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VII) Griegos: Dios sabiduría

1 Mac 1, 1-8
“11 Alejandro de Macedonia, hijo de Filipo, partió del país de los
Queteos*, derrotó a Darío, rey de los persas y los medos, y reinó en
su lugar, empezando por la Hélada*. 2 Suscitó muchas guerras, se
apoderó de plazas fuertes y dio muerte a otros reyes de la tierra. 3
Avanzó hasta los confines del mundo y se hizo con el botín de
multitud de pueblos. La tierra enmudeció ante él, y su corazón se
ensoberbeció y se llenó de orgullo. 4 Reunió un ejército potentísimo
y ejerció el mando sobre tierras, pueblos y príncipes, que le pagaban
tributo. 5 Cuando cayó enfermo y se dio cuenta de que se moría, 6
hizo llamar a sus servidores, a los nobles que con él se habían criado
desde su juventud y, antes de morir, repartió entre ellos su reino. 7
Alejandro murió tras doce años de reinado*. 8 Sus generales tomaron
posesión del mando, cada uno en su región. 9 A su muerte, todos
ellos se ciñeron la diadema, y también sus descendientes durante
largos años. Y multiplicaron los males sobre la tierra.”

Qoh 1, 1-18

“1,1 Palabras de Cohélet*, hijo de David, rey de Jerusalén*.


2 ¡Vanidad de vanidades*! —dice Cohélet—, ¡vanidad de vanidades,
todo es vanidad! 3 ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga* con que
se afana bajo el sol? 4 Una generación va, otra generación viene;
pero la tierra permanece donde está. 5 Sale el sol, se pone el sol;
corre hacia su lugar y de allí vuelve a salir. 6 Sopla hacia el sur el
viento y gira al norte; gira que te gira el viento, y vuelve el viento a
girar. 7 Todos los ríos van al mar, y el mar nunca se llena; al lugar
donde los ríos van, allá vuelven a fluir. 8 Todas las cosas cansan.
Nadie puede decir* que no se cansa el ojo de ver ni el oído de oír.
9 Lo que fue, eso será;
lo que se hizo, eso se hará.
Nada nuevo hay bajo el sol.
10 Si de algo se dice: «Mira, eso sí que es nuevo», aun eso ya
sucedía en los siglos que nos precedieron. 11 No hay recuerdo de
los antiguos, como tampoco de los venideros quedará memoria entre
los que después vendrán.
“12 Yo, Cohélet, he sido rey de Israel en Jerusalén. 13 Me he aplicado
con interés a investigar y explorar con sabiduría cuanto acaece bajo
el cielo. ¡Mal oficio* éste que Dios encomendó a los humanos para
que en él se ocuparan! 14 He observado cuanto sucede bajo el sol y
he visto que todo es vanidad y atrapar vientos*.
15 Lo torcido no puede enderezarse,
lo que falta no se puede contar.
16 Me dije para mis adentros: Tengo una sabiduría grande y extensa,
mayor que la de todos mis predecesores en Jerusalén; con mi
reflexión he adquirido enorme sabiduría y ciencia. 17 He reflexionado
para conocer la sabiduría y el saber, la locura* y la necedad, y he
comprendido que aun esto mismo es atrapar vientos, 18 pues:
Donde abunda sabiduría abundan penas, quien acumula ciencia
acumula dolor.

“2,1 Me dije para mis adentros: ¡Voy a probar con el placer y a


disfrutar del bienestar! Pero vi que también esto es vanidad. 2 A la
risa llamé locura, y del placer dije: ¿Para qué vale? 3 Traté de
regalar* mi cuerpo con vino, mientras guiaba mi reflexión con
sabiduría, y de entregarme a la necedad hasta ver en qué consistía
la felicidad de los humanos, lo que hacen bajo el cielo durante los
contados días de su vida. 4 Emprendí mis grandes obras; construí
palacios, planté viñas; 5 me hice huertos y jardines, y los planté de
toda clase de árboles frutales. 6 Me construí albercas para que el
agua regase la fértil fronda. 7 Tuve siervos y esclavas: poseí
servidumbre, así como ganados, vacas y ovejas, en mayor cantidad
que ninguno de mis predecesores en Jerusalén. 8 Atesoré también
plata y oro, tributos de reyes y de provincias. Me procuré cantores y
cantoras, toda clase de lujos humanos, coperos y reposteros*. 9 Me
hice grande y superé a todos mis predecesores en Jerusalén, asistido
por mi sabiduría. 10
“Nada negué a mis ojos de cuanto me pedían, ni rehusé a mi corazón
ninguna alegría, pues me solazaba en medio de todas mis fatigas, y
esto me compensaba de todas mis fatigas.
11 Consideré entonces todas las obras de mis manos y lo mucho que
me fatigué haciéndolas, y vi que todo es vanidad y atrapar vientos, y
que ningún provecho se saca bajo el sol. 12 Me puse a considerar la
sabiduría, la locura y la necedad. ¿Qué hará el hombre que suceda
al rey, sino lo que ya otros hicieron*? 13 Vi que la sabiduría aventaja
a la necedad, como la luz a las tinieblas.
14 El sabio tiene sus ojos abiertos*,
pero el necio camina en tinieblas*.
Pero también sé que la misma suerte alcanza a ambos.
15 Entonces me dije: Como la suerte del necio será la mía, ¿para qué
sirve mi sabiduría*? Y pensé que hasta eso mismo es vanidad. 16 No
hay recuerdo duradero ni del sabio ni del necio; al correr de los días,
todos son olvidados. Pues el sabio muere igual que el necio. “17 He
detestado la vida, porque me repugna cuanto se hace bajo el sol,
pues todo es vanidad y atrapar vientos.
18 Detesté todas mis fatigas y afanes bajo el sol, pues todo he de
dejar a mi sucesor. 19 ¿Quién sabe si será sabio o necio? Él se hará
dueño de todo mi trabajo, lo que realicé con fatiga y sabiduría bajo el
sol. También esto es vanidad. 20 Y he acabado desanimado con
todas mis fatigas y afanes bajo el sol, 21 pues puede que un hombre
se fatigue con sabiduría, ciencia y destreza, y tenga que dejar su
paga a otro que en nada se fatigó. También esto es vanidad y mal
grave.
22 Entonces, ¿qué le queda al hombre de toda su fatiga y esfuerzo
con que se fatigó bajo el sol? 23 Pues todos sus días son dolorosos
y su oficio penoso; y ni aun de noche descansa su mente. También
esto es vanidad. 24 No hay mayor felicidad para el hombre que comer
y beber, y disfrutar en medio de sus fatigas*. Yo veo que también
esto es don de Dios, 25 pues ¿quién come y quién bebe, si él no lo
permite?*. 26 Porque Él da sabiduría, ciencia y alegría a quien le
agrada; mas al pecador le da como tarea amontonar y atesorar para
dejárselo a quien agrada a Dios*. También esto es vanidad y atrapar
vientos.

1 Mc 1, 10-28
“10 De ellos surgió un renuevo pecador, Antíoco Epífanes, hijo del
rey Antíoco, que había estado como rehén* en Roma. Subió al trono
el año ciento treinta y siete del imperio de los griegos*. 11 En aquellos
días aparecieron en Israel algunos rebeldes* que sedujeron a
muchos diciendo: «Vamos, concertemos alianza con los pueblos que
nos rodean, porque desde que nos hemos separado de ellos nos han
sobrevenido muchos males.» 12 Esta observación les pareció bien,
13 así que algunos se apresuraron a acudir donde el rey y obtuvieron
de él autorización para seguir las costumbres de los paganos*. 14 En
consecuencia, levantaron en Jerusalén un gimnasio al uso de los
paganos, 15 rehicieron sus prepucios, renegaron de la alianza santa
para atarse al yugo de los paganos, y se vendieron para obrar el mal*.
Primera campaña de Egipto y saqueo del templo*.
16 Antíoco, una vez asentado en el reino, concibió el proyecto de
reinar sobre el país de Egipto para ser rey de ambos países. 17 Con
un fuerte ejército, con carros, elefantes*, (jinetes) y numerosa flota,
entró en Egipto “18 y trabó batalla con su rey Tolomeo. Éste evitó su
presencia y huyó. Hubo numerosos heridos. 19 Antíoco ocupó las
ciudades fuertes de Egipto y se hizo con los despojos del país. 20 El
año ciento cuarenta y tres, después de vencer a Egipto, emprendió
el camino de regreso. Subió contra Israel y llegó a Jerusalén con un
poderoso ejército.
21 Entró con insolencia en el santuario y se llevó el altar de oro, el
candelabro con todos sus accesorios, 22 la mesa de la proposición,
los vasos de las libaciones, las copas, los incensarios de oro, la
cortina y las coronas, y arrancó todo el decorado de oro que recubría
la fachada del templo. 23 Se apropió también de la plata, oro, objetos
de valor y de cuantos tesoros ocultos pudo encontrar. 24 Tomándolo
todo, partió para su tierra, después de derramar mucha sangre y de
hablar con gran insolencia 25 En todo el país hubo gran duelo por
Israel.26 Jefes y ancianos gimieron, languidecieron doncellas y
jóvenes, la belleza de las mujeres se marchitó.27 El recién casado
entonó un canto de dolor; sentada en el lecho nupcial, la esposa
lloraba.28 Se estremeció la tierra por sus habitantes, y toda la casa
de Jacob se cubrió de vergüenza*…

“El que no obrara conforme a la orden del rey, moriría. 51 En el mismo


tono escribió a todo su reino. Nombró inspectores para todo el pueblo
y ordenó a las ciudades de Judá que en cada una de ellas se
ofrecieran sacrificios. 52 Muchos del pueblo, todos los que
abandonaban la Ley, se unieron a ellos. Causaron males al país 53
y obligaron a Israel a ocultarse en toda suerte de refugios. 54 El día
quince del mes de Quisleu del año ciento cuarenta y cinco* levantó
el rey sobre el altar de los holocaustos la Abominación de la
Desolación*. También construyeron altares en las ciudades de
alrededor de Judá. 55 Quemaban incienso a las puertas de las casas
y en las plazas. 56 Rompían y echaban al fuego los libros de la Ley*
que podían hallar. 57 Al que encontraban con un ejemplar de la
Alianza en su poder, o bien descubrían que observaba los preceptos
de la Ley, era condenado a muerte por decisión real; 58 actuaban
violentamente contra los israelitas que sorprendían un mes y otro en
las ciudades. 59 El día veinticinco de cada mes* ofrecían sacrificios
en el ara que se alzaba sobre el altar de los holocaustos. 60 Las
mujeres que hacían circuncidar a sus hijos eran conducidas a la
muerte, conforme al edicto, 61 con sus criaturas colgadas al cuello.
La misma suerte corrían sus familiares y los que habían efectuado la
circuncisión. 62 Muchos en Israel se mantuvieron firmes y se
resistieron a comer cosa impura. 63 Prefirieron morir antes que
contaminarse con aquella comida y profanar la alianza santa; y
murieron…
“6,1 Poco tiempo después, el rey envió al ateniense Geronta para
obligar a los judíos a que abandonaran las costumbres de sus
antepasados y dejaran de vivir según las leyes de su Dios. Le mandó
2 además que contaminase el templo de Jerusalén, dedicándolo
a Zeus Olímpico, y el de Garizín, a Zeus Hospitalario, como lo
habían pedido los habitantes del lugar*. 3 Este recrudecimiento
del mal era para todos penoso e insoportable. 4 El templo estaba
lleno de desórdenes y orgías por parte de los paganos, que holgaban
con meretrices y andaban con mujeres* en los atrios sagrados, y
hasta introducían allí cosas prohibidas. 5 El altar estaba repleto de
víctimas ilícitas, prohibidas por las leyes. 6 No se podía ni celebrar el
sábado, ni guardar las fiestas patrias, ni siquiera confesarse judío; 7
antes bien, eran obligados con amarga violencia a la celebración
mensual del nacimiento del rey con un banquete sacrificial y, cuando
llegaba la fiesta de Dióniso, eran forzados a formar parte de su
cortejo, coronados de hiedra.”

Fragmento de: Escuela Bíblica de Jerusalén. “Biblia de Jerusalén”.


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1 Mac 2, 1-70
“21 Por aquel tiempo, Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón,
sacerdote del linaje de Joarib*, dejó Jerusalén y fue a establecerse
en Modín. 2 Tenía cinco hijos: Juan, por sobrenombre Gadí; 3 Simón,
llamado Tasí; 4 Judas, apodado Macabeo; 5 Eleazar, conocido como
Avarán; y Jonatán, llamado Afús*. 6 Al ver las impiedades que en
Judá y en Jerusalén se cometían, 7 exclamó: «¡Ay de mí! ¿He nacido
para ver la ruina de mi pueblo y la ruina de la ciudad santa, y para
estarme allí cuando es entregada en manos de enemigos y su
santuario en poder de extraños?
8 Ha quedado su templo como hombre sin honor*,
9 los objetos que eran su gloria, llevados como botín;
muertos en las plazas sus niños,
y sus jóvenes, víctimas de la espada enemiga.
10 ¿Qué pueblo no ha venido a heredar su reino
y a entrar en posesión de sus despojos?
11 Todos sus adornos le han sido arrancados,
y de libre que era, ha pasado a ser esclava.
12 Mirad nuestro santuario,
nuestra hermosura y nuestra gloria,
convertido en desierto;
miradlo profanado por los paganos.
13 ¿Para qué vivir más?»
“14 Matatías y sus hijos rasgaron sus vestidos, se vistieron de sayal
y se entregaron a un profundo duelo.
La prueba del sacrificio en Modín.
15 Los enviados del rey, encargados de imponer la apostasía,
llegaron a la ciudad de Modín para los sacrificios. 16 Muchos
israelitas acudieron donde ellos. También Matatías y sus hijos fueron
convocados. 17 Tomando entonces la palabra los enviados del rey,
se dirigieron a Matatías y le dijeron: «Tú eres jefe ilustre y poderoso
en esta ciudad, y estás bien apoyado de hijos y hermanos. 18
Acércate, pues, el primero y cumple la orden del rey, como la han
cumplido todas las naciones, los notables de Judá y los que han
quedado en Jerusalén. Entonces tú y tus hijos seréis contados entre
los amigos del rey*, y os veréis honrados, tú y tus hijos, con plata,
oro y numerosas dádivas.» ” “19 Matatías contestó con fuerte voz:
«Aunque todas las naciones que forman el imperio del rey le
obedezcan hasta abandonar cada uno el culto de sus antepasados y
acaten sus órdenes, 20 yo, mis hijos y mis hermanos nos
mantendremos en la alianza de nuestros antepasados. 21 El Cielo
nos guarde de abandonar la Ley y los preceptos. 22 No
obedeceremos las órdenes del rey ni nos desviaremos un ápice de
nuestro culto.» 23 Apenas había concluido de pronunciar estas
palabras, cuando un judío se adelantó, a la vista de todos, para
sacrificar en el altar de Modín, conforme al decreto real. 24 Al verlo
Matatías, se inflamó en celo y se estremecieron sus entrañas.
Encendido en justa cólera*, corrió y lo degolló sobre el altar. 25 Al
punto mató también al enviado del rey que obligaba a sacrificar y
destruyó el altar. “26 Emuló en su celo por la Ley la gesta de Pinjás
contra Zimrí, el hijo de Salú. 27 Luego, con fuerte voz, gritó Matatías
por la ciudad: «Todo aquel que sienta celo por la Ley y mantenga la
alianza, que me siga.» 28 Y dejando en la ciudad cuanto poseían,
huyeron él y sus hijos a las montañas.”

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