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FACULTAD DE CIENCIAS ECONOMICAS ADMINISTRATIVAS Y FINANCERAS

ECO 400 C
PRACTICO N° 12
POLITICA ECONOMICA DE LOS HITOS DE BOLIVIA
FLORES NOELIA 216019230
LIC. LOPEZ LOAIZA EDGAR
20-05-19
HITO 8. - ERA DEL GAS (1964- 1978).
El caso del petróleo es ilustrativo. Bolivia había pasado (años 50) a ser país exportador en
pequeñísima escala. En este gobierno llego al máximo de su capacidad (1975) con una
exportación de 2.105.302 m3. A partir de entonces se produjo una reducción hasta
prácticamente cesar de exportar y mantener años después un difícil abastecimiento del
mercado interno. YPFB, tradicionalmente una de las pocas empresas estatales solventes,
entró en una espiral preocupante de pérdidas. Hay que mencionar también el nuevo código
de Hidrocarburos que permitió a más de 15 empresas extranjeras iniciar trabajos de
prospección en Bolivia con el sistema de contratos de operación y explotación con YPFB.
La producción petrolífera del período 1971-1978 fue, como dijimos, la mayor de la historia
de YPFB. E11971 se produjeron casi 40.000 barriles día, en 1973 se tocó el pico más alto
con una producción de casi 48.000 barriles, para terminar en 1978 con una producción
diaria de alrededor de 28.000. Estas cifras incluyen la producción combinada de YPFB y
las empresas contratistas. En les años posteriores el país pudo abastecer su consumo y
lograr incrementos que mantuvieran equilibrada la curva ascendente de consumo con la de
producción, pero no se pudo pensar más en la exportación de petróleo crudo. Pero lo grave
de esa etapa fueron las falsas expectativas que se generaron en el país y las inversiones
desmesuradas en refinerías e instalaciones que se sobredimensionaron.
La preeminencia incuestionable del estaño como materia prima de exportación en la
primera mitad de este siglo, comenzó a sufrir variaciones importantes en el período 1950 -
1975 y dramáticas en el período 1975 - 1986. El gobierno del MNR se empeñó con éxito en
el crecimiento de la producción petrolífera incluso exportable. En los años setenta se pasó
del máximo de exportación de crudo a la crisis que obligó a acortarla radicalmente para
poder abastecer el consumo interno, pero también en esos años se confirmó nuestra
riqueza gasífera.
En ese contexto los minerales fueron cada vez menos importantes como rubro de
exportación, hasta la crisis radical de 1985 que convirtió al gas en nuestro primer ingreso
de exportación. Esto fue posible porque en la década de los años setenta se confirme que
Bolivia es un país con reservas de gas mucho más que de petróleo. Nuestro subsuelo
poseía varios trillones de m3 de gas que, racionalmente consumidos internamente y sobre
todo exportados, significan una importante y creciente fuente de ingresos.
La inicial ilusión de ser productores de petróleo para la exportación fue sustituida por la
realidad de ser una nación con buenas reservas de gas, que colocara a Bolivia en posición
ventajosa, sobre todo por el alto nivel de consumo de nuestros dos vecinos más grandes,
Brasil y la Argentina. La producción boliviana de gas natural creció notablemente de 1964
(algo menos de 20 millones de pies cúbicos día) a 1971 (150 millones de pies cúbicos día).
Esto permitió la suscripción de un importante convenio de venta de gas a la Argentina que
Barrientos firmó con su colega Juan Carlos Onganía el 23 de julio de 1968, que establecía
un compromiso de venta por veinte años al precio de 0,225 dólares por millar de pies
cúbicos en volumen de 141 millones de pies cúbicos día. En su mejor momento (1976)
Bolivia recibió un pago de 4,46 dólares por millar de pies cúbicos exportados, luego el precio
fue declinando hasta que en los años noventa cayó por debajo de un dólar por MPC. Bolivia
inició la exportación el 29 de abril de 1972 en el gobierno de Banzer una vez que se terminó
la construcción del gasoducto que nos unía con Buenos Aires.
La importancia del gas en la economía nacional fue creciendo hasta superar el 50 % del
total de nuestros ingresos por exportaciones en la primera mitad de los años ochenta. En
ese momento el país recibió más divisas por el gas que por nuestros minerales. Esa
situación volvió a cambiar y el gas declinó en importancia, siempre en relación estrecha con
el precio internacional, tanto del gas como de los minerales. Pero desde los años setenta
se convirtió en un componente esencial de nuestra economía exportadora. En 1972
producíamos 195 millones de pies3 día, en 1978 llegamos a una producción de 225 millones
de pies3 día.
La inyección económica que representó la venta de gas a la Argentina llevó al gobierno a
iniciar una negociación con el Brasil un consumidor potencial mucho mayor que nuestro
vecino del sur. El 22 de mayo de 1974 los presidentes Hugo Banzer de Bolivia y Ernesto
Geisel del Brasil, suscribieron un acuerdo de cooperación y cornplementación en
Cochabamba. Lo más importante del documento era el compromiso de Bolivia de vender al
Brasil 240 millones de pies3 día por veinte años, a cambio de la instalación de un complejo
industrial en el sudeste del país con una planta siderúrgica, una petroquímica y una fábrica
de cemento. Pero tan ambicioso proyecto se frustró, la razón fundamental fue una cerril
oposición interna liderizada por los grupos más recalcitrantes de izquierda nacional que
acusaron a Banzer de entreguista, sosteniendo que el gas boliviano debía usarse
íntegramente en el desarrollo interno. El Presidente, a pesar de su poder casi omnímodo,
no se atrevió a insistir (aunque en 1977 volvió a firmar un acuerdo ratificatorio con Geisel).
Probablemente las tensiones internas del gobierno fueron obstáculos mayores que la propia
oposición. Sectores políticos y militares del gobierno estaban fuertemente influidos por las
ideas nacionalistas de los años cincuenta. Tampoco ayudó la subida espectacular de los
precios del petróleo, que desanimaron al Brasil de empeñarse en la concreción del
convenio. El hecho es que esa frustrada venta fue uno de los mayores fracasos del gobierno
de Banzer en su gestión y postergó las posibilidades reales de un gran crecimiento
económico del país.
HITO 9.- HIPERINFLACION (1982-1985)
Cuando se hace referencia a economías enloquecidas, basta un paseo por la Bolivia de la
década de los 80 para exponer un claro ejemplo de ello. El país altiplánico vivió un período
desastroso entre 1982-1987. Sin embargo, este contexto gris fue gestándose en años
anteriores, debido a tres razones: a) la inestabilidad política protagonizada por
insurrecciones militares (desde 1978 a 1982 desfilaron 10 presidentes por el Palacio
Quemado); b) el desplome del precio del estaño que conllevó la disminución de los ingresos
fiscales; c) un aumento salvaje de deuda externa de corto plazo que terminó en una
suspensión de pagos al poco tiempo.
En los albores de 1982, asume el mandato de la presidencia boliviana Hernán Siles Zuazo
(1982-1985), el cual agrietó aún más la economía con un gasto fiscal desaforado y una
política cambiaria llena de controles.
Durante estos años, se intentaron revertir las deformaciones económicas, representadas
en la elevada inflación y la cotización mercado paralelo de divisas, con medidas paliativas
como el recurrente aumento salarial, devaluaciones frecuentes y pequeños ajustes de
precios de unos cuantos productos. Pero no enfrentaban el enorme déficit fiscal y omitían
la distorsión de tener un tipo de cambio desalineado. Por citar unas cifras: en el año 1982
el dólar oficial estaba fijado en 200 bolivianos y en el paralelo se cotizaba a 283. No
obstante, en 1985 estaba impuesto oficialmente en un valor de 75.000 bolivianos y en el
mercado negro ya se transaba con un número sideral cercano al 1.050.000. Por estos y
otros motivos, la aceleración de los precios continuaba desenfrenada. Finalmente, los dos
últimos años -1984 y 1985- de mando de Siles Zuazo, concluyen con una inflación de
2.177% y 8.171%, respectivamente.
Al profundizarse el caos social y el desconcierto en todos los ámbitos, Siles Zuazo convoca
a elecciones anticipadas. En esos comicios es elegido presidente Víctor Paz Estenssoro
(1985-1989). En el primer mes de gobierno, se redireccionó la política económica por medio
de rigurosas medidas, entre las cuales destaca la unificación cambiaria y las reducciones
del déficit fiscal que implicaron dolorosos congelamientos de salarios y cese de inversiones
públicas.
Básicamente, fue un tratamiento de shock que consistía en buscar oxígeno financiero, por
lo cual nacieron nuevos impuestos y se formalizó la liberación de los mercados de bienes y
servicios, financieros y laborales. Todo esto fue soportado con políticas monetarias y
fiscales disciplinadas. Asimismo, se destacan las resoluciones orientadas hacia la apertura
comercial exterior con aranceles uniformes y la disminución de la participación estatal en
todas las actividades económicas.
Los correctivos fueron severos, porque no hubo un incremento salarial en el momento
(aunque posteriormente se creó un sistema de indexación de remuneraciones anclados al
tipo de cambio) ni ninguna compensación para atenuar todos los ajustes económicos que
sufrieron los bolivianos (las pocas atenciones de política social fueron posibles gracias a
donativos del extranjero). Sin embargo, sirvieron para superar la hiperinflación en menos
de un año. A partir de 1986, la economía pasó de tormentosas tasas inflacionarias de 3
dígitos mensuales a cifras de 2 dígitos anuales.
En estos tiempos que corren, Bolivia navega con un crecimiento económico envidiable de
4% -en promedio- en los últimos 10 años, conjuntamente con una inflación moderada de
6% en dicho período. Y gracias a la estabilidad de esta época, ha podido recibir inversión
extranjera como nunca antes de su historia reciente, la cual se ha aprovechado para
dinamizar sectores económicos no tradicionales que han contribuido en la reducción del
desempleo. Por si fuera poco, últimamente el país ha recibido elogios internacionales por
sus avances en la disminución de la pobreza y la modernización de su gestión pública.
HITO 10: EL NEOLIBERALISMO DEL 21060 (1985)
21060: Cuando convirtieron a Bolivia en neoliberal
Agosto de 1985. Con la promulgación del Decreto Supremo 21060 comenzó en Bolivia el
reemplazo de los esquemas de política económica, los lineamientos y el patrón de
desarrollo, basados en el modelo de la sustitución de importaciones, por otro que tenía
como eje el juego del mercado: el neoliberalismo.
Hasta ese entonces, el Estado participaba como agente productor en el proceso de
industrialización y como proveedor de infraestructura de apoyo a la industria manufacturera
que competía con las importaciones. El estatismo que resultó de la revolución nacional de
1952 logró importantes avances en las condiciones de vida de la población, pero entró en
crisis. Según un estudio de la Unidad de Análisis de la Política Económica (Udape)— este
modelo estatista “condujo a una ineficiencia en la asignación de los recursos y a una
insuficiente generación de ahorro interno para financiar la inversión requerida en un proceso
de crecimiento sostenido”. El agotamiento del modelo fue acelerado por la crisis de deuda
externa a partir de 1982 y luego un proceso hiperinflacionario sin precedentes provocó una
permanente caída del Producto Interno Bruto (PIB) percápita en una relación de 100, en
1980, a 81,87 en 1985[2]. Bolivia enfrentaba las consecuencias de la aplicación de lo que
el economista Horst Grebe llamó el “modelo de excedente sin acumulación”.
La Nueva Política Económica (NPE) puesta en vigencia por el gobierno de Víctor Paz
Estenssoro (1985-1989), a la que el gobierno de Jaime Paz Zamora (1989-1993) le dio
continuidad, permitió a Bolivia superar el proceso hiperinflacionario que afectó al país en la
primera mitad de la década de los años 80. Con la aplicación del nuevo modelo, se logró la
estabilidad económica, pero no se llegó a alcanzar los niveles de crecimiento necesarios
para superar los altos niveles de pobreza que se registran en el país.
Entre otros objetivos, la aplicación de la NPE buscaba reducir la participación del Estado
en la economía, estimulando un rol cada vez más activo para el sector privado. Con ese
objetivo, el régimen de Paz Zamora impulsó procesos de transferencia de las empresas
estatales, aprobó nuevas leyes que permitieron al sector privado ingresar a los sectores
minero e hidrocarburífero, además que impulsó una nueva Ley de Inversiones que, entre
otros aspectos, garantizaba la libertad total para la reexportación de utilidades a los
potenciales inversionistas privados.
Fiel a las recomendaciones de los organismos internacionales de financiamiento, el
gobierno de Paz Zamora quería “achicar el Estado” para lo cual impulsó la aprobación de
una Ley de Privatización que autorizaba la venta de las empresas de las Corporaciones de
Desarrollo, pero no las estratégicas. Sin embargo, pese a lograr algunas exitosas
transferencias de empresas estatales al sector privado, como el caso del ingenio azucarero
Guabirá, el proceso no logró los objetivos esperados y fracasó en su intento más importante:
la privatización del Lloyd Aéreo Boliviano (LAB).
Desde la óptica del nuevo modelo, el sector privado estaba en mejores condiciones que el
Estado para hacerse cargo de los sectores productivos; la transferencia permitiría al fisco
contar con recursos de disponibilidad inmediata para proyectos de inversión social y
también alejaría a las empresas estatales de la corrupción y la ineficiencia que habían
caracterizado su funcionamiento. En los esquemas neoliberales, la privatización de las
empresas estatales tenía también ventajas financieras para el Estado, el fortalecimiento del
mercado de capitales y la reducción de los monopolios.
Sin embargo, la transferencia de las empresas del Estado no era aceptada por las
organizaciones populares y también despertó sospechas acerca su transparencia. La
privatización, desde el punto de vista de los trabajadores, implicaba la enajenación del
patrimonio nacional y el rechazo a esa posibilidad se convirtió en aglutinador de la protesta
popular. Incluso el MNR, el partido que había impulsado la vigencia del neoliberalismo en
Bolivia, frenó la Ley de Privatización por más de un mes con un recurso de nulidad
presentado ante la Corte Suprema de Justicia.
HITO N° 11

LA CAPITALIZACION (1995-1996) POLITICA ECONOMICA CAPITALISTA

Producto del proceso de “capitalización” (privatización), el consorcio anglo-estadounidense


ENRON-SHELL se adjudicó la unidad “Transportadora Boliviana de Hidrocarburos”. La
unidad de exploración y producción “Andina”, Sociedad Anónima Mixta (SAM) fue
transferida al consorcio YPF S.A. Pérez Companc-Pluspetrol (Argentina). La unidad de
exploración y explotación “Chaco”, Sociedad Anónima Mixta (SAM) quedó en poder del
consorcio Amoco Bolivia Petroleum Co. (EEUU).

Según el ingeniero Enrique Mariaca Bilbao, exministro de Energía e Hidrocarburos y


expresidente de YPFB, la “capitalización” se produjo, en primer lugar, sin tener en cuenta
el valor de las reservas probadas de la empresa estatal, calculado, de manera
conservadora, en $us. 12 mil millones.

En segundo lugar, no se tomó en cuenta que el 75% del mercado interno de derivados de
hidrocarburos era atendido con el petróleo de YPFB, el cual entraba a las refinerías al precio
de $us. 7.74 el barril, frente al precio internacional de $us. 21.34 que cobran las
transnacionales. La elevación del precio de los hidrocarburos en el mercado interno
lesionará la competitividad de la industria nacional e incrementará el costo de vida.

En tercer lugar, pese a que PETROBRAS financió, a través de la empresa estatal boliviana,
la mayor parte del gasoducto al Brasil, razón por la que la composición accionaria del
proyecto debió ser YPFB 85% y PETROBRAS 15%, esos porcentajes fueron
arbitrariamente alterados de la siguiente manera: YPFB 25,5%, ENRON-SHELL 59,5% y
PETROBRAS 15%.

En cuarto lugar, se cambiaron las definiciones de “petróleo existente” y “petróleo nuevo”,


ardid que permitió a los capitalizadores de las áreas de exploración y producción pagar un
tributo del 18% en lugar del 50%, como estaba establecido. Las pérdidas para el país por
esta rebaja ascenderían a más de $us. 2.400 millones, en los próximos 20 años.

En quinto lugar, los gobiernos de Paz Estenssoro, Paz Zamora y Gonzalo Sánchez de
Lozada paralizaron, de manera premeditada, los proyectos de uso interno del gas natural.
Ese mercado interno fue explotado por las transnacionales.

Capitalización es un paradigma/respuesta a un modelo de Estado liquidado. Surge a partir


de la situación de quiebra institucional y en muchos casos financiera- de empresas públicas
estatales, y por la marcada incapacidad del Estado en liderar la Nación por rumbos de la
modernidad.

En ese momento, determinado no había respuestas a la situación de emergencia de las


empresas del Estado. Si bien habían cumplido un primer rol de integradoras y articuladoras
del desarrollo territorial de la Nación, por otro lado se relegaron a tal punto que eran cargas
insoportables para el Estado que -entrada ya la década del noventa- recibía los ventarrones
de un nuevo modelo comercial, económico, político, social y de integración regional y
subregional: la globalización y los mecanismos impuestos por capitalismos a gran escala
que no hubieran permitido, de todos modos, la subsistencia de empresas estatales tal y
como se las conocía/concebía antes de la capitalización.

En esa nueva lógica la falta de capitales del Estado, cuyas arcas se habían agotado
prácticamente tras serios procesos no-responsables de “modernización” y “privatización”
de empresas estatales, imposibilitaba a que sea el propio Estado el que responda a la crisis
de ENDE, LAB, ENFE, YPFB y ENTEL.

En el lado privado nacional, de igual forma, los siempre mal apoyados empresarios no
podían hacerse cargo de esas empresas estatales que si bien es cierto prometían
rentabilidad a largo plazo, exigían la inyección inmediata de dineros frescos no sólo para
rehabilitarlas y relanzarlas como competidoras en el mercado interno, sino para hacerlas
atractivas a ojos de empresarios extranjeros interesados en inversiones en rubros
emergentes: exploración de hidrocarburos, comercio de aeronavegación y
telecomunicaciones.

Por tanto: ni el Estado ni los privados podían, en ese momento, y en un escenario de


desesperación nacional tras un manejo discrecional del aparato estatal que ahogaba a
Bolivia y la constreñía a encerrarse en un siglo XX amargo y atrasado, dar respuestas
técnico/políticas a una realidad concreta: el aparato estatal productivo y de servicios estaba
a puertas de su propia muerte.

La capitalización surge, entonces, como el paradigma que en el siglo XXI rescata las otrora
poderosas empresas estatales nacionales y las convierte en eficientes, eficaces y altamente
competitivas empresas de servicios al ciudadano administradas con modelos de gerencia
de fuerte liderazgo sinérgico y proactivo.

Lógicamente de no haberse puesto en marcha la capitalización y al gozar los capitales


extranjeros de suficiente racionalidad y movilidad jamás hubieran dirigido sus inversiones a
empresas estatales en condiciones deficitarias. Ni menos invertir en empresas sin
posibilidad de rentabilidad mediata.

Para entender y aprehender el proceso de capitalización en Bolivia es necesario,


comprender el entorno social, político y particularmente económico en el que se encontraba
la República antes de la capitalización.

La crisis del aparato productivo boliviano junto al agotamiento de su modelo agrícola de


explotación, además de la virtual quiebra del sistema de mono-producción de minerales no
competitivos para mercados internacionales, y sin que existiera la posibilidad de
diversificarlos, configuraron un escenario con indicadores macroeconómicos en negativo.
Acorralando de esta forma cualquier iniciativa que no parta por una profunda reforma del
propio Estado.

A ello se sumó la crisis del sistema privado de producción, por la paralización del aparato
institucional estatal que fungía como principal demandante de bienes y servicios. La reforma
al Estado introducida en 1993 redujo fundamentalmente la concepción de Estado
prebendal/consumidor, dando así los primeros pasos de lo que años más tarde -hacia fines
de 1995- se consolidaría como Estado normador y regulador.

Otro de los factores que aceleró la inserción del proceso de capitalización como instrumento
económico-político de transformación del Estado boliviano fue la galopante globalización y
especialización de la economía, devastadores en un país sin “modelos” modernos en
gerencia, administración, gestión de las finanzas y de larga tradición burocrática

La inercia en mecanismos de integración regionales y subregionales y los obsoletos niveles


de tecnología y competencia de la información forzaron a re/pensar la marcha de la
sociedad a partir de una profunda revolución propiciada, cabalmente, por la capitalización
que permitió desechar el modelo de Estado que desde 1952, alentaba: una política de
intervención estatal a la producción, anulando así la imaginación privada y dando pié a una
gama de “empresas” del Estado, manejadas con criterios sectarios antes que técnicos.

¿Capitalización es privatización?

La capitalización se contrapone a aquellos criterios que la tildan de privatización en razón


a que el Estado, en ese momento, garantizó a las nuevas generaciones de bolivianos/as
poder contar con empresas “estratégicas” en un porcentaje que promueva una soberanía
moderna y viable, porque la inversión en capitalización es en paquetes accionarios
compartidos entre inversores internacionales con el Estado.

La privatización es, por el contrario, un procedimiento en el que el Estado vende sus


empresas consideradas estratégicas y administre -de la noche a la mañana- un capital
gigantesco por el valor de venta de las empresas estatales y que ese capital sea
despilfarrado en gasto social no sostenible en un lapso muy corto, produciéndose entonces
un efecto devastador para la República: deshacerse de empresas monopólicas
fundamentales (hidrocarburos, transportes, telecomunicaciones) e inviabilizar el futuro de
nuevas generaciones por falta de recursos financieros.

En todo caso, en Bolivia se ha intentado hacer procesos de privatización de empresas


estatales, entre el periodo gubernativo 1989-1993, mismo que no sólo ha generado
profundas insatisfacciones ciudadanas, sino que se han cubierto de un velo de corruptela
repudiable.

La principal característica de la capitalización es la asociación de esfuerzos: por un lado,


capitales extranjeros, frescos, y en base a inversiones planificadas y en búsqueda de
rentabilidad. Por otro lado, la sociedad civil, los propios ciudadanos que se han convertido
en actores del proceso por primera vez en la historia de la República, al ser considerados
accionistas de las empresas capitalizadas.

Hoy existen idóneos mecanismos de administración de esas acciones manejadas por


Administradoras de Fondos de Pensiones, cuya responsabilidad es cuidar el dinero de las
acciones que representa casi 1500 millones de dólares, mismos que por el efecto
multiplicador de economías de escala en servicios y productos de las capitalizadas pueda
multiplicarse, fácilmente, en un capital de 5000 millones de dólares en los próximos seis
años.

Con la capitalización el Estado no ha vendido nada. No se ha deshecho de ninguna de sus


empresas estatales estratégicas -como hubiera ocurrido en una venta o “privatización”, lo
que hizo fue adquirir nuevos capitales internacionales, conservando las empresas,
incrementando sus patrimonios y relanzándolas como empresas competitivas en sus
respectivos rubros.

El estado post – capitalización

Con la capitalización –y su sustento fundamental en la regulación- un nuevo modelo de


Estado inauguró el siglo XXI.

Abre la nueva época en que otrora empresas estatales eran absurdos modelos de una
soberanía de lo imposible, y se liberan fuerzas de un capitalismo privado
revolucionador/evolucionador, productivo y de efectos multiplicadores.

Caso YPFB La capitalización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos YPFB es


paradigmática.

Resulta ser la operación estrella de todo el proceso de inyección de capitales a la economía


nacional.

Inicialmente antes del proceso per sé, el Estado definió por vez primera en la historia una
verdadera política de Estado en materia de hidrocarburos: un triángulo energético que tomó
en consideración una legislación de hidrocarburos, las exportaciones de gas y la
capitalización del sector.

La espectativa fue enorme: casi 40 empresas y holdings internacionales se presentaron al


proceso de selección de socios estratégicos para las unidades de exploración, transporte,
comercialización y explotación de YPFB.

Previamente se constituyeron tres empresas con acciones estatales y privadas: la empresa


Petrolera Andina SAM, capitalizada por el socio estratégico liderado por el consorcio
YPFArgentina-Perez Companc-PlusPetrol con un aporte de 265 millones de dólares,
superando en casi 200 veces el valor en libros de esa unidad de exploración y producción
de YPFB.

La segunda empresa –también a cargo de exploración y producción- fue la empresa


Petrolera Chaco SAM recibiendo de socio estratégico a la Amoco Petroleum corporation
que realizó el mayor aporte de capitales, superando los 305 millones de dólares el
equivalente a más de 200 veces el valor en libros de esa ex unidad de YPFB.

Finalmente, el tercer socio estratégico capitalista fue el consorcio Enron – Shell Overseas
Holding que aportó 263 millones de dólares para la capitalización de la denominada
Transredes (transportadora de ductos SAM).
Las inversiones internacionales en el sector hidrocarburos representaron, únicamente en
exploración, producción y transporte por ductos, cifras que rondan los 850 millones de
dólares inyectados en dos bloques petroleros en los que está dividida Bolivia.

Los socios capitalizadores fueron elegidos con criterios técnicos ampliamente debatidos y
de exigencia internacional: se les pidió contar con experticia en operaciones de
hidrocarburos, un patrimonio neto de 1000 millones de dólares (para el capitalizador de
Chaco SAM) y de no menos de 500 millones de dólares para el capitalizador de Andina
SAM, además de estar certificados como productores de crudo por 20 millones de dólares
anuales. El socio que capitalizó los ductos, de igual forma, debió probar un patrimonio neto
superior a 800 millones de dólares y tener experiencia en administración y gestión de
transporte de hidrocarburos por ductos.

Impositivamente el Estado salió beneficiado, ya que las regalías por producción


representaran para arcas gubernamentales el equivalente al 18 % del valor, habiendo un
mayor excedente impositivo a favor del Estado por la venta de gas al Brasil y a otros
mercados.

YPFB Residual ha quedado con la administración de las refinerías, servicios de almacenaje,


engarrafadoras, servicios de combustibles aéreos y como un comercializador mayorista de
hidrocarburos en territorio nacional, unidades últimas que con el concurso de socios
estratégicos capitalizadores y de los propios ex empleados y empleados se van a constituir
en unidades de negocio haciéndolas más eficientes y competitivas.

HITO 12. Nacionalización II, Evo (2006 – 2009)


Política monetaria, cambiaria e inflación
Las políticas monetaria y fiscal son dos herramientas importantes de la política económica
de los países con economía de mercado. Con ellas se busca promover el crecimiento
económico, el empleo y el bienestar socioeconómico a corto y medio plazo (Mankiw, 2003;
Fernández & Parejo, 1995; Cuadrado & Mancha, 1995).
El control de los precios y una reducida inflación son dos aspectos vitales de la
estabilización macroeconómica y el crecimiento. Una baja tasa de inflación alienta la
inversión pública y privada, pues hay una relación estrecha entre esta y la tasa de interés
nominal. De acuerdo con Fisher (1930), ambas estimulan el empleo y el producto nacional.
Por otra parte, una reducida inflación genera certidumbre y atrae inversión extranjera,
elemento adicional que potencia la actividad económica y mejora la eficiencia en la
utilización de los recursos productivos.
En el aspecto social, una inflación baja preserva el poder adquisitivo y favorece a las capas
de la población más vulnerables, las cuales preservan su consumo y estimulan con ello la
demanda agregada; también se evita la injusta redistribución de riqueza de acreedores a
deudores y por ende se genera mayor confianza en la estabilización económica.
En Bolivia se impulsó "La Nueva Política Económica" cuyo objetivo principal era lograr la
estabilización como requisito para el crecimiento y justicia social. Con el plan se unificó la
tasa de cambio y también fue posible la coordinación de la política fiscal y monetaria. En
materia de inflación se logró la reducción de precios desde un nivel de 335.75 % en el
periodo 1982-1988 hasta un nivel de 28.7 % en el periodo de 1986-2000. Posteriormente la
inflación se redujo a 2.6 % entre 2001-2004, periodo anterior a la toma del poder del actual
mandatario Evo Morales (IFS, 2007).
La baja inflación y el control sobre la misma sentaron las bases para estimular el crecimiento
económico posterior e influir en el ambiente político. disminuyendo las tensiones sociales
que reivindicaban los grupos de la sociedad menos favorecidos.
El Banco Central de Bolivia BCB (2011) se impuso como objetivos el control de la inflación
y la preservación del poder adquisitivo de la moneda, para contribuir con ello al crecimiento
sostenido y la mejora del bienestar de los bolivianos. Por ello y con la promulgación de la
Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia en 2008, el BCB encauzó sus
metas finales a la consecución de altas tasas de crecimiento con una inflación controlada.
No obstante, en el periodo 20062014 la inflación repuntó a un promedio de 5.65. La inflación
moderada contribuyó a mantener la estabilidad macroeconómica y el crecimiento en el
periodo analizado.
Por la Ley 1670 el BCB asumió el compromiso de fomentar el desarrollo económico y social
del país. Además de la gestión monetaria, el BCB también tiene a cargo la política
cambiaria, la cual se mantuvo restrictiva en el periodo de análisis para estimular el control
de la inflación, pero con un sesgo hacia la mejora de la competitividad nacional. La política
cambiaria es un régimen de crawling peg o de tipo de cambio deslizante y sirvió para anclar
y mantener el control de la inflación.
De acuerdo con el BCB (2009), el papel de la política cambiaria tiene como objetivos los de
procurar un entorno de baja inflación, conseguir la estabilidad financiera y atenuar los
choques externos.
La política cambiaria de Bolivia ha sido prudente, aspecto que contribuyó con el crecimiento
y la estabilidad macroeconómica evitando la volatilidad del tipo de cambio. Con ella también
se consiguió un aumento del volumen de reservas desde un 12.1 % hasta un 48.4 % con
relación al PIB en el periodo 2006-2014 (Johnston & Lefebvre, 2014). Las causas de los
aumentos en reservas tienen relación directa con el incremento de las exportaciones de
materias primas a países emergentes como India y China y una política de ahorro prudente.
Las reservas internacionales actúan también como un amortiguador de los choques
externos y evitan las crisis de la balanza de pagos, con lo cual se propicia un crecimiento
estable.
Una conclusión parcial es la de que el crecimiento de Bolivia a lo largo del periodo 2008-
2014, en particular en los años 2013-2014, fue sostenido por un aumento de la demanda
interna gracias a la liquidez de una política monetaria expansiva y contra cíclica del BCB,
el cual redujo la tasa de interés y estimuló la inversión pública y privada. A ello contribuyó
una acertada política cambiaria que hizo las exportaciones competitivas en los mercados
externos.
La política fiscal
En años anteriores al Gobierno de Evo Morales, Bolivia presentaba recurrentes déficits
fiscales dado que los gastos gubernamentales superaban el ingreso del país. Posterior a
2006, las cuentas se tornaron positivas y aunque el gasto fue creciente los ingresos lo
superaron, permitiendo que la nación aumentara el acervo de ahorro necesario para la
estabilización económica y el crecimiento. Con ello se evitó el financiamiento externo y la
des acumulación de capital.
Un aspecto importante de la política fiscal fue el hecho de que, además de sufragar el gasto
público, contribuyó a dinamizar la actividad económica, impulsar la generación de riqueza,
el empleo y bienestar ciudadanos, aspectos esenciales de la estabilidad política del país
andino.
Los gestores de la política económica estimularon el gasto público productivo y obtuvieron
superávits fiscales de cierta importancia y por ello se evitaron grandes tensiones en los
programas de deuda pública. La teoría y la práctica económica confirman (Fisher &
Dornbusch, 1998) que los aumentos de la deuda con relación al PIB deterioran el gasto
social, empobrecen y son causa de graves crisis sociales que afectan la estabilidad
económica y política.
Los superávits fiscales se obtuvieron por una política prudente de ahorro y nacionalización
de los recursos primarios y fueron un factor que apuntaló el desarrollo económico y social
de Bolivia.
A mediados de 2004 Bolivia hizo un referendo para nacionalizar los ingresos del sector de
hidrocarburos. A partir de este momento el Estado pasó a cumplir un papel determinante
como promotor del cambio social y económico. En mayo de 2006 Evo Morales renacionalizó
los sectores del gas e hidrocarburos; con ello aumentó el volumen de recursos estatales,
facilitó la estabilización y la gestión de la política económica que condujeron al crecimiento
con estabilidad de la economía boliviana.
Los ingresos fiscales provenientes de los hidrocarburos aumentaron desde el 9.8 % en 2005
hasta un tope de 35.6 % en 2013.
Los ingresos del Estado también provienen de los impuestos directos e indirectos. De
acuerdo con el Nuevo Modelo de Economía Plural (2011) y el Ministerio de Economía y
Finanzas (2011), el total de los ingresos mejoró en el periodo 2006-2014, como resultado
del fuerte control y explotación de los recursos naturales estratégicos: hidrocarburos,
minería, electricidad, telecomunicaciones. Por lo mismo, el gasto público fue uno de los
pilares más importantes de la política fiscal de Bolivia. A partir de 2006 la inversión pública
pasó a convertirse en una prioridad del Gobierno, por ello entre 2006-2014 el monto de la
misma se duplicó al pasar del 6.7 % al 13.4 % con relación al PIB.
El gasto público tiene cuatro componentes principales: infraestructura, inversión productiva,
social y gasto multisectorial. El gasto en infraestructura fue crucial para afianzar el camino
a la modernización de la economía y es un componente importante de la demanda
agregada doméstica, con gran efecto multiplicador sobre el ingreso (Keynes, 1971). El
gasto en infraestructura también fue parte de la fuerza motriz que dinamizó la economía y
mejoró la productividad; además contribuyó a cambiar la matriz productiva.
La política fiscal de Bolivia también incluyó subsidios a los sectores menos favorecidos de
la población. Sus objetivos: mejorar el consumo doméstico y la inversión del sector
industrial. Es importante señalar que los subsidios actuaron como estabilizadores
automáticos de carácter anticíclico y por lo mismo fueron una herramienta que amortiguó el
impacto de las crisis externas, como la de 2008. La eficiente focalización y selectividad del
gasto público en Bolivia actuaron en favor de los grupos sociales más vulnerables.
La causalidad entre el gasto público y el crecimiento económico, según Cotarelli y Jaramillo
(2002), es directa, aunque resulta bastante compleja por la diversidad de canales y niveles
de retroalimentación. Cabe suponer que es la calidad del gasto y no la cantidad del mismo
la variable que actúa como motor del crecimiento económico y social. Esto se pudo
comprobar en un estudio econométrico realizado por Baldacci, Clemens y Gupta (2003). El
análisis demostró que la calidad y composición del gasto en proyectos con efectos
multiplicadores es superior al gasto realizado para aumentar sueldos y salarios de la
burocracia.
Conviene señalar que el creciente protagonismo del Estado, su control de los recursos
estratégicos y el creciente gasto público lo convirtieron en un ente productor, promotor y
distribuidor del excedente económico y social y, por lo mismo, se puede afirmar que el
nuevo modelo es de corte keynesiano y social-demócrata en lo político, aspecto confirmado
en la siguiente expresión de sus gestores: "el nuevo modelo no pretende cambiar el modo
de producción capitalista sino, sentar las bases para la transición hacia el nuevo modelo de
producción socialista". En otras palabras, capitalismo de Estado como fuerte impulsor de la
demanda interna y del PIB.
El sector externo
Bolivia, al igual que otros países latinoamericanos, aprovechó la bonanza de precios altos
de las exportaciones de materias primas como hidrocarburos, gas, minerales y productos
agrícolas en países emergentes como China, India y algunos vecinos. En los bienes
mencionados el país tiene claras ventajas comparativas. Las exportaciones permitieron que
la nación allegara importantes volúmenes de divisas y aumentara con ello el caudal de
reservas internacionales para paliar la deuda y enfrentar choques externos que pudieran
generar inestabilidad macroeconómica interna y trastocar el modelo.
Como se anotó con anterioridad, Bolivia mantiene un tipo de cambio deslizante o de
"devaluación gota a gota", el cual le permite mantener ajustada la tasa de cambio de manera
permanente y aumentar la competitividad de las exportaciones en los mercados
internacionales. La intervención permanente del Banco Central de Bolivia permitió mantener
la tasa de cambio competitiva. Además, según los analistas las características de un
régimen de tasa de cambio de crawling peg permiten mantener ajustada la balanza de
pagos en particular la cuenta corriente y de capital (Froyen, 1995), como en el caso de
Bolivia.
Una política cambiaria prudente y una coyuntura favorable de precios altos de las
exportaciones hicieron que Bolivia pasara de un nivel de reservas de $1714 millones de
dólares en 2005 a un nivel de más de $14.000 millones de dólares en 2013. Las reservas
son un ahorro de la nación y tienen diferentes propósitos: contribuir a estabilizar el país en
lo económico; en lo político y en lo social amortiguan potenciales tensiones que pudieran
dar al traste con el éxito del modelo económico general.
Por su parte, las exportaciones del país que en el periodo 1985-2005 alcanzaron un
promedio de $1.138 millones de dólares subieron a un promedio de $7.021 millones de
dólares en el periodo 2006-2012, gracias al aumento de volumen y los precios de las
materias primas en los mercados emergentes de China e India. A diferencia de lo que
explica la teoría de que los términos de intercambio (razón exportaciones/importaciones)
siempre están en contra de las naciones que exportan materias primas, la evidencia de los
últimos años para Bolivia y otras naciones mostraron positivos los términos de intercambio,
ello debido a los buenos precios de las exportaciones en relación con las importaciones.
De manera similar y en el frente externo y pese a que algunos sectores de la economía
fueron nacionalizados, ello no fue obstáculo para la entrada de nueva inversión extranjera
directa (IED). De acuerdo con los datos de la CEPAL (2013), Bolivia alcanzó la tasa más
alta de IED como porcentaje del PIB en toda América del Sur, 5.0 % en comparación con
5.0 % y 4.9 % para naciones como Paraguay y Perú, respectivamente.
El crecimiento económico
Bolivia, caracterizada como un país de enorme pobreza, no dispone de grandes recursos
tecnológicos ni de modelos de producción eficientes que maximicen la productividad;
tampoco es fuente de crecientes innovaciones ni de instituciones eficientes que generen un
clima adecuado para la inversión del gran capital dada la estrechez de su mercado interno.
Por el contrario, dentro de su territorio subsisten modos de producción precapitalistas en la
agricultura y la industria, siendo gran parte de esta artesanal lo cual también genera un
mercado de trabajo informal. La industria artesanal es intensiva en trabajo y por lo mismo
su productividad es reducida; Además, la gran industria de hidrocarburos, alimentos y
bebidas, petroquímica y otros son de poco efecto multiplicador en el empleo.
El crecimiento económico de un país se visualiza a través de su capacidad para crear
riqueza nacional, la cual se objetiva con el crecimiento del producto interno bruto PIB, es
decir, la cantidad de bienes y servicios producidos en un año o también a través del PIB por
habitante, medida un poco más objetiva que la del PIB global.
El crecimiento económico a largo plazo está en función de variables reales (Jones, 1988;
Maddison, 1992), entre las cuales se cuenta el acervo de capital del cual dispone un país
K, la cantidad de recursos RN, la oferta de trabajo L y el cambio técnico T, variable esta
última de carácter endógeno.
La teoría ortodoxa de crecimiento (Solow, 1998; Lucas, 1988) expresa que los aumentos
del volumen de los factores elevan el crecimiento a largo plazo, por cuanto aumentan la
productividad en las economías capitalistas de un estadio relativamente avanzado. Bolivia
se reconoce como un "capitalismo de Estado"; sin embargo, sus características no lo
asemejan a un país desarrollado por lo que resulta difícil medir su crecimiento según las
teorías convencionales, e inapropiado realizarlo en un plazo tan corto como el periodo 2006-
2014.
El crecimiento a corto y medio plazo de Bolivia del periodo señalado es el producto de la
interacción de múltiples factores, entre ellos el aprovechamiento de la bonanza de
exportación de materias primas y su adecuada utilización; la nacionalización de los recursos
y su canalización al gasto público y social; también la puesta en marcha de un modelo
económico donde se privilegia la estabilización macroeconómica como fundamento del
pacto social y político para promover un clima adecuado que beneficie una producción y
distribución más equitativa de la riqueza nacional. Fue entonces la política fiscal uno de los
factores más importantes para promover el gasto público, generar multiplicadores del
empleo y aumentar la formación bruta de capital expresada en infraestructura para el
crecimiento. La política monetaria, por su parte, mantuvo una moneda sana y creó el clima
adecuado para la inversión privada; la política cambiaria mejoro la competitividad en el
sector externo.
Bolivia financió grandes obras en infraestructura de carreteras, comunicaciones y transporte
y además mejoró el capital humano con inversión en salud y educación con el gran
excedente acumulado en el periodo de análisis.
El crecimiento de Bolivia está en función de una amplia variedad de factores de carácter
económico, social y político e institucional y de su profunda interrelación dentro de un
esquema de economía en transición a un capitalismo de estadio intermedio. El país andino
exhibe una de las tasas más altas de crecimiento económico y desarrollo inclusivo,
representados en un PIB de $30.000 millones de dólares americanos y una reducción de la
pobreza extrema que va desde el 38 % antes de Evo Morales al 20 % en 2014.
En términos de crecimiento global, Bolivia redujo su tasa de crecimiento desde el 4.1 % en
el periodo 1991-1995 hasta el 3.1 % en el periodo 2001-2005, en el periodo anterior a la
toma del poder del actual mandatario. Solamente a partir del año 2006 se aprecia un
repunte sostenido del PIB, y un valor máximo del 6.8 % en 2013.
Las políticas puestas en práctica con el modelo de gestión económica del periodo 2006-
2014 se tradujeron en las cifras porcentuales más altas del crecimiento en la historia
económica reciente de Bolivia y pueden ser, si continúa el compromiso nacional, la base
para un crecimiento sostenido del futuro próximo.
Es importante anotar que gran parte del crecimiento del país se debió a la creciente
demanda interna donde el consumo doméstico es la variable principal y representa casi el
70 % de la demanda agregada o absorción interna. El aumento del consumo fue posible
por los salarios reales más altos del último periodo, que aumentaron el ingreso y la
capacidad de compra, al igual que por la bonanza de las exportaciones, donde todos los
grupos sociales, unos más que otros, se beneficiaron de la misma. Por lo mismo, resulta
claro que sin el aumento del ingreso global y por habitante y su eficiente distribución a través
de las políticas públicas, Bolivia no hubiera podido reducir la pobreza ni mejorar la calidad
de vida de la población. Un indicador más objetivo del crecimiento económico de una nación
es el ingreso por habitante. De acuerdo con los datos del FMI, el crecimiento del ingreso
por habitante de Bolivia fue negativo, -16 % en el periodo 1988-1993; se torna positivo entre
1994-2005, 09 %. Solamente después de 2006 y hasta 2014 crece de manera continua
para un promedio de 3.0 % en el periodo señalado. Los resultados del último periodo
permitieron que el país fuera uno de los pocos en conseguir la reducción de la desigualdad
y reducir la brecha entre los ricos y los más pobres, dado que el ingreso de estos últimos
creció de manera más rápida que en los primeros, según la siguiente figura, que muestra
los datos en deciles.

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