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Universidad de San Buenaventura

Proceso de Admisión

Maestría Neuropsicología Clínica

Por: Mariana Conde

2018-10-16

MEMORIA DE TRABAJO Y FUNCIONES EJECUTIVAS

Es prudente afirmar que el término de funciones ejecutivas es relativamente novedoso,

aunque actualmente se esté entendiendo e investigando mucho más. Las funciones ejecutivas son

un conjunto de capacidades que poseemos los seres humanos para pensar y; así mismo,

comportarnos de manera consciente y voluntaria. Podría decirse que es lo que nos diferencia de

otras especies, además del afecto que nos caracteriza.

Dentro de las funciones ejecutivas se encuentran, por ejemplo: la memoria de trabajo, que

es el tipo de memoria a corto plazo que nos permite mantener información para realizar alguna

tarea; la orientación, los recursos atencionales, la inhibición de respuestas inapropiadas en

determinadas circunstancias y mecanismos de motivación. Así mismo, estas funciones pueden

también agruparse en una serie de componentes más concretos, como: la formulación de metas,

la planificación para lograr objetivos y la toma de decisiones.

Como mencionan Tirapu-Ustárroz, J., & Luna-Lario, P. (2008), “Desde el punto de vista

neuroanatómico, se han descrito diferentes circuitos funcionales dentro del córtex prefrontal. Por

un lado, el circuito dorsolateral se relaciona más con actividades puramente cognitivas, como la

memoria de trabajo, la atención selectiva, la formación de conceptos o la flexibilidad cognitiva.


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Por otro lado, el circuito ventromedial se asocia con el procesamiento de señales emocionales

que guían nuestra toma de decisiones hacia objetivos basados en el juicio social y ético…”

(p.222).

De esta manera entonces, la memoria de trabajo hace parte de lo que se llaman las

funciones ejecutivas, y es en la función en la que se entrará en detalle. La memoria de trabajo es

la capacidad que tenemos los seres humanos, no solo para mantener en nuestra mente la

información que estamos recibiendo en un determinado momento, sino que también hace alusión

a la manipulación de esta información para planificar y guiar nuestra conducta, para realizar una

tarea. Y en ello entonces se ven relacionados todos estos procesos de toma de decisiones, de

retransmisión de información motora y señales sensoriales, del control de los movimientos, y de

asociar y vincular diferentes tipos de información que proceden de regiones encargadas de los

sentidos.

Más explícitamente, “la memoria de trabajo se define como un sistema que mantiene y

manipula la información de manera temporal, por lo que interviene en importantes procesos

cognitivos como la comprensión del lenguaje, la lectura, el razonamiento…” (Tirapu-Ustárroz,

J., et al., 2008).

Retomando la perspectiva neuroanatómica y ligándola con las funciones cognitivas, es

importante mencionar que según lo afirmado por Lázaro, J., & Solís, F., (2008), en su artículo

“Neuropsicología de lóbulos frontales, funciones ejecutivas y conducta humana” para la Revista

Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias; la porción dorsal de la que se hablaba

anteriormente como circuito dorsolateral, se encuentra estrechamente relacionada con los

procesos de planeación, memoria de trabajo, fluidez (diseño y verbal), solución de problemas


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complejos, flexibilidad mental, generación de hipótesis, estrategias de trabajo, seriación y

secuenciación. Procesos que en su mayoría se consideran funciones ejecutivas.

Las porciones más anteriores de la corteza prefrontal dorsolateral se encuentran

relacionadas con los procesos de mayor jerarquía cognitiva como la metacognición, permitiendo

la auto-evaluación (monitoreo) y el ajuste (control) de la actividad en base al desempeño

continuo, y como funciones asociadas necesarias con la memoria de trabajo a su vez. Asimismo,

el circuito dorsolateral prefrontal recibe principalmente su suministro sanguíneo de la arteria

cerebral media. Este circuito está conectado con la corteza orbitofrontal y con estructuras como

el tálamo, partes de los ganglios basales (parte dorsal del nucleo caudado), el hipocampo y áreas

asociativas primarias del neocortex.

Se sabe que la corteza orbitofrontal está relacionada con el procesamiento cognitivo de la

toma de decisiones, el tálamo retransmite información motora y señales sensoriales a la corteza

cerebral, el núcleo caudado de los ganglios basales está relacionado con el control de los

movimientos, y las áreas asociativas del neocortex nos permiten asociar y vincular diferentes

tipos de información que proceden de regiones encargadas de los sentidos.

Por lo anterior, es importante relacionar la manera en la que la memoria de trabajo está

involucrada con regiones como el circuito dorsolateral y las distintas estructuras con las cuales

este se conecta, pues en este tipo de memoria son necesarias todas estas funciones de las que se

encargan las estructuras cerebrales mencionadas anteriormente, como un proceso integral y como

parte de los que son globalmente las funciones ejecutivas como tal.

Por otro lado, el daño frontal produce muy diversas características cognitivas y

conductuales, dependiendo de las zonas que se lesionen. Por ejemplo, las lesiones de la corteza

frontal medial producirán alteraciones del control atencional y de mentalización. Las lesiones
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más polares producirán alteraciones en las capacidades de cognición social y metacognición, el

daño en la corteza orbitofrontal producirá alteraciones en la regulación afectiva y conductual. Y

el daño en la corteza prefrontal dorsolateral, afectará principalmente funciones ejecutivas.

(Lázaro, J. C. F., & Solís, F. O. (2008). Y, por ende, la memoria de trabajo. Por esto se hace tan

importante la evluación y la intervención neuropsicológica más completa posible.

Según Etchepareborda, M., & Abad-Mas, L. (2005), citando a Baddeley, este tipo de

memoria es un mecanismo de almacenamiento temporal y presenta la característica de utilizarse

en conexión con mecanismos especializados de almacenamiento provisional, que sólo se activan

cuando es necesario retener un tipo de información especif́ ica. La memoria de trabajo permanece

en conexión con la memoria a largo plazo, que permite acceder a los conocimientos y

experiencias pasadas que el sujeto haya tenido sobre el tema que se mantiene on line en la

memoria de trabajo. De esta manera, con las aportaciones de esa información se operariá con

mayor precisión en la resolución de los problemas planteados.

En ese orden de ideas, se afirma que la memoria de trabajo es una capacidad cognitiva

presente en la mayoría de las actividades de nuestro día a día. Por tanto, evaluar nuestra memoria

de trabajo y conocer su estado puede ser de gran ayuda en diferentes ámbitos de la vida: en

ámbitos escolares (nos permitirá saber si un niño tendrá dificultades para hacer cálculos

matemáticos o leer), en ámbitos médicos (para saber si los pacientes podrán continuar su vida de

manera independiente, o si necesitarán ayuda para las actividades básicas) o en ámbitos

profesionales (la memoria de trabajo nos permiten recordar y responder a los datos de una

conversación).

La memoria de trabajo es básica para la toma de decisiones y para el correcto

funcionamiento de las funciones ejecutivas. Por eso, su alteración está detrás de los síndromes
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disejecutivos y de muchos de los trastornos del aprendizaje como el TDAH y la dislexia y la

discalculia. Muchos diagnósticos psicopedagógicos necesitan de una evaluación

neuropsicológicas que mida de forma precisa las funciones ejecutivas. También en enfermedades

como la esquizofrenia o las demencias se ve reflejada una alteración de la memoria de trabajo.

(Martín-González et al., 2008).

Es posible valorar las diferentes funciones cognitivas, como la memoria de trabajo, de

una manera fiable y eficaz mediante una evaluación neuropsicológica. Por medio de test que son

parte de varias baterías neuropsicológicas, como por ejemplo: Retención de dígitos del WAIS,

Cálculo mental de la ENI, Memoria de trabajo del BANFE y Dígitos directos y Dígitos inversos

de la Escala de Memoria Wechsler. Esto, con el ánimo de poder realizar un diagnóstico integral

que de razón de si está afectación en la memoria de trabajo puede estar siendo un síntoma más de

alguna enfermedad neuropsicológica, y que de luces de hacía dónde se debería direccionar la

rehabilitación e intervención médica necesaria.

Así, a manera de conclusión, se hace primordial darle especial importancia al hecho de

que la memoria de trabajo al ser una de las funciones cognitivas que hacen referencia a un tipo

de memoria a corto plazo y que es un conjunto de procesos que nos permiten el almacenamiento

y manipulación temporal de la información para la realización de tareas cognitivas complejas

como la comprensión del lenguaje, la lectura, las habilidades matemáticas, el aprendizaje o el

razonamiento, y que está en permanente utilización día a día; se deberían hacer más

investigaciones de ella que permitan una aún mejor y más completa evaluación e intervención

neuropsicológica.
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Referencias Bibliográficas

Etchepareborda, M. C., & Abad-Mas, L. (2005). Memoria de trabajo en los procesos básicos del

aprendizaje. Revista de neurología, 40(1), 79-83.

Lázaro, J. C. F., & Solís, F. O. (2008). Neuropsicología de lóbulos frontales, funciones ejecutivas

y conducta humana. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, 8(1),

47-58.

Martín-González, R., González-Pérez, P. A., Izquierdo-Hernández, M., Hernández-Expósito, S.,

Alonso-Rodríguez, M. A., Quintero-Fuentes, I., & Rubio-Morell, B. (2008). Evaluación

neuropsicológica de la memoria en el trastorno por déficit de atención/hiperactividad:

papel de las funciones ejecutivas. Rev Neurol, 47(5), 225-30.

Tirapu-Ustárroz, J., & Luna-Lario, P. (2008). Neuropsicología de las funciones

ejecutivas. Manual de neuropsicología, 219-249.

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