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Quizá en todo el Apocalipsis, las trompetas son lo que más han asustado y
despistado a los lectores. ¿Cómo puede un Dios de amor enviar tales azotes sobre el
universo y la humanidad? En realidad las seis primeras trompetas (junto con las siete
copas, que son igualmente espantosas pero un poco menos detalladas y dramáticas)
proyectan toda una película de terror digno de Alfred Hitchcock:
¡No es recomendable leer estos capítulos justo antes de dormirse, a menos que a uno
le gustan las pesadillas! Para algunos, no sin razones justificadas, éste y otros
pasajes parecidos provocan serios problemas de fe. Además del problema menor
(común también al sexto sello) de cómo entender tales fenómenos y cómo creer
cosas tan fantasmagóricas, surgen aquí peores problemas teológicos y éticos.
¿Cómo puede Dios destruir su propia creación en forma tan aparentemente anti-
ecológica? ¿No sería terrorista un Dios que enviara tales catástrofes sobre seres
humanos?
B) Como señalamos antes bajo la exposición del sexto sello (6:12), casi todos los
detalles de estas descripciones eran ya muy familiares entre los judíos. Una vasta
literatura de descripciones similares componía todo un género literario bien conocido,
derivado en primer lugar de las teofanías*, especialmente del éxodo y del Sinaí. En
esa medida, los detalles mismos no constituyen una revelación nueva, directa y
explícita, por medio de Juan. La revelación específica viene, más bien, en la forma en
que Juan escoge, organiza y sobre todo reinterpreta todos estos recursos simbólicos.
D) Aunque los azotes que traen estas trompetas son espantosos, un aspecto
importante de su significado es que siguen siendo parciales. Esto parece tener la
finalidad de dejarles a los impíos nuevos espacios para el arrepentimiento. La
amonestación de Dios, como toda su enseñanza, es progresiva; si los pecadores no
responden, Dios “levanta el tono”, como cuando uno tiene que corregir a un niño. Dios
primero susurra suave, despues sube el volumen un poco, y al final hasta “grita” para
que le hagamos caso. Esto parece ser el sentido más natural del repetido refrán, “Y
sin embargo, no se arrepintieron” (9:20-21; 16:9,11), es que debían haberlo hecho
pero, como faraón, endurecieron sus corazones. Según Wilcock (1976:95), en las
trompetas Dios está ofreciendo su misericordia al pecador. Así las trompetas revelan
la ira de Dios (6:16) pero también su paciencia y compasión.
Aun más enfáticamente, Sabiduría 10-16, en una larga relectura del éxodo, insiste
repetidas veces en que Dios amaba también a los egipcios y cananeos y con las
plagas, en su desarrollo gradual, los llamaba al arrepentimiento (Sab 11:23-26; 12:2,
9-10, 19-20-21, 26-27). Al ver que el castigo de ellos era bendición para los israelitas,
los egipcios reconocieron al Señor y admiraron al pueblo que antes despreciaron con
escarnio (11:13-14). Para este autor, el propósito de Dios en tocar a Egipto y Canaán
por una serie de castigos progresivamente severos era precisamente llamarlos al
arrepentimiento:
Mas tu con todas las cosas eres indulgente, porque son tuyas, Señor que amas la
vida... Por eso mismo gradualmente castigas a los que caen, les amonestas
recordándoles en qué pecan para que, apartándose del mal, creen en tí, Señor (11:26
-- 12:2; cf. 12:26-27 BJ).
E) Es necesario aclarar, también, que estos azotes son “la ira de Dios y del Cordero”
(6:16-17) y como tal van contra los impíos y no contra los fieles. En los relatos del
éxodo, prototipo para las trompetas y las copas, se repite frecuentemente que las
plagas no tocaban a los israelitas (Ex 8:22-23; 9:4, 6, 26; 10:23; 11:6-7). Filón (VitMos
1.26) insiste en que
..ni uno solo [de las plagas] tocó a los hebreos, aunque moraban en las mismas
ciudades y aldeas , y aun casas, que los egipcios...Y lo más extraordinario y casi
increíble es que por el mismísimo evento, ocurriendo en el mismo lugar y a un mismo
tiempo, un pueblo fue destruido y otro pueblo fue preservado. El río se cambió en
sangre, pero no para los hebreos, pues cuando ellos fueron a sacar agua del río, ésa
pasó por otra transformación que la hizo de nuevo potable.
Ranas subieron del agua a la tierra y llenaron los mercados, los establos y las casas,
pero se retiraron ante los hebreos, como si hubieran podido distinguir entre las dos
naciones...Ni piojos ni moscas, ni langostas, que tanto dañaron las plantas, las frutas,
los animales y las personas, nunca dcscendieron sobre los hebreos...Cuando aquella
densa oscuridad descendió sobre los demás, los hebreos vivían en plena luz del día.
Cuando de los egipcios murieron todos los primogénitos, no murió ni uno de los
hebreos...Cualquier observador hubiera pensado que los hebreos estaban presentes
como espectadores de las miserias que las demás naciones sufrían.
Nuevamente el libro de Sabiduría nos ayuda a entender esta perspectiva. “Lo mismo
que fue para sus enemigos un castigo, fue para elllos [Israel] en su apuro un
benefiicio” (11:5-7, cf. 11:13). Para los egipcios el “río enturbiado por una mezcla de
sangre y barro” fue castigo por el sangriento infanticido que habían cometido, pero
Dios dio agua abundante a Israel en el desierto. Comentando a Exodo 9:24 (cf. Ap.
8:7) dice:
lo más extrano era que con el agua, que todo lo apaga, el fuego cobraba una
violencia mayor. El universo, en efecto, combate en favor de los justos. Las llamas
unas veces se amansaban para no consumir a los animales enviados contra los
impíos (16:17-18) ... Destruiste la tierra de un pueblo inicuo. A tu pueblo, por el
contrario, le alimentaste con manjar de ángeles (16:19-20, cf. 22-23)...
Ocurre un fenómeno similar con las trompetas y copas del Apocalipsis. A las
langostas de la quinta trompeta “se les ordenó que no dañaran la hierba...sino sólo a
las personas que no llevaran en la frente el sello de Dios” (9:4), y la primera copa tocó
“a toda la gente que tenían la marca de la bestia”(16:2). Eso era de esperarse, tanto
por el paralelo de las trompetas y las copas con el éxodo, y también por la visión de
sellamiento de los fieles contra los vientos de ira (7:1-8). Farrer (1964:114) muestra
también el paralelo con Ezequiel: en la misma secuencia del Apocalipsis, los fieles
son sellados (Ez 9:4,6), brazas ardientes son tiradas del cielo (Ez 10:2; Ap 8:5) y el
sello protege al pueblo de los juicios divinos sobre su ciudad (Ez 9:6).
Es importante distinguir dos vetas de conflicto o calamidades que corren por esta
parte central del Apocalipsis. La primera es la ira justiciera de Dios (6:16-17),
simbolizado especialmente por las trompetas y las copas. Esto va específicamente
contra los impíos, castigando su rebeldía y llamándolos al arrepentimiento. Por otra
parte está la furia del dragón (12:12) y su aliado la bestia (13:6-7) en su embestida
contra los santos, que no aceptan la marca de la bestia y no la adoran. Lógica y
necesariamente, ese odio se dirige contra los que siguen al Cordero en vez de la
bestia.
La noche oscura, el día y el sol, las estrellas y la luna, el mar de peces poblado, la
tierra, los ríos, la boca de las fuentes eternas son creaciones suyas para la vida; y
también las lluvias, que engendran el fruto de la tierra, los árboles y la viña, así como
el olivo (OrSib 4:13-17).
Pero es más. En contraste con nuestra idea moderna de las leyes de la naturaleza,
los hebreos lo concebían como el pacto fiel de Dios con su creación. Después del
diluvio, Dios confirmó su pacto de fidelidad con “todo ser viviente” y con la tierra (Gn
9:9-13; Is 54:9-10, “mi pacto de paz” con la creación). Las “leyes delante de mí” de
Jeremías 31:35-36 son precisamente “”mi pacto con el día y mi pacto con la noche”
(Jer 33:20,25; cf. Sal 74:16; 89:35-37; 148:3-6) y eso está coordinado directamente
con “mi pacto con mi siervo David” (33:21,26; cf. 31:36; Sal 89:36-37).
Por eso, la creación es el buen don de gracia que Dios nos concede, bajo las
estipulaciones del pacto. Dios no nos debe el buen orden del universo, ni nosotros lo
merecemos. Cuando caemos en desobediencia en vez de agradecerle al Creador su
buena creación (Gn 1), Dios puede comenzar a privarnos poco a poco de las mismas
bendiciones de esa creación. Aun peor, cuando las criaturas comienzan a adorar a la
creación y no al Creador, entonces la creación se convierte en ídolo que Dios
comienza a quitar. Entonces, el aparentemente seguro “hogar” de los “habitantes de
la tierra” (6:10; 8:13) comienza a temblar. Ahora ellos no hallan seguridad ni en tierra,
ni cielo ni mar (Peterson 1988:98). Esos son los juicios que corresponden al mismo
pacto de la creación y en ese sentido debemos entender las trompetas y las copas
del Apocalipsis.
NOTAS:
) Este pasaje del comentario Apocalipsis: Tomo II (Bs.As: Kairós 2003), fue escrito
para ayudar al lector a entender mejor los pasajes chocantes del libro, especialmente
las trompetas y las copas de ira. Cf. Boring (1989:112-119), “Cómo interpretar las
imágenes violentas del Apocalipsis”.
) 1Co 1:23; Gal 5:11. Alberto Camus rechazó el cristianismo porque su “mito central”,
la cruz, era para él la injusticia más grande de la historia humana. Según George
Bernard Shaw, ningún caballero (ningún “gentleman” inglés) podría aprobar lo que
Dios hizo a su hijo. Recientemente, John Dominic Crossan ha calificado la crucifixión
de Cristo por voluntad del Padre como un caso de abuso de niños (“transcendental
child abuse”, The Birth of Christianity 1998, citado en Christian Century 6 de enero,
1999 p.22).
) Interesantemente, esto lo confirman filósofos como Platón, Kant, y en cierto sentido
Sartre. Ver Stam, fEscatología bíblica y misión de la iglesia (Guatemala: Semilla
2000).
) Sólo 9:6, curiosamente, utiliza el futuro (quizá por la alusión indirecta a Os 10:8). Por
otra parte, aunque la sépetima trompeta es futura y en algún sentido literal, no se
podría deducir eso del lenguaje del pasaje, que igual que las demás trompetas viene
en aoristo (del pasado, cuando Juan vio la visión). El uso de los tiempos verbales en
Juan es muy irregular; podría ser precisamente porque Juan quiere alertarnos a no
sacar demasiadas conculsions temporales de su lenguaje.
) Mounce (1998:178) observa con razon que tomar estas fracciones literalmente daría
resultados absurdos.
) Secundariamente, remiten también a la historia de Sodoma. Foulkes (1989:102)
señala además ciertos ecos de las endechas burlescas del AT (ver también Ap 18), y
Ap 8:7 alude al juicio contra Gog, Ez 38:22.
) Beale (1999:465-467; 483-6): argumenta tenazmente que el propósito principal de
las trompetas no es el arrpentimiento sino el castigo; al otro extremo, Bauckham
(1993A:238-281 “La conversión de las naciones”) afirma que las trompetas buscan y
logran el arrepentimiento de las naciones. Según Mounce (1998:176), la finalidad es
más un llamado al arrepentimiento que el castigo. También Wilcock (1976:95) y la
mayoría de comentaristas reconocen aquí un llamado divino al arrepentimiento. Cf.
Alegría (1995:231).
) Kiddle (1940:150) y otros señalan el paralelo con Rom 1:18-32: ante la rebeldía
creciente de los pecadores, Dios les entrega cada vez más a las consecuencias de su
propia impiedad.
) Sobre este tema la exposición de Beale (1999:483-486; 402-404) es especialmente
valiosa.
) Todas las citas rabínicas de este párrafo son de Beale (1999:483).
) A veces esto se describe como un des-hacer de la creación en orden inverso del
original. Esta de-creación a su vez prepara el camino para la nueva creación, bajo un
nuevo pacto (Contreras 1990:191; Ellul 1977:74; Beale 1999:486).