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A Los Pinches Chamacos
A Los Pinches Chamacos
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Francisco Hinoiosa A los pincbes chanlacos
pinche chamaco. Lo que inventas. Lo que dices. Tu imagina- v^ a pagar?, pregr-rntó el señor. Yo, dijo Maiana, y sacó 1a bi-
ción. Hasta que el señor Miranda nos llamó un día y nos dijo: lletera de su papi. Está bien. Escuchamos que 1e decía al co-
ya dejen, pinches chamacos. Dedíquense a otras cosas. Déjen- cinero pinches chamacos si serán bien ladrones.
se de chismeríos. Pónganse a jugar. Nos dio tres paletas hela- Nos dio 1as tres hamburguesas y 1as tres cocas. Comi-
das para que 1o dejáramos cle jorobar. mos. Y Mariana pagó.
En esos dias, para no aburrirnosl nos dedicamos a jun- Y ahora, ¿qué hacemos? Cállate, me calló Mariana. Mi
tar caracoles. Nos gustaba lanzarlos desde Ia azotea. O les echá- papi ya debe haberse dado cuenta de que le falta su billetera.
bamos sal para ver cómo se deshacían. O lo.s metíamos en los ¿Estás preocupadal ¿Por qué?, ya nos fuimos, ¿o no? Sí. Y aho-
buzones. En poco tiempo ya no había manera de encontrar un ra, ¿qué hacemos?
solo caracol en todo eljardín. Luego quisimos segr-rir juntando Vamos a platicar con el señor Mirancla.
piedras raras, pero alguien nos tiró la colección a la basura. O Rodrigo le hizo Ia parada a un taxi. Llévenos a la ca1le
deplanamente se la robó. de Argentina. ¿Quién va a pagar? Mariana le enseñó la billetera.
Pinches chamacos, ie robaron el dinero a sus papás, ¿verdad?
Fue entonces cuando decidimos escapar. Fue idea de Mariana. ¿Nos va a llevar o no?, le preguntó Rodrigo. Ustedes pagan, dijo.
Me puse mi chamarra y saqr,ré mi alcancía, Que la ver- El taxista nos llevó a unas pocas cuadras de ailí. Era
dad no iba a tener muchas monedas porque Concha toma di- una calle solitita. Ahora denme el dinero. No, qué, Miren, pin-
nero de allí cuando le falta para el gasto. Mariana también clies chamacos, o me lo dan o los mato. Es nuestro. Se los voy
salió con sLi chamarra y con la billetera de su papá. Hay que a robar como ustedes 1o robaron, ¿verdad? También tu alcan-
correrle, decia, si se dan cuenta nos agarran. Rodrigo no llevó cía, me dijo. Yo le di la alcancia. Así es, pinches chamacos. Y
nada, ahora bájense.
Caminamos como una hora. Llegamos a una plaza que Pinche viejo, dijo Mariana. Si hubiera tenido ia pistola,
ninguno de los tres conocíamos. ¿Y ahora?, preguntó Rodrigo. te doy un balazo, dijo Rodrigo. Deplanamente. Me clan ganas
Hay que descansar, pedí. Yo tengo hambre. Yo también. Va- de ahorcarlo. Sin dinero ya no podemos ir a un hotcl. Yo he
mos a un restaurante. ¿Dónde hay uno? Le podemos preguntar ido a muchos hoteles, dijo Rodrigo. Pero sin dinero... Por qué
a ese señor, Señor, ¿sabe dónde hay un restaurante? Sí, en esa no vamos con el señor Miranda a pedirle nLrestra pistola. Sí,
esquina, ¿qué no lo ven? eso es. La pistola. A ver así quién se ¿ltreve a robarnos.
Era un restaurante chiquito. Rodrigo nos contó que é1 Un señor nos dijo hacia dónde quedaba Argentina. Y
había ido a muchos restaurantes en su vida. La carta, le dijo a1 luego: ¿están perdidos? Sí, un poco perdidos. Sigan derecho,
señor. Nos trajo hamburguesas con queso y tres cocas. ¿euién derecho hasta Domínguez, ahí dan vuelta a la izquierda, ¿me
Francisco Hittoiosa A los pincb es ch am6cos
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Francisco Hiuo.Tosa A los pirtcb es ch amacos
haciala avenida, Fue culpa de ella. Además, así son las cosas, sus papás, que si saben qué hora
es, que si un hotel no es para
a mucha gente lamatan igual, en la calle; con pistola. No de- que jueguen los chamacos, que si
alquilar un cuarto cuesta, que
bes preocuparte. Dicen que te vas al cielo cuando te matan a dónde está el crinero. yáyase a la chingada,
dijo Rocrrigo alfin-
balazos, Sí, es cierto, yo ya había oído eso. ¿Túr crees que el mente, y todos echamos a correr.
señor Miranda también se vaya al cielo? Claro, tonto. Caminamos un rato hasta que Marianatuvo
una buena
Mariana le hizo Ia panda a un taxi. ¿A dónde vamos? idea' Ya sé, podríamos ir a dormir a
casade ra señora Ana Dul-
No tenemos dinero para pagarL. Ay, qué ingenuo eres, me di- ce. ¿Con esa pinche vieja? Sí, buey,
dijo Rodrigo, nos metemos
jo. A la calle de L6pez, dijo Rodrigo. ¿Cuál calle de Lopez? ¿Sa- a su casa, le damos un plomazo y
nos quedamos ailí a dormi¡.
ben qué hora es? No, le dije. Son las diez. ¿Nos va a 1levar o Puta, que si es buena idea...
no?, le preguntó Maliana. Miren, pinches chamacos, si sus pa- La señora Ana Dulce nos abrió.
¿eué quieren? ¿Nos deja
pás los dejan andar a estas horas tomando taxis no es mi pro- usar su teléfono?, le dijimos para guaseárnosla. pinches
chama-
blema, así es que largo, largo de aquí. Rodrigo sacó 1a pistola cos, ¿saben qué hora es? Nos metimos
a ra casa sin importar-
y le apuntó a Ia cara. ,Lh, pinche chamaco, además te voy a nos las amenazas de la vieja: yoy
a llamarle a Ia policia para
dar una paliza por andarme jodiendo. decirle que se escaparon de sus casas. yan
aver ra cueriza q'e
Y cuando le iba a quitar la pistola, Rodrigo disparó ei les van a poner' vi cómo Marianacriscutía
con Rodrigo. Ahora
plomazo con las dos manos. Le entró la bala por el ojo. Lo me toca a mí. Si tú no sabes... Al parecer
gan6Mariaiaporqlre
mandamos derechito al cielo, qué duda, tomó el arm^ y le disparó un plomazo
a la señora Ana Dulce.
Yo sé manejar, dijo Rodrigo. Pero no fue cierto, en Le dio en una pata. Luego disparó
por segund a vez, ¿eué t:rl?,
cuanto pudimos hacer a un lado a1 taxista. Rodrigo trató de dijo, te apuesto a que le di en er corazón. yo
pensabzr r. rnis-
echar a andar el coche y no pudo. Debes meterle primera. Ya mo' a pesar de que ra vieja chiilaba clel
dolor como unzr r.cu y
sé, ya sé. Déjame a mi, dijo Maiana. Se puso al volante, metió se retorcía en el piso. Al rato se
calló.
la primera y el coche caminó un poco, dando saltos. Mejor va- La guardamos en un clóset. Rodrigo
clecía clLre er¿r r.rn ca_
mos a pie, les dije. Sí, este coche no funciona muy bien. dáver. Luego cenamos pan con
mantequilla y mermelacl¿r ,,nos
Antes de abandonar el taxi, Rodrigo esculcó en los bol- metimos los tres ara cama con la pistola
ubalo a. lu a'noh¡cra.
sillos del taxista hasta que encontró el dinero. Hay más de cien
pesos. Quítale también el reloj. Luego lo vendemos. Mariana Durante los siguientes diez días
no le cJirnos prornazos a nadie
guardó el dinero, yo me puse el reloj y Rodrigo se escondió la más. Nos quedaba una bala. Íbamos
al iarqL,e toclas las
pistola en la chamarra. mañanas y comíamos y crormíamos
en casa crel iadáver, hasta
En el hotel fue la misma bronca, que si dónde están que el espantoso olor der cróset
nos hizo salir co'iencio cJe ailí.
'rlI
Ese clía tuvimos la mala pata de encontrarnos frente a Los tres teníamos la piyama puesta y ellos dos estaban descal-
frente con el papá de Mariana. ¡Pinches chamacos!, nos gritó' zos. Sólo yo tenía puestos los calcetines. ¿Me los prestas un ra-
¡Cómo los hemos buscadol ¡Van a ver la que
les esperal
to?, me pidió Mariana, está haciendo mucho frío. Se los presté.
Nos esperaba una que ni la imaginábamos'.. A todos
¿Y ahora qué hacemos? Ni modo que volver a casa del
nos agarraron a pafades y cuerazos y cachetadas y puntapiés' cadi¿ver Todavia tenemos la pistola, ¿o no?, poclemos meter-
Yo oía cómo gritabanMarianay Rodrigo. Mi mamá me dio un nos a una casa y mataf a quien nos abra. Ir{o seas buey, eso
puñetazo enla cara que me sacó sangre dela naú2, y mi papá, está cabrón. Además ya no tenemos balas. ¿Cómo se te ocllrre
un zopaco en la boca que casi me tira un diente. Por más que que ahorita alguien nos va a abrir la puertal Es cierto, somos
Iloraba, no dejaban de darme y darme como a un perro. unos matones. No es por eso.
Tañé un poco en dormirme. Pero en un ratito me des- Me dieron ganas de orinar del frío que estaba hacienclo.
perté con el ruido de un plomazo. Ya Rodrigo debe haberse Una parte me hice en los calzones y otra sobre ia llanta de un
echado a sus papás, pensé. Luego se empezaron a oír gritos. coche. Pinche cochino, me dijo Mariana. A Rodrigo le cho risa.
Mis papás se despertaron también y corrieron ala puerta para Caminamos un rato hasta qr-le nos encontramos con
ver qué pasaba, una casa que tenía las ventanas rotas. Debe estar abandonada.
La mamá de Rodrigo gritaba: ¡Lo mató, lo matÓ, 1o ma- Seguro. Terminamos de romper uno de 1os cristales y nos me-
tól ¡El pinche chamaco lo mató! Cálmese, señora, quién mató timos. Estaba oscurísimo.
a quién. Rodrigo saliÓ en ese momento con la pistola en la ma- Encontramos un cuarto en el que se metía un poqr.rito
no. Córrele, me dijo a mí, antes de que nos agarren. Esto es la de ia lr,rz de la calle. Hicimos a un lado los escombros y nos
guerra. ¿Y Mariana?, le pregunté. Hay que ir por ella. No, qué, echamos al piso, muy juntos pare tratx de calentarnos, hasta
córrele, que nos quedamos dormidos, alfinmente dormidos.
Y sí: corrimos a madres. Fue un alivio encontrarnos A la mañana siguiente, con los huesos adoloriclos, cles-
con nuestra amiga en la calle. Ya se echó a sus papás, le anun- perté a ios otros. Pudimos ver ahora sí el cuarto en el qr,re ha-
cié. Puta, dijo Mariana, eso me imaginé. Y nos echamos a co- bíamos dormido. Estaba muy hírmedo y sucio. Había laras
rrer como si nos persiguiera una manada de perros rabiosos. vacías de cerueza, colillas de cigaros, bolsas cle plirstico, cirs-
Nos paramos hasta que Rodrigo se tropezÓ con una piedra y caras de narunja y cantidad de tierra. OIia a puritita miercia,
fue a dar al suelo. Le salia sangre dela cabeza. Mariana tiritaba de frío, aunqLle estaba calientísima. Es
Qué madrazo me di, nos diio medio apendeiado. Y sí calentura, estoy seguro, les dije. IJn calenturón como paru IIa-
que era un buen madrazo, Hasta se 1e veía un poco el hueso. marle al doctor. Cr,rál doctoq se encabronó Rodrigo.
¿eué sien-
tes?, le pregunté. Ella ni me contestó. Sólo tiritaba y tiritabe.
Francisco Hittoiosa A los pincb es cb ama,cos