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GÓNGORA: ROMANCES Y LETRILLAS

No todos los romances y letrillas son humorísticos, bastantes de estas composiciones


son amorosas o cortesanas, algunas de carácter religioso. Las letrillas y romances no
humorísticos, exiguos en la producción del poeta, participan del estilo de las
composiciones de tono elevado. Los poemas del llamado romancero morisco de
Góngora podrían encajarse entre las composiciones más cultas del poeta.

Los temas de las letrillas de Góngora, a veces francamente desvergonzadas, nos


remiten a las flaquezas de las mujeres, a las presunciones y falsedades de los galanes, a
la ignorancia de los médicos y al poderío y ostentaciones de los advenedizos. Góngora
nos muestra un concepto pesimista de la vida, como si en ella no hubiese virtud ni
nobleza, sólo egoístas intereses. El mundo que contemplamos a través de las letrillas
de Góngora es sórdido y desolador. Pero este carácter desesperanzado es propio del
universo barroco en el que también brilla con luz propia el antagonista por excelencia
de don Luis, don Francisco de Quevedo.

Pudiera ser que Góngora compusiera sus letrillas y textos más populares, por
contrarrestar la opinión de sus contemporáneos incapaces de mirar y admirar más allá
de sus narices la genialidad del poeta. Atosigado por las críticas, contra las que luchó
denodadamente con las armas que le concedió la naturaleza, quiso demostrar que su
talento no era espectacular edificio de vocablos o desmesurado vulcanismo léxico de
sintaxis ininteligible. Indócil, inconformista, soberbio de su arte, pasa de la luz a la
oscuridad, de lo popular a lo culto, de lo chocarrero a lo sublime, de lo lesivo a lo
religioso, con la misma férula y el mismo ardor poético.

Ándeme yo caliente

Ándeme yo caliente
y ríase la gente.

Traten otros del gobierno


del mundo y sus monarquías,
5 mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.

10 Coma en dorada vajilla


el príncipe mil cuidados,
como píldoras dorados,
que yo en mi pobre mesilla
quiero más una morcilla
15 que en el asador reviente,
y ríase la gente.

Cuando cubra las montañas


de blanca nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
20 de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del rey que rabió me cuente,
y ríase la gente.

Busque muy en hora buena


25 el mercader nuevos soles;
yo, conchas y caracoles
entre la menuda arena,
escuchando a Filomena
sobre el chopo de la fuente,
30 y ríase la gente.

Pase a media noche el mar,


y arda en amorosa llama
Leandro por ver su dama,
que yo más quiero pasar
35 del golfo de mi lagar
la blanca o roja corriente,
y ríase la gente.

Pues Amor es tan crüel,


que de Píramo y su amada
40 hace tálamo una espada,
do se junten ella y él,
sea mi Tisbe un pastel,
y la espada sea mi diente,
y ríase la gente.

Que pida a un galán Minguilla

Que pida a un galán Minguilla


cinco puntos de jervilla,
bien puede ser;
mas que calzando diez Menga,
5 quiera que al justo le venga,
no puede ser.

Que se case un don Pelote


con una dama sin dote,
bien puede ser;
10 mas que no dé algunos días
por un pan las damerías,
no puede ser.
Que la viuda en el sermón
dé mil suspiros sin son,
15 bien puede ser;
mas que no los dé, a mi cuenta,
por que sepan dó se sienta,
no puede ser.

Que esté la bella casada,


20 bien vestida y mal celada,
bien puede ser;
mas que el bueno del marido
no sepa quién dio el vestido,
no puede ser.

25 Que anochezca cano el viejo,


y que amanezca bermejo,
bien puede ser;
mas que a creer nos estreche
que es milagro, y no escabeche,
30 no puede ser.

Que se precie un don Pelón


que se comió un perdigón,
bien puede ser;
mas que la bisnaga honrada
35 no diga que fue ensalada,
no puede ser.

Que olvide a la hija el padre


de buscalle quién le cuadre,
bien puede ser;
40 mas que se pase el invierno
sin que ella le busque yerno,
no puede ser.

Que la del color quebrado


culpe al barro colorado,
45 bien puede ser;
mas que no entendamos todos
que aquestos barros son lodos,
no puede ser.

Que, por parir, mil loquillas


50 enciendan mil candelillas,
bien puede ser;
mas que público o secreto
no haga algún cirio efeto,
no puede ser.

55 Que sea el otro letrado


por Salamanca aprobado,
bien puede ser;
mas que traiga buenos guantes
sin que acudan pleiteantes,
60 no puede ser.

Que sea médico más grave


quien más aforismos sabe,
bien puede ser;
mas que no sea más experto
65 el que más hubiere muerto,
no puede ser.

Que acuda a tiempo un galán


con un dicho y un refrán,
bien puede ser;
70 mas que entendamos por eso
que en Floresta no está impreso,
no puede ser.

Que oiga Menga una canción


con piedad y atención,
75 bien puede ser;
mas que no sea más piadosa
a dos escudos en prosa,
no puede ser.

Que sea el padre Presentado


80 predicador afamado,
bien puede ser,
mas que muchos puntos buenos
no sean estudios ajenos,
no puede ser.

85 Que una guitarrilla pueda


mucho después de la queda,
bien puede ser;
mas que no sea necedad
despertar la vecindad,
90 no puede ser.

Que el mochilero o soldado


deje su tercio embarcado,
bien puede ser;
mas que lo crean de la guerra
95 porque entró roto en su tierra,
no puede ser.

Que se emplee el que es discreto


en hacer un buen soneto,
bien puede ser;
100 mas que un menguado no sea
el que en hacer dos se emplea,
no puede ser.

Que quiera una dama esquiva


lengua muerta y bolsa viva,
105 bien puede ser;
mas que halle, sin dar puerta,
bolsa viva y lengua muerta,
no puede ser.

Que el confeso al caballero


110 socorra con su dinero,
bien puede ser;
mas que le dé, porque presta,
lado el día de la fiesta,
no puede ser.

115 Que junte un rico avariento


los doblones ciento a ciento,
bien puede ser;
mas que el sucesor gentil
no los gaste mil a mil,
120 no puede ser.

Que se pasee Narciso


con un cuello en paraíso,
bien puede ser;
mas que no sea notorio
125 que anda el cuerpo en pulgatorio,
no puede ser.

La más bella niña

La más bella niña


de nuestro lugar,
hoy vïuda y sola,
y ayer por casar,
5 viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice,
que escucha su mal:
«Dejadme llorar
10 orillas del mar.

»Pues me distes, madre,


en tan tierna edad
tan corto el placer,
tan largo el pesar,
15 y me cautivastes
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad,
dejadme llorar
20 orillas del mar.

»En llorar conviertan,


mis ojos, de hoy más,
el sabroso oficio
del dulce mirar,
25 pues que no se pueden
mejor ocupar,
yéndose a la guerra
quien era mi paz.
Dejadme llorar
30 orillas del mar.

»No me pongáis freno


ni queráis culpar,
que lo uno es justo,
lo otro, por demás;
35 si me queréis bien,
no me hagáis mal:
harto peor fuera
morir y callar.
Dejadme llorar
40 orillas del mar.

»Dulce madre mía,


¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
45 y no dará voces,
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?
Dejadme llorar
50 orillas del mar.

»Váyanse las noches,


pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
55 váyanse, y no vean
tanta soledad,
después que en mi lecho
sobra la mitad.
Dejadme llorar
60 orillas del mar».

En la pedregosa orilla

En la pedregosa orilla
del turbio Guadalmellato,
que al claro Guadalquivir
le paga el tributo en barro,
5 guardando unas flacas yeguas,
a la sombra de un peñasco,
con la mano en la muñeca
estaba el pastor Galayo;
pastor pobre y sin abrigo
10 para los hielos de mayo,
no más de por estar roto
desde el tronco a lo más alto.
Quejábase reciamente
del Amor, que lo ha matado
15 en la mitad de los lomos
con el arpón de un tejado,
por la linda Teresona,
ninfa que siempre ha guardado,
orillas de Vecinguerra,
20 animales vidrïados,
hija de padres que fueron
pastores de este ganado,
el uno, orilla de Esgueva,
el otro, orilla de Darro.
25 De esta, pues, Galayo andaba
tiesamente enamorado,
lanzando del pecho ardiente
regüeldos amartelados.
No siente tanto el desdén
30 con que della era tratado,
cuanto la terrible ausencia
le comía medio lado;
aunque para consolarse
sacaba de rato en rato
35 un cordón de sus cabellos,
y tejido de su mano,
tan delicado y curioso,
tan curioso y delicado,
que si el cordón es tomiza
40 los cabellos son esparto.
Con lágrimas lo humedece
el yegüero desdichado,
aunque después con suspiros
quedó enjuto y perfumado,
45 y en un papelón de estraza,
habiéndolo antes besado,
lo envuelve; y saca, del seno,
de su pastora un retrato
que en un pedazo de anjeo,
50 no sin primor ni trabajo,
con una espátula vieja
se lo pintó un boticario,
y, clavando en él la vista,
en tono romadizado
55 estos versos cantó, al son
de un mortero y de su mano:
«Dulce retrato de aquella
enemiga desabrida
que para acabar mi vida
60 no tiene en sus ojos mella:
la paciencia se me apoca
de ver cuán al vivo tienes
la frente entre las dos sienes
y los dientes en la boca,
65 y que es tal el regalado
mirar de tus ojos bellos,
que el que está más lejos dellos,
ese está más apartado;
y así, aunque me hagan guerra,
70 mirándolos me estaría,
toda la noche y el día,
comiendo turmas de tierra.
Retrato, pues, soberano,
que, según es tu primor,
75 tuvo al hacerte, el pintor,
cinco dedos en su mano:
si no quies verme difunto,
según por ti me derriengo,
mírame, pues ves que tengo
80 la nariz tan en su punto;
mírame, ninfa gentil,
que ayer me miré en un charco,
y vi que era rubio y zarco,
como Dios hizo un candil».

Hermana Marica

Hermana Marica,
Mañana, que es fiesta,
No irás tú a la amiga
Ni yo iré a la escuela.

Pondraste el corpiño
Y la saya buena,
Cabezón labrado,
Toca y albanega;

Y a mí me podrán
Mi camisa nueva,
Sayo de palmilla,
Media de estameña;

Y si hace bueno
Trairé la montera
Que me dio la Pascua
Mi señora abuela,

Y el estadal rojo
Con lo que le cuelga,
Que trajo el vecino
Cuando fue a la feria.

Iremos a misa,
Veremos la iglesia,
Darános un cuarto
Mi tía la ollera.

Compraremos dél
(Que nadie lo sepa)
Chochos y garbanzos
Para la merienda;

Y en la tardecica,
En nuestra plazuela,
Jugaré yo al toro
Y tú a las muñecas
Con las dos hermanas,
Juana y Madalena,
Y las dos primillas,
Marica y la tuerta;

Y si quiere madre
Dar las castañetas,
Podrás tanto dello
Bailar en la puerta;

Y al son del adufe


Cantará Andrehuela:
No me aprovecharon,
madre, las hierbas.

Y yo de papel
Haré una librea
Teñida con moras
Porque bien parezca,

Y una caperuza
Con muchas almenas;
Pondré por penacho
Las dos plumas negras

Del rabo del gallo,


Que acullá en la huerta
Anaranjeamos
Las Carnestolendas;

Y en la caña larga
Pondré una bandera
Con dos borlas blancas
En sus tranzaderas;

Y en mi caballito
Pondré una cabeza
De guadamecí,
Dos hilos por riendas;

Y entraré en la calle
Haciendo corvetas,
Yo y otros del barrio,
Que son más de treinta;

Jugaremos cañas
Junto a la plazuela,
Porque Barbolilla
Salga acá y nos vea;

Bárbola, la hija
De la panadera,
La que suele darme
Tortas con manteca,

Porque algunas veces


Hacemos yo y ella
Las bellaquerías
Detrás de la puerta.

Érase una vieja

Érase una vieja


de gloriosa fama,
amiga de niñas,
de niñas que labran;
5 para su contento
alquiló una casa
donde sus vecinas
hagan sus coladas.
Con la sed de amor
10 corren a la balsa
cien mil sabandijas
de natura varia,
a que con sus manos,
pues tiene tal gracia,
15 como el unicornio,
bendiga las aguas;
también acudía
la viuda honrada,
del muerto marido
20 sintiendo la falta
con tan grande extremo,
que allí se juntaba
a llorar por él
lágrimas cansadas.

Diez años vivió Belerma

Diez años vivió Belerma


con el corazón difunto
que le dejó en testamento
aquel francés boquirrubio.
5 Contenta vivió con él,
aunque a mí me dijo alguno
que viviera más contenta
con trecientas mil de juro.
A verla vino doña Alda,
10 viuda del conde Rodulfo,
conde que fue en Normandía
lo que a Jesucristo plugo,
y hallándola muy triste
sobre un estrado de luto,
15 con los ojos que ya eran
orinales de Neptuno,
riéndose muy de espacio
de su llorar importuno
sobre el muerto corazón
20 envuelto en un paño sucio,
le dice: «Amiga Belerma,
cese tan necio diluvio,
que anegará vuestros años
y ahogará vuestros gustos.
25 Estése allá Durandarte
donde la suerte le cupo;
buen pozo haya su alma,
y pozo que esté sin cubo.
Si él os quiso mucho en vida,
30 también lo quisistes mucho,
y si tiene abierto el pecho,
queréllese de su escudo.
¿Qué culpa tuvistes vos
de su entierro, siendo justo
35 que el que como bruto muere,
que lo entierren como a bruto?;
muriera él acá en París,
a do tiene su sepulcro,
que allí le hicieran lugar
40 los antepasados suyos.
Volved luego a Montesinos
ese corazón que os trujo,
y enviadle a preguntar
si por gavilán os tuvo.
45 Descosed, y desnudad,
las tocas de anjeo crudo,
el monjilón de bayeta
y el manto, basto, peludo;
que, aun en las viudas más viejas
50 y de años más caducos,
las tocas cubren a enero,
y los monjiles, a julio,
cuanto más, a una muchacha
que le faltan días algunos
55 para cumplir los treinta años,
que yo desdichada cumplo.
Seis hace, si bien me acuerdo,
el día de Santiñuflo,
que perdí aquel mal logrado
60 que hoy entre los vivos busco.
Holguéme de cuatro y ocho,
haciéndoles dos mil hurtos
a las palomas, de besos,
y a las tórtolas, de arrullos.
65 Sentí su fin; pero más
que muriese sin ver fructo,
sin ver flujo de mi vientre,
porque siempre tuve pujo;
mas no por eso ultrajé
70 mi buena tez con rasguños,
cabal me quedó el cabello,
y los ojos, casi enjutos.
Aprended de mí, Belerma,
holguémonos de consuno,
75 llévese el mar lo llorado,
y lo suspirado, el humo.
No hiléis memorias tristes
en este aposento obscuro,
que, cual gusano de seda,
80 moriréis en el capullo.
Haced lo que en su fin hace
el pájaro sin segundo,
que nos habla en sus cenizas
de pretérito y futuro.
85 Llorad su muerte, mas sea
con lagrimillas al uso;
de lo mal pasado nazca
lo por venir más seguro.
Pongámonos a la par
90 dos toquitas de repulgo,
ceja en arco, manos blancas,
y dos perritos lanudos.
Hiedras verdes somos ambas,
a quien dejaron sin muros,
95 de la muerte y del amor
baterías e infortunios:
busquemos por do trepar,
que, a lo que de ambas presumo,
no nos faltarán en Francia
100 pared gruesa, tronco duro.
La iglesia de san Dionís
canónigos tiene muchos,
delgados, cariaguileños,
carihartos y espaldudos:
105 escojamos como en peras
dos déligos capatuncios,
de aquestos que andan en mulas
y tienen algo de mulos;
de estos Alejandros Magnos
110 que no tienen por disgusto,
por dar en nuestros broqueles,
que demos en sus escudos.
De todos los doce pares
y sus nones, abrenuncio,
115 que calzan bragas de malla
y, de acero, los pantuflos;
¿de qué nos sirven, amiga,
petos fuertes, yelmos lucios?:
armados hombres queremos,
120 armados, pero desnudos.
De vuestra mesa redonda,
francos paladines, huyo,
donde ayunos os sentáis,
y os levantáis más ayunos;
125 la de cuatro esquinas quiero,
que la ventura me puso
en casa de un cuatro picos,
de todos cuatro picudo,
donde sirven, la cuaresma,
130 sabrosísimos besugos,
y turmas, en el carnal,
con su caldillo y su zumo».
Más iba a decir doña Alda,
pero a lo demás dio un nudo,
135 porque de don Montesinos
entró un pajecillo zurdo.

Arrojóse el mancebito

Arrojóse el mancebito
al charco de los atunes,
como si fuera el estrecho
poco más de medio azumbre.
5 Ya se va dejando atrás
las pedorreras azules
con que enamoró en Abido
mil mozuelas agridulces.
Del estrecho la mitad
10 pasaba sin pesadumbre,
los ojos en el candil,
que del fin temblando luce,
cuando el enemigo cielo
disparó sus arcabuces,
15 se desatacó la noche
y se orinaron las nubes.
Los vientos desenfrenados
parece que entonces huyen
del odre donde los tuvo
20 el griego de los embustes.
El fiero mar, alterado,
que ya sufrió como yunque
al ejército de Jerjes,
hoy a un mozuelo no sufre;
25 mas el animoso joven,
con los ojos cuando sube,
con el alma cuando baja,
siempre su norte descubre.
No hay ninfa de Vesta, alguna,
30 que así de su fuego cuide
como la dama de Sesto
cuida de guardar su lumbre:
con las almenas la ampara,
porque ve lo que le cumple,
35 con las manos la defiende
y con las ropas la cubre;
pero poco le aprovecha,
por más remedios que use,
que el viento con su esperanza
40 y con la llama concluye.
Ella entonces, derramando
dos mil perlas de ambas luces,
a Venus y a Amor promete
sacrificios y perfumes;
45 pero Amor, como llovía,
y estaba en cueros, no acude,
ni Venus, porque con Marte
está cenando unas ubres.
El amador, en perdiendo
50 el farol que lo conduce,
menos nada y más trabaja,
más teme y menos presume;
ya tiene menos vigor,
ya más veces se zabulle,
55 ya ve en el agua la muerte,
ya se acaba, ya se hunde.
Apenas expiró, cuando,
bien fuera de su costumbre,
cuatro palanquines vientos
60 a la orilla lo sacuden,
al pie de la amada torre
donde Hero se consume,
no deja estrella en el cielo
que no maldiga y acuse;
65 y viendo el difunto cuerpo,
la vez que se lo descubren
de los relámpagos grandes
las temerosas vislumbres,
desde la alta torre envía
70 el cuerpo a su amante dulce,
y la alma a donde se queman
pastillas de piedra zufre.
Apenas del mar salía
el sol a rayar las cumbres,
75 cuando la doncella de Hero,
temiendo el suceso, acude,
y, viendo hecha pedazos
aquella flor de virtudes,
de cada ojo derrama
80 de lágrimas dos almudes.
Juntando los mal logrados,
con un punzón de un estuche
hizo que estas tristes letras
una blanca piedra ocupen:
85 Hero somos, y Leandro,
no menos necios que ilustres,
en amores y firmezas
al mundo ejemplos comunes.
El amor, como dos huevos
90 quebrantó nuestras saludes:
él fue pasado por agua,
yo estrellada mi fin tuve.
Rogamos a nuestros padres
que no se pongan capuces,
95 sino, pues un fin tuvimos,
que una tierra nos sepulte.

En los pinares de Júcar

En los pinares de Júcar


vi bailar unas serranas
al son del agua en las piedras
y al son del viento en las ramas;
5 no es blanco coro de ninfas
de las que aposenta el agua,
o las que venera el bosque
seguidoras de Dïana:
serranas eran, de Cuenca,
10 honor de aquella montaña
cuyo pie besan dos ríos
por besar de ellas las plantas;
alegres corros tejían,
dándose las manos blancas,
15 de amistad, quizá temiendo
no la truequen las mudanzas.
¡Qué bien bailan las serranas!
¡Qué bien bailan!

El cabello en crespos nudos


20 luz da al sol, oro a la Arabia,
cuál de flores impedido,
cuál, de cordones de plata.
Del color visten, del cielo,
si no son de la esperanza,
25 palmillas que menosprecian
al zafiro y la esmeralda.
El pie, cuando lo permite
la brújula de la falda,
lazos calza, y mirar deja
30 pedazos de nieve y nácar.
Ellas, en su movimiento,
honestamente levantan
el cristal de la columna
sobre la pequeña basa.
35 ¡Qué bien bailan las serranas!
¡Qué bien bailan!

Una, entre los blancos dedos


hiriendo negras pizarras,
instrumento de marfil
40 que las Musas lo invidiaran,
las aves enmudeció
y enfrenó el curso del agua;
no se movieron las hojas
por no impedir lo que canta:

45 Serranas de Cuenca
iban al pinar,
unas, por piñones,
y otras, por bailar.

Bailando, y partiendo,
50 las serranas bellas,
un piñón con otro,
si ya no es con perlas,
de Amor las saetas
huelgan de trocar,
55 unas, por piñones,
y otras, por bailar.

Entre rama y rama,


cuando el ciego dios
pide al sol los ojos
60 por verlas mejor,
los ojos del sol
las veréis pisar,
unas, por piñones,
y otras, por bailar.

Lope de Vega: canciones y letrillas


Canción de romería

Vuela, caballito, vuela :


darte he yo cebada nueva.

Hicieron su agosto
por aquestas vegas,
en donde se juntan
y casados quedan
Manzanares verde
y Jarama bella.
Los pastores suyos,
después de la siega,
y de espigas rojas
una cruz compuesta,
vienen a la ermita,
quieren ofrecerla.

Vuela, caballito, vuela :


darte he yo cebada nueva

Cantar de siega

Blanca me era yo
cuando entré en la siega;
diome el sol y ya soy morena.
Blanca solía yo ser
antes que a segar viniese;
mas no quiso el sol que fuese
blanco el fuego en mi poder.
Mi edad al amanecer
era lustrosa azucena;
diome el sol y ya soy morena.

Canción de bodas

Dente parabienes
el mayo garrido,
los alegres campos,
las fuentes y ríos.
Alcen las cabezas
los verdes alisos
y con frutos nuevos
almendros floridos.
Echen las mañanas
después del rocío,
en espadas verdes
guarnición de lirios.
Suban los ganados
por el monte mismo
que cubrió la nieve
a pacer tomillos.

Canción de bautizo (El piadoso aragonés, 1626)

UNA VOZ
Este niño se lleva la flor,
que los otros no.
Este niño tan garrido.
TODOS
Se lleva la flor.
VOZ
Que es hermoso y bien nacido.
TODOS
Se lleva la flor.
VOZ
La dama que le ha parido.
TODOS
Se lleva la flor.
VOZ
Cuando llegue a estar crecido,
ha de ser un gran señor.
Este niño se lleva la flor,
que los otros no.

Mayas (El robo de Dina, 1638)

I
En las mañanicas
del mes de mayo
cantan los ruiseñores,
retumba el campo.
En las mañanicas,
como son frescas,
cubren ruiseñores
las alamedas.
Ríense las fuentes
tirando perlas
a las florecillas
que están más cerca.
Vístense las plantas
de varias sedas
que sacar colores
poco les cuesta.
Los campos alegran
tapetes varios,
cantan los ruiseñores,
retumba el campo.

II

Sale el mayo hermoso


con los frescos vientos
que le ha dado marzo
de céfiros bellos.
Las lluvias de abril
flores le trujeron:
púsose guirnaldas
en rojos cabellos.
Los que eran amantes
amaron de nuevo
y los que no amaban
a buscarlo fueron.
Y luego que vieron
mañanas de mayo,
cantan los ruiseñores,
retumba el campo.
Canciones (El bobo del colegio, parte XIV)

Naranjitas me tira la niña


en Valencia por Navidad,
pues a fe que si se las tiro
que se le han de volver azâr.

A una máscara salí 5


y pareme a su ventana;
amaneció su mañana
y el sol en sus ojos vi.
Naranjitas desde allí
me tiró para furor; 10
como no sabe de amor
piensa que todo es burlar,
pues a fe que si se las tiro
que se le han de volver azâr.

Naranjitas me tira la niña 15


en Valencia por Navidad,
pues a fe que si se las tiro
que se le han de volver azâr.

Seguidillas

Caminad, suspiros
adonde soléis,
y si duerme mi niña
no la recordéis.
(La niña de plata. Parte IX.)

No corráis, vientecillos,
con tanta prisa,
porque al son de las aguas
duerme la niña.
(El mármol de Felisardo. Parte VI.)

En Santiago el Verde
me dieron celos,
noche tiene el día,
vengarme pienso.

Álamos del seto,


¿dónde está mi amor?
Si se fue con otro
morireme yo.

Seguidillas del Guadalquivir

Río de Sevilla,
¡cuán bien pareces,
con galeras blancas
y ramos verdes!
(Lo cierto por lo dudoso. Parte XX. Madrid, 1625.)

Vienen de Sanlúcar,
rompiendo el agua,
a la torre del oro
barcos de plata.
(El amante agradecido [1602-1604]. Parte X. Madrid, 1618.)

Barcos enramados
van a Triana,
el primero de todos
me lleva el alma.

A San Juan de Alfarache


va la morena
a trocar con la flota
plata por perlas.
(Amar, servir y esperar. Parte XXII.)

Zarpa la capitana,
tocan a leva
y los ecos responden
a las trompetas.
(El Amete de Toledo. Parte IX.)

Río de Sevilla,
¡quién te pasase
sin que la mi servilla
se me mojase!

Salí de Sevilla 5
a buscar mi dueño,
puse al pie pequeño
dorada servilla.

Como estoy a la orilla


mi amor mirando, 10
digo suspirando:
-¡Quién te pasase
sin que la mi servilla
se me mojase!
(Amar, servir y esperar.)

Letrillas jocosas

Mariquita me llaman
los carreteros;
Mariquita me llaman...
voime con ellos.
(Servir a señor discreto.)

Lavareme en el Tajo
muerta de risa,
que el arena en los dedos
me hace cosquillas.

Que no quiero bonetes,


que soy muy boba,
y en andando con picos
me pico toda.

Si te echares al agua,
bien de mis ojos,
llévame en tus brazos,
nademos todos.
(La buena guarda [1610]. Parte XV. Madrid, 1621.)

Cuantas veces me brindan


tus ojos bellos,
como son de pimienta
bebo con ellos.

Mi forzado me dice
que no le sigo;
daré viento a las velas
con mis suspiros.
(La octava maravilla [1609-1610]. Parte X.)

Seguidillas de la noche de San Juan

Salen de Valencia
noche de San Juan
mil coches de damas
al fresco del mar.
¡Cómo retumban los remos, 5
madre, en el agua,
con el fresco viento
de la mañana!
Despertad, señora mía,
despertad, 10
porque viene el alba
del señor San Juan.
(Las flores de don Juan. Parte XII. Madrid, 1619.)

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