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YusukeMurakami
Yusuke Murakami
(editor)
(editor)
Dinámica
Dinámica
político-económica
político-económica
de los países andinos
de los países andinos
© Yusuke Murakami
ISSN: 1019-4460
Primera edición: Lima, abril de 2012
Murakami, Yusuke
Dinámica político-económica de los países andinos. Lima, IEP; CIAS, Center for
Integrated Area Studies; Kyoto University, 2012 (América Problema, 34)
Introducción
Internarse en el laberinto político y económico de la región andina
contemporánea
Yusuke Murakami 9
Sección I: Perspectivas comparadas 37
Yusuke Murakami
1. Históricamente, Chile también forma parte de la región andina, pero aquí seguimos
el uso expandido de los últimos años y usamos el término para referirnos a los cinco
países.
Sin embargo, los problemas estructurales mantenidos desde la Inde-
pendencia de comienzos del siglo XIX han empeorado y nuevamente se han
puesto de relieve, particularmente la pobreza y la disparidad, indiscutiblemen-
te presentes en los estratos sociales, etnicidad y regiones en el interior de los
países latinoamericanos. En las nuevas corrientes mundiales de globalización
y coexistencia multicultural, la construcción del Estado y la formación de
naciones, que fueron cuestionadas a lo largo de su historia republicana, han
sido nuevamente propuestas como desafíos de la sociedad latinoamericana.
Además, mientras el Estado, tradicionalmente débil, no ha logrado au-
mentar —e incluso, en algunos países, ha disminuido— su capacidad de ges-
tión, las organizaciones intermediarias como partidos políticos, sindicatos y
movimientos sociales se han visto obligadas a transformarse o reorganizar-
se; los lazos sociales se han aflojado y los conflictos sociales se han inten-
sificado, y todo ello ha conducido a la desestabilización del marco político
de la democracia representativa. La situación empeoró aún más debido al
problema del narcotráfico y a la expansión de la corrupción y la delincuencia.
En pocas palabras, se ha planteado como importante tema político el
desafío de la construcción de la gobernabilidad democrática.
Por su parte, el empeoramiento socioeconómico incitó a los países la-
tinoamericanos a revisar la línea neoliberal que impulsó la reforma econó-
mica. Esta medida fue apoyada por la mayoría de los países de la región. De
este modo, América Latina ya se encuentra en la etapa posneoliberal. Esta
realidad se manifiesta nítidamente en el hecho de que, cada vez en más paí-
ses, la “izquierda” ha logrado subir al poder desde fines de la década de 1990.
En los cinco países andinos, los problemas mencionados de América
Latina, en general, se han presentado simbólicamente con mayor inten-
sidad y profundidad. La región andina sufrió una inestabilidad aguda en
las últimas décadas. Se puede observar esta situación con la caída de los
partidos políticos y los presidentes en ejercicio, acontecida en medio de la
creciente movilización de la oposición en las calles.
En términos generales, se espera que los partidos políticos desempeñen
un rol protagónico para sostener la democracia. Sin embargo, en los países
andinos, los partidos políticos existentes, que habían sido columnas del mar-
co político democrático, perdieron el poder e influencia que antes tuvieron;
ahora están relegados a segundo plano o reemplazados por nuevas fuerzas.
Si se define operativamente la “caída del sistema de los partidos polí-
ticos” como “el caso en que, en las dos sucesivas elecciones de la Cámara
10 | Yusuke Murakami
Baja, nuevos partidos políticos ganan más de 45% de la votación” y “nuevos
partidos políticos [...] solo consiguieron menos de 5% de la votación en las
elecciones pasadas para la Cámara Baja y, al mismo tiempo, no presenta-
ron los candidatos a los cargos elegidos del Estado como presidentes de la
República y congresistas hasta las elecciones anteriores a las pasadas”, se
cuentan tres casos de dicha caída en el mundo hasta el comienzo del siglo
XXI. El primer caso fue Italia (1993), y luego dos países andinos: Perú
(1995) y Venezuela (1998-2000) (Mainwaring, et ál. 2006: 21).
En más de un país, diversos presidentes elegidos por voto popular
fueron destituidos u obligados a renunciar al cargo antes de terminar su
mandato (véase el cuadro 1). Podemos mencionar primero a Ecuador,
donde, entre fines de la década de 1990 y el comienzo de este siglo, tres
presidentes elegidos en comicios fueron sacados de su cargo sucesivamen-
te. En Bolivia, también dos jefes de Estado fueron forzados a abandonar
su puesto.2 En el Perú, Alberto Fujimori —por primera vez elegido presi-
dente, en 1990, pese a ser un político de origen japonés— fue destituido
finalmente por el Congreso poco tiempo después de empezar su tercer
mandato, polémico constitucionalmente, cuando salió a la luz un escánda-
lo de corrupción que involucraba a su asesor más cercano.
Por su parte, los primeros casos de la “izquierda equivocada”,3 que
empezaron a cobrar fuerza desde fines de la década de 1990 en América
Latina, se encuentran en la región andina. Su presencia en el poder ha
provocado un intenso enfrentamiento político en el interior. Se trata de
Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Al mismo tiempo, las actividades de los grupos armados antiguberna-
mentales y la expansión del tráfico de drogas produjeron múltiples efectos
2. Si buscamos una situación caótica similar a estos casos en otras partes de América Lati-
na, podemos nombrar el caso de Argentina, donde Fernando de la Rúa, quien subió al
poder en 1999, fue arrinconado por la inestabilidad social causada por la crisis económi-
ca, y renunció a la presidencia en 2002; luego de dos gobiernos interinos, se puso fin a
dicha situación, adelantando las elecciones presidenciales y congresales para el año 2003.
3. Los términos fueron acuñados por Jorge G. Castañeda (2006). Se pueden definir desde
diversos aspectos, pero aquí los entendemos básicamente desde el aspecto económico,
vale decir, como “las fuerzas que se oponen frontalmente a la línea neoliberal y abogan
por el retorno al intervencionismo estatal, en contraste con las ‘moderadas’, que aceptan la
necesidad de mantener la estabilidad macroeconómica y enfatizar la importancia de hacer
correcciones al neoliberalismo en los aspectos de las políticas de bienestar y ayuda social”.
Introducción | 11
Cuadro 1
Presidentes de los países andinos luego de la transición a la democracia o desde la década de 1980
Nombres y apellidos
M andato A notación
(agrupación a la que pertenecen)
sigue...
...viene.
Los países andinos son, como indica su adjetivo, los coronados por la cor-
dillera de los Andes. En general, tienen en común ciertas características to-
pográficas como la zona alta de sierra de los Andes en el centro, la estrecha
y plana zona de costa en el oeste, y la amplia zona baja tropical de la selva
amazónica en el este.4 Estas características dotan a cada país de un ambiente
natural, rico y variado, pero, al mismo tiempo, constituyen uno de los fac-
tores que obstaculizan la creación de la unidad e integración —tanto física
como psicológica— como Estado y nación. En la actualidad, en medio de
la corriente dominante mundial de globalización y el respeto a la diversidad
cultural, sobre los países andinos gravita con mayor peso el tema pendiente
e histórico de cómo construir la unidad e integración del Estado y nación.
Los países andinos también tienen en común algunos aspectos de su
trayectoria histórica y desarrollo. Por ejemplo, cuando se independizaron
de la dominación colonial de España, a principios del siglo XIX , Simón
Bolívar, libertador oriundo de la actual Venezuela, desempeñó un rol im-
portante y protagónico.
En el aspecto económico, las principales actividades se concentran
en productos primarios como minería y agricultura. Su estructura básica
no ha cambiado mucho desde la época colonial hasta ahora. Aunque en el
siglo XX , como en otros países latinoamericanos, el Estado promovió su
industrialización, el desarrollo no llegó al nivel de México, o de Argentina,
Brasil, Chile o Uruguay, del Cono Sur. En estos países, la producción de
la industria manufacturera ocupó más del 20% del producto bruto interno
16 | Yusuke Murakami
Cuadro 2
Porcentaje de industria en el producto bruto interno
(PBI) alrededor del año 1970; algunos de ellos registraron cerca del 30%.
En contraste, los países andinos tuvieron el mismo nivel que los países
centroamericanos, excepto el Perú, cuya industria manufacturera superó
ligeramente el 20% (véase el cuadro 2).
Los países andinos también tienden a exportar los productos prima-
rios. El cuadro 3 señala los porcentajes de los productos primarios y ma-
nufactureros en el PBI. En términos generales, los países latinoamericanos
mencionados registraron alto porcentaje de exportación de los produc-
tos primarios, con un nivel superior al registrado por Argentina, Brasil,
Introducción | 17
Cuadro 3
Porcentaje del monto de exportación en el producto bruto interno
18 | Yusuke Murakami
México y Uruguay. En comparación con estos países, la exportación de
los últimos años de los productos manufactureros de los países andinos,
excepto Colombia y Venezuela, registra cifras menores.
Geográficamente, la región andina se extiende en la zona intermedia-
ria entre el grupo de los países del Norte (Estados Unidos —la superpo-
tencia—, México, Centroamérica y el Caribe), otro grupo de las naciones
del Sur (Brasil —la potencia regional— y los demás países del Cono Sur).
Su ubicación da a la región andina la potencialidad futura de desempeñar
un rol importante y crear su propia dinámica como punto de encuentro e
intercambio entre el anillo del océano Pacífico, el Cono Sur, Centroamé-
rica y el Caribe. Sin embargo, hasta ahora, la región ha existido como una
especie de zona periférica, relativamente alejada de la superpotencia del
norte y la potencia regional del sur.5 Esta situación se refleja nítidamente en
la necesidad de una integración regional que los países andinos empezaron
a buscar en la segunda mitad del siglo XX. Mientras no hallaron intereses
comunes, ni materializaron la integración regional, cada país intensificó
sus esfuerzos por acercarse a la superpotencia o los países cercanos a ella.6
5. Brasil colinda con Venezuela, Colombia, Perú y Bolivia. Por ambos lados de sus fronte-
ras, se extiende la amplia, pero poco poblada, zona baja tropical del Amazonas. Por esa
topografía, los países andinos y el sureste de Brasil, zona de gravedad, están alejados
física y psicológicamente.
6. La integración regional de los países andinos arrancó con la firma del Acuerdo de
Cartagena en 1969. Sobre la base del mismo, además del mercado común, se instalaron
distintas instancias u organizaciones una tras otra, como el Consejo Presidencial Andino,
el Consejo Andino de Ministros de Relaciones Exteriores, la Comisión de la Comunidad
Andina, la Secretaría General, el Tribunal de Justicia Andina, el Parlamento Andino,
la Corporación Andina de Fomento, el Fondo Latinoamericano de Reservas, etc. Sin
embargo, el sueño de mercado común no se ha hecho realidad debido a las estructuras
económicas similares y a los consecuentes conflictos de intereses entre los países miem-
bros. Al mismo tiempo, el organismo más completo en el convenio de la Unión Europea
sigue siendo el “castillo de naipes”, sin tener muchos efectos sustantivos. Mientras tanto,
luego de que Chile se retiró del convenio en 1976, algunos miembros buscaron nuevos
rumbos. A fines de la década de 1980, Colombia y Venezuela se acercaron a México.
Bolivia se adhirió al Mercado Común del Sur (MERCOSUR) como observador. En 1996
la integración de los países andinos rehízo su organización como Comunidad Andina
de Naciones (CAN). Alrededor de su creación, los países de la CAN buscaron la integra-
ción con el MERCOSUR, y, en 2005, ambas organizaciones se pusieron de acuerdo en
que mutuamente reconocen a los países miembros de otra organización como obser-
vadores de su organismo. Además, en este siglo, Colombia, Ecuador y Perú entablaron
Introducción | 19
Podemos decir que la concentración del cultivo ilegal de coca y las ac-
tividades de los grupos armados subversivos en la región andina tienen que
ver con su carácter periférico. El tráfico de drogas se convirtió en un asunto
grave para América Latina en la década de 1970, como consecuencia del
rompimiento de la ruta de tráfico de Asia a Estados Unidos a través de Euro-
pa, debido a la vigilancia y control policial. Por tal motivo, los cárteles pusie-
ron los ojos en las zonas de Sudamérica, como el lado este de la cordillera de
los Andes en Perú y Bolivia, donde se practica tradicionalmente el cultivo de
coca. En ambos países, se expandieron, desde entonces, las zonas de cultivo
de esta hoja. La ruta de tráfico desde los países andinos a Estados Unidos se
consolidó en manos de los cárteles, primero de Colombia y ahora de México.
En lo que se refiere a los grupos armados subversivos, si nos limita-
mos a la situación latinoamericana desde la década de 1990, su presencia se
observa en Colombia y Perú, dos países andinos. En Colombia, las fuerzas
izquierdistas excluidas del sistema bipartidario (al respecto, véase en las
siguientes líneas) han realizado actividades armadas por más de cuarenta
años, y se han convertido en guerrillas que cuentan con cierta base social
y ejercen control efectivo en parte de su territorio. En el caso del Perú, dos
grupos, el maoísta Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario
Túpac Amaru, del estilo de Cuba, empezaron sendas luchas armada en la
década de 1980. Aunque ambos grupos perdieron estratégicamente en la
década 1990, debido a las medidas antisubversivas del Gobierno, las acti-
vidades de Sendero Luminoso no están controladas totalmente. De todas
maneras, los grupos subversivos de los dos países tienen en común un
punto: a partir de cierto momento, ganaron recursos económicos para sus
actividades a cambio de proteger el tráfico de drogas.
Por otra parte, podemos encontrar algunas diferencias entre los países
andinos. Estas se han observado especialmente entre los llamados países
andinos centrales, Bolivia, Ecuador y Perú, y el norte de la región andina,
Colombia y Venezuela.
negociaciones con Estados Unidos para firmar el Tratado de Libre Comercio (TLC). El
tratado entre Perú y Estados Unidos entró en vigencia en febrero de 2009. Por otra par-
te, la Venezuela de Hugo Chávez buscó su propia línea tanto en la política interna como
en las relaciones internacionales. En 2006 se retiró de la CAN como consecuencia de la
reacción contra Perú y otros países en busca entonces de la firma del TLC con Estados
Unidos. Ahora la unidad de la CAN se encuentra más distendida debido a la subida al
poder de las fuerzas en pro de Chávez en Bolivia y Ecuador.
20 | Yusuke Murakami
En primer lugar, existen diferencias en la presencia de indígenas en la
población, sociedad y cultura. Los países andinos centrales constituyeron
la escena donde las civilizaciones indígenas se desarrollaron antes de la
conquista española, y cuentan con una mayor presencia de ellos que los dos
países del norte. Bolivia, Ecuador y Perú son, junto con México y Guate-
mala, los cinco países con mayor población indígena (véase el cuadro 4).
En segundo lugar, se encuentra otra diferencia en el desarrollo histó-
rico de la política entre la región andina central y el norte de ella. Esta se
observó en el proceso en que, después de la década de 1920, las clases me-
dias y bajas —excluidas del proceso político hasta entonces— desafiaron
“desde abajo” a la oligarquía establecida sobre la base de la bonanza de la
exportación de los productos primarios entre fines del siglo XIX y princi-
pios del siguiente. En la oligarquía, la participación política fue permitida
al reducido y minoritario número de gente “con bienes y cultura”.
En Colombia y Venezuela, a fines de la década de 1950, época de
conflictos políticos agudos, nació entre las fuerzas políticas cierto acuerdo
respecto del proceso y reglas para tomar decisiones políticas, incluidas la
elección de los que suben al poder y el reparto de beneficios. Luego se acu-
mularon las prácticas y profundizaron su institucionalización.7 Basados en
este acuerdo, se consolidó la democracia de bipartidismo en ambos países.
Sin embargo, esta democracia revistió el carácter oligárquico, por-
que los dirigentes de los dos partidos “reinaron como caudillos”, y, en
consecuencia, se alejaba del ideal de la democracia: las asociaciones
voluntarias de ciudadanos dan vigor al sistema desde abajo. Al mismo
tiempo, el bipartidismo de Colombia y Venezuela alejó a las fuerzas iz-
quierdistas del poder, lo que resultó en un “monopolio” de poder. Esto
causaría serios problemas en las décadas de 1980 y 1990.
En Colombia, los dos partidos que habían sostenido la oligarquía so-
brevivieron al desafío de las clases medias y bajas —único caso en Amé-
rica Latina— debido a un cierto nivel de flexibilidad al estilo de Edmund
Burke, político inglés del siglo XVIII, quien dijo: “Un Estado sin medios
de efectuar algún cambio carece de medios propios de conservación”. Los
mismos partidos continuaron siendo protagonistas del bipartidismo.
Introducción | 21
Cuadro 4
Población de los pueblos indígenas (porcentaje en la totalidad)
P&P M
Década 1970 1980 1990
México 14 14,2 9,47
Costa Rica - 0,9 0,75
El Salvador 7 0,02 1,69
Guatemala 66 43,8 48,01
Honduras 15 2,1 11,88
Nicaragua 5 1,2 7,59
Panamá 6 4,1 7,78
Bolivia 71 56,8 50,51
Colombia 2 0,9 1,74
Ecuador 43 29,5 24,85
Perú 47 40,8 39,39
Venezuela 2 0,8 1,48
Argentina 1 1,1 1,10
Brasil 0,2 0,2 0,16
Chile 8 4,2 7,06
Paraguay 3 1,9 1,96
Fuentes: M = Matos (1993: 165); P & P = Psacharopoulos y Patrinos, eds. (1994: 27, 28).
Nota: El signo - significa no dato.
8. Respecto del nivel de vida de los países latinoamericanos, véanse los gráficos 1 y 2 del
capítulo 2. Fuera de la región andina, Costa Rica institucionalizó la democracia luego de
experimentar un conflicto interno agudo, y logró alcanzar el mismo nivel de vida que
los países más industrializados, como Colombia y Venezuela.
22 | Yusuke Murakami
En contraste, en los países andinos centrales, el conflicto entre la oli-
garquía y las fuerzas basadas en las clases medias y bajas no condujo a la
institucionalización y estabilización de la política, especialmente la demo-
crática. La política se complicaba, llegando a un callejón sin salida, y no
era rara la intervención militar. A diferencia de otras partes de América
Latina, lo característico de los países andinos centrales fue que sus fuerzas
armadas o parte de ellas —tradicionalmente estaban al lado de la oligar-
quía— pretendieron promover reformas internas y un desarrollo dirigido
por el Estado, ya que las fuerzas civiles no habían logrado desarrollar el
Estado ni la sociedad tal como se mostró, debido al bajo nivel de indus-
trialización. Bajo los gobiernos militares reformistas, no se observó la ma-
nifiesta represión como en el caso de los gobiernos militares del Cono Sur
luego de la Revolución cubana.9
Bolivia fue el primer caso en que los militares se inclinaron por el
reformismo. La derrota en la Guerra del Chaco contra Paraguay entre 1932
y 1934 motivó a una parte de los militares a juntarse con las fuerzas re-
formistas. Estas se apoderaron del gobierno entre 1952 y 1964 y se impul-
só la política de reforma llamada Revolución boliviana. Por su parte, en
Ecuador y Perú, los militares quedaron preocupados por la influencia de la
Revolución cubana y convencidos de la necesidad de llevar a cabo reformas
socioeconómicas para prevenir una revolución. En las décadas de 1960 y
1970, las fuerzas armadas de los dos países subieron al poder y ejecutaron
las reformas. En Bolivia, luego del golpe de Estado, en 1964, contra el go-
bierno reformista, más de un gobierno militar fue instalado hasta la década
de 1970, y la mayoría de ellos tuvo tendencia reformista.10
Introducción | 23
De este modo, en los países andinos centrales, la política de reforma
fue impulsada de mano de las fuerzas armadas, que pusieron fin a la oligar-
quía que subsistía hasta entonces. Sin embargo, ellas no lograron reformar
radicalmente la sociedad con múltiples problemas estructurales. Al mismo
tiempo, fracasaron en establecer un nuevo y sostenido orden político que
sustituya al oligárquico.
De todas maneras, los países andinos, bajo el régimen democrático de
bipartidismo o por la política reformista del gobierno militar, promovieron
la línea de desarrollo dirigido por el Estado, cuyo eje importante fue la
industrialización por sustitución orientada al mercado interno. Como con-
secuencia de dicha línea, se incrementó el desequilibrio macroeconómico
como déficit fiscal y la deuda externa acumulada. También la inflación em-
pezó a aumentar. Para la década de 1960, la línea del desarrollo dirigido
por el Estado se había estancado, debido a las mencionadas brechas, desi-
gualdades y la consiguiente estrechez del mercado interno de cada país. La
economía se desestabilizó más por efectos de la crisis internacional, como
la crisis petrolera, y la consecuente recesión en el mundo.
Estas circunstancias golpearon a los gobiernos militares en los países
andinos centrales y condujeron a la transferencia del poder a la civilidad.
La “transición a la democracia” de Ecuador en 1979 fue el segundo caso
latinoamericano, luego del primer caso de la República Dominicana, don-
de las elecciones justas fueron realizadas en el año anterior. El Perú y otros
países siguieron el ejemplo. Mundialmente fue parte de la “tercera ola de
democratización”, que comenzó en el sur de Europa a mediados de la dé-
cada de 1970, y, luego de llegar a América Latina, arribó a Asia y África
(Huntington 1991).
24 | Yusuke Murakami
el nivel de vida de Venezuela siguió sin alteración, en los otros países, se
desaceleró la mejora del nivel de vida (véase el gráfico 2 del capítulo 2).
Para la recuperación económica, los países andinos, al igual que otros
países latinoamericanos, impulsaron, en la década de 1980, la reforma eco-
nómica neoliberal que redujo el desempeño del Estado y extendió el prin-
cipio de la economía de mercado a la vida económica. Especialmente a
partir de la segunda mitad de dicha década, la línea neoliberal prevaleció.
Sin embargo, debemos anotar que el grado de la reforma económica de los
países andinos quedó debajo del nivel que registraron los países del Cono
Sur, México y los países centroamericanos; tampoco superó el promedio
de América Latina (véase el gráfico 3 del capítulo 2, p. 96). Particularmente
Venezuela no promovió la reforma económica neoliberal tanto como otros
países. El nivel de este país fue el menor de toda América Latina (Morley,
et ál. 1991).11
Perú fue el primer país andino en experimentar la inestabilidad social
y la ruptura constitucional luego de la “transición a la democracia”. Esto
no fue casual si uno toma en consideración su pobre historia respecto de
la institucionalización del proceso de la toma de decisiones y la formación
de acuerdos o consensos (Murakami 2007: cap. 1). Además, Perú registró
la inestabilidad económica más marcada en la región andina: cuando el
crecimiento del PBI cayó en dos oportunidades, la bajada del Perú fue la
más aguda de los cinco países andinos. Al mismo tiempo, Perú fue el único
país andino en que la tendencia del aumento inflacionario se aceleró año
tras año a lo largo de la década de 1980.
Fue una ironía histórica que el Perú, con la experiencia del bajo nivel
de institucionalización política, fuera expuesto a las más duras condiciones
en la región andina. Este país cayó en crisis en corto plazo, porque entró
en un círculo vicioso en el que las condiciones duras de inestabilidad cons-
tituyeron los impedimentos para la institucionalización política, mientras
la política no institucionalizada empeoró la situación inestable.
En el Perú, la economía continuó siendo manejada bajo la “matriz
Estado-céntrica” también en la década de 1980, luego de la “transición a la
democracia.” Mientras tanto, la introducción de la línea neoliberal fue pos-
tergada, y la economía caminó a la deriva. Además, dos grupos subversivos
11. La misma tendencia sobre la reforma neoliberal es señalada también por el BID (1997: 104).
Introducción | 25
emprendieron la lucha armada y extendieron el alcance de sus activida-
des en el país. De este modo, la sociedad peruana cayó en crisis. Pero las
fuerzas políticas principales no supieron encarar y superar tal situación, y
perdieron apoyo y confianza del pueblo. En 1990, Alberto Fujimori fue
elegido presidente. Aunque su gobierno se revistió de carácter cada vez
más autoritario, ejecutó con decisión la reforma económica neoliberal y
redujo las actividades de los grupos subversivos al mínimo, estabilizan-
do la sociedad peruana. Pese a estos logros, los problemas estructurales y
microeconómicos como pobreza, desempleo y desigualdad continuaron
sin ser aliviados ni, mucho menos, superados. En la segunda mitad de la
década de 1990, Fujimori perdió gradualmente su popularidad al mismo
tiempo que las críticas contra su autoritarismo cobraron fuerza. A poco
tiempo de las elecciones presidenciales del año 2000, cuyo proceso no fue
reconocido internacionalmente como justo, la revelación de la corrupción
de su cercano colaborador obligó a Fujimori abandonar el gobierno.
La política peruana de la etapa pos-Fujimori se ha mantenido relati-
vamente estable en la región andina. Sin embargo, no ha dado los pasos
sustanciales para superar el histórico problema de la institucionalización
de la política democrática. En el Perú, las críticas contra el neoliberalismo
se extendieron también. Pero existen zonas como el norte y el centro del
país —incluida la capital Lima— que han sido beneficiadas por la línea
neoliberal, y, gracias al apoyo de los votantes de estas zonas, en las últimas
elecciones presidenciales de 2006, Alan García salió elegido presidente.
García es de la corriente socialdemócrata que pertenece a la llamada “iz-
quierda correcta” (Castañeda 2006), que insiste en la necesidad de mante-
ner la estabilidad macroeconómica y, al mismo tiempo, propone fortalecer
el desempeño del Estado para superar los problemas microeconómicos
como pobreza, desempleo y desigualdad. Ha sido la segunda vez que Gar-
cía subió al poder luego de su gobierno entre 1985 y 1990.
En Ecuador, después de la “transición a la democracia”, se desarro-
lló la política de coaliciones que condujo a una relativa estabilidad. Dicha
política fue facilitada por un factor especial del ingreso de la exportación
de petróleo. Sin embargo, cuando se vio obligada a aplicar la reforma eco-
nómica neoliberal a fines de 1980 y después, las críticas contra el gobierno
y los partidos políticos existentes ganaron ímpetu. En 1995 el entonces
vicepresidente fue destituido de manera inconstitucional, lo que presagió
la sacudida del marco político democrático en los siguientes años. En la
26 | Yusuke Murakami
segunda mitad de 1990 y los primeros años de este siglo, tres presidentes
elegidos sucesivamente por voto popular fueron destituidos sin cumplir su
mandato. Esta situación simbólicamente demuestra la marcada inestabili-
dad política. En este contexto, en las elecciones de 2006, Rafael Correa,
de izquierda radical, que se opone frontalmente a la línea neoliberal, salió
elegido presidente. Luego cambió las reglas constitucionales a su favor, al
estilo de Hugo Chávez, su inspirador venezolano, y fue reelecto consecu-
tivamente en 2009.
En el caso de Bolivia, experimentó una aguda inestabilidad econó-
mica luego de la “transición a la democracia” de 1982, debido a la línea de
la “matriz Estado-céntrica” tomada por el gobierno de izquierda. Frente
a esta situación, las fuerzas políticas principales acordaron introducir la
línea neoliberal y lograron estabilizar la economía. Desde entonces, se de-
sarrolló también la política de coaliciones en torno a la línea neoliberal y
otros asuntos, que hizo realidad una estabilidad relativa hasta la década de
1990. Sin embargo, tampoco llegó a superar los problemas estructurales,
que arrinconaron a los partidos políticos en pro de la línea neoliberal. Al
mismo tiempo, en la segunda mitad de la década de 1990, las fuerzas radi-
cales críticas del neoliberalismo expandieron su presencia gradualmente.
Uno de sus líderes es Evo Morales, actual presidente elegido por primera
vez en 2006 y reelecto en 2009.
Por otro lado, también en Colombia y Venezuela, donde reinó el bi-
partidismo desde la década de 1950, la economía se desestabilizó debido a
los problemas de la economía interna y la crisis económica mundial, como
la financiera de la década de 1980. Aumentó la crítica contra la dominación
de dos partidos políticos principales. En el caso de Colombia, al igual que
otros países andinos, el nivel de los precios estaba alto, y el incremento del
índice de nivel de vida bajó (véase el gráfico del capítulo 2, p. 93), aunque
la desaceleración del crecimiento del PBI no fue tanta como en otros cuatro
países, sin llegar a las cifras negativas, y la inflación andaba relativamente
estable. Además, el caos social fue también grave, porque una parte de la
izquierda excluida de la política se convirtió en guerrilla, que produjo una
situación de conflictos internos desde la década de 1950. En el transcurso
de la década de 1990, su sistema bipartidista se debilitó y, en el siglo XXI,
cayó. Sin embargo, mucha gente se muestra contraria a la violencia causa-
da por la guerrilla, y no da apoyo a las fuerzas izquierdistas. En cambio,
en Venezuela, donde el sistema bipartidista llegó a su fin al término de la
Introducción | 27
década de 1990, Hugo Chávez, con su insistencia en reformas radicales,
accedió al poder. Desde entonces hasta ahora, se ha mantenido en el go-
bierno, luego de haber puesto en su control la situación política interna y
sido reelegido dos veces, en el año 2000 y 2006.
Sobre lo dicho, podemos hacer la siguiente síntesis sobre la caída de
los partidos políticos existentes y la línea económica. El Perú es el caso
donde los partidos políticos perdieron fuerza en relación con el fracaso de
la línea de la matriz “Estado-céntrica”. Bolivia, Colombia y Ecuador cons-
tituyen los casos donde los partidos políticos cayeron como consecuencia
de la insatisfacción elevada de la gente respecto de los problemas socioeco-
nómicos luego de la introducción del neoliberalismo. En Venezuela, una
fuerte reacción del pueblo se dio al momento de introducir el neolibera-
lismo, y, luego, los partidos políticos no lograron mantener su poder en el
proceso repetido de avance y retroceso del neoliberalismo.
Por otro lado, debemos señalar que, además de los efectos del neoli-
beralismo en los cambios sociales, en algunos países andinos, los cambios
políticos fueron impulsados por las reformas institucionales —entre otras,
descentralización y cambios del sistema electoral— introducidas desde la
década de 1980. Descentralización fue promovida en Colombia, Venezue-
la, Bolivia y Ecuador, y, en el Perú, se convirtió en el tema que debe ser
tratado en este siglo. Bolivia es un caso representativo de la reforma electo-
ral que introdujo el sistema de la mayoría simple. Estas reformas institucio-
nales, excepto la descentralización del Perú recién iniciada, erosionaron las
bases de los partidos políticos centralistas existentes, y abrieron el espacio
donde las fuerzas excluidas del proceso político, como los indígenas o los
grupos locales, cobraran fuerzas y tuvieran influencia en la política de al-
cance nacional. En otras palabras, luego del fracaso de la industrialización
y el modelo de la integración nacional hasta la década de 1970, a los que no
habían incluidos en el marco oficial del Estado se les dieron oportunidades
para empezar a expresarse en la escena política. Además, se ha propuesto
la democracia participativa que complementa o reemplaza una parte de las
funciones de la democracia representativa. Observamos el número cre-
ciente de casos para introducir y ejecutar el presupuesto participativo y el
referéndum popular.
Sin embargo, tenemos que recordar también la incertidumbre sobre
si dichas reformas institucionales conducirán o no a la institucionalización
y consolidación de la democracia en mediano y largo plazos, así como
28 | Yusuke Murakami
a la construcción de la gobernabilidad democrática. Particularmente los
mecanismos de la democracia participativa pueden funcionar también en
la política autoritaria o dictadura (obviamente funcionan “en apariencia”),
y no están a salvo del peligro de la concentración del poder en una fuerza
o persona.
De todas maneras, en comparación con la situación hasta la década
de 1980, es cierto que la gente común cuenta con la mayor oportunidad
de participar en la política. Debemos prestar atención al futuro desarrollo
de la situación actual, especialmente respecto de cómo la política se insti-
tucionaliza; pues, en caso contrario, en lugar de estabilizarse, reinarán el
caos y la inestabilidad.
Como hemos señalado en las líneas anteriores, los tres países andinos cen-
trales y otros dos países del norte marcaron dos trayectorias políticas dis-
tintas desde 1950. Pero, desde la década de 1980, especialmente luego de
la introducción de la línea neoliberal, enfrentaron el desafío común de la
inestabilidad política, y constituyeron una región más agitada en América
Latina de los años noventa. Debido a tal situación, los académicos, hom-
bres de prensa y otra gente interesados en esta parte del mundo dirigieron
sus ojos a los países andinos.
Estados Unidos es el país donde se realizan más activamente los es-
tudios latinoamericanos en el ámbito global. Incluso en este país, hasta la
década de 1980, los estudiosos no manifestaron su interés en los países
andinos tanto como en otros países latinoamericanos. En el año 2000, el
entonces presidente Bill Clinton decidió aplicar el llamado Plan Colombia,
por el que se otorgaba al país la ayuda equivalente a 1.300 millones de
dólares, y empezó a prestar atención al país y a sus vecinos desde el punto
de vista de seguridad regional de las Américas. Desde entonces, se han
hecho públicos una serie de trabajos que tratan no solamente de cada uno
de los cinco países, sino también de la totalidad de la región andina.12 Estos
estudios enfocan a los países andinos desde diversos ángulos, y señalan
12. Entre los trabajos que tratan sobre los cinco países andinos, véanse Arson, ed. (2001);
Burt y Mauceri, eds. (2004); Christman y Heimann, eds. (2004); Crandall, et ál., eds. (2005);
Drake y Hershberg, eds. (2006); Mainwaring, et ál., eds. (2006); y Solimano, ed. (2005).
Introducción | 29
como factores importantes de inestabilidad, entre otros, la fragilidad del
Estado, la no función del sistema representativo —incluidos los partidos
políticos— y la ausencia de un plan nacional que integre a todo el país
(Burt y Mauceri, eds. 2004; Crandall, et ál., eds. 2005; Drake y Hershberg,
eds. 2006; Mainwaring, et ál., eds. 2006). También existe un arduo trabajo
sobre la dinámica de cambios políticos de los países andinos desde el pun-
to de vista de los efectos de la reforma institucional de descentralización
(O’Neill 2005), y otros análisis sobre el proceso de expansión de los movi-
mientos indígenas desde la perspectiva de la ampliación de la participación
política (Van Cott 2005, 2008; Yashar 2005).
También, en la región andina, se ha suscitado el interés en profun-
dizar en los estudios comparados de los países andinos, y se han enfoca-
do básicamente en el aspecto político, particularmente en la democracia
y representación, en la etapa histórica de la “nueva coyuntura crítica” de
la transformación del modelo de desarrollo (Cameron y Luna, eds. 2010;
Tanaka, ed. 2009; Tanaka y Jácome, eds. 2010).
Aunque es importante enfocar dichos factores comunes de los cinco
países, debemos tomar más en cuenta las trayectorias históricas —en
ciertos aspectos diferentes—, en las cuales la política, particularmente
la política democrática, no ha sido institucionalizada, o su instituciona-
lización ha sido centrada en ciertas fuerzas y élites sin profundizar en el
arraigo de la participación democrática de la gente común, en medio de
las condiciones estructurales como desigualdad social, pobreza y la estruc-
tura económica dependiente de la exportación de los productos prima-
rios. Drake y Hershberg, eds. (2006) también resaltan la importancia de
instituciones. Sin embargo, este estudio concentra su atención al Estado.
Tenemos que suponer las instituciones en el sentido más amplio, vale decir,
enfocar las instituciones —los patrones de comportamiento, las reglas, las
normas, el entendimiento y/o el consentimiento, explícitos o implícitos,
que son aceptados, reconocidos o compartidos como legítimos por los
miembros de una sociedad, con el objetivo de conseguir ciertas metas o
valores—, forjadas o no forjadas, en las relaciones de los actores políticos.
En este sentido, el Estado es solo uno de los elementos.13 Sobre la base de
este entendimiento acerca de las instituciones, necesitamos prestar mayor
13. Para una discusión más detallada sobre las instituciones, véase Murakami (2007: 42-47).
30 | Yusuke Murakami
atención —como señalamos en las secciones anteriores— tanto a las con-
diciones estructurales como a las diferencias producidas entre los cinco
países en el ámbito de institucionalización política, además de señalar las
similitudes de cinco países.
La crisis económica de la década de 1980, por ejemplo, se presentó en
distintas maneras entre los cinco países andinos. La hiperinflación —fe-
nómeno más simbólico de dicha crisis— se dio agudamente en la primera
mitad de la década de 1980 en Bolivia, y en la segunda de la misma en el
Perú. Ecuador y Venezuela la sufrieron moderadamente a fines de la déca-
da de 1980 y mediados o fines de la siguiente, mientras que Colombia no
fue afectada tanto como otros países vecinos por este fenómeno.14 Debe-
mos tomar en consideración esta diferencia para analizar la adopción de la
línea neoliberal o sus efectos en el sistema de partidos.
Los artículos reunidos en este libro15 constituyen los estudios pre-
liminares o intentos iniciales con miras al desarrollo de las mencionadas
direcciones de análisis comparativos, y también los trabajos para servir de
base para tales análisis. En la primera parte, se encuentran tres estudios
que ensayan estudios comparativos de los países andinos. El primer ca-
pítulo de Pachano enfoca los tres países andinos centrales e indaga en el
problema de cómo medir la calidad de la democracia. Luego de analizar
las situaciones de la transición a la democracia y revisar con detenimiento
la literatura existente sobre la gobernabilidad democrática y el carácter de
la democracia, el autor indica que la democracia de dichos países tiene tres
aspectos: los problemas propios del Estado de derecho, la orientación de
las políticas de los diversos gobiernos y las prácticas y valores de los acto-
res sociales y políticos. Por eso, pone énfasis en la necesidad de tomar en
consideración dichos aspectos para desarrollar el argumento y análisis de
la calidad de la democracia.
Introducción | 31
El segundo capítulo de Murakami compara los sistemas de los parti-
dos políticos de los países andinos. Para analizar las similitudes y diferen-
cias de las trayectorias de dichos sistemas, introduce la perspectiva de las
instituciones, definida en la sección anterior, y también toma en considera-
ción la dinámica, coyuntura y estructura económica como condiciones de
sus trayectorias. El tercer capítulo del mismo autor concentra la atención en
el Perú y Venezuela —dos primeros casos de la caída y colapso de los par-
tidos políticos en América Latina— desde un mismo ángulo analítico. Da
importancia a las condiciones estructurales, particularmente a las relaciona-
das a la estructura económica, para hacer la comparación de los dos países.
La segunda parte consiste en tres análisis de las dinámicas políticas de
Bolivia y Perú. Los dos primeros artículos estudian el proceso político de
Bolivia. El primer artículo de Blanes revisa el proceso político antes de la
transición a la democracia y el surgimiento de las fuerzas de Evo Morales
y después de estos. Luego de tratar el contexto de las medidas de ajuste y
reforma del Estado, donde emergió el eje “etnocultural” como nueva agen-
da política, describe la polarización política y la subida al poder de Morales.
El segundo artículo sobre Bolivia, de Mayorga, evalúa los desafíos de la
transición estatal que vive este país como resultado de las transformaciones
políticas e institucionales acaecidas en la segunda mitad del primer decenio
del siglo XXI. Prestando la mayor atención a la sobresaliente presencia del
Movimiento Al Socialismo (MAS) en el gobierno, desde enero de 2006,
analiza el cambio en las relaciones entre Estado y mercado, entre Estado y
regiones, y, finalmente, entre Estado, nación y pueblos indígenas.
El tercer artículo firmado por Murakami analiza la política peruana
de la etapa pos-Fujimori. A diferencia de la mayoría de los estudios exis-
tentes sobre el tema, el autor considera como referencia de comparación
la política de la década de 1980, en lugar de la situación autoritaria de Fu-
jimori en la década de 1990. Señala que, hasta el momento, no se pueden
observar diferencias marcadas entre las dos etapas.
La tercera parte reúne tres estudios enfocados en el aspecto econó-
mico. El primer análisis, de Gonzales, enfoca el Perú para examinar las
reformas y cambios neoliberales, así como los efectos y desafíos del llama-
do modelo económico primario-exportador y de servicios en tal contexto
económico. Argumenta que, debido al Estado debilitado, el crecimiento
macroeconómico ha tenido impactos solo sobre una parte de la población,
lo que ha hecho persistente la desigualdad y la pobreza.
32 | Yusuke Murakami
La segunda investigación, de Yasuhara, introduce la teoría del desa-
rrollo restringido por la balanza de pagos para señalar los efectos y desa-
fíos del modelo económico primario-exportador. Compara Bolivia y Perú
desde su punto de vista teórico, y concluye que Bolivia no aprovecha el
alza de los precios de los hidrocarburos debido a su nivel elevado de im-
portaciones de bienes intermediarios y los capitales, mientras que Perú no
goza los efectos multiplicadores de las inversiones en el sector primario-
exportador a causa de la desindustrialización.
El tercer artículo, de Shimizu, resalta la importancia del desempeño
del Estado al analizar el caso de la participación de los pequeños agriculto-
res en la producción de espárragos —producto estrella para la exportación
no tradicional en el Perú—. La posición frágil e inestable de los pequeños
agricultores se atribuye a las fluctuaciones del precio en el mercado y su limi-
tada accesibilidad a este, causada tanto por la cuestión de las economías de
escala como por su incapacidad de responder a las exigencias del mercado.
Los análisis de la última parte sugieren para los países andinos la ne-
cesidad de superar el desafío no solo de la redistribución de las ganancias
en el modelo económico primario-exportador, sino también de buscar un
camino para contar con un sector dinámico de industria, y, para lograrlo, el
Estado debe desempeñar un rol de importancia, que, por cierto, es distinto
al de la “matriz Estado-céntrica”. Y este desafío se convierte en el asunto
político: cómo conformar un consenso o, por lo menos, un entendimiento
respecto de cierta línea que se debe seguir a mediano y largo plazo con la
convergencia de los esfuerzos de diversas fuerzas y sectores de la sociedad.
Se trata de un aspecto importante de la institucionalización de la política
democrática.
***
Introducción | 33
Bibliografía
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Introducción | 35
Sección I
PERSPECTIVAS COMPARADAS
CALIDAD DE LA democrACia
EN LOS PAÍSES ANDINOS
Simón Pachano
Introducción
1. La excepción fue el golpe de Fujimori, que reiteradamente deberá ser destacado como
tal a lo largo de este texto, ya que no tiene parangón con los sucesos de los otros países.
de manera directa o como fuerza de apoyo a una facción civil. Sin embar-
go, con la excepción del golpe de Fujimori, nada de ello ocurrió en el resto
de países o apenas estuvo presente en una mínima expresión en algún
caso. La mayor parte de esos conflictos se arreglaron dentro del orden
constitucional vigente y siempre en nombre de la democracia.
En segundo lugar, un análisis de la realidad de estos países a la luz de
la teoría de la democracia arroja resultados relativamente satisfactorios. La
mayor parte de ellos cumplen, en mayor o menor grado, con el vademé-
cum de la poliarquía.2 En todos ellos, existen las garantías formales para
(a) formular las preferencias, (b) manifestar esas preferencias y (c) recibir
igualdad de trato en la ponderación de ellas. Desde el retorno a la demo-
cracia o desde las profundas reformas realizadas a lo largo del periodo, no
existen exclusiones formales o explícitas en cualquiera de esos aspectos.
En la apertura de los sistemas políticos, la inclusión de grupos sociales tra-
dicionalmente excluidos, como los indígenas (a través del reconocimiento
del derecho de los analfabetos al voto, por ejemplo), y la eliminación de las
barreras institucionales que impedían la entrada de nuevas fuerzas políti-
cas en la competencia (sobre todo por medio de las reformas a los sistemas
electorales y de partidos) han sido factores sustanciales en ese sentido. Asi-
mismo, los gobiernos —y, en general, los principales cargos políticos— se
eligen en elecciones libres y limpias que solamente en casos muy excepcio-
nales han sido impugnadas puntualmente.3
Entonces, si por un lado hay evidencias que niegan el carácter de-
mocrático de estos regímenes, por otro lado, ellos no han abandonado las
características centrales que los califican como tales, por lo que se hace
necesario encontrar explicaciones para la insatisfacción de la población con
el funcionamiento y los resultados de estos regímenes. En este sentido, es
imprescindible, en primer lugar, identificar el tipo de régimen que se ha
conformado en ellos y, de esa manera, contar con la capacidad para intuir
40 | Simón Pachano
el desarrollo hacia el futuro. En segundo lugar, se hace necesario identi-
ficar las causas que producen la insatisfacción, de modo que sea posible
llegar hasta el fondo del problema.
En el presente texto, pretendo abordar estos temas solamente de una
manera exploratoria, esto es, como una visión preliminar dentro de lo que
debe ser un esfuerzo de mayor alcance. Con este fin, en la primera sección,
trato brevemente el tema de las transiciones a la democracia, ya que las
especificidades de esos procesos determinan en gran medida la evolución
posterior. En la segunda sección, analizo los problemas que debieron en-
frentar los tres países en la fase posterior a la transición, y, en la tercera,
abordo algunos aspectos centrales de la situación actual en referencia a la
calidad de la democracia.
Hasta mediados de la década de 1990, casi nadie dudaba de que las tran-
siciones desembocarían en la consolidación de la democracia en la mayor
parte de países de América Latina. Por un conjunto de factores internos y
externos, los peligros de un retorno a los regímenes dictatoriales de épocas
anteriores se veían como algo muy poco probable. Aparte de los retrocesos
ya señalados —el derrocamiento de presidentes en algunos países—, que
eran vistos como eventualidades que se arreglaban dentro de la propia
constitucionalidad, no se advertían mayores problemas para las democra-
cias latinoamericanas. Sin embargo, a mediados de la década de 1990, al-
gunos autores advirtieron la posibilidad de que esas jóvenes democracias
siguieran un camino diferente al que se designaba con el concepto de con-
solidación. Sin dejar de reconocer las escasas probabilidades de retorno
a los regímenes dictatoriales, esos autores llamaron la atención sobre la
posibilidad de constituir un tipo de régimen que, partiendo de un ori-
gen democrático y manteniendo sus condiciones básicas (elecciones libres
y limpias, vigencia de los partidos políticos, entre otras), pudiera alejarse
de una caracterización estricta de democracia política o poliarquía.4 Más
4. Guillermo O’Donnell fue el autor clave de esta nueva perspectiva, especialmente con
sus artículos “¿Democracia delegativa?” y “Otra institucionalización”. Este último
abrió un debate bastante esclarecedor con Richard Gunther, Nikiforos Diamandouros
y Hans-Jurgen Puhle, quienes poco antes habían editado el libro The Politics of Democratic
Consolidation. Estos tres autores aludidos respondieron con el artículo “Las ‘ilusiones’ de
O’Donnell: una réplica”, que, a su vez, fue respondido por este autor con “Ilusiones y
errores conceptuales”. Todos los artículos están recogidos en el número 2 de la revista
La Política (O’Donnell 1996b).
5. Resultado de esto son textos como el de Levitsky y Way sobre autoritarismo competi-
tivo y el de Collier y Levitsky sobre democracia con adjetivos. También puede inscri-
birse, en esta corriente, el análisis del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) sobre la democracia en América Latina.
6. Además de las características de la transición, también inciden sobre el resultado final
las condiciones sociales del régimen autoritario, que no serán abordadas aquí. Cabe se-
ñalar que la alusión a estas condiciones no puede llevar a interpretaciones deterministas,
en el sentido de que a determinadas características del punto de partida corresponden
unas características específicas del punto de llegada, como hace notar acertadamente
Przeworski (1991: 167).
42 | Simón Pachano
y políticos dentro del modelo corporativo que había tenido vigencia duran-
te más de una década y media. De manera similar a lo ocurrido en los otros
dos países, se había configurado una coyuntura crítica que requería de
nuevos instrumentos y de nuevas orientaciones de los actores políticos. La
solución pasaba, tal como en Ecuador y Perú, por la conformación de un
ámbito apropiado para la el procesamiento y la solución de los conflictos.
La única posibilidad, después de haber comprobado reiteradamente que
la solución autoritaria no tenía viabilidad para ninguno de los actores, era
un régimen poliárquico que ofreciera similares condiciones a todos ellos.
Para esto se acudió a la Constitución de 1966. Al contrario de los otros dos
países, aquí no se presentaron las condiciones apropiadas para entrar en un
proceso de reforma constitucional o de elaboración de un nuevo marco ju-
rídico y político. La dinámica de los hechos, el nivel al que había llegado el
enfrentamiento y sobre todo la imposibilidad de que se constituyan actores
hegemónicos fueron obstáculos en ese sentido.
En general, la coyuntura de la transición abrió, en los tres países, un
camino por el que transitarían posteriormente.7 Los tres escogieron re-
gímenes poliárquicos que fueron retroalimentándose con su propia mar-
cha. Los elementos básicos de estos, como la realización de elecciones y
el procesamiento de los conflictos con apego a las disposiciones legales,
fueron convirtiéndose en rutinas en cada uno de los países. Las prácticas
contrarias a los procedimientos democráticos fueron perdiendo terreno y
pasaron a convertirse en expresiones marginales, con la sola —y muy im-
portante— excepción del brote subversivo de Sendero Luminoso en Perú.8
7. El punto de partida en los tres países viene a ser el mismo si se considera que las
condiciones sociales, económicas y políticas colocaron a los actores frente a un rango
de opciones definidas básicamente como el mantenimiento del statu quo o el cambio
radical de este.
8. Pero, aún en ese caso y sin desconocer la magnitud que alcanzó, se puede sostener
que se trató de una experiencia marginal respecto del conjunto de actores sociales y
políticos peruanos. Su ubicación fuera —y en contra— del sistema político peruano
(Degregori 1996: 190) fue absolutamente independiente del tipo de régimen estable-
cido. Dicho de otra manera, la opción estratégica de Sendero Luminoso habría sido la
misma bajo cualquier régimen. En este aspecto, se puede encontrar alguna similitud
con la persistencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en
Colombia, que, al contrario de otros movimientos armados (como el M-19), optaron
por la inserción democrática (Pizarro 1989: 7 y ss.).
44 | Simón Pachano
de la economía en su conjunto. El problema central de la conjunción de
estas tareas es que cada una de ellas impulsa los procesos en direcciones
radicalmente diferentes. En efecto, las de liberalización y de democratiza-
ción tienden a reducir el peso de las instituciones estatales en beneficio de
la mayor presencia de la sociedad en la vida pública. Por el contrario, las de
reorientación económica exigen una acción estatal decidida y reducen los
espacios de la acción ciudadana.9 Las primeras significan apertura hacia las
diversas opiniones y tendencias, en tanto que las últimas requieren de sis-
temas políticos relativa o totalmente cerrados. Por consiguiente, cualquier
análisis de la transición en estos países, así como en sus pares latinoameri-
canos, debe considerar cuidadosamente este aspecto.
En lo político, esto llevó a la redefinición de los términos del conflicto
distributivo o, dicho de otra manera, a la negociación de espacios dentro de
las nuevas condiciones económicas. Tanto en Ecuador como en Perú, los
regímenes salientes habían dejado establecidas condiciones bastante claras
en términos de la asignación de recursos entre los diversos sectores socia-
les.10 Con bastante precisión, se había definido la capacidad de respuesta
institucional del sistema político, lo que expresaba un buen grado de aco-
plamiento entre las demandas de los actores y el entramado institucional y
procedimental (Pachano 1996: 37). La crisis marcó la obsolescencia de esa
relación y de los correspondientes arreglos institucionales, ya que, por un
lado, estableció un cambio radical en las demandas (e incluso en las carac-
terísticas de los actores sociales) y, por otro lado, redujo la capacidad del
sistema político para atenderlas (tanto por la contracción de los recursos
como por el desajuste frente al mismo cambio de demandas). Por consi-
guiente, se hacía imprescindible redefinir los términos de la relación entre
los grupos sociales, no solamente en su calidad de sujetos económicos,
11. McClintock (1997: 56) duda de la importancia de los objetivos económicos en las mo-
tivaciones del golpe. Su argumento es que “ya estaba implementando los elementos
principales de un programa económico neoliberal antes del autogolpe [y que] de hecho
la reacción internacional en contra del autogolpe amenazó en lugar de facilitar la im-
plementación del programa neoliberal” (ibíd.). Creo que hay razones para no compartir
esa afirmación cuando se observa la conflictividad social y política que caracterizó a los
primeros veinte meses del gobierno fujimorista, que ponía en serio riesgo la aplicación
de ese modelo (Conaghan 2005: 28 y siguientes). Asimismo, la reacción internacional
tuvo un carácter pasajero, centrada exclusivamente en la defensa de las instituciones
democráticas y, si bien inicialmente hubo alguna sanción económica (como el congela-
miento de préstamos), pronto hubo más bien apoyo en ese sentido (Bowen 2000: 118,
Murakami 2007: 258 y siguientes). Otras interpretaciones dan mayor peso al conflicto
con el Congreso, que, en gran medida, giraba en torno a la orientación económica del
gobierno (Kenney 1997: 77, Murakami 2007: 243 y ss.). Aparte de estas interpreta-
ciones, hay autores que destacan la importancia de la guerra contra la subversión de
Sendero Luminoso (Degregori 2000: 40-41).
46 | Simón Pachano
democrático, el del presidente Hernán Siles. Las instituciones habían per-
dido casi absolutamente su capacidad no solamente para enfrentar la crisis,
sino, en general, para gobernar. Se había eliminado cualquier punto de
referencia institucional que pudiera servir para establecer las condicio-
nes que permitieran remontar la situación económica y, al mismo tiempo,
mantener las reglas de participación y competencia democrática. La úni-
ca posibilidad de solución estaba dada, en consecuencia, por un acuerdo
de los actores significativos, que permitiera sentar las bases mínimas para
el logro de aquellos objetivos (Laserna 1992, Mayorga 1998). El primer
paso se dio con el adelanto de las elecciones, que significaba básicamente
apartar de la escena al gobierno de Siles y que implícitamente constituía
un reconocimiento del fracaso del tipo de política de incrementos que se
había impuesto desde el retorno a la democracia (Mayorga 1998). El segun-
do paso fue el que se dio con los acuerdos de 1995, en que se estableció
un conjunto de reformas económicas y políticas que finalmente permitie-
ron controlar la economía y dotarla de capacidad de respuesta al sistema
político (Romero 1999, Lazarte 1993, Laserna 1992, Mayorga 2003). Pa-
ralelamente a este acuerdo, el gobierno —que había tomado la iniciativa
en la convocatoria— tomó medidas drásticas en contra de los dirigentes
sindicales que se oponían al plan económico propuesto, con lo que alejó el
peligro de la desestabilización que caracterizó a su antecesor. El resultado
fue lo que, en adelante, se conocería como la “democracia pactada”, que
pudo funcionar con relativa facilidad durante los siguientes dieciocho años
(Pachano 2006: 17).
En Ecuador, se configuró una situación radicalmente diferente a la
de ambos países, ya que no hubo consensos sobre la orientación que debía
tomar la economía y tampoco hubo la imposición de un modelo específico
por vía autoritaria.12 Desde el año 1981, este país se movió permanente-
mente entre los intentos de ajuste realizados por los sucesivos gobiernos
(cada uno de ellos de diferente tendencia política) y el retroceso en las me-
didas tomadas (Pachano 2007a: 13-37). Los bloqueos —ya sea por medio
de las instituciones formales o informales— fue la característica central de
todo el periodo. La debilidad de los gobiernos, expresada sobre todo en su
12. El intento más cercano a este tipo de salida se encontró en los dos primeros años del
gobierno de Febres Cordero (1984-1988), pero la oposición de diversos sectores le
obligó a retroceder (Pachano 2007: 20-21).
13. Aparentemente, este círculo se habría roto con las acciones desplegadas por el gobierno
de Rafael Correa (posesionado en enero de 2007). Es probable que así sea en lo que
se refiere a la posibilidad de aplicar una política económica específica (en este caso, de
signo radicalmente contrario a la neoliberal que pretendieron instaurar los gobiernos
anteriores). Sin embargo, en lo político, no se advierten cambios de similar magnitud,
y, más bien, se puede comprobar la profundización de las prácticas clientelares y las
formas corporativas de acceso a los recursos. Desafortunadamente, no se cuenta aún
con estudios al respecto.
48 | Simón Pachano
específico que defina la instauración plena de los procedimientos democrá-
ticos o, como en el caso peruano, que exprese con claridad su ruptura. Se
podría afirmar que la transición se cumplió porque esos procedimientos se
volvieron rutinarios y fueron aceptados por el conjunto de actores sociales
y políticos, pero de ello no se desprende que el resultado fuera la consoli-
dación. Fue más bien un típico caso de informalización institucional y de
estructuración de una democracia delegativa (O’Donnell 1997).
14. Durante largo tiempo, imperó en todo el continente una visión que establecía una sepa-
ración tajante entre economía y política o que, por lo menos, era indiferente a esta última.
Una expresión muy clara de esta posición se encuentra en la abundante literatura de la
denominada “teoría de la dependencia”, que tenía débil o nula relación con la escasa
reflexión que, en ese momento, se hacía sobre lo político. De manera especial, no se
planteaba como problema por resolver el tipo de régimen (democrático o autoritario),
de modo que la ruptura de la condición de dependencia no tenía relación con las condi-
ciones políticas. Solamente se aludía, en un plano muy general, a la estructura de clases
que era necesaria para ese fin. Llama la atención, por ejemplo, que, en una obra de tanta
importancia como la de Cardoso y Faletto, no se incluya una reflexión al respecto, espe-
cialmente al abordar el tema del populismo y del Estado desarrollista (1971: 102-129).
15. Las mejores expresiones de esta nueva orientación se encuentran en los textos de
O’Donnell sobre el Estado burocrático-autoritario (1993, 2000) y en los de Lechner
sobre la crisis del Estado (1988).
16. Esto tuvo su correlato en las ciencias sociales cuando pusieron en primer plano de
su preocupación a temas estrictamente políticos, como partidos, congresos, represen-
tación, participación, gobernabilidad, y cuando sustituyeron los grandes relatos por el
análisis de procesos concretos asentados en la investigación directa.
50 | Simón Pachano
política, sociedad y economía, que vendría a ser la característica del pen-
samiento latinoamericano posterior a la transición a la democracia. Era el
momento para dejar atrás la vieja separación entre el pensamiento econó-
mico y el pensamiento político.
No obstante, a pesar de las condiciones favorables para el desarrollo
de esa nueva perspectiva de análisis y comprensión de los problemas del
continente, las urgencias por encontrar respuestas a la reformulación del
modelo económico llevaron nuevamente a una ruptura, especialmente por
la búsqueda de lograr altos grados de autonomía para la economía (y, con-
secuentemente, para el pensamiento económico). Se fue imponiendo así la
percepción de esta como un espacio eminentemente técnico, que debía ser
tratado —en términos prácticos, pero también en el nivel del pensamien-
to— aisladamente sin el contagio de la política. La presencia dominante de
tecnócratas en los espacios de toma de decisiones tuvo su expresión en los
reiterados intentos de presentar al pensamiento económico —y su aplica-
ción práctica— como un espacio de reflexión que no solamente podía, sino
que debía aislarse de cualquier consideración política e incluso social.17 El
predominio de las concepciones neoliberales se asentó precisamente sobre
esas premisas, sin que existiera durante un largo periodo una visión alter-
nativa con la fuerza necesaria para retomar los elementos positivos que se
presentaron al inicio de esa etapa. Es evidente, como queda demostrado a
la luz del tiempo transcurrido, que esa fue una vía de empobrecimiento de
la que solamente se ha comenzado a salir en años muy recientes.
Es verdad, sin embargo, que paralelamente a ese empobrecimiento de
la teoría política —e incluso económica, dada la simpleza del pensamiento
neoliberal—, en algunos medios académicos y políticos, hubo interés en
los procesos de más largo aliento. Este se manifestó fundamentalmente en
la reflexión que se generó en torno a la gobernabilidad y la representación,
que, en conjunto, han constituido campos de análisis sobre los cuales se
ha debatido larga y profundamente para explicar los problemas que han
debido enfrentar los respectivos sistemas políticos. Las diversas formas
en que se ha entendido a estos dos conceptos tienen mucha importancia
52 | Simón Pachano
Desde la primera perspectiva, la sobrecarga de demandas sociales,
que constituía el eje del concepto original de crisis de gobernabilidad —o
ingobernabilidad— ha sido sustituida por el concepto de ‘capacidad de
respuesta gubernamental’. Con ello, se desplaza el interés hacia el ámbi-
to institucional o más precisamente hacia la relación entre las demandas
sociales y las instituciones. Al poner el acento en este terreno, se expresa
implícita o explícitamente mayor preocupación por el perfeccionamiento
de la democracia. En ese sentido, tiene una connotación claramente pro-
gresista y orienta su crítica más bien hacia la insuficiencia de democracia.
Los problemas de gobernabilidad se producirían, según este acercamiento,
por deficiencias del sistema político, y, por tanto, las soluciones deberían
encontrarse en el mejoramiento de los diseños institucionales, la elevación
de la capacidad de respuesta a las demandas sociales, y el perfeccionamien-
to de los procedimientos democráticos.
La otra perspectiva, aquella que considera que los problemas de go-
bernabilidad provienen de las exclusiones sociales, devuelve el problema al
nivel de la sociedad, pero de una manera diferente a la de la formulación
original. Aunque coincide con esta en que las demandas sociales tienden
a incrementarse, no atribuye esta situación a las respuestas positivas que
entregaría la democracia, sino más bien a causas estructurales y a la baja
capacidad del sistema político para procesarlas; es decir, a la insuficiencia
de democracia y no a su exceso. Según esta perspectiva, los problemas de
gobernabilidad pueden evitarse o controlarse solamente en la medida que
se resuelvan previamente las diferencias e inequidades sociales.19 Obvia-
mente, una perspectiva de este tipo supedita la democracia a las condicio-
nes económicas y sociales, lo que llevaría simplemente a aceptar que esta
es imposible en países como los estudiados, donde los niveles de pobreza
afectan a proporciones muy grandes de la población. Sin embargo, se trata
de una posición teórica que ha alcanzado gran peso político y, en esa me-
dida, debe ser tomada en cuenta. Sobre todo es importante hacerlo porque
de ella se desprenden muchas de las posiciones que impugnan la democra-
cia como régimen factible para los países andinos.
19. Es evidente que esta posición supera ampliamente el nivel estrictamente político del
régimen y del sistema político, ya que hace establece la interacción de estos con el nivel
estructural. Su énfasis está en los rendimientos del sistema político, lo que puede llevar,
en sus versiones más extremas, a cierta indiferencia en relación con el régimen, es decir,
puede ir más allá de la vigencia de la democracia.
20. Llama la atención que quienes sostienen la segunda posición han sido los más entusias-
tas partidarios de las reformas constitucionales como mecanismo de solución de los
problemas. De una manera que no resulta clara al considerar solamente este nivel de
análisis, han desplazado las soluciones a un campo que no identifican como prioritario
ni como el ámbito en donde se generan y se manifiestan los problemas.
54 | Simón Pachano
primero sostiene la necesidad —y la posibilidad— de introducir reformas
en el ámbito institucional con el fin de dotar al sistema político de mayor
representatividad. Su supuesto básico es que los arreglos institucionales
tienen incidencia decisiva sobre las prácticas de los actores y, por tanto,
las modificaciones que se realicen en el primer nivel tendrán su expresión
en este último. El segundo niega implícita o explícitamente la efectividad
de las reformas institucionales y sugiere más bien que aquellos arreglos no
tendrán mayor significación mientras no se sustituya, en su totalidad, la
concepción de régimen representativo. El problema, desde esta perspecti-
va, se desplazaría hacia el tipo de régimen y no a las formas específicas que
este adopta en cada caso particular.21
A pesar de estas diferencias, las dos posiciones aluden a problemas de
relación entre el sistema político y la sociedad. Ambas encuentran en esos
problemas las causas de la insatisfacción ciudadana con la democracia. El
primero se enfoca en las condiciones de la representación de la sociedad
en el sistema político, en tanto que el segundo —en especial en sus ver-
siones más radicales— busca la eliminación de cualquier diferencia entre
sociedad y sistema político. Sin embargo, ambos reconocen la existencia de
una demanda de participación, a la que le atribuyen tanta importancia que
vendría a ser la causa del desencanto con el régimen.22 No obstante, en el
21. Aunque tiene menos sustento teórico y conceptual que el primero, e incluso a pesar
de que aparece como una posición carente de viabilidad práctica, este último punto de
vista ha cobrado importancia en los últimos años, dado que se ha convertido en uno de
los elementos centrales de la agenda política especialmente en Bolivia y Ecuador. Ini-
cialmente, fue patrimonio del discurso de líderes y movimientos que provienen desde
fuera del ámbito institucional de la política, pero, con el pasar del tiempo, se ha trans-
formado en uno de los temas básicos del debate y ha penetrado incluso en sectores que
inicialmente sostenían la primera posición. Los procesos constitucionales que llevan
adelante esos dos países están influidos muy fuertemente por esa visión.
22. Es una afirmación que debe ser sometida a discusión, ya que no es posible identificar
una relación clara de causa-efecto entre los dos elementos, esto es, representación (o
limitaciones en la representación y en la participación) e insatisfacción con el régi-
men. En efecto, no existe mayor asidero para sostener que la ciudadanía exija mejores
condiciones de representación y participación, como sí existe para afirmar que espera
mejores rendimientos del sistema político. En gran medida, esta visión tiene mucho de
profecía autocumplida, ya que ha creado una idea que, al generalizarse entre la pobla-
ción, se ha convertido en parte de la agenda política. Sin embargo, un simple ejercicio
de análisis comparativo demuestra que, en situaciones de satisfacción de las demandas
socioeconómicas, no se presenta esa supuesta demanda de participación.
23. Las ya aludidas reformas constitucionales realizadas por medio de las Asambleas Cons-
tituyentes son excelentes indicadores del grado que ha alcanzado este debate en los
medios políticos andinos. En todas ellas, se han incluido artículos alusivos a la par-
ticipación. Incluso, en algunos casos, se ha llegado a denominar expresamente como
“democracia participativa” al régimen establecido por esas constituciones, a pesar de
que, en realidad, se trata, por lo general, de la introducción de mecanismos de democra-
cia directa o semidirecta que forman parte consustancial del régimen representativo y
que, en algunos casos (como el ecuatoriano), ya estaban vigentes antes de los cambios
constitucionales.
56 | Simón Pachano
1999b). Por tanto, lleva el análisis a las condiciones en que se establece esa
relación y sobre todo a los mecanismos y procedimientos establecidos para
su materialización. Esto quiere decir que el análisis se desplaza al nivel
institucional, independientemente del tipo de democracia o del mayor o
menor énfasis que se ponga en la representación o en la participación.
En consecuencia, se puede afirmar que el debate teórico y político
sobre las democracias latinoamericanas y en particular de los tres países se
ha desarrollado en torno a dos temas que se entrecruzan. Por un lado, el
de la gobernabilidad, en el que se enfrentan las posiciones estructuralistas
contra las institucionalistas. Por otro lado, el del carácter del régimen de-
mocrático, en el que se ha puesto sobre la mesa la dicotomía participación-
representación. Ambos giran en torno a insuficiencias de la democracia, ya
sea en función de su capacidad para responder a las demandas de la socie-
dad, o bien en función de ofrecer condiciones adecuadas para la expresión
de los diversos sectores sociales. Se puede decir, por tanto, que ambos
confluyen en el debate sobre la democracia realmente existente, esto es, sobre
los resultados (económicos y sociales) del funcionamiento del régimen de-
mocrático más que sobre sus bases conceptuales y su sustento teórico.24 En
el fondo del asunto, se encuentra la insatisfacción con los rendimientos del
sistema político, independientemente del tipo de régimen. El problema es
que la democracia crea expectativas que rebasan largamente su condición
de régimen político, lo que ha llevado a atribuir los problemas a una de las
condiciones de este, bajo la percepción de crisis de representatividad.
En síntesis, las transiciones a la democracia en los tres países abrieron
el espacio para nuevas demandas, nuevos temas y nuevos problemas que
debían ser resueltos por los respectivos sistemas políticos. En cada uno de
ellos, se los enfrentó de diferente manera y, por consiguiente, con diversos
resultados. Sin embargo, en los tres —como en el resto de países lati-
noamericanos—, ocuparon lugares destacados las acciones encaminadas a
lograr mejores niveles de gobernabilidad y perfeccionar la representación
política. Esto fue inevitable a causa de la baja capacidad de los respectivos
24. Es verdad que buena parte de los participantes cuestionan las bases conceptuales y teó-
ricas de la democracia (representativa), pero también es cierto que sus propuestas no
han sido formuladas con el sustento teórico necesario para que sean consideradas como
modelos alternativos viables. Por ello, su campo de expresión privilegiado ha sido el de la
política práctica, mientras que ha sido muy pobre su incidencia en los medios académicos.
Uno de los problemas de las nuevas poliarquías —entre ellas las de los tres
países analizados— es que tienden a consolidar prácticas y procedimientos
que no se corresponden exactamente con los que están definidos formal-
mente. Este es el eje de la crítica de varios autores que llaman la atención
sobre la importancia de las instituciones informales (O’Donnell 1996a). En
sentido estricto, se institucionalizan otros elementos que no constan en la
lista de chequeo de las poliarquías y, por supuesto, no guardan coherencia
con sus propias disposiciones. La construcción de la democracia política
como un tipo ideal choca directamente con la realidad de los países en
que se establece, con las prácticas que predominan y con las opciones que
toman los actores políticos. Por consiguiente, hay razones para poner en
duda el carácter consolidado de estas poliarquías.
Como se vio antes, en el momento inicial de los regímenes democráti-
cos, en los tres países, estaban presentes los elementos básicos que caracte-
rizan a las poliarquías. En todos ellos, tenían vigencia las disposiciones que
garantizaban la libertad de asociación, de expresión, de voto, la elegibilidad
para el servicio público, el derecho a la competencia política, la libertad
y diversidad de las fuentes de información, las elecciones libres e impar-
ciales y, en buena medida, aunque no absolutamente, la garantía de que
la política de los gobiernos dependa del voto ciudadano y no de poderes
que se sitúan por encima de este.25 Es decir, en mayor o en menor medida,
58 | Simón Pachano
cumplían con los requisitos de la poliarquía propuestos por Robert Dahl
(1989: 15, 1991: 280-281). Dicho de otra manera, se podía afirmar que, en
todos ellos, se habían establecido regímenes basados en la “libertad legal
para formular y proclamar alternativas políticas en una sociedad con las
libertades de asociación, de expresión y otras básicas de la persona que
hagan posible una competencia libre y no violenta entre líderes, con una
revalidación periódica del derecho para gobernar, con la inclusión de todos
los cargos políticos efectivos en el proceso democrático y que permita la
participación de todos los miembros de la comunidad política, cualquiera
que fuesen sus preferencias políticas, siempre que se expresen pacíficamen-
te” (Linz 1998: 226).
Por consiguiente, una visión general basada exclusivamente en las
disposiciones constitucionales y legales llevaría a asegurar que, en los tres
países, se establecieron con relativo éxito regímenes democráticos. Sin em-
bargo, un breve vistazo a su desempeño permite detectar un conjunto de
elementos que distorsionan ese carácter. De manera especial, la vigencia
de prácticas particularistas (convertidas en verdaderas instituciones) como
el clientelismo y el corporativismo tiende a erosionar algunos de los ele-
mentos constitutivos de las definiciones mencionadas. La lista de chequeo
de la poliarquía no puede ser completada en su totalidad cuando se com-
prueba que esas prácticas han invadido en su totalidad al sistema político
y que, de esa manera, rompen con varios de los principios básicos sobre
los que se asienta —o debe asentarse— la poliarquía.26 Estas han desarro-
llado profundas raíces en los tres países, hasta convertirse en parte de sus
sistemas políticos en un ejercicio de adaptación mutua. Las democracias
de estos países se han visto obligadas a convivir con ellas, a integrarlas en
sus procedimientos aunque, para ello, se deba acudir a la informalización
institucional.
Pero no es únicamente la presencia de estas instituciones informales
lo que pone en cuestión al carácter de las democracias en los tres países. Se
26. En esta afirmación, hay, sin duda, un fuerte componente normativo, ya que implícita-
mente considera que la poliarquía debe cumplir con condiciones previamente estableci-
das. Este es un resultado inevitable cuando se acude a tipos ideales o incluso a conceptos
que buscan tener validez universal, como es precisamente el de democracia política o
poliarquía. Si a estos se les quita uno o varios de sus componentes básicos, se eliminaría
la posibilidad de comparación y se llegaría a un relativismo que alimentaría la confusión
conceptual (al respecto, véase Collier y Levitsky 1996).
60 | Simón Pachano
quien encabezó el segundo golpe de Estado triunfó en las elecciones dos
años después.27
Si se considera que la conducta de los actores constituye uno de los pi-
lares básicos de la democracia, la tendencia brevemente reseñada no ofrece
un panorama alentador para el futuro de la democracia en los tres países.28
Se obtienen conclusiones contrarias a la corriente que predominó en los
primeros años de la transición al tomar como referencia ya no solamente
las actitudes contemplativas sino incluso de apoyo de amplios sectores de
la población a acciones en contra de la democracia. Es evidente que se asis-
te a un debilitamiento de los valores que acompañaron a las transiciones y
que fueron factores fundamentales para alejar el peligro del autoritarismo
y del retorno a las formas dictatoriales, así como para eliminar la inestabi-
lidad que caracterizó a los tres países durante casi cuatro quintas partes del
siglo XX. Frente a esto, es posible afirmar que ha predominado el pragma-
tismo de los resultados por encima de la valoración de los procedimientos
democráticos. La legitimidad de resultados ha sustituido a la legitimidad
de origen y de procedimientos, lo que explica en gran medida la amplia
divulgación de las prácticas particularistas señaladas antes.
Una realidad de esta naturaleza puede dar lugar a explicaciones ba-
sadas en las condiciones económicas y sociales de amplios sectores de la
población. En términos concretos, se puede aludir a una relación entre
pobreza y desafección con la democracia. Pero, aunque existen argumentos
fuertes para sostener esa percepción, es necesario introducir matices que
tiendan a alterar el carácter lineal y determinista que está presente en esa
formulación. En esta dirección, es necesario considerar el peso de factores
que pueden llevar a colocar en segundo plano los valores y procedimientos
democráticos, especialmente en lo que tiene relación con la vigencia de
29. Es importante señalar que las condiciones económicas y sociales, en especial la pobreza
y la desigualdad en el ingreso, no fueron obstáculos para que, en los tres países, se pro-
dujeran acuerdos políticos en torno a objetivos de preservación y fortalecimiento de la
democracia. Como se ha hecho notar, ninguno de ellos mostraba indicadores econó-
micos y sociales mejores que los del resto de países del continente, lo que quiere decir
que, para establecer las bases consensuales de la democracia, no fue necesario resolver
previamente los problemas económicos y sociales (Mainwaring 1992). Por periodos no
despreciables, fueron acuerdos bastante fructíferos en función de ofrecer condiciones
adecuadas para la representación y garantizar la estabilidad (como lo expresa claramen-
te el caso boliviano con sus dieciocho años de estabilidad política y económica).
62 | Simón Pachano
Retornando al ámbito estrictamente político, se puede afirmar que, en
determinadas coyunturas, ha predominado la racionalidad derivada de me-
tas de largo plazo, y debe precisarse que esto no ha ocurrido en todos los
países y que aún aquellos que siguieron esa ruta ahora parecen dirigirse en
sentido contrario. Bolivia, a partir de 1985, constituyó la excepción entre
los tres países, pero aún en ese caso se cerró el ciclo de esa orientación de
los actores.30 En todos ellos, se ha llegado a niveles agudos de fragmenta-
ción de la representación política, han tomado fuerza los líderes y las or-
ganizaciones asentadas en prácticas clientelares, y se han roto los acuerdos
básicos que sostenían a la democracia. Aún más, Perú y Ecuador encon-
traron muchos obstáculos para introducir una lógica de acción orientada
al fortalecimiento democrático, ya que el conjunto de actores políticos y
sociales se guiaron siempre por el cálculo de corto plazo y por la obtención
de beneficios para determinados grupos de presión. Incluso es interesante
comprobar que, en Perú, una rígida política económica de orientación libe-
ral tuvo como contrapartida comportamientos clientelares de corto plazo,
con lo que se demuestra que no hay incompatibilidad entre ambas, que la
correspondencia entre economía y política puede ser inexistente y que los
factores explicativos de esas percepciones, orientaciones y actitudes no se
encuentran en el nivel económico (Conaghan 2005).
De esta situación, se desprenden un conjunto de dudas acerca de la
capacidad del régimen democrático para sobrevivir con actores sociales y
políticos que desarrollan conductas opuestas a sus principios básicos. Ob-
viamente, esas orientaciones van estrechando el margen en que el propio
régimen puede desplegar su capacidad de consolidación. La generalización
de prácticas particularistas y de instituciones informales reduce paulatina-
mente esa capacidad y marca unos límites para la ampliación y profundi-
zación de las poliarquías. Así, y de acuerdo con los acontecimientos que
se han producido en los últimos años, se puede afirmar que por lo menos
dos de los tres países (Bolivia y Ecuador) están muy próximos a alcan-
zar esos límites o incluso ya los han rebasado.31 Por ello, tiene vigencia
30. Romero (1999: 49-85) destaca la importancia que tuvieron para la estabilidad política
boliviana los acuerdos logrados sobre aspectos de tanta importancia como la democra-
cia, la economía de mercado y el multiculturalismo. Sin duda, esos acuerdos se rompie-
ron a partir de las elecciones del año 2002 (Pachano 2006: 26)
31. Este texto se escribe cuando, en ambos países, se están desarrollando sendos proce-
sos constitucionales. En los dos, se instalaron Asambleas Constituyentes dirigidas a
64 | Simón Pachano
reestructuración global de los sistemas políticos son claros indicadores del
debilitamiento —o incluso de la desaparición— del conjunto de normas y
procedimientos que se habían establecido en cada uno de los países y que
pudieron sustentar la transición con todas las tareas que le son consustan-
ciales. Pero, en sentido contrario a lo que se esperaba obtener como resul-
tado de estos procesos, ello no ha desembocado en cambios sustanciales en
función de fortalecimiento (y consolidación) de la democracia. Aunque es
muy pronto para hacer una afirmación fuerte y sustentada en este sentido,
en los casos de Bolivia y Ecuador, hay muchos indicios que apuntan hacia
nuevas formas de debilitamiento de los regímenes democráticos.34
Por otra parte, un elemento de importancia para comprender los tipos
de democracias que se han conformado o que están por conformarse es
que buena parte de las reformas fueron emprendidas fundamentalmente
por la presión de sectores sociales y políticos específicos, de modo que
estuvieron fuertemente marcadas por las determinaciones coyunturales.
Muchas de ellas respondieron a las necesidades del momento y no al esta-
blecimiento de un nuevo ordenamiento sobre bases estables y duraderas.
Incluso buena parte de esas reformas han tomado como punto de partida
y eje conductor la crítica a la democracia como régimen político, dentro de
una visión que recuerda el debate de los años de la guerra fría. Así, en lugar
de fortalecer las instituciones de la democracia representativa, de otorgar-
les mayor capacidad de representación y de vincularlas con mecanismos
adecuados de participación, se ayudó a su erosión al alimentar la descon-
fianza de la población en ellas. Entre las instituciones más golpeadas por
esta tendencia, se encuentran los partidos políticos y los congresos, que
han sido el objeto directo de la orientación adversa de las reformas hacia su
condición de actores centrales de la representación política.
De esta manera, el conjunto de problemas reseñado está conducien-
do a democracias débiles en función de representación y participación
34. Los intentos de sustitución de la democracia representativa por una nunca bien defini-
da democracia participativa e incluso directa están acompañados en ambos países por
un profundo rechazo a la institucionalidad poliárquica propiamente dicha. El cuestio-
namiento a las formas de representación (con los partidos políticos en el centro de
esa crítica) va acompañado de propuestas mucho más graves, como las que tienden a
reducir la importancia de la ciudadanía individual en función de las formas colectivas.
La posibilidad de la implantación de democracias corporativas es algo más que eso, que
una mera posibilidad, hasta llegar a ser prácticamente una evidencia en ambos países.
66 | Simón Pachano
alude a los aspectos económicos o sociales, tanto en función de condicio-
nes que favorecen la constitución de regímenes democráticos como en su
carácter de resultados de la gestión de esos regímenes.37 Se establece así
una separación tajante entre los procesos políticos de selección y control
de los gobiernos por parte de los ciudadanos y la gestión de esos gobiernos.
Por ello, se afirma que “la calidad de la democracia depende del funcio-
namiento de los procesos mediante los cuales la población selecciona y
controla [a] sus gobernantes, no de la eficacia del gobierno en la solución
de los problemas del país” (Levine y Molina 2007: 18-19).
Considero que este punto de partida abre el debate sobre dos temas de
fundamental importancia en el estudio de la calidad de la democracia, en
particular en países como los que trato en este texto. El primero de ellos es
el carácter mínimo del concepto de ‘democracia’ o, dicho de otra manera,
el recorte que hace entre lo que queda dentro y lo que queda fuera. Hasta
dónde es mínimo, qué incluye y qué excluye son las preguntas que no se
pueden soslayar como paso previo a la utilización del concepto. La calidad
de la democracia o, más bien, lo que entendamos por ella estará en función
directa de la magnitud que asignemos a ese mínimo. El segundo tema es
la relación entre los atributos de la democracia política o poliarquía con
las prácticas políticas, con la gestión gubernamental y, en general, con los
elementos señalados antes (económicos, sociales, etc.). El problema central
en este nivel alude a los efectos que pueden derivarse de esa relación, ya que
resulta inevitable que muchos de los factores mencionados incidan directa-
mente sobre las condiciones de la democracia. Aunque hayamos definido
previamente un concepto mínimo de ‘democracia’ —en el que no se inclu-
yen esos elementos—, siempre será necesario considerar las relaciones que
se establecen con ellos o la influencia que estos tienen sobre los aspectos
constitutivos de esa misma democracia mínima.
No es posible hacer aquí un tratamiento detenido y a fondo de ambos
temas. Por ello, solamente quiero llamar la atención sobre dos aspectos. En
68 | Simón Pachano
(Przeworski, Álvarez, Cheibub y Limongi 1996). Aun si se toma como
referencia únicamente a la decisión electoral —esto es, al aspecto estricta-
mente procedimental, que otorga el carácter mínimo a la definición—, se
hace imposible soslayar la incidencia de esos factores. Pero, en términos
teóricos y conceptuales, el problema no está en reconocer esa incidencia,
sino en determinar el lugar que ellos ocupan tanto en la definición de
democracia como en la de su calidad. En una visión extremadamente re-
sumida, se puede asegurar que ellos no son elementos constitutivos del
concepto de ‘democracia’, pero sí son factores condicionantes. Para decirlo
en el lenguaje propio de la metodología, no se los puede considerar como
las variables que definen a la democracia, pero sí como variables intervi-
nientes en el proceso de su constitución, así como en su permanencia. Por
ello —por su peso en la conformación y en la duración de un régimen
democrático—, es inevitable considerarlos como elementos propios del
concepto de ‘calidad de la democracia’. De esta manera, a pesar de que
este último se deriva directamente del concepto de ‘democracia’, se hace
evidente que, en el concepto de ‘calidad’, deben considerarse elementos
que no se encuentran en el de ‘democracia’. Esto es estrictamente lógico
en términos conceptuales ya que con cada uno de ellos se está aludiendo a
unidades de análisis diferentes, que se sitúan en niveles también diferentes.
Una vía posible para el tratamiento adecuado de la calidad de la de-
mocracia se encuentra, entonces, en la diferencia que se debe hacer entre
ambos conceptos. Es una diferencia que radica fundamentalmente en la
unidad de análisis con la que trabaja cada uno de ellos. El concepto de
‘democracia’ tiene como unidad de análisis al régimen.39 El concepto de
‘calidad de la democracia’ trabaja con una unidad de análisis más amplia,
que incluye al régimen, pero que no se circunscribe a este, ya que incorpora
elementos propios de otros niveles (especialmente del sistema político) y
sobre todo porque se preocupa del desempeño de la democracia. Aspectos
como “respuesta a la voluntad popular, responsabilidad y soberanía” (Le-
vine y Molina, 2007: 17), “accountability vertical, responsabilidad [...] account-
ability horizontal [...] transparencia” (Diamond y Morlino 2005b: x) no son
39. El concepto de ‘régimen’ alude al conjunto de normas que regulan el juego político, y,
por tanto, que determinan lo que está permitido y lo que está prohibido y que otorgan
significación o reconocimiento a los actores políticos. El sistema político, por su parte,
hace referencia a las instituciones, a las prácticas y a las acciones concretas.
40. Esos dos ejes fueron retomados, con bastante acierto desde mi punto de vista, como
parámetros para el análisis de las transiciones a la democracia (O’Donnell y Schmitter
1994: 19-30).
70 | Simón Pachano
se ha construido el concepto de ‘régimen democrático’ (para decirlo en
los términos usados antes, de la magnitud que asignemos a la definición
mínima). Esto, a su vez, exige un trabajo en dos niveles. Por un lado, es
necesario identificar la distancia que establece con el régimen autoritario y,
por otro lado, es preciso conocer el grado alcanzado por cada uno de sus
atributos. De esta manera, la calidad de la democracia mide a la democracia
en dos dimensiones relacionadas, pero diferentes.
A partir de estos elementos, es posible enfrentar realidades complejas
como la de los dos países analizados en este texto. Es innegable que un
acercamiento realizado exclusivamente desde la perspectiva del régimen
solo permitirá realizar afirmaciones como las que consigné al inicio, en
el sentido de que ambos cumplirían sin mayores problemas con la lista de
chequeo de la poliarquía. Esto quiere decir que, al ser colocados en el con-
tinuum autoritarismo-democracia, se encontrarían en algún lugar un tanto
alejado de la forma pura de democracia, pero siempre a mayor distancia
de la forma pura del autoritarismo. El problema que se debe resolver, en
ese sentido, sería el de la identificación de ese lugar para poder entonces
proceder a su clasificación. Es probable que se los pueda calificar como
regímenes híbridos (Morlino 2004, Diamond y Morlino 2005a) o como
democracias iliberales (Zakaria 1998), ya que no son capaces de asegurar
un nivel mínimo derechos civiles.41 Es probable también que un ejercicio
de esa naturaleza lleve a considerarlos como regímenes semidemocráti-
cos (Mainwaring, Brinks y Pérez 2001) o que se los pueda situar entre
o entre las diversas formas de democracia delegativa (O’Donnell, 1997).
Pero sería muy poco probable que se los pudiera catalogar como una forma
de autoritarismo competitivo (Levitsky y Way 2002). De cualquier modo,
independientemente del lugar que se les asigne y de la perspectiva teórica
que se utilice para hacerlo, ese sería un paso de mucha importancia para
su clasificación.42
41. No deja de ser polémica y arriesgada la inclusión de los regímenes iliberales entre las de-
mocracias, ya que, por lo dicho anteriormente, la vigencia del Estado de derecho (esto
es, el carácter liberal) es una condición básica del régimen democrático. Es una propie-
dad de definición, en el sentido de que, sin su presencia, no tiene aplicación el concepto
(Sartori 1992: 86).
42. Regímenes híbridos, democracias iliberales, democracias delegativas, regímenes semi-
democráticos —y autoritarismo competitivo en el otro lado del eje— son expresiones
de diversas perspectivas teóricas. Cada una de ellas pone el acento en uno o varios
aspectos determinados, de manera que no siempre son excluyentes y más bien pueden
complementarse.
72 | Simón Pachano
y la orientación de las políticas de los gobiernos. Ciertamente, son elemen-
tos que no definen al régimen democrático, pero, a la vez, son demasiado
importantes como para dejarlos de lado en una evaluación de su calidad.
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Yusuke Murakami
Introducción
82 | Yusuke Murakami
abarcan normas, reglas o patrones de conducta no escritos, no oficiales o
informales, e incluidos entendimientos o acuerdos tácitos. Pueden existir
también como costumbres, ethos, o moral, de modo tal que las institucio-
nes están interiorizadas en la conciencia de cada miembro de la sociedad.
En segundo lugar, su contenido puede ser simple, que incluyen un solo
asunto, o pueden tener uno con contenido complejo, al ocuparse de varios
aspectos de la sociedad (es decir, no solo del político, económico o social,
sino también del axiológico y cultural). En algunos casos, pueden formar
parte de las instituciones contenidos de gran trascendencia social, como
el consenso en torno a los símbolos de la integración social; o perspecti-
vas futuras, planes, proyectos o políticas que conduzcan a la sociedad en
cierta dirección. En tercer lugar, el ámbito de las instituciones puede estar
restringido a solo algunos protagonistas o actores políticos principales o
extenderse a la gran mayoría de la “gente común” de la sociedad.
Según nuestra definición, las instituciones hacen previsibles los com-
portamientos de los miembros de una sociedad y cumplen la función de
dar estabilidad, consolidación y continuidad a la política.1 Este trabajo ana-
liza los partidos políticos de los países andinos, dando importancia a las
instituciones o la institucionalidad de las relaciones entre dichos actores
políticos.
Luego de la “transición a la democracia” se han publicado algunos es-
tudios importantes sobre los partidos políticos latinoamericanos, los cua-
les se pueden categorizar en dos especies. La primera gira alrededor de la
situación y tendencia de los partidos políticos después de la “transición a la
democracia” para presentar el panorama de su estado en la actualidad. La
segunda especie se remonta al proceso histórico antes de la “transición a
la democracia” y analiza su influencia en la situación actual de los partidos
políticos.
Como primer trabajo de la primera especie, podemos mencionar los
análisis de McDonald y Ruhl (1989), así como Mainwaring y Scully (1995).
Sobre la base de los estudios clásicos de los partidos políticos, como el
del politólogo francés Maurice Duverger (1954) y el politólogo italiano
Giovanni Sartori (1976), McDonald y Ruhl clasifican los sistemas de los
partidos en cinco categorías (sistema unipartidario, sistema bipartidario,
1. Sobre nuestra definición y detalles de las instituciones, véase otro trabajo del autor
(Murakami 2007: 42-47).
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 83
sistema bipartidario emergente, sistema multipartidario y sistema multi-
partidario emergente), primordialmente de acuerdo con el número de los
partidos principales observados en cada país entre 1968 y 1988. Por otro
lado, Mainwaring y Scully dividen a los partidos latinoamericanos en dos
sistemas: sistema institucionalizado y sistema no institucionalizado. Los
dos estudiosos miden el nivel de institucionalización con el uso de cuatro
criterios: la estabilidad e invariabilidad de las relaciones competitivas entre
los partidos, el arraigo de los partidos en la sociedad, la continuidad de las
elecciones libres, y la existencia de la dinámica propia en los partidos.
Los análisis representativos de la segunda especie son de Roberts
(2002) y Cavarozzi y Casullo (2002). Ambos trabajos resaltan la impor-
tancia del proceso histórico desde las décadas de 1930 y 1940. Roberts
destaca la emergencia de los movimientos de trabajadores y su politiza-
ción en el periodo de la industrialización por la substitución de importa-
ción iniciada alrededor de la década de 1940. Roberts opina que los países
latinoamericanos se pueden categorizar en dos grupos. El primer grupo
abarca los países donde las fuerzas de trabajadores (y, en algunos casos,
de campesinos) fueron fuertes, y los partidos de movilización de trabaja-
dores (labor-mobilizing) consiguieron influencia. El segundo grupo es de los
países donde persistió la prevalencia de los partidos elitistas, oligárquicos
y patrimonialistas como antes de dicha década. Por su parte, Cavarozzi y
Casullo enfatizan la importancia del periodo entre las dos guerras mundia-
les, y señalan que se dieron tres patrones de los partidos. El primer patrón
es que, en términos generales, los partidos se arraigaron en la sociedad,
y se construyó un sistema donde los partidos reconocían mutuamente la
existencia de otros. El segundo patrón fue de los países donde los partidos
de la época de la oligarquía no sobrevivieron la nueva etapa, y en su lugar
aparecieron los partidos hegemónicos, pero no se construyó el sistema de
partidos como el primer patrón. Y el tercer patrón fue la continuación de
la lucha política entre los políticos sin partidos sólidamente organizados.
También existen algunos estudios de los partidos políticos de la re-
gión andina en las últimas dos décadas. Kornblith, et ál. (2004) analiza la
situación y tendencias de los partidos políticos desde la década de 1980.
Mainwaring, et ál. (2006) y Tanaka (2002) enfocan como aspecto importan-
te el sistema de partidos para estudiar la situación de la democracia en la re-
gión. Tanaka (2003, 2005) destaca la importancia de reformas políticas para
la vigencia de los partidos. Roncagliolo y Meréndez, eds. (2007) privilegian
84 | Yusuke Murakami
el análisis de los aspectos internos principalmente formales (estructura y
normas), mientras que Alcántara y Freinberg, eds. (2003) intentan presentar
el análisis panorámico de los partidos de la región andina, enfocando los
principales partidos de la segunda mitad de la década de 1990.
Este trabajo no constituye una revisión exhaustiva de estos estudios.
Más bien, como un estudio preliminar para desarrollar en el futuro un
análisis integral de los partidos políticos de América Latina, hace un es-
tudio comparado de los partidos de los países andinos antes de fines de la
década de 1980 y después de esta, y presta atención a algunos aspectos no
resaltados en los estudios existentes.
A continuación, primero haremos una comparación de los partidos
políticos de los países andinos antes de la década de 1980. Luego de resu-
mir la conocida diferencia entre los tres países andinos centrales (Bolivia,
Ecuador y Perú) y los dos países andinos del norte (Colombia y Venezuela)
respecto de la estabilidad política después de la década de 1950, menciona-
remos el contraste de las situaciones socioeconómicas que causaron dicha
diferencia. Segundo, analizaremos la situación de los partidos políticos
desde la década de 1980. El tema principal de esta sección es la caída y co-
lapso de los partidos políticos dominantes en el decenio de 1980. Aunque
al final de cuentas, en los cinco países andinos, los partidos dominantes
perdieron la fuerza y confianza, prestaremos atención a la diferencia en
las trayectorias de su caída. Destacaremos el contraste entre Perú y los dos
países andinos centrales (Bolivia y Ecuador).2
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 85
En este trabajo no profundizamos el aspecto importante de la situa-
ción y proceso interno de los partidos políticos. Esto se debe a la selección
del ángulo analítico que enfoca el nivel de institucionalización de las re-
laciones entre los partidos políticos. Aunque, en términos generales, unos
cuantos dirigentes poderosos tienden a construir y dominar los partidos
políticos sobre la base de la red clientelista en América Latina, hay diferen-
cia de un país a otro, así como entre los países. Hablando de las situaciones
de los partidos políticos de hasta la década de 1980, los partidos del Perú
fueron típicos de la dominación monopólica por parte de un líder máxi-
mo, quien fue, al mismo tiempo, el fundador o el sucesor carismático del
mismo; la dominación y control de los dirigentes fueron menos en los par-
tidos de Colombia y Venezuela, y los de Bolivia y Ecuador constituyeron
los casos intermediarios entre Perú y Colombia o Venezuela.
Entre los estudiosos hay consenso en que, desde fines de los años cincuen-
ta, Colombia y Venezuela prosiguieron una trayectoria distinta a la de los
tres vecinos andinos centrales. Los dos países gozaron de una estabilidad
política relativa por más de veinte años entre las décadas de 1960 y 1980.
Luego del desarrollo de la economía de exportación desde la segunda mi-
tad del siglo XIX —como otros países latinoamericanos—, los países an-
dinos sintieron, en la primera mitad del siglo XX , la emergencia de fuerzas
políticas y sociales basadas en las clases bajas y medias, que estaban ex-
cluidas del proceso político bajo la dominación de la oligarquía. Colombia
y Venezuela lograron institucionalizar la política luego de la emergencia
política de las fuerzas populares, mientras que los tres países andinos cen-
trales no tuvieron éxito. Esto no quiere decir que no tuvieron problemas
políticos y socioeconómicos, pero, en comparación con Bolivia, Ecuador y
Perú, la política de Colombia y Venezuela fue menos dificultosa.
Es conocido también que la estabilidad de ambos países fue el re-
sultado del pacto político entre dos partidos políticos principales de cada
eds. (2003); Arson (2001); Conaghan y Malloy (1994); Crandeall (2005); Crisp (2006);
Gutiérrez (2006); Mainwaring (2006); Mainwaring, et ál. (2006); Malloy (1992); Mauceri
(2004); R. Mayorga (2006); Nohlen, ed. (2005); O’Neill (2006); Roncagliolo y Melén-
dez, eds. (2007); Roett (2005); Rueschmeyer, et ál. (1992); Solimano, ed. (2005); Tanaka
(2002, 2003, 2005, 2006); Van Cott (2005, 2006); y Yashar (2005, 2006a, 2006b).
86 | Yusuke Murakami
Gráfico 1
Índice de nivel de vida (comparación subregional)
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 87
al de los países latinoamericanos relativamente industrializados que al de
los tres países andinos centrales (véase el gráfico 1 al final de esta sección).
La rivalidad entre los dos partidos llevó nuevamente a un enfrenta-
miento con violencia severa entre 1946 y 1958, que causó la pérdida de más
de 180.000 vidas. La situación políticamente caótica condujo finalmente
a una dictadura con tendencia populista y la potencialidad de desplazar a
los dos partidos tradicionales. El Partido Liberal y el Partido Conservador
aprendieron de esta experiencia amarga, y sellaron, en 1957, un acuerdo
al conformar el llamado Frente Nacional para garantizar su hegemonía
política. El acuerdo consistió en lo siguiente: paridad entre las dos fuer-
zas para ocupar los cargos en el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial;
la alternancia del cargo de Presidente de la República en los siguientes 16
años; búsqueda de una manera de acabar con la violencia; e introducción
de la cuota mayoritaria de los dos tercios del Congreso para aprobar leyes.
El primer presidente colombiano del Frente Nacional fue elegido en 1958.
El consenso sobre la paridad en el Poder Legislativo y la alternan-
cia en la presidencia de la República perdió vigencia en 1974 tal como lo
acordaron. En relación con la paridad en los cargos del Poder Ejecutivo,
la reforma constitucional de 1968 prolongó su vigencia hasta el año 1978.
Después de ese año, en la práctica, se mantuvo el sistema de distribución
equitativa de cargos del gobierno hasta el año 1986.
El Frente Nacional permitió una estabilidad política relativa y una
sucesión presidencial en medio de paz entre los dos partidos. Sin embargo,
sus costos fueron el incremento de apatía política por la falta de competiti-
vidad y espacio de participación efectiva en el proceso de la toma de deci-
siones; el fortalecimiento del clientelismo y faccionalismo en cada uno de
los partidos hegemónicos; y la marginalización y radicalización de las fuer-
zas políticas y sociales que no tenían que ver con los dos partidos políticos.
Los radicales de izquierda se levantaron en armas en los años sesenta.
En la década de 1950, otro acuerdo político similar al colombiano se
dio en Venezuela. En este país, la disputa entre los conservadores y libe-
rales llegó a una guerra civil entre 1859 y 1863. Luego del enfrentamiento
armado interno, el periodo hasta 1958 fue caracterizado por la dominación
militar con algunas dictaduras de largo tiempo. La estructura política y
socioeconómica de Venezuela empezó a cambiar radicalmente bajo la dic-
tadura de Juan Vicente Gómez entre 1908 y 1935. En este periodo, la ex-
plotación de petróleo fue iniciada y desarrollada rápidamente, y, en medio
88 | Yusuke Murakami
de esta circunstancia, emergieron y cobraron fuerza política diversos mo-
vimientos organizados sobre la base de las clases bajas y medias. Luego de
pasar por una serie de conflictos intensos con la oligarquía y los militares,
los partidos políticos principales, basados en las fuerzas emergentes, fir-
maron el llamado Pacto Punto Fijo para poner fin a la dominación militar.
El pacto mencionó como primer acuerdo el respeto a la constitucio-
nalidad del régimen democrático y también al resultado electoral para evi-
tar intervenciones inconstitucionales. El segundo objetivo indicado por el
pacto fue la conformación de un gobierno de unidad nacional, mediante la
distribución de los cargos públicos entre “las corrientes políticas naciona-
les y los sectores independientes del país”, sin buscar “la hegemonía en el
Gabinete Ejecutivo”. La tercera y final meta constituyó el sostenimiento de
un “programa mínimo común” y el compromiso de mantener la discusión
de asuntos no incluidos en el acuerdo mínimo “dentro de los límites de la
tolerancia y del mutuo respeto”.
El pacto fue originalmente diseñado para durar por un mandato pre-
sidencial (1959-1964), pero el espíritu del mismo se mantuvo hasta la dé-
cada de 1980 entre dos partidos políticos principales, Acción Democrática
(AD) y el socialcristiano Comité de Organización Política Electoral Inde-
pendiente (COPEI).3 Bajo la política del pacto, se construyó un sistema cor-
porativo —en el cual las articulaciones de los intereses ante el Estado se
llevan a cabo mediante las organizaciones de cúpula por vocación— para
beneficiar en cierto grado a la sociedad y mantener el orden político. El
Estado otorgó el estatus de interlocutor a la Confederación de Trabajado-
res Venezolanos (CTV ) y a la Federación de Cámaras de Comercio y Pro-
ducción (FEDECAMARAS), fundadas en 1936 y 1942 respectivamente, y
estableció un mecanismo de consulta con las dos organizaciones de cúpula
para decidir las políticas socioeconómicas. CTV y FEDECAMARAS fue-
ron los únicos canales a los que el Estado atendió directamente, y fueron
encargados por este de agregar y articular los intereses de cada sector. El
sistema corporativo estuvo vinculado directamente con el régimen creado
por el Pacto de Punto Fijo a través de AD, porque los dirigentes de la CTV
ocuparon también cargos de importancia en el partido.
3. Hubo un tercer firmante del pacto, la Unión Republicana Democrática (URD), pero
esta agrupación perdió fuerza e influencia con el tiempo.
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 89
Cuadro 1
Porcentaje de votos ganados por los partidos políticos principales
4. Debemos anotar también que la Gran Depresión de 1929 fue otro factor de la caída de
la oligarquía, además de la emergencia política de las fuerzas populares.
90 | Yusuke Murakami
proceso, las fuerzas denominadas populistas, de tendencia reformista y
nacionalista, constituyeron el ojo de la tormenta. Entre estas fuerzas prin-
cipales figuraban el MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario) de
Bolivia, el movimiento dirigido por José María Velasco Ibarra de Ecuador
y el Partido Aprista Peruano (PAP) del Perú. Junto con ellas, se conforma-
ron los partidos comunistas y socialistas que profesaban el marxismo, pero
sufrieron divisiones repetidas, debido al enfrentamiento sobre las líneas o
conflictos personales.
Velasco Ibarra privilegió el carisma personal y no se mostró intere-
sado por la construcción de la organización del partido. Cinco veces fue
elegido Presidente de la República, pero cumplió su mandato solamente
una vez. En contraste, el MNR y el PAP tuvieron más bases organizativas.
Sin embargo, es verdad también que, en ambos partidos, el fundador y
líder máximo tuvo el control e influencia sobre su proceso interno. Se trata
de Víctor Raúl Haya de la Torre del PAP, y Víctor Paz Estensoro del MNR.
Además, llama la atención la diferencia de grado de organización en-
tre los dos partidos. Particularmente el PAP registró siempre menos de
40% de votación en las elecciones presidenciales, sin convertirse en una
fuerza predominante. El cuadro 1 indica los porcentajes conseguidos por
el PAP, el MNR , el Partido Justicialista de Argentina y la Acción Democrá-
tica de Venezuela hasta la década de 1970. Los dos últimos partidos suelen
mencionarse también como partidos similares de estas décadas. Todas las
agrupaciones, excepto el PAP, registraron algunas veces la mayoría de la
votación; el PAP fue el único que nunca superó la barrera de 40%. Ello
se debió a que el PAP no logró convertirse en un partido de envergadura
nacional y tuvo las bases de apoyo solamente en ciertas partes del país:
concretamente, en el norte del Perú y cierto nivel de fuerza en el centro. El
PAP no llegó al poder sino hasta la década de 1980.
A diferencia del PAP, el MNR estuvo en el poder de 1952 a 1964 e
impulsó una política reformista llamada Revolución boliviana. Aunque la
reforma no llegó a superar los problemas estructurales y socioeconómicos
derivados de la época colonial, puso en práctica la estatización de las in-
dustrias principales, reforma agraria, desarrollo dirigido por el Estado, y
expansión de la participación política y bienestar. El aumento de la fuerza
del MNR se debió principalmente a la pérdida de un gran territorio como
resultado de la derrota en la Guerra del Chaco contra Paraguay entre 1932
y 1935. La derrota acrecentó la crítica contra la oligarquía, y, en la sociedad
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 91
boliviana, se creó un ambiente favorable para la reforma. Una parte de los
militares no era ajena ajenos al reclamo por la reforma. Se puede decir que
el MNR fue fundado con la participación de un grupo de militares y se con-
virtió en una fuerza predominante, ya que la derrota de la guerra impactó
sobremanera en la población boliviana. Sin embargo, debemos tomar en
consideración que el hegemónico MNR no logró institucionalizar en el
mediano y largo plazo su presencia entre la mayoría de los bolivianos ni las
relaciones con otras agrupaciones políticas.
En Ecuador y Perú, sin un trauma como el de Bolivia, la oligarquía
mantuvo cierto nivel de fuerza pese a su caída. La expansión de las fuerzas
reformistas y nacionalistas fue impedida.5 La política reformista impulsada
por los partidos no avanzó. En su lugar, las fuerzas armadas desempe-
ñaron el rol reformista. En el Perú, los militares se aferraron al poder de
1968 a 1980. En los primeros siete años, hasta el año 1975, los militares
reformistas tomaron el control del gobierno y ejecutaron diversas reformas
como la estatización de las principales industrias, la reforma agraria, y la
expansión de la participación política. También en Ecuador, los gobiernos
militares entre 1963 y 1966 y entre 1972 y 1979 impulsaron la política de
reforma. Por otro lado, en Bolivia, luego de la caída del gobierno del MNR
en 1964, los militares estuvieron en el poder por unos 18 años. Algunos
de ellos fueron represivos, pero la mayoría tuvo la tendencia reformista.
Particularmente, entre 1969 y 1972, los reformistas prevalecieron en el go-
bierno militar.6
Los tres países andinos centrales son distintos a otros países como
Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, donde, entre la década de 1960 y la
siguiente, los militares se apoderaron del gobierno, pues en Bolivia, Ecua-
dor y Perú se experimentaron los gobiernos militares reformistas. De
5. Respecto del Perú, la derrota en la Guerra del Pacífico contra Chile (1879-1883) podía
constituir un trauma comparable al de Bolivia de la primera mitad del siglo XX. No
obstante, el alcance de su impacto fue limitado básicamente a la oligarquía, y no influyó
mucho la marcha de la política.
6. Al mismo tiempo, debemos indicar que el gobierno militar de Ecuador, entre 1963 y
1966, tuvo también la cara represiva. En este país, de 1925 a 1926, un gobierno militar
impuso la política de reforma, pero, antes de ponerla en práctica a plenitud, fue arroja-
do del poder por la oligarquía de la costa, opositora al mismo. Por otro lado, en Bolivia,
un gobierno militar impulsó diversas reformas en un corto plazo de tres años (1936-
1939), inmediatamente después de la Guerra del Chaco.
92 | Yusuke Murakami
Gráfico 2
Índice de nivel de vida (países andinos)
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 93
de vida más alto que sus vecinos andinos, y esta condición favorable faci-
litó la institucionalización de las relaciones entre los dos partidos políticos
principales de los dos países desde fines de la década de 1950, dado que
contaban con más recursos para repartir entre los clientes y seguidores de
la política de pactos entre los dirigentes.
Por otro lado, la estabilidad basada en la política de pactos continuó
sosteniendo el relativamente alto nivel de vida en Colombia y Venezuela.
Inclusive la brecha entre estos dos países y los cinco países más indus-
trializados se achicó entre los años 1950 y 1980. A ello contribuyó mucho
Venezuela gracias a su economía de exportación petrolera. El nivel de vida
de los venezolanos subió tanto que alcanzó al promedio de los cinco países
más industrializados en el año 1960 (véanse los gráficos 1 y 2). El mencio-
nado sistema corporativista de distribución de las ganancias de la venta
petrolera permitió a muchos venezolanos pasar una vida cómoda. Sus-
tancialmente, no pagaban impuestos; el costo de los bienes y servicios fue
bajo, debido a las políticas de control de precios y subsidios; y el número de
funcionarios fue mayor que el de Brasil. Todavía los venezolanos gozaron
de una vida de consumo conspicuo, haciendo uso del poder adquisitivo
fortalecido por el ingreso de la venta petrolera y la política de sobrevalua-
ción de la moneda nacional.
Entre las décadas de 1980 y 1990, los países andinos, al igual que los otros
latinoamericanos, debieron —y deben ahora también— encarar simultá-
neamente dos desafíos principales: la búsqueda de un nuevo modelo eco-
nómico y el arraigo de la democracia. Ambos desafíos se entremezclan, y
la situación se complica más. Por más de dos décadas, los países andinos
están a la deriva, sin encontrar todavía una salida que satisfactoriamente
supere a mediano y largo plazo (en quince y más años) los dos desafíos al
mismo tiempo.
El primer desafío tiene que ver con el agotamiento del modelo eco-
nómico impulsado hasta antes de la década de 1980. Inspirado en la oposi-
ción al desarrollo dependiente de exportación de los productos primarios
durante la dominación oligárquica, el modelo anterior buscó el desarrollo
94 | Yusuke Murakami
económico, promovido por el Estado, sobre la base de la industrialización
por la sustitución de exportación. Este modelo se menciona también como
“matriz Estado-céntrica” por el protagonismo del Estado en las activida-
des económicas orientadas a satisfacer el mercado interno de cada país.7
Aunque el modelo permitió a algunos países latinoamericanos —Argen-
tina, Brasil, Chile, México y Uruguay— desarrollar sendas industrias ma-
nufactureras, la línea económica llegó a su límite, principalmente porque
la expansión fue restringida por la estrechez del mercado de cada país, el
cual reflejaba la estructura social sumamente desigual, con alrededor de la
mitad de la población en situación de pobreza. Ello empeoró, debido a la
crisis económica internacional desencadenada por la llamada crisis petro-
lera en la primera mitad de la década de 1970. El empeoramiento económi-
co intensificó los conflictos sociales, circunstancias en que los gobiernos
militares ocupantes del poder en diversos países latinoamericanos, entre
ellos, Bolivia, Ecuador y Perú en la zona, se vieron obligados a retornar al
cuartel.
Entre la década de 1980 y la primera mitad del siguiente decenio,
casi toda la región latinoamericana pasó de la “matriz Estado-céntrica”
a la “matriz mercado-céntrica”. Aunque la introducción y ejecución de la
nueva línea económica denominada también neoliberalismo o “Consenso
de Washington” obedeció a distintas circunstancias de cada país y variaron
según los casos, casi todos los países latinoamericanos aplicaron las políti-
cas neoliberales como el ajuste estructural, la liberalización del mercado, y
las reformas del Estado. Luego de su aplicación, la economía se estabilizó
con el control de la hiperinflación y empezó a mejorar particularmente en
el aspecto macroeconómico.
Al mismo tiempo, debemos señalar que el neoliberalismo no fue apli-
cado con el mismo grado en toda la región. Como demuestra el gráfico
3, sobre el índice de la reforma económica, el Cono Sur, México y Cen-
troamérica impulsaron más esta política que la región andina. El prome-
dio de la región andina se queda a la zaga no solo de las mencionadas
subregiones, sino también de toda la región latinoamericana. Dentro de
7. El modelo del desarrollo económico formó parte del proyecto más amplio de la
construcción del “Estado-nación”, promovido de una u otra manera por los países
latinoamericanos.
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 95
Gráfico 3
Índice de la reforma económica
8. Otro índice de la reforma estructural indica la misma tendencia (BID 1997: 104).
96 | Yusuke Murakami
de hacer política democráticamente. Tenían que estrechar las relaciones
con la sociedad para cumplir satisfactoriamente las funciones esperadas
de ellos: articular los intereses del pueblo, desarrollar la discusión de las
propuestas políticas y construir el consenso o entendimiento entre la gen-
te, hacer docencia política a la gente común, aumentar su interés por la
política y promover su participación activa en la política, así como formar
y seleccionar a los dirigentes políticos. Además, los partidos de Ecuador y
Perú tenían que enfrentar un reto histórico adicional de incorporar en el
proceso político a los analfabetos. A estos les otorgaron el sufragio recién
en 1978 y 1979, respectivamente.
Junto con el elemento intrínseco, hubo otro elemento extrínseco del
desafío del arraigo de la democracia. Se trata del efecto causado por la
situación socioeconómica. Primero, los partidos políticos debieron pasar
por la herencia negativa de los años anteriores a la década de 1980, parti-
cularmente la inestabilidad socioeconómica simbolizada por la hiperin-
flación. La inestabilidad económica fue superada con la adopción de me-
didas neoliberales, pero esta nueva línea económica redujo el tamaño y el
rol del Estado, tradicionalmente fuente de los recursos por repartir para
construir, mantener y expandir las relaciones clientelistas. Luego, se vieron
precisados en hacer frente a la crítica creciente contra el neoliberalismo. En
Colombia y Perú, además de los problemas económicos, hubo —y existen
todavía aunque en diferentes grados— graves problemas de expansión de
los grupos armados antigubernamentales y el narcotráfico.
Frente a los dos desafíos principales, los partidos políticos de los paí-
ses andinos, particularmente los dominantes en la década de 1980, perdie-
ron fuerza y confianza entre los electores en la década de 1990. Podemos
observar este punto en la volatilidad electoral. Este es un índice calculado
sobre la base de los cambios de los porcentajes de los votos (o escaños)
conseguidos por los partidos políticos de un proceso electoral a otro. Al
comparar los porcentajes (aumento o disminución) entre los dos procesos
electorales de cada partido, se suman sus valores absolutos, y luego la suma
se divide entre dos. La volatilidad se eleva si los partidos experimentan
altibajos en los votos conseguidos. En otras palabras, el índice resulta bajo
cuando los partidos mantienen el mismo nivel de apoyo en cada proceso
electoral. La elevada volatilidad se traduce en debilidad y poco arraigo
social de los partidos, pues no tendrían establecidos vínculos fuertes y
duraderos con los electores o estarían en proceso de perderlos.
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 97
Gráfico 4
Volatilidad “integral”
9. Esta volatilidad electoral está calculada según los resultados electorales de Payne et ál.
(2003: apéndice 3), complementados por Nohlen, ed. (2005) y fuentes de Internet. Las
cifras sobre la base de las elecciones presidenciales tienden a sobrestimar la volatilidad
en comparación con las de las elecciones parlamentarias. En nuestro cálculo, esta ten-
dencia es intensificada por la manera de calcular: considerar mecánicamente que una
agrupación es distinta a la otra, en caso de que tengan diferentes nombres, aunque sus
líderes o dirigentes sean los mismos. Por ejemplo, en las elecciones peruanas, Cambio
90 (1990), Cambio 90-Nueva Mayoría (1995) y Alianza Electoral Perú 2000 (2000) fue-
ron dirigidos por Fujimori. Para calcular la volatilidad entre 1990 y 1995, las dos agru-
paciones son consideradas las mismas, pero, para hacerlo entre 1995 y 2000, distintas.
98 | Yusuke Murakami
con los países desarrollados. Por ejemplo, el promedio de la volatilidad
electoral en los trece países de Europa Occidental, entre 1885 y 1985, es
de 8,6 (Mainwaring y Scully 1995: 6-9; Mainwaring, et ál. [eds.], 2006: 19).
El gráfico 4 demuestra el cambio de la volatilidad electoral de los paí-
ses andinos. Las cifras de Bolivia, Ecuador y Perú registran siempre más de
30. Las de Colombia y Venezuela estaban bajas al principio, pero, a partir
de 1990, también sobrepasaron la barrera de 30. Además del contraste que,
en la década de 1980, existía entre los tres países andinos centrales y los dos
de la región andina norte, podemos señalar la diferencia entre los prime-
ros. Concretamente, entre Bolivia, Ecuador y Perú, la volatilidad del últi-
mo es más alta que la de los otros dos países hasta alrededor del año 2000.
Analizamos las causas de estas diferencias en las siguientes líneas.
Empezamos con la diferencia entre los tres países andinos centrales.
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 99
Gráfico 5
Tasa de inflación anual
10. Entre 1993 y 1996, el Partido Democrático Cristiano (PDC) se unió con la ADN para
formar una agrupación partidista.
11. La descripción sobre las “coaliciones legislativas de fantasma” de esta parte se basa en
Mejía (2006).
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 101
“gobiernistas”, calificación dañina particularmente para sus campañas en
las subsiguientes elecciones. Ello se dio en el contexto en el que los pre-
sidentes ecuatorianos se vieron obligados a tomar medidas de austeridad
fiscal y promover la liberalización económica, lo cual provocó críticas y
movilizaciones contra el gobierno de parte de la gente, que se sintió trai-
cionada por la ejecución de dichas políticas en abierta contradicción con
los compromisos electorales.
En el gobierno de Hurtado (1981-1984), su propio partido (DP) hizo
una “coalición de fantasma” con el Partido Demócrata (PD) y el llamado
Grupo Roldosista por casi dos años. Gracias a esta coalición, Hurtado
logró que el Congreso aprobara propuestas de importancia para el Ejecuti-
vo. El gobierno de Febres Cordero (1984-1988) fue un ejemplo de alianza
multipartidista pública —de derecha— que incluyó, además del propio
PSC, al Partido Conservador, al Liberal, y a otros cuatro partidos más.
El gobierno de Durán Ballén (1992-1996) fue otro ejemplo de “coalición
legislativa de fantasma”. El oficialista Partido de la Unidad Republicana
(PUR) se alió secretamente con el PSC, al cual Durán Ballén había pertene-
cido hasta antes de las elecciones de 1992.
De modo que Bolivia y Ecuador vivieron una relativa estabilidad de
la volatilidad hasta la primera mitad de los años noventa. Para entonces, en
estos países, se ejecutaron políticas neoliberales con el objetivo de enfren-
tar serios problemas económicos (aunque en diferentes grados: mayor en
Bolivia que en Ecuador desde mediados de la década de 1980), mientras
la sucesión presidencial fue llevada a cabo sin mayores dificultades políti-
cas, excepto la boliviana de 1985. Concretamente, la sucesión presidencial
institucional se realizó cuatro veces consecutivas: en Bolivia, se ejecutaron
estas sucesiones en 1989, 1993, 1997 y 2002; y, en Ecuador, en 1984, 1988,
1992 y 1996.12
Sin embargo, desde la segunda mitad de la década de 1990, la política
de ambos países empezó a agitarse mucho más, porque tanto las políticas
Por otro lado, la alta volatilidad electoral del Perú en la década de 1980 re-
fleja la situación más dramática en la región andina y el fracaso de los par-
tidos políticos en encarar diversas dificultades aparecidas en tal situación.
Durante ese periodo, su política aparentó ser la de los partidos políticos.
Cuatro fuerzas principales — PAP, Acción Popular (AP), Partido Popular
Cristiano (PPC) e Izquierda Unida (IU)— sostuvieron el orden democráti-
co constitucional y recibieron el apoyo de la mayoría de los peruanos. Estos
eligieron primero a las fuerzas de derecha y luego a las de izquierda para
superar una serie de problemas socioeconómicos, entre ellos, una fuerte
crisis económica, hiperinflación, desigualdad, pobreza y subversión terro-
rista. Sin embargo, ninguna agrupación logró hacerlo. Como consecuencia
de ello, y con el paso del tiempo, los partidos políticos perdieron la con-
fianza y el apoyo popular.
La peor situación sufrida por los peruanos se observa en los datos del
crecimiento económico e inflación. Los gráficos 5 y 6 demuestran tanto la
tasa del crecimiento del Producto Bruto Interno ( PBI) como la de inflación
de cada año de los cinco países andinos. Durante la década de 1980, Perú
experimentó dos de las caídas del crecimiento del PBI más abruptas entre
los cinco países andinos y fue el único que registró la tendencia acelerada-
mente alcista de inflación a lo largo del referido decenio.
Fue así que, en 1990, Alberto Fujimori, un “independiente” sin lazos
con los partidos políticos existentes, resultó elegido Presidente de la Re-
pública. Fujimori logró estabilizar la economía peruana, introduciendo y
poniendo en práctica una línea neoliberal, y controlando el terrorismo,
mientras su gobierno se revistió de un carácter autoritario luego del auto-
golpe de 1992. Para mediados de la década de 1990, Fujimori mantuvo una
alta popularidad gracias a la sensación generalizada de estabilidad social
recuperada y, de este modo, relativa estabilidad política temporal. Pero en
su segundo mandato, entre 1995 y 2000, no tuvo éxito en continuar con
13. Debemos recordar que, en el Perú, nunca ha existido un partido con arraigo social a
escala nacional. El PAP es el partido más organizado en toda la historia peruana, pero
sus bases de apoyo relativamente sólidas se encuentran solo en la costa norte del país
(Murakami 2007: 130-155).
14. El autor hizo un análisis más detallado sobre los partidos políticos y la política del Perú
desde la década de 1980 en otro trabajo (Murakami 2007).
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 105
de Diputados). Sin embargo, la presencia del aliado menor en la toma de
decisiones fue casi nula. Las políticas principales fueron decididas por el
Presidente y su entorno cercano. Además de ello, el gobierno acciopopulis-
ta no tomó medidas políticas claras con relación a los graves problemas del
país, como la inestabilidad económica y el terrorismo. Respecto del tema
económico, aunque el gobierno de Belaúnde aplicó políticas económicas
liberales, estas quedaron a medio camino.
Por otro lado, Alan García, del PAP (1985-1990), sucesor de Belaúnde,
fue elegido presidente con mayoría en el Congreso, y no necesitó contar
con un aliado político. Al igual que su antecesor, García y sus cercanos
colaboradores tomaron la decisión de aplicar medidas económicas “hete-
rodoxas” contrarias al neoliberalismo. Estas finalmente empeoraron aún
más la situación socioeconómica.
En 1990, Fujimori resultó elegido Presidente con minoría en el Con-
greso. Este hecho produjo una situación conflictiva entre el mandatario y
la oposición, que se agudizó con el paso del tiempo, ya que la oposición
se mostró poco dispuesta a colaborar, y el Presidente impuso su estilo au-
toritario de gobernar. Como culminación del enfrentamiento político, en
1992, el mandatario forzó un “autogolpe”, que contó con gran respaldo
popular. Tanto en las elecciones congresales de 1992, como en las genera-
les de 1995, logró ocupar más de la mitad de los escaños. En el transcurso
de los años noventa, bajo el gobierno cada vez más autoritario de Fujimori,
se ejecutaron una serie de medidas de ajuste económico y reforma estruc-
tural basadas en el neoliberalismo, además de otras políticas, entre ellas,
las antisubversivas.
15. Algunos investigadores indican que los presidentes ecuatorianos pudieron frecuente-
mente llevar a cabo, de una u otra manera, importantes reformas fiscales, financieras y
bancarias (Mejía 2006: 69).
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 107
de coaliciones en los tres países constituye una diferencia en el grado de
institucionalización. En Bolivia y Ecuador, las relaciones entre los partidos
políticos estaban más institucionalizadas que en el Perú desde la década
de 1980 hasta mediados de la siguiente. La institucionalización se observó
en dos aspectos. En primer lugar, los partidos políticos de Bolivia y Ecua-
dor desarrollaron una política de coaliciones. En el caso ecuatoriano, en
algunos casos, estas no se dieron a conocer al momento de pactar. Fue un
entendimiento y, al mismo tiempo, un patrón de conducta, explícito en
el caso boliviano, e implícito en algunos casos ecuatorianos. En segun-
do lugar, hubo también entendimiento respecto de la necesidad de aplicar
medidas de ajuste económico y reforma estructural basadas en el neolibe-
ralismo. De este modo, se produjo un entendimiento sobre las políticas
y medidas económicas por tomar entre los partidos políticos en los dos
países.16 En cambio, en el Perú, no se observó tal institucionalización entre
los partidos políticos.
Para concluir esta parte, debemos señalar que el límite de la política
neoliberal, al final, mermó el apoyo popular a los actores impulsores de la
misma. Aunque el neoliberalismo contribuyó a la estabilidad macroeconó-
mica (como en el control de la hiperinflación y la disciplina fiscal), no llegó
a superar los problemas estructurales o microeconómicos (entre ellos, la
pobreza, la desigualdad, el desempleo y los bajos sueldos). Contrariamente,
en algunos casos, estos problemas empeoraron durante los años de apli-
cación de medidas neoliberales. Con el paso del tiempo, la gente se fue
acostumbrando a la estabilidad económica y empezó a reclamar soluciones
para dichos problemas. Sin embargo, los impulsores del neoliberalismo
no supieron responder a esta exigencia o convencer a la gente sobre la
necesidad de llevar a cabo políticas reformistas de mediano y largo plazo,
y perdieron la confianza y el apoyo de los electores. En Bolivia y Ecuador,
los partidos protagonistas, después de la “transición a la democracia”, dis-
minuyeron sus niveles de apoyo en las últimas elecciones, e incluso algunos
de ellos desaparecieron del mapa electoral. En el Perú, Fujimori perdió
popularidad en su segundo mandato (1995-2000), y, después de forzar una
tercera elección como presidente, fue destituido en medio de una confusa
16. Aparte de las políticas económicas, hubo entendimiento sobre otros temas, como des-
centralización, multiculturalismo y reconocimiento de los derechos de los pueblos indí-
genas, etc.
17. El límite del neoliberalismo es una de las razones de por qué los actores impulsores del
mismo perdieron el apoyo popular. Hubo otras, como corrupción o autoritarismo (por
ejemplo, en el caso de Fujimori). Pero, de todas maneras, el factor económico fue la
razón básica. Por otro lado, en el Perú, el entonces presidente Toledo dio comienzo a un
proceso de diálogo entre las fuerzas políticas y las organizaciones sociales desde fines
de noviembre de 2001, en respuesta al surgimiento cada vez más frecuente de protestas
sociales contra su gobierno. Al año siguiente, el proceso culminó en un documento
denominado Acuerdo Nacional, que se convirtió en el foro de diálogo más formal
que existe hasta ahora. Sin embargo, su problema principal radica en la enorme brecha
entre lo acordado y su puesta en práctica. Según uno de los promotores del Acuerdo,
“mientras el mencionado foro siga funcionando, es posible que vaya cobrando aun
mayor fuerza y visibilidad pública para que la brecha existente entre las políticas y su
implementación planificada se concreten definitivamente” (Roncagliolo y Ponce 2005:
248). Sin embargo, parafraseando lo expresado por un estudioso de la política peruana
de la década de 1980 (Tanaka 1998: 68, 84), esto significa que, hasta el momento, en el
Acuerdo Nacional, ha habido reuniones, conversaciones y una retórica de acuerdos que
no se han cumplido en los hechos. Debemos agregar que no se ha presentado ningún
indicio para que seamos optimistas sobre el futuro del mismo.
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 109
dos días, cediese el cargo al Presidente del Congreso. En el año 2000, Ja-
mil Mahuad, elegido en 1998, fue derrocado —por temas de corrupción
y otros problemas socioeconómicos— de la presidencia por un golpe de
Estado. Aunque el poder estuvo en manos ilegales por unas horas, final-
mente, fue devuelto al vicepresidente, sucesor constitucional y legítimo
del Presidente de la República. En 2005, Lucio Gutiérrez, ex militar y uno
de los protagonistas del golpe de Estado contra Mahuad, se convirtió en
el tercer presidente consecutivo que no logró finalizar su mandato. Se vio
precisado a dejar el poder frente a la movilización social contra un gobier-
no que no logró mantener su alianza con las fuerzas indígenas y que se
volvió cada vez más autoritario. En las recientes elecciones de 2006, Rafael
Correa, académico sumamente crítico en relación con el neoliberalismo,
fue elegido Presidente de la República, aunque sin contar con mayoría en
el Congreso.
18. El bipartidismo venezolano aseguró la estabilidad política, excluyendo del poder real a
las fuerzas de izquierda radical. Luego de la legalización de las fuerzas guerrilleras a fines
de la década de 1960, la izquierda persistió como minoría en la política venezolana. En
la década de 1980, fue considerada la fuerza sin vínculos con los partidos tradicionales,
y atrajo a la gente ajena al sistema bipartidista de intereses como los informales.
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 111
Por tres años, luego del año de ajuste, la economía volvió a crecer, pero
la inflación registró el nivel más alto que antes del ajuste, y persistió la crítica
contra el gobierno de Pérez. En febrero y noviembre de 1992, se produjo
una intención golpista. La opinión pública más bien demostró la simpatía
hacia sus cabecillas. AD tampoco salió a defender claramente al gobierno de
Pérez. En mayo de 1993, faltando tres meses de su mandato, Pérez fue desti-
tuido de la presidencia bajo la sospecha de malversación de fondos públicos.
La inestabilización política del gobierno de Pérez fracasó la ejecución
de la reforma política impulsada desde fines de la década de 1980. Para
recuperar la confianza hacia sí mismos, los dos partidos principales deci-
dieron impulsar una serie de reformas políticas como descentralización,
introducción de las elecciones directas de los jefes de gobierno local y re-
feréndum, y democratización del proceso interno de los partidos políticos.
Como su primer paso, en 1989, ejecutó la introducción de la descentraliza-
ción y las elecciones directas de los jefes de gobierno local. Sin embargo,
luego de la desestabilización del gobierno de Pérez, y también debido a la
discrepancia y resistencia entre los partidos principales, no se llevaron a
cabo otras medidas de reforma.
El otro partido principal, COPEI, también perdió fuerza por el en-
frentamiento interno y división. Con miras a las elecciones de 1988, Rafael
Caldera, fundador y ex presidente, buscó su candidatura. Sin embargo, a
diferencia de Pérez, no logró conseguir el nombramiento frente a otro can-
didato. Luego, Caldera se distanció del partido. Respecto de las intenciones
golpistas de 1992, Caldera se mostró comprensivo hacia sus cabecillas, y
jugó un rol importante para cuestionar la legitimidad del gobierno de Pérez
y el mismo régimen democrático. En las elecciones de 1993, Caldera se
apartó del partido y candidateó como independiente y crítico de la línea
neoliberal, en contraste con los partidos principales comprensivos de dicha
línea. La elección de Caldera marcó la historia: el primer presidente elegido
no perteneciente a uno de los dos partidos principales desde 1958.
En el poder, Caldera volvió a la línea económica tradicional en un
principio, pero en 1996, se vio obligado a retroceder en su intento y a acu-
dir al ajuste estructural y la liberalización económica, debido al precio bajo
de petróleo, crisis financiera, expansión del déficit fiscal, y aumento acele-
rado de la inflación. Caldera fue criticado duramente por los venezolanos.
En las elecciones de 1998, los partidos principales, con la decaí-
da imagen, no lograron presentar propios candidatos presidenciales, y
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 113
Un aspecto importante para nuestra perspectiva institucional es que,
respecto de la política en contra de los grupos levantados en armas, no
ha habido una coherencia o continuidad de la política de un gobierno a
otro. Se oscila como péndulo. El gobierno liberal de Julio César Turbay
(1978-1982) adoptó la línea de enfrentamiento; el conservador de Belisario
Betancur (1982-1986), la de negociación; el liberal de Virgilio Barco (1986-
1990), nuevamente la de enfrentamiento; el liberal de César Gaviria (1990-
1994), la de negociación; el liberal de Ernesto Samper (1994-1998), la de
enfrentamiento; el independiente de Andrés Pastrana (1998-2002), la de
negociación; y el independiente de Álvaro Uribe (2002-2006, 2006-2010),
la de enfrentamiento (Tanaka 2002: 30). Esto se contrasta con el manejo
económico coherente de los dos partidos principales, que permitió una
economía relativamente estable en medio de una situación cambiante in-
ternacional y nacional (Thorp 1995: 269-288, 1998: 257-258).
La caída paulatina de los dos partidos se observa en los porcentajes
de los votos ganados por ellos en las elecciones para el Congreso (véase el
cuadro 2). Hasta la primera mitad de la década de 1980, los dos partidos
ganaron más de 90% de votos. Pero, en la segunda mitad de la misma
década, empezaron a bajar el nivel de sus votos, aunque, en la década de
1990, mantuvieron más de 50%. En este siglo, han ganado menos de 50%.
Desde 1998, los dos partidos ya no han podido ganar las elecciones
presidenciales. Si bien es cierto que los ganadores de las elecciones de 1998,
2002 y 2006 acumularon su experiencia política en los partidos principa-
les, se apartaron de ellos y formaron su propia agrupación para postular a
las elecciones.
Conclusiones
Hemos analizado a los partidos políticos de los cinco países andinos antes
de la década de 1980 y después de esta, dando importancia al aspecto de
las instituciones, particularmente al grado de institucionalización entre los
principales partidos políticos. Respecto del periodo de hasta el decenio de
1970, hemos recordado las relaciones institucionalizadas de los dos partidos
principales de Colombia y Venezuela desde la década de 1950 sobre la base
del pacto de distribución de puestos y recursos del gobierno, y prestado
atención al hecho de que la institucionalización permitió no solamente la
estabilidad política, sino también cierto grado de mejora socioeconómica en
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 115
por lo que precipitó, de este modo, la pérdida de apoyo popular de las agru-
paciones impulsoras de la mencionada línea económica.19
Nuestro estudio propone algunas sugerencias para el futuro político
de los tres países, así como una perspectiva distinta para el estudio de los
partidos políticos latinoamericanos. Respecto del primer tema, podemos
referirnos a tres puntos que se relacionan mutuamente.
El primer punto es la necesidad de conformar coaliciones en una so-
ciedad política fragmentada como la de los países descritos, con el objetivo
de forjar una base duradera para la estabilidad y gobernabilidad política,
así como para la continua ejecución de ciertas políticas. En estos países,
en caso de que un partido logre conseguir el apoyo mayoritario de los
electores, es difícil mantenerlo en un mediano y largo plazo (entre 15 y
30 años). Es necesario hacer coaliciones, que sean explícitas o implícitas,
con el fin de establecer relaciones de colaboración entre los partidos. Este
punto nos remite a uno de los caracteres de la “democracia consociacio-
nal” (consociational democracy) propuesta por Lijphart (1977), quien analizó el
mecanismo para lograr una democracia estable en algunos países europeos
con sociedades marcadamente fragmentadas.20
19. Un tema por indagar es si la distinta dinámica histórica anterior a la “transición a la de-
mocracia” tuvo alguna influencia en el desarrollo (o ausencia) de la política de alianzas
o coaliciones posterior a la misma. En Bolivia y Ecuador, han existido dos ciudades
rivales: en el primero, Potosí-Sucre y La Paz hasta la primera mitad de la década de
1970, y, desde entonces, La Paz y Santa Cruz; en el segundo, Quito y Guayaquil. Esto ha
configurado una condición distinta a la peruana, donde la capital Lima ha sido siempre
la única hegemónica, y posiblemente ha creado diferentes experiencias históricas entre
los dos países y Perú. Por ejemplo, tanto Ecuador como Bolivia, registraron un periodo
largo de la estabilidad oligárquica (1860-1925 y 1880-1930, respectivamente), en com-
paración con el Perú (1895-1930). Está por comprobarse si la mencionada condición
distinta tiene que ver con la formación o ausencia de coaliciones entre los partidos
políticos. Desde otro ángulo, podemos indicar que, debido a esta diferencia, en Bolivia
y Ecuador, se observó la apariencia de las fuerzas o alianzas hegemónicas (en manera
organizativa en el caso de Bolivia y en manera personalista en el caso de Ecuador),
que lograron más de la mitad del apoyo popular, mientras que, en el Perú, tales fuerzas
nunca se han forjado prestando atención a la capital Lima y la zona costera donde his-
tóricamente se concentran la mayoría de los electores.
20. Lijphart señala como condición importante la existencia de una “gran coalición” en-
tre diversos partidos para que una sociedad política profundamente dividida se estabi-
lice. Otras tres son la proporcionalidad en la composición de diversos aspectos como
Gabinete, Congreso y personal del Estado y municipalidades; autonomía o autoridad
Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 117
Apéndice 1
Volatilidad de las elecciones presidenciales
Apéndice 2
Volatilidad de las elecciones congresales
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Partidos políticos en los países andinos: una comparación desde una perspectiva institucional | 133
LA POLÍTICA DE COLAPSO
DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS (U OUTSIDERS):
una comparación entre Fujimori (Perú) y Chávez (Venezuela)
Yusuke Murakami
Introducción
1. Lo que señala la estudiosa norteamericana es aplicable también a los años que preceden
a 1919 si ponemos como condición la exclusión del periodo especial de la Guerra del
Pacífico contra Chile entre 1879 y 1883 como el tiempo excepcionalmente estable,
entre 1895 y 1914, de la excluyente dominación oligárquica practicada por los “nota-
bles” civiles “con bienes y cultura”, entre quienes se realizó la sucesión presidencial
pacíficamente (Murakami 2007: 111).
2. El nombre del “pacto” se origina en el lugar de reunión donde este se concretó.
3. Otros dos fueron Colombia y Costa Rica. En México, también se observó la sucesión
presidencial mediante las elecciones, pero este fue el caso de un régimen autoritario, y
los resultados electorales fueron decididos antes de la votación.
4. Debemos usar la expresión outsider con mucho cuidado, porque, a veces, esta produce
una imagen de político nuevo y distinto a los que existen antes. Por ejemplo, si bien
es cierto que Fujimori tuvo aspectos distintos a los políticos peruanos existentes, en
muchos casos, sus diferencias fueron relativas y de grado; sus actitudes y maneras de
pensar respecto de la política tenían mucho en común con las de los políticos existentes
(Murakami 2007). Más concretamente, debemos tomar en cuenta que Fujimori fue out-
sider en el sentido de que no había tenido nada que ver con los partidos, pero su estilo
político fue el mismo que el de la política existente. Podemos indicar lo mismo respecto
de Chávez, dada su tendencia al autoritarismo.
5. Ellner dice que Fujimori y sus padres se realizaron profesionalmente (2003: 144). Es
inexacto respecto del segundo punto. Los padres de Fujimori tuvieron una serie de
dificultades luego de haber inmigrado de Japón a Perú. Su padre se vio obligado a pasar
de un trabajo a otro, y su vida no se estabilizó mucho.
6. Levine y Romero (2006) comparan a Chávez y Fujimori en una perspectiva distinta a lo
dicho hasta aquí: el ascenso y ocaso de los movimientos civiles en la ciudad.
7. Aunque Ellner argumenta que Chávez y Fujimori son populistas por su atracción es-
pecial a los sectores excluidos como los informales, sus discursos antiélites, su posición
como outsiders, y su carisma (2006: 140, 158), no trata la discusión sobre el neopopulis-
mo que vemos en las líneas siguientes. El argumento de Ellner se incluye en la categoría
de neopopulismo en lugar de populismo, porque enfoca las relaciones entre líderes y
masas. De la misma manera, Roberts (2006) tampoco usa la expresión “neopopulismo”
para discutir la multiplicidad del concepto de ‘populismo’. Sin embargo, declara que usa
la definición de populismo en el sentido reducido al aspecto político (Roberts 2006:
127), y, por eso, su argumento se clasifica en la categoría de neopopulismo.
8. Weyland (2002) enfoca cuatro casos: Argentina, Brasil, Perú y Venezuela. Analiza las
diferencias en el grado de avance de la reforma neoliberal desde el ángulo “psicológico-
cognitivo”. Aunque su análisis es importante y sugiere varios puntos para estudios com-
parados, la validez de su perspectiva “psicológico-cognitiva”, su propuesta principal, es
discutible. Por ejemplo, la mayoría de los peruanos aceptaron las “políticas de choque”
de Fujimori, no porque ellos se encontraban en el estado psicológico de “dominio de
pérdida”, como indica el estudio de Weyland, sino porque empezaron a sentir la desace-
leración inflacionaria y consideraron dichas políticas pragmáticamente como positivas
(Murakami 2007: 246-248). En otros puntos del proceso político de Fujimori, Weyland
introduce, además de su ángulo “psicológico-cognitivo”, otros elementos explicativos
como “la paradoja del éxito” sin aclarar las relaciones entre estos y la perspectiva “psi-
cológico-cognitiva”, lo que relativiza más la validez de su propuesta principal.
La caída de los partidos políticos en los dos países conllevó a que estos no
pudieran superar sus dificultades socioeconómicas —con los problemas
estructurales como trasfondo— en la década de 1980 y, en consecuencia,
perdieran el apoyo popular. Los conflictos internos y la subsecuente esci-
sión debilitaron aún más los partidos políticos, y aceleraron la pérdida de
confianza popular en ellos. Por otro lado, se observaron también algunas
diferencias, como el nivel de gravedad de las dificultades socioeconómicas
que reflejaron los aspectos estructurales.11 En esta sección, tratamos los
aspectos comunes del proceso de la caída de los partidos políticos.
Primero, veamos el caso de Perú. Como hemos señalado en líneas
anteriores, en este país, no se arraigó la política de los partidos políticos.
Su política, en general, fue históricamente inestable. El gobierno militar,
inaugurado con el golpe de Estado en 1968, terminó con la transición a
la democracia luego de las elecciones de 1980. Al momento de asumir
el nuevo gobierno civil, entró en vigencia la nueva Constitución —la de
9. Las tres etapas indicadas aquí se basan en lo que señala Mayorga (2006: 141). Este
divide en tres el proceso de debilitamiento y colapso de los partidos políticos. En este
artículo, seccionamos dicho proceso en dos, y agregamos otra etapa de desarrollo (y fin)
de la política del outsider.
10. Tanaka (2006) analiza dándole mayor importancia a los actores. La perspectiva aquí
descrita está detallada por el autor (Murakami 2007: 47-49). Mayorga (2006) demuestra
la posición similar a la del autor (Murakami 2007 es la versión traducida al español del
libro originalmente publicado en japonés en 2004).
11. En las siguientes secciones, la descripción sobre el Perú se basa en Murakami (2007).
Sobre sus detalles y fuentes de información, véase el mismo libro. Respecto de Ve-
nezuela, véanse entre otros, Ellner (2006), Mayorga (2006), Roberts (2006) y Tanaka
(2006).
1979—, que abogó por el marco político democrático, cuyos ejes fueron los
partidos políticos, y otorgó el derecho al sufragio a los analfabetos exclui-
dos del proceso político hasta entonces. De este modo, con la transición a
la democracia, se emprendió, por primera vez en la historia, el esfuerzo por
construir una democracia plena basada en los partidos políticos.
El esfuerzo se encontraba —en apariencia— por buen camino.
Cuatro fuerzas políticas principales —la centroderecha Acción Popular,
la derecha Partido Popular Cristiano, la centroizquierda Partido Aprista
Peruano y la Izquierda Unida— fueron protagonistas de la política de la
12. Uno fue el maoísta Sendero Luminoso, que empezó la lucha armada en 1980, y el otro
fue el pro cubano Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, que inició sus actividades
militares en 1984.
PBI 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989
Perú 7,7 5,5 -0,3 -9,3 3,8 2,1 12,1 7,7 -9,4 -13,4
Venezuela -1,9 -0,4 0,7 -5,5 1,2 0,2 6,5 3,6 5,8 -8,6
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
Perú -5,1 2,1 -0,4 4,8 12,8 8,6 2,5 6,9 -0,7 0,9
Venezuela 6,5 9,7 6,1 0,3 -2,3 4,0 -0,2 6,4 0,3 -6,0
Inflación 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989
Perú 59,1 75,4 64,5 111,1 110,2 163,4 77,9 85,8 667 3.398,30
Venezuela 21,4 16,2 9,6 6,2 12,2 11,3 11,6 28,2 29,4 84,5
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
Perú 7.481,70 409,5 73,5 48,6 23,7 11,1 11,6 8,5 7,3 3,5
Venezuela 40,7 34,2 31,4 38,1 60,8 59,9 99,9 50 35,8 23,6
Fuente: Elaboración propia basada en International Monetary Fund, “World Economic Outlook Database”.
Tomado de <http://www.imf.org/external/ns/cs.aspx?id=28>.
13. La Izquierda Unida se fundó en 1980 sobre la base de la alianza entre cinco partidos
izquierdistas, hasta entonces divididos en pequeñas agrupaciones. En ella existían tres
alas principales: los radicales, que no rehusaban que, en última instancia, pudiesen recu-
rrir a la lucha armada; los moderados, entre los que se encontraba el mismo Barrantes,
que pensaban continuar las actividades políticas bajo el orden constitucional; y los que
mantenían una posición neutral entre las dos alas, y tenían el apoyo de la Confedera-
ción General de Trabajadores del Perú. En la alianza, el equilibrio entre las tres alas
se mantuvo, y la división fue frenada gracias al liderazgo de Barrantes. Pero en 1986 y
1987, el enfrentamiento entre el ala radical y la moderada se agudizó como resultado
de discrepancias sobre la línea que se debía seguir. En 1989, debido a la elección del
candidato presidencial para las elecciones siguientes, el conflicto interno llegó a un nivel
insoportable. Barrantes y sus seguidores se alejaron de la Izquierda Unida y conforma-
ron otra agrupación izquierdista. Pero ambas organizaciones de izquierda no pudieron
recuperar la confianza popular.
14. El bipartidismo prácticamente excluyó a las fuerzas radicales de izquierda del proceso
político para asegurar la estabilidad política. A fines de la década de 1960, la guerrilla
fue legalizada. Desde entonces, las fuerzas izquierdistas existían como minoristas. En la
década de 1980, estas, como independientes y ajenas a las existentes, atrajeron a los que
quedaron fuera del sistema de beneficios bipartidista, como los informales.
17. Luego que la facción conservadora sacó a los reformistas del gobierno en 1975, el
gobierno militar cambió el rumbo económico y adoptó la política de liberalización,
presupuesto austero, etcétera, que serían calificadas de neoliberales en los años poste-
riores. El cambio provocó una reacción social que aceleró la corriente de la transición a
la democracia. Por eso, para ser exacto, la política económica del gobierno de Belaúnde
fue la continuación de la línea económica tomada por el gobierno militar desde 1975.
20. La victoria electoral del Partido Aprista Peruano y de la Izquierda Unida se debió
mayoritariamente al sistema electoral. La asamblea regional consistió en los alcaldes
provinciales (la provincia es la segunda unidad mayor de la administración local) y
los representantes de las organizaciones sociales, económicas y culturales de la zona,
además de los miembros directamente elegidos por voluntad popular (los miembros
directamente elegidos ocupaban el 40% del número legal de la asamblea). Aunque, en
comparación con otros países latinoamericanos, con la industria más avanzada, los par-
tidos políticos peruanos no tienen fuertes bases organizativas, pero el Partido Aprista
Peruano cuenta con bases más fuertes que otros; y, en la década de 1980, la Izquierda
Unida todavía tuvo bases de apoyo en ciertas zonas de provincias. Las dos fuerzas ya
se encontraban en proceso de caída, pero, en aquel entonces, todavía tuvieron cierta
influencia política en los grupos de interés en provincias, y se impusieron sobre otras
fuerzas en las elecciones regionales. La elección popular de los alcaldes y miembros
de consejo de provincia y distrito (la unidad más pequeña de la administración local)
fue introducida en la década de 1960 en el Perú, pero fue suspendida por el gobierno
militar. La elección popular de ámbito provincial y distrital volvió a la agenda política
en 1980, cuando se ejecutó la transición a la democracia.
21. Puso “200” al final del nombre, porque el año 1984 fue el ducentésimo aniversario
natalicio de Simón Bolívar.
22. Este estilo de Fujimori refleja por su parte el “criollismo” del Perú. Véase la nota 16 de
este capítulo.
23. Varias veces Fujimori discrepó con Carlos Boloña, neoliberal y ministro de Economía
entre 1991 y 1993, al insistir en que la realidad no es como lo dice la teoría de la eco-
nomía. Respecto de la privatización de las empresas públicas, que se aceleró a partir
de 1992, Fujimori titubeó algunas veces en hacerlo, aunque, finalmente, dio su visto
bueno. En su segundo gobierno, de 1995 a 2000, Fujimori perdió —en medio de la
estabilidad social y su hegemonía política— la voluntad de promover la reforma del Es-
tado llamada “reforma de la segunda generación”, y prestó mayor atención a la tercera
elección consecutiva como presidente en el año 2000. Una de las razones principales de
la pérdida de voluntad fue que Fujimori no hizo una política con líneas firmes. Sobre
estos hechos, véase Murakami (2007).
24. Aparte de ello, entre los artículos relativos a la política de las constituciones estableci-
das con las iniciativas de Fujimori y Chávez, se encuentran algunos puntos comunes:
segunda elección consecutiva del presidente en ejercicio, Cámara única; instalación de
la Defensoría del Pueblo, e introducción del sistema de referéndum. Pero, en el aspecto
27. Fujimori interpretó que, en el referéndum constitucional, el voto “No” había sido rela-
tivamente alto, porque había mucha gente descontenta por los problemas socioeconó-
micos. La interpretación fue acertada, dado que la oposición enfocó estos problemas
para desarrollar la campaña por el “No” en el referéndum constitucional.
32. En el referéndum, los votos de confianza fueron 59,3%, mientras que los de descon-
fianza fueron 40,7%. La abstención fue de 30,1% (Nohlen 2005: 567).
33. Ellner compara a Fujimori y Chávez, y señala que el segundo no es tan represivo como
el primero (2003: 149, 161). Pero su contrastación no es adecuada, porque coteja los
dos gobiernos que se encontraban en distintas etapas. Concretamente, el estudioso hace
la comparación entre el gobierno de Fujimori ya terminado y el gobierno de Chávez en
el proceso de construcción y consolidación (hasta el año 2002).
34. Al momento de inscribir su candidatura, Fujimori previó que el Partido Aprista Perua-
no, la derecha y la izquierda obtendrían un 30% de los escaños, respectivamente; y su
agrupación tendría alrededor de 10% de los escaños y también el poder de calidad en
el Congreso (Murakami 2007: 205-207). Entonces Fujimori pensaba que los partidos
políticos existentes todavía tenían fuerza. Esto nos remite a lo que Víctor Raúl Haya de
la Torre, fundador del Partido Aprista Peruano, respondió cuando se le preguntó por
qué en la década de 1950 archivó la línea de reforma abanderada hasta entonces para
acercarse a la oligarquía: no pensaba que la oligarquía se había debilitado tanto que fue
fácilmente destruida por el gobierno militar (Cotler 1978: 356).
35. Los organizadores expresaron que fueron unas 100.000 personas. De todas maneras,
fue nada comparable con las movilizaciones de Venezuela.
Conclusiones
36. Este artículo analiza los casos de los outsiders que subieron al poder. Otra manera de
comparar es hacerlo con los casos de los outsiders que no lograron subir al poder. Ma-
yorga (2006) analiza un outsider que emergió, pero luego cayó en Bolivia y lo compara
con Fujimori y Chávez. En Bolivia, un outsider crítico de los partidos políticos existentes
emergió cuando todavía la política de alianza entre los partidos políticos funcionaba.
Después de ingresar en la política de alianza, la fuerza del outsider cayó, debido a su falta
de habilidad administrativa en el gobierno local, corrupción y, finalmente, la muerte de
este. Debemos hacer otro trabajo para hacer una comparación detallada, pero, sobre la
base de lo analizado en este artículo, podemos señalar dos diferencias. La primera es la
situación política donde emergió el outsider. En Bolivia, la política de alianza entre los
partidos políticos existía, mientras el pueblo tenía todavía cierto nivel de confianza en
los partidos políticos y en la línea neoliberal que impulsaba dicha política de alianza.
En contraste, en Perú y Venezuela, los partidos políticos ya habían perdido la confianza
popular, y, en Perú, el modelo de desarrollo Estado-céntrico fue criticado, mientras que,
en Venezuela, el neoliberalismo fue reprochado. La segunda diferencia es el carácter
del outsider. El outsider boliviano fue más oportunista que Fujimori y Chávez, dado su
comportamiento de acercarse a los partidos políticos.
37. Sobre los detalles del régimen político y las instituciones, véase Murakami (2007: 42-47,
611-623).
38. Probablemente, Chávez termine su actual mandato. La mayor razón es el ingreso petro-
lero, su mina de oro. Por otro lado, para establecer una comparación entre Perú y otros
países, encontramos el problema de la distinta duración del mandato presidencial. Otra
posibilidad es prestar atención solamente al mandato presidencial, no a la duración en
años. Sobre la base de la experiencia peruana, podemos considerar que existe un régi-
men siempre y cuando se haya realizado una sucesión continua de gobiernos basados
en las instituciones por cuarta vez o más, incluido el primer cambio de gobierno que da
inicio a la institucionalidad.
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Introducción
Reformas estructurales
1. Es importante destacar que, para aplicar dicha medida, se aprobaron dos Estados de
sitio (uno en 1985 y otro al año siguiente), que autorizaron las detenciones y confina-
miento de líderes sindicales.
La municipalización
La descentralización administrativa
La representación territorial
10. Ya desde 1989, gracias al apoyo internacional a Bolivia por la aplicación de las políticas
de ajuste, se concedió una masa muy grande de recursos para compensar los efectos
sociales de las medidas. Con ello, se prestó especial atención a la focalización de los más
pobres de las áreas rurales y en particular a los pueblos indígenas. Desde ese momento,
las demandas de los pueblos indígenas alcanzaron gran visibilidad a escala nacional, la
que tuvo su momento culminante con la marcha de los pueblos del oriente hasta la ciu-
dad de La Paz. Con esta marcha, se incorporó la demanda por una nueva Constitución
Política que contemple las demandas indígenas.
11. Nueva Fuerza Republicana (NFR) continuaba con un discurso antineoliberal y propug-
naba la economía de Estado.
12. No le fue difícil al MAS convencer a los movimientos sociales que Carlos Mesa era re-
presentante del viejo sistema político e ir construyendo con ello las bases de sus futuras
alianzas electorales. Evo Morales organizó constantes movilizaciones que paralizaron
el país en varias oportunidades y sobre todo dividirlo entre dos consignas que hicieron
historia hasta hoy: las dos agendas, la de la Asamblea Constituyente, del MAS, y la de las
autonomías de los movimientos cívicos (Leaño 2007).
En los meses previos a las elecciones de 2005, se perfilaba con mayor cla-
ridad la polarización que vivía el país. De un lado, existían poderosos mo-
vimientos nacionalistas, estatistas e indigenistas, sobre todo situados en el
occidente del país, impulsados por ciertas clases medidas, pero sobre todo
por campesinos y miembros de las clases bajas. Del otro, un movimiento
regional, cívico, que respalda el libre mercado y la globalización, que se
fortaleció entre las capas medias y altas, especialmente en Santa Cruz.
13. Para ello, hizo la alianza con García Linera al proponerle la vicepresidencia, hecho que
le dio al MAS una imagen menos rural e indigenista al incorporar sectores de clase me-
dia urbana y profesionales de izquierda.
14. Es razonable pensar que, desde entonces, la influencia de Hugo Chávez lo llevó a deci-
dir el avance hacia el poder total.
15. Para ello, necesitaba dos tercios del Congreso, por lo que requería de una negociación
con PODEMOS, la segunda fuerza en el Congreso y mayoría en el Senado. Desde el
MAS, se atribuye a García Linera el haber impuesto al MAS esta negociación con la
oposición, frente a sectores que querían prescindir del camino democrático.
16. Nombre que se le dio a esa franja oriental del mapa que no estaba pintada del azul del
MAS.
17. El oficialismo no podía aceptar que el tema de la sede de los Poderes del Estado, capi-
talía plena, fuera incorporado en el texto de la Constitución; tampoco se aceptaba que
se discuta en la Asamblea y que se lo someta a un referéndum nacional. Esta situación
18. En el Congreso, se necesitaban dos tercios de los votos para aprobar las reformas
al texto constitucional de Oruro, y, sin el respaldo de la mayoría de la bancada de
PODEMOS, ello no hubiera sido posible. Se necesitaban 105 de 157 parlamentarios, y
se lograron 106.
19. En las elecciones generales de diciembre, los pueblos originarios votaron sobre su au-
tonomía y solo 11 de las 36 supuestas nacionalidades votaron a favor de su autonomía y
con resultados más bien cercanos al empate contra el “No”. Ello demostró que, pasada
la etapa de la consigna de las autonomías indígenas, no se sabía bien, a la hora de la rea-
lidad, cuál era el valor real de las mismas y por qué estas habían sido un regalo ofrecido
gratuitamente por el Gobierno Central.
20. La estructura política de las gobernaciones estará formada por un gobernador, asam-
bleístas departamentales por territorio, asambleístas departamentales por población y
asambleístas departamentales indígenas que fueron elegidos por usos y costumbres. En
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Introducción
Agenda de Gobierno
6. Los ingresos por ventas se incrementaron de 618,2 en 2005 a 3.956,8 millones de dóla-
res en 2006 según datos del Banco Central de Bolivia.
7. Tomando en cuenta el saldo de la deuda externa al 31 de diciembre de 2005, Bolivia
redujo su deuda con los organismos multilaterales en 38% y con los organismos bi-
laterales en 15%, mientras que la deuda global decreció en 36%. Finalmente, con la
oficialización de las condonaciones comprometidas en 2006 y 2007 de la deuda bilateral
y multilateral, Bolivia redujo su deuda en un monto que llega a representar alrededor
de 1.900 millones de dólares, con lo cual la condonación total llega a un monto que
representa alrededor del 75% del total de la deuda externa del país.
8. En 1999, la balanza comercial era deficitaria en -704,0, y, en 2005, se revirtió hasta
alcanzar 457,1, y, para 2006, las cifras favorables llegaron a 1.054,2 millones de dólares
americanos. A esto se suma el incremento de las reservas internacionales que pasaron
de 1.123,3 en 2004 a 4.113,6 millones de dólares americanos en julio de 2007 según
datos del Banco Central de Bolivia.
10. El apoyo de Venezuela tiene otros matices, porque financia campañas propagandísticas
del Gobierno bajo el lema “Bolivia cambia, Evo cumple”. Realiza donaciones en dinero
a los municipios y entrega recursos a las fuerzas armadas, al margen de que se ha sus-
crito un convenio de cooperación militar entre Bolivia y Venezuela que fue cuestionado
por la oposición. Por estas razones, el discurso de la oposición reitera denuncias de “in-
jerencia” de Hugo Chávez en asuntos internos, debido, entre otras cosas, a las continuas
declaraciones del presidente venezolano en respaldo a Evo Morales.
11. Un rasgo principal de la nueva Constitución es la definición del tipo de Estado como un
Estado plurinacional basado en el reconocimiento de los grupos étnicos —más de una
treintena— como “naciones originarias” dotadas de derechos colectivos, entre ellos a la
libre determinación, al autogobierno y a la territorialidad. Así, se reconoce la autonomía
territorial de los pueblos indígenas, la elección de sus autoridades y representantes me-
diante normas y procedimientos propios como expresión de “democracia comunitaria”
y un sistema judicial mixto que incluye la justicia comunitaria.
12. La precariedad del sistema de partidos se expresa en la escasa trayectoria de los princi-
pales partidos: el MAS fue fundado en 1999; UN, en 2004; y PODEMOS, en 2005. Adi-
cionalmente, en las elecciones de prefectos, la mayoría de los vencedores (tres del MAS,
dos afines a PODEMOS) correspondieron a candidatos apoyados por partidos locales o
agrupaciones ciudadanas sin presencia parlamentaria, sobre todo en los departamentos
más importantes, como La Paz, Santa Cruz y Cochabamba.
Cuadro 2
Elecciones nacionales 2005
Diputados Diputados
Partido Senadores Total
plurinominales uninominales
UN 1 7 1 9
MAS 12 27 45 84
MNR 1 5 2 8
PODEMOS 13 21 22 56
Fuente: Elaboración propia con base en datos de la Corte Nacional Electoral, Boletín estadístico.
Unidad de análisis e investigación. Área de Educación Ciudadana. Noviembre 2006, año II, n.º 5.
Cuadro 6
Referéndum autonomías departamentales 2006.
Cómputos departamentales
dios. Las elecciones municipales de 1995, sobre todo en las zonas rurales,
mostraron la presencia de candidatos campesinos e indígenas aunque en
alianza con partidos de izquierda tradicional, puesto que la creación de un
“instrumento político” propio propugnado por el sindicalismo campesino
sufría muchos tropiezos. En esa ocasión, algunas organizaciones campe-
sinas, aliadas con el Partido Comunista, obtuvieron la victoria en varios
municipios ubicados en la zona de producción de hoja de coca. En 1999,
se produjo la primera participación del MAS con sigla propia y obtuvo el
3,3% de la votación nacional en los comicios municipales aunque su apoyo
electoral se concentró en el departamento de Cochabamba.
En el ínterin, se produjeron las elecciones generales de 1997 con la
novedad de la inclusión de diputaciones uninominales (merced a una re-
forma constitucional aprobada en 1995) que permitió la primera incursión
de dirigentes de campesinos cocaleros en el Parlamento. Bajo la sigla de Iz-
quierda Unida, frente que obtuvo el 3,7% de la votación nacional, el sindi-
calismo campesino obtuvo cuatro diputaciones uninominales, y se destacó
el 70,3% de votos obtenidos por Evo Morales, la mayor votación obtenida
por un candidato a diputado. La marcha ascendente del MAS dio un salto
en 2002 con la obtención del segundo lugar, con 20,9%, y la posibilidad de
que Evo Morales dispute la presidencia en la segunda vuelta congresal, al
lograr la mitad de sus diputados en circunscripciones uninominales. Con
la crisis política como telón de fondo, las elecciones municipales de 2004
convirtieron al MAS en la primera fuerza política del país con 18,48 % de
Representación en la
Asamblea Legislativa
Agrupación política Votos Porcentaje Plurinacional
Diputados Senadores
MAS-IPSP 2.943.209 64,22 88 26
PPB-Convergencia 1.212.795 26,46 37 10
Unidad Nacional 0.258.971 5,65 3 --
Alianza Social 0.106.027 2,31 2 --
Otras agrupaciones 0.097.733 1,35 -- --
Total de votos válidos 4.582.786 94,31
Total de escaños 130 36
16. Jorge Quiroga, jefe de PODEMOS, esgrime un discurso opositor centrado en la crítica a
las relaciones entre Evo Morales y Hugo Chávez y su cuestionamiento a la presencia ve-
nezolana concebida como “injerencia en asuntos internos”. Samuel Doria Medina, líder
de UN, consiguió un asiento en la Asamblea Constituyente, y fue uno de los impulsores
de la concertación en su seno. Se trata de la adopción de rutas distintas en el afán de
liderar la oposición aunque ninguno cuenta con el respaldo del movimiento cívico re-
gional de los departamentos que demandan autonomía.
Calidad de la democracia
dígenas y campesinos” (MAS 2007) que originalmente fue presentada por un conjunto
de organizaciones sindicales campesinas e indígenas que actúan en consonancia con el
partido de gobierno. Esta propuesta sirvió de base para la aprobación del nuevo texto
constitucional en diciembre de 2007.
18. El tema de la reelección presidencial fue un elemento central en las estrategias partidis-
tas aunque no llegó a ser motivo de negociación en los intentos de conciliar posiciones
en la Asamblea Constituyente. El MAS planteaba una figura de reelección inmediata e
indefinida, mientras que la actual Constitución establece la reelección por una sola vez
y después de un periodo constitucional. La oposición concebía la propuesta masista
como una réplica de la reforma constitucional impulsada por Chávez en Venezuela
y expresión de los afanes “totalitaristas” de Evo Morales. Casualmente, la derrota de
Chávez en el referéndum sobre la reforma constitucional, en noviembre de 2007, coin-
cidió con el debate constituyente boliviano, y la propuesta de reelección indefinida de
Evo Morales fue desechada por el MAS.
Gobierno dividido
19. La Cámara de Senadores está compuesta por 27 legisladores (3 senadores por cada uno
de los nueve departamentos, uno por mayoría y el restante por minoría); y la Cámara de
Diputados, por 130 representantes (70 diputados electos en circunscripciones uninomi-
nales y 60 plurinominales, elegidos en nueve circunscripciones departamentales).
La oposición regional
20. Entre las razones de este trágico episodio, se encuentra la movilización de sindicatos
campesinos afines al Gobierno en la que solicita la renuncia del prefecto opositor y la
pretensión de esta autoridad de promover la convocatoria a un nuevo referéndum auto-
nómico en el departamento de Cochabamba, donde el “No” había vencido de manera
contundente en julio de 2006.
A manera de colofón
21. En abril de 2009, se aprobó una Ley de Régimen Electoral Transitorio que definió la
creación de siete circunscripciones especiales en áreas rurales y sin ajustarse a la me-
dia demográfica de los distritos uninominales y sin necesaria continuidad geográfica
en regiones donde los pueblos indígenas sean minoría demográfica. Los candidatos
serán postulados por organizaciones políticas, y su elección es por mayoría simple, es
decir, no se aplica el criterio de autorrepresentación ni se lo elige mediante normas y
procedimientos de los pueblos indígenas, lo que denota los límites de la aplicación de la
democracia comunitaria.
Gobernador
Departamento Organización política Votación Porcentaje
electo
Movimiento Al Socialismo-
Instrumento Político por la
109.270 53,60
Soberanía de los Pueblos
(MAS-IPSP)
Esteban
Chuquisaca Chuquisaca Somos Todos (CST) 72.314 35,50 Urquizu Cuéllar
Libertad y Democracia (MAS-IPSP)
8.752 4,30
Renovadora (LIDER)
Movimiento Sin Miedo (MSM) 8.044 3,90
Falange F-19 (F-19) 5.476 2,70
MAS-IPSP 534.563 50,00
Movimiento Sin Miedo (MSM) 247.796 23,20
Frente de Unidad Nacional (UN) 159.499 14,90
César Hugo
Movimiento Por la Soberanía
La Paz 67.863 6,30 Cocarico Yana
(MPS)
(MAS-IPSP)
Alianza Social Patriótica (ASP) 30.361 2,80
Movimiento Nacionalista
29.152 2,70
Revolucionario (MNR)
MAS-IPSP 415.245 61,90
Unidad Nacional-Convergencia
174.175 26,00 Edmundo
Patriótica (UN-CP)
Cochabamba Novillo Aguilar
Movimiento Sin Miedo (MSM) 52.516 7,80 (MAS-IPSP)
Movimiento Nacionalista
29.250 4,40
Revolucionario (MNR)
MAS-IPSP 107.576 59,6
Movimiento Sin Miedo (MSM) 53.111 29,4 Santos Javier
Oruro Frente de Unidad Nacional (UN) 13.933 7,7 Tito Véliz
Movimiento Nacionalista (MAS-IPSP)
5.800 3,2
Revolucionario (MNR)
MAS-IPSP 163.989 66,80
Alianza Social (AS) 31.564 12,90
Agrupación Ciudadana
27.873 11,40 Félix Gonzales
Uqharikuna (ACU)
Potosí Bernal
Frente Cívico Regional Potosinista (MAS-IPSP)
15.960 6,50
(FCRP)
Movimiento Nacionalista
6.066 2,50
Revolucionario (MNR)
...sigue
Gobernador
Departamento Organización política Votación Porcentaje
electo
Organización social
Cochabamba
Santa Cruz
Chuquisaca
La Paz
Potosí
Oruro
Pando
Tarija
Total
Beni
Número de municipios
MAS-IPSP 8 23 40 58 32 6 34 23 5 229
MSM 3 3 8 2 4 1 21
VERDES 15 15
CP 9 9
PRIMERO 8 8
MPS 6 6
Otras siglasa 3 3 4 13 1 3 16 6 49
Total 19 29 47 85 35 15 41 55 11 337
a
Organizaciones que obtuvieron menos de cinco municipios.
Fuente: Elaboración propia con base en datos de la Corte Nacional Electoral.
Yusuke Murakami
Introducción
2. Sobre detalles del análisis de la política peruana, incluida la década de Fujimori aquí
indicada, véase Murakami (2007). Nuestro enfoque ha sido criticado por los estudio-
sos que dan importancia al rol de los actores políticos y su liderazgo. Según ellos, los
actores políticos siempre tienen la libertad de tomar acciones, y nuestro punto de vista
no toma en consideración este aspecto importante. Nuestra perspectiva no pretende
restar importancia a la función de los actores y su liderazgo, sino más bien sugiere que
la libertad de acción no se da en el mismo grado en todo momento, sino que cambia
según las condiciones estructurales y coyunturales, así como la formación y caracteres
de cada actor político.
3. Desde 1895 hasta 1914, el poder político fue dominado por la oligarquía de exporta-
dores de los productos primarios y terratenientes, y se realizó en paz la sucesión de un
gobierno civil al otro. Si ponemos como condición la exclusión del tiempo excepcional-
mente estable de estos 19 años como el periodo especial de la Guerra del Pacífico con-
tra Chile entre 1879 y 1883, lo dicho aquí es aplicable también a los años que preceden
a 1919 (Murakami 2007: 111-112).
4. Por ejemplo, Azpur, et ál. (2004); Ballón, et ál. (2002); Pedraglio, et ál. (2005); Toche, et ál.
(2003); y Toche y Paredes eds. (2006) analizan las coyunturas del gobierno de Alejandro
Toledo (2001-2006). Al respecto, véase tambien Taylor (2005). Grompone (2005) exami-
na la sociedad política peruana, mientras que Tanaka (2005) y Taylor (2007) analizan los
partidos políticos. McClintock (2007), Meléndez (2003), Taylor (2005), Vargas (2005) y
Vergara (2007) estudian el proceso electoral de las elecciones generales de 2001 y 2006.
5. McClintock (2007) y Taylor (2003) son típicos de esta posición.
6. Grompone (2005) se refiere a los límites de los partidos políticos de la década de 1980,
pero, a diferencia de nuestro argumento, no usa este punto como uno de los compo-
nentes importantes de su ángulo analítico.
7. Paniagua fue político perteneciente al partido Acción Popular y congresista en aquel
entonces. Tenía un cáracter modesto, y fue elegido Presidente del Congreso cuando
Martha Hildebrandt, del oficialismo, fue sustituida del cargo a mediados de noviembre
de 2000. Fue el único candidato que no fue vetado por ningún partido de oposición.
11. En las elecciones de 1995, mientras Fujimori, en busca de su reelección, gozó del apoyo
popular abrumador, Flores contó con poca popularidad y se vio obligada a renunciar a
la candidatura durante la campaña electoral para evitar la pérdida del registro de partido,
porque, según el código electoral de entonces, las agrupaciones perderían su registro en
caso de que los votos recibidos no superaran el 5% de votos válidamente emitidos.
12. En el Perú, el presidente se elige con la mayoría de votos válidos. En caso de que ningún
candidato gane dicha mayoría, se realiza la segunda vuelta entre los dos candidatos más
votados.
Fuente: Elaboración propia con base en Apoyo, Opinión y Mercado S. A., Informe de opinión data,
agosto de 2001-julio de 2006.
Nota: Las cifras son el promedio anual de las encuestas realizadas en cada mes en Lima me-
tropolitarna. La cifra de 2001 es el promedio de las encuestas entre agosto y diciembre del mismo
año; y la de 2006, entre enero y julio del mismo.
parte de la campaña para las elecciones municipales, cuya votación estaba prevista para
mediados de noviembre. En otras palabras, Toledo imitó el estilo y gestión de Fujimori.
No obstante, el efecto positivo no duró mucho, porque sus acciones no llegaron a pro-
ducir resultados tangibles para la gente común. Desde marzo de 2003, su popularidad
bajó de nuevo, y quedó en 10% aproximadamente.
16. Según la estadística de la Policía peruana, en todo el país, se registraron 1.826 moviliza-
ciones en el año 2001; 6.240 en el año 2002; 8.532 en el año 2003; y 8.956 entre enero
y octubre de 2004 (Caretas N.º 1848).
17. Por ejemplo, en junio de 2002, se produjo, en la ciudad de Arequipa, un tumulto que
tuvo el impacto más fuerte durante el gobierno de Toledo. Arequipa es la segunda
ciudad más grande del Perú y está ubicada en el sur andino. Ahí se dio una movilización
contra la privatización de una empresa eléctrica, lo que causó al final una situación caó-
tica. El gobierno de Toledo se vio obligado a ceder ante la presión popular y declarar la
suspensión de la privatización ya en proceso, para calmar la tensión social. Sin embargo,
el efecto del tumulto en Arequipa quedó dentro de la misma ciudad.
18. La tasa del crecimiento económico anual registró el 4,9% en el año 2002; 4,0% en el año
2003; 4,8% en el año 2004; y 6,6% en el año 2005 (INEI 2006).
19. Véase la descripción del “Acuerdo Nacional” en la parte final de esta sección. Por otro
lado, el coeficiente Gini registró 0,525 en el año 2001; y 0,523 en el año 2003 (CEPAL
2005: 337).
20. Las relaciones estrechas entre Perú y Estados Unidos durante el gobierno de Toledo
son simbolizadas por la visita oficial de Bush al Perú en marzo de 2002. Esta fue la
primera visita de Estado que un Presidente estadounidense en ejercicio realizó.
21. El promedio de la popularidad presidencial entre enero y julio de 2006 (fin de su man-
dato) fue de 27%, encima de la barrera de 20%. La tendencia de enero a marzo fue entre
10 y 20%; en abril, subió a más de 20%; y, de mayo en adelante, no bajó a menos de
30%. Toledo terminó su mandato con 30% de popularidad.
22. El alza de la expectativa se observó en las respuestas a la pregunta sobre la situación
económica familiar dentro de un año. Según ellas, desde diciembre de 2005, la respues-
ta “mejorará” superó la barrera del 30%, mientras que la opción “empeorará” quedó
debajo del 20%. Hasta entonces, la alternativa “empeorará” había superado o quedado
en el mismo nivel que la de “mejorará” (Informe de opinión data, julio de 2006: 33).
23. El mecanismo de diálogo que condujo al “Acuerdo Nacional” ha existido hasta ahora
como el proceso oficial de consulta. Una persona, quien fue responsable de la oficina
de dicho mecanismo en el gobierno de Toledo, reconoce también que el contenido del
“Acuerdo Nacional” no fue puesto en práctica (Roncagliolo y Ponce 2005: 248). Alan
García, sucesor de Toledo, tampoco lo ha puesto en ejecución, excepto algunos puntos.
Es más probable que, con el paso del tiempo, el “Acuerdo Nacional” fuese recordado
solamente como el “documento de Toledo”.
24. En las elecciones generales de 2006, se presentaron 20 planchas presidenciales, número
mayoritario después de la “transición a la democracia” en 1980. En las elecciones con-
gresales, 24 listas —igualmente el mayor número después de la “transición”— compi-
tieron por 120 escaños. El número de candidatos presidenciales fue 15 en 1980, 8 en
1985, 9 en 1990, 14 en 1995, 9 en 2000, y 8 en 2001. El número de listas de candidatos
para el Congreso fue 15 en 1980, 12 en 1985, 16 en 1990, 20 en 1995, 10 en 2000, y
13 en 2001. Los númerons de las listas para el Congreso corresponden a la Senaduría
del sistema bicameral hasta 1990. Desde 1995, el sistema es unicameral, y, hasta el año
2000, contó con el distrito único nacional; desde 2001, se realizan las elecciones con
distritos múltiples.
A ño Índice
1998 4,5
1999 4,5
2000 4,4
2001 4,1
2002 4,0
2003 3,7
2004 3,5
2005 3,5
2006 3,3
2007 3,5
2008 3,6
2009 3,7
2010 3,5
Fuente: Elaboración propia basada en TI (1998-2010).
Nota: Este índice es el resultado del cálculo propio de la TI so-
bre la base de diversos reportes e informes hechos por más de
diez entidades especializadas, organizaciones internacionales y
medios de comunicación sobre el tema. Entre estos, figuran las
investigaciones a personas relativas a los círculos económicos y
análisis de los expertos. 10 significa el estado de no corrupción, y,
a medida que se acerque a 0, empeora la situación de corrupción.
candidateó por la Alianza por el Futuro (sus iniciales son iguales que las
de su jefe máximo, Alberto Fujimori) en lugar de Fujimori,25 quien está
25. A fines de 2005, Fujimori abandonó el Japón, donde había permanecido desde la caída
de su gobierno, para ir a Chile. Su viaje tuvo dos objetivos principales. El primero fue
reducir el número de acusaciones contra sí mismo, dado que el proceso de extradición
de Chile es más estricto. El segundo objetivo fue, con su presencia en el país vecino,
dar impulso a la campaña electoral para el Congreso. Fujimori pronosticó que su de-
tención demoraría unos diez días y pensó realizar una “campaña activa” a favor de su
agrupación. En contra de su previsión, las autoridades chilenas reaccionaron rápidas
y lo detuvieron un día después de su llegada. Fujimori entendía la imposibilidad de su
postulación para la presidencia, porque, desde enero de 2005, intentó sin éxito per-
suadir insistentemente a una persona de su apellido para candidatear en las elecciones
presidenciales. Antes de su partida para Chile, Fujimori consultó, sin especificar deta-
lles, a unos miembros de su familia sobre la idea de trasladarse a Chile. Uno de ellos
le aconsejó abandonar la idea, porque Michelle Bachelet, del Partido Socialista, tenía la
mayor posibilidad de ser elegida presidente. Obviamente, el ex mandatario no oyó el
consejo (entrevista C 2006a). Fujimori fue extraditado al Perú en septiembre de 2007.
Por la violación de los derechos humanos respecto de dos casos, el de Barrios Altos y
el de La Cantuta, fue sentenciado culpable a la pena de 25 años en prision en la primera
instancia (abril de 2009), así como en la segunda y última instancia (enero de 2010).
La corte peruana adoptó, al igual que la chilena, el concepto de “autoría mediata”,
basada en la “teoría del dominio de hecho”. Dicha teoría se había usado básicamente
en la corte internacional, como la de Núremberg, contra los nazis, y no figura —hasta
el momento— en el Código Penal del Perú o Chile. La sentencia contra Fujimori
ha sido alabada como “antecedente”. Sin embargo, su efecto es todavía cuestionable,
particularmente en el Perú, porque otros miles de casos de la violación de los derechos
humanos tanto en la década de Fujimori como en la anterior quedan pendientes, y no
han sido tratados con tanta energía como los dos casos contra Fujimori. Debemos
prestar atención además al aspecto de que los dos casos sucedieron en Lima, y los de
provincias, como Ayacucho, sienten una especie de discriminación regional. Dado lo
descrito, inevitablemente mucha gente tiene la sensación de que, solo “con mala suer-
te”, Fujimori fue sentenciado.
En la campaña electoral, M. Chávez empezó a distanciarse de la familia Fujimori, que
tenía más popularidad que ella misma. La candidata hizo sola actividades proselitistas
propias, y no logró atraer ampliamente a potenciales simpatizantes de Fujimori (entre-
vista C 2006b). Por otro lado, aunque Paniagua fue buen candidato para una parte de la
clase media por su apacibilidad y madera de erudito, no llamó la atención de los sectores
populares, que ocupan la mayoría de los electores.
26. En el Perú, se usa la locución nominal plancha presidencial para designar la nómina de
los candidatos para la presidencia y las dos vicepresidencias de la República.
27. Humala señaló como motivo del alzamiento la inconformindad con los altos mandos
militares corruptos, pero se descubrió, tiempo después, que, casi simultáneamente con
el inicio del levantamiento, el escondido Montesinos se trasladó del centro al norte del
Perú en una embarcación particular, y, finalmente, salió del Perú clandestinamente por
vía marítima.
Fuente: Elaboración propia basada en Apoyo, Opinión y Mercado S. A., Informe de opinión data,
enero-abril de 2006; ONPE (2007a).
Nota: Son resultados de las encuestas realizadas a escala nacional. El “resutlado” es el de la primera
vuelta.
28. Originalmente el movimiento Unión por el Perú fue fundado en 1994 por un grupo
de antifujimoristas con el objetivo de postular al ex secretario general de la ONU Javier
Pérez de Cuéllar como candidato presidencial opositor a Fujimori en las elecciones
del año siguiente. En un principio, convivían en el movimiento las fuerzas tanto de
derecha como de izquierda, ideológicamente hablando, pero, después de las elecciones
de 1995, se debilitó bastante, porque primero salió del movimiento la derecha, y luego
se produjo la lucha interna entre las fuerzas de izquierda. En febrero de 1999, Pérez de
Cuéllar declaró su retiro de la primera línea del movimiento. Luego de esto, una parte
de izquierda consolidó el control interno del movimiento, mientras que muchos del
pueblo olvidaron su nombre.
29. En las elecciones de 2001, Lourdes Flores compitió con Alan García por el segundo
lugar en la preferencia y finalizó en el tercer lugar con la diferencia de un poco más de
160.000 votos (1,5% de la totalidad de votos válidos). Respecto de las elecciones de
1995, véase la nota 11 de este trabajo.
30. Véase la nota 11 de este trabajo.
31. La provincia es la segunda unidad más grande de la administración municipal del Perú.
La más pequeña es el distrito; y la mayor, el departamento. Hasta el año 2002, en las
elecciones municipales, se eligieron los alcaldes y regidores de provincia y distrito. Des-
de este año, se regionalizó el país y, por ende, también se realizan elecciones para pre-
sidente regional y los miembros del Consejo Regional. Solamente el departamento de
Lima se divide en la provincia de Lima y el resto de provincias; y solo se ejecutan las
elecciones para presidente regional para el segundo. En la provincia de Lima, el alcalde
provincial se encarga de la presidencia regional.
32. Según el resultado de los comicios provinciales de 2002, el 74,8%, es decir, tres cuartas
partes del total de votos conseguidos por Unidad Nacional correspondieron a la pro-
vincia de Lima.
33. Originalmente, Castañeda perteneció a Acción Popular. En la primera mitad de los
años de 1980, tuvo la experiencia de ser regidor provincial de Lima. Entre 1990 y 1996,
en el gobierno de Fujimori, ocupó el cargo de jefe de Instituto Peruano Seguro Social.
Candidateó por la presidencia en el año 2000, pero perdió frente a Fujimori.
34. Un veterano aprista y ex dirigente de alto rango —entrevistado por el autor en el año
2002— tuvo la misma impresión. Según él, la diferencia entre antes y ahora es la siguien-
te: García “antes caminaba empujando entre la gente sin decir nada, pero ahora por lo
menos diciendo ‘perdón’”. Es decir, intenta aparentar haber cambiado con las palabras,
pero su manera de hacer política no ha cambiado sustancialmente (entrevista A 2002).
35. El artículo 24 del Código Electoral reconoce tres formas como métodos de participa-
ción interna: elecciones donde participan los militantes y los no militantes, elecciones
donde participan solamente los militantes, y otras formas que el reglamento del partido
define. El último punto —otras formas— es, por ejemplo, la selección y nombramiento
en la asamblea de delegados. Sin embargo, la intención y voluntad del jefe máximo y la
dirigencia nacional deciden finalmente el nombramiento de candidatos, porque la Ley
de Partidos Políticos no especifica ninguna forma de garantizar lo justo y transparente
del proceso interno —por ejemplo, ser vigilado por una tercera persona—.
36. La descripción del proceso electoral interno del Partido Aprista Peruano se basa en la
entrevista con un veterano militante y ex dirigente nacional del partido (entrevista A
2006). La Ley de Partidos Políticos obliga también a los partidos políticos a realizar las
elecciones internas para elegir la dirigencia nacional, pero, debido a la situación de la nota
anterior, el jefe máximo o dirigencia nacional que domina el proceso interno de partidos
pueden colocar fácilmente a sus seguidores fieles en puestos importantes del partido.
37. Aunque no fue un candidato de peso, Valentín Paniagua, candidato de la alianza Frente
de Centro conformada por Acción Popular y otras agrupaciones pequeñas, fue también
el candidato ya definido años atrás. Paniagua fue el presidente provisional luego de
la caída de Fujimori. En febrero de 2001, cuando todavía Paniagua ocupaba el sillón
presidencial, un dirigente veterano de Acción Popular aseveró que Paniagua sería el
candidato presidencial para el año 2006 (entrevista C). Respecto del proceso interno de
las elecciones para candidatos en los partidos políticos que participaron en el proceso
electoral de 2006, véase también Meléndez (2007: 254-257) y ONPE (2006b) .
38. Las elecciones peruanas de 2006 atrajeron mucho interés en América Latina, porque
las mismas estaban previstas para la etapa intermedia —podemos denominarla así—
de “la temporada electoral latinoamericana” que había arrancado en noviembre del
año anterior. Concretamente, se interesó por si la tendencia de la “izquierdización”
se fortalecería con la elección de un candidato de izquierda en el Perú después de los
casos de Bolivia y Chile, y, en caso de que un candidato crítico al neoliberalismo salga
elegido también en los comicios peruanos, se preguntó si este sería de la izquierda
radical y “equivocada” como Venezuela y Bolivia o de la moderada y “buena” —de
centroizquierda— como Brasil y Chile. En contraste, el interés del pueblo peruano en
general por dichas elecciones no aumentó hasta mediados de febrero de 2006. Normal-
mente, en el proceso electoral del Perú, en enero del año electoral, la intensidad de la
campaña aumenta de golpe. Sin embargo, esta vez hasta un mes y medio antes del día
de la votación, 9 de abril, muchos candidatos no percibieron una cálida acogida popular
en el recorrido de la campaña, y, como tendencia general, no se sintió un entusiasmo
electoral. Esta situación en el interior se debió a la falta de situaciones apremiantes, así
como de candidatos con el poder fuerte de atraer a la gente. Respecto del primer punto,
podemos señalar que, en las elecciones de 1990, cuando se preguntó cómo salir de la
situación crítica en la cual el Perú cayó, o en las de 2000, cuando se cuestionó la tercera
postulación consecutiva de Fujimori, los electores en general tuvieron interés por la
tendencia electoral desde su etapa temprana. En contraste, en el proceso electoral de
2006, no hubo asuntos urgentes por superar comparables con los dos casos menciona-
dos. Si bien es cierto que la situación socioeconómica continuó siendo dura para la gran
mayoría de los peruanos, y la insatisfacción con tal estado influyó mucho en su decisión
respecto de la votación; sin embargo, ya no existían problemas inmediatos —como
desorden enorme de la macroeconomía y el incremento del terrorismo— que amena-
zaran la vida diaria del pueblo peruano en la década de 1980. Relativamente y en corto
plazo, la sociedad peruana se encontraba en un estado de estabilidad. En medio de esta
circunstancia, preocupados por la vida cotidiana, muchos peruanos no se mostraron
interesados por el proceso electoral en la primera etapa. Por otro lado, como hemos
mencionado, los tres candidatos principales, al cierre de la inscripción de la plancha
presidencial en enero de 2006, tuvieron problemas respecto de su imágen pública, y sus
bases de apoyo se limitaban a cierta parte del territorio. Cada uno de ellos tampoco tuvo
la fuerza de conseguir el apoyo de cerca del 50% entre los electores; más bien, su nivel
de apoyo fue bajo, y compitieron con el apoyo de entre 20 y 30%.
39. García nombró como candidato para la primera vicepresidencia a un militar en retiro
de la Marina. Esto tuvo que ver con la introducción del sufragio para los uniformados
a partir de las elecciones de 2006. Con su nombramiento, García esperó ganar los votos
de unos 100.000 militares y sus familiares. Al mismo tiempo, el militar nombrado fue
quien comandó, en 1986, una unidad especial para realizar la operación de reprimir la
rebelión en los penales, con el resultado de cerca de 300 reclusos muertos —uno de los
casos representativos de la violación de los derechos humanos durante el gobierno de
García de la década de 1980—. De esta manera, García intentó dar la impresión de que
era el candidato confiable y seguro para las fuerzas armadas y de que tienen un borrón
de la violación de los derechos humanos relativa a las operaciones antisubversivas desde
la década de 1980 hasta principios de la de 1990.
40. En febrero, cuando todavía Flores y Humala aparentemente competían por el primer
puesto, como demuestra el gráfico 1, y generalmente se consideraba poca posibili-
dad de que García saliese elegido presidente, dos entrevistados peruanos no apristas
44. Antes de la segunda vuelta, se dijo, con frecuencia, que, en la votación, muchos elec-
tores evitarían expresar el apoyo a uno de los dos candidatos, porque ambos tenían
imagen negativa: García arrastraba el fracaso de su gobierno en la segunda mitad de la
década de 1980, y Humala se dejaba ver su carácter autoritario. Aunque una parte de
los votos blancos y viciados, así como de los abstencionistas reflejaba tal evasión, no se
notó en el resultado electoral, dado que no hay diferencia sustancial en los porcentajes
de estas categorías entre los cuadros 2 y 5.
45. En la zona centro del Perú (respecto de su definición, véase la nota 1 del cuadro 4),
mientras que, en el departamento de Lima, García triunfó, en el resto de los departa-
mentos, Humala ganó la mayoría de votos. Dada la tendencia, para la victoria de García
el triunfo en el departamento de Lima fue indispensable. En la primera vuelta, en este
departamento, Flores recibió el mayor número de votos. Muchos simpatizantes de Flo-
res en esta zona contribuyeron con el triunfo de García, ya que pasaron a apoyarlo frente
a la “alternativa entre democracia y autoritarismo”. En otras palabras, la tendencia alcista
de apoyo a Humala se detendría en algún momento, debido a la ventaja de García en el
departamento de Lima. Por otro lado, Carrión y Zárate (2007: 179-186) y Vergara (2007)
analizaron la tendencia o categorización de los electores sobre la base de los resultados
de las elecciones generales de 2006. Aunque ambos estudios son interesantes, considera-
mos que el primer análisis tiene el límite de basarse en el resultado de la segunda vuelta
para señalar la existencia de división en los aspectos como género, nivel de ingreso,
Fuente: Elaboración propia basada en Apoyo, Opinión y Mercado S.A., Informe de opinión data,
mayo-junio de 2006; ONPE (2007a).
Cuadro 5
Resultado de las elecciones presidenciales de 2006
(segunda vuelta)
PAP UPP
Norte 1.795.251 1.323.264
57,6% 42,4%
Centro 4.048.658 2.984.837
57,7% 42,4%
Dpto. de Lima 2.857.014 1.753.347
62,0% 38,0%
Resto 1.191.644 1.231.490
49,2% 50,8%
Sur 710 1.617.669
30,5% 69,5%
Este 245 268
47,7% 52,3%
lugar de crecimiento, y lengua materna de padre, dado que la segunda vuelta obliga a
los electores a escoger uno entre dos candidatos y cabe la duda de que el resultado de la
selección obligada refleje realmente la división que se supone existe, pero de forma más
complicada, en la sociedad peruana. Por otra parte, el segundo estudio propone tres ejes:
el institucional (político), que mide el grado de dar importancia al Estado de derecho;
el económico, que varía según la actitud sobre la economía de libre mercado; y el de
Estado nacional (cultural-histórico), que refleja el grado de inclusión en el Estado como
ciudadano. El primer problema de este análisis es, como su autor mismo reconoce, que
el enfoque constituye un análisis estático; particularmente nos parece que la reducción
del eje político al problema del Estado de derecho, incluido el de la división de Poderes,
disminuye su universalidad. Al mismo tiempo, el segundo análisis da importancia a la
división entre un 60% de los electores que desean ser incluidos en el Estado y un 30%
de los electores ya incluidos, pero nos da la impresión de que esta diferencia constituye
otro modo de expresión de la del nivel de pobreza.
Conclusiones
46. En este sentido, no podemos enfatizar la importancia del consenso entre los responsa-
bles de las fuerzas políticas principales respecto de la necesidad de mantener el marco
político democrático en el tiempo difícil para Toledo, quien había perdido bastante
popularidad (véase, por ejemplo, Talyor [2007]). Decimos esto, porque dicho consenso
no produjo aceptación alguna sobre las políticas concretas de mediano y largo plazo,
ni se ha consolidado ni funcionado tal mecanismo de conformación de consenso con
relación a otros asuntos políticos de importancia.
47. Por ejemplo, en las elecciones presidenciales de México en 2006, el candidato oficialista
Felipe Calderón, del Partido Acción Nacional, fue elegido presidente. Calderón fue
nombrado como candidato oficialista luego del proceso electoral interno. Pero Cal-
derón candidateó en las elecciones primarias en contra de la intención del entonces
presidente Vicente Fox. Dada la situación real de los partidos políticos, es totalmente
impensable que suceda lo mismo en el Perú.
**********
Bibliografía
48. En las elecciones regionales de 2006, el Partido Aprista Peruano no ganó muchas pre-
sidencias, porque diversos presidentes regionales apristas —que subieron al poder en
las elecciones anteriores de 2002— tuvieron problemas de corrupción; y el presidente
García pensó que el Gobierno Central no podría ser responsable de diversos problemas
del gobierno regional y no se involucró tan activamente como la vez pasada en la cam-
paña electoral. Sin embargo, hubo casos en que García o sus colaboradores cercanos
intervinieron directamente en el proceso local de las provincias. Constituyó la mayor
desgracia para el Partido Aprista Peruano la pérdida en las elecciones provinciales de
Trujillo, ubicado en el norte del país, cuna y zona de concentración de las bases del
Partido Aprista Peruano. El aprismo nunca perdió la alcaldía hasta 2006. La pérdida se
atribuyó al desorden en la organización regional causada por la imposición del candi-
dato para alcaldía provincial por parte de la sede partidaria, en contra de la voluntad de
un dirigente local de importancia (entrevista A 2006). En 2010, nuevamente el aprismo
perdió la alcaldía de Trujillo.
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DESAFÍOS ECONÓMICOS
LA ECONOMÍA POLÍTICA PERUANA
DE LA ERA NEOLIBERAL 1990-2006*
Introducción
Pocos países pueden ser tan imprevisibles como el Perú desde una pers-
pectiva económica y política. Este país sudamericano estuvo al punto del
colapso económico y social, hacia fines de los años ochenta del siglo pasa-
do, con una hiperinflación y crisis fiscal agudas provocadas por una mala
administración económica en una difícil coyuntura internacional, una pro-
funda crisis estatal y, por si fuera poco, con el asedio de una violencia
política y terrorista inédita. Pocos años después, el país alcanzó altas tasas
de crecimiento con una inflación de menos de un dígito y comenzó a pa-
cificarse, lo que generó una estabilidad económica pocas veces vista en los
últimos cincuenta años.
Lo notable es que el crecimiento y la estabilidad económica de inicios
del milenio no lograron generar un sistema político paralelamente estable,
sino todo lo contrario, a tal punto que aquel presidente que dejó al país en
situación de emergencia en 1990 volvió al poder el año 2006, marcado por
La situación previa
El neoliberalismo a la peruana
I. G obierno de A lberto Fujimori II. G obierno de A lberto Fujimori G obierno de A lejandro Toledo
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
Población (miles de habitantes) 21.753 22.180 22.597 23.010 23.401 23.775 24.156 24.518 24.886 25.234 25.587 25.920 26.257 26.577 26.896 27.219
Tasa de crecimiento anual 2,1 2,0 1,9 1,8 1,7 1,6 1,6 1,5 1,5 1,4 1,4 1,3 1,3 1,2 1,2 1,2
Producto bruto interno
PBI en soles contantes de 1994 82.032 83.760 83.401 87.375 98.577 107.064 109.760 117.294 116.522 117.587 121.057 121.314 127.569 13.546 139.463 148.458
Tasa de crecimiento en % -5,1 2,1 -0,4 4,8 12,8 8,6 2,5 6,9 -0,7 0,9 3,0 0,2 5,2 3,9 5,2 6,4
PBI per cápita 3.771 3.776 3.691 3.797 4.213 4.503 4.544 4.784 4.682 4.660 4.731 4.680 4.858 4.987 5.185 5.454
Tasa de crecimiento en % -7,0 0,1 -2,3 2,9 10,9 6,9 0,9 5,3 -2,1 -0,5 1,5 -1,1 3,8 2,7 4,0 5,2
Tipo de cambio (S/. por US$)
Fin de periodo 0,205 0,778 1,25 1,989 2,196 2,256 2,454 2,664 2,929 3,38 3,49 3,51 3,52 3,48 3,41 3,30
Índice de precios al consumidor
Acumulada (variación porcentual) 7,650 139,2 56,7 39,5 15,4 10,2 11,8 6,5 6,0 3,7 3,7 -0,1 1,5 2,5 3,5 1,5
Demanda y oferta global
(variación % real)
Demanda interna -3,6 3,5 0,2 4,8 14 11,8 1,4 7 -0,9 -3,1 2,4 -0,7 3,7 4,4 4,9 5,2
Consumo privado -4,6 3,4 -0,3 3,4 9,8 9,7 3,1 4,5 -0,9 -0,4 3,9 1,3 3,7 4,0 4,8 4,9
Consumo público -8,1 2,0 2,8 3,1 8,7 8,5 4,4 7,6 2,5 3,5 5,1 -0,3 3,7 0,4 1,1 1,8
Inversión bruta fija 8,2 1,5 0,9 11,1 33,7 21,8 -2,9 15,3 -1,4 -11,1 -5,0 -8,3 0,4 7,6 7,9 7,9
Privada 6,6 -0,2 -4,0 9,1 39,4 27,4 -2,2 16 -2,4 -15,3 -2,0 -5,6 1,0 8,4 8,0 7,8
Pública -16,7 8,5 20 17,4 17,7 3,1 -5,7 12,2 2,9 7,2 -15,4 -18,7 -2,3 3,9 7,5 8,2
Exportaciones bienes y servicios -8,2 5,8 4,4 3,1 19,4 5,5 8,9 13,1 5,6 7,6 7,9 7,2 6,3 3,6 6,8 9,0
Importaciones bienes y servicios 9,3 17,2 8,8 3,8 26,6 27,1 0,1 12,2 2,3 -15,2 3,6 1,5 4,4 5,8 6,5 7,5
Balanza comercial
(millones de US$)
Exportaciones de bienes 3.320,7 3.406,4 3.661,0 3.384,5 4.424,9 5.492,4 5.877,6 6.824,6 5.756,8 6.087,5 6.954,9 7.025,7 7.713,9 9.090,7 12.809,2 17.336,3
Importaciones de bienes 2.922,0 3.595,0 4.002,0 4.122,8 5.584,2 7.749,8 7.868,6 8.503,0 8.194,4 6.743,0 7.365,9 7.220,6 7.421,8 8.237,8 9.804,8 12.076,1
Saldo de balanza comercial 398,7 -188,6 -341,0 -738,3 -1.159,3 -2.257,4 -1.991,0 -1.678,4 -2.437,6 -655,5 -411,0 -194,9 292,1 852,9 3.004,4 5.260,2
Balanza en cuenta corriente
-4,7 -4,4 -5,8 -7,0 -6,2 -8,7 -6,5 -5,7 -5,8 -2,7 -2,9 -2,3 -2,0 -1,6 0,0 1,4
% del PBI
Balanza de pagos % del PBI -2,4 -0,2 2,4 5,1 8,6 7,0 7,0 9,8 3,2 1,1 1,9 2,9 3,2 1,1 0,1 0,2
10. Teóricamente, los recursos recaudados por la venta de empresas del Estado o por con-
cesiones de recursos naturales estatales deben ser reinvertidos en otros tipos de capital:
capital físico o capital humano. Utilizarlos en gastos corrientes, por más que sea para
luchar contra la pobreza, constituye una insensatez económica.
12. Desde 1980, las elecciones no se han definido por votaciones afirmativas de una deter-
minada opción política, sino por votaciones en contra, para que alguien no salga ele-
gido, pese a que el contrincante o no era muy conocido (Fujimori, Toledo) o generaba
temor (Armando Villanueva en 1980 y Ollanta Humala en 2006). Elegir por una opción
con cierto margen de riesgo ha sido hasta ahora una elección racional frente a una op-
ción que es una amenaza por su pasado o por sus propuestas. El miedo ha jugado un
papel importante en la política peruana.
13. La baja presión tributaria que, durante años, no pudo superar 13% sobre el PBI se ha
debido a varios factores: 1) a los contratos de estabilidad tributaria que fijaron ciertas
ventajas tributarias para atraer a inversionistas extranjeros en algunos sectores y, en
varios casos, como parte de los incentivos en las privatizaciones. Incluso hay empresas
que, como parte de sus contratos de concesión, no pagaron o no pagan impuestos por
plazos determinados. 2) Debido a la disponibilidad de los ingresos de la privatización,
el gobierno fujimorista prefirió utilizar parte de estos recursos para programas de lucha
antipobreza, compra de armas y pago a pensionistas, lo que constituyó una forma fácil
de no crear impuestos, y generaba popularidad entre los empresarios y entre los secto-
res pobres.
14. Debido a la promesa electoral de iniciar rápidamente el proceso de descentralización, el
Gobierno postergó para el futuro la conformación de regiones, definidas como la aglu-
tinación de dos o más departamentos, lo que permitiría tener “masas críticas” en lo que
respecta a economías regionales con pesos importantes capaces de generar crecimiento
regional basados en sus potencialidades materiales y en sus capacidades humanas.
1990 730 13,4 10,9 7,7 49 0,9 6,7 856 -0,9 117,3
1991 4.137 15,5 11,2 4,0 495 1,9 12,0 4.083 -0,6 98,7
1992 7.525 16,7 12,3 4,4 825 1,8 11,0 6.105 -0,0 81,1
1993 11.465 16,6 12,4 4,2 1.324 1,9 11,5 8.917 0,4 77,8
1994 17.051 17,3 13,2 3,6 1.700 1,7 10,0 11.272 0,3 66,1
1995 21.518 17,8 13,6 3,3 2.157 1,8 10,0 12.486 -0,2 58,0
1996 25.430 18,6 14,0 2,5 2.534 1,8 10,0 12.304 0,1 48,4
1997 29.900 19,0 14,2 1,8 3.149 2,0 10,5 11.388 0,6 38,1
1998 31.423 18,9 13,9 1,9 3.485 2,1 11,1 9.524 -0,2 30,3
1999 30.790 17,7 12,7 2,1 3.329 1,9 10,8 10.700 -0,0 34,8
2000 33.150 17,8 12,2 2,2 3.624 1,9 10,9 12.914 -0,6 39,0
2001 32.442 17,1 12,4 2,1 3.692 2,0 11,4 11.610 0,2 35,8
2002 34.221 17,1 12,0 2,0 4.113 2,0 12,0 11.072 -0,2 32,4
2003 37.268 17,4 12,8 2,0 4.631 2,2 12,4 11.818 -0,1 31,7
2004 41.594 17,5 13,1 1,8 5.375 2,3 12,9 14.097 0,1 33,9
2005 47.815 18,3 13,6 1,8 6.457 2,5 13,5 16.116 0,2 33,7
Fuente: BCRP, Memoria anual, varios años.
Elaboración propia.
fue generando un problema de desempleo y menores ingresos en la mayor
parte de regiones. Se estableció una relación directa entre mayor apertura
con mayor desigualdad.
Los resultados macroeconómicos, durante este gobierno, han sido los
más continuos, estables y prometedores, al punto que el Perú pasó a ser
considerado un país emergente, en busca de la calificación de inversión a
escala internacional. ¿Cuál o cuáles han sido los factores que llevaron a este
resultado? Se podría atribuir a tres factores básicamente: (1) el manteni-
miento de la vigas maestras de la política económica: equilibrio fiscal, polí-
tica monetaria por meta inflacionaria, y apertura externa; (2) el crecimiento
mundial, sobre todo de las economías china, americana e india, que permi-
tió incrementar la demanda por materias primas, sobre todo de minerales;
y (3) la estabilidad del crecimiento de la inversión privada. Ninguno de
estos factores tiene que ver con una política macroeconómica proactiva,
pues, al contrario, la política económica se ciñó a las normas del FMI; en
consecuencia, la estabilidad y el crecimiento fueron el resultado de factores
más bien exógenos al gobierno. Quizá esta sea una razón importante por
la que el ciclo económico se separó del ciclo político, y generó un proceso
de crecimiento económico muy poco afectado por la permanente turbu-
lencia social, aunque de baja intensidad, que hubo durante todo el gobierno
toledista. Es bueno recordar que, en algún momento, la popularidad del
gobierno llegó a menos de 10% y la del Congreso a un porcentaje similar,
sin que ello haya llevado a deslegitimar al gobierno y, eventualmente, a su
caída, como fue el caso de los países vecinos: Bolivia y Ecuador.
Los buenos resultados económicos entre 2001 y 2005 tuvieron, sin embar-
go, su punto débil en la parte distributiva y de empleo de manera mucho
más clara a la que se dio en la década anterior.15 Este es el principal proble-
ma del modelo neoliberal: la macroeconómica va bien, pero la micro de la
mayoría de peruanos no ha tenido las mismas tasas de crecimiento y esta-
bilidad, o también conocido como el “crecimiento sin chorreo”. Se tiene la
sensación, hasta cierto punto, de que la estabilidad macroeconómica se ha
logrado a costa de la pobreza, o, en el mejor de los casos, que dicha estabi-
lidad no es incluyente a todos y favorece solo a ciertos sectores productivos
y sociales. Este es el problema fundamental sobre el que volveremos en la
siguiente sección.
Los datos, al respecto, son elocuentes: durante el periodo en cuestión,
el PBI ha crecido en 20%; no obstante, la pobreza se ha reducido solo en
2,7%, del 54,3% al 51,6% del total de la población peruana. Esto insinúa
que, para reducir la pobreza a la mitad, se requerirían de cuarenta años
de crecimiento con estas mismas tasas. Por su parte, la pobreza extrema
ha bajado en 4,9%, de 24,1% a 19,2%. Esto significa que se requeriría de
diez años para reducirla a la mitad. Obviamente, las metas del milenio no
podrían alcanzarse con este modelo económico en los plazos acordados.
El otro problema es el débil efecto de este crecimiento productivo
sobre el empleo. Mendoza y García (2005) afirman que el empleo ha creci-
do y dan como ejemplo la expansión del empleo en las empresas con más
de diez trabajadores16 (las que han crecido en 3,5%) como indicador de
dicha tendencia. Sin embargo, es necesario señalar que estas empresas em-
plean solamente al 30% de la fuerza laboral, mientras que el restante 70%
trabaja en empresas y unidades productivas de menos de diez trabajadores,
en las cuales el crecimiento ha sido solo 0,3%. Estos datos señalan que el
17. El Gini oscila entre cero (total desigualdad) y uno (igualdad perfecta).
18. Esta forma de medir ha sido impulsada tanto por el Banco Mundial y el Banco Intera-
mericano de Desarrollo (BID), lo que no permite comparar las desigualdades con estu-
dios de las décadas de 1960 y 1970, en las que sí se incluían los ingresos patrimoniales.
Se ha debatido muy poco sobre este tema y, en verdad, se ha soslayado la discusión
sobre los conflictos distributivos.
19. Por ejemplo, el consumo de automóviles de lujo ha aumentado ostensiblemente; tam-
bién es notoria la construcción de balnearios de lujo como Asia, al sur de Lima; y
el incremento de los viajes de placer ha crecido, en parte incentivado por el atraso
cambiario.
20. En este punto, entendemos por desarrollo económico el crecimiento productivo con
mejoras distributivas que reducen las desigualdades y la pobreza.
23. Hacia 1997, el gobierno fujimorista quiso incentivar a los capitalistas peruanos al per-
mitir que estos pudieran comprar empresas estatales al crédito, debido a su escaso
acceso al crédito internacional. Sin embargo, la experiencia fue un fracaso, pues buena
parte de las empresas adquiridas al crédito fueron devueltas al Estado posteriormente,
por falta de capacidad de pago y con pérdidas para la caja fiscal.
24. Frase acuñada por el periodista Ignacio Romanet, director del periódico Le Monde Di-
plomatique, en 1995.
Actualmente creo que es muy difícil que se haga una reforma del Estado, debi-
do a que los grandes grupos de poder económico y las mafias burocráticas son
las más interesadas en que no haya reforma alguna porque han logrado hacer
de ese Estado un instrumento que les permite defender ciertos derechos o
ampliarlos. Para emprender una reforma hay que enfrentarse a esos intereses,
se requiere voluntad política y apoyo popular. Esa sería la verdadera reforma
si lo que se quiere es tener un Estado eficiente, basado en la meritocracia con
capacidad técnica y homogénea. No se puede hacer una reforma en SUNAT y
no en Aduanas. No puedes tener un Ministerio de Economía con una unidad
de estudio muy avanzada mientras el resto de ministerios sigue viviendo en la
era de la máquina de escribir.25
Durand tiene razón hasta cierto punto, pues hay intereses internos y
externos al Estado a los que que no les favorecería una reforma. Sin em-
bargo, existen otros interesados en su reforma, como son los excluidos, los
pobres y los sectores modernizantes, que creen que la reforma es un paso
esencial para transformar al Estado en un agente de cambio, de promoción
de la equidad y de las oportunidades. Es evidente que la reforma del Es-
tado, entendida básicamente como la modernización de su organización,
procedimientos y tecnología, es un desafío a los poderes oscuros de la bu-
rocracia, para lo cual se requiere de un gobierno con liderazgo moral y con
26. Rodrik (2006), uno de los economistas críticos a propuestas muy ortodoxas, señala que
las recetas del Consenso de Washington fueron aplicadas de manera muy mecánica y
que es necesario afinar la teoría y también hacer un buen diagnóstico por cada país, para
que las reformas puedan generar resultados efectivos en función de desarrollo.
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Tsuyoshi Yasuhara*
* Este trabajo está apoyado por los financieros de Pache I-A-2 Subsidios a los Estudios
de la Universidad de Nanzan en 2008.
estratégica necesaria para cumplir el desarrollo dirigido por las exportacio-
nes, comparando sus resultados estimados en Perú y Bolivia.
La primera sección presenta la teoría del desarrollo RBP y su interpre-
tación alternativa de ella. En la segunda parte, observamos la estructura de
la balanza de pagos en Perú y Bolivia. En este marco, se puede presentar
una conclusión de la siguiente manera: el modelo del desarrollo en Bolivia
no aprovecha suficientemente la subida de los precios de los hidrocarburos;
y, en el Perú, de acuerdo con el resultado de la de-industrialización, el auge
de las exportaciones no contribuye suficientemente a su crecimiento.
dy/y=(u−1)a(∆(ingreso mundial))+[u(b+g+1)−b](dp/p−dp*/p*).
cu−1
Fuente: Banco Central de Reserva del Perú, Cuadros anuales históricos. Disponible en <http://www.
bcrp.gob.pe/bcr/Cuadros/Cuadros-Anuales-Historicos.html>.