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APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

Directores:
Ismael Crespo Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset - España
Francisco Parra Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset - España
Virgilio Hurtado Director de la Escuela Electoral y de Gobernabilidad - JNE - Perú

Diseño:
Diana Patrón

Corrector de Estilo:
Carlos Atocsa

Jurado Nacional de Elecciones


Av. Nicolás de Piérola N° 1080 - Lima
Hecho el Depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2011-16522
ISBN 978-612-45161-4-6
Primera Edición: Diciembre 2011
Impreso en Editora Diskcopy S.A.C.
Jr. San Agustin No. 497 - Surquillo Telf.: 446-3035 445-5902
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Impreso en Perú
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

Antonia González Salcedo

A MODO DE INTRODUCCIÓN

Uno de los ámbitos en los que más ha avanzado la ciencia política


es el del estudio de las actitudes y el comportamiento político. La
publicación de The Civic Culture en 1963, en donde Almond y Verba
comparaban las características de los electores de Italia, México, Gran
Bretaña, Alemania y Estados Unidos, marcó un hito en la historia de
esta disciplina, al que siguieron trabajos como Political Action (Barnes,
Kaase et al., 1979), o Political Equality (Verba, Nie y Kim, 1978).

Un primer elemento identificable dentro de este ámbito de investigación


es la conclusión de que las sociedades occidentales están en la
actualidad caracterizadas por la aparición y el desarrollo de valores
postmaterialistas, según el postulado de los sucesivos trabajos de
Inglehart (1971, 1977 y 1988). Las generaciones socializadas durante
la postguerra de la Segunda Guerra Mundial se caracterizaban por
atribuir una importancia superior a la seguridad y el bienestar materiales
(empleo, control de la inflación, mantenimiento del orden, crecimiento
económico), mientras que los valores postmaterialistas actuales se
centran más en necesidades sociales y de autorrealización (calidad
urbana y del paisaje, libertad de expresión, participación, etc.). El
concepto de postmaterialismo, aunque criticado, ha sido muy útil a la
hora de explicar determinados cambios en el comportamiento político,
como el surgimiento de los partidos ecologistas o el auge de los nuevos
movimientos sociales y de otras formas de participación política.

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Un segundo elemento que se encuentra en la literatura reciente sobre


actitudes y cambio político se centra en la hipótesis del aumento de la
desafección política. Según algunos autores, los ciudadanos perciben
cada vez más una distancia creciente entre ellos y los partidos
políticos, son más escépticos sobre la utilidad de la política, e incluso
se desarrollan con mayor frecuencia actitudes apáticas y hostiles
que en ocasiones se canalizan en un mayor uso de las formas de
participación política no convencionales (Barnes, Kaase et al., 1979;
Inglehart, 1977; y, más recientemente, Evans y Norris, 1999). Aunque
algunos autores han defendido la idea de que la relación entre el
ciudadano y el Estado (entendido en sentido amplio) no ha cambiado
de manera fundamental, parece contar con más apoyo la idea de que
vivimos una época de malestar en nuestras relaciones con la política.
Estas dos características del cambio de valores se reflejan en el
ámbito del comportamiento político en varios elementos. Por un lado,
se detecta un declive de intensidad variable tanto en las tasas de
participación electoral, como en las tasas de afiliación a partidos y
sindicatos, que deben competir como agentes movilizadores con los
nuevos movimientos sociales (Dalton, 2002). Simultáneamente, sin
embargo, la participación política no convencional se ha incrementado
(Barnes, Kaase et al., 1979; Klingemann y Fuchs, 1995).

Por otro lado, los elementos que estructuran el comportamiento


electoral son cada vez más difusos. Los clivajes tradicionales de
Europa occidental (clase social, iglesia-Estado, campo-ciudad, centro-
periferia) según Lipset y Rokkan (1967) ya no funcionan a la hora de
explicar la orientación del voto, y en algunos casos tampoco articulan
el sistema de partidos (Dalton, 2002). En su lugar se percibe una
mayor importancia de los elementos personalistas (los candidatos) y
de las cuestiones políticas.

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Las sociedades de las democracias occidentales se caracterizan hoy


por la presencia de valores postmaterialistas frente al materialismo
posterior a la Segunda Guerra Mundial, por la crisis de los canales
tradicionales de representación (fundamentalmente partidos políticos
y sindicatos), la aparición de nuevos agentes políticos (como los
nuevos movimientos sociales) y de nuevas formas de participación
política; y por unas pautas de comportamiento político cada vez
menos determinadas, más abiertas y, por ello mismo, más difíciles
de explicar (mayor volatilidad electoral, menor capacidad explicativa
de las variables socio-demográficas tradicionales, como el género, la
educación, los ingresos, la clase social).

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Capítulo I
EL ESTUDIO DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO

Podemos definir el comportamiento político como el conjunto de


actividades humanas relacionadas con lo político. El comportamiento
político engloba, por tanto, aspectos que no son estrictamente
acciones sino cuestiones de actitud, identificaciones, orientaciones,
demandas, expectativas, valoraciones, es decir, los aspectos que
orientan la acción política.

Un momento clave en el estudio del comportamiento político fue el


nacimiento de una corriente intelectual denominada conductismo,
conductivismo o behaviorismo. Esta disciplina de la ciencia política
estudia al individuo como actor político, aunque no niega la importancia
de las instituciones, sino que las ven como el resultado de las acciones
individuales (Lazarsfeld et al., 1944; Campbell et al., 1960).

La revolución behaviorista redefine también los métodos y


técnicas con los que se debe estudiar la política y reivindica la
interdisciplinariedad. Supone el uso de métodos de investigación
rigurosamente científicos que tienen como vocación seguir el modelo
de las ciencias naturales. Para los behavioristas, la realidad política
es una realidad objetiva que se puede analizar objetivamente y que,
desde el punto de vista de la filosofía de las ciencias, se enmarcaría
en lo que se conoce como positivismo lógico.

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La diferenciación entre los hechos y los valores consiste en la


posibilidad de percibir el mundo y medirlo sin que las opiniones, la
ideología de cada uno, afecten en la descripción del fenómeno.

El behaviorismo se puede resumir en una serie de características:

• En la realidad social y política existen uniformidades,


regularidades observables y verificables empíricamente.
• Uso extensivo y sofisticado de la cuantificación para medir los
fenómenos políticos.
• Importancia de la conexión entre teoría y la investigación
empírica.
• Exclusión de los juicios de valor en el análisis político.
• Cierta interacción de distintas disciplinas de las ciencias sociales.

Hasta mediados de los años cincuenta, el estudio del comportamiento


político se identifica principalmente con el análisis de la personalidad
política, poniendo el énfasis en la socialización política.

Otro de los enfoques de estudio del comportamiento político es el


económico, que da lugar a la teoría de la elección racional, según la
cual el comportamiento viene determinado por la valoración que hace
el individuo de los costes y beneficios de participar. Los enfoques de
elección racional sobre el comportamiento político se caracterizan,
fundamentalmente, por su reduccionismo metodológico, en el
sentido de que su objetivo principal es deducir explicaciones lógicas
del comportamiento a través de la formulación de supuestos simples
sobre los individuos.

Esta perspectiva utiliza las teorías de la elección social provenientes


de la economía para explicar cómo los candidatos, partidos y votantes

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toman sus decisiones políticas (Riker y Ordeshook, 1973) asumiendo


que la vida política es un mercado donde se puede elegir el producto
que más le interesa al consumidor.

El modelo de elección racional plantea que los actores políticos tienen


un comportamiento racional motivado y orientado a maximizar sus
objetivos individuales. Pero de acuerdo con este enfoque ¿por qué
vota la gente? Según la perspectiva de la elección racional, pero
principalmente a partir de la obra An Economic Theory of Democracy
de Anthony Downs, en 1957, el acto de votar sería como un cálculo
sobre los costos y beneficios, así como a las probabilidades percibidas
de que el voto de uno sea decisivo en el resultado de la elección.

La idea principal es que el beneficio de votar debe ser mayor que el


costo, de otra manera, la persona se abstendría (Downs, 1957). El
modelo teórico mediante el cual se explica la decisión de votar se
basa fundamentalmente en tres aspectos. El primero de ellos son los
beneficios derivados de que el candidato o el partido preferido por
el elector sea elegido (Downs, 1957). Estos beneficios pueden ser
materiales, como la reducción de impuestos, o inmateriales como la
gratificación psicológica de que el candidato preferido sea el elegido.
El beneficio tiene rasgos de bien público, porque ningún ciudadano
puede ser excluido de disfrutar de la victoria de su partido o candidato
con independencia de si ha votado o no (Criado, 2003).

El segundo componente que un elector racional debería tener en cuenta


para tomar su decisión es la probabilidad de que su voto determine el
resultado de la elección, sin embargo, esta probabilidad es minúscula
incluso en elecciones muy competitivas. Por último, el tercer elemento
son los costos de votar. Dentro de estos costos se incluiría, por ejemplo,
el tiempo y el dinero invertido en trasladarse hasta el lugar de la votación.

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Tomando en consideración estos supuestos las personas votarán


siempre y cuando los beneficios que obtengan del acto de votar superen
los costos del mismo. Racionalmente, como se señaló anteriormente,
el resultado sería que la gente mayoritariamente no vote ya que en
elecciones por muy cerradas y reñidas que sean, la posibilidad de que
e1voto afecte el resultado general de la elección tiende a ser muy bajo.
Por su parte, respecto al beneficio, aunque éste se disfrute individualmente
de la manera más egoísta que nos imaginemos, también será disfrutado
por todos ya que se trata de un bien público. Aun así, la gente
mayoritariamente vota, a esta situación se le conoce tradicionalmente
como la paradoja del voto o paradoja de la votación, y a partir de esta
contradicción se desprenden una serie críticas y propuestas dentro de
las ciencias sociales que apuntan en dos direcciones.

Una tiene relación con las críticas que apuntan a los fundamentos
mismos de la teoría de la elección racional; otra con las dificultades
para explicar específicamente el comportamiento electoral.

Al respecto, una de las críticas más comentadas a la elección racional ha


sido la de Green y Shapiro (1994), quienes afirman que la explicación del
voto demuestra algunas de las patologías más frecuentes de la elección
racional, como ha sido la utilización de argumentos ad hoc, predicciones
vagas e incapacidad de formular una hipótesis nula coherente.

Normalmente, en cualquier tipo de elección o en cualquier país,


varios millones de personas votan. Esta divergencia entre el equilibrio
de escasa participación predicho por la teoría y la participación
mayoritaria que se observa en la realidad supone un fracaso empírico
considerable para la explicación del voto desde la elección racional
(Green y Shapiro, 1994). No obstante, desde la elección racional se
han seguido distintas estrategias para responder a este problema.

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Una de las más importantes contracríticas y posterior solución a la


paradoja del voto es la inclusión de un nuevo parámetro en el cálculo
de éste. Este nuevo parámetro representa una forma distinta y más
amplia de entender la utilidad que el elector recibe y le da al hecho de
votar. En la teoría económica de Downs (1957) se reconoce ya el valor
de votar pero considera que es muy pequeño para los ciudadanos,
por lo tanto, cualquier aumento de los costos puede amenazar la
participación de las personas en el acto de votar. Riker y Ordeshook
(1973) critican esta especie de irracionalidad del voto y complementan
el trabajo iniciado por Downs y agregan el valor de cumplir el deber
cívico como ciudadanos de asistir a votar, el valor de expresar por
medio del voto el apoyo al sistema político o a la nación.

Estos factores son considerados el componente expresivo del voto. Los


electores reciben estos beneficios por el hecho de votar, independientemente
de las consecuencias de su acción. El voto así visto se convierte en un
acto de consumo en lugar de un acto de inversión (Fiorina, 1976).

De este modo, si los beneficios derivados de votar y los beneficios


derivados de la gratificación psicológica de cumplir con un deber
cívico son mayores que los costos, entonces el equilibrio predicho
será la participación de la mayoría de los ciudadanos, cuestión que
ayuda a explicar un poco más el acto mayoritario de votar.

Por su parte, Marcus Olson (1965) también contradijo que todos los
individuos racionales actuaran en busca de su propio interés. Esta
premisa no se cumpliría a no ser que el número de individuos que
forman parte de un grupo sea bastante pequeño, o que haya coerción
o algún otro mecanismo especial que haga a los individuos actuar en el
interés común. Los individuos racionales que buscan también su propio
interés no colaborarán en la obtención del interés común o del grupo.

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La razón por la cual los individuos racionales no actuarán en pro del


interés común es que los grupos de interés persiguen bienes colectivos
o públicos, que se caracterizan por la imposibilidad de excluir a otros
individuos de sus beneficios. Un bien público es tal si, una vez que se
provee, la provisión del bien afecta a todos los miembros del grupo,
además, el consumo del bien por parte de un individuo no supone
ninguna disminución en el consumo del bien por parte de otro. En este
contexto, el curso de acción más racional para un individuo que piensa
en su propio interés es intentar hacer de “gorrón” (free-rider); intentar
recibir los beneficios del bien público sin contribuir a los costes de
su obtención. Esta situación podría evitarse cuando se introducen
beneficios o costes que solo se obtienen si se participa o si se deja de
participar, serían los llamados incentivos selectivos. Un ejemplo de
incentivo selectivo serían los beneficios que un sindicato ofrece solo a
sus afiliados (Olson, 1965).

Desde el modelo de la elección racional, el ciudadano llegaría a


determinar su voto a partir de tres aspectos:

• El elector racional se encuentra movido por un interés individual


que tiene una preferencia clara por ciertas políticas frente a
otras y por ciertos rasgos de los candidatos frente a otros, que
puede ordenar esas preferencias en un “ranking” y que dispone
de información suficiente sobre toda la oferta electoral. Este
modelo, que se ha llamado de distancia de los candidatos
en relación con el “candidato ideal”, se construye sobre la
hipótesis de que existe en la mente de cada elector un “perfil”
del candidato ideal, y que este elector vota por el candidato real,
que a su juicio, se acerca más al candidato ideal.

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• El ciudadano usa atajos informativos y valoraciones en sus


razonamientos sobre la política y los partidos y simplifica sus
razonamientos evaluando su propio bienestar con respecto al
pasado inmediato del cual hacen responsable a las autoridades
gubernamentales, ya sea recompensándolas por los logros o
culpándolas por los fracasos (Goodin y Klingemann, 2001).
Estas evaluaciones retrospectivas no se abastecen solamente
de información que haya recolectado el propio elector, sino
también en los juicios de otras personas o de los medios
de comunicación sobre el cumplimiento de las autoridades
gubernamentales (Fiorina, 1976).
• Existe coincidencia entre los puntos ideales del votante y las
posiciones del partido o del candidato respecto de una escala de
problemas relevantes para el elector (Goodin y Klingemann, 2001).
El votante, de acuerdo a la elección racional, invertiría su voto
en aquel partido o candidato que prometa mejores resultados en
torno a los problemas que al elector le interesan (Downs, 1957).

Ahora bien, independientemente de los avances que ha hecho


fundamentalmente la teoría de la elección racional en términos de
explicar el comportamiento del voto, surge la pregunta de si las
evaluaciones retrospectivas, la cercanía de temas y definiciones de
perfiles se razonan cada vez que existe una elección, ya sea nacional,
regional o local o si sirven solamente para definir el voto en una única
elección de carácter nacional.

Por otro lado, el enfoque sociológico privilegia las características


sociales de los individuos como principales variables explicativas
de su comportamiento electoral, es decir, de acuerdo a su afiliación

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religiosa, clase social, residencia rural o urbana, etc. (Criado, 2003).


Desde esta perspectiva, se destacaba la fuerte estabilidad en las
decisiones de voto y que la incidencia de las campañas electorales era
extremadamente débil frente a los condicionamientos sociales en el
momento de optar por un partido o por un candidato.

Otro de los argumentos centrales era que los atributos sociales


ejercen una gran influencia sobre los individuos, no porque ellos
nos impongan las preferencias y determinen los intereses, sino más
bien porque ubican a los individuos en la estructura social y esto
hace que se afecte su exposición a información política y, por ende,
se comienza un proceso de construcción de preferencias, así una
persona pensará políticamente de acuerdo a como sea socialmente
(Goodin y Klingemann, 2001).

Este enfoque, pone especial énfasis en los propósitos individuales y las


características contextuales en las que se mueve un individuo debido
principalmente a los contextos y las redes que rodean a los ciudadanos.
Mientras los contextos sociales están definidos estructuralmente y
son externos al individuo, las redes sociales son creadas como una
consecuencia de los individuos y sus elecciones.

Incluso cuando los individuos tienen poco control sobre la composición


social y política de sus entornos tienen discreción sobre las redes de
contactos que establecen dentro de los distintos escenarios (Goodin y
Klingemann, 2001).

Desde esta perspectiva, es necesario entender la relación que existe


entre el individuo y los componentes y procesos de la sociedad, para
ello hay que lograr entender o más bien romper con el pensamiento

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bajo la forma de individuos entendidos como sustancias aisladas y


pasar a reflexionar acerca de las relaciones y de las funciones que se
producen entre individuos. Este es uno de los fundamentos de la teoría
de redes y de sus aplicaciones y es una postura que la ciencia política
y en especial las explicaciones acerca del voto tienden a olvidar con
frecuencia (Montecinos, 2007).

Para la teoría de redes cobra más relevancia los vínculos entre vecinos
para explicar el voto, que las categorías tradicionales como el sexo o
la pertenencia de clase o la motivación individual.

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Capítulo II
TIPOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO

En los estudios de finales de los años cincuenta y en los primeros


sesenta, el comportamiento político solía considerarse desde una
perspectiva unidimensional1 y se concebía como una escala ordenada
y jerarquizada de acciones. Dependiendo del tipo de actividad que
realicen los individuos, éstos serán incluidos en un determinado nivel
de la escala participativa. Se plantea la existencia de categorías de
activistas políticos, en relación con la clase de actividad desempeñada
y la forma de vinculación con ésta teniendo en cuenta el volumen de
recursos y el tiempo y esfuerzo que se dedican a ellas.

Las acciones tenidas en cuenta desde la perspectiva unidimensional


son todas aquellas vinculadas a la esfera electoral y a los mecanismos
democráticos institucionalizados, establecidos como vías para
intervenir en la esfera política. Entre éstas se encontraría el voto, la
asistencia a mítines, la militancia en partidos, etc. No olvidemos que
los sistemas democrático-liberales iniciaron su desarrollo vinculados
en buena medida a una concepción formal y procedimental de los
mismos, la idea de democracia estaba basada en la existencia de
determinadas reglas de juego, lo que ha llevado a que la participación
política quedara muchas veces reducida a participación electoral.

(1) Las obras más significativas dentro de esta perspectiva son las de Lane (1959) y Milbrath
(1965). Este último en su investigación sobre participación política en EE.UU. clasifica a su
población en las categorías de apáticos, espectadores y gladiadores.

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Esta perspectiva considera que existe una estructura latente en el


modelo de comportamiento político, que es posible construir una
escalera jerárquica sobre la base del nivel de implicación o esfuerzo
que cada actividad requiere. Además, esta jerarquía de acciones tendría
carácter acumulativo, es decir, si un individuo realiza una actividad
de dificultad media-alta se supone que ya habrá realizado actividades
más fáciles y frecuentes (Dowse y Hughes, 1986).

Pero esta visión unidimensional de la participación política se


consideró excesivamente simplista, y fue rebatida a partir de dos ideas
fundamentales: se cuestionó la hipótesis de que todo el mundo tiene
los mismos criterios para decidir si interviene o no en una actividad,
y la idea de que el grado de dificultad de una acción fuera el único
factor desencadenante de ésta. Estas críticas serán la base para el
estudio del comportamiento político desde otra perspectiva diferente,
una perspectiva multidimensional. Las investigaciones de Verba y Nie
(1972) y Verba, Nie y Kim (1978), son importantes muestras de esta
nueva forma de aproximarse al comportamiento político.

Desde una perspectiva más amplia, el comportamiento político


puede entenderse desde una perspectiva electoral y no electoral,
distinguiéndose las formas de participación que se dan dentro o fuera
de los marcos electorales. Con frecuencia, el término de participación
electoral se utiliza como sinónimo de votar, pero el comportamiento de
tipo electoral incluye otras actividades.

Las formas de comportamiento político también pueden clasificarse


como convencionales o no convencionales. Este criterio distingue las
formas de participación política en función de si se ajustan o no a las
normas sociales y a los valores dominantes de una sociedad (Barnes,

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Kaase et al., 1979). La participación política convencional es en principio


legal y legítima, y en algunos casos, como el voto, está promovida por
las instituciones. La participación no convencional no utiliza canales de
participación institucionalizados, en ocasiones son extralegales.

El concepto de participación no convencional surge porque los primeros


estudios sobre la participación se limitaban exclusivamente a formas
de participación convencionales desarrolladas dentro del entorno de
la democracia representativa como votar, participar en campañas
o contactar con políticos. Pero a partir de los años 70 se extienden
nuevas formas de participación y se considera comportamiento
político toda acción que pretende influir en el sistema, más allá del
ámbito electoral y de su legalidad.

Sin embargo, la distinción entre comportamiento político convencional


y no convencional es relativa, ya que lo que en un momento puede
considerarse una forma de participación no convencional puede
ajustarse, en el futuro, a las normas sociales.

Por otro lado, el comportamiento político puede estar basado en la salida


o en la voz (Anduiza y Bosch, 2004). Ante una situación de descontento,
un ciudadano puede optar por la salida, es decir, ejercer presión con la
amenaza de irse (dejar de votar en las elecciones, abandonar un partido,
dejar de comprar un producto). La voz hace referencia a la posibilidad
de comunicar el descontento hacia el sistema, partido u organización,
a través de la protesta pública, los contactos con cargos públicos o
trabajando como activista en una organización.

Teniendo en cuenta los diferentes criterios de clasificación, podríamos


distinguir las siguientes formas de comportamiento político (Anduiza
y Bosch, 2004):

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• El voto.
• La participación en la campaña electoral.
• La participación en organizaciones políticas.
• El contacto directo con políticos y medios de comunicación.
• La protesta política.

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Capítulo III
FACTORES EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO ELECTORAL

Una de las características fundamentales de las sociedades democráticas


es la escasez de comportamientos participativos entre los ciudadanos
(exceptuando el voto, que se ha asentado como la forma primordial de
participación). Cuando buscamos cuál es la causa de que sólo algunas
personas participen de forma activa en la vida política, la respuesta es
sumamente complicada, ya que existen gran cantidad de factores y
condicionamientos que intervienen en esta decisión.

Según la reciente literatura sobre el tema (Verba, Schlozman y Brady,


1995), la participación política depende tres tipos de factores: (i)
la capacidad para participar, los ciudadanos no participan porque
no pueden por falta de recursos como educación o dinero; (ii) la
motivación para participar, los ciudadanos no participan porque no
sienten o no creen que deban hacerlo, porque no se consideran parte
del proceso, porque perciben que su participación no tendrá efecto,
o porque no quieren de acuerdo con cálculos racionales; por último
serían importantes (iii) los incentivos para participar, los ciudadanos
no participan porque existen dificultades para hacerlo, porque nadie se
lo ha pedido, o porque nadie ha intentado movilizarles.

Los elementos que pueden incidir sobre la participación son muy


numerosos y de diversa naturaleza. La clasificación que voy a
utilizar distingue por un lado dos factores de carácter individual,

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APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

como la posición socioeconómica o las actitudes políticas, factores


relacionados con la capacidad y la motivación para participar según
Verba, Schlozman y Brady (1995). Pero también tendré en cuenta
los llamados recursos de grupo obtenidos por los ciudadanos en
asociaciones cívicas y políticas, así como el contexto político e
institucional en el que se desenvuelve la participación. Estos factores
se englobarían en el estudio de los autores citados dentro de los
incentivos de la participación.

3.1. Recursos socioeconómicos

En términos generales, el estudio del comportamiento político ha sido


capaz de determinar que las desigualdades sociales influyen en el
modo y la frecuencia con la que los ciudadanos actúan políticamente.
Los aspectos que pueden influir en el estatus social de un individuo (su
clase, género, edad, nivel educativo, raza y religión) están asociados
a los niveles de información de que disponen, a sus actitudes, a sus
capacidades, etc.

La mayor parte de los estudios empíricos realizados sobre la


participación política subrayan la existencia de una serie de variables
socio-económicas, que pueden determinar las acciones participativas.
Se trata de rasgos inherentes a los propios individuos tales como la edad,
el género, la educación, los ingresos y el nivel socio-económico2. Según
Lijphart (1997), las características demográficas y socioeconómicas de
los individuos actúan como determinantes de su posición en la sociedad
e indirectamente afectan a las distintas formas de participación política.

(2) Parry, Moyser y Day (1992), Rosenstone y Hansen (1993) y Dalton (2002) han tratado el
tema de los factores internos en sus diferentes modalidades.

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APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

Estas variables influirán en la capacidad de los individuos para acceder


a la información necesaria y para disfrutar de las habilidades mínimas
requeridas para poder participar en los asuntos públicos.

La edad puede ser considerada como un recurso individual


determinante de la participación, ya que está relacionada con
la experiencia adquirida en el transcurso del ciclo vital y porque
proporciona conocimientos y habilidades sobre el funcionamiento de
organizaciones e instituciones. Esta es una de las razones por la que
los jóvenes suelen participar menos que los mayores en formas de
participación institucionalizadas y organizadas3. Pero a partir de un
determinado umbral, una edad muy avanzada deja de ser un recurso
y pasa a convertirse en un factor que reduce la participación. Las
personas mayores suelen tener menores niveles de movilidad (por
cuestiones de salud) y de integración social, ya que no trabajan, lo
que las hace menos participativas (Anduiza y Bosch, 2004).

Los estudios realizados en los últimos años4 evidencian que, en relación


con la participación electoral, los jóvenes suelen ser menos participativos
y muestran un bajo nivel de afiliación a organizaciones políticas y
sindicales en la mayoría de los países de la Unión Europea, pero la baja
cota de participación institucional no significa que los jóvenes no tengan
interés por participar políticamente, sino que prefieren utilizar formas de
participación más alternativas, espontáneas e informales.

(3) Lane (1959), Verba, Nie y Kim (1978), y Barnes, Kaase et al. (1979) han determinado
que la edad tiene un impacto diferencial dependiendo del modo de participación. Los jóvenes
participan en mayor medida en actividades menos convencionales.

(4) Cfr. Fischer y Münchmeier (1997), Gille y Krüger (1998), CIS (2000, 2002, 2003), INJUVE
(2001, 2002, 2003, 2004, 2005), Comisión de las Comunidades Europeas (2002).

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APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

Entre los canales de participación más utilizados por los jóvenes


europeos se encuentran: la recolección de firmas, la participación en
manifestaciones legalmente permitidas, la participación en discusiones
públicas, las actividades en instancias abiertas de participación pública, la
actividad en los organismos de participación universitaria, la participación
en una huelga sindical o en una iniciativa ciudadana, entre otros5.

Otra de las características de la generación de jóvenes es la articulación


de un sentimiento de compromiso social y político “frenado”. Estando,
en principio, dispuestos a comprometerse social y políticamente,
la mayoría de los jóvenes considera que les faltan organizaciones y
estructuras que consideren adecuadas, es decir, con las cuales puedan
identificarse y generar cambios efectivos en la sociedad. Afirmaciones
como “poder participar en la toma de decisiones, en particular en relación
a aquellas actividades que uno mismo vaya a desarrollar”, “que pueda
incorporar y realizar en esa actividad mis propios intereses, capacidades
y habilidades”, “que el objetivo formulado se pueda alcanzar de manera
más o menos adecuada”, son las respuestas más frecuentes dadas por
los entrevistados respecto de las condiciones que exigen para participar
políticamente (Fischer y Münchmeier, 1997).

Otro factor fundamental a la hora de participar sería la educación.


A través de la educación se aprende a entender y a trabajar con
conceptos abstractos y complejos, y se accede con mayor facilidad
a la información política. La educación proporciona habilidades como
la lectura o la capacidad de hablar en público y de participar en
discusiones sobre la política, ya que puede despertar en el individuo
una serie de inquietudes y preocupaciones sociales que, a su vez,
pueden incrementar el interés por la política y la participación.

(5) INJUVE (2005) y Comisión de las Comunidades Europeas (2002).

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APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

Pero según muestran diversos estudios como el de Barnes, Kaase


et al. (1979), si bien la educación incide positivamente en la
participación convencional, también lo hace a nivel no convencional.
Altos niveles de educación pueden llevar a la gente a participar fuera
de los canales establecidos6, e incluso puede producirse entre los
ciudadanos con más alto nivel de preparación un mayor grado de
escepticismo respecto de la política, ya que este grupo de individuos
es el que más se plantea la pregunta de si el compromiso político aún
vale la pena, y si sus resultados compensan los esfuerzos invertidos
en él (Fischer y Münchmeier, 1997). En relación con la participación
electoral, la tradicional relación asumida por trabajos de investigación
más antiguos entre conocimiento político y participación parece estar
desapareciendo: “La educación puede no ser un recurso fundamental
para una forma de participación relativamente poco costosa como la
electoral” (Anduiza y Bosch, 2004: 124).

Por otro lado, el nivel de ingresos también es un factor que incide


en una mayor o menor participación política, pero de manera menos
significativa que la educación. Quienes tienen mayores ingresos
participan más porque suelen vivir en medios que estimulan su interés
por la política, porque les proporciona los recursos y oportunidades
para hacerlo; en tanto que quienes poseen menores ingresos tienen
que utilizar los pocos recursos disponibles en la consecución de los
medios para satisfacer las necesidades básicas. Estudios como el de
Verba, Schlozman y Brady (1995), revelan que la participación política
convencional se relaciona positivamente con la estratificación social.

(6) Habría que considerar esta afirmación de manera prudente, ya que según Kaase (1992)
si bien la educación es uno de los principales factores para comprender la tendencia de los
países europeos a llevar a cabo actividades legales de protesta, su impacto es inapreciable
cuando hablamos de actividades ilegales de protesta o formas de desobediencia civil.

27
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

Quienes pertenecen a los estratos más altos participan más por la


vía convencional, porque para este tipo de participación se requieren
de destrezas, actitudes y conocimientos superiores a los estratos
más bajos, y por el contrario, hay una tendencia a la participación no
convencional por parte de las personas que se encuentran ubicadas
en los estratos socio-económicos más bajos.

No obstante, al analizar los efectos de la variable nivel de ingresos


en la participación, no podemos olvidar su estrecha relación con el
nivel educativo, y por tanto, tal y como sucedía cuando tratábamos
este factor, un alto nivel de ingresos (y normalmente de educación)
puede venir acompañado no solo de altas cotas de participación
convencional, sino también de participación menos institucionalizada
e incluso de situaciones de escepticismo y desconfianza respecto a
las posibilidades participativas.

El género es otro de los factores que inciden en la participación de


los ciudadanos. En la práctica totalidad de estudios empíricos se ha
hecho referencia a la escasa participación de las mujeres en la política
convencional en comparación con los hombres (Revilla, 1995), y
este hecho ha sido explicado en muchas ocasiones a partir de ciertas
características individuales de las mujeres como la emocionalidad. Esta
sería la visión de la perspectiva tradicionalista según Norris (1991),
pero frente a este enfoque que plantea la apatía o falta de interés de las
mujeres por la política, se ha argumentado que las mujeres desarrollan
sus actividades políticas en organizaciones y grupos alejados de la
política tradicional. De nuevo, este otro enfoque establece una relación
entre mujeres y apatía o activismo político.

Sin embargo, autoras como Judith Astelarra (1990) han postulado


que las condiciones sociales y, en concreto, el género, no determinan

28
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

directamente la participación, son los espacios disponibles para la


participación de cada uno de los grupos sociales los que tienen un
papel fundamental en las posibilidades participativas. Norris (1991),
tras la realización de una investigación en Gran Bretaña durante los
años ochenta, apoya esta línea de pensamiento y considera que la
variable género no es significativa para predecir la participación
política, pues no encontró diferencias importantes en la socialización
política de hombres y mujeres.

Algunos de los estudios realizados (Verba, Nie y Kim, 1978) han


demostrado que la participación masculina ha sido mayor que la de la
mujer, porque ella siempre ha estado en desventaja respecto al hombre
en el sistema social, pues ha tenido que ocuparse de actividades como
ser madre, esposa, ama de casa, etc., que la han mantenido confinada
al ámbito doméstico. Sin embargo, en las dos últimas décadas se
han venido presentado importantes cambios en la vida de la mujer
en las sociedades más desarrolladas, especialmente en la apertura al
ingreso masivo a la educación superior y a los patrones de empleo,
los cuales la han estimulado para reconocerse como parte activa de
la sociedad y, en consecuencia, como parte en el proceso de toma de
decisiones políticas.

El lugar de residencia y, en concreto, el tamaño del hábitat también


parece suponer una variable influyente sobre la participación. En
general, parece ser que las comunidades de pequeño tamaño favorecen
la integración social de sus miembros, la creación de identidades
políticas y el control social sobre los comportamientos políticos,
incrementando a través de estos factores los niveles de participación
de los ciudadanos, que disminuyen conforme aumenta el tamaño del
municipio (Anduiza y Bosch, 2004).

29
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

Después de revisar la influencia de los recursos socio-económicos


en la participación, podríamos decir que las personas con un buen
estatus socio-económico disfrutan de ubicaciones ventajosas dentro
del sistema social para la recepción de información política y para la
consecución de una mayor influencia en la política, que les conducen a
mayores grados de participación, mientras que las personas con menos
recursos, mujeres, jóvenes, personas con niveles bajos de estudios y
de ingresos son menos proclives a participar. Por tanto, determinados
factores sociales-económicos se habrán de tener en cuenta en relación
con la participación, en la medida en que constituyen, por un lado,
recursos, pero también en la medida en la que determinan la posición
del individuo en los flujos de información y de interacción.

Los recursos socio-económicos de las personas van a influir en el


desarrollo de un mayor o menor interés por la política, un mayor o
menor conocimiento de esta, el grado en el que se sienta políticamente
eficaces y, en definitiva, todo el conjunto de actitudes, valores y
creencias relacionadas con el ámbito político.

3.2. Actitudes y valoraciones

El enfoque psico-sociológico sugiere que los individuos desarrollan


actitudes, creencias y valores que condicionan su comportamiento
político. El entorno en el que las personas crecen y se educan
condiciona, en buena medida, las destrezas cognitivas y los recursos
de que disponen. Tanto las destrezas como los recursos influirán en
los niveles de interés y conocimiento de la política, el grado en el que
se sienta políticamente eficaces, y en todo el conjunto de actitudes,
valores y creencias relacionadas con el ámbito político.

Mayores niveles de educación permiten comprender con mayor facilidad


todos los aspectos de la actividad política, y eso hace que la sientan como

30
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

algo más cercano y relevante para sus vidas, y que al mismo tiempo se
sientan capaces de influir en su curso. La seguridad económica permite
invertir tiempo, energía y dinero en las organizaciones políticas que les
permitirán influir en las decisiones políticas.

Pero aunque el estatus socio-económico sea relevante a la hora


de condicionar el tipo de actitudes que se desarrollan, el papel de
intermediación que juegan las actitudes para explicar el comportamiento
político es fundamental. Entre individuos con los mismos niveles de
recursos económicos y sociales, las actitudes, valores y creencias que
muestren serán determinantes para definir su comportamiento político.

¿Cómo se desarrollan estas actitudes, valores y creencias?


Fundamentalmente a través de los procesos de socialización política.
En términos generales, podemos definir la socialización como el
proceso por el cual los individuos adquieren el conocimiento, las
capacidades y las disposiciones que les permiten participar con mayor
o menor eficacia en los grupos sociales y en la sociedad.

La primera etapa de la socialización en todas las sociedades suele


tener lugar dentro de la familia o en el marco del grupo de parentesco o
de iguales. En esta fase, el niño empieza a aprender un lenguaje y una
serie de normas culturales sobre lo bueno y lo malo, así como ciertas
pautas de comportamiento básico. En esta etapa, la socialización
política abierta y manifiesta tiene un papel muy reducido, pero lo que
se aprende puede transferirse al contexto de lo político. Pero en las
sociedades complejas, buena parte de la socialización infantil tiene
lugar en instituciones diferentes de la familia. El niño participa en una
institución de socialización más formal que la familia, la escuela, en
la que se encuentra con amigos, competidores, ideas y autoridades
extrafamiliares. La pauta de conducta de la autoridad escolar es menos
personal que en el hogar. Entra en contacto con un sistema social en

31
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

el que la actuación se mide cada vez más por los logros, en el que los
roles están más diferenciados que en la familia.

Sin embargo, no todo el proceso de socialización se produce en la


etapa de la infancia, también se producen fenómenos de socialización
en la edad adulta. Como adultos, las personas están sometidas a
una serie de experiencias y exigencias sociales desconocidas en la
niñez, y se puede producir un fenómeno de resocialización, ya que es
necesario aprender nuevas formas de comportamiento y de actitudes,
especialmente cuando se produce movilidad social ascendente o
descendente, o movilidad geográfica.

Las actitudes son orientaciones adquiridas, relativamente estables,


que inciden directamente en el comportamiento político. Las actitudes
se dirigen a diferentes objetos políticos y se presentan con distinta
intensidad según los individuos. Se adquieren a través del proceso de
socialización, por la pertenencia a determinados grupos con rasgos
culturales o políticos distintivos, y a través del propio contexto político e
institucional. Estas actitudes pueden dirigirse hacia diferentes ámbitos:
la comunidad política en su conjunto, el régimen político, las autoridades
o el propio ciudadano como actor político (Anduiza y Bosch, 2004).

En primer lugar, la participación política de los ciudadanos dependerá


de las actitudes que denotan implicación en la política por parte del
individuo. Entre estas actitudes se encontraría el interés por la política
y la eficacia política que hace referencia a la percepción del individuo
como actor del sistema político. Podríamos decir que la eficacia
política tiene dos componentes: la eficacia interna, que se encuentra
relacionada con las habilidades y capacidades que el individuo cree
tener para actuar en el ámbito político, y la eficacia externa, referida a
la receptividad del sistema respecto a sus demandas.

32
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

Ambas actitudes tienen como objeto al propio ciudadano y su


capacidad de actuación política, reflejan la percepción de uno mismo
como actor político y condicionan su predisposición de participar
(Verba, Schlozman y Brady, 1995; Montero, Font y Torcal, 2006).

Por otro lado, para analizar las actitudes que pueden hacer más
probable la participación política, es importante tener en cuenta la
politización, es decir, el grado en que los electores se identifican con
diferentes opciones políticas, partidistas e ideológicas (Campbell
et al., 1960; Parry, Moyser y Day, 1992). La identificación con un
partido político se refiere a la presencia de una orientación afectiva
del ciudadano hacia un partido político, sin que deba estar afiliado a
este. Las personas que se sienten más identificadas con un partido
político participarán más, sobre todo a nivel electoral. De igual
forma, las personas que se identifican ideológicamente en la escala
izquierda/derecha, participarán más políticamente que las personas
que no se ubican ideológicamente.

Por supuesto, también son importantes las actitudes de los ciudadanos


relativas a la satisfacción o insatisfacción del ciudadano con la
realidad política que le rodea. La satisfacción de los ciudadanos con
el funcionamiento de la democracia, con la gestión del gobierno y su
confianza en las instituciones y en los políticos, supone un incremento
en la participación de los ciudadanos, sobre todo a nivel convencional,
mientras que la protesta política se ve favorecida por altos grados de
insatisfacción respecto al funcionamiento de la democracia, así como
por bajos niveles de interés y eficacia política (Anduiza y Bosch, 2004;
Montero, Font y Torcal, 2006).

33
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

3.3. Los recursos de grupo

Frente a los recursos de carácter individual que pueden incidir en la


participación política, como la educación y los ingresos, existe un
conjunto de recursos grupales de los individuos que se originan a
través de la pertenencia o conexión con un conjunto de redes sociales
y asociativas, los cuales influyen en la participación política de los
ciudadanos (Lazarsfeld et al., 1944; Putnam, 1993; Putnam, Leonardi
y Nanetti, 2000; Stolle y Lewis, 2002).

Para la obtención de estos recursos es fundamental la existencia


de la movilización política, es decir, de un proceso a través del cual
instituciones, organizaciones o personas inducen a los ciudadanos
a participar políticamente7. De manera indirecta, las redes
sociales (familia, amigos, entorno laboral, etc.) producen efectos
movilizadores al ejercer presión sobre los individuos o proporcionar
incentivos para participar8.

La participación en asociaciones contribuye al desarrollo de habilidades


sociales como dirigir una reunión, organizar un congreso, preparar un
proyecto, defender ideas en público, etc. Son actividades que sirven
tanto para la participación en asociaciones como para la participación
en el ámbito de la política. Por otro lado, las personas en contacto con
asociaciones se exponen a un mayor número de contactos personales
y de flujos de información. Además, las asociaciones pueden ejercer
una movilización directa e intencionada, dirigida a que sus miembros

(7) Rosenstone y Hansen, 1993.

(8) Según Anduiza y Bosch (2004), el papel movilizador de las organizaciones es especialmente
importante en grupos con menos recursos económicos y, por tanto, con una menor tendencia
a participar siguiendo las conclusiones de los primeros estudios de Verba, Nie y Kim (1978).

34
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

participen políticamente, sobre todo en el caso de asociaciones


que persiguen objetivos claramente políticos. La inserción en redes
sociales puede favorecer, de igual manera, la formación de actitudes
positivas para el desarrollo de una sociedad más cívica, a través de
la generación de mayores niveles de confianza social o interpersonal
(Putnam, 1993; Newton, 1997).

Dentro del Proyecto CLEAR9, que analiza los elementos que pueden
hacer más probable la participación (Stoker, 2006), también se señala
la importancia de la movilización como un factor determinante de la
participación. En esta investigación, la movilización hace referencia a
la existencia de grupos, organizaciones civiles y políticas que realizan
acciones para incrementar la participación de los ciudadanos. Las
peticiones de participación por parte de los actores políticos son
importantes, ya que los ciudadanos pueden llegar a ser activos
porque se les llama a participar. Esta es la razón que le lleva a Verba
a afirmar que “no podemos entender el fenómeno de participación
política sin considerar el papel de la llamada a la participación”
(Verba, Schlozman y Brady, 1995: 113).

3.4. El contexto institucional y político

Al estudiar los factores explicativos de la participación, debemos incluir


elementos referentes al contexto en el que se produce la participación
(Morales, 2004). En dicho contexto, la apertura del sistema político
constituye un poderoso incentivo a la participación, pues cuanto

(9) Se trata de un proyecto iniciado en 2006 que considera que los ciudadanos participarán
en mayor medida de acuerdo con una serie de variables: los ciudadanos participan si pueden,
si les gusta, si tienen canales para participar, si se les pide que participen, si los políticos
son sensibles a sus demandas. Varios municipios de cinco países, entre los que se incluyen
España y Finlandia, participan en el proyecto.

35
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

más abierto sea el sistema a las demandas participativas habrá más


posibilidades de que estas sean más numerosas y, por otro lado,
los ciudadanos considerarán la participación como un medio eficaz
para conseguir objetivos. Del éxito de las experiencias participativas
llevadas a cabo en un sistema político determinado dependerá que se
siga o no participando.

Las características del contexto político que proporcionan incentivos


para que la gente participe se definirían, según Tarrow (1997), como
la estructura de oportunidades política. La participación sería más
intensa dependiendo de la apertura de esta estructura, es decir,
cuando se ofrecen canales de acceso de los ciudadanos a los ámbitos
de toma de decisiones.

La descentralización territorial es un elemento que favorece la


participación, porque en las sociedades en las que el poder se
encuentra descentralizado, los ciudadanos se sienten más cercanos
a los responsables de la toma de decisiones y se incrementan las
posibilidades de que se produzca participación por parte de los
ciudadanos. Otro factor que aumentaría la participación es la
distribución funcional del poder. Un sistema es más abierto, más
receptivo a la participación ciudadana, cuanto más clara es la
separación entre poderes.

También son fundamentales las posturas de la élite dominante ante las


reivindicaciones ciudadanas, en concreto, las estrategias que adoptan
pueden ser inclusivas o exclusivas. Estas últimas se caracterizarían
por la represión de conflictos, elevando el coste de la participación y
reduciendo las posibilidades de éxito de las reivindicaciones ciudadanas.
Las estrategias inclusivas, por el contrario, recogerían las demandas
ciudadanas y las integrarían en el sistema de toma de decisiones.

36
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

La participación de los ciudadanos se vería, a su vez, determinada


por la distribución del poder entre los diferentes partidos políticos,
las divisiones entre las élites dominantes, parte de las cuales podría
apoyar a movimientos de protesta, incrementando el éxito de las
iniciativas participativas y los niveles de participación.

Teniendo en cuenta elementos concretos del contexto institucional,


habría que destacar la importancia del tipo de convocatoria. Los
electores distinguen una elección de “primer orden” de una elección
secundaria y la tasa de participación es siempre más elevada en las
primeras que en las segundas.

Otro elemento determinante de la participación electoral es la relevancia


política e institucional del órgano que se elige (Jackman y Miller, 1995).
Dentro de las elecciones legislativas también se detectan diferencias
de participación, dependiendo de las características institucionales del
sistema político. En las elecciones legislativas, la participación suele
ser mayor cuando el parlamento es la única institución elegida a través
del sufragio directo y cuando las instituciones de democracia directa
no ocupan un lugar preponderante en el sistema político.

Por otro lado, un elemento institucional que influye sobre la participación


es el sistema electoral. Los sistemas proporcionales presentan un
porcentaje de participación mayor que los sistemas mayoritarios, ya
que en el caso de los distritos mayoritarios en cada distrito electoral
uninominal la representación no puede repartirse entre varios partidos,
sino entre los dos partidos más votados. Todos los demás partidos
no tienen opción de lograr representación, ofreciendo los sistemas
electorales mayoritarios incentivos para la abstención.

37
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

La modalidad del voto es otro elemento del sistema electoral que


ofrece al elector la posibilidad de introducir más información sobre sus
preferencias políticas en la papeleta. Algunos sistemas permiten incluso
mezclar candidatos en distintas listas. Esta variable puede incrementar la
participación, pero hace que el proceso de votación sea más complejo,
especialmente para las personas con menos recursos.

En cuanto al contexto partidista, cuanto mayor sea el número de partidos


políticos existentes y mayor la distancia ideológica que los separa, más
diversa es la oferta política (Crepaz, 1990), más posibilidades hay de que
cualquier elector encuentre una candidatura que le satisfaga y, por tanto,
mayor será la participación. Sin embargo, el número excesivamente
elevado puede hacer que la formación del gobierno dependa más
directamente de acuerdos entre estos que del resultado electoral.

Otra cuestión importante es la fuerza de los anclajes de los partidos


en la sociedad (Powell, 1980). Donde estos vínculos son fuertes y
estables, se proporcionan pistas a los electores sobre cómo interpretar
cuestiones políticas y escoger entre candidatos.

Otra característica del sistema de partidos que influye sobre la


participación es la competitividad electoral que se da entre partidos.
Cuando menor es la distancia que separa a los principales partidos o
coaliciones que compiten por el poder y más cierto es el resultado de
la elección, mayor es la participación electoral.

Y por último, en base a la teoría de la elección racional elaborada por


Downs (1957), se establece que una persona votará si los costes de
participar son inferiores a los beneficios que el elector obtendría si
ganara su partido favorito.

38
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

Por último, existen incentivos institucionales dirigidos a incentivar el


voto. El primero y el más efectivo es el voto obligatorio. El caso holandés
refleja claramente la influencia de esta variable: antes de la erradicación
del voto obligatorio en Holanda en 1970, la tasa de abstención oscilaba
en torno al 5%, posteriormente se incrementó hasta el 21%.

Otros incentivos directos a la participación son las facilidades para


votar: voto por correo, anticipado o a través de otra persona; los
horarios de apertura de los colegios electorales; la celebración de
elecciones en dos días o en día festivo; la instalación de urnas en
hospitales, residencias de ancianos y otros lugares públicos, etc.

Pero la influencia de los elementos relacionados con el contexto


no es la misma para todos los ciudadanos. El voto obligatorio o las
características del sistema electoral afectan más a los electores con
más recursos y motivaciones individuales (Anduiza y Bosch, 2004).

39
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

Capítulo IV
LA IMPORTANCIA DE LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL

La participación electoral es una forma de participación política de


especial relevancia en el contexto de la democracia representativa,
si tenemos en cuenta que son estas las funciones de las elecciones
(Anduiza y Bosch, 2004):

• Producir representación. A partir de las elecciones se eligen los


representantes en base a las preferencias de los electores.
• Seleccionar un gobierno. Existen distintas formas de entender la
representación política: mandato imperativo (los representantes
funcionan como embajadores y reciben instrucciones precisas
sobre cómo actuar); mandato representativo (el representante
defiende los intereses de sus representados según su propio
criterio); y mandato electoral (el representante se debe al partido
por el cual ha sido elegido).
• Producir legitimidad. A través de la legitimidad que le transfieren
las elecciones, el gobierno se ve justificado y autorizado, lo que le
permite esperar obediencia y respeto por parte de los ciudadanos,
aunque no estén de acuerdo con sus actuaciones concretas.

La participación electoral supone menos costes que otras formas de


participación política más exigentes y necesariamente se produce
dentro de un contexto político altamente movilizador. Desde una
perspectiva normativa, la participación electoral incorpora un elemento
igualitario que no está presente en otras formas de participación.

41
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

En los sistemas democráticos, el acceso al voto es igual y universal para


todos los ciudadanos, mientras que en otras formas de participación
política la influencia de cada persona es variable, en función de su
capacidad y de su disposición.

Desde un punto de vista político, el nivel de movilización y el perfil de


los electores participantes son elementos que pueden incidir en los
resultados de la elección.

Por estas razones, desde que se implantó el sufragio universal, la


ciencia política se ha preocupado por los niveles de participación
electoral (Anduiza y Bosch, 2004).

Participación en elecciones legislativas en Europa Occidental (2000-2007)

100

90

80

70

60

50

40

30

20

10

0
Reino Unido
Dinamarca

Finlandia
Alemania

Portuga l
Holanda

Francia
Bélgic a

Irland a
Austria

España
Suecia

Grecia
Italia

Suiza

FUENTE: Elaboración propia a partir de los datos de Idea International.

42
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

La abstención es considerada un síntoma de apatía, desafección


y alienación del ciudadano. Por eso, reducir el nivel de abstención
electoral es un objetivo deseable por varias razones: primero, porque
la manifestación de un desinterés o una distancia entre ciudadanos
e instituciones y partidos amenaza la esencia de la democracia; en
segundo lugar, una elevada participación genera virtudes cívicas de
los ciudadanos, incrementándose el interés por los asuntos públicos
y la intensidad de los vínculos con el sistema político, favoreciendo el
desarrollo de los sentimientos de eficacia política interna y externa;
y, por último, cuanto mayor sea el nivel de abstención, mayor será la
parte de la ciudadanía excluida del sistema político.

La participación en el proceso electoral (y en la vida política en general)


constituye uno de los elementos esenciales de la vida democrática.
Desde un punto de vista normativo, la literatura ha identificado la
consecución de una participación política y electoral elevada como uno
de los requisitos necesarios para conferir legitimidad y dotar de eficacia
al sistema político. Desde un punto de vista empírico, la investigación
politológica reciente ha mostrado que el nivel de participación electoral
constituye una variable importante para explicar variaciones significativas
como los resultados electorales (Rosenstone y Hansen, 1993).

En sistemas políticos en los que los electores se hallan fuertemente


“anclados” en ciertas posiciones ideológicas o lealtades partidistas,
es muy probable que la abstención constituya un elemento clave
para explicar cambios en la distribución de votos en elecciones
consecutivas. Los votantes tradicionalmente cercanos a un partido
o bloque ideológico determinado raramente deciden votar por un
candidato o lista electoral que no constituya su primera preferencia.

43
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

Aquellos votantes descontentos con la campaña o gestión


gubernamental del partido con el que simpatizan castigan a este último
mediante la abstención. Por la misma razón, la movilización de toda la
base de sus electores potenciales constituye una de las claves de la
victoria electoral de un partido político.

En términos generales, los estudios realizados hasta el momento han


propuesto explicaciones de índole psicológica y sociológica para dar
cuenta de la variación temporal, geográfica y social de la abstención.
En las explicaciones psicológicas, la abstención se ha correlacionado
con la existencia de un conjunto de actitudes individuales (hacia
el sistema político) tales como desinterés, apatía y, en general,
“desafección” hacia la esfera política. En los modelos sociológicos,
la variación de la abstención se ha atribuido, a su vez, a diferencias
en factores estructurales, tales como la edad, hábitat, clase social y
renta económica, que al afectar los recursos personales (y, en parte,
el grado en que las decisiones políticas afectan el bienestar individual)
de cada elector modifican la probabilidad de que cada elector vote.

Aunque estos modelos muestran una cierta validez para explicar el


abstencionismo en las elecciones norteamericanas, estos estudios
suscitan varios problemas. En primer lugar, los factores estructurales,
tales como estructura productiva, ingresos o urbanización, que
desempeñaron un cierto papel explicativo para las elecciones
democráticas, parecen haber dejado de afectar el comportamiento
abstencionista desde finales de la década de los ochenta (Justel, 1990
y 1995). En segundo lugar, los modelos sociológicos son incapaces,
por definición, de dar cuenta tanto de las diferencias de participación
en comicios de distinto rango como de las fluctuaciones temporales
en elecciones del mismo nivel (por ejemplo, elecciones generales).

44
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

A fin de resolver los problemas de explicaciones puramente


sociológicas, la abstención ha empezado a ser concebida entre
algunos autores como un fenómeno determinado por factores de
naturaleza política: el grado de identificación de los ciudadanos con
las instituciones políticas, el grado de eficacia interna y externa de los
electores, y los cálculos estratégicos de los votantes (Riba, 1995).

Los estudios existentes no han desarrollado la estructura causal que


define la relación entre las estrategias de los candidatos políticos
y el grado de movilización electoral. Asimismo, no se ha llevado
una investigación sistemática de esta aproximación teórica, con
datos individuales y técnicas de regresión no lineal, para todas las
elecciones generales.

En todo caso, existe un amplio consenso respecto a que una elevada


abstención trae consigo el cuestionamiento de la legitimidad del
sistema y afecta al principio de igualdad política que debe regir el
funcionamiento de los sistemas democráticos, por lo que sería
recomendable incrementar al máximo el nivel de participación.

Las relación entre el nivel de participación y la salud y legitimidad de la


democracia se intuye más claramente cuando se analiza el fenómeno
desde una perspectiva diacrónica, es decir, la evolución a lo largo del
tiempo. Desde el punto de vista metodológico es difícil separar tres
posibles efectos: periodo (el contexto político es cada vez menos
motivador), generacional (las nuevas generaciones son cada vez
menos participativas), o ciclo de vida (la distribución de los grupos de
edad ha cambiado) (Anduiza y Bosch, 2004).

45
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

En concreto, podríamos distinguir cuatro grupos de explicaciones del


descenso de la participación electoral10:

• Cambios sociodemográficos en el electorado. La extensión del


electorado puede producir una menor participación en la medida
en que se incorporan nuevos electores potenciales con menores
niveles de información, politización, integración social y
experiencia. Asimismo, el segmento de la sociedad de personas
de más de 65 años ha incrementado su peso, pudiendo elevar
los niveles de abstención.
• Cambios en las actitudes políticas de los electores. El nivel de
satisfacción con el funcionamiento de la democracia desciende
para recuperase posteriormente, mientras que el interés por la
política y la identificación partidista se mantienen estables con
una muy suave tendencia a la baja.
• Cambios en el contexto político. Se extiende la sensación de que
las elecciones son cada vez menos importantes, tanto por las
propias características de una oferta electoral que no consigue
llegar al elector, como por las imposiciones externas a los que
se someten los gobiernos debido a su vinculación con entidades
supraestatales o por interés económicos.
• Cambios en los agentes movilizadores: partidos y sindicatos.
Se está produciendo un proceso de desmovilización política, los
partidos y los sindicatos, agentes tradicionales de movilización,
son cada vez menos eficaces y activos en esta tarea, debido
en muchos casos al fenómeno de institucionalización que han
atravesado estas organizaciones.

(���������
) Blais et al. (2004), Corbetta y Parisi (1994), y Gray y Caul (2000).

46
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

Existen varias propuestas para incrementar la movilización del


electorado, basándose en dos principios: por un lado, las que tienden
a producir directamente cambios en el comportamiento, es decir, cuyo
fin inmediato es atraer votantes a las urnas. Distinguimos las que se
basan en la introducción de facilidades para votar, en las medidas para
la creación de recompensas o incentivos selectivos y el voto obligatorio,
que no incrementa la legitimidad del sistema político pero sí moviliza a
una parte del electorado, centrándose en los abstencionistas.

Por otro lado, están las propuestas que se basan en las iniciativas que
pretenden aumentar la movilización electoral a través de la creación de
sentimientos y actitudes que favorezcan la participación. El objetivo
es la obtención de una participación apoyada en razones y motivos
democráticos. Estas motivaciones son de carácter racional cuando se
centran en la utilidad que el ciudadano puede obtener si vota, o altruista
cuando justifican el voto como un deber cívico, con el que todo ciudadano
debe cumplir como se cumple con otras muchas obligaciones.

Ambas estrategias constituyen dos formas distintas de enfrentarse al


problema del descenso en la participación electoral. La primera aísla
la cuestión de la abstención de otro tipo de problemas relacionados
con el funcionamiento y legitimidad de las democracias. La segunda
implica resolver algunas de las causas que dan lugar a la abstención y
permite mejorar en mayor medida la calidad de la democracia.

47
APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO POLÍTICO Y ELECTORAL

BIBLIOGRAFÍA

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Notas sobre la autora

Antonia González Salcedo

Doctora en Ciencia Política por la Universidad de Murcia. Licenciada en


Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad de Granada.
Premio Extraordinario de Licenciatura y Premio Nacional Fin de Carrera.
Es profesora ayudante y secretaria del Área de Ciencia Política de la
Universidad de Murcia. Ha realizado estancias en Universidades e
Institutos de prestigio, cuenta con publicaciones en revistas españolas
e internacionales de referencia. Asimismo, ha presentado ponencias
en diversos Congresos sobre Ciencia Política y Sociología, y ha
participado en proyectos de Fortalecimiento Institucional en países de
Europa del Este y África subsahariana.

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