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Historia de La Literatura Espanola 4 El Siglo Xviii Nigel Glendinningpdf
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HISTORIA DE LA
LITERATURA ESPAÑOLA
EL SIGLO XVIII
EDITORIAL ARIEL, S. A,
BARCELONA
m
Letras e Ideas
Colección dirigida por
F r a n c is c o R ic o
1. A . D . Deyerm ond
LA E D A D MEDIA
2. R. O . Jo n e s
SIGLO D E ORO: PROSA Y POESIA
Revisado por Pedro-Manuel Cátedra
4. N ig e l G len d in n in g
EL SIG LO XVIII
5. D o n a id L. Shaw
EL SIGLO X IX
6 /1 . G erald G . B rown
EL SIGLO X X . DEL 98 A LA GUERRA CIVIL
Revisado por José-Carlos Mainer
Traducción de
L u is A l o n s o L ó p e z
© 1972: N ig e l G len d in n ín g
IS B N : 8 4 -3 4 4 -8 3 2 6 -2 (obra co m pleta)
8 4 -3 4 4 -8 3 5 5 -6 (tom o 4)
D epósito legal: B . 1 1 4 - 2 0 0 0
im preso en E sp añ a
R. O . J o n es
ÍNDICE
Advertencia preliminar............................................... 9
Abreviaturas................................................................. 13
Prólogo del a u t o r ..................................................... 15
1. Literatura y sociedad en España durante el siglo xvm . 17
2. La prosa durante- elsiglo x v m ................................... 73
3. La poesía durante el siglox v m ................................ 117
4. El teatro durante elsiglo x v m ...................................165
C o d a ......................................................................... 223
Apéndice A. — Análisis de las listas de suscriptores se
gún las clases sociales...............................................228
Apéndice B. — Precios de libros en el siglo xvm . . 232
Apéndice C. — Frecuencia de ediciones durante el si
glo x v m ...................................................................234
Apéndice D. — Análisis de las publicaciones durante el
siglo xvm atendiendo a su materia . . . . 235
Apéndice E. — Libros científicos publicados en España
en la primera mitad del siglo xvm . . . . 237
Bibliografía.................................................................. 239
Indice alfabético............................................................ 261
ABREVIATURAS
O. N. V. G.
8. Cf. N. Glendinning, op. cit., pág. 66, y Ángel González Palencia, «Notas
sobre la enseñanza del francés a fines del siglo x v m y principios del x ix », en
Eruditos y libreros del siglo X V III, Madrid, 1948, págs. 419-427.
9. J. Sempere y Guarinos, Ensayo de una biblioteca española de los mejo
res escritores del reinado de Carlos I I I , II, Madrid, 1785, pág. 142,
LITERATURA Y SOCIEDAD EN ESPAÑA 35
ñanza de las «primeras letras» pue'de verse en la real resolución del 11 de-
julio de 1771. Se habían dado ya normas referentes a los maestros desde 1758,
y en 1783 se pusieron en marcha escuelas libres en todos los barrios de Madrid.
Se esperaba que las capitales de provincia siguieran su ejemplo. Por lo que a
la reforma de la educación universitaria durante este mismo período se refiere,
véase F. Aguilar Piñal, Los comienzos de la crisis universitaria, Madrid, 1967,
y del mismo autor, La universidad de Sevilla en el siglo X V III, Anales de la
Universidad hispalense, serie Filosofía y Letras, I, 1969.
14. Torres Villarroel, Obras, I, Salamanca, 1752, f. 2r. En el volumen X IV
de esta colección, alude Torres a los motivos de los suscriptores en los térmi
nos de «piedad» o «diversión», pág. 173.
LITERATURA Y SOCIEDAD EN ESPAÑA 37
15. Cartas inéditas del Padre Isla, ed. P. Luis Fernández, Madrid, 1957
pág. 134 (carta 134).
LITERATURA Y SOCIEDAD EN ESPAÑA 41
lencia o Vallado lid, pero esto sólo viene a ser frecuente a finales
del siglo y principios del siglo xix. En 1819, por ejemplo, para
comprar la famosa colección de novelas publicadas por Cabre
rizo en Valencia, los señores clientes podían dirigirse a libreros
en treinta y cinco pueblos y ciudades de España, e incluso en
La Habana y Puerto Rico. Por la misma época se comienza a
hacer una nueva especie de propaganda, dando una descripción
del estilo o contenido del libro publicado en la Gaceta, además
del título, nombre de autor, librería y precio. El 28 de marzo
de 1786, por ejemplo, hubo un anuncio para ha muerte de Abel
de Gessner («poema moral en prosa» traducido al español por
Pedro Lejeusne), que dice que el poema «abunda en los más
sensibles afectos de ternura», y que «la inocencia y sencillez de
las primitivas costumbres se observan en él pintadas con colo
res tan vivos y naturales que hacen resaltar admirablemente los
atractivos de la virtud y el horror al vicio». En este caso sabe
mos que la Gaceta de Madrid estimuló, en efecto, la venta de
la edición, ya que el librero tuvo que insertar una nota apolo
gética en la Gaceta del 19 de mayo, disculpándose de la escasez
de ejemplares. Otros largos anuncios se encuentran en la Gaceta
para el Ensebio de Pedro Montengón en 1786, ha filosofía de
las costumbres del padre Isidoro Pérez de Celis en 1793, y,
entre otros muchos, para la versión española de Las estaciones
del poeta inglés James Thomson en 1808. El Memorial literario
instructivo y curioso fomentó también la compra de los libros
que reseñaba entre 1784 y 1808.
Otro aspecto del desarrollo del comercio de libros en Espa
ña que resulta significativo es la importación de libros extranje
ros. Ya en 1742 existía alguna librería francesa en Madrid. Per
tenecía a cierto monsieur Simond, que se ofrecía en el Diario de
los Literatos de España para facilitar la compra de alguna de las
obras francesas anunciadas en aquella revista. La librería de Si
mond se encontraba en la Puerta del Sol, «frente de los peine
ros», y es muy posible que sea continuación de la misma la libre
ría francesa de monsieur Barthélemy, que anunciaba libros fran
ceses en la Gaceta de Madrid entre 1760 y 1762. En diciembre
44 E L SIGLO XVIII
21. Cf. Cartas inéditas del Padre Isla, ed. cit., pág. 190 (carta 182). Se
hacen referencias a nuevas ediciones de 1.500 ejemplares en la carta 93, pág. 91.
22. Véase BA E, 141, pág. x n , nota 3,
23. Véase La comedia nueva, acto II, escena II. Doña Agustina conjetura
que se deberían de haber vendido unos 500 ejemplares.
24. Se le pagó a H ipólito Ricarte por «cincuenta manos de papel» que se
utilizarían para imprimir seis planchas de esta edición. Entendiendo por mano
46 E L SIGLO XV III
28, Véase La comedia nueva, acto I, escena iv. En las décadas de los años
sesenta y setenta, Ramón de la Cruz —parece— ganó 300 reales por un saíne
te ($ 7,99) y 1,500 reales ($ 40) por su ópera Briseida y por la pieza dramática
La toma de Jerusalén {véase E. Cotarelo y Mori, Don Ramón de la Cruz y sus
obras, Madrid, 1899, págs. 108, 111 y 121). Su salario anual era el de un «oficial
tercero», 5.000 reales ($ 133,20), que se elevó a medida que se fue promocionan-
do. 1,500 reales era, al parecer, lo que se pagaba corrientemente a los autores de
comedias. (Véase, pala más datos, R. Andioc, Sur la querelle du théátre au temps
de Leandro Fernández de Moratín, Tarbes, 1970, págs. 602-603.)
29. Véase Luis Miguel Enciso Recio, Nipho y el periodismo español del si
glo X V II I, Valladolid, 1956, passim, pero especialmente las págs, 8-20.
50 E L SIGLO X V III
3Ü. Cf. E . Cotarelo y Mori, op. cit., de modo especial los capítulos 8, 9 y 12.
LITERATURA Y SOCIEDAD EN ESPAÑA 51
31. Hubo, al parecer, en el transcurso del siglo x v i i , una firme alza, por lo
que al precio de los libros se refiere, a juzgar por esta muestra reducida de tasas:
1601 Mateo alemán, Primera parte de Guzmán de Alfarache, Madrid: 3 ma
ravedíes por pliego.
1605 Juan de Solórzano Pereira, DHígens et accurata de Parricida crimine
disputado, Salamanca: 3 maravedíes.
1641 Feliz de Arteaga, Obras postumas divinas y humanas, Madrid: 4 Vi
maravedíes.
1642 Diego López, Declaración magistral sobre las sátiras de Juvenal, Ma
drid: 4 Vi maravedíes.
1660 Antonio Enríquez y Gómez, Academias morales, Madrid: 4 maravedíes.
1692 Justa literaria, certamen poético o sagrado influxo en la solemne [ ...]
canonización de [ ...] San Juan de D ios, Madrid: 8 maravedíes.
52 E L SIGLO XV III
32. Véase Reflexiones sobre el buen gusto en las ciencias y en las artes.
Traducción libre de [ ...] Muratori, con un discurso sobre el gusto actual de los
españoles en la literatura por don Juan Sempere y Guarinos, Madrid, 1782,
págs. 202-205.
54 E L SIGLO X V III
glo xvi que Quevedo, y a las figuras del siglo xvn que consti
tuían dechados de clasicismo al estilo de Cascales, José Antonio
González de Salas, los -hermanos Argensola, los condes de Fer-
nán-Núñez y Rebolledo.
Un modelo típico de las obras de crítica extranjeras en torno
a las letras españolas de finales del siglo xvn, al que los autores
españoles trataron de hacer frente o refutarlo, lo constituyen
los Entreüens d’Aviste et d’Eugéne del padre Bouhours. Este
jesuita francés únicamente aprobaba su propia lengua. El caste
llano, en cambio, a su parecer,
57. Véanse las Quintillas de estilo y conceptos antiguos sobre yerros amoro
sos, de Cadalso; y Moratín, Canción en lenguaje antiguo, y en el metro de Juan
de Mena, en elogio del infante don Gabriel, dirigida al rey, con motivo de la
traducción de Salustio hecha por S. A. (en Poesías inéditas de D. Nicolás Fer
nández de Moratín, publicadas por R. Foulché Delbosc, Madrid, 1892, págs. 7-9).
LITERATURA Y SOCIEDAD EN ESPAÑA 67
61. Véase Jefferson Rea Spell, Rousseau in the Spanish 'World before 1833.
A study in Franco-Spanish literary Relations, Austin, 1938.
62. Véase Rene Andioc, Epistolario de Leandro Fernández de Moratín, Ma
drid, 1973, págs. 47-48; y la introducción, págs. 20 y sigs.
70 E L SIGLO XV III
mirados los romances como la poesía del pueblo,64 pero sus cua
lidades poéticas fueron ya reconocidas por los autores neoclási
cos, y su forma fue utilizada para fines políticos y satíricos por
Meléndez y Jovellanos. Los cantares populares, a su vez, con
taron con la admiración de sus cualidades poéticas por parte de
escritores serios. En el prólogo de sus Epigramas (Madrid,
1784), León de Arroyal cita, en efecto, tres de ellos, que pre
tendía haber escuchado muy recientemente y que, a su juicio,
se encuentran al mismo nivel, por lo que a belleza e ingenio se
refiere, que las composiciones latinas. En los años iniciales del
siglo xix, sin embargo, la actitud en torno a estos cortos poemas
populares de índole no narrativa sufrió, parece, idéntico cambio
que la que se refiere a los romances. Cuando se hallaba publi
cando, en dos volúmenes, su Colección de las mejores coplas de
seguidillas, tiranas y polos (Madrid, 1816), «Don Preciso» pudo
constatar que constituían la expresión ideal del espíritu nacio
nal español y el antídoto adecuado confa la música extranjera
—de modo especial contra la ópera italia i (con sus gorgoritos
y enjuagatorios)— «que no puede producir otro efecto que el
debilitar y afeminar nuestro carácter».
A lo largo de todo este período, los escritores españoles os
cilaron, pues, en torno a dos tendencias: la formada por los mo
delos artísticos universales y europeos, en primer término, y, en
un segundo plano, la de las propias tradiciones nacionales.
Quevedo por la corte, ed. Russell P. Sebold, CC, Madrid, 1966, pág. 28.
LA PROSA 79
6, Para una discusión más al detalle del elemento grotesco en Torres Villa-
rroel, cf. Paul Iííe, «Grotesque portraits in Torres Villarroel», BH S, X LV , 1968,
págs. 16-37.
7. En el preámbulo, el candil se personifica pata constituir un símbolo de
la vida humana. E l candil, en efecto, «ha días que padece achaques de caduco,
destilaciones y gota, males viejos en candil de astrólogo, que como estudia a
luz más derecha, tiene mal cuidada la torcida, estuve anoche aguantando la
mecha y eneojando los párpados, que los quiero sobre las niñas de mis ojos,
por brujulear las dicciones de un curioso libro que ha meses que le doy mi
lado, porque me despierta el sueño». E l juego de palabras, es, a veces, funcional
(«destilaciones» y «gota» designan enfermedades, constituyendo, por otra parte,
los términos adecuados para las gotas que se dejan caer de una mecha); en otros
casos el juego tiene, al parecer, una mera finalidad en sí mismo (así, por ejem
plo en «luz más derecha» y en «m al cuidada la torcida», cuyo significado — «por
que él estudia en serio no puede cuidar la mecha de su candil»— no aumenta
por las paradojas de la expresión). Un ejemplo manifiesto en el que el juego de
ingenio nada añade a la significación de la frase lo tenemos en la frase «que los
quiero sobre las niñas de mis ojos», que, traducida en su sentido figurado, viene
a decir: «los quiero más que a nada», pero que aplicada a los «párpados» («pes
tañas») puede tomarse en su sentido literal como «los necesito encima de mis
propios ojos». «Despertar sueño» constituye, a su vez, una mera ingeniosidad,
sin relevancia alguna en un nivel más profundo.
80 E L SIGLO XV III
12. Véase en general G . Marañón, Las ideas biológicas del padre Feijoo,
BA E, 141, págs. x x x v i i y sigs. Su afirmación de que «ia física experimental [ ...]
es la única que pueda ser ú til» tiene lugar en el Paralela de las lenguas caste
llana y francesa, § 2; se hacen, además, otras referencias a experiencias en las
Paradojas matemáticas, § 5, par. 38, BA E, 141, pág. 310. Su interés hacia los
experimentos de química se pone de manifiesto en el Examen filosófico de un
suceso peregrino de estos tiempos, BA E, 56, pág. 456. Sobre la influencia de
Bacon en esta afición hacia los experimentos, cf. A. Ardao, La filosofía polémi
ca de Feijoo, Buenos Aires, 1962, págs. 98 y sigs.
13. Véase BAE, 141, págs. 205, 208, 211, 215-216, 217 y 317.
14. A. Ardao, op. cit., pág. 108.
84 E L SIGLO XV III
ción del padre Isla de relacionar la literatura del modo más di
recto posible con la realidad de la época.24 Hasta se aproximaba
demasiado para el gusto de algunos de sus contemporáneos, ya
que muchos de sus personajes eran identificables, por lo que la
segunda parte no pudo ser publicada. La negación del carácter
supuestamente documental de la novela al fin de la última parte
resulta, por ello, de una ironía reveladora.
Los autores españoles se habían mostrado, como vemos,
manifiestamente complacidos en crear obras dentro de los estilos'
y tradiciones que se daban dentro de España. Otros seguirían
por el mismo camino. Pero el contacto con el resto de Europa y
el creciente conocimiento de la literatura francesa, inglesa e ita
liana, a que nos hemos referido en el capítulo 1, conducen ahora
a una exploración de las formas internacionales, algunas de ellas
completamente nuevas en España.
Uno de los primeros españoles en adoptar un estilo mani
fiestamente europeo, dentro del campo de la prosa, fue José Cla-
vijo y Fajardo (1726-1806), cuya publicación periódica El pen
sador comenzó a aparecer semanalmente en 1762. El modelo en
este caso venía constituido por el Spectator de Addison. Se tra
ducen enteramente siete de sus especulaciones, y se imitan de
modo directo al menos otras seis.25 Recoge Clavijo de Addison
el enfoque, aparentemente personal, de la sociedad, la hetero
geneidad de asuntos tratados (a veces muy concretos y de natu
raleza social; en otros casos de índole más general y filosófica)
y el gusto por la generalización. Adopta asimismo la técnica de
Addison mediante la incorporación de cartas compuestas por
personajes ficticios (a veces de exótico origen oriental) dentro
24. Pata una teoría en torno al tratamiento de la realidad en esta novela cf.
la introducción de Russell P. Sebold a la edición de Clásicos Castellanos, págs.
l x x i v y sigs. La comparación que Sebold establece entre la técnica de Isla y
la de Zola constituye sin embargo una excesiva simplificación, nada aquilatada,
del problema. La obra del padre Isla, en efecto, de ningún modo constituye un
documento de la época en muchos de sus aspectos, y la mezcla de ficción y rea
lidad es muy semejante, por otra parte, a la que se produce en los novelistas del
siglo XVII.
25. Véase H . Peterson, «Notes on the iníluence of Addíson’s Spectator and
Marivaux’s Spectateur írangais upon E l pensador», H R, IV , 1936, págs, 256-263.
92 E L SIGLO X V III
pío), a la vez que alaba, por su parte, los enfoques más acertados
de Locke y sus discípulos. Surge luego una invectiva contra las
universidades y colegios (por su falta de unidad) así como otra
en torno a las modas, que no revierten en el interés de la socie
dad considerada como un todo. Todo esto le conduce a la crítica
de los filósofos —Clavijo ahora tal vez se encuentre pensando
en Feijoo— que, «por un vano amor propio, y deseo de ostentar
luces superiores a los comunes se ponen a desengañar a los hom
bres de errores útiles a los mismos hombres». (Ilusiones útiles,
tal la de la fama postuma, por ejemplo, no se han de destruir;
tales prejuicios pueden ser auténticos estímulos.)29 El ensayo
termina, finalmente, con un lamento del filósofo ante la impo
sibilidad de corregir la realidad, y ante la falta de un amigo con
el que pueda comunicarse.
Constituye este pensamiento, en su totalidad, un análisis un
tanto pesimista en torno al papel del filósofo, condenado fatal
mente, en primer lugar, a cometer errores, luego a encontrar
una verdad desconsoladora, y a verse, por fin, siempre preocupa
do por ayudar a los demás, pero incapacitado para lograrlo. Qui
zá la palabra «análisis» resulte demasiado amplia para describir
el proceso que se sigue en este ensayo: su forma es la de una
carta a Clavijo escrita por cierto corresponsal desconocido; no
sabemos, por lo tanto, lo que el mismo Clavijo piensa en reali
dad acerca de estos asuntos al terminar la lectura del ensayo.
¿Qué manera mejor, en efecto, de impulsar al lector mismo a
que reflexione por su propia cuenta sobre el tema, lo mismo que
el «corresponsal» de Clavijo?
Un grupo de escritores que, a comienzos de la década de los
setenta, se reunía regularmente en la Fonda de San Sebastián de
Madrid, tenía el mismo interés que Clavijo en los sentimientos
individuales y, sobre todo, en los estilos europeos. Iba más lejos
que Clavijo en este sentido, pues aunque se conocen otras ter
tulias literarias anteriores, era ésta internacional en su natura
leza misma, ya que incluía a escritores italianos además de espa
29. Estas ideas son análogas a las que expresa Cadalso en las cartas L X X I,
L X X X IV , L X X V y L X X X V I (cf. Cartas marruecas, ed. cít., págs. x x v i i i -x x i x ).
96 E L SIGLO XV III
30. Véase Emily Cotton, «Cadalso and his foreign sources», en Liverpool
Studies in Spanisb Literature, 1.a serie, Liverpool, 1940, págs. 1-18; G . Adinolfi,
«L e Cartas Marruecas di José Cadalso e la cultura spagnola della seconda meta
del setteeento», en FR , II I, 9, 1956, págs. 30-83; E . F. Helman, «A note on an
immediate source of Cadalso’s Noches lúgubres», H R, X X V , 1957, págs. 122-125;
Nigel Glendinning, prólogo a la edición de Noches lúgubres, CC, Madrid, 1961,
págS, X L V I I I - L X I I I .
LA PR0SA 97
37. Las cartas I-X IV se relacionan, en su mayor parte, con España y su his
toria; la X V , sin embargo, trata acerca de la envidia; la X V I, a su vez, se en
frenta con la historia heroica de España; la X V II gira en torno a la filosofía
y la virtud. Esta suerte de alternancia, por lo que a la índole de los asuntos
tratados se refiere, continúa a través de toda la obra, dándole de este modo
una a modo de estructura.
100 E L SIGLO X V III
habían sido los teatros de su grandeza fuesen los cadalsos de sus infortunios;
porque en este golfo de la privanza se experimentan mayores y más frecuentes
tormentas
50. Jovellanos, Obras escogidas, I, ed. Ángel del Río, CC, Madrid, 1935,
pág. 156.
LA PROSA 105
51. Obras de Don Juan Pablo Forner, recogidas y ordenadas por don Luis
Villanueva, págs. 212-213.
52. En su Acusación fiscal contra Basilio C ... encontramos la siguiente
frase climática: «Las personas se ven atropelladas, los caminos públicos salteados,
las casas allanadas». E l ritmo poético es obvio: dos endecasílabos seguidos de
un heptasílabo. E l modelo de asonancia resulta igualmente evidente. «Atrope
lladas» y allanadas» contienen un par de asonancias en a-a, y se da, además,
una lima interna en el último verso.
LA PROSA 10?
57. Las cartas de Alfonso son, en total, 114, y su cronología nos ayuda
en la configuración de los rasgos emocionales de la obra. La frecuencia de las
cartas oscila entre un promedio de 5 a 8 cartas cada mes, en el período de
un año y medio que va desde el 2 de agosto de 1786 al 6 de abril de 1788.
Diez, sin embargo, llevan la fecha de marzo de 1787 y 16 la de agosto del
mismo año, incluyendo tres más escritas el 20 de agosto cuando el asunto se
encontraba en el momento de máxima tensión.
58. Véase más adelante, especialmente el cap. 8, pág. 131. En torno a la
influencia del amor, cf, carta 118 (ed. cit., pág. 156). Una semejanza más remota
entre Mor, Meléndez, Cienfuegos y Quintana consiste en su actitud con respecto
a las clases más humildes. Por lo que se refiere a la novela de Mor, una crítica
particularmente fuerte contra la estructura de las clases sociales viene dada en
la carta 45 (ibid., pág. 79); se encuentra además una crítica contra los «caci
ques» perjudiciales a la sociedad, en la carta 123 (ibid., pág. 161), y se dan
muestras de simpatía hacia las necesidades de la «clase ínfima» en ía carta 139
{ibid., pág. 187).
LA PROSA 115
59. D istribución de los prem ios [ ...] d e la R eal Academ ia de San Fernan
do [...] d e 24 d e julio d e 1802, págs. 86, 94.
Capítulo 3
León y Mansitta
Dosel formando de sus ramas bellas,
Y cortina en sus hojas esmaltadas,
A cuyo pie, lascivas no, serpientes,
Sí de cristal, hermosas le ceñían,
Que bordando en espumas
Las que el prado alentó flores hermosas,
Eran de blancas plumas
Nevados cisnes, o canoras rosas.7
Góngora
Lo cóncavo hacía de una peña
a un fresco sitial dosel umbroso
y verdes celosías unas yedras,
trepando troncos y abrazando piedras.8
7. I b id .y págs. 14-15.
8. P oli fem ó , Is. 309-312.
9. P o lifem o , Is. 213-216. Véase el comentario de Dámaso Alonso, en G ó n
gora y el P olifem o, II, 4 .a ed., Madrid, 1961, págs. 156-157.
LA POESÍA 121
10. De igual modo, afirma su deseo de evitar «el estilo sino rústico, ordi
nario» y sigue de cerca a Góngora en su pretensión de que sus obras constituyan
«sólo estudio de la erudición elevada».
122 EL SIGLO X V III
Garcilaso
Tirreno:
Flérida, para mí dulce y sabrosa
más que la fruta del cercado ajeno,
más blanda que la leche y más hermosa .
que’l prado por abril, de flores lleno;
si tú respondes pura y amorosa
al verdadero amor de tu Tirreno,
a mi majada arribarás, primero
quel cielo nos amuestre su lucero.
11. Para una buena información biográfica sobre Porcel, véase E. Orozco,
«Porcel y el barroquismo literario del siglo x v m » , CCF, 21, 1968, págs. 20-36.
12. BAE, 61, pág. 140 ajb.
LA POESÍA 123
Alcino:
Porcel
Procris:
Anaxarte:
18. BAE, 6 1, págs. 26, 34, 44, 47, etc. {«Carta pastoril a un condiscípulo»,
«Envió un regalo de pemiles y chorizos al conde de Águila», «Décimas impro
visadas en una tertulia», «Enviando cuatro búcaros en el de su cumpleaños a una
LA POESÍA 129
señora recién vestida de beata», «Definición del chichisveo, escrita por obede
cer a una dama», etc.).
130 EL SIGLO X V III
29. Ib id ., pág. 656 («Feijoo, mi gran Feijoo, las pirineas / cumbres pasar
los hizo, y ba mostrado / el rumbo a las solidísimas ideas»).
30, I b id ., pág. 63 b.
31- Para la consideración relativamente favorable de la teoría copetnicana
por parte deí padre Feijoo, véase I. L. McClelland, B en ito Jerónim o F eijo o ,
Nueva York, 1969, págs, 138-139. La opinión de Luzán se halla en su Juicio
de París. Después de desarrollar las teorías atomísticas y corpusculares y la de la
gravitación, habla del sol en los términos siguientes: «La tierra inmóvil su gran
curso admira, / O bien voluble en torno a Febo gira» (BAE, 61, pág. 114 a).
Habrá que recordar, con todo, que en fecha tan tardía como püede serlo el
año 1774, el censor de una obra titulada L os elem en tos d e todas las ciencias
pudo afirmar de la teoría copernicana que «aunque es cierto que es el [sistema]
que se sigue generalmente, no se tiene por demostrado todavía, y mientras esto
no se verifique, bastará admitirle como una hipótesis» (véase Serrano y Sanz,
«El Consejo de Castilla y la censura de los libios en el siglo x vm » , RABM,
X V I, 1907, pág. 108).
138 EL SIGLO X V III
32. Véase Advertencia a A rte de las putas. Poem a. L o escrib ió N icolás Fer
nández de M oratín , Madrid, 1898,
33. Ibid. t pág. 16.
LA POESÍA 139
34, «El arte de verter la sangre humana / con la espada fatal es aprendi
do / de Príncipes y grandes [ ...] Son mucho más leves / mis delitos; no incito
asolamientos, / destrucciones ni muertes horrorosas, / sólo facilitar las deleito
sas / complacencias de amor [...]» (ed. cit., págs. 20-21).
35. Véase Nigel Glendinning, Vida y obra de Cadalso, Madrid, 1962,
pág. 39. La discusión, sin duda, surgió a base de un mismo interés en la obra
de Villegas, y hay material de utilidad en La poética de Luzán, libro II, ca
pítulo 22 («Del metro de los versos vulgares»).
140 EL SIGLO X V III
Si de otros pastores
Las danzas presencio
Advierto mudanzas;
Y como las temo
Del pecho que sabes
El baile aborrezco.
Si llego a la mesa,
Es vano el intento
De probar manjares:
Ninguno apetezco.41
Análogo sistema que el que hace que todos los seres del univer
so se encuentren en mutua interdependencia, lo aplica en otros
poemas a la sociedad. El noble, por ejemplo, que vive al margen
de todo cuidado por aquellos que para él trabajan, constituye un
eslabón defectuoso en la gran cadena de la existencia. No sola
mente apunta a que el magnate carece de virtud — lo que cons
tituye la crítica común dirigida contra la nobleza en las etapas
más tempranas de la centuria— , sino que está quebrantando
además las leyes mismas de la razón. Este rasgo aparece bien
claro en la sátira contra la nobleza que Meléndez publicara por
primera vez en El Censor® en la que los actuales miembros de
este estamento social, que viven en el lujo ocioso de las ciuda
des, son enfrentados desfavorablemente con los que vivían y
trabajaban en sus estados en épocas anteriores:
47. Discurso III, «Orden del universo y cadena admirable de sus seres»
en sus Poesías, III, Valladolid, 1797, pág. 280.
48. «La despedida del anciano», E l C ensor, 154, 24 de mayo de 1787.
146 EL SIGLO X V III
Por más que todos estos elementos recuerden los paisajes idea
lizados de períodos anteriores, Iglesias persigue ya frecuente
mente el impacto visual del paisaje por sí mismo: nos encon
tramos, sin duda, frente a un paisaje romántico, en el sentido
que tiene el término en las Seasons de Thomson. La belleza de
los objetos que entran en la descripción — montañas, torren
tes, etc.— viene realzada asimismo por las cualidades acústicas
de los versos. Todos los sentidos entran en juego en el siguiente
pasaje que describe las flores en la falda de una colina:
58. Meléndez Valdés, Poesías, ed. Pedro Salinas, CC, Madrid, 19 2 5 , pág. 230.
59. J b i d pág. 269.
60. Ib id ., pág. 271.
61. No siempre es éste el caso de Meléndez. Compone, en efecto, muchos
poemas que se inician con generalizaciones, para aproximarse luego a aplicacio
nes hacía lo particular (incluso lo personal, alómenos en apariencia) como su
cede en el romance X X IX «La mañana». Se sirve también de un uso conven
cional de la naturaleza para simbolizar ideas generales como la huida del tiempo.
LA POESÍA 151
Pero aun en los poemas de esta última clase, los coloca con frecuencia en la
boca de un espectador (a veces ficticio), y su gusto por el mundo de los sentidos
se revela, asimismo, en el interés que pone en las imágenes. Las alteraciones
y las revisiones que llevó a cabo en muchos de sus poemas parecen correspon
der a este gusto por las imágenes — a veces por las imágenes en sí—■, es decir,
por la atracción que ejercen sobre los sentidos más que por la luz que arrojan
sobre las ideas que se expresan. En ias versiones posteriores de sus poemas se
limita muchas veces tan sólo a añadir imágenes supletorias, que de ningún modo
cambian el sentido del poema considerado en su conjunto.
152 EL SIGLO XVIII
en su hermanal cadena
enlaza al hombre recreando el mundo.63
62. Cienfuegos, Poesías, ed. J. L. Cano, CCa, Madrid, 1969, pág. 118.
63. I b id ., pág. 12.
154 EL SIGLO XVIII
64. Para un estudio del tópico de la amistad durante este período, véase
J. L. Cano, «Cienfuegos y la amistad», Clavileño, 34, 1955, págs. 35-40.
65. P oesías, ed, eit., pág. 161, Is. 22-24.
66. Ib id ., pág. 166, ls. 224-231.
LA POESÍA 155
67. Véase Jovellanos, Poesías, ed. José Caso González, Oviedo, 1962, págs.
241 y sigs.
68. Ib id ., pág. 253.
156 EL SIGLO XVIII
otros ejemplos son: «otoño, otoño» {pág, 112); «copa, copa» y «luego, luego»
(pág. 112); «en vano, en vano» {pág. 114). Y aún hay más en las págs. 117,
118, 119 y 121, etc.
158 EL SIGLO XVIII
76. Vale la pena recordar que todavía Rubén Darío atacó fas ideas neoclá
sicas (y a Gómez Hermosillas, su más preclaro defensor por los años de 1820)
en su cuento El rey burgués en A z u l... (1888).
160 EL SIGLO XV III
77. Para un estudio del uso de la silva en Quintana, ef. Albert Dérozier,
«Manuel Josef Quintana et la naissance du libéralisme en Espagne», Annales litté-
raires de l ’Utiiversi/é de Besanqon, 95, París, 1968, págs. 168 y sigs. Para una
visión crítica, véase Antonio Alcalá Galiano, Literatura española siglo X I X ,
traducida por Vicente Llorens, Madrid, 1969, pág. 87.
LA POESÍA 161
,
El teatro de principios del siglo x v iii al igual que la poesía,
continúa aún inmerso en las tradiciones de la época de Góngora
y Calderón. Las ediciones y representaciones de las obras de
este último en el siglo xviii reflejan y estimulan a la vez la pro
longación de estas tradiciones. Ninguna ruptura se produce en la
representación de las obras dramáticas del Siglo de Oro entre
1700 y 1808, aunque se alterasen radicalmente a veces las
obras de acuerdo con el gusto de los nuevos tiempos.1 CamhLó,
es cierto, el gusto de la corte, y las preferencias de Felipe V por
la ópera italiana entre 1720 y 1730, así como el apoyo que el
marqués de Grímaldi y el conde de Aranda dispensaron a las
piezas neoclásicas francesas que se representaron en Madrid y en
los reales sitios a finales de la década de los sesenta,2 afectaron
sin duda la evolución del teatro español en esta época.3 El gusto
popular hacia el espectáculo, más que hacia las ideas, trajo con
sigo el que, por otra parte, las obras neoclásicas de 1770 y 1780,
y los dramas del Siglo de Oro escenificados durante el mismo
dando
Alma a un laúd, de sus cuerdas
Iba el oro bullicioso
Salpicando de azucenas.
13. Véase David Williams, V oltaire as literary c ñ tic, en Studies on V olta ire
and the E ighteentb Century, X L V III, ed. T. Besterman, Ginebra, 1966, págs.
252 y sigs.
14. Luzán, La poética, I, pág. 100. En la edición de Barcelona, 1956, I,
pág, 92.
EL TEATRO 175
15. Cf. Otis H. Green, «La dignidad real en la literatura del siglo- de oro:
notículas de un estudioso», R F E , X L V III, 1965, págs. 231-250.
176 EL SIGLO X V III
.
duce, en otra parte de la obra, a discusiones en torno a la reli
gión y la sociedad, comunes durante el siglo x v iii Las diferen
cias de culto o creencias religiosas no significan necesariamente
diferencias en los valores morales, según dice Pelayo a Fer
nández:
no los ritos,
No la contraria religión al hombre
Con el otro hombre a ser infiel obliga,
Ni impide que la ley cada cual siga
Que halló en su educación o su destino
(Arcano que venero, y no examino),
Para que el pecho, a quien razón gobierna,
Sensible a la amistad, al fin humano
Corresponda, a pesar del dogma vano.19
19. Ib id ,, pág. 91 a fb .
20, Ib id ., pág. 105a.
EL TEATRO 179
o cuántas
luces ofusca la pasión.
24. Además de aceptar las tres unidades, parece que Cadalso toma de Aris
tóteles los procedimientos de Descubrimiento y Sufrimiento, y la causa de su
tragedia reside «no en la depravación, sino en algún gran error», como se re
quería en el A r te poética de Aristóteles. Sin duda había notado también la idea
de Aristóteles de que «las situaciones que los poetas deben buscar son aquellas
en las que una madre mata a un hijo o piensa en hacerlo, o al revés».
EL TEATRO 183
26. E. Cotarelo y Morí, María del R osario Fernández. La Tirana, pág. 11.
27. Véase el artículo de J. Asensio en E stud ios , X V III, 1962, págs. 507-
5 1 1 ; y F. Aguilar Piñal, «Las primeras representaciones de la Raquel de García
de la Huerta», R L , 63 y 64, 1967 (1969), págs. 133-136.
186 EL SIGLO X V III
Y la conquista
¿Pudo adquiriros el poder violento
De profanar los vínculos más santos?
La fuerza y la invasión hicieron dueño
De esta ciudad al moro; pero el moro
Contentó su ambición con el terreno,
Sin pasar a oprimir nuestro albedrío.
Y ¿vos queréis, por un culpable exceso,
Extender el arbitrio de la guerra
Hasta los corazones? 36
38. Véase José Subirá, E l com p ositor Iriarte y el cu ltivo español del m eló-
logo, Barcelona, 1949-1950.
196 EL SIGLO X V III
sus ideas ya al principio del drama, sin que el autor crea nece
sario condenar su actitud.
El Pelayo de Quintana (1805), que sigue a la obra de Jove
llanos que lleva el mismo título así como a la Hormesinda de
Moratín por lo que se refiere a la elección del argumento, se re
bela contra la tiranía religiosa. Muestra, con todo, un mayor
interés en la motivación de conductas, haciendo de Hormesinda
un personaje complejo que acepta la mano de Munuza a fin de
salvar de la persecución a sus compatriotas, y después respeta
su matrimonio como un deber. El énfasis y el conflicto de su si
tuación adquiere, por consiguiente, una intensidad,más acen
tuada que en las obras anteriores sobre este mismo asunto, en
lás que se sospechaba que la protagonista colaboraba con los
moros, aunque sin motivo. Esta tensión se exterioriza en el des
mayo que sufre en la escena I del acto II, después de su boda,
en la intensa escena que transcurre entre ella y su hermano
(acto II, escena vi), en su visión de Pelayo en la escena i del
acto IV, y, finalmente, en su enfrentamiento con éste y su muer
te al final del acto V.
La cuestión de la colaboración con el enemigo o el tirano
— marginada, con todo, en la mayoría de las piezas de esta índo
le— cobra nuevos significados en el período de la guerra de la
Independencia. Martínez de la Rosa, por ejemplo, hace de ella
un tema importante de su Viuda de Padilla, compuesta en Cá
diz alrededor de 1812. Resulta claro el paralelismo existente
entre los comunes de Segovia en el siglo xvi, que lucharon en
pro de sus derechos contra Carlos V y fueron oprimidos por
«codiciosos extranjeros» (acto I, escena i), y la contienda de
los españoles contra la opresión respaldada por el extranjero
durante la guerra de la Independencia. La tensión capital en
esta obra queda establecida entre la viuda de Padilla, para quien
la libertad constituye el factor más valioso de todos, su suegro
Pedro López de Padilla y Don Pedro Laso de la Vega, que creen
que la prudencia y el sentido común obligan a los comuneros
a capitular. Aún a finales del acto III la viuda atrae al pue
blo hacia sí, pero, en el acto IV, Laso se subleva contra ella,
EL TEATRO 199
y al final del último acto opta por el suicidio antes que some
terse al enemigo. El asunto, con todo, es simple y, a pesar de
las implicaciones del tema, se despliega en los estrechos márge
nes de las altas clases sociales. A pesar de que, por otra parte,
la obra se centra en torno a la viuda, se da en ella, con todo, un
sentido menos agudo de los problemas comunitarios que en la
~Numancia destruida, de López de Ayala, que, según hemos he
cho notar anteriormente, gozó de cierto éxito durante la guerra
de la Independencia. Martínez de la Rosa plantea los problemas
en términos de la moralidad privada, más bien que en los de la
comunidad. A pesar de todo, la legitimidad de la rebelión con
tra el príncipe es, en su obra, mucho más explícita que en nin
guna de las tragedias que hemos examinado anteriormente, ya
que la cuestión se encuentra libre de la confusión en que los dra
maturgos anteriores (incluyendo a Quintana) habían incurrido,
fundiendo el problema con el conflicto entre los españoles y los
moros.
Desde el punto de vista de la técnica, Martínez de la Rosa
dene mucho menos ingenio que Quintana. Se sirve de endecasí
labos, inevitables por entonces, rimando en asonante que cam
bia sólo de un acto en otro (I, e-o; II, a-o; III, a-a; IV, e-a;
V, e-o). Resulta difícil saber si la vuelta en el último acto a la
asonancia del primero fue intencionada o no. Aunque en la prác
tica difícilmente podía distinguirse, teóricamente, por lo menos,
podría pensarse que este elemento dotaba a la tragedia de un
cierto efecto de círculo cerrado. Merece la pena mencionar, sin
embargo, un recurso interesante dentro de la obra: la utilización
escénica de la oscuridad. Las ambientaciones nocturnas no son
raras en las tragedias anteriores; en Quintana se relacionan sim
bólicamente quizá con las fuerzas malévolas que intervienen en
la obra. En Martínez de la Rosa la función emblemática que co
bran es más nítida todavía. El momento de triunfo de la viuda
en el acto III ocurre de día, lo mismo que los dos actos anterio
res; tienen lugar, en cambio, de noche los dos últimos actos en
que se realiza la conspiración de los «colaboracionistas».
La tragedia constituía una forma literaria consolidada en los
200 EL SIGLO XVIII
de borrachera, rapiña,
gatería y vituperio,
fatigáis las faltriqueras,
las tabernas y los juegos,
venid a escuchar el modo
de vengar nuestro desprecio.
Zaina: No le mates.
Zurdillo: Ya me tengo.
Canillejas: Que es tu enemigo.
Zurdillo: ¡Bien dices!
Zaina: Que es mi sangre.
Zurdillo: Ya lo veo.
Canillejas: Derrámala.
Zurdillo: Será justo.
Zaina: No hagas tal.
Zurdillo: Será bien hecho.
Canillejas: Yo tu amigo te lo pido.
Zaina: Yo tu esposa te lo ruego.
45. Véase, por ejemplo, La avaricia castigada (1761), ed. cit., pág. 22; La
pragmática, primera parte (1761), ibid ,, págs. 35 y sígs.; Las damas finas (1762),
ibid ., págs. 68 y sigs., etc.
46. Loa que p reced ió a. la representación de la com edia de D on Pedro Cal
derón d e la Barca intitulada «L a vida es su eñ o »: en la cual entraron varios ca
balleros y oficiales d e la Guarnición d e Orán, en cu yo C oliseo se representó, en
lats Obras poéticas de H uerta, II, Madrid, 1779, págs. 92 y sigs.
204 EL SIGLO X V III
.
Parece casi seguro que el arte escenográfico se desarrolló
mucho en la segunda mitad del siglo x viii En Madrid el teatro
del Príncipe se había construido en 1744-1745, y el otro coliseo
(el de la Cruz) tenía buenas cualidades también, a juzgar por los
dibujos hechos en 1785. La escena estaba dispuesta para la colo
cación de bastidores en perspectiva, siguiendo el sistema de los
teatros palaciegos del siglo xvn. Lo normal sería de dos a cua
tro bastidores a cada lado y después el telón de fondo. Pero
cayó en desuso el escenario perspectivista en el transcurso del
siglo xvm , sustituyéndose por una decoración más realista. Au
mentóse la ilusión teatral en esta época también con una mejora
notable en el juego de luces e iluminación. En Alemania, hacia
1780, se podía aumentar o disminuir la luz de la escena, tapan
do progresivamente las lámparas que iluminaban el teatro. En
Inglaterra, el mismo efecto de luces se conseguía mediante lám
paras que arrojaban la luz en una sola dirección, y a las que se
podía dar la vuelta para que dejaran paulatinamente de iluminar
la escena. No sabemos el sistema de iluminación empleado en
España, pero lo cierto es que los dramaturgos pedían efectos de
luz cada vez más complicados a fines del siglo xviii y princi
pios del xix. Mientras que los autores en los años setenta exi
gían a veces teas o hachas encendidas y alguna que otra escena
nocturna, no sabemos cómo se consiguieron efectos más comple
jos como la ciudad en llamas que pide López de Ayala para el
último acto de su Numancia destruida. Más explícitas son las
acotaciones de los dramaturgos posteriores. Leandro Fernández
de Moratín, por ejemplo, señala «teatro oscuro» cuando la ac
206 EL SIGLO XVIII
Ya me canso
De repetir que tan sólo
Reconozco aquellos grados
De distinción que en las almas
Fija la virtud.
La conducta
Es la que humilla o exalta.
(Doña Clara, acto I, escena iv)
Moratín hijo se preocupa más de los valores sociales y de
las ideas de la Ilustración, y pone en práctica unas formas dra
máticas más sutiles. Los asuntos son muy semejantes a los de
Iriarte: la educación, la verdad, la razón, la justicia social y las
pasiones, pero sus personajes son mucho más complejos.
La menos sugestiva de sus comedias en cuanto'a forma y
contenido la constituye El viejo y la niña, primera de sus cinco
obras dramáticas originales.49 A primera vista parece que se tra
ta de una reelaboración en pleno siglo xviii de un argumento
típico del Siglo de Oro, con un manido triángulo entre un mari
do entrado en años (Roque), su joven esposa (Isabel) y el joven
Juan, que había estado enamorado de la doncella en el pasado y
la encontró casada al volver de un viaje. El mecanismo del que
surge la acción es, en efecto, rudimentario. Se inicia el acto I
con las sospechas de Roque, que se ven confirmadas con los sen
timientos de Juan hacia Isabel contenidos en la escena iv, mien
tras que Isabel, por su parte, confiesa en la escena xi que corres
ponde al amador. Al final del acto I, Juan se decide abandonar
España, e Isabel le suplica que se quede. Continúa la indeci
sión durante el acto II, no volviendo a producirse un nuevo en
cuentro entre Isabel y Juan hasta la escena xi, cuando Isabel
una vez más ruega a Juan que se quede, si bien resiste todavía la
tentación de aceptar su amor; sin embargo, lo vuelve a llamar,
en la escena xiv, cuando está a punto de partir. El acto III, por
su parte, aplaza la vuelta de Juan a la escena x, cuando se pro
duce un tercer encuentro en el que Isabel se ve obligada a decir
a Juan que se vaya porque Roque los espía. Otro encuentro fi
si la virtud consiste
en acciones, no en palabras,
EL TEATRO 213
57. Obras de' D . Leandro Fernández d e M oratín , II, Madrid, 1830, pág. 1.
Con anotaciones de Campos, op. cit., pág. 106.
58. Campos, op. c it.} pág. 92.
EL TEATRO 221
De una mujer
P. de Cap-
Torres Iriarte Lope Ayala Guztnán Semanario erudito Cruz many Iriarte
Titulados % 27,1 16,7 28,8 15,5 12,6 16,5 8,8 12 17,5 20,6 9,6 22,9
número 76 83 40 34 52 55 22 38 55 60 14 128
No titulados % 38 44,3 68,3 65 ,S 57,3 59 68,9 67,1 73,6 77,3 69,3 74,4
número 102 209 95 144 236 197 171 212 231 225 101 415
Clérigos % 15,9 20,4 2,9 15,5 22,6 21,3 20,3 19 8,3 1,7 19,1 1,1
número 43 100 4 34 93 71 50 58 26 5 28 6
Total suscriptores 270 491 139 219 412 334 248 314 314 291 146 558
Total copias suscritas 270 491 141 219 431 406 281 369 347 452 146 692
Vaca Memo
Ho Cer de rial li Richard- Fiel- Volvi Ma
mero Correo vantes Guzmán T orres terario son Moreno ding dares riana
II III IV 1789- IV 1795-
1788 1788-1789 1789 1792 1799 1794 1795 1796 1813 1817
Titulados % 6 13,5 14,4 10,3 5,5 14,4 3 2,28 5,4 6 3,33 4,8 16 6,1
número 6 41 28 26 29 29 15 6 42 12 12 40 54
No titulados % 75 81,2 75,X 80,3 86,1 - 69,9 80,6 75,95 82,34 90 87,9 81,1 72,4
número 75 247 146 203 452 141 404 205 634 324 218 202 626
Clérigos % 16 3,7 8,8 8,3 4,2 11,8 . 16,4 18,63 6,88 6,11 1,2 2,8 19
numero 16 11 17 21 22 24 82 49 53 22 3 7 166
Bibliotecas % 3 1,6 1,5 1,1 4,2 3,9 1,14 5,32 0,56 6,1 2,5
número 3 ;> 3 3 22 8 3 41 2 15 23
Total suscriptores 100 304 194 253 525 202 501 263 770 360 203 249 869
Total copias suscritas 116 320 219 268 704 304 652 263 963 373 328 249 921.
APÉNDICE B PRECIOS DE LIBROS EN EL SIGLO XVIII
Fecha Autor Título Precios en maravedíes,
reales y pesetas
172740 Feíjoo Teatro crítico universal
I 400 11,76 2,94
II 384 11,29 2,82
III 384 11,29 2,82
IV 420 12,35 3,09
V 396 11,65 2,91
VI 380 11,18 2,79
V II 303 8,91 2,23
V III 404 11,88 2,97
IX 404 11,88 2,97
1737 Luzán La poética 768 22,59 5,65
1737-42 Diario de los literatos
I 138 4,06 1,01
II 147 4,32 1,08
III 156 4,59 1,15
IV 144 4,24 1,05
V 135 3,97 0,99
Vi 135 3,97 0,99
VII 153 4,50 1,13
1741 Lozano Soledades de la vida 288 8,47 2,12
1743 Torres Villarroel Vida 60 1,76 0,44
1753 Montíano y Luyando Discurso segundo sobre las tragedias españolas 124 3,65 0,91
(vendida en 1786, la misma edición) 5 1,25
1754 Luis José Velázquez Orígenes de la poesía castellana 184 5,41 1,35
1758 Isla Fray Gerundio, Parte I 336 9,88 2,47
1762 Clavijo y Fajardo El pensador
(Precio medio de cada núm.) 16 0,47 0,12
1769 Nicolás Moratín Obras en verso y prosa 10 2,50
1771 Gaceta de París al año 48 12
1773 Dr. Kennicott Biblia hebrea, 2 tomos 754 188,50
1774 J. Locke * Essai ... Ventendement humain 74 18,50
Helvétius * Oeuvres, 4 tomos 170 42,50
Hume * Discours politiques, 2 tomos 32 8,00
Rousseau * Oeuvres completes, 11 tomos 440 110,00
1776 Isaac Newton Obras, en inglés, 5 tomos 475 118,75
1780 Cervantes Don Quijote 20 pesos 400 100,00
1781 Cadalso Los eruditos a la violeta 2,00
Ocios de mi juventud 1,25
(El precio de la primera edición de Los erudi
tos no se anunció en la Gaceta en 1772. Se
valorizó en 21 reales (5,25 ptas.) en la Bi
blioteca de Meléndez Valdés en 1782.)
1782 Encydopédie Métbodique edición francesa, 53
tomos de texto y 7 de grabados 672,00
1784 León de Arroyal Los epigramas en pasta 10 2,50
Ramón de la Cruz Manolo 2 0,50
1785 Meléndez Valdés Poesías, tomo I 10 2,50
1786-87 Pedro Montengón Eusebia, Parte I en pasta 16 4,00
Parte II en pasta 20 5.00
1787 Correo de los ciegos de Madrid 50 números 36 9.00
Gesner La muerte de Abel en pasta 9 2,25
en rústica 7 1,75
en pergamino 8 2.00
López de Ayala Numancia destruida 2 0,50
1794 Iglesias de la Casa Poesías postumas, 2 tomos en pasta 20 5,00
en rústica 16 4.00
1817 Capmany Cuestiones críticas en pasta 20 5.00
Padre Isla Cartas familiares, 6 vols. en pasta 60 15,00
Montengón El Eusebia, 4 tomos 24 6.00
Biblioteca universal de novelas, cuentos e his
torias instructivas y agradables
Tomo IV en pasta 14 3,50
en rústica 11 2,75
A suscriptores a series en pasta 12 3,00
en rústica 9 .2,50
Los gastos en las obras remitidas a provincias
sufren un aumento de 1 0,25
N o t a : El precio de los libros que van señalados con asterisco corresponden a una evaluación llevada a efecto en 1782; el precio
real pudo, por lo tanto, ser diferente. Hemos tomado los datos de Georges Demerson, Don Juan Meléndez Valdés et son temps (Pa
rís, 1962), págs. 61 y siguientes. Debieron de producirse, por otra parte, ciertas variaciones por lo que al precio de los libros extran
jeros se refiere. Será útil recordar que, mientras Meléndez Valdés valoró su ejemplar de Helvétius en 170 reales, la Universidad de
Salamanca pagó 25 reales, en 1787, por una edición de cinco tomos (cf. Demerson, op. cit., pág. 115). Recuérdese que el jornal sólo
llegaba a 6 reales al día en el siglo xvin (1,50 ptas.). El sueldo base mínimo hoy en día es de 440 ptas. Para darse idea del pre
cio equivalente actual, han de multiplicarse los del siglo xvm por un factor que oscila entre 10 y 15, quizá más.
APÉNDICE C
Número de ediciones
Autor Título 1700-29 1 730-49 1750-69 1770-99 1800-20
Gracián Criticón 5 4 1 2
Anónimo Lazarillo de Tormes 2 1 1 1 7
Lozano Soledades de la vida 6 3 1 2 1
Luis de Granada Libro de oración 7 3 11 20 10
Quevedo Sueños 7 — 1 15 —
Astronomía ................ — 1 2 4 3 10
Alquimia .................... — — 2 — — 2
Arquitectura ............... — 1 ■—■ — — 1
Botánica .................... _ _ _ _ _ _ i i
Ciencia general ......... — — 1 4 1 6
Física .......................... — — 1 2 6 9
Matemáticas ............... — — 2 1 — 3
Medicina .................... — 17 34 23 20 94
Metalurgia .................. — •— •—■ 1 — 1
1. La I l u s t r a c ió n en E spañ a y l a s in s t it u c io n e s p o l ít ic a s
Y RELIGIOSAS
2. E d u c a c ió n e in s t it u c io n e s culturales
3. P u b l ic a c io n e s de l ib r o s , censura e in q u is ic ió n
5- A utores p r in c ip a l e s
Artéaga
Cadalso
Capmany
Cienfuegos
Clavija y Fajardo
Ramón de la Cruz
Feijoo
Benito Jerónimo Feijoo, Obras escogidas, BAE, 56, 141, 142; varias
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— , Teatro crítico universal, ed. A. Millares Cario, CC, 48, 53, 67,
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— , Cartas eruditas, ed. A. Millares Cario, CC, 85, Madrid, 1928,
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Samaniego
T orrepalma
Torres Villarroel
Bogiero, padre, 162, 163 Cartas marruecas, 35, 37, 38, 41,
Boileau, 63, 171 n. 48, 55, 56, 68 n., 95 n., 96 n.,
Art poélique, L’, 63 97, 98 y n., 99 y n., 100 y n.
Bonaparte, José, 53, 223 Defensa de la nación española, 98
borbones, 17, 31, 98, 102 y n.
Bouhours, 59, 60 Don Sancho García, 182, 185, 190,
Entretiens d’Aviste et d’Eugé- 195
ne} 59 Eruditos a la violeta, 28, 45, 68 n.,
Boyle, 83 96, 171 y n.
Braganza, Bárbara de, véase Bár Noches lúgubres, 18, 56, 96 n.,
bara de Braganza 97 n„ 148, 149 n., 154, 219
Briseida, 49 n. Ocios, 42 n., 140 y n., 141
Broschi, Cario, 32 Solaya o los Circasianos, 180, 181,
Buen Retiro, 31, 32 182, 190
Burgos, Javier, 64 Suplemento a los eruditos, 171 y n.
burlador de Sevilla, El, 167 Virtud al uso, 96
Burke, Edmund, 63 «cadena del ser (de la existencia)»,
Treatise on the Sublime, 63 144, 145, 153
burromaquia, La, 118 Cádiz, 32, 42, 100 n., 108, 198,
Buscónj El, 77 n., 100 y n. 211
Butrón y Múxica, padre, 131 Constitución de, 22, 223
Cairo, El, 89
Cabarrús, conde de, 103, 108 Calderón de la Barca, José, 63
Cartas sobre los obstáculos de Calderón de la Barca, Pedro, 62,
la naturaleza, la opinión y las 65, 165, 167, 169, 171
leyes oponen a la felicidad pú alcalde de Zalamea, El, 169
blica, 103 vida es sueño, La, 203
Cabra, 78 Calendario manual, 47, 101 y n.
Cabrerizo, 43, 54 Campo y Rivas, M. A. del, 151
Cadalso, José, 19, 28, 29, 33, 35, Campomanes, véase Rodríguez
37, 38, 41, 42 n., 45, 47, 48, Campomanes
50, 55, 56, 66, 68 n., 70, 72, 82, Canción, 126, 127, 148, 155, 159,
95 n., 96 y n., 97 y n., 98 y n., 166
99, 100, 101 y n„ 108, 139, 139 Candide, 100
y n., 140 y n., 141 y ti., 142, cantares, 70
143, 144, 148, 154, 171 y n., Cañizares, José de, 50, 166, 169,
180, 181, 182, 183, 184, 185, 170, 171
186, 190 y n., 195, 196, 219 Angélica y Medoro, 170 y n.
Apuntaciones autobiográficas, 82, dómine Lucas, El, 169
99 y n. picarillo en España, El, 169
Calendario manual (atribuida), 47, Capmany, Antonio de, 34, 60, 62,
101 y n. 108
Carta escrita desde una aldea de Teatro histórico-crítico de la elo
Aragón, 142 cuencia española, 60
264 EL SIGLO X V III
Fernández de la Fuente, Juan, 19, Fernando VII, 22, 189, 223, 226
34 Fernán-Núñez, conde de, 59, 103
Fernández de Moratín, Leandro, y n-
23, 33, 37, 45, 46, 49 y n., 50, Ferrer, Pedro, 21
69 y n., 72, 114, 166 y n„ 179 Fiel de Aguilar, Manuel Benito, 60
n„ 192, 200, 205, 208, 209, 210, Fielding, Henry, 39, 100, 109
212, 213, 214 y n„ 215, 216, Historia de Amelia Booth, 39,
217, 218, 219, 220 y n., 223 109
Apuntaciones sueltas, 32, 33 n., Pamela Andrews, 109
72 Tom Jones o el expósito, 109
«A Velasco y González», 136 Filangierí, 64
Barón, £/, 219 Filosofía de las costumbres, La, 43,
comedia nueva, La, 45 y n., 49 157
y n., 212, 215, 217, 218, 220 Fischer, Christian August, 53
derrota de los pedantes, La, 72 fisiócratas, doctrinas, 147
mojigata, La, 212, 215, 216 Fíórez de Laviada, Isidro, 141 n.
Obras postumas, 33 n., 46 n. Floridablanca, conde de, 45, 185
sí de las niñas, El, 206, 213, 215, Fonda de San Sebastián, 95
216 Fontenelle, 84, 87, 92
viejo y la niña, El, 212, 214 Dialogues des morts, 92
Fernández de Moratín, Nicolás, 47, Fomer, Juan Pablo, 56 y n., 62
57, 66 y n., 96, 110, 134, 135, y n., 101, 106, 107 y n., 108,
136 y n., 137, 138 y n , 139, 158 y n., 218
140, 144, 157, 176, 177, 178, Almacén de frutos literarios, 56
179, 183, 184, 185, 186, 191, Discurso sobre el amor de la pa
198, 209, 216 tria, 106, 107 y n.
arte de las putas, El, 47, 138 gramáticos chinos, Los, 101
y n„ 157 Foronda, Valentín de, 69
Carta histórica sobre las fiestas fortuna, 96, 186, 187, 188
de toros, 136 Fragmentos de la Silvia, 162
Diana, La, 136 y n. Francia, 21, 22, 31, 33, 62, 86, 92,
«Empresa de Mícer Jaques Bor- 112, 140, 159, 174, 195
gofión», 136 frases acumuladas, 103, 187, 192,
Guzmán el Bueno, 177, 179 200
Hormesinda, 177, 179, -191, 192, frases equilibradas, 85 y n., 149
198, 216 Fray Gerundio de Campazas, 44,
Lucrecia, 177, 178, 179, 185 52, 88, 89 y n , 109
«naves de Cortés destruidas, frioleras, Las, 207
Las», 136 Fuenteovejuna, 173
«Pedro Romero», 136 fueros, 17
petimetra, La, 176, 177, 208
poeta, El, 57, 134 y n. gabinetes (le lectura), 53-54
Fernando VI, 17, 31, 32, 34, 47, Gaceta de Madrid, 23, 39, 42, 43,
100 45, 68 n.
ÍNDICE ALFABÉTICO 269
Memorias literarias de París, 34, moralidad, 29, 76, 89, 92, 97, 99,
68 111, 130, 138, 141, 153, 162,
Mendelssohn, Moisés, 64 171, 172, 173, 174, 175, 177,
menestrales, Los, 220 178, 183, 199, 207, 209, 211,
Mengs, 31, 33, 63, 64, 156 221
Menorca, 17, 21 Moratín, véase Fernández de Mo
menosprecio de corte, 113, 131, ratín
138, 148 Mor de Fuentes, José, 55, 82, 113
Meras Queipo de Llano, I. de, 157 y n„ 114 y n„ 115, 142, 147,
Obras poéticas, 157 212, 214
Mérimée, Paul, 167 Serafina, La, 55, 113 y n,, 142 n.,
art dramatique en Espagne dans 147, 212
la premiére moitié du XVII P moros, 59, 97 y n., 177, 180, 181,
siécle, L\ 167 191, 199
Mesta, 20 motines, tumultos, 27, 30, 68, 135
metáforas, 77, 78-79, 85, 93, 108, y n., 136, 176, 177, 179 y n.
133, 148, 187 Mozart, 32
Metamorfosis, 125 Muerte de Abel, La, 43
Milán, 67 mujer (lectora y escritora), 37-39
Milton, 143 Munárriz, José Luis, 63, 115
Mirtilo, El, 66, 111, 112 Munuelo, 201
mojigata, La, 212, 215, 216 Muratori, 64
Moliere, 89 y n., 195, 203 Reflexiones sobre el buen gusto,
Georges Dandin, 203 64
Molinaro, Julius A., 170 y n. Muret, Marc-Antoine, 58
monarquía, 17, 22, 24, 93, 98, 136, Muriel, Andrés, 28
159, 174, 178, 186, 194, 223 música, 31, 32, 170, 206
Moncín, Luis, 218 música, La, 45
Montemayor, 66
Montengón, Pedro, 43, 66, 67,
111 y n. nacionalismo, 21, 58, 60, 71, 136,
Eudoxia, La, 111 177, 223
Eusebio, El, 43, 111 Ñapóles, 17, 21, 29, 32
Mirtilo, El, 66, 111, 112 Napoli Signorelli, 33, 95
Montesquieu, 29, 52, 55, 59 y n., naturaleza, 147, 148, 149, 151, 152
98, 194 Navarrete, 103 y n,
esprtt des lois, L\ 52, 194 «naves de Cortés destruidas, Las»,
Lettres persanes, 59 n. 136
Montiano y Luyando, Agustín, 38, Neobarroco, 31 n.
61, 62, 133, 134, 166, 172-177, Neoclasicismo, 30, 54, 63, 65, 71,
179, 180, 184 90, 133, 134, 158, 159, 162', 163
Ataulpho, 172, 175, 176, 179 n. n.} 186, 193 n., 214, 219
Virginia, 173, 175, 177, 179 n. Newton, 29, 44, 83, 94, 144
Mora, José Joaquín, 163 n. Obras, 44
274 EL SIGLO X V III
tiranía, 93, 160, 161, 162, 171, 175, Viting (W¿tingo), El, 190
198, 211, 214, 219, 221 Tristam Shandy, 224
Tirso de Molina, 167, 201 Triunfo del amor y de la lealtad.
burlador de Sevilla, El, 167 Día grande de Navarra, 87, 88
prudencia en la mujer, La, 201 Trujillo, 25
Toledo, 67, 128
toma de Jerusalén, La, 49 n,
Tomé, Narciso, 128 unidades de tiempo, lugar y acción,
Tom Jones o el expósito, 109 172, 177, 182, 186, 195, 214
tonadilla, 195, 202 universidades, 23, 36 n., 87, 94
Torrepalma, conde de, 119, 121, Ulloa, Antonio de, 23
134, 140 Ureña, marqués de, 67
Torres Villarroel, Diego de, 29 n., Reflexiones sobre la arquitectu
36 y n„ 38, 49, 50, 51, 55, 75, ra, ornato y música del tem
76, 77 y n., 78, 79 y n,, 80 y n., plo, 67
81, 82, 83, 85, 87 Utrecht, tratado de, 17
Balanza de Astrea, 85
Cátedra de morir, 80
Historia de las historias, 80 y n. Vaca de Guzmán, 39
recetas de Torres, Las, 80 Obras, 39
Sueños morales, 75, 76, 77 y n. Valdeflores, marqués de, véase Ve-
Vida, 49, 50, 51, 80, 81 y n., 82 lázquez
Visiones y -visitas, 77 n.; véase Valencia, 17, 32, 35, 37, 42, 53,
también Sueños morales 54, 128, 151
Tóxar, Francisco de, 110, 112 Valladares y Sotomayor, Antonio,
filósofa por amor, La, 112 60 n., 110, 206
tradicionalismo, 69,, 71, 80, 82, Aniceta, 206
83, 87, 83, 97, 136, 191 Semanario erudito, 60 n., 110
traducciones, 34, 38, 49, 67, 56, 65, Vaüadolid, 43, 166, 183
67, 68 y n„ 91, 109, 144 n., Valbuena Prat, 167
158, 163, 185, 195 Valvidares y Longo, Ramón de, 162
tragedia, 172, 174 n„ 175, 180, Vargas Ponce, José, 72, 161, 226
181, 182, 184, 185, 189, 190, Peso duro, El, 161
191, 192, 193, 194, 195, 196, vascos, 18
197, 199, 200, 201, 203, 219, Vega Carpió, Lope de, 35 y n.,
220 118, 168, 171, 173
tramoyas, 166 castigo sin venganza, El, 168
Tratado de lo sublime, 65, 163 Fuenteovejuna, 173
Treatise on the Sublime, 65 Velázquez, Luis José (marqués de
Trigueros, Cándido María de, 19, Valdeflores), 40, 41, 61, 66, 100
57, 66, 144, 190, 220 y n., 133, 176
menestrales, Los, 220 Elementos del cortejo, 100 n.
Poesías del Melchor Díaz de To Orígenes de la poesía castellana,
ledo, 66 40, 66, 133 n.
280 EL SIGLO XVIII