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Articulo de Alfonso Usia " HIJOS DE PUTAS ", muy bueno.

Lo comparto plenamente.

Alfonso USSÍA

Hijos de puta
1 Agosto 09
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Anteayer, después de escribir del atentado de Burgos, me escapé al monte.


Odio la playa en verano, el cielo estaba cubierto, y refugié mi indignación en
el hayedo del Jilguero, en el valle de Cabuérniga. Sube una senda entre hayas
erguidas hasta donde se abren los altos prados, después de atravesar el
pequeño dominio de los abedules. No hay cobertura telefónica por aquellos
caminos, que son del lobo y del corzo, en pleno corazón del Saja. En un
tiempo, no lejano pero irrecuperable, el hayedo sentía el canto de amor del
urogallo, el más presumido, asombroso y escaso señor de nuestros bosques
norteños. Concluido el largo paseo, ya de vuelta por la carretera, oí en la radio
lo de Mallorca. El crimen de Mallorca. El asesinato de dos hombres buenos en
Mallorca. Un crimen asqueroso y cobarde del terrorismo vasco, que es un
terrorismo más infame que otros, porque es de maricones a la antigua usanza,
de muerte abandonada en una bomba-lapa y explosionada en la lejanía, o
calculada para destrozar cuando los criminales pueden estar disfrutando de su
perversidad en una cala azul, la piscina de un club o tirándose a sus madres en
la «suite» del mejor hotel de la isla.
Hijos de puta. Los que matan y los que ordenan las muertes. Hijos de puta los
que celebran y los que cobijan las culminaciones sangrientas del terrorismo
vasco, y escribo vasco porque así es, aunque a muchos, a mi principalmente,
me hiera en el alma hacerlo. Hijos de puta los que piensan que los muertos y
sus familias son equiparables a los asesinos y las suyas. Hijos de puta los que
enaltecen a quienes han hecho de la vieja Euskalerría, la Euskal-Herría con
«h» inventada de hoy. Hijos de puta los que, sabiendo dónde estaban y en qué
lugares del País Vasco vivían tranquilos y sonrientes, nada hicieron para
perseguir o detener a los asesinos. Al fin y al cabo, «no está bien luchar contra
los nuestros». Hijos de puta los que usan de la Santa Cruz para establecer
comparaciones y distribuir las culpas y los motivos equitativamente. Por
supuesto que la Iglesia vasca está compuesta por centenares de sacerdotes
ejemplares, pero también del mismo número de prelados, arciprestes, párrocos
y fieles a los que llamar «hijos de puta» en su acepción de maldad no traspasa
la frontera de la definición. Hijos de puta los que mantienen voluntariamente
con su dinero a los asesinos, que no son otra cosa que trabajadores de una
industria vasca dedicada al crimen, y muy rentable, por cierto. Hijos de puta
los que se ofrecen a mediar en negociaciones insoportables para la dignidad de
un Estado de Derecho. El cura irlandés ese, y el mamaraché argentino con su
Premio Nobel, y la gorda asquerosa del pañuelo anudado a la cabeza que viaja
en primera clase por todo el mundo sembrando el odio. Hijos de puta los
gobernantes que toleran la presencia de los terroristas en sus países. Hijo de
puta, con carácter retroactivo, pero siempre presente para los que tenemos
memoria, Su Majestad Imperial Valerý Giscard D’Estaign, que abrió los
brazos generosos de Francia a todos los criminales de la ETA, y a sus
cómplices, y a sus instructores de destrucción y muerte. Y honor, inmenso
honor, proclamado entre lágrimas, a don Carlos Sáenz de Tejada y don Diego
Salva, guardias civiles al servicio del orden y de la paz, de la justicia y de la
concordia, muertos traidoramente por los hijos de puta cobardes que
mantienen el negocio del terrorismo vasco.

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