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La muerte de Perseo

Perseo mató a su abuelo, Acrisio, cuando el disco que lanzó durante


una competencia deportiva se desvió de su trayectoria y fue a
estrellarse a la cabeza del anciano, quien se encontraba entre la
gente que presenciaba el evento.

Pero no fue por su propia voluntad, ni siquiera por accidente, que


Perseo mató a su abuelo, sino por el misterioso designio de los
dioses que mucho tiempo atrás le habían advertido (a Acrisio): “No
tendrás hijos varones, pero un nieto habrá de quitarte la vida”.

De todas maneras, Perseo se llenó de remordimiento, fue dominado


por una inmensa tristeza y no quiso seguir viviendo en Argos. Perseo llevó el cadáver de
Acrisio a esa ciudad y lo sepultó en el templo de Atenea, su diosa protectora, el cual se
levantaba en la parte más alta de la acrópolis, o sea la ciudadela fortificada. Después,
acompañado por su esposa Andrómeda, Perseo se fue a Tirinto donde reinaba Megapente,
a quien propuso que intercambiaran los reinos.

Aceptó Megapentes la propuesta de Perseo y éste se quedó reinando en Tirinto. Pero


tampoco allí encontró Perseo la paz que necesitaba su alma, atormentada por el complejo
de culpa por la muerte de su abuelo.

Y entonces se fue a fundar otra ciudad, a la que llamó Micenas, cuyas murallas se hicieron
muy famosas porque fueron construidas por los Cíclopes (gigantescos seres fantásticos
que tenían un único ojo en medio de la frente) y por eso eran inexpugnables, como las de
Troya.

Perseo y Andrómeda reinaron largo tiempo en Micenas y tuvieron


seis hijos varones: Perses (quien fuera el padre de la nación persa,
ahora denominada iraní), Alceo, Méstor, Heleo, Electrión y Esténelo;
y una sola hija mujer a la que llamaron Gorgófene, al parecer en
memoria de la gorgona Medusa, a la que mató Perseo y por eso se
hizo protegido de la diosa Atenea.

Cuenta una leyenda que después de algún tiempo de reinar en


Micenas, Perseo fue asesinado por Megapente, porque éste lo
acusó de haber matado a su padre, Preto. Como fuese, después de
la muerte de Perseo, que habría ocurrido al mismo tiempo que la de
su esposa, Andrómeda, Atenea decidió que ellos no irían al mundo
de los muertos, sino que fueron colocados en el cielo, donde formaron las constelaciones
que llevan sus nombres.
Desde Mauritania alcanzó Perseo Etiopía, donde reinaba el rey Cefeo. A medida que descendía, se
hizo cada vez más visible una hermosísima doncella que se hallaba encadenada a un peñasco lamido
por las olas y a punto de ser devorada por un horrible monstruo marino. Si la brisa no hubiera agitado
su rubia cabellera y las lágrimas no hubieran afluido copiosamente de sus bellísimos ojos, se diría que
era una marmórea sirena esculpida junto a la playa.

“Soy hija de Cefeo soberano de estas tierras etíopes y mi nombre es Andrómeda. Me encuentro en
esta deplorable situación porque mi madre Casiopea había manifestado con orgullo ante las Nereidas,
ninfas del mar, que era más hermosa que ellas. Poseidón quiso vengar tal ofensa e inundó el país, y
envió a sus costas a un monstruo marino que devoró a cuantos hombres y rebaños pudo alcanzar. El
Oráculo de Ammón reveló que solamente desaparecería el peligro si me entregaban a mí, la hija de
Casiopea, a la voracidad del monstruo. Después de vacilar mucho, mi padre, a instancias del pueblo,
me abandonó encadenada a esta roca.»

Apenas había explicado su situación cuando se agitó el mar y de su seno apareció un horrible ser
marino con ánimo de devorar a la joven. Andrómeda lanzó un lastimero gemido y sus padres, que se
hallaban en la playa, corrieron hacia su hija intentando lo imposible. Perseo los detuvo y tranquilizó:
salvará a Andrómeda, pero a cambio de convertirla en su esposa. Los padres aceptan entusiasmados
la idea, pues ya se han dado cuenta que el pretendiente de su hija capaz de atreverse a rescatarla no
puede ser un hombre cualquiera.

Raudo como una centella, Perseo se lanzó sobre el monstruo. Éste observó sobre la superficie del mar
la sombra del héroe y, creyendo que era su enemigo, se lanzó con furia a atacarla, momento que
aprovechó éste para clavar su espada una y otra vez en el dorso del animal, hasta que tras una titánica
lucha el monstruo quedó exánime, mientras Perseo en su lomo celebraba la victoria. Acto seguido
desató a Andrómeda y, tras los abrazos de rigor, los cuatro se encaminaron hacia palacio, en donde se
ordenaron los preparativos para la boda.

Desde Mauritania alcanzó Perseo Etiopía, donde reinaba el rey Cefeo. A medida que descendía, se
hizo cada vez más visible una hermosísima doncella que se hallaba encadenada a un peñasco lamido
por las olas y a punto de ser devorada por un horrible monstruo marino. Si la brisa no hubiera agitado
su rubia cabellera y las lágrimas no hubieran afluido copiosamente de sus bellísimos ojos, se diría que
era una marmórea sirena esculpida junto a la playa.

“Soy hija de Cefeo soberano de estas tierras etíopes y mi nombre es Andrómeda. Me encuentro en
esta deplorable situación porque mi madre Casiopea había manifestado con orgullo ante las Nereidas,
ninfas del mar, que era más hermosa que ellas. Poseidón quiso vengar tal ofensa e inundó el país, y
envió a sus costas a un monstruo marino que devoró a cuantos hombres y rebaños pudo alcanzar. El
Oráculo de Ammón reveló que solamente desaparecería el peligro si me entregaban a mí, la hija de
Casiopea, a la voracidad del monstruo. Después de vacilar mucho, mi padre, a instancias del pueblo,
me abandonó encadenada a esta roca.»

Apenas había explicado su situación cuando se agitó el mar y de su seno apareció un horrible ser
marino con ánimo de devorar a la joven. Andrómeda lanzó un lastimero gemido y sus padres, que se
hallaban en la playa, corrieron hacia su hija intentando lo imposible. Perseo los detuvo y tranquilizó:
salvará a Andrómeda, pero a cambio de convertirla en su esposa. Los padres aceptan entusiasmados
la idea, pues ya se han dado cuenta que el pretendiente de su hija capaz de atreverse a rescatarla no
puede ser un hombre cualquiera.

Raudo como una centella, Perseo se lanzó sobre el monstruo. Éste observó sobre la superficie del mar
la sombra del héroe y, creyendo que era su enemigo, se lanzó con furia a atacarla, momento que
aprovechó éste para clavar su espada una y otra vez en el dorso del animal, hasta que tras una titánica
lucha el monstruo quedó exánime, mientras Perseo en su lomo celebraba la victoria. Acto seguido
desató a Andrómeda y, tras los abrazos de rigor, los cuatro se encaminaron hacia palacio, en donde se
ordenaron los preparativos para la boda.
Decora la ficha de trabajo y escribe en cada una de las nubes información valiosa
sobre la historia de Perseo.

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