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Una de las ocasiones en las cuales alguien que haya
habitado durante cierto tiempo en esta tierra venezolana tiene la oportunidad
de participar en una conversación agradable y amena, es cuando se
hacen comentarios sobre las diferencias en la forma de expresar situaciones
o hechos de la vida cotidiana, y más aún cuando se pueden establecer
similitudes o equivalencias con el variadísimo lenguaje particular de tantas
regiones distantes de Iberoarnérica, siempre sin embargo unidas
por la lengua castellana.
Esta es la razón por la cual en la Fundación Polar
pensamos que los lectores disfrutarían de un libro como el que les presenta
mos, cuyo contenido esperamos sirva de instrumento de relajación y
descanso durante esos paréntesis en que todos desearnos pasar un buen rato.
El genuino estilo con el cual ha sido impregnada esta
obra, es otra muestra del talento literario de Alexis Márquez Rodríguez y de
la minuciosa e imaginativa coordinación de Yolanda Salas de Lecuna.
A la memoria esclarecida del Profesor
Manuel Pérez Vila
PREFACIO
LA EXPRESIVIDAD DEL
VENEZOLANO
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Uno de los rasgos más característicos del modo de hablar los
venezolanos es su gran riqueza expresiva. Éste es, en realidad, un fenómeno
general de la lengua castellana, que se da lo mismo en las diversas provin
cias españolas, que en las veinte y tantas naciones hispanoamericanas que
emplean el Castellano como su idioma único o principal. Pero en alguné;l.s
de las provincias hispánicas y en algunos de los países de Hispanoamérica
tal riqueza expresiva se convierte en una verdadera peculiaridad, y
Venezuela es uno de ellos.
Esa riqueza expresiva es uno de los elementos que determinan
en el Castellano una especial vocación barroca, que da origen a su
vez a un arte y una literatura que, si bien tienen un auge y una dimensión
muy especiales en el siglo XVII, poseen en realidad el valor de signo per
manente, como muestra de un espíritu dotado de una sensibilidad muy pecu
liar. Y ese barroquismo, de tan enorme importancia en la cultura española
en general, en América se nutre de elementos específicos, que lo enriquecen
considerablemente, y lo convierten de hecho en uno de los valores
permanentes -si es que algo puede ser permanente-- más importantes y
tipificadores de la cultura hispanoamericana. Hasta el punto de que, tanto
en el lenguaje, como, en general, en las distintas expresiones culturales
de Hispanoamérica, existe una evidente relación con la lengua y la cultura
españolas, la relación de origen, pero con una fisonomía propia, especial,
y con una gran diversificación. Lo cual permite hablar de una especificidad
hispanoamericana, que, sin hacemos mejores ni peores que el resto
de la humanidad, ni tampoco seres humanos diferentes, en tanto que tales,
de los demás hombres y mujeres del mundo, les da a nuestras costumbres, a
nuestra sensibilidad colectiva, a nuestras manifestaciones espirituales
un carácter definido, que nos permite reconocemos, y ser reconocidos por
los demás, como lo que somos. Tal como ocurre, por supuesto, con todos
los demás pueblos y sociedades de los muchos que habitan el globo, en cuyas
manifestaciones culturales se expresa su peculiaridad espiritual, es decir,
su modo de ser seres humanos. Independientemente de que en algunas per
sonas y en algunos pueblos los rasgos específicos sean más marcados
que en otros, y de que cada ser humano tenga también rasgos psíquicos
comunes a todos los demás que habitan la tierra.
No hay duda de que en Hispanoamérica hablamos Castellano.
Ni siquiera los más radicales planteamientos que intentan de vez en cuando
reavivar la famosa Leyenda Negra, desempolvada y exacerbada recien
temente con ocasión del Quinto Centenario del Descubrimiento de América,
han llegado tan lejos como para negar el carácter hispánico de nuestra
lengua, y en general de nuestra cultura, por el valor predominante que la
lengua española tuvo, idioma imperial al fin, en todo lo que marcó
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Entre los muchos y muy valiosos aportes de don Andrés Bello a
las ciencias del lenguaje figura, con especial interés, el concepto de espíritu
o índole de la lengua. En muchos de sus escritos maneja esas ideas.
Y en el prólogo de la Gramática dice lo siguiente:
El habla de un pueblo es un sistema artificial de signos, que bajo muchos
respectos se diferencia de los otros sistemas de la misma especie: de que se sigue
que cada lengua tiene su teoría particular, su gramática. No debemos, pues,
aplicar indistintamente a un idioma los principios, los términos, las analogías en
que se resumen bien o mal las prácticas de otro Esta misma palabra idioma
3 Andrés Bello: Obras Completas Tomo IV. Ministerio de Educación Biblioteca Nacional
Caracas; 1.951 p 5.
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más rico que en otros, es natural que existan también lenguas más
expresivas que otras, en el sentido de que se adaptan muy bien a la peculiar
expresividad del pueblo de que se trate.
Hay pueblos cuya mayor riqueza expresiva no está tanto
en el lenguaje verbal, sino en los concomitantes mímicos y/o gestuales con
que acompañan la expresión oral. Es el caso de los italianos, célebres en
el mundo entero por la enorme riqueza mímica y gestual con que se expresan
y se comunican con los demás. Esta característica del pueblo italiano
-que puede variar, desde luego, de una región a otra, pero que es general
ha sido hábilmente explotada en el teatro, en el cine y en la televisión,
además de haber sido siempre motivo de chistes y comentarios festivos. Algo
parecido ocurre con los árabes, también famosos por la riqueza expresiva
de su lenguaje oral combinado con la mímica y la gestualidad. Los rusos, en
cambio, poseen gran riqueza y versatilidad expresiva en la risa y el
llanto con que suelen acompañar lo que dicen. Su manera de reír suele ser
estentórea, pero con la misma facilidad pasan al llanto, igualmente aspavien
toso, rasgos éstos que aparecen a menudo en las novelas rusas, las
cuales son especialmente dadas a reflejar el espíritu popular del pueblo
al que corresponden.
El español, como ya dijimos, centra su mayor riqueza expresiva
en el lenguaje verbal. Este rasgo psicológico tiene diversas peculiaridades en
las distintas regiones de España, y en Hispanoamérica se nutre, además,
de otros ingredientes propios de la región. No es ocioso, ni obedece a criterios
deterministas hoy superados, observar que en la zona del Caribe esa
expresividad verbal presenta características algo distintas de las de otras
regiones, como los Andes o el Río de la Plata. Esa diferenciación, que
opera dialécticamente dentro de la unidad lingüística del Continente, obede
ce a factores muy diversos y complejos, que aquí no podemos analizar. Lo
importante es señalar el hecho como un fenómeno característico de nuestra
especificidad cultural hispanoamericana. Por lo demás, lo dicho aquí
no significa que en España y en Hispanoamérica no haya también formas
expresivas concomitantes del lenguaje verbal. En todo ser humano existe,
paralelamente con el idioma que habla, un lenguaje corporal, que se manifies
ta de una u otra manera, en mayor o menor grado, de una persona a otra
o de un pueblo a otro. Entre los pueblos de España, por ejemplo, los andaluces
poseen una rica expresividad mímica y gestual, que no llega, sin
embargo, al grado de riqueza de la de los italianos y los árabes -de éstos,
posiblemente, la heredaron siquiera en parte los andaluces-. pero
que en todo caso acompaña a su expresividad verbal, ésta sí muy rica y
de gran colorido.
Entre los pueblos del Caribe, en los cuales el mestizaje étnico
y cultural es posiblemente más abigarrado que en el resto del Continente, el
venezolano presenta rasgos muy peculiares de expresividad verbal,
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Uno de los rasgos que primeramente llaman la atención de los
forasteros llegados a Venezuela es el grado de confianza que solemos tener,
desde el primer momento, en el trato con los demás. Lo cual suele seña
larse con un adjetivo muy frecuente y significativo: confianzudo. Los venezo
lanos tenemos fama de confianzudos. Esto no lo decimos ni en bien ni
en mal. Para algunas personas es un defecto, incluso muy feo, y hasta detes
table. Pero para otras no, es mas bien una virtud, que permite integrarse
pronto al medio venezolano. En ciertas regiones del país este rasgo es
más acentuado que en otras. Los margariteños (habitantes y nativos de la Isla
de Margarita, en el Mar Caribe), por ejemplo, y en general los orientales,
son más espontáneos y confianzudos en su trato con los demás, ya desde la
primera relación, que los venezolanos de otras regiones. Los andinos
suelen ser más reservados. Y los llaneros, en algo parecidos a los margarite
ños, suelen tratar al forastero con llaneza, pero al mismo tiempo con cierto
grado de recelo. En todo caso, este comportamiento confianzudo,
como es natural, se expresa primordialmente en el lenguaje. Entre nosotros,
por ejemplo, es muy común el tuteo, que muchas veces se emplea desde
el primer instante, para tratar a una persona a quien se acaba de conocer.
Este hecho se ha ido acentuando con el tiempo. Antes no era así, al menos en
la medida en que hoy se da el fenómeno. Hasta hace cuarenta o cincuenta
años el tratamiento de usted era obligatorio en unas personas para con otras,
especialmente entre individuos de diferente condición social, política
o intelectual, o simplemente en la relación de los menores respecto de los
mayores. Todavía en los años 40 se enseñaba a los niños a tratar de usted
a las personas de mayor edad, lo cual se extendía incluso a los progenitores.
Jamás un niño, y aun ni los adultos, trataban de tú a sus padres, abuelos,
tíos, etc. Tampoco los alumnos a sus maestros, los subalternos en cualquier
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Antes de decidirte piénsalo biem. ((¿Qué hay, mijo, cómo están por
allá?». ((¡Qué es eso. mija, usted no ve que su comportamiento no es propio
de una señorita decente?».
Pero esta fórmula también puede emplearse en circuntancias
diferentes, como cuando. por ejemplo, nos dirigimos a otra persona en tono
imprecatorio. de rechazo. de reprimenda, siempre y cuando se trate, por
supuesto, de un interlocutor a quien. con razón o no. situamos en un plano
algo inferior al nuestro, en particular por la edad, aunque pudiera ser
también por otros motivos. de rango social, de jerarquía intelectual o de posi
ción en el trabajo u otra actividad. etc.: ((¡Mira. mijo, cállate la boca, que tú
no tienes por qué meterte en lo que no te importa!». ((¡No, mija, eso si que no!.
Yo no le acepto ni a usted ni a nadie que me falten el respeto». (<¡Mija,
¿qué te crees tú? Que mi casa es pila de agua bendita para que cada quien
se lleve lo que le dé la gana. ¡Qué va. mija!». Obsérvese en este último ejem
plo la repetición del vocablo expresivo, lo cual es frecuente.
Es común también que la fórmula se emplee en diminutivo: «No. mijito,
eso si que no». ((Mijita, no se queje, que yo se lo advertí bastante, pero usted
no coge consejos». ((Mira, mijito, deja eso ahí, que eso no es tuyo!». En
estos casos el diminutivo paradójicamente acentúa el concomitante psico
lógico, de afecto o de rechazo, con que empleamos la fórmula expresiva.4
Aparte de las fórmulas de tratamiento, es también muy rica
la manera de referirse el venezolano a diversas actividades humanas. El verbo
curucutear, por ejemplo. que significa algo así como rebuscar. registrar
un lugar en busca de algo, hurgar en gavetas y cajones, etc., es de una gran
riqueza expresiva. Ha dado origen. además, a algunos derivados: curu
cuteador, curucuteadera. Su uso es muy general, tanto entre personas cultas
como entre quienes no lo son tanto, y aunque posee cierta fisonomía colo
quial, no sería extraño oírla en un contexto académico.
Otro verbo de gran fueza expresiva es chalequear, en el sentido
de despreciar o no tomar en cuenta a alguien. estropearle un negocio o activi
dad, entorpecer a una persona cuando está hablando con otra,
especialmente si está narrando algo. Se trata, por supuesto, de un uso meta
fórico, pues parece obvio que chalequear, en sentido estricto, significa
agarrar fuertemente a alguien por el chaleco -o por las solapas del paltó o las
mangas de la camisa- y sacudirlo con violencia.
Con la palabra chambonada nos referimos a un trabajo o
actividad realizados de manera tosca o defectuosa. y chambón se le dice a
quien suele hacer las cosas de esa manera. Chanchullo, a su vez. es la
trampa, trácala o artimaña aplicadas sobre todo en cierto tipo de actividad,
como los negocios o la política. En este último caso se usa especialmente
5 Arturo Uslar Pietri: «El viento en Corol>. En: Obras selectas. EDIME.
Madrid-Caracas; 1.967. p. 1.433
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IV
Como se ve, pues, es muy rico y variado el acervo expresivo del venezolano.
Hemos examinado sólo una pequeñísima muestra, sacada a su vez de la
muestra un poco mayor, pero tampoco exhaustiva, que presentamos en este
libro. El propósito de este análisis visiblemente incompleto no ha sido
sino el de ayudar al lector a comprender, valorar y utilizar ese rico acervo
expresivo, a través de la muestra desplegada en el libro. De ese modo,
no sólo podrá enriquecer su conocimiento del idioma que hemos tenido la
suerte de heredar de las generaciones pasadas, y sacarle así el mayor pro
vecho, sino también contribuir él mismo, a su vez, a enriquecer dicho idioma.
Nuestra lengua, como todas las demás, tiene la propiedad de irse transfor
mando, y aun gastándose, a medida que se usa. Pero esa transformación, y
aun ese desgaste, no tienen por qué ser destructivos, sino que, por lo
contrario, pueden ser al mismo tiempo enriquecedores, si el uso que se hace
del lenguaje es razonable y consciente. Para ello es imprescindible cono-
cer bien el idioma propio, no necesariamente en un nivel técnico, gramatical,
científico, propio de los especialistas, sino mas bien en el sentido de
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