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“Cuando tienes compromisos con medio mundo —la escuela, el trabajo, los
amigos o la familia—, a veces se te olvida la persona más importante: Dios.”
1) identificar los obstáculos que te dificultan orar como si fueran una cerradura, 2) proponerte un
objetivo y
En primer lugar, identifiquemos la “cerradura”. Para ello, anota lo que te dificulta hablar con Dios.
La oración es como una puerta que puedes abrir cuando quieras. Sin embargo, muchos jóvenes
admiten que no la abren con la regularidad o con la confianza suficientes. Si ese es tu caso, no te
desanimes. Ya has identificado los obstáculos y te has propuesto un objetivo. Ahora solo
necesitas una llave que abra esa puerta. Veamos ciertos obstáculos que pudieran presentarse y
algunos consejos para superarlos.
La cerradura: OCUPACIONES.
“A veces tengo tanto que hacer, que me olvido de orar.”
La llave: “Vigilen cuidadosamente que su manera de andar no sea como imprudentes, sino como
sabios, comprándose todo el tiempo oportuno que queda, porque los días son inicuos” (Efesios
5:15, 16).
Consejos: Fija de antemano un momento del día para orar. Es más, ¿qué tal si escribes un
recordatorio como cuando tienes una cita?
Consejos: Si tu mente divaga con facilidad, procura hacer oraciones más breves. Con el tiempo
mejorarás tu capacidad de concentración. También te ayudará orar sobre asuntos que de veras te
interesen.
La cerradura: MONOTONÍA.
“Me he dado cuenta de que siempre repito lo mismo en mis oraciones.
Consejos: Si crees que tus oraciones son rutinarias, escribe cada día algo que consideres una
bendición en tu vida y dale gracias a Dios. Al cabo de una semana le habrás mencionado siete
nuevos asuntos. Cuéntale también tus experiencias cotidianas.
La cerradura: DUDAS.
“Una vez tuve un problema en la escuela y pedí ayuda en oración, pero nunca se solucionó.
Al contrario, me llovieron las dificultades. Por eso pensé que si de todos modos Dios no me
escuchaba, no tenía caso seguir orando.”
La llave: “Junto con la tentación también [Dios] dispondrá la salida para que puedan aguantarla”
(1 Corintios 10:13).
Consejos: Sin lugar a dudas, Dios es el “Oidor de la oración” (Salmo 65:2). Así que, después de
orar sobre un asunto, procura ver el cuadro completo. En vez de esperar una respuesta en
particular, piensa si ya la has recibido de otra manera. El hecho de que afrontes la situación como
todo un cristiano demuestra que Dios ya te ha contestado: no te ha quitado el problema, pero te
ha dado fuerzas para sobrellevarlo (Filipenses 4:13).
La cerradura: VERGÜENZA.
“Me abochorna tan solo pensar en lo que dirían mis compañeros si me vieran orando a la hora del
almuerzo.”
Consejos: Es cierto que pudiéramos dar una buena impresión a quienes nos vean orar
discretamente, pero no hay porqué ofrecer un espectáculo. Por ejemplo, Nehemías, un fiel siervo
de Dios, hizo una oración breve y silenciosa delante del rey Artajerjes, y al parecer el rey ni se dio
cuenta (Nehemías 2:1-5). A veces, tú también podrías orar en público sin que nadie lo note
(Filipenses 4:5).
La llave: “Ech[e]n sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes” (1 Pedro 5:7).
Consejos: Como parte de tu estudio personal, busca información sobre Lucas 12:6, 7; Juan
6:44; Hebreos 4:16; 6:10 y 2 Pedro 3:9. Estos versículos te ayudarán a ver que
Jehová quiere escucharte y que no tienes que ser un santo para merecer su atención. El salmista
David, quien pasó muchas angustias, declaró convencido que “Jehová está cerca de los que
están quebrantados de corazón; y salva a los que están aplastados en espíritu” (Salmo 34:18).*
El hecho de que Dios mismo escuche tus oraciones demuestra que sí le importas.