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22 de octubre de 1939
1. Dice que "no debe haber serios enfrentamientos ni diferencias" en la cuestión rusa. Si es así,
¿por qué esa terrible alarma en el partido contra el Comité Nacional, es decir, contra su
mayoría? No debe sustituir sus concepciones personales por las de la minoría del Comité, que
considera la cuestión lo bastante seria como para provocar una discusión justo en el umbral de
la guerra.
2. Pero no estoy de acuerdo con usted en que mi argumento no contradice los del camarada M.
S. La contradicción implica dos puntos fundamentales:
b) La defensa de la URSS.
Sobre el primer tema, el camarada M. S. plantea una cuestión de principio, lo que significa que
deja de reconocer la antigua decisión y toma una nueva. Un partido revolucionario no puede
vivir entre dos decisiones, una aniquilada, otra adoptada sin ser previamente propuesta. En el
problema de la defensa de la URSS y los nuevos territorios ocupados contra Hitler (o Inglaterra)
el camarada M. S. propone una revolución contra Hitler y Stalin a la vez. Esta fórmula abstracta
significa negar la defensa real en una situación concreta. Intento aclarar este punto en un
nuevo artículo que mandé ayer por avión al Comité Central.
3. Estoy completamente de acuerdo con usted en que sólo una discusión seria clarificará el
asunto, pero no creo que votando simultáneamente por la propuesta de M. S. y por la de la
mayoría vaya a clarificar nada.
6. Ahora, al comienzo de la guerra, surge una nueva y aguda posición, basada en la cuestión
rusa. Afecta a la correcci6n de nuestro programa, elaborado a través de innumerables
discusiones, polémicas y disputas a lo largo de diez años. Naturalmente, nuestras decisiones no
son eternas. Si alguien de la dirección del partido tiene dudas y sólo dudas, es su deber hacia el
partido clarificarse mediante estudios y discusiones dentro de la dirección, antes de lanzar la
cuestión a todo el partido, y no en forma de nuevas decisiones, sino de dudas. Desde luego,
desde el punto de vista de los estatutos, cualquiera, hasta un miembro del Comité Político,
tiene derecho a hacerlo, pero no creo que este derecho se haya usado de tal manera que haya
contribuido a mejorar el régimen del partido.
9. Hay otros dos asuntos sobre los que los camaradas actualmente disconformes con el
"régimen" han adoptado, en mi opinión, una postura políticamente falsa. El régimen debe ser
un instrumento al servicio de la política adecuada. Cuando la incorrección de su política es
manifiesta, sus protagonistas tienden a decir que tal asunto no es tan importante como el
régimen en general. Durante el desarrollo de la Oposición de Izquierda y de la IV Internacional
me he opuesto cientos de veces a esta sustitución. Cuando Vareecken, Sneevliet e incluso
Molinier fueron derrotados en todos sus puntos de diferencia, declararon que el auténtico
problema de la IV Internacional no era tal o cual decisión, sino su régimen.
10 No quiero hacer una analogía entre los líderes de la presente oposición en el Partido
americano y los Vareeckenes, Snevliets y compañía. Sé muy bien que los líderes de la oposición
actual son camaradas muy cualificados y espero sinceramente que seguiremos trabajando
juntos tan amistosamente como hasta ahora. Pero no voy a aportar nada positivo
inquietándome, porque alguno de ellos vaya a cometer el mismo error, a cada nueva etapa en
el desarrollo del partido, apoyándose en un grupo de adherentes personales. Creo que en la
presente discusión esta actitud debe analizarse y condenarse severamente por la opinión
general del partido, que en este momento tiene enormes tareas que cumplir.