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XXIV Congreso Internacional del CLAD so bre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Buenos Aires, Argentina, 12 -15

nov. 2019

La Plataforma Nacional de Transparencia en México y la gestión municipal

Alejandro Alejo Pompilio Aguilar Miranda


Karina Rebeca Ramírez González

¿Qué es transparencia?
Aunque es una asignatura emergente de las últimas tres décadas y alineada con la demanda de
democratización y racionalidad en el manejo de lo público, la transparencia ha sido invocada desde tiempos
remotos, con diversos propósitos y referentes conceptuales. Por ejemplo, el predominio de la filosofía
ilustrada y el robustecimiento de su enfoque antropocéntrico plantearon el problema ético de la validez del
secreto en las cuestiones de orden común. Para Kant, las motivaciones de la acción sobre terceros que no
podían ser públicas eran implícitamente injustas. Con Bentham, la publicidad (término cercano a la
transparencia) adquiere valor en la consolidación de las libertades frente al poder político.

Específicamente, el pensamiento liberal (Merquior, 1993), en cualquiera de sus versiones, ha puesto frente
a frente a quienes detentan el poder político y el manejo de las instituciones públicas con los ciudadanos
portadores de derechos. La fórmula de convivencia permanentemente buscada y procurada se aleja de
cualquier taxativa a las libertades individuales y se enfoca en el disfrute de una vida pública; la opacidad no
es ingrediente válido, es contraria al conjunto de libertades.

Contemporáneamente, resurge ese interés por el cultivo de la transparencia, solo que delinear sus
contornos conceptuales ha sido producto de aproximaciones sucesivas enmarcadas en discusiones no
exentas de contradicciones. El diccionario de la Real Academia Española (RAE, 2018) define como
transparente, entre otros adjetivos, aquello que es claro, evidente, y que se comprende sin duda ni
ambigüedad, esta idea contribuye a diferenciarla de lo no claro, opaco y ambiguo, aunque adeuda en su
construcción empírica.

Pero, más allá de su definición connotativa, la transparencia debe asociarse a la redefinición de lo público,
como categoría que acota el espacio privado. En el viejo sistema político de México, lo público se identificó
con el hacer gubernamental. De hecho, lo público, lo de interés común corrió a cargo del gobierno federal;
dentro de su perímetro se definían los asuntos y el tratamiento que requerían. El ciudadano encontraba en
la agenda gubernamental procesadas sus demandas y posibles respuestas: fue más testigo que actor. La
ciudadanía fue una figura jurídica más que una condición para la acción. En ese sentido, el gobierno
restringió el acceso a sus oficinas e información. En esas circunstancias, el ciudadano no requería
información, pues su condición se redujo a recibir bienes y servicios públicos, no a hurgar entre muros y
archivos gubernamentales.

El último cuarto del siglo XX enmarcó el inicio de la caída del viejo sistema con diversas demandas de
transformación, entre ellas la democratización. En esa idea, el protagonismo gubernamental habría de
moderarse para recibir gradualmente la participación de otros actores, así como para prevenir el abuso del
poder. Este cambio en la relación fue dejando al descubierto diversos problemas como la rendición de
cuentas, el acceso a la información y la transparencia.

El problema inicial era su definición conceptual. En el escenario de cambio, la rendición de cuenta es quizá
uno de los conceptos más demandantes de claridad. Para Merino M y López Ayllon S (2009), significa dar
cuentas a alguien, sobre una responsabilidad conferida o adquirida con antelación, lo que implica una
relación transitiva entre los sujetos involucrados y la explicación de la manera en que realmente se cumplió.

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La rendición de cuentas, en concordancia con los mismos autores, concibe la existencia mínimamente de:
a) Dos sujetos que se involucran.
b) Un asunto en torno al cual que se rinden cuentas, el cual ha sido objeto de la gestión del primer sujeto.
c) Un juicio y eventual sanción emitida o promovida por el segundo sujeto.

Citado en Merino M y López Ayllon S (2009), Schedler se refirió a la dificultad de conceptualizar la rendición
de cuentas atendiendo solo a la expresión accountability, vocablo inglés del que proviene. Le adjudicó
dimensiones diferentes que han de tenerse en cuenta para precisar el significado: información, justificación
y castigo. En esta integración se conjunta la obligación de abrir el despacho de los asuntos públicos a la
supervisión pública (coincidente con accountability); a explicar y justificar las acciones (cercano a
answerability); y a la posibilidad permanente y eficaz de la sanción (enforcement). El entrelazamiento de los
conceptos ha ocasionado confusión o vaciamiento de significado preciso, aunque se entiende que es
producto de la complejidad del fenómeno y de la dificultad para ponerlos en marcha. Por eso, dibujar sus
contornos y traslapes es imperioso y, finalmente, productivo para la academia y para el sector público.

Que un gobierno o instancia pública atienda correctamente las solicitudes de información no lo hace
transparente, no lo califica de abierto y no implica que rinda cuentas1; acaso, cubre ese derecho de acceso
a los acervos públicos (lo que contribuye a la democratización y construcción de valor público). La
transparencia, para decirlo de una vez, debe verse como una política, es decir, como un curso de acción para
generar y disponer información que le permita a los ciudadanos saber qué y cómo ocurre la acción pública,
qué objetivos ha priorizado y que argumentos sostienen la elección, más aún, qué resultados obtiene y qué
tan pertinentes son en términos de desarrollo.

En consecuencia y de acuerdo con Guerrero transparencia es el “conjunto de decisiones y acciones del


gobierno que tienen por objeto dotar a los ciudadanos (y a los propios funcionarios) de información clara,
precisa, accesible y abundante sobre dimensiones diversas del desempeño gubernamental” (2008: 8). Como
puede observarse, además de trascender el limitado contenido ético, alude a la movilización de recursos de
diversa índole, a sumar voluntades para conseguirlo y a configurar procesos afines verificables.

En concordancia con Merino y López Ayllón (2009) habría tres premisas en una política de transparencia,
primero, el enfoque en la producción y distribución de la información, segundo, su publicidad, y tercero, la
ocurrencia de procesos de decisión y acción públicos, es decir, no excluyentes, si verificables y de amplia
visibilidad.

Si la transparencia es entendida como una política es preciso indicar que su propósito es combatir la
opacidad gubernamental a partir de la definición plural del problema y de las medidas de intervención,
considerando la complejidad social que la enmarca. Se entiende que su puesta en marcha es la proacción
de actores comprometidos y convencidos de su valor público para generar y ofrecer información respaldada
por el principio de máxima publicidad. En consecuencia, el estudio que se ofrece en este espacio sobre la
Plataforma Nacional de Transparencia tiene ese carácter.

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La rendición de cuentas incluye el derecho a la información y transparencia, pero no son sinónimos. La transparencia se desarrolla
dentro del perímetro gubernamental, pero no incluye la relación transitiva y la posibilidad real de que el sujeto responsable sea
sancionado por infracción o incumplimiento. Dicen Merino M y López Ayllon S (2009) que “La auténtica rendición de cuentas es algo
más que la transparencia: es una tarea obligada y permanente, con actores claramente identificados que llevan a cabo la vigilancia, el
control y la sanción sobre los contenidos sustantivos del ejercicio gubernamental, en todas sus facetas, en un entorno legal y
democrático explícito y abierto, que identifica con claridad las obligaciones que cada servidor público debe cumplir” (15)
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El marco jurídico de la transparencia para los municipios en México


El artículo sexto constitucional es la base del derecho de acceso a la información. En la reforma de 1977 se
explicitó el derecho a la manifestación con el límite de dejar a salvo el derecho de terceros y de no dañar la
moral pública. En sucesivas reformas, el precepto fue enfocándose a la información como derecho público;
en 2007, se anula el secreto administrativo permisivo del manejo discrecional de la información
gubernamental; en 2013, se orientó a regular radiodifusión y telecomunicaciones; en 2014, se precisa el
carácter público de la información en posesión de las autoridades; ya en 2016, adquiere su configuración
actual para especificar alcance, instrumentos y valores.

En la legislación secundaria, el antecedente más lejano se encuentra en la Ley General de Protección y


Equilibrio Ecológico de 1996, cuyo contenido abrazó la recomendación de la Declaración de Río de brindar
acceso adecuado a la información sobre medio ambiente en posesión de las autoridades públicas, para
mejorar la participación ciudadana y la toma de decisiones. Como detonante fueron importante, pero no
suficiente para problematizar las vastas áreas de la información pública.

Pero, el germen había sido inoculado; ya por la experiencia internacional, ya por el escenario de
transformación nacional, en 2002 ve la luz la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública
Gubernamental (LFTAIPG) (SEGOB, 2002) y al siguiente año, el reglamento correspondiente. De esta manera,
las dependencias del Gobierno Federal quedaban determinadas en esta materia.

La LFTAIPG establecía, entre muchas otras cosas, que la información en posesión de las dependencias
oficiales debería ser pública, con las excepciones que la propia ley determinara, así mismo, que debería estar
a disposición del público ciudadano. También, precisó qué sujetos estaban obligados a garantizar este
derecho, definido como derecho humano, por lo que no obligaba a justificar las solicitudes de información.
La LFTAIPG precisó las excepciones, clasificando la información restringida en reservada y confidencial. La
primera, para proteger el desempeño de las dependencias públicas, y la segunda, para proteger la
confidencialidad de los particulares.

Así mismo, indicó que información debería estar dispuesta “de oficio”, sin que la solicitaran los ciudadanos.
Entre 2003 y 2007 las entidades federativas produjeron sus leyes en la materia. La mayoría de ellas
incluyeron como sujetos obligados a las autoridades municipales. El camino, además de largo, estuvo lleno
de fuertes diferencias de estado a estado. Materias como tiempo de reserva o inclusión del principio de
máxima publicidad variaron significativamente. Esta circunstancia hizo difícil la valoración del avance en
materia de transparencia y acceso a la información.

Fue hasta que se expidió la Ley General de Transparencia y Acceso a la Información Pública (LGTAIP) (SEGOB,
2015) que se trascendió la legislación enfocada solo a las dependencias del gobierno federal y se extendió a
todas las instancias de los poderes de la Unión y a los tres órdenes de gobierno, así como a los organismos
autónomos y a aquellos que manejaran recursos públicos.

Este episodio generó estándares que permitieron una mejor traza de avances y retos. Otra derivación de la
LGTAIP fue el tránsito del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI) al Instituto Nacional de
Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), institución que ha servido
para que la transparencia y el acceso a la información pública se constituya como una política de alcance
nacional. El Sistema Nacional de Transparencia (SNT) es el instrumento jurídico-organizacional concebido
como el conjunto orgánico y articulado de sus miembros, procedimientos, instrumentos y políticas, cuyo
objetivo es fortalecer la rendición de cuentas del Estado mexicano. Está enfocado a coordinar y evaluar las
acciones relativas a la política pública transversal de transparencia, acceso a la información y protección de
datos personales.
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De acuerdo con la LGTAIP, el SNT se integra por:


I. El INAI;
II. Los Organismos garantes de las Entidades Federativas;
III. La Auditoría Superior de la Federación;
IV. El Archivo General de la Nación, y
V. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)

El INAI es el organismo constitucional autónomo que debe garantizar el cumplimiento de los derechos
fundamentales: a) el de acceso a la información pública y b) el de proteger los datos personales. En el primer
caso, garantiza que los sujetos obligados del ámbito federal suministren la información solicitada, para el
segundo, que se usen adecuadamente los datos personales y se ejerzan y tutelen los derechos de acceso,
rectificación, cancelación y oposición de las personas a que se difunda su información personal. Los
organismos garantes gozan de autonomía constitucional y están especializados en materia de acceso a la
información y protección de datos personales. Su número y existencia responden al arreglo de la federación
mexicana, es decir, uno, en el orden federal (el INAI); 31, uno para cada una de las entidades federativas y
uno más para la Ciudad de México.

Específicamente, la Plataforma Nacional de Transparencia debe implementarse como una función del SNT,
particularmente, a cargo de los organismos garantes, y debe entenderse como una plataforma electrónica
que permite cumplir con los procedimientos, obligaciones y disposiciones señaladas en la LGTAIP para los
sujetos obligados y Organismos garantes, atendiendo las necesidades de accesibilidad de los usuarios.

La Plataforma Nacional de Transparencia


El objetivo de la PNT es integrar y hacer interoperables sus cuatro sistemas de información, a saber: a)
Sistema de solicitudes de acceso a la información, b) Sistema de gestión de medios de impugnación, c)
Sistema de portales de obligaciones de transparencia, y d) Sistema de comunicación entre organismos
garantes y sujetos obligados (SO). El sistema de solicitudes de acceso a la información (SISAI) puede conectar
a los ciudadanos usuarios con más de ocho mil instituciones públicas, con el propósito de solicitar
información (pública o datos personales). Además de llevar el registro de solicitudes, monitorea los tiempos
del proceso y puede interponer el recurso de queja ante incumplimientos de forma o de tiempo. El sistema
de gestión de medios de impugnación (SIGEMI) actúa respecto a las solicitudes de información pública y
datos personales que los ciudadanos usuarios han realizado. Registra los recursos de revisión interpuestos
a) contra el sujeto obligado, por la falta de respuesta o la inconformidad de la misma, o b) contra la
resolución emitida por el organismo garante. Su papel es gestionar los recursos; no atenderlos
directamente.

El sistema de comunicación entre organismos garantes y sujetos obligados constituye la parte menos
mecanizada, en la que los organismos garantes y los sujetos obligados atienden los recursos de los usuarios
de manera interactiva, es decir, que amplían la posibilidad de atender cabalmente las solicitudes de
información, reduciendo el margen de discrecionalidad y omisión de los sujetos obligados.
Simultáneamente, el sistema ofrece documentales del proceso que generan confianza al usuario. El sistema
de portales de obligaciones de transparencia (SIPOT) es administrado por el INAI, este tiene como
responsabilidad registrar las 32 entidades federativas y a la federación.

El Instituto registra la estructura relacionada con la LGTAIP (Normatividad, artículos, fracciones e incisos),
además de registrar los formatos respecto a las obligaciones de transparencia que establece la LGTAI, de
acuerdo a los lineamientos aprobados por el SNT. Adicionalmente, permite realizar adecuaciones derivadas
de la normatividad local.

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Con estos sistemas la PNT pretende ser un instrumento compendiador, accesible y útil para incrementar las
posibilidades de acceso a la información pública en posesión de cualquier autoridad, entidad, órgano y
organismo de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, órganos autónomos, partidos políticos,
fideicomisos y fondos públicos, así como cualquier persona física, moral o sindicato que reciba y ejerza
recursos públicos o realice actos de autoridad en los ámbitos federal, de las Entidades Federativas y
municipal, como lo establece la LGTAIP.

A manera de síntesis, la utilidad de la PNT respecto a la información pública se encuentra en que los
ciudadanos usuarios pueden 1) revisar la información que las instituciones públicas deben ofrecer para
cumplir con la LGTAIP, 2) solicitar información más específica a cualquiera de esas instituciones y 3) quejarse
si se detecta una omisión o si no se ha satisfecho su solicitud. La PNT, con vigencia desde el año 2016, ha
experimentado logros significativos y tropiezos evidentes.

Su antecedente, el sistema INFOMEX implantado en las entidades federativas para brindar información a
través de medios electrónicos, debió, de acuerdo a la normatividad, haberse concluido en 2009 para
responder a la reforma constitucional de 2007, sin embargo, poco antes del nacimiento de la PTN no se
había logrado totalmente. El reto de interconectar a más de ocho mil sujetos obligados a la PNT se ha
magnificado ante las desigualdades tecnológicas, logísticas y económicas observables en las entidades
federativas, tanto de los organismos garantes como de los sujetos obligados. El INAI ha jugado un papel
crucial para avanzar en este sentido. Quizá, el reto más grande de la PNT ha sido el de responder a las
especificaciones de la LGTAIP, cuya letra describe un sistema altamente complejo, visto desde la obligada
vinculación entre las instituciones públicas.

Los municipios mexicanos frente a la transparencia


Sin duda, la PNT es un instrumento vanguardista que mejora el acceso a la información, sin embargo, hay
que particularizar su alcance: aún y con su complejidad su contribución recae en el terreno de la oferta y
suministro de información. La transparencia, como ha sido entendida en este documento, pertenece al reino
de las políticas, es decir, el universo de actores públicos y privados, las intenciones y valores, los
instrumentos de intervención, entre otros factores, están a prueba.

En efecto, la PNT es una puerta de entrada que facilita a los ciudadanos usuarios el contacto con los sujetos
obligados (y los organismos garantes), ubicados en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial de la
federación mexicana, así como en los poderes de cada una de las 32 entidades que la conforman, incluidos
sus municipios. El avance, se insiste, en términos de acceso a la información pública es sorprendente. El reto
para incluir las asignaturas transparencia y rendición de cuentas está vigente. ¿Qué ha ocurrido en la dupla
transparencia y municipio en los últimos años?

Un célebre documento del INEGI (2017a), registró que, en 2016, sólo la mitad de la población mayor de 18
años, residente de zonas urbanas, conocía la existencia de alguna institución responsable del acceso a la
información pública, situación que mejoraba en la población de la Ciudad de México (60 %), pero no en
Chiapas y Colima (menos del 35 %), menos desarrolladas. Esto da una idea del grado de relación que guarda
la ciudadanía con esta materia y de los retos por incluirla; sin ciudadanos no hay política de transparencia.

El Censo Nacional de Gobiernos Municipales y Delegacionales (INEGI, 2017b) reporta que durante 2016 los
gobiernos municipales del país desahogaron 204 millones 668 mil 950 trámites y servicios (incluidos las
alcaldías, que no son propiamente municipios) de los cuales el 3.2 % fueron consultas realizadas a los
portales de obligaciones de transparencia, lo que ofrece un panorama más o menos aceptable de
acercamiento a la información.

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De acuerdo con la Encuesta Nacional de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales
(ENAID) (INEGI, 2016), 5.6 % de la población declaró haber realizado una solicitud formal de acceso a la
información, pero el 60.4 % lo hizo de manera escrita en las oficinas de los sujetos obligados; 25.1 % ocupó
la PNT y el resto por otros medios. Quizá pueda matizarse este resultado si se considera que es en este año
en que entra formalmente en operación dicha plataforma.

La atención a las solicitudes de información para 2015 ocurría con mecanismos diversos en las 32 entidades
federativas. Los municipios de 29 de ellas lo hacían de manera escrita; en 30 de ellos, por medios
informáticos; en 22, por correo electrónico; y en 10, por teléfono. En realidad, el alumbramiento de la PNT
tiene áreas de oportunidad significativas, si se considera que entre 2015 y 2016 los municipios de 21
entidades ya usaban el sistema INFOMEX (antecedente e insumo de la PNT) y la propia plataforma. Aun
cuando falta mucho por hacer, la proporción de consultas a los municipios es considerable. Para 2015, 28 %
de las solicitudes se dirigieron al poder ejecutivo federal; 32 % al poder ejecutivo de los estados; y 23.6 % a
los municipios (INEGI, 2017ª). Esto significa que, aunque la cultura de la consulta pública sea limitada, buena
parte de ella se dirige a los gobiernos locales.

Del gobierno federal se aceptaron 79.4% de las solicitudes recibidas en 2015; por su parte el INAI aceptó
68.3%, mientras que la proporción de solicitudes aceptadas en el ámbito estatal fue mayor; las instituciones
que conforman el poder ejecutivo estatal aceptaron 96 de cada 100 solicitudes de información recibidas,
mientras que en los municipios esta cifra se ubicó en 93 de cada 100.

Las municipalidades han demostrado ser activas, aunque con tropiezos en la atención de solicitudes de
información: de los sujetos obligados con mayor porcentaje de recursos de revisión han destacado los
municipios, con 6 de cada 100 solicitudes impugnadas, sólo atrás de los partidos políticos, con 7 de cada
100. En la demora en la atención también ha destacado el ámbito municipal, mientras que el poder ejecutivo
federal ha respondido en tiempo al 98.1 % de las solicitudes recibidas, el municipio lo ha hecho con el 75.5
% (INEGI, 2017ª).

La calidad de la atención depende en buena medida de la carga de trabajo del personal que labora en las
oficinas responsables de esta materia. Al municipio no le va mal, en este sentido, pues, en promedio un
servidor público atiende una solicitud por semana, mientras que en el gobierno federal o en el de la Ciudad
de México se incrementa a 13 expedientes en ese mismo lapso. Quizá esta sea una de las asignaturas
pendientes de medir e indicar en las políticas de transparencia.

Es indudable que la transparencia es asignatura con visibilidad creciente: de los temas más frecuentes que
se tratan en los municipios mexicanos, 4.8 % tienen que ver con Transparencia y acceso a la información;
sólo atrás de seguridad pública, con 7.1 %. Porcentaje considerable si se ve que junto a temas como servicios
públicas y obras ocupa buen espacio. En otro orden de ideas, es pertinente cuestionarse sobre el reto
específicamente de la PNT. A manera de memorando, a diferencia del acceso a la información, que es un
derecho que se ejerce en el perímetro de los ciudadanos, transparencia sólo puede ser una política, por lo
que implica que, en el caso de este texto, los gobiernos municipales procuran deliberadamente un curso de
acción para alcanzarla. ¿Cómo se visualiza una política en esta materia?

Para Merino y López Ayllón (2010), las premisas de una política de transparencia son, primera, atención
debida a la producción y distribución de la información; segunda, la máxima publicidad de dicha
información, con lo que mejora el desempeño gubernamental; y tercero, realización de procesos de decisión
y acción convincentemente públicos, por lo tanto, incluyentes, verificables y de amplia visibilidad. La PNT ha
mejorado las posibilidades de la primera premisa, pero el resto, como se verá, es una cuestión pendiente.

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Ramírez (s/a), ha definido política de transparencia como como el curso de acción que tiende a revertir o
minimizar la opacidad en la gestión gubernamental, problema público que se define de manera plural y
participativa, considerando la complejidad social; que se basa proactivamente en la oferta y disposición de
información respaldada por el principio de máxima publicidad, por lo que cuida instrumentarla en las
diferentes fases (formulación, implementación y evaluación). ¿Qué implica esta definición? Primero, que el
objetivo de revertir o minimizar la opacidad en la gestión gubernamental debe ser claro y verificable en la
cadena de acciones. No puede ser, por ejemplo, que haya reglamentación en la materia, pero no
financiamiento específico o medios organizacionales para realizar la implementación; la coherencia fines-
medios a prueba.

Segundo, que la transparencia debe cobrar la forma de un curso de acción, por lo que trasciende el derecho
a la información para convertirse en acción deliberada de cada gobierno municipal. En este sentido, la PNT,
como información de oficio, deberá diseñar e incorporar variables que evidencien las acciones emprendidas;
juridificación, financiamiento, diseño organizacional, incorporación de tecnología, en fin, un curso de acción.
Tercero, que la voluntad de ser transparente pasa por la definición social de la opacidad y los perjuicios que
ocasiona, es decir, la calificación de transparente no es un producto de la congracia gubernamental o
solitaria auto evaluación, sino de la confianza que logra despertar entre los ciudadanos, incluidos y
corresponsables. Cuarto, que los gobiernos municipales deben atender las diferentes fases de la política, al
menos a) la formulación, b) la implementación y, c) la evaluación. Cada fase debe ser pensada con sus
instrumentos (jurídico, financiero, organizacional, entre otros), actores (gubernamentales, sociales y
privados) y necesidades específicas, de lo contrario, acciones aisladas y sin racionalidad pueden crear la
imagen de acción deliberada, pero no efectiva.

Consideraciones finales
La PNT es un recurso que ha mejorado el acceso a la información. Sus insumos de índole jurídica,
tecnológica, económica y organizacional han abonado en favor de la disposición y producción de
información pública: su mérito es indiscutible. Sin embargo, habrá que ser cautos al incluirla como un
instrumento para la transparencia per se. La conceptualización precisa es un mérito del trabajo de muchas
inteligencias preocupadas por lograrlo; ahora sabemos que el acceso a la información, la transparencia y la
rendición de cuentas mantienen vínculos orgánicos, pero no son lo mismo. Diferenciarlos es una tarea
necesaria para abonar en favor de una gestión pública racional, pública y democrática.

El acceso a la información es un derecho que se cubre cuando hay condiciones para ejercerlo, en ese sentido
la PNT es un gran logro; la transparencia es una política que se realiza principalmente dentro del perímetro
de las organizaciones gubernamentales; tantas políticas municipales de transparencia como gobiernos
municipales existen. Acceso a la información y transparencia son antecedentes e insumos para el cenit: la
rendición de cuentas.

Hoy por hoy, la PNT ha logrado poner al alcance de los usuarios a más de ocho mil sujetos obligados y,
aunque hay asignaturas pendientes, es ejemplar el esfuerzo realizado, pero en materia de transparencia
habrá que pensar sobre sus limitaciones y fortalezas en futuros esfuerzos de reconfiguración.

Sin duda, la escasa cultura de transparencia y los intentos por revertirla en el país han ido dejando evidencias
de que puede ser superada, aunque sea gradualmente. El trabajo de investigadores, académicos y
profesionales va generando una agenda cada vez más clara sobre el futuro inmediato; va dejando claro que
recursos (humanos, tecnológicos, financieros, jurídicos y organizacionales) hay que generar y movilizar.

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Bibliografía
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en línea http://www.snt.org.mx/index.php/informacioninteres/estudios, consultada el (21 de junio de
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https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/cngmd/2017/doc/CNGMD_2017_Resultados.pdf,
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rendición de cuentas, Secretaría de la Función Pública, México.
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http://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5391143&fecha=04/05/2015, Consultado el 25 de junio
2019.

Reseñas biográficas

Alejandro Alejo Pompilio Aguilar Miranda. Es Doctor en Ciencias por el Colegio de Postgraduados;
reconocido por la Secretaría de Educación Pública como Profesor con Perfil deseable; miembro del Sistema
Nacional de Investigadores; Profesor de Tiempo Completo en la Universidad Autónoma del Estado de
México; miembro del Instituto Nacional de Administración Pública, entre otras asociaciones académicas; es
autor de diversas publicaciones sobre municipalismo, políticas y gestión pública y gestión del agua. Datos
de contacto aaguilar@colpos.mx y aaguilarm@uaemex.mx.

Karina Rebeca Ramírez González. Es Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública; Maestra en
Gobierno y Asuntos Públicos por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex); Actualmente se
desempeña como Profesora de Asignatura del Centro Universitario UAEM Texcoco en los programas de
Ciencias Políticas y Administración Pública y Gobierno y Asuntos Públicos; asociada del INAP-México; cuenta
con estudios de doctorado en el Instituto Nacional de Administración Pública A. C. Las líneas de trabajo que
cultiva son: a) Gobernabilidad y Gobernanza. b) Desarrollo Local. c) Municipio y transparencia. d)
Federalismo y Rigs. Correo electrónico: karina_2101@yahoo.com.mx / krramirezg@uaemex.mx

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