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Los textos, simples, deben adecuarse a la competencia lectora de los pequeños, pero es aquí
donde el término "lectura" resulta limitado si sólo consideramos al texto verbal. Los niños
resultan excelentes lectores de imágenes, y es a través de la imagen que estos textos se
abren hacia significados más complejos. De este modo un problema, la dificultad de leer
narraciones escritas, se transforma en un recurso hábilmente explotado por los autores: el
diálogo del texto y la imagen.
Teóricos de la literatura infantil como Teresa Colomer y David Lewis (1), coinciden al
afirmar que el libro álbum es campo de experimentación con las reglas literarias y estéticas;
según Lewis, equiparable, dentro del sistema de los libros infantiles, a la escritura de
vanguardia contemporánea para adultos. Este autor propone
el acercamiento entre el libro-álbum y la ficción
"experimental" para adultos, como procedimiento de lectura
del género. En este paralelismo reconoce elementos
metaficcionales, es decir aquellos que ponen en evidencia la
naturaleza misma de la ficción.
El qué y el cómo de la narración: "hay que poner mucho cuidado en los detalles..."
"’Hay que poner mucho cuidado en los detalles’... se decía mientras pasaba la lengua por
la goma del sobre" la señora González.
Veamos qué cuenta la historia: una mujer escribe una carta, aparentemente de amor. El
relato se inicia dentro del verosímil realista tanto en el texto como en la ilustración. No
damos importancia a los detalles y continuamos la lectura.
La mujer sale de su casa y envía la carta. En la situación numerada como "3", el cartero
dispuesto a recoger las cartas elige la de la señora González por su perfume a cerezas. El
perfume, lo moviliza a modificar su rutina y a entregar primero este sobre. Tan contento
está el cartero que no atina a frenar y cae en una zanja "tan profunda y oscura como el
bostezo de un enorme pez".
La comparación, que nos dice que una zanja es como la boca de un pez, y que un volcán es
como una pipa, se literaliza en la situación siguiente y el relato avanza. La imagen retórica
se corporiza en la ilustración y en los acontecimientos narrados, abandona el significado
primitivo y el objeto asume una nueva identidad. De este modo acontecimientos
inverosímiles, se hacen posibles siguiendo la lógica que le permite la metáfora. Un cartero
puede caer en la boca de un pez, si la boca del pez es también una zanja.
"Podría haber permanecido en el fondo, como hacía siempre, esperando que algún
insensato llegara a sus dominios y se colocara al alcance de uno de sus rápidos
movimientos; pero aquella sensación, como si algo hubiera entrado en su boca, despertó
su apetito y se puso a buscar algún bocado."
Recordemos que la primer caída (sobrenatural) se produjo a partir del cambio de itinerario
del cartero, éste se debió al aroma de cerezas de la carta, un aroma que dispone al gozo y a
la imaginación. También la pipa del señor Lairla huele a cerezas, y es con ese recuerdo que
la señora González "fue cayendo en un sueño tan cerrado como el saco donde llevaba las
cartas el cartero".
Vemos entonces que los personajes caen literalmente en el cuerpo del otro, y que el primer
impulso de esta serie de caídas está motivado por el olor de cerezas, aroma que podemos
leer como metonimia del deseo, o en otros términos de los sentimientos que movilizaron a
la señora González a escribir su carta.
La estructura del cuento posee el formato de la retahíla (3), y los seres enumerados se
devoran unos a otros transgrediendo los límites que los separan.
Los detalles empujan al lector al juego y la búsqueda de claves de sentido. Pero el texto
mantendrá los silencios y vacíos inagotables propios del sueño y la poesía. La imagen
poética y pictórica vulneran las leyes habituales de la narración y de la lógica. Aparece al
descubierto la imagen como elemento de exploración que lleva al límite los códigos
literarios y de representación.
Como otros textos de su género, La carta de la señora González va mucho más allá de una
lectura adecuada para los niños pequeños. Se permite explorar límites estéticos al
aprovechar los recursos que le brinda el diálogo de dos códigos simultáneos, el verbal y
pictórico, reuniéndolos a partir del elemento común: la imagen.
Notas
(1) Artículos "El álbum y el texto", por Teresa Colomer y "La constructividad del texto: El
libro-álbum y la metaficción", por David Lewis. En El libro-álbum: invención y evolución
de un género para niños (Caracas, Banco del Libro, 1999. Colección Parapara-Clave).
(2) La carta de la señora González. Texto de Sergio Lairla e ilustraciones de Ana González
Lartitegui. México, Fondo de Cultura Económica, 2000. Colección Los especiales de A la
orilla del viento.
(3) La retahíla, forma lírica popular, se caracteriza por la disposición en serie (por
acumulación o encadenamiento) de elementos. La estructura de la retahíla se hace explícita
en la ilustración de la contratapa del libro.
Imaginaria agradece a Andrea Fuentes Silva, del Fondo de Cultura Económica, las
facilidades proporcionadas para la reproducción de las ilustraciones del libro La carta de
la señora González que acompañan a este artículo.