándose a la primera excusa que
se le ocurrió. No era ni remotamente cierto, pero su cuerpo estaba saltando a la
vida, y si no conseguía liberarse pronto, no habría manera de ocultar su deseo.
—Sin duda.
Página
Lamentó las palabras el momento en que las dijo. Los ojos de ella se
llenaron de compasión, y sintió la bilis subiendo por su garganta. No quería su
compasión, ni por su pierna, ni por su infancia, ni por cualquiera de las puñeteras
formas en que no podría tener la esperanza protegerla. Él solo quería ser un
hombre, y quería que ella lo supiera, lo sintiera. Quería cernirse sobre ella en la
cama, sin nada entre ellos salvo el calor, y quería que supiera que había sido
reclamada, que era suya, y que ningún otro hombre conocería nunca la cálida seda
de su piel.
—Creo que tengo este —dijo ella, tirando con fuerza de la cuerda—.
Espera, espera... ¡Ahí está!
S
arah apenas tuvo tiempo de alzar la mirada antes de que la puerta se
abriera y el aire fuera dividido por el sonido de la madera
rompiéndose y astillándose en torno a la inútil cerradura.
―¡Daniel! ―gritó ella, y por su vida, no sabía por qué parecía sorprendida.
―Qué demonios…
Sarah trató de saltar a la refriega, pero Hugh tiró de ella hacia atrás con la
mano que ella había liberado recientemente. Lo sacudió de un tirón y corrió hacia
su primo, solamente para ser derribada por el hombro de Lord Ramsgate cuando
Daniel se giró, tratando de quitárselo de su espalda.
―¡Sarah! ―gritó Hugh. Estaba tirando tan fuerte en sus ataduras restantes
que la cama empezó a rodarse.
Sarah se puso de pie, pero Hugh movió su brazo en un arco salvaje y agarró
un puñado de la falda empapada.
324
―Déjalo.
Sarah jadeó y dio otro tirón a la falda, pero Hugh la tenía en un agarre
sorprendentemente firme. Trató de retorcerse para salir de su agarre, y fue
entonces cuando vio la cara de Daniel volverse terriblemente violeta.
―¡Lo está ahogando! ―gritó ella, y Hugh debe haber alzado la mirada,
porque le soltó la falda tan abruptamente que Sarah patinó a través de la habitación,
apenas capaz de mantener el equilibrio.
―¡Oh, lo siento! ―gritó ella. Pero al menos había hecho tambalear la torre
humana. Lord Ramsgate se había visto obligado a dejar ir el cuello de Daniel
cuando ambos hombres cayeron al suelo.
―¿Dejó de pensar en eso? ―exigió Sarah. Debido a que ella estaba hasta
la coronilla de estos hombres―. ¿Lo hizo? ―gritó relativamente.
Él gruñó en respuesta.
Monté.
Página
Por supuesto, pensó Sarah. No sabía por qué no se le había ocurrido que
iba a insistir en montar para ir tras ella una vez descubrió que había partió sin ellos.
―Creo que me rompió la mano ―se quejó Lord Ramsgate.
Desde la cama, Hugh soltó una risa sofocada. Sarah le dirigió una mirada
disgustada. Esto no era gracioso. Nada de esto era gracioso. Y si no podía ver eso,
él no era el hombre que ella pensaba que era. El humor negro contaba solamente
cuando uno no estaba en la horca de verdad.
―¿Tienes un cuchillo?
―Oh. ―Daniel metió la mano en su bota y sacó una pequeña daga. Ella la
tomó con cierta sorpresa; no había pensado realmente que saborearía el éxito.
Sarah asintió. Por supuesto que lo habría hecho. Eso fue cuando Lord
Ramsgate había tenido asesinos entrenados cazándolo.
Él obedeció.
327
Sus labios se separaron, pero lo que ella iba a decir se evaporó cuando su
mente empezó a dar vueltas.
―Ahora resulta…
Página
―¿Usted quiere que me case con él? ―lo cortó Sarah en voz alta.
El rostro de Lord Ramsgate se puso rojo de rabia.
―Piensa que…
Debe de haber liberado sus pies, porque cuando habló, estaba mucho más
cerca de ella que de la cama. Se volvió para mirar; él estaba de pie a unos pocos
centímetros detrás de ella. Él dijo:
―Ni una palabra de ti, tampoco ―dijo ella con furia, girándose con el dedo
señalando airadamente. Él estaba de pie a pocos metros de distancia, su bastón
ligeramente sujeto en su mano―. Estoy harta de ti, y de ti y de él… ―Ella sacudió
la cabeza en dirección a Daniel, quien seguía sentado contra la pared, sujetándose
el muy rápidamente ennegrecido ojo―… tratando de resolver las cosas. Eres un
inútil, todos ustedes. Han pasado más de tres años, y la única forma en que has
logrado mantener la paz es mediante la amenaza de suicidarte. ―Se dio la vuelta
para enfrentar a Hugh, y sus ojos se estrecharon peligrosamente―. Lo cual no
harás.
Hugh la miró fijamente hasta que se dio cuenta de que tenía que hablar.
―Cállese ―le espetó―. Me han dicho, Lord Ramsgate, que usted está
deseoso de un heredero. O debería decir un heredero además de los dos que ya
tiene.
―Y, de hecho, está tan deseoso de este heredero que Lord Hugh fue capaz
de negociar por la seguridad de mi primo con su propia vida.
―En eso estamos de acuerdo ―dijo Sarah―, pero creo que se ha olvidado
de un detalle importante. Si, de hecho, lo único que le importa es la procreación,
la vida de Lord Hugh no vale nada sin la mía.
―Oh, así que ahora va a decirme que usted también va a amenazar con el
suicidio.
―Nada de eso ―dijo Sarah con un bufido burlón―. Pero piense por un
momento, Lord Ramsgate. La única manera que usted puede conseguir a su tan
preciado nieto es si su hijo y yo permanecemos en buen estado de salud y felicidad.
Y déjeme decirle, si usted me hace infeliz de cualquier manera, voy a prohibirle
mi cama.
Lord Ramsgate dejó escapar un suspiro furioso, y Sarah supo que lo había
Página
vencido.
―Si algún daño permanente siquiera llega a mi primo ―advirtió ella―, le
juro que lo perseguiré y destrozaré con mis propias manos.
―Estoy segura de que verá que es una solución más beneficiosa para todas
las partes involucradas. Usted conseguirá lo que quiere, un heredero eventual para
Ramsgate, y yo conseguiré lo que quiero: la paz para mi familia. Y Hugh… ―Sus
palabras llegaron a un abrupto fin cuando se vio obligada a bajar la bilis que
amenazaba su garganta―. Bueno, Hugh no tiene que suicidarse.
―Me dijo que iba a tratar de matarme y lo hizo ―dijo Daniel―. Tratar,
eso es.
―¿Esta es tu garantía?
―Valió la pena ―dijo Daniel, una de sus manos haciendo un sinuoso gesto
cerca de su cara. Su cabeza se inclinó hacia un lado mientras arqueaba una ceja
hacia Hugh―. Ella lo hizo ―dijo―. Lo que tú y yo nunca fuimos capaces de
manejar.
―Y todo lo que tenía que hacer era sacrificarse a sí misma ―dijo Lord
Ramsgate con una sonrisa melosa.
332
―¡Tú, Bastardo!
Sarah fue empujada hacia un lado cuando Hugh se lanzó hacia su padre.
Un puño se encontró con la carne en un crujido horrible.
―Me mataras ―dijo su padre con desdén. Señaló con la cabeza hacia la
333
pierna mala de Hugh―. Solamente sigue pensando que eres capaz, tú pequeño
Página
estúpido lisia…
Hugh se movió como un relámpago, su bastón en un arco delante de él
como una espada. Era maravilloso en movimiento, pensó Sarah. ¿Era así como
había sido… antes?
―Por favor ―dijo Hugh, en un tono que era más devastador para su
tranquilidad―. Di algo más. ―Él movió el bastón por la tráquea de Lord Ramsgate,
aliviando la presión sin perder el contacto―. ¿Cualquier cosa? ―murmuró.
Sarah miró la punta del bastón, todavía apretada contra la garganta de Lord
Ramsgate. Parecía presionar hacia adelante, y ella pensó: No, no lo haría. . . y luego,
rápido como el mercurio, el bastón se fue volando, abandonando el agarre de Hugh
por una fracción de segundo antes de que lo capturara de nuevo y se alejara. Él
estaba favoreciendo su pierna herida, pero había algo gallardo sobre su paso
desigual, algo casi grácil.
regresara.
Página
―¿Sarah?
Vagamente, registró la voz de Hugh. Pero ella no podía apartar los ojos de
la puerta, y estaba temblando. . . sus manos temblaban, y tal vez todo su cuerpo
estaba temblando.
―Permíteme ayudarte.
Whipple Hill
L
a mano de Hugh se cernió en el aire durante un largo rato antes de
conectar con la puerta en un golpe nítido. No estaba seguro de qué
tipo de reorganización aleatoria había tenido lugar entre los
invitados, pero Sarah había sido trasladada a una habitación propia a su regreso a
Whipple Hill. Honoria, quien había llegado a White Hart con Marcus poco después
de que Lord Ramsgate se había marchado, había establecido al respecto que Sarah
se había vuelto a lesionar el tobillo y necesitaba descansar. Si alguien estaba curioso
en cuanto al por qué no podía hacerlo en la habitación que había estado
compartiendo con Harriet, no habían dicho nada. Probablemente nadie ni siquiera
se había dado cuenta.
―¡Entre! ―Esa era la voz de Honoria. Esta no era una sorpresa; ella no
había abandonado el lado de Sarah desde que habían regresado.
podía mirar a Sarah, quien estaba sentada en la cama, una montaña de almohadas
en su espalda. Llevaba el mismo camisón blanco que… querido Dios, ¿podría haber
sido justo la noche anterior?
―Yo sé mejor que nadie que eso no significa que él debería estar en tu
dormitorio.
―Ha sido un día muy extraño ―dijo Sarah en voz baja―. Este
difícilmente sería el momento más escandaloso del mismo.
Sonaba exhausta. Hugh la había sostenido en sus brazos todo el viaje a casa,
hasta que sus sollozos habían dado paso a un silencio desgarrador. Cuando él la
había mirado a los ojos, estos habían estado en blanco.
Pero parecía más como ella misma ahora. Si no mejor, entonces al menos
repuesta.
―Pero…
―¿Qué es lo peor que podría pasar? ―preguntó Sarah con una expresión
de incredulidad―. ¿Podríamos vernos obligados a casarnos? Eso ya ha sido
arreglado.
―Ese no es el punto.
―Yo no creo que esa sea exactamente la palabra que cruzó los labios de mi
madre cuando estuvo aquí antes.
―Daniel nos dijo que ha tomado una siesta, también ―dijo Honoria con
una gentil sonrisa.
Hugh asintió levemente. O tal vez fue una sacudida. O poner los ojos en
blanco. Él estaba tan del revés que ni siquiera podía estar seguro. Había querido
permanecer con Sarah cuando habían logrado volver a Whipple Hill, pero ni
siquiera él sabía que tal libertad no sería tolerada por sus primos. Y más al punto,
había estado tan agotado por sí mismo que todo lo que pudo haber sido capaz de
hacer fue subir las escaleras y meterse en su propia cama.
338
no sé lo que dijo, pero él siempre ha sido bueno en excusas creíbles para ese tipo
de cosas.
―¿Y su ojo? ―preguntó Hugh.
―Me dijo que tenía un ojo morado cuando conoció a Anne, así que, era
lógico que tuviera uno cuando se casara con ella.
Hugh parpadeó.
―Puedo decir honestamente que no tengo ni idea ―dijo Honoria con una
remilgada voz.
―¿Disculpe?
―Tranquilo.
―Será mejor que cierres la puerta ―dijo Sarah―. Después de todo eso.
―En efecto.
que pudiera haberse formado allí. ¿Cómo podía ella no haber entendido a qué se
Página
refería? Seguramente ella no era tan inocente. Había llevado una vida protegida,
pero tenía que saber lo que pasaba entre un hombre y una mujer.
―A veces… ―comenzó lentamente, ya que esta no era una conversación
que alguna vez hubiera esperado―,…un hombre puede…
―Por favor ―lo cortó―, sé que los hombres lastiman a las mujeres; lo
hacen cada día.
―No estabas hablando en general ―dijo ella―. Puedes haber pensado que
así era, pero no lo era. ¿De quién estabas hablando?
Hugh se quedó muy quieto, y cuando por fin habló, él no miró a Sarah.
―Lo lamento ―dijo Sarah otra vez, pero había algo en su expresión
cautelosa, y después de un momento, ella miró hacia otro lado.
vacilaban por su garganta mientras tragaba. Él nunca la había visto tan incómoda,
tan cohibida.
Página
―Sarah, yo… ―dijo con brusquedad. ¿Y qué? ¿Qué? ¿Por qué no podía
terminar una maldita frase?
Ella negó con la cabeza, el movimiento tan pequeño que casi se lo perdió.
para mirarla.
Página
―¿Y tú?
―Lo hice. Estaba alterada. No, estaba derrotada. ―Ella trató de sonreír, y
él pudo ver que estaba avergonzada.
―Es comprensible.
―Lo sé.
―Yo…
―No puedes compararlos a los dos. Yo causé todo este condenado caos.
Me corresponde a mí arreglarlo.
―¡No! Por el amor de… ―Él se pasó la mano por el cabello―. No pongas
palabras en mi boca.
―No deberías haber ido a White Hart ―dijo en voz muy baja.
―¡Aparentemente tú tampoco!
―Dios mío mujer, ¿has de ser tan obstinada? ¿No lo entiendes? ¡Yo no
puedo protegerte!
Sus dientes estaban apretados con tanta fuerza que su barbilla temblaba.
344
―¿Sabes que ―dijo ella entre dientes―, desde esta tarde, nadie; ni tú, ni
Página
―No, no lo digas ahora ―le dijo con brusquedad―. ¿Crees que pueda
posiblemente creerte? Fui a la posada porque estaba muy asustada, porque tú y
Daniel habían pintado una imagen de un loco, y lo único en lo que podía pensar
era en que él iba a hacerte daño…
―Pero…
―No digas que él nunca te lastimaría. Ese hombre está loco de atar. Él
cortaría tu brazo, siempre y cuando se asegure que aún puedas engendrar hijos.
Hugh se puso pálido. Él sabía que era cierto, pero odiaba que ella incluso
tuviera que pensar en eso.
―Sarah, yo…
―No. ―Ella señaló con su dedo índice hacia él―. Este es mi turno. Estoy
hablando. Tú vas a estar callado.
―Perdóname ―dijo, tan suavemente las palabras que no eran más que un
susurro en los labios.
Las lágrimas corrían libremente por sus mejillas, y tomó toda la fuerza de
Hugh no inclinarse hacia adelante y apartarlas de un beso. Quería pedirle que no
llorara, pedir disculpas por este momento y por el futuro, porque sabía que iba a
suceder de nuevo. Podía dedicar su vida a una de sus sonrisas, pero en algún
momento iba a fallar, y la haría llorar de nuevo, y eso lo destrozaría.
―Sarah…
Y que él no se la merecía.
Ella había llegado y salvado el día; había sangrientamente hecho muy bien
lo que él y Daniel no habían logrado en casi cuatro años, y lo había hecho mientras
Hugh había estado atado a una maldita cama. Tal vez no en el momento exacto de
su triunfo, pero si había sido liberado, fue solamente porque había sido ella la que
lo hizo.
Ella lo había salvado a él. Y si bien entendía que las circunstancias de esta
situación en particular eran únicas, lo desgarraba que él nunca sería capaz de
protegerla como un esposo estaba destinado a proteger a su esposa.
Alguien completo.
suicidio para conseguir que dejara en paz a Daniel. Pero Sarah era la que estaba
pagando el precio. Y Hugh, incluso si él fuera ese hombre que se precie, no podía
Página
cinco minutos antes, había estado llorando y él había estado calmándola, y ahora
estaba lúcida, mirándolo con tanta paz y sabiduría que casi podía creer que su
futuro era brillante y sin complicaciones.
―Gracias ―dijo él. Ella inclinó la cabeza hacia un lado―. Por hoy. Por
mucho más que hoy, pero por ahora me quedaré con el ahora.
―Te amo ―dijo, las palabras rodaron de sus labios. No estaba seguro de
que él quería decirlas, pero ahora no podía parar―. No te merezco, pero te amo, y
sé que nunca pensaste casarte con alguien en esas circunstancias, pero prometo que
dedicaré el resto de mi vida inclinado a tu felicidad. ―Llevó sus manos hasta sus
labios y las besó con fervor, casi deshecho por la fuerza de sus emociones―. Sarah
Pleinsworth ―dijo―, ¿te casarías conmigo?
―Nosotros ya…
Él la besó. Llegó sin pensar, este impulso, esta hambre. Su mano se hundió
Página
Ella se echó a reír, un sonido maravilloso y gutural que, sin embargo, logró
sobresaltarlo en un momento tan acalorado.
―Se deshace tan fácilmente ―dijo con una sonrisa indefensa―. No podía
dejar de compararlo con los nudos de tu padre esta mañana. ¡Y también estamos
en la cama!
No pudo evitar sonreír, a pesar de que la cama era el último lugar en que
alguna vez quiso pensar en su padre.
―Precisamente.
―Creo… ¡Oh!
Página
―¿De verdad?
―¿Sarah? ―murmuró.
―¿Sí?
―¡Hugh!
su pulgar encontró su punto más sensible, una ligera presión sobre el nudo antes
de iniciar una lenta espiral de presión.
―Qué es esto… no hice…
―Relájate ―murmuró.
―Imposible.
Sarah.
Su Sarah.
―Tu prima estará de regreso pronto ―dijo una vez que su respiración
había vuelto a la normalidad.
―Oh, ¿Hugh?
―¿Sí, mi amor?
L
a casa estaba muy tranquila mientras Sarah caminaba de puntillas
or los oscuros pasillos. No había crecido en Whipple Hill, pero si
contaba todas sus visitas juntas, estaba segura de que llegaría a más
de un año.
Nunca podrías conocer una casa como aquellas por las que deambulaste
cuando eras un niño. Las escondidas habían asegurado que conociera cada puerta
de comunicación y cada escalera trasera. Pero más importante, significaba que
cuando alguien había mencionado unos días atrás que a Lord Hugh Prentice le
había sido asignado el dormitorio verde del ala norte, ella sabía exactamente lo que
eso significaba.
Cuando Hugh había dejado su habitación esa noche, apenas cinco minutos
Página
antes de que Honoria hubiera regresado, Sarah había pensado que caería en un
perezoso y lujoso sueño. No estaba segura de entender exactamente qué le había
hecho a su cuerpo, pero había encontrado casi imposible levantar ni un dedo por
algún tiempo luego de que se fuera. Se sentía tan… saciada.
Esto debería haberla frustrado, ya que no era alguien que la llevara bien
cuando estaba demasiado cansada, y no quería estar de malhumor en el desayuno.
Pero en cambio, en todo lo que podía pensar era que ese período extra de vigilia
era un regalo, o al menos debería considerarlo como tal.
Estaba extendido más hacia el lado derecho del colchón, así que caminó
hacia la izquierda, tomó un pequeño aliento de coraje, y se subió. Despacio,
cuidadosamente, avanzó hacia él hasta que estuvo lo suficientemente cerca para
sentir el calor que desprendía su cuerpo. Se acercó aún más, colocando suavemente
su mano en su espalda, que estuvo encantada de descubrir desnuda…
354
—Buenas noches.
—No.
—Aparentemente.
Sus brazos la rodearon, y antes de que pudiera decir otra palabra, la había
tirado encima de él, con las manos ligeramente ahuecando su trasero a través de su
camisón
—Tan corto, de hecho, que… —Se quedó sin aliento; se las había arreglado
para conseguir que el camisón llegara a su cintura, y ahora su mano estaba
apretando su trasero de la manera más deliciosa.
—Solo que… quizás… —Trató de respirar, pero con todo lo que le estaba
haciendo, no estaba segura de recordar cómo—. No sería tan malo si hiciéramos
nuestros votos lo antes posible.
Ella sonrió.
—Eres terrible.
—No —dijo en voz baja—, pero bien podría serlo. Contigo, todo es nuevo.
—Y luego, mientras aún estaba conmocionada por la belleza de su declaración, la
besó profundamente.
—Te amo —dijo, sus palabras casi perdidas en su boca—. Te amo tanto.
satisfacción.
—¿Por qué lo siento… en todas partes?
—En todas partes —dijo sin aliento—, pero ahí más que nada.
—No puedo estar seguro —dijo con tono burlón—. Deberíamos investigar
el asunto, ¿no te parece?
—Sarah —dijo con voz ronca—, eso podría no ser una buena idea.
—Por favor.
—Yo… creo que sí —le susurró. Sabía que quería algo. Cuando había
presionado sus dedos dentro de ella más temprano, había sido la sensación más
increíblemente íntima, pero su miembro era mucho más largo.
—Dios mío, estás tan mojada —gimió, y luego apartó la mano, apoyándose
sobre ella—. Trataré de ser suave —prometió, y luego su virilidad estaba de nuevo,
empujando hacia delante lentamente.
Asintió.
—No mientas.
Comenzó a retirarse.
—Pero tú…
Hundió una de sus manos en su cabello, atrayendo sus labios a los de ella,
murmurando:
—Lo serás.
360
—Te amo —le dijo ella antes de que pudiera preguntarle si se encontraba
bien. No quería más preguntas, solo pasión. Él comenzó a moverse de nuevo, y
cayeron en un ritmo que los llevó al borde de su precipicio.
Hugh se despertó primero, y una vez que se aseguró que aún estaban a
varias horas de la madrugada, se permitió el sencillo lujo de recostarse sobre su
lado y mirar a Sarah mientras dormía. Luego de varios minutos, sin embargo, ya
no podía ignorar los calambres en su pierna. Había pasado bastante tiempo desde
que había usado sus músculos de tal manera, pero mientras que los esfuerzos eran
una delicia, las secuelas no.
—Pero… —bostezó.
—No es nada.
—Solo un poco —mintió—. Pero está mucho mejor ahora. —Lo que no
era una mentira. Se estaba sintiendo casi lo suficientemente bien como para
considerar la posibilidad de ejercitarse exactamente de la misma manera que lo
había metido en esa situación.
Sus labios se separaron, pero las palabras no salieron. Sus manos estaban
cubriendo sus peores cicatrices, y parecían no poder levantarse de su pierna. Estaba
362
oscuro, y sabía que ella no podría ver los pellizcos, al menos no muy bien.
Página
Pero eran feos. Y eran un feo recordatorio del error más egoísta de su vida.
—Dime qué hacer —le dijo, colocando sus manos cerca de las suyas.
—¿Está bien?
—Así.
Se mordió el labio inferior entre sus dientes e intentó de nuevo, esta vez
llegando a ese horrible lugar profundo en lo que quedaba de su músculo. Gimió, y
ella aflojó de inmediato.
—¿Hice…?
—De acuerdo. —Le dio una mirada vacilante y volvió al trabajo, haciendo
una pausa cada pocos segundos para estirar sus dedos.
—Oh, Dios mío —se quejó, cayendo hacia atrás contra las almohadas. ¿Por
qué se sentía mucho mejor cuando lo hacía alguien más?
Se rio y le dio vuelta ella misma, alejándolo de ella para que su pierna
herida estuviera encima.
—Deberías estirarla —dijo, y sostuvo su rodilla en su lugar mientras
doblaba su pierna, llevando su tobillo a sus nalgas.
Asintió, temblando por el dolor. Pero era… Bueno, tal vez no un buen
dolor, pero uno con utilidad. Podía sentir algo aflojándose en su carne, y cuando
yació de nuevo en su espalda y ella masajeó suavemente el músculo dolorido, casi
se sintió como si algo enojado lo abandonara, pasando a través de su piel y
levantándose de su alma. Su pierna latía, pero su corazón se sentía más ligero, y
por primera vez en años, el mundo parecía estar lleno de posibilidades.
—Te amo —dijo. Y pensó para sí, Esto hace cinco. Cinco veces lo había
dicho. No era lo suficiente.
Seis.
—Te amo.
Siete.
Le tocó la nariz.
—Te amo.
—¿Qué?
—Eso hace ocho veces que lo he dicho. Te amo.
—¿Estás contando?
—Lo has dicho diez veces —le dijo, acercándose para un suave y lento
beso—. Pero lo que quiero saber es, ¿cuántas veces lo has pensado?
Pleinsworth House
Londres
La siguiente primavera
M
atrimonio o muerte: las únicas dos maneras de evitar el
reclutamiento al Cuarteto Smythe-Smith. O quizás más
precisamente: las únicas dos maneras de liberarse a sí mismo
de sus garras.
Lo cual era el por qué nadie podía entender (excepto Iris, pero más tarde)
cómo llegó a pasar que en tres horas el Cuarteto Smythe-Smith tomaría el
“escenario” para su velada musical anual, y Lady Sarah Prentice, recientemente
casada y muy viva, iba a tener que sentarse en el pianoforte, apretar sus dientes, y
tocar.
Si la ironía tuviera una forma corporal, por supuesto. La cual no tenía, para
366
Iris alzó una ceja como diciendo, ¿Realmente piensas que me levantaría de
esta silla para ayudarte, mi excesivamente molesta hermana pequeña, hoy de entre
todos los días?
Y sí, Iris sabía cómo decir todo eso con un movimiento de su ceja. Era un
talento extraordinario, realmente.
—Todo lo que hice —Daisy hizo un puchero—, fue decir que ella podría
tener una actitud ligeramente mejor. Quiero decir, en serio.
—En retrospectiva —dijo Iris con una voz muy seca—, esa quizás no haya
sido la mejor elección de palabras.
Sarah le dio a Daisy una mirada final antes de regresar el arco de Harriet.
—No voy a hacer esto otra vez —advirtió—. No me importa si tienen que
reducirse a un trío. La única razón por la que estoy tocando este año es…
—Lo hago. Lo siento por ti, y por ti —ella asintió hacia Daisy—, y
probablemente también por ti, también, Harriet.
—Soy su hermana mayor. Estoy segura que le debo una disculpa por algo.
Y si todas ustedes me disculpan, me estoy yendo con Hugh.
—Solamente a Daisy.
—Realmente eres una buena persona —dijo—. No tenías que tocar este
año.
—No, creo que tenía. —Nunca lo admitiría en voz alta, pero cuando se dio
cuenta que era la única persona capaz de salvar la velada musical anual… Bueno,
no podía dejarla morir—. La tradición es importante —dijo, apenas capaz de creer
las palabras que estaban saliendo de su boca. Pero ella había cambiado desde que
se había enamorado. Y además…
—¿Sarah?
Ella asintió.
—¿Un bebé?
Asintió de nuevo.
—¿Cuándo?
3
Ta-ta: Es una forma de decir adiós, sobre todo a alguien que te cae mal.
—No deberías de estar tan sorprendido —le tomó el pelo—. Después de
todo…
—Dos mil.
—¿Eso es todo?
370
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ir Richard Kenworthy tiene menos de un mes para encontrar esposa.
Él sabe que no puede ser demasiado exigente, pero cuando ve a Iris
Smythe-Smith oculta detrás de su violonchelo en las infames veladas
musicales de su familia, piensa que podría haber encontrado oro. Ella es el tipo de
chica que no notas hasta la segunda, o tercera, mirada; pero hay algo en ella, algo
ardiendo a fuego lento bajo la superficie, y él sabe que ella es la elegida.
Serie Bevelstoke.
Serie Blydon.
Serie Lyndon.
Serie Los Bridgerton.
Serie Wyndham.
Serie Smythe-Smith Quartet.
Traducción:
Apolineah17 karliie_j Mari NC
Recopilación:
Itorres
Lizzie Wasserstein
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